La razón populista

May 22, 2017 | Autor: Jesús González | Categoría: Political Theory, Ernesto Laclau, Critical Policy Studies, Populismo, Discurso Populista
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Descripción

UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y POLÍTICAS DOCTORADO EN CIENCIA POLÍTICA

¿La razón populista? La justificación de todo y nada al mismo tiempo.

Jesús Rafael González Pirela 11/02/2017

El presente ensayo parte del entendimiento que tengo de las categorías psicoanalíticas y algunas definiciones de la teoría política en las que pretendo divagar para analizar la justificación que hace Ernesto Laclau, para comprender la construcción populista.

¿La razón populista?

¿La razón populista? - Contenido I.

Introducción ................................................................................................................................ 3

II.

Masa poco homogénea. .............................................................................................................. 4

III.

Lo popular del populismo........................................................................................................ 6

IV.

Populismo: ¿peligro para la democracia? ............................................................................... 9

V.

Masa, democracia y populismo................................................................................................. 11

VI.

Intelectuales miopes de izquierda y derecha........................................................................ 15

VII.

“Demencracia” populista ...................................................................................................... 18

Trabajos citados ................................................................................................................................ 19

¿La razón populista?

¿La razón populista? La justificación de todo y nada al mismo tiempo.

I. Introducción El presente ensayo parte del entendimiento que tengo de las categorías psicoanalíticas y algunas definiciones de la teoría política en las que pretendo analizar la justificación que hace Ernesto Laclau, para comprender la construcción populista y su relación con la democracia. La aproximación no pretende ser un tratado epistémico, pero si una revisión crítica al discurso mal informado y falso que plantea este reconocido intelectual, utilizando el esquema presentado por Colette Soler y varias entrevistas que se le realizaron al autor en distintos momentos.

Laclau plantea: “Pongamos el ejemplo de Venezuela. Allí hay masas políticas vírgenes que nunca habían participado en el sistema político excepto a través de formas de extorsión de carácter clientelístico. Entonces, en el momento en que esas masas se lanzan a la arena histórica, lo hacen a través de la identificación con cierto líder (Chávez), y ése es un liderazgo democrático porque, sin esa forma de identificación con el líder, esas masas no estarían participando dentro del sistema político y el sistema político estaría en manos de elites que reemplazarían la voluntad popular”.(Arenes, 2005)1

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La afirmación de Laclau, no sólo manipula la historia de los acontecimiento políticos venezolano del siglo XX, en la que forjó un proceso democratizador apoyado por las grandes mayorías, entre el año 1958 y 1979, en esa avalancha democratizadora mejoró la calidad de vida de los venezolanos y fortaleció el sistema político institucional, creando una relación directa de los lideres con su pueblo; con la llegada de la democracia mejoró el sistema de asistencia social, mejoró la infraestructura, se masifico la educación y creó un crecimiento sin precedentes en toda América latina, que si bien en un segundo momento desembocó en un proceso clientelar, no se pude desconocer el desarrollo histórico nacional.

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Valdría la pena preguntarse ¿cuáles son los principios democráticos que un pensador como Lacau ve en Hugo Chávez? o ¿Cuál información maneja para llegar a estas afirmaciones?, si bien en buena medida toda aproximación teórica pasa por un matiz interpretativo del investigador, no es menos cierto que al contrastar esas teorías con la realidad pierden peso, a pesar de que su lógica argumental tenga sentido; no es el caso de un artista incomprendido, ni mucho menos de un genio como Picasso que con líneas ingenuas desfigura una realidad para deconstruirla en una revisión que sólo a él en un arrebato de genialidad se le ocurrió. Ese no es el caso de Laclau. Con este objetivo analizaré, en primer lugar; las diferencias en la mencionada construcción de la de masas, porque entendemos que ambas modalidades populismo y democracia, pueden ser respuestas diferentes al malestar en la cultura que propone Freud y producen distintos efectos en los actores de cada una de ellas. El populismo, definido por Laclau, supone una construcción de identidad a partir de la articulación de demandas que se hacen fuerzas semejantes. En contraposición, la masa es una respuesta social no discursiva si no puramente libidinal. Tal distinción resulta imprescindible, a riesgo de producir un saldo lamentable que redunda en la asociación de populismo, o peronismo o chavismo en la idiosincrasia nacional, y fascismo. En tal sentido es importante analizar las relaciones entre populismo y democracia: si constituye éste un peligro para ella o si es un síntoma de la decadencia de un sistema político en un momento determinado.

II. Masa poco homogénea. Freud, en su artículo “Psicología de las masas y análisis del yo”, afirma que las masas son asociaciones de individuos que se manifiestan con características bárbaras, violentas, impulsivas y carentes de límites, en las que se echan por tierra las represiones. Son grupos humanos hipnotizados, con bajo rendimiento intelectual y que buscan someterse a la autoridad del líder poderoso que las domina por sugestión. Pero en esta visión generalizadora se da en un contexto institucional o semiinstitucional, en el que estas fuerzas primarias encuentran en un sistema político formas para canalizar esa fuerza social desarticulada, en los sistemas democráticos la vía clásica para el seguimiento de ese liderazgo es el voto, pero no es el único.

