La oposición partidaria en el medio de un dilema: ¿Es posible concebir una coalición opositora en la Argentina actual?

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Descripción

“Ponencia presentada para el XI Congreso de Ciencia Política, organizado por la Sociedad Argentina de Análisis Político y la Universidad Nacional de Entre Ríos, Paraná, 17 al 20 de Julio de 2013”

La oposición partidaria en el medio de un dilema: ¿Es posible concebir una coalición opositora en la Argentina actual?

Autores: Guevara, Mauro – Universidad de Buenos Aires ([email protected]) Abiuso, Federico Luis – Universidad de Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Gino Germani ([email protected])

Resumen Hoy en día asistiríamos a una época en la que existe un vacío en el juego político opositor. Consideramos que esto se debe a su incapacidad de tejer alianzas y por ende, de formar coaliciones. Dentro de este contexto, el presente escrito buscará echar un poco de luz sobre la inhabilidad del sistema político de formar coaliciones coherentes y cohesionadas que disputen electoralmente a una primacía dominante, como es el caso del Justicialismo. En este sentido, el objetivo es establecer las causas, históricamente constituidas, de la incapacidad del sistema político argentino de generar coaliciones.

Abstract

Nowadays, we attended to a period in which exist an empty on the opposition in political game. We consider that this is due to its inability to forge alliances and thus, to do coalitions. Within this context, present work tries to throw some light about the inability of the 1

politic system in the creation of coherent and cohesive coalitions that dispute a primacy electorally dominant, such as the Justicialismo. In this sense, the aim is to establish the causes, historically constituted, of the Argentine political system's inability to generate coalitions.

Introducción

La ruptura del 2001 generó una crisis político institucional en la Argentina que se vio reflejada por el debilitamiento a nivel nacional del histórico opositor al peronismo: el partido radical. Además, produjó la fragmentación, a nivel metropolitano, de terceras o cuartas fuerzas que, sin embargo, son débiles o inexistentes a nivel nacional. Es decir, surge lo que Sartori denominaría un sistema multipartidario en las grandes ciudades, pero que no se condice en el resto del país. Por otra parte, el Partido Justicialista se consolida como hegemónico en la mayoría de las provincias consideradas como periféricas1, a partir de la utilización en beneficio propio, de reglas electorales distorsivas en beneficio de los partidos mayoritarios. En ese sentido, el Justicialismo no sale tan deteriorado de la crisis de principios de milenio, como pudo verse en las presidenciales del 2003 en donde los dos candidatos que llegan al ballotage, Menem y Kirchner, son peronistas y contienen más del 40% del total de votos. Por tanto, observamos la consolidación a nivel nacional del peronismo como partido dominante ayudado, principalmente, por la debilidad del histórico opositor y la falta de proyección nacional de las terceras fuerzas metropolitanas, así como también de un sistema electoral que es propiamente distorsivo para con las minorías. Sin embargo, queremos entender el porqué del no surgimiento de una oposición articulada frente a un poder dominante en un contexto que, si bien es de fragmentación y falta de liderazgos nacionales, la lógica indicaría que una coalición sería una buena forma de desplazar al peronismo o de, al menos, quitarle cierta primacía electoral en la vida política argentina. De todas formas, deberemos hacer alguna salvedad con respecto al sistema presidencialista, el cual para muchos autores de la ciencia política como Mainwaring 1

Entendemos por provincias centrales a aquellas conformadas por Buenos Aires, la Ciudad Autónoma de Bs. As., Santa Fe y Córdoba, aquellas que más aportan al Tesoro Nacional y que, por una cuestión de condensación poblacional, presentan los distritos más grandes. Por su parte, clasificamos a las provincias periféricas a Formosa, Chaco, Santiago del Estero, La Rioja, tanto por su bajo aporte económico, como por su pequeño distrito electoral.

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(1995), desincentiva a las coaliciones por la indivisibilidad del cargo del ejecutivo. Asimismo, señalaremos las características propias del presidencialismo argentino, el cual es considerado como uno de los más fuertes de América Latina. Bajo nuestra propuesta, entendemos a los partidos políticos como actores racionales que, por un lado, persiguen el objetivo de ganar elecciones de manera de llevar adelante sus políticas de gobierno y, por el otro, buscan mantenerse en el poder una vez logrado de modo de repartir cargos entre sus correligionarios. Así, inmersos en un mundo institucional que los condiciona, incentivando determinadas estrategias y desincentivando otras, creemos que buscarán cumplir, de la manera más eficiente, el objetivo de ganar elecciones y perpetuarse en el poder. Siguiendo esta línea de pensamiento, establecemos por otro lado, que el Partido Justicialista lleva adelante una política de ¨divide y vencerás¨ en donde aprovecha el contexto de fragmentación para formar coaliciones, ya sean de centro derecha o de centro izquierda, con distintos partidos metropolitanos o provinciales, de manera de, no sólo convertirse en hegemónico en el Congreso e imponer su agenda, sino de desarticular una ya golpeada oposición. Supone lo que se considera como una política transversal, cuyos orígenes se pueden vislumbrar con Menem y su coalición de centro derecha para la implementación de políticas neoliberales y, que presenta una continuación con el kirchnerismo tanto en la cooptación de actores políticos (como gobernadores radicales), como extra políticos (como las abuelas y madres de plaza de Mayo) (Zelaznik: 2011). Por tanto, nuestro trabajo presentará varias aristas que incluyen, por un lado, una descripción detallada sobre el sistema presidencialista que tenemos, para de esta manera entender las reglas de juego con las que interactúan los actores. Por otro lado, estableceremos el contexto en el cual se encuentra inmersa la lucha partidaria actualmente, sobre todo luego de la crisis del 2001, que significó una reconfiguración del sistema. Luego, trataremos de trazar algunas similitudes y diferencias con el sistema existente en épocas de conformación de la Alianza de manera de entender los incentivos o desincentivos que nuestro sistema político brinda a la formación de coaliciones opositoras. Por último, buscaremos relacionar nuestro sistema, a partir del paraguas teórico de la teoría de coaliciones de Chasquetti aunque, con cierto recaudo ya que como lo que el autor busca es establecer tipos ideales, la teoría debe adaptarse a la práctica y no a la inversa.

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De esta manera, se tratará de responder a la pregunta que nos llevó a realizar la presente investigación: ¿por qué fracasan las coaliciones opositoras en la Argentina? En ese sentido, planteamos que la fragmentación del sistema de partidos en las principales ciudades y la reclusión de los partidos políticos al nivel local, permite al justicialismo cooptar distintas partes de la oposición en función a sus intereses, y desechar otras, dejando así a la oposición inhabilitada para la conformación de alternativas que disputen el dominio peronista. Por otro lado, hay que señalar que se acentúa un proceso que, Calvo y Escolar (2005) denominan de desnacionalización y territorialización de la política argentina. Esto recluye a los partidos políticos al nivel local, en donde el justicialismo se fortalece y el radicalismo, si bien debilitado, se conforma como segunda fuerza electoral. De todos modos, la falta de liderazgos en la oposición a nivel nacional genera una anomia que impide la consolidación de propuestas alternativas cohesivas al kirchnerismo. En ese sentido, señalamos que otra de las causas de la hegemonía peronista es la debilidad radical a nivel nacional, así como también la imposibilidad de la institucionalización de terceras fuerzas más allá de los centros urbanos producto de la sobre representación del sistema electoral. Si además, a eso le sumamos el creciente centralismo que se produjo con el kirchnerismo a nivel nacional, en donde la repartición discrecional de fondos y la refinanciación de las deudas provinciales es utilizado para disciplinar a los gobernadores ya sean oficialistas u opositores, nos encontramos con que la oposición fragmentada se encuentra inmersa en un dilema del prisionero en donde la estrategia sub-óptima sería la cooperación con el kirchnerismo, más allá de las posibilidades ideales de formar una coalición mayoritaria que reconfigure el sistema de partido

dominante.

Por

tanto,

como

desarrollaremos

a

continuación,

los

condicionamientos externos a los partidos y su propia racionalidad, van a atentar contra la formación de coaliciones en la Argentina.

