La reconfiguración de la noción de “comunidad” en los estudios del discurso digital.

August 12, 2017 | Autor: Alejandro Parini | Categoría: Computer-Mediated Communication
Share Embed


Descripción

1

La reconfiguración de la noción de “comunidad” en los estudios del discurso digital. Alejandro Parini, Universidad de Belgrano, Buenos Aires

INTRODUCCIÓN El estudio del uso del lenguaje en los espacios digitales ha dado lugar al surgimiento de etiquetas novedosas como la “lingüística de la Internet” (Crystal 2011), la “ciberpragmática” (Yus 2010), y podríamos agregar la sociolingüística de los nuevos medios de comunicación (Thurlow y Mroczek 2012) o "cibersociolingüística", que se han ubicado dentro de paradigmas ya establecidos en el estudio de la lengua desde una perspectiva social. Como consecuencia, el estado del arte en los estudios del lenguaje en relación a las nuevas tecnologías como contextos de usos se caracteriza por la adaptación de nociones teóricas y métodos analíticos ya existentes a los entornos virtuales. Uno de estos conceptos es el de comunidad, concepto que, como aclara Saville-Troike (2005), resulta difícil de definir dado que puede tener diferentes alcances de acuerdo con los diferentes criterios que se utilicen para caracterizarlo. Por ende, la manera en que los participantes se interrelacionan en los entornos digitales ha ocasionado numerosas discusiones sobre cómo deberían conceptualizarse los grupos que conforman, es decir, si constituyen verdaderas comunidades con vínculos y compromisos significativos o si son simplemente agregados sociales compuestos de intercambios breves y fugaces o efímeros. Por otro lado, y desde una perspectiva más centrada en el individuo, es importante señalar que la sociedad contemporánea ha sido partícipe de una trasformación social que ha dado lugar a un cambio de foco en como se tejen los vínculos y las relaciones entre las personas. Así, en la actualidad, los vínculos de socialización parecen mayormente desarrollarse mediante redes personales de contactos o comunicación en lugar de llevarse a cabo a través de comunidades fuertemente ligadas y comprometidas a un futuro o bien en común. Ante este escenario, y partiendo de las diferentes perspectivas teóricas desde las cuales se ha analizado la noción de comunidad en los entornos digitales (Rheingold, 1993; Baym, 2000; Wellman, 2001; Bauman, 2004; Castell, et. al., 2007; Chayco, 2008, entre otros), nos proponemos explorar la noción de comunidad en línea en su relación con el lenguaje y la tecnología desde una perspectiva social constructivista (Bijker, et. al. 1987) que nos permita establecer ciertas bases teóricas y analíticas orientativas para posteriores estudios de corte sociopragmático. Por tanto, nuestra exploración toma como punto de partida, por un lado, la conceptualización de la tecnología en función de cómo los usuarios se apropian de ella para construir significado social, y de las comunidades no como entidades preexistentes y estáticas sino como grupos emergentes y fluidos que podrán tener mayor o menor relevancia para los individuos dependiendo de las circunstancias. Por otro

2

lado, adoptamos una conceptualización del ciberespacio no como un ámbito homogéneo y monolítico sino como un abanico de entornos sociales heterogéneos en los que se llevan a cabo prácticas discursivas que ya no son exclusivamente textuales sino multimodales como consecuencia de la convergencia de medios en la Web 2.0. En consecuencia, dada la importancia que cobra para el estudio del lenguaje la relación entre los hablantes y los grupos sociales que estos conforman, nos proponemos problematizar el concepto de comunidad en función de ciertas características contextuales que se ponen de manifiesto en los espacios digitales y que cumplen un papel importante como elementos constitutivos del entorno en el cual se lleva a cabo la interacción. Así, pues, como parte de un proyecto de investigación más abarcativo sobre discurso, interacción e identidad en los entornos digitales, en este trabajo nos proponemos explorar las siguientes preguntas: 1) ¿Cómo deberían caracterizarse los diferentes grupos que conforman los hablantes en los espacios en línea de manera tal de poder capturar sus propiedades dinámicas y fluidas? 2) ¿Cuáles serían los elementos constitutivos de esta caracterisación? 3) ¿Cuáles podrían ser las implicaciones para el estudio del lenguaje?

