LA POLITIZACIÓN DEL ESPACIO Y EL LUGAR DE UN RÍO FANTASMA: pasos hacia una ecología política de las ausencias

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THE POLITICIZATION OF SPACE AND A PHANTOM RIVRER´S ROLE: STEPS TOWARDS A POLITICAL ECOLOGY OF ABSENCES

LA POLITIZACIÓN DEL ESPACIO Y EL LUGAR DE UN RÍO FANTASMA: pasos hacia una ecología política de las ausencias 8° congreso de sociología y Encuentro Pre-Alas: “Diálogos Plurales de Sociología y Sociedad: la concurrencia de la continuidad y el cambio en Chile” OCTUBRE 2014

Francisco Astudillo Pizarro1 Resumen Nuestro argumento es que la expansión de lo político abarcaría áreas antes no politizadas en Chile, generando un proceso de politización del espacio y ambientalizando las discusiones (Leite Lopes, 2006) en un marco de crisis de legitimidad de las formas y estructuras políticas tradicionales (Garretón, 2003). En ese escenario los imaginarios y los usos de la naturaleza y del espacio -en tanto interacción humana con el entorno, como construcción social e histórica- (Lefebvre, 1991)-, contrastados desde la sequedad producida y la ausencia del río Copiapó, adquieren durante los últimos años un lugar político a la vez que poético, dando lugar a nuevas expresiones discursivas y performativas en los bordes de la democracia profesional, simultáneamente desdibujando y redibujando las fronteras del campo político (Laclau y Mouffe, 1985; Arditi, 2007; Iglesias, 2009) así como también de la burocracia estatal. El trabajo avanza en un diálogo entre las discusiones teóricas y cuestiones empíricas del caso en cuestión, buscando perfilar una ecología política (Leff, 2003, Alimonda, 2006), dejando atrás la indiferencia funcionalista de la vieja ecología en relación a la dimensión histórica y política de los fenómenos ambientales (Kottak, 1999). De esta forma, partimos desde la historicidad de los procesos involucrados en los que el río seco pasa a jugar un rol fantasmagórico en las nuevas prácticas y los nuevos discursos que renuevan lo político. Transitando así, desde la indiferencia ante el medioambiente en el marco de una región minera hacia una creciente politización del espacio, el que pasa a ser no solo objeto de politización sino que también un medio en el que se despliega la acción colectiva (De Sousa Santos 2002). Palabras Clave: Río Copiapó, ecología política, sociología ambiental, antropología política

1 Investigador asociado Museo Regional de Atacama/FLACSO Argentina

Introducción En el transcurso de la última década, una serie de transformaciones en las que se mezclaban factores de orden local, nacional y global fueron tejiéndose y dando forma, de manera paulatina a una rearticulación de la ausencia del Rio Copiapó, desaparecido en los tramos medios y bajos del valle del mismo nombre hacia el año 2004. Luego de algunos años, su ausencia hacía parecer que este no había existido nunca, cuestiones sociales, políticas y culturales dieron paso a la emergencia de una extraña forma de presencia, una emergida dialécticamente desde la ausencia, cual herida que deja su marca, su huella. La sequedad del río Copiapó al atravesar la ciudad del mismo nombre, lo hacía simultáneamente remarcando la ausencia del agua y la destrucción del espacio, condiciones que pueden ser interpretadas como una metonimia de toda una historia económica y espacial vinculada a la minería en la región, a la vez que operando también como una metáfora de nuestra identidad, del abandono, la indiferencia y de nuestra memoria, especialmente de su olvido espacial (Astudillo Pizarro, 2014a). Aquel río no solo estuvo durante algunos años seco sino que también abandonado, y sobre todo, colectivamente olvidado (Idem), su silenciosa desaparición, pasó desapercibida para la mayoría de los habitantes de la ciudad, así, aquella desaparición no fue ni traumática ni conflictiva sino anestésica, ante la indiferencia social. Aquel espacio, transformado luego de un par de años, en un lugar invisibilizado y marginalizado, mostraba en la suciedad de los basurales en su lecho, en la contaminación de los relaves mineros que perfilan algunos de sus bordes y la descomposición de animales abandonados en su lecho, formas prácticas de su apropiación, que expresaban pragmática y socialmente una negación simbólica del río en la ciudad. Por otra parte, ni en los sentidos comunes ni en los discursos, tampoco en la conversación social había un lugar para aquel río, más allá de los vestigios en los recuerdos individuales, el río, más allá de lo físico y material parecía haber desaparecido también de la memoria colectiva. Aquel era -por cierto muy sintéticamente- el escenario en los años entre que el río se seca hacia el año 2004, particularmente en el tramo urbano. Aquella indiferencia y aquel olvido colectivo son el punto de partida desde el que tímidamente inicia un proceso de resurrección que en términos analíticos hemos identificado el año 2008. Respecto a aquel proceso, este no ha sido ni homogéneo ni lineal sino más bien múltiple e irregular. Hemos querido proponer en estas líneas una aproximación social y política, entendiendo “lo político” como el interés común, más allá de las fronteras de “la política” como actividad profesional y burocratizada. Entendiendo por cierto que estos fenómenos locales no están desconectados a procesos multi-escalares, atendiendo así, a la complejidad del tejido y las tensiones que configuran aquel proceso de reaparición desde una ausencia material y simbólica, en una cualidad fantasmagórica de una presencia contradictoria. Intentamos una ecología política que explora lo que Alimonda denominó, “la presencia espectral de lo ausente” (2006:94).

