La obra de José Revueltas

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Descripción

José Revueltas Sánchez En el centenario de su nacimiento

Seis textos de Mario Rechy

2014-2015

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Presentación En este centenario del novelista, ensayista, político y luchador social se escribió mucho. Después de casi treinta años de silencio, repentinamente aparecieron muchos testimonios sobre la vida y obra de Revueltas. Algunos de gran calado y tino, como el ensayo de su biógrafo Álvaro Ruíz Abreu que analiza al Revueltas guionista de cine; o como las reflexiones de Fabricio Mejía Madrid en la revista Proceso. También se pronunciaron algunas conferencias en distintos espacios culturales. Probablemente algunas mostraron que el interés de la nueva generación es auténtico y atento. En especial debo mencionar una de las que escuché, que es la del maestro Mario González Suárez, Director del Centro Mexicano de Escritores. Sin embargo, los muchos ejemplos guardan alguna distancia respecto del homenajeado, pues se trata de ensayos o reflexiones de quienes no lo conocieron o no comparten o conocen sus convicciones políticas. Los ensayos que aquí se recogen tienen precísamente esa característica que los diferencia. Están escritos por un compañero de Revueltas, que además de marchar con él durante algunos años importantes de lucha, compartió con él los años de prisión en Lecumberri. Mario Rechy trabajó y estudió con Revueltas, y a lo largo de más de una década en que participó como espartaquista también sostuvo una estrecha discusión con él sobre los grandes temas del socialismo. Se trata por ello de un testimonio desde el interior de un diálogo cercano y una convivencia política que los mantuvo en una misma ruta y con una misma concepción. El testimonio de Rechy aparece también en el programa grabado por el grupo estudiantil 132 y en la película de Felipe Haro sobre Revueltas que se estrenó a principios de 2015.

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Índice

Semblanza de un pensador social del Siglo XX

pág

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La revolución es humana, pero debe ser humanista

pag. 21

De qué se trata la Autogestión que propone José Revueltas

pag. 32

La literatura como praxis y revelación de la verdad

pag. 53

Revueltas como pensador de la totalidad

pag. 66

Menos Paz y más Revueltas I/V

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José Revueltas I Semblanza de un pensador social del Siglo XX Lo que expongo a ustedes enseguida constituye un testimonio personal. No esperen encontrar en mi ensayo una reflexión anónima de un historiador, ni un análisis impersonal. Hablo de José Revueltas como mi compañero y como mi maestro. Tuve la fortuna de conocerlo porque su hija menor era mi compañera de escuela en la Secundaria Anexa a la Normal Superior, y porque participábamos en un grupo estudiantil anti imperialista. Y como Olivia nos escuchaba hablar sobre la Revolución cubana y el proceso de insurgencia en América Latina, me invitó a conocer a su padre, a quien en la primera ocasión o entrevista fuimos a visitar a su oficina en la Secretaría de Educación, donde si mal no recuerdo era el asistente o encargado de oficina de un Subsecretario. José nos recibió afable, casi cariñoso diría yo, por acompañar a su hija menor. Pero pronto pudo constatar que más allá de la amistad que teníamos Olivia y yo, había un vínculo político y que mi interés por platicar con él se fundaba en su figura como pensador de izquierda. José no era el único intelectual que yo tuve la dicha de tratar. En mi escuela estaban o habían estado los hijos de muchos intelectuales de izquierda, y a través de ellos había yo llegado a sus casas y entablado diálogo --y a veces amistad con cada uno de sus padres. Así, conocí a Renato Leduc, a Juan José Arreola, a Eli de Gortari, a León Olivé, a Edmundo Valadés, o tuve conocimiento de muchos más que fueron decisivos en mi formación y mi visión del hombre y el mundo, en primer lugar traté a Arqueles Vela, pero también a don Ermilo Abreu Gómez, a Enrique Semo, a Román Piña Chan, o la familia Pujol, plétora de artistas, luego a Florencio Sánchez Cámara y a Luz María Martínez Montiel, que había tenido ya un papel decisivo en mi formación desde niño, pues ella me enseñó a leer y las operaciones aritméticas. Esta relación que hago, permiten ilustrar que la intelectualidad y la gente de la cultura no estaba en las escuelas de paga, ni en los medios relacionados con el poder económico. La cultura y el conocimiento eran algo distintivo de la educación popular, de la escuela pública. Y tuve la suerte, la enorme suerte, de ser parte de una generación en la que recibíamos de manera directa el testimonio y la herencia de una generación prolífica, con oficio, dedicada, culta. Incluso la escuela en la que yo estudiaba la educación secundaria estaba dirigida por Arqueles Vela, uno de los brillantes representantes del movimiento estridentista, en el 4

que también marcharon German Lizt Arzubide, Manuel Maples Arce, Ramón Alba de la Canal, Fermín Revueltas y más. Lo que mi generación es, y lo que mi generación ha hecho y representado, es de alguna manera algo cimentado en el pensamiento y el ejemplo de todos esos gigantes de la cultura nacional. Y si alguna significación tienen nuestros actos o nuestros escritos debemos decir que abrevaron, se nutrieron y maduraron cultivados e inspirados por atentos y cuidadosos labradores de almas. Desde esa perspectiva doy ahora mi testimonio sobre José Revueltas. En aquél contexto, era posible platicar con Revueltas y contarle nuestras inquietudes, como parte de una generación inconforme que testimoniaba las luchas de esa segunda mitad del Siglo XX. Formaba yo parte de la generación que vivió cerca la Revolución Cubana (de hecho escuchábamos Radio Habana, por onda corta en casa de Arreola), la Guerra del Vietnam (que nos relataba Renato Leduc después de cada uno de sus viajes al sudeste asiático), la lucha de Sandino (que conocimos por uno de sus biógrafos), el ascenso y la derrota de Allende en Chile, el surgimiento del MIR en esa patria de todos, la temeridad de Mariguela en Brasil, las hazañas de Tirofijo en Colombia (a través de los refugiados que llegaron a nuestro país a continuar su lucha), la muerte de Livia Gouverneur en Venezuela (de la que cantábamos su vals), los comienzos de Pompeyo Marques y Teodoro Petcoff (a quienes leímos con verdadera pasión), todo antes del mayo francés, y las luchas por la democracia en el bloque socialista. Y Revueltas era para mi generación un referente, un punto central en el proceso de organización de una izquierda independiente, probablemente la primera izquierda independiente en la historia nacional desde la muerte de Ricardo Flores Magón. Era algo cotidiano ver a este hombre tan accesible y tan sencillo, y era algo también que podíamos aquilatar en su significación histórica, pues algunos alcanzamos a entender que el rompimiento con los partidos comunistas no era un hecho menor, sino un punto trascendental de arranque de una propuesta política verdaderamente radical. Radical porque no aceptaba medias tintas, no admitía que el PC fuera “un poquito un partido” o representara “en cierto sentido” a los trabajadores. Porque Revueltas nos enseñó que no había medias tintas en el papel político de una organización, y que se era de oposición o no era real, y por ello suscribíamos su tesis de que no había una organización verdaderamente representativa de los intereses históricos de los trabajadores en México. Revueltas era la personificación de esa tesis y ese planteamiento. Pero debo referirme primero a esa cotidianidad de José, pues los personajes históricos a veces son rescatados por sus ideas y sus contribuciones, y me parece que también su 5

forma de ser, su actitud y su temperamento tienen mucho que ver con el papel que han desempeñado y con la trascendencia de su obra. Como persona, José me parecía el ser más derecho, una gente transparente, un individuo o intelectual que pensaba siempre fiel a sí mismo, fiel a una serie de principios e ideales que aquélla generación de la que formamos parte tenía como algo inamovible y fundamental. Es decir, asumiendo principios que normaban nuestra conducta e ideales determinando toda nuestra actividad, sin que midiéramos el costo que tuviera. En tiempos difíciles asumir esa consecuencia con determinación requería fuertes convicciones y una ética sólida, pues pensar de una determinada manera conducía a la represión, conducía al ostracismo, conducía a la condena, conducía a la cárcel y conducía a la muerte. Y Revueltas era un hombre de una pieza. Creo que en estos tiempos en que tenemos personajes que han transitado por tres o cuatro o cinco partidos, muchas veces sin consecuencia ideológica o relación doctrinaria, esa manera de pensar y de ser debe significar algo. Pero también hay que decir que en lo personal Revueltas era amigo, un amigo que no tenía límites en su solidaridad, y eso tampoco parece ser algo distintivo de nuestros días. Él era un hombre atento a las inquietudes de los jóvenes, alimentaba estas inquietudes, las orientaba para que se convirtieran en convicciones, las apoyaba con su experiencia, las compartía con su entusiasmo, y las complementaba con sus enseñanzas dedicándonos horas para que pudiéramos entender lo que le parecía importante de la situación de México y del mundo. En lo personal, José era un hombre extrañamente modesto, porque conociendo él de sí mismo los enormes méritos intelectuales que tenía, su ejemplo era de sencillez, como si saber todo lo que él sabía lo comprometiera con la humildad, buscando siempre ser accesible y participando de las tareas más simples. En los hechos, o la práctica, aunque no buscara posición alguna de privilegio, su capacidad y las funciones intelectuales que él jugaba lo colocaban siempre o en el centro o al frente de los destacamentos en donde participó. Pero él nunca buscó el poder, siempre buscó ser uno más y construir una dirección colectiva. Eso era Revueltas en lo personal. Como escritor era un escritor de lo terrible, pues a Revueltas le tocó vivir una época de nuestro país, de nuestra historia, en la que los más honrados eran despreciados como los más tontos; en la que los más consecuentes eran hechos a un lado por no aprender a ser oportunistas; época en la que ser consecuente y ser principista y ser incapaz de ceder en una convicción, podía conducir a la cárcel o a la muerte. Y en su literatura retrata ese drama personal de todos los que hemos resistido, de todos los que hemos mantenido una 6

lucha sin que nos arredren, nos amedrenten, sin que nos disminuyan la adversidad o la mezquindad de los demás. Pero también describe cómo esa realidad, ese conjunto de dificultades a veces destruyan a la persona. Revueltas dibuja con gran precisión cómo las ideas doctrinarias, que vuelven ciegos a los militantes, y que los conducen como autómatas esclavizados por una liturgia y un conjunto de dogmas, los hacen proceder sin humanidad, y los convierten en peligrosos y autoritarios conductores. Y Revueltas pagó con su vida esa consecuencia y esa denuncia, y eso es lo que refleja su literatura. Desde luego que fue una literatura muy condenada por quienes no querían que se revelara ese drama de la vida política y personal de la gente y particularmente de los militantes. Los que se ostentaban como comunistas no querían que se ventilara a la luz pública la deformación que podía experimentar una personalidad dogmática, o las aberraciones a las que conducía la ideología y el fanatismo. Pero además, como Revueltas era un comunista en un sentido distinto, no por suscribir una serie de dogmas o de defender una serie de mitos, como el del stalinismo, sino un comunista porque compartía los ideales de una sociedad justa, de una sociedad en donde no hubiera explotación de unos hombres por otros, y donde se alcanzara la libertad, su visión y su programa eran más abarcadores y mucho más humanos que lo que podía representar el calificativo de comunista, y bastante ajenos a lo que eran los miembros del Partido Comunista que lo condenaban o lo despreciaban a él. Ese rechazo, repetido y mezquino que Revueltas experimento en cada agrupación en la que militó o fue creando, es uno de los motivos de su literatura, pero también uno de los motivos de su reflexión filosófica y de su inspiración política. Así como él no quería un socialismo autoritario, ni un socialismo bélico o personalista, tampoco creía en un partido bajo caudillos, y menos en una organización movida por la ideología. Sólo creía en la política como un acto colectivo de libertad. Desde luego que además de todo eso hay cuestiones muy líricas también en su literatura, páginas muy hermosas de sus trabajos, como en Dormir en Tierra, pero yo siento –y les reitero que estoy hablando como su amigo y como su discípulo-- que la gran herencia de Revueltas y que aún no ha sido todavía contemplada en él como escritor es el escritor político social. Él reflexionó mucho sobre la historia de México, es decir, sobre los fenómenos profundos de nuestra historia, sobre el papel que han tenido las corrientes de pensamiento, las ideas, la cultura en la formación de las instituciones y la identidad; sobre el drama que ha sido nuestra relación con los Estados Unidos, sobre la conservación de nuestro ser en proceso de formación, sobre las perspectivas de conseguir una verdadera

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síntesis de nuestras culturas, de la herencia de las etnias y de la modernidad a la que hemos llegado. Su obra literaria es también una obra de propuesta social y política. A veces de una manera explícita, como en sus textos propiamente políticos en los que llama a emprender tareas concretas, y a veces de una manera literaria, como lo es en Los errores, que es una crítica de la situación interna de los Partidos Comunistas, o en la novela Los días Terrenales en donde retrata la enajenación de un militante, que no es capaz de llevar una vida normal, que no es capaz de llevar una relación sana con su mujer y sus hijos a causa de la forma como ha asumido su militancia enajenada. También es José en la literatura un autor pesimista. Por ejemplo, El Apando, que ha sido muy celebrado, a mí en lo particular no me gusta, no me gusta nada, porque yo viví ese periodo con él, el periodo en el que redactó esta obra, y conocí a los personajes, los conocí muy bien, y me parece que José retrataba en esa etapa de su vida la parte negativa, la parte desgraciada, la parte terrible de los personajes; y había dejado de tener la ilusión o la voluntad de encontrar también los elementos humanos que a pesar de todo seguían presentes y se conservaban en cada uno de ellos, aunque fueran criminales. He escrito sobre esto en uno de mis textos, dejando testimonio de algo que en ese final de su vida nos hizo tener apreciaciones distintas sobre el ser humano. Eso es como siento la literatura de Revueltas. Creo que, para esta generación de jóvenes que conocen poco la historia de México y que han sido tan bombardeados por la ideología oficial y por esta falsa izquierda que hoy ocupa el escenario de la política, volver a las fuentes y volver a Revueltas, fundador del espartaquismo, es algo importante. Tiene que ser importante, porque esa herencia no ha sido reivindicada, aunque no falten los jóvenes que hoy defienden la transparencia, los principios y la identidad nacional, no parecen reconocer el antecedente y la continuidad de sus luchas de hoy en el ejemplo y la consecuencia de los que les han antecedido. Y Revueltas es, en ese caso, un referente, junto con lo que fue el espartaquismo. El espartaquismo, como corriente política, constituía un conjunto de tesis, pero también era una actitud y una forma muy responsable y consecuente de asumir la historia nacional. Los jóvenes, cuando lo constaten al leer a Revueltas y lo estudien, van a encontrar, van a abrevar, en una verdadera agua fresca sobre la historia nacional, sobre las perspectivas y opciones y dilemas, sobre las encrucijadas que se abren a los mexicanos, sobre los peligros que tenemos que enfrentar, y sobre los caminos que todavía tienen esperanza.

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No van a encontrar recetas ni verdades finales, sino un hilo de reflexión que los remitirá a una corriente de pensamiento y a una tradición política. Y a través de Revueltas van a descubrir los vasos comunicantes con la obra de otros compañeros como Enrique González Rojo, Jaime Labastida o Julio Pliego. Y hablo de la corriente de pensamiento de nuestra identidad social asuntiva, es decir, la que parte de esos hechos de la vida de México a lo largo de los siglos que representan a la gente, lo que el pueblo hizo, y de lo que algunos pensadores recogieron y vitalizaron en esos momentos, o han dejado como testimonio. Y digo asuntivo como la consciencia o forma de pensar que parte de lo mexicano, lo que es producto de nuestro suelo y nuestros hechos, antes que de cualquier otra cosa que nos condicione o se nos imponga. En ese sentido, Revueltas se distingue o se separa de otros intelectuales hoy famosos o celebrados, que carecen de identidad o que han sobrepuesto a nuestra identidad un interés o una perspectiva ajena. En un sentido político eso tiene enormes implicaciones. Y es necesario subrayar lo que fue el Revueltas político. Revueltas no era al cazador de premios ni el buscador de cámaras o reconocimientos. Quería ser leído por los hombres de pensamiento de este país, y quería que sus ideas arraigaran en la iniciativa de una generación, pero su mira nunca estuvo en quienes otorgaban reconocimientos o autorizaban y ensalzaban la literatura. Aún así, obtuvo un premio de poesía y el premio de las artes. Cosa que aceptó sin más. Pero en sus días tuvo detractores y recibió mezquinas y ciegas acusaciones. Fue también condenado por inspirar ideas y actitudes subversivas a la juventud. E incluso el régimen lo acusó de ser el líder intelectual del movimiento del 68. Como si una persona pudiera ser culpable de un temblor o de un huracán. Pero su estatura ha ido adquiriendo la dimensión del precursor, el visionario y el consecuente y fiel intérprete de la historia social de México. Mientras sus detractores y enemigos han pasado a formar parte del olvido. Y eso tiene mucho que ver con su actitud. Revueltas era ante todo una gente proba, honesta, sencilla, recta, cuando los ambiciosos del poder y los que se sentían capitanes, le hacían a un lado, desdeñaban su inflexibilidad teórica y menospreciaban su consecuencia. Y eran muchos, tantos, que conformaron una tónica en la izquierda, en la que unos pelearon contra otros apoyados en ideologías, o al calor de los intereses del día y el poder de claques y pandillas, para dejar finalmente un panorama de desorganización y vacío. Y hoy, ese conjunto de tribus que se amalgaman en un partido supuestamente de izquierda, nada tienen que ver con lo que hacíamos y proponíamos hace medio siglo. Como nada tiene que ver la conducción de la política por caudillos con el ideal y la propuesta que Revueltas y sus discípulos propugnamos. 9

Ello constituyó de alguna manera un contexto y destino, pues ¿qué destino político podía tener Revueltas en medio de tales rencillas y tal incapacidad para elevar la política hasta el pináculo de la dignidad? Sólo el más jodido, diría yo. José debió haber sido un hombre que condujera al movimiento popular de ese momento de la historia nacional hacia un nuevo peldaño de gloria; y sin embargo solo condujo derrotas, siempre al frente de una horda de iluminados que no pudimos cambiar la historia nacional, por más empeños que pusimos; una horda que no tuvo la oportunidad, que no encontró las circunstancias, las condiciones. Y que hoy sigue defendiendo una utopía. En este sentido la vida política de Revueltas es una vida de derrotas, derrotas con las que fuimos derrotados todos los mexicanos. Porque la política de Revueltas era la política de la libertad, sin dependencias y sólo cimentada en el pensamiento crítico, y entonces no parecía haber condiciones para que eso arraigara y tuviera suficientes partidarios, y hoy somos muy pocos los que seguimos persiguiéndola. Algunos me han preguntado de dónde sacó o desprendió Revueltas esos pensamientos o esa visión. Y creo que conviene describirlo. Piensen ustedes, que cuando José era muy joven, es decir cuando tenía catorce años, no existía el PRI al final de los años veinte. La ciudad a donde él llegaba, es decir la ciudad de México, estaba gobernada por lo que parecía ser la corriente mayoritaria, políticamente hablando, que era el Partido Cooperatista. Durante el régimen de Calles el líder social más importante era Jorge Prieto Laurenz, un hombre religioso, cristiano, cooperativista, profundamente social, y Calles y la clase política triunfante de la revolución, veían a los cooperativistas como adversarios, como intrusos en un proceso histórico que creían haber consolidado porque eran los caudillos, los jefes militares de la revolución, triunfantes sobre una montaña de cadáveres. En el Congreso, hacia mediados de los veinte, había 256 diputados, y 150 diputados eran del Partido Cooperatista, o sea que el grupo de Obregón y Calles era minoritario. Y entonces Calles concibe una estrategia para alcanzar la hegemonía y suprimir otras corrientes políticas. La infancia y primera juventud de Revueltas le convierte en testigo de cómo se consolida el poder omnímodo, el poder unipartidista y unipersonal de un régimen que recoge la ideología social de la revolución y al mismo tiempo instaura la dictadura de la gente inflexible y corrupta, porque el partido oficial nace de una manera corrupta. Antes de la fundación del PRI se pelean los obregonistas y los callistas, y Calles le hace trampa a los obregonistas para desplazar a Arón Sáenz que era el candidato mayoritario y poner a Ortiz Rubio que era el suyo. Y luego para imponer a Abelardo L. Rodríguez, y así 10

sucesivamente, para hacerle fraude a José Vasconcelos en las elecciones presidenciales, cuando éste representaba a la intelectualidad de aquél entonces, aunque no fuera un hombre de izquierda pero sí democrático liberal; y proseguir con los fraudes en la historia nacional como ha sido constante. Fraudes contra Enríquez, fraudes contra Almazán, fraudes contra todos los opositores, de tal manera que jamás se consolidara la democracia. Siendo Revueltas testigo de este escenario histórico ¿qué iba a escribir? Pues México, una democracia bárbara, en donde él habla del tlatoani sexenal, o sea, un hombre del absoluto poder que solo se renueva cada seis años, pero que conserva ese carácter del soberano que es incuestionable y que no comparte el poder con nadie. Una democracia que aparenta una vida republicana, y en donde se realizan elecciones formales, para nunca concederle al pueblo ni transparencia ni respeto por su voluntad. ¿Qué otro escenario es el que le toca vivir a Revueltas? El de la situación del comunismo internacional en donde la dictadura se había enseñoreado en Rusia, se perseguía a los disidentes del comunismo en todo el mundo, se mataba a Bujarin, a Kamenev, a Rosa Luxemburgo, luego a Trotsky, un mundo en el que se mató a todos aquellos pensadores, teóricos, ideólogos, que habían atrevídose a disentir en alguna medida de la forma hegemónica y totalitaria como Stalin concibió el poder. Y Revueltas tiene acceso a estos autores, Revueltas maduro, a los cuarenta y tantos años de edad, es delegado al Congreso de la Tercera Internacional, y está cerca de la gente que realiza la insurrección en Hungría en el 56, cuestionando el totalitarismo de los partidos socialistas o comunistas. Revueltas hereda la reflexión de los disidentes de la Tercera Internacional en Alemania que cuestionan a Lenin, como Rosa Luxemburgo. Y cuando Revueltas conoce la experiencia de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Leo Jogiches y sus compañeros, justamente toma de ellos la palabra de Espartaco, no solamente pensando en el líder de esclavos de la antigüedad, lo toma también de la Liga alemana que pelea por una auténtica democracia; de una democracia trágica, porque en el dieciocho que estalla la revolución alemana, los comunistas le dicen a Rosa: es el momento de dar el golpe de estado y de tomar el poder, y Rosa les dice: --no compañeros, no somos mayoría, no tenemos derecho a gobernar si no somos mayoría, no vamos a instaurar una dictadura como en Rusia… --Tenemos que ganar la mayoría y cuando seamos mayoría, entonces, podremos gobernar. Y le dicen, -pero entonces, te reúsas a encabezar a las masas. --No, no me reúso, iré ante ellas, frente a ellas, moriré con ellas, y Rosa es asesinada, y su enorme lección, eso de preferir la democracia y la muerte antes que ser parte de una dictadura, eso le tocó conocer a Revueltas, y de ahí tomar la inspiración y el nombre de Espartaco. Los espartacos nacimos con esa vocación democrática. ¿Qué más le toca a Revueltas vivir como testigo? El peligro de la guerra nuclear. La lucha entre los intereses mezquinos en el mundo, disfrazados de lucha por la libertad o el 11

socialismo, y no sólo entre las potencias imperialistas, y no sólo entre las potencias imperialistas y los países dependientes, sino también las pugnas entre los mismos partidos de izquierda, entre China y Rusia. Y ¿qué plantea Revueltas ante esos escenarios? El desarme unilateral: mejor yo soy derrotado pero no contribuyo al peligro de desaparición del género humano. ¿Qué otro escenario le toca a Revueltas vivir? La situación de la literatura en donde la mayoría de nuestros escritores se vuelven zalameros del poder, buscadores del favor del Estado, agachones, lambiscones del régimen, como al mismo Paz le ocurre. Como le pasa a tantos autores importantes, talentosos. Y ¿qué decide él en cambio? Mantenerse independiente, jamás doblar las manos ante el poder, seguir defendiendo sus ideas y su utopía. Estas son las influencias básicas que recibe Revueltas de la situación nacional y del mundo. Cuando joven se incorpora a las manifestaciones de inconformes. Pide su ingreso al PC, pero como era tan joven no lo admitían y dormía en la puerta de las oficinas del partido exigiendo su ingreso, y es después de una participación que tiene en una movilización en el Zócalo de la capital que es detenido a pesar de que era, como tantos otros, un joven menor de edad, un joven decidido a impedir que las cosas siguieran mal, y es cargado con una serie de acusaciones absurdas, como se sigue estilando hoy, en que acusan a los inconformes de terrorismo, y José es mandado a las Islas Marías. Era menor de edad cuando es mandado a las Islas Marías. Ahí concibe su primera novela que después pierde en un accidente, pero que va a determinar parte de su literatura. O sea, él se incorpora como tantos jóvenes se incorporan hoy en día cuando ven el fraude, como los del 132, como los que han protestado ante televisa el año pasado, él era parte de su generación inconforme. La primera de las novelas de José, El Quebranto se pierde en un accidente, y después escribe Los muros de Agua, que sí es publicada. Su primer trabajo literario es también una denuncia política y un testimonio sobre lo que el ve y vive en las Islas Marías; y como ser indisoluble, que no es un rato artista y otro rato político, para él es el comienzo de una producción que por momentos adoptará la forma de la literatura, y por momentos tomará la palabra como ensayista o historiador del presente. Y lo mismo hemos continuado los que somos sus discípulos. A fines de los 50s, él ya presenta una evolución política, produce un ensayo que se vuelve emblemático y rompe con el PC.

