LA PAX HISPÁNICA EN LOS DOS FLANDES: Un proceso de negociación y generación de espacios multinormativos en el Imperio Español (Flandes/Arauco, 1609-1626)

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Descripción



Simposio: IX Jornadas Internacionales de Estudios sobre las Monarquías Ibéricas: "Fronteras interiores: La organización interna de los territorios hispánicos entre confrontación y negociación, Europa y América, siglos XVI-XVIII" (Tandil, Septiembre 2015)


La pax hispánica en los dos Flandes:
Un proceso de Negociación y generación de espacios multinormativos en el Imperio Español
(Flandes/Arauco, 1609-1626)

José Araneda Riquelme
Licenciado en Historia
Estudiante Magister en Historia
Pontificia Universidad Católica de Chile

Resumen
Debido a la expansión territorial sin precedentes, la Monarquía española del Siglo de Oro estuvo sumergida en diferentes conflictos en sus fronteras, como la revuelta en los Países Bajos y la guerra de Arauco, el denominando Flandes Indiano. Tras un desgaste socioeconómico y político, a inicios del siglo XVII, distintos agentes de la corona llevaron a cabo diversos procesos de paz en sus fronteras que permitiría llevar al Imperio a una pax hispánica, a través de proyectos como la Tregua de los doce años (Amberes, 1609) y el proyecto de guerra defensiva (Chile, 1612). Pero, ¿Cómo se habría efectuado está paz en espacios tan diversos como los dos Flandes entre 1598-1621? La hipótesis a desarrollar es que este proceso de paz imperial se habría negociado y traducido de forma diferente en estos espacios, pero tendría una conexión con un proceso liderado por la metrópolis. Esto estableció una multinormatividad de la paz, es decir, la generación de distintos marcos jurídicos dentro del imperio, pero conectados a la norma de origen, la pax hispánica. La hipótesis será argumentada a partir de tres momentos: en primer lugar, analizaremos las condiciones que hicieron posible entablar los procesos de pacificación, especialmente la guerra durante el siglo XVI en Flandes y Arauco. En un segundo lugar, se observará cómo los diversos mediadores buscaron negociar la paz entre la periferia y el centro del imperio. Para finalmente comprender el complejo proceso ejecución de la paz otorgada por el Rey, desde sus apoyos y resistencia a nivel local y global.
Palabras Claves: pax hispanica, Arauco, Flandes, Guerra defensiva, Tregua de los doce años, Historia Colonia, Historia conectada.

La pax hispánica en los dos Flandes: Un proceso de Negociación y generación de espacios multinormativos en el Imperio Español
(Flandes/Arauco, 1609-1626)

1. Presentación
Desde el siglo XVI el imperio español se expandió más allá de sus fronteras alcanzando dimensiones nunca antes conocidas. Esto generó que la monarquía hispánica se viera rodeada en una serie de revueltas en sus periferias. Dentro de la Guerra de los Ochenta años (1568-1648) los holandeses iniciaron una resistencia al dominio ibérico que se estructuró a partir de la rebeldía política y religiosa de las ciudades neerlandesas. Por otro lado, desde el sur de América, la conquista española del territorio chileno provocó la resistencia de los pueblos mapuches que llevó a una guerra ofensiva por parte de un ejército español no profesional con el fin de incorporar territorios potencialmente encomendables. Tanto Flandes como Arauco fueron territorios fronterizos del imperio que se rebelaron al dominio español, y que trajeron consigo una ardua lucha por su autonomía.
En general la historiografía tradicional ha tratado estos fenómenos de forma separada desde la óptica económica, militar y religiosa. Hablamos de historiadores de la envergadura de Geoffrey Parker, Jonathan Israel y Paul Allen, para el caso de holandés; y Álvaro Jara y Sergio Villalobos, en el chileno. El objeto de estas historias es la guerra y la resistencia a España. Pero este trabajo busca poder entender la paz que se intentó acabar con el conflicto fronterizo en los distintos espacios del Imperio: la pax hispanica a través de dos proyectos locales, la Tregua de los doce años firmada en Amberes (1609) y la guerra defensiva en Arauco (1612).
La paz desarrollada por el imperio español hacia 1609 generó una estrategia que debe ser mirada más allá del alcance europeo. En esta ponencia intentaremos entender la compleja ejecución de la pax como una estrategia global desarrollada por el imperio, a partir de la conexión de las historias de las guerras en Flandes y Arauco. Precisamente porque se está frente a un mundo de conexiones de alcance global, que entendida incluso por actores de estos procesos históricos: Guillermo de Orange defiende la causa flamenca increpando a un imperio, entendiendo que su alcance va desde Asia a Arica; por otro lado, el historiador jesuita Diego de Rosales hablará del Reino de Chile como un "Flandes Indiano". Por lo tanto, estamos hablando de dos historias que son distintas, pero que, en terminología de Sanjay Subrahmanyam, referiría a una realidad que es conectada. Esto permite darle relevancia a lo global dentro de las dinámicas imperiales, pero a su vez relevando la realidad local, que se constituiría como un traductor de significados. Por tanto resulta fructífero pensar el fenómeno de la pax hispanica desde la óptica de una estrategia global diversa en su dimensión europea y americana, tal como lo han señalado los trabajos del historiador José Manuel Díaz Blanco para el caso chileno.
