La relación de Carlos Sigüenza y Góngora sobre la jornada a la bahía y Puerto de Pensacola

July 21, 2017 | Autor: B. López de mariscal | Categoría: Historia de América
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La relación de Carlos Sigüenza y Góngora sobre la jornada a la bahía y Puerto de Pensacola Blanca López de Mariscal1 Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey

Carlos de Sigüenza y Góngora, Cosmógrafo Mayor del Reino y Catedrático de Matemáticas en la Universidad de la Ciudad de México, hizo un viaje exploratorio por la Bahía de Pensacola acompañando al almirante don Andrés de Pez en 1693. Como resultado, contamos con una relación que Sigüenza realizó para “dar certero cumplimiento a la orden de su majestad […] para que se conozca el puerto de Pensacola observando en tierra el sitio y para que donde fuere más a propósito y conveniente hacer población y fortificar su entrada”. En este artículo se dará cuenta de un manuscrito que se encuentra en la Biblioteca Cervantina del Tecnológico de Monterrey, en el que el autor describe estas exploraciones, poniendo especial atención a la relación entre dicho manuscrito y el texto publicado por Irving A. Leonard, Descripción del seno de Santa María de Galve, alias Panzacola, de la Mobila y del Río Misisipi. In 1693, Carlos de Sigüenza y Góngora, Chief Cosmographer of the Realm and Professor of Mathematics for the University of Mexico City, made an exploratory voyage through the bay of Pensacola accompanied by Admiral Andrés de Pez. As a result we now have a letter written by Sigüenza to ‘fulfill the order of his majesty […] so that the Port of Pensacola may be known observing the location and terrain and the most appropriate place to fortify its entrance and establish a population.’ In this article we shall take a look at a manuscript that can be found in the Cervantina Library in the Monterrey Institute of Technology and Higher Education in which the author describes this exploration.

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n la Biblioteca Cervantina del Tecnológico de Monterrey se encuentra un manuscrito atribuido a Carlos Sigüenza y Góngora titulado Relación de la jornada a la bahía y puerto de Pensacola y clasificado con el número Ms.169. Se trata de un interesante documento que nos permite observar una más de las múltiples facetas del erudito

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novohispano, un hombre de letras que ejemplifica lo que debió haber sido un letrado novohispano del siglo XVII. Carlos de Sigüenza y Góngora nació en la ciudad de México en 1645, a los quince años se incorporó al noviciado de la Compañía de Jesús en el Colegio de Tepotzotlán, donde hizo sus votos simples el 15 d agosto de 1662 y estudió filosofía, teología y literatura. No permaneció mucho tiempo en dicha institución debido a que fue expulsado por transgredir las reglas de comportamiento del convento. A los 22 años, comenzó los cursos de teología para el sacerdocio en la Real y Pontificia Universidad de México. En esa misma universidad hizo estudios de matemáticas. En 1672, Sigüenza se presentó en formal oposición para la cátedra de astrología y matemáticas de la Universidad, que se encontraba vacante. Fue elegido por mayoría para ocupar dicha cátedra y entró a formar parte del claustro universitario de la más importante ciudad del Virreinato. Para 1680, ya había sido nombrado cosmógrafo y cronista oficial de la Nueva España2. En la orden de su Excelentísima se le nombra también con los siguientes cargos: contador de la Universidad, examinador sinodal de artilleras, corrector general del Santo Oficio y capellán del Rey Nuestro Señor en el Hospital Real del Amor de Dios. Sigüenza exploró todos los campos de investigación, aunque parecía tener espacial atracción por la arqueología, la historia, las matemáticas y las ciencias aplicadas. Le interesaba la civilización prehispánica de México y fue reconocido como una autoridad en esta materia. El viajero italiano Juan Francisco Gemelli Carreri, en la relación de su Viaje alrededor del mundo, relata cómo recibió de don Carlos de Sigüenza y Góngora información y documentos sobre la antigüedad de los indios que había de utilizar en la redacción de sus memorias de regreso en su país. Sigüenza tenía dominio de algunas lenguas indígenas, por lo cual pudo reunir textos, códices, mapas y manuscritos de los «naturales» de la tierra, entre lo cual se destaca la adquisición en 1670 de la colección de documentos de Fernando de Alva Ixtlixochitl. Entre sus escritos contamos con: Teatro de virtudes políticas