En la fotografía, una imagen recortada de uno de los diarios escritos de la región 2, se representa la paradoja contradictoria de la dialéctica, “el río que no es río” expresa desde los flujos del discurso y el sentido común aquella identidad poblada de ausencias, un río que no es río, un fantasma que habita su propia huella. La imagen y su texto expresan además la nostalgia por el pasado perdido, y la noción de que el espacio se ha transformado del verdor a la aridez. Ambos, elementos que buscamos discutir en este escrito. Aquella condición de contradicción paradójica, del paso desde una ausencia material y simbólica, hacia formas sui generis de presencia en los imaginarios colectivos, estuvo acompañado de formas prácticas y performativas que encarnaron localmente discursos y perspectivas globales que revalorizaban el medioambiente y la “naturaleza”. En aquel 2 Diario Atacama, edición del 17 de julio de 2014.

orden de cosas, y a partir de los últimos años (2008 a la actualidad) se han vivido diversos procesos no lineales, muchas veces discontinuos y superpuestos, pero que apuntan a una revalorización del medioambiente y la dimensión espacial como objeto y medio de disputa, tanto simbólico como material. En términos conceptuales y teóricos, analizamos los procesos a partir de la noción lefebvreana de espacio Lefebvre (1991), a partir de ella, analizamos el medioambiente y la naturaleza como elementos constitutivos de una dialéctica social, en una concepción relacional e histórica de lo social. Diversas duraciones históricas son relevantes para comprender las derivaciones y dinámicas del presente, una de larga duración que comprende el proceso de especialización económica en torno a la minería en la región, el que en ocasiones anteriores hemos tipificado como “minerización”, en particular como una forma de regionalidad, en tanto proceso espacial relacional que conecta la región del Valle de Copiapó, parte del desierto colindante y la ciudad de Copiapó como articulador, conformando una red territorial, económicamente estructurada. A partir de la configuración de la economía minera moderna luego de 1830, la región estaría permanentemente ligada a la minería, tanto en el ámbito económico como también el socio cultural, configurando parte importante del sentido común y de la comunidad imaginada regional-recurriendo a la nobel noción conceptual de Benedict Anderson-, de esta forma la región se mimetizaría en los discursos identitarios a la actividad minera y a los materiales explotados. Aquellos materiales “naturales”, no llegaron mecánica ni transparentemente a convertirse en recursos naturales sino que como bien indica Doreen Massey (2012:106) requerirían de ciertas condiciones sociales para llegar a serlo. Los recursos naturales no serían en esta perspectiva, naturales, sino más bien construcciones socio-históricas mediadas por el poder, la cultura y el capitalismo. La naturaleza, en el caso de los imaginarios históricos del norte de Chile -y en particular del Valle de Copiapó y su cuidad- es concebida a través del prisma económico en el marco de una historia en la que el capitalismo minero ha dejado profundas huellas. Es aquella concepción de naturaleza la que ayuda a comprender la indiferencia espacial que materializa el olvido colectivo del río, así como también lo silencioso de las destructivas huellas del progreso en la región, es esta concepción la que sería tensionada desde las nuevas narrativas tejidas entre lo local y lo global. La construcción del discurso histórico del progreso operó así para el caso de la región sobre la base de una concepción instrumental de la naturaleza y el ambiente, de ello es testimonio la relevancia dada a los hitos históricos relacionados a la minería como el descubrimiento de los minerales de Chañarcillo (1832) y de Tres Puntas (1848), el ferrocarril Copiapó-Caldera (1851), también de la Revolución Constituyente (1859). Más allá del relato identitario, y desde una perspectiva de historia ambiental, habría que destacar que el inicio de la explotación del cobre porfídico a comienzos del siglo XX