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“Una masa primaria de esta índole es una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo”(Freud S. , 1921) Se trata allí de una constitución libidinosa producida por la identificación al líder, en la que una multitud de individuos pone en el mismo objeto -el líder- el lugar del ideal del yo, operador simbólico que sostiene la identificación de los yoes de los miembros entre sí, dejado las figuras de representación intermedias propias de las democracias representativas de lado, estableciendo una relación directa líder-masa. Freud ayuda a caracterizar a la masa tomando conceptos de Lebon, la idealización al líder e identificación con el líder y entre los miembros. Freud intenta explicar la relación narcisista que articula identificación y amor, y confiere a éste estructura de engaño. Como consecuencia de la identificación y la idealización, se desprende el estado de hipnosis que produce fascinación colectiva, y una pasión: la del Uno que uniformiza y excluye al distinto. Hasta aquí entonces el concepto de masa descrito es un modelo interpretativo que pude operar en cualquier modelo político o cultural. La reflexión se profundiza con Lacan, cuando incluye su teoría de los nudos borromeos, es posible pensar una modalidad de lo simbólico que no hace cadena, es decir, un conjunto de elementos que no a pesar de estar en un mismo sitio, no necesariamente se presentan de manera homogénea, de unos individuos no encadenados. Lacan utilizó la imagen del grano de arena para explicar el significante no encadenado: un simbólico que no hace cadena tampoco hace lazo social, estaría más cerca de la lengua que del discurso. “El grano de arena no establece relación, hace montón, es la multiplicidad inconsistente del montón y me doy cuenta que es un problema captar la diferencia entre un lazo social y un montón de gente. No hace falta creer que lo múltiple hace lazo social (…) lo simbólico del nudo Borromeo no es lo simbólico del grafo del deseo, por ejemplo.” (SOLER, 2009). Vale la pena preguntarse en este punto, ¿Cómo se constituyen entonces los lazos sociales?, ¿Qué hace que existan identificaciones nacionales?, pues como se plantea existe montones con intereses distintos e identificaciones distintas, que actúan de manera atípica en una estructura poco homogénea.

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III. Lo popular del populismo Para Laclau, el concepto del populismo hay "rescatarlo de su lugar marginal dentro de las ciencias sociales" y pensarlo no como una forma degradada de la democracia sino como un tipo de gobierno que permite ampliar las bases democráticas de la sociedad. "El populismo dice Laclau no tiene un contenido específico, es una forma de pensar las identidades sociales, un modo de articular demandas dispersas, una manera de construir lo político."(Arenes, 2005)

Laclau, quien concibe al populismo como expresión indiferente a la ideología y a las versiones, grupos, clases o momentos históricos, también al desarrollo económico y social de una sociedad, es así que al día de hoy tenemos expresiones de derecha y de izquierda, vale la pena entonces preguntarse ¿Qué es esa construcción populista?. La construcción populista no surge como antagonista del poder conforme al modelo marxista de la lucha de clases, sino que Laclau lo define como “lucha popular democrática”, formación social que depende de una lógica de articulación de demandas que se relacionan y conforman identidad. Dicho autor produce una teoría del populismo a partir del análisis del discurso, utilizando la lingüística, la teoría lacaniana y la política, y concibiendo lo social como realidad de discurso, de significación. La concepción del lenguaje, permite a Laclau explicar el concepto de populismo basándose en la retórica y el análisis discursivo. Considera el fenómeno como una lógica de valores, un sistema de relaciones entre elementos equivalentes y diferentes; al igual que la lingüística estructuralista con los significados del sistema de la lengua, desestima la trama ideológica y moral de las demandas. A diferencia de otros autores que se ocuparon del populismo, Laclau no parte del concepto de pueblo como supuesto ontológico dado, sino más bien lo plantea como un efecto contingente, una construcción política particular que tiene como unidad de análisis la demanda social.

