LA RAÍZ IBÉRICA “CA” EN EL IDIOMA ESPAÑOL

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Descripción

LA RAÍZ IBÉRICA -C- “CA” EN EL IDIOMA ESPAÑOL RPI: B-3851-14

INTRODUCCIÓN Para comprender en toda su extensión de la importancia de la raíz ibérica -C- “CA”, es necesario introducir unas consideraciones previas que nos permitan situarnos sobre el asunto que vamos a tratar, ya que desde la ortodoxia lingüística conocida y explicada a día de hoy no es posible entender de qué estamos hablando, porque voy a transmitirles una epistemología que ha estado inédita durante miles de años. Y por raro que parezca, lo que les desvelaré no es una conjetura sino a mi honesto entender, plena certeza. Esta novedosa teoría del conocimiento tiene un razonamiento que puedo perfectamente sustentar empíricamente. Verán, muchos de quienes siguen mis investigaciones y, que aprovecho la ocasión desde estas páginas para saludarles muy afectuosamente, se preguntan por qué razón no hago mención a otros especialistas, ni siquiera para rechazar sus hipótesis o argumentar en contra. Pero ¿por qué debería hacerlo? En primer lugar, no soy quien para ponderar aquello que no propongo. Y en segundo lugar, desarrollé una fecunda metodología científica para la investigación a la cual denominé: La Teoría de los Acrónimos Ibéricos. Es clave para entender nuestro idioma, y su aplicación me permite explicar todo aquello que nadie hizo jamás; como se debiera, entiéndase. Porque si comprendes cómo se aplicaba el antiguo idioma de nuestros antepasados, conocerás el funcional y actual que usamos nosotros en la actualidad. Una gran parte de las denominaciones en nuestro país y preexistentes en nuestro léxico, por asombroso que parezca, se dieron en la edad de bronce sino con anterioridad; ya que nuestra lengua es milenaria, sin parecerlo. Dispongo de la mejor herramienta y lo he explicado, y claro, lo seguiré haciendo, tanto como sea necesario; porque percibo que se sigue sin entender cómo se denominaron las palabras, los lugares y las cosas en nuestro idioma. Únicamente se trata de método para hallar su verdadero origen, presentar las evidencias y así demostrarlo. Lo primero que debo aclarar y de entrada, es que la afirmación de que el idioma español proviene del latín vulgar y dado por cierto en la historiografía oficial es una grave, por no decir monumental equivocación. Esta teoría está sustentada en una ilusión óptica, ya que lo que el ojo ve, la mente lo cree. A todas luces nos parece latín, pero... créanme, no lo es. Es puro ilusionismo. Nuestra lengua la vemos escrita con caracteres latinos y por tanto, suponemos que fue razonada igualmente en latín pero, miren, fue pensada de otro modo. Fue construida con una escritura ibérica y basada en una filosofía del lenguaje heleno antiguo. Lo averigüé el 21 de Abril de 2012 justo al descifrar la lengua ibérica. Que no se pudiera leer durante todo este tiempo, dificultó que esto se comprendiera como se debiera desde un buen inicio. La base desde la cual parte la actual etimología hispánica para definir sus términos anda profundamente descaminada y todo lo que se deriva de ella, lógicamente también lo estará. Y es que nosotros, que teníamos una escritura antigua y anterior a la griega helenística, con la llegada del latín ganamos una nueva ortografía, pero en cambio perdimos nuestras pretéritas funciones del lenguaje. Todo y con eso, inalterables, los acrónimos ibéricos fueron las primarias frases de uso de los autóctonos (de facto) en la península y por asombroso que parezca, hoy constituyen los morfemas, fonemas y lexemas del léxico castellano del idioma español.

