La perfección de las vidrieras Tiffany

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Descripción

Artículo publicado originalmente en la revista MODUS VIVENDI de Oaxaca, México, En septiembre de 2009.

La perfección de las vidrieras Tiffany Por Prometeo Alejandro Sánchez Islas*

Parece magia: los objetos de vidrio lustroso recuerdan inspirados mosaicos medievales, pero son el resultado de la sabia combinación de los metales espolvoreados durante la fundición, dosificados con precisión matemática para alcanzar una especie de misticismo alquímico. Louis Comfort Tiffany nació “con cuchara de oro en la boca”, durante el período más exitoso de su padre, el famoso joyero que había adquirido las joyas de María Antonieta y el diamante amarillo más grande del mundo, en una época en que la modernidad parecía dominar todo, desde la biología hasta la mecánica, desde la química hasta la psicología y con adelantos tan espectaculares como la industrialización con la fuerza del vapor, la invención de la electricidad, los enormes trasatlánticos y las veloces locomotoras. En las ciudades de vertiginoso crecimiento se fomentaba el consumismo derivado de un éxtasis por lo grande, espectacular y recargado. En esos años la gente urbana, procuraba poseer bienes novedosos y “modernos”, que fuesen brillantes y llamativos aunque no fuesen bellos. Incuso se aceptaba sin reparo la copia de los estilos del pasado, mezclándolos entre sí en un arrebato ecléctico no siempre exitoso. En dicho contexto, el joven Louis viajó y estudió con ahínco autodidacta los mosaicos bizantinos, el arte de África, Asia Menor y España, la arquitectura románica centroeuropea y muy especialmente los vitrales de las catedrales góticas, con énfasis especial en los maravillosos ventanales de Chartres, sobrevivientes de los siglos XII y XIII. A ello sumó sus prácticas de pintura en el taller de Leon Bailly y su interés por las artesanías finas que por entonces estaban gestando el movimiento “Arts & Crafts” predecesor del “Art Nouveau” y que orientarían su vena artística hacia la composición de piezas diseñadas bajo el calificativo de “artes decorativas”. A pesar de sus viajes y de la influencia que recibió de los maestros europeos, Louis no perdió su esencia norteamericana. Por ello su primer gran éxito, la gran vidriera del pabellón de Estados Unidos en la Expo Universal de Paris de 1900, titulada “Las cuatro estaciones del año”, mostró una gran águila tomada del escudo oficial, dominando la escena con sus alas protectoras con la leyenda “riqueza, paz y bienestar”. Las aclamaciones no cesaron, pues había creado un estilo norteamericano de gran belleza y coherencia, que propinó un golpe contundente a los artistas y

artesanos que manufacturaban objetos sin estudio estético previo, sólo por su afán de vender. Pronto se le vio muy solicitado por la alta sociedad de Nueva York, lo que le llevó a autocalificarse de interiorista, aplicando formas exóticas y extrañas, pero siempre con muy buena ejecución e indudable buen gusto. Entre las obras más solicitadas se encontraban las vidrieras emplomadas, realizadas a partir de experimentos con vidrio opalino en colaboración con el pintor de vidrios John la Farge. La crítica decía que sus ventanas parecían haber fundido un pedazo del cielo y que los arriates de flores semejaban elegantes manojos de piedras preciosas. Su vínculo con la arquitectura había comenzado con la capilla de la familia Tiffany, la cual fue decorada con mosaicos de vidrio tipo “favrile” –inventado por él-, piedras semipreciosas y concha nácar. De ahí pasó a trabajar con el afamado arquitecto Louis Sullivan quien le encargó la “puerta dorada” del Edificio Transportation, erigido para la World’s Columbian Exposition de Chicago en 1893 en la que trabajó una nueva forma de escayola con motivos clásicos historicistas. Para él fue muy útil haber conocido en los museos europeos el vidrio iridiscente del Imperio Romano, así como los productos de los talleres venecianos, pues se percató que ese material permitía producir “arte para todos”, como le llamaba el influyente ceramista, vidriero y diseñador de muebles francés Emile Gallé. Con tal idea, Louis Tiffany concibió una amplia gama de productos ornamentales para el hogar a los que llamó “vidrios de adorno”, que tuvieron una exitosa acogida entre la sociedad francesa, tanto por su belleza como por su calidad. Este mérito no pasó desapercibido para sus potenciales cliente multimillonarios norteamericanos, como los Rockefeller y los Vanderbilt, quienes le hicieron encargos que servirían para marcar la nueva pauta del consumo de objetos ornamentales en Estados Unidos, con un criterio estético bien definido –encuadrado posteriormente como modernismo-, que vino a desplazar rápidamente el feísmo y el mal gusto que predominaba en la nueva nación. Surgió así la Storbridge Glass-Company en Long Island, empresa dedicada a experimentar y producir objetos de vidrio, rescatando el efecto lustroso de las piezas clásicas de la antigüedad y el arcoíris de los mejores maestros del pasado, con el desarrollo de nuevas combinaciones químicas y modernas líneas de fabricación, para la producción en grandes escalas. Los objetivos eran claros: ofrecer un ilimitado número de objetos decorativos a precios accesibles y al mismo tiempo “proporcionar nobleza al vidrio” en palabras del mismo creador. Paralela a la industrialización de piezas de artes decorativas, Louis continuó diseñando vidrieras de alto costo, las cuales invariablemente firmó. Para lograr el colorido y brillantez aplicó a las ampollas de vidrio combinaciones de metales comunes y nobles, con procedimientos que permitían obtener acabados brillantes o