1. Un caso de Presidencialismo fuerte La Constitución Nacional Argentina establece un sistema representativo, republicano y federal. Esto es, establece un tipo de democracia presidencialista en donde los representantes son elegidos por voto secreto y obligatorio a partir de elecciones universales. El poder se encuentra dividido en tres, Poder Ejecutivo,

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Legislativo y Judicial. Por último, las provincias son libres de sancionar su propia constitución en tanto y en cuanto esta no vaya en contra de la Constitución Nacional. Como todo presidencialismo, el electorado legitima a dos actores: el ejecutivo que, a través de la figura del presidente y vicepresidente, se convierte en jefe de gobierno y de estado, y el legislativo o Congreso que, en nuestro caso, es bicameral y compuesto por dos cámaras: una de diputados y otra de senadores. Ambas cámaras, poseen dos mecanismos de elección diferentes ya que, constitucionalmente, representan diferente. La primera representa al pueblo, por lo que el sistema de elección es proporcional siguiendo la fórmula d´hont2. La segunda, a las provincias a través de una elección por mayoría simple, en donde son asignados dos senadores por el partido vencedor y uno a la primera minoría. Como se podrá ver, el número de bancas en diputados a distribuir varía en función a la cantidad de votantes que tenga un distrito. Sin embargo, en las provincias menos pobladas con el fin de evitar una primacía de los centros urbanos, se estableció un mínimo de diputados que, como veremos más adelante, sobredimensiona a dichos distritos.3 Por otro lado, el número de senadores es fijo, es decir, un total de tres por provincia o distrito electoral. El ejecutivo nacional es elegido directamente por la ciudadanía y se consagra aquel candidato que obtenga más del 45% de los votos o una cifra menor con una diferencia de 10 puntos por encima del segundo. En caso contrario, se recurrirá a una segunda vuelta con el segundo más votado. Si bien la característica intrínseca de todo presidencialismo estriba en la separación de poderes, la realidad práctica representa otra cosa. Argentina es

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Es un sistema minoritario de representación proporcional donde se trata de encontrar un cociente para

determinar la cantidad de bancas por cantidad de votos, se mide en porcentaje. Para ello hay que, primero determinar la cantidad de cargos a distribuir, la cantidad de partidos y la cantidad de votos que sacó cada partido. Los votos serán divididos por 1, 2, 3, 4 o en función a la cantidad de cargos a llenar. Para determinar el cociente, se toma la cifra menor que dividirá a los x cantidad de números mayores dependiendo de la cantidad de cargos. 3

Como la población en la Argentina no se distribuye de manera homogénea, existen provincias

escasamente pobladas, para las cuales, se establece un mínimo de 5 diputados que sobredimensiona su representación en el Congreso si las comparamos con aquellas provincias más grandes. Esto se produce debido a que se necesitan más votos, en proporción, para obtener una banca en las provincias más pobladas.

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considerada como un presidencialismo fuerte (Negretto 2002; Bonvecchi & Zelaznik: 2012), es decir, el presidente tiene grandes atribuciones que le permiten crear una modificación directa en el status quo a partir de diversos poderes delegados. Posee lo que se entiende como atribuciones legislativas. Es decir, instrumentos que permiten llevar a cabo su gestión sancionando leyes, los cuales son proactivos o reactivos. ¨El régimen presidencial argentino confiere al Poder Ejecutivo la capacidad para legislar de manera unilateral a través de decretos. Esta capacidad (…) ha sido utilizada de manera tan reiterada en la actual etapa democrática que ha devenido en una herramienta ordinaria de toma de decisiones ¨4. En la Argentina, existen cuatro tipos de decretos: autónomos, reglamentarios, delegados y de necesidad y urgencia. Los decretos autónomos le permiten al presidente regular las materias propias de la rama ejecutiva, pero no le proveen la capacidad de injerencia legislativa. Por otro lado, los decretos reglamentarios son aquellos mediante los cuales se implementa la legislación sancionada por el Congreso y se encuentran establecidos en el artículo 99 inciso 2 de la Constitución. Si bien la influencia en la creación normativa es baja, representa un instrumento de poder reactivo importante ya que es el Presidente en última instancia quien decide cuáles leyes entran en vigencia y cuáles no, pudiendo retrasar su sanción al reenviarlas con modificaciones parciales al Congreso. Los decretos delegados, como su nombre lo indican, permiten al Presidente crear leyes siempre y cuando el Congreso lo haya habilitado para ello. Está establecido en el artículo 76 en el cual responsabiliza al congreso por la estipulación del plazo y la materia sobre la cual se delega. Por último, los decretos de necesidad y urgencia son los que le permiten al presidente la modificación del status quo sin la necesidad de la delegación previa del congreso. Si bien el decreto debe pasar por el Congreso, la reglamentación para su aprobación es tácita, lo que significa que el decreto conservará su validez a menos que el Legislativo vote en contra. Asimismo, se requiere una mayoría especial de 2/3 de legisladores presentes en cada cámara para poder vetar el decreto, en otras palabras, el presidente necesita únicamente del apoyo de 1/3 de los legisladores de alguna de las dos cámaras para sostener el decreto (Bonvecchi & Zelaznik: 2012). Los DNUs fueron incorporados a la letra constitucional a partir de la reforma de 1994, haciendo del presidencialismo argentino uno particularmente 4

Bonvecchi, Alejandro & Zelaznik, Javier ¨El impacto del Poder de Decreto Presidencial sobre el

Comportamiento Legislativo¨, pág 01. Febrero 2012

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poderoso. En ese sentido, la relación que existe entre el Poder ejecutivo y legislativo es lo que Mainwaring y Shugart denominarían de potencialmente dominante. (Negretto: 2002) 2. Sistema partidario La crisis económico, político, institucional del 2001 no sólo produjo el fin del gobierno de la Alianza, sino que reconfiguró el sistema de partidos al llevarlo a una progresiva territorialización y fragmentación. Es decir, se gestó un proceso por el cual el comportamiento de los partidos políticos y sus votantes se vuelve más distintivamente local (Calvo & Escolar: 2005) En ese contexto, el antiguo bipartidismo radicaljusticialista se rompe y se fragmenta, como se vio en las elecciones del 2003 con la gran cantidad de candidatos antiguamente radicales o peronistas (ver anexo cuadro 1). Sin embargo, la debilidad a nivel nacional de la UCR no se va a superar a diferencia de lo que sucede con el peronismo que se renueva, primero en Néstor Kirchner y en Cristina Fernández, después. Además, este contexto de crisis facilitó el surgimiento de nuevos partidos políticos, así como nuevas prácticas de identificación y movilización política. Por tanto, nos encontramos con un sistema en donde el justicialismo se consolida como partido dominante producto más que nada de la crisis radical y la poca proyección de las nuevas fuerzas políticas a nivel nacional. De todas formas, si bien el bipartidismo a nivel nacional finaliza, el fenómeno no es replicado a nivel local y, en consecuencia, sistemas de partidos altamente fragmentados como el de la Capital Federal, contrasta con otros de partido hegemónico como La Rioja y Neuquén. En ese sentido, para entender el sistema partidario actual debemos, en primer lugar, ver los re acomodamientos que se produjeron a nivel provincial y al interior del peronismo. En segundo lugar, debemos explicar la debacle radical a nivel nacional, así como también, el surgimiento de las nuevas fuerzas menores que comienzan a surcar el cielo político metropolitano. Por último, debemos hacer referencia al sistema electoral para terminar de comprender el reacomodo partidario. 2.1 Ocaso radical Como dijimos, la crisis del 2001 supuso la salida anticipada de la Alianza y, consigo, el declive pronunciado del radicalismo que se divide y fragmenta en múltiples