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que constituyen a un príncipe (1680); Glorias de Querétaro (1684); Paraíso occidental Plantado y Cultivado por la Liberal Benéfica Mano de los muy Católicos y poderosos reyes de España (1684); Relación de lo sucedido a la armada de barlovento (1691); Trofeo de la justicia española en el castigo de la alevosía francesa (1691); Mercurio volante (1693); y algunas obras poéticas como la Primavera indiana (1668). Existen estudios recientes de la obra de Carlos de Sigüenza y Góngora en los que se abordan diferentes aspectos de su obra como el libro de Anna More Baroque Sovereignty. Carlos de Sigürnza y Góngora and the Creole Archive of Colonial Mexico, publicado por la Universidad de Pennsylvania y el texto de Mitchell Codding “Perfecting the Geography of New Spain: Alzate and the Cartographic Legacy of Sigüenza y Góngora.” Publicado en la Colonial Latin American Review. 1. El viaje y su relación Debido a que ostentaba el cargo de cosmógrafo y cronista de la Corona Española, Sigüenza y Góngora fue designado el 26 de junio de 1692 por el Conde de Galve, Virrey de la Nueva España, don Gaspar de Sandoval Silva y Mendoza, para acompañar al Almirante Andrés de Pez en su viaje de exploración a la bahía de Pensacola y encargarse de elaborar la relación detallada sobre la exploración. A partir del título que identifica al manuscrito de la Cervantina, los resultados de este viaje de exploración son el tema en el que se centra el documento en cuestión. La bahía de Pensacola, a la que rebautizaron con el nombre de Santa María de Galve, en honor al Virrey que les había comisionado para dicho trabajo, era un punto estratégico para defender a lo que entonces se llamaba el Seno Mexicano (hoy el Golfo de México), de los ataques y las incursiones de los franceses que buscaban espacios estratégicos para establecerse en el Nuevo Mundo. A la Corona le interesaba conocer y defender sus posesiones ultramarinas, para lo cual era necesario contar con información fidedigna que muchas veces procedía del Cronista

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de Indias que enviaba a la Metrópoli información que posteriormente debía de ser procesada para la elaboración de leyes y ordenanzas con las que se regulaban los territorios de ultramar. Sus fuentes obligadas eran memoriales, relaciones y cartas muchas veces elaborados a partir de órdenes concretas. La orden real especificaba que habría de enviarse “a persona de toda inteligencia y práctica, para que se reconozca el puerto de Pensacola, observando en tierra el sitio y paraje que donde fuere más a propósito y conveniente hacer población y fortificar su entrada”3, y desde luego, el cosmógrafo mayor era la persona indicada. En la orden queda especificado que debe explorarse también la costa de dicha bahía “hasta la de Espíritu Santo o Mobila y el río que llaman los franceses Colbert”4, y especifica “lo que ha de observar y ejecutar”5, como son “pedernales u otro género de piedras que sirvan para fortificar y defender la entrada”6. Los exploradores debían identificar “el paraje en que se ha de hacer la fundación”7 y reportar “si hay maderas para fabricar casas”8, así como los árboles frutales y “la condición y natural de los indios”9. Se ordena también que con toda esa información se levante el mapa correspondiente y se “haga una exacta relación que se ha de remitir a su majestad”10. Habiéndose realizado todos los preparativos, el viaje dio inicio en la primavera de 1693. La expedición salió del Puerto de San Juan de Ulúa el 26 de marzo. Iba al mando el almirante don Andrés de Pez, quien iba a cargo de dos embarcaciones: una fragata de la Armada de Barlovento, la Nuestra Señora de Guadalupe (63), y una balandra de guerra, ambas guarnecidas con bastimentos para más de dos meses. 2. El manuscrito Como resultado de esta exploración contamos con varios documentos elaborada por Sigüenza y Góngora en los que se describe ampliamente el territorio visitado. En este artículo me voy a centrar en un informe muy meticuloso elaborado a su regreso de la expedición, en San Juan

