La operatoria colectiva en las redes sociales se inscribe en un nuevo orden social

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Descripción

Entrevista a Fernando Peirone

“En las redes sociales la gente realiza una operatoria colectiva que se inscribe en un nuevo orden social”

por Fernanda Sández

¿Cuál es el valor del like en el ecosistema de las redes sociales? El “like” forma parte de una economía dramatúrgica que ha sido asimilada con mucha rapidez, aunque con tiempos y modos diferentes. Sin ser compartimentos estancos, se podría decir que los adultos, que llegaron más tarde a la tecnosociabilidad, pero que convirtieron a Facebook en una valiosa instancia relacional, lo utilizan básicamente como gesto de aprobación y acompañamiento; y cuando son “gusteados” lo leen de la misma manera. Esa práctica está más cerca de pensar el “me gusta” como una medida de éxito personal. En los más jóvenes, que se socializaron con las redes y que progresivamente están abandonando Facebook, el uso del “me gusta” forma parte de un proceso de subjetivación socializado —porque es menos íntimo y más interactivo— en el que construyen interpretaciones comunes y resignifican muchos significantes que heredaron muy maltrechos e inactuales. En este sentido, Facebook forma parte de un complejo dispositivo de interacciones que los jóvenes actuales utilizan para construir una cosmovisión emergente de manera dialógica y colaborativa. ¿Es el like, como sostienen algunos, ante todo un gesto económico o es otra cosa? En las redes sociales la gente realiza algo más que entregarle sus gustos al mercado o gestionar un branding personal. Llevan adelante una operatoria colectiva que se inscribe en un nuevo orden social. Por eso, aunque conserve algo de la lógica comercial, y todavía pueda leerse como tal, la experiencia interactiva en las redes sociales tiene derivaciones y connotaciones que complejizan el fenómeno expositivo mucho más allá de lo que estamos registrando. Dicho de otro modo, podemos explicar las redes sociales suponiendo que reproducen los procesos de sujeción que describía la escuela de Frankfurt en los años ’40; podemos suponer que las plataformas interactivas son meras representaciones, como si

 

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estuviéramos en la sociedad del espectáculo que describía Debord durante los años ‘60, o podemos sumarnos al coro que estigmatiza la manera en que los pibes exponen su intimidad; pero lo cierto es que la experiencia social y el modo en que las personas organizan sus vínculos con el mundo ya no encajan en el molde conceptual ni en el esquema disciplinar con que se abordan estas dinámicas. Durante mucho tiempo en Facebook tiempo fue imposible decir otra cosa que “Me gusta”. Y ahora, de hecho, sólo puedo decir “Ya no me gusta”. ¿Cómo creés que incide esto en nuestra libertad de expresión? ¿No se vuelve todo una puesta en escena para lograr muchos dedos en alto? Todas las plataformas interactivas tienen limitaciones y Facebook también las tiene. Dicho esto, debemos reconocer que lo que hoy se observa como una limitante expresiva de la red social más popular del mundo, en su momento fue el catalizador de una limitación expresiva que la sociedad globalizada necesitaba liberar. Facebook fue una jugada magistral en el momento oportuno, pero hoy ese servicio está comenzando a presentar alguna disfuncionalidad respecto del devenir común. Es evidente que entre los más jóvenes hay una desafectación de Facebook y una migración a otras redes sociales. El propio Facebook lo entiende de esa manera. Por eso agrega funciones nuevas, por eso compró Instagram en 1.000 millones de dólares y Whatsapp en 19.000 millones, y por eso está diversificando su modelo de negocios. Pero en mi opinión se trata de un proceso irreversible. La matriz de la red, su normativa interna y su sistema de gobierno, son gestos políticos que van a contramano de la redarquía, en donde el copyleft, la cultura colaborativa, la capacidad deliberativa y la gratuidad conforman tendencias a considerar. La evolución de Wikipedia, Creative Commons, Apache, Linux y nuestro Huayra, son ejemplos más o menos representativos de esta tendencia que rebasa largamente el campo informático y que tiene ineludibles connotaciones políticas. Windows, en otro registro, también atraviesa un período crítico. Su modelo privativo de negocio perdió Encarta como hoy está perdiendo progresivamente Explorer y Hotmail. En este sentido los movimientos de Bill Gates son muy elocuentes, aunque muy alejados de los de un buen Capitán. Es una persona muy aguda, con un gran olfato, y cuando percibió la inminencia de un naufragio prefirió abandonar el barco antes que cambiar el modelo de negocio privativo hacia uno más abierto y colaborativo —con todo lo que esa definición significa en términos políticos e ideológicos. La “crisis” de Facebook tiene esa misma impronta, porque Mark Zuckerberg