(Pederson, 2008)3 como el comienzo de una forma extractiva de importantes impactos en el entorno, la que se replicaría posteriormente durante el mismo siglo en las industrias del fierro y del hierro, dejando como contracara invisibilizada del progreso, extensas huellas de las que relaves urbanos y periurbanos (en la Ciudad de Copiapó), playas esterilizadas (en Chañaral), la contaminación de cursos hídricos (Río Salado) y la contaminación del aire (en el puerto de Huasco) son solo algunos ejemplos que se pueden observar en la región de Atacama. Todo lo anterior permite que la nociones contemporáneas de riesgo (en la sociología contemporánea de Beck, Luhman y Giddens por ejemplo) y de zonas de sacrificio (en la terminología del activismo ONGeista) -al calor del peso de la historia- puedan ser re-leídas en duraciones más extensas y densas del capitalismo en el marco de las historias sudamericanas y su incorporación al sistema mundial, y no exclusivamente en el contexto del neoliberalismo y la modernidad tardía. En la primera parte del trabajo recogemos una serie de sucesos ocurridos durante las últimas cuatro décadas y que retratan la trama y el proceso que lleva a la desaparición del río Copiapó en tanto proceso ambiental, económica y políticamente fundado en el marco del neoliberalismo y sus múltiples transformaciones. En una segunda parte, indagamos en una reflexión sociológica sobre el riesgo en el marco de una indiferencia colectiva ante una serie de problemas en la región como la crisis hídrica y la contaminación derivadas de los procesos industriales a nivel local. En tercer lugar problematizamos desde la dialéctica, el proceso de emergencia de una presencia fantasmal del río y mediante este, por extensión metonímica, a la naturaleza y el ambiente, mostrando las dinámicas que tensionarían los discursos progresistas y liberales tradicionales, emergiendo desde los bordes eclécticos de la estructura política. En términos metodológicos, el escrito es resultado de la aproximación etnográfica al campo durante momentos discontinuos que abordan diversos periodos durante los últimos 6 años, incluyendo observación participante, conversaciones y entrevistas informales y revisión de documentación de diverso tipo de fuentes, también de mi propia participación como gestor cultural y académico, con lo que denunciamos la vinculación reflexiva entre el objeto de estudio y el observador que investiga. En relación a su formato en tanto documento textual, el escrito responde a la estructura de una monografía etnográfica.

3 Pederson, L. (2008[1966]. La Industria Minera en el Norte de Chile. Santiago: RIL Editores. Esta referencia es interesante en la medida de que da luces de los impactos ambientales en el temprano siglo XX y fue escrito en los años 60 del siglo pasado.

Trayectorias e Historicidades del Secuestro Hídrico en Copiapó La dictadura de Augusto Pinochet tendría la oportunidad de constituirse en el laboratorio experimental del neoliberalismo, gracias a cuestiones como la suspensión de la institucionalidad democrática y a la represión y persecución de cualquier forma de expresión política, las transformaciones realizadas por la dictadura militar y su cuadro tecnocrático ejecutor, los “Chicago Boys”. En aquella condición de laboratorio neoliberal es que tienen lugar algunas transformaciones jurídicas y económicas que reconfigurarán el modelo productivo acentuando un giro que prepararía el camino para la reconfiguración de la economía regional. Así, el código de aguas de 1981 y la ley minera de 1982, emergen dentro de la por aquel entonces, nueva arquitectura jurídica derivada de la Constitución Política de Jaime Guzmán de 1980. Hasta fines de los años 70 y comienzos de los años 80 la economía regional alternaba una diversidad de emprendimientos mineros y en menor medida de diversas zonas de desarrollo agrícola económicamente periféricas. La economía regional ligada estructuralmente a la minería había pasado por una serie de momentos críticos en función de los ciclos de altos y bajos mineros durante el siglo XX (Lorca, 2010:62). Aquella dinámica estructural de crisis asociadas a la dependencia minera, sirvieron como justificación a la búsqueda de una “diversificación” económica, precisamente en aquella búsqueda se enmarcan las alternativas que encarnan la transformación neoliberal de la economía en la zona. La dictadura y su extrema vocación neoliberal no solo reconfiguraría la economía sino que también el medio ambiente, en particular gracias a la creación de un mercado de aguas en las que esta entrarían a operar como un recurso económico liberalizado, mercado en el que el agua quedaría sujeto a los vaivenes mercantiles de la oferta y la demanda, entregada a la (des)regulación de la mano invisible. En este punto, hablamos de una transformación a nivel nacional (por cierto, translocalmente empujada) que tendría formas específicas de anclaje a nivel local. La sequedad actual de los sectores medios y bajos del valle de Copiapó y la desertificación de la ciudad no puede entenderse sin la instauración del mercado de derechos de aguas y la liberalización de estas. Por otra parte, la ley minera de 1982 sentaría otras de las bases del modelo de desarrollo que tomaría curso a contar de los años 80 y que sería profundizado y perfeccionado a través de los gobiernos post dictatoriales. En particular, resulta interesante de destacar que las modificaciones jurídicas neoliberales en la ley minera de 1982 no implicaron un desembarco efectivo del capital transnacional como si ocurrió durante los gobiernos de la concertación (1990-2009). El primer gran cambio de piel de la refiguración neoliberal se vivió en la agricultura, la que pasó de la agricultura tradicional de diversos tipos de cultivo a concentrarse en el incipiente monocultivo de la uva de exportación, lo que significó una transformación no solo productiva sino que también espacial.

