LA RELIGIÓN DE LOS ANDALUCES ANTE LOS RETOS DE LA MODERNIDAD

June 19, 2017 | Autor: S. Rodríguez-Becerra | Categoría: Modernidad, Barroco, Cambio social, Religiosidad Popular, Relgión de los andaluces
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LA RELIGIÓN DE LOS ANDALUCES ANTE LOS RETOS DE LA MODERNIDAD1

Salvador Rodríguez Becerra Dpto. de Antropología Social Universidad de Sevilla

Introducción Toda religión, aunque pudiera presentarse como única en sus planteamientos teológicos y doctrinales, y la religión católica es la que más unidad doctrinaria y de acción presenta, no lo es en la forma de vivirla que tiene cada sociedad; y no sólo en diferencias menores, propias de la llamada religiosidad popular, sino en la concepción doctrinal básica. Dicho de otra manera, las diferencias no son solo de expresión ritual sino de contenido teológico aunque habitualmente estas diferencias se despachan motejándolas de supersticiosas y en otros casos de heréticas. Esto se explica porque el común de las gentes, antes y ahora, reinterpretan los mensajes doctrinales pasándolos por el filtro de su propia cultura y en general muestran poco interés por disquisiciones teológicas. Les interesa más y suelen ser más celosos de su autonomía organizativa por lo que con frecuencia a las imposiciones eclesiásticas responden con la aceptación formal más que con el acatamiento doctrinal. Así, por ejemplo, la diferencia entre la veneración, que según la teología oficial corresponde a la virgen María, y la adoración que se debe sólo a Jesucristo-Dios, es una elaboración teórica no incorporada por los andaluces que encuentran en la Virgen, a la que realmente adoran, el destino principal y último de sus aspiraciones y remedios. Andalucía presenta una peculiar forma de vivir lo religioso que se expresa fundamentalmente en manifestaciones públicas festivas que no le impiden la aceptación de nuevos valores y comportamientos propios del mundo occidental, y de los avances científicos sin entrar en contradicción con sus concepciones religiosas. Los principios teóricos y metodológicos que guían este ensayo pueden resumirse en los siguientes puntos: a) la religión no es sólo un medio privilegiado de acercamiento a la realidad social y simbólica de una sociedad sino que también constituye un fin en sí misma como expresión de contenidos básicos y profundos del hombre; b) la religión es concebida y vivida de formas distintas, incluso en aspectos fundamentales, por las diversas sociedades y culturas y hasta por distintos grupos sociales, que seleccionan del conjunto de creencias y directrices eclesiales aquellas que consideran razonables y ajustadas al tiempo presente, lo que algunos llaman religión a la carta, sin que por ello dejen de considerarse a sí mismos cristianos y miembros de una iglesia; c) los modelos que los andaluces utilizan para relacionarse con lo sobrenatural -el cómo y por qué las establecen- constituyen los aspectos fundamentales, en los que la ortodoxia dogmática no ha sido el único ni el más fuerte criterio en la conformación de la religión de los andaluces; d) la fiesta es la ocasión privilegiada para establecer y mantener esta relación, en ella se incita a este diálogo, expresado fundamentalmente a través de la 1

Texto presentado en el simposio : «Visions du monde et modernités religieuses: regards croisés» Département de Sociologie–Université Moulay Ismail de Meknès. Association Internationale des Sociologues de Langue Française (AISLF). Meknès (Marruecos), 10-12 avril 2008.