La principal pregunta de esta ponencia es entender cómo la pax hispánica durante inicios del siglo XVII se habría forjado en el Flandes europeo e indiano desde Felipe II a Felipe IV. La hipótesis a desarrollar es que este proceso de paz imperial se habría negociado y traducido de forma diferente en estos espacios, pero tendría una conexión con un proceso liderado por la metrópolis. Esto estableció una multinormatividad de la paz, es decir, la generación de distintos marcos normativos dentro del imperio, pero conectados a la norma de origen, la pax hispánica. En términos analíticos, consideramos paz como aquel proceso que busca generar un orden que permita el desenvolvimiento armónico de dos partes en pugna. Para el caso del imperio, esta sería parte de una dinámica centro-periferia, que nos permite entender las diversas adaptaciones y resistencia entre la norma impresa y la práctica de conciliación de la paz a distintos niveles. Otro concepto importante es el de multinormatividad, derivado de la historiografía legal alemana, que llama a entender la globalización de la normatividad, incluido los tratados de paz, como una reproducción de normas europeas en distintos espacios del globo. Esto implicaría la traducción, adaptación y negociación de distintas normas a distintos contextos socioculturales Por tanto, en el contexto de un imperio legalmente plural, los fenómenos de traducción de las disposiciones políticas y culturales de la pax en diversas realidades generaron múltiples dinámicas que confluyeron en la metrópolis imperial.
La hipótesis será argumentada a partir de tres momentos: en primer lugar, analizaremos las condiciones que hicieron posible entablar los procesos de pacificación, especialmente la guerra durante el siglo XVI en Flandes y Arauco. En un segundo lugar, se observará cómo los diversos mediadores buscaron negociar la paz entre la periferia y el centro del imperio. Para finalmente comprender el complejo proceso de paz otorgada por el Rey, desde sus apoyos y resistencia a nivel local y global.

2. El desgaste de la guerra: Arauco y Flandes durante el siglo XVI
Para poder analizar la paz es necesario comprender la guerra desde su efecto multidimensional. Para este caso nos encontramos con dos fenómenos: la revuelta de las ciudades del norte de Flandes y la férrea resistencia de la población mapuche al sur de la gobernación de Chile. Ahora, la pregunta es: ¿Por qué se optó por la paz? No era la opción típica pues no era ni épica ni heroica. Pero, desde mi perspectiva, el punto está en entender el excesivo desgaste que estas generaron a nivel imperial y local. La historiografía tradicional ha apuntado a las crisis fiscales como determinantes en estos procesos, pero bajo mi punto de vista no es exclusivo, puesto que se generaron deterioros de los liderazgos político-militares y del bienestar de las mismas comunidades en conflicto. Este desgaste será interpretado a partir de dos elementos: la crisis de los liderazgos políticos y la decadencia económica de las comunidades en guerra.
El nombramiento de los gobernadores, como agentes imperiales en la periferia, tenía como finalidad el orden y tutela de sus unidades administrativas. Esto suponía un desgaste político importante a relacionarse, por un lado, con las elites locales y, por el otro, con el monarca. Además, estamos frente a espacios geográficos muy complejos: son territorios en la periferia y con una conectividad dificultosa debido a sus montañas, ríos y territorios pantanosos; con organizaciones políticas fragmentadas y diversas (ciudades y parcialidades). Esto se acentúa ya que ambas guerras fueron exigentes, discontinuas y cambiantes. Al establecerse en Santiago de Nuevo Extremo durante el año 1541, Pedro de Valdivia se nombró gobernador de Chile y avanzó con la espada y la cruz hacia el sur conquistando los nuevos territorios que corresponderían a la nueva gobernación. Pero en este proceso se encontró con la resistencia de variados grupos indígenas –mapuches- que, de forma descentralizada y consistente, atacaron a los españoles, sus ciudades y fuertes, incluso dando muerte a Valdivia en 1553. Tras Valdivia, sucedieron más de 10 gobernadores hasta la muerte de Oñez de Loyola en manos del toqui Anganamón a fines de siglo. Esto será central, por dos motivos: primero porque muestra la activa vida política de la gobernación, sobre todo a partir de las diversas intrigas entre los gobernadores y las elites locales (un ejemplo claro es la disputa entre Francisco de Villagra y Rodrigo de Quiroga); y porque el eje central de la política era la victoria sobre los mapuches a través de una guerra de sangre y fuego, como lo podemos ver en las intenciones de los gobernadores García Hurtado de Mendoza (1557-1561); Bravo de Sarabia (1568-1575) y Alonso de Sotomayor (1583-1592).
