La recopilación de datos y el trabajo de campo

August 22, 2017 | Autor: J. Ruvalcaba Mercado | Categoría: Antropologia, Etnografia, Etnoecologia, Etnohistoria
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Descripción

5. La recopilación de datos y el trabajo de campo1 Sinopsis. En este capítulo se abordan las tribulaciones y los avatares más frecuentes de quienes hacen trabajo de campo antropológico y, en menor medida, de quienes consultan archivos; es decir, de quienes trabajan con la sociedad viva, sea con etnografía o historia. Como en general no se nos prepara en las aulas, ni por parte de los profesores o directores de tesis para el tipo de situaciones que vamos a encontrar, lo que sí podemos llevar es una orientación y algunas sugerencias prácticas para no caer en los errores básicos a que está expuesto cualquier principiante en las ciencias sociales. 1. "Y ¿ahora qué hago?". Las primeras experiencias del trabajo etnográfico.

Hay pocos momentos tan desoladores en el oficio antropológico como los que pasa el o la recién desempacada antropóloga en sus primeros días in situ. No obstante, el momento de desolación o de desánimo puede suceder también mientras todavía se está en casa o durante el viaje al destino escogido. Luego de unos días de euforia, de encantamiento, de temor o incluso de pánico, la mayoría atravesamos por un periodo de desánimo cuando cansados, todavía desconocidos para la mayor parte de la comunidad o, de plano, “invisibles” para los nuevos vecinos, en un nuestro afán para lograr la integración al ritmo de las formas sociales del pueblo o del grupo, los habitantes ni siquiera responden las preguntas de cortesía; a varios y varias colegas les pasa en las primeras noches sin luz o sin los servicios a que se está acostumbrado, aunque tal vez mejor habría que decir condicionado. A otros más, después de los primeros meses entusiastas por la convivencia y el aprendizaje obtenidos con verdadera devoción y vocación antropológicas, luego de darse cuenta de que, o bien les tomaron el pelo cuando los vecinos les contaron lo que ellos querían escuchar o de enterarse que de plano les mintieron. A algunos otros les ocurre al final del periodo de recopilación cuando creen que apenas las personas se empiezan a abrir a sus indagaciones y, en otro sentido, a bastantes les acontece en la etapa de redacción, al momento de darse cuenta de todas sus lagunas... pero, quizá a la mayoría le sucede durante casi todo el proceso de búsqueda de la comunidad, instalación en la misma, recopilación de la información, catalogación y redacción o presentación de resultados. Estas experiencias son complementarias de aquellas otras que podríamos llamar “los giros de tuerca” del trabajo etnográfico, que también son una ayuda inapreciable para entender la diversidad cultural. La escena en que salen Geertz y su esposa corriendo del palenque donde asistían a las peleas de gallos en una aldea de Bali, la de Clastres tirado en su hamaca y despertado por un pedo nauseabundo que algún mozalbete Yanomami le tirase casi en la cara, o varias otras que cualquier antropólogo, hombre o mujer, puede contar, formarían un

anecdotario tan extenso como el acervo que conforman el cuerpo disciplinario teórico metodológico y los textos etnográficos de la antropología. Aquí no tomaré los pasajes anecdóticos sino que intentaré responder a las preguntas que surgen durante el periodo de campo cuando se empantana el trabajo de compilación, clasificación y elaboración de los datos sociales, expresión de la crisis que por lo regular adquiere la forma del Y... ahora, ¿qué hago?

El objetivo de estas líneas responde a la inquietud de transmitir a quien se inicia las oportunidades que brinda el trabajo de campo, etnográfico o de archivo, tanto a nivel personal como profesional. El lector no encontrará recetas para llevar a cabo un trabajo de campo eficaz, brillante. Excepto la dedicación constante no las hay. La intención de estas líneas es más bien ayudar al principiante a no sufrir los descalabros que se derivan de los errores más frecuentes que se cometen durante los primeros acercamientos cuando la fuente de información involucra a los seres humanos o a sus registros escritos y los tropiezos que se encuentran al interactuar con personas o grupos de ellas. Asimismo, se pretende dar algunas orientaciones para hacer más eficiente tanto la búsqueda como el registro de datos obtenidos sobre todo del trabajo de campo etnográfico.

En este sentido, la primera parte de estas líneas se acercan más a solucionar problemas de comunicación que del oficio antropológico. Pero ya que se hace especial referencia al trabajo de campo como se entiende en la antropología, sólo recordemos que a partir de la institucionalización de la disciplina dentro del sistema de enseñanza universitario, en el siglo XIX, el trabajo de campo y el de archivo han sido su principal base de datos e información. De hecho, lo que tiene el oficio de ciencia lo ha logrado con base en el mismo y, sobre todo, a partir de que se sistematizaron las bases metodológicas y se establecieron (de manera temporal) los principios teóricos que lo rigen para que el mismo esfuerzo rinda resultados en grado óptimo que se puedan corroborar de manera sistemática a través del cotejo entre la teoría y los datos empíricos. Lo anterior no elimina las interrogantes y dudas a que se han visto sometidos los todavía no totalmente definidos principios teóricos de la antropología ni que antes de su tratamiento académico haya habido aportaciones notables para las ciencias sociales en general; de hecho, ya se habían establecido las bases antes de su incorporación a la academia a través de la expansión colonialista europea por el mundo. Sólo recordemos que la antropología es tan antigua como la propia curiosidad humana por sus semejantes y que la reflexión dentro de su ámbito creció y maduró a la sombra del colonialismo en diversos

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momentos y lugares de nuestra historia. Al respecto, Flanet señala que si estamos dispuestos a admitir que cuando llegamos a una comunidad rural estamos tan “desnudos como un niño que tiene que aprender todo de los demás” ello podría ser una lección de “sabiduría y modestia” que podría ayudar a descolonizar a la disciplina (1977: 12-13).

De las definiciones. Con el trabajo de campo se sentaron, impulsaron y renovaron las bases para la obtención directa de datos y así entender la trayectoria convergente o divergente de las culturas, de la sociedad humana y de la civilización. El trabajo de campo pasó entonces a constituirse en el pilar de la teoría y del método de la antropología y como concepto puede definirse como la técnica teórico metodológica ―a la vez que la fuente principal― que con base en la convivencia prolongada, la observación participante cotidiana en las actividades del grupo en cuestión, su registro sistemático, clasificación y análisis nos ayuda para conocer el origen, el desarrollo y las posibles causas (explicación) de la diversidad y la convergencia culturales (además del registro sistemático de la información, la clasificación de los materiales y su análisis, el avance antropológico implica la presentación de resultados). Para su mejor culminación, lo anterior implica tanto la observación etnográfica como la consulta de archivos, sobre todo cuando se trata de estudiar procesos de larga duración. Por cuestiones de orden, se puede dividir la etapa de trabajo de campo en: 1) la elaboración del proyecto de investigación, 2) la etapa de recorrido de área, 3) la instalación en la comunidad o entre el grupo (rural o urbano) que se escoja y 4) la realización del trabajo de campo mismo que comprende: a) la elaboración del diario de campo, b) la clasificación de la información y demás materiales y c) la elaboración de las fichas de trabajo. Como cualquier estudiante avezado podrá notar, en condiciones óptimas (que pocas veces se logran en la realidad) todo este proceso no es sino una parte de lo que comprende la etapa completa de investigación, que además incluye la fase de búsqueda de recursos, la formación del equipo humano y tecnológico, las reuniones previas en las que se discuten los planteamientos de la investigación general y particulares y, después de la investigación, la presentación de resultados. Como el título anuncia, este trabajo sólo tocará lo correspondiente al trabajo de campo. ¿Para qué sirve el trabajo de campo? Antes que nada, el trabajo de campo es un encuentro consigo mismo. Este es un aspecto al que no se le da la debida consideración puesto que, en principio, dentro de la concepción científica del mismo, el trabajo de campo es, primero, la

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fuente de donde el investigador social obtendrá sus datos para estudiar un grupo, una cultura o una sociedad, con frecuencia, guiado por un tema o por un problema. Empero, más importante que los datos mismos, el trabajo de campo en sentido antropológico, sobre todo el primero en el tiempo y, a veces el único, acarrea para el investigador una reflexión sobre sí mismo a través del encuentro cultural que implica entender o a tratar de entender la lógica que guía la vida, actividades, pensamientos y tareas del otro así pertenezca al mismo grupo. El mirarse uno en el espejo de la cultura, no es sin embargo el objetivo principal ni el más agradable al llevarlo a cabo, aunque sea la consecuencia más duradera y de mayor impacto en el sujeto. Así que hasta aquí ya tenemos dos respuestas: entre otras cosas, el trabajo de campo sirve de manera primordial para tener un encuentro consigo mismo y, en segundo término, para obtener información sobre un tema o problema de orden social que se desea investigar y tal vez contribuir a solucionar. Dentro del desarrollo de la disciplina el que más importa es este último.