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promesa y el exvoto; e) estas expresiones no invalidan otras formas de experiencia religiosa ordinaria, de carácter privado: oración y recepción de sacramentos, cuyo valor y semántica puede incluso estar invertidos o excluidos; f) los estudios de la religión han estado dominados por una concepción materialista excluyente de la religión con olvido de que las creencias religiosas dan sentido a las organizaciones religiosas de laicos. No creemos adecuada la consideración de los andaluces como si no creyeran en los seres sobrenaturales y en la trascendencia, de esta forma las imágenes de vírgenes y cristos dolorosos no serían sino metáforas del dolor, la maternidad o el sufrimiento humanos y no representaciones simbólicas de seres divinos; g) consideramos necesaria el acercamiento de la historia, la antropología y la sociología para el estudio de las religión en sociedades letradas (Álvarez, Buxó y Rodríguez, 1989); h) resulta necesaria la contextualización sociocultural en el estudio de las religiones por lo que es necesario poner en relación las devociones a las imágenes con las condiciones medioambientales, socioeconómicas y circunstancias histórica; i) la Antropología social y cultural no excluye el componente sobrenatural o no natural en el comportamiento de los andaluces, pero afirma que está condicionado por las infraestructuras, estructuras y circunstancias sociohistóricas (Rodríguez Becerra, 2000). 1. Sociedad y cultura en Andalucía La Comunidad Autónoma de Andalucía tiene unos límites geográficos bien definidos y una historia marcada por la conquista del reino al Andalus por la Corona de Castilla entre los siglos XIII y XV, primero los reinos de Jaén, Córdoba y Sevilla y después el reino nazarí de Granada. La larga etapa de dos siglos y medio de convivencia/coexistencia en la frontera entre ambos estados serán determinantes en la conformación y configuración cultural de Andalucía, aunque también influyeron el modo del poblamiento en ciudades, los repartimientos de tierras a la nobleza y al alto clero, las desiguales relaciones entre la etnia castellana y musulmana, el establecimiento del comercio monopolístico con América, las desamortizaciones eclesiásticas y de bienes comunales y, desde luego, su gran superficie, lo que conlleva una notable variedad geográfica y de modos de vida. Este proceso crea un sistema cultural que puede caracterizarse por una desequilibrada división de la propiedad agraria, cierta tolerancia en las ideas, un modo peculiar de entender la vida y las relaciones personales, un habla propia y, finalmente, una distintiva forma de concebir las relaciones con los seres sobrenaturales entre los que predomina la virgen María, y algunas peculiaridades como la fiesta de toros y el flamenco. La religiosidad andaluza la caracterizan algunos por su anacronismo y dependencia originados por el retraso económico y el tardío acceso generalizado de los jóvenes a la enseñanza, con lo que ello conlleva de educación en los valores racionales y científicos (Duque, 1986). Esta se manifiesta por sus manifestaciones barrocas (siglos XVI-XVIII), período de esplendor de la región y de sus ciudades. La estética barroca se ha convertido en un canon, que ha calado hondo en el sentido popular, de forma que otras sensibilidades artísticas no encuentran lugar en las manifestaciones religiosas. Estos modelos, aunque no están anquilosados se renuevan sobre un fondo barroco, producto de una gran sensibilidad artística y cristalización de muchos ensayos. Las obras de arte religiosos combinan magistralmente imágenes, vestidos, tocados, flores, cera, candelería de plata y bordados, signos y símbolos en un trono procesional que avanza caminando, y hasta bailando a través de una escenografía urbanística y monumental que enaltece el conjunto. El barroco no se expresa solo en la estética sino también en la forma de entender y vivir lo religioso como culto externo. Estos sentimientos son compartidos por el pueblo, las elites religiosas y civiles y algunos intelectuales, que, aunque no

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participen de los contenidos míticos y doctrinales, se alinean decididamente en el goce contemplativo incubado en la infancia. La religiosidad de los andaluces y en general de los españoles esta orientada e informada por la doctrina y las instituciones eclesiásticas de la Iglesia Católica que durante siglos han constituido y en cierta manera aún constituyen una forma de poder efectiva, lo que significó control de los comportamientos y de las conciencias. Estas circunstancias históricas han provocado en la población el rechazo de ciertas normas y principios, la aceptación de otros y la reinterpretación de la mayoría; a pesar de ello, se detecta en Andalucía un fuerte incremento de las manifestaciones de religiosidad pública de forma institucionalizada a través de hermandades y cofradías 2. La mayoría de la ciudadanía presenta una peculiar forma de entender lo religioso que combina la participación de estas creencias y rituales, con la aceptación de los valores científicos y tecnológicos, junto a un mundo mágico-religioso de adivinos y profetas. Es así que a pesar de la persistencia del rechazo de la Iglesia Católica a la práctica del divorcio, el control de la natalidad, la libertad sexual, el aborto y la eutanasia, el matrimonio entre homosexuales y la utilización sin paliativos de la ciencia con fines terapéuticos, se da una amplia aceptación en la sociedad, con la excepción de la propia jerarquía eclesiástica –no de todo el clero- y de grupos e institutos fundamentalistas. En ámbitos estrictamente eclesiásticos como el celibato sacerdotal o la ordenación de mujeres, la mayoría de los ciudadanos no entran pero sin duda los aceptarían en nombre de la lógica actual en el mundo occidental y la igualdad de género. A pesar de ello, muchos, incluso no creyentes, aceptan sin mayor análisis crítico, la influencia que la jerarquía católica sigue ejerciendo en la vida de los andaluces y por ende de los españoles. Según esta formulación, que no compartimos, la mayoría de la ciudadanía acomoda su comportamiento a la normativa de los órganos personales y colegiados de la Iglesia española y vaticana. Lo fundamentan en la atención que prestan a sus mensajes los medios de comunicación, incluso para contradecirlos, en la todavía frecuente presencia de los obispos junto a autoridades civiles en los actos públicos, y en la creencia del poder oculto de la iglesia que, aunque no se manifiesta, opinan, es efectivo. Una serie de argumentos abonan esta creencia: el lenguaje impreciso, el control de los silencios, las duras negociaciones y en cierta manera, la atención que le prestan las autoridades de derechas e izquierdas y no pocos magnates de la economía. Por el contrario, nosotros creemos que las posturas morales de la Iglesia Católica influyen poco o muy poco en el comportamiento de los ciudadanos, como puede comprobarse en las prácticas de la vida cotidiana. Buena prueba de ello es la amplia aceptación del divorcio, las parejas de hecho, las familias monoparentales, la contracepción, las prácticas sexuales prematrimoniales, y otras prácticas menos generales como la interrupción del embarazo, en las que el factor religioso no es determinante; ello indica una devaluación del magisterio eclesiástico en cuestiones de moral privada y pública, como expresión del proceso de secularización creciente de la sociedad española en general y de la andaluza en particular (Montero, 1996). De igual modo se ha comprobado en las numerosas elecciones celebradas desde la restauración de la democracia en España (1978) en que la Iglesia ha mantenido posturas opuestas a los proyectos de ley gubernamentales aprobados en este período: Constitución, divorcio, aborto, libertad religiosa, enseñanza de la religión y de educación para la ciudadanía, matrimonios homosexuales; leyes aprobadas por el centro o la izquierda (1977-1982, 2