Un aspecto fundamental de dicho proceso de expansión agroindustrial está directamente relacionado a la crisis hídrica y refiere a la creciente concentración económica en la agroindustria del valle. Por su parte la gran minería desarrollada exponencialmente durante los años 90 y comienzos del nuevo siglo, implicaron además una refiguración relevante en cuanto a los volúmenes de inversión y extracción de recursos, impactando vía la magnitud tecnológica en el medioambiente ya no solo en cuanto a los niveles de polución (ya conocidos en la industrialización minera del siglo XX) sino que muy determinantemente en el acuífero, debido a los elevados niveles de consumo industrial de agua por parte de medianas y grandes compañías mineras. Sumados ambos sectores económicos, en el contexto de una liberalización total del mercado de las aguas, asistimos a una radicalización de la Cultivos especulación sobre los “derechos de agua”, Minería de esta forma, el río Ciudad e Industria Copiapó Estuario desaparecería en los Bosque tramos bajos del valle, perdiéndose del tramo urbano del valle. El agua sería así secuestrada por el capital tanto minero como agroindustrial, configurándose un proceso en el que el modelo de desarrollo y el progreso a nivel regional funciona como un nodo en la misma red que contiene sus contracaras ambientales de sequedad, abstracción y destrucción espacial. La distribución de los volúmenes de consumo de las aguas es ilustrativa (gráfico 2), más de la mitad del consumo está en el cultivo agroindustrial con un 53%, seguido de un 31% en el sector minero4, con ello queda claramente expresada la hegemonía productiva y capitalista del destino de las aguas de valle de Copiapó, reconfigurando un espacio regional alienado y abstracto, estructurado en función de la rentabilización y múltiple fragmentación (Lefebvre, 1991).

Cuadro 2. Consumo Volumétrico extraido de Cuenca Hidrográfica

Así, de esta manera el anclaje local y nacional al neoliberalismo operaria dentro de lo que David Harvey denomina como de acumulación por desposesión (2005), específicamente para nuestro caso, debemos vincular dichos proceso de acumulación en contextos de expansión de capital configurando una acumulación por desposesión hídrica (Astudillo Pizarro, 2014b) en el que la superacumulación de la minería y la agroindustria, operando 4 Elaboración propia en base a Burt, Ch. (2008). Copiapó Valley Groundwater Overdraft Report. Copiapó.