Hay dos cuestiones de peso que intervienen en la concepción del trabajo de campo que tienen que ver con la evolución de la sociedad y de la cultura o, dicho de otra manera, con la historia de los grupos humanos. El problema se presenta cuando se trata de hacer corresponder los hechos humanos con leyes válidas para un espectro de conductas más amplio que las que existen en el presente, con nuestras semejanzas y diferencias pero con un solo y único destino. Bajo el supuesto de que se pueden formular leyes universales hay dos premisas asumidas: el que los hechos sociales y culturales son entendibles y explicables desde una lógica científica; es decir, que son sujetos de medición y predicción aunque sea de manera limitada. La dificultad de plasmar las regularidades se deriva de la naturaleza misma del objeto de estudio, de cómo interviene el equipamiento cultural del investigador y, asimismo, de nuestra comprensión parcial de los hechos humanos. Y la otra es que se da por cierto que a través del trabajo de campo se adquiere conocimiento que puede ser más o menos aprovechado porque nos ayuda a entender la conducta de los individuos, su actuar y contar en función de variables que van más allá de la voluntad personal o individual. Al observar comunidades humanas nos queda la certeza de que además del individuo como ser social, existen diversas variables que, como grupos, nos limitan, condicionan o motivan para construir la cultura como instrumento de mediación entre la sociedad y la naturaleza.

La fuente que proporcionará los datos para formular los teoremas y luego las leyes a que se ajustan los hechos sociales es el trabajo de campo en su dimensión histórica correspondiente.

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No hay por ahora otra forma de saberlo más que cotejar de manera sistemática las supuestas regularidades y diferencias sociales y culturales y su explicación teórico metodológica con nueva información e interpretaciones. Tampoco existe la certeza de que una vez validadas las leyes sociales vayan a repercutir de inmediato en la mejoría de las condiciones de vida de la humanidad. Sin embargo, sí se puede afirmar que el trabajo de campo es por ahora el único instrumento -o técnica- para probar, confirmar, rechazar o modificar los supuestos de las ciencias sociales y buena parte de las naturales.

Así se trate de un trabajo de campo breve, es importante tener en mente que los hechos sociales, lo mismo que la cultura y la sociedad en que se estudian cambian día a día y que en ese sentido, aquello que registra el investigador en el campo es el resultado de un proceso histórico y social irrepetible que puede ser objeto de reconstrucción y análisis, pero no de una nueva observación directa. Este es una diferencia cuantitativa —no cualitativa— entre las ciencias naturales y sociales, su objeto, su metodología y su capacidad de observar de manera repetida en condiciones de laboratorio, para experimentar con las supuestas variables de manera alterna y controlada.

Los preparativos del trabajo de campo. Ante la perspectiva e ineludible disposición para hacer el primer trabajo de campo, es casi general pasar por una etapa de entusiasmo —no exento de cierto nerviosismo o de temor llano— previo a la salida en que se iniciará de hecho el trabajo de campo sistemático: ¡por fin llega la convivencia con los ideales! Es frecuente que esta etapa se confunda con salidas ocasionales por hasta unos cuantos días, máximo una semana, al mismo lugar por dos o tres veces al año. No es a este tipo de "trabajo de campo" al que se refieren estas líneas, aunque la reflexión también sea válida para dichos recorridos, que se mueven entre el viaje turístico y el reconocimiento inicial etnográfico. Pero aún estas cortas visitas pueden ser mucho mejor aprovechadas si se toman algunas previsiones para que en verdad resulten fructíferas, de la misma manera que para el trabajo de campo. Con lo anterior no aludo a preparar la vitualla, los objetos materiales que deben cargar algunos antropólogos para hacer confortable o menos difícil su existencia durante su convivencia entre los elegidos para llevar a cabo su investigación; a este punto volveremos luego. En primer lugar, me refiero a las consideraciones y tareas de tipo académico que facilitarán sobremanera el levantamiento de datos y, en segundo, a una necesaria orientación que resultará de mucha valía para que el

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investigador no se pierda —al menos no demasiado—en el mar de nueva información emotiva y profesional que recibirá mientras dure su estancia en el campo.

Es común salir sin mayores preparativos que los necesarios para una estancia más o menos prolongada lejos de casa porque uno cree tener alguna leve idea de lo que se pretende observar en el campo y con frecuencia se piensa que el problema o el asunto saldrán al paso conforme se establece “el contacto con la realidad”. Por la propia sensibilidad o por los tropezones con los hechos es, en efecto, muy probable que así suceda. No obstante, es frecuente que transcurra el periodo de campo sin vislumbrar siquiera el objeto de la investigación, menos aún de haber resuelto o haber contribuido a resolver un problema. Muchos recién egresados, se lanzan sin más ni más al campo, como si se tratara de una aventura, que también lo es, para regresar, a veces motivados, pero sin saber con exactitud de qué se trata el trabajo de campo antropológico o bien decepcionados de la profesión, al admitir (o sentirse incomprendidos) que nada lograron durante su estancia lejos del hogar.

Para evitar estos atolladeros, es necesario haber leído la bibliografía básica acerca del problema, la región y el tema. Además, es indispensable concebir de antemano el problema que se quiere estudiar y diseñar una estrategia de la manera en que se va a investigar cada aspecto del mismo. Ambas cuestiones se resuelven al elaborar el proyecto de investigación aunque de todas maneras resulta conveniente reflexionar acerca del problema y cómo se pueden obtener los datos para resolverlo antes de ir al campo. Es decir, no siempre se empiezan la observación y obtención de datos alrededor del tema central sino que, en general, se inicia la recolección con información acerca de cuestiones aledañas que ayudan a entender y ubicar la problemática escogida. Cada una de estas tareas, quizá una a la vez, deben programarse y estipularse para la propia ayuda antes de salir al campo. Por ejemplo, si se va a estudiar el papel de los infantes en la economía familiar no está por demás detenerse un rato a pensar: ¿qué variables puedo medir? ¿en qué sectores lo voy observar? ¿cómo puedo observar y medir dichas variables? O, en otro plano, si se van a aplicar encuestas, determinar la muestra y las categorías a quienes se aplicarán, parámetros y variables a considerar y el modo en que se relacionan entre sí. Si se trabajará de manera central con la observación participante, entonces, saber siquiera en qué época del año ocurren los procesos que se van a investigar, si es la familia, un grupo de ellas o la comunidad quien los realiza; qué variables

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serán las más fáciles de medir, qué se puede preguntar sin caer en la parcialidad, cuáles cuestiones es mejor no preguntar, etcétera.

Estos momentos de planeación, por mínimos que sean, rendirán con creces en tiempo y calidad de la investigación aunque no siempre resultará lo que se busca. Hay una alta probabilidad de que aun en el caso de pensar, reflexionar y tener una idea de qué se va a hacer y por dónde se va a empezar, el contacto con la realidad escogida dirija la atención por otros rumbos que poco tengan que ver con lo planeado, así que es fácil imaginar qué pasaría en el caso de no tener siquiera una idea de lo que se quiere hacer. Tan importante como el resultado es el guardar la honestidad científica para atreverse a presentar los resultados con sus logros y fracasos. Sin caer en la autojustificación ni en el desánimo, hay que exponer con claridad y objetividad el proceso de la investigación con sus avatares, avances, descubrimientos, escollos y errores; lo esperado y lo inesperado; los resultados y su corroboración a favor o en contra de las hipótesis.

