LA PRODUCCION Y EL COMERCIO: PUNTOS DE APOYO DE UN ESPACIO ECONOMICO

September 19, 2017 | Autor: S. Aldana Rivera | Categoría: Peruvian History, Historia Regional, Historia del Perú, Historia del Norte del Perú
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Descripción






Valga hacer una acotación: no es lo mismo hablar de un espacio peruano que un espacio peruano colonial. Este último se refiere al territorio de lo que fuera el virreinato del Perú -bastante más amplio de lo que es actualmente el Perú- y sobre todo a una realidad política definida (virreinato y no república)
La posición de Gonzales de Olarte (1982) me parece la más sugerente; de él tomamos la cita. Recordemos que a mediados de los '70-'80 mucho se discutió sobre lo que era una región y como se utilizaba definiciones de una realidad capitalista para interpretar sociedades pre-capitalistas, sacrificando así la riqueza de un espacio susceptible de ser analizado desde su homogeneidad interna hasta por el tipo de articulación comercial con el que se vinculaba al bloque que la contenía.
Traducimos a Frémont (1976:14,33) para quien las regiones son un espacio vivido por hombres.
Me refiero a la posición de Lynch (1976) y a lo que es un espacio común: la conocida autonomía de las posesiones americanas en la vuelta del siglo XVII con la presencia francesa, etc. Sobre la reformas borbónicas, la bibliografía es bastante amplia; baste mencionar el clásico trabajo de Fisher (1984).
Me refiero al trabajo de Shady ("La Arqueología del norte peruano" en I y II Seminario de Investigaciones Sociales en la Región Norte, Lima, Concytec, 1987) y el estado de la ccuestión en la arqueología norteña de Narvaez ("Arqueología de la región Nor-Oriental del Marañón" Ponencia. IV Seminario de Investigaciones sociales en la Región Norte, Conapis. Chiclayo (Perú) 28-30 noviembre de 1991) así como a los trabajos que se vienen haciendo en Lambayeque (Sipán y Sicán). Las vinculaciones con el sur del Ecuador son brevemente planteadas por A-C.Taylor: "Les Paltas. Les jivaro andins précolombien à la lumière de l'ethnographie contemporaine" (Bull.IFEA, 20(2) 1991: 439-460).
No hay un estudio directamente sobre Zaruma, algunas referencias en Jacome ("Economía y Sociedad Colonial" en Ayala (ed) 1983). Sobre Hualgayoc, el único trabajo sistemático es hasta el momento el estudio de S.O'Phelan (1991)
La primera frase resaltada la utiliza Teran (1989:289-295) para Guayaquil pero nos permitimos ampliarla a Cuenca. La frase de Fisher en su trabajo sobre la intendencias (1981:64) y la producción de cacao en el cuadro V de Contreras (1990:143).
Ver a este respecto el trabajo de Petitjean/Saint-Geours (1983).
En términos modernos podríamos decir que el contrabando generalizado en el norte fue el soporte de una economía informal que permitiera su desarrollo económico y que obviamente iba en contra de la economía formal del Estado virreinal.
No hay un trabajo sistemático sobre el tema, tan sólo el breve artículo de Petitjean/Saint-Geours (1983). Lo dicho aquí sobre los productos, más explícito en Aldana 1992.
Borja/Szasdy (1964) son quizás los únicos que han ensayado una historia de largo tiempo sobre este producto pero no trabajan el tipo de vinculaciones que éste permitiera.
El trabajo de Contreras (1990) es el más sistemático sobre el cacao guayaquileño aunque siemre hay referencias en los trabajos que se refieren a la costa en la historiografía ecuatoriana. Sobre el desplazamiento del cacao venezolano en México, cfr. Izard (Tierra Firme, Historia de Venezuela y Colombia. Madrid, Alianza Editorial, 1987) y sobre la aceptación en Lima, Vega (1992).
Señalo esto último tratando de remarcar que se mantuvieron las vinculaciones comerciales para con el espacio norperuano. Aunque formando parte de Nueva Granada, todos los circuitos y las redes de comercialización establecidas hacían que Jaen se volcara hacia la macroregión surquiteña-norlimeña y al polo de poder más fuerte, Lima.
La información sobre cofradías, comunicación personal de Beatriz Garland, especialista en el tema. Uno de los pocos trabajos sobre tabaco, el de Hünefeldt (1986); allí cita a Céspedes del Castillo de como aumentaron los beneficios líquidos de la renta entre 1763 y 1788 (de 19,911 pesos a 445,662 pesos). Para mayor abundancia sobre su importancia, ver el cuadro en base a los ingresos de la Caja de Lima en Tord y Lazo (1981:269): en 1764, los ingresos por tabaco son 123,000 pesos después de los 216,881 pesos que entraron por alcabala y los 131,708 pesos que lo hicieron por avería; es el último año que registra, justo cuando se inicia el auge del producto. Cfr. también la traducción que del diario de Humboldt ha hecho Vega Velez (1992) para lo del contrabando de tabaco, ps.28-32.
Los pocos estudios sobre el algodón en el caso del Perú se ban hecho en base al sur, Ica; es más para el XIX en la mayoría de los casos. Cfr.por ejemplo, Macera ("Algodón y comercio exterior peruano en el siglo XIX -- Lima, INC, 1977: 275-296). En el caso del norte, algo conocemos gracias al trabajo de Palomeque (1983).
Los trabajos a los que me refieron son los de Cushner (Lords of the Land. Sugar, Wine and Jesuit Estates of coastal Perú 1600-1767. Albany, State University of New York Press, 1980) y sobre todo a los de Ramírez (1973 y 1991)
Haitin (1983) utiliza el término, yo los señalé como no-tradicionales a fin de distinguirlos de los de explotación común en el XVII, la plata en primer lugar y el azúcar en el norte. Con respecto hay una tendencia al alza (con fuertes variaciones) de la agricultura comercial norteña a fines del XVIII, en Aldana 1992.
