La relación económica entre el hombre y la naturaleza

Share Embed


Descripción

El género de la relación entre hombre y naturaleza

Mario Rechy Montiel
Seminario conjunto entre la Universidad de Praga y la Universidad de Chapingo
18 / 19 Jun Méx. y Nov Praga 2015.

Nuestro tema es la relación entre el hombre y la naturaleza. Sin embargo su exposición o desarrollo implica hacer explícitos varios supuestos y desechar o deslindarse de las premisas o paradigmas en los que descansa la ideología del capitalismo y el mundo moderno.
La primera premisa que rechazamos es que el hombre sea el rey de la creación. Porque esa concepción le confiere una relación de dominio, en la que somete a las fuerzas naturales y pretende ponerlas a su servicio. No solamente rechazamos esta visión porque la concepción monárquica niega que el hombre sea parte de la naturaleza, sino también porque conlleva la ignorancia sobre el carácter finito de la misma, y ejerce un derecho espurio de infinita apropiación.
Contra esa premisa asumimos la visión del jefe Apache que contestó al presidente Jorge Washington en 1854: "Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. Él no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche, toma de la tierra lo que necesita y una vez conquistada deja atrás el dolor del abuso sin importarle. Le secuestra a la tierra sus hijos. Trata a su madre la tierra y a su hermano el firmamento como objetos que se compran, se explotan y se venden como cuentas de colores. Su apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un desierto... Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. Su apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un desierto..."
La segunda premisa o paradigma es la del fuego de Prometeo, porque supone que se le ha robado a los dioses algo que nos iguala a ellos. Y el hombre no puede igualarse o equipararse a ningún creador, por la simple razón de que su modesto papel es sólo conservar las dimensiones finitas de la tierra, y no tiene ninguna capacidad para aumentar la dimensión del mundo ni para crear nuevos mundos. Y la estúpida ilusión de que podemos conquistar el universo es resultado de haber creído que podemos convertirnos en demiurgos, en creadores de la realidad en que vivimos, cuando no hemos sido capaces ni de detener la destrucción del mundo del que formamos parte. La tecnología, que está simbolizada en el fuego prometeico, no es más que una palanca; es decir, una herramienta que encuentra un punto de apoyo para aumentar la fuerza con la que movemos y transformamos las cosas. Pero atribuirle un poder creador es parte de la ilusión del hombre occidental.
Contra esa falsa idea sobre lo que el hombre puede hacer en su entorno y con los elementos de la naturaleza, reivindicamos el principio de la entropía. "de lo que se trata es de los flujos de energía, y del gasto menor de energía para conseguir una cantidad mayor, tanto de producto como de servicios. Esto es, que se trata de ver la relación entre los procesos económicos, sociales y tecnológicos, como procesos donde la ley de la entropía nos habla sobre las capacidades adquiridas para aprovechar mejor el despliegue del trabajo humano, sin destrucción de los elementos involucrados, para obtener mayores resultados.
"Hablando en términos más precisos, se trata de establecer los coeficientes de eficiencia de aplicación de la energía, y de sistematizar los modelos de actividad que permitan una mayor producción sin incurrir en resiliencia. (Es imposible que la máquina transforme absolutamente toda la electricidad que recibe en movimiento. La razón para esta limitante es una condición natural. El hombre no sólo trabaja, también respira, suspira, sueña, duerme, habla. Y no todas estas funciones tienen que ver con su trabajo, luego entonces parte de su alimento no es transformado en producto económico.) En el mismo sentido, no toda la electricidad se convierte en rotación dentro de un motor, pues existe la fricción, el peso y la resistencia a la conducción del flujo de electrones. Luego entonces existe una pérdida de energía en el proceso de transformación. Esta pérdida es la que se expresa en el principio de entropía.
"La entropía que originalmente se formula en física como un índice de la cantidad de calor que en cada instante intercambia un gas con el exterior del sistema que lo contiene, se ha venido empleando en economía, siguiendo a nuestro maestro Podolinsky, como a la cantidad de energía que no alcanza a transformarse en otra forma de la misma. Ver la economía de esta manera es demostrar que el procedimiento tradicional de los economistas, que sólo saben hacer cuentas con dinero, no ayuda a ver el coeficiente real de eficiencia ni de una función producción, ni de una economía. (Rechy, Cambios, obra citada)"