Las comunidades digitales Desde que el sociólogo Ferdinand Tonnies declaró que la comunidad es una condición esencial para el desarrollo de los vínculos sociales primarios, los sociólogos no han llegado a un acuerdo sobre si las definiciones de comunidad deberían ser actualizadas, y de ser necesario cómo hacerlo. El acceso a los entornos digitales o virtuales, las aplicaciones que allí se desarrollan y la interacción que se genera dan lugar al surgimiento de diferentes niveles participativos que conforman uno de los elementos constitutivos de los agregados y/o comunidades que allí emergen. Estos entornos proporcionan dos tipos de espacios de comunicación o interacción: un espacio complementario al espacio físico en donde los participantes pueden hacer uso de los entornos de comunicación en línea como preludios o extensiones a sus encuentros en el mundo físico; y un espacio, al que podríamos llamar, autónomo en donde siempre reina la comunicación sin copresencia física. Chayko (2008) se refiere a estos espacios digitales o virtuales como espacios sociomentales a los que describe como “los intercambios o entornos sociales de los que las personas pueden obtener un sentido de unión o conexión por el solo hecho de estar mentalmente interconectados y sincronizados” (p67). Chayco aclara que el término sociomental es preferible al término virtual ya que este último parecería indicar que lo que se lleva a cabo en estos espacios no es real y que las experiencias

3

vividas por los participantes no son significativas, cuando en realidad lo son. La autora señala que las conexiones sociomentales se dan tanto en la comunicación cara a cara como en la comunicación puramente digital; por tanto todos los entornos comunicativos disponibles y las comunidades que se crean en ellos son, en consecuencia, sociomentales. Sin embargo, hay espacios, como los que llamamos autónomos o puramente digitales, y también comunidades o interacciones, que sólo son sociomentales ya que los participantes nunca se encontrarán en situación de copresencia física, aunque sí se mantienen mentalmente o emocionalmente conectados. Por su parte, Rheingold (1993), a principios de los años noventa, capturó el espíritu del comienzo de una era marcada por la Internet que en aquel momento se encontraba todavía en su infancia, y caracterizó los espacios en línea como comunidades dando así impulso a la metáfora de comunidad la que con el tiempo ejercería una enorme influencia en la forma en que pensamos y estudiamos los aspectos sociales de la Internet. No obstante, otros autores, posteriores a Rheingold, abordaron la problemática de la caracterización de las agrupaciones en línea utilizando diferentes nomenclaturas que obedecen a diferentes formas de conceptualizar estos grupos. Así, por ejemplo, Baym (2000) recurre al constructo de comunidad de práctica para indagar la forma en la que el lenguaje es utilizado en pro de la construcción de un contexto social relacionado con una comunidad de fans de una novela televisiva que intercambiaban opiniones en línea. Castells, et al (2007:249) utiliza el término comunidades instantáneas de práctica para describir a los grupos que se forman de manera inmediata y no planificada en el entorno virtual y que responden a un interés o iniciativa en común. Si bien, aclara Castells, esto es mayormente evidente en las movilizaciones políticas espontáneas, este fenómeno también se manifiesta en otras esferas sociales como ser reuniones familiares, proyectos profesionales, reuniones religiosas, experiencias culturales, etc. que de alguna manera reflejan la tendencia en nuestra sociedad a la formación de agrupaciones ad hoc, a veces a expensas de las estructuras formales de interacción y participación. En un sentido muy similar, Bauman (2004) recurre a la metáfora de comunidades de guardarropas (cloakroom communities) para hacer referencia a la facilidad e inmediatez con la que un hecho escandaloso o fuertemente publicitado puede reunir a miles de personas alrededor de una causa común que se alimenta de las opiniones, anécdotas y experiencias que deposita cada uno de los integrantes, de la misma manera en que los asistentes al una obra de teatro dejan sus abrigos en el guardarropa antes de la función. Estas comunidades, aclara Bauman metafóricamente, permanecen conectadas durante el espectáculo y rápidamente se desmantelan una vez que los espectadores recogen sus abrigos del guardarropas al terminar la función. Por su parte Chayco (2008) incorpora el concepto de comunidades portátiles a las que define como “agrupaciones que utilizan tecnología de comunicación pequeña, transportable e inalámbrica para facilitar la conectividad interpersonal y para construir y compartir identidad y cultura colectiva” (p22). De esta manera la autora pone el