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ACRÓNIMOS IBÉRICOS Verán, es esencial apuntar que en lingüística moderna un acrónimo, del griego ἄκρος · ὄνομα, transliterado “akros” y “ónoma” significan NOMBRE. Pueden ser siglas que se pronuncian como una palabra, pero también son palabras formadas al unir parte de dos o incluso más vocablos. Esta clase de acrónimos son el tipo común de las locuciones usadas en la sintaxis ibérica. Para componerlas, nuestros antepasados emplearon alfabetos epichorikos, que son los distintos alfabetos y formas helenas precedentes a las denominadas de Mileto para el idioma griego. En el caso de los caracteres ibéricos, tuvieron origen en los arcaicos caracteres de las islas griegas y de la península de Asia Menor. Epichorikos vendría a significar “de las otras regiones”. Es a partir de descifrar la lengua ibérica y comprender como habían sucedido las cosas, que pude sustentar la teoría de los acrónimos ibéricos. La elaboré mientras asistía asombrado a las numerosas evidencias que confirmaban en mis hallazgos y múltiples descubrimientos un hasta hoy impensable origen ibérico heleno de la lengua española. Animo a todos a conocerlos a través de mis fecundas investigaciones. La teoría de los Acrónimos Ibéricos explica la escritura y el idioma de los iberos y los celtiberos miles de años después de que se dejase de usar y para que hoy pueda comprenderse y estudiarse. Nuestros antepasados y por mencionar alguno, llamados por el geógrafo Estrabón como los carpetanos, reparé en que se trataba de un exónimo; es decir una traducción. En realidad se trataba de los Καρυο “Cario”. Los denominados celtíberos eran - Çeltikçi - de la península de Asia Menor y no - Celtici -. Quiere decirse por tanto, que no eran celtas sino gálatas, así pues eran helenos. La historia toma un giro insospechado. Son quienes, entre otros muchos, nutrieron al castellano de sus actuales palabras, bien, quise decir frases; y que hoy inadvertidas están preexistentes en nuestro léxico: LA LENGUA ESPAÑOLA ES IBÉRICA. ¿Cómo funciona la partícula ibérica helena C “CA”? Miren, se trata de una “partícula copulativa”, es homóloga a la griega KAI y para nuestros antepasados ibéricos fue KA. No es que se le suprimiera una “i” sino que la lengua griega, tal como la conocemos, completó este vocablo adjuntando la “i” final. Significan lo mismo y la diferencia es únicamente dialectal, nuestra lengua también era helena. Y han de saber que nuestro léxico tiene más de 70.000 palabras que contienen esta secuencia y de las cuales unas 15.000 comenzarían las palabras con ella y otras 3.000, redondeando, las finalizarían. Se trata del rasgo tan distintivo en la fonología castellana de la consonante /k/ y que es propia y genuina de los íberos y los celtíberos y, por consiguiente, de nuestra fonética. Pues para ellos no era una consonante, tampoco una silaba como se tiene por más cierto, sino que se trataba de un auténtico LEXEMA. Ellos vocalizaban la partícula como un fonema ya que se trata de monema o si de una palabra se tratase, al contar con cinco símbolos para ese sonido, una para cada vocal: C, w, Ï, X, ù. “ka, ke, ki, ko, ku”. Pues ocurre que no importa que nos hayan impuesto escribir formalmente y en un revoltijo, “casa” con “c” y “queso” con “q”, letras propias del latín; que nosotros, tozudos que tozudos, las continuamos articulando del mismo modo que nuestros antepasados, en “oclusiva velar” y con el fonema de nuestra vernácula /K/ que luego heredó la lengua castellana. Pero sepamos cuantas vocales tiene la lengua ibérica de los celtíberos: Cinco. Sí, cinco, y son las mismas vocales iguales que los cinco fonemas vocálicos que tenemos hoy en día en español: /a/ /e/ /i/ /o/ /u/, pero que ellos escribían así: á, è, í, o, U. Con la llegada de los romanos, cambió la grafía pero ¿saben cuántas vocales tiene el latín? 10 vocales. La lengua castellana no es un idioma latino.

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LA PARTICULA IBÉRICA C “CA” Verán, la lengua ibérica anterior al periodo romano, es irreconocible en la lengua española. Tanto que los lingüistas de todo el mundo y de todas las épocas no han sido capaces de llegar a leerla. Tiene una explicación, es una lengua con una ortografía suficientemente rara y que se resistía a ser desentrañada eternamente. Pero miren, el 21 de Abril de 2012 descifré la lengua ibérica a partir de la escritura íbera septentrional. Y averigüé que el texto de El Bronce de Luzaga estaba compuesto por 124 signos que formaban 24 vocablos. Estos se componían a su vez de acrónimos, o dicho de otro modo sintagmas con 45 palabras significadas. Más 16 signos de puntuación escritos en ocho párrafos. Cabe señalar, que los epigrafistas tradicionales cometieron un error crítico, creyeron que las escrituras íberas y celtíberas se escribían con palabras cuando son acrónimos de dos, tres o más vocablos de significación. Eran frases, oraciones, sintagmas. Algo nada celta y por otro lado completamente heleno. Mientras se sigan transcribiendo a supuestas palabras celtas o latinas, tal y como se ha venido haciendo, nada encaja. Sin embargo, descubrí que el texto se podía leer íntegramente y en una coherencia completa. Además, se podía contrastar científicamente a través de la lengua griega, al cruzarla, a su vez, con las raíces frigias que están contenidas en el griego Koiné; ya que la escritura ibera septentrional o celtibérica, no tiene origen en una lengua celta como sostiene la historiografía oficial, sino en las raíces de la pre lengua griega frigia. Era el griego de los gálatas. Estas raíces están hoy también presentes en nuestro léxico, como finalmente se verá. (Ver mi teoría de los acrónimos ibéricos). Y los lingüistas han tratado de entender la realidad compleja de la lengua española, aun cuando la utilizamos surge de un modo natural, la expresamos inconscientemente. Pues bien, esta gramática española aun lo desconociéramos es milenaria, y por lo tanto está en nuestro inconsciente desde tiempos remotos. ¿Cómo es posible que no conociéramos que tiene su origen en la antiquísima lengua de nuestros antepasados? Fácil, nadie pudo leer, adecuadamente, esos textos para darse cuenta y advertirlo. Una vez superado este hándicap, uno se da perfecta cuenta de que la lengua española de ningún modo es continuadora del idioma latín, menos aún de otro latín que ni siquiera existió: El Vulgar. Aunque tampoco se podía desmentir, porque no hay un registro fonográfico de la época. Pero ¿no lo hay? Permitan que les anuncie: Sí que lo hay. Existe un registro de sonido. Nadie lo hubiera dicho, pero está en nuestra connatural y propia fonología, y a diario. Sí, es nuestra “lengua vernácula”, y que es la misma de los íberos y de los celtíberos. Toda nuestra gramática, nuestro idioma, puesto en una pequeña lámina de metal hace más de 2.000 años. ¡Sorprendente! ¡Impensable! Nuestra lengua es anterior a la griega, pero hoy la conocemos y desde tiempos de los romanos escrita con otra ortografía. Con las letras latinas. Que la lengua española viene del latín es una ilusión óptica. La vemos escrita con letras latinas y entonces suponemos que fue razonada en latín, pero miren fue pensada de otro modo. Fue construida en un idioma ibérico de origen heleno. Ellos, pronunciaban todo lo que escribían, igual que nosotros decimos que lo hacemos en la actualidad, y es que se trata de nuestra legítima lengua. Las incoherencias ortográficas de la lengua española las debemos a letras irracionales y que no son propias nuestras, como son la H, la Q, etc.

