La planificación por competencias

July 14, 2017 | Autor: R. Mendez Ralda | Categoría: Educación, Didactica, Humanidades
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Descripción

La Planificación por Competencias

Romeo Augusto Méndez Ralda Universidad de San Carlos de Guatemala Facultad de Humanidades

Guatemala, 2014.

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La Planificación por Competencias Romeo Augusto Méndez Ralda [email protected]

Resumen Los cambios y desafíos que se nos presentan en la actual era del conocimiento exigen aclarar la importancia de la planeación educativa y la necesidad de un cambio de modelo educativo.

Examinamos la planeación educativa, su importancia y su

fundamental papel en el desarrollo de la nación, examinado desde la concepción educativa por competencias, aclarando lo que son las competencias, su importancia y el cambio de paradigma que exige en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Así

mismo se destaca la importancia y los cambios que se deben efectuar para poder planificar la educación por competencias.

Uno de los tantos desafíos que enfrentan los profesores en su trabajo de planificación y puesta en marcha del currículo de aula, tienen relación con las preguntas ¿Cómo presentar los contenidos de aprendizaje a sus estudiantes? ¿Cómo conducir a los estudiantes en la adquisición de conocimientos? ¿Cómo organizar el trabajo docente –alumno, alumno-alumno y alumnos-recursos? ¿Qué contenidos son más prioritarios? y ¿Cómo saber si los estudiantes han adquirido tal o cual conocimiento? Por muchos años, los profesores, han tenido que

dar respuesta a estas

interrogantes en forma aislada y como producto de sus propias iniciativas. Hoy los paradigmas de la modernidad y la influencia de las “ciencias administrativas” que han ido penetrando a las instituciones educativas, les exigen medir la eficiencia de sus procesos misionales para dar cuenta del cumplimiento de sus propósitos así como de los recursos que sus usuarios invierten. Así, conceptos propios de la Empresa, tales como competencia, eficiencia, inversión, objetivos, metas, productos, por citar algunas, pasan a ser un lenguaje común al interior de las instituciones educativas. Todo ello, las ha llevado a replantearse, que para el éxito educativo al que aspiran –así lo creemos y estamos convencidos- se hace necesario dejar en el pasado la improvisación e incorporar instrumentos de planificación como una herramienta de gestión de la calidad educativa. La planeación educativa cumple con dos propósitos:

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por un lado reduce el nivel de incertidumbre y por otro, anticipa lo que sucederá en el desarrollo del proceso educativo.

Planeación educativa La administración se instituye como una disciplina científica y está referida al estudio de las organizaciones para comprender su naturaleza social, funcionamiento, evolución, dinámica interna y comportamiento en su desarrollo, para el logro de objetivos y metas propuestas. Tal y como nos afirma Aguilar Gómez (2009, pp. 22) “La administración se define como el proceso de diseñar y mantener un ambiente en el que las personas, trabajando en grupos, alcanzan con eficiencia metas seleccionadas”, esto nos indica que todas las instituciones deben tener objetivos, una dirección hacia la cual dirigirse. La administración para ser eficaz, se divide en cinco funciones: planeación, organización, integración de personas, dirección y control. Para los alcances de este ensayo, nos enfocaremos en la función de planeación. Anderson, (1986, pp. 15) nos dice que planeación es “el proceso de preparación de un conjunto de decisiones para actuar en el futuro encaminado a lograr metas”. Podemos identificar aquí cuatro elementos clave en la definición de planeación: 1) orientación al futuro; 2) la acción como elemento de gran importancia; 3) interdependencia en una serie de decisiones; 4) necesidad de distribuir recursos escasos. Tomando en cuenta las características fundamentales de la planeación, podemos visualizar

la planeación educativa como un instrumento de gestión de la

calidad que se pone a disposición de la comunidad escolar con el objeto de alcanzar los propósitos de la propia comunidad, teniendo siempre presente que la vida de la comunidad educativa considera tres grandes aspectos: la identidad, es decir ¿Quiénes somos y que pretendemos llegar a ser?; objetivos, ¿cuál es la especificidad de nuestra oferta educativa? y organización y funcionamiento, es decir, ¿cómo nos organizamos y como vamos a funcionar? De las interrogantes anteriores llegamos a entender que Los métodos de planificación dependen de los enfoques que se da a la educación con relación a su impacto sobre el desarrollo nacional. Los planes pueden clasificarse en base a los siguientes criterios: dimensión espacial (Plan nacional, regional, local, etc.); dimensión temporal (Plan estratégico a largo plazo, plan operativo anual, etc.). Gómez (2009, pp. 34), nos refiere que la planeación estratégica “se entiende como un proceso racional y