4

énfasis, por un lado, en las prestaciones que ofrecen los dispositivos tecnológicos en cuanto a la movilidad y el acceso a conexión que le brindan al usuario la posibilidad de interactuar y estar en contacto con otros independientemente del lugar físico en el que se encuentre, y, por el otro, en cómo los usuarios se apropian de la tecnología para construir significado social en un contexto de comunicación latente y permanente. Desde una perspectiva más centrada en el individuo, Wellman (2001) señala como hecho importante en la sociedad contemporánea una trasformación social que ha dado lugar a un cambio de foco en como se tejen los vínculos y las relaciones entre las personas. Según Wellman, en la sociedad de redes el énfasis ya no parece estar en las comunidades fuertemente unidas o vinculadas sino en un creciente “individualismo en red” en el que cada persona se ubica en el centro de su propia comunidad personal formando así una “red personalizada” con la que se desplaza y a la que accede a través de los dispositivos móviles. Así, aclara el autor, la dinámica de estas redes genera una tensión entre las necesidades personales del individuo y las necesidades colectivas de la comunidad que requiere una constante negociación de los significados sociales que se crean en ellas. Warner (2002) por su parte introduce el concepto de "públicos mediados" para referirse a los participantes de, por ejemplo, foros y blogs que discuten diversos temas a través de los comentarios que postean en línea. Warner define a los "públicos mediados" como totalidades sociales que sólo existen en función de los textos a los que acceden en diferentes tiempos y desde diferentes lugares". Así, independientemente de la definición adoptada, y como expresa Morgan (2014) en su reciente trabajo sobre las comunidades de habla, podemos, y tal vez debemos, destacar el hecho de que toda agrupación en línea se ha desarrollado por medio del énfasis en el uso del lenguaje, los estilos discursivos, la indexicalidad y los diversos niveles de intertextualidad que se dan en los diferentes espacios interaccionales digitales. Esto nos indica que, al igual que los grupos sociales que interactuan en el mundo físico o cara a cara, los grupos que interactuan en los entornos virtuales constituyen diferentes tipos de totalidades con características aleatorias y desordenadas. Esta aleatoriedad y desorden han pasado a ser nociones importantes en la teoría social contemporánea según la cual el foco de análisis debería centrarse en los flujos de personas, conocimiento, textos y objetos a través de los espacios sociales y geográficos. Por tanto, se podría argüir que el uso de etiquetas pre-establecidas para la caracterización o descripción de las agrupaciones en línea no resulta productivo. Es decir, forzar el uso de constructos como la comunidad de práctica, o la comunidad discursiva para definir cualquier grupo en línea puede comprometer nuestra comprensión de la complejidad de la dinámica existente en los diversos grupos que pueblan los distintos entornos digitales. Ante este escenario, creemos importante abordar el estudio de las agrupaciones en línea considerándolas una parte constitutiva de un nivel meso de contexto al que

5

podríamos denominar contexto sociomental (siendo el contexto sociocultural en el que se hayan inmersas etas agrupaciones el nivel macro y el contexto interaccional específico el nivel micro), como se ilustra en la Figura 1.

Figura 1. Caracterización del contexto en la CMC (Parini 2014) Utilizaremos el concepto de sociomental (como extensión de la noción de espacios sociomentales propuesta por Chayco 2008) para la descripción de este nivel de contexto medio o meso constituido por los tipos de vínculos comunicativos que establecen los participantes y que tienen incidencia en la CMC o comunicación mediada por la computadora. Este contexto sociomental se caracteriza por proporcionar un estado de conectividad constante al que los sociólogos denominan confianza en el ambiente o familiaridad ambiental (ambient awareness) y que genera la sensación de estar físicamente cerca de alguien y al tanto de sus movimientos cotidianos. Facebook, Twitter, Mesenger, entre otros medios digitales, ofrecen este tipo de interacción en línea. Esta es una forma de interacción en la que los participantes no necesariamente llevan a cabo un intercambio verbal recíproco en el que mantienen un foco de atención cognitivo, a lo que Goffman (1966) llamaría interacción focalizada, sino que pueden establecer una interacción no focalizada como resultado de la meramente sensación de presencia mutua y la posibilidad de monitoreo mutuo que surge por el simple hecho de estar siempre conectados, aunque no necesariamente disponibles. En consecuencia, argüimos aquí pues que la noción de comunidad en los entornos digitales se vería mejor representada en términos de “redes interaccionales”, concepto que permite capturar la naturaleza de las conexiones e interacciones de los