a través de sus propias tensiones, capitalizarían la desposesión de agua en el valle aumentando su rentabilización económica a medida de que profundizan la asimetría en a distribución de las aguas, aquello nos lleva a entender que en conjunto ambos sectores económicos poseen el 84% de los recursos hídricos del acuífero. La Indiferencia, la crisis hídrica y la discusión sobre el riesgo La crisis hídrica en el valle de Copiapó se explica como antes recogimos, por una serie de transformaciones que vienen gestándose desde los años 80 y que en el contexto del neoliberalismo global tienen sus propias tramas, en tejidos específicos entre lo local y lo global. Los síntomas ecológicos y ambientales han dado justificaciones de sobra para catalogar la situación ambiental de la zona como una situación crítica, no obstante aquella condición no ha sido mecánicamente traducida a una concepción social sobre la crisis, es más, como manifestábamos en la primera sección del escrito, el río Copiapó, como elemento más visible de un proceso crítico, se seca y su desaparición no despierta conflicto social ni mediático alguno, lo que nos muestra en parte una dinámica de relaciones espaciales abstractas, transitorias e instrumentales en el contexto de una zona con larga tradición minera. La crisis ambiental en la región, sumaría a través de a coyuntura neoliberal como novedad, la cuestión del agua, lo que se agregaría a la polución que ya venía de mediados de siglo XX, ambas situaciones no desataron conflictividades sociales como podría haberse esperado, la comprensión de dicha pasividad puede ser mejor entendida a través de la densidad histórica de las relaciones entre sociedad y ambiente en la zona. Lo anterior nos lleva a adoptar una perspectiva de constructivismo histórico para reconsiderar las nociones de riesgo de Ulrich Beck (2006) y de sufrimiento ambiental Auyero y Swistun (2009) de manera de explicar la transformación en el esquema de percepción social del riesgo en el marco de la transformación en las concepciones de naturaleza a través del proceso de ambientalización de los conflictos sociales (Leite Lopes, 2006). En relación a la discusión que la indiferencia y el olvido colectivo en el que queda el río, nos gustaría levantar una perspectiva constructivista, histórica y relacional. Lo anterior debido a que los efectos de larga data del capitalismo minero en cuanto a la contaminación no levantaron hasta momentos muy recientes, conflictividades explícitas, en la misma línea, la coyuntura neoliberal y el proceso de mercantilización y secuestro hídrico configurado a partir de los años 80, no fue inmediata ni mecánicamente interpretada por la sociedad local como problemática, sino que se reaccionó ante aquello con una indiferencia social correlativa a la invisibilidad colectiva de la cuestión. Lo anterior pese a que el problema ha sido sistemáticamente constatado por diversos estudios técnicos que coinciden en los diagnósticos (CADE-IDEPE, 2004; Golder, 2006; Burt, 2008; DICTUC, 2010) y en los que se da cuenta del desequilibrio entre los derechos de aguas transados y la cantidad de agua efectiva en el valle, más allá de la acción de activistas

solitarios que intentaron sin mayor éxito visibilizar el tema en los medios locales durante los años 90. En una dimensión más concreta, y desde el punto de vista del ciudadano, la calidad del agua potable ha empeorado exponencialmente durante la última década, haciéndose casi “intomable” o al menos médicamente no recomendable de beber debido a sus altos niveles de presencia mineral, está asociada al descenso de las napas subterráneas ante el consumo industrial vía extracción de pozos en la minería y agroindustria. Lo anterior ha derivado en la aparición de todo un mercado del agua purificada en la ciudad, el que cubre la creciente demanda de agua bebestible producto del empeoramiento de la calidad del agua potable. A su vez, el lecho seco del río completó con la sequedad de mediados de la década pasada, un proceso de marginalización y suciedad, se transformó en un espacio a-ruinado, asumiendo una condición de ruina espacial. Un espacio en el que el olvido materializado en los usos y la ausencia del río en tanto referente de significado y su condición de espacio destruido, se convierten en lo que Alfredo González-Ruibal (2008) denominó como “lugares de abyección”, es decir, lugares que quedan puestos más allá del recuerdo social y que son condenados al olvido pese a su contemporaneidad. Pese a que las consecuencias no solo son visibles sino que impactan la cotidianidad, la salud y los bolsillos de los ciudadanos, la situación no derivó nunca en un conflicto explícito en la población. En este punto, cabría rescatar la distinción entre problema ecológico y problema socioambiental, así en nuestro caso de estudio, si bien el problema ecológico tiene larga data y múltiples constataciones factuales, el problema socio-ambiental tendría una emergencia y configuración solo muy recientemente, lo que nos lleva a discutir cierto mecanicismo apocalíptico en la noción de riesgo de Ulrich Beck (2006), en la medida de que en su obra, el riesgo anticiparía la probabilidad de sufrimiento de una serie variable de daños y perjuicios, lo que contrasta con la historicidad de los procesos sociales de nuestro caso, en los que las condiciones de crisis ecológica no derivaron ni en una concepción apocalíptica ni en un sufrimiento ambiental consciente como plantearon Auyero y Swistun