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LA FUNDAMENTAL PALABRA “CASA”, Verán, para ilustrarlo mejor será necesario que dejemos de lado las teorías y pasemos directo a la práctica. Veamos que nos desvela el texto del bronce de Luzaga en dos de sus acrónimos. Se tratan de los acrónimos cuatro y once del texto: ACRÓNIMO CUATRO: kqYC, que en griego frigio se traduce por Κορτίκα. Así pues, Κορτίκα (Cortica) es un vocablo de los celtíberos y que conocemos bien. Nos resulta relativamente fácil de comprender; es un acrónimo que se divide de este modo: Κορ · τί · κα. Con Κορ (Cor) expresan lo “Principal” “La Cor/ona”, “La Cor/te”. La población donde reside el rey, el jefe, el líder, alguien similar o donde tiene en ella su gobierno. Esta es una raíz que nutre y que hoy está muy presente en nuestro léxico. Por otro lado con τί, se refieren a un pronombre o un artículo pero también lo hacían para referenciar a sus dioses Titanes. Y finalmente la partícula κα, es una palabra que viene a significar “Por lo que (es)” y lo especifican en género femenino. Nótese que a nivel lingüístico, lo resolvían igual como hacemos nosotros. Con la “-a”, así, igual que en lengua española. ACRÓNIMO ONCE: Zo, y que es Σο (So) o σῷ (su). Pero ellos no tenían todavía la ῷ omega ni tampoco las minúsculas, por tanto se escribía ΣΟ (So). En realidad, hoy se trataría de un pronombre posesivo en 2ª persona del singular y neutro, en su caso dativo: “tuyo”. Pero cabe señalar que la segunda persona del singular para el pronombre personal y que para nosotros sería “Tú”, también se escribía así, σύ (su). Nos suena ¿verdad? Porque lo que vemos es que al ser una lengua que declina, si sumamos KA + SU, obtenemos una palabra, sin embargo para concordarla correctamente no es con “U” sino con “A”, es decir lo mismo que CA·SA. Es un “lugar” que se expresará flexionado con una terminación femenina en “-A”: CASA. Verán, es mucha casualidad para ser casualidad que todas aquellas palabras que son importantes, trascendentes y únicas en la lengua española, cuando busco su etimología las encuentro idénticas, iguales escritas en el griego antiguo que usaron los iberos y los celtíberos de nuestra península ibérica, y siquiera puedo encontrarlas en otro idioma, muchas siquiera en latín. Sin embargo, dicen que estas palabras provienen del latín y para justificarlo lo hacen escribiéndolas igual que en castellano, cuando son palabras distintas. No son latín, solo que están escritas con iguales caracteres de esa ortografía. Nos dicen que “casa” viene del latín, pero el sustantivo “casa” está escrita en castellano directamente, porque la palabra “casa” en latín es “domun” o “domus”, como se prefiera. De ahí la también palabra española “domicilio”, pero “casa” no casa en latín, es decir no “en-caja”. Incluso los rusos cuando quieren nombrar su “casa” lo hacen en latín, y no nosotros. Porque “casa” en ruso es дом “dom”. Pero Κασα (casa), ΚΑΙΣΑ en griego antiguo literalmente significa “lugar para guardar o que contiene cosas” y que nosotros podríamos traducirlo incluso por “caja”, pues es así como denominaban los antiguos helenos a las cosas, especialmente por su semejanza, apariencia y en su mejor y gran simbolismo. Solo que nuestra lengua es anterior al latín y al griego también. De esa raíz pre helena derivan: ca, cal, can, casa, sa, caixa, sa nostra, caserío, casal, caja, etc. Tenemos un ejemplo en la misma población celtíbera de “Sekaisa” cuyo significado ΣΕ · ΚΑΙ · ΣΑ es el de “Su aquí tuya (Su Lugar)”. La partícula ΣΕ (SE) significa “Tu” o mejor dicho “Su”, porque tiene el tratamiento más educado de “usted” que ellos usaban. Les pondré algún ejemplo para que pueda verse con mayor claridad: Apocalipsis 3:3 Biblia: “ἥξω ἐπὶ (σέ)”. (Vendré sobre ti). Vean otro ejemplo para que lo puedan

