La regulación de lo \"intimo\" en Besserer Federico, Nieto Raúl (edit), \"La ciudad Trasnacional comparada: Modos de vida, gubernamentalidad y desposesión\", edit JP, UAM-I, México, 2015

July 26, 2017 | Autor: Areli Veloz | Categoría: Feminism, Abortion, Borders and Frontiers, Aborto, Eugenesia Y Aborto
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Descripción

La ciudad transnacional comparada modos de vida, gubernamentalidad y desposesión

Colección Estudios Transnacionales

UNIDAD IZTAPALAPA Rector General Salvador Vega y León

Rector J. Octavio Nateras Domínguez

Secretario General Norberto Manjarrez Álvarez

Secretario Miguel Ángel Gómez Fonseca

Coordinador General de Difusión Walterio Francisco Beller Taboada

Directora de la División de Ciencias Sociales y Humanidades Juana Juárez Romero

Director de Publicaciones y Promoción Editorial Bernardo Ruiz López

Jefe del Departamento de Antropología Miguel Antonio Zirión Pérez

Subdirectora Editorial Laura González Durán

Coordinador de la Colección Estudios Transnacionales Federico Besserer

Subdirector de Distribución y Promoción Editorial Marco A. Moctezuma Zamarrón

Responsable Editorial Norma Jaramillo Puebla

Federico Besserer Raúl Nieto (editores)

La ciudad

transnacional comparada modos de vida, gubernamentalidad y desposesión

Unidad Iztapalapa

Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa/División de Ciencias Sociales y Humanidades Departamento de Antropología

Juan Pablos Editor México, 2015

La ciudad transnacional comparada : modos de vida, gubernamentalidad y desposesión / Federico Besserer y Raúl Nieto, editores. - - México : Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa : Juan Pablos Editor, 2015. 1a edición 441 p. : ilustraciones ; 14 x 21cm. ISBN: 978-607-28-0358-9 uam-i ISBN: 978-607-711-272-3 Juan Pablos Editor T. 1. Estudios transnacionales T. 2. Antropología urbana HT178.M6 C58

La ciudad transnacional comparada: modos de vida, gubernamentalidad y desposesión de Federico Besserer y Raúl Nieto (editores) Primera edición, 2015 D.R. © 2015, Federico Besserer y Raúl Nieto (editores) D.R. © 2015, Universidad Autónoma Metropolitana Prolongación Canal de Miramontes 3855 Ex Hacienda San Juan de Dios Delegación Tlalpan, 14387, México, D.F.

Unidad Iztapalapa/División de Ciencias Sociales y Humanidades Departamento de Antropología San Rafael Atlixco núm. 186, Col. Vicentina Iztapalapa, 09340, México, D.F. tel. 5804-4763, 5804-4764 y fax: 5804-4767

D.R. © 2015, Juan Pablos Editor, S.A. 2a. Cerrada de Belisario Domínguez 19, Col. del Carmen, Del. Coyoacán, 04100, México, D.F. Fotografía de portada: La ciudad transnacional construye a la ciudad global, Bangalore, India, de Valentina Glockner ISBN 978-607-28-0358-9 uam-i ISBN 978-607-711-272-3 Juan Pablos Editor Esta investigación, arbitrada por pares académicos, se privilegia con el aval de la institución coeditora. Impreso en México Reservados los derechos Juan Pablos Editor es miembro de la Alianza de Editoriales Independientes Mexicanas (aemi) Distribución: TintaRoja

Índice

Agradecimientos 11 La ciudad transnacional comparada: derroteros conceptuales Federico Besserer y Raúl Nieto 15 Primera sección

La ciudad fronteriza La regulación de “lo íntimo” Areli Veloz Contreras 51 Graffiti y rap Lisset Anahí Jiménez Estudillo 85 Modos de vida indígena en la ciudad transnacional Lorenia Urbalejo Castorena 115 Segunda sección

La ciudad diaspórica Espacios de la sinidad Mónica Georgina Cinco Basurto 151 Conformaciones espaciales y transformaciones urbanas Ximena Alba Villalever 175 [7]

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ÍNDICE

Manhattan para los mixtecos Lilia Adriana Solís Arellano 183 Entre los hilos de la bolivianidad Nancy Wence Partida 209 Tercera sección

La ciudad clusterizada Deportados y reclasificados Maribel Romero Loyola 245 Representaciones sobre el trabajo transnacional y el lugar de cada quien en la ciudad de Guatemala Luis Pedro Meoño Artiga 277 Slums flexibles Valentina Glockner Fagetti 317 El cluster turístico como modo de vida Daniela Oliver Ruvalcaba 367 Contrastes y articulaciones de las formaciones urbanas transnacionales Federico Besserer y Raúl Nieto 407 Sobre los autores

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A Victoria Novelo: constructora de rutas teóricas y etnográficas colectivas. Crítica implacable y maestra generosa. F. B. y R. N. Para Lucía Iván y Andrés: pensadores indomables y mis amores transfronterizos. F. B. A Edith y Camilo que, en distintos lugares y tiempos, acompañaron este trabajo. R. N.

Agradecimientos

El libro que el lector y la lectora tienen ahora en sus manos sinte­ tiza el trabajo realizado en el marco de un programa de posgrado, bajo la conducción de quienes editamos esta obra. Hace ya un poco más de tres años un grupo de antropólogos reunidos en el Seminario de Estudios Transnacionales (set) de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa (uam-i), nos propusimos un reto. El objetivo era hacer una etnografía de escala mundial que diera cuenta de la forma en que los pobladores de los márgenes urbanos construyen, cuidan y contribuyen a crear la riqueza de la ciudad global. Para ello diseñamos un proyecto que implicaba emprender, de forma coordinada, trabajo de campo trans­ nacional en ciudades de diversos continentes. Alumnos y profesores realizamos etnografía en los hemisferios norte y sur de América, así como en distintos países de Asia, África y Europa. Las rutas de investigación de los antropólogos y las narrativas de vida de los urbanitas transnacionales fueron mostrando la existen­ cia de un extenso entramado urbano que circunda el orbe. A este entramado urbano le hemos llamado “La ciudad transnacional”. Los procesos de globalización y la transnacionalización de la vida cotidiana requieren hoy de formas novedosas de etnografía. Es por eso que una buena parte del esfuerzo disciplinario para el estudio de los procesos urbanos se ha enfocado en el estudio de la relación entre “lo global” y “lo local”. El trabajo que aquí presen­ tamos aporta en otras direcciones complementarias lo siguiente: en primer lugar, en la construcción etnográfica de la relación entre “lo local” y “lo transnacional”; en segundo lugar en la identificación [11]

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AGRADECIMIENTOS

y comparación entre procesos urbanos transnacionales; en tercer lugar, en la comprensión de las dinámicas transnacionales en su conjunto, y finalmente en la identificación de algunas formas es­ pecíficas en que se articulan los procesos de globalización y los de transnacionalización urbana. La mirada antropológica sobre procesos mundiales es una tradi­ ción de la disciplina desde hace muchos años, y en muchos sentidos, cada etnografía que se realiza forma parte de un acervo etnográfico disciplinario que permite responder preguntas más generales. Así, el trabajo etnográfico individual siempre forma parte de un traba­ jo mayor, aunque no siempre se estructura desde un inicio como un proyecto colectivo como es el caso de esta obra. Quienes formamos el grupo de investigación que elaboró este trabajo nos reunimos semanalmente. Primero lo hicimos en forma presencial y posteriormente, durante el periodo de trabajo de campo que se realizó en el segundo año, continuamos nuestras reuniones con la ayuda de las tecnologías de Internet que transmi­ tían texto, imágenes y sonido entre Bolivia, China, Estados Uni­dos, España, Francia, India, Marruecos y México. Reunidos nuevamente en México desarrollamos, durante el último año, las tareas de análisis y redacción. El producto final es por ello un trabajo co­ lec­tivo, realizado en el marco de un programa de investigación y docencia de posgrado, que conserva el reconocimiento de los au­ tores quienes realizaron los trabajos etnográfico y analítico que integran la obra en su conjunto. Realizar este trabajo requirió de la concurrencia de muchas voluntades, de la generosa contribución de muchos colegas, de la participación de muchas personas que compartieron sus experien­ cias de vida, y del trabajo esmerado de muchas y muchos investigadores comprometidos con la convicción de que los urbanitas transnacionales tienen derecho a la riqueza que producen para la ciudad global. Es así que quienes participamos y coordinamos este trabajo queremos en primer lugar expresar nuestro agradecimiento a las personas, familias, comunidades y organizaciones que en diver­ sos lugares del mundo compartieron sus experiencias de vida e hicieron así posible esta obra. El resultado escrito de esta investi­ gación es, antes que nada, una narrativa de la contribución que

AGRADECIMIENTOS

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ellos hacen para la transformación del mundo desigual en que todos vivimos. La investigación para este libro se hizo en el marco del Seminario de Estudios Transnacionales. Fue un privilegio trabajar con los autores y autoras cuyos trabajos integran el capitulado de esta obra; todos ellos y ellas son colegas talentosos y comprometidos. En el seminario participaron investigadores que con sus comenta­ rios contribuyeron a este estudio y cuyos trabajos forman parte de otros resultados ya publicados o en proceso de publicación del proyecto de investigación mayor “La ciudad transnacional” en el que se enmarca esta obra. La investigación etnográfica de Rosa­ rio Mata, Sandra Tafolla, Leonardo Salas y Sandra Guillot antecedieron a este trabajo, y sus ideas y comentarios fueron claves para iniciar este proyecto. Queremos hacer un reconocimiento a nues­ tros colegas Amina El Mekaoui, Ernesto Hernández, Yutzil Cadena, Daniela Reyes y Tatiana Lara quienes acompañaron esta investigación realizando trabajo de campo para sus tesis de posgrado, y contribuyendo en las discusiones del seminario. Hugo Valenzuela, Silvina Merenson, Rubén Ramírez, Agnieszka Radziwinowicz��� ó�� wna, Andrea Maldonado y Gregory Dallemagne, fueron profesores y alumnos invitados del set quienes en diversos momentos compartie­ ron su experiencia y discutieron los avances etnográficos. Los profesores Mokhtar El Harras, Liliana Suárez-Navaz, Car­ los Giménez, Robert Smith, Alejandra Ramírez, José Manuel Valen­ zuela, Françoise Lestage, Fernando Herrera y Margarita Zárate, dieron acompañamiento académico en distintas latitudes a los investigadores. A ellos se sumaron Evelyn Hu-DeHart, Bela Feldman, Ludger Pries, Gabriel de Santis, Nestor García Canclini, María Ana Portal y Angela Giglia quienes discutieron las principa­ les ideas de esta investigación en eventos académicos realizados ex profeso en la ciudad de México. También queremos agradecer los comentarios de Verena Stolcke, Leith Mullings, Ida Susser, Gus­ tavo Lins Ribeiro y Liliana Rivera, quienes hicieron señalamien­ tos puntuales a los primeros resultados de investigación presenta­dos en eventos internacionales especializados. Quienes coordinamos esta investigación, queremos agradecer a los evaluadores anónimos que leyeron el ambicioso proyecto que presentamos a consideración del Consejo Nacional de Ciencia y

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AGRADECIMIENTOS

Tecnología (Conacyt), e hicieron señalamientos apropiados para su realización. Fue así como recibimos el financiamiento 152 521 H otorgado por Conacyt que dio soporte económico al proyecto “La ciudad transnacional” del cual forma parte la investigación que aquí presentamos. Sin este recurso, el libro que aquí presentamos no hubiera sido posible. El apoyo de Laura Valladares y Rodrigo Díaz Cruz —en las coordinaciones de la licenciatura en Antropología Social y del posgrado en Ciencias Antropológicas respectivamente—, y de Pablo Castro en la jefatura del Departamento de Antropolo­ gía de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa fue fundamental e invaluable. Agradecemos a Norma Jaramillo de la uam-i y a Blanca Sánchez de Juan Pablos Editor, quienes hicieron posible la edición de este libro.