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Primero escribe una reflexión sobre lo que ha sido el curso de la Revolución Mexicana. (Por cierto a mí me tocó mecanografiar la edición que hizo la Liga Espartaco de esa obra.) Pero luego de esa reflexión, y cuando ha testificado la suerte o destino de las huelgas importantes, Revueltas escribe la obra que va a definir el curso de la izquierda en los siguientes años. En el año 56 está en huelga el IPN, con demandas de orden democrático y defendiendo el internado que tenía el Instituto, que fue una escuela concebida en el cardenismo, como un instrumento para apoyar el desarrollo industrial y agroindustrial de México, y el estado responde suprimiendo el internado y ocupando militarmente y con lujo de fuerza el IPN y quebrando la huelga. Esto desde luego influyó muchísimo en José. Tenían lugar también varias luchas campesinas, porque la Reforma Agraria se había dejado inconclusa, se habían repartido tierras, se había repartido una porción significativa de las tierras, pero al mismo tiempo se había permitido que existieran, bajo el nombre de pequeña propiedad, superficies de muchas hectáreas. De hecho, las haciendas podían conservar cien hectáreas de riego o su equivalente en agostadero. Pero el agostadero era un coeficiente que determinaba cuántas hectáreas se necesitan para que paste una vaca y eso era disfrazado y permitía la existencia de grandes territorios, en San Luis Potosí, en las costas, en diversos estados. Entonces, José como testigo de ésta injusticia y viendo que el Partido Comunista no era capaz de guiar con lucidez las luchas, a pesar del sacrificio y abnegación de muchos de sus militantes, concluye que está ante una deformación histórica de la consciencia que se concibe a sí misma como algo que no es. Los comunistas habían apoyado la candidatura de Ávila Camacho después de Cárdenas, cuando eso representaba de hecho un retroceso y un viraje histórico. Porque Ávila Camacho no era la continuidad del aspecto social de la revolución, y Ávila Camacho era el alineamiento con Estados Unidos y la modernidad. Y entonces Revueltas se da cuenta que hace falta ser independientes del Estado, ser independientes de la política oficial, y que eso es fundamental para poder intervenir con eficacia política en México. Y luego estallan las huelgas ferrocarrileras, encabezadas por el líder Demetrio Vallejo --que era un hombre consecuente, un auténtico representante popular, obrero. Pero, aunque era tozudo, inflexible y estricto, no se daba cuenta que estaba enfrentando al Estado mexicano, y el Estado mexicano no podía tolerar la independencia, y entonces Revueltas plantea que el requisito fundamental para un tránsito hacia la democracia en México es la independencia de las luchas respecto del Estado. Como el PC se alineaba con los actos buenos del gobierno y solo criticaba los malos, Revueltas dice, eso no es oposición real, eso es a medias, eso es la ideología de Lombardo, que nunca termina de superar a la Revolución mexicana, cuando nuestro camino va más 13

allá de la Revolución mexicana. Y todas estas reflexiones las plasma en un planteamiento central que podría resumirse así: luchemos por una organización política que se mantenga de una manera verdaderamente independiente del Estado, con una política propia y en lucha por una nueva etapa histórica en el desarrollo democrático de México. Y eso lo plasma en El Proletariado sin cabeza. Aludiendo al hecho de que la clase obrera no tenía una organización que la representara. Esto es el nacimiento de la izquierda pensante en México. Ese libro representa el inicio del surgimiento de una generación que aprendimos a pensar por nuestra cuenta y a no depender ni del partido soviético ni del partido chino. Cierto es que algunos tuvimos o vivimos una debilidad temporal, pues nos seducía el liderazgo de Mao, y su política parecía alentar la lucha, a diferencia de los soviéticos, que contemporizaban y negociaban todo según les conviniera como potencia. Pero José siempre siguió manteniendo su propuesta de independencia, y entonces no rompe con las organizaciones, lo expulsan. Son los comunistas y luego sus propios compañeros los que no toleran la crítica, no soportan la discusión abierta, franca, y lo expulsan tres veces del partido comunista y una vez más de la liga Espartaco. Paradógicamente quien organiza la expulsión de José en la Liga Espartaco es hoy el más fiel preservador de su herencia. Me refiero a Enrique González Rojo. José participa en varios intentos por organizar dentro y fuera una opción real y verdadera; lo intenta incluso junto con Lombardo. El Partido Popular no solamente fue formado por Lombardo, ahí estaba Revueltas y Revueltas tenía tanta o más significación en ese momento que Lombardo Toledano. Pero cuando Revueltas ve que los soviéticos apoyan a Lombardo y lo fortalecen, y que él no tiene posibilidades de ser quien determine el curso de esa organización, se separa del Partido Popular. Como también le pasa con otras organizaciones, no voy a hacer recuento. Revueltas había tratado de agrupar, de crear las condiciones para que la gente más estudiosa de éste país estuviera junta, haciendo una reflexión colectiva sobre la situación nacional y sobre el derrotero que deberíamos proponer a los luchadores en México. Piensen ustedes que se agrupaban, en el organismo que José impulsó personas como Jaime Labastida, hoy es Jaime hasta donde recuerdo director de la editorial Siglo XXI, pero además es un filósofo respetable, miembro del Colegio Nacional y académico muy reconocido. Estaba también Eduardo Lizalde, una de nuestras glorias como poeta y como conocedor de la música. Y otros nombres eran Enrique González Rojo, Martín Reyes Vaisade, Armando Bartra, los hermanos Paz Paredes, Carlos Pereira, Guillermo Rousset Banda, Bernardo Bader, el grupo de los espigos amotinados, donde había varios poetas, o sea, que probablemente se sumaban tres o cuatro docenas de los intelectuales de primera 14

línea de la cultura, que José quería reunir en torno a este intento de reflexión de la historia nacional. Su intención era esa, organizar a la conciencia crítica en primera instancia; para que esta conciencia pudiera entonces irradiar sus propuestas a una organización de jóvenes que transmitieran a la clase obrera y al pueblo trabajador una perspectiva diferente sobre el camino que deberíamos seguir en México. Esa era la idea de José. Y ya expliqué por qué es una historia de derrotas. Sin embargo, pasa como con la levadura o la siembra, Revueltas dejó sembrada esa levadura en muchas mentes que han ido fructificando en distintos momentos y en distintos lugares de ya cinco generaciones, porque cubren todo un siglo. Y esa idea que él tenía sobre la organización de la conciencia crítica como germen del partido es también con la que cierra su ciclo vital en el libro que se llama Dialéctica de la conciencia, en donde dice que el partido es una máquina, pero es una máquina de ideas, es una máquina capaz de ejercer el conocimiento. Y el conocimiento es algo que no se puede producir por votación, por mayoría aritmética sino solamente por mayoría ontológica, o sea, por todos los que fueron capaces de conocer la misma realidad y establecer un nuevo consenso. Hoy en día que hay tanta confusión sobre lo que es la política, y que se han vuelto tan pragmáticas las personas que conducen a los partidos, conviene mucho reflexionar sobre esta otra visión de lo que es el fundamento de cualquier iniciativa social o política. Sin conocimiento real y sin apertura de la mente para comprender la diversidad que tiene el mundo, que tiene la realidad, no es posible que se pueda uno plantear --de manera seria y rigurosa-- intervenir con un propósito claro y en una determinada dirección. En los años sesenta José se dio cuenta de que las formas convencionales que habían regido la actividad política y la organización eran destruidas por las circunstancias y la irrupción de la nueva generación. Él pensaba que todo iba a cambiar, que iban a cambiar las relaciones familiares, iba a cambiar la relación entre autoridad y gobernados, iba a cambiar la forma de estudio, iba a haber un proceso más participativo, un proceso autogestionario, un proceso en donde todos juntos, dilucidamos, discutamos, deliberemos y vayamos construyendo un destino común, en donde se rompen las estructuras jerárquicas. En términos muy generales eso lo llevó a plantear la tesis de la autogestión a partir de las luchas de los años 60s. Pero también veía una mucha mayor capacidad en los jóvenes de mi generación, que en la suya, que en la generación anterior que se negaba a aprender lo nuevo. Como quiera que sea, la generación de José fue una generación que se sintió satisfecha con lo que alcanzaba a entender del mundo acorde con esa perspectiva que habían adquirido del movimiento comunista internacional. Pero, con la nueva generación de los 60s, llegaron 15

ideas frescas que él no había considerado y ante las cuales estuvo abierto para observar, para tomar en cuenta. Él me decía por ejemplo, en mi generación no leímos a los críticos de Lenin pero tú sí debes leer a Mach, porque Mach tenía razón en algunas cosas. También me decía: “En nuestra época le creímos todo a Bujarin y a Lenin pero ustedes deben leer a los anarquistas porque también en ellos hay parte de verdad”, y así sucesivamente. Y yo aprendí a seguir ese camino. Y comencé por leer a Bakunin y a los críticos de Marx y de Lenin. En esos días el autor favorito de José era Karel Kosik, y yo pienso que Kosik es el más grande pensador del siglo XX. Digamos que, después de Hegel solamente Kosik tiene ese rango. Habrá gente que piense que digo tonterías, pero lo afirmo con toda convicción, después de haber visto el enorme papel que tuvo este autor en el pensamiento de Revueltas y de toda una generación de nosotros. Kosik se planteó el problema de la fenomenología y del conocimiento, y de la forma de llegar a la verdad destruyendo el mundo pseudoconcreto o cosificado, como no lo había hecho ningún autor desde la época de Hegel. Gracias a esa enseñanza y esa actitud algunos nos convertimos en revisionistas profundos y en autores que hemos revitalizado el elán y la propuesta del comunismo. Yo en lo personal, no creo más en dictaduras ni en socialismos que supriman las libertades ciudadanas o no puedan respetar la dignidad de la persona. Tampoco creo en negar el derecho de la propiedad individual cuando esta propiedad es fruto del esfuerzo y no de la explotación. Y menos aún creo que el Estado deba suprimir la iniciativa de los que tienen espíritu creador o de empresa. Y siguiendo a Revueltas hoy defiendo la construcción de una nueva economía y me empeño por hacerla realidad cada día. Si he sido un buen discípulo no podré decirlo. Pero es otro asunto. En cuanto a él debemos redondear el sentido de su pertenencia a una corriente de larga tradición y que tiene vigencia y actualidad. En el 68 hubo, por así decirlo, dos almas dentro del movimiento. El alma de los comunistas que creían conducir la lucha en un sentido determinado, y el alma de la nueva generación que tendía hacia lo que Revueltas llamaba la autogestión universitaria y la nueva visión del socialismo, en donde incluiríamos cuestiones que aportaron los jóvenes franceses, pero también cuestiones que aportaron los checos, porque acuérdense ustedes que el 68 en occidente era una huelga estudiantil pero en los países del este era una huelga obrera y era una lucha política por el poder. Y en Checoslovaquia ocurrió la reforma conducida por Dubcek, pero fundamentada por Ota Sik, por Radoslav Cheluski y por toda una 16

generación, incluyendo a Lubomir Sochor que era el líder de los intelectuales. Toda una generación de pensadores que planteaban otro socialismo democrático. Y lo mismo ocurría en Polonia en donde estaban Jacek Kuron y Karol Modzelewski y otros compañeros que Revueltas y nosotros estudiamos juntos y que planteaban un replanteamiento del socialismo. Entonces, toda esa visión es la que planteaba Revueltas en el movimiento, y había quienes alcanzaban a entenderlo, había otros para quienes apenas era una noticia, un descubrimiento. Revueltas llega a Lecumberri, a cumplir su última prisión, pero fundamentalmente a estudiar, a escribir y a enseñarnos. A mí me puso a leer, y era muy exigente. También se impuso corregir nuestras pendejadas. Y era severo, cuanto más te quería más severo era. Revueltas compartió la vida diaria, comíamos, lavábamos los trastos, la ropa, los frijoles duros, los marros --como se llamaban los bolillos--, y los días que nos llevaban comida compartíamos lo que nos llevaban, cocinábamos, nos ayudábamos unos a otros para que tuviéramos tiempo para estudiar. Yo no compartí con él todas estas tareas cotidianas en una primera etapa porque estábamos en crujías diferentes --yo estaba en la crujía de los peligrosos, y José estaba en la crujía de los líderes del 68--. Pero luego conseguimos movernos, visitarnos, estar juntos para estudiar, platicar, intercambiar, convivir, y eso fue muy enriquecedor. Y cuando Revueltas escribe la última parte de su obra, tenía ya claro que no íbamos a reivindicar a los soviéticos, no íbamos a defender a Lenin ni a los mitos del comunismo, tenía claro que íbamos a construir una nueva propuesta. En la Dialéctica de la Conciencia, que fue una reflexión que él inició en la cárcel y que terminó en sus últimos años de libertad, deja el planteamiento filosófico o teórico sobre cómo debe concebirse el proceso de organización. Que ya no se construye solamente con convicciones, sino con un procedimiento epistemológico, es decir, cumpliendo un requisito para que se garantizara la diversidad de opiniones y se cuidara cada una como parte de la verdad. Poco antes, Revueltas había escrito La locura brujular del marxismo en donde habla de los políticos de izquierda que en lugar de hacer pasar los conceptos por el pensamiento, lo que hacen es otear la realidad con los gruesos y burdos sentidos, tratando de obtener de su percepción sensorial conclusiones teóricas. Bueno, es lenguaje revueltiano. O sea, los pendejos, los que creen que la política se puede entender por ocurrencia, por intuición y no por profundo ejercicio de estudio y reflexión. Ese texto que es poco citado, y yo creo que es parte de la misma Dialéctica de la Consciencia --y en ediciones futuras deberá ser incluido-- había sido producto de una discusión y un diálogo con los jóvenes, y con el resto de los presos. Y con él se echaba ya luz sobre el hecho de que la política exige una 17

elevación en el pensamiento que va más allá del mundo de las apariencias y la consciencia vulgar. A partir de ese punto puedo decir que Revueltas dejó escuela y dejó ejemplo. Y estoy seguro de que ha habido muy dignos continuadores de su obra. Algunos lo admiten, y otros o no han comprendido cuánto aprendimos de él, o están envanecidos por su propio empeño. En el primer lugar de sus compañeros y sus discípulos diría yo que está Enrique González Rojo, don Enrique González Rojo a quien se le acaba de hacer un homenaje en el Museo de la Ciudad de México a sus ochenta y tantos años, Enrique está en la misma línea de José y el pensamiento de Enrique ha continuado algunas reflexiones que José empezó en aquellos años. Por desgracia, aunque hay mucha gente que recoge las ideas de Revueltas no ha habido muchos representantes con su talento, con su agudeza, con su capacidad de trabajo y con su consecuencia. Yo me asumo también como su discípulo y me empeño en ser consecuente. Y otros dirán en su momento si lo he conseguido. No voy a profundizar sobre el papel de Revueltas en la literatura. He seguido los pasos de un autor que puede expresarse con mayor rigor que yo sobre el Revueltas narrador. Y debo remitirlos a ustedes a la lectura de José Agustín, que prologa la primera edición de sus obras completas, y a Fabricio Mejía Madrid, autor de una novela Revueltiana que se titula Un disparo en la oscuridad, que retrata a Gustavo Díaz Ordaz, y quien también publicó un artículo sobre Revueltas en Proceso el mes de agosto de este año de 2014. Fabricio habla literariamente de él de una manera muy brillante. Fabricio es un hombre joven que tiene apenas 46, 48 años y será una nueva cima de nuestra literatura. Él es un digno heredero literario de Revueltas y podrá hablar sobre las virtudes literarias de Revueltas. Pero en el campo político sí me siento obligado a destacar su papel como parte de la historia nacional. En este sentido afirmo que Revueltas nos dejó en primer lugar su ejemplo, en segundo lugar la idea de que toda política de izquierda tiene que ser de verdad democrática y transparente, y debe haber un proceso de conocimiento en el que todos participemos y en donde se tomen decisiones con conocimiento de causa y no por mayoría simple de votos. Nos hizo ver que no se trata de mayoritear a nadie, ni de impedir a las minorías la inclusión de sus propuestas, porque a veces una minoría puede tener ideas tanto o más importantes que los que son más. Nos enseñó que debe haber un proceso tal de compenetración entre las cosas que cada uno alcanza a ver y plantea o formula, que se garantice que la riqueza del pensamiento refleje la riqueza de la realidad.

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A la mejor suena enredoso o complicado, pero la política del futuro es eso una capacidad para incluir todo lo diverso, hasta llegar a un gobierno que no esté constituido por una sola posición o partido, y en el que tengan cabida de manera cordial, aunque en debate permanente, todas las posiciones. Una capacidad para que no se imponga una visión en una ruta, en un programa, en un país, en una economía. Revueltas es el pensador democrático de la diversidad, es el pensador del planteamiento que debe incluir la voluntad, las aportaciones, las contribuciones de todos. Y, suena sencillo pero es todo un reto. Y una cuestión más, él plantea algo más importante que la Razón de Estado, con una política que no puede ser deshumanizada, una política que tiene que colocar en el centro al hombre, a la persona, la dignidad de la persona. Esto es también una herencia de Revueltas, porque tuvimos grandes líderes como Mao Tse Tung, al que le valía madres la vida humana, y eso ya no es posible, ya no es posible seguir haciendo política de esa manera. Y eso que postula Revueltas es parte de una tradición espartaquista, porque como decía Rosa ha habido tanta guerra y se ha despreciado tanto a los demás, que hoy debemos de preservar cada gota de sangre en una urna de cristal. A cien años del nacimiento de José Revueltas sus discípulos lo tenemos como el continuador de la obra de Ignacio Ramírez y Ricardo Flores Magón. Pero es la historia nacional la que lo debe colocar en su sitio. Y algunos personajes tardan en encontrar su lugar. Todavía a estas alturas pocos mexicanos saben quién fue El Nigromante. A estas alturas del siglo XXI pocos hombres saben que el gran crítico del siglo XIX, el hombre que consideró a los indígenas como fundamento de la nacionalidad, y que concibió una democracia social en el siglo XIX, fue El Nigromante, Ignacio Ramírez. Del siglo XIX, y de esa época, a quien han exaltado es a Juárez, pero Juárez era un modernizador, Juárez representaba lo que en otro momento han representado los autores del TLC, por así decirlo. La continuación de Juárez fue Porfirio Díaz y nadie lo reconoce así, nadie lo admite. En cambio la continuación de Ignacio Ramírez fue Flores Magón y de Flores Magón fueron los constituyentes, y los constituyentes recogieron el pensamiento de Zapata, de Villa, de Lucio Blanco, de Cravioto, de Mújica, de Pastor Rouaix, y la continuidad de esa línea social de la historia de México se prolonga hasta Revueltas. Si no han reconocido nuestros contemporáneos esa línea de continuidad histórica es porque no hemos llegado al momento en que se asuma nuestra identidad y se emprenda el camino del desarrollo nacional. Si no tenemos claro quien fue Ignacio Ramírez, pues es comprensible que todavía no se entienda el papel y la dimensión de José Revueltas. Pero yo tengo confianza en el porvenir, yo creo que viviremos un proceso como el que ha llamado Leopoldo Zea, 19

asuntivo, que querría decir, que asume lo que es y que reconoce su historia. Antes que mirar hacia afuera y quererse parecer a otros, cuando sepamos quienes somos y tengamos sentido de identidad, en ese momento, el papel y la significación de Ignacio Ramírez o de José Revueltas se hará claro. Y si me preguntaran dónde está la actualidad viva de lo que planteó Revueltas, yo, como discípulo suyo les digo: El Espartaquismo y la Autogestión están vivos; están en la orden del día, están como materia prima, como realidad bruta en la organización independiente de Atenco, de la Asamblea Popular de Oaxaca, en la organización de los procesos autogestivos de las cooperativas. Y si me preguntan cuál es el mejor ejemplo que tenemos hoy en día, diría que son las autodefensas y las policías comunitarias. Ahí se está gestando el México que anunció Revueltas. Digamos que Mireles hoy, sería el Vallejo que le tocó ver a Revueltas, y lo que quisiéramos ver es un país cubierto de autodefensas. O sea, de grupos sociales organizados para defenderse a sí mismos de los criminales y de este Estado que ha dejado de representar la historia nacional. Expresamos nuestra confianza en que esa herencia intelectual sea ejemplo para todos los jóvenes que hoy lean a este gran pensador.

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II La revolución es humana, pero debe ser humanista Una visión de José Revueltas sobre el hombre en la lucha Es un lugar común referirse a Revueltas como revolucionario. Digo es común, porque toda su vida fue un militante comprometido, en cuerpo y alma, a buscar el socialismo. Pero voy a permitirme contarles a ustedes un aspecto distinto de su idea de la revolución y de su idea sobre cómo conseguir que la nueva, la revolución verdaderamente liberadora, no se presente como una repetición o como un acto fallido igual a los anteriores. Los lectores de la literatura de Revueltas lo ensalzan por su intensidad, y los lectores de la obra política de Revueltas, que son muy pocos, destacan de su obra cuestiones de la coyuntura histórica o de las circunstancias de un periodo, como la demostración de la inexistencia de un partido que representara efectivamente al pueblo trabajador. Y digo que lo que voy a contarles es distinto, porque Revueltas requiere un esfuerzo mayor de pensamiento para captar, para llegar hasta el sentido más importante y profundo de lo que de muchas maneras nos trató de decir. Para poder trasmitirles esto me he permitido seleccionar algunos párrafos de su obra literaria, donde identifico claves políticas y de filosofía de la historia. En este sentido me interesa volver explícitos dos temas o cuestiones. En primer lugar, el que todo cambio social debe ser, según Revueltas, un acto ético y moral. Y en segundo lugar que todo cambio histórico debe ser un avance en la dignificación del ser humano y en la concreción de su libertad. Pero voy a desarrollar estas dos cuestiones con algún detalle. La revolución, ustedes saben, es hasta hoy, según lo entendemos por convención, un acto de violencia mediante el cual un grupo, o una clase, destruye un régimen, político o económico, o de ese doble carácter, para levantar otro. Eso, desde luego, era parte de la propuesta de Revueltas, es decir, la propuesta de terminar con un régimen de injusticia para implantar uno que permitiera la felicidad y la prosperidad de todos. Sin embargo, en medio de ese propósito, la revolución era también algo difícilmente aceptable para Revueltas, anímicamente repulsivo por la sangre que representa, por los atropellos que conlleva, por la injusticia que implica para ambos bandos, es decir, por lo que más allá de su significación política, tiene de deshumanizada. Revueltas lo describe así: “La revolución de Adán era tan elemental y simple, con unas venas extrañas y una ansiedad. Era correr por el monte sin sentido. Era pisotear un sembrado. Exactamente pisotear un sembrado. Los surcos están ahí, paralelos, con su geometría sabia y graciosa. Son rectos y obedecen a esa disciplina profunda de la tierra que les exige derechura, 21

honradez, legitimidad. Se mira su extensión como una malla sobre el humus y la vida que late, ordenando el crecimiento. Obedecen a un designio, a una voz plena y poblada de materias, que desde abajo decreta el milagro de la comunión con las cosas del aire, para que el pan se dé entonces como un hijo y encuentre casa la espiga y el sudor levante su estatua. Pero el odio demanda también su establecimiento y pisar un surco se convierte en una negación fortalecedora. Entonces se desata el hombre como un animal oscuro cuyo goce simple se compone de la desolación y el caos. Tiene el alma un poder furioso y una impureza avasalladora que se desencadenan libres y sin freno. La destrucción erige su voluntad y adelante no hay nada, pues la ceguera lo ocupa todo y hay un insensato placer en que el sembrado se convierta en pavesas y la semilla se calcine. La revolución era eso: muerte y sangre. Sangre y muerte estériles; lujo de no luchar por nada sino a lo más porque las puertas subterráneas del alma se abriesen de par en par dejando salir, como un alarido infinito, descorazonador, amargo, la tremenda soledad de bestia que el hombre lleva consigo.” (El luto humano, pág. 154)1 Al describir así la revolución, esa revolución que vivía uno de sus personajes, elemental, como era, no había programa, no había ideales excelsos, no había ruta clara, sólo un conjunto de acciones llenas de odio y de atropello. Pues la masa, entendía Revueltas, está lejos de ser algo consciente. En otra página de esa misma novela decía: “Huyeron de la multitud para esconderse de sus miradas. Porque la multitud es una suma negativa de los hombres, no llega a cobrar jamás una consciencia superior. Es animal, pero como los propios animales, pura, mejor entonces, peor también, que el hombre.” (El luto humano, misma Edic. pág. 179 ) En esa multitud, animalesca, incapaz de elevarse a la consciencia superior, veía sin embargo Revueltas el sentido y la razón de los que alcanzaban a representarla, a dirigirla de manera auténtica. Así, de Natividad, otro de sus personajes, en este caso un líder social, decía: “ ¿Qué era Natividad? ¿Qué era la multitud? ¿Qué eran las masas?” Y se contesta: “Natividad era un hijo de las masas; en ellas nutría su poderosa fe. Las masas repartían el pan de la historia y de este pan alimentábase Natividad. ¿Cómo iba a morir nunca? Cual en los antiguos ritos egipcios, un alimento, un pan de cada día, dábanle las masas al muerto vivo. Un pan secreto y nuevo, nutricio, inmortal, inmortalizador”. (Ibidem, pág. 180) Sin embargo, ese pan que las masas daban a su líder, y que al alimentarlo metafóricamente, le investían de la fuerza y la legitimidad, tenían que darle también aquello que las masas, como sujeto, como persona colectiva, no podían alcanzar nunca, como decía José. Y ese algo, es precisamente la consciencia superior. De esta manera José 1

Edición de ERA 2009

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planteaba su visión, el pueblo es la masa, necesitada de redención, pero sólo puede comportarse como masa, es decir, como un conjunto que obedece a sus instintos y a su condición elemental. Pero al mismo tiempo, esa masa es la que le da contenido y razón de ser al líder que la comprende y la asume como sentido de su existencia, de su lucha y de su muerte. La lucha original, es decir, esa lucha entre el orden establecido, entre las fuerzas de la reacción y las fuerzas del cambio, de la revolución, se da entonces en un principio como una contradicción simple, espontánea, irracional, donde lo que se enfrentan son intereses descarnados, el jornal, el capital, la distribución del ingreso, el resentimiento y el odio, pero que, en el curso de su desarrollo, devienen en otra cosa. O deben devenir en otra cosa superior. ¿Qué cosa superior que ese enfrentamiento? Veamos. La contradicción empieza como una lucha de fuerzas inconscientes. En palabras de Revueltas: “El cura había contribuido a desatar fuerzas superiores a sí mismo. Las fuerzas de la ira y de una fé atroz, que lo señoreaban todo. Era incapaz de dominar la violencia. Preguntábase entonces si la verdad no estaría en ningún lado y toda aquella confusión trágica no era otra cosa que descubrir el abismo inesperado de los hombres, la sentina. ¿Podía creerse en algo? ¿Por qué todo era injusto? ¿Qué iba a ser del pueblo? ¿Dónde estaba su historia? Odio, odio, odio, odio, odio. Cincuenta clases de odio…..Moriría sin saber la verdad, y su cuerpo, sus ojos, sus manos, el ser entero, se le convertiría en consciencia absoluta, en la consciencia de la consciencia, en la conciencia abstracta y químicamente pura, sin posibilidad de sueño, o sin razón, clarísima, para ver. Necesitaba otra cosa el país, pero quién sabe qué.” (El luto humano, pág. 176) Esa fue la pregunta que desde su juventud Revueltas trató de contestarse y de contestar para todos nosotros. ¿Cuál es la verdad? La verdad del resultado final de la lucha de contrarios. Y tardó mucho tiempo en escribir la respuesta. Pues en un principio solo hizo un refrendo del sueño, de la utopía, del ideal para que tuviera sentido ese conflicto y que la revolución pudiera llevarnos a la tierra prometida. El había escrito en los años cuarenta, cuando apenas tenía 28 años: “Hombres como Natividad se levantarían una mañana sobre la tierra de México, una mañana de sol. Nuevos y con una sonrisa. Entonces ya nadie podría nada en su contra porque ellos serían el entusiasmo y la emoción definitiva.” (Ibidem. Pág. 179) Había que encontrar la revolución, porque así como la conocíamos no le parecía capaz de respetar o dignificar al hombre. Ya había escrito: “ ¡Encontrar la revolución! Como si la revolución fuese una persona, una mujer, y se la buscase tangible, física, delimitada. En no 23

podía decir nada de la revolución, que era apenas un desorden y un juego sangriento (…) como si ya todo eso -la muerte, la sangre, la libertad de transgredir-- fueran la esencia y el programa.” (Ibíd. Pág. 152.) Veinte años después de El luto humano, Revueltas ha madurado su reflexión y la expone en su nueva novela Los errores. Aproximándose el problema desde una perspectiva sobre la Revolución de Octubre, con su burocracia, el estalinismo y los crímenes cometidos contra la generación de los líderes bolcheviques en los juicios de Moscú, se pregunta si lo que importa son las realizaciones materiales, como en la historia universal parece haber ocurrido --pues nadie nos habla de los miles de esclavos que reventaron construyendo las pirámides de Egipto, o la muralla china--. Y entonces Revueltas escribe: “Los comunistas, que no vacilarían nunca en dar su vida en el combate contra la injusticia, tampoco podrían permanecer indiferentes ante la injusticia propia. Era imposible aceptar que la causa más luminosa y noble de toda una época fuese dañada desde un principio, y si esto era posible ya no se sabría quiénes estaban equivocados ni por qué. ¿O acaso los caminos del hombre –como los de Dios—serían también inescrutables? ¿Había que acondicionarse a las cosas, disimularlas y guardar silencio, para poder marchar hacia adelante? La respuesta de los sacerdotes era como besar un hierro candente. La historia sería siempre una deidad cruel, objetiva. (Porque) Lo objetivo no admite consideraciones éticas; existe, sucede, transcurre y nada más. Las cosas habían ido siempre hacia adelante, esto era una verdad más poderosa y elocuente que todo (…) los muertos no contaban. Ni tampoco las lágrimas de aquél poeta anónimo y sin huella que habrá protestado en su tiempo contra la violenta impiedad sin fin de las terribles construcciones. Sus lágrimas y su poesía habían sido antihistóricas (…..)”2 Y Revueltas volvía a preguntarse enseguida, ¿Qué es la verdad? Y se decía: “la pregunta de Poncio Pilato encarna la más alta y serena sabiduría, y para los que sabemos la mentira de Cristo, la única verdad es la falta de verdad, verdades concretas, transitorias, tangibles, pirámides, cruces, sangre.”3 O dicho en nuestras groseras palabras. Para Revueltas no había verdad en los grandes testimonios materiales de la historia si eso se colocaba en lugar del sufrimiento. No podíamos aceptar que se ocultara o se ignorara el costo en dolor y sangre. Y no teníamos que aceptarlo porque ya no queríamos que siguiera siendo así. Páginas adelante, Revueltas tiene el primer gran atrevimiento en contra de los criterios pragmáticos de la política que ha dominado al mundo desde Maquiavelo y la Ilustración, pues afirma: “Es necesario en absoluto comenzar a decirlo, explicárselo a todos. En la 2 3

Los errores, en Obra Literaria, Tomo Segundo, México Empresas Editoriales, 1967, páginas 144, 145 .Ibidem.