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comprobar en Lucas 1:19. Biblia: “λαλῆσαι πρὸς (σὲ) καὶ εὐαγγελίσασθαί”. (Para hablar con usted y para llevar la buena noticia). Casa en íbero significa “TUYA”. Y es que Casa es un vocablo netamente IBÉRICO. Casa no es una palabra, es una frase; y donde está por entera significada. Es un acrónimo, una frase, un sintagma que se compone de dos partículas léxicas. CA+SA. Pero para que lo puedan entender mejor, he de explicarles con mayor detalle algunas particularidades lingüísticas de nuestros antepasados. Miren, ciertamente la collocation que usa la lengua española y la celtíbera son distintas, pero ese distingo es irrelevante, lo mismo ocurre con el latín. Los determinantes en celtíbero se colocan al finalizar y no al comienzo como en español, pero, por lo menos los tiene, y en cambio en el latín no existen. Es cierto que la ortografía que usa la lengua española y la celtíbera son distintas, las letras en español gráficamente son latinas, pero ese alfabeto que usa el latín también está extraído del antiguo griego, y la gramática española y la celtíbera están emparentadas, porque son la misma gramática, la misma lengua. Pongamos un ejemplo: En español, el género gramatical en los sustantivos atiende a la distinción entre el masculino y el femenino, e indica la concordancia que un nombre exige al determinante, el pronombre o el adjetivo. ¿Cómo lo hacían los celtíberos? Pues, exactamente igual que lo hacemos nosotros. Su flexión para el modo femenino usa la letra “-a”, del mismo modo que lo hacemos en español. Pongamos otro ejemplo: En español el número gramatical entre los sustantivos, refleja la distinción que hacemos entre un número singular y un número plural. Los sustantivos en español, resuelven la forma en singular de otra forma en plural, distinguiendo entre “uno” y “más de uno”. Lo hacemos añadiendo la letra “-s” al final. ¿Cómo lo hacían los celtíberos? Pues exactamente igual. Para ser una lengua, la de los celtíberos, “rara”, hay que decir que es más extraño aun, que coincida exactamente con la nuestra. Si el español no sigue el patrón lingüístico fijado por el latín, cuando sí que aplica el modelo ibérico, podemos discutir todo lo que se quiera, durante todo el tiempo que se quiera, pero se entiende que no deja mucho margen a la discusión. De todos modos, lo expondré más exhaustivamente a continuación, y para que hagan sus comprobaciones. Entre otras cosas, noten que en latín no existe el artículo, por el contrario en español y en celtíbero sí: Pater dicit. “el padre habla”. Veamos otro caso: El latín usa la “s” final para la concordancia de sustantivos que, por otro lado, son de número singular: Magister clarus. “el maestro culto”, y para la pluralidad usa la desinencia “-i”: Milites laeti. “Los soldados alegres”. De ninguna manera es el modo en que lo hacemos nosotros en castellano, tampoco en celtíbero, ambos usamos la “-s” para tal propósito. Son demasiadas casualidades como para no tenerlo en cuenta. Compruébenlo, por favor. El español es continuador de la lengua ibérica de los íberos y los celtíberos, porque no solo nuestras palabras tienen el origen etimológico en este, como se verá finalmente, sino que además se sirve, objetivamente, de un igual modo tanto de pensar, entender y componer sus gramáticas. Y no es que lo hagamos parecido, es que lo hacemos igual. Eso debería ser determinante, y concluyente. Para comprender su filosofía del lenguaje elaboré una fructífera teoría que lo explicaba. Se trata de la que denominé como “LA TEORÍA DE LOS ACRÓNIMOS IBÉRICOS”, y es la que elaboré a medida que los hallazgos se confirmaban cuando la empleaba. Asumí que poco o nada podía explicarse fuera de ella, y todo cobraba sentido tras su aplicación. Era fascinante. Algo así como descubrir los maravillosos tesoros enterrados en una recóndita Troya. Un hallazgo sin precedentes. Esta Arqueología lingüística comenzó como algo que se vislumbraba casual, para confirmarse en el patrón principal de la morfología del léxico de los íberos

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y los celtíberos. Había un método, tenían una metodología para su lenguaje, y ahora lo conozco bien. No puedo extenderme, he de avanzar pero, quienes lo deseen, podrán estudiarla y aprenderla en mis numerosas publicaciones que dedico a ella. ¿Cómo se define? Es la teoría que sustenta y explica los acrónimos, los sintagmas, las frases, oraciones y vocablos en la sintaxis ibérica. Esta teoría formula que estos acrónimos fueron construidos a partir de alfabetos pre griegos “epichorikos” con un origen en Asia Menor. Y que estos acrónimos fueron empleados para el uso de la lengua y la escritura de quienes conocimos con los nombres genéricos de los iberos y los celtiberos en la península ibérica, siendo en consecuencia su sustrato lingüístico. ¿Cuál es su fenomenología? Se centra en la teoría lingüística e interpretación historicista que sostiene que los sintagmas ibéricos con origen en antiguos dialectos pres helenos y fundamentalmente: frigios, eolios, carios, jonios, lidios y dorios, son la auténtica esencia de la “lengua vernácula” ibérica. Sostiene que a consecuencia del proceso de romanización en la península ibérica, estos antiguos términos fueron justificados y/o confundidos con un “latín vulgar” que nunca existió. Argumenta que el latín fue otro idioma distinto al castellano o español, pero que ambos emplearon una igual grafía impuesta por la administración de Roma, una vez desechados los arcaicos caracteres ibéricos en la Hispania romana. No obstante el vocabulario español, contrariamente a lo que se dio por cierto no derivó del latín sino que era PREEXISTENTE en nuestro antiguo léxico ibérico. De lo cual se deduce, que en base a lo arriba expuesto, la actual historiografía oficial que explica la historia antigua de la península ibérica se trataría de un AXIOMA, es decir, que fue dada por cierta sin la necesaria comprobación. Ese conjunto de vocablos ibéricos, convertidos en morfemas y lexemas romances en su transición al castellano fueron escritos tras el proceso histórico con tipografía románica. Y la asociación de ese glosario ibérico y ortografía latina son la base y el fundamento del léxico de la que se convino en llamar la lengua castellana y por ende el idioma español. Miren, desde que apareció la escritura alfabética griega, hasta llegar al alfabeto griego clásico trascurrieron muchos siglos. Grecia no tuvo un único alfabeto común para todos los griegos hasta llegados los siglos IV-III a. C., y fue con la implantación del alfabeto milesio o jónico, que supuso el cambio de caracteres gráficos utilizados en los diversos territorios. El Bronce de Luzaga, se escribió con una grafía helena de la época frigia epichorikós (epi=más, chori=regiones, kos=los). Los vocablos no estaban completos en toda la extensión del término, tal y como los conocimos, en esos dialectos incipientes. Estaban sin vestir, sin adornos. Aun no habían recibido los añadidos, eran las raíces futuras que tendrían esas mismas palabras. A pesar de ello, Casa en íbero significa TUYA, y es un vocablo netamente IBÉRICO. Casa no es una palabra, es una frase; y donde está por entera explicada. Es un acrónimo que se compone de dos partículas y ambas son significadas o léxicas. CA+SA: CASA.