Para tener una mejor planeación de lo que se podrá y lo que no se podrá realizar mientras dure la estancia en el campo debe quedar muy clara la distinción entre visita, paseo, prácticas, recorrido de área y trabajo de campo. Cada una de ellas cubre objetivos diferentes y no es que sean mejores o peores unas que otras, es sólo que cada una es más o menos adecuada para resolver problemas específicos de la investigación. Por ejemplo, una visita es muy pertinente cuando se desea llenar lagunas, completar información o corroborarla una vez que se ha realizado el levantamiento de datos. Una práctica de campo resulta pertinente para familiarizar al principiante con las técnicas de la disciplina pero es insuficiente si se trata de profundizar en un problema. Un recorrido de área antes de instalarse en la o las comunidades es necesario para adquirir una visión general de la zona y de sus pobladores. Por su lado, el trabajo de campo implica la convivencia prolongada en la comunidad en donde se llevan a cabo los estudios.

Vale la pena dedicar un breve comentario sobre la pertinencia o no de llevar una teoría elaborada o en todo caso, cierta inclinación teórico metodológica antes de salir a la búsqueda de datos particulares. Ciertos investigadores, con una posición ingenua creen poder evadir esta cuestión, apostando a que lo mejor es salir con una "mirada virgen", libre de "prejuicios teóricos", puesto que al final los datos mismos aparecerán armados de manera que el investigador sólo tendrá que exponerlos en la secuencia que los encuentre para que queden configurados dentro de una teoría.

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Según este punto de vista, la acumulación de datos e información basta en sí misma para encontrar la lógica y las leyes que gobiernan los hechos observados. Hoy sabemos que esta premisa es falsa por completo.

El hecho de no llevar en claro cual es la posición teórica que da lugar al planteamiento y, quizá, a la resolución del problema no quiere decir que se carezca de una posición y ciertos principios teórico metodológicos; el asumir no llevarlos es ya una posición (estéril y, a veces, peligrosa) de investigación. Lo mejor es hacerla explícita y estar consciente de sus alcances y limitaciones. Pero también la posición contraria, es decir, casarse con una teoría de antemano, conlleva el riesgo de tratar de ajustar a la horma de la teoría los datos que se encuentran en el campo. Por supuesto, este principio también conduce a la esterilidad teórica, al desperdicio de recursos y, lo que es más grave, al dogmatismo científico que se niega a confrontar, analizar o escuchar a quienes no comulgan con sus principios o premisas teóricas. Así pues, aquí yo recomiendo honestidad intelectual, criterio y objetividad para admitir confrontar las propias ideas con los datos obtenidos. Tener claros los principios teórico metodológicos que uno adoptará y ser congruente con los mismos.

¿Cuánto debe durar el trabajo de campo? Una vez decidido el tema y tener la aprobación o los recursos para efectuar la investigación que se plantea, la pregunta es ¿cuánto debe durar la estancia en el campo?, ¿qué tiempo se requiere para levantar los datos?, ¿en cuánto tiempo se podrán realizar las tareas específicas que implica la investigación? Aclaro que la respuesta es con la mente en el trabajo de campo como se entiende dentro de la práctica antropológica; otras disciplinas tienen sus propios requerimientos aunque no es mala sugerencia el que debieran consultar cuando se requiera (como sería el caso para la elaboración de documentales, películas, elaboración de guías turísticas, textos escolares, programas de inversión y apoyo rural, de desarrollo, crédito, educación o políticos, etcétera) los servicios de un especialista con amplia experiencia de campo. Una vez elegida la comunidad, según la experiencia de varios autores, el trabajo de campo puede durar no menos de 6 meses hasta un máximo de 2 años seguidos. Menos de seis meses no es recomendable (a los que se debe añadir los recorridos de zona) porque no son suficientes para descifrar los códigos de la cultura, conseguir la aceptación o confianza del grupo e indagar en su pasado. Tampoco es recomendable hacer trabajo de campo en una estancia de más de dos años seguidos porque se puede llegar a la saturación, al ahogamiento con los datos, cuya cantidad y volumen luego acarrearán terribles problemas para

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poderlos manejar. En todo caso, si se piensa en hacer trabajo de campo muy prolongado, es mejor dividirlo en etapas de manera que se puedan redactar avances luego de cada temporada de campo. Es también importante darle un lugar al azar o “a la suerte” aunque con mayor frecuencia es el tacto y la sensibilidad personales lo que nos ayudará a establecer un contacto rápido, cordial y adecuado con las personas indicadas para acelerar la investigación (también sobre este punto se vuelve más adelante).

Si el levantamiento de datos implica el aprendizaje de otra lengua deberá de considerarlo para su estancia porque el mismo esfuerzo de hablar lo básico, sin llegar al dominio total del idioma, será muy apreciado por los pobladores; cursos previos si los hay le ahorrarán mucho tiempo y sinsabores en ese sentido. Otra consideración relevante es el tiempo mínimo que se requiere para observar el fenómeno o proceso elegido. Por ejemplo ¿en cuánto tiempo se levanta una genealogía, un padrón si no existe, qué tiempo se llevan las cosechas, cuánto un proceso fabril, urbano, popular? En otras palabras, además de su ritmo, se deben considerar los tiempos y ritmos de la comunidad o grupo en que se va a investigar y también la periodicidad de los acontecimientos que se deben observar.

En el otro extremo, el trabajo de campo no se puede prolongar más allá de cierto límite porque se corren riesgos muy altos de empantanarse en la búsqueda de soluciones y de abrumarse con la información, sobre todo al momento de redactar. Lo anterior se aplica tanto al trabajo de campo como de archivo y es probable que a muchos otros también. No es justo medir con el mismo rasero a cada proyecto de investigación antropológica, ya que cada uno conlleva sus propios límites. Sin embargo, por la experiencia de varios profesionales, pareciera ser, como ya dije, que un trabajo de campo no puede ser menor de seis meses ni mayor —en cada etapa corrida y salvo excepciones— de año y medio o un máximo de dos años. Lo de cada etapa continua viene al caso para advertir no sólo sobre el riesgo de la sobre información y por lo tanto del atiborramiento de datos con la secuela de mayor dificultad al redactar o presentar resultados, sino también del peligro que representa la “aculturación al revés" que sufre el investigador con la consecuente pérdida de la objetividad; lo anterior por supuesto no impide el compromiso ni contradice la ética del investigador. El recorrido de área se refiere a la etapa previa a la instalación en la comunidad, también aplicable al caso de las cuestiones urbanas, en las que uno tiene el primer acercamiento real con

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el tema, el problema y con las personas que los viven. Es obvio que ya se tiene el proyecto de investigación, que sería el acercamiento teórico a los mismos, pero todavía no sabemos de verdad qué tan asequible será el investigarlos. Durante el recorrido de área empezarán las indagaciones que nos indicarán, al menos, de si son viables nuestros planteamientos y en dónde sería el mejor punto para estudiarlos. Además de tener una visión amplia aunque superficial de la zona, esta etapa de recorrido es de suma importancia puesto que con frecuencia, alguna comunidad y la empatía que de entrada establecemos con sus habitantes "nos late" o no más que otras. La etapa de recorridos es un periodo de recopilación de información general en la que además de reconocer la región o zona, se indagan cuáles son las formas de transporte, las facilidades domésticas con las que se contarán para realizar el trabajo de campo, el "carácter regional" de la población, las facilidades o dificultades prácticas que se encontrarán en términos generales, la presencia o ausencia de materiales escritos, los personajes claves del poder regional, las fuerzas políticas, sociales, económicas más relevantes, los peligros más evidentes, los horarios de trabajo, comidas y descanso más comunes, etcétera. Sólo hay que tener en cuenta que familiarizarse con la región y sus pobladores es ya un buen punto de inicio pero, como veremos enseguida, no garantiza un resultado académico exitoso.