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de Ulúa, fechado el 15 de Mayo de 1693, dirigido al monarca, y que fue inmediatamente enviado a España. El manuscrito de la Cervantina es una copia, aparentemente autógrafa, de este documento. El documento permaneció inédito hasta el siglo XX, en que Irving A. Leonard lo publicó primero traducido al inglés, en un volumen titulado The Spanish Approach to Pensacola 1689-1693 y posteriormente, ya en español, en Documentos inéditos de Don Carlos de Sigüenza y Góngora11. En este último volumen reúne dos grupos de textos poco conocidos, y desde luego poco estudiados; uno de ellos dedicado a la “Real Universidad de México” y el otro “El reconocimiento de la bahía de Santa María de Galve”. Leonard informa en su prólogo que hasta el momento tiene localizadas cinco copias manuscritas de un Memorial en el que se da información sobre la necesidad de poblar la bahía de Pensacola: pero la felicidad que nos depararon estos hallazgos quedó un tanto templada al darnos cuenta de que ninguna de las cinco resultó ser la original y que todas las copias adolecían de defectos y ofrecen una abundancia de variantes. Dos fueron encontrados en la biblioteca de la Academia de Historia en Madrid, uno en el Archivo General de la Nación en México, una en la Biblioteca Bancroft de la Universidad de California, y una más en la Biblioteca Municipal de Nueva York. 12

Además, publica una Descripción de la jornada a la Bahía de Santa María de Galve (antes Pensacola)…, de la que se encuentra una copia manuscrita incompleta en la Biblioteca Cervantina del Tecnológico de Monterrey de la que Leonard no tuvo conocimiento. 13 Es un manuscrito que pertenece a la colección Conway, cuyo contenido, salvo pequeñas variantes, es igual a la Descripción publicada por Leonard. El Ms. 169, bajo el título de: Sigüenza y Góngora, Carlos. Relación de la jornada a la bahía y puerto de Pensacola, México 1692, lleva las siguientes anotaciones, con letra del mismo Conway: “Copia hecha por el mismo autor” y “falta la hoja número 10”. 14

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Al igual que en el caso de Leonard, “la felicidad que nos depararon este hallazgo quedó un tanto templada al darnos cuenta de que…” el manuscrito se encuentra incompleto. Casi como si fuera un juego del destino, al llegar a la foja 10 el relato cambia por completo y pasa de la descripción del viaje de exploración a la Bahía de Pensacola a la relatoría del motín de 1692 en la Ciudad de México, sin embargo, aún y cuando se trata de dos relatos diferentes, a lo largo de todo el ejemplar se conserva el mismo papel, y la letra es idéntica. Sólo que en la primera parte (fojas 1-9) se narra el principio de la exploración en el Golfo de México, mientras que a partir de la foja 10 se introduce el final de la relatoría del Alboroto y motín de México, 8 de junio de 1692. Es esta segunda parte la que, según la anotación de Conway, está fechada y firmada por Don Carlos de Sigüenza y Góngora. El manuscrito de la Biblioteca Cervantina consta de seis pliegos sin encuadernar, de 42.5 cm por 31.5 cm que doblados nos dan 12 fojas de 31.5 cm por 21.25 cm cuyo sello de agua muestra la imagen de un caballero y un toro:

Figura 1. Sello de agua de la Relación de la jornada a la bahía y puerto de Pensacola, de don Carlos de Sigüenza y Góngora. México, 1692. Biblioteca Cervantina.

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Figura 2. Sello de agua de la Relación de la jornada a la bahía y puerto de Pensacola, de don Carlos de Sigüenza y Góngora. México, 1692. Biblioteca Cervantina.