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EL IMPORTANTE NOMBRE DE “CABALLO” Veamos ahora, en otro ejemplo relevante de nuestra lengua, cómo funciona la partícula copulativa en el nombre singular de género masculino en lengua española CABALLO. Es un sintagma verbal que significa: VELOZ. Su origen etimológico se encuentra en un ACRÓNIMO. Una locución dada por nuestros antepasados y que ha permanecido desde hace miles de años preexistente en el léxico español. Es el resultado de aglutinar dos participaciones en una frase con sujeto y predicado: La partícula C, (CA) que es una expresión muy común para los ibéricos y permitan añada que para nosotros incluso, aquí la vemos en el caso que nos ocupa, de un animal que, literalmente, se “lanza al galope”. Se conjuga con el verbo buo, (BALLO) “Lanzar”. Lo especifico también en griego para una mejor comprobación: Κα+βάλλω. Quienes sostengan que “caballo” viene del latín no están bien informados. Bien, para fijar el nombre común caballo, en esta ocasión, no es tan plausible emplear el manido recurso de derivarlo del latín. En el caso que nos ocupa, es Equu o Equus, así que como pueden imaginar no funcionaría ni forzándolo, como se ha hecho en tantas otras entradas, lamentablemente. Es más, para justificarlo preferiblemente lo derivan incluso de otro nombre al que se aduce de latín tardío: Caballus. Y ciertamente caballus y caballo tienen una apariencia muy similar, pero ¿saben por qué razón? Lo explicaré, y de modo que todos lo puedan entender, ambos idiomas se nutren de las mismas raíces pres helenas, y cada idioma tiene su particular modo de expresarlo, y el latín lo hace con su desinencia frecuente de “-us” y el castellano con “-llo”. En absoluto derivan una de la otra ni entre ellas, y si ya era difícil alegarlo desde un latín “vulgar”, imaginen de otro “tardío”, miles de años posteriores a la lengua ibérica. Les pormenorizare algo que parece que no se ha tenido en cuenta a la hora de determinar estas etimologías, digamos que sufrieron un incomprensible lapsus. Y es que parecen haberse olvidado de que la palabra Equu no es un término original del latín sino un término importado y traducido de una antigua raíz pre griega: ἔχω. Sí, Equu viene de Echu. ¿Saben que significa? Es la raíz que significa PORTAR. ¿Parece apropiada para un caballo, verdad? Efectivamente, sí, en latín se definió al caballo por su utilidad: EQUUS. Y en realidad podían haber destacado cualquier otra circunstancia del animal, pero para denominarlo escogieron la cualidad de ser portador. EQUUS es TRANSPORTE. Ahora llega lo más asombroso del asunto. La lengua castellana escogió otra raíz distinta para denominar al équido, de hecho tomo dos y las unió en una frase o sintagma verbal, porque era una locución que necesitaba expresarla con un sujeto y un predicado tal y como hacemos en lengua española para construir una oración. Esta es justo CABALLO y por ello no puede derivarse Caballo de Equ, del cual es paradójico se le defina como “caballo de carga” pues aunque bien traído desconocían la razón última: Si dices Equus no es necesario añadir “caballo” ni “carga”, es una cacofonía. Bien, entonces ¿quieren conocer la ignota razón del nombre Caballo? Verán, se encuentra en la misma fuente de la que bebe el idioma latín con la palabra caballus, y eso supondría aceptar que en latín la tomaron prestada del griego o lo hicieron “tardío” traduciéndola de nuestra lengua. La expresión caballo es producto de la partícula, Κα, /CA/ que en esta ocasión apunta al “carácter” y el verbo βάλλω /BALLO/ que significa “lanzar”. Veamos ahora como se estructura internamente, porque con el verbo βάλλω /BALLO/ que en singular podemos verlo prácticamente conjugado en todos los dialectos griegos o en los más importantes al menos; y que además derivado de este, tenemos como nombre un relevante βηλός