mates, alcanzando un organicismo calificado de vegetal por el símil con las flores cuando despliegan sus múltiples tonalidades a partir de un color base. En su búsqueda por abaratar sus productos, introdujo nuevamente el soplado a boca pero mejorando la eficiencia después de haberlo experimentado en ventanas chicas. Inspirado en la palabra neo-inglesa “fabrile” con la que se calificaba lo magistral-artesanal, él llamó a su técnica “favrile”. Con ella aplicada a los más diversos objetos como lámparas, muebles, ceniceros, pisapapeles, jarras, vasijas y un largo etcétera, reprodujo un mundo vegetal exquisitamente estilizado en el que los colores, las refracciones de la luz y la dinámica de las formas, crearon piezas de exquisita belleza a partir de una muy controlada “anarquía” visual y táctil. Entre los múltiples hitos de Louis se encuentran los objetos llamados genéricamente “pisapapeles” que consistían en vidrio fundido sobre mosaico, unidos en forma de cordeles que, al ser cortados aún en estado viscoso y estirados, proporcionaban desde discos simples hasta complicados ramilletes. Otro hito fue la combinación de piezas de tamaño pequeño y ultrapequeño, para ser engastadas en joyería finísima, como convenía a la famosa firma Tiffany. También fueron notables los cristales con aspecto metálico, aparentando ser bronce o hierro, así como los jarrones “cuello de ganso” inspirados en los frascos persas de perfume. Pero la gama de productos que más influyó a los consumidores y a sus competidores, fueron las lámparas de todos tamaños y clases, con infinidad de variantes en su forma, luminosidad y efectos, combinadas con materiales de toda índole como la madera, los metales y la cerámica. Louis Tiffany llegó a la vejez con un espíritu jovial y emprendedor, rodeado de coches lujosos y una residencia que él mismo diseño y construyó en Oyster Bay, Nueva York. El mundo lo reconoce como un genuino artista modernista, quien contribuyó a crear la nueva identidad norteamericana y cuyas piezas selectas son ahora motivo de orgullo de los mejores museos y mansiones del mundo.

Louis Comfort Tiffany (Nueva York 1848-1933). De joven, pintor, artesano e interiorista. A los 30años estableció su propio negocio y contrató la renovación de la Casa Blanca en 1882. Tres años después fundó la Tiffany Glass Company y poco después una fábrica de vidrio en Long Island, uno de cuyos primeros grandes clientes fue Samuel Bing para la galería L’Art Nouveau. Su fama y demanda creció rápidamente de modo que su producción de accesorios, muebles y vitrales se masificó, de modo que Louis sólo comenzó a firmar ciertas piezas selectas. En 1902, tras fallecer su padre, se hizo cargo de su afamada joyería, donde desarrolló los famosos vidrios de adorno con irisaciones (vidrios Tiffany y vidrios Favrille), así como policromías y pantallas floriformes. Desde la Expo Universal de Paris de 1889, Tiffany fue el modelo de muchos vidrieros del mundo.

(*) Miembro de la Fundación Amigos de la Hemeroteca Pública “Néstor Sánchez” de Oaxaca y del Seminario de Cultura Mexicana

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