Estas instituciones de seglares con reconocimiento eclesiástico son básicas en la expresión religiosa de Andalucía. A título de ejemplo, en la ciudad de Sevilla, sin duda la más desarrollada, existen 60 cofradías y 5 asociaciones en trámite con 57. 135 miembros o nazarenos y 4.537 costaleros o porteadores que procesionan este año durante ocho días (Semana Santa. Sevilla, 2008. El País).

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1982-1996 y 2004-2008) pero que ha mantenido la derecha en su período de gobierno (1996-2004). Un dato muy importante es que ningún partido político con representación parlamentaria se ha declarado abiertamente cristiano. Por otra parte, el anticlericalismo español y andaluz de hondas raíces históricas que aflorara en los siglos XIX y XX y que se expresara violentamente durante la Segunda República y la Guerra Civil (1931-1939), ha decaído o no se manifiesta en el común de la población desde la restauración de la Democracia hasta la actualidad (1978-2008). La sociedad ha tomado conciencia de la pérdida de poder del estamento eclesiástico y de la crisis numérica y económica que como institución atraviesa, por lo que ha dejado de considerarla como enemiga y mantiene hacia ella una actitud indiferente e incluso displicente. Reclama sus servicios para aquellos rituales cuya presencia es exigible pero prescinde de ella en otros muchos. Así, los sacerdotes están ausentes en las procesiones urbanas y en las romerías rurales, salvo cuando por la importancia de la concentración humana se hacen presentes por su propio interés, caso de los obispos de Jaén en la romería de la virgen de la Cabeza (Andújar), Huelva en la del Rocío (Almonte) y Sevilla en la Semana Santa, lo que a su vez contribuye a dar mayor realce ceremonial y por ello es deseado, al menos por los organizadores laicos. Esta apreciación nace de ciertos presupuestos conceptuales y de información erróneos: la confusión entre religión o religiosidad y entre religión e iglesia. Es posible que como inercia de un pasado cercano, se le conceda a la Iglesia Católica un plus de influencia que no se corresponde con los datos sociológicos: los católicos andaluces son los que menos asisten a misa –precepto fundamental para la Iglesia- y entre los que menos aportan a través del impuesto por ingresos personales (IRPF) al mantenimiento de la iglesia. Estas reflexiones válidas para la generalidad de los pueblos de España, son especialmente significativas entre los andaluces, que por sus múltiples y llamativas formas de manifestación de su religiosidad, pareciera que están anclados en el tiempo. A las preguntas: ¿Cómo afecta la religión a la vida y al desarrollo social y económico de los andaluces de nuestro tiempo? y ¿Qué peso específico tiene la religión en los procesos de cambio de Andalucía? Nuestra respuesta, que desarrollamos a lo largo del texto sería en síntesis: el comportamiento de los andaluces esta condicionado poco o muy poco por la religión católica3. En los últimos decenios se detecta en Andalucía un fuerte incremento de las manifestaciones de religiosidad pública: muchos adultos y algunos jóvenes de ambos sexos se adhieren a ellas con entusiasmo y de forma institucionalizada a través de hermandades y cofradías. La mayoría, incluidos agnósticos y ateos participa activamente o como espectador sin mayores problemas e incluso agnósticos y ateos, por razones culturales y estéticas. La mayoría participa en las creencias de principios científicos y tecnológicos y en un mundo mágico-religioso de adivinos y profetas de naturaleza aún más espuria. Existen otros grupos minoritarios a los que podríamos llamar renovadores que viven su propia versión de la fe cristiana bien diferenciada de la oficial, pero sin oponerse a la institución religiosa aunque sometiéndose a la jerarquía. 3