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“Los símbolos o identidades populares, en tanto son una superficie de inscripción, no expresan pasivamente lo que está inscripto en ella, sino que de hecho constituyen lo que expresan a través del proceso mismo de su expresión. En otras palabras: la posición del sujeto popular no expresa simplemente una unidad de demandas constituidas fuera y antes de sí mismo, sino que es el momento decisivo en el establecimiento de esa unidad (…) La única fuente de articulación es la cadena como tal” (Laclau, 2008) Las demandas no son sólo significación de una necesidad, sino que además implican demanda de reconocimiento, de identidad y de inscripción en la comunidad. Como las demandas siempre se dirigen al Otro (el campo del lenguaje), siempre suponen la dimensión relacional, ‘el entre”, y es allí, en la relación de equivalencia con otras demandas, donde se significan, y no a priori, pues no son unidades de sentido sino que acarrean una práctica articulatoria(SOLER, 2009). A través de la lógica de la equivalencia las demandas devienen construcción de identidad populista, que supondrá la unificación de las mismas, conformando de este modo una construcción política hegemónica. Laclau distingue dos clases de demandas: las democráticas, que son satisfechas por las instituciones y por eso están aisladas de la equivalencia, y las populares, que establecen relaciones de equivalencia. Esta distinción no implica firmeza conceptual, pues una demanda democrática absorbida por la institucionalidad puede tener un devenir popular si se reactiva y entra en equivalencia con otras; las demandas no son estáticas sino dinámicas. Hasta aquí la lógica de Laclau parece bastante sólida, pero se olvida que en la mayoría de los casos que su argumentación pretende explicar cómo el chavismo, indigenismo, o peronismo, sobre la base de las demandas sociales, en las que son satisfechas sólo a través del lenguaje, quedándose sólo en la representación del deseo no satisfecho, del que pudo ser y no será. Enmarcado en unos hechos que no existen, los populistas no pasan de ser una ficción lingüística. Y es que mientras el mundo avanza, en esta época en la que pareciera llegar una nueva oleada de líderes democráticos a Latinoamérica, todavía hay quienes a pesar de los pobres resultados rinden pleitesía a Fidel Castro, Hugo Chávez, los Kirchner y otros que con buenas palabras han llegado al poder pero exhiben pobre

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resultados. Cómo diría Mario Vargas Llosa, “Se les pueden ganar batallas, pero no la guerra, porque, como la hiedra mitológica, sus tentáculos se reproducen una y otras ves, inmunizada contra la enseñanza y desmentidos de la historia, ciega, sorda e impenetrable a todo lo que no sea su propia tiniebla”(Apuleyo, Vargas Llosa, & Montaner, 2007). Las demandas populistas siendo diferentes se hacen equivalentes y por intermedio de este proceso van construyendo hegemonía popular, de tal modo que un elemento es susceptible de representar la totalidad, representación de una imposibilidad en el que un particular asume el universal. En el mismo sentido que el objeto lacaniano, un simbólico que designa lo real imposible, el pueblo del populismo es entendido como una parcialidad que intenta funcionar como totalidad y que por eso mismo construye hegemonía; el pueblo será entonces metáfora o nombre de la comunidad “toda”. Por otra parte y a la vez, el populismo aparece como efecto del antagonismo propio de lo social y es de dimensión rupturista, pues se trata de interpelaciones y respuestas sociales que generan una división dicotómica en la sociedad. Perfecta lógica, que intentaremos simplificar, el nuevo “pueblo masa”, es un comprador de milagros, que para él creer en el líder es un escape a su frustración y anhelos reprimidos, un discurso nacional, bañado de mentiras y ahora de mano de una fuerza armada, en el caso de Venezuela. Esta encarnación llevo a Chávez a convertirse en un icono pop del mundo. El Chavismo se convirtió en 18 años en la iconografía de cómo fracturar un país, sembrar un odio racista contra el que piensa distinto, expropiar, robar y hacer más pobre al país, eso sí de la mano de un buen, chiste, en el que se reconoce al pueblo, pero se le odia al mismo tiempo, sino veamos los resultados. Ocho de cada diez se sienten insatisfacción con el gobierno y los poderes públicos, esto ha empeorado en los últimos años, sólo para mencionar un indicador en la última encuesta de condiciona de vida, (España, 2015)refleja que 75,6% pobre, es decir, cerca de 23 millones de Venezolanos tienen problemas para satisfacer sus necesidades desde el ingreso y por primera vez la pobreza extrema es mayor que la pobreza no extrema. Más de la mitad no tiene suficientes ingresos para satisfacer las necesidades de alimentación. Estos datos levantados por un grupo de Universidades en el año 2015, son muy claros, pero estas cifras entran en contradicción con los últimos datos arrojados por el Gobierno sobre pobreza por ingreso donde para el 1er semestre 2015: hogares pobres 33,1% / hogares pobres extremos: 9,3% (INE). En todo caso la cifra oficial habla de un retroceso inmenso y acelerado en los últimos años.

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La respuesta de Laclau, es esclarecedora, “La crítica clásica al populismo está muy ligada a una concepción tecnocrática del poder según la cual sólo los expertos deben determinar las fórmulas que van a organizar la vida de la comunidad”. (Arenes, 2005) Diría yo, sencilla forma de escurrir el bulto, se convierte entonces todo argumento que contraste con la realidad en un conocimiento inútil, ya que todo el mundo está dominado por la argumentación basada en la mentira, que muchos ideólogos pretenden justificar, siempre es posible tener a nuevos Ramonet y Laclau, que intenten demostrar impecablemente el fracaso de estos modelos, con la intención de vender la misma receta fracasada pero con otro empaque.