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partidos.5 Sin embargo, la debacle no sólo puede ser entendida a partir de la mala gestión y la falta de alternativa a la convertibilidad, sino que formaba parte de un proceso que venía produciéndose al interior del partido. Desde este punto de vista, son dos los cambios que se producen y que afectan su competitividad, el primero en el orden externo al partido y el segundo, a nivel interno. El cambio en el orden externo lo representa la salida de un presidencialismo de mayoría simple que existía en la Argentina entre 1916 y 1966, el cual aglutinaba la oferta de los partidos y desincentivaba la creación de aparatos distritales sin respaldo popular. Esto habilitaba a un buen funcionamiento de los partidos de gobierno y da cuenta de por qué las escisiones radicales se producían en las elecciones a diputados únicamente (Carrizo: 2011). Por otro lado, hacia 1995 se producen una serie de reformas al interior de la estructura partidaria en la competencia por los cargos jerárquicos y electivos. De esta manera, se modifica el sistema previo de mayorías, por un sistema proporcional con un bajo umbral electoral que acentúa un excesivo federalismo. Entonces, la conformación de la Convención Nacional del partido va a ser un reflejo fiel del electorado que, por cuestiones demográficas, se encuentra localizado en las áreas metropolitanas, generando un predominio de ellas por sobre el interior y, por ende un fuerte centralismo en el partido radical. El retorno a la competencia democrática trae consigo un presidencialismo que al no ser más por mayoría simple, tiende a dividir y a estimular los aparatos distritales. Si bien su efecto se vio reducido por el liderazgo de Alfonsín a comienzos de la década del ´80, luego de la pérdida de credibilidad del mismo, aparece una carencia en el desarrollo de liderazgos nacionales y, consigo, de renovación. Como dice Malamud, el liderazgo se renueva con la muerte del líder convirtiéndolo en un partido fuertemente conservador. De esta manera, la gran sobre representación de los centros metropolitanos, principalmente Capital Federal y Buenos Aires, acentúan la división entre el liderazgo del partido y el liderazgo electoral ya que la conducción del partido no refleja las preferencias del electorado al premiar, dicho sistema, a las minorías no competitivas. Como señaláramos ocasionalmente, el surgimiento de terceras fuerzas en las ciudades metropolitanas va a devorar la oferta electoral del radicalismo, marginándolo del electorado de clase media antiperonista. 5

Como evidencia el cuadro 1, en las elecciones presidenciales del 2003, se presentaron, además de la UCR que a nivel nacional saca algo más que el 2%, dos fuerzas nuevas del riñón radical, el ARI de Elisa Carrió y RECREAR de Ricardo López Murphy

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De todas formas, se afirma que ¨cuando falla el liderazgo metropolitano, el partido parece desmembrarse en espasmos autonómicos, los caudillos provinciales (…) eficaces preservadores del partido en tiempos difíciles¨6. Es decir, la falta de liderazgos nacionales no quita que existan en las provincias, caudillos radicales consolidados y beneficiados tanto por la persistencia de identidades no peronistas, como por la existencia de reglas electorales que sobre dimensionan al partido. Así, la existencia de un sistema proporcional de distritos de pequeña magnitud y la sobrerrepresentación de provincias pequeñas, limitan a las terceras fuerzas y favorece a la periferia con respecto a los centros urbanos. (Malamud: 2011) Por lo tanto, la caída radical en las grandes ciudades se ve amortiguada por su gran aparato provincial, en donde la oferta partidaria es más limitada por causa de un sistema electoral camufladamente mayoritario. Sin embargo, los límites institucionales internos del partido limitan el surgimiento de liderazgos nacionales que unan a las diferentes provincias, incentivando la autonomía partidaria en las provincias y distritos. 2.2Peronismo y readaptación El partido Justicialista sufre una transformación en 1983 que, no sólo destronará a la vieja guardia, sino que abrirá las puertas a un nuevo tipo de dirigencia dominada por máquinas territoriales (Levitsky: 2003). Se crea un Consejo Nacional Ejecutivo que es elegido en forma directa, por mayoría simple y a distrito único, en donde las minorías se encuentran representadas sólo si consiguen, al menos, el 25% de los votos. Por otro lado, el ala legislativa del Consejo Nacional, se encuentra representada por tres delegados por provincia y, también, por un representante cada 5000 afiliados. Así, la representación federal queda neutralizada en una base de representantes por cantidad de afiliados. Sin embargo, el partido pese a la reforma, no está libre de aspectos informales, entre los que se encuentra la estrategia de ¨ir por afuera¨ del Consejo Nacional, lo que reequilibra lo formal en la modificación de la ecuación electoral (Carrizo: 20011). Es decir, la disidencia en la carrera presidencial o para cargos electivos a nivel provincial, no consolida una fragmentación que divide sino, una que unifica al permitir que, a partir de la medición de fuerzas, se produzca un nuevo equilibrio en la conducción, lo que 6

Malamud, Andrés ¨Ni mucho gobierno de la opinión ni tanto regreso de la voluntad: Bipartidismo

Recargado¨ en La política en tiempos de los Kirchner. Ed. Eudeba. Buenos Aires, 2011.

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pareciera demostrar la máxima de que ¨el que gana conduce, el que pierde acompaña¨. Así, la flexibilidad adaptativa del peronismo se manifiesta en sus procesos de nominación de candidatos e ingeniería electoral (Mustapic: 2002), lo que lo vuelve un partido mucho más apto para la producción de liderazgos nacionales cada cuatro años, a diferencia del radicalismo. De todas formas, la crisis del 2001 no fue ajena al partido a nivel nacional y requirió de un tiempo para su reconfiguración. En ese sentido, se utilizó a la elección nacional para presidente del 2003 para la consolidación de un liderazgo, a partir de la competencia por el puesto entre tres candidatos peronistas: Menem, Rodríguez Saá y un candidato duhaldista: Kirchner. El triunfo de Néstor Kirchner de la mano de Duhalde obligó a una pugna al interior de manera de disputarle, al ex presidente, la primacía del partido a nivel nacional. Si bien la dirigencia del partido era sacudida por una fuerte interna, la situación a nivel provincial se mantuvo relativamente estable para las gobernaciones peronistas. Ello puede ser entendido primero, por un mecanismo electoral: la ley de lemas7, que fue puesta en práctica a partir de fines de la década del 80 en nueve provincias y limitó la fragmentación del voto peronista a la vez que incentivaba la proliferación de agrupaciones y de máquinas partidarias locales (De Riz: 1992). Entonces, la modificación en la estructura de los distritos electorales, permitió la consolidación de fuertes liderazgos provinciales peronistas que afirmaron su poder político al otorgarles

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De acuerdo a la Ley de lemas, cada partido o coalición es un lema, cada lema puede tener varios sub-

lemas (listas de candidaturas de candidatos agrupados en torno al lema pero con énfasis políticos diferentes del partido/lema o con una organización propia dentro del partido/lema). En las elecciones funciona de la siguiente forma: Se presentan candidaturas de los sublemas agrupados en torno a un lema. Los electores escogen la lista de candidatos (sublema) de su preferencia. En el conteo de votos se suma todas las preferencias de los sublemas al lema en torno al cual están agrupados. Dependiendo del número de cargos a llenar: Plurinominal (por ejemplo elección de legisladores en distritos con 2 o más escaños por llenar). Se usa un sistema proporcional. Se asigna los cargos según la cantidad de votos de los lemas y posteriormente dentro de cada lema se asigna a cada sublema los correspondientes cupos según su representatividad; Uninominal (elección de una sola autoridad o cargo por ejemplo Presidente o Gobernador). Se declara ganador, por mayoritaria simple, el lema más votado. Al interior del lema ganador es electo el sublema más votado. En Argentina funcionaron en Formosa, Chubut, Jujuy, La Rioja, Misiones, Rio Negro, Salta, San Luis, Santa Cruz, Santa Fe (hasta 2003), Santiago del Estero (hasta 2005) y Tucumán. Disponible en http://es.wikipedia.org/wiki/Doble_voto_simult%C3%A1neo