6

participantes con mayor precisión. En un plano general, estas redes pueden conformarse en torno a tres factores motivacionales como son: 1) los vínculos entre los participantes, 2) las afinidades de los participantes, y 3) los intereses de los participantes. En un plano más específico, la caracterización de estas redes, sostenemos, podría depender de seis elementos constitutivos que dan forma a la estructura de participación del grupo, y que pueden conceptualizarse en forma de continuos entre dos extremos: 1) el foco de la red que podrá centrarse más o menos en el individuo, o más o menos en el grupo 2) los tipos de espacios de interacción, es decir, si sólo son digitales o mixtos (los participantes interactúan entre sí en el mundo físico y también en el digital), 3) el grado de anonimato con el que interactúan los participantes; es decir, si se conocen o no. 4) el grado (alto o bajo) de participación o involucramiento no solo participativo sino también emocional de los interactuantes 5) la utilización de una forma de comunicación cuyos extremos son la unimodalidad y la multimodalidad 6) el grado de sincronizidad con que interactúan los participantes, es decir, si es sincrónico o asincrónico. Así, esta caracterización nos permite desmenuzar cada uno de los componentes mencionados al momento de tener que tipificar un determinado grupo social en los entornos digitales. Además, al apartarnos de clasificaciones dicotómicas (anónimo/ conocido, real/virtual, unimodal/multimodal, etc.), y al centrarnos en la flexibilidad interna de los diversos grupos que interactúan en los distintos tipos de entornos digitales, podemos desarrollar una vía de indagación que capture la complejidad y dinamismo de las formas en que las personas establecen y refuerzas sus vínculos con los demás y co-construyen de este modo identidades individuales y grupales. Esta coconstrucción identitaria está, desde luego, estrechamente ligada a los contextos situacionales en los que los participantes llevan a cabo sus prácticas sociales por medio del lenguaje que es utilizado como recurso fundamental - a veces acompañado de otros recursos como ser imágenes, videos, etc. - en la construcción de significado social.

El lenguaje en los entornos digitales Es bien sabido que la comunicación mediada por la tecnología - definida como la interacción entre hablantes sobre la base de textos escritos y negociada a través de vastas redes de computadoras y telefonía móvil - provee una cantidad de datos importantes y reveladores sobre la conducta social y lingüística de los usuarios de los diferentes espacios virtuales.

7

No obstante, esta conducta no es homogénea sino más bien errática y heterogénea ya que describe el comportamiento comunicativo de los hablantes en diferentes espacios digitales (como ser, los chats, el correo electrónico, el servicio de mensajería instantánea, etc.) a los que Herring (2002) denomina “modos socio-técnicos”. Esta denominación propone una mirada más compleja y reflexiva que permite abordar el estudio de los diferentes espacios virtuales no sólo en términos de meros sistemas de comunicación sino más bien en función de las prácticas sociales y culturales que surgen en torno a su uso. Así, el foco en el estudio del lenguaje y las nuevas tecnologías ha pasado de centrarse en las propiedades inherentes tecnológicas de los medios a la explotación y apropiación de estos por parte de los usuarios. Como señalan Holmes y Russell (1999), la tecnología digital y móvil engendra un cambio cualitativo en la experiencia que los usuarios desarrollan de la vida cotidiana, dado que las tecnologías se incorporan a las actividades diarias. En el caso de las generaciones más jóvenes, los autores aclaran, “esto da como resultado una sensatez tecnosocial, es decir, el estado de tecnosocialidad que considera las tecnologías de la comunicación no como herramientas sino como contextos y condiciones ambientales que hacen posible nuevas formas de ser, nuevas cadenas de valores y nuevas formas de percibir el tiempo, el espacio y la cultura” (p75). No obstante, en su reciente trabajo denominado "La Generación App", Gardner y Davis (2013), nos advierten sobre los effectos contraproducentes que conlleva la dependencia del uso de las aplicaciones en los dispositivos móviles para resolver problemas de la vida cotidiana por parte de las generaciones más jóvenes. Los autores señalan que si bien existen aplicaciones que estimulan o ayudan a desarrollar el potencial humano, en cuanto a la creatividad y al desarrollo de nuevos modos de socialización, hay otras que parecen automatizar ciertas conductas restringiendo así la capacidad de innovar y experimentar nuevos escenarios sociales. Dicho esto, no cabe duda de que este estado de tecnosocialidad, al que hacen referencia Holmes y Russell, ejerce una fuerza de transformación de la sociabilidad que conduce a la construcción de grupos de pares a través de la sociedad de redes.