 

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y sus socios siempre estuvieron más preocupados por mantener contentos a sus anunciantes que por modificar la matriz autocrática de su red social; y es precisamente esa miopía ideológica la que a mi juicio los llevará a discontinuarse: sencillamente porque dejará de ser funcional a un habitus social cada vez más extendido. ¿Cómo incide todo esto en la política? La política no es la excepción en el desfasaje generalizado que vive la institucionalidad moderna respecto de la experiencia social actual. Utilizar las redes sociales como si fueran medios tradicionales en lugar de adoptar la lógica interactiva que convive —anche desplaza— a la lógica unilateral y monopólica de los massmedia, es una expresión de ese desajuste. Usar las redes sociales como un replicador virtual, es desaprovechar las posibilidades de divergencia, remixado, y transformación que abre la participación del prosumidor. La “autocomunicación de masas” ha desarrollado una gran gimnasia crítica que se sustenta en un acceso real a fuentes diversas y en la posibilidad efectiva de discutirlas y contrastarlas colectivamente en las redes sociales, aunque también en otras plataformas interactivas. El viejo modelo puede funcionar en un rango etario alto de la población, pero cada vez menos entre quienes despliegan una creciente capacidad de agenciamiento, con importantes destrezas tecnosociales para plantearse y alcanzar metas comunes. Es mucho más acorde con nuestro tiempo lo que hizo Cristina Fernández de Kirchner en noviembre de 2013, cuando volvió de su licencia médica y cambió la agenda mediática con un video que filmó en Olivos y luego subió a YouTube. El efecto de la viralización social fue mucho más potente que si hubiera subordinado su reaparición a la lógica mediática tradicional. Otro ejemplo de una utilización política diferente de las redes sociales es lo que hizo Barack Obama cuando le pidió apoyo económico a sus seguidores (tiene 43 millones en Facebook, 60 millones en Twitter y 5 millones y medio en Google+), ya que las “donaciones” que le ofrecían las corporaciones lo condicionaban demasiado. A cambio de sus ofrendas económicas, las corporaciones exigían prerrogativas que perjudicaban a las mayorías, es decir: a quienes más necesitaban del Estado. No funcionó demasiado bien ni es un mecanismo exitoso en la actualidad, pero hay que observar y estudiar más de cerca este tipo de acciones político-comunicativas. Porque son ensayos de nuevas formas de organización y nuevas formas de pensar las acciones políticas, a partir de la coalición de voluntades des-localizadas pero muy comunicadas.

 

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¿En política también cuenta más un like o un seguidor que la calidad o la "verdad" de lo que se está diciendo, como en el caso de Leandro Santoro y sus tuits anti-K? La política tiene su lógica dramatúrgica y reprocharle a Santoro sus incoherencias forma parte de ciertas reglas de juego que aún tienen vigencia. Hecha esta salvedad, se podría decir que hoy criticar a alguien por su falta de coherencia también comienza a estar desfasado respecto de la experiencia social. La pretensión de coherencia pertenece a otra época, cuando permanecer idéntico a sí mismo era un valor que otorgaba prestigio y favorecía el crédito. Hoy, una ética construida en torno al principio aristotélico de no contradicción, está un poco demodé. No aplica para prácticas culturales que se han despojado de ciertas mochilas morales y existenciales, habilitando procesos de subjetivación menos acartonados. Hoy todos podemos desdoblarnos y tener varios perfiles, incluso opuestos. Es decir, podemos cambiar de opinión y contradecirnos sin demasiado conflicto personal. Eso, aunque ponga en tensión ciertas creencias acendradas, es mucho más saludable. Se parece más a la vida real de las personas y es preferible a la simulación permanente de coherencia que se demandaba en otros momentos.

Versión completa de la entrevista publicada el 31 de mayo de 2015 en el Suplemento Enfoques del Diario La Nación Link a la versión publicada: http://bit.ly/1KxNX2J

 

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