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/VELOS/ y que nuestros antepasados carpetanos (cario) y que eran ELAZ (Helenos, de Asia Menor) no lo vocalizaban igual como lo hacen los griegos /VELOS/, sino que en cambio lo pronunciaban /VELOZ/ y, por supuesto, nosotros lo decimos exactamente igual, ese peculiar deje “Z” lo heredamos de ellos, y la expresión VELOZ es el apelativo y/o adjetivo que verbalmente ha representado un acrónimo ibérico como es el de CABALLO. Esto que pudiera verse hoy como algo excepcional, por el contrario era la común sintaxis de nuestros antepasados y, esas frases, inadvertidamente, son hoy nuestras palabras españolas. Y para que comprendan la magnitud y hasta qué punto llega la desorientación en el campo de la etimología actual, les desvelaré que este verbo, y que lo usamos para nominar al “caballo”, es el mismo que a la vez dio las voces de BALÓN o BALA (asimismo veloces), y es que este verbo es clave en nuestra lengua española y está asociado con todo aquello que se mueva rápidamente. ΚΑ·ΒΑΛΛΟ ΚΑ

CA-

Es una partícula copulativa “Por lo que (es)”

ΒΑΛΛΟ

BALLO

Es el verbo “lanzar” o “lanzar a golpe”

Por otro lado, βάλλω y que significa lanzar se vocaliza con “v” y los iberos y los celtíberos tenían el carácter “V” cuando escribían, pero este tenía el valor de nuestra actual “N”, entonces no distinguían entre las que hoy son nuestras letras “B” y “V”, porque el segundo era representación de otro fonema completamente distinto, así que cuando pronunciaban la B, la articulaban oclusiva bilabial y no labiodental como es la V, no tenían esa fonética. ¿Y saben qué? Aquí está lo bueno del asunto: Nosotros tampoco. Siquiera miles de años después. Si escribimos “B” o escribimos “V”, los españoles deberíamos distinguir los sonidos de una y de otra letra ¿no es así? La primera deberíamos hacerla oclusiva bilabial y la segunda hacerla labiodental. Sin embargo, en español no lo hacemos ni por una equivocación ¿por qué no lo hacemos? Es algo extraordinario que no tiene explicación ¿De verdad, piensan que no la tiene? ¡Sí! Y tanto que la tiene, y es que no lo hacemos porque, aun los romanos cambiaran la B por la V, y digamos, que nos latinizasen el idioma, nosotros continuamos vocalizando, tenaces, como hicieron nuestros antepasados. Ahí tienen la mejor prueba para demostrarles, que nuestra fonología la heredamos directamente de los iberos y los celtíberos, y no del latín como se afirma. Y finalmente, el motivo de vocalizar [kaˈβa.ʝo] lógicamente se comprende que es porque nunca hacemos doppia “L” como el italiano o el griego. Nuestra lengua es autónoma y se caracteriza por un evidente yeísmo que nada tiene que ver con el latín.

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LOS NOMBRES IBÉRICOS Miren, no basta saber latín para comprender la lengua castellana; es más y espero que tomen a bien mi franqueza, si les sugiero que mucho me temo desde ahí no es posible. Es imprescindible conocer como denominaban las cosas nuestros antepasados ibéricos. Les doy una clave sustancial y de las muchas que deberán aprender en el futuro quienes deseen entender estos asuntos casi como si pudieran pertenecer a ellos. Determinar correctamente en esta materia supone y es necesario saber que ambos: Latín e Ibérico ciertamente bebían de fuentes pres helenas, sí, pero eso no aclara mucho a la hora de definir a los animales, por ejemplo. El uno y el otro lo hacían por causas concretas y de modo distinto. Del latín ya versarán otros, y lo harán revelando su gran pragmatismo, pero de los ibéricos déjenme que les pormenorice que tenían la costumbre de hacerlo señalando partes llamativas de su semblante o describiendo aspectos concretos de su personalidad. Sí, entiendo que no se esté habituado a ese derroche de intelectualidad de parte de unas tribus toscas y celtas, solo que no eran toscas ni tampoco celtas. Y las palabras españolas no se fijaron en latín, por mucho que algunos se hayan empecinado en hacérnoslo creer durante años. Así que desde ahí no encontrarán nada que no sean brillantes conjeturas. Es a consecuencia de ello que teníamos con la etiqueta de origen incierto, hasta hoy: un perro, un lobo, un burro, un toro, un caballo, etc. Nuestros ibéricos aplicaban un patrón lingüístico muy coherente y eso facilita que mi tarea en la actualidad todavía sea más científica, si cabe. Si hubieran denominado a discreción y aleatoriamente sin orden alguno, me lo hubieran puesto más difícil. Pero no lo hacían al tuntún, y observaban con rigor unas determinadas reglas. Estar alfabetizado en la lengua ibérica es fundamental, y por fortuna supe instruirme en ella. Sí, requiere de una gran dedicación y mucho esfuerzo pero ¿qué en la vida, para todos, no lo exige? y por tanto, conozco que un perro lo es por su hocico, un toro lo es por sus cuernos, un lobo lo es por sus orejas, etc. En consecuencia, para mí no es extraño que un caballo lo sea por sus características. Verán, hay una cosa que es muy clara, si nuestros ibéricos hubieran querido expresar que el caballo tiraba de un arado o de una carreta, como así lo expresa el latín, no tendríamos un Caballo sino un Echos. Así pues, concluyendo, mientras los romanos definieron Equus a su animal y en latín, por ser porte, carga, conducción, corretaje; en cambio nuestros ibéricos le llamaron Caballo por otro motivo: Su carácter veloz. Y a lo largo de la historia los caballos han recibido y soportado nombres de todo tipo, pero los más celebrados, probablemente, hayan sido aquellos que han destacado por su celeridad, y en la carrera. Una inusitada coherencia que hoy se nos evidencia asombrosa y plenamente coincidente, al destacar un temperamento tan excitado y presto que sugiere nombres tan acordes como los de: “trueno”, “rayo”, “flecha”, etc., hoy se nos revelan como una predicción desde el inicio de los tiempos en los que a los caballos se les llamó “caballos”. Y aun sin olvidar que, incluso, lejos del glamur que despierta un animal de gran esbeltez como es este y en una evocadora mirada a su elegante avance, sepamos que también pueden mover sus patas hacia atrás, en lo que denominaríamos una patada. Y a eso, tanto nuestros antepasados como nosotros, como pueden imaginar, le llamamos ayer y hoy por un igual; una muy probablemente contundente coz. Todo hay que tenerlo en cuenta.