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comprensión de esto radica el porvenir: no el porvenir inmediato, sino el de más adelante, el de los destinos de la conciencia socialista después del triunfo. (…..) la verdad es que caminamos por el filo de la navaja de esa fórmula, horriblemente acariciante y tentadora, de que el fin justifica los medios (…) No debe tolerarse en ninguna clase de circunstancias. (…) correríamos el riesgo de convertir en mentiras las grandes verdades históricas, de entregar la dirección de la sociedad a los locos de la inteligencia, a los santos malos…” (ibíd. Pág. 163) Al otro lado del mundo, otro comunista, polaco, dos años más joven que José, de nombre Kazimierz Brandys, concluía lo mismo y lo publicaba tres años antes que Revueltas. Revueltas lo escribía en Los errores, Brandys, en su novela Madre de Reyes,4 Hoy son muchos o somos muchos los que hemos abandonado el principio maquiavélico de la política, pero en los años sesenta del siglo pasado, esa idea constituía una inconcebible herejía. Y solo los artistas alcanzaban a ver más allá de su inmediata realidad. Sigue habiendo quienes consideran que esa es una norma del quehacer político, y la practican todos los días. Con todas las implicaciones que tenemos a la vista. Porque quien cree o tiene como convicción que el fin que persigue justifica cualquier cosa que haga, es capaz de desaparecer 2 mil o 20 mil personas, y es capaz de mentir a la sociedad y a la historia, jactándose o creyendo que su obra lo justifica. Hoy, que ni obra tienen, y que lo único que defienden es el poder descarnado y la continuidad de un sistema político corrupto, sin pirámides, sin muralla china, sin desarrollo. Un sistema político donde los seres humanos no cuentan, sólo las ideas dogmáticas sobre la globalización, y la acumulación de dinero, con la imagen construida desde la televisión. Por eso en su novela Los errores, Revueltas comienza por referirse al Partido, ese partido que todavía veía él como instrumento emancipador, como la “noción moral superior, no sólo en su papel de instrumento político, sino como conciencia humana, como reapropiación de la conciencia.” (Ibíd. Pág. 162.) ¿Y de qué manera debíamos aspirar por esa noción moral superior? O ¿Por qué? Y la respuesta es en verdad interesante, pues revela el origen franciscano y de apóstol que veía Revueltas en cada uno de los comunistas. En el mismo libro lo dice así: “—Es posible que los comunistas tengamos algo raro por fuera, en la forma de hablar, de ser, o quién sabe. No nos conducimos como todo el mundo (…); siempre traemos sobre las espaldas el peso de la historia, del proceso histórico.” O dicho en palabras más claras, los comunistas no podíamos simplemente abrazar una causa en razón de un programa o de una revolución que nos representara un objetivo, porque más bien veíamos en la Revolución 4

Editorial ERA México 1967. Editorial de la Universidad Veracruzana 2008.

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un horizonte de liberación, el sueño humano de la libertad y la utopía. Y cuando se abraza un ideal se carga con el peso de esa liberación, con la responsabilidad y el significado de lo que es para los seres humanos la redención. Tal y como lo era para los cristianos la búsqueda del perdón a los pecados o la puerta del cielo. Por eso, cuando el luchador que aunque no quiera carga sobre sus espaldas el ideal de la humanidad, y llega a entender que la Revolución no es la parte destructiva de sus actos, entonces la historia adquiere otro sentido. O como dice José: “La historia ha sido la historia del fuego contra el fuego; fuego como conciencia del sometimiento del infierno al hombre, contra el incendio y reducción a cenizas de lo humano. Queremos al hombre— llamarada en ardimiento infinito y no el infinito en ardimiento sin hombre. Cada hombre un planeta y en cada uno la soberanía y la dignidad, sumas del fuego rescatado (…) Pero mirémonos a nosotros mismos, a los comunistas, a los salvadores… También tenemos entre nosotros nuestra diaria Biblioteca de Alejandría que arde cada vez a manos de los ceñudos e intangibles intérpretes de la ley. De un tiempo a esta parte --¡ay!, largo tiempo ya—hemos comenzado a confundir la negación del infierno con la negación de nosotros mismos como conciencia, y ahora se condena se suprime, se calumnia y se aniquila quienes se obstinan en mantener en alto esa conciencia.” Revueltas quería que dejáramos de defender la violencia como si ella por sí misma pudiera tener un carácter o validez intrínseca, quería que termináramos con la censura hacia los cuestionamientos sobre nuestros errores o nuestras prácticas equivocadas, porque la Revolución tenía que ser verdad, verdad ante todo. Quería que abandonáramos la política por razones de estado o de poder, para asumir la política y la revolución como verdad pura, como conciencia humana, aun por encima de los intereses de clase. Revueltas era un hereje del comunismo. Y por ello todos los estalinistas, desde Pablo Neruda y hasta Dionisio Encinas, Martínez Verdugo y Hernán Laborde, condenaron la publicación de Los errores, y movieron todo lo que podían mover para que la novela fuera retirada del mercado. Él tenía claro que sería sacrificado por el dogmatismo y la cerrazón. En los mismos Errores, lo decía, lo decía con todas sus letras: “con cada comunista justo que cae, no en manos del enemigo, sino abrasado por el mismo fuego criminal con distinto nombre, cada vez desde Giordano Bruno, en el que unos comunistas lo hacen arder, mientras otros disimulan con su ceguera voluntaria o su silencio cómplice, va su conciencia en pedazos…cuando los comunistas callan –callamos—ante la injusticia propia, ante los crímenes sacerdotales de los que han hecho del Partido una iglesia y una inquisición, cuando guardamos silencio precísamente en este tiempo…es el hombre quien junto a nosotros ha también enmudecido” (Ibíd. Pág. 200). 26

Revueltas estaba conquistando su derecho a decir su verdad. Una verdad que se enfrentaba a todo un sistema político y de pensamiento, que abarcaba tanto al capitalismo como al socialismo real. A toda una concepción sobre la razón de quienes por encima de la moral y los principios se creían en derecho de imponer, primero una dictadura, y luego un régimen de opresión y con ausencia de libertades. Él quería una revolución en la que el centro fuera el hombre, el ser humano. Él insistía en que poner al hombre por delante no podía ser antipartido, ni anti socialista, ni contrarrevolucionario, y que cuestionar ese proceder era inaceptable. Lo que había que proteger era “el capital más precioso, o sea, el hombre vivo, palpitante, real, el único instrumento con el que el socialismo y el comunismo se pueden construir” Porque el socialismo y el comunismo no podrían reducirse a un helado esquema de cifras y ecuaciones inexorables y sin alma”. (Ibíd. Págs... 222, 223) ¿Y cómo se transformaría entonces la revolución? ¿Cómo podríamos colocar al hombre en el centro para erradicar la razón de Maquiavelo? Primero Revueltas pinta y caracteriza el pensamiento del poder, ese pensamiento ante el cual todo ideal o sueño de redención se trueca en su contrario. Pido disculpas por la larga cita, pero es necesaria, dando la voz a quien personificaba al capital en su novela le hacía decir: “En el despreciar a los hombres con ardor y apasionamiento radicaba lo único que podía considerarse grande y digno. Lo humano no representaba sino las multitudes que nunca habían dejado de ser nómadas y que continuaban recorriendo la historia, desde los tiempos más distantes hasta la edad contemporánea, como esclavos, como carne de cañón, como una masa infinita de piojos cuyo único destino no podría ser otro sino el de que se les aplastara, de la misma manera –apenas sin variantes a lo largo del tiempo—en que siempre se les había aplastado desde los faraones egipcios hasta la más reciente guerra. Los hombres verdaderos, en última instancia los que aplastaban a los piojos, los que ejercían ese derecho soberano y enaltecedor, habían sido siempre una minoría en cada sociedad, en cada época y a través de la historia: monstruos maravillosos y potentes, de distintas magnitudes entre sí, pero en fin, una minoría hermética, exclusiva y soberbia. La única contingencia en que se podía descubrir lo humano en su condición pura era el poder, porque ahí encontraban los hombres su desemejanza, su inidentidad con los demás, su no pertenencia a la especie, su afirmación como la única fuerza real, que ejercía el poder en contra de esa humanidad que sólo existe como naturaleza anonimizada, desindividualizada.” (Ibídem, Pág 241)

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En el poder veía pues Revueltas, a los próximos, a los burócratas del partido comunista que le prohibían pensar. En el poder veía Revueltas a los que en nombre de la revolución mexicana se abrogaban el derecho de suprimir la libertad de manifestación y de huelga. En el poder veía Revueltas a los que ordenaron los juicios de Moscú para matar a toda disidencia, a toda crítica, a toda propuesta democrática del socialismo. Se trataba en consecuencia de abolir el poder. No el capitalismo, sino el poder. ¿Y cómo construir una nueva sociedad en la que no hubiera un poder capaz de encaramarse sobre el hombre, sobre el común de los ciudadanos? Esa era entonces la nueva forma de plantearnos la pregunta por la verdad. Pues en primer lugar reivindicando la herejía, rehabilitando la memoria de todos los que se habían atrevido a desafiar al poder, primero para seguir su ejemplo, segundo para recoger su mensaje, y tercero para avanzar en el planteamiento de la misma causa. “Las miserias, las sordideces y los crímenes de Stalin y su grupo, decía entonces José, serán vistos por la sociedad comunista del mañana como una oscura y siniestra enfermedad de los hombres de nuestro tiempo.” (Ibíd. Pág. 280) “Nada podrá aparecer (…) más impresionante, más desgarradoramente tremendo y bello, que el sacrificio inaudito de los hombres que fueron sentenciados a muerte por los procesos de Moscú (…) será difícil encontrar siquiera una comparación aproximada en cualquier otro de los momentos más elevados de la heroicidad humana del pasado. (…) la historia reivindicará como héroes, a despecho de los errores humanos que supieron y pudieron aceptar un estigma infamante ante el mundo entero, los nombres de Bujarin, Piatakov, Rykov, Krestinski, Ter Vaganian, Smirnov, Sokolnikov, Zinoviev, Kamenev, Muralov y tantos otros más.” (Ibíd. 281) Hoy, para la mayoría de ustedes todos estos nombres suenan anónimos; y acaso puedan todavía pensar que son asuntos del pasado, y que tal vez haya perdido vigencia ese anuncio que hacía Revueltas. Pero no compañeros. Así como todavía hoy los cristianos han impuesto a los días del año un onomástico, esto es, así como hoy el calendario tiene un santoral, tratando de que cada día del año restaure la memoria o recuerde el ejemplo de un héroe de la cristiandad, así el día que la humanidad se haya emancipado, y que haya alcanzado la conciencia sobre el largo camino hacia la libertad, junto a los nombres de Copérnico y de Giordano Bruno, pondremos los de la lista que citara Revueltas, y agregaremos todavía el suyo mismo, junto al de Kuron, al de Kosik, al de London, al de Koestler, y de varios más.

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Porque en la memoria de los hombres libres, en la conciencia sobre cada uno de los que han contribuido a desmitificar, el poder con su ejemplo o con su obra, para que podamos llegar un día a una verdadera democracia y libertad, la contribución que cada uno nos haya dejado será motivo de remembranza, será refrendo de convicción, será fuente y alimento de la conciencia y la verdad que hayamos alcanzado. Ya en el comienzo de la sexta década del siglo pasado Revueltas nos decía: “El socialismo y el comunismo eran el porvenir de los hombres, y es preciso proseguir el combate sin descanso. Sí, pero…¿en qué dirección…? ¿Contra quiénes y cómo, además de la lucha contra la burguesía?” (Ibíd. P 338). En Los errores no dejó la respuesta, sólo la ruta y la convocatoria. Esa novela concluye condenando el dogmatismo, explicando la falsa conciencia que se ostenta como verdadera verdad, y convocando al lector a pensar por su propia cuenta, al margen y aun en contra de la doctrina oficial establecida. Transcurriría otra década y más, para que el movimiento estudiantil le brindara a Revueltas la oportunidad de observar las nuevas formas de la organización y la democracia, y se requerirían unos años más de cárcel para que él pudiera rumiar y procesar ese experiencia y en el diálogo y el debate con los otros presos políticos, sentara al fin una posición sobre el camino y la nueva propuesta. En 1968, año de lucha más que de escritura, Revueltas dijo en una conferencia a los estudiantes: “(se trata de emprender) el conocimiento crítico de todas las cuestiones que nos plantea el saber o, como lo decía Alfonso el Sabio, el aprender de los saberes, mediante el ejercicio militante, activo, destructor y creador, de una conciencia colectiva en perpetua inquietud. (…) transformaremos las relaciones sociales, conociéndolas, para decidir su cambio con la acción. Y del mismo modo la ciencia, la cultura, la técnica, para desenajenarlas y humanizarlas.”5 En septiembre de 1968, Revueltas agrega: “Recuperar la conciencia de mí enajenada, consistirá entonces en la puesta en marcha de nuevas formas del conocimiento capaces de negar mi propia negación en la religión, la sociedad civil y el Estado, con lo cual la conciencia de sí enajenada se disipa y desaparece en el reino de la libertad.” Pero si se trataba ya entonces de una crítica total, de una recuperación del hombre en contraposición del conjunto de la realidad, y no solamente de la opresión o la explotación, eso requería una forma distinta de llevarlo a la práctica.

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Obras Completas .Tomo 15. Pág. 102.

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El partido estaba planteado como forma de conducir la lucha contra el régimen y su estado, pero ahora se trataba de conducir el conocimiento colectivo para hacer la crítica de la realidad social deshumanizada. Con su opresión social, su explotación económica, su injusticia, su falsa conciencia y su carácter individualista. La conclusión y la propuesta no podía ser entonces más que una organización social, colectiva, para ejercer el conocimiento y actuar consecuentemente con el conocimiento que ese colectivo alcanzara. Y es precísamente eso lo que Revueltas concebía como autogestión. Se trataba de organizar en cada lugar la autogestión, y de convertir esa forma de participación política en el germen del nuevo estado. Ahora un Estado democrático por primera vez, ajeno por completo al concepto y la realidad de la dictadura. Revueltas estaba cuestionando el núcleo del Leninismo, el alma de la ortodoxia, el origen del mal, el sentido maquiavélico del comunismo. Y estaba reinaugurando, en esta etapa del mundo contemporáneo, el modelo de los consejos como única forma de la democracia federada. En abril de 1969, cuando ambos habíamos ingresado a la Cuarta Internacional, estando presos, José envía una carta al III Congreso Mundial, después de la reunificación de los marxistas internacionalistas del mundo en la que dice: “La nueva revolución tendrá un doble carácter, anticapitalista y antidogmático, que comprenderá entonces a los países donde aún domina la burguesía, a los países socialistas y a los países del llamado tercer mundo. La nueva revolución será un salto teórico respecto al papel desempeñado por los partidos comunistas durante los últimos 50 años, después de la muerte de Lenin. Ciertamente será una revolución revisionista: porque revisa dicho papel y lo pone al día en el orden de la libertad y la democracia. (…) Transforma al partido, de instrumento de dominación estatal, en órgano del conocimiento colectivo de las formas más altas y desarrolladas de la conciencia.” Esa Revolución de nuevo carácter que postulaba Revueltas, tenía, y sigue teniendo hoy, un enemigo más poderoso que el adversario en el poder. Un enemigo que sólo puede ser vencido con la información, el conocimiento y la inoculación de la conciencia libre, crítica y radical. Ese enemigo era y es la masa. O como lo decía él: existe el peligro de la derrota de la razón dialéctica ante una poderosa praxis enajenada, irracional, aunque lógica y eficiente. Esta práctica siempre tendrá el recurso de apoyarse en las grandes masas

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enajenadas y anestesiadas mediante el opio de la ideología, que no es otra cosa que la religión de la política. 6 Por ello, ante ello, Revueltas llama a abrir el pensamiento, a reconocer la crisis del marxismo, una crisis por su aquietamiento, por cargar décadas de dogmatismo y por responder a la real politik. 7 Llama a estudiar a la disidencia y la heterodoxia. Concretamente invita a tomar en serio a Sartre, a Gorz, a Lefebvre, a Mandel, a Marcuse, a Raymond Aron, a Schaff, y desde luego a Kosik. Y una vez posesionados de la crítica, y armados moralmente con el espíritu del iconoclasta reconsiderar los hechos principales de nuestra historia, reemprender el camino hacia esta nueva revolución, ya sin doctrina ni ideología. Con tan sólo la convicción de un proceso democrático, donde el conocer colectivo y la deliberación común, puedan llevarnos a la realidad del socialismo humano. (Ibidem. Págs. Siguientes.). Ese socialismo tiene un sello distintivo –y concluyo esta exposición con una frase de Revueltas que lo deja claro: “Si aceptamos que la democracia política –en sus términos más generales y no importa cuál sea el régimen social de que se trate-- consiste en la vigilancia del Estado por los ciudadanos, y no en la de éstos por aquél”, ese socialismo será el de la sociedad civil organizada para garantizar sus derechos, todos, de manera autogestionaria. 8

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Significado actual de la Revolución Rusa, en Obras Completas. Tomo 20. Pág. 229. Prólogo, Agosto de 1970. Cárcel de Lecumberri. Obras Completas. Tomo 18. Pág. 135 a 139. 8 Libertad del arte y estética mediatizada. O.C.. pág. 184. 7

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De qué se trata la Autogestión que propone José Revueltas Una reflexión político filosófica sobre su propuesta para el socialismo Introducción Autogestionar, se sobre entiende, es hacer gestión sobre uno mismo. Y esa afirmación da pie para plantearnos: ¿para qué buscaríamos gestionar, y qué deberíamos gestionar, para nosotros mismos? La pregunta parece simple, y podría darse una respuesta del mismo carácter: gestionamos sobre nosotros mismos para ser dueños de nuestro destino, y al hacerlo ejercemos la libertad a la que tenemos derecho como seres humanos. Pero en verdad, la pregunta encierra toda una concepción, y la respuesta debe contener, como espero poder ilustrar a ustedes, toda una perspectiva de la vida y del socialismo. Si el que pregunta está involucrado en ventas o actividades empresariales, la pregunta tendrá un carácter de mercadotecnia. Y la respuesta también. No es mi tema. Pero si el que pregunta es un luchador social, su interrogante encierra una inquietud sobre la manera de emprender sus actividades como reformador o como revolucionario. Si gestionamos porque somos socialistas se entiende que lo hacemos porque estamos haciendo la Revolución o encaminándonos a ella. Y lo primero sería entonces indagar ¿por qué no se dice conspirar o subvertir, o destruir la sociedad existente, con su aparato de Estado y sus instituciones? Esa era la tónica. Si se decía o hablaba de la Revolución, se proseguía convocando a la organización que debía conducir el proceso mediante el asedio a la fortaleza enemiga para asaltar el poder y destruir el régimen imperante. Pero la autogestión no comienza fuera de nosotros, y ni siquiera comienza en un conjunto de acciones. Tiene sí, un sentido de Praxis, en el sentido de una práctica consciente que se emprende, pero comienza en una actitud y se funda en una convicción. Gestionamos porque la historia nos ha enseñado que destruir un gobierno y un estado no nos libera, no nos emancipa, no nos garantiza la libertad. Porque las revoluciones se vuelven fallidas cuando el proceso está caracterizado por una masa anónima e inconsciente que despliega su odio y su resentimiento y se rebela, bajo la conducción de un grupo de líderes o un partido, para destruir el régimen de opresión e injusticia. La destrucción del Estado porfiriano, por parte de los ejércitos revolucionarios, culminó en el régimen de Calles. Y Calles fundó un sistema político mucho más sofisticado en sus métodos de represión y antidemocracia que los que había utilizado el porfirismo. Menos obvio, sin duda, pues el siervo de la gleba o el peón acasillado fueron sustituidos por el 32

obrero y el jornalero actuales. Pero explotados también, y sometidos ahora por un aparato de control ideológico como no se había visto en la historia del mundo. Por eso, dicho sea entre paréntesis, un revolucionario de nombre Ricardo Flores Magón decía que no estaba planteada una revolución política, pues ella sólo representaba un horizonte de cambio de personas, de equipos, pero no de sistema. Revueltas aborda este asunto a la luz de la experiencia internacional, pero sobre todo de la experiencia de la Revolución Rusa. Para él estaba claro que en Rusia un grupo había sustituido al Partido, y un líder había sustituido al grupo, hasta establecer una dictadura personal, disfrazada de un supuesto carácter de clase, a través de una doctrina ideológica. Allá la Revolución no había traído más libertad, ni más dignidad. Y sin negar las mejorías económicas y los programas sociales, la Revolución Rusa constituía una dictadura sobre el conjunto de los ciudadanos, y no solamente sobre los enemigos. Pido disculpas por introducir ahora ideas complementarias que no son de Revueltas, pero enteramente compatibles con las suyas. Lo hago por una razón y con un propósito. La razón es esclarecer mejor ciertos aspectos, el propósito es enmarcar el pensamiento de José en la tradición social de México y el mundo. Procedo entonces: Para Flores Magón, la revolución debía construir una forma de organización de la economía que garantizara los derechos del trabajo, pero no a su salario, sino a la riqueza que ese trabajo generaba, una vez descontados los costos de la administración general. Por esta razón, él concebía el nuevo régimen como una estructura de contabilidad de las horas trabajadas por cada uno, para que en función de esa aportación que cada uno hiciera hacia la sociedad y la economía en su conjunto, se retribuyera con productos y bienes a los que ese trabajador tendría derecho. Creía en, o proponía, grandes almacenes donde se concentraran los bienes, anticipándose a lo que hoy son las tiendas departamentales y los supermercados. Y en esos almacenes, los trabajadores, que llevarían una tarjeta con el registro de sus horas trabajadas, podrían disponer de tantos satisfactores como se hubiera registrado en valor de su trabajo en la tarjeta. Dicho en forma muy general, para Flores Magón el nuevo régimen tenía que ser un régimen de distribución justa de la riqueza. Y entonces venía a cuento quién y cómo iba a realizar la administración y distribución de esa riqueza. En Revueltas, el trabajo y el capital guardan una relación dialéctica. Todo capital es, al mismo tiempo, trabajo acumulado y negación del mismo trabajo, pues se ha convertido en dinero, en máquinas y en bienestar, pero fundamentalmente del dueño de los medios de producción, y no del que produjo la riqueza. Revueltas decía que nuestra tarea era resolver esa contradicción, es decir, restituir el trabajo al trabajador, y convertir el capital en trabajo. Este asunto no es ciertamente un proceso de silogismos o de conversiones formales, sino un complejo problema de reorganización social y económica. 33

Analicémoslo con algún detalle. El obrero trabaja, y al trabajar es pagado por su actividad tanto y solamente tanto para que siga desempeñando esa función. Pero su actividad genera una cantidad de bienes y servicios que constituyen una suma mayor a la que recibe, de tal manera que existe una diferencia entre lo percibido por él y lo que él enajenó. Enajenar, entonces tiene la acepción de algo que ha sido nuestro, o que nosotros hemos generado, pero que no conservamos, sino que es enajenado. El acto de enajenación más simple es la venta. Yo tengo un bien que vendo. Al venderlo lo convierto en algo ajeno para mí. Pero percibo a cambio de ello una suma de dinero. El problema comienza cuando yo enajeno algo que produzco y lo que percibo no equivale al esfuerzo que yo he puesto en lo que enajeno, es decir, que es de un valor inferior a lo que yo entrego. Y el problema se vuelve más complicado si lo que enajeno es algo relativamente intangible, como el tiempo o mi creatividad. Cuando dejo de ser dueño de mi tiempo o cuando dejo de ser quien decide sobre mi creatividad, enajeno parte de lo más importante que tengo como ser humano. La enajenación no se circunscribe a los valores de uso o de cambio que se entregan o que nos son arrebatados en la circulación económica. De hecho hay varias cosas o cuestiones más que se enajenan. El caso del tiempo, merece unos conceptos más: cuando la jornada o las funciones que yo entrego son tales, que mi vida se ve constreñida o reducida a una dimensión temporal o duración menor de horas, estoy recortando la parte de mi vida que vivo para mí y los míos, y estoy enajenando mi propia vida a quien o quienes la aprovechan o la capitalizan. Si el trabajador entrega su mejor tiempo al trabajo pagado, entonces su vida personal, su familia, y aun su propia intimidad son enajenados en el proceso de participación en la economía. Los jefes que nos quitan lo mejor de nuestro tiempo nos enajenan, porque son ellos los que se apropian de los tiempos que muchos entregamos. Y ese tiempo también es capitalizado, no solo en valor, sino también en bienestar y en poder. El planteamiento de Revueltas Para Revueltas, la cuestión se aborda a partir del siguiente razonamiento, empezando con una afirmación de Marx sobre cómo se auto apropia el hombre de sí mismo: “el comunismo (es) la conciencia de ser, de la reintegración o el retorno del hombre a sí mismo, la supresión de la alienación propia del hombre; pero como este ser no ha comprendido todavía el ser positivo de la propiedad privada y no ha

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comprendido tampoco la naturaleza humana de la necesidad, está todavía cautivo e infectado de ella…”(Dice Marx)9 “El lado negativo de la propiedad privada, comenta Revueltas, es la fuerza de trabajo enajenada, así como esta última es la negación de aquél lado negativo, esto es, la negación de la negación. ¿Cuál podrá ser entonces el “ser positivo de la propiedad privada” de que nos habla Marx en la cita precedente? Dice Marx en un párrafo anterior al citado y que transcribimos para auxiliarnos en la comprensión cabal del problema: “El trabajo, el ser subjetivo de la propiedad privada en tanto que exclusión de la propiedad, y el capital, el trabajo objetivo en tanto que exclusión del trabajo, constituyen la propiedad privada.10 “(…..)El lado positivo, pues, de la propiedad privada es la negación de su negación, o sea la desaparición de la fuerza de trabajo enajenada. Esto significa, en otras palabras, la restitución a cada quien, como individuo, de la propiedad privada personal de su propia fuerza de trabajo, o sea el ser positivo de la propiedad privada.”11 Este enfoque o forma filosófica de abordar las relaciones entre la autogestión, el trabajo, la enajenación y la liberación, podrían ser base para afirmar que la única negación dialéctica de la propiedad es la apropiación, por parte del trabajo, de su propia obra, y que eso significa el dominio sobre el tiempo, el carácter de la producción y el destino de la riqueza. Cosa bastante más en significado y propuesta que terminar con el régimen salarial o instituir un cambio en las relaciones de propiedad. En otra obra de Revueltas tenemos un desarrollo más claro del problema. Dice José en un texto de julio de 1967: “Puede decirse que la supresión de la propiedad privada no se satisface única y exclusivamente en el área de los instrumentos productivos (ni de la base económica en general), sino que va más allá y atañe del modo más directo a la libertad del hombre y a la desenajenación de su conciencia.” Y vuelve a citar los Manuscritos de Marx, ahora en otro fragmento: “De la misma manera que la propiedad privada no es sino la expresión sensible del hecho de que el hombre sea a la vez objetivo para sí mismo y se haga para sí mismo un objeto extraño y no humano, de la misma manera que su manifestación 9

Manuscritos económico filosóficos. Carlos Marx, Economía y filosofía. Mejor conocido como Manuscritos económico filosóficos de 1844. 11 Revueltas, en Racionalidad y enajenación. 1965 o 66 Dentro del libro Dialéctica de la Consciencia. Tomo 20 de sus obras completas, pág. 198-199. 10

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de la vida es su alienación de la vida, que su realización es su desrealización, una realidad extraña, de la misma manera la supresión positiva de la propiedad, es decir la apropiación sensible del ser humano y de la vida humana del hombre objetivo, de las obras humanas para y por el hombre, no debe ser tomada únicamente en el sentido del placer inmediato, exclusivo, en el sentido del poseer, del tener. El hombre se apropia su ser universal de una manera universal, por consiguiente en tanto que hombre total.” Y entonces Revueltas comenta: “La conciencia de la deshumanización y por ende “la deshumanización que se supera a sí misma”, no es ni puede ser otra cosa que la conciencia comunista, bien se produzca en el partido o fuera del partido, pero en todo caso será la conciencia humana que no puede existir sino como conciencia libre y de la libertad. … Esta universalidad no podrá expresarse de ningún otro modo, entonces, sino como el esfuerzo colectivo y consciente de esa conciencia de la “deshumanización que se supera a sí misma”, que lucha por la conquista de la libertad –y esto ya es la libertad—en la condición de que una lucha tal será de lo más importante, lo más profundo, lo más entrañable e inspirador entre todo lo que pueda agitar, animar e impulsar cada una de las actividades sociales, económicas, científicas, artísticas, técnicas, filosóficas, del conglomerado humano socialista.”12 O sea que para Revueltas, ese Revueltas marxista y hegeliano, la lucha por la libertad, por la desenajenación y por el socialismo se libra en todos los terrenos, y su fundamento es entonces el conocimiento. Pero existe todavía un nivel mayor de la enajenación. Si consideramos que todos somos seres creadores, con imaginación, con inventiva, con espíritu, y si nuestra vida se vuelve un conjunto de tareas, funciones y productos, que no son conceptuados por nosotros, ni imaginados por nosotros, ni concebidos por nosotros, sin responder a nuestro espíritu o nuestro gusto, o nuestra preferencia, entonces todo lo que hacemos, porque así lo establece la disciplina de trabajo o el orden y organización de la instituciones en las que participamos, es un proceso que nos enajena, pues no podemos desplegar lo que somos, ni crear lo que imaginamos, ni satisfacer nuestros sueños. Esto todo es un trabajo enajenado. Y podríamos agregar una enajenación más, la enajenación del futuro, de la esperanza, de lo que deseamos o buscamos para el porvenir. Gregorio Ortega lo ha expresado recientemente como sigue: “reencuentro hoy esos rostros de amargura y temor que observé (hace años) y me desconcertaron –dice él refiriéndose a los países del socialismo 12

La Guerra Fría entre las potencias socialistas, parte del contexto de la tercera guerra mundial. En Escritos Políticos, Volumen III Tomo 14 de sus Obras Completas, págs. 190 a 192.