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un mayor control sobre las legislaturas provinciales. Todo ello, sumado a la estrategia de desdoblar las listas provinciales con las elecciones nacionales, acentúa la provincialidad de la elección al eliminar el efecto mayoritario ¨de arrastre¨ 8 que genera una elección con candidato nacional. Así es como se logró una mayor discreción en la sanción de leyes provinciales y distribución de recursos fiscales, lo que aportó a la consolidación de los aparatos políticos locales y a familias como los Saá, Insfrán, Kirchner o Juárez. Así, vemos cómo las disposiciones políticas provinciales peronistas permanecen estables en lo que va de la década del 90 y, particularmente, en el período de la crisis y post crisis, a diferencia de lo que sucede a nivel nacional. De todas formas, observamos que la reconfiguración del partido se produjo relativamente rápido tras la elección nacional del 2003 y, la mayoría del aparato luego del desplazamiento de Duhalde, no tardó en alinearse al gran vencedor de la contienda: Néstor Kirchner. Vemos cómo, el arraigo social que permite a mucha gente ser peronista en lugar de simplemente votar por el peronismo, combinado a un notable grado de flexibilidad institucional, resulta de una fórmula exitosa para adaptarse a tiempos difíciles (Ostiguy: 1998).9 3. Sistema electoral Si bien hicimos algunas referencias al sistema electoral, es necesario darle un marco apropiado y en conjunto para explicitar de manera más clara los efectos que nuestro sistema genera sobre el sistema de partidos. Existen en la argentina tres mecanismos distintos de transformación de votos en escaños, en función de que existen tres tipos de elecciones: a diputados, senadores y presidente y vice. Ambos, diputados y senadores, conforman las dos cámaras del Poder Legislativo. Constitucionalmente, los diputados son los representantes de la ciudadanía, por lo que son elegidos de manera proporcional a partir del mecanismo d´hont, siendo cada provincia un distrito. Si bien la fórmula es un diputado cada 66 mil habitantes, existe un mínimo de cinco diputados por 8

Entendemos por arrastre electoral, el efecto que produce la simultaneidad de las elecciones

presidenciales o legislativas a nivel nacional, con las provinciales, en donde el candidato nacional lleva consigo o ¨arrastra¨ por su imagen más integradora una mayor cantidad de votos. Por ello, cuando existen candidatos muy convocantes a nivel nacional, la estrategia de los oficialismos provincias que buscan primar sus cuadros es desdoblar las elecciones. (Mainwaring & Thibaut: 2004) 9

También en el cuadro 2 del anexo puede verse la gran primacía justicialista a nivel provincial, aún a

pesar de la crisis del 2001.

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provincia o distrito que sea demográficamente pobre. Así, en aras de que no exista una primacía de los centros más populosos, se produce una sobredimensión de las provincias más escasamente pobladas. A la vez, el hecho de que la magnitud del distrito10 sea relativamente pequeña, no hace otra cosa que beneficiar a los partidos más grandes. Por otro lado, los senadores son constitucionalmente, los representantes de las provincias en el Congreso. De esta forma y a partir de la reforma de 1994, cada provincia envía tres senadores al Congreso que son electos por mayoría simple, en donde dos son miembros del partido mayoritario y uno de la minoría. Como su esencia es representar a las provincias, el efecto de sobrerrepresentación en este caso es buscado. Pero, dicho efecto es aprovechado por los grandes partidos provinciales, en su mayoría el PJ y el Radical, más allá del surgimiento de partidos independientes provinciales por causa de la magnitud distrital.11 Entonces, en el momento de la representación legislativa, vemos que el peso de las provincias más periféricas y escasamente pobladas como Tierra del Fuego, Chubut, Formosa o Santa Cruz es, si bien menor en Diputados, igual en el Senado en comparación con los grandes centros urbanos. Paralelamente, la gran magnitud de distritos densamente poblados como Buenos Aires, Santa Fe o Córdoba posibilitan el surgimiento de terceras fuerzas políticas que, sin embargo, no poseen trascendencia nacional debido al poco alcance de sus aparatos. Por otro lado, que la magnitud de los distritos sea, en la mayoría de las provincias pequeña, les complica aún más el panorama de desafío a los grandes aparatos consolidados del PJ y la UCR. De este modo, se favorece a la periferia respecto a los centros urbanos, al peronismo respecto del radicalismo, y al peronismo y al radicalismo por encima de terceras fuerzas. En ese sentido, como dice Andrés Malamud, la democracia argentina es un cementerio de nuevos partidos, ya que solamente dos aparatos están en condiciones de garantizar una efectiva contabilización de votos a nivel país (Malamud: 2011). Empero, ello no quiere decir que dichos aparatos sean cohesionados ni mucho menos centralizados. El 10

La magnitud del distrito está medida en función a la cantidad de bancas que se ponen en juego por

distrito, un distrito va a ser más grande cuantas más bancas se pongan en juego en las elecciones. Por ello, cuantas menos bancas haya en juego más beneficia a los partidos mayoritarios a pesar de que la representación sea proporcional. (Sartori: 2002) 11

Si vemos el cuadro 2 con los últimos resultados electorales de provincias periféricas como Chaco, La

Rioja o Formosa, entendemos que electoralmente, no hay lugar para partidos por fuera de las dos estructuras partidarias más grandes del país.

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fenómeno que se viene acentuando en el sistema de partidos es el de una fuerte territorialización y provincialización, en donde la base del poder político partidario se traslada al ámbito local provincial. Las elecciones presidenciales por su parte, requieren de una mayoría especial, esto es, requieren que el ganador obtenga más del 45% de los votos o una diferencia no menor al 10% con su principal perseguidor. Caso contrario, se incurrirá en un ballotage o segunda vuelta entre los dos candidatos más votados. Si bien lo que se buscaba con la inclusión del ballotage era el incentivo a la formación de coaliciones, esto no se logra, incentivando en su lugar, la fragmentación partidaria tras la desaparición de la Alianza a fines de 2001. Asimismo, la utilización de una doble vuelta en la elección presidencial tuvo como consecuencia que las elecciones legislativas concurrentes con la primera vuelta, indujeran una mayor fragmentación legislativa, desnudando el peso político de los caudillos territoriales (Calvo & Escolar: 2005). Hay que señalar que, así como crece la fragmentación política, también crece la dispersión en el caudal de votos obtenidos por un mismo partido en las distintas provincias. En otras palabras, se produce un proceso conocido como desnacionalización del sistema de partidos (Jones & Mainwaring, 2003), en donde aumenta la volatilidad regional12, lo que brinda incentivos para que las distintas provincias administren los efectos de la competencia nacional. Sin embargo, la sobrerrepresentación de las provincias periféricas en el nivel legislativo genera que en ambas cámaras el sistema se mantenga más estable. Esto puede ser entendido ya que la crisis de representación que sumerge al sistema en una gran fragmentación, es producida en las provincias más importantes a nivel de escaños, como son la de Buenos Aires y Capital Federal. Por tanto, la inestabilidad de los partidos, principalmente la UCR, no se vislumbra en las provincias periféricas, permaneciendo el juego político relativamente estable. ¨En los últimos veinte años, el sistema político argentino se ha vuelto considerablemente más competitivo. Esta mayor competitividad, sin embargo, no se ha distribuido de manera homogénea a lo largo del territorio. Una mayor fragmentación electoral se ha visto acompañada por una creciente territorialización del voto, la cual ha generado grandes 12

Entendemos por volatilidad regional lo que Calvo & Escolar denominan como la diferencia media entre

los votos obtenidos por un partido en cada provincia y en el total del país. Allí, las diferencias esperadas respecto de cada provincia se encontrarán alrededor del 30%. Calvo & Escolar ¨La nueva política de partidos en la Argentina¨. Cap. 3. Pág. 89-92. Año 2005

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distorsiones en el sistema electoral y grandes sesgos partidarios en la asignación de bancas.¨13