En Flandes, durante 1559-1566, la gobernadora nombrada por el rey de España fue Margarita de Parma quien monopolizó el poder sobre los principales ducados de la región, causando un rechazo popular de corte calvinista, debido a la imposición de la Inquisición. Dada su incompetencia política y la fuerte presión protestantes de las provincias, se generó la primera rebelión entre 1567 y 1568 liderada por el Duque Guillermo de Orange y Nassau que buscó la tolerancia religiosa en los Países Bajo. Su actitud y sus descoordinaciones con el católico Felipe II causaron una primera crisis de legitimidad, que llevará en 1566 a la una furia iconoclasta. Esta primera revuelta fue sofocada por el famoso y poderoso Duque de Alba que con su irrupción violenta alimentó la radicalización de los rebeldes ante el gobierno tiránico. Los motines de sus tropas hacia 1569, debido a una crisis fiscal española, originaron la segunda revuelta en ese año. La llegada del gobernadores y militares, Juan de Austria en 1575 y Alejandro Farnesio en 1578 solo representaba los vaivenes políticos con que se enfrentaba el gobierno español ante estos territorios en rebeldía.
Especialmente fueron significativas las últimas décadas del siglo. Martín Oñez de Loyola, gobernador de Chile entre 1592 y 1598, había analizado la rebeldía de los mapuches llegando a la conclusión de que era una forma de resistir a la esclavitud disfrazada de encomienda. A pesar de esto, la guerra a sangre y fuego continúo tomando desprovisto al ingenuo Oñez de Loyola, quien terminó muerto en manos de los toquis Pelantaro y Anganamón en el mayor alzamiento indígena, el desastre de Curalaba (1598). Esto significó la perdida de todos de los territorios al sur del río Biobío provocando un terremoto político para la región, puesto que entre los asesinatos de los dos gobernantes, el panorama de la guerra no había mejorado.
En Flandes, la "furia española" liderada por Juan de Austria generó la tercera revuelta (1576-1581) que derivó en la convocación de los Estados generales. Tras el desprestigio de la metrópolis, se firma la paz de Gante, un documento interesante, pues permitió que Felipe II cediera terreno militar y religioso. Pero con el nombramiento Alejandro Farnesio se buscó sembrar desconfianzas dentro de las ciudades flamencas para debilitar los Estados Generales. Esto terminó con la separación de la Unión de Utrecht, liderada por Holanda y Zelanda, que con su carta de Abjuración en donde pidieron expresamente la deposición de Felipe II y la independencia de las Provincias Unidas. La muerte de Orange en 1584 y el desprestigio de las autoridades españoles en Flandes generaron una crisis de legitimidad en la revuelta. Esto se sumó a la muerte de Farnesio en 1592, la bancarrota española de 1596 y la muerte de Felipe II en 1598, mismo año que el gobernador de Chile.
En términos económicos, la historiografía ha señalado que la principal causa de la prolongación del conflicto y su resolución por una vía conciliatoria habría sido por la incapacidad por parte del imperio de financiar los ejércitos (crisis fiscales de 1557, 1576 y 1596). Pero la idea es ampliar el análisis de la guerra, pues nos encontramos con sociedades que deben afrontar la muerte y la violencia. La misma guerra supone un desgaste enorme en los territorios de batalla. No hay que olvidar que en durante el Sitio de Leiden en 1574 los ciudadanos rompieron los diques e inundaron la ciudad. Por otro lado, como observamos en una carta del duque de Orange arremetió contra España, están los motines de los tercios españoles en 1572 debido a no pago de los sueldos y pertrechos. Estos dan cuenta de la inseguridad y las necesidades de la sociedad flamenca en guerra por culpa de los saqueos y la incapacidad de comerciar.
De la misma forma, el imperio no pudo contener económicamente a las comunidades del sur de Chile. En una probanza escrita por un vecino de la ciudad de Valdivia, Francisco Pérez de Valenzuela, señala que "la gente estaba pobre, así vecinos como soldados, de cuya causa para sustentar las dichas ciudades que estaban de guerra […] no se podía sustentar". El historiador Diego Barros Arana señala que los colonos estaban condenados a la inseguridad tanto material como militar, debido a importantes sacrificios económicos y porque con frecuencia debieron dejar sus familias para ir a la guerra. Las enfermedades solo vinieron a coronar una situación de precariedad. Pero el desgaste también afectó a los indígenas como señala el etno-historiador José Bengoa: hay una des-sedentarización debido al peligro de las incursiones españoles, reduciendo la producción agrícola.