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como una actitud intencional para observar y proyectarse en el futuro deseable y no sólo posible de la institución, para mantener una concordancia permanente entre los propósitos y metas (filosofía), las capacidades de organización y las oportunidades que siempre son cambiantes”. Debemos diferenciar a dos personajes en relación a la planeación educativa, los planificadores son los que hacen los planes, los que fijan objetivos, determinan las acciones que hay que seguir; y, los administradores, aparecen como las personas que son encargadas de ejecutar las acciones predeterminadas. A este respecto, Gómez (2009, pp. 44) nos enfatiza que la “planificación se refiere a todo un sistema complejo en el que se integran varios elementos, con el propósito de organizar y lograr el cumplimiento de los objetivos y la misión institucional; la gestión, se refiere a la acción de llevar adelante lo planificado”. En general, la educación se entiende como la adquisición de conocimientos, habilidades y actitudes para la incorporación y participación de los individuos en la sociedad en que viven. Arredondo, (2002, pp. 23) nos dice que “generalmente se cree que a través de la educación pueden ser alcanzados un número importante de objetivos nacionales, tales como cohesión social, sentido de la nacionalidad, igualdad de oportunidades para el éxito, modernización, desarrollo económico, respeto a los derechos humanos, etc.”. Podemos entonces destacar que la planeación educativa, debe contemplar siempre a los siguientes elementos básicos: contenido, población atendida, métodos de enseñanza-aprendizaje y el sistema de recompensa. Vemos como la planeación educativa se transforma entonces como una actividad necesaria enfocada a desarrollar y consolidar el sistema de educación formal a través de un know how técnico orientado a satisfacer la demanda que la sociedad exige, concordamos con Arredondo, (2002, pp.47) en que “la planeación educativa estaba encaminada a llevar a la práctica, en una forma más racional, la idea de la educación como un derecho humano”, un derecho que debe llevarnos al tan anhelado desarrollo y la construcción nacional.

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El modelo educativo basado en competencias El

proceso

de

enseñanza-aprendizaje

es

mucho

más

que

recolectar

conocimientos, debe abocarse a proponer respuestas a los problemas y a las necesidades que enfrentamos en las nuevas condiciones en que vivimos. El contexto en el que se desenvuelve la humanidad en la actualidad plantea la necesidad de desarrollar un modelo educativo que considere los procesos cognitivos, conductuales, procedimentales y sociales (aprender a aprender, aprender a ser, aprender a hacer y aprender a convivir). Este modelo educativo, como nos lo declara la Dirección General de Educación y Cultura de la Comisión Europea (2004) ha sido organizado e implementado con base en el concepto de competencias, entendiéndolo como la combinación de destrezas, conocimientos, aptitudes y actitudes, y a la inclusión de la disposición para aprender además del saber cómo, posibilitándose que el educando pueda generar un capital cultural o desarrollo personal, un capital social que incluye la participación ciudadana, y un capital humano o capacidad para ser productivo. Tenutto, Brutti y Algarañá (2010, pp. 29) citan a Perrenoud (2004) en donde nos comparte su definición de competencia como “aptitud para enfrentar eficazmente una familia de situaciones análogas, movilizando a conciencia y de manera a la vez rápida, pertinente y creativa de múltiples recursos cognitivos. Saberes, capacidades, microcompetencias, informaciones, valores, actitudes, esquemas de percepción, de evaluación y de razonamiento”. Atendiendo a la concepción de competencia, en los espacios educativos, se debe enseñar y aprender la adquisición de saberes así como a su selección y aplicación para actuar con eficiencia en situaciones problemáticas en contextos diferentes. La formación en este aspecto exige que la planeación educativa se base en metodologías que promuevan un aprendizaje activo para que los objetivos, metas, planes, programas, etc., estén dirigidos a que los estudiantes autogestionen su aprendizaje desarrollando la iniciativa y la autonomía. Debemos tener presente que es desde el conocimiento de cada asignatura en donde se construye la competencia, el cambio fundamental se encuentra en cómo se aprenden los contenidos ya que se trata de ofrecer experiencias de aprendizaje que colaboren en el proceso de desarrollo de las competencias seleccionadas con estrategias de enseñanza que lo favorezcan. (Tenutto et al., 2010). Podemos clasificar las competencias en tres categorías: básicas (están vinculadas a niveles generales de lectoescritura y aritmética), genéricas o transversales (incluyen habilidades cognitivas y metacognitivas, conocimientos instrumentales y