En la búsqueda de las peculiares formas de sentir, vivir, creer y practicar la religión los andaluces, lo que nosotros denominamos la religión de los andaluces, estamos empeñados desde hace décadas. Abordamos el estudio de la religión en Andalucía desde una perspectiva antropológica e histórica, con mirada desapasionada, comparando lo propio con lo ajeno, sin dogmatismos ni juicios previos, con el amplio distanciamiento que permite la propia personalidad del investigador y la sociedad española, con respeto por las creencias de mayorías y minorías, pero sin claudicar ante las sutiles formas de presión de las instituciones religiosas (Rodríguez Becerra, 2002 y 2006). Muchos estudiosos desde la historia, la antropología, la sociología y la ciencia política escudriñan, describen y tratan de explicar los comportamientos religiosos de los andaluces, aunque todavía son numerosas las visiones acríticas, por ideológicas o apologéticas.

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Otros grupos más conservadores e incluso fundamentalistas, permanecen fieles a la jerarquía de la que esperan su reconocimiento y apoyo. Estos grupos, bastante aislados socialmente, se caracterizan por el conservadurismo teológico, intenso proselitismo en ciertos sectores sociales y la práctica del secretismo en sus actuaciones. 2. La religión de los andaluces La religión de los andaluces no podría entenderse sin tener en cuenta el pasado. Andalucía tras la conquista cristiana (ss. XIII-XV) fue repoblada por castellano hablantes y se forjó en la frontera móvil entre los reinos cristianos de la Corona de Castilla y los musulmanes de al Andalus. La vida y vicisitudes de la frontera entre lo que pronto se denominó Andalucía, y el reino de Granada, fue tan larga e intensa que condicionará la cultura de la sociedad resultante más allá de la conquista del emirato nazarí. Los repobladores sentían y así se les hacía creer que recuperaban el territorio que habían perdido sus antepasados. Esta idea llegó a formar parte del imaginario colectivo y era difundida como ideología conquistadora por el poder político y religioso constituyéndose en una poderosa arma para la conquista y repoblación de villas y ciudades. La utilización de símbolos religiosos en los procesos de toma de conciencia de identidad fue amplia y efectiva. Esta ideología se materializará con la restauración del pasado romano-visigodo de sedes episcopales reales o ficticias, en el pretendido hallazgo de reliquias de mártires romanos y musulmanes y en la supuesta aparición de imágenes de la virgen, supuestamente escondidas por los cristianos en su precipitada huida hacia el norte. El desértico panorama de culto y símbolos cristianos encontrado por los conquistadores cristianos en al Andalus fue cubierto por la devoción a la Virgen María, bajo cuya protección se pondrán mezquitas y morabitos; ello explicaría la ausencia de santos y mártires de tradición medieval europea y peninsular. Los intentos, fallidos unos y logrados los más, de las elites eclesiásticas por crear mitos sustentados en el hallazgo de reliquias o imágenes reforzaban la dudosa verdad histórica de que el cristianismo había estado plenamente establecido con anterioridad en el territorio andaluz. Este discurso se fortalecía con la creencia de que este espacio había sido regado con la sangre de los mártires de la época romana y musulmana, conectando así con el primer cristianismo, borrando los ochocientos años que el sur de la Península Ibérica había sido musulmán. Esto proceso se intensificará en el Barroco coincidente con la etapa de mayor esplendor de las ciudades de Sevilla y Granada y de tantas otras -Andalucía es un territorio urbanizado de ciudades medias-, por lo que será el barroco el período en que cristalicen las expresiones culturales y religiosas que aún hoy caracterizan la religiosidad andaluza, una de las principales señas de identidad de su cultura. La religiosidad de los andaluces esta penetrada, orientada e informada por las creencias e instituciones eclesiásticas que durante siglos han sido una forma de poder más efectivo si cabe que el del Estado. Ello significó hasta el siglo XIX un control de los comportamientos a través del gravamen de impuestos y de la capacidad coactiva de los tribunales de justicia propios; control de las conciencias a través de la confesión, de la creencia en el purgatorio que llevaba aparejada un intento nunca acabado de sacar las ánimas del aquel lugar de sufrimiento mediante limosnas e indulgencias, sin olvidar los preceptos dominicales y pascuales y un largo etcétera. Una vez abolidos los privilegios eclesiásticos con base jurídica (Cortes de Cádiz, 1812), la presión y coacción de la Institución eclesiástica continuará a través de los instituciones civiles y militares, y las clases dominantes (aristocracia y burguesía) con ligeras interrupciones como las de la Segunda República (1931-1939) para el común de la sociedad y para los sectores sociales que constituían socialistas, anarquistas y librepensadores Estas circunstancias