Hans Lenz, en su Historia del papel en México y cosas relacionadas reporta que este tipo de filigrana se utilizó en los últimos años del siglo XVII y durante el XVIII. 15 Otro detalle curioso que tengo que mencionar, es que las fojas 10, 11 y 12 del ejemplar están pegadas a las primeras con papel engomado, por lo que tenemos dos manuscritos incompletos: el primero contiene el principio de un relato y segundo, fechado y firmado, contiene el final de otro relato. La unión de ambos, a primera vista parece ser un manuscrito completo.16

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Figura 3. Fojas 10 y 11

Elias Trabulse dedica su estudio Los manuscritos perdido de Sigüenza y Góngora a rastrear las vicisitudes de los manuscritos de nuestro autor y reconstruye, hasta donde le es posible, las cronologías de escritura, contenidos de los mismos y deslinda los errores u omisiones en bibliografías anteriores. Así podríamos asegurar que entre los textos más importantes de don Carlos se encuentra la Relación… de la que hemos estado hablando, de la que desgraciadamente aún no podemos decir que poseemos el manuscrito original en su totalidad. Muchos de estos documentos hoy han desaparecido, pero conocemos su existencia gracias al testimonio de autores como Irving Leonard, o autores novohispanos que los han copiado o parafraseado. En otro aspecto, es deplorablemente ejemplar el destino de la colección de documentos prehispánicos y coloniales de don Carlos que por efecto de la ignorancia, el descuido o la codicia, han sido destruidos o malbaratados. Lo que se ha salvado del Museo de Boturini (a manos del que llegaron varios códices y estudios de don Carlos de Sigüenza) ha venido a parar, mediante el maestro Aubin, a la Biblioteca Nacional de París. Otras obras están en la Bancroft Library (University of

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California), otras en la Newberry Library de Chicago (como parte de la Ayer Collection), etcétera; otras no van a aparecer jamás.17

Por lo que podemos afirmar que el manuscrito de la Biblioteca Cervantina no es más que uno más de los ejemplos del periplo de textos novohispanos tan importantes para reconstruir la historia de las exploraciones de la Nueva España, que abarcaron el territorio de los que hoy es México y el sur de los Estados Unidos. 3. Los contenidos textuales En el texto sobre el reconocimiento del puerto y la bahía Sigüenza explica minuciosamente las coordenadas geográficas del territorio recorrido, las condiciones del terreno y la navegación y las posibilidades de proteger las embarcaciones, no sólo frente a las amenazas naturales, sino también de posibilidades de ataques de flotas enemigas: “Un hermosísimo puerto […] abrigado de todos los vientos, capaz de muchos navíos, y con tan buen fondo hasta las orillas que podían amarrar los navíos a tierra y saltar en ella sin echar compuerta”18. No debemos olvidar que se trataba de una exploración estratégica, destinada a proteger los espacios descubiertos por los españoles en las que las flotas inglesas o francesas podrían reabastecerse. O de los posibles colonizadores franceses que empezaban a establecerse en los territorios que ellos, los españoles, no habían tenido capacidad de poblar. El texto dedica especial atención a los apartados referentes a la naturaleza y a los productos de la tierra. Se detiene en aquellos que son indispensables para construir poblados o para reparar embarcaciones. Entre los árboles, destaca la mención de los encinos, robles y pinos: “Diósele a este río el nombre de Jordán y en lo que en sus riveras se observó fue estar pobladas casi por todas partes de pinos, de que se puede hacer arboladuras, aún para navíos de seiscientas toneladas”.19 En algunas ocasiones las plantas son identificadas a partir de sus referentes mexicanos: “Observé aquí un árbol con las hojas parecidas a