Y, ¿cuánto debe durar la etapa de recorridos? La respuesta es un asunto de sentido común, aunque yo recomiendo no menos de dos semanas ni más de un mes y medio si se trata de una región muy amplia. Es obvio que con alguien que conozca la zona ―y mejor si se va en equipo― se podrá ahorrar mucho tiempo y, además, familiarizarse no sólo con las cuestiones prácticas del diario sino además con temas de importancia no contemplados, dónde y quiénes han trabajado por allí o con personas claves de la región que luego pueden colaborar bastante en la investigación. Con todo, hay ahora varios tipos de restricciones financieras que de seguro también influirán en la duración tanto de esta etapa como de la del trabajo de campo. Por ejemplo, y ya que estas líneas están dirigidas a las personas que empiezan, de seguro que las becas o apoyos con los que contarán en el mejor de los casos no pasará de un año. Así que entonces yo recomendaría unas tres semanas de recorrido para en la cuarta ya instalarse donde uno haya escogido. Otra recomendación, que yo retomo del Dr. Ángel Palerm, es la de caminar las veredas de una comunidad a otra, subir los cerros o entrar en los barrios a pie si se trata de un tema urbano. Lo mismo que el intercambio en grupo, este ejercicio ayuda mucho a entender la topografía regional o los vericuetos de las colonias urbanas además de desarrollar la observación personal que será una de las herramientas fundamentales del trabajo etnográfico. Los recorridos

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nos llevarán finalmente a escoger el lugar en dónde nos instalaremos y, de alguna manera, a perder o a dominar los sentimientos de angustia iniciales. Nos prepara para saber lo que nos espera, si no con certeza, al menos con mayor claridad.

Una vez instalado en el campo, el investigador se enfrentará al problema de cómo integrarse a la rutina diaria y no pasar desapercibido para sus integrantes como si fuera "invisible". Aquí tampoco hay recetas. Aquellos manuales que manejan el tiempo por semanas pueden ayudar a evaluar los avances pero mi recomendación es no hacerles caso porque cada tema y problema conllevan sus propias trabas para ser investigados. Lo que sí es un hecho, de acuerdo con quienes han hecho trabajo de campo prolongado, es que existen ciertas etapas comunes al trabajo de campo por las que pasa la mayoría de los investigadores, a las que enseguida se hará breve referencia.

Las cuatro etapas del trabajo de campo: la admirativa o paradisiaca, la anecdótica, la del entendimiento y la de la comprensión. En general el trabajo de campo, sobre todo el primero, se divide en cuatro etapas. La primera, la admirativa o paradisiaca, es una que se apega al romanticismo y a la utopía. Se quiere cambiar el mundo o a uno mismo/a de manera tajante y radical; cuanto más lejos de nuestra cotidiana realidad más probabilidades de éxito tendremos, pensamos. Esta fase está llena de ideales, mitos e ilusiones que no tardarán en desaparecer. Los materiales que se obtienen durante ella son casi irrelevantes o superficiales; caen en el ámbito de la generalidad pero ayudan a entender lo que no hay que hacer y a orientar el camino que sí se debe seguir. Desde luego, la asistencia de un especialista (director o asesor de tesis, o de alguien con mayor trayecto recorrido) ayudará a salir del bache con mayor rapidez. Superada la etapa de la ilusión viene enseguida la que he llamado la anecdótica: “ahora sí, ya entiendo lo que pasa en la comunidad”. Abundan las tesis y las investigaciones plagadas de anécdotas que suplantan las explicaciones. Por ejemplo, lo que le pasó al o a la investigadora cuando le ofrecieron las primeras comidas, cómo fueron los contactos con la primera persona que le medio aceptó; si es en el medio rural, sus encuentros con los bichos e insectos; los excesos o falta de importancia que se otorgan a los que el o la investigadora considera puntos centrales de la vida; la manera en que se organizan las tareas; las relaciones entre los jóvenes de diferente sexo, etcétera, todas ellas, claro, en función de la presencia, la percepción y la interpretación propias. No quiero restar importancia a las anécdotas ni al efecto que tienen sobre la investigación los problemas y percepciones particulares e individuales; unas y otras, quizá puedan ayudar en efecto

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a entender las malas interpretaciones entre personas con diferente cultura. Cuestiono que las anécdotas substituyan a la reflexión y al análisis; que los pasajes anecdóticos no rebasen el límite de lo pintoresco porque así se tendrá siempre una explicación folklórica, redundante o tautológica del actuar de los grupos. Siguiendo con el ejemplo: ¡Ah! ¿No levantan las cosechas del café?. Esto sucede porque creen en los dueños de la tierra y de las plantas y este año no les pidieron permiso ¿Se mezclan los personajes en las danzas? Muy original pero eso demuestra que no tienen un sentido de la historia y cosas por el estilo.

La etapa de el entendimiento. Esta es la etapa necesaria que requiere cualquier investigación si se quiere aventurar explicaciones. Aunque para lograr alcanzarla influyen la naturaleza misma del tema o problema a investigar, también tiene que ver el tipo de datos que se preguntarán, la percepción y el tacto de la persona. Este periodo comprende la familiaridad y adaptación del investigador con su nuevo entorno, así como la aceptación y disposición o no del vecindario para proporcionarle la información pertinente. Como se desprende de los estudios antropológicos, no hay un tiempo preciso para que lleguen una u otra. En general intervienen factores no contemplados y, por supuesto, la sensibilidad y la pericia del investigador pueden actuar como catalizadores. Un par de principios básicos serían el de tener la humildad científica suficiente para aceptar que se va a aprender y pensar que siempre habrá más de lo que se desconoce que de lo que se conoce. Pareciera ser que el lapso para alcanzar dicha etapa no puede ser menor de seis meses ni mayor de un año y medio. Si sobrepasa este tiempo y no se entiende más o menos lo que pasa en la población, hay que regresar de inmediato a consultar el gabinete o a su asesor.

Los datos, la información, no llegan si no se buscan, pero tampoco hay que obsesionarse con su obtención —sobre todo al principio— pues se corre el riesgo de cometer varios errores que perjudicarán el avance de la investigación y la aceptación del investigador dentro del grupo. También es probable que aquellos miembros del grupo que colaboran en la investigación proporcionen información de más, inventada conforme la quiere escuchar el investigador y, por ende, éste recopile información falsa, inventada o tergiversada. Es muy conveniente confiar en la intuición pero no tanto que induzca a levantar los datos de forma caótica, al garete, sin mayor ilación que la que se puede observar por la rutina comunitaria. Lo anterior se puede resumir en los siguientes pistas: a. Conocer y familiarizarse con la rutina comunitaria y en especial con aquellas actividades relacionadas con el objeto de la investigación que se desea llevar a cabo, b. Saber comportarse en los espacios en que transcurren tales actividades, c. Preguntar siempre que sea

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necesario pero sin interrumpir las tareas o los ritos ni quitarle tiempo a los colaboradores o participantes, d. Tener en mente que las primeras personas que busquen al investigador no sean las más idóneas como colaboradores en la investigación.

Cuarto, la etapa de la comprensión. Esta etapa viene sólo después de una prolongada reflexión cuando ya no se está en el campo, sino que ordenada la información, redactado un borrador y confrontados los datos con muchas otras explicaciones, recién se empieza a caer en la cuenta de fallas, aciertos y lagunas. Quizá venga más o menos rápido, quizá tarde años, lo cierto es que sólo la sistematización de los datos y la confrontación con cientos o miles de lecturas hechas de manera ordenada pueden hacer avanzar la comprensión. Una condición necesaria para llegar a esta etapa es la lectura sistemática —es decir, ordenada, no caótica ni azarosa— de múltiples otros autores, reportes y etnografías para poder confrontar, desechar o enriquecer las propias reflexiones y conclusiones. Desde luego, si se quiere aprovechar de la mejor manera el trabajo de campo y la entrega de resultados, la lectura sistemática, más que un hábito, es un requerimiento indispensable que debe practicarse diariamente durante la preparación del proyecto, en la fase previa y durante el trabajo de campo y desde luego en la redacción de los resultados. De otra manera, se corre el riesgo de desconocer el estado de la cuestión, lo relevante del tema, la orientación que debe tomar el propio trabajo de campo y entregar resultados de lo más intrascendentes, como se puede ver, por cierto, riesgos nada despreciables (un acercamiento a las etapas del trabajo de campo un tanto diferente se puede consultar en Sandstrom, 1991: 5055). Dicho lo anterior, ahora podemos volver a la pregunta inicial: ¿y, ahora –mientras estoy en el trabajo de campo– qué hago?