Primera sección

La ciudad fronteriza

La regulación de “lo íntimo” Areli Veloz Contreras

Entre la década de los años cincuenta y hasta finales de los se­ tenta del siglo xx, en Tijuana y San Diego se hacía explícito en la prensa local el problema de los abortos. Por un lado se acusaba a médicos que no eran de la ciudad de practicar las llamadas “ras­ pas”. Al mismo tiempo, se señalaba que eran las mujeres estado­ unidenses las que llegaban a la ciudad a abortar. Se arrestaron tanto a “comadronas”, a quienes se criminalizaba por hacer nego­ cio de manera ilícita e inhumana, como a las mujeres de sectores populares quienes, se decía, no tenían escrúpulos para llevar a cabo tal práctica. Tal confrontación reflejaba las disputas políticas entre las dos ciudades, las cuales no podrían ser interpretadas sin tener en cuen­ ta las relaciones de vecindad que históricamente se han construido entre ellas. Tijuana y San Diego constituyen una zona fronteriza transnacional sobre la que se cierne un orden simbólico que impri­ me discursivamente categorías que dotan de coherencias las dife­ rencias y desigualdades plasmadas en las formas de vida en la ciudad. Una zona fronteriza transnacional que, como plantea Be­s­ serer, a partir de las valoraciones desiguales entre las fronteras nacionales, produce y reproduce una dinámica transcultural en su interior, que generan resilencias y reacciones, al mismo tiempo que es un espacio de conflictos internos, de explotación y de vio­len­ cia. Estas ciudades se constituyen a partir de redes sociales (entre ellas las de vecindad) donde se hacen evidentes las asimetrías e inequidades existentes entre sus habitantes (Besserer y Nieto, [51]

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ARELI VELOZ CONTRERAS

2012:12). En esta zona fronteriza transnacional tienen lugar cam­ bios, rupturas y posibilidades de transformación hacia nuevos ho­rizontes. Para interpretar las inequidades en una zona fronteriza transna­ cional un sitio privilegiado es lo “íntimo”, como un sitio manipu­ lado, controlado y sitiado por un aparato de poder que construye como espacios de control a la familia y su articulación directa con el sexo y la sexualidad (Stoler, 2010:xxi). Este control puede ser in­terpretado desde la relación poder-saber-placer, que se sostiene en discursos sobre la sexualidad, lo moral y la otredad. El sexo y la sexualidad son fenómenos políticos en sí mismos y, como lo plantea Foucault, se utilizan como matriz de las dis­ ciplinas y de los principios de regulación. Alrededor del sexo se en­­cuentra toda una trama de discursos variados, específicos y co­ ercitivos que, más que censurar, incitan a su práctica de manera paliforme y regulada (Foucault, 2009:45-46). El objetivo de este trabajo es mostrar cómo en los modos de vida de la zona fronteriza transnacional no necesariamente existe un continuum en el plano de los placeres, los deseos, las necesi­ dades, las significaciones y las prácticas que giran en torno al sexo y la sexualidad. Más bien, mi propuesta es que a partir del ámbi­ to de lo moral se constituyen formas de regulación de lo íntimo como parte central del control y vigilancia de las relaciones socia­ les de vecindad, expresadas por las leyes que cada país erige. Esto incluye las prácticas de los individuos que reproducen las creen­ cias generadas históricamente por los sistemas simbólicos, al mis­ mo tiempo que la experiencia vivida genera cuestionamientos y reacciones que son la base de contiendas y negociaciones. Concebir la zona fronteriza transnacional como un espacio sobre el que se cierne un orden simbólico implica tomar en cuen­ ta a las categorías como un instrumento que incide en la cons­ trucción de la sociedad, entendidas como parte de la comunicación, del consenso y de las reacciones sobre el “sentido que se le da a la vida”. Las categorías contribuyen así a la “reproducción de un or­den” y su composición lógica forma parte de las condicionantes de la integración “moral”. Coincido con Bourdieu, quien propone que el ámbito de lo moral constituye la parte central de la acción, de la dirección en que son guiadas las conductas y los comporta­

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mientos asociados (Bourdieu, 2000:92) y en el que se subsumen históricamente, propondría yo, el sexo y la sexualidad. El sexo y la sexualidad han sido históricamente analizados desde los discursos que enfatizan la contaminación sexual, la de­ge­ ­neración mental, el peligro psicológico y/o la inmoralidad de ciertos grupos sociales que han estado relacionados con las cate­ go­rizaciones que han demarcado las jerarquías entre el domina­ do y el dominante. Es en este contexto donde aparecen formas de re­gulación en el campo de lo íntimo, como punto central de la deli­mitación del primer y del tercer mundo, y en el contexto de la construcción y resguardo continuo de las fronteras geopolíti­ cas y las relaciones jerárquicas que de ello se desprenden (Stoler, 2010:46). Así, la delimitación de las fronteras geopolíticas, como garan­ tes de las relaciones jerárquicas, forma parte de la construcción de un aparato de poder que contribuye a la generación de inter­ cambios desiguales de valor entre diversos tipos de personas y regiones. Como menciona Kearney, a las fronteras y sus regíme­ nes fronterizos les corresponde el carácter clasificatorio que da cuenta de la definición, categorización y afectación en las mane­ ras de entender y redefinir las identidades de las personas que son circunscritas y divididas por ella. Del mismo modo, las fron­ teras modifican las posiciones y relaciones económicas de clase de las personas que las cruzan, por lo que resultan ser un medio filtrador y transformador de diversos tipos de valor económico que circula a través de ellas (Kearney, 2008:81). Si bien es cierto que las fronteras ejercen un poder filtrador y clasificador, éste no solamente actúa sobre elementos que tienen una importancia en el ámbito de lo económico. La construcción his­ tórica de las clasificaciones forma pares opuestos de significado con valoración desigual que son encarnadas situacionalmente. Aquí entiendo la idea de encarnación situacional como “un siste­ ma de categorías de percepción, pensamiento y acción” (Bourdieu, 2000), donde existe una experiencia dóxica entre la cognición y la objetivación. En esta experiencia se reconoce la legitimidad del ser en la medida en que se aprehende al mundo social y sus di­ visiones arbitrarias como si éstas fueran naturales e incuestiona­ bles, como en el caso de la división social entre los sexos. Así,

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adquieren coherencia las prácticas, los modos de vida en la zona fronteriza transnacional, y las valoraciones que conllevan los dis­ positivos de regulación que operan y conforman, hasta el más fino detalle, el cuerpo social. A partir de ello, se producen, se regulan y se van construyendo saberes y verdades en torno a la relación semántica que se esta­ blece entre los enunciados “mujer”, “femenino” y “frontera” que, generalmente, como menciona Yuval-Davis (1993:625), son in­ terpretadas como reproductoras biológicas de los miembros de una nación y de las diferencias entre grupos nacionales. La ley juega un rol importante en la construcción del significado domi­ nante de la categoría mujer, en tanto que regulación legal de lo sexual, de los matrimonios, de la familia, de las formas de procrea­ ción y de cómo se interpreta e interpela la sexualidad y el cuerpo sexuado en distintas escalas geográficas. Para explicar lo anterior, este trabajo se dividirá en tres apar­ tados. El primero tiene como objetivo señalar de manera general cómo se fue construyendo y cobró sentido el orden simbólico de la zona fronteriza transnacional (San Diego-Tijuana), donde “lo moral” aparece como parte central de los modos de vida inequi­ tativos en la ciudad transnacional, y un sitio privilegiado para en­ tenderlo es lo íntimo, ya que opera como matriz de las disciplinas y de los principios de regulación que aparecen en distintos discur­ sos. Un segundo apartado será dedicado a las acciones en torno al sexo y la sexualidad, que se reflejaron en las contiendas, los des­ pliegues y los alcances políticos que se dieron en la ciudad, como las distintas posturas feministas en California y la legalización del aborto en Estados Unidos (en contraposición discursiva con los antifeminismos y las campañas políticas que de ello emergieron). En la última parte se hará mención de la práctica del aborto como una forma de vida en la zona fronteriza transnacional que mos­ traba, desde lo vivido, la tensión entre las “verdades” y “las repre­ siones” de las sexualidades. A partir de la descripción de algunos casos que fueron tratados por los periódicos locales en relación con la criminalización y la muerte de mujeres tanto mexicanas como estadounidenses relacionadas con la práctica de abortos, se mos­ trarán las inequidades vividas frente a las racionalidades inscritas en la normativización de dichas prácticas.