8

Por tanto, en el gran escenario de la denominada sociedad móvil un nuevo “yo” parece desplazase dentro de una especie de red personalizada o comunidad portátil sin dejar casi rastros del espacio y del tiempo por los que transitó y, más aún, en algunos casos, sin dejar rastros de su propia identidad. Así, la CMC se lleva a cabo en un contexto que altera las formas en que las personas conceptualizan la comunicación y la interacción como consecuencia de la separación física entre los participantes, lo que conlleva a una separación entre estos y sus enunciados. Esta situación, por cierto, posee numerosas implicaciones para los intercambios comunicativos y los patrones de conducta en línea. En otro plano, la comparación entre la interacción verbal cara a cara y la interacción virtual ha llevado, en muchas ocasiones, a considerar la primera un tipo de comunicación enriquecida por los diferentes canales (visual, auditivo, gestual, etc.) a través de los cuales se vehiculiza la información, y a la segunda un tipo de comunicación empobrecida por la limitación de construir un mensaje sólo en base a un texto tipeado. No obstante, y como expresa Herring (2001:614), los hablantes o usuarios compensan la carencia de señaladores auditivos y gestuales mediante el uso de artilugios textuales que hacen de la interacción virtual una forma de comunicación sumamente expresiva. Además, con el surgimiento de la denominada Web 2.0, la comunicación interpersonal se enriquece al verse favorecida por la convergencia de medios en la producción del discurso, es decir, el contenido generado por el individuo puede manifestarse por medio de la combinación de texto escrito, video, audio y/o imágenes estáticas. De este modo, explica Herring (2011), diferentes fenómenos discursivos contemplan diferentes elementos lingüísticos que se adaptan, reconfiguran y surgen en el entorno de la Web 2.0. Por tanto, es inevitable que en la interacción en línea, al igual que en la interacción cara a cara, el lenguaje se acomode a los contextos y prácticas sociales que surgen en torno a ésta. Esta acomodación no es discutible y para comprobarlo sólo hay que observar la conducta social y lingüística de las nuevas generaciones en todas partes del mundo, en donde muchas subculturas se definen exclusivamente en base al argot utilizado en los mensajes de textos y en otras formas de comunicación electrónica.

9

Por ejemplo, en un trabajo sobre el lenguaje afectivo en fotologs de adolescentes (Parini 2009), observamos como ciertas prácticas sociales físicas en la vida cotidiana de los adolescentes argentinos se verbalizan en el espacio del fotolog y, podríamos especular, también en otros entornos digitales. Tal es el caso del beso como forma de saludo entre varones de toda edad, costumbre instalada en la Argentina ya hace varios años. En el corpus de textos de mensajes de fotologs analizados, registramos un uso muy frecuente de la palabra beso como fórmula de despedida entre participantes varones, y también entre las mujeres. Sin embargo, el uso del diminutivo besito ocurre categóricamente entre las mujeres y no entre los varones. También resultan frecuentes las abreviaciones, el lenguaje truncado, y ciertos artilugios ortográficos (como ser, repetición de letras y de signos de puntuación, uso ubicuo de la letra K en reemplazo de que, etc.) que los participantes emplean en la construcción de discurso afectivo. Estas estrategias, al menos en este estudio, son más frecuentes en la redacción de los mensajes producidos por las participantes mujeres a destinatarios tanto masculinos como femeninos. Los varones, por su parte, hacen un uso más limitado de estos marcadores de afecto. Las mujeres también han traído a su discurso digital el uso frecuente del verbo amar para expresar afecto hacia sus destinatarios adolescentes ya sean varones o mujeres. Así, el verbo amar, que en el español rioplatense ha sido tradicionalmente usado casi exclusivamente en las interacciones a nivel de la pareja, y reemplazado en los demás casos por el verbo querer, parece encontrarse en expansión en lo referente a sus contextos de uso; y esta expansión o innovación parece estar liderada por las hablantes mujeres adolescentes. Esta tendencia que se observa en la oralidad también se ve reflejada en los mensajes de fotologs que forman parte del corpus analizado. Los varones, en cambio, y salvo excepciones en las que el mensaje va dirigido a varios destinatarios, en forma de grupo conformado por varones y mujeres, casi categóricamente no hacen uso del verbo amar. Posiblemente esto se deba a que, al igual que en el caso del diminutivo besito, se piense que su uso podría constituir un desafío o reto a la masculinidad del participante.