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actitudes consideradas valiosas en la sociedad),

y, específicas (conocimientos

relacionados con los contenidos disciplinares y habilidades específicas de las prácticas profesionales) (Tenutto et al., 2010). El enfoque educativo por competencias conlleva a una movilización de los conocimientos, a una integración de los mismos de manera holística, asumiendo que la gente aprende mejor si tiene una visión global del problema.

Persigue una

convergencia entre los campos social, afectivo, las habilidades cognoscitivas, psicológicas, sensoriales, motoras, del individuo, lo que significa que el aprendizaje debe potenciar una integración de las disciplinas del conocimiento, las habilidades genéricas y la comunicación de ideas, por lo que el educando no solo debe saber manejar sus saberes (conocimientos), sino que también debe tener bajo su control sus interacciones sociales, sus emociones y sentimientos, así como sus actividades y, además, debe ser capaz de reconocer, interpretar y aceptar las emociones y sentimientos de los demás (Tenutto et al., 2010). La implementación de un modelo educativo basado en competencias debe tomar en cuenta que él mismo conlleva a una transformación o elaboración continua de las ideas y las creencias, lo que implica una innovación importante, que va a resultar en un cambio, por lo que precisa que las personas encargadas de su implementación re-diseñen el significado de lo que es el aprendizaje, lo que implicará conflictos y desacuerdos que no sólo son inevitables, sino fundamentales para el cambio exitoso. El enfoque por competencias vislumbra una educación orientada hacia las necesidades, centrada en el alumno que aprende, en explotar sus talentos y capacidades y en desarrollar su personalidad, con la intención de mejorar sus condiciones de vida y participación en la transformación de la sociedad de la que forma parte. Por ello, es necesario utilizar una metodología con un enfoque transdisciplinar, que al mismo tiempo nutra y fortalezca el pensamiento complejo, crítico y creativo. Para ello es necesario puntualizar que en la vida real, el conocimiento no viene separado por asignaturas, por lo que habrá que formar a los alumnos en esta nueva escuela, en campos transdisciplinares que aborden el lenguaje y la comunicación, el pensamiento matemático, la exploración y comprensión del mundo natural y social y un pleno desarrollo personal y para la convivencia. (García, 2011).

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Planeación educativa por competencias Enseñar y aprender son prácticas complejas atravesadas por diversos marcos, algunos visibles como los normativos e institucionales, y otros que se juegan en las decisiones que se toman cotidianamente como los que aportan los profesores que llevan adelante estas acciones. La manera idiosincrática en que cada docente arma su programa está guiada – fundamentalmente- por sus concepciones sobre la enseñanza, el aprendizaje y la programación, concepciones que quedarán al modo de marcas en el programa. (Tenutto et al., 2010). Si se desea abordar la planificación desde las competencias se requiere, en primer lugar, de un perfil formativo definido como conjunto de competencias que capacitan para desempeñar adecuadamente las funciones profesionales. El plan de acción para tal fin necesita de un proceso de planificación de las asignaturas observando la contribución, que desde cada una de ellas, se realiza para el desarrollo de las competencias requeridas. Citando a Yaniz y Gallego, 2008, Tenutto (2010 pp. 36) nos dice que:

Programar las asignaturas desde las competencias demanda 

Establecer objetivos como resultados de

aprendizaje derivados

de los

elementos de las competencias a desarrollar. 

Proponer una metodología que favorezca el aprendizaje activo y de los objetivos antes determinados.