En primer lugar, participar con el mayor respeto en la vida comunitaria, grupal o familiar. El respeto a la dignidad de las personas en todas partes es importante y central para la propia seguridad. Con lo anterior me refiero tanto al respeto hacia uno mismo como al de todas y cada una de las personas de la comunidad escogida. De no ser respetuoso, incluso en el caso de ser aceptado dentro del grupo o de la comunidad, además de los peligros personales, se correrá el riesgo de que los datos obtenidos no serán confiables. Lo anterior no quiere decir que todos los habitantes serán respetuosos con el o la investigadora durante toda su estancia en el campo. Lo que quiere decir lo anterior es que con el tiempo (otra vez la necesidad de un trabajo de campo

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prolongado) la gente otorgará y tratará al nuevo miembro comunitario con las credenciales ganadas. Y las personas están bien enteradas de ello. Aun cuando uno piense que pasa desapercibido, es un hecho que a partir del segundo o tercer día luego de la instalación, la comunidad está consciente y alerta de lo que uno hace, dice y cómo actúa. Llega a tanto la comunicación intracomunitaria que, bien pronto, todos o la mayoría, sabrán qué es lo que uno come, de dónde viene, qué hace, qué le disgusta aunque se sigan “haciendo los occisos”. Así que mejor hay que darlo por hecho y continuar con el trabajo. Es decir, dé por hecho que ya lo tienen ubicado, qué investiga y qué hace allí en el seno de la comunidad y, por otro lado, dé por hecho que ellos van a hacer lo posible para protegerle aunque ello sea una responsabilidad individual.

En segundo lugar, tener la mente abierta para aceptar y comprender aquello que se nos quiere trasmitir y no lo que uno piensa que es lo más relevante. O sea, asumir con toda humildad que es uno, el ajeno, quien va a aprender. Es común encontrar que profesionistas de todas las disciplinas creen que por haber estudiado en la universidad (pareciera ser que conforme se es más ignorante es más marcada la actitud de superioridad) nada tienen que aprender. Es decir, como en cualquier profesión, grupo o disciplina hay que tratar como semejantes a nuestros semejantes: con sus aciertos, errores, fortalezas y debilidades. No tratarlos como si fueran niños o seres superiores; no tomar una actitud de prepotencia, menosprecio o admiración infantil. Ni despreciarlos ni magnificarlos. Si somos semejantes, actuemos como tales. En tercero, aplicar las técnicas del trabajo de campo. En este apartado se pretende dar una orientación sobre las técnicas para recopilar información etnográfica para hacer más redituable el tiempo que se dedica a ello en los primeros meses, así como para facilitar el manejo, la clasificación y el ordenamiento de la misma. Más que recetas o consejos, se presentan los pros y contras de los diversos recursos con los que cuenta el antropólogo para obtener, registrar y manejar los datos que busca para lo cual se supone que se pasarán estancias prolongadas para convivir con los pobladores, participar en sus tareas, trabajos y discusiones; es decir, integrarse a la comunidad, vivir su existencia cotidiana con el ánimo de entenderla y explicarla, no de ser su vocero ni transformarse en uno más. Es sabido que conforme se identifica el investigador con los miembros de una comunidad se pierde capacidad de análisis. Para que no haya confusión respecto a mi posición, es de señalar que el evitar esta aculturación al revés no implica la falta de compromiso con los problemas de la comunidad. De hecho, si se quiere

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participar en la solución de los problemas comunitarios, es necesario un análisis objetivo que se dificulta sobremanera cuando el analista se ha involucrado en la lucha misma. En cuarto lugar y como requisito básico: elaborar un diario de campo. Este es el más importante y fundamental recurso del investigador de campo sea cual sea su especialidad. Se trata de un diario en todo el sentido de la palabra en el que habrá de anotarse el acontecer cotidiano de la sociedad con la que uno convive. En el mismo hay que registrar de manera sistemática y diferencial lo que uno observa, lo que se nos cuenta y, si se nos ocurre, lo que uno en ese momento relaciona para su confrontación o corroboración con las lecturas que se han hecho o se hacen. El diario de campo es la fuente, la memoria, el registro primordial del trabajo de investigación y, al momento de redactar, el principal manantial de información en el que se reflejará la cantidad y la calidad de la investigación y de la aportación individual a la disciplina. Los datos originales, las aportaciones posibles, el fundamento de la tesis en su sentido ontológico quedarán contenidos en este documento. Deficiente, mediocre, bueno o excelente ahí, en el diario de campo, se encuentra la sustancia del producto final cuya calidad y cantidad, por lo general, concordarán con el contenido del primero. De ahí la importancia del mismo y la razón por la que no se deben escatimar esfuerzos ni cuidados durante su elaboración.

El diario de campo debe tener un orden y un manejo adecuado, práctico y de fácil seguimiento, aunque lo fundamental de los datos del diario será su contenido, no la forma en que se registren. Es también importante hacer las observaciones detalladas, no sólo acerca del tema de interés o de investigación, sino en general sobre los acontecimientos sociales observados a diario. Es entendible que los datos deberán centrarse en el tópico que se investiga. Lo que es de enfatizar es que ese fenómeno o proceso no se da en el vacío sino dentro de un entramado que conforma la vida y la historia en el marco del cual trabajan y se organizan los grupos hacia el futuro. Ya que no siempre se puede anotar la información en extenso al mismo tiempo en que ocurre la tarea o la conversación, es conveniente tener una libreta de notas para anotar las ideas centrales, los datos fáciles de olvidar, los guiones de lo que luego se escribirá en el diario. Una cuestión práctica es no andar con el cuaderno mismo por doquier sino, a veces, usar la grabadora o anotar en un cuaderno de notas las cuestiones de importancia para facilitar su recuerdo y luego desarrollarlas en el diario de campo de manera amplia.

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¿Qué tan amplio? ¿Registrar todo? ¿Qué tipo de datos hay que registrar y con qué detalle? La respuesta a estas preguntas es parte del sentido común, pero se puede tener en mente lo siguiente: lo que es importante y fundamental para el tema o problema que se investiga, registrarlo con amplitud y profundidad, corroborarlo una y otra vez, con varias fuentes. Hay que describir en sus mínimos detalles el suceso, su organización, el orden de los participantes así como los instrumentos y datos cuantificables del problema que se investiga. Los asuntos más generales hay que registrarlos también de manera sistemática porque después nos darán el contexto en que se produjo la información. En este caso, no dispersarse en los temas que no son relevantes o centrales para la investigación. Es decir, si se investiga acerca de la tenencia de la tierra, es obvio que las ferias regionales no son un punto central aunque tal vez sí tengan alguna relación cultural. Con otras palabras todavía: no se aspire a rellenar, punto por punto, la guía de Murdock sino a ponderar los aspectos centrales de la investigación para hacer de esa manera un análisis profundo.

Otra sugerencia cuando se redacta el diario es la de agotar los temas y no dar saltos de un tema a otro; es mejor escribir un tema hasta agotarlo y sólo al terminarlo pasar al siguiente. Ello facilitará sobremanera clasificar la información. Es decir y sólo para ilustrar el punto, cuando se describe una fiesta no hay que saltar de la descripción de las ofrendas a la erección de los altares a la preparación de las comidas o a la producción de los elementos que se integran en las mismas. Es mejor redactar todo lo que se recuerde acerca de la construcción del altar: ¿cuándo se levanta?, ¿quién lo construye?, ¿con qué elementos se adorna?, ¿a quién está dedicado?, ¿qué representa?, ¿qué ofrendas se colocan y por qué?. Enseguida, agotar el tema acerca de la preparación de las ofrendas: ¿quién las elaboró, qué utilizó, cómo, cuándo, cuánto, por qué, para qué, para quién? Otro punto, es la relación que esa determinada ofrenda guarda con el ciclo tanto religioso como productivo. En breve y como parte del ejemplo, no hay que saltar (porque es como en general lo recuerda nuestra memoria) de la producción agrícola de las flores de la ofrenda a la preparación de las comidas rituales, a las oraciones escuchadas, al ritual observado, regresar a las comidas consumidas, a la construcción y descripción del altar, etcétera, sino redactar de forma temática de acuerdo a la lógica y al sentido común.

