La producción editorial del Despotismo Ilustrado: la Imprenta Real

June 20, 2017 | Autor: G. Sánchez Espinosa | Categoría: Book History, Printing History, 18th Century Spain, Historia del Libro, Spanish enlightenment
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Descripción

Gabriel Sánchez Espinosa

LA PRODUCCIÓN EDITORIAL DEL DESPOTISMO ILUSTRADO: LA IMPRENTA REAL

Fachada de la Imprenta Real, dibujada por Ángel Fernández Noseret en 1795, según proyeo de Juan Pedro Arnal.

1 Javier Blas Benito, “Bajo el designio de la monarquía, bajo el signo de la Ilustración: la Imprenta Real”, en ibarra.artempus.net/, [consulta: 25 de noviembre de 2008].

la imprenta real de madrid, una de las instituciones culturales más caraerísticas de la España de las reformas bajo el Despotismo Ilustrado, no nació en su origen como una creación de nueva planta surgida ya entera, en toda su complejidad, por voluntad de alguno de los ministros reformistas de la monarquía borbónica, sino que se fue materializando durante décadas como un conglomerado de funciones al que se fue refinando en distintos momentos hasta otorgarle su forma definitiva. En su desarrollo, como ha escrito Javier Blas, convergió una doble aspiración, “por una parte, la necesidad de la Corona de controlar la información difundida por la prensa periódica y, por otra, la voluntad de disponer de una tipografía regia donde imprimir las publicaciones demandadas por la minoría ilustrada en el poder. Ambas aspiraciones tuvieron un desarrollo autónomo”1. La publicación en noviembre de 1755, en el Mercurio histórico y político, de unas noticias fantasiosas en torno al trágico terremoto de Lisboa disgustó a Ricardo Wall, secretario de Estado de Fernando VI, y le dio la excusa que buscaba para nacionalizar dicho periódico, aparecido en enero de 1738 por iniciativa y a costa de un particular, el gaditano Salvador José Mañer, que había obtenido el privilegio de publicarlo por seis años. Su cabecera completa nos puede dar una idea de su contenido generalista: Mercurio historico y politico, en que se contiene el estado presente de la Europa: lo que passa en todas sus Cortes: los interesses de los Principes, y todo lo que conduce de mas curioso… Con las Reflexiones Politicas sobre cada estado… Traducido del Frances al Castellano de el Mercurio de el Haya, por Monsieur Le-Margne [esto es, Mañer]. Tenía una periodicidad mensual y su formato era el de un pequeño oavo. A mediados de 1745, el privilegio se había traspasado a Miguel José de Aoiz, recomprándolo el Estado de sus herederos en 1756 por setenta y cinco mil reales. Wall encargó entonces la impresión, administración y venta de dicho periódico al impresor y librero Francisco Manuel de Mena, a cambio de una comisión del cuatro por ciento sobre el produo de su venta. En 1759, el Mercurio se convirtió en trimestral y, desde 1804, en quincenal. Su tirada rondó entre los tres mil y los cinco mil ejemplares. A partir de 1784 vio la luz con una nueva cabecera: Mercurio de España. Entre los principales redaores del Mercurio, hasta su supresión en 1807, cabe mencionar a Tomás de Iriarte (1772-1773), José Clavijo y Fajardo (1777-1798) y Nicasio Álvarez Cienfuegos (1798-1807). En 1697, el navarro Juan de Goyeneche adquirió el privilegio de publicar la Gaceta de Madrid, fundada originalmente por Francisco Fabro Bremundan, que venía editándose con interrupciones desde 1661. Tenía una periodicidad semanal —aparecía los martes— y consistía en un pliego en formato cuarto que incluía noticias relativas a eventos en las diversas cortes europeas, guerras, diplomacia y comercio; todas ellas referidas

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con un retraso que rondaba entre los quince y treinta días. Servía asimismo de boletín oficial, registrando los nombramientos civiles y militares efeuados por el monarca, así como dando publicidad a las reales órdenes y principales disposiciones de las distintas secretarías, tribunales y oficinas del Estado. Siempre que sobraba espacio, en la última de sus ocho páginas se ofrecía alguna noticia rara, de interés humano, y se hacía la lista de las novedades bibliográficas en venta en las librerías de la capital. El 10 de enero de 1762, Wall, que había reintegrado al Estado el privilegio de imprimir la Gaceta, ostentado por entonces por el conde de Saceda, Francisco Miguel de Goyeneche, a cambio de una suma de setecientos mil reales, encargó a Mena su publicación y despacho en unas condiciones semejantes a las ofrecidas con el Mercurio. La mejora del papel y la tipografía, bastante deficiente en los últimos años, fue inmediata una vez impreso el periódico “en casa de D. Francisco Manuel de Mena, calle de las Carretas”. Tuvo una tirada, para los años entre 1756 y 1781, entre los siete mil y los doce mil ejemplares, que se remitían desde Madrid a toda la Península y la América española. A partir del 11 de septiembre de 1778, se convirtió en bisemanal, viendo la luz todos los martes y viernes. Entre sus redactores, escogidos por la secretaría de Estado, se contaron Ramón de Guerra, José de Guevara y Vasconcelos, y Felipe David Otero2. Otras publicaciones nacionalizadas fueron la Guía de forasteros y el Estado militar de España. El Kalendario particular y Guía de forasteros en la Corte de Madrid apareció anualmente a partir de 1722 en la imprenta de Juan Sanz, que poseyó su privilegio de impresión indiscutido a partir de 1725. Consistía, básicamente, en una descripción del organigrama político y administrativo del Antiguo Régimen, en un nomenclátor exhaustivo de los protagonistas de la vida institucional, de los que se daban sus títulos, cargos y domicilios, embutiéndose todo ello entre diversas informaciones de interés para todo aquel radicado o de paso en la capital: el santoral diario, con las tablas con la hora de salida y puesta de sol en Madrid; las iglesias en que diariamente se celebraban las cuarenta horas; la relación de las parroquias de la capital; los días de gala de la Corte en sus diferentes clases, los días de llegada y partida de los correos para dentro y fuera del reino… Su manejable formato en dieciseisavo hacía de él un verdadero libro de faltriquera. La publicación, cuyo título fluuó ligeramente, aparecía desde mediados de los cincuenta el primer día del año, década en que su tirada alcanzaba ya los doce mil ejemplares. A partir de 1762 se ilustró con el retrato del rey en la contraportada —primero, el de Carlos III por Mengs; más adelante, el de Carlos IV por Goya; en ambos casos, grabados por Manuel Salvador Carmona—. En 1769 se recompró su privilegio a Antonio Sanz, sobrino del dueño original y cuñado de Antonio de Sancha, que lo poseía

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2 Véase Luis Miguel Enciso Recio, La Gaceta de Madrid y el Mercurio histórico y político, 1756-1781, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1957.