Plantear un sistema de evaluación útil en el proceso formativo promoviendo las competencias metacognitivas, que permita valorar el logro de los objetivos, coherente con las estrategias de enseñanza seleccionadas.

La primera tarea de la planificación es la definición de los objetivos que indiquen los resultados a obtener en el desarrollo de las competencias. Se espera que en la planificación figuren objetivos que indiquen aprendizaje de conocimientos, adquisición de habilidades, desarrollo de actitudes, objetivos que vinculados a la capacidad de selección y movilización de estos recursos en cada situación problemática en las que deban emplearse así como objetivos referidos al análisis de las situaciones e identificación de sus características. (García, 2011). Además del aporte que cada asignatura brinda al perfil existen otros elementos que deben ser considerados al realizar la programación. Entre ellos son importantes: el

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tamaño del grupo, los recursos y el tiempo disponibles, tanto para el aprendizaje del alumno como para la labor del docente. Además la planificación debe revelar el conocimiento existente sobre cómo se aprende. Así dicha planificación debe orientarse al alcance

de una comprensión profunda del contenido por reconstrucción de

esquemas previos mediante el empleo de una metodología que se adapte a una concepción del aprendizaje basado en la práctica con reflexión. (Tenutto et al., 2010). Los componentes fundamentales

de un programa de enseñanza,

son: 1)

Fundamentos y propósitos (en donde se expone el marco teórico referencial y los propósitos que orientan su propuesta formativa); 2) Objetivos (que expresan los logros que se espera que los estudiantes adquieran luego de haber transitado el espacio formativo);

3) Contenidos (conceptuales, procedimentales y actitudinales); 4)

Estrategias de enseñanza (planificación de la enseñanza y del aprendizaje a base de principios y conceder más importancia al juicio del profesor); 5) Recursos (cubren una amplia gama de materiales distintos); 6) Bibliografía (fuentes a las que se recurre para garantizar la validez de los contenidos); 7) Evaluación (proceso constante que permite revelar información variada sobre los procesos de enseñanza y aprendizaje);

y 8)

Tiempo (estimar el tiempo que demandará el trabajo). (Tenutto et al., 2010). Trabajar de un modo diferente al que aprendimos constituye un desafío. Pero todo acto educativo lleva con él cierto cuestionamiento a lo establecido a la par que cierta continuidad. Continuidad entre las

generaciones y propuesta de novedades que

generan otras prácticas. Se trata de componentes claves para que la sociedad avance: creatividad, riesgo, y compromiso con la tarea, como nos lo expresa Tenutto (2010, pp. 97) “se trata de recuperar las voces de quienes participan en esta situación de enseñanza y de aprendizaje”. Esta propuesta de planeación educativa, no es una receta mágica que surtirá efecto de la noche a la mañana, es un esfuerzo que debe sostenerse en tiempo, es un esfuerzo constante, disciplinado y comprometido, como nos lo expresa Tenutto (2010, pp.101) al citar a Brousscau (2007, pp. 45), “el conocimiento nuevo, verdadero o válido sobre un ámbito más amplio no se establece “a partir” del conocimiento anterior sino contra él”. Y el gran director de esta nueva forma de planificación de la educación es en gran medida el docente que dirige el proceso de enseñanza-aprendizaje. Es a él, al docente, a quien se le han asignado diversos roles: el de transmisor de conocimientos, el de animador, el de supervisor o guía del proceso de aprendizaje, e incluso el de investigador. Así pues, no podemos reducir la función del maestro a simple transmisor