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El surgimiento de las campañas de moralización en una zona fronteriza transnacional: los dominios de lo “íntimo” entre el primer y el tercer mundo

La conformación histórica de Tijuana-San Diego como una zona fronteriza transnacional se debe a las relaciones sociales, las di­ ná­micas de vida y las formas de regulación que se dan entre las dos ciudades. Como lo menciona Urbalejo (2014:75), Tijuana, por sus ca­racterísticas geográficas y su vinculación con Estados Uni­ dos, “na­ció como ciudad” al formar parte de un entramado trans­ nacional. En los primeros años del siglo xx Tijuana fue una puerta fron­ teriza, una aduana rentable que conectaba a Estados Unidos con Mé­xico. Esto comenzó con la “fiebre de oro” en California, que se dio a mediados del siglo xix, donde una ruta importante de México hacia aquel estado pasaba por lo que hoy se conoce como Baja California. Ante esto, el gobierno federal decidió en 1874 cons­ truir una aduana en lo que ahora se conoce como Tijuana. Su establecimiento representa la demarcación del territorio fronteri­ zo ante la sospecha de posibles intrusos y la violación a la sobe­ ranía nacional. Desde la firma del tratado de Guadalupe Hidalgo, en 1848, se supo de propuestas y planes que tenían como objetivo invadir el Partido Norte,1 ya sea por su posición estratégica en medio de con­ flictos bélicos o por las riquezas naturales que se podrían explotar (minería, salinas, pesca y agricultura). Sin embargo, ninguno de estos planes se concretó, pero sí creció la influencia de la vecin­ dad con California, lo que llevó a que desde la ciudad de México se temiera por las consecuencias que de ello podrían derivar, por lo que se instaló un puesto aduanal que marcó la presencia del go­ bierno federal mexicano y significó el nacimiento de Tijuana como un asentamiento poblacional. 1 En 1823, después de la delimitación de la frontera geopolítica —o que actualmente se conoce como Baja California— quedó a disposición del gobierno federal y fue nombrado como el Partido Norte. Posteriormen­ te, el 14 de diciembre de 1884 se expidió un decreto que dividió el territo­ rio en el Distrito Norte y el Distrito Sur. En 1929, estos distritos pasaron

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Tijuana, además de ser un puesto aduanero desde sus inicios, también se formó como un lugar de esparcimiento. Por su vecin­ dad con California, se crearon relaciones sociales que dieron paso a una economía turística que incluyó hoteles, tiendas, licorerías y restaurantes, entre otros, que influyeron notablemente en el cre­cimiento poblacional y la movilidad social entre las dos loca­ lidades. En este contexto, se fueron suscitando distintos conflictos que impactaron considerablemente a la población. En el lado estado­ unidense de la frontera surgió el “movimiento de templanza”, el cual apelaba a la prohibición de lo que se consideraban diversio­ nes inapropiadas, y también la prohibición del consumo y produc­ ción de bebidas alcohólicas. Este movimiento fue integrado en su mayoría por religiosas(os) tanto protestantes como católicos, que tenían entre sus objetivos inhibir “esos vicios” ya que eran vistos como generadores de decadencia, pues se les relacionaba con la prostitución, con distintas enfermedades como la locura y, se de­ cía, provocaban la pobreza y la violencia en los hogares. En California, a partir de 1911, dicho movimiento tuvo su ma­ yor auge, y su principal cometido fue impulsar la “buena moral” de la nación estadounidense frente a la crisis del campo. El movi­ miento representaba como pacífico al sur rural de Estados Unidos, en contraposición con la perdición social que, decían (en las no­ tas de periódico y como argumentos de los grupos que apoyaban dichas reformas), se daban en el norte urbano de aquel país. El “mo­vimiento de templanza” se forjó en torno a valores que se cons­ truían alrededor de “dios, la americanidad, la moral y la maldad que giraba en torno al alcohol”. En este escenario de crisis econó­ mica y de enfrentamientos según los modos de vida que se cons­ truían a partir de la relación rural/urbano fue que tuvieron sus efectos los reclamos de la población en cuanto a la venta y el con­ sumo de alcohol y cualquier tipo de diversión o entretenimien­to relacionado con el pecado (Adams, 2001). de ser federales a delegacionales. En 1930 deja de ser Distrito Norte para constituirse como Territorio Norte de la Baja California (al igual que la Baja California Sur) y en 1953 se convierte en un estado más de la Repú­ blica mexicana, llamado Baja California.

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Sus mayores logros se concretaron con la ratificación de la 18a enmienda a la Constitución de Estados Unidos,2 conocida co­ mo Ley Volstead (1919 a 1933), lo que ocasionó el cierre de casas de juego y de prostitución. En el caso del estado de California, conlle­vó a que distintos condados buscaran alterna­ti­­vas en el lado mexica­no de la frontera para este tipo de recreación (hoteles, bares, ca­sas de juego, prostíbulos, entre otras prácticas considera­ das ilícitas). Así, Tijuana se convirtió en uno de los prin­­cipales lugares de destino para llevar a cabo tales prácticas que se signifi­ caron como inmorales y, por ende, perjudiciales para las naciones. Sin embargo, los moralistas en Estados Unidos —como fueron llamados en la prensa tanto de California como de Baja Califor­ nia— no eran los únicos que vigilaban la naciente ciudad. Tam­ bién lo hacía el gobierno mexicano, que constantemente enviaba a al­­gún funcionario a que informara y controlara por medio de los ordena­mientos federales aquellas irregularidades, sobre todo las que recaían en las transgresiones a los ideales nacionalistas, que se de­nunciaban tanto por grupos de la localidad (sobre todo de la eli­te política), como por el gobierno o los grupos consolidados en California. En estos años, el proceso de construcción de las relaciones so­ ciales que se daban entre San Diego y Tijuana provocó que ciertos grupos, sobre todo de tintes conservadores, empezaran a crear cam­ pañas de moralización que pretendían “limpiar” una imagen que se formaba a partir de aquello que se significaba como inmoral: juegos de azar, tráfico de mercancías, prostitución y locura. Nombra­ da en la localidad como la leyenda negra de Tijuana, años después, como contraparte, se apelaba a una moralidad que marcaba “su antítesis y binariedad: la leyenda blanca”3 (Beltrán, 2012:19). Así, surgieron grupos de la elite que comenzaron a crear cam­ pañas políticas en pro de la dignificación de la ciudad, con el ob­ 2 Se prohibió la fabricación, la venta y el transporte de licores dentro de Estados Unidos y de todos los territorios sometidos a su jurisdicción, así como su importación y exportación. 3 El historiador local Antonio Padilla es el primero que sugiere el concepto de la leyenda blanca basándose en las obras de Josefina Rendón Parra. El autor sugiere que con el objetivo de contrarrestar la leyenda ne­ gra se crearon discursos para dignificar a la ciudad (Padilla, 1992).

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jetivo de regular aquellas conductas asociadas a la inmoralidad. Alrededor de 1930 y 1950 se creó una primera campaña de morali­ zación en Tijuana, entre cuyos objetivos estaba “limpiar” la imagen de la ciudad a partir de la exaltación de los valores en torno al tra­ bajo, la familia y la mexicanidad. Esto se dio bajo la influencia de la ideología posrevolucionaria (que no era ajena a los metarrela­ tos que sobresalían en la época), la cual dictaba la exaltación de los nacionalismos (muchos de ellos basados en la eugenesia) a partir del mejoramiento de la raza social, física y mental, aspecto funda­ mental en los proyectos de civilización y modernidad de la época (Ruiz, 2001:6). Estos proyectos fueron delineando el dominio de lo “íntimo”, donde los regímenes de verdad regularon los comportamientos y las relaciones sociales a partir del control sobre el cuerpo (lo que debe mostrar, esconder, controlar y expresar en público) e impli­ có la vigilancia minuciosa de las conductas consideradas adecua­ das. A partir de una moral social se establecieron un conjunto de valores que rigieron las relaciones sociales y se puso énfasis en el control de las mujeres a partir de discursos que destacaban la creación de políticas públicas que resguardaran y regularan al cuer­ po sexuado, la sexualidad y el espacio privado, representado por la familia nuclear (Tuñón, 2008:12). Así, se fue creando una zona fronteriza transnacional sobre la que se cernía una semántica de la moralidad, la sexualidad y las mujeres, frente a la economía, la frontera geopolítica y las relacio­ nes sociales de vecindad que, desde políticas morales, configura­ ba la gubernamentalidad de los estados sobre la población. Fue és­ta la manera como se construyeron diferencias y desigualdades a partir de clasificaciones concatenadas que marcaban las disputas en torno a las verdades y los saberes que delineaban las conduc­ tas que conformaban a las naciones divididas por la línea fronteriza. La dignificación de Tijuana frente a los vicios y la depravación: disputas políticas en torno a las moralidades La segunda campaña de moralización que se dio en Tijuana fue entre la década de los sesenta y principios de los ochenta, en un

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contexto de conflictos bélicos a nivel internacional, de crisis eco­ nómicas en Estados Unidos y reajustes discursivos frente a movi­ mientos sociales que exigían cambios en cuanto a las desigualda­ des de toda índole. Entre sus objetivos estaba ensalzar la imagen de la ciudad desde la dignificación, el trabajo y la honestidad, en con­ traposición a las actividades del tráfico de drogas, el alcoholismo, la holgazanería y el aborto que manchaban el nombre de Tijuana. Esto se aunó a la preocupación por las adversidades económicas y sociales, como la migración y la falta de trabajo que padecía la población. Como lo describe Vizcaíno en una nota del periódico local de la década de los sesenta: […] las autoridades se han mostrado impotentes para contener la inmundicia cuando no han solapado o extorsionado a los co­ rruptores, lo mismo que los consumidores de sus productos autodestructivos y que el aborto, el alcoholismo, la prostitución, el juego y todas las otras formas de la maldad, no pueden traer otra consecuencia que la desgracia […] Que nuestra sociedad, tiene que tomar decisiones inaplazables de que las autoridades han permitido este estado de cosas que ofende y destruye la mo­ ral de los residentes de la frontera al igual que la moral humana. Que no es posible seguir ocultando estas lacras criminales que inciden en nuestro pueblo, en nuestra vida pública. Que no es posible que la organización social pueda desenvolverse hones­ tamente en un clima de absurda degradación […] [se necesita] modelar otra vez nuestro modo de ser y ajustarnos a las con­ diciones de vida normales que un pueblo pobre sepa sobrevivir y progresar de manera paulatina, pero limpia y constructivamen­ te (El Heraldo, Tijuana, viernes 17 de octubre de 1969).

Este discurso mostraba un tipo particular de relaciones de po­ der estables y jerárquicas subsumidas en el orden simbólico de la zona fronteriza transnacional. Ahí, las clasificaciones adqui­ rían sentido en cuanto a que marcaban las diferenciaciones que se­paraban en este caso lo moral de lo inmoral, lo extranjero de lo con­nacional, lo local y lo foráneo, frente a modos de vida que mos­­traban yuxtaposición de las políticas y del conocimiento des­ ­de don­de se erigieron y se normativizaron las relaciones sociales de ve­cindad.