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real-- sobre todo ahora que en ciertos parajes de la república y de la ciudad se reproducen -como clones, hologramas o fotografías- esas caras desencajadas, esos ojos atemorizados, esas muecas que quieren mostrar desprecio y sólo reflejan envidia y odio, porque sus dueños saben que el futuro personal dejó de pertenecerles, desde el momento en que los barones de los cárteles, los narcotraficantes de horca y cuchillo, dirimen con el Estado los espacios del poder y el destino inmediato de sus vidas.”13 La Revolución, compañeros, no trata entonces solamente de una justicia social o de una liberación económica, no se trata, por decirlo en palabras soeces, de terminar solamente con la explotación que se cumple con los bajos salarios. Si nos circunscribiéramos a ello, como es el caso de los planteamientos más simples de algunos rebeldes espontáneos, se repetiría una lucha crematística, como decía Aristóteles. Y tan no se trata de eso, que en algunos países desarrollados, como Suecia, o Finlandia, los obreros han venido rechazado a veces, desde hace décadas, aumentos de salario, con tal de que les concedan en cambio mayor decisión en sus trabajos, mayor participación en las decisiones, y jornadas más breves. Porque la liberación del hombre no es vencer la precariedad y la escasez, eso es tan solo el comienzo, y lo importante viene a partir de su superación, pues el hombre quiere ser libre, quiere superar la enajenación. Es decir, quiere sentirse dueño de su tiempo, dueño de las decisiones sobre lo que hace, sobre cómo lo hace y sobre cuál es el orden de prioridades. Marx comenzó por estudiar la enajenación antes de haber analizado la plusvalía. Sus primeros escritos teóricos fueron los manuscritos económico filosóficos, y tardó años, casi cinco años, en escribir después el Manifiesto Comunista. Lo hecho por los socialistas y comunistas ha sido entonces un paso en la lucha contra la explotación, pero al mismo tiempo ha constituido un abandono, y a veces hasta un retroceso, en cuanto a la enajenación. Porque los comunistas enajenaron su juicio a un culto religioso su propuesta política, y perdieron así su capacidad crítica. Se llegó incluso a decir que no era posible tener razón contra el partido. Y al renunciar a una razón que pudiera contradecir al factótum o ente supuestamente colectivo que era la organización de los comunistas, los revolucionarios devinieron conservadores que permitieron la continuidad de la alienación.

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Editorial del acopio de noticias de AlMomentoNoticias.mx 19 de nov. De 2014.

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El Revueltas político Revueltas nos enseno que no había medias tintas en el papel político de una organización y que se era de oposición o no era real. Por ello suscribíamos su tesis de que no Había una organización verdaderamente representativa de los intereses históricos de los trabajadores en México. Revueltas era la personificación de esa tesis. Pero, primero debo referirme a la cotidianidad de José, pues los personajes históricos a veces son rescatados por sus ideas y sus contribuciones, y me parece que también su forma de ser, su actitud y su temperamento tienen mucho que ver con el papel que desempeñan y con la trascendencia de su obra. Como persona, José me parecía el ser más derecho, Más transparente. Un individuo que pensaba siempre fiel a sí mismo, fiel a una serie de principios e ideales que aquella generación, de la que formamos parte, tenía como algo inamovible y fundamental. Principios que normaban nuestra conducta e ideales determinando toda nuestra actividad, sin que midiéramos los costos. En aquellos tiempos difíciles, asumir esa consecuencia con determinación requería fuertes convicciones y una ética sólida, pues pensar de una determinada manera invocaba la represión, conducía al ostracismo, a la condena, quizá la cárcel y la muerte. Y aun así, Revueltas era un hombre de una pieza. Creo que en estos tiempos en que tenemos personajes que han transitado por tres o cuatro o cinco partidos, muchas veces sin consecuencia ideológica o relación doctrinaria, esa manera de comportamiento debe significar algo. También debo decir que Revueltas podía ser amigo, un amigo que no tenía límites en su solidaridad, tan escasa en nuestros días. Él era un hombre atento a las inquietudes de los jóvenes y las alimentaba, las orientaba para que se convirtieran en convicciones. Las apoyaba con su experiencia, las compartía con su entusiasmo y las complementaba con sus enseñanzas, acompañándonos horas para que pudiéramos entender lo que le parecía importante de la situación de México y del mundo. Era un hombre extrañamente modesto, su ejemplo era de sencillez, como si saber todo lo que sabía lo comprometiera con la humildad, buscando siempre ser accesible y participando de las tareas más simples. En los hechos, la práctica, aunque no buscara posición alguna de privilegio, su capacidad lo colocaba siempre en el centro o al frente. Pero nunca busco el poder. Busco siempre ser uno más y construir una dirección colectiva. Eso era Revueltas en lo personal. A Revueltas le toco vivir una época de nuestro país en la que los más honrados eran despreciados como los más tontos; en la que los más consecuentes eran hechos a un lado por no aprender a ser oportunistas; en la que cuando se era consecuente y se era principista y se era incapaz de ceder en una convicción, la Cárcel o la muerte se asomaban. Revueltas dibuja también con precisión como las ideas doctrinarias enceguecen a los militantes; los conducen como autómatas esclavizados por una liturgia y un conjunto de dogmas; los hacen proceder sin humanidad, y los convierten en peligrosos y autoritarios 38

conductores. Los que se ostentaban como comunistas no querían que se ventilara a la luz pública la deformación que podía experimentar una personalidad, o las aberraciones a las que conducía la ideología y el fanatismo. El rechazo, repetido y mezquino que Revueltas experimento en cada agrupación en la que milito o fue creando, es uno de los motivos de su literatura, pero también uno de los motivos de su reflexión filosófica y de su inspiración política. Así como el no quería un socialismo autoritario, ni un socialismo bélico o personalista, tampoco creía en un partido bajo caudillos, y menos en una organización movida por la ideología. Solo creía en la política como un acto colectivo de libertad. Desde luego que además hay lirismo en su literatura. Paginas muy hermosas como las de Dormir en Tierra. Pero yo siento –y hablo como su discípulo y amigo– que la gran herencia de Revueltas es el escritor político social. El reflexiono mucho sobre la historia de México, sobre el papel que han tenido las corrientes de pensamiento, las ideas, la cultura en la formación de las instituciones y la identidad; sobre el drama que ha sido nuestra relación con los Estados Unidos, sobre la conservación de nuestro ser en proceso de formación, sobre las perspectivas de conseguir una verdadera síntesis de nuestras culturas, de la herencia de las etnias y de la modernidad a la que hemos llegado. Su obra literaria es una obra de propuesta social y política. A veces de una manera explícita, como en sus textos propiamente políticos en los que llama a emprender tareas concretas, y a veces de una manera literaria, como lo es en Los errores, que es una crítica de la situación interna de los partidos comunistas, o en la novela Los días terrenales, en la que retrata la enajenación de un militante que no es capaz de llevar una vida normal, que no es capaz de llevar una relación sana con su mujer y sus hijos a causa de su militancia enajenada. También es José un autor pesimista. Como escritor, lo era de lo terrible. Por ejemplo, El Apando, tan celebrado, a mí no me gusta, no me gusta nada, porque yo viví ese periodo con él, el periodo en el que redacto esta obra, y conocí a los personajes, los conocí muy bien, y me parece que José retrataba en esa etapa de su vida la parte negativa, la parte desgraciada, la parte terrible de los personajes. Habia dejado de tener la ilusión o la voluntad de encontrar también los elementos humanos que, a pesar de todo, seguían presentes y se conservaban en cada uno de ellos, aunque fueran criminales. Creo que, para esta generación de jóvenes que conocen poco la historia de México y que han sido tan bombardeados por la ideología oficial y por esta falsa izquierda que hoy ocupa el escenario de la política, volver a las fuentes y volver a Revueltas, fundador del espartaquismo, es algo necesario.

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La autogestión como democracia Es en ese contexto que Revueltas, al cuestionar el dogmatismo y las mentiras de los estalinistas, se erige en defensor de la democracia como principio del conocimiento. Veamos cómo lo planteaba: “Se trata de una democracia cualitativa, ajena en absoluto a la democracia cuantitativa, que sacrifica el proceso racional del conocimiento a la simple opinión (o suma de opiniones) mayoritaria como si el mayor número de opinantes acordes respecto a un fenómeno, bastara para dar a éste su connotación objetiva real. Como democracia cognoscitiva, la democracia del partido es, sobre todas las cosas, una democracia racional, cuya ley de tendencia es la razón y el ejercicio libre de la razón,la que a su vez se comprueba mediante el criterio de la práctica…”14 Él consideraba que si por mayoría se asumía la función del tonto colectivo, perdido en el error y solo capaz de realizar una práctica ciega e irreflexiva, eso no podía ser revolucionario. De alguna manera se estaba adquiriendo la condición de masa, es decir, de conjunto inconsciente, que no podía trascender la realidad inmediata pues su práctica estaba cosificada, objetivada, anquilosada, petrificada. Todavía no llega al planteamiento de la autogestión como estrategia general de lucha, pero ya va definiendo la democracia cognoscitiva como fundamento de la disciplina y la organización. En un texto ligeramente posterior agrega: “(…) como cerebro colectivo y conciencia organizada de la clase, que por ello debe sustentarse en la teoría dialéctico-materialista del conocimiento al que se presupone, ante todo la lucha e interpenetración de contrarios como requisito para la transformación práctica de la realidad objetiva, o sea, la democracia no como una noción aritmética de relaciones entre cantidades homogéneas, sino como la heterogeneidad de juicios concurrentes, de cualidades distintas, dentro de una democracia cognoscitiva con la libertad de opinar y discrepar, que unificará tales juicios mediante el criterio científico de la práctica.”15 Desde luego que Revueltas no lo vio así de claro desde que empezó a disentir o discrepar. Él veía injusticias en el Partido, veía también injusticias en la forma como el Partido trataba a sus antiguos dirigentes y pensadores, y se rebelaba contra lo que él veía como ajeno al espíritu del socialismo. Pero no alcanzaba a identificar las causas del problema y la verdad que explicara los hechos. 14

Plataforma de la Liga Leninista Espartaco sobre el Problema de la unidad con otros grupos marxistas revolucionarios. Escritos Políticos. O.C. Tomo 14. Pág. 47. 15 La guerra fría…obra citada, página175.

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Durante medio siglo José Revueltas se estuvo planteando por qué la Revolución no había llevado al hombre a la libertad, y por qué la Revolución estaba devorando a sus propios hijos. Hasta que en algún momento, las luchas, las experiencias, pero sobre todo la vida universitaria, le mostraron un proceso mediante el cual no el individuo, sino un colectivo, se estaba apropiando paulatinamente de lo que había enajenado. En primer lugar apropiando del conocimiento, de los contenidos de la educación, y de la forma de impartir y adquirir el conocimiento. Porque ¿cómo emancipar nada sin conocimiento? La emancipación o desenajenación del conocimiento fue lo primero que sistematizó Revueltas. Y ello se dio con el planteamiento de que no era posible resolver cuestiones de principio o fundamentales mediante el simple proceso de una votación para obtener mayoría. La verdad no podía alcanzarse teniendo mayoría, y era entonces necesario diseñar un procedimiento que nos garantizara que íbamos a alcanzar la verdad, aunque fuera más difícil que ganando una votación. Pero faltaba todavía llevar ese planteamiento del grupo o del Partido, a un conjunto social. Y eso es lo que las huelgas estudiantiles de los años sesenta le enseñaron a José. El proceso de la autogestión universitaria. Él toma de estos dos temas la base para proponer una nueva forma de hacer política. Es decir, una forma en la que en lugar de una disciplina ciega, o jerárquica, o ideológica, se instituyera una forma de discusión, debate y construcción de consensos. Pero ojo, que consenso no debe ser entendido como unanimidad, sino como la determinación y disposición para que todos cedan y todos pongan, para que se construya un acuerdo que incorpore los elementos y puntos de vista de una manera que nadie quede excluido ni pueda sentirse ajeno. Un consenso construido con respeto hacia cada uno, pero con verdadero espíritu de inclusión. Y por eso comencé diciendo que la autogestión comienza en una actitud o disposición. Veamos cómo evoluciona la idea de Autogestión en Revueltas, desde el ejemplo de las escuelas y hasta una reflexión general: De la autogestión académica a la autogestión social Dice en un primer acercamiento al movimiento estudiantil y a propósito de las nuevas formas de organizarse: compárese o contrástese lo que es la sociedad de alumnos y el comité de lucha. Lo primero es limitado, burocrático, mediatizado. El Comité de lucha, en contraste, es democrático, revolucionario, electo directamente en asamblea, cuestionable, cuestionado y susceptible de revocación.

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Y luego agrega, ¿cuáles son las diferencias entre el Colegio de Profesores y la Coalición de Maestros? Lo primero es una institución avejentada, sus fundamentos están en el antagonismo hacia los estudiantes, en el principio de autoridad, representa el acatamiento acrítico, dogmático e irracional de sus decisiones. La Coalición de maestros nace en defensa de las libertades democráticas, es un instrumento de comprensión y solidaridad, entre profesores y alumnos…Compárese luego a los partidos oficiales con el movimiento. Los partidos están integrados por charros, locutores del régimen que mienten, son todos los talporcuales de la política mexicana. En cambio, el movimiento tiene brigadistas, sin retórica, que expone lo que siente y que tiene el empeño de convencer, con la verdad. Cuáles son las formas de autogestión se pregunta Revueltas. Y agrega: Democracia amplia y directa. Conciencia colectiva, Libre juego de ideas, corrientes, tendencias, con un mismo propósito. Y finalmente subraya, se han instituido tres formas de autogestión. En primer lugar la forma de democracia directa. Esto es las Asambleas y el Consejo. En segundo lugar la solidaridad entre todos. Y en tercer lugar el contacto vivo con la realidad social y con el pueblo. Y todavía agrega: “se prescinde de la dirección política de los anquilosados partidos de la izquie5rda oportunista.” Esto, concluye Revueltas, es sólo el comienzo de la autogestión, o si se quiere, de una autogestión espontánea, pero profunda y poderosa. “De lo que ahora se trata es de que este proceso sea consciente, que sea asumido por una conciencia colectiva en ejercicio continuo, lúcido, racional, dentro y fuera de las aulas, dentro de los centros de educación y en la vida del país, dentro del país y en medio de las inquietudes del mundo.” 16 Luego, en otro texto, profundiza: “Por cuanto a lo externo, por cuanto a su exteriorización, la conciencia está en ella misma y está en otro, bajo la forma de religión, sociedad civil, Estado, como conciencia de sí alienada, que ya no se sabe, en esta exteriorización, como conciencia de sí individual y libre.(…) La conciencia de mí, entonces, entra en contradicción con el conocimiento de esta conciencia de sí exteriorizada, donde la conciencia de mí, perteneciente a sí misma, es negada como tal y arrebatada de mi pertenencia. Recuperar la conciencia de mí enajenada, consistirá entonces en la puesta en marcha de nuevas formas del conocimiento capaces de negar mi propia negación en la religión, la sociedad civil y el Estado, con lo cual la conciencia de sí enajenada se disipa y desaparece en el reino de lal libertad.” 17

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Esquema para conferencia sobre autogestión académica. 1968. Paráfrasis. OC. Tomo 15 págs. 94 a 98. Consideraciones sobre la autogestión académica. OC Tomo 15 pág. 115.

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El asunto tiene entonces dos aspectos que se condicionan y se complementan, uno es el de la práctica que rompe con lo que ya no funciona, otro es el ejercicio de la conciencia que rompe con lo que es una falsa idea sobre la realidad. La unidad de ambas cosas hace que mi práctica sea libre, y que mi práctica sea liberadora. Y al ser liberadora sea profundamente humana y consecuentemente revolucionaria. Pero el carácter esencial de la autogestión, que se alcanza o culmina cuando se han unido esos dos aspectos, es decir, el de la práctica que desbroza lo caduco porque ya no funciona, y el de la conciencia que se desenajena, es la autogestión que descubre la incompatibilidad o el antagonismo entre la estructura en la que existe el sujeto y el sentido o perspectiva de su existencia real. Revueltas lo expresa así: “la tendencia propia e intrínseca de la autogestión es la de desarrollar la proporción de la crítica, de la transformación de su objeto (…), precísamente al grado máximo de su incompatibilidad, al grado de aquello que resulta imposible de ser resuelto dentro de su contexto y que, por tanto, requiere una subversión cabal, profunda, hasta sus propias raíces. Al llegar a este momento, la autogestión ha dejado a sus espaldas los límites de una actividad de la conciencia puramente universitaria, para convertirse en autogestión social, la forma de ser libre la sociedad humana. 18 En el caso de los trabajadores, la enajenación tiene otro sentido específico. Pues la industria, y en general la sociedad moderna, no son, no se constituyen, con la suma de muchos individuos o con la participación de trabajadores individuales, sino con grupos, con conjuntos, con gremios, con academias, con colegios, con sindicatos, que reúnen un número amalgamado de personas que sólo pueden cumplir su labor de manera conjunta y coherente. Y la desenajenación de cada uno no puede emprenderse entonces como una tarea individual o que acometa cada uno, sino que solamente puede cumplirse como un proceso autogestivo de cada conjunto. Revueltas no pudo madurar su idea hasta llevarla a una propuesta de reorganización o revolución de la sociedad toda, acorde a un Programa o Estrategia. Pero en sus últimos años dejó esbozado el tema como un discurso filosófico. El decía: “La autogestión académica aparece como un proyecto de atutogestión social, extensible a la sociedad entera, como la forma más elevada de la democracia, que supera las anteriores concepciones dogmatizadas cuya realidad ha estallado en la segunda mitad del

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Misma obra. Página 125.

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siglo XX; “dictadura del proletariado”, o “democracias populares”, o Gobiernos “revolucionarios del tercer mundo”, etcétera.”19 “La autogestión social, económica, política, será la forma estructural que adopte la implantación del socialismo en México dentro de la libertad y democracia más amplias e irrestrictas.” 20 He resumido o sintetizado en este caso el proceso y la propuesta de lo que Revueltas considera sobre lo que debe ser la autogestión. Debo Subrayar que de los marxistas y pensadores mexicanos su propuesta es actual. Probablemente en ella se contenga el camino social y político para el resto de este siglo. Voy a cerrar mi exposición con una reflexión personal, que no pretendo que se remita a Revueltas, pero que he desarrollado yo mismo sobre la base de su pensamiento, y siguiendo a Flores Magón, a Ignacio Ramírez y a Hegel. Esta última parte pueden ustedes considerarla una irreverencia o una herejía de mi persona. Y de hecho lo es. Pero yo estoy convencido de que los hallazgos teóricos de Revueltas, así como sus antecedentes en el liberalismo social mexicano, nos permiten procesar el concepto de autogestión para dibujar cómo podría emprenderse un proceso de autogestión general, que no niega la autogestión desde abajo, pero que acaso nos ahorraría la sangre de una confrontación violenta. Me someto a los dictados de la crítica para comprobarlo o corregirlo. Pero no de la crítica de los asnos del momento, que dirigen los partidos o que pontifican sobre la política desde su miseria intelectual. Me someto a la crítica del tiempo y de la posteridad. Revueltas sobre la autogestión como método. Si el nuevo modelo del socialismo será la autogestión, cabe preguntarse si hablamos de un proceso en el que se vaya instaurando esa autogestión en cada lugar, en cada escuela, en cada municipio, en cada región, para finalmente establecer un Constituyente y crear la federación que nos había anunciado Proudhon, y que luego nos propuso Revueltas. Yo en lo personal creo que la respuesta está, cuando menos parcialmente, en la experiencia de la Revolución Española. Así como Marx extrajo de la Comuna de París, la idea de la dictadura del proletariado, deberíamos contemplar la Revolución en España en la tercera década del Siglo XX. Ahí, durante el breve periodo del gobierno revolucionario no hubo una dictadura de clase, y ni siquiera un gobierno comunista o anarquista. Hubo un gobierno de coalición. Es decir, un gobierno de todos los que tenían fuerza en el

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Algunos puntos programáticos sobre la Autogestión Académica. Junio de 1971. OC Tomo 15. Página 156. La autogestión, forma superior de la libertad y la democracia. Principios básicos de la autogestión académica. En Obras Completas. Tomo15, México 68: Juventud y Revolución, pág. 311. 20

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movimiento y decidieron participar en la administración del Estado, o fueron obligados a participar en él. Es tema para todo un curso y no un final de conferencia, pero quiero dejarlo anotado, pues siguiendo a Revueltas tengo la convicción de que las muchas autogestiones, de policías comunitarias, autodefensas, escuelas, colegios, universidades autogestivas, y organismos autónomos de productores, irán asumiendo formas de gobierno, primero locales, luego regionales y finalmente a nivel nacional, pero no para establecer una dictadura, sino para instituir gobiernos de coalición, con todas las fuerzas que asuman la creación de un nuevo estado y la erradicación de esto que hoy tenemos como narcogobierno. La autogestión como base de un modelo democrático de gobierno. El marxismo o la teoría de las revoluciones nos acostumbraron a pensar en cambios rápidos. Pero todos estos cambios rápidos, vemos ahora, décadas más tarde, fueron aparentes. Porque no se puede seguir pensando que en Rusia existió el socialismo. Ni que en China era muy proletario el régimen de Mao. Los que hemos sido testigos directos de la tragedia de la URSS sabemos hoy con toda claridad que la burocracia fue durante muchos años la principal beneficiaria del régimen de economía planificada, y que hacía muchas décadas que el marxismo no era sino una camiseta ideológica que pretendía seguir vistiendo esa burocracia para legitimar su dominio. Tal y como el Partido Revolucionario Institucional utilizó y sigue utilizando en México la camiseta de la Revolución para tratar de dar legitimidad a sus gobiernos. Los partidos buscan el poder político del estado actual. No buscan sustituirlo. Ni el PRD, ni Morena. Los ciudadanos libres lo que requieren es su autogobierno. Los partidos participan en procesos electorales o de cualquier otro tipo buscando clientes o adherentes a sus planteamientos, pero no incorporan a la sociedad o los ciudadanos a nuevas estructuras del estado. Los partidos no cambian al estado. Los ciudadanos requieren una nueva organización estatal, pero no centralizada, sino de dimensiones locales, donde la asamblea pueda controlarlo. En cierto sentido la Autogestión de una escuela o de un ejido, o de una cooperativa, puede ser el antecedente de la autogestión municipal. Los partidos funcionan sobre la base de ideología. Los ciudadanos deben funcionar sobre la base de principios y valores. Principios que se cimenten en la dignidad del hombre, como lo han planteado los zapatistas, pero que más allá, se orienten a crear relaciones de trabajo y de convivencia transparentes y solidarias.