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LA POPULAR PALABRA “CABRA” Veamos otro ejemplo claramente en el nombre singular de género femenino en lengua española CABRA. Es un sintagma verbal que significa: CORTA. En el sentido y acepción de tener pocas entendederas, talento, conocimiento o una escasa instrucción y asociado a una personalidad o un carácter adusto, hosco, malhumorado, arisco, seco. Su origen etimológico se encuentra en un ACRÓNIMO. Una locución para este animal dada por nuestros antepasados ibéricos y que ha permanecido desde hace miles de años preexistente en el léxico español. Es el resultado de aglutinar dos participaciones en una frase con sujeto y predicado: La partícula C, (CA) + el lexema Bqa (BRA). La primera es una conjunción común expresada por los ibéricos: por lo que (es). Los griegos lo harán con su homóloga καὶ (incluyen una iota) y añado que para nosotros también, ya que (CA) está adherida inadvertida a muchas palabras de nuestro léxico español, aunque cuando queremos expresar lo mismo solemos hacerlo con “y”; y es que innumerables nombres del idioma español son frases ibéricas. CA · BRA C

KA

Significa “Por lo que (es)”

Bqa

BRA

Relativo a “CORTA”

PRIMER VOCABLO: Se trata de la voz carpetana (cario) tomada del heleno frigio: C. (KA). En griego se escribirá καὶ. Esta raíz significa: y, e, incluso, aún así, por lo que, también, del mismo modo, etc. SEGUNDO VOCABLO: Se trata de la voz carpetana (cario) tomada del heleno frigio: Bqa. (BRA). Está estrechamente relacionada con el carácter de un animal que se quiere presentar por mostrar una actitud “corta”: áspera, brusca, bronca, desabrida, basta, maleducada, agreste, campestre, etc. CONCLUSIONES: En el nombre de CABRA tenemos el resultado que presentan la conjunción C, (CA) + el lexema Bqa (BRA). Verán, sorprendentemente es la misma etimología que se presenta para la palabra βραχύς “brazo” y que es obvio que adjunta también el vocablo BRA y que apunta a “corto” ya que aunque hoy se prefiera definir al miembro del cuerpo al que denominamos brazo como la parte que va desde el hombro a la extremidad de la mano, no siempre fue de este modo, antiguamente se le consideraba “la parte -corta- del hombro hasta el codo”; la parte restante del codo a la muñeca era el antebrazo. Les doy otro fácil ejemplo con “BRAGAS” y que son calzones o un pantalón que es corto. Dicho lo cual, quienes sostengan que CABRA viene del latín no están bien informados. No están al corriente de mis prolíficas investigaciones sobre la lengua ibérica.

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PUEBLOS IBÉRICOS Verán, después de tiempos de los íberos y de los celtíberos nadie conocía ni supo hablar su idioma, no obstante en Abril de 2012 ocurrió un hecho sin precedentes. Descubrí que El Bronce de Luzaga escrito en íbero septentrional tenía su origen en una lengua proto griega, concretamente en la frigia en sus modos fundamentalmente lidio-dorio. Una antigua lengua proto indoeuropea de Asia Menor. Los celtíberos grabaron el texto usando un alfabeto epichorikos, quiere decirse en este caso concreto, uno ibérico propio pero los vocablos guardaban perfecto significado con el griego frigio contenido en raíces primordiales del griego Koine. El Koiné recogió distintas maneras dialectales antiguas griegas. Son ellos mismos, nuestros celtíberos, quienes nos confirman a Heródoto y asombrado doy testimonio de ello. Me resulta sumamente emocionante, como es natural. Son ellos y no otros quienes nos dicen ser: ΕΛΑΣ... ΚΑΡΥΟ : ΤΕΚΕΣ. Es decir “Helenos, Cario de Anatolia”, ¡Sorprendente! Y lo hacen de este modo, miren: ëlaF… Cquo : &wF. Pero éramos analfabetos de la escritura ibérica y no lo pudimos siquiera sospechar. Era un debate abierto durante siglos y que los historiadores no pudieron resolver. Lo denominaron el problema insoluble de LAS DOS IBERIAS pero la cuestión quedó resuelta en el instante que pude leer una lámina ibérica: “El bronce de Luzaga”. Entonces pude constatar que sencillamente era cierto, que las dos Iberia estaban relacionadas entre sí y entre esas dos Iberia finalmente se fundó Europa. El mundo quedó preparado y listo para recibir la llegada de los nuevos conquistadores. ¿Y qué son los alfabetos epichorikos? Bien, será necesario esclarecer también de que se trata cuando hablamos de los alfabetos epichorikos: Verán, son los distintos alfabetos y formas anteriores helenas a la adoptada finalmente en común y denominada Milesia o de Mileto para el idioma griego. En el caso de los caracteres ibéricos, estos tienen sus orígenes en los alfabetos arcaicos locales procedentes de las islas griegas y de la península de Asia Menor. Epichorikos vendría a significar “De las otras regiones”. A partir de comprender como habían sucedido las cosas en realidad pude argumentar la teoría de los acrónimos ibéricos. La elaboré a la vez que realizaba numerosos hallazgos y múltiples descubrimientos. La teoría de los Acrónimos Ibéricos o teoría de las frases ibéricas es la que explica la escritura y el idioma de los iberos y los celtiberos miles de años después de que se dejase de usar por nuestros antepasados, y hoy para que nosotros podamos comprenderla, conocerla y estudiarla. Todas las ventajas de su interesante estudio y conocimiento pienso son más que evidentes y no será necesario que aquí las enumere. Trato de comprender su mundo a través de su escritura y comprender su vida captando su filosofía del lenguaje en su pensamiento.