3 Francisco Aguilar Piñal, “Las Guías de forasteros de Madrid en el siglo xVIII”, Anales del Instituto de Estudios Madrileños, t. xxxv, 1995, pp. 451-473. 4 Puede consultarse el trabajo de Antonio Mestre, “Francisco Manuel de Mena: la ascensión social de un mercader de libros proveedor de la élite ilustrada”, en Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, n.º 4, 1984, pp. 47-72. 5 Sirvan de ejemplo del grado de detallismo ejercido por Llaguno las instrucciones que, sobre la reedición de la obra de Guillermo Bowles, comunica a Gabino de Mena el 25 de mayo de 1781: “Envío a usted la orden para que se haga la reimpresión de Bowles. Se ha de hacer en marquilla con el papel que echa en el Jenofonte, y la letra de texto que llevó la Vida de Mengs. Los renglones han de tener dos mm menos para que las planas queden con mayores márgenes; y así el compositor, como los prensistas han de poner todo esmero en que salgan las planas bien cuadradas, los renglones

desde 1730, a cambio de una pensión vitalicia anual de seis mil reales. A partir de su incorporación a la Corona, con el volumen correspondiente a 1770, se van incluyendo en esta guía del poder de la España del Despotismo Ilustrado las nuevas instituciones produo de las reformas3. El Estado militar de España, también en dieciseisavo, desarrollaba el organigrama y escalafón de los diversos cuerpos y regimientos del ejército y la armada. Antonio Sanz poseyó el privilegio de su impresión hasta 1775, año en que pasó a la secretaría de Guerra. La recompra de los privilegios de Mañer-Aoiz, Saceda y Sanz facilitó el propósito de establecer en Madrid una Imprenta Real en donde se llevasen a cabo todos aquellos trabajos que necesitase el Gobierno. A partir del acuerdo entre la secretaría de Estado y un particular, Francisco Manuel de Mena, librero e impresor y, desde julio de 1763, uno de los direores de la nueva Compañía de Impresores y Libreros, poseedor de la capacidad, la experiencia y el necesario know-how, fue surgiendo la que se denominará Imprenta Real de la Gaceta4. La secretaría de Estado, a través de su primer secretario, Eugenio de Llaguno, dispuso en todo momento lo que había de publicarse y remitía los originales a Mena, fijando además las caraerísticas generales del impreso —así, por ejemplo, el formato, la calidad del papel a utilizar y la tirada5— y autorizando las compras necesarias. Quedaban bajo responsabilidad de Mena los aspeos administrativos, técnicos y artísticos de la imprenta6. Paralelamente a la consabida y habitual impresión de la Gaceta, el Mercurio, la Guía de forasteros y el Estado militar, vio la luz en la Imprenta Real de la Gaceta toda una serie aleatoria de ajustes de paz, tratados de comercio, reales órdenes y cédulas, colecciones de edios, algún mapa y diversas obras de contenido político, ideológico o propagandístico cuya difusión pública interesase a la secretaría de Estado, la de Gracia y Justicia, o al Consejo de Castilla, sin olvidar la ocasional obra de preocupación cultural o literaria, cedida al Estado por sus autores, cuya impresión era sufragada por alguna de las secretarías u oficinas de la administración. Para hacer frente a todo ello, el taller contaba hacia 1770 con siete prensas, que a la muerte de Mena, en noviembre de 1780, se habían convertido en quince. Un viajero angloitaliano, Giuseppe Baretti, amigo del door Johnson y del aor Garrick, que viajó por España en 1760 y publicó su libro de viaje en 1770, nos ha dejado testimonio de una visita al taller de Mena: Esta mañana visité una imprenta de buen tamaño en la calle de las Carretas, ocupada en su casi totalidad por impresores y libreros. El dinamismo mostrado por los más de cincuenta operarios que trabajaban en dicha oficina, me convenció de que, cuando los

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españoles se ponen a ello, son tan aivos como cualquiera. Pregunté a dos que servían una prensa cuántos pliegos imprimían al día y me contestaron que dos mil quinientos, lo que me pareció un buen número, sobre todo teniendo en cuenta que no eran demasiado musculosos. Si en este país hubiera tantos leores como los hay en Inglaterra y Francia, sin duda que los impresores españoles trabajarían tanto como los de Francia e Inglaterra.7