IV. Populismo: ¿peligro para la democracia? En primer lugar, liberalismo y democracia no son términos que tiendan naturalmente a coincidir. Fue necesario todo el largo y complejo proceso de las revoluciones y reacciones del siglo XIX para alcanzar un equilibrio en ciertas formas que pasaron a ser llamada liberal democrática, como formas más o menos estables. Pero, para Laclau esa integración nunca se logró en la historia latinoamericana. En su argumento, nosotros teníamos un liberalismo oligárquico que respetaba las formas liberales pero tenía una base clientelística que impedía toda expresión a las aspiraciones democráticas de las masas. Por eso, cuando las aspiraciones democráticas de las masas empiezan a presentarse en los años 30, 40,50, y más recientemente en el nuevo milenio, muchas veces se expresan a través de formas políticas que fueron estrictamente antiliberales, como el varguismo y el Estado Novo, como el peronismo, el chavismo, regímenes formalmente antiliberales y que, sin embargo, fueron profundamente democráticos porque dieron cabida a una serie de aspiraciones de las masas. ¿Qué consideración tiene Laclau de lo profundamente democrático?, en nuestra realidad venezolana el socialismo del siglo XXI, se extingue a diario esa

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institucionalidad que soporta la democrática, cada día aumentan las persecuciones políticas, se bloquean las vías electorales cuando los números no dan, no existe separación de poderes y las fuerzas armadas toman parcialidad política, la comida viene en bolsas de CLAP y distribuida con criterios políticos, pero para el autor de la “razón populista”, esto debe ser las aspiraciones de las masas. Para pensar si la construcción populista constituye un peligro, Colette Soler plantea retomar la diferencia establecida por Freud en “Inhibición síntoma y angustia” entre un síntoma y un peligro. Allí el síntoma queda ubicado como una respuesta posible de un aparato que da una señal de angustia y es capaz de defenderse sin quedar avasallado ni paralizado ante lo que aparece como situación de peligro, definida como amenaza de castración proferida por el padre de la ley. “Los síntomas son creados para evitar la situación de peligro que es señalada por el desarrollo de angustia”,(Freud S. , 1927). Un rayo de luz para el populista entonces, el psicoanálisis le resuelve parte del problema, el síntoma, como resultado del conflicto entre lo pulsional y lo prohibido, será:  una formación de compromiso, un mensaje a ser descifrado dirigido al Otro. Aquí podemos ubicar la lógica de las demandas populistas que se articulan y se hacen equivalentes.  un modo de satisfacción, sustituto pulsional de estructura extraterritorial en el yo, extranjero egodistónico. Lacan lo define como un signo de algo que no anda en lo real, un efecto simbólico en lo real.

Si extrapolamos la referencia psicoanalítica del síntoma al campo social y ubicamos al populismo como modo de respuesta de un aparato que se defiende y reacciona, se deduce que el populismo no es un peligro sino un síntoma, que se realiza y manifiesta en la realidad social como pedido a ser descifrado por el otro del reconocimiento. Siguiendo a Laclau, producto de demandas articuladas que cobran significación en la articulación misma y que expresan algo que no anda y aún no tiene respuesta institucional. Bajo esta argumentación, cualquier sistema político desde el nazismo, pasado por el socialismo, el cristianismo, el islamismo y cualquier forma de organización social no es un peligro, es un síntoma y en resumen la lógica es todo y nada a la vez.

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Claro para Laclau,“ En los últimos 20 años, por primera vez en la historia latinoamericana, las aspiraciones nacionales y populares de las masas logran coincidir con la afirmación de los derechos humanos, la división de poderes, el pluralismo político”.

Esa debe ser la razón por la cual, en los últimos semestres cada vez que pregunto a mis alumnos, ¿Cuántos se quieren ir de Venezuela?, la respuesta llega a 8 de cada 10, pero para ser un poco más formal, 57% de los venezolanos se quieren ir del país (Datincorp, 2016). Estas interpretaciones matemáticas, carecen de validez ante las afirmaciones contundentes de Laclau. Seguramente el teórico que desprecia a los técnicos pretende decirnos que la razón populista no es otra cosa que generar un síntoma que acabe con la razón de ser de un país, con la intención de mantenerse en lo popular. Si es un síntoma, surgen varias preguntas ¿Cuál es la enfermedad?, ¿Cómo se trata?, ¿Es contagiosa?, ¿tiene cura?

V. Masa, democracia y populismo Laclau plantea que “Democracia y populismo, tienen que estar presentes si queremos tener algo que se pueda llamar una sociedad democrática. Frente a la concepción tecnocrática del poder está la noción de la política como antagonismo, es decir, la emergencia de demandas sociales que se plantean a un cierto sistema. Esas demandas sociales constituyen un pueblo y el pueblo se constituye siempre en su oposición al poder. En la Argentina, por ejemplo, hemos tenido, después de la crisis del 2001, una enorme expansión horizontal de la protesta social y una escasa capacidad del sistema para absorber esas demandas en un sistema vertical institucional estable. De alguna manera, me parece que el actual gobierno está tratando de poner juntas las dos dimensiones, la vertical y la horizontal, y de esa manera crear un sistema ampliado de carácter más democrático’.