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LA LENGUA ESPAÑOLA Y el latín, es una lengua extraordinaria, es un éxito de tipografía, y no obstante, es nuestra lengua ibérica quien provee etimológicamente al latín, en cambio. Miren, el latín siquiera existía, cuando la lengua íbera y celtíbera llenaba de significado todas las estelas de esta península. En realidad es sencillo, muy sencillo, sin embargo como desde la actual base que se parte en la etimología española anda profundamente descaminada, lo que se derive de ella, lógico, también lo estará. Por supuesto, tengo confianza de que “todo” será enmendado y subsanado en el sentido que apunto pero, hoy por hoy, nos encontramos frente a una teoría que se dio por cierta sin la debida comprobación: “La lengua madre del español es el latín.” Miren, se trata de un Axioma. Tropezamos ante un dogma, y las definiciones se ven afectadas y, lo que es peor, se han propagado en un desacierto de dimensiones colosales. Pues, derivando del latín lo indeclinable de forma, es decir términos no variables que son genuinos ibéricos, no se acredita más el origen de la lengua española sino, bien al contrario, se justifica la conjetura de un latín superior que da como consecuencia un subordinado origen del idioma castellano. Cuando en realidad son a la par, ambos, un futuro latín y un futurible castellano por ende español, bebieron de las mismas fuentes “pres griegas”, incluso en numerosas ocasiones de raíces distintas y, mira por donde, justo este es uno de esos casos. ¡Inimaginable! Si el español fuera continuador del latín, su gramática seguiría el patrón fijado por esta lengua y en cambio sigue otra distinta: la lengua ibérica. Verán, la semejanza entre el latín y el español estriba en que usan un abecedario latino para escribir los textos de sus respectivas ortografías. Eso, por otro lado, es común a un gran número de idiomas europeos y no europeos que también usan el mismo o similar patrón, y que a la vez sus idiomas se conoce que no provienen del latín. Y el español y el latín coincidirán en muchas palabras, sí, en todas aquellas que el latín haya tomado de las raíces pres helenas y que es nuestro original idioma y escuela, no el latín. Lo pormenorizaré y mejor lo diré, pues les he de anunciar que nuestro idioma es anterior al griego y es heleno, se remonta a la época que llamativamente fue dicha oscura del griego frigio. Y el español, sorprendente, es el continuador de la lengua ibérica de los íberos y los celtíberos, porque no sólo nuestras palabras tienen el origen etimológico en éste, como se verá finalmente, sino que además se sirve de un igual modo tanto de pensar como de entender sus palabras. Y no es que las palabras tengan una similar morfología o las pronunciemos parecidas, es que salvo obvias excepciones ortográficas latinas, las decimos hoy igual que se dijeron ayer. Pero ¿qué ocurre, entonces, con las llamadas lenguas romances? Pues, incuestionables, son justo el eslabón necesario entre las lenguas vernáculas y los idiomas actuales. En nuestro caso, de las ibéricas pres helenas que derivaron indefectiblemente en la lengua romance o románica, para revertir después en las contemporáneas que todos conocemos. Lo cual refiero, tanto para que puedan estar informados como para que puedan hacerlo, debidamente, incluso en sus muy interesantes y valiosas páginas.

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LA RAÍZ IBÉRICA -C- “CA” EN LA LENGUA ESPAÑOLA Theory the Iberian acronyms RPI: B-3851-14 ORCID: 0000-0002-5002-5850 © 2012 by Enrique Cabrejas Iñesta © 2012 Fuentes gráficas de Ibero Juan-José Marcos © Enrique Cabrejas Iñesta www.elonol.com/karuo www.enriquecabrejas.com https://twitter.com/EnriqueCabrejas https://enriquecabrejas.blogspot.com.es https://plus.google.com/+EnriqueCabrejas www.facebook.com/EnriqueCabrejasIniesta http://www.regenpalmer.com/estudios-linguisticos Barcelona, 7 de septiembre de 2015

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