Sin embargo, la Imprenta Real de la Gaceta que va surgiendo en la década de los sesenta, mediante la sucesiva aglomeración bajo control del Estado de una serie de publicaciones periódicas de caráer informativo, mantendrá siempre un aire de estruura provisional, utilitaria, sustentado tanto en el buen hacer técnico y económico de Francisco Manuel de Mena, como en las urgencias de difundir, con gran apremio, entre la opinión pública española y europea, un conjunto diverso de obras en respaldo de la acción política del Gobierno. En esos primeros años del reinado de Carlos III, la intención de crear una Imprenta Real sólida y culturalmente prestigiosa, a semejanza de la Imprimerie Royale du Louvre francesa, de la Stamperia Reale napolitana —fundada por el propio Carlos de Borbón8 en 1748 y célebre en toda Europa por los volúmenes en folio atlántico de Le Antichità di Ercolano—, o de la Stamperia Reale parmesana —dirigida por Bodoni a partir de 1768—, se asociará en todo momento a la institución de la Biblioteca Real, controlada por su bibliotecario mayor, Juan de Santander, que planificará y establecerá con éxito un obrador de fundición de tipos, pero esta trascendental creación tipográfica no se verá acompañada por la realización de un programa de publicaciones coherente allí localizado9. La lista cronológica de las publicaciones que llevan el pie de imprenta “en la Imprenta Real de la Gaceta”, podría servir de fiel reflejo de las preocupaciones políticas y culturales de la minoría reformista en las décadas de los sesenta y setenta. Dentro del campo de fuerzas político, en un sentido amplio, cabría destacar diversos núcleos. En primer lugar, aquellas publicaciones derivadas de la política exterior española, concretamente de la participación de España en la fase final de la Guerra de los Siete Años, tales como la Razon de entrar en Portugal las tropas Españolas, como amigas, y sin-razon de recibirlas, como enemigas10 y el Tratado definitivo de paz concluido entre el Rey Nuestro Señor y S.M. Christianísima por una parte, y S.M. Británica por otra… á 10 de Febrero de 176311. Otro núcleo es el que sirve de apoyo a la política regalista del Consejo de Castilla y la secretaría de Gracia y Justicia. Son obras como el Tratado de la regalía de amortizacion, en el qual se demuestra…, desde el nacimiento de la Iglesia en todos los siglos y Países Católicos, el uso constante de la autoridad civil, para impedir las

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reos, y el estampado muy igual, de modo que siendo esta impresión la primera que se hace en su tiempo de usted, acredite el cuidado que pone. Si hubiere papel del mismo tamaño más grueso y blanco para hacer algunos ejemplares, envíeme usted una muestra, y dígame si la letra de texto que hay está en buen estado […] Ha visto el señor Conde [de Floridablanca] las capillas del tercer tomo de Jenofonte, y le ha parecido que los prensistas lo llevan muy desigual y borroso. Haga usted que el regente ponga cuidado, y mande a su servidor y amigo”; en Archivo Histórico Nacional (AHN), Consejos, leg. 11276, exp. 5. 6 Véase Manuel Ossorio y Bernard, “La Imprenta Real en el siglo xVIII”, La Ilustración Española y Americana, año xxxII, n.º 22, 15 de junio de 1888, pp. 382-383, y Luis Miguel Enciso Recio, “La Imprenta Real a fines del siglo xVIII (1782-1795)”, en Homenaje a Menéndez Pidal III, Revista de la Universidad de Madrid, vol. xIx, n.º 73, 1970, pp. 169-194. 7 Giuseppe Baretti, A journey from London to Genoa, through

England, Portugal, Spain, and France…, Londres, T. Davies, 1770, 2 vols., carta lvii, vol. ii, p. 6 (la traducción es mía). 8 Para todo lo relativo al apoyo mostrado por Carlos de Borbón, durante su reinado napolitano, a la Stamperia Reale, debe consultarse el estudio de Vincenzo Trombetta, “Le edizioni pregiate della Stamperia Reale di Napoli”, Bulletin du Bibliophile, n.º 1, 2007, pp. 70-102. 9 En este sentido se entienden las críticas de Manuel Martínez Pingarrón, su subordinado en la Real Biblioteca, en carta del 12 de enero de 1773 a su íntimo Gregorio Mayans: “Este [Santander], desde el año de 1761, tiene ofrecido que ha de poner una grandíssima imprenta real, por lo qual años ha que tiene una fábrica de punzones, matrices, fundiciones i de todo matalotage concerniente a este delirio, cuyos gastos son a costa de esta real bibliotheca. Estudió el Maittaire, Annales typographicos, el tratado separado del Origen de la imprenta, el de la imprenta de París, i quanto Vmd. pueda discurrir concerniente a su proyeo, cuyo

ilimitadas enagenaciones de bienes raices en las Iglesias, Comunidades, y otras manos muertas…, de Pedro Rodríguez de Campomanes12, o el Edicto de la república de Venecia para la puntual execucion de las leyes que prohiben la adquisicion de raices a las manos muertas13. Un tercer seor estaría representado por todas aquellas publicaciones conectadas con la expulsión de la Compañía de Jesús, a comienzos de abril de 1767, de todos los territorios de la Corona española. Cabe citar aquí impresos como la Pragmatica sancion… en fuerza de ley para el estrañamiento de estos reynos á los regulares de la Compañía14 o la Colección general de las providencias hasta aqui tomadas… sobre el estrañamiento y ocupacion de temporalidades de los regulares de la Compañía… a consequencia del Real Decreto de 27 de febrero15. Asimismo, en la intersección entre antijesuitismo y regalismo se publican libros como las Opera de Melchor Cano16 o el Ius ecclesiasticum universum hodiernae disciplinae accomodatum de Van Espen17, es decir, obras en refuerzo de una iglesia nacional, más acorde con las reformas emprendidas y algo menos obediente a Roma. El último núcleo lo compondrían aquellas obras que manifiestan en variado modo la voluntad de establecer un nuevo modelo de relación entre la metrópoli y sus colonias americanas. Podrían servir de muestra de ellas tanto el Mapa geográfico de América meridional de Juan de la Cruz Cano y Olmedilla18, la más ajustada representación gráfica de la realidad física del subcontinente hasta la fecha, del año 1775, como la reedición de las obras de Juan de Solórzano Pereira19, representativas de la mejor tradición castellana por lo que respea al sistema legal y dorinal del derecho indiano, aparecidas en 1776-1777. La circunstancia de que la Imprenta Real de la Gaceta y, posteriormente, su sucesora, la Imprenta Real, produjese unos significativos y regulares beneficios mediante la suscripción y venta al por menor de sus publicaciones periódicas oficiales permitió que, en todo momento, la imprenta se autofinanciase y que el secretario de Estado utilizase una pequeña parte de sus rendimientos para gratificar reservadamente a individuos de fuera de la casa con ayudas ocasionales y pensiones. Otra parte de sus beneficios se dedicó a la impresión de obras de indiscutible propósito cultural, algunas de ellas editadas por oficiales o empleados de la propia secretaría de Estado. Destacan entre las de contenido literario las Obras de Garcilaso de la Vega —su primera reedición en 107 años—, anotadas por José Nicolás de Azara20; la traducción en verso castellano de El Arte poética de Horacio21, publicada por el poeta Tomás de Iriarte en 1777, y su poema original La Música, aparecido dos años después22: es decir, dos modelos —uno clásico; otro propio, renacentista—, y una lograda muestra, muy difundida y celebrada en Europa, de la corriente estética neoclásica que algunos círculos pretendían imponer. En el campo de

