La predicación como Prioridad en el miniserio de la Iglesia

June 29, 2017 | Autor: Peter Pinyol | Categoría: Theology
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Descripción

LA PREDICACIÓN EL MINISTERIO PRIORITARIO DE LA IGLESIA LOCAL

Cuanto más medito en la importancia del ministerio de la predicación más fuerza tiene la idea de que este debe ser el principal ministerio de la Iglesia local. 21 años sirviendo al Señor como pastor de una pequeña iglesia rural (no metropolitana) me han hecho ver que muchas de las personas que ha venido y luego se han ido de la iglesia han expresado su necesidad de congregarse en otros lugares motivados por la distancia, por encarecimiento de transporte, por encontrarse con una iglesia donde había más niños, o por motivos personales (muchas veces otra forma de decir que no estaban de acuerdo conmigo por lo que fuera). En ninguna ocasión se me ha dicho "nos marchamos de la iglesia porque hemos encontrado otra donde se predica más profundamente, o tiene un mejor ministerio de enseñanza." Esto, por supuesto, tiene diferentes lecturas. Una de las conclusiones es, sin embargo, bien reflectada por diferentes encuestas realizadas en Iglesias de Estados Unidos donde se preguntaba por qué las persones se unen a una iglesia u a otra, y las razones dadas dejaban la "predicación" en cuarto o quinto lugar. No hay duda alguna que en el cristianismo contemporáneo la cualidad de la predicación y proclamación desde el púlpito no es razón suficiente para unirse a una iglesia. El problema radica en que "la opinión" se convierte en determinante para tomar decisiones por encima incluso de lo que enseña la Palabra de Dios. El "a mí me parece" ha dejado a un lado el "así dice el Señor". Poco a poco hemos visto como el mensaje de la Biblia, predicado bajo la unción del Espíritu Santo, ha sido abandonado en favor del entretenimiento y el espectáculo. Grupos de alabanza, música, coros, teatro, juegos, etc etc. han tomado el lugar de la centralidad y prioridad de los púlpitos de las iglesias. Por más noble que sea cualquier otro ministerio no debemos olvidar que el énfasis de la iglesia local no es tan siquiera la Evangelización sino la "edificación de los santos para el ministerio." La evangelización de los perdidos se hace en los caminos, la adoración y edificación es el propósito principal de la iglesia.
Este año he leído más de 60 libros sobre el tema de la Predicación como prioridad. Muchos de estos libros concuerdan en el abandono de la predicación y el nefasto resultado de ello. "Hay algunos que ha llegado a considerar que la predicación es algo pasado de moda y obsoleto, superada por otros medios para comunicar el evangelio, tales como el diálogo, el debate y el teatro" Así hoy en día escritores se refieren al "pulpiteo" como algo peyorativo, la ridiculización de la proclamación de la Palabra. Es mucho más elogiable el "estudio bíblico conversado" o "el encuentro de estudios" donde cada participante dice lo que le parece del Texto. Ya no es un "monologo teológico" sino un charla entre amigos donde la opinión de todos es lo que prevalece. Como bien dice Cristopher Ash en su libro "La Predicación como Prioridad", "debemos reconsiderar la posición y el propósito de los grupos de estudio bíblico por dos razones. La primera es que, demasiado a menudo, un grupo de estudio bíblico es un lugar en el que el debata sustituye a la sumisión a la Palabra de Dios. La segunda razón para reconsiderar los grupos de estudio bíblico es la preocupación de configurar la vida cristiana de una forma que no excluya a las personas con menor elocuencia y confianza en sí mismas, aquellos que se sienten menos cómodas estudiando un texto escrito."