¿En qué consiste esa ampliación democrática?

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En el campo social hay grupos corporativos muy atrincherados, grupos económicos, empresarios, también grupos sindicales, muy fuertes. Pero hay sectores de la población que tienen un grado de integración y de identidad corporativa mucho menos consolidada, sectores marginales. Cuando esto ocurre, es necesario que la función de los líderes políticos no sea simplemente expresar intereses que ya están constituidos, sino ayudar a la constitución de esos otros intereses que han estado marginados”. (Arenes, 2005)

Según Laclau el populismo es un modo de construcción de lo político inherente a la comunidad porque es impensable que esta satisfaga todas sus demandas. La demanda populista agrupa y separa en lo público, implica hablar y hacerse escuchar. De esa diferencia surge como consecuencia el pueblo y la política en tanto batalla discursiva. La concepción de la política en la construcción populista refiere a la pluralidad de los seres humanos en un mundo común, siendo lo plural y no la fusión, condición indispensable para la política. Lo común desde esta perspectiva, no se asimila a la unidad homogeneizante ni a la producción mercantil de objetos y de sujetos tomados como objetos, propia de la masa. En esta última se produce una destitución subjetiva propia del discurso capitalista, el sujeto no es tratado como tal, no tiene voz ni voto. La construcción de identidad difiere cuando la caracteriza el enlace libidinal con el líder, como sucede en el caso de la masa, de la que se consigue por la lógica de las demandas, propia del populismo. Laclau rescata al líder de “Psicología de las masas y análisis del yo” como enlace libidinal, pero el acento en la construcción populista no está puesto en la identificación a esa figura, si no en la lógica equivalencial de demandas. No es lo mismo la identidad alcanzada sólo por la identificación y obediencia al líder, sujeto y amo de la palabra que articula mandatos e imperativos, que la conseguida a través de la lógica de demandas que piden inscripción. En el populismo, al poner en juego su palabra colocando una demanda en el lugar del agente, en tanto enunciado y enunciación dirigida al Otro, a una escucha, los sujetos devienen actores políticos.

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Se trata entonces de la suposición de un sujeto de deseo que se inserta desde su demanda reclamando reconocimiento; es un sujeto que legitima su figura, renovado en su potestad y en su soberanía. En el fenómeno populista verificamos que es posible otra conformación de identidad que no consiste en la identificación al “Führer” y ajena a la pasión por el Uno. En oposición, el sujeto de la masa es pasivo, servil y sugestionado, con un yo empobrecido sometido a un amo que articula ideologías preconcebidas y fijadas e ideales en los que obviamente no se produce política. En este caso, el líder es el único que encarna las demandas que funcionan como imperativos o mandatos a obedecer. Freud vio en el rebaño, la fascinación colectiva y la homogeneización de la psicología de las masas un prolegómeno del totalitarismo. A este respecto, Lacan es muy claro y nos recomienda, en “La dirección de la cura”, no confundir la identificación con el significante todopoderoso de la demanda ni con el objeto de la demanda de amor. Advertimos que la masa no es un modo de lazo social, de discurso, si no que se constituye por un montón de gente seriada, indiferenciada y unificada. A partir del sujeto lacaniano es posible pensar un espacio común y para todos sin que se anule lo singular. Este sujeto radicalmente incognoscible e incalculable es la única garantía que tenemos contra el racismo y el totalitarismo propio de la masa. Pero Laclau singue sin explicar las pretensiones totalitarias de los gobiernos de corte populista, en los que la disidencia se calla con el voto mayoritario y sobre cuestiones que no afecten el status quo, en todo caso, convierte en enemigos a los que piensan distintos y por más que se escuden en una pseudo institucionalidad, en sociedades democráticas existe una resistencia a la intención de generar una sobre representación de las identidades particulares, este es el caso venezolano, donde dirigentes y sociedad han resistido a los embates totalitarios del chavismo las últimas dos décadas.

A diferencia de la masa que se sostiene en el ideal, Laclau intenta justificar que el populismo pone en acto la pluralidad discursiva, por lo que supone la idea de democracia como fundamento, siempre justificando teóricamente algo que difícilmente encuentra un respaldo en la realidad, vale la pena distinguir que la participación pluralista en el enfoque populista se da en espacios donde el líder no se sienta amenazado y donde su poder no se vea afectado.