En conclusión, la tregua de los doce años y la guerra defensiva de Arauco fueron respuestas a un profundo desgaste de la guerra a nivel imperial y local. Precisamente, en espacios con escasa conectividad, con cuestionables liderazgos políticos y un desgaste socioeconómico brutal. La profundidad de este conflicto para las sociedades flamencas, ibéricas, chilenas y mapuches permite entender el contexto del inicio de la pax hispanica.
3. Pactando una paz imperial: Las negociaciones del Archiduque Alberto y el Padre Luis de Valdivia en la corte de Felipe III (1598-1609/1612)
La muerte de Farnesio, Oñez de Loyola y Felipe II permitió una renovación de las redes política: el nombramiento de los archiduques Alberto e Isabel como gobernadores de Flandes (1596); el ascenso de Felipe III al trono (1598); y la generación de nuevas intrigas dentro de la gobernación de Chile a cargo de Alonso García Ramón y Alonso de Ribera. Esto marcó una nueva etapa de ambas guerras, sobre todo por el desgaste que ya señalamos. Esto permitió el desarrollo de distintos niveles de negociación de la paz encabezados por los archiduques en el Flandes y el jesuita Luis de Valdivia en su gemelo indiano. De aquí surge la importancia de los agentes negociadores quienes desataron una batalla para captar la legitimidad del Rey en los proyecto de la Tregua de los doce años (1609) y la guerra defensiva (1612), a partir de la conformación de redes políticas y la entrega de justificaciones sobre la pax hispánica. Esto será analizado a partir de las distintas relaciones epistolares que tuvieron el padre Luis de Valdivia y los archiduques.
Tradicionalmente se ha considerado como pax hispánica el conjunto de tratados firmados con Francia (1598), Inglaterra (1604) y Flandes (1609). Increíblemente, la guerra defensiva como proyecto de pacificación y evangelización del Flandes Indiano fue negociada y aprobada en el mismo periodo (1612). En ese sentido, podemos conectar ambas experiencias para entender el problema de los conflictos fronterizos de forma imperial. Pues de esta estrategia dependía poder mantener las posiciones de la monarquía ibérica a lo largo del globo por el peligro a "efecto dominó" como señala Díaz Blanco.
El primer punto interesante de este proceso parte de la negociación de la paz a partir de las distintas redes cortesanas que establecieron el archiduque y Luis de Valdivia. El Flandes de 1600 era favorable a la paz, como consiga el líder rebelde Johan van Oldenbarnevelt, y esto fue tomado por Alberto para negociar la paz, sin el consentimiento español. Esto complicó las relaciones con el Rey que miraba con reticencia esta acción diplomática ante el rechazo de las principales condiciones españolas: la tolerancia católica y la prohibición del comercio con Indias. A pesar de las dificultades, el archiduque demostró una gran habilidad de negociación, siendo la única figura legitimada en el ámbito local flamenco; y, a su vez, utilizando sus vínculos sociales con capitanes y consejeros reales como Francisco de Mendoza, el de la paz en Francia; el Duque de Lerma; y su misma esposa, como hermana del rey. Esta última es utilizada directamente como emisora de las más problemáticas noticias de paz a partir de las negociaciones personales de Alberto. Esto utilización está directamente relacionada con la intención de agradar al Rey. En ese sentido, el poder del Archiduque está inserto en las lógicas familiares y sociales de la corte pudiendo negociar con los holandeses incluso cuando los términos eran rechazados por los consejeros reales. A esto se le suma la incorporación constante de una retórica de los costos de la guerra, de la cual es sensible el mismo fisco español, llamando constantemente a aceptar la paz o a financiar la guerra. Por lo que sus redes y el contexto mismo ayudaron a la declaración de la Tregua de los doce años sin ninguna condición en 1609.
En ese mismo año, el Padre Luis de Valdivia llegó a la corte para negociar la guerra defensiva patrocinado por el Marques de Montesclaros, virrey del Perú. Díaz Blanco señala que gran parte de la victoria fue gracias a las redes de confianza del virrey como Conde de Lemos y el Duque de Lerma. La confianza real al virrey permitió que se aceptara la opción valdiviana, dejando de lado la posición de García de Ramón, gobernador de Chile, sobre la guerra ofensiva. Pero no hay que subestimar a Valdivia como agente mediador que se insertó en las lógicas políticas de la corte y de la Iglesia, como podemos consignar solo con mirar los remitentes de sus cartas: Felipe III, el Duque de Lerma, los provinciales de la Compañía de Jesús en Paraguay, su superior en Roma y otros funcionarios de la corte. Pero también por el uso de la retórica de los costos. Por ejemplo, el impreso propagandístico habla sobre "los grandes daños e inconvenientes que trae el proseguir la guerra" y el sacrificio económico de los vecinos de Chile.