Hay que hacer el registro día por día y cuando se requiera tiempo para ponerse al corriente en la clasificación de la información y pasarla a las fichas correspondientes lo mejor es quedarse "en casa" a cumplir con estas tareas. Es decir, no hay que añadir nuevos datos hasta recuperarse

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tanto en el diario como en las fichas, pero tampoco hay que dejar pasar más de dos días en ponerse al corriente para no perder la ilación temporal o lógica del proceso social del problema a resolver. No importa si usa o no la computadora, mantenga por un lado un registro y por otro su clasificación. Una cuestión muy práctica es redactar día con día el diario de campo ―por algo es un diario― y pasar las fichas también el mismo día para que luego no dé pereza hacerlo. Pero si no se puede hacerlo el mismo día, entonces dedicar un día para ponerse al tanto. Es decir, no salir a recopilar nuevos datos hasta ponerse al corriente en el registro en el diario, ordenamiento en el mismo, clasificación de la información y elaboración de las fichas de trabajo. Elaborar las fichas de trabajo al mismo tiempo que el diario con el fin de no cargarse con un trabajo que después le puede resultar abrumador. Por ejemplo, si se hacen las observaciones durante la mañana, tan pronto se regrese a la mesa de trabajo hay que hacer las anotaciones en el diario de campo y por la noche o temprano en la mañana elaborar las fichas. El mismo día habrá de clasificarse la información, vaciarla a las fichas para hacer más fácil el manejo de la información. Las computadoras personales facilitan estas tareas sin poderse evitar un proceso de recopilación y registro (el diario) y el de su clasificación y ordenamiento (las fichas de trabajo).

Como diario de campo, la libreta usada por un solo lado (de preferencia de lomo duro para que las hojas resistan el manejo y maltrato a que estará expuesta) facilita esta tarea por contar con un espacio tanto para la clasificación del material como para hacer anotaciones posteriores si se ofrece; así mismo, habrá lugar para referencias cruzadas, notas, correcciones, preguntas, dudas, comentarios, citas textuales, confrontación de puntos de vista y demás.

Otros medios para registrar información. Con los nuevos instrumentos de la tecnología, hoy se cuenta además de con el diario de campo o registro escrito de la información de campo con diversos medios que pueden facilitar tanto el registro como servir de auxiliares al momento de entregar los resultados finales; es probable que parte o partes de lo así registrado se presente como producto del trabajo realizado. En efecto, las computadoras personales, cámaras fotográficas, videograbadoras o grabadoras de sonido pueden ayudar sobremanera a registrar información, en el aprendizaje de las lenguas locales o bien para recordar y hacer conscientes un sinfín de detalles que de otra manera nuestra memoria no logra recordar. No creo, sin embargo, que puedan ni deban sustituir la función del diario de campo. De hecho, cada uno, diario,

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grabadoras de imágenes y sonido o el equipo de cómputo son complementarios aunque sus fines son específicos en cada caso. Clasificar y fichar los materiales. En quinto lugar, hay que clasificar los materiales y transcribirlos a fichas. ¡Qué engorro!, ¡qué pérdida de tiempo!, piensa la mayoría. Pues no. Resulta justo al revés. Cuando se tiene una gran cantidad de información no clasificada, se pierde mucho más tiempo al momento de redactar, pero sobre todo, se reflexiona sobre un material caótico, sin aparente relación entre sí o acerca de acontecimientos lineales que no permiten profundizar más allá de la anécdota. El diario de campo ayudará a reconstruir el contexto, mientras que las fichas permitirán profundizar en el tema de trabajo. Y, ¿cuál guía usar para clasificar la información? Sobre este punto se ha escrito mucho y no es la intención aquí entrar en las polémicas generadas al respecto. A mi parecer, entre las existentes, el estudioso puede escoger a su entera satisfacción, o bien usar alguna de ellas como orientación para elaborar la suya propia, con mayor apego a los problemas y detalles particulares de su trabajo. Lo importante es contar con un sistema práctico que ayude en la siguiente etapa, no seguir una u otra guía cuestión en el que el autor o equipo se pueden poner de acuerdo. Como ya mencioné, sobre todo cuando se trata del primer ejercicio, la Guía de Murdock me parece que tiene numerosas ventajas sobre cualquier otra. Ya después, con la experiencia, se podrá construir la propia clasificación más acorde a nuestro contexto y necesidades. Esa guía tiene además la ventaja de que al momento de pasarlo a fichas se reflexiona sobre los datos obtenidos y por dónde es necesario continuar. Lo que remarco es la necesidad inevitable, ineludible y fundamental de hacer el diario, clasificar la información y pasarla a las fichas correspondientes. Sólo al momento de redactar se apreciará a plenitud la imprescindible necesidad de ambos o, bien, en sentido contrario, se echará terriblemente de menos la ausencia de cualquiera de ellos.

El diario de campo ayudará a ubicar con mayor precisión el contexto en el que se hicieron las observaciones y a la vez contribuirá a recordar muchos más detalles que los registrados mientras que las fichas de trabajo le darán profundidad para exponer y explicar los interrogantes planteadas al principio del trabajo. Si las anotaciones han sido escuetas, aún en ese caso lo registrado en el diario añadirá calidad y cantidad. Otra conveniencia de este método de trabajo es que al reunir sus fichas sobre uno de los temas se facilitará sobremanera la redacción. En sentido más amplio, el diario de campo es el registro principal de sus datos mientras que su clasificación y vaciado en fichas ayudan a profundizar el tema al momento de redactar. A pesar de que ambas tareas son

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arduas y requieren de tiempo, este será recuperado con creces al momento de redactar. Por supuesto, en el archivero juntará no sólo su información de campo sino también citas bibliográficas, datos de archivo, material hemerográfico y cualesquiera otros apoyos y registros que levante durante su investigación.

Discreción y riesgos de la información que se registra en el diario y las fichas de campo. No es un secreto que mucha de la información que se obtiene en el trabajo de campo ha servido, con frecuencia con toda la mala intención, para labores de espionaje, contrainsurgencia, delaciones, apoyo para el control del estado, etcétera; es decir, en contra de los principios éticos de la antropología y de las ciencias sociales, así como en contra del compromiso ético de cualquier investigador. Así que es muy recomendable tener un control de los propios materiales, en resguardo, quizá no de semejantes labores de delación, sino tan sólo de la vida privada de las personas que nos confían sus vivencias. Desde luego, también se debe tomar en cuenta que a menudo se utilizan los diarios de campo de otras personas para obtener información que se publica bajo el nombre de otro autor. Esta es una práctica deshonesta que por desgracia no es infrecuente en nuestro medio. Es por lo anterior que debe tenerse mucho cuidado con el diario, además de que su pérdida será irreparable en cuanto a la información registrada. Aquí, pues, sólo falta añadir que se debe tener un cuidado enorme, por varias razones, del o de los diarios de campo y las fichas que se elaboren. Las fichas de trabajo y su manejo. Las fichas deben ser bibliográficas y de contenido (si lo hace manual las puede conseguir sin problemas. Las más usuales para estos fines son las de 20 x 13 cm para vaciado de información y las de 7.5 x 12 cm para las bibliográficas). Lo importante es facilitar el manejo de la información, en datos clasificados y accesibles para su redacción posterior. Existen varios manuales para la elaboración de las fichas, a las que puede recurrir el interesado para adaptar las que más le convengan o sirvan a su trabajo. Sólo como ejemplo se puede seguir un modelo como el que se muestra para su uso y manejo.

Ficha bibliográfica (como luego citará en la Bibliografía de su trabajo).

Ejemplo de libro:

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DE GORTARI, ELI 1983 El Método científico, Editorial Era, México.

Breve resumen del asunto de que se trate o bien los puntos de interés para su investigación.

Es decir,

AUTOR: APELLIDO(S), NOMBRE(S) Año, Título en cursivas, Casa Editorial, Ciudad, Colección

De artículo:

BONFIL BATALLA, GUILLERMO 1973

"Los

graniceros

en

Morelos",

Anales

de

Antropología, XII: 13-45, UNAM, México.

Es decir,

AUTOR Año, Título (entrecomillado), Nombre de la revista, libro o suplemento en donde apareció en cursivas, volumen o tomo: páginas, editorial, ciudad.

Etcétera.

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En cuanto a las fichas de clasificación, en el margen superior izquierdo asiente el nombre, sus iniciales o bien su clave de identificación si la acostumbra. Abajo, el lugar y la fecha. Al margen superior derecho coloque sus claves de clasificación: arriba el tema general y abajo del mismo el particular. Después la información de que se trate. Por ejemplo:

Fulano de tal

tema general

010 Agricultura de gramíneas

Ayotitlán, Mor.

Agricultura

012 Maíz

día/mesI/año

012.3 Formas de uso

observación, plática, etcétera

Información tan extensa como se requiera, tratando de no salirse de lo relacionado con los usos y sus formas de preparación y lo relacionado con el tema.