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históricas han provocado en la población el rechazo secular y actual de muchas normas y principios eclesiásticos, la aceptación de otros y la reelaboración de la mayoría. El milagro esta en la base de toda religión y constituye un acontecimiento sorprendente que los creyentes aceptan como señal de la acción de los seres sagrados o fuerzas no naturales que actúan en favor o en contra de los hombres. Esta ligado indisolublemente a la religión, aunque ha sido concebido en su naturaleza, función y significados de distinta manera, según los sistemas o niveles religiosos. Son muchos los testimonios del Mundo Antiguo, la Antropología y, desde luego, la Biblia y el Evangelio que refieren acciones consideradas milagrosas. El milagro en la Iglesia católica ha sido sometido a un proceso de racionalización creciente que trata de filtrar el excesivo subjetivismo adaptándolos a la época y al desarrollo científico. Consecuentemente, la mayoría de los sucesos considerados milagrosos no reciben el beneplácito de la jerarquía eclesiástica. El milagro es consustancial con la vida religiosa para los andaluces; entienden éstos que los seres sobrenaturales del panteón cristiano están dotados por si mismos de poder para modificar el curso de los acontecimientos. También creen con menos intensidad en seres sobrenaturales exóticos y fuerzas mágicas: destino, sino, buena o mala suerte, etc. El milagro en la religión de los andaluces tiene un fuerte componente subjetivo y de experiencia personal; aparece como indudable e irrefutable, aunque no se opone a la experiencia colectiva que puede no refrendarlo. Puede contar con la autorización de instancias eclesiásticas, aunque no lo necesita, porque no exige la intermediación de clérigos y si con personas elegidas, como videntes y pueden realizarlos imágenes canónicos o no canónicos. El milagro se manifiesta con mayor intensidad en la curación de enfermedades graves, y surge como alternativa de la medicina científica. La concepción de las relaciones con los seres sobrenaturales es asimétrica. Conciben que se puedan establecer contraprestaciones, similares a la relación patróncliente y con los sistemas de reciprocidad. Esta relación diádica entre el oferente y la divinidad es contractual y recíproca, y se expresa a través de las promesas y exvotos. Es una relación condicionada al cumplimiento de lo prometido por ambas partes: la imagen y el devoto peticionario cumple. Este modelo ha sido muy utilizado especialmente por las mujeres, como cuidadoras de la salud de la familia. La naturaleza de las promesas es tan variada que es difícil someterlas a una tipología pues cada persona la formula en proporción a la necesidad sentida. Hay formas estandarizadas de promesas penitenciales, ofrendas pecuniarias, y de velas u oraciones. Cuando la promesa supone la ofrenda de un objeto relacionado con la persona y circunstancias en que ha participado positivamente el ser sagrado y se deposita en la iglesia o ermita, se denomina exvoto: objeto ofrecido con carácter público a los seres sobrenaturales en respuesta a un favor recibido y cuya donación había sido prometida anteriormente y que da testimonio público de la capacidad de obrar milagros de la imagen. Se trata de textos, pinturas, réplicas de órganos corporales, y un sinfín de objetos de la más diversa índole. El exvoto, es pues la promesa que se entrega en compensación por el bien recibido. La secuencia se establece del siguiente modo: Prometer-Recibir-Dar. El modelo weberiano, do ut des, literalmente “te doy para que me des”, subyace en esta la relación asimétrica, pues los seres sagrados poseen poder superior que deriva de su capacidad de conceder gracia, dones y favores. Los motivos y las circunstancias para formular promesas son diversos: enfermedades, accidentes, catástrofes naturales, adversidades económicas, ritos de paso, guerras, terrorismo, servicio militar, emigración, etc. El poder benéfico que la tradición atribuye a ciertas imágenes, por su supuesta facultad de incidir en la salud les otorga el rol de intercesoras en el contexto

