La otra satisfacción

July 8, 2017 | Autor: Carlos G. Picco | Categoría: Jacques Lacan, Sigmund Freud, Psicoanálisis, Aristoteles
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Descripción

La otra satisfacción



Lic. Carlos G. Picco







¿Que intenta cernir Aristóteles? ¿Qué atrapa en sus redes? Se trata de
algo importante. La referencia que hace Lacan a los universales
aristotélicos en el capítulo V del seminario Aun es parte de una relectura
hecha por Lacan de Freud a partir de la cual perfila la llamada última
enseñanza lacaniana. En este capítulo encontramos valiosas elucidaciones
sobre lo que se nombra la cultura, el lazo social, el discurso, la relación
sexual y la sublimación. Intentaremos desglosarlas teniendo en el horizonte
que este retorno a Freud toma por referencia el texto de 1926, Inhibición,
Síntoma y Angustia, desde donde luego Lacan podrá pensar la clínica
borromea, separando definitivamente significante y sentido y posibilitando
la perspectiva del sinthome, que surgirá tres años después. No es la idea
del presente trabajo la de seguir paso a paso el avance de dicha clase,
sino la de introducir lo que refiere aquí en torno a la cultura.

Lacan abre la clase V del seminario Aun con una frase que condensa de
manera enigmática una nueva perspectiva: "Todas las necesidades del ser que
habla están contaminadas por el hecho de estar implicadas en otra
satisfacción –subráyese estas palabras- a la cual pueden faltar." (1981: p.
65)
Encontramos allí cuatro elementos que podemos desglosar y a través de
los cuales tejer un hilo coherente con este momento lacaniano:
'necesidades', 'ser que habla', 'otra satisfacción', y 'a la cual pueden
faltar'.
Lo "necesario" es en la lógica modal que Lacan expone en esta misma
clase como "el goce que haría falta que no fuese (...) Es el correlato de
que no haya relación sexual, y es lo sustancial de la función fálica. (…)
Si no hubiese eso, la cosa andaría mejor" (Lacan, 1981: p. 74) Observamos
que aquí Lacan hace inmediatamente referencia al texto –"retomo ahora a
nivel de texto" dice-, a los escritos, por ser "los únicos instrumentos"
(Lacan, 1981: p. 67) que sirven de vehículo al testimonio. Vamos a ubicar
aquí el estatuto de la letra en el lugar de ese instrumento o escrito que
permite dar testimonio. Vale entonces decir que lo necesario, como lo que
no cesa de escribirse, tiene que ver con la letra y afecta o contamina esa
otra satisfacción que más adelante veremos a que refiere. Podemos decir
además que la función fálica extraida de la frase antes expuesta tiene por
correlato esa otra satisfacción en tanto esa otra satisfacción, ahora
podemos decirlo, también tiene que ver con lo real.
Freud hablará en "Inhibición…" a su vez de un "aumento de la tensión
de necesidad" (1976: p. 130), manera de nombrar el peligro del cual el yo
se protege y a partir del cual se genera la angustia que da lugar a la
represión y luego a la creación del síntoma. Esta referencia nos parece de
importancia pues aquí lo necesario refiere directamente a una ausencia del
Otro –no a su inexistencia, sino a un ausentarse-, a la falta de
satisfacción que viene del Otro o, dicho de otra forma, a la castración en
el Otro que es justamente lo que Lacan ubica como el motor de la angustia
en su seminario referido a dicho tema.
La necesidad refiere elementalmente a la satisfacción pulsional -con
la que carga el síntoma-, que ha renunciando a su autoerotismo, a cerrarse
sobre si misma, y ha pasado a demandar al Otro lo que antes satisfacía por
sí misma, volviéndose esta ahora no una demanda del don, sino una demanda
de amor. Leemos en Miller:


"La demanda de satisfacción de la necesidad no puede sino ir mas allá de
ella misma en la medida en que depende de la respuesta del Otro, de aquel
que tiene, de aquel que está en condiciones de satisfacer las
necesidades. Por lo tanto esta respuesta vale en un primer nivel como la
satisfacción de la necesidad, pero en un tiempo suplementario que debemos
agregar como una especie de génesis estructural, la respuesta del Otro
vale finalmente en cuanto tal como una satisfacción, independientemente
incluso del don de la sustancia que satisface" (Miller, 2008: p. 153).


