La participación de los trabajadores en la empresa

September 19, 2017 | Autor: A. Gatica Andrade... | Categoría: Filosofía, Ética, Ética Aplicada, Doctrina Social de la Iglesia
Share Embed


Descripción

ATENEO PONTIFICIO REGINA APOSTOLORUM Facultad de Filosofía

La participación de los trabajadores en la empresa

Profesor: P. Michael Ryan, L.C Alumno: H. Alexis Gatica, L.C Número de matrícula: 00003330 FE2001 Disertación de Licencia Roma, 11 de mayo de 2012 Roma, 30 de marzo de 2006.

2

INTRODUCCIÓN El escenario económico, en este último decenio, ha sufrido drásticas transformaciones con consecuencias positivas y negativas1. Entre las positivas podemos destacar el avance tecnológico, que ha permitido una mejoría en la calidad de la elaboración y distribución de los productos, y la mejoría de las redes de comunicación, que han permitido la globalización de los productos haciendo partícipes de estos a casi todos los habitantes del planeta. Entre las negativas, podemos considerar la concentración del capital en pocas manos y la especulación económica que ha engendrado la actual crisis de nivel mundial, que a su vez produce la inestabilidad política tanto de países emprendedores como de países del, así conocido, tercer mundo, etc2.

Ante este momento histórico ha crecido la conciencia de la necesidad urgente de la presencia de la ética en el ámbito económico: percibimos que la economía no es regida por una mano invisible como lo había declarado Adam Smith, sino que es consecuencia de actos humanos concretos, es regida por hombres que tienen historia, inteligencia, voluntad y libertad. También, ante el desafío de superar la crisis y buscar el progreso, se percibe que es una labor de todos y de cada uno. Los avances educativos y tecnológicos han permitido una capacitación universal, lo cual hace posible la interacción de muchas personas en el ámbito laboral. Pero esta interacción, a juicio personal, también es dependiente de la visión ética y no únicamente técnica. También hemos podido observar que, a pesar de todo el avance tecnológico y educativo que ha permitido el acceso al trabajo a miles de personas, se han dado usos 1

Para una mejor comprensión y visión general de la situación económica mundial recomiendo la lectura de M. CAVALLÉ, Vincere l’indiferenza, ART edizioni, Roma 2008, 1334. 2 «El mundo del trabajo, profundamente modificado por las modernas conquistas tecnológicas, ha alcanzado niveles extraordinarios de calidad, pero desafortunadamente registra también formas inéditas de precariedad, de explotación e incluso de esclavitud, en las mismas sociedades “opulentas”» (CARD. A. SODANO, Carta al Cardenal Renato Rafaelle Martino, 29 de junio de 2004 en PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, Biblioteca de Autores Cristianos, Planeta, Madrid 2005, XVIII).

3

desaconsejables en la relación laboral guiadas, sea por visiones capitalistas, sea por visiones marxistas desenfrenadas, convirtiendo al hombre en una simple pieza de producción, que ha sido abandonada cuando ya no sirve a los objetivos del sistema.

Ante esta situación viene, pues, la pregunta: ¿Es posible la ética en el mundo económico? La respuesta a este interrogante es larga y compleja. A nivel concreto, pocos creen posible esta posibilidad. Es más, para muchos resulta irrisoria o que es una contradicción in terminis3. Sin embargo, aceptando la invitación que hace la Iglesia a hacer oír su voz sobre las res novae, con vistas a una mejor construcción de la nueva civilización, quisiera mediante el estudio de una realidad concreta del mundo económico como es el mundo de la empresa, hacer ver la dependencia e influjo que tiene la ética en las consecuencias económicas reales. También el mundo empresarial es muy amplio y existen ya muchísimos libros, trabajos y estudios que denotan su complejidad. Deseo fijar mi atención en una de las res novae dentro del mundo de la empresa, que es la noción de la participación de los trabajadores en la empresa.

¿Qué problemática encontramos en esta noción? He mencionado en el párrafo anterior que los avances de la técnica y de la educación han permitido a más personas a alcanzar una mejor calidad de vida. Todos pueden contribuir con sus talentos en el desarrollo social. La práctica empresarial que se ha desarrollado hasta la actualidad en una buena parte de las empresas es la de un propietario que contrata diversos empleados y, mediante el incentivo salarial fijo, se elaboran los productos. En un inicio, el propietario recibía buena parte del capital, gozaba de un estilo de vida más holgado y de buena educación, y los empleados eran, en su mayoría, la simple mano de obra y no gozaban del acceso a la educación:

3

Cf. J. FONTRODONA – A. ARGANDOÑA, «Una visión panorámica de la ética de la empresa», Universia Business Review 30 (2011), 12-15.

4

«Bajo este paradigma, parecía que la única persona como tal – poseedora de los atributos que se mencionan en el punto anterior – era el empresario o el director general. Los demás eran simples “recursos humanos”, que al igual que los otros “recursos materiales y financieros” debían ser puestos a punto por el ingeniero encargado de operar esa preciosa máquina de hacer dinero y producir bienes, que, se pensaba, es la empresa»4. Actualmente, esto no es así. La mayor parte de las personas sí cuenta con educación y pueden aportar algo más de su simple trabajo físico. Pueden aportar ideas, visión, proyectos, su experiencia concreta y cotidiana en la producción de los materiales. La crisis económica que ha afectado al mundo en estos últimos años ha puesto en evidencia las malas prácticas empresariales, que en muchos casos siguen el esquema laboral anteriormente mencionado, y ha abierto el camino a la consideración de un nuevo tipo de empresa en la que todos sean partícipes en su gestión. ¿Es posible? ¿Se ha llevado alguna vez a cabo? ¿Qué consecuencias éticas, positivas o negativas, tendría?

Mi estudio se dividirá en dos partes: en la primera parte, se analizará la noción de participación de los trabajadores en la empresa y se verá un repaso histórico sobre las diversas visiones e intentos de participación. La segunda parte se dividirá en dos capítulos: el capítulo segundo está dedicado a la visión teórica de la participación por parte del socialismo utópico y su realización práctica por la socialdemocracia sueca e alemana, y el capítulo tercero hará un repaso de las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia Católica con respecto a la participación de los trabajadores en la empresa.

4

E. PLANAS FERNÁNDEZ, Valores en la empresa, Trillas, México D.F. 2000, 75-76.

5

I. LA NOCIÓN DE PARTICIPACIÓN. En este primer paso, se analizará la noción de participación de los trabajadores en la empresa. Este estudio tendrá se dividirá, a su vez, en dos partes: la noción de empresa y la participación de los obreros en la gestión de la empresa.

1. La empresa El diccionario nos ofrece la siguiente definición de empresa:

«1. Ardua y dificultosa que valerosamente se comienza. 2. Cierto símbolo o figura enigmática, que alude a lo que se intenta conseguir o denota alguna prenda de lo que se hace alarde, para cuya mayor inteligencia se añade comúnmente una letra o mote. 3. Intento o designio de hacer una cosa. 4. Casa o sociedad mercantil o industrial fundada para emprender o llevar a cabo construcciones, negocios o proyectos de importancia. 5. Obra o designio llevado a efecto, en especial cuando en él intervienen varias personas. 6. Entidad integrada por el capital y el trabajo, como factores de la producción y dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos y con la consiguiente responsabilidad. 7. Pública. La creada y sostenida por el poder público» 5.

De esta definición general, las definiciones que destaco son la cuarta y la sexta. Un elemento fundamental de la noción de empresa es el mismo trabajo humano secuencialmente ordenado, de modo que implique un proyecto, un desarrollo y un resultado productivo6. La empresa es una realidad que nace de un acto humano y consiste en un complejo de actos y relaciones humanas. Es una sociedad por la unión moral de seres inteligentes agrupados de un modo estable y eficaz para realizar un fin 5

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la Lengua Española, vol.I, Espasa-Calpe, Madrid 1984, 540. 6 Cf. R. GÓMEZ PÉREZ, Introducción a la Ética Social, Rialp, Madrid 1987, 111.

6

común. ¿Cuál es ese fin común? Lograr un lucro y prestar servicios. Un único fin con dos carices distintos pero inseparables7.

Aunque todas las empresas buscan alcanzar estas dos finalidades, técnicamente hablando, encontramos diversos tipos de empresas, teniendo en cuenta diferentes factores:

-

Dependiendo del factor cuantitativo, la empresa puede ser personal o individual, familiar, colectiva (intervienen diversas personas de diversa procedencia)

-

Desde el punto de vista de la titularidad, la empresa puede ser privada (el titular o los titulares son ciudadanos privados), pública (el titular es el Estado o algunas de las instituciones de la administración pública)

-

Desde el punto de vista económico, la empresa puede ser sin fin de lucro (institución benéfica, una fundación) o con fines de lucro (cuando se pretende directamente obtener un beneficio del capital invertido)

2. Participación de los trabajadores en la empresa. Ahora bien, como mencionábamos en la introducción a este trabajo, la economía es una realidad humana que va evolucionando y, con ella, la empresa8. Los avances científicos han permitido la transformación en las condiciones de competitividad. Podemos afirmar que si una empresa desea triunfar en la actualidad es necesario que cuente con tecnología, servicios eficientes, calidad en sus productos. Cuando una empresa no cuenta con estas características es rechazada por parte de sus consumidores. Actualmente ya no existe un mercado fijo, ni un cambio gradual, y 7

Cf. M. RYAN, Ética Social, Roma 19942, 318. Cf. J.G. BELCHER, Participación en los beneficios - Gain Sharing, Granica, Barcelona 1993, 11. 8

7

esto ha motivado a las empresas a poner en tela de juicio las viejas premisas de sus métodos de gestión, procesos y prácticas comerciales.

¿Qué es la gestión empresarial? Podríamos decir que es la planificación, organización, dirección y control de los recursos (humanos, financieros, materiales, tecnológicos, el conocimiento, etc.) de la organización, con el fin de obtener el máximo beneficio posible; este beneficio puede ser económico o social, dependiendo esto de los fines perseguidos por la organización. En un régimen capitalista, la gestión queda en manos de los empresarios y de los expertos, managers (de ahí que el ejercicio de esta gestión también es conocida como management) Los trabajadores simplemente se esfuerzan para llevar adelante sus tareas encomendadas.

La gestión de la empresa es compleja, pues cada empresa es distinta, forma parte de una cultura específica, cuenta con un capital monetario y un capital humano, los trabajadores, los cuales también buscan satisfacer sus propios intereses y necesidades, y se rige por un tipo de contrato de trabajo concreto. La gestión empresarial siempre se ha debido conforntar a un dilema: ¿Qué es más importante: prestar servicios o conseguir beneficios? Contamos con la mano de obra, que necesita el sustento y está dispuesta a poner todo de sí con tal de ganarlo… La gestión de la empresa ha tenido que resolver este dilema, y podemos observar en su historia que se ha puesto más hincapié en uno u otro de los dos componentes del fin de la empresa: Si quiero conseguir el lucro, explotaré al máximo las capacidades del recurso humano para producir. Si quiero prestar un servicio eficiente y además ganar beneficios, debo cuidar el recurso humano.

Una de las características de los antiguos métodos de gestión en relación al binomio propietario – trabajador, según lo indica John Belcher, es que durante décadas las tareas y sistemas de organización se planificaron de tal modo que se reducía a su mínima expresión la incidencia del recurso humano. Este tipo de gestión

8

empresarial parecía ser apropiado en condiciones de poca competitividad, pero cuando ésta aumentó, se hicieron notables sus consecuencias: «Al trabajador no comprometido y desinformado no le interesan ni le preocupan los desafíos que enfrenta la empresa. El bajo nivel de estimación propia, disminuye las disposiciones del trabajador en su trabajo, lo cual da por resultado una calidad inferior de productos. Con políticas laborales formales y estandarizadas y con procedimientos inveterados, hay pocas posibilidades de adaptación a los cambios que imponen los mercados, las demandas del consumidor o las condiciones comerciales»9.

Cabe mencionar que en la actualidad el hombre ha cobrado un rol cada vez más protagonista. Esto se debe gracias a la mejoría de la educación a nivel mundial y a la propagación de la cultura personalista e individualista mediante el avance veloz de los medios de comunicación. Cito textualmente un interesante resumen del papel que juega la persona en estas nuevas circunstancias:

«En estos tiempos, es difícil dejar de reconocer que la persona ha ido adquiriendo mayor importancia en las organizaciones dentro del contexto de la llamada sociedad de conocimiento. La aparición de diversos conceptos como capital social, gestión del talento, liderazgo estratégico, trabajador del conocimiento y responsabilidad social corporativa, entre otros, es una expresión cabal de esa importancia»10. A esto se puede sumar, que además de la valoración de la persona, se han manifestado altos índices de fenómenos nunca antes vistos, como pueden ser la insatisfacción laboral, el estrés, la relación familia-trabajo, etc. Todas estas circunstancias han motivado a la promoción de una mayor participación de los trabajadores en la empresa. ¿En qué consiste esta participación? Este es el problema fundamental, pues hay diversidad de opiniones y de prácticas. Vale la pena citar

9

J.G. BELCHER, Participación en la…, 12. A. RODRÍGUEZ – J.C. AGUILERA, «Persona ética y organización, Hacia un nuevo paradigma organizacional», Cuadernos de Difusión 18-19 (2005), 62. 10

9

algunas definiciones acerca de esta participación. En un artículo del año 2006, Ernesto Blanco, define sintéticamente esta noción: «Es un sistema que permite la participación de los trabajadores en los órganos de gobierno de sus empresas. Esto implica intervenir en decisiones importantes, tales como diseño y aplicación de planes estratégicos, planificación de presupuestos e inversiones, solución de problemas financieros, de mercado y laborales, entre otras. La cogestión les convierte en corresponsables de los éxitos y fracasos de sus empresas»11. También, Saverio Scarpellino, aporta otras características de la participación:

«La gestión y el control de la empresa representan un derecho de todos los socios trabajadores implicados; todas las decisiones relativas a la actividad productiva, las relacionadas a qué, cómo y cuándo producir, además de las decisiones de inversión competen únicamente a los mismos socios; la gestión se puede basar sobre la democracia dirigida o bajo un conjunto de instrumentos de democracia dirigida y representativa; rige de todos modos el principio basilar “una cabeza, un voto”, independientemente del tipo de participación que se posee en la sociedad. El beneficio obtenido por la empresa después del pago de los costos de producción pertenece a los trabajadores que deciden la modalidad de distribución entre ellos»12. La Doctrina Social de la Iglesia en diversos documentos advierte su necesidad. Como un botón de muestra, es oportuno citar un párrafo de la constitución pastoral del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes:

« […] Teniendo en cuenta las funciones de cada uno, propietarios, administradores, técnicos, trabajadores, y quedando a salvo la unidad necesaria en la dirección, se ha de promover la activa participación de todos

11

61.

12

E. BLANCO, «La cogestión: ¿Qué se gana, qué se pierde?», Debates IESA XI, 2 (2006),

S. SCARPELLINO, Capitalismo della partecipazione. Evoluzione storica di un’idea, Settimo Sigilo, Roma 20012, 102. La traducción es mía.