¿Estamos en lo correcto al entender la predicación como "la parte esencial de nuestro ministerio de la Palabra"? Haciéndolo aún más personal, ¿estoy equivocado al remarcar la importancia de la proclamación desde el pulpito de la Palabra de Dios y el actual abandono de este deber por las iglesias modernas? Mi "opinión" puede no contar mucho, así que me remito a la voz autoritaria de aquellos que opinaron antes que yo. Decía Richard Baxter que la predicación es "el elemento más excelso de la obra del pastor." O citando a Peter Adam cuando dijo que la predicación era "la parte esencial de nuestro ministerio de la Palabra."
El predicador del Nuevo Testamento se convierte en el heraldo de Dios que lleva su mensaje al pueblo, la iglesia. Desempeña una función parecida a los profetas de la antigua dispensación. No se me mal entienda ni mal interprete; el "don" de profeta antiguotestamentario es diferente a la función de continuidad del papel que estos desempeñaban como aquellos que "llevaban" el mensaje de Dios. El predicador de la dispensación de la Gracia es el "profeta" de nuestro tiempo. Para estudio y clarificación de este tema remite al lector al libro "La Predicación como prioridad" por Ash. Basta aquí mencionar lo que él dice; "Los apóstoles designaron a sucesores como Timoteo y Tito, y les dijeron que a su vez nombraran a otros (2 Timoteo 2:2) y que predicasen la Palabra (2 Timoteo 4:2). En este sentido, pues, el misterio del predicador es profético; no es revelador, sino proclamador. Ciertamente, la expresión "varón de Dios" de I Timoteo 6:11 y 2 Timoteo 3:17 es análoga a la frase del Antiguo Testamento que hacía referencia a un profeta." La falsa enseñanza pentecostal sobre los dones de profeta en nuestros días a desvirtuado esta verdad. Un misionero me increpó vehementemente después de una de mis predicaciones diciendo que el predicador no era "profeta." Puedo entender que su ignorancia de este tema la hacía aferrarse a su opinión pero sin duda alguna mi postura se veía sostenida por la opinión de los antiguos puritanos, de Spurgeon, o de Baxter juntos con otros muchos teólogos actuales que ven en la proclamación de la Palabra la prioridad del ministerio.
Pero para nuestra generación esto suena raro. Suena raro el pensar que la Palabra predicada requiere una respuesta del oyente. Nuestra generación está acostumbrada al "debate" como búsqueda de la verdad. Pero la predicación no da lugar al debate sino que presenta sus axiomas y premisas con autoridad, con la autoridad que la Palabra de Dios trasmite. El espíritu de nuestra época es que nos encanta debatir, interpretar, opinar… pero nadie quiere ponerse bajo la autoridad de la Palabra de Dios. La típica pregunta ¿cuál es tu opinión? le ha quitado la prioridad a lo que dice Dios. El Señor no quiere saber nuestra opinión, quiere que sepamos cuál es la suya. La Palabra de Dios predicada es autoridad. Esa es su voz autoritaria, no me estoy refiriendo a "nuevas revelaciones" sino a proclamar con autoridad la eterna revelación. En ese sentido el predicador tiene autoridad. Muchas veces el debate es una de las formas de evitar la sumisión. Necesitamos predicar con autoridad para que se puedea escuchar sumisamente. Esto es contrario a nuestra cultura donde muchos creyentes no quieren estar sumisos, antes se cambian a otra iglesia cuando son confrontados por la Palabra con su pecado y actitudes. Y lo triste es que son aceptados en otra iglesia bajo el pretexto de haber tenido "diferencia de opinión" con el pastor o predicador… No es nuestra opinión, sino es lo que dice Dios lo que debe levarnos a un entendimiento de la vida cristiana. P. T. Forsyth lo dice bien claro; "El púlpito tiene una autoridad. Si carece de ella, es una simple mesa de conferencia. Puede ofrecer un discurso, pero no una predicación. Sin embargo, debe predicar; hablar con autoridad."