10

Vemos entonces que esta acomodación favorece el uso de ciertas estrategias lingüísticas y discursivas que, como explicamos en otro trabajo (Parini 2014), se dan en un contexto condicionado por factores que obedecen a características generales y constitutivas de los entornos virtuales como ser : 1) un estilo de vida móvil o nómade en el cual la conectividad constante se torna imperiosa en la denominada “modernidad líquida” (Bauman 2010) una tendencia en la sociedad moderna urbana a la interacción mediada por la tecnología con carácter compensatorio a la interacción cara a cara, o inclusive, en muchos casos, a expensas de la interacción cara a cara, lo que conlleva a que la persona que está físicamente más lejos sea, sin embargo, la que está psicológicamente más cerca; 3) el surgimiento de agrupaciones o agregados sociales de diversas características que obligan a problematizar y reconfigurar la noción de comunidad; 4) la reconfiguración y reinterpretación de las relaciones interpersonales en función de las nuevas formas de percibir los grupos sociales a las que éstas están ancladas y los espacios no físicos y temporales en las que se desarrollan; 5) un incremento en la producción de texto escrito, texto en el que la narrativa va acompañada en muchos casos de elementos visuales y/o auditivos (convergencia de medios) que proyectan una gran carga de significado tanto lingüístico como social para los miembros de un determinado grupo pero que poco pueden llegar a decir o significar para todos aquellos ajenos a éste; 6) un cambio de actitud en la sociedad con respecto al consenso que siempre existió sobre el cumplimiento de las reglas gramaticales, sintácticas y ortográficas del lenguaje escrito; y 7) las fluctuantes ideologías y conceptualizaciones que existen en los diferentes grupos de hablantes sobre qué debe considerarse apropiado o inapropiado en relación a la utilización del lenguaje para cumplir ciertas funciones comunicativas mediante el empleo de las nuevas tecnologías. Estas características, por tanto, conforman un marco contextual dinámico general que articula aspectos socioculturales con aspectos lingüísticos. En consecuencia, la exploración de éstas resulta de gran importancia como preludio a cualquier análisis que intente indagar los hábitos discursivos de los hablantes en los diversos espacios digitales de interacción, espacios que, por cierto, se hallan en constante reconfiguración dado el surgimiento constante de las variadas posibilidades de comunicación que ofrece la tecnología, y las innovadoras formas en que los usuarios de apropian de ésta para concretar sus agendas sociales. Así, si bien a diferencia de la conversación cara a cara, la interacción mediada carece de los elementos paralingüísticos, prosódicos y gestuales que contribuyen a la expresión de la espontaneidad de emociones y tonalidades propias de la interacción verbal convencional, es importante destacar que: 1) esta carencia se ve, de alguna manera compensada, por la utilización de iconografía estandarizada y de recursos lingüísticos, como ser la ortografía, que son explotados de forma innovadora, y 2) que existe un incremento en el uso de la convergencia de medios lo que hace que en la interacción digital los hablantes se vean y se oigan y, por consiguiente, ya no tengan que depender solamente de textos escritos o tipeados para llevar a cabo un evento comunicativo. Ahora bien, ante este contexto cabe hacernos las siguientes preguntas:

11

¿qué implicancias podemos avanzar para el estudio del lenguaje desde una perspectiva sociolingüística e inclusive sociopragmática? Por un lado si tenemos en cuenta que el contacto entre hablantes es una condición sine quanon para la difusión del cambio y la innovación lingüísticos, 1) ¿que papel juegan los espacios sociales digitales, tales como Facebook, Twitter y otros en potenciar el número de contactos y de proveer una especie de red de redes a través de las cuales se podrían vehiculizar las formas del lenguaje que emergen en una comunidad de habla?, es decir, ¿cómo complementa ese tipo de contacto virtual o sociomental al contacto que involucra co-presencia física?, y, ¿cómo esta red de redes puede contribuir al contacto entre hablantes de diferentes comunidades de habla? 2) ¿Cómo puede influir la variable edad en la difusión de los cambios a través del contacto virtual entre los hablantes si partimos de la base de que, según uno de los principios generales de la sociolingüística, la innovación y el cambio lingüísticos surgen mayormente de los grupos etarios más jóvenes, de que estos construyen un número de vínculos sociales o redes sociales mayor al de otros grupos etarios, y de que estos son los grupos que hacen uso de tecnología de una forma más frecuente y avanzada? 3) ¿Qué tipos de vínculos nuevos, ya sean fuertes o débiles, se construyen por medio de estos distintos tipos de redes interaccionales?, y ¿cómo se mantienen y refuerzan los ya existentes?, y más aún, ¿qué incidencia podrían tener en el cambio y la innovación lingüísticos dado que algunos estudios (como por ejemplo Paolillo 1999) demuestran que la innovación lingüística en las comunidades en línea parece mayormente emerger de los miembros centrales en la red y no de posiciones perisféricas, como se ha documentado en varios estudios sociolingüísticos que han utilizado el constructo de las redes sociales (por ejemplo, Milroy 1980). 4) ¿En qué medida estos contextos de interacción no física podrían dar lugar a la legitimación de ciertas formas del lenguaje que podrían considerarse "estándares" en el discurso digital? Para poder brindar una respuesta a estas preguntas en futuros trabajos, ciertamente necesitamos tener una mejor comprensión de cómo se relacionan socialmente los hablantes en el marco de la sociedad móvil, y de cómo se reconfiguran esas relaciones en función de las posibilidades de comunicación que ofrecen las nuevas tecmologías y de las necesidades o agendas sociales que plantean los usuarios. Conclusiones La formación de grupos en línea posee características que pueden resultar: familiares, reconfiguradas y/o emergentes, es decir ciertas propiedades de estos grupos pueden ser semejantes a la de los grupos de interacción en el mundo físico, otras se reconfiguran o adaptan al entorno virtual o digital, y otras surgen como consecuencia de las características contextuales de la CMC.

12

En consecuencia, podemos agregar que esta reconfiguración de la noción de comunidad bosquejada en este trabajo, y ciertamente perfectible, pone el énfasis en los lazos o contactos, sean estos fuertes o débiles, que construyen y mantienen los participantes en sus interacciones en línea ya sea como forma exclusiva de comunicación o como complemento a las interacciones que se llevan a cabo en el mundo físico, y a la vez descomprime la tensión entre lo físico y lo virtual como espacios absolutos y enfrentados. También, y desde una perspectiva sociolingüística interaccional, esta caracterización contribuye con elementos constitutivos del nivel meso de la interacción que permitirían enriquecer el análisis de las formas en las que los participantes utilizan diferentes recursos lingüísticos para negociar significado social y co-construir identidades tanto individuales como grupales en los entornos digitales. Estos recursos lingüísticos, en algunos casos, también se reproducen de manera familiar o ya conocida, en otros, se reconfiguran para adaptarse al entorno social communicativo digital, y en otros, surgen como formas nuevas y como consecuencia de las posibilidades de comunicación emergentes y en constante redefinición por parte de los usuarios o, en nuestro caso, hablantes. Finalmente, y a modo de reflexión, observamos que toda indagación de cómo los hablantes interactúan en línea puede también ofrecer aportes valiosos al estudio del lenguaje y la indentidad en la interacción cara-a-cara dado que la comunicación digital no sólo forman parte cada vez más de nuestro proceso de socialización sino que, en muchas oportunidades, se intercala con las interacciones en el mundo físico. Pensemos en cómo a menudo los intercambios tanto de voz como de textos a través de los celulares son traídos a formar parte de una conversación entre personas que se encuentran en situación de co-presencia física; es decir, esos intercambios digitales aportan contenido y contexto al discurso que se construye de forma presencial. De manera similar, pensemos cómo ciertas interacciones en línea pueden resultar disparadores de reuniones sociales en el mundo físico y viceversa. Es por ello que resulta cada vez más difícil separar nuestras prácticas sociales digitales de las que llevamos a cabo en el mundo físico. Por ende, dada la forma intricada con la que tejemos nuestras redes sociales en la sociedad contemporánea urbana, todo estudio que pretenda dilucidar las diversas prácticas discursivas en la era de las nuevas tecnologías amerita, pués, un abordaje menos dicotómico.