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Así, los discursos dominantes de la época hacían explícito el descontento por tales prácticas, lo que desencadenó enfrenta­ mientos entre los gobiernos de California y Baja California. Lo an­ terior se contrarrestaba con discursos que reflejaban la incesante lucha por parte de los grupos de la elite política, para dignificar a la ciudad a partir de una “racionalidad política” que justificaba los juicios normativos desprendidos de las representaciones de la leyenda negra, la cual se pretendía erradicar por medio de su con­ traparte, la leyenda blanca. Lo anterior se unía a los problemas ya no sólo con el país ve­ cino, sino con el aumento migratorio del “interior” del país. Esta situación despertó el temor de los grupos consolidados política y económicamente hacia la introducción de nuevas costumbres y el quiebre de las estructuras y los valores tradicionales que delinea­ ban el futuro de la ciudad. Ante esto, la preocupación ya no sólo fue por los extranjeros que se decía causaban la mala imagen, sino también por los migrantes del “sur” del país. Estas ideas llevaron a que se asociara a los migrantes de es­ tratos económicamente bajos con la peligrosidad de los nuevos sec­tores populares. La leyenda negra seguía vigente por los su­ puestos males que venían del exterior, ya fuera de Estados Unidos o de otras partes de México. Para aminorar lo anterior se intentó reforzar distintas instancias gubernamentales, como exigir un ma­yor número de policías que garantizaran la seguridad de la po­ blación, introducir mejoras en los reglamentos jurídicos, formular leyes y reformas que castigaran la inmoralidad que perjudicaba el honor de la ciudad, y crear fuentes de trabajo para reducir la de­lin­ cuencia y las prácticas ilícitas. Distintos sectores de la sociedad, sobre todo en las clases me­ dias y altas, fungieron como los portavoces de las ideologías del momento, como los militantes de la moral de la ciudad. Así, se consolidó una elite política integrada por funcionarios, policías, abogados, criminólogos, religiosos y médicos que compaginaban la criminalidad con la estratificación social. En distintas campañas políticas se exigía la demarcación de las clases socia­les y la regu­ lación de los comportamientos de las poblaciones consideradas inmorales, por medio de la vigilancia y el control de los distintos y desiguales sectores poblacionales. De esta manera, se configuró

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una gubernamentalidad que yuxtaponía la política y el conoci­ miento para normativizar las relaciones sociales de ve­cindad. Dicho activismo en pro de la buena moral se desprendía de los continuos argumentos que se daban en San Diego. Constantemen­ te en el periódico local The Reader se decía que en Tijuana el problema de los vicios continuaba porque se seguía consumiendo drogas y alcohol, y no eran (como se escribía en los periódicos locales del lado mexicano) los estadounidenses quienes lo hacían. Frente a esto, los grupos de la elite política sugirieron a empresa­ rios que no invirtieran ni tuvieran relaciones económicas en Baja California. También le pidieron al gobierno de California y al fe­ deral que cerraran la frontera a los jóvenes para que no pudieran ingresar a México y así evitar que consumieran cualquier tipo de droga o alcohol. Esto ocurría porque, se comentaba, había una falta de autoridad y vigilancia que perjudicaba a la población de San Diego cuando se encontraba en dicha ciudad. Esta medida no fue aprobada, pero sí causó indignación por parte de los grupos de la elite en Tijuana, provocando una polémica en uno y otro lado de la frontera. En resumen, dichas campañas políticas conformaron relacio­ nes sociales que demarcaban los límites culturales y sociales en una zona fronteriza transnacional. Aquí, a partir de un orden mo­ ral se incorporaban y cobraban lógica las taxonomías que forma­ ban y reconfiguraban la relación entre un lado de la frontera y otro, en el marco de circuitos de conocimiento y de implemen­ tación de la “verdad”. Esta dinámica se daba desde la escala de la relación entre los países, hasta la dinámica de la racionalidad po­lí­ tica encarnada en los dominios de lo “íntimo”, del autocontrol de los deseos y los instintos.

Mujeres de la elite local en las campañas de moralización y los movimientos feministas en

California: entre la visibilidad política

y la esencialización del ser mujer y femenina

Aproximadamente desde la década de 1940 hasta principios de 1960, la visión moralista que desencadenaba clasificaciones des­

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iguales dentro de la zona fronteriza reflejaba la preocupación por regular los comportamientos diferenciados por el género, la se­ xualidad y la clase, lo que daba forma a los discursos “oficiales” y contribuía a reforzar las formas de control y ordenamiento de una zona fronteriza transnacional. Se advertía entonces la necesi­dad de definir quiénes serían los encargados del control y la regu­lación de la sexualidad de los individuos. De esta manera, las relaciones sociales que se daban entre San Diego-Tijuana y las instancias de poder que se iban conforman­ do, estaban subsumidas en las relaciones de género, las cuales fueron el vértice relevante para el Estado y sus conexiones de cor­ ­te transnacional. Así surgieron formas de regulación que se esta­ blecieron en torno a instituciones como la familia y la Iglesia, y tecnologías del poder que seguían responsabilizando a las muje­res de la educación y la formación de los individuos. Estos ele­men­ ­tos daban forma a las políticas tanto estatales como internacionales en yuxtaposición con los científicos, que sancionaban dichos es­ti­ los de vida. Frente a ello, en Tijuana se fueron creando grupos que eran los garantes de las nuevas racionalizaciones y secularizaciones que iban definiendo las relaciones de género, sobre todo las clases medias que estuvieron a cargo tanto de la educación en los hoga­ res y las escuelas como del resguardo de “lo correcto y la decen­ cia”. Se tenía presente que el crecimiento de las clases medias, en la época posrevolucionaria, daba como resultado que estos gru­ pos se apropiaran de la idea de la actitud civilizada del país, en­ cabezando con ello el proyecto de reducir el contraste entre la situación y el código de la conducta de las clases dominantes y las dominadas. Así, se dio a este sector un papel ejemplar en la ge­neración de autocoacción y tabúes, por su necesidad de distin­ guirse, de alcanzar prestigio y de constituirse en la burguesía na­ cional (Muñiz, 2002:15-16). En este ímpetu por delinear la conducta de la población por medio de una leyenda blanca que apelaba a la vigilancia y el con­ trol de lo considerado “inapropiado” (sobre todo en una ciudad que se iba construyendo bajo una imagen de la permisividad, los vicios y la perdición), al igual que en otras ciudades del país se conformaron grupos de la elite política con tendencias conserva­

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doras que se planteaban como objetivos aminorar la distancia entre ricos y pobres a partir de distintas acciones, como la imple­ mentación de programas especializados en educación y salud. También se proponían realizar actividades para recaudar fondos y así “ayudar” a los grupos de colonias marginadas. Del mismo modo, se promovían las fiestas patrias en una ciudad fronteriza que necesitaba “urgentemente enaltecer su mexicanidad”. En estos grupos sobresalieron personajes que en la actualidad se consideran forjadores de la historia local, entre ellos la profeso­­ra Josefina Rendón Parra, quien por medio de la Junta Femenina Pro Pa­tria (con una visión nacionalista y de clase media) proponía: […] exaltar los valores femeninos como la sexualidad pura y el amor a la nación […] percibiendo al hogar como el lugar santo de las mujeres, el cual las educaba para conservar los valo­res morales de la familia y la nación (Rendón, citada en López, 2005:40).

Los argumentos que le daban sustento a la leyenda blanca se basaban en creencias católicas que eran primordiales para deli­ near lo que simbólicamente se entendía como femenino y mujer, fundamentándose en la fidelidad a los votos del matrimonio y la consagración de la vida maternal. Así, la participación activa de las mujeres en la sociedad era combatir aquellos roles que suge­ rían prototipos negativos de la mujer mexicana, tales como la falta de moralidad (Rendón, citada en López, 2005:40). Ideas fuerte­ mente resaltadas en lo que denotaba la leyenda negra, sobre todo cuando se relacionaba a las mujeres con el vicio, la prostitución, la infidelidad y el aborto, entre otras prácticas que se consideraban in­ morales. La conformación de estos grupos pretendía mostrar otra cara de Tijuana por medio de la idea de “mujer, nación y pa­tria” y por la relación jerárquica entre ricos y pobres, que se expresa a par­ tir de la caridad y la generosidad piadosa. A su vez, la participación de las mujeres en el escenario polí­ tico se articulaba con las incesantes campañas políticas para que el Distrito Norte se convirtiera en una entidad estatal. Así, su acti­ vismo tuvo el respaldo de los hombres pertenecientes a los grupos políticos, quienes pretendían mostrar la buena imagen de Tijuana

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como plataforma para tal cometido. De esta manera, los grupos de mujeres de clases medias y altas enaltecían tanto a la ciudad como al distrito por medio de la promoción de los valores morales “feme­ ninos” como los principales garantes de los ideales nacionalistas. En 1951 el Distrito Norte se convirtió en el estado de Baja California y en 1953 se eligieron a los diputados —en su totalidad del Partido Revolucionario Institucional (pri)—, quienes redacta­ rían la constitución estatal. El texto tuvo dos cláusulas importan­ tes que “innovaron” en el ámbito nacional, las cuales fueron: a) el “patrimonio y cuidado de la familia” y b) “el derecho al voto de la mujer”. Días después se llevaron a cabo las elecciones a goberna­ dor del estado y fue la primera vez que votaron las mujeres (Taylor, 1999:102). La participación de las mujeres en la esfera política no era ajena a lo que años después se haría evidente en América Latina. Como menciona Mollineux, se empezaron a conformar coalicio­ nes de mujeres que resaltaban la feminidad y los valores de una “buena sociedad” como base para pensar en una forma distinta de hacer política. Se acentuó el valor femenino del cuidado y la per­ tenencia a la comunidad a partir de una política de las mujeres que se situaba en oposición a valores “masculinos” de autonomía expresadas en el liberalismo contractual. Fue una manera de te­ ner acceso a los derechos ciudadanos a partir de las —así conside­ra­ das— virtudes femeninas. Se argumentó entonces la necesidad de perpetuar estas virtudes en la esfera pública. Estas políticas de moralización (que se pensaba que transformarían una vida social y política racionalizada y corrupta en exceso) fueron apoyadas por los grupos de derecha (Molyneux, 2001:15). La consolidación y creación de distintos clubes y grupos de mujeres en Tijuana fueron ejemplos de los discursos cuyo esencia­ lismo sirvió como base para las políticas estatales de tendencias conservadoras. Así, organizaciones como la Junta Femenina Pro Patria, el Club de Damas Católicas, las Soroptimistas, Las Buenas Amigas, Las Damas de la Sinfónica, Las Damas Leonas, Las Rota­ rías, Asistencia Social Municipal, Las Israelitas, entre otras, tenían una fuerte participación de carácter altruista en la localidad. Por me­dio de distintas actividades se pretendía promover, por un lado, los discursos naturalistas en torno a los espacios y las prácticas de

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la mujer, y por otro, la participación activa en las campañas mo­ ralizadoras de la ciudad, donde trabajaban para contrarrestar la mala imagen que tenían las mujeres de Tijuana en lo que se co­ noce como la leyenda negra. Esta dicotomía de lo blanco/negro o lo bueno/malo, que tan visiblemente se presentaba en las campañas moralizadoras, no sólo quedó incrustada en las narrativas de la época sino que su rele­ vancia estuvo en que formaba parte de la construcción de una zona fronteriza transnacional a través de aparatos de poder como el Estado, las fronteras geopolíticas y las relaciones sociales de ve­ cindad que influyeron en la vida de las personas simbolizadas desde lo femenino. En este sentido, como mencionan Kim y Puri, los discursos universales que se intercalaron en distintas escalas influyeron en las formas de vida inequitativas que, desde los me­ta­ relatos, justificaban e invisibilizaban la represión y la exclusión de grupos y personas que los sectores dominantes perciben co­mo no deseados (Kim y Puri, 2005:142). La conformación de diferentes grupos de mujeres de las cla­ ses medias y altas y la participación activa en pro de la dignifi­ cación de la ciudad, además de corresponder a las preocupaciones locales en torno a la imagen que se había construido sobre ella, también tenían un papel en la delimitación de la frontera. Las re­ des transnacionales de vecindad (Besserer y Nieto, 2012:23), por un lado, articularon un orden simbólico que subyacía a las dinámicas de la zona metropolitana en su conjunto, pero al mismo tiempo esta vinculación enmarcó conflictos, ya que a ambos lados de la frontera se percibía la amenaza de aquellas prácticas consideradas inmorales, que invitaban al cuidado de la integridad, de la unidad y de la pureza de las ciudades involucradas. Se trataba de un orden simbólico que se construye a partir de un sistema de opuestos y di­ fe­rentes. En este contexto, las mujeres suelen constituir un punto cen­ tral para la clasificación y la salvaguarda del estatus social, ya que la pureza femenina de un grupo debe guardarse celosamente y cuando se sabe que una mujer ha tenido trato sexual significa­do co­ mo inmoral, se la castiga ya que causa el desprestigio del grupo en su conjunto (Douglas, 1973:169). En este caso las oposiciones sim­bólicas que conformaban la zona fronteriza conllevaban tecno­