Es más, durante una breve licencia en los casi treinta años que ocupó el puesto, el cargo recayó en Felipe del Risco, también sobrino de un virrey, esta vez, del marqués de Avilés. Una breve biografía de Vicente Gil de Taboada en Fisher (1981:264).
El tema no ha sido específicamente trabajado pero aparece en Flores Galindo (1984). Sobre el caso del trigo, específicamente en Ramos (Trigo Chileno, navieros del Callao y hacendados limeños en la crisis agrícola del siglo XVII y la comercial de la primera mitad del XVIII. Madrid, Inst.Gonzales de Oviedo, 1967)
Su obra es fundamental para conocer la actividad musical durante la colonia. Cfr. Estensoro, JC: "El mulato José Onofre de la Cadena: Didáctica, estética musical y modernismo en el Perú del siglo XVIII" en Historia y Cultura Nº20, 1990:201-220.
Cfr. Oberem,"Algunas estadísticas sobre el norte del Perú de fines del siglo XVIII" en Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft un Gesssellschaft Lateinamerikas (6: 202-210) 1969. Sobre el personaje hay bastantes trabajos; una brevísima reseña sobre la bibliografía del tema en Navarro, "Vida y personalidad del Obispo Martínez Compañón" en Navarro, Paz Velásquez et.al. Vida y Obra del Obispo Martínez Compañón (Piura, Universidad de Piura, 1991).
Al respecto, cfr. Peralta (1987) y sobre la conformación de la élite lambayecana, Ramírez 1991.
Tumbes y sobre todo Guayaquil son netamente costa húmeda tropical. Cfr. Dolfus (1981).
Palomeque (1983) es quien plante la complementaridad económica entre Cuenca, Loja y Piura. Cfr. también Espinoza/Achig/Martínez: "La Gobernación colonial de Cuenca: Formación Social y Proeducción Mercantil Simple (aproximación teórico-histórica) en Idis: Ensayos sobre Historia Regional. La región centro-sur (Cuenca, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1982); especialmente las ps. 54-57 en que describe las características del obraje cuencano frente al norandino. Y también León : Compilación de Crónicas, relatos y descripciones de Cuenca y su Provincia- Cuenca, banco Central del Ecuador, 1983); particularmente el tomo sobre colonia.
Esto lo demuestra Salvucci (1987) al interesarse por los npucleos obrajeros mexicanos.
Se cuenta con el trabajo -muy general- de Silva Santisteban sobre obrajes (Los obrajes en el virreinato del Perú. Lima, Museo Nacional de Historia, 1964). Para lo del caso mexicano, Salvucci (Textiles and Capitalism in Mexico. An economic history of the Obrajes, 1539-1840. New Jersey, Princenton University Press, 1987) es quien demuestra lo dicho. finalmente directamente sobre Cajamarca, sólo hay la compilación de Silva Santisteban (Historia de Cajamarca- Lima, Concitec, 1989) y para Hualgayoc, O'Phelan (1991)
Esto último lo sostiene Palomeque (1979).
Cfr.Terán (1983:293) y también la nota 5.
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LA PRODUCCION Y EL COMERCIO:
PUNTOS DE APOYO DE UN ESPACIO ECONOMICO

[DOCUMENTACION GRIS. NO PUBLICADO, 1990]


Susana Aldana Rivera
CIPCA-Piura (Perú)



En el norte hay hasta nuestros días, una conciencia clara de la mancomunidad de intereses y de historia común entre sus diversas regiones. Una conciencia que se vuelve imprecisa al percibir las estrechas relaciones que vinculan a algunas partes de ese gran espacio con el espacio sur de la actual república del Ecuador, recordando vagamente una situación previa semejante. Esa conciencia colectiva refleja, de hecho, una realidad que estaba claramente definida y manifiesta a fines de la etapa colonial.
Efectivamente, en la segunda mitad del siglo XVIII nos encontramos con una macroregión surquiteña-norlimeña; un espacio económicamente bien articulado y soportado en un entramado de redes de comercio (establecidas por los contactos entre la gente) y de circuitos comerciales (aquellos por donde fluían los productos) que se habían ido conformando desde el mismo momento en que los españoles se asentaron en estas tierras.
Siempre se ha hablado, sin embargo, de espacios económicos coloniales articulados en torno a ejes mineros, sobre todo de aquellos que cayeron directamente bajo la influencia de Potosí, el más grande yacimiento del virreinato peruano. Y aunque la sombra de este monstruoso núcleo minero estuviera siempre presente, hubo otros espacios que sobrevivieron y es más se fueron definiendo, gracias primero a sus posibilidades ganaderas y luego a las agrícolas. Entre ellas, la macroregión surquiteña-norlimeña y a su interior, cada una de las regiones que la conformaba.
Porque una macroregión engloba espacios regionales que mantienen y desarrollan su propia particularidad económica, social y hasta política pero que, a pesar de ello, por su constante interrelación llegan a establecer una lógica económica común, unas veces complementaria, otras veces de competencia, dependiendo de los efectos que se producen y de los mercados a los que se llega. Y si región es la conjunción indisoluble de espacio geográfico y de espacio social, donde se interrelacionan de un variado número de elementos, la macroregión responde a las interrelaciones de esos elementos al interior de una región y a la vez, a la interelación de esas regiones.