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las ciencias se podrían citar el Estado de la astronomía en Europa del marino Jorge Juan23 y la Disertación sobre el sen de España del botánico Salvador Soliva24, ejemplos de la voluntad política de testimoniar a Europa el apoyo del Gobierno a una ciencia española que quería corregir su desfase. La labor de recuperación histórica estuvo representada por la publicación del Centón epistolario del bachiller Gómez de Cibdarreal —que contiene los textos bajomedievales Generaciones y semblanzas, de Fernando Pérez de Guzmán, y Claros varones de Castilla, de Fernando del Pulgar— a cargo de Eugenio de Llaguno25; por la rigurosa edición de las Opera, cum edita, tum inedita de Juan Ginés de Sepúlveda, asumida por un equipo editorial de la Academia de la Historia26, y por la reedición de las Obras de Jenofonte27, en traducción del humanista Diego Gracián, no disponibles desde 1552. Destaca sobremanera la edición de las Obras de Don Antonio Rafael Mengs, editadas por José Nicolás de Azara en 1780, apenas un año después de la muerte en Roma del pintor neoclásico alemán, uno de los principales teóricos de la estética neoclásica centrada en torno a la belleza ideal28. Con esta obra, que se tradujo de inmediato a los principales idiomas europeos, los aficionados y artistas españoles se situaron en primerísima fila del debate contemporáneo en torno a las artes. La muerte de Francisco Manuel de Mena el 3 de noviembre de 1780 hizo inevitable alterar el provisional, pero llevadero, statu quo de la Imprenta Real de la Gaceta. Sus herederos compensaron la deuda pendiente de 40.075 reales con la Real Hacienda mediante los utensilios y la maquinaria de la imprenta, con lo que la secretaría de Estado, a cuya cabeza estaba el conde de Floridablanca, se constituyó en gestora direa y única de la Imprenta de la Gaceta, que pasó a denominarse Imprenta Real. Tras unos primeros meses de transición en que la dirigió en solitario Gabino de Mena, sobrino del impresor y su heredero, la entidad se colocó bajo la supervisión de un juez subdelegado procedente de la superintendencia de Correos, Francisco Fernández de Rábago, quien redaó un reglamento provisional para la Imprenta Real que se mantendrá en vigor hasta 1799, año en que se publicó un definitivo Reglamento para la dirección y gobierno de la Imprenta Real y demás ramos29. En la nueva estructura, controlada por dicho juez subdelegado que representa al gobierno, se confía la dirección de la imprenta a un administrador —Gabino de Mena—, auxiliado por un interventor —Santiago Barufaldi30—, que poseen la llave del arca de caudales y presentan las cuentas mensuales al secretario de Estado, de los que depende el regente del taller —en primer lugar, Vicente Febrer, al que sustituirá en 1783 Lázaro Gaiguer y, en 1795, Pedro Pereira—31. Se mantienen los empleados y operarios del difunto Mena, divididos en personal administrativo —dos negociados: suscripción y despacho— y el técnico de la imprenta —cajistas,

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pormenor era para tratado entre Vmd. i yo a solas. Junte Vmd. a esto tantas impresiones como están hechas, aunque sin concluir las más, i que hace trabajar retazos para zurcirlos a varias de ellas. Esto, con otras cosas, le tienen desacreditado, i creo están alarmados contra él; i quieren burlarle, i más aviéndose hecho tan odioso con las gentes que nada ven de lo que tiene ofrecido i prosigue en ofrecer”; véase Gregorio Mayáns y Siscar, Mayans y Martínez Pingarrón, vol. iii (Epistolario, ix), Valencia, Ayuntamiento de Oliva, 1989, pp. 394-395. 10 Madrid, en la Imprenta de la Gaceta, 1762, 4º, 74 pp. Texto en castellano y portugués a dos columnas. 11 Madrid, en la Imprenta Real de la Gaceta, 1763, 4º, 318 pp. Texto en francés y castellano. 12 Madrid, en la Imprenta Real de la Gaceta, 1765, fol., 296 pp. 13 Madrid, en la Imprenta Real de la Gazeta, 1766, fol., 4 pp. Texto en italiano y castellano. 14 Madrid, en la Imprenta de la Gazeta, 1767, fol., 6 pp. 15 Madrid, en la Imprenta Real de la Gazeta, 1767-1774, 4 vols., 4º.

16 Matriti, e Typographia Regia (vulgo de la Gazeta), 1764, 2 vols., 4º. Reeditada en 1770 y 1774. 17 Matriti, in Typographia Regia, vulgò de la Gazeta, 1778, 2 vols., fol. Era manual obligatorio en las facultades de leyes de Valladolid, Alcalá, Valencia, Salamanca, Oviedo, Zaragoza y Granada. 18 Estampado por orden de Grimaldi, no se distribuyó en su momento. 19 Se trata de la Política indiana, Madrid, en la Imprenta Real de la Gazeta, 1776, 2 vols., fol., y De Indiarum jure… Editio novissima, Matriti, typographia regia, vulgo de la Gazeta, 1777, 2 vols., fol. 20 Madrid, en la Imprenta Real de la Gaceta, 1765, 8º, 189 pp. 21 Madrid, en la imprenta Real de la Gazeta, 1777, 8º. Texto en latín y castellano en páginas enfrentadas. 22 Madrid, Imprenta Real de la Gazeta, 1779, 4º, 126 pp. Con estampas grabadas por Carmona, Ballester y Selma a partir de dibujos de Gregorio Ferro. Su segunda y tercera