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logías del poder que regulaban los comportamientos y las con­ ductas de sus “propias” sociedades. Ahora bien, las leyes o las formas de regulación no siempre se redefinen de manera impositiva sino que son parte de las dispu­ tas constantes entre las distintas forma de (inter)subjetivación que se dan en situaciones concretas. En el caso de las mujeres, las contiendas que sobresalieron a escala global en la segunda mitad del siglo xx fueron en contra de las restricciones e invisibilidades, para ampliar los marcos de acción que, como sujetos en construc­ ción, iban definiendo. Así, la significación de la categoría “muje­ res” como protectoras, mártires, cuidadoras, vulnerables y pilares de la familia y la sociedad fue contrarrestada por distintas luchas y movimientos sociales que pretendían cambiar la semántica de la fe­ minidad o lo femenino, a partir de consignas como “lo perso­­nal es político”. Sin embargo, el proceso político no fue general y homogéneo ya que las diferencias entre los países y entre las mujeres tuvieron sus distintas connotaciones. En el caso de la frontera México-Es­ tados Unidos las contiendas en torno al significado de “femenino” y “mujer” fueron parte de un momento de transiciones y rupturas en la episteme social. En la construcción de las fronteras geopolí­ ticas entre México y Estados Unidos (en un contexto donde sobre­ salían los ideales nacionalistas), la contradicción y la contestación de las distintas formas de significar y vivir la vida entre los már­ genes de dos territorios nacionales, marcaban una intertextualidad que po­nía en juego distintas formas de concebir la mexicanidad, la feminidad, la nación y la frontera. Así se (re)constituyeron las re­ laciones de género y de clase en la ciudad transnacional, y con ello se erigieron las formas concomitantes de control y vigilancia de los Estados involucrados. El “peligro” de la frontera geopolítica: la legalización del aborto en California y el problema de las llamadas “raspas” en Tijuana En Estados Unidos, alrededor de la década de los sesenta del siglo xx, se manifestaron distintos movimientos políticos que surgie­ ron de la reorganización capitalista de posguerra. Los movimientos

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fe­mi­nistas se dieron por los cambios progresivos en torno a las re­ presentaciones femeninas y los androcentrismos arraigados en distintos escenarios sociales. Dichos cambios fueron provocados por la salida masiva de las mujeres de los espacios domésticos a los públicos durante la Segunda Guerra Mundial, ya que tuvieron una participación activa en la administración y la producción in­ dustrial tanto de artículos de primera necesidad como de maquina­ ria bélica. A la par, seguían con la responsabilidad de sus hogares y familias en la ausencia de los hombres enlistados en el ejército. La representación de las mujeres como vulnerables e incapaces de estar y ser parte del espacio considerado público, contrastó con su capacidad de mantener a las economías de sus países en medio de guerras prolongadas. Al finalizar la guerra y con el retorno de los hombres, prevaleció entre las mujeres un sentimiento indivi­ dual y colectivo de independencia y capacidad a consecuencia de las vivencias en esos años (Maier y Lebon, 2006:11-12). Los movimientos feministas de la época conocida como la segunda ola feminista reclamaban el hacer visible lo invisible, nombrar aquello que no tenía nombre y reconocer las diferencias sexuales y genéricas. Por tanto, aparecen luchas en pro del derecho al trabajo, de la no violencia y de la salud sexual y reproducti­va. Guiadas por lemas como “lo personal es político”, las feministas llevaron lo privado a lo público y señalaron entre otros malesta­ res que se percibían y demandaban en la época, la exclusión, la discriminación, la violencia, las dobles jornadas, el acoso, el ma­ trimonio obligatorio, el aislamiento en el hogar y la heterosexuali­ dad como única forma de vida, así como la maternidad no deseada, (Maier y Lebon, 2006:12). Entre estos malestares estaban la maternidad obligatoria y la criminalización del aborto, algo que no era exclusivo de Estados Unidos, ya que en distintos países de Europa y/o aquellos que fue­ ron parte de los bloques socialistas, comenzaron a surgir grupos de mujeres que reclamaban la participación directa en relación con las decisiones políticas en torno a sus cuerpos. Esto llevó en la década de los cincuenta a la despenalización del aborto en Rusia, Japón y Suiza, los primeros países en hacerlo. Posteriormente, en los años sesenta, se legalizó en Estados Unidos, Canadá y en la mayoría de los países europeos.

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Las reacciones en torno a ello generaron consternación en ciertos sectores de la población, sobre todo en los de corte con­ servador, que dieron como resultado el surgimiento de organiza­ ciones, que de manera fundamentalista o reaccionaria, e influidas y apoyadas por el Vaticano y por instituciones protestantes y ca­ tólicas, se oponían al aborto frente a la idea de que “la vida se da desde la concepción y es un precioso regalo que ha dado Dios, y el hombre no tiene el derecho de matar a un inocente niño que se encuentra en la matriz”. Los cristianos, por ejemplo, consideraban el aborto un pecado y un crimen contra la humanidad. Esta dis­cu­sión en torno al aborto encontraba eco en investigaciones y tra­ba­jos de médicos, abogados, religiosos, políticos, sociólogos y filósofos, en­tre otros especialistas que eran consultados en el mar­co de las discusiones en torno a su posible legalización (Karrer, 2011:529). En 1959, el American Law Institute (ali) —una organización de jueces, abogados y otros especialistas en leyes— propuso un mo­del penal code en relación con el aborto, el cual fue adoptado por los esta­dos cuando se iba legalizando. Entre las propuestas estuvo que el aborto se considerara legal: a) en los casos en que la conti­ nuación del embarazo era un riesgo para la salud física o mental de la mu­jer; b) cuando el feto, a consecuencia del embarazo, nace­ ría con un defecto físico o mental, y c) si el embarazo era el pro­ ducto de una violación o incesto. Estos puntos fueron tomados en consideración cuando se reguló la práctica del aborto, después del caso Roe vs. Wade. Los primeros estados en cambiar su legislación fue­ron Mississippi en 1966, y al año siguiente se dio tanto en Colo­ ra­do co­mo en California. Las medidas adoptadas para llevar a cabo un aborto se basaban en dicho código y tenían como requisito dos aprobaciones médicas (Driscoll, 2005:55). A pesar de que el aborto se iba legalizando en varias entida­ des de Estados Unidos, la apertura de los médicos hacia este pro­ cedimiento y un sistema legal menos rígido no eran suficientes para cambiar drásticamente la semántica de la “fecundidad cícli­ ca”, entre ovarios-celo-coito-embarazo y su contraparte, el abor­ to, como algo desvalorizado. De hecho, en la revista Atlantic Monthly (citada por Driscoll, 2005:68) se describe el caso de una mujer que se autonombró Mrs. X, donde relata que al quedar embarazada tan­

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to ella como su esposo decidieron que abortaría ya que tenían tres hijos y no podían mantener a otro más. Sin embargo, su mé­ dico no quiso llevar a cabo el procedimiento, lo cual la indujo a buscar información en las publicaciones de un destacado sexólo­ go de esos años y a preguntar a sus amigas, de las cuales dos ya habían pasado por ello. De tal suerte, no fue difícil conseguir a un médico que de manera segura, pero ilegal, pudiera hacerle di­ cha intervención médica. En relación con lo anterior, en el caso de California, algunos médicos católicos y el cardenal James Maclntyre, arzobispo de Los Ángeles, intentaron derogar el proyecto Beilensen en 1967, que fue un modelo que se utilizó para el ali. Ante esto, el gober­ nador republicano Ronald Reagan indicó que apoyaría esta me­ dida si los legisladores eliminaban la cláusula de la deformidad fetal, por lo cual se modificó el proyecto de ley y así fue firmado. En respuesta, Walter Trinkaus, profesor de Derecho de la Univer­ sidad de Loyola en Los Ángeles, formó “la Liga del Derecho a la Vida”, en el sur de California en octubre de 1967, que llegó a ser uno de los grupos más fuertes del país en cuanto a los movimien­ tos Pro-Vida de la época (Karrer, 2011:543). Esta controversia se vio reforzada en América Latina por las regulaciones políticas en torno al aborto que se dieron en el pla­ no internacional, mientras que los movimientos feministas ape­ laban por el derecho al aborto y a la salud sexual y reproductiva desde la década de los setenta.4 Sin embargo, sus demandas se vieron opacadas por las políticas orientadas a la familia o a la co­ munidad, erigiéndose sobre la base de valores morales “femeni­ nos” atribuidos al posicionamiento social de las mujeres dentro de la división sexual del trabajo y las experiencias de la maternidad (Mo­ly­neux, 2001:25). En el caso de México, la dificultad se ubicó en un contexto en el que las demandas de los movimientos feministas en pro del derecho al aborto se consolidaban bajo la influencia de los movi­ mientos que se daban, sobre todo, en Estados Unidos y Europa (Lau, 2006:182). Se les construyó como una amenaza para las políticas 4 Para más información sobre los movimientos feministas en Amé­ rica Latina consúltese a Maier y Lebon (2006) y Molyneux (2001).

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nacionales fuertemente influenciadas por los grupos de derecha. En esta contienda se fortalecieron las relaciones entre la jerarquía eclesiástica católica, Pro-Vida, y algunos sectores conservadores, que tienen un peso en las decisiones políticas de gran enverga­ dura en el país. Además, ubicaron el problema como parte central de la moralidad y la humanidad vista desde la religión, haciendo casi imposible cualquier diálogo que tuviera una apertura política hacia dicho tema. Lo anterior iba paralelo al impulso que fueron adquiriendo los ideales del feminismo en el plano transnacional. Con las diferen­ tes posturas del feminismo, se iba prefigurando un reordenamiento de las significaciones del género, el sexo y las diferencias sexua­ les. No obstante las acciones de los movimientos feministas a nivel global no transcurrieron de manera pacífica debido a los antife­ minismos que constantemente reclamaban las representaciones “tradicionales” del género, el sexo y la sexualidad y/o las “ver­ dades” sobre ello, creándose antagonismos culturales de las femi­ nidades y/o lo que representa el ser mujer y hombre. En México, no fue sino hasta la década de los setenta y ochenta del siglo xx cuando se da de manera significativa una movilización social por parte de las feministas que reclamaban abiertamente el derecho al aborto, aunque en un principio fueron silenciadas. En el año 2007 se lograron avances significativos en la despenali­ zación del aborto en la ciudad de México. En el caso de Baja Ca­ lifornia, a pesar de los movimientos feministas que se dieron en el vecino país, los grupos conservadores de mujeres que hacían po­ lítica retomando los valores morales relacionados con los roles tradicionales del género cobraron fuerza y formaron parte de lo que podría denominarse la segunda campaña de moralización.5 Tijuana tenía la imagen de ser una ciudad donde se cometían prácticas ilícitas, y una trayectoria de movimientos en pro de la moralización. Con el aumento de los casos de aborto en la ciudad, cobraron fuerza los grupos, sobre todo desde la elite, que apelaban por una buena imagen de la ciudad por medio de las campañas de moralización basadas en los valores morales femeninos. El abor­ to, como una práctica penalizada, se volvió un punto de contien­ 5 Sobre los movimientos feministas en Baja California, que surgieron en la década de los setenta, véase el trabajo de López (2005).