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las de la xocopa de Nueva España, que son mayores que las del laurel de Castilla, y en él flores blancas como jazmines, pero más gruesas con un pezoncillo como el del yolosuchil y con seis hojas”.20 Xocopa es una voz derivada de Xocol, voz náhuatl españolizada para designar el ciruelo y el yolloxochitl o magnolia. Es una flor muy difundida en las tierras tropicales y subtropicales en México. Es de llamar la atención que el autor se refiera a este árbol tanto por su similitud con los europeos como con las plantas nativas del continente, y que para lograr dar una idea totalizadora y poder describir el árbol en cuestión, utiliza tanto la voz castellana que más se le parece (laurel de Castilla), como a su referente náhuatl. Lo mismo sucede con voces como cayuco, cayo, cayuelo, otate, cíbola, etc., entre las cuales hay lo mismo de origen caribeño que de origen náhuatl. Destaca también la mención que hace de plantas comestibles: “palmitos como los de Andalucía, y zarzamoras que comimos todos”21. Encuentran también cestos que contienen “algún maíz” y “pepitas de calabaza”22 e incluso “raíces como de lirio o jengibre sin hebra y dulces”23. De tal forma que si por una parte los árboles maderables y de gran tamaño son indispensables para construir poblados fortificados o para reparar embarcaciones, los productos comestibles que la tierra proporciona dan información sobre la posibilidad de ocupar el territorio que se está describiendo y con ello convencer a la corona de establecerse en un espacio que de otra forma caería en manos de exploradores franceses, ingleses u holandeses que se encontraban ya muy cerca de este territorio. Al describir la comida abandonada por los pobladores se hace mención de las formas de preparar la carne de cíbola o bisonte, de la que nos informan que lo mismo puede estar guisada o asada: Un guiso de livianos de cíbola sabrosísimo y unos asadores de palo con carne del mismo animal asada, o por decir mejor, chamuscada […] y en otros, unos peces también asados.24

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Livianos, o bofes, según el Diccionario de autoridades, es lo mismo que las entrañas de los animales, un guiso que seguramente fue probado por el narrador o alguno de sus compañeros ya que no tiene el menor empacho en calificar como “sabrosísimo”. Al referirse a los seres vivos, el narrador da cuenta de su existencia a partir de sus huellas o de sus pieles: “Viéronse huellas de cíbola, de león o tigre en la misma playa, y al ruido que hacía la gente […] se levantó una bandada de perdices, según dijeron”.25 El narrador nunca entra en contacto directo con estos animales, solamente infiere su presencia a partir de sus rastros. Es de llamar la atención que en el transcurso del relato los únicos animales de los que da constancia de haber visto son un par de perros: uno que, espantado, corre “dando fierísimos ladridos”26, y la otra es una perra que no huyó ante la presencia de los extraños porque se encontraba en pleno proceso de parto: ocupada de los dolores del parto estaba una perra no muy distante, y no sólo no les ladraba a los que por allí andaban viendo todo esto, pero les hacía caricias, quizá temiendo no le ofendiesen a dos hijuelos que ya tenía y por cuyo amor atropellaría con el espanto que le causábamos por no antes vistos.27

Tampoco entra en contacto con los seres humanos. Si los llega a ver, a lo lejos, éstos huyen internándose en el monte: [se] reconoció en la ribera austral un pequeño humo y mirando con cuidado hacia aquella parte se descubrieron tres bultos que parecían troncos, pero, por los movimientos que hicieron poco después para huir velocísimamente por el monte adentro nos certificamos todos de que eran indios. (70)

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O bien: a distancia de más de dos tiros de escopeta se vieron meter por el monte adentro hacia el este cuatro o cinco indios a carrera larga. Llegó la falúa a tierra y según se coligió de lo esparcido de sus trastes por aquel suelo los iban arrojando para correr más ligero.28

Lo que los naturales abandonan en su huída es muy interesante y nos da información sobre su capacidad para transformar su entorno: “Candela encendida”29, “ollas y barrenos no mal formados”30, “cestos de otate”, “Un cayuco mediano varado en tierra”, “un hacha de hierro”, “bolsillas de gamuza de cíbola”, “pieles curtidas de cíbola y otras de marta, zorra, nutria y de venados”, “Cucharas de cuerno de cíbola”, “conchas de almeja”, “plumas de pavorreal y también de cardenales y de otras diversas aves”, “plumeros de varias formas, y a lo que parece para bailar en sus fiestas y regocijos, o para ir a la guerra cuando la tenían” 31. No se trata entonces de pobladores primitivos, como los caribeños, sin capacidad de construir herramientas o utensilios con los que se demuestran un cierto grado de civilización. Tampoco se trata de un grupo humano que ha desarrollado grandes metrópolis como los aztecas o los incas, simplemente parecería que estamos ante un grupo capaz de crear sus propios bienes de consumo con los que se facilitan la vida. Entre ellos, llama de forma especial la atención el hacha de hierro, ya mencionada, así como un “azadón de hierro ya muy gastado, un hierro de acepillar amarrado a un palo en forma de azuela”32, entre otros. En este punto hay que tomar en cuenta que estamos ante una expedición que se realizó a fines del siglo XVII, por lo que no es extraño encontrar la presencia de perros, animal cuya domesticación era importada de Europa, y con herramientas de hierro, metal que los pobladores prehispánicos no ocupaban de forma utilitaria.