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levistraussiano de la eficacia simbólica. Otras formas de relación son actos propiciatorios, petitorios, laudatorios, de agradecimiento, de desagravio y de ofrenda. La capacidad de mantener la salud, verdadero epíteto de la divinidad en el discurso popular sobre la enfermedad, se busca en Andalucía mediante la devoción a determinadas imágenes de la Virgen y de Cristo y en segundo término, de santos sanadores y otros a los que la devoción popular les adjudica esta capacidad aunque no estén canonizados. Quedan excluidos de esta relación dos de las tres personas de la Trinidad: el Padre y el Espíritu Santo, seres que no despiertan devoción ni reciben culto. La Religión de los andaluces también se caracteriza por la fuerza de los rituales y la debilidad de las creencias. Los rituales básicos de la Iglesia católica giran en torno a los sacramentos, y otros ritos que acompañan las diversas etapas de la vida. Hasta hace ocas décadas era general la recepción de los sacramentos ligados a los actos básicos de la vida humana: bautismo con el nacimiento y matrimonio con la unión para procrear. La confirmación o reafirmación en la fe se administraba esporádicamente; el orden sacerdotal es exclusivo de los que se consagran a la vida religiosa; la confesión destinada a perdonar estuvo siempre bajo sospecha entre el pueblo llano. El caso de la comunión o eucaristía que constituye el centro de la teológica católica es un sacrificio simbólico en el que la víctima consumida es el propio Jesucristo-Dios. Actualmente tiene gran relieve festivo la primera comunión, que supone el fin de la niñez y el comienzo de la pubertad. La extrema unción u óleo de los enfermos ha gozado de general rechazo entre las clases populares (Rodríguez Becerra, 1982). De todos los sacramentos sólo el bautismo y el matrimonio han sido recibidos de forma generalizada por todos, creyentes y no creyentes, aunque entre últimos lo evitan desde el final de la Dictadura de Franco en proporciones significativas. El bautismo es un ritual social ligado al reconocimiento por la sociedad como un rito de paso ligado a la tradición. Esta ceremonia lleva aparejado una importante fiesta familiar y convecinal. En la sociedad tradicional el bautismo jugaba un importante papel como vía para establecer relaciones de parentesco ficticio a través del compadrazgo, institución de protección y ayuda mutua y protección entre padres y padrinos que ha dejado de ser funcional. El matrimonio suponía la consagración de la unión monogámica permanente entre dos personas de distinto sexo que garantizaba el cuidado, mantenimiento y legitimidad de la descendencia. Esta práctica era general y sólo los marginados la rehuían viviendo en concubinato; la bigamia la hacían difíciles los que los registros parroquiales. El matrimonio civil que con anterioridad solo estuvo vigente durante la Segunda República (1931-1939) es actualmente una realidad no discriminatoria, aunque muchas parejas utilizan el matrimonio canónico por el atractivo del ceremonial que ofrecen los templos. La práctica de la penitencia y comunión, de obligado cumplimiento durante siglos, era un requisito para poder vivir en sociedad y disfrutar de ciertas prerrogativas y no ser sancionado. Tras la abolición de su exigencia civil ha sido práctica ocasional para la mayoría. En cuanto a la confesión, siempre ha habido un cierto recelo, no siempre justificado, por parte del pueblo llano, especialmente los hombres, a practicarla pues no les parecía coherente la doble condición del sacerdote como confesor y célibe. Semejante actitud se ha mantenido hacia la extremaunción u óleo de los enfermos, que perdió su carácter taumatúrgico primitivo y pasó a ser augurio de fatal desenlace, por lo que solo se solicitaba libremente en contadas ocasiones (Rodríguez Becerra, 1982 y 1986). La confirmación no ha jugado papel relevante en la familia. Buena prueba es la ausencia de toda celebración festiva no recordada por la mayoría. La ordenación sacerdotal y la profesión religiosa como fraile o monja es actualmente ajena y desconocida por la mayoría. Es relevante destacar como hasta el último tercio del siglo