El "ser que habla" aparece como un viraje respecto del sujeto
barrado, en donde el lenguaje operaba sustrayendo goce a través de la
castración. Se trata aquí de otra cosa, de un ser que goza al hablar, un
cuerpo hablante, pues "un sujeto, como tal, no tiene mucho que ver con el
goce" (Lacan, 1981: p. 64)"
Esa "otra satisfacción" es retoma lo que Freud refiere en varios
capítulos de Inhibición, Síntoma y Angustia como el síntoma. La siguiente
cita resume el desarrollo respecto de la neurosis obsesiva realizado en el
capítulo V de dicho texto, aunque cabe decir que concepto de satisfacción
sintomática como sustituto de la satisfacción pulsional es extensible:

"Ya he descrito la tendencia general de la formación de síntoma en el
caso de la neurosis obsesiva. Consiste en procurar cada vez mayor espacio
para la satisfacción sustitutiva a expensas de la denegación
{frustración}. Estos mismos síntomas que originariamente significaban
limitaciones del yo cobran más tarde, merced a la inclinación del yo por
la síntesis, el carácter de unas satisfacciones, y es innegable que esta
última significación deviene poco apoco la más eficaz. Así, el resultado
de este proceso, que se aproxima cada vez más al total fracaso del afán
defensivo inicial, es un yo extremadamente limitado que se ve obligado a
buscar sus satisfacciones en los síntomas. El desplazamiento de la
relación de fuerzas en favor de la satisfacción puede llevar a un temido
resultado final: la parálisis de la voluntad del yo, quien, para cada
decisión, se encuentra con impulsiones de pareja intensidad de un lado y
del otro. El conflicto hiperintensificado entre ello y superyó, que
gobierna esta afección desde el comienzo mismo, puede extenderse tanto
que ninguno de los desempeños del yo, que se ha vuelto incapaz para la
mediación, se sustraiga de ser englobado en él." (Freud, 1976: p. 112)

Es posible pensar que a partir de esta cita se haya podido estructurar
inicialmente el concepto de sinthome, en tanto identificación al final de
un análisis, satisfacción del yo que no va en contra del síntoma sino que
hace uso de él.
Volviendo a nuestro desarrollo leemos más adelante en el texto de
Freud:

"La formación de síntoma tiene por lo tanto el efectivo resultado de
cancelar la situación de peligro. Posee dos caras; una, que permanece
oculta para nosotros, produce en el ello aquella modificación por medio
de la cual el yo se sustrae del peligro; la otra cara, vuelta hacia
nosotros, nos muestra lo que ella ha creado en remplazo del proceso
pulsional modificado: la formación sustitutiva" (Freud, 1976: p. 137).

Esta otra satisfacción refiere entonces, como ya antes se ha
desarrollado, a la manera en que el yo se encarga de reprimir la pulsión y
la moción pulsional, pero generando al mismo tiempo el síntoma que acarrea
sobre si ese movimiento, esa moción, esa exigencia pulsional de
satisfacción. Ocurre que esta otra satisfacción, el síntoma, conlleva
además un displacer, y esto es el goce.
"A la cual pueden faltar". Las necesidades del ser que habla están
contaminadas por el hecho de estar implicadas en otra satisfacción, que
dicho de otra forma significa según nuestra lectura que la pulsión obtendrá
su satisfacción solo en la medida en que participe del síntoma, pero así y
todo, este acuerdo puede verse comprometido pues dicha satisfacción
pulsional puede complicar la cuestión debido a que acarrea un goce, un
displacer. Interpretamos entonces que este final de la frase –a la cual
pueden faltar-, no quiere decir que la satisfacción pulsional pueda no
estar presente en el síntoma, sino mas bien que lo pone en falta, que lo
carga con un monto negativo, no conveniente.