Una segunda parte de esta negociación es la justificación de la paz, lo que remite directamente a los orígenes de la guerra. Para los holandeses, el principal conflicto era la dominación política y religiosa de los españoles: se señalaba que era un gobierno contrario a la paz, la felicidad y la libertad. Pero la corona se niega a aceptar la soberanía protestante, defendiendo no solo el catolicismo, sino el comercio indiano que habían iniciado las provincias del norte. Este último fue especialmente problemático, pues constituyo el principal medio de presión de los holandeses, como se consigna en una carta de Alberto a Lerma de 1607. Sin embargo, con una nueva crisis fiscal en 1609, el archiduque logró establecer la paz otorgándoles todas las condiciones a los holandeses, a pesar del rechazo real. Se transó, finalmente, la paz y el respiro económico por la independencia de estas provincias.
Y en el mismo momento, el Consejo de Indias estaba siendo abrumado por una serie de cartas e intrigas acerca del Flandes Indiano. El impacto de Curalaba inició una estrategia ofensiva y de contención. Discursivamente, la justificación estaba en razón a la naturaleza vil e irreligiosa de los indígenas apoyados por las reflexiones de los textos de Melchor Calderón en 1599 y Alonso González de Nájera cerca de 1614. La imposibilidad de la paz implicada la esclavización inmediata y está visión fue apoyada por el gobernador García Ramón en la Corte. Esta compitió con el argumento de que la resistencia indígena se debía al trato inhumano que le daban los españoles. En sus memoriales de 1610 dirigidos al rey, el Padre Valdivia señala que la rebelión de los araucanos estaba legitimada por la tiranía laboral colonial y llama a una política de paz y conversión evangelizadora.
Esta postura rinde sus frutos hacia diciembre de 1610, cuando Felipe III le dispone al virrey del Perú, a través de una real cédula, el fin de la guerra y la esclavitud indígena justificando la decisión de la siguiente manera: "una de las principales causas de esta guerra y el perseverar los indios rebeldes en su obstinación y dureza se ha entendido que ha sido el ver los malos tratamientos que padecen los de paz y […] el no habérseles quitado el servicio personal". Por tanto, a pesar de las negociaciones de los agentes de García Ramón, la corona se decantó por la estrategia defensiva fundamentando su decisión el hecho fáctico de los malos tratos a los indígenas. Es por esto que el virrey optó por el proyecto de Luis de Valdivia a partir de las reales cédulas de 1610 y 1611 a pesar de la negación por parte de los vecinos santiaguinos y algunas ordenes como los dominicos.
En conclusión, podemos señalar que la conformación de espacios multinormativos de la pax hispanica tiene un proceso de negociación inicial en la misma metrópolis. Así, tanto el padre Valdivia como el archiduque Alberto utilizaron sus redes dentro de la corte de Felipe III para captar el poder real con el fin de legitimar las negociaciones de una paz imperial. Por otro lado, en ambos proceso se da cuenta de un debate sobre el origen de la guerra que es vital a la hora de entender el proceso conciliatorio. En ese sentido, la negociación victoriosa en el centro imperial permitió la ejecución de la Tregua de los doce años y la guerra defensiva.

4. Configuración multinormativa de la pax hispanica (1609-1625)
Lo ya señalado nos abre a una evaluación de la pax hispanica en su traducción desde lo global a lo local, desde el poder central hacia ambos Flandes. Tanto las reales cedulas como los tratados buscaron una paz que significó reinterpretaciones y resistencias en lo local. La paz no se concluye con la firma, sino que es un proceso cultural: la tregua de 1609 fue interpretada por los holandeses como su independencia y el inicio de una bonanza económica inusitada frente a resquemor y resistencia española; y en Arauco, la guerra defensiva fue un proyecto evangelizador y negociador que fue incapaz de someter a las diversas parcialidades mapuches. Esto nos permite entender la paz imperial no cómo algo unilateral o monolítico, sino desde la conexión ante lo múltiple.
La firma de tratado de Amberes va a configurar el espacio normativo de una Tregua que "será buena, firme, leal e inviolable" por 12 años "para todos sus vassallos, y habitantes de qualquier calidad y condición que sean, sin excepción de lugares" permitiendo el reconocimiento soberano del Estado de las Provincias unidas. Además posee cláusulas de recuperación de propiedades confiscadas por ambas partes, repatriación, la imposibilidad de fundar fuertes y el límite fronterizo entre el sur y el norte neerlandés (Holanda, Zelanda, Utrecht, Frisia, Groninga, Oversijssel y Güeldres). Esto permitió el desarrollo de una vida fronteriza entre protestantes soberanos y católicos tutelados por España. Esta división, tan rechazada por el rey católico, fue en gran medida una innovación de los archiduques, que señalaron: "No hemos tenido jamás otro fin, e intención, que de hacer sellar los males e inconvenientes de esta preferente Guerra por una tan santa negociación, posponiendo, como hemos hecho, todas las consideraciones".