3.1Territorialización del Sistema La territorialización del sistema de partidos la podemos entender a partir de una creciente diferenciación del voto en las distintas provincias, esto es volatilidad regional, una mayor diferenciación del voto entre elecciones (volatilidad temporal) y la aparente desaparición del bipartidismo argentino (principalmente en las provincias de distritos más grandes) (Calvo & Escolar: 2005). Dicho proceso, está íntimamente vinculado con la creciente descentralización de la política pública así como la creciente capacidad de las élites provinciales para desanudar la competencia provincial de la competencia nacional. Como ya venimos diciendo, a partir del 2001 las provincias van a constituirse en la base del poder político, sobre todo para aquellos partidos que detenten las gobernaciones. Se va a consolidar un proceso de reformas electorales provinciales que van a perpetuar, en muchos casos, al oficialismo provincial y le van a dar primacía sobre la legislatura, otorgándole como señaláramos, amplios poderes discrecionales sobre los cuales se van a erigir como líderes provinciales hegemónicos. De esta manera, el sistema político aparece como descentrado en diversos líderes locales que controlan, no sólo los mecanismos de financiamiento político, sino que también, la nominación de candidatos y están en condiciones de manipular las reglas electorales a su favor. En otras palabras, la capacidad para adelantar y desdoblar elecciones, así como incorporar leyes de lemas que fragmenten a la oposición. El proceso de descentralización de la política, comienza en el período menemista cuando se produce una gran transferencia de atribuciones, recursos y delegación de funciones de la nación a las provincias, en el marco de las reformas neoliberales (Calvo & Escolar: 2005). Empero, se genera un proceso de diferenciación territorial, en donde se vislumbra una mayor competencia electoral a nivel nacional en comparación con la menor competitividad que existe en las provincias periféricas. Esto lleva a la necesidad de que, para sostener un candidato nacional, sea necesario negociar con las provincias y 13

Calvo & Escolar ¨La nueva política de partidos en la Argentina¨. Cap. 3.Pág. 96. Año 2005

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establecer alianzas con los caudillos locales. En ese sentido, la posición hegemónica que consiguieran los diversos líderes provinciales de las regiones menos competitivas y, paralelamente más periféricas, les otorga la capacidad de poder tener una cierta injerencia en la política nacional. Por último, podemos observar la descentralización del sistema de partidos a partir de analizar la volatilidad electoral que existe entre la diferencia del voto nacional y su correlato regional. Como nos muestra el cuadro, podemos explicar que la alta volatilidad explica dos fenómenos, por un lado, la alta inestabilidad del sistema de partidos en distritos como la Capital Federal, Córdoba y Santa Fe y por el otro, la presencia de un voto estable oficialista en provincias con sistema de partido dominante, como La Rioja, Chubut o Misiones14. La competencia electoral no ha cambiado de modo homogénea en todas las provincias, creciendo en las provincias más populosas con mayor competencia electoral pero manteniéndose relativamente estable en las regiones menos pobladas. En gran medida, esto se refiere, más allá de las características conservadoras de las regiones periféricas, a la presencia de reglas electorales que penalizan el surgimiento de terceros partidos, así como la presencia hegemónica de los dos aparatos partidarios más importantes: la UCR y el PJ. 4. Comentarios sobre el sistema de partidos En síntesis de los apartados anteriores podemos establecer que el sistema de partidos en la Argentina se encuentra dominado de manera predominante por el Justicialismo, el cual se ve beneficiado por la sobrerrepresentación parlamentaria en las provincias periféricas y de distritos pequeños, en donde tras una serie de reformas electorales como la ley de lemas, les permitió a los oficialismos justicialistas consolidar un sólido aparato regional. Asimismo, el peronismo pudo sortear la crisis política institucional del 2001 gracias a la adaptabilidad y flexibilidad que le brindan la propia organización, ya sea eligiendo líderes de manera formal o informal, lo que lo posiciona en una situación mucho más ventajosa que su tradicional rival. En ese sentido, el partido radical fue el más perjudicado por la crisis al perder primacía en los principales centros metropolitanos como la Capital Federal y el Gran Buenos Aires en detrimento de terceras fuerzas que ocupan su mercado electoral. Como vimos, la incapacidad para generar liderazgos renovados de manera frecuente, producto de un federalismo muy 14

Ver en Anexo, cuadro 3.

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fuerte que marca la primacía de las zonas metropolitanas al interior del partido y que, paralelamente, no se condicen con los intereses del electorado, generan una brecha entre liderazgos electorales y liderazgos partidarios. Por tanto, no produce liderazgos cohesionados a nivel nacional. Sin embargo, así como el peronismo, el radicalismo es beneficiado por el sistema electoral en las provincias más periféricas debido a la sobrerrepresentación de las mismas en perjuicio de los centros urbanos. Esto los consolida a nivel nacional como segunda fuerza debido a la gran institucionalización del aparato radical, con el que no pueden competir las terceras fuerzas metropolitanas. Entonces, siguiendo a Malamud, si bien el rechazo de la ciudadanía a la dirigencia política en el post 2001 encontró el foco en las concentraciones metropolitanas, en la mayoría de las provincias y municipios la política tradicional y sus representantes no sufrieron cuestionamientos profundos. Por lo tanto, podemos afirmar que la Argentina se convierte en un sistema de, en términos de Sartori, partido dominante (Sartori: 1980) al ser el PJ, el máximo beneficiario de la fragmentación política, tras estar, la oposición antiperonista, fuertemente fragmentada a nivel metropolitano con las terceras fuerzas por un lado y, por el otro, a nivel provincial distribuido en diversos bastiones radicales. Ahora bien, la pregunta que nos planteáramos al comienzo de nuestro trabajo sigue vigente, ¿cómo es posible que no se lograra una coalición opositora que, al menos, intentara quitarle el mote de dominante al peronismo? Para esclarecer un poco más el asunto, debemos entender el manejo de la política en tiempos de Néstor Kirchner para ver de qué manera se relacionan las provincias, detentoras de aparatos políticos fuertes, con el estado central. 5. El resurgir del centralismo Lo preponderancia que adquieren las provincias y en particular, los jefes provinciales en consonancia con lo que venimos exponiendo, está basado en el patronazgo, políticas públicas populistas y el intercambio directo de intereses materiales selectivos, es decir, clientelismo. Asimismo, hay que agregar la manipulación de las reglas

electorales

que

hacen

de

las

provincias,

regímenes

hegemónicos

cuestionablemente democráticos. En ese contexto es, en dichos aparatos locales donde los partidos políticos van a refugiarse tras el 2001, pudiendo el justicialismo

16

reacomodarse rápidamente bajo la figura de Néstor Kirchner luego de la victoria presidencial sobre el menemismo en el 2003. En la era kirchnerista, sin embargo, se van a producir una serie de modificaciones en la relación entre el estado central y las provincias que van a impulsar una fuerte dependencia de las mismas con la Nación. Con ello nos referimos tanto al aumento del gasto público nacional, como al incremento en la discrecionalidad de la transferencia de fondos a las provincias. Recordemos que si bien el gasto público total argentino se reparte de manera equitativa entre los entes nacionales y subnacionales, es el Estado nacional el encargado de la recaudación. Por lo tanto, las provincias precisan para su financiamiento, de las transferencias del estado de las cuales la más importante es el Fondo de Coparticipación Federal (Gervasoni: 2011). En ese sentido, en los últimos años, la subordinación económica del resto de las provincias hacia Buenos Aires, la provincia más importante en términos económicos y que, por ende, que más aporta al Tesoro Nacional, ha sido notable. Más que nada, si contextualizamos con un gran boom de los comodities, sobre todo de la soja, que produjo un aumento cuantitativo impresionante de recursos por retenciones. Entonces, si la mayor fuente de ingresos que poseen las provincias para solventar sus gastos que, recordemos, con la descentralización y transferencias de atribuciones de la nación a las provincias en la década del 90 se han incrementado, la dependencia para con la Nación es importante. Recordemos también que muchos de los aparatos provinciales se mantienen con la generación del empleo público por lo que ninguna provincia puede darse el lujo de enfrentar retrasos en los pagos de las transferencias nacionales. Además, si a eso le sumamos la orfandad radical a nivel nacional luego del 2001, nos encontramos con una gran subordinación por parte de los gobernadores al gobierno central, aún de aquellos de partidos y provincias opositoras, como es el caso conocido de los gobernadores radicales K. Otro elemento que acentúa la subordinación es la política de financiamiento de las deudas provinciales, las cuales luego de la crisis, son asumidas por el Estado Nacional. ¨Desde el punto de vista financiero, el proceso de canje y restructuración de la deuda provincial permitió que las jurisdicciones regularizaran sus obligaciones y