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de información, esperando que sea solo el alumno el que manifieste la construcción de su conocimiento. El docente es mediador entre el alumno y la cultura. El docente debe desarrollar las competencias necesarias para hacer frente a este cambio de planificación, entre ellas: 1) Conocimiento teórico suficientemente profundo y pertinente; 2) Manifestación y práctica de valores y actitudes que fomenten el aprendizaje y las relaciones humanas; 3) Dominio de la temática que imparte; 4) Estrategias de enseñanza que faciliten el aprendizaje; 5) Conocimiento práctico sobre el proceso de enseñanza. (Díaz-Barriga, F., Hernández, G., 2004). Durante toda su planeación, el docente debe tener claramente establecido en su mente que enseñar va más allá de proporcionar información, se trata de ayudar a aprender, y para ello el docente debe tener un amplio conocimiento de sus alumnos. Díaz-Barriga, (2004, pp. 6) cita a Barrios (1992) para afirmarnos que “la clase no puede ser ya una situación unidireccional, sino interactiva, donde el manejo de la relación con el alumno y de los alumnos entre sí forme parte de la calidad de la docencia misma”. La formación de un docente, entonces, requiere habilitarlo en el manejo de estrategias de aprendizaje, de instrucción, motivacionales, de manejo de grupo, etc., que pueda usar de manera flexible y adaptarlas a los diferentes alumnos a los que servirá, de acuerdo al contexto y características de su clase, deberá en todo momento analizar, planificar y adaptar sus contenidos de acuerdo a: las características y conocimientos previos de sus alumnos; la tarea de aprendizaje; los materiales de estudio; los objetivos perseguidos; la infraestructura; y, el sentido de la actividad educativa. (Díaz-Barriga, 2004). A través de la formación continua, la reflexión constante del rol que desempeña, de la experiencia que le da innovar y manteniendo en mente en todo momento que el fin último de la educación es transformar, es que el docente estará en condiciones de formar en competencias a los alumnos de esta nueva escuela.

Concluimos en que es desde la planeación educativa en donde se inicia la transformación y desarrollo de una sociedad, pues es en ese momento educativo, en donde se visualiza la nación que necesitamos y por ende el ciudadano que necesitamos formar.

Es desde la planeación educativa en donde se adquieren

compromisos como nación para lograr la equidad y la igualdad de todos y cada uno de los ciudadanos.

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La nueva era mundial y global que estamos viviendo nos ha exigido construir un nuevo modelo educativo, un modelo basado en competencias cuyo objetivo fundamental es lograr una combinación de destrezas, conocimientos, aptitudes y actitudes, para que cada estudiante pueda generar un capital humano individual y social para adaptarse a los vertiginosos cambios que se dan en todas las esferas del vivir. Debemos concientizarnos, todos, docentes y alumnos, en que las competencias no se adquieren en abstracto, sino a partir de situaciones concretas, en espacios concretos, con y por personas concretas, a través de actividades concretas. Situaciones, personas y recursos que deben ser eficaz y eficientemente planificados, para lograr en cada estudiante la adquisición de un conjunto de saberes (conocimientos, habilidades, valores, actitudes, emociones, etc.) que le permitan superar los problemas que enfrente en su vida real, en su diario vivir. La planeación educativa por competencias, deberá partir del constructivismo en términos individuales, y del constructivismo en términos sociales, para dar un salto de calidad que le permita a nuestro país ir más allá de donde estamos, La magnitud de este salto, depende en mucho, de la actitud y compromiso que los docentes asuman, en su comunicación, en su motivación, en su desempeño, en su visión, y por supuesto en su planificación de clases. Son ellos los encargados de la gestión para el desarrollo de las competencias. La ejecución y logro de esta planeación educativa por competencias, no tendrá comparación alguna con modelos anteriores, ya que a través de este nuevo modelo, se educará permanentemente, continuamente, para la vida y no para aprobar cursos o materias. Este será un logro para todos y cada uno de los ciudadanos del presente y del futuro. Este será un logro para la nación completa.

Bibliografía Aguilar Gómez, Roberto. (2009). Gestión y Planificación Educativa. (1ra ed.) Bolivia: Dirección general de formación de maestros. Anderson, C.A. (1986). El contexto social de la planeación educativa. (1ra ed.) México: UNESCO. Arredondo, Vicente. (2002). Planeación social y planeación educativa. Biblioteca Digital CREFAL.

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Díaz-Barriga, Frida., Hernández, Gerardo (2004). Estrategias docentes para un aprendizaje significativo. Una interpretación constructivista. (2da ed.) México: McGrawHill. García Retana, José Angel. (2011). Modelo educativo basado en competencias: importancia y necesidad. Revista Actualidades investigativas en educación. Volumen 11, Número 3. Costa Rica. Tenutto, M., Brutti, C., Algarañá, S. (2010). Planificar, enseñar, aprender y evaluar por competencias. Conceptos y propuestas. (1ra ed.) Argentina: Digital y papel.

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