10

en la gestión de la empresa, según formas que habrá que determinar con acierto»13. Al analizar las diferentes propuestas o invitaciones a la participación, se percibe que esta participación no tiene una forma definida o que puede presentarse en diversos niveles. Resumiendo los estudios de los diversos analistas mencionan tres niveles de la misma: participación de los obreros en los beneficios de la empresa, participación en la propiedad de la empresa y la participación en las decisiones. Todas las propuestas y realizaciones de esta participación de los trabajadores en la empresa tienen en común el fin de corregir, con grados diversos de intervención, la intrínseca asimetría de la relación de trabajo asalariado14, para mejorar las condiciones socioeconómicas de los trabajadores, alcanzando a prefigurar la transformación del trabajo de objeto a sujeto de la economía. Vamos a explicar brevemente cada nivel de participación, para saber en qué consiste cada uno de ellos.

Para definir la participación de los trabajadores en los beneficios de la empresa, vamos a citar la definición que da John Belcher en la obra dedicada a este tipo de participación:

«Es un sistema de compensaciones ideado para proporcionar una variable y promover un proceso de compromiso por parte del empleado a través de una gratificación a los miembros de un grupo u organización por el incremento en los rendimientos. Las ganancias o utilidades, que se calculan por medio de una fórmula predeterminada, se comparten con todos los empleados seleccionados, generalmente mediante el pago de dividendos en efectivo»15 En resumen, se busca el compromiso de los empleados, incentivando a todo el grupo por el incremento en el rendimiento, y se distribuyen las ganancias entre todos 13

CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium et spes, n. 68 (ed. Conferencia Episcopal Española, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 19962, 317). 14 Cf. G. BAGLIONI, Democrazia impossibile?, Il Mulino, Bologna 1995, 11. 15 J.G. BELCHER, Participación en…, 19.

11

en partes iguales. Implica un pago actual y en efectivo. Es un sistema de pago que se autofinancia, pues solamente se da cuando hay ganancias para compartir. Hay autores que, dentro de este tipo de participación, prefieren hacer una diferencia sutil entre participación en los beneficios y participación de las ganancias. Citamos textualmente un ejemplo: «Cahill distingue entre participación en los beneficios y participación en las ganancias (gainsharing). Para él la participación en los beneficios implica que los empleados tienen una parte variable de sus salarios que está relacionada con los beneficios que obtenga la empresa. Sin embargo, el gainsharing conlleva algún tipo de incentivos de grupo que permite a los empleados obtener una bonificación en función del performance de la empresa, relacionado con ahorros en costes, en mejoras en la productividad o en cualquier otra medida similar. Por tanto, una mejora en los beneficios ocasionada por causas externas (por ejemplo, un incremento en la demanda) aumentará el salario de los trabajadores en el primer caso (participación en los beneficios), pero no en el segundo (gainsharing). Es decir, que la participación en los beneficios comporta un mayor riesgo para ellos»16.

En segundo lugar está la participación de los trabajadores en la propiedad de la empresa. ¿En qué consiste? El capital proviene de los beneficios de la empresa. Estos beneficios son fruto del trabajo de todos los que pertenecen a la empresa, no solamente del dueño de la misma. De ahí, que por justicia conmutativa, el trabajador tiene derecho estricto de participar del capital. Tulio Obregón Sevillano, en un interesante artículo sobre la participación de los trabajadores en la empresa, explica en qué consiste este tipo de participación:

«Los trabajadores llegan a ser dueños, al menos de una parte del capital social, mediante la asignación de las acciones o participaciones provenientes de la capitalización de utilidades o de los excedentes de revaluación o mediante la suscripción de nuevas acciones, o concediéndoles una parte de las utilidades en acciones representativas del capital social de la empresa. A 16

J.M. BÁEZ MELIÁN, «La participación de los trabajadores en la empresa. El caso de Irlanda», CIRIEC - España, 70 (2011), 130.

12

través de este sistema los trabajadores asumen la condición de propietarios de la empresa en la cual laboran conjuntamente con los socios que la constituyeron. Ello implica que independientemente de su condición de trabajadores asumirán las obligaciones y derechos que todo socio tiene respecto de la sociedad de la cual son propietarios»17.

En tercer lugar, está la participación en las decisiones de la empresa. También es conocida como participación en la gestión de la empresa. Consiste en la influencia directa o indirecta en la toma de decisiones dentro de la empresa, independientemente de que sean propietarios de la misma empresa (sea expresando necesidades o aprobando o rechazando iniciativas, proyectos, etc.) Se encargan de la gestión de los órganos administrativos y pueden ser elegidos por los mismos trabajadores o designados por el sindicato. Tulio Obregón comenta que el tipo de gestión tiene diversas intensidades: está la cogestión (tanto los trabajadores como los socios capitalistas toman las decisiones de la empresa), el derecho de veto (los representantes de los trabajadores pueden impedir, de modo temporal o definitivo, las decisiones del empleador: el capital mantiene la iniciativa en el proyecto, presentación y ejecución de las decisiones), el control de gestión (los trabajadores tienen la facultad de analizar la marcha general de la empresa, examinan su eficiencia y revisan si se han alcanzado las metas propuestas), la consulta ( se consulta a los trabajadores antes de tomar una decisión), la información (el propietario informa a los trabajadores antes de tomar una decisión sobre lo que conlleva esta decisión) y la evaluación de sugerencias (la empresa está obligada a oír las sugerencias de los trabajadores con respecto a la empresa, pero es libre de hacer caso de estas sugerencias).

¿Qué se gana con la participación de los obreros en la empresa? ¿En qué puede contribuir? Se observan los siguientes beneficios: en momentos de alta competitividad se aumenta la conciencia que la colaboración y compromiso de todos 17

T. OBREGÓN SEVILLANO, «La participación en las utilidades (I)», Actualidad Empresarial 224 (2011), 4.

13

puede hacer progresar y producir eficientemente. También crece el diálogo entre los propietarios y los trabajadores, disminuyendo las protestas. Los trabajadores, al participar en la gestión de la empresa, conocen las metas a alcanzar y se identifican con ellas: «En la dinámica de la participación, los individuos comparten información, experiencias, intuiciones, ideas, lo que saben acerca del problema en cuestión, y de esa puesta en común surgirán, a buen seguro, nuevas y mejores ideas para su solución o mejora, alguna(s) de las cuales terminará(n) siendo implantada(s). Y esto no es, ni más ni menos, que poner en acción el conocimiento acumulado en la organización, para generar nuevo conocimiento que nos permita mejorar, innovar, ser más competitivos»18. Esta innovación, al mismo tiempo, suscita diversos cuestionamientos y críticas19: ¿Es posible un verdadero diálogo entre los propietarios y los trabajadores? ¿No hay conflictos de intereses? La participación indica la actitud básica de ceder, escuchar, poner en común. ¿Están todos dispuestos a ello? ¿Se ha llevado ya a la práctica este propósito o simplemente se ha quedado en una utopía? Además si se promueve la participación en la empresa como una forma superior, ¿por qué no está tan presente en la actualidad?, ¿por qué no ha desaparecido la empresa capitalista?

Ahora es necesario hacer una breve síntesis de lo visto en este capítulo. Hemos analizado la noción de empresa, que es la sociedad por la unión moral de seres inteligentes agrupados de un modo estable y eficaz para realizar un fin común: la obtención de beneficios y la prestación de servicios. Para la consecución de esta finalidad es necesaria una buena gestión de la empresa que coordine los recursos 18

A. VARGAS SÁNCHEZ, «De la participación a la gestión del conocimiento y del capital intelectual: reflexiones en torno a la empresa cooperativa», CIRIEC - España, 40 (2002), 125. 19 Cito una de las posibles críticas a la participación: «Los empresarios afirman que la participación implica una pérdida de su poder de decisión, poniendo en entredicho los derechos de propiedad. Los trabajadores dicen que la participación es una forma de domesticar y subordinar a los sindicatos, poniendo en entredicho su actividad reivindicativa» (A.J. ROMERO, Participación de los trabajadores en el cooperativismo de trabajo asociado de Andalucía, Sevilla, 1999, en J.M. BÁEZ MELIÁN, «La participación de…», 129).

14

monetarios y humanos. Esta gestión tradicionalmente está en manos de los mismos empresarios, quienes cuentan con más medios y conocimientos, y la mano de obra únicamente está dedicada a la producción, dados sus pocos conocimientos. Los cambios económicos y sociales han puesto en entredicho las algunas prácticas empresariales, lo que ha suscitado como posible solución una mayor cooperación o participación de los trabajadores en la gestión de la empresa. Esta participación no está bien definida, enumerándose generalmente tres tipos de participación (en los beneficios, en la propiedad de la empresa y en las decisiones).

Como un segundo paso en este estudio, haremos un repaso histórico para ver los orígenes, los enfoques que ha tenido y algunos notables intentos de aplicar esta noción. Anticipando un poco el resultado de nuestro estudio nos daremos cuenta que no ha sido fácil, pues no es una noción aplicable de manera universal. Es una noción que también ha tenido que evolucionar junto a la historia, se ha aplicado de acuerdo a ciertas visiones de la realidad y que, obviamente, ha dado diferentes resultados.

15

II. LOS ORÍGENES DE LA PARTICIPACIÓN Y SU PUESTA EN PRÁCTICA. Después de haber estudiado los componentes de la noción de participación de los trabajadores en la empresa, es oportuno realizar un recorrido histórico para ver dónde ha nacido y cómo se ha llevado a la práctica este proyecto. Para este fin, esta revisión histórica se basará, en buena parte, en el esquema del estudio realizado por Saverio Scarpellino en su obra Capitalismo della partecipazione. El subtítulo de este libro es bastante sugerente: Evoluzione storica di un’idea. Recordemos que para muchos esta noción no pasa a ser más que una simple utopía. ¿Es realmente así? ¿Puede llevarse a cabo?

Saverio Scarpellino dedica los capítulos primero y segundo de su obra para explicar este recorrido. En el capítulo primero, titulado Origini della partecipazione, fija su atención en los precursores del así llamado socialismo utópico: Saint-Simon, Fourier y Proudhon. En el capítulo segundo, Tre correnti del pensiero del novecento, analiza las diferentes reacciones con respecto a este fenómeno económico: la visión de la Iglesia Católica, la socialdemocracia, la izquierda italiana y la derecha social francesa. Nos apoyaremos en la idea general de la obra de Scarpellino, pero por un fin más pedagógico, dividiremos este repaso histórico en dos capítulos. En el presente capítulo nos abocaremos a los orígenes de la participación y a la práctica realizada por la socialdemocracia. La visión de la Iglesia Católica será objeto exclusivo del tercer capítulo de nuestro estudio.

1. Los orígenes de la participación y su relación con el socialismo.

Conviene aclarar que la noción de participación no se manifiesta por sí misma a lo largo de la historia, sino que se muestra mezclada con otras nociones o proyectos sociopolíticos. Uno de estos proyectos es el socialismo. Es digno de consideración que las nociones de participación, socialismo y colectivismo, en su definición más

16

básica, suelen ser considerados como términos afines. ¿Por qué? Podemos considerar el concepto de socialismo de dos modos: latu sensu y strictu sensu20. En el primer sentido, el socialismo es una idea política que privilegia la asociación al individualismo, se exalta el hombre cooperativo al hombre síngular, se contrapone lo común a lo privado. En el segundo sentido, el socialismo es una precisa propuesta de carácter económico-social que busca la socialización de los instrumentos de producción. La radicalización del socialismo es el comunismo. Ante este análisis de la noción de socialismo podemos comprobar que la idea de la participación sirve de sustrato al socialismo.

Será oportuno fijarnos en los orígenes del socialismo. La idea general socialista, de un cierto colectivismo o comunidad de bienes y de la abolición de la propiedad privada, es muy antigua. Antes del siglo XIX ya se había presentado bajo diversas formas de comunismo (en el sentido de poner bienes en común), más bien que socialismo. Las primeras instituciones comunistas aparecen ya en la antigua Creta, en la organización de Esparta bajo Licurgo; Aristóteles da noticia de los primeros que formularon proyectos de sociedad comunista: Faleas de Calcedonia e Hipodamos de Mileto. Se conoce la concepción de un régimen de rígida comunidad de bienes en enseñada por Platón. En el pueblo de Israel también aparecieron aspiraciones y tendencias igualitarias sobre el terreno fértil de la espera del reino mesiánico y las predicciones proféticas de la justicia social. Los esenios fueron, por ejemplo, una especie de comunidad de tipo comunista. El mensaje de Jesucristo encierra en sí una fuente inagotable de ideales comunitarios, de aspiración al uso común de los bienes de la tierra, a una amplia comunicación de sus frutos entre todos, y esto se ve en la primera comunidad apostólica de Jerusalén. Los Padres de la Iglesia clamaron contra la acumulación injusta de las riquezas y predicaron una cierta comunidad de bienes en cuanto al uso de los mismos para las necesidades de la vida. A lo largo de la historia de la Iglesia surgieron diversos movimientos místico20

802.

Cf. E. BERTI – G. CAMPANINI, Dizionario delle idee politiche, AVE, Roma 1993, 801-

17

heréticos de carácter comunista, por ejemplo los anabaptistas, que proclamaron la abolición de la propiedad y la comunión de bienes entre los cristianos. En el siglo XVI, bajo la influencia humanista platonizante, aparecen las utopías, o proyectos imaginarios de organización igualitaria de la sociedad. Aquí podemos citar a Santo Tomás Moro con su Utopía; la Nova Atlantis de Bacon, etc.

El período donde más se acentuó la necesidad de un cambio estructural en la economía fue la primera mitad del siglo XVIII, dada la revolución industrial y la afirmación del capitalismo. Los progresos de la industria, el aumento del capital, la aceleración de la producción condujo a una profunda división entre las clases sociales, entre los propietarios de los medios de producción y los trabajadores asalariados. Scarpellino hace notar que, si bien estos trabajadores gozaban nominalmente de libertad sin vínculos serviles, poseían únicamente su capacidad de trabajo, y esta se hacía productiva solamente mediante una relación contractual con quien poseía los medios de producción. El trabajo humano, en palabras de Karl Marx, se transformó en una mercancía21.

Al considerar el trabajo como una mercancía se le valoraba solamente en relación a su valor de intercambio, dejando de lado toda consideración con respecto al sujeto que lo ejecuta. Esto conllevó, naturalmente, a la deshumanización del trabajo, pues los propietarios miraban al trabajo como fuente de riqueza y los obreros lo consideraban como medio de sobrevivencia. La relación entre el trabajo libre, producción y propiedad parecía resquebrajarse:

21

«La forza-lavoro è dunque una merce, che il suo possessore, il salariato, vende al capitale. Perché la vende? Per vivere. L’esercizio della forza-lavoro, il lavoro, è però l’attività vitale propria dell’operaio, è la manifestazione della sua propria vita. Ed egli vende ad un terzo questa attività vitale per assicurarsi i mezzi di sussistenza necessari. La sua attività vitale è dunque per lui soltanto un mezzo per poter vivere. Egli lavora per vivere. Egli non calcola il lavoro come parte della sua vita: esso è piuttosto un sacrificio della sua vita. Esso è una merce che egli ha aggiudicato ad un terzo» (K. MARX, Lavoro salariato e capitale, Riuniti, Roma 1971, 34).