Si una vez terminada la ficha tiene algo de su propia reflexión que valga la pena añadir es conveniente hacerlo en este espacio o en el reverso. Lo anterior ayudará al momento de analizar, reflexionar y describir los datos.

Una vez clasificada y ordenada su información tiene las bases para iniciar la redacción de su texto. Con toda seguridad, mientras avanza en la misma se dará cuenta de que existen lagunas y de que le faltan datos sobre aspectos que pretende incluir en su estudio y que por alguna razón no pudo registrar ni cuenta con lo medios para obtenerlos en ese momento. Lo más razonable es no detenerse en la elaboración de su texto y dejar esos datos o apartados pendientes para llenarlos cuando ya se cuente con el primer borrador. Así, mientras el autor dedica su tiempo a completar y pulir el manuscrito, otras personas como el asesor de tesis, el director del proyecto de investigación u otros colegas interesados podrán señalar y sugerir formas y contenidos para mejorar sustancialmente su presentación y contenido.

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No obstante, hay que subrayar la necesidad de un periodo de reflexión que es de suma importancia para elaborar los materiales. El Dr. Palerm aconsejaba que este periodo debe ser más o menos equivalente a lo que se llevó el levantamiento de datos. Desde luego, esta reflexión debe estar acompañada de la lectura sistemática, abundante, de los textos relacionados con el tema, la región, el grupo o el problema para así avanzar en esa reflexión.

Sugerencias prácticas. Este apartado tiene por objetivo ayudar al principiante a sortear los errores más comunes conque tropieza el aprendiz de antropólogo al inicio de su ejercicio profesional. No todos ellos tienen que ver con la eficacia del trabajo, pues varios se originan en el compromiso de la antropología con su campo de estudio más que con los métodos de investigación disciplinaria.

a. Explicar con claridad los objetivos de la investigación en la comunidad que se escogió como campo de estudio. Si las personas no entienden cuando se les explica lo que uno hace, hay que pensar que el proyecto no está claro en la propia mente y que hay que revisar a conciencia el trabajo. No se puede culpar a los demás de no entender los planteamientos que uno hace; sino más bien, hay que revisar las premisas, axiomas, presupuestos teóricos y, en consecuencia, el procedimiento metodológico. Una vez que se tenga claridad dentro de la cabeza, la comunicación con otras personas será más fácil también.

b. Buscar el apoyo y la aceptación de la población en general sin establecer compromisos con sectores, autoridades o facciones de la misma antes de que se entere de cómo pasan las cosas. De hecho, lo más prudente es no involucrarse en los pleitos internos antes de tener un conocimiento detallado de la situación y si se decide a hacerlo después de ello, cobrar conciencia de las implicaciones. Es importante presentarse ante las autoridades civiles, religiosas y militares (si las hay) del lugar elegido, pero para el trabajo es primordial tener en mente que no será con ellos con quienes más se conviva, o bien, en caso contrario, que se tendrá una versión desde una posición de poder y no de la mayoría que no lo ostenta.

c. No hacer ante la comunidad de estudio promesas ni compromisos que no se puedan o no se vayan a cumplir. Con lo anterior no sólo me refiero a las promesas demagógicas del tipo que hacen los candidatos en tiempo de elecciones políticas sino también a los lazos rituales que se establecen e involucran el orden personal. Por ejemplo, el compadrazgo, juramentos de sangre,

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compromisos partidarios, etcétera. Es común que mientras se levantan los datos, una o varias familias se acerquen al investigador para pedir que establezca lazos rituales. Si no se sabe qué implica el ser padrino de bautismo, confirmación o matrimonio mejor no aceptar.

d. No quitar el tiempo a las personas cuando trabajan o realizan sus actividades diarias a menos que ellas estén dispuestas a colaborar. En caso contrario, es común que los entrevistados respondan lo primero que se les viene a la mente para librarse del investigador inoportuno ... o molesto. La mejor manera de sortear esa dificultad es la de participar junto con los entrevistados en las tareas específicas de manera que unos y otros entiendan lo que se quiere investigar. Además de que en general se verá con buenos ojos el que se trabaje lado a lado, esta participación no tiene substituto para la formación en el trabajo de campo del investigador; ni el aula, ni la biblioteca le proporcionará este conocimiento de primera mano. Por supuesto, no toda la investigación se puede basar en esta fuente, pero cuando la investigación la requiere es insustituible.

e. ¿Pagar o no el trabajo de campo? Una nueva modalidad en diversos estudios antropológicos, sobre todo dentro en el campo de la lingüística, es la de pagar a los informantes (concepto que yo rechazo y, de acuerdo a Arturo Warman, utilizo mejor el de colaboradores) sea en su lugar de residencia o bien llevarlos hasta el gabinete en donde labora el investigador. Aunque con esta práctica se adelanta rápido en la obtención de datos se corre un gran riesgo por varias razones: primero, se sacan de contexto los datos de la matriz social. Segundo, es probable que la persona a quien se paga invente información con el ánimo de seguir percibiendo el pago que obtiene a cambio de ella. Tercero, se elimina la posibilidad de la observación participante que es un recurso invaluable en la obtención de datos de primera mano. Cuarto, aun cuando la información sea verídica, se contará con una versión restringida de los hechos que se limita a la de aquél o aquéllos que participan por paga. Como se puede deducir, yo me pronuncio por no pagar a los colaboradores, aunque no por ello estoy en contra de que se pueda retribuir a través de algún regalo o algo por el estilo a quienes mejor nos ayudan durante el trabajo de campo.

Es verdad que en toda investigación hay algunos colaboradores que resultarán clave por sus conocimientos particulares sobre el campo que se investiga pero hay que tener en cuenta que no es la única versión que existe en la comunidad. Lo mejor es entrevistarse con varias personas dispuestas a dar sus explicaciones o versiones sobre lo que se desea saber y de esa manera

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contar con información cruzada, factible de corroboración. Conocer la opinión, a veces contradictoria, de las diferentes partes involucradas guiará siempre a un conocimiento más global de los hechos sociales bajo observación. Quinto, por último, al pagar se corre el riesgo de que en adelante no se proporcionará información si no es mediante el pago de la misma.

De las enfermedades profesionales y su prevención. Ya que las condiciones de campo pueden ser difíciles, lo menos que se puede hacer es tomar una serie de precauciones para evitar al máximo los contratiempos y sobre todo la disminución de la salud. En México y en América Latina, las más frecuentes son las enfermedades gastrointestinales para prevenir las cuales es necesario tener un cuidado esmerado con el agua y las verduras. De preferencia, hay que hervir el agua y lavar con la misma los vegetales. De no ser posible, se pueden usar las gotas desinfectantes, que desde luego tienen la ventaja de su facilidad de transporte y no causar hilaridad porque uno “cocina el agua”. Otro conjunto es el las enfermedades respiratorias, que bien pueden prevenirse con ropa adecuada y, además, un buen impermeable. Otra cuestión importante son las vacunas. Si no se conocen con precisión cuáles son las enfermedades más comunes en la zona rural en la que se va a trabajar, no está por demás tomar las vacunas más comunes como son rabia, tétano, tuberculosis, hepatitis y tal vez cargar con un antiveneno efectivo y fácil de aplicar mientras se accede al centro de salud más cercano.

* Reflexión final. Dentro del esquema que se presenta, hay varios enunciados implícitos que se han tomado como verdaderos y que vale la pena presentar en términos de hipótesis de las que la de mayor peso para la intención de este trabajo sería la de que: "La realidad social se aprende en el campo", o al menos es una fuente de datos de suma importancia para la elaboración científica de las ciencias sociales dada la irrepetitibildad de los hechos históricos y por ende la imposibilidad de experimentar con ellos, como hechos sociales, bajo condiciones de laboratorio. Esta característica no debe ser un impedimento para la reflexión ni tampoco un motivo de desánimo en los intentos de elaborar el cuerpo científico de la disciplina. Por el contrario, debe ser una motivación para la imaginación del científico social y un factor que se debe superar antes de formular leyes sociales de alcance amplio.