Los ministerios de la Iglesia prosperan cuando todos están sometidos a la predicación de la Palabra. Junto a esa predicación está el poder de la oración. En este binomio perfecto es como la iglesia se sostiene y subsiste. Es así cuando todos juntos y unos a otros podremos animarnos al amor y a las buenas obras, cuando todos estemos sujetos a la Palabra y sumisos a lo directamente expresado por Dios no a la opinión de los hombres.
No olvidemos tampoco que la autoridad del predicador es una autoridad otorgada, que solo se obtiene por medio de gran esfuerzo, sudor y profunda humillación propia.
No tengo duda alguna que el predicador debe recibir un llamado divino para su trabajo. No podemos convertirnos en heraldos del Rey a nuestra propia cuenta. Muchos creen que debemos estar involucrados en la tarea de proclamar el evangelio. Sin duda alguna, todos debemos cumplir nuestra responsabilidad de ser testigos de la Gracia de Dios… pero hablar ante el pueblo escogido del mensaje divino debe ser una labor sólo realizada por aquellos que Dios ha llamado. Si Dios no te llama ¡No te involucres! Tu ministerio causará más daño que bendición. ¿Quiere decir esto que el predicador es un hombre orgulloso lleno de si mismo que busca una audiencia? Quien piense eso no entiende nada de lo que la Biblia enseña sobre los siervos de Dios.
"Quienes piensen que esta doctrina de la autoridad envanece al predicador no atisban a imagina el horror absoluto de tal posición. Piensan que los predicadores desean ocupar el púlpito. Bueno, algunos lo hacen, pero ningún predicador que desee ocupar el púlpito debe hacerlo. Nadie al que le guste ser el foco de atención debe ser predicador. No queremos en nuestros púlpitos a hombres como Diótrefes que deseen la preeminencia, que quieran llevar siempre la voz cantante (3 Juan 9). No, ser un predicador es una de las expreriencias que más humildad pueden infundir en el mundo. La predicación nos pone de rodillas, nos llena el estómago de mariposas y nos hace clamar: "Y para estas cosas, ¿quién es suficiente."
La importancia de la predicación fue vista por los Reformadores y los Puritanos. A ellos les debemos los más hermosos mensajes del pasado, fue vista por Carlos Spurgeon, Moody, Rarye, o los expositores bíblicos que increparon las falsas doctrinas del modernismo y el liberalismo. Calvino llegó a decir "el motivo por el que un hombre sube al púlpito es que Dios pueda hablarnos por boca de un hombre."
John Jewel (1522-1572) escribió lo siguiente: "No desprecien, queridos hermanos, oír la Palabra de Dios declarada. Si quieren cuidar de sus almas, sean diligentes en oír sermones; porque ese es el lugar habitual donde se conmueven los corazones humanos y se revelan los secretos de Dios. Porque, por débil que sea el predicador, la Palabra de Dios sigue siendo tan potente y pujante como siempre lo ha sido."
No hay duda alguna que el mayor privilegio que un hombre puede tener es proclamar el mensaje de Dios a sus semejantes. Llámesele predicador, o heraldo, evangelista o profeta, la función de trasmitir el mensaje Eterno en el tiempo a los corazones y conciencias de los hombres.





Christopher Ash, La Predicación como Prioridad. (Editorial peregrino: La Almazaba, 2009) p. 20
Idem. P. 34
Richard Baxter, The Reformed Pastor, (Londres: James Nisbet anc co., 1860) p. 128
Peter Adam, Speaking God´s Words: a practical theology f preaching. (IVP, 1996) p. 72
John Woodhouse, I Samuel: Looking for a Leader, p. 562.
Forsuth, Positive Preaching and the Modern Mind, (Independent Press; Londres, 1949), p. 27.
Christopher Ash, La Predicación como Prioridad. (Editorial peregrino: La Almazaba, 2009) p. 20
Th. Hl. L. Parker, Calvin´s Preaching, cap. 3 (1992)
Obras de John Jewel, Vol. II p. 1034, citado en Stott John R. W. I believe in Preaching, p. 119 (Hodder and Staughton, 1962)
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