18

«Se sabe que en todo este período, que todavía no ha terminado, el problema del trabajo ha sido planteado en el contexto del gran conflicto, que en la época del desarrollo industrial y junto con éste se ha manifestado entre el “mundo del capital” y el “mundo del trabajo”, es decir, entre el grupo restringido, pero muy influyente, de los empresarios, propietarios o poseedores de los medios de producción y la más vasta multitud de gente que no disponía de estos medios, y que participaba, en cambio, en el proceso productivo exclusivamente mediante el trabajo. Tal conflicto ha surgido por el hecho de que los trabajadores, ofreciendo sus fuerzas para el trabajo, las ponían a disposición del grupo de los empresarios, y que éste, guiado por el principio del máximo rendimiento, trataba de establecer el salario más bajo posible para el trabajo realizado por los obreros. A esto hay que añadir también otros elementos de explotación, unidos con la falta de seguridad en el trabajo y también de garantías sobre las condiciones de salud y de vida de los obreros y de sus familias»22.

En este contexto nacen las primeras ideas de lo que podríamos llamar hoy “movimiento socialista”23. Existen dos tipos de socialismo: el socialismo utópico y el socialismo científico. El socialismo utópico se consolidó en Francia y parte de Inglaterra, como una corriente autónoma de pensamiento fundada sobre la exigencia de crear un nuevo equilibrio entre el capital y el trabajo, con miras a restituir a los trabajadores de modo efectivo la propiedad de su trabajo. Los socialistas utópicos consideraban importante y necesario el progreso y la modernización. Dividían a la sociedad en dos: los que trabajan y los ociosos. El progreso, por ello, será fruto de la unión y colaboración de todos los que trabajan por aumentar los beneficios. Confiaban en la bondad humana natural, por lo que rechazaban la violencia y buscaban formar la opinión pública mediante la educación. El socialismo científico es un término acuñado por Frederich Engels y Karl Marx 24, pues consideran que los

22

JUAN PABLO II, Carta encíclica Laborem exercens, n.11 (ed. Tipografia Poliglota Vaticana, Ciudad del Vaticano 1981, 40-41) 23 «Lenin ha scritto che “il Marxismo è il successore legittimo di tutto ciò che l’umanità ha creato di meglio durante il secolo XIX: la filosofia tedesca, l’economia politica inglese e il socialismo francese”» (G. REALE – D. ANTISERI, Storia della filosofía, vol. III Dal Romanticismo ai nostri giorni, La Scuola, Brescia 20049, 161). 24 «Il socialismo allo stato nascente, le cui prime manifestazioni incontriamo già nell’età dei Lumi, o anche più indietro, è una critica di inspirazione fondamentalmente morale della

19

anteriores proyectos de reformas sociales permanecen en una mera teoría, de difícil realización. Marx considera su propio proyecto como socialismo científico, basado en la práxis, en la dialéctica revolucionaria (que es un método científico) y en la lucha de clases. Marx no da importancia al fenómeno cooperativista, pues no ve en él el camino principal a recorrer para erradicar el dominio del capital sobre el hombre, pues afirma que aún permanecen los defectos del sistema capitalista vigente en su organización efectiva. Teniendo este dato en cuenta, profundizaremos más la propuesta del socialismo utópico, mediante un breve estudio de sus principales exponentes.

1.1. Claude-Henri de Rouvroy, Conde de Saint-Simon

Nació en París el 16 de julio de 1760 y murió en la misma ciudad el 19 de mayo de 1825. Fue discípulo de D’Alembert. Era parte de la aristocracia, pero su espíritu intelectual y aventurero no le impidió pasar por momentos de miseria económica. Participó en la Independencia de los Estados Unidos. Es notoria la influencia de la ilustración y del romanticismo en sus escritos. Influyó en Auguste Comte, quien fue su secretario. Indica el P. Teófilo Urdanoz que para Saint-Simon las relaciones sociales son fenómenos del mundo físico y éstas deben ser estudiadas con método científico empírico, prescindiendo de toda premisa metafísica25.

Tenía una gran fascinación por las ciencias positivas. Ante la situación económica y los diferentes cambios culturales e históricos que se presentaron, él creía proprietà privata e della ineguaglianza sociale che a essa accompagna. Il socialismo è quindi una negazione della ineguaglianza sociale, una protesta contro di essa e la sua illegittimità, e contro le sue manifestazione antropologiche (egoismo, rapacità, accumulazione) in vista della costituzione di una società più giusta e più eguale, che molti socialisti cercano di progettare o descrivere meritandosi così, da parte di Marx, il rimprovero di utopismo» (S. PETRUCCIANI, Modelli di filosofia politica, Giulio Einaudi, Torino 2003, 184). 25 Cf. T. URDANOZ, Historia de la filosofía, vol. V: Siglo XIX: Socialismo, materialismo y positivismo. Kierkegaard y Nietzsche, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 20003, 3.

20

que los conflictos sociales podrían ser regulados por los científicos, quienes poseían el saber racional y podrían guiar espiritualmente al pueblo. Todos deberían colaborar con el progreso científico con el fin de erradicar los males sociales.

Algunas de las obras más importantes de Saint-Simon son La industria (1817) y El nuevo cristianismo (1825). En La industria se ve una evolución de su pensamiento en relación a la solución de los conflictos sociales. Apunta sobre una nueva categoría predominante: los industriales, que acomuna a los propietarios de las empresas como a los obreros26. Los productores gestionan directamente la producción27.

La clase de los trabajadores se contrapone, por lo tanto, a la clase de los ociosos, compuesta por los aristócratas y el alto clero, a quienes no hesita en llamarles parásitos28. De aquí, que la línea que demarcaba el límite entre estas dos clases sociales era la participación en la producción. Scarpellino hace notar que SaintSimon no buscaba cambiar las estructuras político-sociales, sino que buscaba transformar radicalmente las estructuras económicas y las relaciones sociales. 26

«Un industriale è un uomo che lavora a produrre o a mettere alla portata dei vari membri della società, uno o più mezzi materiali in grado si soddisfare le loro necessità o i loro desideri fisici; così un coltivatore […] è un industriale; un carradore, un maniscalco, un fabbro, un falegname, sono degli industriali; un fabbricante di scarpe, di cappelli, di tele, di stoffe, di lane, è ugualmente un industriale; un negoziante, un carrettiere, un marinaio arruolato su navi mercantili, sono degli industriali. Tutti questi industriali riuniti lavorano per produrre e mettere alla portata di tutti i membri della società, tutti i mezzi materiali in grado di soddisfare i loro bisogni o i loro desideri fisici […]» (SAINT-SIMON, Catechismo degli industriali, 1824, en Opere di Saint-Simon, Utet, Torino 1975, 917). 27 «La classe industriale deve occupare il primo posto, perché è la più importante di tutte; perché può fare a meno di tutte le altre e nessun’altra può fare a meno di lei; perché sussiste con le sue proprie forze, con i suoi lavori personali. Le altri classi devono lavorare per lei, perché sono le sue creature ed essa conserva la loro esistenza. In una parola, poiché tutto si fa per mezzo dell’industria, si deve fare tutto per lei» (Ibid.). 28 «[…] vi è intorno alla società, circola nel suo seno una folla di parassiti, i quali pura vendo gli stessi bisogni e gli stessi desideri degli altri, non sono riusciti, come loro, a vincere la pigrizia naturale a tutti, e pur non producendo nulla, consumano o vogliono consumare, come se producessero. Questi individui vivono per forza del lavoro altrui, sia che ricevano, sia che prendano; in una parola, vi sono dei fannulloni, ossia dei ladri» (Ibid., 265).

21

Este cambio sería realizado por los trabajadores bajo la luz de un espíritu religioso nuevo, que superaría todo conflicto de intereses entre los capitalistas y los obreros, partiendo de la realidad de la producción. Este nuevo espíritu religioso es explicado en la obra El nuevo cristianismo. Fue la última obra de Saint-Simon, publicada el año de su muerte. Responde al intento de dar una justificación religiosa al plan de reforma social delineado, para el cual el apelo a la razón parecía no ser suficiente. El nuevo cristianismo de Saint-Simon era la versión mística de la concepción de la sociedad que había elaborado29. En esta obra se presenta como el nuevo mesías que intenta remprender la emisión confiada por Jesús a la Iglesia y que ésta, según él, ya no desempeña. El núcleo permanente del cristianismo no es la creencia en Dios y la vida futura, las instituciones de culto, sino que se cifra en el precepto evangélico: amaos los unos a los otros. Las pretendidas religiones cristianas han dejado de actuar por el bien de la clase más pobre y se han entregado sólo a la práctica del culto y a las disputas en torno a los dogmas. Los nuevos cristianos deben trabajar en la construcción de la sociedad futura por la liberación de los pobres de la opresión, sin usar la violencia. Saint-Simon toma del cristianismo el principio de fraternidad humana, convirtiéndolo en un simple sistema de moral social.

Saint-Simon inspiró a muchos de sus contemporáneos, quienes buscaron desarrollar aún más sus ideas, buscando sustituir la propiedad privada de los medios de producción con asociaciones de trabajadores. Sus sucesores se organizaron casi con un vínculo religioso. Destacan Bazard, Enfantin, Rodríguez y Carnot. También, influyó en la política económica de Luis Napoleón Bonaparte y en la teoría de Marx, quien fue iniciado en la doctrina de Saint-Simon por Ludwig von Westphalen, suegro de Marx. Marx toma diferentes piezas del engranaje saint-simoniano y las integra en su teoría. Marx es, por una parte, continuador de Saint-Simon, y por otra parte, es muy distinto, pues Saint-Simon nunca hizo un llamamiento a los obreros contra sus 29

Cf. M. LARIZZA, Introduzione a Scienza, Industria e Società, Il Saggiatore, Milano 1980, 45.

22

patronos, ni pensó abolir la propiedad privada, ni abolir el Estado, a pesar de que Engels interprete lo contrario30.

1.2. Charles Fourier

Nació en Besançon en 1772. Pertenecía a una familia de comerciantes, pero perdió su fortuna en el asedio de Lyon. Fue soldado y después trabajó como un cajero agente comercial en Lyon y en París. Se interesó por los problemas económicos sociales de su tiempo. Si bien al principio siguió las propuestas de Saint-Simon y de Owen, se alejó de ellos formando su propia concepción31. Su principal obra es La teoría de los cuatro movimientos y de los destinos generales (1808).

Su sistema parte del ideal de que existe en el universo un plan providencial en el cual debe entrar el hombre, su trabajo y su organización social. La providencia ha dispuesto una armonía perfecta entre los distintos tipos de vida: los cuerpos celestes, la vida orgánica y la vida animal. Ante estos tres tipos de vida, regulados por un orden perfecto, el movimiento social (conjunto de relaciones entre los hombres en la sociedad) aparece caótico. Pero la providencia divina sería insuficiente si no garantizara las líneas de ordenación entre las actividades del hombre para lograr su felicidad. Por ello, es necesario buscar los principios de armonía que ya existen en la naturaleza humana. Fourier es el nuevo Newton del mundo social.

La nueva organización social se basa en un cálculo analítico de la atracción o código racional y debe hacer el trabajo atrayente, capaz de alcanzar la prosperidad 30

Cf. C. VALVERDE, Los orígenes del marxismo, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1974, 215. 31 «La ragione per quanto ostenti i suoi progressi, nulla ha fatto per la felicità, giacché non han procurato all’uomo che vive in società quel benessere che è oggetto di ogni sua aspirazione» (C. FOURIER, Teoria dell’unità universale, en M. LARIZZA, L’armonia universale, Riuniti, Roma 1971, 139).

23

económica. El trabajo tiene motivos que le hacen atractivo: se satisfacen las tres principales pasiones del hombre (el esmero –pasión de contribuir a la perfección del conjunto-, la emulación –rivalidad entre los grupos- y la variación – deseo de cambio, que provienen de la sociedad y multiplicidad de los gustos). Estas pasiones no deben ser reprimidas, sino que deben utilizarse para su máximo rendimiento. Cada uno debería emplearse a adaptar la propia actividad a sus inclinaciones naturales y así el trabajo se transforma en placer.

Por ello se debe constituir una nueva asociación de trabajo, formada por todas las aficiones posibles, que ejerzan todos los oficios, de modo que su espontánea colaboración según la ley providencial de armonía, produzca el bien universal. Esta nueva asociación es la falange, comunidad que consta de 1620 asociados, pues según sus cálculos reúne todas las combinaciones posibles de oficios y gustos, y viven en un falansterio o colonia con anejo de 400 hectáreas de terreno para el cultivo. Debería reinar una gran armonía pues las diversas inclinaciones. Se reconoce la propiedad aunque de forma cooperativa de reglamentación de producción y consumo. También la familia es reconocida, pero hay libertad de relaciones sexuales y, en cierto sentido, la noción de familia es abolida, porque los hijos son educados por la comunidad. La mujer no estaba obligada a la fidelidad conyugal y puede practicar, a nivel sexual, la pasión de la variación. La educación de los hijos habrá de ser conjunta con el aprendizaje de los diversos oficios según los gustos. Al mando de cada falange estaba un etnarca electivo, y la nueva sociedad era regida por un jefe supremo u omnarca.

Fourier intento constituir una falange, pensando que sería rápidamente imitado y así transformaría la sociedad en la que se encontraba pero su intento fracasó. De todos modos, apunta Scarpellino, que el conjunto de sus ideas no se perdió, sino que influyó todo el fenómeno de la participación a los beneficios y sobre todo al movimiento cooperativo.

24

1.3. Robert Owen

En Inglaterra se presentó un proyecto similar por Robert Owen (1771-1858). Proponía la limitación de horas de trabajo y el trabajo infantil. Al estudiar las consecuencias de la revolución industrial, observó el fenómeno de la superpoblación ligada a la crisis de los excedentes y al aumento de las masas del proletariado, que no podían adquirir con sus salarios los productos de su trabajo. Por ello considero como ilegítima la explotación de los obreros por los capitalistas. Su principal obra es La nueva visión de la sociedad (1813-1826). Su sistema tiende a un ideal de vida comunitaria fundada sobre el principio de retorno a la naturaleza. Había proyectado la difusión de pequeñas colonias cooperativas, que eran comunidades de carácter eminentemente agrícola y artesanal, en las cuales los trabajadores recibían a cambio del servicio prestado una parte del producto, según sus concretas necesidades. Intentó concretar este proyecto en Estados Unidos, en las ciudades de Indiana y Texas, pero fracasó por la falta de cooperación y por la oposición de los grupos religiosos. De regreso a Inglaterra, creó el Instituto para la formación racional del carácter juvenil en New Lanark, que fue una obra revolucionaria y que difundió el modelo de escuelas maternales por toda Europa.