No perdamos de vista el hecho de que la región (y la macroregión) es un espacio vivido, "visto, percibido, resentido, amado o rechazado, modelado por los hombres y proyectando sobre ellos las imágenes que lo modelan"; en nuestro caso, es muy cierto que la estructura espacial traduce una estructura social
Ahora bien, en el siglo XVIII se implementan un número de reformas -conocidas como las Reformas Borbónicas- que responden a la necesidad de la Corona española de reconquistar económicamente sus posesiones coloniales americanas; es decir, poner coto a su creciente autonomía y obtener el mayor beneficio posible de ellas. Pero además, a la metrópoli la envuelven una serie de cambios en el panorama europeo/internacional que, visiblemente en la segunda mitad de ese siglo, supone una creciente presión por un número variado de productos distintos del mineral de plata, de un lado y del otro, sobre todo, a la necesidad, cada vez más perentoria, de mercados para los productos europeos.
A un primer recorte territorial (Nueva Granada, 1739), le seguirá uno segundo (Río de la Plata, 1776) algún tiempo después, cuyo efecto indirecto -y quizás hasta impensado- sería darle una mayor capacidad de gestión al gobierno de un virreinato territorialmente mucho más pequeño como el del Perú desde la década de 1780; a ese espacio será al que nos referiremos constantemente. En lo económico, a lo largo del XVIII, lentamente se fue implementando una estructura comercial de base diversificada en la que la plata perdía su lugar preeminente como el producto de intercambio. Un número de otros productos agroganaderos saltan a primer plano, como la cascarilla, el cacao, el tabaco y el algodón en primer lugar pero también otros más, importantes como las pieles y los cordovanes o como el jabón, el arroz e incluso el añil y la zarzaparilla... y su explotación inicial se daría preferentemente en la macroregión surquiteña-norlimeña; aunque rápidamente comenzarían a ser explotados en otras áreas.
Esa demanda externa pero también interna -por cuanto era necesario primero lograr la extracción de los productos hacia los circuitos tradicionales de salida y luego, cubrir la demanda del propio virreinato- canalizada en una mayor atención del Estado virreinal peruano hacia este gran espacio, impulsaron una especialización en las diferentes regiones que la conformaban. El objetivo de este trabajo es justamente acercarnos a los roles que jugraon cada una de las ciudades cabezas de las diferentes jurisdicciones en base a la producción con que contaban y la forma como se vinculaban al conjunto de la macroregión y del virreinato en general. No olvidemos que la función regional que caracteriza a cada ciudad se ejerce al interior de un zona de influencia (Frémont 1976:53) y que por tanto, este análisis permite establecer algunas características económicas de cada espacio y señalar algunas pautas para poder entender su desenvolvimiento político en proceso separatista y republicano inicial del Perú.


I.La macroregión surquiteña-norlimeña

Visualizemos antes que nada, el espacio al que me refiero (ver mapa I): el sur de la audiencia de Quito y el norte de la de Lima; de allí el nombre que utilizamos. No podemos hablar de un espacio norandino -que sería quizás el más conveniente en contraposición a lo que es el surandino del virreinato del Perú- porque en una historiografía conjunta de nuestros países, tal nombre nos remite a los obrajes de Quito y las relaciones económicas que ellos generaran.
Pero debe remarcarse que las vinculaciones económicas de este espacio no son un fenómeno que sólo se explique a partir de la presencia española; por el contrario, los actuales estudios arqueológicos del norte peruano vienen descubriendo un número de articulaciones muy antiguas, como el eje Lambayeque-Cajamarca y es conocida la influencia de las culturas surecuatorianas en el norte del Perú. Pero la conquista hispana le añadió a esas articulaciones de complementaridad eminentemente ecológicas, un nuevo elemento: una economía de mercado. Su generalización en estas nuevas tierras y si nos centramos en el caso que nos interesa, propició la interrelación de ese gran espacio, enriqueciéndolo en cuanto conjunto al integrarlo a un sistema económico distinto -cuyo alcance, independientemente de cualquier juicio valorativo, era bastante más amplio que el existente en estas tierras- y permitiendo con el tiempo, la particularización de sus diferentes regiones.
En el XVII, el atractivo de este espacio para los recién llegados fue limitado frente al que había en el sur con una cuantiosa mano de obra organizada y susceptible de ser económicamente captada así como por los yacimientos mineros, Potosí sobre todo. Para la macroregión, muy tempranamente, el oro de Zaruma hubiera podido ser un elemento vitalizador pero su efímera explotación no permitió que fungiera como tal; tendría recién que esperarse a la década de 1770 para que el yacimiento de Hualgayoc (Trujillo) le imprimiera nueva fuerza -aunque discontinua- a los circuitos mercantiles norteños. Mientras tanto, a la sombra de una estructura comercial en torno a la ruta de la plata potosina, se dio el proceso de conformación de este gran espacio. Los pilares del mismo fue el desarrollo sobre todo de la ganadería pero también de la pequeña y mediana agricultura; el comercio en semejante nivel, fue el elemento comunicador que permitió la constante interrelación de las partes y la actividad que signó a este espacio.
Las redes de comercio y los circuitos mercantiles fueron construídos de manera progresiva; ellos serían la urdimbre que soportara el peso de las diferentes actividades económicas; su complejización estuvo determinada por esa creciente demanda española-europea que se combinó con el incremento de la presión del Estado virreinal (y metropolitano) por obtener los mayores beneficios posibles. Baste recordar el aumento de las cargas fiscales, el alza de las alcabalas, la creación de los estancos, etc.
Y justamente son todas estas presiones las que permiten que a fines de la etapa colonial, sobre todo a partir del último tercio del siglo XVIII, podamos hablar de una macroregión surquiteña-norlimeña como un espacio socio-económico ya establecido, nítido y visible en el conjunto del virreinato peruano. Es más, la ejecución del régimen de intendencias en su territorio sancionó la lógica de este espacio, baste ver el mapa II. No sabemos si un razonamiento semejante -mantener la cohesión de un espacio bien definido y articulado económicamente- puede ser aplicado en las restantes divisiones del espacio peruano; sólo nos es claro que se respeta toda esa área norte del virreinato.