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De acuerdo con el planteamiento, concluimos que la construcción de pueblo no es igual a la de la masa pues ambas representan dos modos distintos de respuesta social al malestar en la cultura, e igual podríamos añadir que ciudadano no es igual a elector y democracia no es autoritarismo, en el espectro laclauliano “todo y nada es posible, son iguales pero distintos”. Laclau entiende el populismo como un fenómeno que refiere fundamentalmente a la democracia participativa, que pone en evidencia los límites de la democracia representativa. A pesar que en el fondo la participación directa en la relación de líder masa que plantea el populismo eliminando las estructuras de intermediación propias de las democracias representativas –partidos, sindicatos, empresarios, etc.- , no hace otra cosas que reproducir los errores propios de las críticas al agotamiento del sistema democrático, cae entonces en sobrerepresentación de las demandas sociales en la figura del líder, en esta figura los errores no existen pues es el digno representante de los intereses del pueblo. ¿Quién tendrá la razón? Revitaliza en su accionar mismo la vieja retórica moralizante y predestinada y permite que la creatividad de todos produzca iniciativas populares nuevas, posibilitando la irrupción de acontecimientos imprevistos e irreductibles a formas previas. En el caso venezolano encontramos cosas nuevas, que son viejas a la vez, ya no es RECADI, es CADIVI, no lo llame CORPOMERCADEO, llámelo Mercal, así se dan cosas nuevas como la corrupción, pero que en la revolución bolivariana, son solo cosas del pasado, a pesar de haber dilapidado miles de millones de dólares en un sistema que no logra canalizar las demandas sociales. Por último, el autor plantea una cultura política posible, libertaria, emancipatoria, que implica la construcción de hegemonía popular como condición, a través de la invención cultural, sin gradualismos ni puntos de llegada, con antagonismos que se inscriben en la democracia dentro de sus límites y posibilidades, asumiendo el riesgo de la verificación colectiva. En la práctica esa verificación solo es posible si puedo ganar o mantener el poder, sino en la práctica se modifican leyes se hacen sentencias y se modifican las condiciones de juego inicialmente establecidas en el sistema político institucional, claro a Laclau le queda la excusa que estos actores están alienados o son producto del capitalismo salvaje que los infiltró para hacer quedar mal al movimiento democrático popular que líder populista representa.

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VI. Intelectuales miopes de izquierda y derecha Termino esta disertación en el mismo punto, la razón populista que plantea Laclau, parece estar muy lejos de lo racional, parece ser más un deseo inconsciente del autor que se quedó en la defensa a la izquierda latinoamericana y fue incapaz de avanzar, y sus planteamientos quedaron muy lejos de convertirse en un modelo interpretativo del presente en muchos puntos, a pesar que seguidores de izquierda de todo el mundo lo estén utilizando como referencia en su construcción discursiva. Pero sigue la pregunta que, independientemente de los grandes errores del populismo, siguen naciendo retoños en izquierdistas y fachos nacionalistas que ven al gran caudillo como solución a sus problemas, intentan seguir una lógica argumental que en principio parece eficiente, pero que en el corto plazo amenaza con la existencia de la propia sociedad. La miopía se mide no solo en las distorsiones y retrasos que sufren un grupo de eruditos a la hora de juzgar lo que sucede en nuestra realidad, van más allá, condenando a la sociedad democrática occidental a un eterno cuestionamiento que erosiona las bases propias del sistema, en el que la crítica abunda pero las propuestas de solución escasean. Ahí sus viejos estrabismos ideológicos le impiden ver la realidad a tiempo y de frente cuando ella contraría sus mitos y supuestos, catedráticos, periodistas y intelectuales, se escudan en sus teorías para castigar con fuerza lo que son incapaces de comprender, Laclau pareciera ser uno de estos, pero claros ejemplos sobran para ilustrar la idea. Desde los años treinta y hasta la fecha muchos los intelectuales franceses, españoles, latinoamericanos centraban sus esperanzas en torno a la Unión Soviética, ese sueño se fue extinguiendo, claro sin dejar de pasar por Mao y suspirando permanentemente por Fidel y Chávez. Muchos de estos personajes son incapaces de ver su distorsión a la hora de describir crímenes atroces, o la pobreza y el malvivir de Cuba, Venezuela, Nicaragua, y las terribles masacres de la FARC en Colombia no son más que un mito para desprestigiarlas, ya que no hay secuestros sino colaboraciones forzadas, pues