1.4. Pierre Joseph Proudhon

Nació en 1809 en Besançon. Era hijo de artesanos muy pobres. Fue un autodidacta. Se reveló como un apasionado estudioso de los problemas sociales, económicos y políticos. Siguió las doctrinas economistas y socialistas de Fourier, Rousseau, Smith y Saint-Simon. Su principales obras son ¿Qué es la revolución? (1840) y La justicia en la revolución (1858). Fue publicista y reformador social revolucionario. También fue diputado en la asamblea, pero después de su primer discurso, en que proponía el impuesto de un tercio sobre la renta, no se le permitió hablar más. Después se entregó a una fuerte campaña de agitación social excitando a

25

las masas con sus folletos y dirigiendo algunos periódicos socialistas. Murió en Passy en 1865.

No construyó un sistema coherente, ni filosófico, ni social, sino que fue formando el mundo de sus ideas al compás de sus numerosas lecturas mal digeridas Presentaba numerosas ideas, muchas de estas en desorden y descuido de método por lo que se perciben diversas contradicciones, pero que denotan un conjunto de ideas y tendencias fundamentales que son la base de su pensamiento.

Una constante en el pensamiento de Proudhon es su actitud crítica, polémica y revolucionaria. El combate contra todo y contra todos. Es enemigo de la propiedad privada y del comunismo, del despotismo de sufragio universal y de la soberanía popular32. Sueña con la destrucción de todo el orden social vigente, de sus formas políticas, clases sociales y categorías religiosas. Buscaba instaurar una sociedad nueva y regenerada, fundada solamente en la justicia, la libertad y el progreso científico. El ideal de su sociedad será más bien un socialismo anarquista.

No desaprobaba los medios violentos, pero tampoco era partidario de una nueva revolución sangrienta, ni compartía la dialéctica ante la lucha de clases. Por ello se dio la enemistad entre él y Marx, quien le atacó sin piedad en su escrito Miseria de la filosofía, en respuesta a la obra de Proudhon Contradicciones económicas o filosofía de la miseria.

Tiene por sustrato el positivismo científico de Comte. Suprime toda metafísica. Exalta solamente una idea: el progreso, que erige en principio supremo y sobre el que asienta una curiosa visión del movimiento universal. Implica la negación de todo absoluto; son dos mociones antitéticas, puramente opuestas, y al estar 32

Cf. E. BRÉHIER, Historia de la filosofía II, 746, en T. URDANOZ, Historia de la filosofía…, 18.

26

resueltamente en favor de la primera. El progreso es la afirmación del movimiento universal y la negación de todo lo inmutable y eterna de todo inmovilismo33. Sobre este principio esboza una metafísica a su manera: la noción del ser deja de ser simple y pasa a ser sintética. No es ya indivisible, sino que se reduce a la idea de grupo. El ser del hombre es un grupo compuesto y su alma no es una unidad espiritual, sino que se diluye en el conjunto orgánico34. Esta noción del ser como grupo le sirve para lanzar la idea del yo social o de grupo humano, en que anticipa la teoría organicista del sociologismo. La existencia de este ser superior, que es la sociedad, ni siquiera era antes sospechada por la filosofía. La sociedad es la verdadera reencarnación del alma universal.

Esta filosofía del progreso le lleva a una repulsa determinante de Dios, sustituyéndole por el Dios del positivismo, que es la humanidad. A medida que la idea de progreso adquiere conciencia en las masas, las ideas religiosas evolucionarán y se llegara a humanizar, mejor a socializar, el ser inefable. El culto de Dios debe ser sustituido por el culto de la humanidad35.

33

«El progreso es la afirmación del movimiento universal y, por consecuencia, la negación de todas formas y de toda fórmula inmutables; de toda doctrina de eternidad, de inmovilidad […] aplicada a un ser cualquiera un que, de todo orden permanente, sin exceptuar el del universo; de todos sujeto objeto, empírico o trascendental, que no sea susceptible de mudanza. Por el contrario, el absoluto o el absolutismo es la afirmación de todo lo que el progreso niega y la negación de todo lo que el progreso afirma» (P.J. PROUDHON, Filosofía del progreso, carta primera, primero, 32, en T. URDANOZ, Historia de la filosofía…, 20). 34 «Ese yo, ese uno que llamo alma no lo considero ya como una mónada que gobierna desde la sublime cumbre de su naturaleza, mal llamada espiritual, otras mónadas injuriosamente llamadas materiales» (Ibid., 21). 35 «Así, lo que nosotros buscamos y adoramos como Dios, no es más que la esencia pura de la humanidad, la naturaleza social y la naturaleza individual indivisiblemente unidas, pero distintas, cómo en Jesucristo […] Resulta para mí que la humanidad se busca, bajo el nombre de Dios, a sí misma […]; que la consecuencia de esta antítesis o antiteísmo, como lo he llamado, es abolir toda religión, idolatría, pneumatolatría, cristolatría y antropolatría, puesto que, por una parte, opuesta al idea de Dios a la de movimiento, grupo, serie, progreso, no representa ninguna realidad posible […]; conclusiones todas que resumo en esta fórmula […] perfectamente clara: sustitución del culto del pretendido ser supremo por el cultivo de la humanidad» (Ibid., 21).

27

Proudhon se declaró socialista y luchó también por las ideas socialistas en todas sus obras. Sostiene el diseño de una economía completamente autogestionada que representase una reforma plausible del capitalismo industrial así como se estaba desarrollando en Francia. De gran relieve fue el contraste entre sus posiciones y las de Marx sobre el camino que se debía seguir para salir del sistema capitalista. Para Marx la superación del sistema podría realizarse en solamente mediante la acción revolucionaria del proletariado, suprimiendo la propiedad privada de los medios de producción y realizando la total colectivización. Proudhon negó la necesidad del conflicto de clases, indicando como solución al problema político y social la difusión de principio de mutua solidaridad entre los hombres36. Solamente el desarrollo y la difusión de unidad productiva autogestionada, en un contexto orgánico de programación económica, podría representar una alternativa posible al capitalismo privado, sin incurrir en las consecuencias totalitarias que él ya preveía en la teoría marxista37.

Para eliminar los aspectos negativos de las relaciones sociales fundada sobre la propiedad, la colectivización de los medios de producción no sería eficaz: por el contrario era necesario sustituir la organización capitalista del trabajo con estructuras 36

«Proudhon scarta súbito l’ipotesi comunista che asserve la persona alla società. Il comunismo per Proudhon, è una religione intolerante, orientata verso la dittatura. E, in opposizione ai comunisti, egli preferisce “far brusciare la Proprietà a fuoco lento, piuttosto che darle nuova forza facendo una notte di san Bartolomeo dei propietari”» (G. REALE – D. ANTISERI, Storia della filosofía…, 166). 37 «I membri di una comunità è vero, non hanno niente di proprio, ma la comunità è proprietaria, e proprietaria non solo dei beni, ma anche delle persone e delle volontà. È per questo principio di proprietà sovrana che in ogni comunità il lavoro, che non deve essere per l’uomo altro che una condizione imposta dalla natura, diventa un comandamento umano e perciò odioso; che l’obbedienza passiva, inconciliabile con una volontà che rifletta, è rigorosamente prescritta; […] che la vita, il talento, tutte le facoltà dell’uomo sono proprietà dello Stato, che ha il diritto di farne, per l’interesse generale, l’uso che gli piace; che le società particolari devono essere severamente proibite, malgrado tutte le simpatie e antipatie di caratteri e di talenti, perché tollerarle significherebbe introdurre delle piccole comunità nella grande e, di conseguenza, delle proprietà; […]che l’uomo infine spogliandosi del suo io, della sua spontaneità, del suo genio, dei suoi affetti, deve umilmente annientarsi davanti alla maestà ed all’inflessibilità della comune» (P.J. PROUDHON, Che cos’è la proprietà?, Laterza, Bari 1967, 267).

28

capaces de dar a los trabajadores la debida responsabilidad de la gestión38. El plan preveía la constitución de empresas que no serían pertenecientes al estado ni a los capitalistas privados, sino a las instituciones descentralizadas (comunes, regiones, confederaciones) y a las asociaciones de trabajadores, que las gestionarían a través de sus representantes. Estas empresas tomarían el nombre de compañías obreras y serían parte de una red de empresas coordinadas, la confederación de las compañías obreras, encargada de regular todos los problemas relativos a la organización del trabajo, a la búsqueda de los recursos, al mantenimiento del empleo y a la formación profesional; la coordinación sería necesaria para atenuar los efectos negativos de la competencia entre las unidades productivas, que el sistema de autogestión no sería capaz de contener.

También proponía la extensión de la autogestión de los niveles microeconómicos de la pequeña empresa a la macroeconomía financiera, de gobierno de la moneda y del comercio internacional. A este propósito se une la idea de constituir un plan para dirigir las grandes opciones económico-financieras, elaborado y gestionado por una cámara competente sobre todas las materias económicas y que, además, sea representativa de las instancias sociales de las naciones. Así Proudhon se anticipaba las propuestas de la programación económica en una economía no estatal39.

Es importante el problema de la educación y de la formación en el diseño de la autogestión: solamente cuando los trabajadores hubieran madurado su capacidad de gestión estarían en grado de cuidar sus propios intereses. Por eso la compañía obrera buscaría también un objetivo de formación profesional para sus miembros: mientras los

trabajadores 38

encargados

en

la

gestión

se

educan

autónomamente,

Cf. J. LONGLOIS, Attualità di Proudhon, SugarCo, Milano 1980, 87, en S. SCARPELLINO, Capitalismo della…, 27. 39 Cf. A. LANDOLFI, Partecipazione proprietaria, Dino, Roma 1997, 90, en S. SCARPELLINO, Capitalismo della …, 27.

29

perfeccionándose con la práctica, la misma empresa autogestionada sería la encargada de asegurar la práctica profesional a los nuevos empleados, gestionando los centros de formación profesional y participando a la definición de los programas de enseñanza de las escuelas. Para evitar que las compañías obreras cayesen en la ineficiencia, era oportuno que los trabajadores fueran provistos de las necesarias competencias técnicas en materia de gestión, de administración y de producción; era necesario además que todos los componentes de las empresas interviniesen en la fijación de los objetivos y en su gestión, para impedir que la dirección de cayese en las manos de la estrecha jerarquía competente.

Del pensamiento de Proudhon surgió una crítica del concepto de Estado así como se ha configurado hasta ahora, una aversión por la forma de la propiedad privada unida al desarrollo del capitalismo y un sostén a la democracia industrial. Busca reducir tanto el peso político del Estado como el del capital privado40.

1.5. Juicio de la propuesta del socialismo utópico Habiendo estudiado la propuesta del socialismo utópico, haremos un breve juicio de su planteamiento. En primer lugar, nos podemos preguntar ¿a qué responde el llamado a la participación de los trabajadores en la empresa por parte de los socialistas utópicos? El P. Teófilo Urdanoz, O.P., en su Historia de la filosofía, indica tres grandes principios o supuestos de la doctrina socialista utópica. Primero, la felicidad suprema, móvil de la actividad moral, reside en la recta organización de la vida material, en la cual ha de darse la satisfacción de todas las necesidades en 40

«[…]Alla società capitalistica Proudhon opone un modello di organizzazione sociale basato sulla socializzazione del mercato tramite l’instituzione del “autogoverno dei produttori”. Sicché si può ben dire che il socialismo proudhoniano è lo sviluppo del pluralismo e l’universalizzazione dei valori liberali, cioè tutto il contrario dell’alternativa colletivistica, che affida la ristrutturazione del corpo sociale esclusivamente allo Stato» (L. PELLICANI, Il mercato e i socialismo, SugarCo, Milano 1979, 266 en S. SCARPELLINO, Capitalismo della …, 29).

30

premio de un trabajo cumplido sin dolor. De ahí que los problemas de la inmortalidad del alma, de Dios y de nuestros deberes con Dios, son extraños a este positivismo agnóstico, que se desliza hacia el materialismo y el ateísmo. Segundo, el medio para alcanzar la felicidad es la distribución de los bienes terrestres entre todos según una justicia estricta, basada en el principio de que todos somos iguales, y cuyo principal obstáculo es la propiedad privada. Tercero, se buscará siempre el bien de la clase obrera y esto se justifica por la ley del progreso, por la cual la sociedad humana camina hacia más felicidad y más justicia. De aquí podemos concluir que, si bien el socialismo utópico buscaba una participación en el proceso socioeconómico con vistas a la obtención del progreso, se basaban en una concepción muy reductivista del hombre, pues paradójicamente, en primer lugar lo reducen a sus necesidades materiales y luego, lo difuminan como ser social. De hecho, esta concepción será luego llevada a sus últimas consecuencias a través del marxismo. Nuestra experiencia nos hace percibir todo lo contrario: el hombre es más que materia y antes de ser un ser social, es un individuo, que se desarrolla plenamente en la sociedad y que como individuo también tiene derechos y deberes. El hombre no es para la sociedad, sino que la sociedad es para el hombre41.

En segundo lugar, vale la pena decir que si bien era lícita una corrección de los abusos de la propiedad, no es lícito erradicar la propiedad privada. La propiedad común y la propiedad privada se han dado juntas en la historia. Es cierto que la naturaleza no vincula ningún bien, de suyo, a tal o cual hombre determinado. Pero aún es más cierto que la persona tiene derecho a apropiarse de bienes: si tiene derecho a trabajar, en conclusión tiene derecho a poseer el fruto de su trabajo. Además, el hombre necesita de bienes para poder subsisitir. De ahí que la propiedad privada le ofrece sustento y estabilidad. En palabras de Rafael Gómez, «La propiedad privada es la cara externa de la libertad personal»42.

41 42

Cf. R. GÓMEZ PÉREZ, Introducción…, 59 Cf. Ibid., 107.

31

2. La aplicación socialdemócrata de la tesis participacionista.

¿Qué sucedió después del socialismo utópico? Se dio paso a la implantación del socialismo científico marxista, que mediante la propagación de la conciencia de clase, la conciencia de la explotación e injusticia, y la solidaridad en la lucha común contra la opresión económica y social, revolucionó la historia del continente europeo del siglo XIX y XX43. Pero, esa revolución se vino en contra del mismo marxismo, pues suprimiendo la ayuda y el dialogo que podían encontrar en los mismos propietarios, recurrieron a la autoayuda, mediante la creación de los sindicatos. Más que ser una ayuda, el marxismo fue una traba para sí mismo, al erigirse como un programa absoluto. Además, curiosamente, la plena realización del marxismo en Rusia, provocó una seria confusión en la realización del marxismo en los demás países europeos, dado que el marxismo eliminaba todo tipo de revisionismo (como fue el caso de Trotskismo).