13

Referencias Bijker, W.E. (1987) “The social Construction f Bakelite: Toward a Theory of Invention” en W:E: Bijker, T.P Hughes y T. Pinch (eds.) The Social Construction of Technological Systems: New Directions in the Sociology and History of Technology. Cambridge, MA: MIT Press, pp 159-87. Bauman, Z. [2000] (2010) Modernidad Líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina. Bauman, Z (2004) Identity. London: Polity. Baym, N. (2000) Tune In, Log On: Soaps, Fandom, and Online Community. Thousand Oaks, California: Sage. Crystal, D. (2011) Internet Linguistics. Londres: Routledge. Castells, M., Fernández-Ardevol, M., Qiu, J.L. y Sey, A. (2007) Mobile Communication and Society. A Global Perspective. Cambridge, Massachusetts: MIT Press. Chayco, M. (2008) Portable Communities. The Social Dynamics of Online and Mobile Connectedness. New York: State University of New York Press. Gardner, H. y Davis, K. (2013) The App Generation. London: Yale University Press. Goffman, E. (1966) Behavior in Public Places. Notes on the Social Organization of Gatherings. New York: The Free Press. Herring, S. (2001) “Computer-mediated Discourse”. En Schiffrin, D., Tannen, D. y Hamilton, H. (eds.), The Handbook of Discourse Analysis. Oxford: Blackwell. Herring,  Susan  C.  (2002).  “Computer-­‐mediated  communication  on  the  Internet”.   Annual  Review  of  Information  Science  and  Technology  36:  109-­‐168.   Herring, S. (2011) “Discourse inWeb 2.0: Familiar, Reconfigured and Emergent”. En Tannen, D. y Trester, A.M. (eds.) Discourse 2.0. Language and New Media. Washington, D.C.: Georgetown University Press. Holmes, D. y G. Russell (1999) Adolescent CIT use: paradigm shifts for educational and cultural practices? British Journal of Sociology of Education, 20 (1): 69-78. Milroy, L. (1980) Language and Social Networks. Baltimore: University Park Press

14

Morgan, M. H. (2014) Speech Communities. Cambridge: Cambridge University Press. Paolillo, J. (1999) “The virtual speech community: social network and language variation on IRC. Journal of Computer-mediated Communication 4 (4). Disponible: http://jcmc.indiana.edu/vol4/issue4/paolillo.html Parini, A. (2014) “La problematización del contexto en la comunicación en línea.” En Parini, A. y M. Giammatteo (eds.) Lenguaje, discurso e interacción en los espacios digitales. Mendoza, Argentina: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo. Parini, A. (2009) "El uso de Lenguaje Afectivo en Fotologos de Adolescentes", en Parini, A. y A. Zorrilla (eds.) Escritura y Comunicación. Buenos Aires: Editorial Teseo. Rheingold, H. (1993) The Virtual Community. Homesteading in the Electronic Frontier. New York: Addison Wesley. Saville-Troike, M. (2005) Etnografía de la Comunicación. Buenos Aires: Prometeo. Thurlow, C. y Kristine Mroczek (2011) Digital Discourse. Oxford: Oxford Wellman, B. (2001) “Physical Place and CyberPlace: The Rise of Personalized Networking”, International Journal of Urban and Regional Research, 25(2), 227-2252. Warner, M. (2002) Publics and Counterpublics. New York: Zone Books. Yus, F. (2010) Ciberpragmática. Barcelona: Ariel

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.