correores, tiradores y plegadores—. Estos últimos trabajan en jornadas de seis de la mañana a diez de la noche, en invierno; en verano, de cinco de la mañana a nueve de la noche. Sirven quince prensas, a las que en 1784 se sumarían dos y, en 1786, cuatro más, convirtiéndose, por último, en veinticuatro. Paralelamente a la reorganización administrativa y laboral de la Imprenta Real, se plantea la necesidad de alojarla en un nuevo espacio que le permita llevar a cabo con eficacia su aividad regular y no obstaculice la acogida de sus nuevos desarrollos, tales como la fundación de la Calcografía en 1789 en calidad de establecimiento anejo a la Imprenta Real, donde se recojan y estampen las láminas abiertas por orden del rey, o la adquisición y traslado del obrador de fundición de tipos de la Real Biblioteca32, finalizado en oubre-noviembre de 1793. Con los produos de la Gaceta, se adquirieron siete pequeñas casas de la calle de Carretas y plazuela de la Paz, en la manzana 206 de la Planimetría General, detrás de la casa de Correos, para levantar sobre su solar el nuevo edificio. Las obras, según proyeo de Juan Pedro Arnal con la colaboración de Manuel Turillo, comenzaron antes de 1783, pero el nuevo edificio no estuvo terminado hasta ya entrados los noventa. Constaba de cuatro plantas, fachada de ladrillo a la calle Carretas, gran portal con tres vanos y, por único adorno, un dintel del pórtico parecido al cercano edificio de la Aduana, obra de Sabatini33. Fue derribado a comienzos de los años veinte del pasado siglo y su solar lo ocupa hoy el Hotel Madrid, en el número 10 de la calle Carretas. Los libros producidos bajo el nuevo pie de imprenta “en la Imprenta Real” se insertan desde los primeros años en la dinámica establecida en la etapa anterior, prosiguiendo sus líneas funcionales y temáticas básicas, pero percibiéndose en ellos una progresiva mejora general en sus diferentes elementos materiales constitutivos —papel, composición, entintado e impresión, y sobre todo, incorporación de ilustraciones de calidad debidas a los mejores artistas y grabadores españoles—, no obstante el incremento del volumen de producción anual. Continúan imprimiéndose libros por orden direa de la secretaría de Estado, entre los que cabe destacar aquellas obras que vieron la luz para contrarrestar la polémica surgida en los círculos oficiales e inteleuales españoles tras la recepción, a partir del verano de 1783, del artículo “Espagne” de Masson de Morvilliers, contenido en la Nouvelle Encyclopédie, en que preguntaba retóricamente Que doit-on à l‘Espagne? Aparecieron así, en 1784, las Observaciones sobre el artículo España de la Nueva Encyclopedia del botánico Cavanilles34 y, en 1786, la Oracion apologética por la España y su mérito literario de Juan Pablo Forner35. Se testimonian los vaivenes en las alianzas exteriores de los gobiernos de la monarquía, afeados

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por la sacudida de la Revolución Francesa; en este sentido, por ejemplo, imprimieron sus prensas tanto el Convenio entre el Rey nuestro señor y el Rey de la Gran Bretaña: firmado en Aranjuez á 25 de mayo de 1793… con motivo de las revoluciones de Francia36, como el Tratado definitivo de paz concluido entre el Rey… y la República francesa37, firmado en Basilea el 22 de julio de 1795. Fruto de los trabajos de la secretaría de Estado por obtener una imagen fiel de la realidad socioeconómica española son los censos ejecutados por orden de Floridablanca y Godoy, aparecidos, respeivamente, en sendos infolios, en 1787 y 1801, en los que destaca la composición tipográfica de sus gráficos38. En el campo de la cultura científica protegida y promovida por el Estado, hay que mencionar por su trascendencia la segunda edición de la Introduccion á la historia natural y á la geografía física de España por D. Guillermo Bowles39, los seis volúmenes en formato folio —conteniendo un total de seiscientas una estampas— de los Icones et descriptiones plantarum de Cavanilles40 y el periódico de difusión científica Anales de Historia Natural, que representa el cierto estadio de madurez alcanzado por la ciencia de la Ilustración española41, particularmente en los campos de la botánica, la química y la mineralogía. En medicina, destaca por la originalidad de su aportación la Breve descripción de la fiebre amarilla padecida en Cádiz y pueblos comarcanos en 1800, en Medinasidonia en 1801, en Malaga en 1803 y en esta misma plaza y varias otras del Reyno en 1804, del químico Juan Manuel de Aréjula42. Dos traducciones llevadas a cabo por diplomáticos resaltan entre las obras de mayor interés en el ámbito de la historia y de la economía política: la Historia de la vida de Marco Tulio Cicerón de Conyers Middleton, de 1790, traducida del inglés por Azara, que muestra al romano como un modelo de auación todavía relevante para los hombres de letras españoles colaboradores del Despotismo Ilustrado en la tarea de las reformas, al tiempo que la calidad y lo escogido de sus ilustraciones subrayan la vigencia de la cultura clásica43; y el Compendio de la obra inglesa intitulada Riqueza de las naciones, traducido al castellano a partir del resumen francés del marqués de Condorcet por Carlos Martínez de Irujo44 —sin indicar el autor de la obra original, Adam Smith, cuya versión completa en francés se había colocado ese mismo año 1792 en el Index inquisitorial—, versión que, desde una perspeiva de utilidad social, introduce esta obra a un público más general, reducido hasta entonces a una pequeña élite cultural conocedora de idiomas. Por otro lado, se prosigue la recuperación de las fuentes del derecho patrio con la edición por la Academia de la Historia, en tres volúmenes en formato folio, de Las siete partidas del rey Don Alfonso el Sabio, para la cual se cotejaron sesenta y un códices45.