Estando así la situación, se desarrolló en el marxismo occidental una reforma o revisión de la doctrina marxista. En este contexto nace la socialdemocracia. Es oportuno definir qué es la socialdemocracia44: es el movimiento político, nacido en Alemania alrededor de 1875, que busca un socialismo democrático y reformista: se dice que es una nueva versión del comunismo45. Si bien se inspira en el marxismo, disiente del mismo al rechazar la lucha de clases. En el plan económico busca corregir el esquema capitalista, aunque en algunos casos debe aceptarlo con ciertas reservas. El teórico alemán Eduard Bernstein (1850-1932) le dio cuerpo a su contenido político, en su obra Los presupuestos del socialismo y los deberes de la 43

Cf. J. MESSNER, La cuestión social, Rialp, Madrid 1976, 192. En relación a la definición de la socialdemocracia y sus orígenes, se recomienda la lectura de E. BERTI – G. CAMPANINI, Dizionario delle idee…, 806-809. 45 «Por lo que respecta al terreno político, han llevado a cabo una transformación similar, rebautizando el partido comunista como partido socialista o socialdemócrata, y uniéndose a otros partidos de nueva creación, para ejercer sobre la política estatal un influjo acorde con sus propios proyectos de futuro» (F. RODÉ, «Tras la caída de los muros» Cultures et foi vol.III, 2 [1995], 96-97). 44

32

socialdemocracia (1899) basándolo en tres pilares: el rechazo del determinismo económico, el repudio a la dialéctica hegeliana y el rechazo de la hipótesis relativa al quiebre del sistema46. Destaca Stefano Petrucciani, experto de filosofía política, otras características de este movimiento político: el socialismo se identifica con el progreso de los trabajadores en el ámbito de la democracia, rechazo de una lectura maniquea, extremista o catastrófica de la sociedad y de la economía, el rol de la clase media y de los campesinos, el crecimiento del consumo, la gran promoción del movimiento cooperativo o participacionista aunado a la democracia administrativa y la transposición del fin del socialismo cada vez más lejano e indefinido, para concentrarse en los progresos sociales posibles de cuando en cuando a través de su lema: «el fin es nada, el movimiento es todo»47.

Los países en donde más se ha afirmado este pensamiento político han sido Alemania y Suecia, por la acción del sindicato y del partido. A continuación, se verá cómo se ha realizado este proyecto en cada uno de estos países.

2.1 El caso de Suecia

El sistema económico sueco ha sido considerado siempre como la más alta realización del movimiento socialdemocrático. Para el estudioso italiano De Blasio, el sindicato sueco, ha sido clave en este logro, pues «en vez de ser un instrumento antagónico y de lucha permanente al capitalismo, ha sido un medio que canaliza las fuerzas centrífugas organizadas en función de la eficacia del sistema productivo y de la conservación de los equilibrios obtenidos»48.

El programa del partido

socialdemocrático sueco aprobado en 1981 ha tenido como objetivo «reconstruir la 46

Cf. G. ARFÈ, Il socialismo riformistico e la socialedemocrazia, en Storia delle idee politiche, economiche e sociali, en S. SCARPELLINO, Capitalismo della…, 43. 47 Cf. S. PETRUCCIANI, Modelli di …, 188. 48 A. DE BLASIO, La democrazia industriale in Europa, Giuffrè, Milano 1986, 221, en S. SCARPELLINO, Capitalismo della…, 44.

33

sociedad de modo que el poder de decisión sobre la producción y distribución esté en las manos de todos, que los ciudadanos sean liberados de la dependencia de todos los grupos de poder fuera de su control y la sociedad de clases deje espacio a una comunidad de hombres cooperantes sobre la base de la libertad y de la igualdad»49. Se llegó, incluso, al punto de fijar un acuerdo entre los trabajadores y los empresarios en 1938, en donde el sindicato de trabajadores renunciaba a la lucha de clases, para dar lugar a objetivos más pragmáticos e inmediatos.

Esto mantuvo al partido socialdemocrático en el poder ininterrumpidamente hasta el año 1976. Pero desde el fin de la segunda guerra mundial hasta los primeros años de la década de los setenta, se olvidó un poco del objetivo de la participación empresarial y se concentró en la tarea de la construcción del Estado social de modo completo, corrigiendo la distribución de los beneficios, con la aplicación de tasas de interés de manera fuerte y progresiva. El ideal participativo comenzó se satisfizo a inicios de los años setenta, mediante la emanación de dos núcleos legislativos: una norma de 1972 definía el derecho de los trabajadores, en empresas de más de cien adeptos, a nombrar dos miembros del Consejo de administración, y otra ley en 1976, aún en vigor, ampliaba el derecho de los trabajadores a ser representados en los Consejos de las empresas por lo menos con veinticinco miembros, instituyendo a su favor el derecho de información sobre el modo de desarrollo de la actividad e sobre la política del personal que se piense adoptar. Ambas leyes fueron orientadas a enriquecer la serie de derechos, tutelas y garantías a favor de los trabajadores, pero la solución adoptada no se puede interpretar como una elección neta a favor de la determinación conjunta de parte del sindicato sueco, cuya atención permaneció en el nivel de la macroeconomía.

49

B. GUSTAFFSSON, L’esperienza svedese della cogestione e dei fondi dei lavoratori, en A. BALDASSARRE (ed.), I limiti della democrazia, Laterza, Roma-Bari 1985, 122, en S. SCARPELLINO, Capitalismo della…, 45.

34

Cabe destacar el proyecto presentado en 1975 por la Confederación de sindicatos a cura de Robert Meidner, El Capital sin dueño. El proyecto sueco para la formación colectiva del capital. ¿En qué consistió este proyecto? El 20% de los beneficios de las empresas involucradas, incluyendo los impuestos, sería dirigido hacia un sistema de fondos de propiedad de los trabajadores que lo administrarían autónomamente. Después de 25 o 30 años, la mayoría de las empresas pasarían a ser parte de su propiedad, si bien después de cinco años ya se percibiría un notable influjo en el control de las mismas. Este proyecto hubiera marcado un antes y un después en el marco de la democracia económica. Los trabajadores tendrían una participación activa y real dentro de la gestión de la empresa50. Pero justamente el control de las empresas por parte de los sindicatos fue el punto de desacuerdo, pues parecía ir en contra de los principios de la democracia política. Por ello, además de que el partido socialdemocrático en Suecia perdiera las elecciones en 1976, provocó que este proyecto fuera reajustado en los años siguientes, fue quedando archivado como un simple experimento.

2.2 El caso de Alemania

En el caso de la Alemania socialdemócrata, la democracia industrial sí ha sido constantemente una de las metas programáticas, desde la experiencia de la república de Weimar de los años veinte. Para el desarrollo de la estrategia política se hizo hincapié en el espíritu de cooperación entre los empresarios y los trabajadores en el campo productivo, orientando la acción política a garantizar al mundo laboral

50

«I fondi avrebbero consistito una nuova possibilità de influire in senso più democratico su quelle decisioni che nascono all’interno dell’impresa, ma che riguardano le relazioni tra l’impresa e l’intera collettività, i consumatori, gli enti locali, l’ambiente e così via. In breve, i fondi dovrebbero rendere possibile prendere democraticamente quelle decisioni sugli investimenti che determinano cosa e dove si deve produrre» (R. MEIDNER, Capitale senza padrone. Il progetto svedese per la formazione del capitale, Lavoro, Roma 1980, 106, en S. SCARPELLINO, Capitalismo della…, 47).

35

concretas providencias sociales51. En 1959, la socialdemocracia alemana, explicitó su separación de la ideología marxista, lo que conllevó a eliminar la connotación clasista del partido, pasando a ser un grupo que se haría cargo de los intereses de todos.

Lo importante a destacar de la versión socialdemócrata alemana es el introducción del término codecisión (Mitbestimmung), especialmente en el marco de la recuperación alemana después de la primera guerra mundial. El poder político incentivó los sindicatos en 1916 con una ley que hacía obligatorias las comisiones internas en todas las empresas con más de cinco miembros, dando un estatuto legal a los representantes sindicales en las empresas. Esto produjo una mayor participación de los sindicatos en la guarda de los intereses económicos y nacían comunidades de trabajos en las que los empresarios y los obreros buscaban resolver juntos los problemas de producción que estaban ligados a las dificultades de la guerra. Una vez terminada la primera guerra mundial, el 15 de noviembre de 1918, la organización de los empresarios y los sindicatos sellaron un importante acuerdo, en el que las comunidades de trabajo operantes en el período de la guerra se transformarían en una única organización. Esta organización contaba con un programa que preveía la fijación de la jornada laboral de ocho horas, sin reducción de pago, reconocía el contrato colectivo como un proceso vinculante y admitía el derecho de los trabajadores a ser representados en los órganos de decisión de las empresas.

En 1919 se constituía la República de Weimar, la cual fue gobernada inicialmente por el partido socialdemócrata. Su presencia en el poder auguraba el desarrollo de temáticas avanzadas a nivel democrático52. Lamentablemente le faltó 51

Cf. S. TURONE, Imprenditori e sindacati in Europa, Laterza, Roma-Bari 1982, 90. «L’articolo 1556 conferiva allo Stato ampi poteri di esproprio per fini di interesse collettivo, creando le premesse per un sensibile ampliamente del settore pubblico dell’economia. L’articolo 165 prevedeva invece la costituzione in tutto il territorio della Repubblica di organismi composti da rappresentanti del capitale e dei lavoratori, i “consigli del lavoro e dell’economia”, ciascuno dei quali avrebbe goduto di poteri consultivi e propositivi riguardo alle scelte di politica economica» (Ibid.). 52

36

tiempo para que se realizase completamente el proyecto, debido a las dificultades económicas relativas a las deudas por las reparaciones de la guerra, que desencadenaron la crisis monetaria de 1923. Fue el intento de síntesis de la lógica capitalista y de la dirigencia leninista.

Este clima suscitó la decisión de la Confederación sindical socialdemócrata de realizar un proyecto de democratización de la economía, cuya preparación fue confiada a una comisión presidida por Fritz Naphtali en 1925. Él, al analizar el desarrollo del capitalismo de una fase liberal a una organización más compleja, que se veía en la aparición de empresas con clara tendencia al monopolio, se dio cuenta de que podría hacer frente a esta situación, no recurriendo a leyes, sino a sistemas de control administrados por organismos que contasen con igual número de miembros que proviniesen de las diversos sectores. Por ello, en el documento final de esta comisión aparece por primera vez el término codeterminación (Mitbestimmung). En el proyecto de Naphtali se ponía el acento sobre tres tipos de empresas: la empresa pública, la empresa de propiedad de las organizaciones sindicales y la empresa cooperativa de producción53. Sin embargo, la historia, dominada por la crisis económica de 1923, no permitió la realización de este proyecto.

53

Cf. Ibid., p.92.

37

III. LA NOCIÓN DE PARTICIPACIÓN EN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA.

1. Las encíclicas sociales. La noción de participación de los trabajores en la empresa ha estado presente en las encíclicas papales, especialmente en las así conocidas, encíclicas sociales: Rerum Novarum (León XIII), Quadragesimo anno (Pio XI), Mater et Magistra (Juan XXIII), Laborem exercens y Centessimus annus (Juan Pablo II). A continuación, se analizará cómo ha evolucionado esta noción en cada una de estas encíclicas. Además de basarnos en el mencionado estudio de Saverio Scarpellino, también nos apoyaremos en el valioso resumen que ofrece el Compendio de la doctrina social de la Iglesia.

¿Qué es la doctrina social de la Iglesia? El término doctrina social se remonta al papa Pio XI, quien la utilizó por primera vez en su encíclica Quadragessimo anno, y desgina el cuerpo doctrinal referente a los temas de relevancia social tratados a partir de la encíclica Rerum Novarum de León XIII. Esto no quiere decir que la Iglesia no se haya preocupado antes por los temas sociales, sino que se ha acentuado esta preocupación dadas las circunstancias históricas de estos últimos siglos: «Ante un cuadro semejante la Iglesia advirtió la necesidad de intervenir en modo nuevo: las “res novae”, constituídas por aquellos eventos, representaban un desafío para su enseñanza y motivaban una especial solicitud pastoral hacia ingentes masas de hombres y mujeres. Era necesario un renovado discernimiento de la situación, capaz de delinear soluciones apropiadas a problemas inusitados e inexplorados»54.

54

PONTIFICIO CONSEJO «JUSTICIA Y PAZ», Compendio…, 45.

38

La encíclica Rerum Novarum (1891) trazó las orientaciones para resolver la cuestión obrera que afectaba a los trabajadores asalariados55. Según el historiador Vicente Cárcel Ortí, la clave de lectura de esta encíclica es la dignidad del trabajador en cuanto tal y, por esto mismo, la dignidad del trabajo. Destaca la crítica a los límites de la sociedad liberal-capitalista, al mismo tiempo que condena el remedio socialista: se contrapone a la ideología marxista56, especialmente a su propuesta de lucha de clases, pues pone el acento sobre el principio del bien común, que favorecería la armonía entre los diversos intereses en juego57. Sobre la base de un sistema común de reglas, la solución quedaba en las manos a las mismas partes sociales.

Es importante aclarar que si bien la noción de participación no es definida por la encíclica, sí está implicita en su diseño de la colaboración de la colaboración entre las clases sociales58. Esta noción tendría su primera consagración cuarenta años despúes, con la encíclica Quadragesimo anno de Pio XI (1931), curiosamente a 55

«La Rerum Novarum se propuso aportar soluciones concretas a los problemas. Hay que añadir, además que éstas no fueron meramente coyunturales, sino que León XIII pretendía solucionar decididamente los problemas de la vida social, concretamente en el campo de la organización de la vida económica, a la luz de unos principios que tienen validez permanente y que han demostrado su vitalidad a lo largo de todo este siglo» (V. CÁRCEL ORTÍ, Historia de la Iglesia, vol. III La Iglesia Contemporánea, Palabra, Madrid 1999, 246). 56 «He dicho que esta encíclica fue para la acción social cristiana lo mismo que el Manifiesto del Partido Comunista y El Capital de Marx fueron para la acción socialista» (V. CÁRCEL ORTÍ, Historia de…, 245-246). 57 « La Rerum Novarum […] expone, precisándola y actualizándola, “la doctrina social sobre el trabajo, sobre el derecho de propiedad, sobre el principio de colaboración contrapuesto a la lucha de clases como medio fundamental para el cambio social, sobre el derecho de los débiles, sobre la dignidad de los pobres y sobre las obligaciones de los ricos, sobre el perfeccionamiento de la justicia por la caridad, sobre el derecho a tener asociaciones profesionales”» (CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones para el estudio y enseñanza de la doctrina social de la Iglesia en la formación de los sacerdotes, 20, en PONTIFICIO CONSEJO «JUSTICIA Y PAZ», Compendio…, 46). 58 Es interesante el comentario que hace a este punto el papa Juan XXIII en la Mater et Magistra acerca de la Rerum Novarum: «A los trabajadores, se afirma asimismo en la Encíclica, se les reconoce como natural el derecho de formar asociaciones de solos obreros propias o mixtas de obreros y patronos; como también el derecho de conferirles la estructura y organización que juzgaren más idónea para asegurar sus legítimos intereses económicoprofesionales y el derecho de moverse con autonomía y por propia iniciativa, en el interior de las mismas a fin de conseguir dichos intereses» (JUAN XXIII, Carta encíclica Mater et Magistra, n.22 [ed. E. WELTY, Herder, Barcelona 1965, 116])

39

breve distancia de la crisis económica que se dio en Estados Unidos en 1929 y de la instauración de los gobiernos totalitarios en Europa. El papa Pio XI advierte la falta de respeto a la libertad de asociación y confirma los principios de solidaridad y de colaboración para superar las antinomias sociales. Las relaciones entre capital y trabajo deben estar bajo el signo de la cooperación. Se condena el espíritu indivualista que sólo busca su provecho y que se ha convertido en el último fin de la economía. Pero al mismo tiempo no considera injusto el régimen salarial, sino que debe ser regulado por la justicia social59. De aquí que justamente la solución ante esta problemática sería la participación o cooperación de los trabajadores con el empresario, si bien no explica concretamente cómo debería ser esta participación, y se convierte en un punto muy discutido por los comentadores de la encíclica60.