17

mejoraran el perfil de los vencimientos¨15. En términos políticos, el refinanciamiento de la deuda le dio al kirchnerismo una poderosa herramienta de disciplinamiento fiscal al ejercer una mayor presión sobre los gobernadores, ya que la deuda es renegociada año tras año en vez de en el largo plazo. Como la normativa no estipula reglas claras sobre el tiempo y el modo de refinanciamiento, el gobierno la utiliza de manera discrecional para determinar quiénes pagan, cuánto y cómo. Así, al evitar que el refinanciamiento sea en el largo plazo, revisándolo año tras año, no se pierde una herramienta de presión sobre las provincias. En definitiva, podemos afirmar que el proceso de fragmentación que se produce en el arco opositor al peronismo, relegando al radicalismo a la gobernación de un puñado de provincias e intendencias, sumado a la debilidad de las nacientes terceras fuerzas para consolidarse nacionalmente, así como la fuerte dependencia para con el poder central, hacen que el justicialismo o, actualmente, el kirchnerismo, se consolide como actor dominante y pseudo hegemónico de la política argentina. Asimismo, si bien su política fue la de subordinar a los gobernadores propios y opositores con una estrategia implacable de distribución fiscal que impidió oposiciones claras y coherentes, la sociedad en sí continúa atravesada por el clivaje peronismo-anti peronismo como pudo verse tras el fracaso de la Concertación Plural (Zelaznik: 2011). Por tanto, nos queda explicar por qué no surge una coalición que aglutine a la oposición antiperonista, aunque ya vamos vislumbrando la existencia de límites estructurales como el federalismo fiscal, la fragmentación y desnacionalización del sistema de partidos, y las diferencias entre los centros urbanos más poblados y las provincias periféricas. 6. Coaliciones políticas: imposibilidad estructural En Ciencia Política el término coalición está más que nada referido a sistemas de gobierno parlamentarios, en donde el mismo régimen precisa de lograr una mayoría para poder gobernar y, muchas veces, es necesario negociar con partidos opositores. Sin embargo, en sistemas presidencialistas existen límites estructurales que si bien no impiden, dificultan su formación. Sin ir más lejos, la misma presidencia es un premio indivisible en donde una sola persona puede ocupar el cargo de presidente. Además, la gran cantidad de atribuciones que el presidente posee en los presidencialismos 15

Lodola, Germán ¨Gobierno Nacional, Gobernadores e Intendentes en el período Kirchnerista¨ en La

política en tiempos de los Kirchner. Ed. Eudeba. Buenos Aires, 2011.

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latinoamericanos, del cual Argentina no es la excepción sino más bien el ejemplo típico, generan que el Congreso o los demás actores del Ejecutivo, entre ellos el vicepresidente, no tengan el mismo peso al interior de un gobierno (Negretto: 2002). Sin embargo, con la consolidación de la democracia en América Latina, han surgido nuevas propuestas en relación al presidencialismo y, en particular, a la posibilidad de formar coaliciones de manera de poder superar los escollos que presenta un sistema altamente fragmentado y, potencialmente dividido. En ese sentido, nos encontramos con la propuesta teórica de Daniel Chasquetti, en la que forman coaliciones aquellos presidencialismos en donde exista una distancia ideológica pequeña entre los partidos del sistema, haya experiencias anteriores exitosas sobre la formación de coaliciones y el contingente legislativo del presidente, esto es la necesidad que tenga de negociar de acuerdo a la cantidad de legisladores propios en el Congreso. Por su parte, no encuentra relación entre la formación de coaliciones y el sistema electoral, en particular la presencia de segunda vuelta, ni tampoco en la existencia o no de poderes de decretos presidenciales. (Chasquetti: 2008). Siguiendo al autor, ¨la formación de coaliciones en el presidencialismo responde más a los intereses de los actores que a los incentivos institucionales¨16. El caso argentino, sin embargo, no se condiciona por la teoría de Chasquetti porque consideramos que nuestro país no se transforma en un multipartidismo moderado en términos de Sartori y como afirmara Chasquetti (Chasquetti: 2008) sino, que es un sistema con partido predominante en dónde la explosión del radicalismo dejó huérfanos de la política de partidos al campo no peronista (Torre: 2003). En ese momento, surgen nuevos partidos en los centros urbanos más populosos donde las magnitudes de los distritos son más grandes pero, de todas formas, no pueden expandirse al interior del país en donde, como dijimos, las reglas electorales castigan a las terceras fuerzas. De todas formas, las coaliciones son un hecho del lado peronista, tanto legislativo como gubernamental ya que, a pesar de que nuestro presidencialismo posee amplios atributos, ¨aún los presidentes más autoritarios procurarán lograr algún tipo de acuerdo con la legislatura¨.17 Así, producto también de las debilidades 16

Chasquetti, Daniel, ¨Democracia, presidencialismo y partidos políticos en América Latina: Evaluando

la difícil combinación¨. Cap. 5. Pág. 133. Ed. Cauce. Montevideo, Uruguay. 2008 17

Cox, Gary & Morgenstern, Scott, ¨Legislaturas reactivas y Presidentes Proactivos en América Latina¨.

Pág 3. Desarrollo Económico, vol. 41 Nro 163. Octubre-Diciembre de 2001

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estructurales que posee la oposición, desarticulada y reducida a algunas provincias y ciudades, el kirchnerismo lleva adelante una política de divide y vencerás, negociando individualmente y presionando con la asignación de recursos como la distribución de la coparticipación y los vencimientos de las deudas provinciales (Lodola: 2011). De esta forma vemos cómo la teoría de Chasquetti para la Argentina actual queda en la nada debido a que, en primer lugar, nuestro sistema de partidos es de carácter dominante y, en definitiva, si bien existe una ideología relativamente cercana en los partidos opositores en tanto que no son peronistas, y es justamente la dicotomía peronismo-anti peronismo la que todavía marca nuestro país, (Malamud: 2011), las presiones estructurales son definitivas a la hora de desalentar un arco opositor antiperonista. Creemos, siguiendo a Mainwaring (1993) que es requisito la presencia de alta disciplina legislativa al interior de los partidos opositores a nivel nacional. Oposición que producto de la desnacionalización del sistema de partidos, se encuentra fragmentada y territorializada y carente de liderazgos representativos nacionales, en particular el radicalismo. Además, la única experiencia de coalición fue el caso de la Alianza que articuló políticas entre la UCR y el FREPASO, culminó en el fracaso tras la salida y renuncia de De la Rúa. La misma, de todas formas, fue posible en un marco bipartidista, en donde existían dos partidos con prospección nacional. Si bien la debacle del radicalismo, luego de la salida anticipada de Alfonsín en 1989, se acentúa con la firma del Pacto de Olivos, continuaba unido nacionalmente, sobre todo en la figura de De la Rúa. Por otro lado, comenzaba a instalarse en Capital y el Conurbano una nueva alternativa al bipartidismo en el Frepaso, pero sin lograr la proyección nacional. La coalición fue posible en el sentido que los unía la necesidad de vencer al menemismo, pero sabían que solos no podrían. Ambos poseían virtudes que el otro no, uno institucionalización fuertemente arraigada en todo el país, el otro, la promesa de renovación y el apoyo, si bien volátil, en las grandes ciudades. Por lo tanto, si bien fue un matrimonio por conveniencia (Ollier: 2001), representó el primer caso de formación de coaliciones en orden de oponerse a un partido dominante dentro del sistema. En un contexto que recordemos, la subordinación de las provincias hacia Menem, no era tan predominante como lo son actualmente al kirchnerismo. Necesitando Menem, incluso del apoyo de muchos de los caudillos provinciales para poder llevar adelante las políticas de reforma económica, los cuales funcionaban como piedra angular en el Congreso. (Jones & Hwang: 2010). 20