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Los grandes momentos de la historia universal se han visto antecedidos por largos procesos de educación y formación de conciencia. La reforma de Lutero tuvo éxito, como cuestionamiento de la decadencia papal, no sólo porque los papas habían llegado al extremo en las bulas y el mercantilismo, sino también porque los ciudadanos querían una iglesia recta, donde el ejercicio de la vocación no estuviera movido por la ambición de la jerarquía y el manejo de fortunas. Porque la ciudadanía quería conocer el contenido de aquello que venía repitiendo sin entender palabra. No veía sentido rezar o escuchar misas en Latín. Porque la ciudadanía quería tener cerca su fe. ¿En qué consiste entonces la propuesta política de la autogestión que podríamos postular? En construir el poder popular, y no en construir más partidos. Pero el poder de un carácter más poderoso que el de la fuerza física, un poder que no nace de un fusil, como decía Mao; sino del dominio total sobre nuestra propia vida, que comienza por la producción y la satisfacción de las necesidades. Se trata de arrebatar, paulatinamente, el control de los alimentos, el vestido, la vivienda, al estado y a las corporaciones, para que sean los grupos solidarios quienes ejerzan su autoridad y su hegemonía sobre la satisfacción de las necesidades. Habrá quien piense que no es posible. Y eso es precisamente lo más importante, pues no vengo a proponerles una nueva utopía, sino a seguir el ejemplo de los que ya lo han hecho. Ahí está la Tosepan Titataniske, la cooperativa de la Sierra Occidental de México, ahí está la UCIRI como ejemplo cooperativo en el Sur de México, ahí está la UNIPRO como ejemplo cooperativo moderno en el norte de México, para ilustrar con casos específicos en los que los grupos sociales han triunfado, no como islas en medio de un mar capitalista, sino como el germen que cundirá en todas partes y disolverá al estado capitalista actual. En un proceso de degradación y deterioro de la economía y las instituciones actuales. Lo más probable es que ese proceso de autogestión no impida la guerra civil. Todos los hechos recientes apuntan hacia la guerra. El estado no atiende los reclamos. Y prosigue con la política de shock para aterrorizar a la ciudadanía con desapariciones y violencia. La semana antepasada, en medio de la crispación por los desaparecidos de Ayotzinapa, mandó policías a provocar y balear estudiantes dentro de ciudad universitaria. Las desapariciones prosiguen. Y mientras la población continúe sin protestar y movilizarse, la impunidad del sistema se irá recrudeciendo. Pero aún cuando la ciudadanía se movilice, la ceguera puede continuar alimentando la confrontación. Y tenemos que tenerlo presente como un escenario posible. Aun así, lo que tiene que contemplarse es que la violencia, ni siquiera la mayor violencia que puede ejercer el pueblo, pueden garantizar un triunfo sobre el adversario si, al mismo tiempo, el pueblo no es capaz de tomar en sus manos la administración y la justicia. 46

Los cooperativistas ya han empezado la construcción de la nueva economía. Un mundo construido con armonía y producción desde abajo y a partir de una visión moral y ética. Y no de un monto de capital. Los indígenas de la Tosepan comenzaron siendo veinte personas que se reunían para comprar azúcar y tres décadas más tarde son ya cerca de veinte mil personas que producen todo lo que consumen, además de vender en el mercado mundial productos orgánicos. Los campesinos de UCIRI producen también sus alimentos, generan empleos para toda su gente, y colocan café en el mercado mundial. Los agricultores de UNIPRO constituyen el núcleo más productivo y competitivo del país, han levantado las tierras más fértiles en lo que fuera un desierto, y han diversificado su producción hasta industrializar el campo. Sin que dejen de tener problemas y sin que su mención quiera decir que no vemos defectos en su proceder y economía. Pero además de esos ejemplos de carácter económico, tenemos los ejemplos políticos. En primer lugar el de las policías comunitarias. En segundo lugar los caracoles o el gobierno local de los zapatistas. Y en tercer lugar las autodefensas. Lo que quiero decir es que la autogestión es una realidad en curso, con ejemplos vivos que han demostrado ser efectivos. Y no estoy citando casos de otros países, que también los hay. Estoy mencionando lugares y organizaciones que constituyen ejemplos de autogestión. Pocos los ven. Y el Estado poco los toma en cuenta. Pero a Tosepan y UNIPRO les caracteriza una sostenibilidad económica que trascenderá los sexenios electorales, y se proyectará en la Historia nacional como experiencia pionera de la construcción de la nueva sociedad. Se trata pues de construir un poder local en todas partes, y de levantar una sociedad autogestionaria que disuelva al estado actual. Construir una economía democrática es el fundamento de una sociedad democrática. Pero es correcto preguntarse cómo se une lo que sólo es local. Y también es indispensable entender cómo de un estado centralista se transita a un estado federado. Cómo se organiza una nueva economía compuesta de miles de unidades autogestivas. Y entonces es cuando aparece, cuando viene a propósito el gobierno de coalición. El gobierno de coalición no es una estrategia electoral, ni constituye una estrategia para ganar elecciones. Más bien al contrario, se caracteriza por un método que impide que alguien en lo particular pueda ganar o capitalizar una hegemonía, y le abre a la coalición gobernante un camino de largo plazo, definido por intereses nacionales. Es un procedimiento ascendente de organización del Estado. Un estado que debe organizarse a partir de cada cantón, cada municipio, cada departamento, cada provincia. Pero es

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también un procedimiento para terminar con las hegemonías y empezar por un gobierno de todas las fuerzas contendientes que aceptan construir un nuevo Estado. El punto de partida de los coaligados es precisamente la aceptación de poner los intereses nacionales por encima de sus intereses de partido, de corto plazo o de doctrina de partido. Pero entender un gobierno de coalición implica también haber caracterizado una situación política en la que su método y su modus operandi permiten superar los problemas de la gobernanza y la gobernabilidad que los gobiernos de partido y de ideología han generado. El gobierno de coalición, además, no se cimienta en un propósito político coyuntural o de corto plazo, sino que cambia el carácter y objeto mismo de la política y traslada el fundamento de acuerdos y programas al terreno de la viabilidad y proyección del Estado. En los gobiernos de partido es la mayoría relativa la que legitima el ejercicio de gobierno y la formación del equipo de la administración pública. Frágil argumento o razón para garantizar consensos, y efímero si además la sociedad ha madurado y la oposición múltiple ejerce la crítica y disecciona la parcialidad de los actos de poder. Hoy nadie explica por qué se han vuelto corruptos los gobiernos que se originaron en la izquierda, nadie explica por qué las esperanzas deben revitalizar el papel del PRI. Todas estas respuestas enumeradas o planteamientos aparentemente opuestos constituyen el resultado de abordar el tema o partir de las apariencias o del aspecto externo de la realidad social. Y de lo que se trata es de ir al fondo. Ahí comienza la autogestión Tampoco hemos llegado a una claridad sobre cómo se formulan programas de gobierno y políticas públicas que traigan mejoría para todos en la situación que vive la economía global. La discusión sobre estos temas parece seguir encerrada en paradigmas ideológicos. No vemos tampoco que se hayan esclarecido los procedimientos para reconstruir consensos o conseguir una mayor participación ciudadana. Plantear un camino inédito, distinto a los gobiernos unipartidistas o pluripartidistas es el camino, pero también distinto al de una alianza electoral o de gobierno, debe entonces conducirnos a una suma distinta de esfuerzos, que no de manera mecánica, porque el adversario no es ninguna de las fuerzas que hasta ahora han contendido, sino los problemas que ninguno ha podido ni sortear ni resolver. Frente a tales problemas, los que plantean la coalición, aceptan poner sus visiones y propuestas sobre la mesa, pero no para hacer intercambio de intereses, ni para canjear cotos de poder o cargos con las otras fuerzas políticas, sino para realizar un ejercicio de reflexión estratégica, abierto a todos, en donde se diseñe un camino que deje atrás los intereses de cada corriente política, y defina soluciones y un camino que responda a las prioridades nacionales. Eso es plantear la autogestión del Estado.

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La coalición es ante los intereses nacionales. No a partir de los intereses de partido. Por ello el gobierno de coalición no es un gobierno de los partidos, sino un gobierno que los trasciende y supera. Es un intento por ejercer la autogestión de las fuerzas políticas. El cooperativismo, sus principios, serán el fundamento de la sociedad solidaria La sociedad en la que vivimos atravesó por un largo proceso de modernización e integración en la cultura occidental. Y a lo largo de ese proceso, terminó dividida en tres grandes segmentos. Uno de orientación asuntiva, es decir, empeñada en conservar lo más distintivo y característico de nuestra nacionalidad, ciertamente portadora de valores colectivos, principios de ayuda mutua y solidaridad. Otro segmento de carácter individualista, que ha sido producto del bombardeo ideológico que plantea todo logro sobre la base del esfuerzo personal, y que coloca al mercado como ámbito donde han de realizarse los esfuerzos y dirimirse los combates. Y un tercer sector asentado en el primero, pero contaminado por el segundo caso, y que oscila en cada periodo o coyuntura según se le presenten como más atractivos los escenarios o las ofertas. La gran lección a extraer de este proceso está en comprender que quienes quieran cambiar la sociedad y fortalecer a la ciudadanía, no deben apoyarse nunca más en las ideologías. No deben formular estrategias fundadas en premisas o paradigmas doctrinarios, sino explicar propuestas visibles a través de la realidad inmediata y de ejemplos comprensiblemente viables. Los jóvenes tendrán que revisar la historia de sus países, de sus naciones, de sus pensadores, porque la sociedad del Siglo XX mitificó a los héroes, desdibujó a los mejores, y proyecto a muchos innecesarios. Este será un ejercicio en búsqueda de la identidad. Terminamos la educación básica con un barniz de conocimiento sobre los procesos que gestaron nuestro presente; conociendo los rasgos más generales de los hechos, y registrando las efemérides y datos elementales de los protagonistas. Pero no se nos ha enseñado la continuidad de las ideas, ni la maduración de las instituciones. No se nos ha explicado por qué de la comunidad indígena se explican las llamadas repúblicas de indios; y cómo ello se expresa en el discurso de Ignacio Ramírez y prosigue con la obra de Ricardo Flores Magón. No se nos dibuja la génesis del artículo 27 de la Constitución en esa historia social. Y entonces pocos comprendemos el ejido. De la misma manera ignoramos casi todos los hechos que explican y gestaron la instauración del Seguro Social, del Infonavit, de la Secretaría de Reforma Agraria o del Artículo 3° original de la Constitución como proyectos nacionales de carácter permanente.

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Esa falta de metodología para desplegar la historia nacional de México, como cada una de las historias particulares de otras naciones, o la historia misma del mundo, obligarán a las generaciones venideras a reinvestigar las fuentes y reinterpretar su historia. Pues de lo que se trata es de entender cómo el presente ha sido un hecho inevitable dados sus antecedentes, materiales e ideológicos, y cómo ese mismo proceso obliga a una búsqueda intencionada para consolidar por lo menos una que sobresalga entre las opciones del porvenir. Esa rescritura de la historia nacional y de la historia mundial le dará a los héroes una dimensión más clara; pero también bajará del pedestal a muchos personajes que han sido encumbrados en su momento por los grandes intereses o las ideologías, sin el mérito o la aportación que los hubiera proyectado. Los jóvenes tendrán que reorientar el ejercicio científico y articular su formulación y enseñanza con la aplicación de sus postulados y utilidad Hoy los nuevos científicos han perdido en su mayoría la vocación de cambio y el compromiso con la función del conocimiento. Como si tuviera sentido la especulación puramente teórica, o como si los postulados de la ciencia respondieran a un rigor interno, y no a una aplicación indispensable. Hoy los hombres de la investigación, e incluso los que investigan fenómenos sociales como parte de las ciencias humanas, conceden mayor valor a la probabilística que la necesidad, y más peso a la inercia que a la consciencia. En este campo también será sano que se vuelvan a considerar los postulados como axiomas que debe refrendar una práctica nueva, en la que cada uno deberá mostrar su pertinencia o actualizar su sentido y su alcance. Los jóvenes volverán sobre los pasos de sus padres y abuelos, pero nunca más para repetir sus obsesiones ni sus prejuicios, sino para realizar una labor generosa de rescate y comedido aprecio por lo que estaba extraviado. La crítica de la civilización nos permitirá asimilar con mayor cuidado y devoción lo que constituye el legado de las generaciones pasadas. Ante la desaparición de los espejismos sobre el futuro, la vida será más tranquila y los ritmos de la naturaleza se tornarán más acompasados con la vida del hombre y muchos valores que hoy son cuestionados se nos aparecerán entonces como dignos de recuperarse. Y ello tendrá inmenso impacto en los cánones de la cultura, pues si hoy el tecno y la velocidad caracterizan lo que se escucha como música, en el nuevo entonces esta expresión le parecerá completamente descocada a los jóvenes del mañana, que estarán buscando ritmos más acompasados que empaten con los ciclos de la naturaleza, y con la calma que haya llegado a nuestros corazones. Asi vislumbro la autogestión de la cultura. 50

La experiencia de la primera mitad del Siglo XXI conducirá a las nuevas generaciones al redescubrimiento de lo colectivo. Pero no como algo fundado en ideologías y partidos, sino como lo distintivo del género humano, y como realidad ética, moral y espiritual que estará destinada a ser fundamento de la reconstrucción del mundo. Cuando escribo estas líneas muchos jóvenes han perdido el gusto o el apego por la vida en colectivo, y han abrazado con rigor y entusiasmo el camino de la competencia y el esfuerzo personal. Los hay incluso que merecen reconocimiento por su empeño y sus alcances. Pero el futuro les permitirá a estos líderes la participación en escenarios donde su energía podrá convertirse en un proceso colectivo, y en donde sus alcances y logros tendrán el componente de una sinergia donde ellos probablemente conduzcan, pero sean al mismo tiempo parte de un colectivo de muchas voluntades y brazos. La sociedad humana asumirá que fue su solidarismo y la ayuda mutua lo que le permitió sobrevivir en el pasado remoto, y serán los mismos principios los que le permitirán abrir la posibilidad para sobrevivir en el futuro. Hoy nuestra generación parece haber olvidado que los primates que tuvieron que bajar de los árboles y aprender a caminar erguidos en las praderas eran más vulnerables que la mayoría de las especies si se los consideraba como individuos. Muchos animales rapaces merodeaban y sin duda podían haberle exterminado como especie. Parecen haber olvidado que en aquél entonces los primates parecían haberse dividido entre los que los antropólogos han denominado la rama de los gráciles y la rama de los robustus. Los robustus, como su denominación deja claro, eran algo más grandes y fuertes. Y su fuerza y tamaño les había permitido desarrollar, en un proceso de selección natural, un carácter más agresivo y de competencia. Muchos de ellos habían enfrentado a otras especies rapaces, para sucumbir uno a uno. Los gráciles, en cambio, se habían visto en la necesidad de agruparse, no solo como consecuencia de su menor tamaño, sino también como producto del hecho de que acostumbraban realizar todo de manera común o colectiva. Mientras algunos o algunas de estos gráciles se especializaron en el cuidado de los infantes, otros se dedicaban a procurar los satisfactores de la casa y la alimentación, y unos más se organizaban para salvaguardar la integridad de todos. No eran los más fuertes, individualmente hablando, pero sí los que desarrollaron la mayor fortaleza en razón de su unidad solidaria y su participación complementaria. Los robustus se extinguieron. Los gráciles evolucionaron hasta nuestros días. Y tal pareciera, sin embargo que los genes de los robustus no han desaparecido del todo. Y ello

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nos ha heredado un poco de agresividad y de fundamento genético para la vocación de poder. Pero la sociedad humana existe gracias a los que aprendieron a ser solidarios. Y la sociedad humana tendrá futuro gracias a la misma rama genética. No por razones de herencia física. Sino porque esa forma de ser ha gestado ya el patrimonio cultural que contiene las bases del arcadia que los humanos venimos soñando. Porque están en los memes o patrones de cultura los datos de lo que ha sido eficaz para construir sociedades prósperas y justas. Dejo aquí mis reflexiones sobre la autogestión como fundamento de gobiernos democráticos coaligados. Y lo dejo como tema abierto para seguir discutiendo. Concluyo este apartado subrayando que existe sin embargo una modalidad de la enajenación que se convierte en su opuesto dialéctico. Es decir, una enajenación que al salir o partir de nosotros, en lugar de negarnos nos afirma y nos trasciende. Y es el acto creador en el que nuestra visión del mundo, nuestra imaginación y nuestra comunión con él, con todos los otros seres humanos, nos lleva a contribuir, a entregar una obra o una composición original. El arquitecto de una gran construcción se enajena en las piedras que levanta. El artista de una escultura enajena su arte en el mármol y lo hace patrimonio de todos. El escritor y el poeta dejan impresas sus letras en la memoria colectiva. Y al enajenarse así, permanecen entre todos. Y lo más importante, en lugar de perder algo, se ganan, conquistan, un lugar en la memoria y la conciencia de todos. Y esa enajenación se trueca, se convierte, en un triunfo sobre el olvido y la muerte.

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La literatura como praxis y revelación de la verdad Un ensayo sobre el ejercicio literario de José Revueltas Para Fabricio Mejía Madrid, Digno heredero de una tradición social de la literatura Nota necesaria El presente escrito implica necesariamente la lectura previa y el conocimiento del cuento de título La palabra sagrada de la autoría de Revueltas, pues se ha tomado como ejemplo de la exposición. Aunque solo se trata de un ejemplo, ilustrado con uno de sus cuentos, se lo escogió por considerarlo más didáctico que referir temas o aspectos de varias de sus obras. El lenguaje se apega al sentido, si bien no siempre a los conceptos empleados por la fenomenología marxista, y más precisamente, a la obra del filósofo Karel Kosik, a quien Revueltas y el autor de este ensayo adoptaron como maestro. Al sustituir conceptos teóricos sólo hemos perseguido una mayor claridad en la exposición para un conjunto de lectores que sea más amplio que nuestros más afines.

Introducción El mundo tiene un lado evidente y otro a desentrañar. Conocemos los actos de los hombres, pero requerimos emprender una investigación para desentrañar los motivos que tuvieron. Y no basta con escuchar la explicación que hayan querido darnos, pues detrás de las palabras podría estar el propósito de engañarnos, o la necesidad de justificarlos, aunque no se los pudiera explicar. Considerando que incluso existen muchos que hasta necesitan creer sus propias invenciones. Además, mucha de la conducta, o gran parte de ella, forma parte de una conducción automática, de la que no todo mundo es consciente o toma consciencia, pues la consciencia es selectiva, y de manera espontánea procede automatizando todos los actos que resuelven una necesidad. Aunque esa automatización pueda convertir la vida en una conducta interesada y acrítica, o despojada de toda reflexión. De hecho eso ocurre siempre que el interés es mayor que los valores o la formación ética de las personas, pues el hombre pragmático mide sus alcances en confort, dinero, prestigio, pero no en honor, bienestar o bien común. Y lo hace respondiendo a lo que su ideología le dicta como objetivos. Incluyendo en la ideología toda la gama de pensamientos sistemáticos que responden a una doctrina, una fé, una visión del mundo. Somos lo que podemos ser dependiendo de nuestros prejuicios o nuestra libertad. Somos seres históricos, y en ese sentido concretos. Y la dialéctica trata precisamente de mostrar en qué somos transparentes para nosotros mismos, y en qué nos comportamos turbios o

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inconscientes. En qué respondemos a nuestra naturaleza interior, y en qué estamos satisfaciendo a la convención que hemos adoptado del mundo. Para la concepción dialéctica del mundo la realidad está constituida por pares de contradicciones. Pero además, lo verdadero es algo que no se muestra directamente a los sentidos, aunque esté presente en los hechos que vemos. No porque sea inmaterial o invisible, sino porque la realidad es en sí misma contradictoria. Parece algo y es tanto lo que parece como lo que no se muestra. Y si solamente atendemos lo que parece no alcanzamos a comprender lo que está oculto en la apariencia. Pero lo oculto no es algo que se devele haciendo a un lado a los hechos, como si la apariencia pudiera recorrerse, semejantemente a una cortina, para dejar atrás lo verdadero. Pues la verdad está presente en los mismos hechos que se muestran como apariencia, y se requiere un instrumento conceptual y un ejercicio lógico para desentrañar, en lo que parece, lo que realmente ocurre. Son las contradicciones la clave para aprender a descubrir lo que es real y lo que es verdadero. O mejor dicho, lo que es aparente en la realidad y lo que está oculto en ella pero es verdadero. La verdad, en este sentido, no es la negación de la apariencia, sino la conciliación entre el mundo aparente y el verdadero. O dicho en otros términos, la verdad es la síntesis en la que se conjugan y explican las apariencias como parte de una realidad donde también está lo verdadero. Dice Kosik que desentrañar el mundo contemporáneo nos remite a los pares dialécticos que empleo Marx, a saber: Fenómeno contra esencia Mundo de la apariencia contra mundo verdadero Apariencia externa del fenómeno contra ley del fenómeno Existencia real contra núcleo interno, esencial, oculto Movimiento visible contra movimiento real interno Representación contra concepto Falsa consciencia contra consciencia real Sistematización doctrinaria de las representaciones (ideología) contra Teoría y ciencia. 21 La dialéctica del mundo no es entonces solo una filosofía de la contradicción, es también y al mismo tiempo una noción sobre el mundo que debemos destruir, sobre el mundo aparente, sobre la consciencia cosificada, que nos oculta al hombre verdadero, y que debemos encontrar mediante su acción, su movimiento, su práctica.

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Dialéctica de lo concreto. Colección teoría y praxis, Editorial Grijalbo, México, 1979. Pág. 33.

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Pero la acción o la práctica del sujeto pueden o suelen ocurrir con la consciencia del mundo aparente, y constituir entonces una práctica fetichizada o fetichizante, es decir, una práctica que supone el ser del mundo como una existencia tal y como aparece a los sentidos inmediatos y groseros, o como los llamaron alguna vez, del carbonero, y en ese caso esa acción es alienada, ajena al sujeto entero, profundo. De tal manera que para el sujeto la necesidad o la convicción de la libertad plantea una práctica que destruya la falsa consciencia de la realidad, empezando por la suya misma, y que al adquirir esa condición, destruya también la realidad como realidad fetichista o cosificada. La destrucción del mundo pseudoconcreto es el proceso de transformación de la práctica fetichista en praxis. Y toda praxis es revolucionaria porque cambia el mundo, lo destruye y lo recrea, lo completa y lo resuelve. Sólo destruyen el mundo los inconformes. Sólo cambian la realidad quienes tienen el don de percibirla como algo que les niega, que les niega su realización, su libertad. La trama que sirve de argumento para el desarrollo del cuento Una joven de dieciséis años atraviesa por una situación profundamente incómoda, pues fue encontrada infraganti cuando un profesor suyo acababa de desgarrar su uniforme de colegiala. Ambos habían sido conducidos a la dirección del plantel, y ahí el profesor se había hecho responsable, por lo que se le había expulsado. Pero se supone que no había pasado a mayores, pues el profesor había armado, de último momento, esa escena, para ocultar lo que en realidad había encontrado: a la joven con su novio en el desván o tapanco donde se almacenan los trebejos, y el momento en que los descubre coincide con la circunstancia de que otra persona se aproxima y el profesor, en un gesto espontáneo de solidaridad y para cubrir la falta de los escolapios, le indica al muchacho que se escabulla por una ventana, le desgarra el uniforme a la muchacha y le instruye para que grite, tratando de aparentar así que no había ocurrido nada. Nada más allá de eso. La llegada de la muchacha a su casa es todo un performance, es decir, un escándalo, pues Revueltas da a entender que la muchacha estaba comprometida, y probablemente se trataba de una fecha especial, acaso la del anuncio del compromiso. El caso es que visitas varias se conduelen de la joven supuestamente agraviada y comparten un “duelo” o pesar con la familia. Este tema es enormemente exagerado por Revueltas, pues compara la actitud de todos con un duelo real que evoca o recrea la muerte de un tío, de nombre Reynaldo, que ocurriera algún tiempo atrás. La recreación del velorio le sirve a Revueltas para varias cosas. Por una parte para describir cómo la tía Enedina, que era la esposa de Reynaldo, escenifica unos cuadros de supuesto dolor desesperado, pidiendo incluso ser enterrada con el muerto. Pero su descripción deja ver que la tía en realidad actúa, pues no parece sentir realmente la 55

pérdida. Quien sí siente la pérdida es la querida del tío Reynaldo, que se presenta al velorio pretendiendo colocar unas flores en el féretro y solicita se le permita permanecer hasta que salga el cortejo fúnebre, para despedir a su muerto. La tía Enedina, sin embargo, movida por el más absurdo e hipócrita de los convencionalismos, apela a la fuerza pública para desalojar a quien en realidad es la verdadera viuda. En esto Revueltas se cuadra en la más pura tradición dialéctica de la literatura marxista –si es que pudiéramos calificar así a aquella literatura que descarta la realidad convencional para defender la realidad verdadera—como lo hizo antes Brecht en el Círculo de tiza caucasiano, y como ambos lo toman de la escena bíblica en que dos madres disputan por el mismo hijo. La viuda verdadera es luego encontrada muerta en un cuarto de hotel donde se ha pegado un tiro. Así, Alicia, que es el personaje de este cuento, escenifica entonces una escena de dolor y tragedia, que evocan las faramallas y simulaciones de Enedina, para dar gusto o justificación a los gestos y expresiones de solidaridad o duelo de las visitas que llenan la casa y de la servidumbre que salvaguarda la inocencia de la joven. Hasta ahí Revueltas ha pintado un cuadro donde la supuesta niña carece en realidad de inocencia. Engaña a todos, incluido su padre y el director de la escuela, y sigue adelante para consolidar una coartada que la mantenga impoluta ante los ojos de quienes la rodean. Enedina, sin embargo, que había servido de ejemplo o inspiración para este nuevo episodio, no se traga la simulación. Y da a entender que sabe perfectamente cuál es la vida doble de Alicia. Finaliza el relato Revueltas explicando que Andrés y Alicia habían sido sorprendidos en el tapanco porque Alicia ya no quería seguir yendo al cuarto que habían alquilado a causa de la actitud con que la dueña del mismo los trataba. A Alicia no le importó que la víctima fuera el profesor. Y cuando traen a un médico para que la examine, es tal la situación que se crea que el médico no se atreve a introducir sus instrumentos en la joven para verificar su condición virginal, y simplemente deja entrever que no ha sido violada. Para esto Revueltas le da sentido literario a todo lo que describe recurriendo a lo que Brecht llama la extrañación, es decir, describiendo la incongruencia entre el personaje y su entorno. Mostrando lo grotesco o absurdo del mantenimiento de un cuarto de la joven, que simboliza todo su mundo, donde se conservan motivos infantiles de una carga tan grande que no hacen sino sonar payos y ridículos. 56

Las expresiones de los personajes se invisten del papel que Revueltas les asigna como parte del mundo fetichizado, o como parte de las contradicciones que va desplegando, para llegar a un momento en que con una sola frase destruye el mundo pseudoconcreto y confirma lo que ya venía dejando entrever: La tía Ene le dice a Alicia: “¡Llora! …A mí no me engañas…pequeña puta desvergonzada.” Pero Revueltas nunca expone su propia visión o juicio moral sobre lo que viene diciendo. Y eso es lo más interesante del cuento. Pues finalmente, al destruir el mundo pseudoconcreto pleno de simulaciones, solo muestra la condición de Alicia como aquello que no querían reconocer, no defiende su derecho a la sexualidad, sino que lo confirma como lo que ella no quería que vieran sus prejuiciosos contemporáneos, llenos de moralina hipócrita. Al destruir el mundo pseudoconcreto de los personajes, Revueltas no introduce su visión del mundo, sino que los deja en el mismo mundo de falsas concepciones. No se comporta como demiurgo o dios que pone la consciencia o la luz en los parlamentos, diría Sartre. Sólo construye un desenlace literario y deja al lector las conclusiones. De hecho solo habla Revueltas por sí mismo y con su propia voz en un momento que describe el tapanco y sus trebejos y se deja llevar por reflexiones filosóficas sobre lo que es el mundo: “Una redonda esfera de polvo aguardaba ser vista por el ángel y entonces el ángel sintió piedad y fue hacia ella. Era el más muerto de todos los planetas, porque probablemente era el único entre todos que había visto y oído, el único que había contemplado a los demás y les había dado un nombre, un peso, una dimensión, un sitio, el más sabio y triste de todos los planetas. El ángel del tiempo miró con pena profunda a esta culpable esfera, cuya muerte parecía ser la más amarga de todas. En otro tiempo estuvo poblada por unos animales impiadosos y ciegos, que hablaban y lloraban, reproduciéndose tercamente, con una esperanza llena de furia. De todos los cadáveres del universo ése era el más necesitado de compasión, a causa de sus culpas, y entonces el ángel extendió el índice para escribir sobre aquella superficie muerta una palabra, la primera palabra sagrada que lo reviviese…” Al tomar Revueltas la palabra nos dice básicamente dos cosas. Primero, que es el hombre la consciencia del cosmos, y que es él quien al ponerle nombre a todo, también le confiere sentido. Lo segundo, es que el mundo es culpable y que tiene que buscar la palabra que le devuelva la vida y la esperanza.