En 1961, treinta años después, Juan XIII publica la encíclica Mater et Magistra, en un contexto diverso de la crisis económica en que se desarrolló el pontificado de Pio XI. Ahora se encuentra en el momento de auge del capitalismo por la aplicación de las teorías de Keynes, que condujeron a las economías occidentales a un rápido desarrollo. Pero cada vez se acentúan las diferencias económicas entre los pobres y los ricos, especialmente con la manifestación crítica de la situación de los países del Tercer Mundo. Nota que los tiempos han cambiado, pero reafirma lo dicho anteriormente por sus predecesores. He aquí unos párrafos muy claros en el que expresa justamente la noción de la participación:

«Además, siguiendo en esto la dirección trazada por nuestros predecesores, Nos estamos convencidos de la razón que asiste a los trabajadores en la vida de las empresas donde trabajan. No es posible fijar con normas ciertas y definidas las características de esta participación, dado que han de establecerse, más bien, teniendo en cuanta la situación de cada empresa; 59

«Confirma el principio que el salario debe ser proporcionado no sólo a las necesidades del trabajador, sino también a las de su familia» (PONTIFICIO CONSEJO «JUSTICIA Y PAZ», Compendio…, 47). 60 Cf. A.F. UTZ, La empresa como dimensión del mundo del trabajo, Herder, Barcelona 1986, 25.

40

situación que varía de unas a otras y que, aun dentro de cada una, está sujeta muchas veces a cambios radicales y rapidísimos. No dudamos, sin embargo, en afirmar que a los trabajadores hay que darles una participación activa en los asuntos de la empresa donde trabajan, tanto en las privadas como en las públicas; participación que, en todo caso, debe tender a que la empresa sea una auténtica comunidad humana, cuya influencia bienhechora se deje sentir en las relaciones de todos sus miembros y en la variada gama de sus funciones y obligaciones. Esto exige que las relaciones mutuas entre empresarios y dirigentes, por una parte, y los trabajadores por otra, lleven el sello del respeto mutuo, de la estima, de la comprensión y, además, de la leal y activa colaboración e interés de todos en la obra común; y que el trabajo, además de ser concebido como fuente de ingresos personales, lo realicen también todos los miembros de la empresa como cumplimiento de un deber y prestación de un servicio para la utilidad general. Todo ello implica la conveniencia de que los obreros puedan hacer oír su voz y aporten su colaboración para el eficiente funcionamiento y desarrollo de la empresa. Observaba nuestro predecesor, de feliz memoria, Pío XII que “la función económica y social que todo hombre aspira a cumplir exige que no esté sometido totalmente a una voluntad ajena el despliegue de la iniciativa individual” (Alocución del 8 de oct. de 1956; cf Acta Apostolicae Sedis 48 (1956) p. 799-800). Una concepción de la empresa que quiere salvaguardar la dignidad humana debe, sin duda alguna, garantizar la necesaria unidad de una dirección eficiente; pero de aquí no se sigue que pueda reducir a sus colaboradores diarios a la condición de meros ejecutores silenciosos, sin posibilidad alguna de hacer valer su experiencia, y enteramente pasivos en cuanto afecta a las decisiones que contratan y regulan su trabajo. Hay que hacer notar, por último, que el ejercicio de esta responsabilidad creciente por parte de los trabajadores en las empresas no solamente responde a las legítimas exigencias propias de la naturaleza humana, sino que está de perfecto acuerdo con el desarrollo económico, social y político de la época contemporánea. Aunque son grandes los desequilibrios económicos y sociales que en la época moderna contradicen a la justicia y a la humanidad, y profundos errores se deslizan en toda la economía, perturbando gravemente sus actividades, fines, estructura y funcionamiento, es innegable, sin embargo, que los modernos sistemas de producción, impulsados por el progreso científico y técnico han avanzado extraordinariamente y su ritmo de crecimiento es mucho más rápido que en épocas anteriores. Esto exige de los trabajadores una aptitud y unas cualidades profesionales más elevadas. Como consecuencia, es necesario poner a su disposición mayores medios y más amplios márgenes de tiempo

41

para que puedan alcanzar una instrucción más perfecta y una cultura religiosa, moral y profana más adecuada. Se hace así también posible un aumento de los años destinados a la instrucción básica y a la formación profesional de las nuevas generaciones. Con la implantación de estas medidas se irá creando un ambiente que permitirá a los trabajadores tomar sobre sí las mayores responsabilidades aun dentro de sus empresas. Por lo que al Estado toca, es de sumo interés que los ciudadanos, en todos los sectores de la convivencia, se sientan responsables de la defensa del bien común»61. Pablo VI en su encíclica Populorum Progressio (1967) reitera el llamado a la solidaridad como camino de progreso. Hablando del sentido social, dice lo siguiente:

«Nuestra segunda recomendación va dirigida a aquellos a quienes sus negocios llaman a países recientemente abiertos a la industrialización: industriales, comerciantes, dirigentes o representantes de las grandes empresas. Sucede a menudo que no están desprovistos de sentido social en su propio país ¿por qué de nuevo retroceder a los principios inhumanos del individualismo cuando ellos trabajan en países menos desarrollados? La superioridad de su situación debería, al contrario, convertirles en los iniciadores del progreso social y de la promoción humana, allí donde sus negocios les llaman. Su mismo sentido de organización debería sugerirles los medios de valorizar el trabajo indígena, de formar obreros cualificados, de preparar ingenieros y mandos intermedios, de dejar sitio a sus iniciativas, de introducirles progresivamente en los puestos más elevados, disponiéndoles a sí para que en un próximo porvenir puedan compartir con ellos las responsabilidades de la dirección. Que al menos la justicia regule siempre las relaciones entre jefes y subordinados. Que unos contratos bien establecidos rijan las obligaciones recíprocas. Que no haya nada, en fin, sea cual sea su situación, que les deje injustamente sometidos a la arbitrariedad»62.

Veinte años después, en 1981, el papa Juan Pablo II trata nuevamente sobre esta noción en sus encíclicas Laborem exercens (con motivo del 90º aniversario de la 61

JUAN XXIII, Carta encíclica Mater et…, nn.91-96. PABLO VI, Carta encíclica Populorum Progressio, n.70 (ed. J. CHURRUCA, Mensajero, Bilbao 1968, 184). 62

42

Rerum Novarum), Sollicitudo rei socialis (con motivo del 20º aniversario de la Populorum Progressio) y Centesimus annus (con motivo del centenario de la Rerum Novarum) y donde la pone al centro de toda la problemática del trabajo. El hombre no es solamente una pieza más del sistema productivo: es un ser que tiene una dignidad propia que le eleva y le pone en un lugar único dentro de la creación.

Menciona Juan Pablo II en la Laborem Exercens:

«En este documento, cuyo tema principal es el trabajo humano, es conveniente corroborar todo el esfuerzo a través del cual la enseñanza de la Iglesia acerca de la propiedad ha tratado y sigue tratando de asegurar la primacía del trabajo y, por lo mismo, la subjetividad del hombre en la vida social, especialmente en la estructura dinámica de todo el proceso económico. Desde esta perspectiva, sigue siendo inaceptable la postura del “rígido” capitalismo, que defiende el derecho exclusivo a la propiedad privada de los medios de producción, como un «dogma» intocable en la vida económica. El principio del respeto del trabajo, exige que este derecho se someta a una revisión constructiva en la teoría y en la práctica. En efecto, si es verdad que el capital, al igual que el conjunto de los medios de producción, constituye a su vez el producto del trabajo de generaciones, entonces no es menos verdad que ese capital se crea incesantemente gracias al trabajo llevado a cabo con la ayuda de ese mismo conjunto de medios de producción, que aparecen como un gran lugar de trabajo en el que, día a día, pone su empeño la presente generación de trabajadores. Se trata aquí, obviamente, de las distintas clases de trabajo, no sólo del llamado trabajo manual, sino también del múltiple trabajo intelectual, desde el de planificación al de dirección. Bajo esta luz adquieren un significado de relieve particular las numerosas propuestas hechas por expertos en la doctrina social católica y también por el Supremo Magisterio de la Iglesia. Son propuestas que se refieren a la copropiedad de los medios de trabajo, a la participación de los trabajadores en la gestión y o en los beneficios de la empresa, al llamado «accionariado» del trabajo y otras semejantes. Independientemente de la posibilidad de aplicación concreta de estas diversas propuestas, sigue siendo evidente que el reconocimiento de la justa posición del trabajo y del hombre del trabajo dentro del proceso productivo exige varias adaptaciones en el ámbito del mismo derecho a la propiedad de los medios de producción; y esto teniendo en cuenta no sólo situaciones más antiguas, sino también y ante todo la realidad y la problemática que se ha ido creando en la segunda mitad de este siglo, en lo que concierne al llamado Tercer Mundo y a los distintos nuevos

43

Países independientes que han surgido, de manera especial pero no únicamente en África, en lugar de los territorios coloniales de otros tiempos»63. Y en la Centesimus annus, vuelve a repetir:

«Se abre aquí un vasto y fecundo campo de acción y de lucha, en nombre de la justicia […] En este sentido se puede hablar justamente de lucha contra un sistema económico, entendido como método que asegura el predominio absoluto del capital, la posesión de los medios de producción y la tierra, respecto a la libre subjetividad del trabajo del hombre. En la lucha contra este sistema no se pone, como modelo alternativo, el sistema socialista, que de hecho es un capitalismo de Estado, sino una sociedad basada en el trabajo libre, en la empresa y en la participación. Esta sociedad tampoco se opone al mercado, sino que exige que éste sea controlado oportunamente por las fuerzas sociales y por el Estado, de manera que se garantice la satisfacción de las exigencias fundamentales de toda la sociedad»64.

2. Los presupuestos de la visión de la doctrina social de la Iglesia. Hemos visto en los párrafos anteriores que la doctrina social de la Iglesia Católica hace una promoción constante de la noción de la participación de los trabajadores en el mundo económico, especialmente en la empresa. ¿Cuál es el motivo o interés por esta propuesta? ¿Qué presupuestos “teóricos” permiten esta promoción?

Podríamos hacer un estudio de cada una de las encíclicas sociales para intentar descubrir estos presupuestos. Gracias a Dios, contamos con un estupendo resumen de toda la doctrina social y lo encontramos, justamente, en el así titulado “Compendio de 63

JUAN PABLO II, Carta encíclica Laborem exercens, n.14 (ed. Tipografia Poliglota Vaticana, Ciudad del Vaticano 1981, 55-56) 64 JUAN PABLO II, Carta encíclica Centesimus annus, n.35 (ed. Librería Parroquial de Clavería, México D.F. 1991, 69-70)

44

la doctrina social de la Iglesia Católica”. Antes de explicar cuáles son estos presupuestos quisiera mencionar brevemente cuál es la razón de ser de este compendio.

El Santo Padre Juan Pablo II, quien mostró su profundo interés por esta temática durante todo su pontificado, pidió al Pontificio Consejo «Justicia y Paz» en 1999 la elaboración de un documento que pudiese ofrecer orientaciones concretas de cara a la promoción del bien social de las personas y de la sociedad. La elaboración de este documento no estuvo exenta de dificultades, pero finalmente fue presentado el 25 de octubre de 2004. Este documento busca ser un instrumento elaborado con el objetivo preciso de promover un nuevo compromiso capaz de responder a las exigencias de nuestro tiempo y adecuado a las necesidades y a los recursos del hombre.

¿Cuáles son los presupuestos teóricos de la doctrina social de la Iglesia? Los podemos encontrar en la primera parte del compendio, que consta a su vez de cuatro capítulos: El designio de amor de Dios para la humanidad, Misión de la Iglesia y doctrina social, La persona humana y sus derechos y Los principios de la doctrina social de la Iglesia. Quisiera detenerme en el último capítulo, cuyo contenido, será brevemente descrito.

45

2.1 Los principios fundamentales

Los principios fundamentales que sostienen la doctrina social de la Iglesia son los siguientes: la dignidad de la persona humana, el bien común, la subsidiaridad y la solidaridad. ¿De dónde brotan estos principios? Nacen del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias – comprendidas en el Mandamiento supremo del amor a Dios y al prójimo y en la Justicia – con los problemas que surgen en la vida de la sociedad. Estos principios se apoyan en la razón y en las ciencias humanas, pues en palabras de Juan Pablo II, «porque, a pesar de la validez perenne de sus principios fundamentales, está condicionada en su actuación «por la variación de las condiciones históricas así como por el constante flujo de los acontecimientos»65. Se refieren a la realidad social en su conjunto, tomando lo concreto y lo complejo de la misma. Dado que estos principios permanecen en el tiempo son el principal parámetro de referencia para interpretar y valorar los fenómenos sociales, de los cuales se deducen los criterios de discernimiento y guía para la acción social.

Estos principios no deben ser apreciados por separado, sino que tienen una coherencia interna, una unidad, que permite interpretar la realidad de manera orgánica. Al mismo tiempo, debe remarcarse el hecho de que la Iglesia no propone soluciones técnicas ante los diversos fenómenos sociales, porque la Iglesia no tiene la competencia, ni los medios para hacerlo, sino que, «como parte integrante de su misión, puede y debe proclamar siempre los principios y valores morales, humanos y cristianos, de la vida social»66.

65

JUAN PABLO II, «Carta apostólica en forma de “Motu Proprio” Socialium Scientiarum, 1994», en L’Osservatore Romano 3 (1994), 8 (32). 66 JUAN PABLO II, «Viaje apostólico a Venezuela, Ecuador, Trinidad y Tobago, Discurso a los obreros en la plaza de San Francisco, 30 de enero de 1985», en L’Osservatore Romano 6 (1985), 15 (75).