Más aún, cosa semejante pareciera suceder en el caso de la audiencia de Quito; una muestra de una realidad regional muy poco sujeta a Quito es la elevación a gobernación de Guayaquil (1763) y de Cuenca (1771). Incluso en la propuesta de Jorge Escobedo para la creación de una intendencia en Guayaquil hay un reconocimiento de una mancomunidad de intereses con el Perú pues según Fisher, este señalaba que la provincia, en general, era muy parecida a la intendencia de Trujillo. Y no con esto queremos disminuir el interés del Estado virreinal peruano por controlar el cacao (es más, será uno de nuestros puntos base de la argumentación en la especialización) pero si contextualizamos cronológicamente la recomendación de Escobedo (1785) con los promedios de producción de ese producto, ese año corresponde justamente a un período en que esta se mantiene estable. Sin embargo, limitarnos a ello sería negarle una reconocida visión a futuro de ese gran estadista y por otro lado, el hecho que la Corona española entre 1748 y 1778 multiplicó nueve veces sus importaciones de cacao por el puerto de Cádiz. Sólo resaltemos que en ese momento, enmarcados por un mismo régimen colonial, a la macroregión poco le importaba los límites que dividían su espacio; quienes más lo resentían eran los polos de poder, Quito y Lima.
Entonces hacia la década de 1780 encontramos bien establecida esa estructura comercial de base diversificada y en pleno auge a la macroregión surquiteña-norlimeña. Mientras que en el siglo anterior, se contraponían dos pulsos económicos, uno virreinal en torno a la ruta de la plata -en crisis en la vuelta del XVII- y uno local, de exitosa agricultura comercial en el último tercio de ese mismo siglo; en el último tramo colonial, el pulso norteño va de la mano con el del virreinato.
Pero dejemos establecida una característica peculiar al norte en esa economía, el fuerte contrabando; el tipo de mercancías que se comercializaban y las restricciones en torno a ellas, lo permitía. No en vano había sido un espacio periférico acostumbrado a un relativo grado de independencia económica frente a la capital -volcada a la obtención de metales preciosos-; que resentía la cada vez más sensible presencia del estado virreinal. El contrabando se extendió de tal manera que llegó a ser un patrón normal de conducta: la respuesta generalizada de un espacio eminentemente mercantil a las presiones de una metrópoli por acceder a sus recursos, convirtiéndose en el pilar de una economía regional al margen de la oficialidad capitalina.
Claro está que no fue una actividad exclusiva a la macroregión surquiteña-norlimeña pero en esta zona, el norte se conjugaban un número de adecuadas condiciones geográficas. A un mar sumamente calmo, sin fuertes oleajes, se le unía un amplio litoral, vastos arenales e innumerables caletas (donde desembarcar sin ser vistos). Es más, ello en los alrededores de Paita, el puerto particularmente más visible de la macroregión. Recojamos el cálculo de Haitin (1983:79): mientras las importaciones legales por Montevideo, Panamá y España entre 1800-1810 fueron de alrededor de 9.5 millones de pesos, en el mismo período, el contrabando por la ruta Panamá-Paita superó los veinte millones de pesos... e incluso, pudiera ser que el volumen fuera mayor porque ¿cómo rastrear a ciencia cierta un comercio de contrabando?
El primer producto que saltó a la palestra fue, sin lugar a dudas, la cascarilla. Su bondad como febrífugo determinó su fuerte demanda y la que se recogía en los alrededores de Loja (en los montes de Uritusinga por ejemplo) era la de mejor calidad de todo el virreinato; pero también la quina que crecía en Jaen gozaba de buena reputación. Y mientras que en la macroregión, la cascarilla comenzó a ser consistentemente explotada desde 1740 y su auge fue hacia la década de 1770, en otras áreas (como los alrededores de Cusco e incluso Tarma -cerca de Lima) se la comenzó a extraer hacia 1790. Pero aunque este producto fue el primero que llamó la atención sobre las posibilidades de este gran espacio surquiteño-norlimeño, rápidamente fue desplazado en importancia, primero porque en la facilidad de su extracción estuvo la causa prácticamente de su fin (se extraía la corteza de los árboles y se demoraban mucho en reproducirse naturalmente) y luego, porque el cacao tomó un auge inesperado, sobre todo en el mercado mexicano.
Por el control del cacao si hubo un soterrado enfrentamiento entre las autoridades capitalinas y las audienciales. Claro está, Guayaquil -y sus tradicionales antagonismos con Quito y sus vinculaciones con Lima- estaba de por medio. Porque justamente en gran parte de la cuenca del Guayas comenzó a explotarse cacao en cantidades considerables; aunque se le había cultivado desde el mismo siglo XVI recién sería indiscutible su preeminencia hacia 1790 cuando logró desplazar al cacao venezolano del mercado mexicano; consideremos que eso significaba acceder al mineral de plata que circulaba fluídamente en ese virreinato. Sin embargo, en otras áreas de la macroregión, las de ceja de selva como Jaen y Chachapoyas también se producía un cacao que tenía buena acogida entre los mercaderes limeños.