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1 La noción de praxis en la filosofía Lo que hace Revueltas al describir el mundo de Alicia al lado de su padre es mostrarnos el mundo cosificado y fetichista. Un mundo que todos tenemos, pues si nos levantamos a una hora determinada, tomamos nuestro alimento inicial del día después del baño, y nos encaminamos a las labores y responsabilidades, estamos cumpliendo nuestra rutina, donde la práctica puede o no responder a un conjunto de disciplinas, pero en todo caso responde a un orden del mundo en que vivimos. Y en la medida que repetimos esas acciones cada día, refrendamos la vigencia del mundo y extendemos su orden, tal y como se nos ha impuesto, o como lo hemos adoptado. Esa es una práctica cosificada. Cosificada porque se ha vuelto una realidad incuestionable o irreformable. Tratamos de ser funcionales en ella, o de ser simplemente normales, es decir, afines, encajando en su dinámica, su lógica y su coherencia. Esa es una práctica, que puede ser útil porque nos permite resolver los imperativos básicos de la existencia, porque nos da de comer, porque nos asegura cierta estabilidad, y porque sobre esa base es que hemos aprendido a perseguir el bienestar. Pero esas acciones no dejan de ser por ello una práctica fetichista y cosificada. Fetichista porque se erigen ante nosotros como algo incuestionable o necesario, justo o irremediable, por más que nos coarten cualquier otra intención o sueño. No es el caso de Alicia, pues ella decide y opta por el mundo convencional, pero cuando esas prácticas, y la realidad que las mantiene, se nos presentan como insoportables, o demasiado exigentes y limitativas de otros intereses, del tiempo que queremos para otras cosas, para otros afanes o intenciones, y nos atrevemos a buscar su modificación, adoptamos entonces una posición reflexiva para buscarle opciones, y luego asumimos una actitud crítica para cuestionar lo que entonces se revela como límite o constricción. Y entonces nuestro proceder empieza a sopesar, y a cambiar el orden de prioridades. Ello puede dar origen a un nuevo enfoque, a un conjunto de cambios, a una revolución en la cultura o en la sociedad. No es lo que ocurre en el cuento, pues Revueltas sólo nos deja el extrañamiento y las contradicciones, pues su intención en ese relato no es otro, y va a asumir esa destrucción del mundo pseudoconcreto en otros trabajos. Y cuando ese nuevo orden de prioridades se enseñorea en nuestra voluntad y va modificando nuestros actos, hasta perfilar una nueva conducta, pero ahora más consciente y crítica de lo que veníamos haciendo, por más necesario que fuera o por más fuerza con que se nos viniera imponiendo, entonces nuestra práctica se transforma en algo que nosotros definimos, nosotros sopesamos y jerarquizamos, y nosotros enfilamos hacia una nueva realidad, y es entonces el momento en que emprendemos la praxis.

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En este cuento, Revueltas hace praxis, pero praxis literaria que nos revela el mundo detrás de las convenciones. 2 El mundo de la apariencia y el mundo verdadero Alicia, el personaje de La palabra sagrada, mantiene a lo largo de todo el cuento una conducta doliente, llorosa y acorde con la condición de víctima. Y sobre esa conducta, se mantiene el mundo de la apariencia, donde permanecieron antes todos los deudos del difunto Reynaldo, así como el doctor, la servidumbre y hasta el padre de Alicia en este nuevo evento. Revueltas crea expectación en torno a ese mundo aparente, que dibuja hasta el ridículo al describir el cuarto de Alicia, con dibujos infantiles y motivos que más allá de la candidez y la inocencia rallan en lo payo. Y Revueltas va tensando el ambiente del relato al crear una contradicción repetida entre lo que va describiendo que es invisible y ajeno a los que viven la apariencia, pero que se va descorriendo en la trama principal que vive Alicia y que termina por revelar su tía como un acto de profundo cinismo. En la primera página del cuento la mitificación de la personalidad de Alicia, y de su verdadero “accidente” es deslizado para que se asiente como real. Pero siempre nos deja una pista, pues los motivos infantiles son retratados no sin mostrar algo grotesco. Que en un principio no es comprensible. Este es el recurso del artista, como si en un rostro hermoso dejara una verruga que pudiera no venir al caso. Ahí ya se ha dibujado una contradicción, en este caso entre la alcoba de Alicia, “a la que pertenecía hoy de manera tan distinta”, y a la que “ya no pertenecía simplemente”, aunque “todos se empeñaran en lo contrario, sin que ella, por su parte, ofreciera resistencia alguna”. O sea que aunque Alicia dejaba de pertenecer a una determinada realidad, los que la veían seguían considerándola parte de ella, y ella optaba por dejarlos pensar así, por no desmentir su manera de verla, aunque supiera que era de otra manera. Como podría explicar Kosik, la totalidad concreta que Revueltas nos describe, “significa un proceso indivisible, cuyos elementos son: la destrucción de la pseudoconcreción, es decir, de la aparente y fetichista objetividad; en segundo lugar, el conocimiento del carácter histórico del fenómeno, en el cual se manifiesta de modo peculiar la dialéctica de lo singular y lo general humano; y, por último, el conocimiento del contenido objetivo y del significado del fenómeno, de su función objetiva y del lugar histórico que ocupa en el seno del todo social.” (Obra citada pág. 74).

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3 La creación del mundo por la acción humana El artista reproduce en su obra lo que la humanidad hace socialmente. El duelo es una costumbre o una institución cultural, con sus mortajas, sus féretros, piras, lloros, rezos. Y el muerto debe ajustarse a ese conjunto de actos que tipifican o reúnen la parafernalia respectiva. Así, el muerto como dice Revueltas, es dispuesto: “Por fin aplicaron color a las mejillas del tío Reynaldo, que adquirió de pronto el rostro de un maniquí de cera con dos epidermis, una encima de otra, ensambladas, la primera de un rosa tierno y la segunda de un blanco sin luz, sordo”. El muerto expresa así el leit motiv contradictorio del relato. Tiene dos rostros, como todo lo que dentro del cuento ocurre. Revueltas nos hace ver así que en la literatura es posible reflejar lo que se hace en la realidad, es decir, darle dos rostros a los vivos y a los muertos. (pág. 17 y 18 del cuento 22). Esa actitud o esa práctica es en este como en todo caso, una sobredeterminación de la cultura. Kosik lo expresa así: “…varios aspectos del todo social se transforman en categorías particulares e independientes, y los distintos elementos de la actividad social del hombre –el derecho, la moral, la política, la economía- se convierten, en la cabeza de los hombres, en fuerzas independientes, que determinan la actividad humana… …los productos de la actividad social del hombre se convierten en fuerzas independientes que adquieren un dominio sobre el hombre.” (ibídem pág. 125). 4 La opción del presente como escenario a futuro Al enfrentar dilemas o contradicciones, Alicia se define. Ella estaba escogiendo cuál debía ser su imagen o su persona ante los ojos de los otros, pero lo hacía no porque ese momento fuera el que le pareciera importante, sino, como dice en la segunda página, aunque Alicia no sufría por la muerte de un pariente, “lo indicado era gemir, sollozar del mismo modo que lo hacen las viudas legítimas la tarde del entierro, no tanto como una expresión de su dolor, cuanto como una deferencia hacia los demás”. ¿Y por qué una deferencia hacia los demás? ¿Por qué darles gusto, o mejor dicho, por qué compartir o personificar esa pena? Revueltas no lo dice, pero lo da a entender, simplemente porque Alicia y su padre pertenecían a una comunidad, a una sociedad y querían seguir perteneciendo a ella. Es decir, que fingía con expectativas a futuro, escogía el presente en función del futuro. Toda contradicción llama a tomar partido. Y no necesariamente por afinidad o simpatía, la mayoría de las veces por simple interés.

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Obras Completas. Tomo 9. Ediciones ERA, México Doceava reimpresión 2002.

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Los personajes, Alicia y su padre, necesitan defender una versión de los hechos, una versión que mantenga vigente la realidad que ellos quieren. Así, el padre le dice al director de la escuela: “El primero en no querer que las cosas se hagan públicas soy yo –repuso el padre con una voz sorda, que le salía del estómago-, pero espero de todos modos tu ayuda junto a la familia del novio. Tu testimonio será definitivo. Ellos comprenderán las cosas, y el compromiso con Alicia seguirá en pie”. Como dice Kosik, “el esclavo se vuelve esclavo en la conciencia servil”, y ambos son esclavos de sus proyectos para el futuro, un futuro convencional. 5 La contradicción entre lo real y lo verdadero Reynaldo, que le ha servido de recuerdo a Alicia para reproducir la actitud de la tía Enedina, había tenido una viuda formal, su esposa, y al mismo tiempo una viuda secreta, la amante. La formal era “la tía Ene”, la secreta, que era la verdadera doliente, no tenía nombre. Ahí Revueltas exhibe la contradicción entre lo real y lo verdadero hasta un extremo exacerbado. Lo irrelevante o formal tiene nombre, y lo profundo y verdadero ni siquiera nombre tiene, porque ha permanecido oculto. Para volver literatura el planteamiento contradictorio Revueltas escribe: “La tía Ene, encerrada en su alcoba, no hacía otra cosa que gemir sin consuelo. En el ambiente de toda la casa, igual, igual que hoy, había una cosa elusiva, intangible, absolutamente no dicha, pero que merced a los gemidos de la tía Ene se condensaba en torno de ella en la forma de una absolución sin reservas, una absolución total, como si la tía Ene hubiera sido víctima de la injusticia más atroz. Una injusticia horrible que se habría cometido contra la tía Ene, en un hotel de barriada, donde se encontró el cadáver de la querida del tío Reynaldo, la cual se había pegado un tiro.” Todo gira en torno a guardar la apariencia de que Alicia había sufrido un intento de ultraje por parte del profesor, que en realidad la protegía. Y en mantener su aparente condición de inocencia. 6 El desarrollo dialéctico de los opuestos Todo el relato es un sistema de contradicciones, que van desarrollándose a veces para exacerbar su oposición, a veces para volverla una contradicción ridícula, y en ocasiones para que uno de los opuestos se hipostasie o predomine, minimizando a su contrario. Así, en la tercera página del cuento Revueltas contrapone el disimulo con la evidencia al escribir: “Ellos, todos ellos, cuyo único propósito era disimular su convicción respecto a lo que tenían por una desgracia irremediable que los juramentaba, a causa de la forma sin

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duda viscosa y húmeda en que cada quien reconstruiría los hechos, a no mencionar el asunto sino con absurdas palabras, horrorosamente sin sonido.” Y agregando luego: “De forma fabulosa en que aquello había comenzado y como las voces se transformaron perdiendo diafanidad, perdiendo su origen, a partir de aquél grito espantoso…” Y para complicarlo todavía más al decir que : “En tiempos muy lejanos, su padre y el rector habían sido condiscípulos, tiempos de la escuela primaria, inimaginables, y ambos, su padre y el rector, se trataban a causa de esto con una detonante camaradería, muy ostentosa y marcada, como si se propusieran disfrazar un odio misterioso que los uniera.” Tenemos así Disimulo contra evidencia Palabras mudas o sin sonido Voces no diáfanas contra grito espantoso Detonante camaradería, ostentosa y marcada contra odio misterioso que los unía. Pero Revueltas no solo hilvana el relato a partir de contradicciones que va despejando entre pares dialécticos. También emplea metáforas en sí mismas paradójicas, o símbolos que pueden leerse con opuesto sentido. Así, en la cuarta página del cuento escribe: “el escudo del Instituto, por encima de su cabeza, le daba una cierta curiosa condición, como si se tratase de un santo bizantino. Per Aspera Ad Astra. Todas las mañanas, antes de entrar a clases, se les hacía jurar este lema, a coro, las manos extendidas como en el antiguo saludo de los césares romanos. Per Aspera Ad Astra, por lo áspero a los astros, más o menos. Entonces los alumnos de los cursos superiores ligaban las sílabas con maliciosa rapidez y el grito se escuchaba al unísono, semejante a una descarga de fusilería: “Pederasta, pederasta”. Como Revueltas tiene que ir sintetizando las contradicciones que crea abre unas tras otras. Así, en la octava página dice a propósito de la mención de la verdadera viuda: “Fue cuando Alicia escuchó por primera vez la palabra “querida”. Recordaba la entonación con que la pronunciaron. Muy quedamente, con un veneno corrosivo, con un odio.” Y así sucesivamente nos encontramos juegos de contradicciones en cada página del cuento. 7 El contenido se pierde, queda una forma vacía y el sujeto se extraña La contradicción ya está manifiesta, y entonces el sujeto puede asumirla o puede desentenderse o no querer verla. Así, Alicia, al verse en su habitación, dice Revueltas, sabe 62

que no la muestra a ella, que su entorno la disfraza, se siente extraña: “En aquél cuarto de la Bella Durmiente, del perro de San Bernardo, de las cortinas con adornos ingenuos, de las paredes con cenefas, como si Alicia no hubiera dejado de pertenecer desde hacía tiempo a esa alcoba y hasta la enfermera, ¡aún ella!, se empeñase con sus largos suspiros en no sacarla de ahí, sin querer aceptar, negándose a que pudiera existir, un contrasentido entre Alicia y el carácter de su habitación, de su encubridora habitación.” (Onceava página). La habitación se ha vuelto pues, encubridora. Es decir, el sujeto se sabe ajeno a ella, pero se acoge a ella. Como forma de mantener la apariencia y no mostrar su verdadera condición. Y prosigue Revueltas retratando a este personaje que se inviste con todas las contradicciones para mostrarnos cómo la dialéctica puede ser el hilo conductor de una trama. Al dirigirse al médico, a quien escogen por no tener relación alguna ni con los hechos, ni con persona alguna de la familia, para que rinda testimonio de los hechos, y en consecuencia al haber escogido a un inocente, Revueltas sin embargo describe el trato que se le dá, como una nueva contradicción: “Se había preferido por último a un desconocido, para evitar posibles indiscreciones, un médico ajeno a los círculos de la familia, probablemente casi no un médico -¿Decía usted? –se volvió el rector hacia el apóstol en el tono con que se habla a un chantajista. El médico quiso sonreír.” 8 El contenido se revela y destruye el mundo pseudoconcreto Cuando queda claro para el lector, pues nunca para los personajes, que Alicia y Andrés han sido amantes y el mundo de la apariencia queda tan solo como eso, como la apariencia que se guarda, entonces Revueltas describe el cuarto en que los amantes se encontraban antes de verse en el tapanco: Al describir Revueltas el cuarto que los amantes habían estado rentando, hace encajar la verdadera naturaleza de Alicia con el cuarto rentado: “un cuarto horrible, con las paredes empapeladas y una figura corpórea de la Inmaculada Concepción en la cabecera de la cama, igual que una muerta, la nariz transparente, rosada, como en el tío Reynaldo. Consistía en un busto de tamaño natural, inclinado sobre la cama, para velar por el sueño de quien ahí durmiese, y eso daba la impresión, entonces, de que el resto de su cuerpo estaría cruelmente empotrado, aprisionado en el muro, torturándose a sí mismo con un misterioso placer alucinante, que denunciaban las dulces facciones, la mirada angélica, las mejillas como una pálida manzana…aquél era el verdadero cuarto de Alicia.”

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La tía Enedina habría de ser capaz, “de descubrir la verdad con una sola mirada su secreto”, lo cual es solo un decir, pues esa mirada estaba cargada de la experiencia, y podía reconocer en los gemidos lo que no era auténtico, pues ella los había enseñado. 9 Solución y síntesis de las contradicciones Cuando Revueltas pinta la ignorancia o desconocimiento del profesor que se victimiza sobre el hecho de que los jóvenes eran ya amantes y no, como creía él, que apenas tenían un primer encuentro en el tapanco, resuelve parte de las contradicciones en un sentido trágico y negativo. El maestro se sacrifica, pero solo para cubrir las apariencias y permitir la coartada de Alicia, quedando en segundo plano su propósito de proteger a los jóvenes de la expulsión del colegio, y siendo él el expulsado y escarnecido. Pero Revueltas no queda conforme con solo mostrar que la inocente Alicia es en realidad una muchacha más que desflorada; y en su afán por exhibir descarnadamente a los que mienten y a los hipócritas que fingen, describe que la dueña del cuarto donde se encontraba con Andrés, se ocupa de prostituir a Alicia. Y entonces aparece Enedina, quien nunca creyó en el montaje, pues de alguna manera ella había sido la primera directora de la representación anterior. Y dirigiéndose a Alicia le acaricia la frente, pero no en acto de conmiseración sino de complicidad. Cierra el cuento Revueltas transcribiendo las palabras que Enedina dice en susurros a Alicia: “--Llora, hija mía, descarga tu alma, a mí no me engañas. ¡Llora, pequeña puta desvergonzada, llora, que yo no te traicionaré!” Reflexión final El cuento se escribió entre 1940 y 1941. El texto de Kosik se publicó originalmente en 1960 y 1961. El que Revueltas manejara veinte años antes, si bien no la terminología, sí el planteamiento sobre un mundo pseudoconcreto y un mundo real, y el que se planteara desarrollar relatos sobre la base de pares dialécticos y desarrollo de las contradicciones, habla de un profundo entendimiento del método dialéctico. Mérito nada menor en un autor latinoamericano. Es ese rigor, esa infinita manía u obsesión por demostrar que el mundo no es tal cual lo pretenden quienes se ven beneficiados con el orden existente, es el mismo rigor que le caracterizó en la política, en sus ensayos y en sus novelas. Pero es además uno de los poquísimos literatos que han sido capaces de introducir esa herramienta en la literatura. Sartre, Brecht, y unos pocos más. Esta diferencia es capital en la cultura nacional y será una piedra de toque para distinguir entre aquellos autores que dueños de la retórica e investidos del lenguaje como vehículo 64

de expresión de las convenciones, justifiquen el mundo, como fue el caso de Octavio Paz en el último periodo de su vida, en el que prefirió la gloria de un Nobel que la fidelidad a la verdad. Y aquellos otros, que como José Revueltas, nos enseñen a abordarlo desde la libertad y con sentido crítico. Los primeros serán los autores del presente. Los últimos los guías hacia el porvenir.

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Epílogo Revueltas como pensador de la totalidad Totalidad, concepto filosófico, no es absoluto, quiere decir un conjunto coherente y completo en sí mismo. Y decimos que Revueltas constituye un pensamiento total porque el hilo conductor de su obra son el hombre y la libertad, aunque esa noción la desarrolle él a veces como una preocupación artística, y a veces como una crítica política hacia lo que deshumaniza la sociedad o la convivencia, o impide la plenitud de las capacidades de las personas. La derecha confunde la totalidad con la vocación de absoluto, porque sus miras y su visión apenas alcanzan a la inmediatez, y porque no es capaz de concebir al hombre como una unidad. Quiere ver al sujeto como ciudadano individual o como artista atormentado, o como empresario próspero. Pero no puede ver al hombre genérico, y cuando aparece ante ella el luchador social se le aparece como un energúmeno que quiere todo. Ir al fondo o la raíz es para la derecha atreverse a ir demasiado lejos, porque sólo concibe la gradualidad que enmienda un poco, y la conformidad que apacigua las pretensiones. Soñar con la libertad le parece demasiada utopía, y pretender un cambio social una aventura voluntarista. El rebelde, en cambio, el que tiene vocación utopista, sueña con avanzar tanto en los cambios y en los esfuerzos, que puedan renovar el mundo por completo. No le asusta el riesgo con tal de avanzar, ni le pesa más el desgarramiento de su espíritu con tal de ser consecuente. Revueltas es ante todo un artista, y como tal su aproximación a los predicamentos del alma humana siguen el camino de lo sensible, que en una sociedad opresiva o enajenada hacen del hombre un ser sufriente y a veces trágico. Y en la medida que también es un analista de la realidad social, y un comprometido luchador por la democracia, Revueltas es primero una actitud, una actitud de rebeldía y de resistencia, para defender condiciones o escenarios donde los seres humanos, que son solidarios y viven un destino común o una tragedia compartida, encuentren caminos de redención y esperanza. Él no mira en la Historia para reconstruir versiones, sino para desentrañar pendientes. Ni analiza la economía para conseguir mayores índices de producción o utilidad, sino para explicar peligros o identificar posibilidades afortunadas. Revueltas vivió en un periodo de la Historia humana en que se padecían profundos momentos de ideologización y extravío dogmático. Casi tan intensos o profundos como en los momentos de mayor misticismo durante la edad de la fé. Y en medio de tal escenario supo ir rompiendo la costra de prejuicios y anatemas para plantarse con claridad como vocero de la integridad de cualquier ser humano. Revueltas sintió desde muy joven una identificación con las víctimas, los desheredados y los inconformes, y convirtió esa simpatía en una convicción solidaria para compartir su inconformidad 66

y su pelea contra lo que pudiera negar su liberación o su derecho a una vida mejor. En esto su militancia tenía algo más profundo que una filiación de partido o que una propuesta política, porque era una militancia ética, en la que él asumía sus actos como una defensa de los derechos de cualquier persona. Puede abordarse su obra entonces como el despliegue múltiple de un afán único. Pero sin perder de vista que el político no puede comprenderse sin tener presente su vocación de libertad. Y el artista tampoco podría estar explicado sin ver más allá de los hechos terribles que describe, donde combate las ideas políticas equivocadas que se han enseñoreado en la cabeza de las víctimas o de sus personajes. I De la Historia de México y de su “historia real”. Revueltas analiza la Revolución y los hechos más importantes de la vida social como actos fallidos, es decir, como intentos que no alcanzan su objetivo. En esto se aparta radicalmente de todos los supuestos socialistas que defienden el proyecto de la Revolución Mexicana como si fuera ésta la realización de los ideales de los próceres y el cumplimiento de los sueños del pueblo. La Historia es, según Revueltas, una historia de grandes pendientes y nuevos retos. Y entre los pendientes está conseguir, garantizar la autonomía, la verdadera independencia, que solo puede conseguirse a partir del conocimiento propio y la asunción de la identidad. Particularmente el problema de la gran disyuntiva entre la conclusión del mestizaje con la fusión del mundo indígena con la cultura occidental, o la pérdida de las concepciones ancestrales del mundo y la subsunción de México en la Historia de los Estados Unidos. II De la alienación de la clase obrera a la superación de la política clasista. Como hijo del comunismo, Revueltas intenta la mayor parte de su vida la congruencia entre el ideal, el sueño de la liberación y la práctica política de alguno de los partidos en los que milita o él mismo crea. Pero su ejemplo decisivo es el Revueltas sin partido, el Revueltas que vuelve al movimiento para mostrarnos a Revueltas transitando desde el leninismo hasta una concepción del desarrollo histórico donde se trascienden los contenidos de clase. El Revueltas maduro es el que va del proletariado sin cabeza a la dialéctica de la consciencia. III Guerras imperialistas y guerra atómica contra la humanidad. Revueltas desmistifica el supuesto carácter de clase de la guerra, negando que se trate sólo de la continuación de la política por otros medios, y explica cómo es que un conflicto en nuestro tiempo es una guerra contra el género humano. Revueltas prevé los conflictos entre las potencias “socialistas”. IV De los misterios eleusíacos a la extinción de los valores de uso. El Revueltas hegeliano se pregunta por la condición del hombre bajo el socialismo, y al analizar la ley del valor se plantea la desaparición de las leyes del mercado y las relaciones utilitaristas del hombre con la naturaleza. Anticipa así sobre las relaciones desalienadas de los hombres en una sociedad socialista. Cosa pendiente para una actualización de la Economía Política. 67

V De la organización política a la autogestión. La ausencia de un partido revolucionario es, desde su planteamiento original, la crisis de una teoría cognocitiva. Para Revueltas el partido no existe porque no se trata de juntar a un grupo de personas que hagan un trabajo de manera conjunta. Ni siquiera se trata solo de formular un programa con propósitos claros e intenciones comunes. Se trata primero de conocer de manera colectiva la realidad social que se pretenda cambiar, y de precisar cuáles son las causas de los males que aquejan a los hombres. Sin ese ejercicio cognoscitivo cualquier propósito es fallido según Revueltas. Por ello transita de su defensa del centralismo democrático a la defensa de los procesos por los que se integra la consciencia colectiva. Y en ese ámbito, los principios no se votan, se debaten hasta alcanzar el consenso. VI De la estética a la libertad. Lo bello es lo humano con sus valores que subliman y trascienden la inmediatez. La lucha por la democracia y por la restauración de los principios e instituciones del socialismo libertario consiste en el terreno de la creación artística…. Los intelectuales y artistas son la avanzada de la nueva sociedad. La estética puede ser hoy el punto de partida de la consciencia crítica. VII La literatura es el retrato de la realidad que estamos cambiando o destruyendo, y puede ser también la anticipación de la realidad a la que queremos llegar. Revueltas es artista porque el arte se anticipa a la política. Porque es a través del arte que desmitificamos la realidad, que destruimos el mundo aparente y anticipamos cómo puede ser el porvenir. Por ello no es un realista sino un crítico de la realidad deshumanizada, que la pinta en toda su crudeza, para poder anticipar el nuevo mundo, donde se atisba el hombre libre.

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Menos Paz y más Revueltas I/V

publicado originalmente en Al momento noticias.

El año en que se conmemoran los nacimientos del poeta Efraín Huerta, del escritor y pensador José Revueltas y del poeta y ensayista Octavio Paz, lo ha convertido la canalla de los medios masivos en una celebración unilateral de Paz. Pero ni siquiera del poeta, sino más bien del ensayista que terminó sus días como showman de la televisión y apologista del régimen. Esa celebración unilateral se dá, además, con un silenciamiento de los otros autores. Y no es desde luego una casualidad, pues Huerta y Revueltas le incomodaron siempre a los órganos del poder y a los administradores empresariales de la cultura. Los autores vivos, por su parte, han tratado de remediar o equilibrar esa evidente, tendenciosa e interesada campaña. Manú Dornbierer nos regaló un excelente trabajo que tituló Posdata en su columna Satiricosas a comienzos de abril, donde recordaba que el ensayista se ganó el mote de Pazcárraga, aludiendo al vínculo que tuvo Paz, hacia el último periodo de su vida, con el cacique de la televisión. Evodio Escalante, por su parte, hizo serio homenaje de Revueltas en la Casa Lamm. Y Paco Ignacio Taybo expresó que odia a Octavio Paz. Habiendo sido un servidor cercano y amigo de José Revueltas, y al mismo tiempo lector apasionado de Octavio Paz, me puse a revisar en mis memorias el papel que cada uno había jugado como formador y ejemplo para mi generación. Y me parece hoy que es fundamental hacer serena reflexión y recuento de ambos autores, sintetizando lo que es el núcleo del pensamiento extraviado y reaccionario de Paz, y el ejemplo moral y el mensaje humanista de Revueltas. En todo caso, es demasiado importante ver, más allá de nuestras simpatías, el papel que cada uno tiene en la cultura contemporánea aparte de sus contribuciones a la lengua castellana. No es posible solo exaltarlos o desdeñarlos. A la larga y en perspectiva, debemos dialogar con los argumentos y afirmaciones que hizo cada uno, desentrañando las circunstancias en las que las dijeron, y dejar un testimonio que pueda ser leído y consultado por venir de un testigo presencial cercano de ambos autores. [2] Cómo concebía, por ejemplo, cada uno de estos autores, la democracia ausente en nuestro país, o en el mundo, es fundamental. Pues evidentemente, un autor que había sido víctima y preso por sus convicciones políticas, que no por sus actos, ha opinado cosas muy distintas de las de aquél que siempre fue un privilegiado, un consentido y un aliado del poder.

