La pobreza es una enfermedad que nos amenaza a todos Uriarte Mayo2014

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La pobreza es una enfermedad que nos amenaza a todos Artículo Publicado en el Blog de El País 3500 millones el 27 de Mayo de 2014. Disponible en http://elpais.com/elpais/2014/05/27/3500_millones/1401167100_140116.html

En las últimas semanas hemos vivido uno de los mayores ejemplos de sensibilidad globalizada de los últimos años, tras el rapto de las niñas nigerianas por parte de un grupo islamista radical. Sorprende y esperanza ver que el sufrimiento ajeno, en una parte del mundo constantemente castigada, ha conseguido generar esta solidaridad global, tan honda, que ha sacudido las conciencias de líderes y sociedades de todos los países. Se ha escrito mucho sobre la velocidad del fenómeno en las redes sociales, algo menos de las causas que originan este drama y muy poco de lo que hay que hacer a partir de ahora para que no se vuelva a repetir. Yo quiero contribuir humildemente a poner el foco de atención en un debate que la humanidad aún no ha logrado afrontar con decisión: las interrelaciones directas del desarrollo humano global. Lo que ha sucedido en Nigeria nos debe interpelar y hacer actuar, no solo porque seamos personas buenas y solidarias, sino porque es el síntoma de una enfermedad que nos amenaza a todos. El economista y filósofo indio Amartya Sen, Premio Nobel de Economía en 1998, impulsó la Teoría del Desarrollo Humano que inspiró después el índice de desarrollo humano (IDH) que hoy utiliza Naciones Unidas para medir la verdadera situación socioeconómica de los países, reflejando su realidad más allá de los clásicos indicadores macroeconómicos como el producto interior bruto (PIB) o la renta per cápita. Este cambio supuso una nueva forma de medir las necesidades de un país, su situación real y el diseño de las políticas públicas de desarrollo que se deben implementar. El IDH que utiliza Naciones Unidas mide de 0 a 1 el desarrollo, teniendo en cuenta tres parámetros: la salud, la educación y el nivel digno de vida. En el caso de Nigeria podemos ver un gran ejemplo del significado de este nuevo paradigma. En los últimos meses son muchos los expertos o periodistas que hablan de Nigeria como una de las mayores economías de África y un ejemplo de crecimiento económico. De hecho, según el Banco Mundial el crecimiento del PIB per cápita en los últimos años ha sido vertiginoso pasando de un PIB per cápita en 2005 de 804,2 dólares a 2711,3 dólares en 2012. El reflejo de este crecimiento en lo económico no ha tenido en cambio un reflejo tan pronunciado en el índice de desarrollo humano que, según Naciones Unidas, pasó de 0.434 en 2005 a 0.471 en 2012. Para que podamos ampliar el análisis de la situación desde una comparativa con España, en 2012 nuestro PIB per cápita fue de 28.273,7 dólares y nuestro IDH de 0,885, y ya en 1980 era 0,766, muy superior al IDH actual de Nigeria. Deberíamos aprovechar ese crecimiento económico del país para ayudarles a poner los esfuerzos en mejorar la situación humana de sus ciudadanos. A Europa y a España le beneficia el crecimiento económico de Nigeria, pero

deberíamos ser más consciente de los beneficios de lograr aumentar el IDH de estos países. El caso de las niñas secuestradas en Nigeria nos debe hacer caer en la cuenta también de la situación real que están viviendo muchos países en términos de desarrollo humano y de qué manera esos temas globales afectan potencialmente a España y a Europa, traducidos en mafias internacionales, trata de seres humanos, explotación sexual, migraciones forzosas, seguridad alimentaria o salud global. Esa sensibilidad globalizada tan cautivadora de estos días debe ser el preludio de una responsabilidad global que obligue a organizarse a los países para acabar definitivamente con los dramas que asolan al planeta como el hambre y la falta de agua, y para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que a partir del 2015 pasaremos a llamar Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Los nuevos liderazgos exigen personas con una gran capacidad de entender la amplitud relacional que vivimos en estas sociedades globales y comprender que nuestra seguridad y bienestar dependen hoy de que exista seguridad y bienestar en otras zonas del mundo. Los organismos supranacionales y la Unión Europea deben coordinar la responsabilidad global que tienen los países y obligar a estos a responder con recursos y experiencias técnicas para acabar con las peligrosas pandemias sociales del siglo XXI. Un gran experto y brillante académico como José María Larrú, Doctor en Economía Internacional y Desarrollo por el CEU, nos decía que los tres problemas para entender las relaciones entre el desarrollo humano de los países y la necesidad de cooperar eran las tres “íes”: ignorancia, ideología e inercia. Confío en que nuestra generación sea capaz de superarlas en favor de políticas de desarrollo global como una verdadera política de Estado.

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