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En el texto podemos también ver cómo el narrador se aventura a hacer interpretaciones, al atribuir a los pobladores, con los que nunca logra entrar en contacto, prácticas festivas y guerreras. Llega incluso a inferir ciertos oficios que atribuye a las mujeres, basado tan sólo en hilos y en copos de pelo de cíbola de los que dice: “discurrí que le sirven a las mujeres, sin más misterio”33. Por un lado los españoles dejan, como señal de buena voluntad, en los campamentos indígenas una serie de objetos que consideran que los naturales podrían apreciar: Quedose todo esto como se estaba, y llenándoles de bizcocho unos de aquellos cestos y en otro una buena cantidad de cuchillos y de navajas y, inmediata a todo esto, una santa cruz se posó delante.34

O bien: Formóse de dos palos una mediana cruz y a su pie en un cesto de los suyos se les dejó a los indios algún bizcocho, cuchillas, navajas, y otras menudencias y dándole a este lugar nombre del Baratillo por la infinidad de trastes que en él se vieron…35 Se trata de objetos utilitarios que van acompañados de una “santa cruz”, de tal forma que el obsequio se convierte también en un signo de identificación, los identifica como cristianos. Este gesto se repite varias veces a lo largo del texto, y cuando el grupo de novohispanos regresa al campamento en el que se había dejado la ofrenda, se encuentran con que los naturales responden a sus obsequios, dejando a su vez presentes que pueden agradar a los visitantes: llevándose el biscocho y cuchillos que les quedaron. Hallóse una cruz que ellos formaron junto a la que les pusimos y sobre ella un cuero de venado no bien curtido quizás como en recompensa y retorno de lo que

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allí les dejamos y por ser ya tarde surgimos en la mismo boca del río para pasar la noche.36

De tal manera que parecemos estar presenciando lo que podría ser una de las más elementales formas de comunicación, en las que los dos grupos en contacto intercambian in absentia objetos simbólicos de cada una de sus culturas. La respuesta se da en forma gradual, al principio del viaje los indígenas toman las navajas y los cuchillos, pero dejan el biscocho. En la medida de que va pasando el tiempo y se familiarizan con las prácticas de los visitantes, confeccionar una cruz, objeto simbólico que con tanta insistencia han dejado los españoles. El texto nos proporciona múltiples posibilidades de análisis, por lo que amerita dedicarle un espacio más extenso. Me limito a presentarlo aquí para destacar tanto el contenido como las formas de circulación de un testimonio temprano sobre la descripción del territorio norteamericano, emitido por un criollo novohispano.

Notas 1

Email: [email protected]

2

Romero de Terrenos, Título, VIII-IX.

3

Sigüenza y Góngora, Documentos inéditos, 63. En el manuscrito de la Bibli-

oteca Cervantina, del que daré más detalles más adelante, esta parte del texto se encuentra contenida en el folio [1v]. 4

Ibid.

5

Ibid., 64.

6

Ibid.

7

Ibid.

8

bid.

9

Ibid.

10

Ibid.

11

Irving A. Leonard fue el primer historiador que reflexionó de forma profunda

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sobre la vida y el pensamiento de Don Carlos de Sigüenza en su tesis doctoral publicada como Don Carlos de Sigüenza y Góngora. A Mexican Savant of the Seventeenth Century (ver Bibliografía). Es interesante observar que esta monografía no se publicó en español hasta 1963 (Documentos ineditos ...). Antes de esto sólo se había publicado un “Ensayo bibliográfico de Sigüenza y Góngora”, en 1929. The Spanish Approach to Pensacola 1689-1693, Albuquerque Quivira Society Publications 1939, fue reeditada en 1967 (photo-offset). Existe también una rara copia de este texto de 1720, probablemente impresa en Madrid en la Biblioteca John Carter Brown. 12

Leonard, Documentos inéditos, 46.