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Para Paz, por ejemplo, según expone en Tiempo nublado, el modelo de la democracia es la que existe en Estados Unidos. Él admitía que se trataba de un imperio, pero hacia su interior él veía una democracia. Ese régimen en el que se practica la alternancia entre dos partidos que sostienen una perspectiva común sobre el capitalismo, y que antes de todo participaron en un proceso de erradicación total de la izquierda durante los años del macartismo, es concebido por Paz como una democracia. No toma en cuenta que la ideología de esos partidos, ambos, ha permitido que se instruya en la educación la teoría creacionista, o sea la del mito de Adán y Eva, desechando la teoría de Darwin. No toma en cuenta la defensa irrestricta de la propiedad y el dominio total del capital financiero sobre la economía y todas las relaciones sociales. Para él, esa alternancia basta, pues las elecciones ocurren, tienen lugar de manera regular, y eso, junto con confinar el resto a asuntos privados, basta para calificar a Estados Unidos como una democracia. Su alumno más cercano, lo había sintetizado en esa frase engañosa de una democracia sin adjetivos. Ya entonces nos habíamos empeñado en contrastar esa visión con lo que alcanzábamos a ver sobre el problema de la democracia en la historia nacional. Y dijimos: “Los índices que permiten registrar la existencia de la democracia no perdonan, son de una objetividad que no admite medias tintas. Si hay verdadero sufragio universal, hay un elemento de la democracia, el de la política; si existe un programa de gobierno en donde están claramente representados los intereses de la mayoría, hay un segundo elemento de democracia, el de la democracia como proyecto nacional; si además la sociedad ha evolucionado hasta al punto de darse a sí misma formas de organización civil y representación política por grupos, regiones y gremios, la democracia se ha convertido en un ejercicio de la sociedad; si existen comunicadores que expresen las inquietudes de los grupos sociales, o que sean portavoces de la crítica a los hombres públicos y el papel de las instituciones, existe un proceso de institucionalización de la democracia; si en lo económico se observa una clara tendencia a compartir los resultados de la marcha económica y no se concentran los ingresos ni se exime a nadie del costo de las dificultades, la democracia tiene un carácter económico; si la educación universal se extiende y eleva el nivel de cultura general, la democracia ha enraizado en el carácter del Estado; si la salud se ha convertido en prioridad pública, y se extienden los servicios universales que abaten los índices de epidemias y pandemias, y se aumenta la esperanza de vida general, la democracia es bienestar. Aún más, si los ciudadanos están informados y tienen interés en participar en la vida pública, ejerciendo sus derechos y llamando a 70

cuenta a sus representantes, la democracia alcanza sus más altos significados, pues ha llegado a ser una conciencia pública. A esa conciencia general le pueden entonces nacer nuevos valores y virtudes: los del aprecio verdadero por la pluralidad, los del respeto hacia las opciones y opiniones de los grupos y los individuos, los de la solidaridad ante los necesitados. En ese punto la democracia es cultura y se vincula con las formas o figuras más antiguas de la democracia; precisamente aquellas en las que nos identificamos con nuestros semejantes y nos reconocemos como iguales.” Y al menos yo, no veía con simpatía la idea que tenía Paz de la Democracia. Ciertamente Paz había expresado su definición, o escogido al representante de la democracia en contraste u oposición con lo que existía en la Unión Soviética. Pues los comunistas sostenían que donde sí había democracia era en Rusia y su área de influencia. Pues por desgracia la defensa de la revolución socialista llevaba a muchos compañeros a subestimar el papel de la dictadura y la anulación de la disidencia en los países del socialismo real. Y Paz terminó por preferir a Estados Unidos sobre Rusia, en lugar de explicar que ninguno de los dos representa la democracia. Yo lo tenía presente, pues desde comienzo de los años 70 había escrito y concluido que el problema se remontaba al origen mismo del planteamiento hecho por Marx y sus seguidores, con la excepción de Rosa Luxemburgo y unos pocos más. Creía en Rosa, y había abrazado una vocación democrática al conocer el trágico dilema que ella vivió cuando sus compañeros la conminaron a tomar el poder en 1918 y ella había planteado que no era correcto, pues no se tenía el consenso y un golpe de estado era injustificable. Rosa comprendía que en la circunstancia en la que esa situación se presentó en Alemania, lo que decidieran los espartaquistas representaba la vida o la muerte. Y ella, en una maravillosa consecuencia con su vocación y humanismo, había preferido la muerte que instaurar una dictadura.

Esa gran lección de la historia, que hoy han olvidado los supuestos izquierdistas, nos la subrayó Revueltas, que tenía la misma convicción, pues en las fechas del Noveno Congreso Mundial de la Cuarta Internacional, de la que formábamos parte los dos, su 71

ponencia había sido Por un desarme unilateral para conjurar el peligro de extinción del género humano. Para Revueltas la democracia era pluralidad, garantizar la coexistencia de la diversa riqueza de los seres humanos. Era también un proceso de conocimiento colectivo, en el que no se imponía una verdad a los otros, aunque uno tuviera la mayoría, sino que se mantenía la confrontación y la lucha de pensamiento, “porque las cuestiones de principio no se deciden por votos de la mayoría”, y tiene que conseguirse el consenso por la persuasión y el convencimiento. En aquellos años 70, le envié a Paz una copia de un ensayo mío sobre Marx. Como ya dije, estaba yo en una reflexión filosófica, y eran los días en que él expresaba grandes dudas por su pasado socialista, y en que parecía inclinarse por un pensamiento no doctrinario, abierto y crítico. En mi texto iba yo a Hegel, y a la luz del pensamiento dialéctico de aquél filósofo, decía que Marx no había terminado de entender el método de superación de contradicciones, y había utilizado la lucha de los opuestos de manera ideológica y parcial para fundamentar su visión de la historia. Una historia maniquea que forzaba las cosas, colocando al proletariado como la encarnación del espíritu absoluto, y proponiendo una dictadura como forma de solución de las contradicciones mediante la fuerza, cuando Hegel siempre había planteado la superación de ambos opuestos en una nueva dimensión, en la que ninguno de los dos permanecía. No era yo todavía un demócrata de la política, pero había avanzado mucho en la conceptuación filosófica que fundamenta la sociedad incluyente y plural. Cito a continuación fragmentos varios del ensayo que le envié a Paz, y que a decir de Krauze, nunca leyó su destinatario. El texto arrancaba así “!Por un socialismo desideologizado! 1974 …1º La verdad es que la ciencia, cualquiera que ésta sea, considerada en cuanto totalidad, debe entenderse como la indisoluble amalgama de conocimientos científicos, de saber común, de pensamientos cotidianos y de inclinaciones socialmente condicionadas que se tamizan mutuamente, se trastruecan, sirviendo unos de filtro a los otros. Y que en este sentido, aunque diferenciable el aspecto científico de un pensamiento, es ineludible su formulación o expresión modificada a través de los otros factores distorsionantes de la conciencia. 2º Que la conciencia, también como totalidad –y en este sentido inseparable del medio mismo de la que es expresión–, no posee la capacidad para abstraerse completamente de su origen; y que por tanto, el propósito científico se encuentra aprisionado al medio social que lo sujeta a través de los “reflejos” políticos, jurídicos y morales de la economía (como dice Jakubobsky) o dicho en otros términos, que la formulación científica, despojada de toda falsa conciencia, curada del error o de parcialidades, no es una conciencia humana. No porque se refiera uno aquí al hecho de que las verdades científicas poseen de por sí un 72

carácter transitorio, siempre como aproximaciones sucesivas a una realidad infinitamente más rica; sino aludiendo más concretamente al hecho de que la imparcialidad, lo estrictamente objetivo, lo incorruptiblemente puro del pensamiento científico, es una ficción que niega el carácter social e histórico de todo pensamiento.” Y continuaba, páginas adelante, describiendo la ideología de Marx con los párrafos que siguen: “Contra la ideología marxista…[3] …..Es increíble que a tantos años de distancia, me dije, se critique a Stalin, a Lenin o a Mao, por su autoritarismo o por sus acciones destructoras de la pluralidad, y que sólo Enzenzberger haya publicado textos que remontan a Marx el problema, y que no tengamos un texto donde se exponga, justamente, el origen autoritario de esa concepción de la historia[4].

En mi propia odisea me planteaba, al leer a Paz y Revueltas, lo que debía representar para mi generación la democracia, pues lo que hiciéramos, o lo que propusiéramos, o el espíritu con que inventáramos un nuevo régimen, podía definir si conducíamos al pueblo a una nueva etapa de la democracia, o si le íbamos a imponer otra dictadura. Y en mi búsqueda encontré autores complementarios que me ayudaron a situar a los dos intelectuales de entonces en un contexto más amplio. En uno de mis apuntes de esos años escribí: …“Hace poco encontré en un libro de Iring Fetscher una cita de Marx con la que cerraba su exposición. En ella el joven Marx hablaba de la humanidad como una unidad, y de los obstáculos que le impedían ser ella; pero en ningún momento planteaba que una parte de la humanidad iba a liberar al conjunto destruyendo o liquidando a su oponente o adversario.[5] Las superficialidades y sofismas que se escribieron luego sobre el Marx joven y el Marx maduro establecieron una cortina de humo que ha hecho más difícil el esclarecimiento de esta cuestión[6]. Pero lo importante, en este caso, es que en Marx y Engels existen dos vertientes o líneas de reflexión: por una parte, la del Marx humanista; como aquél que critica a Willich y Shapper por querer apresurar la revolución, y les recuerda que el proletariado tendrá que aprender a gobernar, aunque ello implique que se pasen otros veinte o treinta años. Y por otra parte, el Marx que defiende la violencia 73

como partera de la nueva sociedad. Una violencia que se desprende o resulta no solo del hecho de que se combata a un gobierno o un estado represivo, sino también –y acaso eso sea más importante– del hecho de que ese “proletariado” no era capaz de aprender a gobernar, es decir, no era capaz de instituirse en una mayoría, en una mayoría que convenciera, hasta el punto de conducir sin necesitar de la violencia. “El Marx humanista era ejemplo de una nueva ilustración que iniciaron los utopistas y que culmina con él. Y el Marx autoritario era producto de las guerras y la violencia que vivía Europa. –me dije. Y concluí: “Leyendo a Hegel, comprendo que el fundador del materialismo histórico había acomodado la dialéctica en función de sus inclinaciones políticas. Hegel sostenía, que la sociedad era un conjunto de contradicciones, en donde una de ellas podía ser, en algún momento, la contradicción más aguda –sin que siempre lo más agudo fuera necesariamente lo más importante. Pero en ese conjunto, una contradicción no se resuelve en la confrontación que resulta del antagonismo, sino en la negación recíproca de los opuestos, que al sintetizarse han de devenir en algo nuevo y diferente. En otras palabras, siguiendo a Hegel, la lucha entre obreros y burgueses no puede superarse con el triunfo de los proletarios contra los otros, sino sólo en la medida que los obreros aprenden a ser burgueses en el sentido ontológico, es decir, en la medida en que pueden asimilar el espíritu de empresa, y cumplir todas las funciones que ha iniciado la burguesía, es decir, el ahorro, la inversión, la planeación del negocio, la operación de la fábrica y la comercialización del producto. Y para ello, se requiere una madurez de las condiciones sociales y económicas, que no puede saltar etapas, pues los empobrecidos no pueden ahorrar, y con jornadas extenuantes no pueden arribar a la condición autogestionaria. Revueltas planteaba precísamente eso: Una sociedad autogestionaria. Él había sido testigo casi presencial de la insurrección de Hungría en 1956. En su tránsito al Congreso de la Internacional Comunista, había pasado por Budapest, y se había percatado de la inconformidad hacia el estado totalitario y de la vocación democrática de la insurgencia que aplastara el ejército ruso. Y en él, consciencia siempre alerta y siempre rigurosa, no podía condenarse la inconformidad contra el Estado. Precisamente, siguiendo en parte a Revueltas, y buscando testimonios y hechos que me permitieran ver las consecuencias últimas de la lucha contra lo que después pude calificar como la burocracia soviética, hice muchas lecturas y escribí: “No se trata de suprimir al adversario: los burgueses no pueden tampoco superar su condición de explotadores, por desaparecer físicamente, sino en un proceso en el que acepten, paulatinamente, participar de las ganancias a quienes avancen en la autogestión (tal y como lo contempla la ley de reparto de utilidades que existe en México), y cuando a través de un impulso a la capacitación y en una política de incentivos a la mano de obra, vaya reduciéndose al mínimo el papel y el derecho de los propietarios originales. Los obreros tendrían que ser burgueses, por decirlo eufemísticamente, y estos últimos tendrían que ser productivos, para que la contradicción se superara. Si es que somos consecuentes con el postulado de Hegel.” 74

La visión y las reflexiones que yo, como lector de Revueltas y Paz hacía, no me llevaron nunca a romper con el socialismo. No los leí con desencanto sino con la necesidad de comprender, antes que otra cosa. Y por ello intenté, y creo que conseguí, conservar los elementos de valor que cada uno me ofrecía para alimentar mi propia perspectiva. Paz se apartaba del socialismo, lo ninguneaba, y yo no sentía que eso respondía a una conclusión analítica sobre los hechos, sino a una conveniencia. Yo, como parte de una generación comprometida con la lucha, y al mismo tiempo como una mente que necesitaba deslindarse de las imposturas y dificultades de una doctrina autoritaria, me deslindé de su núcleo ideológico marxista leninista y de su concepción de la dialéctica llevada hasta la lucha de clases. Eso era para mí ser socialista en el final del siglo XX. Era yo un estudioso de Hegel y tenía –y conservo—la convicción de que Marx no había comprendido la dialéctica de la historia, o la había torcido para que se acomodara a su propuesta política. Pero que no lo había podido hacer de otra manera, porque estaba condicionado por su época y por su historia personal. Por eso, a diferencia del desencanto que alimentó el proceso de crisis de los países socialistas en gente como Paz, en mí solo alimentó una vocación de crítica e independencia. Cuando Paz convocó a un Seminario Histórico Político transmitido por televisión en el que celebrara la caída del socialismo, yo escribí, siguiendo a Revueltas: “La caída del socialismo parece haber ocurrido de la noche a la mañana. Hasta hace pocos años se decía que sólo los anticomunistas hablaban de los fracasos de los países así llamados socialistas. Aunque había críticas, o denuncias de sus atrocidades, o de sus desventajas, estas eran ignoradas, atribuidas a la lucha ideológica, a las campañas de difamación de occidente, pero no a la buena fe. “Esta visión del socialismo como algo que no debía o podía ser criticado, se reforzaba con una combinación singular de factores. En primer término, por el control de la información y la campaña o difusión de una versión oficial de la historia y la marcha de la economía y la sociedad. En segundo lugar, era también producto del carácter cerrado y doctrinario que había adoptado la teoría socialista y que había convertido en artículos de fé muchos de los principios económicos, sociales y políticos, eludiendo o ignorando cualquier hecho que los contradijera. Todo esto hacía que los socialistas y comunistas de todo el mundo, con excepciones muy notables, hablaran, escribieran y se comportaran no en función o acorde con lo que estaba pasando, sino con lo que la ideología oficial, el interés de estado o la razón doctrinaria, les dictaba. “Un factor adicional nada desdeñable era la situación objetiva del poder soviético. Poder que no podía superar algunos problemas, pero sí podía endosar o transferir sus costos a los socios o satélites del conjunto de países afiliados. La centralización económica, y la planeación a partir de Moscú no sólo organizaban la economía en el interior de Rusia, sino que incluso articulaban las economías de todo el bloque, disponiendo de enormes recursos a costa de regiones enteras, de necesidades del consumo, o de países, para así poder mantener, aun a costa de ineficiencias, el modelo económico central. 75

“Configuraba de alguna manera este panorama la lógica que ha caracterizado a todos los imperios. Pues no sólo Estados Unidos es un Imperio. Así como su caída hoy es también hasta cierto punto resultado del desmembramiento del control sobre el conjunto de países que lo mantenían. Causas internas y periféricas contribuyeron cada una sin duda a los cambios que hoy vive la anterior URSS, pero es indudable, a simple vista, que las rebeliones coloniales fueron el principio del fin, aun cuando las causas se puedan situar en la planeación realizada desde Moscú. “Los comunistas y socialistas habían cerrado el diálogo con los teóricos y corrientes adversos desde la época de Lenin y, acaso, con el ejemplo vivo de Marx. Después de todo, fundar una ciencia o disciplina siempre había sido polémico. Siempre había desatado reacciones y había tenido que sentar una posición claramente diferenciada. Galileo, Laplace, o Darwin, al colocar en sus términos exactos sus propuestas, habían roto con pensadores cercanos a ellos que, si bien no coincidían con sus teorías generales, habían allanado el camino hacia ellas, o complementaban en alguna medida sus planteamientos. Y en el caso de la interpretación materialista de la historia, es decir, en la concepción del proceso histórico no como algo accidental que dependía de factores fortuitos de la voluntad de los hombres, sino de las condiciones materiales de la producción y la vida social –de las cuales las ideas y las instituciones eran derivadas o resultado– la polémica había sido mayor, las resistencias más feroces, y los deslindes más accidentados. “Como momento de fundación, o, mejor dicho, como un fenómeno explicable por las circunstancias tan innovadoras en el terreno del estudio social y la política, era comprensible. Pero acaso requería, como lo había pedido ya Proudhon al mismo Marx, que buscaran juntos las leyes de la sociedad, la manera como opera y el proceso por el cual lograrían descubrirlo, pero que una vez que hubieran llegado a ese punto… “después de haber destruido a los dogmáticos aprioristas, no pensemos a nuestra vez en adoctrinar al pueblo, no caigamos en la contradicción de su compatriota Lutero, quien después de echar abajo la teología católica sentó de inmediato, por medio de la excomunión y la anatema, los fundamentos de una teología protestante, de modo que durante los últimos tres siglos Alemania se ha dedicado sobre todo a deshacer el remiendo de Lutero. No le dejemos a la humanidad un enredo semejante que desenredar, resultado de nuestros esfuerzos.” “Proudhon aplaudía la búsqueda de rigor de Marx. Pero pedía también “una polémica franca y leal”, para darle al mundo el ejemplo de “una tolerancia iluminada y sagaz”, ajena a la dirigencia de nuevos apostolados de una nueva religión… Curiosamente, esa actitud que proponía Proudhon, era la que Revueltas había abrazado y propuesto como método de lucha y construcción de un partido. Mientras Paz abrazaba al imperialismo, Revueltas se deslindaba de todo poder autoritario. Mientras Paz celebraba la caída del socialismo. Los herederos de Revueltas nos planteábamos el replanteamiento de un ideal y el diseño de una nueva democracia.

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[1] Este ensayo es una selección de párrafos reescritos del libro titulado Ajuste de cuentas, de la obra Tiempo sagrado y tiempo profano, del mismo Mario Rechy. Inédito. [2] De hecho siempre lamenté que entre la gente pensante de mi país no se dieran las condiciones para un diálogo abierto. Y me acordaba de cuando Eckermann le había repetido, imprudentemente a Göthe, lo que muchos alemanes se planteaban de manera superficial: ¿qué opina usted sobre la duda que tienen los alemanes acerca de la estatura de Schiller y usted, quién será más grande? A lo que el autor del Fausto le había respondido: “que se sientan afortunados de tenernos a ambos”, y “no nos planteemos quién es más grande, sino cuáles han sido las condiciones que hicieron posible esta gestación, pues los hombres son producto de su circunstancia y de su tiempo”. Pues Göthe pensaba que las inteligencias de un país debían dialogar y enriquecerse mutuamente. Pero Paz, como hoy se sabe, no dialogaba con nadie; sólo monologaba ante los otros. [3] Este texto me pareció tan importante que durante muchos años lo guardé bajo el título de Mi Testamento Político. Yo no sabía cuánto iba a vivir. Y como participaba como activista, siempre pensé que corría peligros en los que se ponía en riesgo mi vida, como sin duda ocurría, pues miles de luchadores como yo fueron asesinados en los setentas, ochentas y hasta noventas. [4] Enzenzberger, Hans Magnus, Marx por sus contemporáneos. [5] La cita de Marx, que rescato de un texto mío en que la incluí, dice: “Si una revolución social siempre parte del conjunto total, ello se debe a que…es una protesta del hombre contra la vida deshumanizada, porque su punto de partida es el individuo verdadero y concreto, porque la naturaleza social, contra cuya división con respecto a sí misma se rebela el individuo, es la verdadera naturaleza social del hombre, la naturaleza humana. En cambio, el fondo político de una revolución consiste en la tendencia de las clases carentes del poder político a acabar con su marginación con respecto al estado y al poder. Su punto de partida es el del estado, el de una totalidad abstracta, a la que … no se puede concebir sino dentro de los marcos de la antinomia organizada sobre la idea universal y la existencia individual del hombre.” (Marx y el marxismo, por Iring Fetscher. Monte Ávila editores. Venezuela 1971. Pág. 93) Como comento esto en mi texto sobre la ideología marxista, en aquél entonces Marx no había concluido que los obreros fueran a ser ni los protagonistas de la revolución, ni los representantes de “la naturaleza social del hombre”. Por cierto que Revueltas adoptó este punto de vista del joven Marx en sus textos de estética del final de su vida. [6] Contra esta tesis de Luis Althusser publiqué en 1980 un texto de Adriana Valadés y mío titulado El concepto de clase social, de la Crítica de la filosofía del estado a la crítica del programa de Gotha. Ediciones de Sociología Rural, Univ. Autónoma de Chapingo.

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II

¿Qué ha permanecido del pensamiento de Paz en la generación de izquierda? Varios compañeros me han cuestionado por plantearme que Paz pueda haber aportado a la comprensión de la realidad nacional y del mundo. Yo me he dicho siempre, desde que los poetas escriben sobre filosofía e historia, desde que Heine escribiera su historia del pensamiento alemán, o desde que D´Alambert i fundamentara las visiones de la ilustración, que desde la perspectiva del arte se tiene una atalaya que permite ver más lejos que desde el pensamiento convencional de la historia o la economía. Y Paz no fue una excepción. Aunque se hubiera equivocado al escoger su modelo de democracia. Y aunque repitiera el error de los socialistas, que él desdeñara, al erigirse en nueva autoridad incuestionable, que mira a todos los demás como a los pobres mortales que no comprenden nada. Yo ya me había curado del pecado de la soberbia cuando en el curso de esa revisión histórica había entendido que el materialismo histórico “justificado o no, nació fundando, al mismo tiempo, la actitud o creencia en que los demás estaban equivocados. Ellos, los marxistas, se consideraban a sí mismos como los únicos generadores de “ciencia” en el terreno social y, en consecuencia, no reconocían elementos de verdad, no digamos a los oponentes, sino ni siquiera a quienes se apartaran parcialmente de las opiniones o líneas generales del pensamiento del fundador. Como relata hoy Bernard Crick, Marx era tan intolerante y vanidoso que “acusaba a las personas de desertar del socialismo si lo criticaban de alguna manera, si no seguían sus consejos o si no le prestaban dinero…” [1], y esa actitud la habían heredado como parte de la teoría, casi todos sus discípulos o seguidores. “La crítica al proyecto socialista primero y a la experiencia después, existió siempre. No como algo que viniera del adversario, sino como lo que se negaba a ser incluido en forma 78

doctrinaria, o a ser aprobado por la autoridad. Desde los contemporáneos de Marx, que le pedían prudencia, y hasta los últimos disidentes soviéticos, hubo muchos, la mayoría, que lejos de combatir un proyecto para emancipar a la humanidad simplemente lo concebían o lo querían diferente. Expulsados, marginados, condenados, perseguidos, asesinados, los revisionistas, heterodoxos, no-proletarios, anunciaron el error en la fundación del socialismo en Rusia, las dificultades a las que se enfrentaría y hasta su caída o fracaso.” [2]

Revueltas, siempre próximo a sus semejantes, siempre apasionado por las vicisitudes y predicamentos de la vida común de los seres humanos, ponía más en alto su solidaridad con la libertad o con la entereza, que cualquier doctrina o posición política. Y era por ello un hereje, que de tiempo en tiempo era condenado y expulsado de las organizaciones de izquierda, prisioneras de la ideología. Yo, como discípulo suyo, me inscribía entre esos herejes que habían previsto el fracaso y la caída del socialismo. De hecho, desde que estaba preso había previsto la caída del así llamado socialismo (1969), y como parte de un partido olvidado, que se llamó Partido Revolucionario de los Trabajadores, había propuesto, desde su fundación a mediados de los setenta, romper con el leninismo y deslindarnos de la ideología marxista. Pero seguía siendo y sigo siendo socialista. El texto que le había enviado a Paz desde aquellos años, donde fundamentaba esas conclusiones, y que supuestamente no fue leído, sí apareció publicado veinte años después, no por mí, sino por Paz. Se lo había enviado no solamente por admiración, sino también porque alcanzaba a ver que era un tema de reflexión común. Por aquellas fechas Paz había hecho elogios de un artículo mío que publiqué en un Suplemento de cultura que dirigía Eduardo Lizalde, el poeta, en el que describía el pensamiento de Sartre con motivo de su muerte[3]. Y ello me había hecho pensar que existían elementos para un diálogo con el poeta. 79

Años más tarde, cuando Paz publicó a Kostas Papaioannou, y promovió que el Fondo de Cultura Económica publicara el libro de ese autor en el que ajusta cuentas con Marx [4], el hígado me reventó. Papaioannou decía exactamente lo mismo que yo había entregado a Krauze quince años antes. (Y que Paz, a decir de Krauze, no había leído). Peor aún, nadie se había enterado de que un mexicano había escrito lo mismo que los filósofos en boga en Europa recopilaban de sus reflexiones y eran presentadas en México una década o tres lustros después. Me daba coraje, porque mi texto no solamente constituía una anticipación, sino probablemente tenían un desarrollo más completo que no aparecía en el texto de Papaioannou, pues el griego hacía repaso filosófico, y yo iba más allá del terreno de la filosofía, echando luz sobre sus implicaciones políticas y anunciando los cambios que vendrían. Pero en todo caso eso hoy resulta secundario. Lo que no era ni es secundario, es que Paz adoptó esa misma actitud de infalibilidad incuestionable, del que predica desde un púlpito espiritual, tirando la neta para los pobres mortales, que no se digna a escuchar. Desde entonces comprendí que no solamente marchábamos los socialistas contra la corriente, sino también rompiendo o rodeando la costra espiritual de una elite de la cultura que no estaba dispuesta a abrir la reflexión para incluir a quienes pensábamos diferente. Precisamente al contrario de lo que pregonaban. ¡Qué liberalismo ni qué liberalismo! Eran unos autócratas que jugaban en la cultura el mismo papel que los dictadores en los gobiernos. Y su método era el mismo: el de silenciar, el de no vernos ni oírnos; el de ningunear con pretextos lo que decimos y lo que escribimos. No porque no pudiéramos tener razón, sino porque representábamos una disminución de su autoridad y poder. Porque el poder de la cultura es tan grande y tan antidemocrático, como el de las dictaduras.