Es a partir de aquí, entendiendo que la frase arriba desglosada inicia
una clase del seminario Aun importante en lo que refiere a un cierto viraje
en la enseñanza de Jacques Lacan, que podemos plantear ahora como, en
tensión quizás con Aristóteles, el analista francés está pensando a Freud.
Retomamos una cita de Lacan antes expuesta a medias: "ese terreno, del que
Freud hizo su campo, era visto por otros antes que él (…) ese terreno no es
pensable sino gracias a los instrumentos con que se opera (…) los únicos
instrumentos que sirven de vehículo al testimonio son escritos." (Lacan,
1981: p. 67).
Entendemos a partir de aquí dos cuestiones con las que finalizaremos.
En primer lugar que este terreno del que Freud hace su campo ha sido ya
visualizado y elaborado por otros, entre ellos Aristóteles. Lacan refiere,
a partir de la Ética a Nicómano, que el filósofo griego al hacer la
pregunta por el placer se dirige al goce, estableciendo además que este no
puede tener que ver con las necesidades pues ellas son movimiento y en el
centro de todo para Aristóteles está el motor inmóvil, en donde ubica el
placer/goce. Sin embargo, para Freud, el placer, el principio del placer,
es el movimiento: la excitación que provoca un evadirse de ella en busca de
la homeostasis. Volviendo a la lectura que de Aristóteles hace Lacan,
respecto del placer/goce dirá además que, si bien no está en el movimiento
propio de las necesidades, si se lo puede ubicar en una actividad: ver,
oler, oir. Esto es planteado a esta altura del seminario para preparar el
campo a la tabla de la sexuación con la que abre la clase VII,
especialmente lo que refiere a la función del objeto para el lado macho, el
fantasma.
Podemos decir entonces, para concluir este primer punto, que Lacan
lee en Aristóteles lo que sería el lado macho de la tabla, la manera en que
el sujeto barrado que se ubica a partir de la ley del falo goza mediante
los pequeños objetos con los que cree es representado el Otro.
En segundo término ubicamos entonces a Freud en lo que atañe al campo
vislumbrado de antemano por otros, en este caso Aristóteles, y que sin
embargo es elaborado hasta cierto límite, pues será lo planteado respecto
del motor inmóvil, ese Otro aristotélico, o las actividades de placer
–ver, oler, oir: objetos de goce-, e incluso los universales de la ética,
maneras de suturar la falta.
Vale hacer aquí un breve paréntesis para diferenciar cultura y
discurso, en tanto el segundo es el discurso social, la manera en la que
"como una plaga" se distribuyen los significantes con los que nos
entendemos, con los que funcionamos como sociedad. Según Miller se trata de
rutina, de repetición, de ejercicio insistente de los significantes
acordados socialmente, independientemente del significado. Cultura en
cambio refiere a "la forma, el depósito superpuesto, aluvial, de todo lo
que sirvió de discurso para que uno pueda orientarse" (Miller, 2008: p.
166). Al respecto Lacan aclara, la cultura en tanto algo distinto de la
sociedad no existe; solo hay discurso, que no es otra cosa que la manera en
que el lenguaje se sitúa y se imprime.
Entonces, decir cultura refiere a una sociedad que ya no existe y que
es nombrada así por otra posterior, que además no participa de los
significantes con los que la primera hacía discurso -esto permita quizás
pensar la insistencia de Lacan en ir al texto aristotélico original y no a
su traducción al francés-. Se trata de captar esa función significante
hasta donde se puede, la manera en que hay allí un goce que bulle.
Volvemos ahora al desarrollo anterior. ¿Qué atrapa Aristóteles en sus
redes? Posiblemente allá vislumbrado en el horizonte que no hay relación
sexual, pero inmediatamente opone una ética que hace de velo, pues
entendemos finalmente que los universales, así como el lazo social –y esto
es quizás lo que motivaba al filósofo griego, hacer sociedad, el bien mayor-
, son fundamentalmente formas de taponarla. "A partir del momento en que
(…) lenguaje y goce van a la par, o que el significante es la causa del
goce, (…) Lacan dice que la otra satisfacción se puede ubicar porque surge
de los universales. (…) A falta del goce de la relación sexual, tenemos el
goce de los universales, el goce de la comunicación, el goce comunitario,
el goce grupal (…) Esto es del orden del goce sublimatorio y por tanto
cesa" (Miller, 2008: p. 168).
Creemos que Freud supo vislumbrar a qué venían estos universales, lo
que manaba entre líneas, la satisfacción en juego, y sin embargo, no
dejarse seducir por la tentación de contribuir al discurso social, a una
moral del bien. Pero además se puede aquí decir que, retomando esta breve
reseña a la teoría lacaniana de la cultura, es el mismo Freud el que a
partir de ciertos textos ni siquiera se queda con su propio discurso, el
que refería al desciframiento del síntoma y al sentido, sino que va más
allá, al encuentro con lo real, con el otro goce. Es esto lo que ha
motivado el presente trabajo y lo que sostenemos como el retorno de Lacan
que abre a lo que será luego su última enseñanza.

Bibliografía

Delgado Osvaldo L.: (2012) "La aptitud de Psicoanalista". Eudeba.
Buenos Aires.
Delgado Osvaldo L.: (2013) Huellas Freudianas en la conceptualización
lacaniana de lo real. (Inédito)
Delgado Osvaldo L.: (2013) Sobre los "restos sintomáticos". (Inédito)
Freud, S.: (1925-1926) Inhibición, Síntoma y Angustia. En Obras
Completas, Tomo XX. Amorrortu Editores: Buenos Aires, 1976
Lacan, J. (1972 - 1973) Seminario 20: Aun, Buenos Aires: Paidós, 1981
Lacan, J. (1976) Seminario 23: El Sinthome, Buenos Aires: Paidós, 2009
Miller, J-A. (2008) El partenaire-síntoma, Buenos Aires: Paidós.
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