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edición en la Imprenta Real, en 1784 y 1789, se efeúa en el mismo formato y aprovecha las láminas ya grabadas. 23 Madrid, Imprenta Real de la Gazeta, 1774, fol., 56 pp. Con retrato de Jorge Juan por Castro, grabado por Carmona, en la contraportada. 24 Madrid, en la Imprenta Real de la Gazeta, 1774, 8º, 44 pp. (El sen es un arbusto leguminoso del género cassia.) 25 Madrid, en Imprenta Real de la Gazeta, 1775, 4º. 26 Matriti, ex Typographia Regia de la Gazeta, 4 vols., 4º. Véase Luis Gil, “Una labor de equipo: la editio matritensis de Juan Ginés de Sepúlveda”, Cuadernos de Filología Clásica, vol. viii, 1975, pp. 93-130. 27 Madrid, en la Imprenta de la Gazeta, 1781, 2 vols., 4º. 28 Madrid, En la Imprenta Real de la Gazeta, 1780, 4º, 404 pp. Con el autorretrato de Mengs grabado por Carmona en la contraportada. Tuvo una tirada de mil ejemplares, de los que en mayo de 1791 sólo restaban veinticinco por vender. Se reeditó en la Imprenta Real en 1797.

29 Madrid, en la misma Imprenta Real, año de 1799, 4º. 30 Barufaldi será ascendido a administrador en 1784. 31 El administrador cobra nueve mil reales de vellón al año —y se le proporciona habitación en la casa de la imprenta—; el interventor, seis mil; el regente, 12 reales diarios (4.380 anuales) más 53 reales semanales en calidad de compositor de la Gaceta. 32 Tasado en 299.330 reales, que se pagaron en plazos anuales de cincuenta mil. 33 Véase Carlos Sambricio, “Juan Pedro Arnal, arquiteo del siglo xVIII”, Archivo Español de Arte, vol. 46, n.º 183, 1973, pp. 299-318. En la Biblioteca Nacional de España, signatura Dib/14/45/112, se conserva un dibujo del alzado de la Imprenta y Calcografía Real ó Nacional del año 1795, sobre papel amarillento verjurado grueso, a pluma, pincel, tinta china y aguadas grisáceas de tinta china. Tiene como medidas 398 x 595 mm, en hoja de 420 x 605 mm. Está firmado y rubricado,

Durante los casi veinticinco años hasta el comienzo de la Guerra de la Independencia, la Imprenta Real incrementa la producción de obras de contenido literario —ya financiadas por el Estado, ya costeadas por sus autores46—, de gran atraivo para el leor medio. En 1782 se publican las Fábulas literarias de Tomás de Iriarte47, audaz renovación del apólogo. A mediados de los ochenta aparecen en paralelo tres importantes colecciones seriadas: el Theatro hespañol, polémica selección —ignora a Lope y se inclina a Calderón— de comedias y entremeses del Siglo de Oro realizada por el nacionalista Vicente García de la Huerta48; la Coleccion del Parnaso español de Pedro Estala49, alias Ramón Fernández, que en veinte manejables volúmenes difunde la poesía del primer Siglo de Oro; así como los diez volúmenes, publicados por suscripción, que contienen el Teatro, ó coleccion de los saynetes y demas obras dramáticas del popular dramaturgo contemporáneo Ramón de la Cruz50. Se sacan a la venta asimismo en esos años los seis volúmenes del Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del reynado de Carlos III de Juan Sempere y Guarinos, diccionario cultural y verdadero quién es quién de la España de la Ilustración51. Podría relacionarse con estas colecciones la serie de Retratos de los Españoles Ilustres, proyeo de la Calcografía apoyado sucesivamente por Floridablanca, Aranda y Godoy, en que, a partir de 1791, se difunden, en cuadernos de seis estampas, hasta un total de ciento catorce, las imágenes de los grandes hombres españoles del pasado y el presente52. Entre las muestras de literatura de creación más renovadora, debería citarse la prerromántica El viajador sensible, versión castellana de 1791, debida al inquieto militar Bernardo de Calzada53, de Le voyageur sentimental (1786), de François Vernes, imitador de Sterne; así como la sátira bienhumorada de los modernos petimetres Crotalogía ó ciencia de las castañuelas… Instrucción científica para baylar el bolero, publicada bajo pseudónimo por el agustino fray Juan Fernández de Rojas, que la presenta en forma de parodia de la literatura científica de la Ilustración54, obra que dio pie a toda una risueña serie de continuaciones, contestaciones e imitaciones. En las prensas de la Imprenta Real vieron la luz algunos de los periódicos más significativos de la Ilustración española, resultado de la iniciativa empresarial de algunos particulares, que los llevan a imprimir a sus talleres. Es el caso del bimensual Memorial literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid, de bella faura tipográfica, que reseña en detalle la vida cultural de la capital55, y del bisemanal Correo de los ciegos de Madrid —su nombre alude a los ciegos que se encargaban de vocearlo y venderlo por las calles—, algo más enfocado hacia la literatura de creación56. La Biblioteca periodica anual para utilidad de los libreros y literatos inventariaba anualmente las obras impresas en España anunciadas en todos los demás periódicos57.