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XX ingresar en un seminario o noviciado era una forma de ayuda a la educación y al sostenimiento de familias necesitadas. La religión de los andaluces se caracteriza también por un conjunto de manifestaciones externas en las que se conjugan el goce estético, las emociones fuertes y las vivencias religiosas de gran intensidad, que se expresa sobre todo a través de las procesiones y romerías. Ello no impide que los andaluces establezcan relaciones permanentes en el tiempo ordinario con las imágenes en la intimidad de la casa, en la iglesia o en la soledad de la ermita o santuario. No obstante, los días de fiesta durante las procesiones y romerías se constituyen en los momentos álgidos del encuentro con lo sagrado. Una romería es una peregrinación de uno o varios días de duración a un santuario pero también es una fiesta en el doble sentido de conmemoración religiosa y de celebración gozosa y placentera; una fiesta total y no un espectáculo. La ermita o santuario, lugar privilegiado para esta comunicación, es el término al que dirigen en romería sus aspiraciones físicas y espirituales para lo que han de cubrir el camino que los separa del núcleo urbano de donde partieron. En estos los romeros establecen una relación personal, sin intermediarios, con las imágenes de su devoción y no con otras, para realizar ofrendas, limosnas y oraciones, aunque el momento más esperado y valorado lo constituye la procesión entorno al santuario. Las fiestas en general y las romerías en particular constituyen momentos de exaltación de los sentidos, de las emociones y de la communitas, en el sentido de Victor Turner, porque los que no están presentes en el santuario, participan de alguna manera en el ritual; también es exaltación de los sentimientos familiares, la amistad y camaradería, sentimientos estéticos, reciprocidad, comensalismo, exaltación del erotismo y trasgresión de las normas sociales. Constituye igualmente uno de los grandes momentos para la exaltación de las relaciones mágico-religiosas y de transmisión de la gracia espiritual. A estos lugares se acude con ánimo de fiesta, sin obviar el carácter penitencial, porque en las romerías, como en otras muchas fiestas, se mezclan y confunden lo religioso con lo profano, lo lúdico y lo gozoso. La exaltación religiosa en estas fiestas llega a momentos de verdadero paroxismo y de máxima tensión, cunado el pueblo se apodera o “rapta” la imagen de la virgen y al final se resiste a introducirla en la ermita. Y es que en las romerías el diálogo entre los seres humanos y las imágenes se hace más sincero, profundo y directo. La identificación local con las imágenes de María, más que con las Cristo o los santos, está expresada en las viejas leyendas de aparición o hallazgo de estos iconos en un lugar y época, creación cultural que encuentra su justificación histórica en la supuesta huida de los cristiano-visigodos hacia el norte peninsular por la invasión musulmana. La historia no respalda estas creencias sino que apunta a que estas devociones y sus justificaciones legendarias fueron introducidas por órdenes religiosas, clérigos, familias poderosas, supuestos milagros, etc. Los milagros expresados por los exvotos y promesas son expresión del poder de la imagen y provocan limosnas, y, a la vez, la difusión de la capacidad milagrosa de la imagen, lo que redunda en más devotos y más ofrendas, con el consiguiente enriquecimiento y engrandecimiento de las ermitas, hasta alcanzar en algunos casos el rango de santuarios. Esta espiral de crecimiento puede alcanzar “territorios de gracia” más amplios como la comarca o la región, pero también quebrarse hasta circunscribirse de nuevo a los límites locales. Este proceso de crecimiento-disminución, dura mucho tiempo y se expresa a nivel emic como la pérdida de la capacidad de obrar milagros y a nivel etic por la competencia de otras imágenes; ello esta en función de la capacidad táctica de las órdenes religiosas, clérigos y hermandades.