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da en el que se enfocaron las críticas hechas por la prensa y por ciertos grupos que dejaban al descubierto que no por la cercanía con Estados Unidos se daría apertura a los discursos que mani­ festaron las demandas de los “derechos de las mujeres”. El aborto se transformó entonces en un tema controvertido que tenía distintas significaciones en los dos lados de la frontera. Como respuesta a las regulaciones en torno al aborto que se die­ ron en California, en Tijuana se hizo pública la postura en contra de tal práctica. La vigilancia y el control fue más estricto. Se hi­ cieron públicas las posturas que consideraban que la “obstetricia ilegal” ejercida por médicos en (y no de) Tijuana “denigraba a la profesión” cuando atendían mujeres, que se decía eran extranje­ ras. En este contexto surgieron conflictos entre California y Baja California que transformaron esta discusión en un problema de ca­ rácter internacional. Lo anterior se reflejó, por ejemplo, en casos como el de una mujer llamada Ángela. Ella tenía 35 años de edad, era de Los Án­ geles, California, y el 21 septiembre de 1964 había llegado a la ciu­ dad de Tijuana para practicarse un aborto. Acompañada de una amiga acudió a un consultorio donde le dijeron que regresara al día siguiente para realizarle lo que en esos años se le nombraba una “raspa”. El día 23 Ángela se sintió mal y regresó al consultorio, donde empeoró, lo que llevó al médico que la atendía a que ha­ blara a otro para que lo auxiliara; así, por medio de transfusiones de sangre y la aplicación de medicamentos trataron de salvar a la joven, pero ella murió ese mismo día. En el certificado de defun­ ción las causas de la muerte aparecieron como: una oclusión in­tes­ tinal y peritonitis por perforación intestinal (El Heraldo, Tijuana, jueves 14 de enero de 1960). El caso se hizo público y traspasó las fronteras nacionales debido a que Ángela y su amiga hablaron a Los Ángeles, Califor­ nia, para denunciar al médico cuando ella comenzó a sentirse mal. Frente a ello, el procurador general de justicia de dicha ciudad hizo una llamada al agente de delitos de Tijuana, quien le comentó que había recibido la llamada de una mujer llamada Ángela Cul­ vera, quien había denunciado al médico Ignacio Acosta y le había proporcionado la dirección del consultorio. Por ello fue que las au­ toridades locales pudieron dar con el paradero de los médicos y

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de la enfermera, quienes después de dar sus declaraciones fueron arrestados (El Heraldo, Tijuana, jueves 7 de enero de 1960). Las muertes de mujeres estadounidenses por abortos mal practicados generaron conflictos políticos entre las dos naciones. En San Diego se llegó a hablar del cierre temporal de la frontera por el aumento tanto del tráfico de drogas como de la muerte de mujeres estadounidenses por los abortos a los que se sometían en Tijuana. A la vez, en Tijuana se discutía sobre el problema de los abortos como un mal que traían las mujeres estadounidenses. En general, en California, sobre todo en San Diego, existía la idea de que del otro lado de la frontera se cometía cualquier tipo de acti­ vi­dades y prácticas ilícitas que eran nocivas para sus connacio­ nales. Los discursos antagónicos de un lado y otro mostraban las con­tiendas que recaían en los simbolismos de lo femenino y las mu­jeres, así como en su significación relacionada con la repro­ ducción biológica de los futuros ciudadanos de una nación. El cuerpo de las mujeres se había convertido una vez más en el lu­gar de las pugnas políticas por la soberanía de las dos naciones. Así, la demarcación de lo político en torno a la preservación y el res­ guardo de las significaciones hegemónicas de la categoría “mujer”, descansaron en códigos morales que dotaron de coherencia los comportamientos generizados y las inequidades a uno y otro lado de la línea fronteriza internacional. Como se muestra en la siguiente nota de periódico, los discur­ sos en relación con el aborto castigaban por medio del despres­tigio a aquellas personas que lo llevaban a cabo, así como a un país don­ de las mujeres decidían sobre ello. Su cometido era enaltecer por medio del juego de la recompensa a quienes seguían los precep­ tos morales, y degradar a quienes infringían estos preceptos. Se culpaba a las y los otro(as) por los problemas que generaban en nuestro país, lo que incluso justificaba formas de coacción para resolver la situación. En este sentido, los discursos sobre el aborto enfatizaron la buena imagen no sólo de Tijuana sino también de la nación frente a los males que llegan del exterior: […] Tijuana ha sido señalada como el lugar en que con suma facilidad, aunque a costa de fuertes sumas de dólares, la livian­

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dad de numerosas mujeres del vecino país, encuentran profesio­ nistas que se hagan cargo de practicarles operaciones ilegales que en la mayoría de los casos pasan desapercibidas para el pú­ blico y por lo general para las autoridades. Pero se han regis­trado casos con lamentable frecuencia en que estas criminales inter­ venciones médicas quedan al descubierto como consecuen­cia de factores no previstos por quienes solicitan la provoca­ción de un aborto para evitar el advenimiento de un ser que pudo ser fruto de relaciones ilícitas que se tratan de ocultar; de la conduc­ ta pecaminosa de los irresponsables o de un desliz cuya con­se­ cuencia de una madre inexperta, y un canalla son capaces de sobrellevar […] Se deberá obrar con energía prescrita por la ley para sentar precedentes provechosos y evitar que Tijuana siga siendo el lugar propicio para la ejecución de operaciones ile­ gales y campo provechoso para profesionistas mercenarios a quienes nadie importa el prestigio de su gremio… y mucho me­ nos el buen nombre de nuestra sociedad, ni el de la ciudad que estamos obligados a defender en todo momento (El Heraldo, Tijuana, jueves 14 de enero de 1960).

Los discursos que producen saberes en torno a clasificaciones y formas de vida que devienen del ser mujer legitiman el castigo a aquellos que han infringido la norma. No sólo porque la ley con­ dene a los castigados sino por una cadena de relaciones sociales que incorpora y legitima una lógica normativa en torno a la diada maternidad/aborto. Así, el pensamiento jurídico sirvió como un instrumento de justificación a un ejercicio del poder que surge a través de la producción de la verdad (Foucault, 1994:143). La legi­ timación de la desigualdad, por medio de aparatos jurídicos utiliza­ dos para regular las relaciones sociales, dejaba al descubierto las inequidades en torno a las sexualidades. En Tijuana, socialmente se les exigía a las autoridades loca­ les que castigaran a las personas que quebrantaban la ley al prac­ ticar abortos. Se señalaba que los médicos —quienes decían que no eran residentes de la ciudad— tenían que pagar una condena frente a las prácticas ilícitas que perjudicaban la imagen de la ciu­ ­dad y del país. Además, estos médicos dañaban las relaciones en­ tre dos poblaciones divididas por una frontera que redefinía las contiendas y las negociaciones enmarcadas en un pensamiento jurídico que concretaba las relaciones internacionales:

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[…] acatando órdenes superiores la policía judicial se dispuso a realizar una batida contra los médicos aborteros, los que mediante ilegales operaciones vienen enriqueciéndose cauda­ losamente desde hace años. Teniendo en su poder una lista completa de los “corta cigüeñas” que en Tijuana operan, pro­ vo­cando abortos a mujeres poco escrupulosas, principalmente del vecino país del norte. Tal campaña se emprenderá debido a las múltiples quejas que las autoridades de California reciben de parte de los esposos cuyas mujeres sin medir consecuencias, se ponen en manos de estos criminales con títulos a los que nada les importa dejar mal amparado el buen nombre de Baja California y de México mediante el ejercicio de tan ilícitas acti­ vidades (El Heraldo, Tijuana, miércoles 18 de julio de 1962).

Bajo la idea del progreso de una ciudad en construcción y con un referente moral que la deslegitimaba, tanto a nivel nacional co­mo internacional, se crearon discursos políticos en torno al or­ den y al desarrollo de la ciudad. Para lograrlo se desplegó un con­ junto de explicaciones científicas que legitimaron, sistematizaron y definieron las interpretaciones sobre el crimen con una finalidad política, y fueron de utilidad para los grupos de la elite gobernante, quienes demandaron la creación y el fortalecimiento de un sis­ tema de justicia para limpiar la imagen de la ciudad. Sin embargo, como se dijo, la vecindad entre Tijuana y San Diego llevaba a que las regulaciones políticas en torno a los abortos fuera una ardua tarea para los gobiernos y los grupos de la elite de los dos lados de la frontera. Estos grupos, además de enfrentar­ se, también negociaron en determinado momento trabajar con­ juntamente para aminorar ya no sólo tal práctica (que provocaba la muerte de mujeres estadounidenses en territorio mexicano), sino también detener un negocio que era poco lucrativo para los países. Por lo tanto, las campañas que se hicieron en Tijuana para arrestar a médicos, comadronas y mujeres representaban también la solidaridad entre los gobiernos para acabar con lo que consi­ deraban eran actos de criminalidad. Así, casos como el de “la clínica ambulante para hacer legra­ dos” explicitó el trabajo de los gobiernos respectivos para aminorar el problema. En dicho caso, se habló de la colaboración tanto de las autoridades estadounidenses como de agentes de la policía judi­