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Pero, probablemente, si tuviésemos que escoger las áreas temáticas más representativas de la producción de la Imprenta Real durante el reinado de Carlos IV, teniendo en cuenta tanto el contenido como la materialidad de los libros, nos inclinaríamos por un lado hacia el libro artístico y, por otro, hacia los libros de viajes. Los más caraerísticos entre los primeros son, sin duda, las traducciones anotadas, difusoras y aualizadoras de la cultura y el gusto clásicos, debidas al estudioso clérigo José Ortiz y Sanz: Los Diez libros de Archîtectura de M. Vitruvio Polion traducidos del latín58 y Los quatro Libros de Arquitectura, de Andrea Palladio59, publicados en sendos infolios en 1787 y 1797, respeivamente, ediciones en cuya ilustración en gran formato se puso especial cuidado —conteniendo el Vitrubio cincuenta y seis estampas grabadas a partir de dibujos delineados en Roma por el propio Ortiz, y el Palladio, noventa y seis—. Por otro lado, frente a un conjunto de libros de viajes de gran interés que, ya por motivación económica, científica o artística, ofrecen el relato de un recorrido y el análisis metódico de una parte de la realidad española, resultan muy llamativas dos obras que manifiestan el encuentro entre la España de las reformas que se quería ilustrada, y el otro, el hombre no occidental; encuentros y relatos librescos que se insertarán en un debate europeo contemporáneo que cuestionará nuestra pretendida superioridad occidental. Se publican así en los talleres de la Imprenta Real, la obra de José Moreno Viage á Constantinopla, en el año de 178460, consecuencia direa del tratado de paz con el Imperio Otomano de 1782-1783, libro ilustrado con veinticuatro estampas, exponente simultáneo de nuestro reencuentro con Turquía y de la nueva curiosidad por lo oriental que se siente en toda Europa; y la Relacion del viage hecho por las goletas Sutil y Mexicana en el año de 1792 para reconocer el estrecho de Fuca; con una introduccion en que se da noticia de las expediciones executadas anteriormente por los españoles en busca del paso noroeste de la América, de José Espinosa y Tello —aunque, en realidad, el texto es obra de Martín Fernández de Navarrete—, que ve la luz en 1802 en dos volúmenes, uno en oavo, conteniendo la relación, y otro en folio, con un atlas y una colección de estampas61, entre las que sobresale el orgulloso retrato de Macuina —nuestro semejante—, jefe de Nutka, en la isla de Vancouver, obra que testimonia el esfuerzo efeuado por los gobiernos del Despotismo Ilustrado por ponerse al día en lo que respea a marina, ciencia y control de los territorios americanos. La impresión por la Imprenta Real de un gran número de obras costeadas por sus autores o por otras instituciones de la vida pública (obispados de provincias, sociedades económicas…), en toda su variedad de formatos y relevancia de contenido, que, en la mayoría casos, buscaban la publicidad y el prestigio consiguiente a publicar en Madrid

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a pluma y tinta parda, en el ángulo inferior derecho: “Angel Fernandez / Noseret” (entonces alumno de arquiteura en la Academia de San Fernando). En el Museo Municipal de Madrid existe también una fotografía de la fachada por autor anónimo, tomada al parecer en 1927, núm. inv. 8297. 34 Madrid, en la Imprenta Real, 1784, 8º. 35 Madrid, en la Imprenta Real, 1786, 8º. Le valió a Forner una gratificación de seis mil reales. 36 Madrid, en la Imprenta Real, 1793, 4º, 22 pp. Texto en castellano e inglés. 37 Madrid, en la Imprenta Real, [1795], 4º, 28 pp. Texto en francés y castellano. 38 Censo español executado de órden del Rey comunicada por el Excelentísimo Señor Conde de Floridablanca… en el año de 1787, Madrid, en la Imprenta Real, 1787, fol.; Censo de la población de España de el año 1797: executado de orden del Rey en el de 1801, Madrid, Imprenta Real, 1801, fol.

39 Madrid, en la Imprenta Real, 1782, 4º. La primera edición, a pesar de sufragarse del produo de la Gaceta y Mercurio, salió con el pie de imprenta de Francisco Manuel de Mena. Véase Gabriel Sánchez Espinosa, “La obra del naturalista Guillermo Bowles y la política editorial del gobierno ilustrado”, Dieciocho, n.º 25, 2002, pp. 255-280. 40 Matriti, Ex Regia Typographia, 17911801, 6 vols., fol. Obra publicada en cuadernos de diez estampas, reunidos en volúmenes de cien. Cada cuaderno se vendió a 28 reales y cada volumen a 280 reales. 41 Madrid, en la Imprenta Real, 1799-1804, 8º. Con abundantes estampas y gráficos. 42 Madrid, en la Imprenta Real, 1806, 4º. Con un plano plegado. 43 Madrid, En la Imprenta Real, 1790, 4 vols., 4º. La obra, que podía adquirirse en papel marquilla, en papel chico superfino o en un papel chico menos fino a 160, 120 o 100 reales el juego, respeivamente, estaba lujosamente ilustrada por un conjunto de cincuenta

en la imprenta oficial del reino, quizá a la espera de obtener algún beneficio derivado de la publicación (prebendas, cargos públicos, cátedras…), pudo perjudicar la aividad e iniciativa comercial de algunos impresores particulares, que en ocasiones de crisis, como la acaecida tras la prohibición de gran parte de la prensa periódica por Floridablanca en febrero-abril de 1791, en reacción al pánico generado por la Revolución Francesa, se quejaron al Gobierno sobre dicha competencia desleal: En cualquiera librillo, novena, u otro papelucho se halla estampado en su portada en la Imprenta Real. En las Cortes de Europa hay Imprenta Real pero ésta no se emplea sino en las obras propias que el Rey manda imprimir, o en obras de solo lujo, que son dignas de la Majestad, o por ostentar su grandeza y poder; cuyas obras, aunque son dignas de la prensa, no son aptas para el comercio. En la Imprenta Real no se deben hacer obras para ganar sino para instruir, como no sean algunas que por su particular motivo se privilegie el Rey para sí, o las agregue a qualquiera destino […] pero las obras del pueblo, que el común destino lleva a las puertas del impresor éstas por natural derecho son suyas, con ellas se mantiene, mantiene su oficina, y a sus oficiales, que todos son vasallos de V.M.; y no se hallará razón para quitarles el pan con una Imprenta Real que tiene la puerta abierta para recibir las obras que van, ya sean pequeñas, ya grandes; y si no van las solicitan como pobre necesitado.62

Su solicitud, en la que no participaron los impresores más aivos, modernos y emprendedores —Antonio de Sancha, Benito Cano o los herederos de Joaquín Ibarra—, fue desestimada por Aranda, razonándose internamente que: Aun en los años de su mayor incremento, sólo algunas pocas se hallaban bien surtidas y las demás desempeñaban mal las obras […] Experimentando estos mismos defeos los editores particulares, no es extraño hayan preferido y prefieran para la impresión de sus obras las imprentas mejor surtidas, en cuya clase se halla la del Rey.