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Las manifestaciones culturales son observables y mesurables. Esta hipótesis se encuentra en el centro de la discusión sobre si los hechos sociales y los culturales se rigen o no por leyes generales y desde luego en el centro de la polémica sobre si se pueden o no formular leyes sociales que nos ayuden a entender los fenómenos culturales y sociales propios y definitorios de la especie humana. Desde luego, la discusión de este punto no cabe en un artículo de esta naturaleza, pero de hecho, la posición asumida a lo largo del razonamiento es que los hechos culturales sí se pueden medir y están sujetos a leyes como sucede con los hechos naturales, biológicos y físicos, sólo que hasta ahora no se han podido formular dichas leyes con la misma precisión. En todo caso, si algún camino nos puede ayudar a desentrañarlos, la confrontación de los supuestos sólo se puede hacer en el campo y en la historia, así como de la confrontación pública de las teorías y paradigmas de investigación que expliquen o intenten explicar la naturaleza de los hechos sociales y culturales.

¿Aceptar a ciegas las normas de la comunidad? (ver Nava Reyes, en Bricolage 2).

Si bien no es posible asumir que la sola observación sistemática de los hechos, su acumulación masiva y su registro puntilloso nos conducirán a desentrañar las regularidades que les subyacen, menos es posible pensar que sin algún principio teórico que sirva de orientación en la búsqueda de los datos se vaya a encontrarlos con mayor facilidad. Por el contrario, es muy probable que en este caso se pierda si no en la recolección, sí en el orden de prioridades que se establecen dentro de los rubros que se investigan y que se observa cuando una sandalia tiene el mismo peso que el establecimiento de un mercado regional. Cada día son más y mejores los intentos por construir versiones antropológicas que miren de manera holística el acontecer de la humanidad; a pesar de ello, no se elimina el trabajo de campo en comunidades pues se asume que la totalidad se manifiesta en el microcosmos al alcance de la observación individual ni tampoco, como apunta Harris, se eliminan los riesgos de una etapa oscurantista de las ciencias sociales. Puede ser que al trabajo de campo haya que hacerle correcciones que modifiquen la forma en que se aborda en la actualidad, sin embargo, aún lo tenemos como el mejor camino de que puede echar mano el estudioso de la antropología para cimentar las leyes que gobiernan los hechos sociales y culturales.

No se escatimen esfuerzos para leer, aunque la figura podría ser más bien, devorar, textos con relación a su tema e intereses. Al contrario de lo que se piensa en ocasiones en el sentido de no

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leer mientras se redacta un reporte, artículo o libro, es muy recomendable, por no decir necesario, leer de manera sistemática y cotidiana materiales de otros autores que incidan sobre el tema de investigación y no pensar que la lectura termina cuando se conocen los texto básicos y que para el entonces deben manejarse ya con suficiencia por el autor. A mi juicio, es deseable dedicar al menos un par de horas diarias sólo a la lectura o más en etapas anteriores de la investigación durante el planteamiento del problema, la obtención de datos y las correcciones al primer borrador. Esta práctica no sólo incrementará la información (que bajo ciertas circunstancias y en ciertas etapas puede resultar no tan deseable) sino que además ayudará sobremanera en la forma de presentar los resultados al comparar, aun de manera inconsciente, diferentes versiones de los hechos.

Por último, debo enfatizar en una cuestión central, la de mayor peso para que la investigación avance y se obtengan resultados; de hecho, es insistir sobre lo obvio. Como ya se decía en el artículo de orientación para elaborar un proyecto de investigación, de no trabajar en el proyecto de manera metódica, sistemática y a diario por el o los interesados, no habrá poder ni fuerza extraña que acudan a efectuar las tareas. Pues en el caso de la recopilación de datos, su ordenamiento, clasificación y fichaje el trabajo sistemático es desde luego mucho más importante. Es una condición necesaria el dedicar día tras día un tiempo razonable (se podría decir, ¿un mínimo de siete horas?) en la obtención, registro, ordenamiento y procesamiento de la información; de otra manera, se corre el riesgo de empantanarse o atiborrarse de materiales sin procesar que impedirán o dificultarán sobremanera la etapa final de entrega de resultados, sea redacción o cualquier otro tipo de producto terminal. Recuerde que hay diversos métodos y formas de trabajo que pueden resultar más o menos efectivas para cada persona en lo particular; la única condición en verdad imprescindible es la dedicación cotidiana como en cualesquiera otras actividades humanas. También, como en otras actividades humanas, el manejo se adquiere con la orientación y, sobre todo, con la práctica. Es decir, para hacer un proyecto, registrar el diario de campo, ordenar y clasificar la información, lo mismo que para redactar los resultados finales, las anteriores orientaciones pueden ayudar pero no pueden sustituir el ejercicio, la práctica y la experiencia que con estos se adquiere. Y si bien, no hay recetas, lo mismo que en cualquier otro arte, ciencia u oficio, hay una condición ineludible: el trabajo sistemático, cotidiano y constante. Si a algunos lectores les sirve lo planteado en estas líneas para evitar las barreras y desánimos, éstas habrán cumplido con creces su objetivo.

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BIBLIOGRAFÍA FLANET, VERONIQUE 1977 Viviré si dios quiere. Un estudio de la violencia en la Mixteca de la costa, INI, México (Antropología social, 55). GARMA, CARLOS 1993 "Reseña", Auriga, Revista de Filosofía y Cultura, 7: 61—63, Universidad Autónoma de Querétaro, Querétaro. OBBO, CHRISTINE 1993 "Aventuras con el diario de campo", Auriga, Revista de Filosofía y Cultura, 7: 88—97, Universidad Autónoma de Querétaro, Querétaro. MALINOWSKI, BRONISLAW 1989 Diario de campo en Melanesia, Ediciones Júcar Universidad, Barcelona (Serie Antropológica, 24). MELVILLE, ROBERTO 1993 "El trabajo de campo y el estudio de las sociedades complejas", Auriga, Revista de Filosofía y Cultura, 7: 71—87, Universidad Autónoma de Querétaro, Querétaro. MURDOCK, GEORGE P. 1976 Guía para la clasificación de los datos culturales. Versión castellana del Outline of Cultural Materials (tercera edición revisada y publicada en 1950 por el Human Relations Area Files) preparada en colaboración entre el Instituto Indigenista Nacional de Guatemala y la Oficina de Ciencias Sociales de la Unión Panamericana, en 1954, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, México (Biblioteca de Ciencias Sociales. Colección de Antropología Social. Serie Manuales, 1). SANDSTROM, ALAN R. 1991 Corn is our Blood. Culture and Ethnic Identity in a Contemporary Aztec Indian Village, Oklahoma University Press, Norman and London (Civilization of the American Indian Series, 206). TORRES MEJÍA, PATRICIA 1993 "El trabajo de campo y el estudio de las sociedades complejas", Auriga, Revista de Filosofía y Cultura, 7: 71—87, Universidad Autónoma de Querétaro, Querétaro. Nota 1. Este texto es la forma final de una serie de preguntas, inquietudes y discusiones con varios estudiantes que participaron de diversas maneras en el Proyecto La Huasteca. Sociedad, Cultura y Recursos Naturales. Pasado y Presente convocado por el CONACYT y el CIESAS, mismo al que doy las gracias y el reconocimiento público por los diversos apoyos que me fueron otorgados en el marco de sus trabajos. En el orden final de las ideas presentadas arriba, una mención especial para Julieta León Romero y Rebeca Camacho González, quienes a través de sus inquietudes y preguntas me hicieron reflexionar en serio sobre el tema. Lo más probable es que no respondo a todas sus dudas o expectativas (tampoco a las mías) pero sí puedo decir de cierto que su ponerme en predicamento ayudó mucho a mejorar la calidad de estas líneas. También menciono a Marcela Hernández Ferrer, Patricia Gallardo Arias, Giomar Ordóñez Cabezas, Isis Marlene Alvarado Sil, Sitna Quiroz Uría, Carmen Ortega Ortíz, Lizbeth Gómez Barrera, Shinji Kawabe,

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Sergio Eduardo Carrera Quezada, Zofía Piotrowska y, de manera particular, por sus continuos intercambios y sugerencias, a Aleksandra Iciek. Agradezco también al Dr. Carlos Garma y al equipo de la revista Bricolage, en especial a Rocío Gil, su interés e invitación para publicar una versión previa. Ésta, una vez modificada la mencionada, forma parte del libro de mi autoría Ética, compromiso y metodología: el fundamento de las ciencias sociales: 115-150, CIESAS, México, 2008 (Publicaciones de la Casa Chata).

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