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cial del estado, quienes localizaron una lujosa casa móvil con un valor de casi un cuarto de millón de pesos en la cual, se decía, se practicaban legrados a mujeres estadounidenses. La policía de Ca­ lifornia informó a las autoridades de Tijuana que a bordo de un carro había tres hombres y una mujer que se dirigían a Tijuana para hacerle un aborto. Se decía que ésta era una práctica recu­ rrente, ya que estos sujetos eran acompañados por mujeres que supuestamente estaban embarazadas. Al seguir al vehículo se per­ca­taron de que se estacionaban en lugares aislados de la ciu­ dad, en donde se encontraba tal clínica (El Heraldo, Tijuana, 8 de marzo de 1972). A pesar de la frontera que delimitaba los sistemas jurídicos entre ambos países y de las contiendas constantes en torno a problemáticas que se desprendían de las clasicaciones opuestas, también se generaron acuerdos que partían de la idea de una convivencia social que debía regirse y que respondía a las leyes inherentes a lo que se proponía como la “naturaleza humana” en su sentido universal. Por lo tanto, el pacto social para terminar con el aborto correspondía, a su vez, con las negociaciones entre cier­ tos grupos —sobre todo de tendencias conservadoras y con in­ fluencia significativa en las decisiones políticas de sus respectivas ciudades— que, en determinadas circunstancias, se pronunciaban por hacer acuerdos para aminorar y castigar las prácticas que coin­ cidían en considerar “inmorales e inhumanas”. En este sentido, si el honor y la virtud sexual se iban convir­ tiendo en la parte central de las representaciones de Tijuana, entonces las mujeres eran una pieza fundamental en los códigos morales que guiaban el comportamiento de la población. Por ello, la vigilancia y el control de las prácticas que se asociaban a lo fe­ menino y al cuerpo de las mujeres no sólo regulaban las formas de vida de las personas, sino también definían las relaciones po­ líticas que se entablaban en la zona fronteriza transnacional y las negociaciones en torno a sus aparatos jurídicos (y religiosos) para controlar aquello que se consideraba una violación a las leyes es­ tatales y de la naturaleza humana. No obstante, el problema de los abortos no era exclusivo, como se hace explícito en los periódicos de la época, de las mujeres es­ tadounidenses que llegaban a la ciudad en busca de médicos que

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lo realizaran. Los arrestos de mujeres residentes de la ciudad que recurrían a tal procedimiento también fueron constantemente señalados. Los médicos y las llamadas comadronas también eran enjuiciadas. Las comadronas tuvieron un papel central en la salud sexual y reproductiva de las mujeres que radicaban en una ciudad que, por su reciente creación y por el alejamiento geográfico de un go­ ­bierno centralizado, tenía carencias en los servicios públicos, entre ellos los de salud. Si bien la cercanía con Estados Unidos daba opor­ tunidad a mujeres de clases medias y altas de atenderse un parto en los hospitales de aquel país,6 mientras que las clases populares se convirtieron en aquellas que por carencia buscaban alter­ nativas para cubrir sus necesidades en torno a la salud sexual y repro­ductiva. Lo anterior se daba junto con una visión positivista donde la medicina proyectaba una visión androcéntrica que ha permitido un control en torno a saberes que separan tajantemente la medi­ cina del resto de las actividades sanadoras. Esto llevó a que las mujeres —como las comadronas y parteras—7 quedaran fuera del quehacer médico, debido a la invisibilización de sus aportaciones a los temas referentes a la “salud de las mujeres”. Así, los saberes se institucionalizaron a través de la creación de disciplinas como elemento de transmisión y reproducción del conocimiento hegemó­ nico (Rigol, 2003:24). Con ello no pretendo deslegitimar a la me­ dicina convencional, sino que apunto que los saberes en torno al cuerpo sexuado y sexualizado se han invisibilizado o desvaloriza­ do en momentos específicos, como ocurrió con el problema del aborto. 6 No se puede decir en este trabajo las razones individuales que lle­ vaban a estas mujeres a hacerlo, pero sí se puede mencionar, por los do­ cumentos de la época, que cuando se acusaba a la población de Tijuana de estar perdiendo su mexicanidad por motivos como el que las mujeres tuvieran que ir a otro país a tener a sus hijos sobresalían argumentos an­ ticentralistas en el nivel local, los cuales demandaban la falta de atención del gobierno federal hacia las necesidades de los servicios públicos de una población en constante crecimiento. 7 La figura de las comadronas ha estado presente a lo largo de la his­ toria. La atención al parto ha sido la actividad que más se les ha recono­ cido, pero sus actividades han sido sumamente diversas, entre las que

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Así, la obstetricia se convirtió en el siglo xix en un conoci­ miento racionalizado, lo que condujo a una creciente penalización de los saberes y prácticas de las mujeres en torno a la salud sexual y reproductiva. La desvalorización de las parteras o comadronas se relacionaba con los abortos, independientemente de si éstos se realizaban o no. Además, se las responsabilizaba de la muerte de las mujeres recién paridas si no habían observado los reglamentos e instrucciones en cuanto a la higiene de las operaciones que esta­ ban facultadas para llevar a cabo (Staples, 2008:220). En este sentido, el desprestigio de quienes practicaban abor­ tos (que se decía “manchaban el nombre de tan buena profesión”), se articulaba al de las comadronas, quienes, se señalaba, “atenta­ ban contra la vida de las mujeres de Tijuana”. Uno de los casos que tuvo más eco en la ciudad se dio en noviembre de 1954, cuando arrestaron a una comadrona que le había practicado un aborto a la hija de quien fuera en ese momento el encargado de seguridad pú­ blica de la ciudad. Al enterarse el oficial de que su hija había muer­ ­to, fue tras la pista de esta mujer. Cuando la arrestaron se dijo que habían encontrado en el patio de su casa un “panteón de niños”. El caso fue sumamente sonado debido a que se vio involucrada una familia de la elite política de la localidad. Después de la de­ nuncia y tras varios días de averiguación se dijo que había nueve embriones, además se dio a conocer la muerte de tres mujeres más por las mismas circunstancias (El Heraldo, Tijuana, martes 18 de noviembre de 1954). El que las comadronas se vincularan con la condición social, se articulaba a la relación del género y la clase como conceptos que no pueden ser analizados de manera separada ya que el géne­ ro, la sexualidad, el sexo y la familia tienen un trasfondo político que discursivamente muestran la ideología del momento (Scott, 1999:58). En este sentido, el aborto de las mujeres estadouniden­ ses reflejó disputas políticas en la zona fronteriza, y una mayor se­ veridad y rigidez en cuanto a las formas de castigo para aquellas destacan la atención a la salud sexual y reproductiva de las mujeres, además de dar atención a los recién nacidos y/o a los niños, al igual que participan activamente en la educación sexual de las familias (GallegoCaminero, Miró-Bonet et al., 2005).

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personas que se veían inmiscuidas en tal práctica. Al mismo tiem­po, en Tijuana se dio una “persecución” de las comadronas, quienes practicaban abortos a las mujeres, principalmente de los sec­to­ res po­pulares de la creciente ciudad: […] en los separos policiacos se le interrogó y la mujer no tuvo empacho en decir que por recomendación de una amiga oca­ sional fue a ver a una señora de nombre Elena “N” […] en donde el sábado le practicó una operación que le provocó un pe­ ligroso aborto y que por el “trabajo” le pagó 30 dólares. La co­ madrona no ha sido detenida porque al parecer huyó al vecino país del norte (El Heraldo, Tijuana, martes 24 de agosto de 1965).

La persecución de las comadronas y la práctica del aborto en­tre las clases populares contribuyó en la construcción de las fronteras urbanas. Por un lado, abonó a la retórica de los discur­ sos dominantes que se expresaban, por ejemplo, en la leyenda blan­ ca y la leyenda negra, por lo que volvió a poner en el centro de la discusión a la frontera internacional. Por el otro lado, marcó las fronteras urbanas que dividían a Tijuana entre los sectores privi­ legiados y los populares. Como lo menciona Núñez, el proceso de urbanización se dio en el marco de contradicciones y cambios en las prácticas que tradicionalmente se adjudicaban a los hombres y las mujeres, un proceso que fue profundizando los contrastes en­ tre los grupos sociales de una población donde la migración era parte característica del crecimiento demográfico y las dinámi­cas establecidas en el espacio urbano (Núñez, 2008:378). Así, las discusiones y la movilización en torno al aborto mos­ traron las tensiones internas de la zona fronteriza transnacional. Esto se dio en el marco de las lógicas morales que reafirmaban los discursos dominantes sobre el género y la sexualidad. Lo “ínti­ mo” adquirió relevancia, ya que el género, el sexo y la sexualidad se convirtieron en los vértices que delinearon las formas de guber­ namentalidad ya no sólo entre dos naciones, sino en un modelo político transnacional con divisiones entre el tercer y primer mun­do, donde el sentido de la desigualdad exorbitante tenía que “cobrar sentido” frente a valoraciones en torno a cuerpos que histórica­ mente han sido clasificados desigualmente.

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Conclusión Este trabajo tuvo la finalidad de ofrecer un panorama general de las disputas políticas que se dieron entre Tijuana y San Diego a lo largo de las décadas de los cincuenta y los sesenta por la muerte de mujeres estadounidenses en territorio mexicano, a cau­ ­sa de abortos mal practicados. Así, por medio de discursos que sur­ ­gie­ron en la prensa local, se analizaron las contestaciones de las dos ciudades en relación con los saberes y las racionalidades cons­ trui­das en torno a la sexualidad, el sexo y el género. Anclados en el plano simbólico, estos discursos informaron po­ líticas morales y marcaron las diferencias y conflictos entre dos ciudades que, articuladas a partir de relaciones de vecindad, for­ma­ ban una zona fronteriza con lógicas culturales disímiles y con­te­s­ ­tatarias. Es aquí donde las campañas de moralización se conformaron y cobraron fuerza para “borrar la mala imagen de la ciudad” —la leyenda negra— por medio de la exaltación de los valores morales —la leyenda blanca—, que fueron depositados en la figura feme­ nina. Esta dinámica no fue ajena a la ideología del momento, en la que se exaltaban los nacionalismos a partir de la estratificación social, física y mental. Frente a ello, el dominio de lo “íntimo” fue parte central de los proyectos políticos que regularon comporta­ mientos que erigieron marcos jurídicos y, por ende, delinearon prácticas sociales sustentadas en un orden de género que las do­ taba de coherencia. Sin embargo, dicha ideología se encontraba en transición, ya que surgían nuevas manera de vivir, de entender las cotidianida­ des y de expresar las inconformidades. Ante eso, aparecen los mo­ vimientos sociales, entre ellos el feminista, con sus despliegues políticos como la “legalización del aborto” y la inconformidad con las maternidades forzadas. Esto desató, por un lado, antifeminis­ mos de uno y otro lado de la frontera, sobre todo cuando se legalizó el aborto en California; y por otro, las dinámicas de estos movi­ mientos tuvieron sus propias temporalidades y alcances, ya que en Tijuana éstos eran silenciados, mientras que en Estados Uni­ dos las demandas tenían otras direcciones políticas. Frente a ello, del la­do mexicano y como reacción contestataria, surgieron grupos

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de mujeres de la elite política que, como parte de las campañas de moralización, se convirtieron en las portavoces de las feminida­ des tradicionales ancladas en la maternidad y orientadas al “res­ guardo” de la familia nuclear. Lo anterior se hizo explícito en los discursos de la época que criminalizaban a las mujeres, médicos y comadronas que llevaban a cabo los abortos y a quienes se sometían a ello. Así, las significa­ ciones en torno a qué eran las mujeres y qué representaba la femi­ nidad se convertían en los puntos de tensión frente a una nueva manera de pensar el quehacer político. En este sentido, podemos entender la zona fronteriza trans­ nacional como un espacio en el que se plasma el orden simbóli­ co, que con especificidad histórica clasifica y construye diferencias que se asocian con modos de vida desiguales, y donde el género opera como una de las clasificaciones de referencia primaria. Esto nos permite entender que las formas de regulación de lo “ínti­ mo” parecían hacer coherentes las exorbitantes desigualdades espe­cíficas de esta unidad geohistórica. A partir de un proceso de construcción de técnicas de disciplinamiento dirigido a cuerpos “específicos” —como el cuerpo significado de la feminidad asocia­ da a la maternidad— es que se construyó el aparente consenso sobre los códigos morales que guían las conductas y el gobierno de sí. Pero fue también en este contexto de interacción y vecin­ dad en la zona fronteriza en el que se generaron formas de acción que delinearon las disputas en torno a la moralidad que subyace a la sexualidad y al sexo, marcando con ello formas de regulación que a la vez dieron pie a reacciones y contiendas.