46

2.2 El principio del bien común

Este principio deriva de la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas67. El bien común es el conjunto de condiciones de la vida social que permite a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección. Este principio tiene las siguientes características:

-

Así como la sociedad no es la mera suma de individuos, el bien común no es la suma de bienes particulares: es el bien objetivo que todos los hombres reunidos en sociedad debemos alcanzar para lograr nuestra perfección.

-

Es el bien de todos y de cada uno, porque todo individuo persigue el bien, y este bien debe abarcar su dimensión total, no parcial. El hombre es un ser incompleto, pues no puede satisfacer sus necesidades por sí mismo, sino que necesita a los demás. De ahí que es fundamental la importancia de la búsqueda del bien común por parte de la sociedad, como por parte de quienes tienen la responsabilidad sobre la sociedad, esto es la autoridad68.

-

Cabe destacar que la ley misma depende de la noción de bien común. Basta ver la definición de ley que nos da santo Tomás: «No es sino una ordenación de la razón al bien común, promulgada por quien tiene el cuidado de la comunidad»69.

-

Las exigencias de este bien derivan de las condiciones sociales de cada época y han de estar vinculadas al respeto y promoción integral de la persona humana.

67

Cf. CONSEJO PONTIFICIO «JUSTICIA Y PAZ», Compendio…, p. 83. S.THOMAS AQUINATIS, Suma de Teología, vol. II, parte I-II, q.90, a.3, solución (ed. Regentes de Estudios de las Provincias Dominicanas en España, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 19892, 706). 69 Ibid. q.90, a.4, solución (ed. Regentes de Estudios de las Provincias Dominicanas en España, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 19892, 708). 68

47

-

El bien común no puede ser reducido a un simple bienestar socioeconómico, pues tiene valor solamente en relación a los fines últimos de la persona y al bien común de la creación.

2.3. El principio de subsidiaridad

La persona tiene una profunda relación con la sociedad, hasta el punto de afirmar que no se puede defender a la persona si se descuida la familia, los grupos, las asociaciones, etc.70 En la sociedad se dan relaciones entre los individuos y entre las sociedades intermedias. Debe existir una armonía y una sana autonomía entre estas instancias, respetando cada quien sus posibilidades, funciones e iniciativas, sin absorber o quitar a una lo que corresponde a otra. En este contexto entra el principio de subsidiaridad: «Conforme a este principio, todas las sociedades de orden superior deben ponerse en una actitud de ayuda (“subsidium”) —por tanto de apoyo, promoción, desarrollo— respecto a las menores. De este modo, los cuerpos sociales intermedios pueden desarrollar adecuadamente las funciones que les competen, sin deber cederlas injustamente a otras agregaciones sociales de nivel superior, de las que terminarían por ser absorbidos y sustituidos y por ver negada, en definitiva, su dignidad propia y su espacio vital»71.

Este principio tiene una serie de implicaciones: -

El principio de subsidiaridad se opone a las formas de centralización, de burocratización, de asistencialismo, de presencia injustificada y excesiva del Estado y del aparato público. Pero, vale la pena afirmar que hay ciertas circunstancias que obligan a las instancias superiores a suplir a las instancias inferiores, especialmente cuando estas no tienen la capacidad de asumir la

70 71

Cf. CONSEJO PONTIFICIO «JUSTICIA Y PAZ», Compendio…, 93 Ibid., 93-94

48

iniciativa. Pero, hay que subrayar, que esta intervención no debe prologarse en el tiempo, sino que deben proveer de los medios necesarios para que las instancias intermedias puedan desarrollarse por sí mismas. -

El principio de subsidiaridad debe buscar « el respeto y la promoción efectiva del primado de la persona y de la familia; la valoración de las asociaciones y de las organizaciones intermedias, en sus opciones fundamentales y en todas aquellas que no pueden ser delegadas o asumidas por otros; el impulso ofrecido a la iniciativa privada, a fin que cada organismo social permanezca, con las propias peculiaridades, al servicio del bien común; la articulación pluralista de la sociedad y la representación de sus fuerzas vitales; la salvaguardia de los derechos de los hombres y de las minorías; la descentralización burocrática y administrativa; el equilibrio entre la esfera pública y privada, con el consecuente reconocimiento de la función social del sector privado; una adecuada responsabilización del ciudadano para “ser parte” activa de la realidad política y social del país»72.

2.4. El principio de la solidaridad

La Iglesia, observando el desarrollo del mundo contemporáneo, se admira de los avances técnicos que permiten un mayor intercambio social73, pero al mismo tiempo, observa la alarmante desigualdad social que se da en diversos países, alimentadas por la explotación, la corrupción y de opresión, que tienen consecuencias negativas en las relaciones internas y externas. En este contexto se hace un llamado a 72

Cf. CONSEJO PONTIFICIO «JUSTICIA Y PAZ», Compendio…, 95. «Nunca como hoy ha existido una conciencia tan difundida del vínculo de interdependencia entre los hombres y entre los pueblos, que se manifiesta a todos los niveles. La vertiginosa multiplicación de las vías y de los medios de comunicación “en tiempo real“, como las telecomunicaciones, los extraordinarios progresos de la informática, el aumento de los intercambios comerciales y de las informaciones son testimonio de que por primera vez desde el inicio de la historia de la humanidad ahora es posible, al menos técnicamente, establecer relaciones aun entre personas lejanas o desconocidas» (Ibid., 97). 73

49

la solidaridad. La solidaridad es concebida por la Iglesia Católica como un principio social (el cual ordena las instituciones, transformando las así llamadas “estructuras de pecado” que dominan las relaciones entre individuos y pueblos, en estructuras de solidaridad) y como virtud moral (no es un simple sentimiento de hermandad ante los males que los demás sufren, sino que es un compromiso, una determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común74).

La solidaridad tiene las siguientes características: -

Pone en evidencia su estrecha unión con los demás principios enunciados anteriormente: bien común, destino universal de los bienes, igualdad entre los hombres y los pueblos, paz en los pueblos. Sin la solidaridad no se da el resto de los principios.

-

La solidaridad nos invita a ser más concientes de la deuda que tenemos con la sociedad en la que estamos insertos. Somos parte de la sociedad y sin nuestra contribución, la sociedad no avanza ni crece.

-

Esta solidaridad ha de vivirse a ejemplo de Jesucristo, quien es «solidario con la humanidad hasta la “muerte de cruz”. En Jesús, se encuentra el nexo entre solidaridad y caridad75.

2.5. El lugar de la participación en los principios fundamentales

Una vez mencionados todos los principios de la doctrina social de la Iglesia, nos podemos preguntar dónde brota la noción de participación. La doctrina social de la Iglesia, habla de la participación como «consecuencia característica»76 de la solidaridad, pues mediante una serie de actividades el individuo por sí mismo o junto

74

CONSEJO PONTIFICIO «JUSTICIA Y PAZ», Compendio…, 98. Cf. Ibid., 100. 76 Ibid., 95. 75

50

a otros individuos contribuye en la vida cultural, social, política, económica. Es necesario aclarar que habla de la participación en un nivel generalísimo, extensivo a toda la vida social. El individuo, miembro de la sociedad, contribuye con todas sus capacidades en la construcción y avance de la sociedad: no debe circunscribirse a un limitado contenido particular de la vida social. La doctrina social invita a favorecer esta participación. Es necesario para lograr esta participación «un fuerte empeño moral, para que la gestión de la vida pública sea el fruto de la corresponsabilidad de cada uno con respecto al bien común»77

Otro aspecto importante en relación con la participación ha sido mencionado anteriormente cuando se habló del principio del bien común: la consecución del bien común es tarea de todos, no solamente de algunos. Todos y cada uno son corresponsables de la gestión de la vida pública y, en la medida de que todos participen, se podrá alcanzar el bien común. La doctrina social hace mención de varios casos o instancias de la participación en las dimensiones de la vida social:

-

Para la participación de todos, según sus diversas características, «es preciso impulsar, alentar la creación de asociaciones e instituciones de libre iniciativa “para fines económicos, sociales, culturales, recreativos, deportivos, profesionales y políticos, tanto dentro de cada una de las naciones, como en el plano mundial”»78.

-

Las personas minusválidas, por el hecho de ser sujetos plenamente humanos, titulares de derechos y deberes y a pesar de sus limitaciones y sufrimientos que subrayan la dignidad humana, «ha de ser ayudada a participar en la vida familiar y social en todas las dimensiones y en todos los niveles accesibles en sus posibilidades»79.

77

CONSEJO PONTIFICIO «JUSTICIA Y PAZ», Compendio…, 96. Ibid., 75. 79 Ibid., 73. 78

51

-

Con relación al trabajo, la doctrina social afirma que «la relación entre trabajo y capital se realiza mediante la participación de los trabajadores en la propiedad, en su gestión y en sus frutos». El trabajador ha de sentirse «“coproprietario” de esa especie de gran taller de trabajo en el que se compromete con todos».

Dentro de la explicación de la noción de participación, la doctrina social fija su atención en la democracia, pues recordando lo mencionado por Juan Pablo II en Centessimus annus, en el número 46, «Toda democracia debe ser participativa»80. Al mismo tiempo se subraya la necesidad de prestar atención a la educación, a los contextos sociales e históricos donde se debe actuar esta participación, pues se observa la presencia de diversos «obstáculos culturales jurídicos y sociales que con frecuencia se interponen, como verdaderas barreras, a la participación solidaria de los ciudadanos en los destinos de la propia comunidad.

Podrían citarse más textos, pero hasta ahora se puede observar una línea de pensamiento constante que la Iglesia ha transmitido a lo largo de estos últimos dos siglos ante la situación económica mundial. La participación a la que se invita tiene como presupuesto la preminencia de la dignidad del hombre sobre el capital. Es más, se puede afirmar que el hombre es el capital más importante que hay que cultivar y potenciar y siempre guiados por los principios de solidaridad y subsidiariedad81.

80

CONSEJO PONTIFICIO «JUSTICIA Y PAZ», Compendio…, 96. «Pero en el terreno de los principios y desde un punto de vista social y ético a un tiempo, como los ha profesado la Iglesia desde los tiempos de León XIII por lo menos, los trabajadores son quienes hacen la industria, son el elemento principal del trabajo; no son un instrumento, sino la razón principal de toda industria, de toda producción. ¿Por qué? Porque son hombres, personas y no instrumentos como lo son las máquinas. En cuanto agentes de la producción y causa principal de la producción, no hay duda de que tienen también derecho al fruto del trabajo; lo que quiere decir salario justo, sí, pero también cierta participación en la gerencia de la fábrica y en los réditos. ¿No es así?» (JUAN PABLO II, «Palabras improvisadas en la reunión extraordinaria del consejo de empresa, Complejo siderúrgico de Terni, 19 de marzo de 1981» en L’Osservatore Romano 13 [1981], 6 [190]). 81

52

3. Juicio sobre la visión participacionista de la Doctrina social de la Iglesia.

La participación es consecuencia natural de la solidaridad. Podríamos resumir en esta frase la visión de la doctrina social de la Iglesia. Esta solidaridad no es una mera convención o un simple ingrediente para una sana convivencia en la sociedad. Leyendo dentro de la visión de la doctrina social de la Iglesia, destaca la profunda visión del valor del ser humano, de la persona. La constitución pastoral Gaudium et spes, menciona en el párrafo 68:

«En las empresas económicas son personas las que se asocian, es decir, hombres libres y autónomos, creados a imagen de Dios»82. Considerando que la empresa es una acción humana, realizada por una persona, el motor de la participación es el respeto a la persona. ¿Por qué? La filosofía perenne define a la persona como «sustancia individual de naturaleza racional». ¿Qué implica esta definición? Primero, que el hombre es una sustancia, es decir un ser vivo compuesto de alma y cuerpo, espíritu y materia: no es puro espíritu, ni pura materia. Significa que existe en un mundo concreto pero que tiene una finalidad que le trasciende. Se diferencia de los demás seres, que sujetos al tiempo y llegados al fin del mismo, se corrompen y mueren. El hombre, siendo persona, posee un alma que nunca muere. Es también sustancia individual: quiere decir que es único e irrepetible, que no puede ser masificado o cosificado. Luego, por su constitución de alma y cuerpo, le corresponde una naturaleza racional, diferente de una planta que vegeta y que simplemente está, o de un animal que incluso puede moverse, pero que en realidad es movido por sus inclinaciones naturales. La persona posee una naturaleza racional, tiene inteligencia y voluntad: puede conocer los seres que le rodean, considerarlos como un bien o un mal para sí, y quererlos o rechazarlos. Es un ser

82

CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium…, n. 68.

53

libre, capaz de ser señor de sí mismo y de lo que le rodea, de sus propios actos y decisiones.

Teniendo en cuenta lo anterior, la persona humana tiene una dignidad. ¿Qué significa esto? Hemos mencionado anteriormente que el hombre es diferente de todos los demás seres que existen por su naturaleza racional, que implica una inteligencia y una voluntad, una libertad. Dijimos que es cuerpo y alma, y por ello subsiste, a diferencia de los otros seres inferiores. Por ello, la naturaleza humana es la más alta en relación a los minerales, vegetales y animales. Es el más excelente, digno de estos seres. En el lenguaje común es común escuchar la palabra dignidad en diversos sentidos. ¿Qué tipos de dignidad hay? Hay una dignidad social (por ejemplo, una persona que funge una responsabilidad o cargo importante en la sociedad, se le da un valor de acuerdo a su cargo), una dignidad moral (una persona, que pueda o no tener una dignidad social, tiene una excelencia de acuerdo a sus actos, su bondad o maldad) y, finalmente, una dignidad ontológica (Independientemente de sus cargos externos o de sus actos, por el simple hecho de ser una persona, tiene una dignidad y merece respeto). La dignidad a la que nos referimos es esta última, la dignidad ontológica o personal. Está radicada en la naturaleza humana, y por ello, es inalienable. Es una dignidad inconmensurable (pues el valor de todas las cosas no se compara con el valor de una sola persona), pero no absoluta, pues a diferencia de Dios, el Ser en sí, el hombre no es un ser perfecto, sino limitado.

En consecuencia, la empresa debe respetar la dignidad de las personas que hacen parte de ella. Debe tratarle como se merece. En muchas prácticas laborales el respeto a la dignidad humana es sinónimo de atender únicamente a sus necesidades materiales, buscando que el trabajador quede satisfecho, pero esto no es más que rebajar al hombre al nivel de los animales. La empresa debe velar por la persona íntegra, sus necesidades materiales y espirituales. El trato, la relación, el tipo de trabajo ha de ser a la altura de lo que la persona es: él no una mera pieza de

54

producción. En relación a la noción de participación en la empresa, se valora la dignidad de la persona permitiéndole colaborar con todas sus capacidades, sin discriminación. No existen diversos niveles de personas, quienes pueden llevar adelante la empresa o no. Todos los hombres poseen inteligencia y voluntad, que bien formadas puede aportar muchísimo al bien común con sus iniciativas, proyectos, etc. Una empresa que respeta la dignidad de la persona no se contenta con la simple producción y obtención de beneficios, sino que busca el bien de cada persona. Por ello, las capacita, se preocupa por su integridad física, por su estado familiar.