(2009), sino una indiferencia y un olvido, al calor de una narrativa histórica de la identidad regional, la que sin embargo comienza a tensionarse en el curso de los últimos años. La Politización del Espacio y el Retorno del Fantasma Ya habían pasado algunos años desde que el río Copiapó se había secado en el tramo urbano, las últimas mediciones de contaminación de las aguas en dicho tramo constatadas datan del año 2004. De ahí en más, la ausencia de agua solo se agregó a una ausencia simbólica, que aunque duró solo algunos años, pareció socialmente experimentarse como una eternidad. El paisaje ofrecía durante los años posteriores (e incluso en cierta medida, también actualmente) muestras materiales del abandono, huellas de la destrucción y la ruina de aquel espacio en el que antes hubo un río. Fue en aquellos años de olvido, abandono e indiferencia en los que la ausencia de aquel río ya perdido comenzó a construir una nueva forma de presencia, de la mano de fenómenos en los que se cruzan y tejen factores de orden local, nacional y global, y en los que se interrelacionan el presente y el pasado de una manera política a la vez que poética. En ese escenario ya a fines de la década pasada durante el año 2008 algunas agrupaciones ciudadanas de diverso origen tanto político, cultural y económico, pese a su heterogeneidad, encuentran espacios de convergencia en torno a la problemática hídrica, especialmente estimulados por algunos actores que se habían visto particularmente perjudicados con la sequedad del sector bajo del valle (pequeños agricultores periurbanos), más algunas agrupaciones vecinales y sociales que vieron en el río Copiapó ya desaparecido, marginalizado y seco, un referente simbólico que les permitía poner en juego problemáticas ambientales que paulatinamente adquirían connotaciones políticas tal como planteara el profesor Leite Lopes (2006). El patrón de asociación ya no era el de la homogeneidad política y burocrática de los partidos, tampoco la participación gremial ni sindical, sino una serie de reivindicaciones aparentemente inorgánicas que confluían en un discurso de oposición a las consecuencias del neoliberalismo en sus encarnaciones locales. Interesante ha sido constatar que las cualidades heterogéneas entre los diversos grupos que han confluido en torno a la ambientalización, entre los que se encuentran grupos con intereses históricos enfrentados, pero que viéndose afectados por la acumulación minera y agroindustrial de recursos hídricos, han tendido puentes y alianzas a grupos de ideología política incluso lejana, comprendiendo que los une una subordinación común ante el capital y la indiferencia del estado. Por otra parte, a globalización llevaría a escala global la creciente preocupación por el medioambiente y la naturaleza, este diverso repertorio de discursos ambientales tendría aterrizajes y reinterpretaciones múltiples en una diversidad de apropiaciones locales dinámicas.

A nivel local, en Atacama y Copiapó hubo durante los años 90 un incipiente intento de diversos actores, principalmente activistas y ciudadanos afectados por los primeros efectos del neoliberalismo sobre las aguas y que por otra parte enunciaban desde ecologismos más convencionales y despolitizados, no obstante, dichas intervenciones (principalmente en la prensa escrita) no derivó en mayores efectos de socialización de la problemática. Todo lo anterior debe leerse en un marco donde las concepciones del ambiente y la naturaleza seguían marcadas a fuego por los imaginarios de la identidad minera y el progreso en su estatus de modernidad. La cuestión de la historicidad de los procesos, central en nuestro análisis, nos llevó a preguntarnos a nivel local por la forma de ingreso del medioambiente en los años 90 así como también por la caracterización de los actores que aterrizaban dichas temáticas. Así, nos encontramos por una parte que la forma del ambientalismo de los 90 tenía un perfil que combinaba elementos conservacionistas y naturalistas del medioambiente, un ecologismo con ciertos componentes burgueses, lo que nos llevan a su vez a comprender el perfil de los actores en enunciación, principalmente de clases medias acomodadas e intelectuales y también a actores directamente perjudicados por las tempranas manifestaciones de la acumulación por desposesión hídrica (pequeños y medianos propietarios de derechos de aguas), es decir, no se trataba de un ambientalismo ciudadano ni politizado, la reivindicación tendía a ser focalizada, directamente interesada y no colectiva. Tampoco había una opinión pública que ofreciese alguna resonancia social. En contraste, en nuestro periodo de análisis, para el año 2008 surge la Coordinadora por la Defensa del Agua de Copiapó, la que agruparía a una diversidad de agrupaciones de diverso origen y de marcado perfil ciudadano, trabajarían asociativamente con el objeto de problematizar el problema hídrico y elevar una demanda reivindicativa. No obstante, los primeros intentos se dieron en el contexto en el que aun la presencia mediática del problema era escasa y la atención de la opinión pública local era poco receptiva a la temática. Ya para el año 2009, bajo la misma lógica asociativa se crea la Coordinadora por la Defensa del Agua de Atacama, ahora incorporando a agrupaciones de toda la región. El discurso levantado por ambas coordinadoras y sus agrupaciones integrantes apuntaba a una reinterpretación de las cuestiones ambientales en una clave política, en el sentido del bien común, de lo político y ejercido desde la ciudadanía, y sobre todo resaltando la cuestión de las consecuencias sociales de la crisis ambiental, perfilando su condición de fenómeno socioambiental.