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Sobre los autores

Ximena Alba Villalever es candidata a doctora en Antropología por la Universidad Libre de Berlín donde cursa el programa del Colegio Internacional de Graduados “Entre Espacios”. Especialis­ ta en estudios sobre diásporas, su investigación se enfoca en la migración de chinos hacia América y Europa. Ha realizado traba­ jo de campo en China, Fran­cia y México. Con una perspectiva desde los procesos de globalización “desde abajo”, se interesa por la participación de mujeres chinas en circuitos de comercio trans­ nacionales. Federico Besserer Alatorre es profesor e investigador del De­ partamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metro­ politana, Unidad Iztapalapa (uam-i). Obtuvo su doctorado en el Departamento de Antropología de la Universidad de Stanford. Es maestro en Antropología por la Universidad de California, River­ side. Cursó sus estudios de licenciatura en la Universidad Autónoma Metropolitana en la ciudad de Méxi­co. Se ha enfocado al desarro­ llo teórico y metodológico de los estudios transnacionales en el marco del Seminario de Estudios Transnacionales de la uam-i. Su inves­tigación se enfocó primero en el es­tudio de comunidades trans­na­cionales y recientemente en el estudio de los procesos ur­ ba­nos transnacionales. Entre sus publicaciones se encuentran, Moi­sés Cruz. Historia de un transmigrante (1999); Topografías Trans­ nacionales (2004); San Juan Mixtepec: una comuni­dad transnacional ante el poder clasificador y filtrador de las fronteras (2006), con Mi­ chael Kearney; Ensamblando la ciudad transnacional. Etnografía [437]

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SOBRE LOS AUTORES

especular de los espacios urbanos transnacionales (2014), con Danie­ la Oliver. Mónica Georgina Cinco Basurto es licenciada en Antropología Social, por la uam-i. Tiene una maes­tría en estudios de Asia y Áfri­ ca con especialidad en China por El Colegio de México (El Colmex) y actualmente realiza estudios en el Doctorado en Ciencias Antro­ pológicas por la uam-i. Ha cur­sado estudios de lengua y cultura china en la Universidad de Sun Yat Sen, Guangzhou, China. Su principal área de investigación es la migración de chinos a Méxi­ co. Cuenta con diversas publicaciones sobre el tema. Desde 2012, promueve actividades culturales acerca de la presencia china en la ciudad de México. Valentina Glockner Fagetti obtuvo el doctorado en Ciencias Antropológicas en la uam-i con la tesis “Trabajo infantil y regíme­ nes de gubernamentalidad: slums flexibles, ongs y producción de subjetividades en la India contem­poránea”. En 2008 su tesis de li­ cenciatura ganó dos premios nacio­nales y fue publicada con el título “De la montaña a la frontera identidad, representaciones sociales y migración de los niños mix­tecos de Guerrero”. Ha pu­ blicado diversos artículos y capítulos en libros colectivos sobre infan­cia, migración, pobreza, pueblos indí­genas, medicina tradi­ cional, gubernamentalidad y la sociedad civil. Ha sido becaria del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) y ha par­ ticipado en proyectos de inves­tigación del Institu­to Nacional de Antropología e Historia (inah), Centro de Investiga­ciones y Estu­ dios Superiores en Antropología Social (ciesas)/Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (unicef), Benemérita Uni­ versidad Autónoma de Puebla (buap)-Programa de Mejoramiento del Profesorado (Promep) y la Universidad Autónoma Metropoli­ tana (uam)-Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Lisset Anahí Jiménez Estudillo es licenciada en Antropología Social por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Izta­ palapa. Fue investigadora y becaria del Conacyt del proyecto “El derecho a la ciudad transnacional”, de la licenciatura en Antropolo­ gía Social de la uam-i. Participó en el Se­minario de Estudios Trans­

SOBRE LOS AUTORES

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nacionales de la uam-i, en el marco del proyecto Conacyt 152521H, “La ciudad transnacional”. Luis Pedro Meoño Artiga es licenciado en Antropología por la Universidad San Carlos de Guatemala y maestro en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana, Uni­ dad Iztapalapa. Actualmente es estudiante del Doctorado en Cien­ cias Antropológicas en esta última universidad. Ha trabajado como investigador para el Centro de Investigaciones Regionales de Me­ soamérica (cirma) y la Fundación Rigoberta Menchú Tum, exa­ minando el estado de las relaciones interétnicas en Guatemala. Sus intereses académicos se ubican dentro de la antropología urbana, centrados particularmen­te en la Ciudad de Guatemala. Sus in­ vestigaciones abarcan temas que van desde las expresiones con­ temporáneas de la cultura po­pular, la migración de retorno y el surgimiento de nuevos colectivos laborales dentro de la industria transnacional de call centers en aquel país. Raúl Nieto Calleja es profesor-investigador del Departamento Antropología de la Uni­versidad Autónoma Metropolitana, Iztapa­ lapa, de la ciudad de Méxi­co, donde también ha sido coordinador del Posgrado en Ciencias Antropológicas y jefe del mismo depar­ tamento. Es doctor en Cien­cias Sociales por el ciesas e Investiga­ dor Nacional en el sni. Ha par­ticipado en el Programa de Estudios de Cultura Urbana y hace parte del Seminario de Estudios Trans­ nacionales (ambos del Depar­tamento de Antropología, uam). Es miembro del Consejo de Redac­ción de la revista Nueva Antropolo­ gía y fundador de la Asociación Latinoamericana de Antropología. Entre sus líneas de investigación actuales están estudios transna­ cionales, antropología urbana y del trabajo; representaciones del trabajo; e imaginarios laborales y sociales. Daniela Oliver Ruvalcaba es candidata a doctora por el posgra­ do en Ciencias Antropológicas de la uam. Su trabajo se ha centrado en el estudio de los mundos laborales en ciudades transnaciona­ les, migración indígena hacia espacios rurales y urbanos, así como procesos transnacionales de exclusión, bienestar y construcción de ciudadanía. Actualmente realiza una investigación sobre regí­

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SOBRE LOS AUTORES

menes afectivos del trabajo en enclaves turísticos. Es coautora de la publicación Excluidos y ciudadanos. Las dimensiones del poder en una comunidad transnacional mixteca (2012) y coeditora del li­ bro Ensamblando la ciudad transnacional. Etnografía especular de los espacios transnacionales urbanos (2014). Maribel Romero Loyola es estudiante del Programa de Maestría en Antropología Social del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropolo­gía Social (ciesas-Noreste). Es licenciada en Antropología Social por la Universidad Autónoma Metropoli­ tana, Unidad Iztapalapa. Fue investigadora y becaria Conacyt del proyecto “El derecho a la ciudad transnacional” de la licenciatura en Antropología Social de la uam-i. Participó en el Seminario de Estudios Transnacionales de la uam-i, en el marco del proyecto Conacyt 152521H, “La ciudad transnacional”. Lilia Adriana Solís Arellano es doctora en estudios sociales, línea de estudios laborales por la Universidad Autónoma Metro­ politana, Unidad Iztapalapa. Es maes­tra en Estudios Sociales y licenciada en Sociología por la misma Institución. Ha realizado investigación de campo en el municipio de Valle de Chalco Solida­ ridad, y en el estado de Oaxaca en Méxi­co; así como en Chicago, Nueva York y Oreg��������������������������������������������� ó�������������������������������������������� n en Estados Unidos. Participó en el Semina­ rio de Estudios Transnacionales y en el Se­minario de Estudios del Trabajo en la División de Ciencias Sociales y Humanidad de la uam-i. Realizó una estancia de investigación en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (cuny) en el año 2012. Lorenia Urbalejo Castorena es licenciada en Historia, maestra en Geografía Humana y docto­ra en Ciencias Antropológicas. For­ ma parte del Padrón de Jóvenes Investigadores (jóvenes que inves­ tigan jóvenes). Sus publicaciones más recientes son: “Un santo de mi devoción. El festejo a San Francisco de Asís entre los mixte­ cos de Guerrero en Tijuana”, en Migración y cultura popular y La ciudad como espacio vivido: mixte­cos de Guerrero en Tijuana. Ac­ tualmente es profesora en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales-Universidad Autónoma de Baja California (uabc) e inves­ tigadora en el proyecto, “Condiciones de vida e integración social

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de la población indígena en Tijuana” (cdi). Sus temas de interés en la investigación son: espacio urbano, frontera, migración, in­ dígenas y juventud. Areli Veloz Contreras es licenciada en historia por la Universi­ dad Autónoma de Baja Ca­lifornia, maestra en estudios laborales por la Universidad Autónoma Metropolitana y doctora en Ciencias An­tropológicas por esta misma universidad. Es autora del libro Mu­ ­jeres purépechas en las maquiladoras de Tijuana: experiencias y sig­ nificados del trabajo (2011). Ha impartido docencia en la Universidad Autónoma de Ba­ja California-Tijuana. Es especialista en temas de género, trabajo, frontera y cuerpo sobre los cuales ha publicado ca­ pítulos de libros y artículos en revistas especializadas. Actualmen­ te realiza una estancia posdoctoral en el Instituto de Altos Estudios Sociales (idaes) de la Universidad Nacional de General San Mar­ tín, en Argentina. Nancy Wence Partida estudió la licenciatura en Antropología So­ cial en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapa­lapa, donde participó como investigadora del proyecto interinstitucio­ nal “North American Transnational Communities”. En el año 2008 obtuvo la beca Erasmus-Mundus para cursar la maestría en Antro­ pología de Orientación Pública en la Universidad Autóno­ma de Madrid. Actualmente cursa en cotutela el doctorado en los pro­ gramas de posgrado en Ciencias Antropológicas de la uam-i y An­ tropología en la Universidad Autónoma de Madrid. Su investigación más reciente estudia los circuitos migratorios transnacio­nales que unen a la ciudad de Cochabamba en Bolivia con la Ciudad de Ma­ drid en España.

La ciudad transnacional comparada Modos de vida, gubernamentalidad y desposesión se terminó en enero de 2015 en Imprenta de Juan Pablos, S.A. 2a. Cerrada de Belisario Domínguez 19 Col. del Carmen, Del. Coyoacán México 04100, D.F. 1 000 ejemplares

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