La palabra vedada: \"Las cartas que no llegaron\" desde la visión de Rosencof

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ACERCAMIENTOS A DISTINTOS ENFOQUES CRÍTICOS III La palabra vedada Las cartas que no llegaron desde la visión de Rosencof Álvaro Lema Mosca-Fiorella Pena

Las cartas que no llegaron (2005), de Mauricio Rosencof, es una obra que puede ser abordada desde diferentes ejes temáticos. Nuestro planteo se centra en la aplicación de dos de ellos, la libertad en el encierro y la incomunicación generacional, pero permitiendo transpolar este análisis a otros temas. Las obras literarias se presentan como un microcosmos del cual es posible extraer una pluralidad de significados (Mukarowsky, 1972); presentaremos de este texto una ínfima parte de los mismos, facilitando líneas de análisis convergentes y distintas. Este es un texto epistolar,

que mezcla las cartas de una mujer, víctima del proceso de exterminio de los judíos en el holocausto y un preso político de la dictadura uruguaya, cuyo sitio de enunciación es un calabozo. Se conjugan allí diversos elementos, como la construcción identitaria del autor, pero que son trasladables a la edificación de la identidad nacional. Rosencof se propone contar un hecho histórico que repercute en los uruguayos desde distintos ángulos: la vida del inmigrante de principios de siglo XX, la Segunda Guerra Mundial, la infancia en el Uruguay de mediados de siglo, la dictadura cívico-militar del 73… En el presente artículo, trataremos los ejes mencionados, como líneas de análisis que faciliten el trabajo de los docentes con este texto. En una entrevista realizada al escritor, conversamos sobre cómo trabajar el texto en educación media desde estos enfoques. La libertad en el encierro La literatura puede ser un modo de superar situaciones arduas de la vida a través de la expresión, mediante palabras, del sentir del alma. En la dualidad de cuerpo y diciembre 2010 - BOLETIN Nº 63 - 29

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espíritu, la dimensión material del hombre puede verse encarcelada por múltiples factores, como el encierro, en este caso; la libertad del alma, en cambio, es más amplia, en diversas acepciones del término. Conocemos una mínima parte de las potencialidades a las que puede acceder la mente humana, aunque obtenemos un indicio de las mismas en cada acto de reflexión o de abstracción que realizamos. El borde entre la locura y la cordura se halla en ese halo de libertad de la mente. A través de la proyección de experiencias personales, vividas por el individuo mismo, pueden sobrellevarse situaciones extremas que son las que en esta obra se plasman en lenguaje escrito. Dice Rosencof: Toda esta historia se escribe desde un calabozo. Yo estuve trece años en un calabozo donde no llegaban las cartas, donde no llegaba el sol, donde no llegaban los pájaros, donde no llegaba el cielo… Éramos nueve rehenes; declararon que: «ya que no pudimos matarlos cuando cayeron, los vamos a volver locos»; dos enloquecieron, uno murió en el calabozo. Y ahí fue concebida esta historia, ahí quise escribir las cartas que no pude escribir.

El hombre real, impedido de ejercer su libertad, encuentra en la escritura el espacio donde puede ser libre, no física, sino intelectualmente. Estas cartas son, para el Rosencof encarcelado, una forma de canalizar su dolor, su impotencia, su delirio y allí consigue recrear el lugar desde donde puede decir lo que quiere, donde puede expresarse sin 30 - BOLETIN Nº 63 - diciembre2010

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tapujos, donde puede movilizarse a sus anchas. La materialidad que lo asfixia físicamente, desaparece en cuanto su cabeza da paso a la imaginación. [P]ero mi mundo es este, de dos metros por uno, sin luz sin libro sin un rostro sin sol sin agua sin sin y te escribo; pero esto no, esto es mío, me lo banco meses años años años tantos años…(pág. 65)

Aquel hombre que comenzó a escribir para retrucarle a la novia que me envió un poema, consigue, en medio del encarcelamiento más atroz e infrahumano, alcanzar la libertad. El arte de la escritura se convierte en un camino medicinal para rechazar esa locura tan acechante y enfatiza a la vez, la importancia que cobra la libertad individual de los hombres por momentos olvidada. Todo esto es la reconstrucción de la memoria. En último caso lo que les quiero transmitir [a los estudiantes] es que un hombre es su memoria, que ellos son ellos y no solamente lo que está de su piel para adentro, sino que son ellos y sus compañeros, ellos y sus padres, ellos y sus hermanos, ellos y su perro, ellos y su barrio y su ciudad y su nación y su humanidad.