Para el caso de la guerra defensiva, no hablamos de un tratado entre Estados distintos: no hay un reconocimiento de la soberanía mapuche. Por tanto, la configuración del espacio normativo será sustancialmente distinto al ser reconocidos como súbditos. En las Reales Provisiones que envía Felipe III en 1612 se reconoce a todos los "caciques, capitanes, toquis, indios" y se envía al Padre Luis de Valdivia como pacificador tras líder del proyecto pacificador en Arauco tras las vejaciones recibidas por los españoles enviando un perdón real: "Perdonándoos todas las culpas y delitos que, en la prosecución de tantos años de rebelión, habéis cometido".
Este perdón a las faltas pasadas permitiría dilucidar la política española de las próximas décadas: el intento de integrar política, laboral y religiosamente de los indios rebeldes. Un perdón que no es dialógico con los reales intereses autonómicos de los indígenas, que en realidad impone a Valdivia se constituye en como un mediador entre la política del rey y la política de las parcialidades mapuches; por lo tanto, entre la paz y la guerra. Por otro lado, no es una frontera religiosa y política tan hermética como la flamenca, puesto que se establecieron a los jesuitas como agentes imperiales que buscaron ejecutar la paz negociada y evangelizar a los nativos.
En ambos procesos existiría una múltiple de la interpretación de la norma. En la historia sobre la revuelta en Flandes, cardenal Bentivoglio veía la paz como algo temporal y precario, pero, para los holandeses, era su independencia y origen de su auge comercial. Por lo tanto, para Holanda la paz era vista como un tratado definitivo. Pero la monarquía tenía la esperanza de recuperar los territorios y poder eliminar el contrabando holandés en las colonias. La corona pensaba que habría un segundo momento de negociación que permitiría términos más ventajoso. Para Pedro de Toledo, miembro del Consejo de Estado, la tregua sería bífida: "mirada desde Flandes, representaba la imagen de una Hermosa Mujer. Desde las Indias, la de un Monstruo Horrible". Lo que normativamente fue una simple tregua militar, generó un desgaste político y moral del imperio colonial español a manos de unos prósperos protestantes.
El caso de la guerra defensiva, las reales cédulas no habían zanjado ningún milímetro las expectativas de paz en la frontera austral de América. A la resistencia indígena, se le sumo la local debido a los intereses económicos de los indios rebeldes como potenciales esclavos, pero también a causas emocionales al verlo como los responsables de sus desgracias. Por lo tanto, la guerra defensiva era vista como una traición. Pero, por otro lado, Luis de Valdivia se considerada el salvador de las almas indígenas, procediendo a negociar con cada parcialidad la paz augurada por su rey. Con los primeros parlamentos de Catiray y Purén en 1612 se comenzó el desmantelamiento de los fuertes y un proceso de evangelización. Estos primeros movimientos fueron vistos como un fracaso a partir del Martirio de Elicura en donde tres jesuitas fueron asesinados por el cacique Anganamón, quien reaccionó a la retención de las cautivas por parte de los españoles. Esto afecto mucho a Valdivia quien señala a su carta a gobernador Alonso de Ribera en diciembre de 1612: "no puedo escribir de mi mano hasta cobrar vn poco de aliento". Este suceso permite entender la fragilidad de la paz ante sociedades con múltiples grupos y actores que dificultan las negociaciones. Mientras una parcialidad estaba en paz, la otra estaba en guerra. El mismo Anganamón no sólo asesino a los jesuitas, sino también a los indios de Elicura, lo que significó una llamada a no pactar y declarar la guerra en contra de los españoles
El martirio también reactivó la oposición de la gobernación y los santiaguinos. El gobernador Alonso de Ribera, desencantado del proyecto, fue el líder de la oposición dando cuenta de la inescrupulosa actitud de Valdivia. El gobernador intentó boicotear el proyecto tanto a nivel virreinal como imperial. Pero el jesuita intentó justificar el suceso como un obstáculo del diablo, que debe superar en pos del proyecto de Dios. Esta tensión entre los aliados y enemigos del proyecto de paz fue una constante durante la guerra defensiva, que se ve claramente en los obstáculos a la ejecución de las tasas indígenas. Aun así, la capacidad negociadora de Valdivia, sobre todo con la ayuda del nuevo virrey el Marqués de Esquilache, permitieron la renovación de la estrategia de paz en 1615.