Pero además, el principio de entropía debe llevarnos a entender que la tecnología no tiene capacidad para crear, solo para transformar, y eso debería desterrar de nuestra mente la falsa noción de que podemos aumentar el bienestar, la riqueza, los bienes, de manera infinita. No. El hombre no puede fabricar un Mercedes Benz para cada ciudadano. Ni siquiera un bolcho. El hombre no puede creer que el crecimiento económico que hoy rige a todas las economías globalizadas es un principio sostenible. No podemos crecer, si lo que se entiende es aumentar el saldo total de bienes, riqueza, productos. Lo que debemos hacer es redistribuirlos y reproducirlos tendiendo a un menor gasto energético y a un cada vez mayor aprovechamiento de energías renovables. Tecnología que no se aplique a este principio está atentando contra la permanencia del ser humano en el planeta, empezando por toda la industria del petróleo, pero incluyendo hasta la ganadería intensiva.
La tercera premisa o paradigma del que debemos deslindarnos es aquél que cree que se trata de aplicar la tecnología de manera que no contamine, o que se trata, peor aún, de que "alguien" pague los costos de la contaminación. En la visión miope del hombre occidental –y digo occidental más que contemporáneo porque los indígenas son tan contemporáneos como cualquier ciudadano del mundo supuestamente desarrollado—hacer cuentas ambientales es calcular las externalidades positivas y negativas, es decir, estimar el impacto ambiental del proceso económico. Esa idea supone que el proceso económico tiene que cumplirse, y que en todo caso hay que tomar en cuenta sus efectos y tratar de resolverlos o paliarlos.
O dicho en otras palabras, para estos supuestos ecologistas no está en tela de juicio la civilización, solo necesitamos replantearnos la forma de hacer la contabilidad de los procesos económicos y aplicarles presupuesto para componer lo que la economía, y sobre todo el crecimiento y la acumulación, provocan.
No podemos suscribir o validar un proceso económico que altere los ecosistemas o reduzca la disponibilidad de fuentes naturales. No admitimos las presas, ni la fabricación de gasolina, ni la producción de electricidad con ciclo combinado, ni el mantener en operación una infraestructura de producción y de servicios sobre la base de energía no renovable.
Vivimos en esa economía, en este mundo, y como no somos anacoretas ni creemos en soluciones individuales, no escapamos a construir nuestra realidad personal. Cuestionamos el mundo y la economía tal cual son para que se genere un movimiento social que lo cambie todo.
Sobre la base de estos tres paradigmas es que hemos abordado la herencia de los mayas en la selva del Petén.
Ellos se concebían a sí mismos como parte de la naturaleza, y realizaban prodigios de aprovechamiento para sostener una población de varios millones de personas, pero en lugar de construir presas aprovechaban las oquedades del subsuelo y canalizaban el agua a las depresiones donde podía conservarse. Tampoco tiraban la selva para vender la madera. Mantenían el macizo forestal y vivían en él, conociendo el aprovechamiento sin reducción de la masa vegetal.
Los mayas habían ajustado su vida cotidiana, y hasta sus guerras, a los ciclos de la naturaleza. Y por ello permanecieron más tiempo, más siglos, de lo que parece va a durar la globalización moderna.
Cuando hoy se declara a Calakmul doble patrimonio de la humanidad, primero por constituir una reserva de la biósfera con una selva conservada, y segundo por contener las ruinas de una cultura de enorme esplendor que ha de ser ejemplo para toda la prosperidad, se cierran las puertas para que la población la habite y la aproveche.
Porque el conservacionismo es, de alguna manera, una confesión de ignorancia, un principio de culpabilidad del occidental que al no comprender cómo vivían, producían y conservaban los antiguos al medio natural, hoy solo saben vetarlo.
Pero Calakmul, que es un macizo de selva en el sur de México, representa la posibilidad de reconstruir la herencia maya, no como conjunto de piedras o de templos, sino como forma de vida.
Y el desarrollo, para el que estamos de todas maneras convocados, y que no es lo mismo que el crecimiento, implica una forma diferente de vincular nuestro conocimiento del mundo y nuestras capacidades tecnológicas, con la visión armónica que tenemos que rescatar de los antiguos mayas y que ellos tenían sobre el medio y la presencia del hombre dentro de él.
El primer paso para encaminarnos en esa dirección es entonces la sistematización de una combinación armónica del saber moderno con la visión antigua. Y esa sistematización se convertirá entonces en la crítica particular de todos los programas de gobierno que persiguen o instrumentan el crecimiento, o que sólo saben convertir a la naturaleza en dinero constante y sonante.
En cierta forma, nuestro objetivo general es hacer de la nueva economía, una de administración de recursos para generar bienestar, desterrando no solo la competitividad, sino hasta el mismo valor monetario de las cosas.



Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.