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pareciera que hay que agradecer a los guerrilleros, que trafiquen con la droga y personas, como fórmula salvadora para que ese proletariado salga del fondo. El mito de la revolución cubana se ha mantenido muchos años, y en nuestro caso la versión recargada en Hugo Chávez lleva ya 2 décadas martirizando a la sociedad democrática que se ha resistido a sus pretensiones. Pero este grupo de miopes necesita un nuevo caso de estudio para soportar sus opiniones, parece que ahora enfilan sus baterías y mandan rápidamente cuentas bancarias para darle aliento a López Obrador en México, ya que este país encontró un nuevo enemigo imperial que intenta mancillar el honor patrio. Ya en la agonía del proyecto Bolivariano del Siglo XXI, encontrarán a otros más para ganarse la vida, y convertirlo en el nuevo paladín de lo pobre del mundo, con discursos políticos llenos de referencias a los marginados, trabajadores oprimidos, excluidos, haciendo referencia en lo que parecieran ser unos acuerdos universales ya que la gran mayoría coincide en el ¿qué?, queremos más educación, queremos menos pobreza, queremos un mejor sistema de salud, etc., pero evadiendo las preguntas de ¿cómo pretenden hacerlo ya que los referentes utilizados distan mucho de mejorar la realidad. No pretendo desconocer las debilidades propias de nuestras democracias, que son muchas, pero si generar una reflexión sobre la necesidad de levantar nuestra voz, ya que pareciera ni los lideres, intelectuales e instituciones escuchan lo que está pasando. Como ciudadanos dejamos todo en las elecciones, eso claro está, es una de las gracias del sistema democrático, pues todos en algún momento hacemos política, si los que mandan lo hacen mal, será responsabilidad nuestra si no los cambiamos por uno que lo haga mejor. Pues a pesar de los gritos destemplados de ciudadanos a políticos con un resonante, “NO ME REPRESENTAS”, resulta que esa acusación se vuelve contra el verdugo, ya que si nos representan, lo querías o no. Despotricar de la clase política se ha convertido en un deporte muy popular. Quien critica se cree que ya ha entrado en la política, desde teclado y cuentas fantasmas de twitter se frotan las manos, acusando sin darse cuenta que el resultado lejos de acercarlo a un cambio, atornilla al opresor. Pero claro, en los bares, discusiones de casa, o teclados de internet, es muy fácil dar la receta para cambiar, pero la realidad es sin duda mucho más compleja, ya que encontrar soluciones es mucho más difícil que cambiar a un político de turno, bien sea por el voto o por la presión popular, nada garantiza que si no se tiene un plan claro hacia futuro el resultado de ese cambio sea para vivir mejor, la primavera árabe y su esperanza se marchitaron en pocos días y hoy

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toda la región sufre las calamidades de la guerra, y no faltara un trasnochado que diga “la guerra es la partera de la historia y la calle es la salida”. No pretendo hacer una defensa a políticos, y mucho menos generar una guía de acción moral del desempeño público, en el que esos políticos se sacrifican por su pueblo, quiero centrar la atención en la necesidad de comprender lo complejo del problema social y la necesidad de generar una reflexión que parte de los individual para comenzar a ser mejores ciudadanos. El tema no es que haya casos de corrupción, el problema es que salgan impunes. Nuestro sinsabor ciudadano va en las respuestas oportunas de las instituciones, en las acciones de los otros, en el abuso permanente, que generen referentes pues somos tan malos como el sistema nos deja ser. Por eso, si alguien cree que en algún momento que puede hacer algo para sacar ventaja, y si está completamente seguro que no van a poder echárselo en cara, esta persona lo hará. Por eso, uno de los puntos que se deben considerar a la hora de pensar en la democracia, no es corregir la naturaleza humana, ni su inclinación a la trampa, sino crear una sociedad que nos asegure que los comportamientos antisociales no van a quedar sin castigo. “Kant se dio cuenta de una cosa muy importante mientras investigaba la moral: incluso aquel que miente y roba prefiere que los demás cumplan las normas; desde luego que las personas inmorales quieren seguir haciendo trampas, pero exigen que los demás respeten las normas. El mentiroso prefiere que el resto del mundo diga la verdad, porque si no todos mienten, nadie va a creerse nada, y él no podrá sacar ventaja. Lo mismo podemos decir del que no paga impuestos, ¿cómo va a querer que todos hagan como él y se hunda la seguridad social? Muchas personas, en un momento determinado, intentamos esquivar las normas para sacar algo de ventaja, pero nadie quiere vivir en una sociedad sin normas, sin futuro”(Sabater, 2012). Así en Venezuela, todos o la mayoría aprovechamos el control de cambio CADIVI, la mayoría miraba a otra parte mientras otros raspaban tarjetas, claro está esto fue una pequeña parte del boom petrolero, pero estoy seguro que nadie quiere vivir en un sitio donde todos mientan, nada funcione, roben y asesinen, pues todos y cada uno de nosotros estaríamos en permanente peligro y esto son sin duda los resultados del Socialismo del Siglo XXI, que tanto defienden los intelectuales latinoamericanos, que han llenado las librerías de miles de páginas alabando la obra del redentor de los pobres Hugo Chávez sin darse cuenta que hoy somos más pobres que hace 20 años.

¿La razón populista?