Pero la libertad es un término amplio. En término filosóficos puede concebirse como la posibilidad de realizar actos por uno mismo. Ese yo narrador encarcelado es libre en tanto logra hacer algo por sí mismo; pero ¿qué? Demasiadas cosas para estar en un mundo de dos por

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dos. Canaliza su dolor mediante la escritura, obteniendo como resultado un testimonio vivo, fragmento de una historia nacional en construcción. Este tema permite establecer en el aula una discusión sobre el entramado de significaciones que encierra en su génesis el término libertad. En el texto de Rosencof, puede percibirse una intuición antropológica a este respecto: la imagen del hombre como constructor de sí mismo, como fuente de la libertad del alma. En la literatura sobran ejemplos de esta índole, y el tratamiento que de estos pueda realizarse, resultaría en extremo enriquecedor en los adolescentes, quienes están en proceso de construcción de sus propios parámetros de libertad. El testimonio de Rosencof -en el que nos traslada mediante relatos a ese mundo sin más que cuatro paredes-, puede ser comparado a la situación del prisionero en el romance español. En este último, la cuita está expresada de modo concentrado en los dieciséis octosílabos, pero connota la misma intensidad de la pena generada por el encarcelamiento del cuerpo. Con

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fines didácticos, puede establecerse un paralelismo entre ambos textos que apunte a la importancia de la libertad para el individuo. El ser humano es libre en tanto es sujeto lúcido de sus actos. El hombre, por naturaleza tiende a buscar la felicidad dentro de los parámetros que la realidad le permite, pero hay dos ejes que atraviesan esta búsqueda y son: el poder vivir más tiempo y de mejor modo. La libertad, en último término, es la posibilidad de elegir lo mejor. Claro que la misma se encuentra, como mencionábamos, condicionada por las realidades de cada individuo en el tiempo presente. El modo de ser espiritual del hombre sólo tiene condicionamiento para el ejercicio de su libertad en la consciencia del sujeto. Es decir, el único modo de que perdamos la libertad del alma es perdiendo la consciencia de ser ejecutores de actos lúcidos. Porque la libertad del modo de ser en el tiempo –es decir, el del cuerpo- está condicionado por diversos factores, como el consumismo, las adicciones y puede estar condicionado por la prisión. Esto conlleva la idea de que en la prisión, Rosencof -en tanto ser consciente de sus actos que puede recogerlos por escrito luego de salir-, es libre. Con esta apreciación no se busca disminuir en lo más mínimo lo infrahumano del encierro ni lo terrible del confinamiento, pero es imprescindible precisar este aspecto para poder desentramar aquello que hizo que el prisionero superara su clausura, a tal punto de que culminada la reclusión, pudo diciembre 2010 - BOLETIN Nº 63 - 31

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retomar su vida con normalidad. Pero esta libertad, una vez recuperada en un mayor nivel –no absoluto, por los condicionamientos que siempre existen- debe ser expresada como modo de romper el silencio y de redimir aquello que no se pudo decir en este período de prohibición. Incomunicación generacional Las cartas que no llegaron permite una lectura de la historia reciente. La segunda guerra mundial y la última dictadura uruguaya son los referentes de los que se sirven los narradores -hay diversas voces enunciadoras- para contar sus anécdotas. Las cartas son el medio en el que estas se presentan. Toda correspondencia implica una forma de comunicación; para el autor, la vida de las personas en este último siglo se ha caracterizado por su ausencia, sobre todo entre padres e hijos. ¿Qué significado tenía una correspondencia, a la que hoy no se le da ningún significado, porque cualquiera te manda un sms o se conecta contigo por mail? Pero antes una carta había que escribirla trabajosamente en un pueblito, como el pueblito de todos nuestros abuelos inmigrantes, de España, de Italia, de Polonia, como mis viejos, porque la escribían trabajosamente, la llevaban desde Belzitse en trineo a Lublin, ahí se metían en sacos de cuero y atravesaban toda Europa en ferrocarril, y de ahí cruzar el océano en barco. Cuando llegaban las cartas era un acontecimiento. Eran cosas que las palpaban, las sentían, las olfateaban. Mi viejo, 32 - BOLETIN Nº 63 - diciembre2010

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cuando llegaba esa carta, decía: «Si ha tardado tanto, puede esperar un poco más. Las cartas se leen los domingos, cuando no se trabaja y se come el puchero de gallina de mamá.