De importancia menos conocida, el tabaco jugó un rol fundamental en las economías virreinales. La Renta del Tabaco en el caso de la del Perú llegó a ser un respaldo poderoso a su alicaída economía formal: capitalizó por ejemplo, el dinero de las Cofradías -es decir las cortas aportaciones de los cofrades- y lo utilizó para aviar a sus cosecheros antes de la siembra. Y el tabaco se cultivaba en Lambayeque (Saña) y Guayaquil por la costa y en Jaen, Chachapoyas y Moyobamba en la ceja de selva. Obviamente, la calidad de la hoja era distinta y mientras que el de lambayeque se consumía en la Capitanía General de Chile, el bracamoro y el guayaquileño era el solicitado en Lima. Por su parte, el de Moyobamba se consumía preferentemente en el Cusco. La producción de tabaco generó no sólo un monopolio estatal -vía estanco-, sino varias fábricas y todo un sistema particular de comercialización... y de contrabando. Aquí si se dejó sentir la división administrativa pues estaba prohibido el comercio del tabaco de Jaen, territorio del virreinato de Nueva Granada -aunque nunca dejó de pertenecer a la diócesis de Trujillo-, en el norte del Perú; solamente se permitía el mercadeo del tabaco de Chachapoyas y de Moyobamba y como consecuencia hubo un activo comercio ilegítimo.
El algodón fue también un producto con creciente demanda interna y externa. Natural en las costas áridas del virreinato del Perú, fue cultivado por la población indígena y luego progresivamente fue primero comercializado por los criollos y más tarde producido a gran escala por los hacendados, pero ya dedicados a la agro-exportación en un contexto decimonónico muy diferente; la importancia de Piura en el cultivo del algodón es un espacio común entre los peruanos. Sin embargo, muy poco se sabe del algodón como mercancía colonial y de la importancia que tuviera a fines de la colonia. Menos aún es lo que se conoce de otros productos como el arroz, las pieles y los cordovanes -en una zona soportada económicamente en la ganadería y el comercio- y otros, de constante demanda interna, como la sal y la brea, el copee de los indígenas y hoy el petróleo que utilizamos.
El azúcar es quizás, el único producto agrícola que se conoce bien; al menos, en su aspecto productivo y en cuanto al impacto en la región en donde se le cultivaba (Trujillo y Lambayeque). Gracias a ésta, se sabe de un primer auge de la agricultura comercial a fines del siglo XVII y un repunte en la vuelta del siguiente, justo cuando nuestro espacio en estudio se erige más nítidamente que nunca. No obstante, su sensible preeminencia en el XVII no fue semejante a la que tuviera en el XVIII con la explotación sistemática de un número más amplio de productos; análogamente a la plata en el conjunto virreinal, el azúcar en la macroregión tuvo que compartir el escenario económico en el último tramo colonial; es más los valles donde se producirían estarían algo más al sur, más en los términos de Lima que en los de ese gran espacio norteño.


II.La especialización regional

Se tiene entonces, un gran espacio en el que se está produciendo/extrayendo y comercializando un número de bienes con una cierta demanda virreinal, sea interna y/o externa. La complementaridad fue el elemento que permitió la cohesión del espacio aunque también lo fue la competencia entre las diferentes regiones y el resultado de una lógica económica dirigida al aprovechamiento de las ventajas comparativas de cada cual fue la especialización regional. Complementaridad y competencia porque fueron los mismos productos en áreas semejantes y colocados en los mismos mercados los que estaban en juego; Dèler (1987) señalaba que era más un tráfico de hombres que de productos. Consideremos por ejemplo como en todo la macroregión, la ganadería tuvo un lugar preeminente: Piura y Lambayeque compartían la crianza de los caprinos y la competencia por colocar sus productos derivados en el mercado capitalino u en otros, como el sur de la audiencia de Quito. De igual modo, Guayaquil y Jaen producían cacao, Lambayeque, Chachapoyas y Moyobamba tabaco, el algodón era propio de todo el litoral... Y la circulación de estos productos generaba muchos circuitos y vinculaciones a lo largo y ancho del espacio en estudio. A fines del XVIII, Trujillo, por ejemplo, era el paso obligado antes de llegar a Lima así como Paita, el necesario puerto de salida natural de los productos serranos de Cuenca-Loja; aunque luego tendría fuerte competencia con Pacasmayo en lo local y Guayaquil en el conjunto macroregional. Para los productos de Cajamarca y Jaen, lo era Lambayeque y en menor medida Trujillo y claro, la ruta de contrabando desde Jaen pasaba por Piura. Veamos un poco más de cerca a cada región y relación posible.
Señalemos que nos vamos a centrar principalmente en aquellos asentamientos que organizaban el hinterland de su entorno y permitían la fluídez de la circulación mercantil: tres núcleos urbanos en el sur de la audiencia de Quito y hasta nueve en el norte del virreinato del Perú, si consideramos al puerto de Paita de manera desagregada de Piura y no obviamos a Tumbes y Moyobamba; pueblos con roles importantes aunque secundarios, en el conjunto de la macroregión. Y si lo pensamos desde otro ángulo, estamos hablando de tres ciudades de sierra (Cuenca, Loja y Cajamarca), frente a cinco de costa (Trujillo, Lambayeque, Piura, Paita y Guayaquil); y tres de ceja de selva y/o selva (Jaen, Chachapoyas y Moyobamba) (mapa I). Entre ellas, se establecieron circuitos mercantiles de acuerdo a los flujos de los productos propios de cada espacio y un número de redes comerciales entre los mismos hombres que los comerciaban.
Pero vamos a dejar de lado un número de pueblos que a nivel regional fueron importantes pero que dentro del conjunto macroregional su rol se limitó a ser núcleos intermedios de negociación; tales como tambos o curatos supeditados a las cabezas de partido o jurisdicción. Ciudades como Huamachuco en Trujillo, Ayabaca y Huancabamba en Piura, Oña, Catacocha, Saraguro, Sosoranga, entre Loja y Cuenca, etc.