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3. La Religión de los Andaluces ante la Modernidad La religión de los andaluces produce perplejidad a los que no la conocen bien o la observan superficialmente. Pareciera para algunos que el andaluz es un pueblo muy religioso y muy “folclórico” en los comportamientos religiosos para otros, en todo caso, reconocen la mayoría que tiene una especial forma de relación con lo sobrenatural en la que predomina lo festivo. Y sin negar esto, es decir que la mayoría de la sociedad participa como creyente en los rituales religiosos, especialmente en la Semana Santa, pero también en romerías y otras fiestas, lo cierto es que algunos participantes no son creyentes y participan con su presencia por razones culturales. Éstos han sido enculturados en estos rituales y viven las fuertes emociones estéticas, que la puesta en escena lleva aparejados. En todo caso, la mayoría de los creyentes no son practicantes o cercanos a la Iglesia, sino creyentes que mantienen una relación directa, circunstancial y especial con los seres sobrenaturales, especialmente la Virgen, Cristo y algunos pocos santos, en este orden, a quienes acuden en sus necesidades coyunturales y a quienes honran públicamente en las fiestas. En otras palabras, los andaluces son más devotos de los seres sobrenaturales que fieles seguidores de la normativa eclesiástica. La estrecha vinculación entre religión y moral ha producido confusión de tal forma que algunos, identifican ética con religión y ésta con institución eclesiástica, mientras que para los más la ética es la respuesta a una necesidad social. El pecado no es tanto contra lo sobrenatural como contra la sociedad, y aunque los andaluces creen en el castigo divino, éste estaba reservado para los comportamientos antisociales más que para los preceptos religiosos, aunque a veces coinciden. Estos aspectos éticos son ilustrativos del principal argumento que defendemos en este ensayo: las normas emanadas de las instituciones católicas no son seguidas incluso por aquellos que se consideran cristianos, frecuentemente asesorados por el clero llano, más cercanos a las problemáticas personales que a los intereses de la institución. En las últimas tres décadas hemos asistido a un proceso de modificación de valores y comportamientos en el conjunto de la sociedad andaluza y española claramente divergente de lo mantenido por la Institución eclesiástica. Así ocurre con la disminución de la natalidad. Es un dato conocido que la población española y andaluza ha disminuido en pocas décadas pasando de ser uno de los países de Europa con mayor índice de natalidad a situarnos por debajo de la media. Ha habido un control de la natalidad al margen de los dictados de las normas eclesiásticas y las incitaciones poblacionales del Estado franquista. Sólo algunas familias burguesas y de clase media, cercanas a la institución eclesiástica, han seguido las recomendaciones invariables de la institución; la mayoría ha seguido los dictados de su lógica y de sus necesidades, aspiraciones y deseos. Igualmente podemos decir de la liberación sexual de la juventud. La juventud masculina y femenina ha roto mayoritaria y drásticamente con la pureza y virginidad. Estos principios considerados hasta no hace mucho tiempo por padres y clérigos como la máxima meta de la juventud, especialmente para la mujer, han dejado de tener sentido para los jóvenes. Los valores de la juventud tienen más que ver con la justicia redistributiva, la paz no armada, el respeto entre géneros, la amistad, la solidaridad internacional, el respeto a la naturaleza y, por qué no decirlo, cierto hedonismo que antepone el goce al productivismo, el éxito y la acumulación de capital. Y, como bien sabemos, las posiciones religiosas oficiales no han cambiado, aunque sabemos de posturas más comprensivas de algunos clérigos más cercanos a los creyentes. La jerarquía española y andaluza, distinguiendo matices en algunos obispos, sigue las indicaciones vaticanas que no se han modificado sustancialmente, a pesar del Concilio Vaticano II –al que se acude con frecuencia pero cuyo espíritu y letra se ha obviado sistemáticamente-, y sigue aferrándose a viejos principios de defensa a ultranza

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de toda forma de vida, lo cual no le conduce a una defensa a ultranza por la generalización de la abolición de la pena de muerte. También resultan incomprensibles para la mayoría de los ciudadanos y por ello las rechaza, el mantenimiento de normas inflexibles en relación con el uso de preservativos a pesar del riesgo de infección del virus VHS o el aborto ante violaciones o malformaciones. El común de la sociedad andaluza admite las nuevas ideas de igualdad de género, sustentadas en una tecnología eficaz, que han dinamitado los viejos preceptos que condenaban en la sociedad occidental a los jóvenes, especialmente a las mujeres por el riesgo de embarazo, a no hacer uso de su sexualidad hasta la madurez social que se alcanzaba con el matrimonio.

Bibliografía citada Álvarez Santaló, C.; Buxó, M. J. y Rodríguez Becerra, S. (Coords.), 1989, La Religiosidad popular, 3 tomos. Barcelona: Anthropos / Fundación Machado (2003) Duque, J., 1986, Claves bibliográficas de la Religiosidad popular andaluza. Communio, XIX-1: 227-238. Sevilla Montero, J. R., 1996, Religión y elecciones en España, Claves de Razón práctica, núm. 62, mayo. Rodríguez Becerra, S., 1982. La curación milagrosa. Enseñanza de los exvotos de Andalucía. Ethnica. Revista de Antropología, 18-1: 125-137. Barcelona. Rodríguez Becerra, S., 1989, La Romería del Rocío, fiesta de Andalucía. El Folk-lore Andaluz, 3: 147-152. Rodríguez Becerra, S., 2000, Religión y fiesta. Antropología de las creencias y rituales en Andalucía. Sevilla: Signatura Demos Rodríguez Becerra, S (Coord.), 1999, Religión y cultura. 2 vols. Sevilla: Consejería de Cultura y Fundación Machado Rodríguez Becerra, S., 2006, La Religión de los Andaluces. Málaga: Editorial Sarriá. Rodríguez Mateos, J.: La Religiosidad popular, diez años después, en Religión y cultura (S. Rodríguez Becerra, coord.), pp. 557-565. Sevilla, 2000 Weber, M., 1997, Sociología de la religión. Madrid: Editorial Istmo (Ed. de Enrique Gavilán).

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