En las cartas que tienen como sitio de enunciación el calabozo, el narrador se sabe víctima de la incomunicación. Pero a esa natural relación de silencios, se le suma la prohibición, el acallamiento, el desencuentro de la cárcel. Esa voz enunciadora está vedada, sus lazos humanos cortados, pero encuentra en la carta el vehículo canalizador de sus emociones. Una frase de la hermana-tía judía lo resume gráficamente: «Si ya no queda nada, uno debe gritar. El silencio es el verdadero crimen de lesa humanidad.» (pág. 29)

El silencio adquiere así una doble significación: · Protesta · Censura Es una forma de protesta ante los opresores y es también una forma de decir cosas. En realidad nunca existe el silencio absoluto; siempre hay alguien diciendo algo. Siempre hay, al menos, una mínima manifestación de que algo se está gestando en el interior de las personas. La censura funciona en la medida en que el escritor se sabe coartado en su libertad de expresión y conoce la constante imposibilidad de que sus textos vean la luz. Esas cartas, dirigidas a su padre, no logran llegar a las manos del destinatario

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y la comunicación entonces se vuelve trunca. Pero como todo proceso comunicativo lleva una condición inherente a su naturaleza: la de querer decir algo. Eso que se intenta decir es lo que no se dijo en el momento preciso, porque las circunstancias no lo propiciaron. Acá hay un problema de incomunicación generacional. Hay muchas cosas que yo le quise decir a mi padre y que nunca pude; y hay muchas cosas que mi padre tenía que haberme contado y no tuvo oportunidad de contarlo. Que [los estudiantes] sepan que cuando se sientan a comer, en vez de prender el televisor y ver todos el programa «que les venga a pelo», pueden conversar y le pueden preguntar: «viejo, ¿en qué cuadro jugabas? ¿Dónde hacías deporte? ¿Cuál fue tu primera novia? .

Este tema permite plantear diversas estrategias de trabajo con los alumnos. Se puede generar un debate sobre los programas que miran con mayor frecuencia, por qué lo hacen y cuántas horas dedican a ello. En caso de que contestaran que no lo hacen y que, en cambio, dedican mayor tiempo a internet -acto aún más individualista– se les podría inquirir sobre por qué lo eligen y si consideran que eso se debe a un problema de incomunicación familiar. Otra dinámica lúdica sería plantear qué temas tratarían en un programa de radio o televisión, y actuarlos en clase; en base a ello, se puede reflexionar el motivo por el cual han elegido estos tópicos, para así saber qué les interesa. Se les

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podría mandar como tarea anotar durante toda una semana cuáles son los media que más utilizan y cuánto tiempo dedican a cada uno; por otra parte, anotar cuánto tiempo dedican a charlar con sus familias, para luego compáralos y en base a esto, generar un foro de discusión en el aula. Puede realizarse un análisis comparativo entre las diversas maneras de entablar un espacio de diálogo que ha habido a través de los tiempos; en esta obra, las cartas son la principal herramienta para ello, pero son un medio que hoy en día ya casi no se utiliza. Como vemos, las formas de encarar el tema son diversas y variadas. Todas ellas apuntan a contraponer el modo en que se llevan a cabo las relaciones interpersonales en la actualidad y en el momento en que se sitúa la narración; por otro lado, se busca lograr una conciencia de la importancia de generar un ambiente de intercambio significativo con el otro. Estos planteos didácticos tienen como finalidad demostrar que la Literatura es de lo que se sirve el autor para entablar un acercamiento con el otro. Dice Rosencof: La escritura es una forma de comunicación, como un programa de radio, como una canción, como un artículo en un diario… Yo me comunico, me expreso… El que lo reciba, que sepa que yo quiero comunicarme con él, para contarle ese pedazo de historia, como le cuento las historias del barrio, como les cuento las historias de la Colonia Echepare, como les cuento las historias de un calabozo… Basta diciembre 2010 - BOLETIN Nº 63 - 33

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con que una de estas pulgas que tiro les pique para que tengan con qué rascarse.

Conclusión. Como hemos demostrado, esta obra de Rosencof permite multiplicidad de análisis, y de metodologías de trabajo. Los alumnos pueden hacer propio este texto, más allá de que las historias que en él se relatan no sean tan cercanas a su realidad y a su época. La universalidad que conlleva el mensaje literario, asegura su trascendencia. El lector re-significa en su propio contexto de lectura los sentimientos que se plasman en la obra. Por tanto, es tarea de los docentes de esta área trasmitir las vivencias que se plasman en este libro, del modo que lo plantea el autor, como historia

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personal, como historia nacional, que es suya, pero que puede ser de todos. Bibliografía utilizada.

Aguaded, I. y Contín, S. Jóvenes, aulas y medios de comunicación. Ed. Ciccus, Bs. As., 2002. Carrier, J. P. Escuela y multimedia. Siglo veintiuno editores, México, 2002. Frankl, V. El hombre en busca de sentido. Herder, Barcelona, 2004. Iser, W. Estética de la recepción. Arco Libros, Madrid, 1987. Jauss, H. Experiencia estética y hermenéutica literaria. Taurus, Madrid, 1992. Mukarowsky, J. La obra literaria como estructura en Problemas de literatura. 1972, Año I, Nº I. Sartre, J. P. El existencialismo es un humanismo. EDHASA, Barcelona, 2007. Rosencof, M. Las cartas que no llegaron. Punto de lectura, Bs. As., 2005.

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