13

Aunque ésta, como dije antes, lleva otro título: Relación de la jornada a la

bahía y puerto de Pensacola. 14

El manuscrito lleva, a lápiz, una numeración moderna en el margen superior

derecho y las aclaraciones de que se trata de una copia realizada por el mismo autor y de que falta la foja número 10. 15

Lenz, Historia del papel en México, 457.

16

Que, desde luego, puede ser vendido a mejor precio que dos manuscritos

incompletos. 17

Lafaye, “Cortesano y disconforme”, 15. Una primera versión de este artículo

fue presentada como conferencia, dentro del ciclo “Carlos de Sigüenza y Góngora y la Historia de la Ciencia en México”, organizado por la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, del 19 al 23 de febrero de 2001, en sus instalaciones. 18

Sigüenza y Góngora, Documentos inéditos, 65.

19

Ibid., 73.

20

Ibid.

21

Ibid., 67.

22

Ibid., 71.

23

Ibid., 72.

24

Ibid., 71.

25

Ibid., 67.

26

Ibid., 70.

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Ibid., 72.

28

Ibid., 71.

29

Ibid., 70.

30

Ibid., 71.

31

Ibid.

32

Ibid., 72.

33

Ibid., 71.

34

Ibid.

35

Ibid., 72.

36

Ibid., 73.

Bibliografía Gemelli Careri, Giovanni Francesco. Viaje a la Nueva España, 1651-1725. México: UNAM, 1976. Irving A., Leonard, ed. Documentos inéditos de Don Carlos de Sigüenza y Góngora. México: Centro bibliográfico Juan José de Eguiara y Eguren, 1963. Irving A. Leonard. Don Carlos de Sigüenza y Góngora. A Mexican Savant of the Seventeenth Century. Berkeley: University of California Press, 1929. Irving A., Leonard. The Spanish Approach to Pensacola, 1689-1693. Albuquerque. The University Press, 1939. Lafaye, Jacques. “Don Carlos de Sigüenza y Góngora. Cortesano y disconforme”. Signos históricos. 6 (2001): 9-22. Lenz, Hans. Historia del papel en México y cosas relacionadas, 1525-1950. México: M.A. Porrúa, 1990. Mitchell Codding “Perfecting the Geography of New Spain: Alzate and the Cartographic Legacy of Sigüenza y Góngora.” Colonial Latin American Review Vol. 3, Issue 1-2, pp. 185-219, 1994. Print. More, Anna. Baroque Sovereignty. Carlos de Sigüenza y Góngora and the Creole Archive of Colonial Mexico, USA Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 2013.

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Romero de Terrenos, Manuel. Prólogo a Relaciones históricas, de Carlos de Sigüenza y Góngora. México: UNAM, 1954. Sigüenza y Góngora, Carlos de. “El reconocimiento de la Bahía de Santa María de Galve.” In Documentos inéditos de Don Carlos de Sigüenza y Góngora, editado por Irving A. Leonard, 41-92. México: Centro bibliográfico Juan José de Eguiara y Eguren, 1963. Sigüenza y Góngora, Carlos de. The Spanish Approach to Pensacola 16891693, Albuquerque Quivira Society Publications, 1967. Trabulse, Elías. Los manuscritos perdidos de Sigüenza y Góngora. México: El Colegio de México, 1988.

Contacto con la autora: [email protected] Título: “La relación de Carlos Sigüenza y Góngora sobre la jornada a la bahía y Puerto de Pensacola”. Fecha de recepción: 10 de septiembre de 2014. Fecha de aceptación: 1 de noviembre de 2014. Palabras clave: Nueva España. Relaciones de viaje. Sigüenza y Góngora. Navíos. Manuscritos. Title: “The letter of Carlos de Sigüenza y Góngora’s journey to the Bay and Port of Pensacola.” Date of submission: September 10th , 2014. Date of acceptance: November 1th , 2014. Key words: Key words: New Spain, travel journals, Sigüenza y Góngora, voyages, manuscripts.

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