En los años siguientes, nuevas agrupaciones sociales que politizarán la cuestión ambiental surgirán, aportando diversidad ideológica, social y demográfica al emergente debate, siempre en lógicas ciudadanas no partidarias, destacando también la Mesa por la Defensa de Atacama y la Red Ambiental Copayapu RAC, más organizaciones vecinales, agricultores no industriales y agrupaciones culturales, politizando desde la perspectiva de lo político como el interés colectivo, el discurso y la práctica política local, dando lugar a nuevas expresiones discursivas y performativas en los bordes de la democracia profesional, en procesos incipientes y consistentes con una serie de observaciones y análisis hechos en la literatura contemporánea (Laclau y Mouffe, 2004; Arditi, 2007; Iglesias, 2009). Su diversidad se expresa además en su perfil policlasista, lo que implicó contradicciones que fueron mitigadas por la vía de la confluencia ante la crítica compartida y el denominador común, el agua. El agua aparecía en el discurso público de la mano de las reivindicaciones de agrupaciones que actuaban desde los bordes de las estructuras políticas tradicionales, en ese punto, la figura del río Copiapó adquiría cualidades integradoras, por una parte de la ausencia del agua como una expresión de un problema ambiental más amplio, por otra, una discusión que se abría en términos de la herencia del proceso neoliberal en el valle de Copiapó, con lo que el agua, el medioambiente, la naturaleza se sintetizaban en una discusión que era eludida por el establishment político partidista del momento. Ahora, en la escala nacional, una serie de procesos de índole socio-políticos tendrían derivaciones dinámicas que se encontrarían a condiciones locales y globales y que brindarían el marco que permitirá entender la politización del espacio y la re emergencia fantasmal del Río Copiapó desde una perspectiva del retorno de lo político. Por una parte el largo proceso de desprestigio de la institucionalidad política partidaria, estimulada por un solipsismo cada vez más acentuado del mundo político agudizando un distanciamiento cada vez mayor entre ciudadanía y clase política. Por otra, una buena parte de la población tendrá un escaso vínculo a las estructuras políticas partidarias en el marco de la llamada crisis de legitimidad institucional (Garretón, 2003).

Otro factor político relevante fue la elección de Sebastián Piñera como presidente de la república para el periodo 2010-2014, pues sería el primer presidente de la derecha (elegido en urnas) desde la década de los 60. Piñera en cuanto personaje político, al ser un exitoso inversionista y a la vez un político, representaba una síntesis del neoliberalismo lo que facilitó una re ideologización del campo político. Lo que siguió de aquello es conocido, el año 2011 fue un largo proceso de movilizaciones sociales que fueron el marco nacional con el que los procesos locales interactuaban. En ese contexto, los discursos ambientales logran madurar expresiones locales, así, el río, reemergía desde la nostalgia de lo perdido y la ideologización incipiente de sus nuevas narrativas, presentando el anclaje local para la reinterpretación del discurso global del medioambiente y la naturaleza. En este marco es que los diversos actores colectivos comienzan a generar sinergia entre una serie de acciones públicas que ponían en discusión mediante la figura simbólica del río, discusiones ambientales, políticas, y económicas. A fines de 2010 y el primer semestre de 2011, con la agrupación cultural Atacama59, realizamos una campaña llamada “Río Copiapó: Memoria Histórica en Imágenes”, la que mediante una serie de actividades en el espacio público invitaron a la comunidad (con especial énfasis en la comunidad no organizada) a compartir, conversar y recuperar en imágenes, la memoria de un río que durante los años anteriores parecía haber quedado en el más profundo olvido. La campaña, logró posicionar el tema del río y la cuestión del agua en el sentido común y la opinión pública. Las condiciones de opinión pública, la coyuntura nacional en la política y el agitado año de movilizaciones sociales durante el 2010, facilitaron que la discusiones sobre el río, el agua y la socialización de los temas en la esfera pública. La coyuntura de los últimos seis años ha visto confluir un proceso de politización de la dimensión espacial, entendido el espacio como una construcción histórica y dialéctica, entre lo social y material. La crisis hídrica, por años objeto de indiferencia se convertía paulatinamente en fuente de discusión pública, focalizando la acción de múltiples actores sociales y colectivos más allá de los tradicionales grupos de interés y más allá de la política profesional. Se dibujaba así un fenómeno de politización del espacio, con el que el espacio pasa a ser no solo objeto de politización sino que también, un medio en el que se despliega la acción colectiva (De Sousa Santos 2002), expandiendo las fronteras de lo político y también sus arenas, colonizando espacios y ámbitos antes no considerados dentro de la esfera política. Otra tensión relevante que operó en el proceso de politización del espacio y de ambientalización del conflicto social, la ubicamos en relación a los idearios del progreso y los imaginarios instrumentales de la naturaleza en el contexto de la tradición minera local. En ese sentido, la noción instrumental y económica de la naturaleza fue tensionada desde una multiplicidad de matrices apropiadas localmente desde flujos globales, en las que la naturaleza adquiere un valor no instrumental, lo anterior además en el contexto del lugar ausente del río y el agua, lo que llevó al río a adquirir un lugar simbólico como huella del