Durante esta etapa se acordaron gran cantidad de bautizos, comuniones y paces, como las de Pangue, Maputue, Chichaco, Malloco, Temuco, Virquen y Purén. A esto había ayudo la muerte de Alonso de Rivera en 1617, y el buen entendimiento con García Ramón. Pero este impulso fue truncado por el cambio de visión de este gobernador y la petición de retorno a España del padre Luis de Valdivia por el General de la Compañía de Jesús, dejando su labor inconclusa. Tal como señalamos en un comienzo, la guerra defensiva necesitaba a Valdivia incluso más que el papeleo enviado por los virreyes o el rey, por lo que la estrategia se fue diluyendo. El continúo rechazo del cabildo de Santiago, desató el fin práctico de la pacificación hacia 1620, a pesar de que oficialmente duró hasta 1625. Esto se debió a que el gobernador García Ramón y posteriormente Lope de Ulloa no mantuvieron su compromiso con el proyecto, sobre todo a partir de la rebelión y burla del cacique Lientur (1621).
La traducción de la pax hispánica en el reino de Chile fue liquidada con la llegada del nuevo virrey del Perú en el mismo año, el marqués de Guadalcazar, fuera de las redes que sustentaban la paz. Ya en 1624, el virrey envió una carta a Felipe IV preguntando por socorros para poder iniciar una guerra ofensiva dada la ferocidad de los indios. En paralelo, como observamos en la parte anterior, la tregua de los doce años llegaba a su fin precisamente por las incursiones holandesas, que el mismo Chile va a sufrir durante estos años. Con la muerte de Felipe III y la llegada de Felipe IV al trono en 1621, se decidió no continuar con la tregua y la guerra defensiva, iniciando una guerra de fuego y sangre. El fin de la pax hispanica marcará a un sistemático debilitamiento de la posición española en Europa, principalmente por las derrotas militares que tanto prestigio buscaban restaurar.
En conclusión, la aplicación de la pax hispánica no resulto del todo fácil. Por un lado, una simple tregua militar sin condiciones se transformó en el origen de la bonanza comercial de las Provincias Unidas y el desprestigio moral de la política internacional española; y por otro, el proyecto de guerra defensiva que prometía la pacificación, evangelización e inclusión de los indígenas, encontró un obstáculo en las mismas elites locales y en las innumerables parcialidades indígenas, que volvió impredecible su comportamiento, mermando la capacidad negociadora de Luis de Valdivia.
Conclusiones
El acto de conectar los procesos de pacificación en el Flandes y el Flandes indiano tiene como finalidad comprender las lógicas globales que inundan la historia del imperio español. A pesar de que Arauco se transformara una ramificación modesta de la pax hispanica, observarla desde el desarrollo más global permite ver un en un mundo de relaciones y negociaciones dentro de un imperio con diversas realidades y marcos jurídicos. La pregunta central en esta ponencia fue cómo la pax hispánica durante inicios del siglo XVII habría forjado en los espacios que componen la monarquía ibérica durante el reinado de Felipe III (1598-1621), ante lo cual planteamos que existiría un proceso de paz imperial negociado que se habría traducido de acuerdo a las distintas realidades del centro y la periferia. Esta ejecución múltiple de la norma central, habría generado realidades jurídicas distintas y conectadas en las fronteras rebeldes de ambos Flandes.
En primer lugar, para poder entender cómo se hizo imaginable este proceso de negociación se analizó el desgaste de la guerra durante el siglo XVI tanto en las realidades locales como a la corona principalmente por su inestabilidad político-militar y su desgaste socioeconómico. En un segundo momento, se intentó desenredar las negociaciones en la metrópolis de esta paz, lo que nos permitió entender la importancia de las redes políticas en la corte y los debates que justificarían de la paz. Esto, a su vez, permitió realzar la capacidad negociadora del jesuita Luis de Valdivia y del archiduque Alberto de los países bajos como los principales mediadores del proceso. Finalmente, argumentamos que la praxis de la paz se enfrentaría a distinta interpretaciones y resistencia desde lo local y lo global. Así observamos como una simple tregua permitió el despegue de las Provincias Unidas; y como una guerra defensiva a través de la fe generó la división y tensión dentro de la sociedad chilena.
En conclusión, la pax hispanica al ser analizada a partir de las realidades conectadas nos permite comprender la complejidad de fenómenos que un proceso de paz puede generar. Solo de esta manera podemos entender la paz en el Flandes europeo e indiano como parte de una maniobra global de negociación, y que a pesar de su fracaso momentáneo proyectó sus intenciones en lo que será la Paz de Westfalia en 1648 y los parlamentos hispano-araucanos del siglo XVIII. En ese sentido, lo que buscó esta historia fue dar cuenta de la experiencia conectada de la paz como un proceso complejo dentro de una realidad múltiple.