Trujillo fue, sin duda alguna, la cabeza del norte del virreinato del Perú; no en vano fue elevada a Intendencia (1784) y en un primer momento -mientras Guayaquil no despegaba como lo hiciera poco después- influiría indirectamente en el espacio surecuatoriano gracias a la preeminencia del lado peruano. Hacia la década de 1780, justamente cuando ya es sensible la creciente demanda por esos productos no convencionales, Trujillo se erigió como un nudo de tránsito semejante al que era la ciudad capital, aunque claro en menor dimensión que Lima pero también bastante activo. Centro administrativo a orillas del mar, era la portada de entrada a la sierra norte; además era sede del obispado del mismo nombre y tuvo como prelado a un connotado obispo, el ilustrado Jaime Martínez de Compañón (1778-1788). El gobierno de la intendencia debió ser bastante atractivo como para que estuviera a cargo de un sobrino de virrey, Vicente Gil de Taboada, quien -curiosamente- se mantuvo en ese puesto durante prácticamente todo el último tramo colonial (1791-1820) y de Trujillo también serían algunos reputados liberales como José Faustino Sánchez Carrión.
Tradicionalmente Trujillo se había sustentado en la caña pero desde mediados del XVIII se había ido desplazado su producción a los valles de la costa central. Las quejas, por supuesto, no se hicieron esperar; los trujillanos no se podían resignar fácilmente a perder ese producto que aunque fuese de manera indirecta (pues el poder lo tenían los grandes mercaderes capitalinos del Tribunal de Consulado limeño) les permitía participar en el tráfico de azúcar peruana-trigo chileno (que hizo de esta capitanía una cuasi colonia peruana). Pero algo de bueno tuvo ese desplazamiento, los obligó a diversificarse económicamente, siguiendo la pauta que Lambayeque sentara desde la década del '30... y al parecer hubo más que un cierto éxito pues en Trujillo no faltó mecenas para la cultura. Gente como José de la Cadena, importante escritor de musica en la época; se afincaron en esa capital norteña.
Ella pasó a ser el corazón del tráfico mercantil terrestre formal -del de los productos estancados (tabaco bracamaro, cascarilla lojana, etc.)- y en sus términos, se construyó una fábrica de cigarrillos e incluso, alguna de jabón; casas-tina comunes más al norte, en Lambayeque y sobre todo en Piura; por algo eran regiones con una ganadería mucho más extendida. Sin embargo, nos damos cuenta de una nueva pauta, que se habría comenzado a darse una mayor producción de ganado o una participación directa en la lógica del giro de manadas de los piuranos, los lojanos y los lambayecanos: la compra de animales en un área particularmente dotada para la reproducción y engordarlos y beneficiarlos en las propias localidades. Por otro lado, en las áreas serranas de Trujillo, en Huamachuco sobre todo, hubo una cierta producción obrajera y hasta es posible que en el espacio de su región, se diera algún pequeño cultivo de algodón, cacao, cascarilla y lino pues su obispo ilustrado se encargó de promover esa siembra.
Al igual que en Trujillo, en Lambayeque en el XVII, la preeminencia económica la había tenido el azúcar pero tras sufrir los embates ecológicos (que la destruyeron en 1728), se había reorganizado diversificando su base productiva. No sólo se retomó el cultivo del azúcar sino también la ganadería y con ella, la elaboración de jabón y la curtiembre de cordovanes; además, por supuesto, de un mayor cultivo de pan-llevar. No obstante, sería el tabaco, el producto que signaría su peculiaridad regional pues era distinta la calidad del que se producía en Guayaquil o en la ceja de selva. Pero sobre todo y hasta nuestros días incluso, el área Lambayeque-Chiclayo es la mejor ruta de acceso a la sierra cajamarquina... y los mercaderes coloniales lambayecanos (y norteños) no la desaprovecharon; la proyección comercial de estos mercaderes se hizo sentir en ese espacio. Sólo tenía un grave problema: a la fertilidad de sus valles y a su ubicación estratégica con respecto al territorio de la intendencia, se le oponía el que su litoral no contara con un puerto aparente para el tráfico a larga distancia. Debía embarcar sus productos por Paita o por el Callao y aunque Pacasmayo, espacialmente más cercano cobraría importancia en los primeros años del XIX, no llegaría más que a competir con el primer puerto mientras que Guayaquil desplazaría a ambos.
Piura, por su parte, era (y es) la región de clima más caliente (y seco) de toda la macroregión; en los pastizales de su sierra, el ganado vacuno encontró un habitat idóneo para reproducirse como también lo hizo el caprino en las pampas de la costa. El ganado fue el motor de su economía regional: los de Lambayeque compraban las cabras pequeñas para engordarlas y beneficiarlas en sus fábricas de jabón, mientras que los lojanos unas veces compraban, otras veces engordaban vacunos en la sierra piurana; la lógica del giro de manadas que hemos mencionado. Y tanto la producción piurana de jabón como de cordovanes les permitió contar con un producto propio para traficar en el conjunto de los circuitos mercantiles. Las haciendas-estancieras de Piura, en especial las de la sierra, tenían también un cierto cultivo de caña de azúcar, de trigo, etc. aunque nunca en grandes proporciones. Sin embargo, la importancia económica de ese espacio fue progresivamente relegada primero por el peso comercial de los caprinos (y sobre todo de sus derivados, jabón y cordobanes) y luego -y en definitiva- por el algodón.
Estos tres núcleos cubrían todo el espacio de costa seca de la macroregión y entre ellos se puede hallar una relación de especialización regional, cada una con un aspecto que en el sur por ejemplo, se concentran en un mismo núcleo, cual sería el caso de Arequipa. Así, Trujillo, la capital administrativa, se erigió como la capital aristocrática del norte frente a Lambayeque, sancionada como la capital comercial pues en ella coincidían los circuitos del centro-norte, los del norte y los que venían del sur. Mientras que Piura era el punto estratégico de paso, no sólo porque el puerto más adecuado del litoral de ese gran espacio, Paita, quedaba en sus términos sino porque era la última ciudad costera del eje de comercio principal, la carrera de Lima-Quito.