A la espera de realizar un mayor número de estudios cuantitativos que analicen en mayor detalle el mercado del libro durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, y evalúen el distinto peso económico de la iniciativa pública y privada, es indudable que la Imprenta Real de este periodo —junto con algunas otras privadas— ejerció un protagonismo determinante en la difusión de las ideas y gustos de la Ilustración, así como en la renovación tecnológica y estética del arte tipográfico en España y sus territorios americanos.

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y tres estampas. Todas ellas habían sido sacadas de dibujos hechos en Roma por el artista pensionado Buenaventura Salesa, habiendo grabado Manuel Salvador Carmona, yerno de Mengs, las catorce láminas correspondientes al primer tomo, más un retrato de Cicerón que no se llegó a incluir. Las restantes de los tres tomos siguientes se abrieron en Roma por artistas italianos escogidos por Azara. Véase Gabriel Sánchez Espinosa, “José Nicolás de Azara, traduor: la Historia de la vida de Marco Tulio Cicerón de C. Middleton”, en Francisco Lafarga (ed.), La traducción en España, 1750-1830: lengua, literatura, cultura, Lérida, Universitat de Lleida, 1999, pp. 285-296. 44 Madrid, en la Imprenta Real, 1792, 8º. 45 Madrid, en la Imprenta Real, 1807, 3 vols., fol. 46 A falta de localizar sus respeivos contratos, es posible deducir cuáles de éstas fueron sufragadas privadamente mediante la información proporcionada por los anuncios bibliográficos

de la prensa periódica (especialmente aquellos más detallados de la Biblioteca periodica anual para utilidad de los libreros y literatos). Las obras produo del encargo de un particular se ponen a la venta en aquella determinada librería particular madrileña con la que su autor o editor hubiera llegado a un previo acuerdo. Así, por ejemplo, los dos primeros volúmenes del Teatro, ó coleccion de los saynetes de Ramón de la Cruz se venden, con exclusividad, en la librería de Copin, en la Carrera de San Jerónimo. Las obras subvencionadas por el Estado se despachan en las oficinas de la Gaceta. 47 Madrid, en la Imprenta Real, 1782, 4º, 157 pp. 48 Madrid, en la Imprenta Real, 1785-1786, 16 vols., 8º. Contiene treinta y ocho comedias y veintiséis entremeses. 49 Madrid, en la Imprenta Real, 1786-1804, 20 vols., 8º. Dedica volúmenes al romancero y cancioneros, a Cristóbal de Castillejo, Juan de la Cueva, fray Luis de León, los hermanos Argensola, Francisco de Rioja, Francisco de Figueroa, Diego Mejía,

Lope de Vega y Juan de Jáuregui. 50 Madrid, en la Imprenta Real, 1786-1791, 10 vols., 8º. 51 Madrid, en la Imprenta Real, 1785-1789, 6 vols., 8º. 52 Madrid, en la Imprenta Real, 1791-1814, fol. Precede a la serie un prólogo a toda la obra por José Castañeda. Entre los “españoles ilustres” se encuentran Bartolomé Carranza, el padre Las Casas, Martín de Lanuza, el arzobispo Palafox y figuras de la Ilustración como Patiño, Campomanes, Floridablanca, Feijoo, Jorge Juan y Antonio de Ulloa. 53 En la Imprenta Real de Madrid, 1791, 8º, 202 pp. 54 Madrid, en la Imprenta Real, 1792, 8º, x + 92 pp. Fernández de Rojas residía en el vecino convento de San Felipe el Real, situado al comienzo de la calle Mayor. 55 Madrid, en la Imprenta Real, 1784-1791, 8º. Se imprimieron 22 tomos hasta su prohibición en 1791. Entre 1793 y 1797 se publicó una Continuacion del Memorial literario,

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[Madrid], en la Imprenta Real, 8º. 56 Madrid, en la Imprenta Real, 1786-1787, 4º. A partir del núm. 51, con nueva cabecera, Correo de Madrid. Publicado en la Imprenta Real hasta el número 54, a partir del 55 lo será en la de José Herrera. 57 Biblioteca periodica anual para utilidad de los libreros y literatos, Madrid, en la Imprenta Real, 1784-1791, 8º. 58 Madrid, en la Imprenta Real, 1787, fol. mayor. La tirada fue de 1.200 ejemplares, que se vendían a 180 reales. Llaguno fue el que facilitó la publicación de sus obras en la Imprenta Real. Previamente, durante sus años de estudio en Roma, a partir de 1777, Ortiz había sido protegido por Azara. 59 Madrid, Imprenta Real, 1797, fol. mayor. Únicamente vio la luz el primer volumen, con una tirada de 750 ejemplares. Su costo total ascendió a 124.000 reales. El precio comercial fue de 370 reales por ejemplar. En noviembre de 1800 sólo se habían vendido 23. Quizá por ello no se fue adelante con el segundo

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volumen, que ya estaba preparado y que iría acompañado de 120 estampas, de las que ya se habían terminado de grabar veinte. 60 Madrid, En la Imprenta Real, 1790, fol. Acompañan la narración 24 estampas con cartas marinas, mapas, vistas y trajes del país. 61 Madrid, Imprenta Real, 1802, 2 vols., 8º y fol., conteniendo 9 mapas —cuatro de ellos plegados— y 8 estampas —dos, desplegables—. El retrato de Macuina fue dibujado por Tomás de Suría y grabado por Fernando Selma. 62 Pertenece a un memorial elevado a Carlos IV a comienzos de abril de 1792 por algunos impresores madrileños (Manuel González, Hilario Santos Alonso, la viuda de Marín, Andrés de Soto, Blas Román, José de Urrutia, Antonio Ulloa, José Doblado, Pantaleón Aznar, Isidoro de Hernández Pacheco y Andrés Ramírez). La respuesta de Juan Antonio Fita al conde de Aranda que acompaña el expediente lleva fecha del 21 de abril; en AHN, Consejos, Imprentas y sus agregados, leg. 11279, n.º 121.

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