Ahora bien, ¿qué diferencias podemos encontrar con el caso de la Alianza en 1999 y la situación actual del sistema de partidos? En primer lugar, en 1999 existía un sistema de partidos nacionales con liderazgos nacionales: la UCR aún poseía cierta coherencia y cohesión nacional sobre todo, en la figura renovadora de De la Rúa. En ese sentido, la realización de alianzas resultaba mucho más fácil ya que las negociaciones se producían entre los dos líderes de los partidos. La explosión del arco antiperonista en 2001, agregó una multiplicidad de actores menores que dificulta el acercamiento de posturas y acuerdos, así como la distribución de cargos. Por otro lado, y con respecto al sistema electoral, la incorporación de las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias (PASO), presenta la posibilidad de tener unos meses antes de la elección nacional, una intención de voto muy confiable. Esto permite a los partidos medir a ciencia cierta, sus posibilidades electorales. Así, teniendo una medición de fuerzas certera se debería incentivar la formación de coaliciones opositoras. Sin embargo, en 2011 no se formó una Alianza opositora y el voto antiperonista quedó licuado en varias propuestas partidarias. Es más, el Acuerdo Cívico y Social que representó una coalición legislativa compuesta por la UCR, el Socialismo y la Coalición Cívica, fracasó antes de medirse en elecciones por diversas diferencias en el armado de las listas entre los líderes. Ello nos lleva a sostener que las particularidades estructurales de nuestro sistema político en su totalidad, ya sea la debilidad a nivel nación de la oposición, como la subordinación al poder central del conjunto de las provincias, tanto oficialistas como opositoras, así como los fuertes poderes del presidente argentino, que vuelve al Congreso en un elemento puramente reactivo, desincentivan la formación de coaliciones que, al menos, desafíen la hegemonía peronista.

7. Conclusión: en el medio del dilema En los casi treinta años de democracia, el sistema político argentino ha sufrido grandes cambios. Vislumbramos un período de cierto predominio bipartidista entre 1983 y el 2001, amenazado en la teoría por el meteórico crecimiento del FREPASO a mediados de la década del noventa, pero desmentido en la práctica a partir de la necesidad del mismo de formar una coalición con la UCR en aras de poder llegar a la presidencia. Luego, con la crisis político, económico e institucional que se vivió en el país tras la salida de De la Rúa en 2001 y el fin de la convertibilidad, el sistema de 21

partidos sufrió una reconfiguración que, por un lado, fragmentó considerablemente a la propuesta no peronista, transformando a la Alianza en una gran cantidad de partidos menores en las grandes ciudades. Por otro lado, luego de la crisis, la política partidaria quedó reducida al ámbito provincial, en donde una serie de reformas electorales como la ley de lemas, consolidó a los oficialismos y a sus aparatos partidarios, otorgándoles gran discrecionalidad y preminencia por sobre el Legislativo provincial. En ese sentido, y sumado a la gran flexibilidad institucional del justicialismo, el peronismo pudo reconstituirse nacionalmente luego de las elecciones del 2003 y tras la figura de Néstor Kirchner, gobernador por entonces de Santa Cruz. En el otro extremo, el radicalismo no pudo rearmarse de la misma manera que lo consiguiera el PJ. Más allá del desprestigio producto de su mala gestión durante su paso por el ejecutivo, presenta grandes límites institucionales a la formación de liderazgos que se condigan con los intereses electorales de sus votantes, principalmente por el fuerte predominio a su interior, de las zonas metropolitanas por sobre el resto de las provincias periféricas. Allí, en parte gracias a los límites que poseen los terceros partidos para consolidarse por sobre las estructuras tradicionales, como a la sobredimensión de los partidos más importantes, han permanecido tanto en gobernaciones como en capitales provinciales. Sin embargo, la falta de renovación en los liderazgos nacionales atenta contra la posibilidad de articulación de políticas en conjunto, lo que lo vuelve básicamente una Confederación de partidos provinciales (Calvo & Escolar: 2005). En el medio, surgieron una gran cantidad de nuevas fuerzas políticas metropolitanas producto más que nada, de la descomposición de la Alianza que, debido a un sistema electoral que es mayoritario en la práctica en el interior del país, no permite su consolidación más allá de las provincias con amplios distritos como Buenos Aires, Santa Fe o la Capital Federal. Por lo tanto, existe un gran desfasaje en el país, con una renovación política que se está produciendo en los centros urbanos pero que no puede ser traducida al nivel periférico. De esta manera, el espectro político opositor al PJ queda profundamente fragmentado, teniendo que negociar una gran cantidad de actores entre sí, de manera de lograr articular una coalición coherente, cohesiva y, más que nada, competitiva.

22

Por otro lado, el presidencialismo argentino es considerado como uno de los más fuertes de la región al tener el presidente, capacidades proactivas, como el decreto, muy fuertes que inciden en la elaboración de políticas de manera determinante. Así, el Congreso queda reducido a un elemento puramente reactivo, lo que desincentiva las posibilidades de articular o iniciar una coalición opositora legislativa que proponga proyectos: el presidente es el que decide en última instancia bajo nuestro sistema. Asimismo, el creciente centralismo que se produjo en la primera década del milenio, llevó a una reducción de las capacidades de maniobra de los gobernadores, ya sean oficialistas u opositores a partir de la distribución de recursos fiscales. Junto a que la Nación se convirtiera en el principal acreedor de las deudas provinciales y, es la presidencia la que negocia a discreción con cada una, se diezmó toda posibilidad de oposición ya que, en última instancia, los mismos gobernadores necesitan de los fondos para no perder su base electoral y garantizar la gobernabilidad. Así, nos encontramos con un panorama en el que el kirchnerismo como versión renovada del peronismo es, tanto electoral como estructuralmente, dominante políticamente. La oposición, por su parte, se encuentra atascada en lo que podríamos denominar un dilema del prisionero. Como dijimos al comenzar el presente escrito, consideramos a los actores políticos como actores racionales, los cuales siempre van a buscar desarrollar estrategias óptimas para la realización de sus objetivos aunque, dichas acciones lleven a que tengan que conformarse con resultados sub-óptimos. Recordemos que los actores individuales se encuentran condicionados no sólo por el marco institucional que los envuelve, sino también, por otros actores igualmente racionales que persiguen objetivos propios. Por lo tanto, entendiendo la racionalidad a partir de la correspondencia óptima entre los medios que un autor elige para encabezar los fines que prefiere y que tiene probabilidades de lograrlo, esto es, a partir de la visión del actor en sí, vemos que la situación política de la oposición la lleva a conformarse con un subóptimo que es la cooperación con el kirchnerismo por separado, en vez del ideal que representaría formar una coalición mayoritaria que los conciba como una opción viable para acceder a la presidencia misma. En otras palabras, la existencia de herramientas de distribución central y arbitraria de los recursos, castigan duramente a aquellos líderes provinciales que quieran emerger como alternativa. Por su parte, la diezmada oposición urbana no puede cooptar socios al interior del país, lo que les deja un margen muy estrecho para surgir como alternativa. En definitiva, así como en el dilema del 23

prisionero, lo ideal para los autores del crimen sería ponerse de acuerdo y declarar su culpabilidad de manera conjunta (o en nuestro caso unirse para formar una coalición mayoritaria), por causa de la información imperfecta acerca de lo que puede hacer el otro actor racional, es más seguro cooperar con el oficialismo, mantener el reflujo de fondos y, así, garantizar el apoyo electoral en el distrito donde se lo eligió, aunque ello consista en agregar el calificativo ¨K¨ al final de la propia nomenclatura partidaria.