Y una importancia análoga como ciudad de paso la tiene también Loja pues ella era a su vez, la última ciudad de sierra en la ruta terrestre del circuito mercantil principal pero partiendo de Quito hacia Lima; es decir que Piura y Loja guardan en común el ser bisagras de dos áreas ecológicas, costa y sierra y de dos jurisdicciones administrativas, el gobierno de Cuenca (Presidencia de Quito) y la intendencia de Trujillo. Sin ninguna duda, fue la existencia de la quinina en su región la que determinó su importancia dentro del conjunto macroregional. Pero su función regional en el comercio era como abastecedora de mulas; sus pastizales eran los mejores para su cría.
Eso es notorio en el eje que formaba con Cuenca y Piura. Un eje de complementaridad productiva: el algodón piurano trasladado en la mulas lojanas y transformado en textiles en Cuenca, de donde eran reenviados, por la ruta de tierra (por el litoral de la intendencia de Trujillo) a Lima y de allí eran redistribuídos en el resto del territorio virreinal. Pero Cuenca también articulaba el hinterland ganadero de la gobernación: vacunos y ovinos en el Cañar, equinos y porcinos en el Azuay; además claro está, de una agricultura frutícola, de pan-llevar y de caña de azúcar. Productos que circulaban en el espacio de la macroregión y que salían por Paita; puerto que era de más fácil acceso por la continuidad ecológica natural para el área de Cuenca y de Loja que el de Guayaquil. Aunque claro está que nunca dejaron de tener comunicación con la costa de la vecina gobernación pese a la dificultad de la ruta del Naranjal, el camino entre Cuenca y Guayaquil.
Y describir a Cuenca, es casi describir a Cajamarca; región muy poco estudiada pero que sabemos se sustentaba igualmente en la ganadería de vacunos y de ovinos y que a diferencia de la primera ciudad, contaba con una producción obrajera más definida, una producción de paños de lana. La importancia de esta producción nos es, sin embargo, casi desconocida: no se ha estudiado si por ejemplo, al igual que Cuenca comenzó a elaborar textiles de algodón o en Cajamarca sólo se puede hablar de textiles de lana. Ello es interesante porque quizás, a semejanza de lo que se encuentra en México, podría haber habido una progresiva traslación de la importancia económica de las regiones obrajeras de lana a las de algodón; de ser cierto, se tendría más completo el panorama de bienestar de la macroregión. Es más que posible que a semejanza de Cuenca, Cajamarca también estableciera un eje de complementaridad productiva, con Jaen o quizás Chachapoyas de un lado y del otro, con Lambayeque o Trujillo, no en vano Lambayeque era su punto de contacto con la costa. En todo caso, baste resaltar que ambas ciudades de la sierra de la macroregión compartieron un rol semejante: productores de textiles. Aunque claro, Cajamarca estaría peculiarmente signada por el yacimiento minero de Hualgayoc; a pesar que fueron más las expectativas que la realidad en torno a su explotación, la vida regional debió verse vitalizada con su existencia.
No olvidemos que dos áreas de ceja de selva se encontraban en los términos de la macroregión; espacios muy poco conocidos. A fines del XVIII, de Jaen se extraía no sólo buena cascarilla sino sobre todo, cacao, que para los capitalinos era de mejor calidad que el de Guayaquil y para ellos, también el mejor tabaco venía de esa zona. Por su parte, de Chachapoyas sólo se conoce su tradición más andina y que por sus condiciones ecológicas, también se producían los bienes mencionados; que uno de sus hijos preclaros fue José Toribio Rodríguez de Mendoza -quien jugara un rol importante en la independencia- y que se convirtió en el bastión realista en una macroregión que decididamente optara por la separación; no mucho más. En verdad, el rol económico de ambas ciudades en sus respectivas regiones y en el conjunto, se nos escapa. Sólo podemos afirmar que ellas, sobre todo Jaen, eran un buen punto de ingreso al Bajo Marañón y sobre todo a Mainas.
Dos pequeñas núcleos litorales también fueron importantes, Paita y Tumbes. La primera de mucho mayor trayectoria que la segunda, no en vano Paita había sido el puerto de parada prácticamente obligatoria de los barcos de la Armada del Sur -a la ida o al retorno- mientras que Tumbes era tan sólo el último punto costero de la ruta por tierra hacia Guayaquil; a partir de allí se tenían que utilizar lanchas para el transporte. Su importancia fue creciendo en los primeros años del XIX, de la mano con el comercio hacia el vecino puerto guayaquileño. Por su parte, Paita dejó de ser solamente un punto de articulación comercial de Piura para con el exterior; se convirtió realmente en una área articulada a su territorio y en un punto de salida del espacio serrano de la región y de la macroregión.
Finalmente, Guayaquil, puerto al que dejamos para el final porque su caso es muy especial. El auge del cacao le significó un éxito económico de tal nivel que para la primera década del siglo XIX no sólo se había instaurado como la más cercana competencia del Callao sino que también había substraído sino a toda la macroregión, a su parte norte, de la influencia de Trujillo; arrastrándola tras de sí y comenzando a reorientar los circuitos y las vinculaciones de este gran espacio. Mientras que en el XVII este puerto había formado parte de la estructura comercial en torno a la ruta de la plata gracias a sus astilleros -aprovisionando de barcos a los mercaderes que circulaban junto con la Armada o en su circuito-, en el XVIII el fuerte incremento de la demanda de cacao le permitió acceder a la plata mexicana... no debió ser casualidad en absoluto por ejemplo, la entrevista de los dos libertadores en Guayaquil si consideramos que el punto visible tradicional había sido siempre Paita; un afán de dominio de ese espacio debió estar en la base, primero del estado virreinal por añadirlo a la jurisdicción del Perú -y de allí, la cédula de 1803 en que se le colocaba bajo el dominio limeño- y luego de los libertadores por agregarlo a una u otra república.