VII. “Demencracia” populista Hector Briceño en un artículo titulado El pueblo como instrumento de la revolución, decía:"El chavismo llegó al poder en Venezuela hace 18 años prometiendo solucionar los principales problemas del país, pero no de cualquier manera. La receta chavista para la superación de la pobreza, para construir un poder judicial que asegurara el Estado de Derecho y respondiera verdaderamente a la justicia; para sanear el Estado de la corrupción y lograr la democracia “verdadera”, contaba con un ingrediente mágico: la participación del pueblo. Recientemente, el jefe de la fracción parlamentaria, diputado Héctor Rodríguez, afirmó, en un acto de contorsionismo argumentativo, que las elecciones no son una prioridad para el Gobierno, pues la prioridad son los problemas de la gente. Los burros detrás de la carreta." (Briceño, 2017) La promesa se ha extinguido; los discursos, olvidados; las prioridades, cambiadas. Lo que para el Gobierno bolivariano en 1998 (y hasta no hace mucho) fue su razón de ser – elecciones-, hoy lo denomina un “capricho de la derecha”. Lo principal de la democracia es que no es el final de la partida, no es un destino que hay que alcanzar y una vez que llegas se terminaron todos los problemas, muy lejos de las realidad, estamos hablando de un sistema dinámico en constante cambio, con retrocesos y atrasos, donde estamos debemos construir permanentemente propuestas para los permanentes conflictos a lo interno del sistema, vivimos en un ambiente donde la discusión, la negociación y el entendimiento deben regir la actividad pública. Gracias a la democracia, podemos disfrutar de medios independientes, las instituciones -con sus fallas- intentan garantizar los derechos en condiciones de igualdad. Las democracias son una herramienta para solucionar problemas, pero no cualquier herramienta, es la mejor, pero como una llave inglesa en lo suyo no hace nada si no la utilizan para apretar la tuerca floja, requiere que el ciudadano ejerza la fuerza necesaria para utilizarla con destreza y apretar las fugas y problemas propios de todo sistema social, por sí sola la democracia entonces no resuelve nada, es necesario ajustarla y manejarla con destreza para que pueda alcanzar sus objetivos.Se le atribuye a Napoleón la frase “Las bayonetas sirven para cualquier cosa menos para sentarse encima”, pues con la democracia pasa igual, no es para sentarse encima y descansar, es un instrumentos para luchar por la ideas que nos gustan y oponernos a las que no nos convienen, y unas veces sale bien y otras no tan bien, pero no podemos echarnos a dormir.

¿La razón populista?

Por eso cuando se dice que la democracias es un sistema de elección, representa solo una parcialidad de la misma, ya que en su desempeño diario se construye su propia existencia, hay que dotarlas de contenido permanentemente, ya que en estos los resultados pueden ser muy distintos. Sólo tenemos que fijarnos en las diferencias de las mismas entre la democracia americana, donde recientemente el voto popular reflejaba que Hilary Clinton superaba por más de tres millones a Trump pero por su sistema electoral, el segundo se convierte en presidente. Muchas veces la clase dirigentes, los intermediarios y el propio ciudadano, se olvidan de la necesidad de ajustar las tuercas del sistema y reorganizarlo que va más lejos que un simple maquillaje- es necesario para mantener el constante perfeccionamiento del sistema, por eso las recetas de la democracia populista de Laclau, se olvidan de la necesidad de reajuste permanente, pues la democracia en una herramienta en constante uso y desgaste. A pesar de que Freud, a través del dispositivo psicoanalítico presenta un modelo interpretativo del comportamiento social, no es una receta mágica para la solución de las enfermedades de la sociedad, pues sirve para interpretar el malestar presente en un momento determinado, pero en mi opinión Laclau, no da luces más allá del mal diagnostico, sin entrar el tratamiento para curar el síntoma de una “demencracia populista” que tanto alaba, sin sustento en la realidad, queda culpar a alguien, puede ser el líder, pues la teoría seguro no tiene errores, es que existe en el populismo y sus defensores una receta importante, culpar a otros de sus errores. Laclau debería hacer su aproximación un poco más real y debería titular su obras, “sin razón populista”, sub titulando “una justificación de todo y nada al mismo tiempo”.

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http://www.lanacion.com.ar/719992-ernesto-laclau-el-populismo-

¿La razón populista? Briceño, H. (12 de Febrero de 2017). El Universo. Recuperado el 12 de Febrero de 2017, de Eluniverso.com:

http://www.eluniverso.com/opinion/2017/02/10/nota/6039895/pueblo-como-

instrumento-revolucion Datincorp. (2016). El Nacional. Recuperado el 12 de Febrero de 2017, de http://www.elnacional.com/noticias/sociedad/encuesta-datincorp-los-venezolanos-quiere-irse-del-pais_11774 España, L. P. (2015). Pobreza y Misiones, Encuessta de condicones de vida del venezolano. Recuperado el 12 de Febrero de 2017, de Usb.ve: http://www.rectorado.usb.ve/vida/node/58 Freud, S. (1927). “Inhibición, síntoma y angustia”. En S. Freud, Obras Completas (Vol. XX, págs. 83161.). Buenos Airea: Amorrortu editores. Freud, S. (1921). Psicología de las masas y el análisis del yo. ALIANZA EDITORIAL. Lacalu, E. (2008). Debates y combates: por un nuevo horizonte de la política. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Lacan, J. (1975). La dirección de la cura (Vol. II). México: Siglo XXI. Lacan, J. (1984). Subersión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano. México: Siglo XXI. Laclau, E. (2008). La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura. Sabater, F. (2012). Ética de urgencia. Bogotá: Editorial Planeta Colombiam S.A. SOLER, C. (2009). La querella de los diagnósticos. Buenos Aires: Letra Viva.

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