7.1Esquema de nuestra propuesta Forma coalición

No forma coalición

opositora

opositora

(3,3)

(1,4)

(R, R´)

(I,T)

(4,1)

(2,2)

(T,I)

(P,P´)

Forma coalición opositora

No forma coalición opositora

T: Tentación para no coaligarse = 4 R: Recompensa por mutua coalición = 3 P: Penalización por mutua defección = 2 I: Incauto sometido al free rider =1 Nuestra propuesta puede sintetizarse en el esquema anterior, un dilema del prisionero clásico en donde aquellas provincias o partidos provinciales que deseen ir en contra del kirchnerismo y formar una coalición opositora, si bien pueden alcanzar un óptimo, esto es, disputarle la primacía al kirchnerismo (en tanto y en cuanto la sociedad argentina todavía se encuentra atravesada por el clivaje peronismo-anti), se arriesgan a perder su base electoral debido a que es el gobierno el que asigna a discreción gran parte de los ingresos provinciales y no teme en castigar a los detractores. En ese sentido, los partidos se ven impulsados a acurrucarse bajo el ala kirchnerista de manera de recibir 24

una mayor cantidad de fondos por su lealtad. Así, cuando pareciera que el óptimo para la oposición sería unirse y formar una coalición, la racionalidad de no querer perder aquello que ya ha sido ganado (su poder provincial), los lleva a la defección. Por tanto vemos que el equilibrio para la oposición en la Argentina es un sub-óptimo, como lo es en el Juego del Prisionero, fuertemente condicionado por las reglas del juego político.

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ANEXO Cuadro 1: Elecciones 2003

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Nótese la gran fragmentación tanto en candidatos del PJ (Menem-Romero, Rodriguez Saá-Posse y Kirchner-Scioli) como en los candidatos salidos de lo que conformaba la Alianza (Carrió-Gutiérrez, López Murphy-Gómez Diez). Además, véase el escaso 2,34% que saca la UCR a nivel nacional, lo que demuestra la explosión interna que le aconteció, si tenemos en cuenta que se trata del tradicional segundo partido.

Cuadro 2: Elecciones 2011, Provincia de La Rioja

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Candidatos Luis Beder Herrera Sergio Casas

Julio Cesar Martínez Hugo Vergara Ángel Maza Enrique Vergara Carlos Santander Francisco Sabré Total votantes (76,53%) Electores habilitados Rioja-2011.html

Partido/Alianza Frente Justicialista para la Victoria Partido Justicialista-Frente para la Victoria Frente Cívico para el Cambio Unión Cívica Radical Frente Unión Riojana Partido Intransigente Movimiento Federal Es Posible

Votos 108.275

% 67,20%

31.582

19,60%

17.504

10,86%

1.855

1,15%

171.763

100%

224.425

Fuente :http:// www.e leccion esarge ntina.i nfo/pr ovinci as/La %20Ri oja/Ele ccione s-La-

Elecciones 2011, Provincia del Chaco Candidatos

Partido/Alianza

Jorge Capitanich Juan Carlos BacileffIvanoff Roy Nikisch Juan Carlos Polini

Frente Chaco Merece Mas Frente para la Victoria Alianza Frente de Todos Unión Cívica Radical Movimiento Libres del Sur

Carlos Omar Martinez Mariano Barrios Total votantes (75,01%) Electores habilitados

Gobernador Votos % 367.405 66,56%

Diputados Votos % Bancas 338.894 62,83% 11

167.147

30,28%

172.1453 31,92%

6.026

1,09%

570.080

100%

5

6.620

16 bancas en total

759.991

Fuente: http://www.eleccionesargentina.info/provincias/Chaco/RESULTADOELECCIONES-GOBERNADOR-CHACO-2011.html Elecciones 2011, Provincia de Formosa* 30

Candidatos

Partido/Alianza

Votos

%

GildoInsfrán

Partido Justicialista

187.712

75.33%

Francisco Nazar

Unión Cívica Radical

59.950

24.06%

Total Votantes (75.15%)

270.449

100%

Electores habilitados

359.884

*Además, se elegían 3 senadores nacionales y 3 diputados provinciales, por los resultados, dos diputados fueron por el Partido Justicialista y uno por la Unión Cívica Radical. Asimismo, dos senadores fueron para el Partido Justicialista y uno para los radicales. Fuente: http://www.mininterior.gov.ar/asuntos_politicos_y_alectorales/dinap/informes_politicos .php?idName=asuntos&idNameSubMenu=ObsPoliticoOPE&idNameSubMenuDer=Ob sPoliticoInfPol

Elecciones 2011, Provincia de Buenos Aires Candidato Daniel Scioli Francisco de Narváez Margarita Stolbizer Martín Sabbatella Adolfo Rodríguez Saá Total votantes (80.22%) Electores habilitados

Partido/Alianza Frente para la Victoria Unión para el Desarrollo Social Frente Amplio Progresista Nuevo Encuentro Compromiso Federal

Votos 4.165.549

% 55.06%

1.200.575

15.87%

883.584

11.68%

489.965 448.421

6.48% 5.93%

8.860.421

100%

11.149.170

Fuente: http://www.juntaelectoral.gba.gov.ar/.php

Elecciones 2011, Provincia de Santa Fe 31

Candidato

Partido/Alianza Frente Progresista, Cívico y Social

Votos 674.239

% 38.74%

Unión Pro Federal1

612.208

35.17%

Frente para la Victoria

387.162

22.24%

Total votantes (74.89%)

1.825.837

100%

Electores habilitados

2.431.770

Antonio Bonfatti Miguel Torres del Sel AgustinRossi

Fuente: http://tribunalelectoral.santafe.gov.ar/anteriores/elec2011/

Elecciones 2011, Provincia de Córdoba Candidato Jose Manuel de la Sota Alicia Pregno

Partido/Alianza Unión por Córdoba Partido Justicialista

Votos 766.445

% 42,60%

Luis Juez Marcelino Gatica

Frente Cívico Partido Nuevo (PN)

532.281

29,58%

Oscar Aguad NestorRoulet Eduardo Salas Carlos Baez

Unión Cívica Radical

412.140

22,91%

Frente de Izquierda y de los Trabajadores

25.313

1,41%

1.894.066

100%

Total votantes (75,95%) Electores habilitados

2.493.687

Fuente: http://www.mininterior.gov.ar/asuntos_politicos_y_alectorales/dinap/informes_politicos .php?idName=asuntos&idNameSubMenu=ObsPoliticoOPE&idNameSubMenuDer=Ob sPoliticoInfPol

Con esta serie de cuadros queda en evidencia la gran diferencia entre las provincias centrales y periféricas en términos de competencia electoral, en donde en las primeras el 32

promedio de partidos (al menos en la última elección) es de cuatro partidos y, en las segundas es una hegemonía marcadamente justicialista aunque, con cierta representación radical. De todas formas, el 90% de los votos se licúan entre los dos partidos más importantes. Además, vemos que la cantidad de electores es muy pequeña en comparación con las provincias centrales. Allí, en la elección de senadores y diputados es donde nosotros marcamos la sobrerrepresentación de dichas provincias y, por ende, del justicialismo y radicalismo provincial. Nótese por último, el pobre desempeño radicalista en las provincias mayores, quedando tercero en Córdoba y ni siquiera figurando entre los cinco primeros partidos en la Provincia de Buenos Aires.

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Cuadro 3: Volatilidad electoral y regional

Sacado de Calvo & Escolar ¨La nueva política de partidos en la Argentina¨. Cap. 3. Pág. 91. Año 2005

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Sacado de Calvo & Escolar ¨La nueva política de partidos en la Argentina¨. Cap. 3. Pág. 89. Año 2005

En ambos cuadros vemos reflejada la volatilidad electoral desde el retorno democrático en 1983, hasta fines de 2003. Allí, queda marcada la tendencia de votar candidatos distintos en lo que se refiere a las elecciones provinciales, de las nacionales, una tendencia que, si bien pareciera reducirse, producto de una caída en la curva, en períodos de elecciones presidenciales (como en 1999 o 2003), esto lo podemos entender a partir del efecto de arrastre, que tiene la candidatura presidencial. Por otro lado, observamos que la tendencia de votar distinto se acentúa en las zonas metropolitanas como son Capital Federal, con una desviación estándar de 7 puntos, mientras regiones periféricas como La Rioja, se mantienen relativamente estables en los 2 puntos.

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