Independientemente de lo dicho, Guayaquil no sólo era el puerto y ciudad-cabeza de una provincia, la del Guayas, sino también el núcleo comercial de la macroregión y prácticamente es el único punto de salida al Pacífico sur del espacio serrano de la audiencia de Quito; recordemos que llegó a haber propuestas de convertir a este puerto en una intendencia. Bajo esta perspectiva netamente comercial, podemos hacer una analogía con Lambayeque, pues la actividad mercantil de esta ciudad era igual de vital para un espacio bastante más reducido, el de la intendencia de Trujillo y de modo semejante, el rol decidido y diligente participación de los lambayecanos en la causa independentista peruana.



Resumiendo entonces, a fines del XVIII nos encontramos que el norte del virreinato del Perú forma con el sur de la audiencia de Quito (Presidencia), una macroregión económicamente bien articulada, con relaciones de complementaridad productiva y de competencia mercantil que cohesionan con fuerza las diversas áreas de su espacio y lo signan con una misma lógica en el desarrollo de sus actividades. Trujillo se había perfilado como la capital administrativa de la intendencia del mismo nombre e indirectamente para el sureño del espacio quiteño. Cajamarca y Cuenca, compartían una economía basada en la cría de ganado mayor y también en la producción obrajera mientras que Piura y Loja se definieron como las ciudades de paso obligado para el cambio de animales y el avío de mercaderes y viajeros; ellas eran las primeras y/o últimas ciudades de costa y/o sierrra de la carrera Lima-Quito, además claro, de su propia producción ganadera. Por su parte, Jaen y Chachapoyas con Moyobamba fueron las zonas más alejadas y vinculadas a este gran espacio por sus bienes primarios de gran demanda y en general, gracias a sus posibilidades agropecuarias; a más de ser los puntos de entrada a Mainas y a los recursos inexplotados de la selva. Finalmente, Guayaquil junto con Lambayeque tuvieron roles bastante más notorios puesto que fungían de polos mercantiles cuya importancia estaba en proporción directa a la de los circuitos comerciales de sus respectivas regiones y del conjunto de la macroregión.
No olvidemos, sin embargo, que esta situación comenzó a variar por causa del despegue económico de la región del Guayas. El éxito del cacao le permitió a Guayaquil independizarse de la tutela administrativa quiteña y/o limeña/trujillanas y comenzar un proceso de reorientación de las vinculaciones del espacio de la macroregión surquiteña-norlimeña en los últimos años de la colonia que probablemente, de no haberse visto inmersas las colonias en el proceso separatista, hubiera colocado bajo su influencia económico-administrativa a ese gran espacio... aunque claro el conjunto se se hubiera mantenido dentro de los límites del virreinato del Perú.
La explotación de esos productos no convencionales o no tradicionales, como se prefiera llamarlos, en el norte del Perú no significó sin embargo, que no se diera una muy rápida explotación de semejantes recursos en otros espacios, igualmente fértiles y ricos. Pero en el caso de la macroregión había habido todo un largo proceso de conformación/ maduración que permitió el desarrollo en conjunto -y no aislado- de las diferentes regiones de su espacio.


***

Percibir esta problemática da pie para muchas reflexiones, más de las pocas que señalamos aquí. Reflexiones sobre el propio proceso de independencia del Perú, de la opción en bloque de ese gran espacio por la separación, de su importancia en el conjunto peruano; sobre lo que significó para el bloque norteño, primero el corte republicano de la macroregión (con la consiguiente pérdida de toda una maraña de relaciones socio-económicas) y luego, ya en el período decimonónico, el desarrollo marcadamente costeño de una unidad desarticulada cuyas regiones se vieron insertadas de manera aislada en una economía agroexportadora y que relegó prácticamente al olvido a las áreas más alejadas o de difícil acceso al no contar con esa necesaria urdimbre de conexiones que durante tanto tiempo las integrara.
Y en este momento en particular, en el que se trata de lograr la regionalización del Perú, lo dicho nos permite delinear los cimientos sobre los que se levanta la solidez de la cohesión norteña y nos lleva a pensar en la identidad de todo este bloque y los diversos problemas en el desenvolvimiento de los diferentes procesos de regionalización a su interior.
Incluso reflexionar sobre este gran espacio antiguamente engranado en lo económico y que es el molde-base sobre el que se levantan hoy en día las numerosas vinculaciones socio-económicas de las regiones ahora limítrofes, permite entender (no justificar) el que las estrechas relaciones comerciales Perú-Ecuador se sigan traduciendo en un activo contrabando. No sólo por la crisis económica, profunda en el primero y más llevadera en el segundo, sino sobretodo por la presión estatal de los polos de poder capitalinos de ambos países en su afán de construir (o asentar) un Estado-nación. Una situación que resalta el problema de las fronteras vivas en constante flujo, que rebasan los límites republicanos y que convierten al que hay entre los dos países en uno altamente problemático.
Sin embargo, esa solidez de la cohesión norteña y esas vinculaciones socio-económicas entre regiones fronterizas de dos países reflejan, nítidamente en un caso y más débilmente en el otro, la trayectoria de una fuerte mancomunidad de intereses que partiendo de lo económico, lo rebasa, proyectándose a las mismas sociedades de todo ese territorio que fuera la macroregión surquiteña-norlimeña.







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