El respeto de la dignidad de la persona conlleva naturalmente al respeto de los derechos de la persona. La persona debe realizarse integralmente y tiene necesidad de ciertos elementos para poder alcanzar esta finalidad. Estos elementos son sus derechos. Podemos decir que hay dos tipos de derechos; los derechos propios de su naturaleza, elementos básicos para poder realizarse en cuanto hombre, y estos son inalienables, nadie se los puede quitar o negar: derecho a la vida, a la integridad física y social, a la libertad, a las relaciones sociales (a la familia, al matrimonio, la amistad, etc.) a la educación, al uso de los bienes materiales, al trabajo. El segundo tipo de derechos son los que le perfeccionan accidentalmente y que se presentan según las circunstancias de tiempos y lugares (derecho al voto, etc.). Gracias a Dios, la visión de la doctrina social de la Iglesia tiene una importancia actual y es punto de referencia en la defensa del hombre y de sus derechos.

Para finalizar este capítulo, creo que es oportuno citar un estudio realizado por Alfredo Rodríguez y Juan Carlos Aguilera, quienes muestran las diversas visiones o teorías empresariales y que se diferencian por su visión de la persona humana y puede ser de mucha utilidad pues sirve de resumen de todo el camino recorrido a lo largo de este estudio sobre la participación83. Son tres teorías, no excluyentes entre sí: la primera es aquella que explica a la empresa asemejándola a una gran maquinaria, 83

Cf. A. RODRÍGUEZ - J.C. AGUILERA, «Persona ética y … », 61-77.

55

interpretándola como un gran sistema técnico: la enfoca desde una visión mecanicista. La segunda, la explica como un organismo vivo y la enfoca desde una visión organicista o socio-psicológica. La última, es aquella que interpreta la empresa como algo más que un sistema técnico u organicista, sino que la entiende como una institución de personas, una comunidad con fines comunes y la enfoca desde una perspectiva antropológica.

En el enfoque mecanicista de la empresa, la única finalidad es producir y distribuir los productos de forma eficiente. En este contexto no interesan las personas, sino que lo que importa es que se produzca. Las motivaciones que se dan a los empleados son de tipo extrínseco, es decir, premios materiales (en caso positivo) o castigos (encaso de mal funcionamiento del empleado), sin preocuparse a las necesidades reales del sujeto. Los valores que se promueven son de tipo económico, pues lo que importa es la ganancia que debe obtener la empresa, y mientras hay más ganancias, mejor le va al empleado. Los principios éticos que se desarrollan con el paso del tiempo en este tipo de empresas es el normativismo (se dan normas funcionales en vista del progreso de la empresa), utilitarismo y pragmatismo (el sujeto es visto como un simple instrumento de producción y el mismo sujeto rinde en cuanto hay buenas ganancias). La pregunta que busca responder este enfoque es ¿Qué hacemos en esta empresa?

En el enfoque organicista, hay una mayor conciencia de que el individuo no puede ser considerado como una simple pieza de la maquinaria, sino que la empresa es un organismo vivo, pues está compuesta por hombres. Pero al mismo tiempo no puede dejar de producir y elevar su rendimiento. Por ello, punta sobre las relaciones sociales, buscando los intereses del trabajador, respetándole, etc. Se busca, por ello, la participación de los trabajadores en la empresa, sus opiniones, que estén contentos con lo que hacen. Las motivaciones que se dan no son el premio o el castigo, Los valores que se promueven en este tipo de empresas es la consecución de la

56

satisfacción actual sin referirse únicamente a lo económico. La pregunta a responder es ¿Cómo lo hacemos? Pero este último enfoque no es completo, pues usa el respeto a la persona como un estimulo para la producción y el crecimiento. El enfoque antropológico de la empresa es aquel que la concibe como la coordinación de las acciones de las personas para la satisfacción de las necesidades reales de los miembros de la organización. Estas necesidades reales son aquellas cosas que contribuyen a la consecusión de la perfección del ser humano, al bien honesto de las personas hablando en términos aristotélicos. Integra los modelos anteriores, pero estos están al servicio de la persona. Se busca responder a la pregunta: ¿Para qué hacemos las cosas? El fin propio de la empresa se identifica con el fin de la persona. Incluso no prima el tener, sino el colaborar con el bien de las personas que reciben nuestros productos. Las decisiones tomadas en la empresa se piensan considerando los resultados que pueden darse en los que toman las decisiones y en los que no. Se promueve la solidaridad y la cooperación. Como se puede ver, considerando el valor completo de la persona humana, la realidad empresarial es totalmente diferente.

57

CONCLUSIÓN

Hemos dedicado este trabajo al estudio de la noción de la participación de los trabajadores en la empresa. No ha sido una tarea fácil, sino más bien compleja, pues se han visto de modo sintético dos caminos en su consideración: la teoría y aplicación de la noción, basada a su vez en una pobre visión de la persona a la que se aplica esta noción, que obtuvo a su vez resultados incompletos (cf. Capítulo II) y un llamado a la aplicación de esta noción basándose, sin embargo, en una potente y profunda visión del hombre, como persona, y dejando libre margen a su aplicación (cf. Capítulo III).

¿Qué conclusiones podemos obtener de todo lo visto anteriormente? Una de las lecciones que personalmente he recogido en este estudio es de carácter metodológico - epistemológico: toda noción se funda en una experiencia, en una concreta visión del mundo y de los problemas que le atañen. Para elaborar y fundar sólidas bases un concepto es fundamental tener una amplia visión de la realidad. ¿Cómo se aplica esto a nuestro estudio de la noción de la participación de los trabajadores en la empresa? El filósofo se encuentra ante el fenómeno del mundo de la economía, y dentro del mismo se ha detenido a observar el mundo empresarial, y observa que se han dado una serie de circunstancias que han llevado a una crisis en la gestión de la empresa. Una de las soluciones propuestas es la participación de los trabajadores para poder salvar la economía. Quien tenga una pobre visión del hombre, considerándole como mera pieza de un mecanismo, negándole su libertad, que tiene como único fin o interés el aumentar sus ingresos, negará la aplicación de esta solución. En cambio, quien considera que la empresa es una acción humana, donde el protagonista y el fin es el mismo hombre, acepta su dignidad, aceptando una escala de valores diversa, se abre a esta solución.

58

Como segunda lección notamos que el problema de la participación de los trabajadores queda abierto, en el sentido que no hay una aplicación práctica única, pues el mundo de la empresa es muy vasto, sea por el tipo de trabajo, la cultura donde se desarrolla, la situación concreta de la “concreta” empresa, la formación que se tiene, el capital humano con el que se cuenta. Toda noción no se queda en una teoría, en el mundo de los “universales”, sino que se aplica a individuos concretos. Pero, eso no implica un relativismo. La aplicación cambiará, pero hay un fundamento seguro y es el ofrecido por la doctrina social de la Iglesia, que funda la participación en la solidaridad y esta se funda a su vez en la concepción de la persona humana, hijo de Dios. Es un fundamento trascendental y no reductible a pura materialidad.

En tercer lugar, la realización práctica de participación conlleva una visión positiva y realista de la misma realidad de la empresa y una aplicación gradual y flexible de la participación: debemos admitir que las empresas son la fuente principal de creación de riquezas en la sociedad, y sin ellas no habría progreso en la sociedad. Al mismo tiempo, se ha de admitir que como toda obra humana tiene sus límites y errores, y es necesario siempre mantener una sana crítica para mejorar esta realidad. Podemos afirmar que la aplicación inmediata y la espera de frutos rápidos de esta solución es una utopía. Al estudiar a los teóricos utópicos encontramos esta actitud. Se requiere tiempo para hacer las reformas oportunas, se requiere apertura y adaptación a cada circunstancia, capacidad de dialogo, de trabajo en común, en definitiva, un cambio de mentalidad.

En conclusión este trabajo ha buscado subrayar que la participación es un trabajo de todos: el que deja participar ha de comunicar, educar, corregir, esperar, impulsar. El que participa ha de colaborar, escuchar, aprender, proponer. Ambos han de compartir la misma visión, el mismo fin. La empresa es un hermoso proyecto social, pero puede verse incompleto cuando uno de los protagonistas no busca la misma meta o no pone el esfuerzo asignado.

59

BIBLIOGRAFÍA BÁEZ MELIÁN, J.M., «La participación de los trabajadores en la empresa. El caso de Irlanda», CIRIEC - España, 70 (2011), 127-148. BAGLIONI , G., Democrazia impossibile?, Il Mulino, Bologna 1995. BELCHER, J.G., Participación en los beneficios - Gain Sharing, Granica, Barcelona 1993. BERTI, E. – CAMPANINI, G., Dizionario delle idee politiche, AVE, Roma 1993. BLANCO, E., «La cogestión: ¿Qué se gana, qué se pierde?», Debates IESA XI, 2 (2006), 61-70. CÁRCEL ORTÍ, V., Historia de la Iglesia, vol. III La Iglesia Contemporánea, Palabra, Madrid 1999. CAVALLÉ, M., Vincere l’indiferenza, ART edizioni, Roma 2008. CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium et spes (ed. Conferencia Episcopal Española, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 19962); AAS 58 (1966) 1025-1115. FONTRODONA, J. – ARGANDOÑA. A., «Una visión panorámica de la ética de la empresa», Universia Business Review 30 (2011), 12-15. GÓMEZ PÉREZ, R., Introducción a la Ética Social, Rialp, Madrid 1987. JUAN XXIII, Carta encíclica Mater et Magistra (ed. E. WELTY, Herder, Barcelona 1965); AAS 53 (1961) 405-447. JUAN PABLO II, Carta encíclica Laborem exercens (Tipografia Poliglota Vaticana, Ciudad del Vaticano 1981); AAS 73 (1981) 591-616. ————, Carta encíclica Centesimus annus (ed. Librería Parroquial de Clavería, México D.F. 1991); AAS 88 (1991) 833-858. ————, Carta Apostólica en forma de “Motu Proprio” Socialium Scientiarum, L’Osservatore Romano 3 (1994), 8 (32); AAS 86 (1994) 209. ————, «Viaje apostólico a Venezuela, Ecuador, Trinidad y Tobago, Discurso a los obreros en la plaza de San Francisco, 30 de enero de 1985», L’Osservatore Romano 6 (1985), 15 (75). ————, «Palabras improvisadas en la reunión extraordinaria del consejo de empresa, Complejo siderúrgico de Terni, 19 de marzo de 1981», L’Osservatore Romano 13 (1981), 6 (190).

60

LARIZZA, M., Introduzione a Scienza, Industria e Società, Il Saggiatore, Milano 1980. ————, L’armonia universale, Riuniti, Roma 1971. MARX, K., Lavoro salariato e capitale, Riuniti, Roma 1971. MESSNER, J., La cuestión social, Rialp, Madrid 19762. OBREGÓN SEVILLANO, T., «La participación en las utilidades (I)», Actualidad Empresarial 224 (2011), 4-6. PABLO VI, Carta encíclica Populorum Progressio (ed. J. CHURRUCA, Mensajero, Bilbao 1968); AAS 59 (1967) 257-296. PETRUCCIANI, S., Modelli di filosofia politica, Giulio Einaudi, Torino 2003. PONTIFICIO CONSEJO « JUSTICIA Y PAZ», Compendio de la doctrina social de la Iglesia, Biblioteca de Autores Cristianos, Planeta, Madrid 2005. PLANAS FERNÁNDEZ, E., Valores en la empresa, Trillas, México D.F. 2000. PROUDHON, P.J., Che cos’è la proprietà?, Laterza, Bari 1967. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, «Empresa», Diccionario de la Lengua Española, vol.I, Espasa-Calpe, Madrid 1984, 540. REALE, G. – ANTISERI, D., Storia della filosofía, vol. III Dal Romanticismo ai nostri giorni, La Scuola, Brescia 20049. RODÉ, F., «Tras la caída de los muros», Cultures et foi vol.III, 2 (1995), 94-99. RODRÍGUEZ, A. – AGUILERA, J.C., «Persona ética y organización, Hacia un nuevo paradigma organizacional», Cuadernos de Difusión 18-19 (2005), 61-77. 2

RYAN, M., Ética Social, Roma 1994 . SAINT-SIMON, Opere di Saint-Simon, Utet, Torino 1975. SCARPELLINO, S., Capitalismo della partecipazione. Evoluzione storica di un’idea, 2 Settimo Sigilo, Roma 2001 . S.

THOMAS AQUINATIS, Suma Teológica, vol. II, parte I-II (ed. Regentes de Estudios de las Provincias Dominicanas en España), Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 19892.

TURONE, S., Imprenditori e sindacati in Europa, Laterza, Roma-Bari 1982.

61

URDANOZ, T., Historia de la filosofía, vol. V, Siglo XIX: Socialismo, materialismo y positivismo. Kierkegaard y Nietzsche, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 20003. VALVERDE, C., Los orígenes del marxismo, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1974. VARGAS SÁNCHEZ, A., «De la participación a la gestión del conocimiento y del capital intelectual: reflexiones en torno a la empresa cooperativa», CIRIEC España, 40 (2002), 123-140. UTZ, A.F., La empresa como dimensión del mundo del trabajo, Herder, Barcelona 1986.

62

INDICE INTRODUCCIÓN ................................................................................................. 2 I. LA NOCIÓN DE PARTICIPACIÓN ................................................................ 5 1. La empresa ..................................................................................................... 5 2. Participación de los trabajadores en la empresa. ......................................... 6 II. LOS ORÍGENES DE LA PARTICIPACIÓN Y SU PUESTA EN PRÁCTICA. ..................................................................................................... 15 1. Los orígenes de la participación y su relación con el socialismo. .............. 15 1.1. Claude-Henri de Rouvroy, Conde de Saint-Simon ................................ 19 1.2. Charles Fourier ..................................................................................... 22 1.3. Robert Owen .......................................................................................... 24 1.4. Pierre Joseph Proudhon ........................................................................ 24 1.5. Juicio de la propuesta del socialismo utópico ...................................... 29 2. La aplicación socialdemócrata de la tesis participacionista. ...................... 31 2.1 El caso de Suecia .................................................................................... 32 2.2 El caso de Alemania ............................................................................... 34 III. LA NOCIÓN DE PARTICIPACIÓN EN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA. ......................................................................................................... 37 1. Las encíclicas sociales. ................................................................................ 37 2. Los presupuestos de la visión de la doctrina social de la Iglesia. ............... 43 2.1 Los principios fundamentales ................................................................. 45 2.2 El principio del bien común ................................................................... 46 2.3. El principio de subsidiaridad ................................................................ 47 2.4. El principio de la solidaridad ............................................................... 48 2.5. El lugar de la participación en los principios fundamentales .............. 49 3. Juicio sobre la visión participacionista de la Doctrina social de la Iglesia. ...................................................................................................................... 52 CONCLUSIÓN .................................................................................................... 57 BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................. 59

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.