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Hablo de los siguientes trabajos: PARKER, Geoffrey El ejército de Flandes y el camino español 1567-1659, Alianza, Madrid, 1991 [1972]; ISRAEL, Jonathan The Dutch Republic, Oxford University Press, Nueva York, 1995; VILLALOBOS, Sergio Vida fronteriza en la Araucanía: el mito de la guerra de Arauco, Andrés Bello, Santiago de Chile, 1995; y JARA, Álvaro Guerra y Sociedad en Chile, Universitaria, Santiago de Chile, 1971 [1961].
"The 'Apology 'or Defense of William of Orange against The ban or edict of the king of Spain". En ROWEN, Herbert The Low Countries in Early Modern Times: A Documentary History, Harper & Row, New York, 1972, pp. 81-91
DE ROSALES, Diego Historia general del Reino de Chile: Flandes Indiano Tomo I, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1989 [1674], p. 42.
SUBRAHMANYAM, Sanjay, "Holding the World in Balance: The Connected Histories of the Iberian Overseas Empires, 1500-1640" in The American Historical Review, Vol. 112, Núm. 5, 2007, pp. 1359-1385
PARCHAMI, Ali Hegemonic peace and empire: the Pax Romana, Britannica and Americana, Routledge, London, 2009, Introduction.
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"Probanza que se hizo a pedimento del Gobernador Pedro de Villagrán en la Audiencia Real de la ciudad de los Reyes, de los servicios que hizo a S.M. en las provincias de Chile, de tres años a esta parte, que volvió de estos reinos para los de Chile el dicho Pedro de Villagrán con socorro de gente y con comisión del Virrey Conde de Nieva. 25 de octubre de 1565" en MEDINA, Jose Toribio Colección de Historiadores… cit., Primera serie, Tomo XXIX, p. 452-453
"Carta de Baltasar Sánchez de Almenara al rey sobre la pacificación de Arauco y otros problemas generados por la guerra" en MEDINA, Jose Toribio Colección de Historiadores… cit., Segunda serie, tomo IV, p. 199
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CALDERON, ,Melchor, Tratado de la importancia y utilidad que hay en dar por esclavos a los indios rebelados en Chile, Madrid, 1607 y GONZALEZ DE NÁJERA, Alonso; Desengaño y reparo de la guerra del reino de Chile, Publicado por J.T. Medina, Santiago de Chile, 1889. Este último fue rescatado por José Toribio Medina, pues nunca antes fue publicado.
Ambos memoriales contenidos en J DÍAZ BLANCO, José Manuel El alma en… cit., pp. 105-107 y 116-119
"Real Cédula al Virrey del Perú sobre la resolución que Su Majestad ha tomado en las cosas de la guerra de Chile.-5 de diciembre de 1610" JARA, Álvaro Fuentes para la historia del trabajo en el Reino de Chile. Legislación – Tomo I, Centro de Investigaciones de Historia Americana, Santiago de Chile, 1965, p. 264
"Petición a la Audiencia para que no suspenda e! servicio personal .Acta del Cabildo de 7 de febrero de 1611" en JARA, Álvaro Fuentes para la... cit., pp. 268-269
"Tratado de Tregua por doce años" en DE ABREU Y BERTODANO, Joseph Antonio, Colecciones de los tratados...cit. parte I, p. 458 y ss.
"Tratado de Tregua por doce años" en DE ABREU Y BERTODANO, Joseph Antonio, Colecciones de los tratados...cit. parte I, p parte I, p. 477
"Tratado de Tregua por doce años" en DE ABREU Y BERTODANO, Joseph Antonio, Colecciones de los tratados...cit. parte I, p parte I, p. 477

Provissiones y Cartas del Rey Philipe Tercero Nuestro señor y del excellemtissimo Marques de Montes Claros Virrey del Perú con otros sus ordenes y derechos sobre la nueva forma q le da en la guerra y buen asiento del Reyno de Chile, Lima, 1612. url: http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0000533.pdf [11/07/2015]
Bentivoglio, Cardenal Guido, Las guerra de Flandes desde la muerte del emperador Carlos V a gasta la conclusión de la tregua de doze años, Amberes, 1687, Parte III Libro 7, pp. 540 y ss.
DE GRIMALDO, Joaquín, Memorias para la Historia de don Felipe III, Oficina Real, Madrid, 1723, p. 108.
"Carta a Alonso de Ribera, Lebu, 16 de Diciembre de 1612" en DÍAZ BLANCO, José Manuel El alma en… cit., pp. 187-189
"Carta a Felipe III, Fuerte de Buena Esperanza, 20 de febrero de 1613" en DÍAZ BLANCO, José Manuel El alma en… cit., pp. 189-200
"Relación breve a Claudio Acquaviva" en DÍAZ BLANCO, José Manuel El alma en… cit., pp. 255-279.
DE ROSALES, Diego, Historia general… cit., tomo II, p.977
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