progreso ante lo que se constituían los discursos reivindicativos. La disputa a la hegemonía cultural del productivismo ambiental, es un antecedente ideológico de las tensiones que comienzan a visibilizarse incipientemente.

Otra cuestión destacable de la politización y ambientalización que involucran al río y al medioambiente en la región del valle de Copiapó, es su carácter no elitista, afectivo y ciudadano, lo que contrasta con los ecologismos de elite y de corte conservacionista, que valoran a la naturaleza en una condición prístina que hay que preservar museológicamente y que separan la naturaleza pura de la sociedad. En cambio, los proceso de ambientalización local enuncian desde un locus popular, ciudadano y vecino que desconfía de los canales institucionales de la política formal. Desde este punto de vista se resalta una perspectiva que no separa a la naturaleza sino que la considera parte integrante de una matriz que es denominada como socioambiental. Este tipo de procesos han sido descritos y explicados por Martinez-Alier (2002) como ecologismo de los pobres, en contraste a perspectivas elitistas y despolitizadas del medioambiente, las poblaciones ciudadanas y vecinas que se ven afectadas por la degradación ambiental incorporan cada vez más, la ambientalización al repertorio de sus reivindicaciones, en sus discursos y sus prácticas

Palabras Finales Si bien la figura del río y el problema del agua han comenzado a visibilizarse a nivel local en la ciudad de Copiapó, y con esto, también a transitar de ser un problema ecológico a uno socio-ambiental, aún la indiferencia colectiva es un factor relevante a nivel local. Lo que resulta en uno de los principales problemas para la movilización y la socialización de los problemas socio-ambientales en la ciudad. A los problemas ambientales y políticos habría que sumar también un problema de opinión pública, entendiendo este elemento como un campo de resonancia y como un elemento clave en la interacción con los actores movilizados y sus reivindicaciones. Afirmamos que las formas dinámicas de la opinión pública y la dimensión de la esfera pública y el sentido común han de ser temáticas relevantes en una agenda futura en cuestiones medioambientales Desde los nuevos sentidos comunes, y también desde la práctica ciudadana de discursividades y prácticas politizadas, el río y el medioambiente ganarían un lugar en los discursos y la opinión pública, haciéndose un lugar en los imaginarios colectivos, los que hacen pensar en que la presencia del río sea simbólicamente más potente en este último periodo que incluso cuando su presencia física era aún efectiva. En este juego de ausencia y presencia, dialéctico y paradójico es que llevamos problematizar la figura de la fantasmagoría del río Copiapó, resaltando lo que Massey (2012) denominada como un sentido global del lugar, explorando algunas posibilidades para una ecología política de las ausencias, entre lo local y lo global, entre el presente y el asado. El río, olvidado y seco adquiriría en aquella coyuntura, paulatinamente, un lugar simbólico, interpretado como huella del progreso, como un tropo en una serie de discursos que identificarían su sequedad como el símbolo de un modelo de desarrollo, en el contexto del extractivismo neoliberal. Aquel nuevo lugar discursivo daría lugar también a nuevas disputas de aquel espacio desde el olvido, desde el abandono de aquel lugar de abyección, construyendo una memoria colectiva desde la ausencia y lo perdido, desde la nostalgia afectiva del pasado extinguido.

Bibliografía

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