Ello no me impidió seguir leyendo a Paz. Antes ya había dedicado muchas horas a repasar lo que consideraba su mejor libro. Me inspiraba gran respeto y admiración su Ogro filantrópico[5], obra no liberal en el sentido que critiqué, y más bien como el último intento de Paz por desarrollar su pensamiento dentro de lo que es la identidad de México, la tradición intelectual y la experiencia histórica. Del Ogro yo había tomado algunos aspectos fundamentales. Paz había escrito que una idea eje de ese libro suyo era que existe “un México enterrado pero vivo. Mejor dicho: hay en los mexicanos, hombres y mujeres, un universo de imágenes, deseos e impulsos sepultados…” [6] Estas palabras me 80

habían parecido la clave de muchas cosas que tenía yo frente a mí, que los políticos no parecían aclarar, que los académicos no conceptuaban, y que sin embargo me sugerían elementos sobre el por qué de la conducta, de la costumbre, de la manera como se vivía la vida diaria de mis conciudadanos. Me pareció una clave luminosa y la adopté para buscar la lógica o naturaleza que tenía. En otra parte del mismo texto Paz agregaba como elemento complementario que orientara mi búsqueda: “mi tentativa fue ver el carácter mexicano a través de la historia de México.”[7] Así que me puse a leer historia buscando ese carácter, que luego he llamado Identidad. Pero Paz ya había avanzado en su precisión o descubrimiento, pues también escribió: “como sistema de producción el ejido es inferior a la agricultura capitalista. Pero el ejido no sirve para producir más sino para vivir mejor –para vivir de una manera diferente, más justa, armoniosa y libre que la actual. Su función consiste en ser la base económica de un tipo de sociedad que está igualmente lejos del modelo capitalista y del modelo que, sin mucha exactitud, se llama socialista.” Esto para mí era decisivo. Yo no quería luchar por un modelo de sociedad que se opusiera al ejido. Había leído la biografía de Zapata que escribiera Sotelo Inclán, y me sentía profundamente identificado con ese proceso de gestación social de un líder. Quería, como Paz, reivindicar y desarrollar al ejido en la forma que él había descrito. Así que en lugar de organizar obreros me puse a organizar ejidatarios. Me fui al campo, recorrí todas las regiones en las que los ejidatarios demandaban la restitución de sus tierras o la ejecución de una resolución presidencial que les había dado la razón y el derecho, pero de la que faltaba la ejecución respectiva. Y así llegué a la región de Tuxtepec, a la comunidad de Camelia Roja, donde se fundó el movimiento campesino que emprendiera la última etapa de reparto del Siglo XX. Así también llegamos a Palmarillo en el Estado de Veracruz, donde no sin violencia contra los campesinos, y no sin nuevas muertes que pusiera el pueblo, defendimos los derechos de ese ejido. Así llegamos a Copalillo, en el Estado de Guerrero, donde instruimos a sus habitantes en la autogestión, y les pasamos películas sobre la lucha agraria y la construcción de comunas en China. Pueblo que a más de treinta años sigue gobernado por la izquierda. Así conseguimos llevar más de un delegado rural al segundo Congreso del PRT, por cada delegado de todos los otros sectores del Partido. ¡A qué tiempos aquellos de idilio y utopía! Todavía en los años 1989 y 90 conseguí que se ejecutara la resolución de Monte Negro en Oaxaca, y la resolución de los pueblos mixes, que tenía treinta años de haberse dictado y no se había podido ejecutar. Las imágenes de Paz me habían permitido confirmar que lo escrito por Alexander Chayanov, y que se había continuado en la obra de Theodor Shanin[8], o Boguslaw Galecki, se volvía a presentar en México, pues la idea de una sociedad con un desarrollo diferente al de la modernidad industrial no era una propuesta exótica, ni descabellada. Pero no era lo único, pues Octavio Paz lanzaba señales muy precisas sobre cómo continuar esa búsqueda y perfeccionar el camino, él confirmaba lo que yo había extraído o aprendido de la lucha en los sesentas, es decir, que no era posible hacer las cosas desde arriba o desde el poder, sino a partir de un proceso completamente descentralizado y desde abajo: “el remedio no puede venir de una reforma desde arriba sino desde abajo, impulsada por un 81

movimiento popular independiente…Hay que encontrar una solución distinta a la del PRI, algo que hasta ahora no han podido hacer los partidos políticos tradicionales de la oposición. Hay un anquilosamiento intelectual de la izquierda mexicana, prisionera de fórmulas simplistas y de una ideología autoritaria no menos nefasta que el burocratismo del PRI y el presidencialismo tradicional de México… Los grupos que desean el cambio en México deberían empezar por autodemocratizarse…”[9] Esas pocas ideas, que para algunos puede ser vagas, pero que para mí han sido todo un faro, junto con su idea sobre la búsqueda de una alternativa a la modernidad[10] fortalecieron mi ánimo de independencia y de búsqueda. El resto de las respuestas ya no estuvo en Paz, pero debo reconocer que sus atisbos poéticos constituyeron para mí una piedra sólida para asentar mi pensamiento y desarrollar mi iniciativa.

Pero cuando Paz publicó Tiempo Nublado, y sobre todo cuando se refirió de manera mañosa y despectiva de Revueltas en su libro sobre los Hombres en su tiempo, llegué a detestarlo… Me pareció indigno de su estatura intelectual que se pusiera a sobajar o disminuir la dimensión de Revueltas. De haber convocado a la crítica de la modernidad, y de habernos dicho que Zapata era la clave, pasó entonces a elogiar el modernismo de la democracia imperial y al gobierno mexicano en turno. Me pareció, más que trágico, ridículo. Desde entonces no volví a escribir sobre Paz y sus hallazgos. Y abandoné mis notas sobre el ensayista y poeta en el archivo. Pero hoy, al calor de lo mucho que se ha elogiado al ensayista y escritor, rescato las páginas en las que voy describiendo su evolución en mis memorias. En mi propio ajuste de cuentas encuentro unas páginas tituladas Al margen, pues originalmente habían sido anotadas literalmente en los márgenes de sus libros, escribí: En Tiempo Nublado, las anotaciones inician en la página 24, donde Paz decía “los políticos de occidente tampoco han caído en la desmesura. Ninguno de ellos ha sido un déspota sanguinario y todos han procurado respetar no sólo a la mayoría sino a las minorías…” Y yo comentaba: “estas afirmaciones son sospechosas, Paz confunde la apariencia de democracia con la democracia real. El que dentro de Estados Unidos, en los últimos años, no se cometieran crímenes de ese orden no puede hacernos olvidar la represión a la minoría negra, los asesinatos de Martin Luther King y la sevicia con que castigan a las panteras negras. Paz habla como ciudadano común, no como pensador. Engañado por los medios masivos y aparentemente incapaz de ir más allá de la imagen que el imperio dá de sí mismo.” En las páginas siguientes (hasta la 33), en donde Paz hace elogio de lo que llama la democracia norteamericana o americana, yo anoto “¿democracia? Eso es una ficción, no puede uno creer en la sinceridad del ideal 82

democrático cuando la población vive en lo que otro filósofo denomina la unidimensionalidad; una unidimensionalidad que iguala a todos, pero en el consumo y en la idiotización de una cultura tecnológica que inhibe la reflexión, exalta el hedonismo, introduce en el conocimiento cotidiano falsas nociones sobre la libertad y el bienestar, y consigue una alienación de masas.” Y más adelante agrego. “democracia sin espíritu abierto y sin sincretismo o síntesis política, no es real, es totalitarismo, recordemos el periodo de las cacerías de brujas, y de la creación de instituciones que empezaron como juicios a falsos terroristas como Saco y Vanzetti y el matrimonio Rosenberg, pero luego crearon la CIA, el espionaje de McCarthy[11], y la adopción de una ideología excluyente que se ha enseñado a todos los niveles educativos en la que se pinta a la sociedad norteamericana como la única libre, pero en la que va implícita la descalificación de todo otro pensamiento.” Y continúo en la página 25, a un lado de donde Paz escribe: “También es visible la mejoría en la esfera de las libertades individuales y el respeto a la moral y la vida privadas. Por último, los norteamericanos no han conocido el totalitarismo…”, yo comento: “Los norteamericanos, como es posible constatar en su prensa y en las corresponsalías de los reporteros ajenos a su mundo, no tienen necesidad de estar reprimiendo a la disidencia porque la ahogan y la matan en su primera manifestación. La riqueza de Europa incluye la desgracia de la guerra, pero es terrible celebrar lo que ciñe al espíritu y lo empobrece. Los norteamericanos viven hace un siglo en la mediocridad espiritual”. Y prosiguiendo esa crónica de mis apuntes veo: “En la página 36 y 37 Paz se deshace en elogios, subrayando que los fines últimos, que son los que de verdad cuentan porque “son los que dan sentido a nuestra vida, han sido devueltos a la esfera privada (sic!), es decir, que “la gran novedad de los Estados Unidos consiste en intentar devolverlas a la vida íntima de cada uno”. Y lo dice como virtud, como si Aristóteles se hubiera equivocado en cuanto a la responsabilidad del estado por la educación, pero no entendida como instrucción básica, sino como Paideia, como responsabilidad por la plenitud del espíritu como último sentido del estado. La estatofobia de Paz lo hace decir sandeces. Pues proclama lo mismo que los grupos fundamentalistas como Provida, que representan la lucha contra el laicismo y el regreso a la enseñanza en los estrechos límites de la familia cristiana. Paz se regodeaba y daba cuerda solo. En la fascinación de su elocuencia, pasaba sobre las implicaciones y supuestos de lo que parecía ir improvisando. Cuidaba de lo redondo de sus metáforas y figuras, pero se desentendía de los contenidos estrictos que escondían sus silogismos. Así, en la página 47 se atrevía a decir: “Uno de los grandes logros del pueblo norteamericano ha sido preservar la democracia frente a las dos grandes amenazas contemporáneas: las poderosas oligarquías capitalistas y el Estado burocrático del siglo XX…” Zaz! Me dije. Cómo es posible que niegue la existencia de la oligarquía petrolera y del complejo industrial militar que controlan las finanzas. Para aquellos años ya se había publicado el texto de Ernest Mandel sobre el Neocapitalismo, donde se describía con precisión la lógica del armamentismo y su papel en la conducción de la economía. Pero dentro de Estados Unidos Harry Magdoff ya abordaba también el tema. No podía sino 83

pensar que Paz no buscaba rigor, sino armar un discurso que sonara verosímil, pero más bien fuera apologético. Al final de ese capítulo en la página 58 anoté: “Véase la página 37, sobre la que habría que comentar”. Vuelvo a la página 37 y repaso las palabras de Paz: “los norteamericanos comparten creencias, valores e ideas; libertad, democracia, justicia, trabajo…pero todas ellas son medios, un para esto o aquello. Los fines últimos de sus actos y pensamientos no son del dominio público sino del privado. La Unión americana ha sido la primera tentativa histórica por devolverle al individuo aquello que el Estado, desde el origen, le arrebató”. Y continúo con mi nota en la página 58: “Esta es la gran ficción y la gran limitante de Paz. Enamorado de la libertad individual cree que el estado debe ser todo menos aquello que se inmiscuya o trascienda a la esfera privada. Como si la organización de un status hiciera neutral e inocuo al poder, como si los individuos crearan, cada uno para sí, valores y normas, vocaciones e ideales, y como si el negar el proceso colectivo o social del consenso –que es el verdadero origen de las instituciones—fuera diferenciable de la vida privada o familiar. Paz nos hace pensar en una razón hueca de Estado, en un ámbito de intemperie y de impersonalidad, de ajenidad o anonimidad, que más que confirmar las voluntades y libertades ciudadanas parecería mostrar su impotencia o su subordinación a una creación acrítica, no a una creación colectiva sino a una excrecencia común, involuntaria, que no define y no gobierna o decide menos que los estados totalitarios, sino acaso más, puesto que no concibe, ni precisa ontológicamente de su disidencia.” Tiempo Nublado representa en este punto una reorientación del pensamiento de Paz. Una reorientación hacia el culto del liberalismo y el individualismo. Aunque debe uno anotar también que ello no le impidió seguir reflexionando y sacando, a veces, conclusiones importantes sobre los acontecimientos de los años siguientes. Así, en el capítulo final del mismo libro, y a propósito de lo que pasaba en Polonia, Paz menciona a Kuron como el inspirador del KOR[12], enumera cuatro conclusiones a extraer de esa experiencia y compara ese nuevo episodio con sus dos antecedentes, la Insurrección Húngara del 56 y la Checoslovaca de 68. Él lo expone así. Las cuatro conclusiones son: primero que donde se suponía que ya no había razones o motivos para las protestas del proletariado es donde la lucha de clases se expresa de manera más violenta. Segundo, que la lucha de los obreros por sus derechos es la lucha de la nación entera por las libertades colectivas. Tercero, que el pueblo polaco no se enfrenta solamente al poder de la burocracia, sino también combate por la independencia nacional. Y cuarto, que la nación no es un concepto político, sino también cultural. En la comparación con sus dos antecedentes, Paz comenta: “son revueltas contra un sistema que ha usurpado el nombre del socialismo, son revueltas contra un régimen impuesto por una potencia extranjera por medio de la fuerza…” La ceguera ante Norteamérica, su cultura y su carácter imperial, no checaba, no parecía brotar del mismo pensamiento. Paz parecía una conciencia escindida, partidaria de un verdadero socialismo y partidaria de una democracia imperial. Pero en los siguientes años terminó por definirse y adquirir mayor congruencia. Pero “para mal”, como dice el dicho. 84

Tiempo Nublado se cerraba con una fecha al calce: 1982. Ocho años después, en otro libro, titulado Pequeña crónica de grandes días, Paz iba más lejos. Abría el libro con un Apunte justificativo, en el que literalmente se quejaba, hablando de Tiempo Nublado y el Ogro: “Esos libros provocaron en ciertos medios de México reacciones hostiles. A unos les pareció que cometía un sacrilegio, otros me llamaron ideólogo de la reacción y vocero del imperialismo”, y en la página siguiente comenta: “Comencé iluminado por unas ideas que poco a poco se enturbiaron, me convertí entonces en el teatro de muchos debates interiores…” Al hacer crónica de ese su itinerario intelectual, en la tercera página del mismo texto agregó: “Nos parecía que la alternativa no era (en 1971) el socialismo, como proponían los ideólogos…sino la democracia.” Y al final de ese Apunte, se volvía a quejar de que una manifestación en la ciudad de México gritaba: “!Reagan, rapaz, tu amigo es Octavio Paz!” Sin embargo las críticas que se le hicieron, no pocas veces con largos argumentos, fueron desechadas por un hombre que estaba en la puerta del premio Nobel. La campaña para otorgárselo ese mismo año la encabezaba Televisa, pero por todas partes se iban armando apoyos y homenajes. El creía tener más peso, razón y claridad, que lo que él llamó “los ideólogos”.

[1] Socialismo, Editorial Nueva Imagen, México 1992, pág. 78. [2] Mario Rechy, Prólogo a Crítica democrática del marxismo, trabajo inédito. 1993. [3] Sartre, su moral política. Suplemento cultural de Excélsior. [4] Kostas Papaioannou, De Marx y del marxismo, Fondo de Cultura Económica, México 1991, aun la edición francesa era posterior a mi escrito, pues la de Gallimard, que estimo era la primera, apareció en 1983. [5] Por cierto que ese libro había sido dedicado a Kostas Papaioannou. Pero en 1973 yo no sabía quién era. [6] El Ogro filantrópico. Editorial Joaquín Mortiz, México 1979. Pág. 20. [7] Ibidem. Pág. siguiente. [8] Theodor Shanin, sociólogo polaco quien escribió varios textos clásicos sobre el campesinado. Chayanov, citado ya en otros capítulos fue el gran economista que esclareció la lógica de la producción campesina, Galeski ha continuado esa escuela. [9] Paz, Ibidem. Pág. 151. [10] “Hemos pedido, escribió Paz, que se diseñen nuevos modelos de desarrollo. De los jesuitas de Nueva España a los liberales de Juárez, de los positivistas porfirianos a los revolucionarios del siglo XX, sin excluir a los marxistas y a los capitalistas –todos, con distintos métodos, han propuesto una misma idea: la modernización….No sugiero volver a Zapata ni a la aldea autosuficiente ni al neolítico. Pienso que en ese

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sueño de nuestros campesinos hay una semilla de verdad…diseñar otro proyecto, más humilde, pero más humano y más justo…” Paz, Ibidem pág. 338. [11] Entre 1947 y 1954, el Comité de Actividades Antinorteamericanas, inspirado por McCarthy, realizó una serie de episodios de represión política anticomunista. Miles de personas sospechosas de tener ideología de izquierda fueron sometidos a interpelaciones e investigaciones por el Departamento de Estado, el FBI y el Departamento de Justicia. [12] El KOR era el Comité de defensa de los trabajadores.

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III

Había tomado vuelo Octavio Paz, como decimos en México, al referirse a los ideólogos, como llamaba él en las fechas que recibía el premio Nobel a los defensores del socialismo. Entonces no se limitó a decir que la salida en el este era la democracia liberal, sino inclusive afirmó que bastaba un pequeño repaso de los principios marxistas para comprobar que “eran parte de la herencia en liquidación…entre otros del dogma de la planeación de la producción y distribución de bienes…”[1]. Y cinco páginas adelante aseguraba: “…de no ser ahogadas por movimientos conservadores o nacionalistas, las reformas se orientarán hacia la creación de democracias representativas a la occidental y de economías mixtas…En todas ellas el mercado libre y la empresa privada tendrán un lugar importante.” Quisiera, o mejor dicho me siento obligado, a propósito de este punto, citar a Kuron, mi maestro, de quien Paz tenía clara noción porque lo había mencionado desde hacía ocho años, porque la forma como él se aproximó al tema de la planeación ha sido para mí de una profundidad insuperada, pues como se verá enseguida, habla de la planeación como un asunto profundamente humano, profundamente colectivo, profundamente democrático. Haciendo un símil con el Poema pedagógico [2] Kuron escribió: “Primera etapa; el grupo se organiza para alcanzar un nuevo objetivo. El vínculo afectivo se alcanza ahora y cada individuo manifiesta, en consecuencia, una inclinación a someterse al objetivo común y a las tareas que ese objetivo impone. En la segunda etapa es la relación sentimental la que importa, y es resultado de la cooperación. Y ella resulta del hecho de lo que cada uno cree como resultado de su capacidad y de lo que ha podido cumplir de sus tareas, cada vez más automáticamente. La cooperación efectiva exige progresivamente una menor cantidad de energía y de atención, cuando el gusto o gozo de ser un conjunto adquiere, cada vez más, su significación. La tercera etapa comienza cuando el sentido de la cooperación efectiva decrece y el vínculo que aglutina al grupo comienza a debilitarse… “El declive del grupo comienza entonces, y toda tentativa para salvarlo provoca un conflicto interno. Se trata de un conflicto entre aquellos que quieren cambiar porque están en búsqueda de un nuevo objetivo, y aquellos otros que, en nombre de su pertenencia al grupo, y defendiendo la tradición, se oponen a todo cambio. Si el grupo supera entonces la crisis, esto es, si se propone un nuevo objetivo que exige una actividad 87

creadora, entonces el ciclo comienza de nuevo, pero a un nivel superior…Este ciclo de tres etapas se manifiesta en todo movimiento social que tiene una larga extensión temporal…”[3]

Y continúa Kuron explicando que el libro de Makarenko está consagrado por completo a la cooperación…”Yo era comunista, agrega, y eso significaba justamente que suscribía las ideas que combatía el totalitarismo. Tengo absoluta claridad a este respecto que no intenté jamás planificar al hombre que educaba. Al contrario, justamente lo que rechaza Makarenko es la planificación del hombre. Y es por esta razón, entre otras, que él atacó la idea pedagógica en relación a lo que ocurría entonces en la Rusia soviética. Él consideraba que si había algo que planificar es el grupo dentro del cual los educandos viven y se comportan como un colectivo, como él lo llama… Como parte de esa reflexión, agregamos que el hombre no se planifica, a este respecto él se inclinaba a creer en su bondad natural, y a que las condiciones eran el verdadero lugar del mal. Y uno debe entonces planificar el orden social. Hoy sé que podemos imaginar lo que es conveniente o bueno, respecto de las instituciones concretas del orden social, pero aquello que realizamos frecuentemente contradice nuestras intenciones… Uno no puede planificar eficazmente una sociedad pero sí puede planificar, y es bueno intentarlo, un equipo pedagógico. [4] Pero Kuron había publicado un texto que hoy es clásico y que Paz no desconocía, en el que había hecho una crítica demoledora de la planificación burocrática. Ese texto, que yo traduje desde 1968, se conoció como Carta abierta al Partido Obrero Unificado Polaco, y tuvo varias ediciones en España y en México. Y esa visión sobre cómo podía planificarse sin suprimir el mercado y respetando la libertad, fue silenciada por Paz. Estábamos reseñando lo que escribió Paz a ese respecto junto con otros juicios en 1990. En México gobernaba Carlos Salinas después de un fraude electoral que había impedido la alternancia y la efectiva democratización, sin que Paz participara en ninguna de las muchas protestas que habían tenido lugar. Al contrario, en su libro, a dos años de la asunción de este usurpador, escribió a propósito de nuestra apertura comercial y de los arreglos que se hacían para integrarnos al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá: “Una comunidad de Estados americanos debería comprender, en círculos concéntricos, a dos zonas, la nuestra y la América del Sur. Sería una organización diferente a la OEA, que corresponde a otro momento y a otras circunstancias. …tendría funciones como las de elaborar políticas comunes en materia económica y cultural, así como velar 88

por su ejecución. (pág. 49). Como se ve en las páginas siguientes, Paz creía en algo parecido a la Comunidad económica europea, y no reparaba en la naturaleza imperialista del vínculo que los Estados Unidos habían establecido con todos los países de América. Y refiriéndose precisamente a quienes nos manifestábamos como antinorteamericanos, Paz nos decía: “olvidan tercamente que los Estados Unidos son una gran democracia.” Por sus implicaciones, y puesto que Paz nunca tuvo la información suficiente para redondear sus atisbos sobre la ideología de Zapata o las implicaciones de lo social en el desarrollo histórico y la formación de las instituciones mexicanas, me permito citar a continuación algunos de los momentos principales de lo que escribimos en aquellos años en un trabajo inédito.[5] Para la formulación del trabajo habíamos revisado los documentos de la Independencia, la discusión del Constituyente de la Reforma durante el siglo XIX y, desde luego, los documentos de la Revolución Mexicana en el Siglo XX. En el último periodo, ya bajo los gobiernos del PRI, habíamos revisado la obra clásica de Jesús Reyes Heroles, quien fuera el Secretario de Gobernación que diseñó la Reforma Política para anular a la izquierda como fuerza alternativa, y para incorporarla al sistema político hace más de treinta años. (Pero nuestra indagación y manía nos llevó también a recorrer la evolución del concepto en los pensadores europeos, así como los impactos de esta doctrina en la economía y las instituciones modernas. Y en un momento dado también comparamos la noción del liberalismo dentro de lo que entonces caracterizamos como las corrientes burguesas, y su contraste con las corrientes socialistas.) El momento en que realizamos el estudio estaba saturado con literatura sobre el tema. No menos de veinte libros se publicaron en México con el mismo título en esos tres años; y hasta parecía que el liberalismo social se volvía la doctrina de estado. En parte eso nos condujo a guardar nuestro documento, pues iba en contrapelo a todo el discurso oficial y nadie nos hubiera puesto atención por decir algo opuesto, o peor aún, nos hubieran podido incluir en el mismo paquete oficial, sin reparar en la diferencia de contenido. Sobre el periodo de la Independencia nos pareció indispensable citar a Hidalgo y Morelos. Ciertamente algunos de sus juicios y propuestas son del conocimiento público de los mexicanos, aunque acaso las implicaciones más generales pasen desapercibidas para la gran mayoría. Había escrito Hidalgo en su Manifiesto del 15 de diciembre de 1810: “…La Nación, que tanto tiempo estuvo aletargada, despierta repentinamente de su sueño a la dulce voz de la libertad…Abrid los ojos, americanos, no os dejéis seducir de nuestros enemigos. Ellos no son católicos sino por política. Su Dios es el dinero…meditad sobre vuestros verdadero intereses…establezcamos un Congreso que se componga de representantes de todas las ciudades, villas y lugares de este reino…ellos entonces gobernarán con la dulzura de padres,…desterrarán la pobreza, moderando la devastación…” Y comentábamos: “Estas claras y directas proclamas del padre de la patria cimentan nuestro liberalismo, que a partir de entonces será un liberalismo nacionalista, reivindicador de los oprimidos, agrario, partidario del progreso sobre la base del

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desarrollo tecnológico, igualitario, con rectoría del estado y profundamente democrático, tanto en lo político como en lo económico y social.”

Durante la Reforma, hacia mediados del siglo que abre la Independencia, rescatamos la posición de Ignacio Ramírez como la más lúcida y visionaria. Él fundamenta lo que ya se había conseguido sobre el estado laico, pero además llena de contenido concreto el concepto de la libertad: “La inteligencia humana es una, la misma en todos sus actos, y por eso la Constitución es una; es la misma en todos los derechos que consagra, en todas las reformas que realiza. La libertad de enseñanza, la libertad de reunión, la libertad de prensa, la libertad de cultos, no son más que la libertad de la inteligencia…” En otro documento, Ramírez había dicho que “el capital es el depósito de valor que en bienes materiales, en instrucción y en crédito, forma y aumenta indefinidamente una sociedad para hacer frente a las exigencias…El capital se aumenta a proporción que se reparte; por eso siempre son pobres los pueblos donde el gobierno y unos cuantos monopolizan las riquezas; y por eso hasta hoy ha sido irrealizable el comunismo, que en último resultado a todos empobrece…El capital necesita movimiento y circulación; para el movimiento le basta que las manos en que se encuentra lo aventuren a continuas especulaciones, para la circulación es necesario que todas las clases de la sociedad no tropiecen con privilegios ni otras trabas…” Y comentábamos “como se ve, para Ramírez el liberalismo es, simultáneamente, la libertad irrestricta del individuo para producir, negociar, opinar, organizarse y elegir a sus representantes, y la intervención del estado, subsidiariamente, para velar por el bienestar general y la igualdad. Pero esa libertad del individuo no puede ser la que vulnere los derechos, el bienestar o las libertades. Por eso, el estado juega un papel fundamental: ha de impedir que la libertad individual irrestricta pueda robar o arrebatar a los ciudadanos su riqueza o a la sociedad su libertad.” Del periodo revolucionario, citamos, entre otros documentos, el que hemos considerado el más profundo e importante de toda nuestra historia, porque apoyado en la identidad, sintetizando la situación general, y abrevando en los antecedentes de Hidalgo, Morelos e 90

Ignacio Ramírez, formula la estrategia histórica que ha de marcar para todo el porvenir la ruta nacional. Nos referimos, evidentemente, al Programa redactado por el más grande genio que ha tenido esta Nación, Ricardo Flores Magón: “los ciudadanos deben comprender que las simples declaraciones de principios, por muy altos que éstos sean, no bastan para formar buenos gobiernos y evitar tiranías; y que lo principal es la acción del pueblo, el ejercicio del civismo, la intervención de todos en la cosa pública… Antes que declarar en este programa que el gobierno será honrado, que se inspirará en el bien público, que impartirá completa justicia, etc., es preferible imponer a los liberales la obligación de velar por el cumplimiento del Programa, para que así recuerden continuamente que no deben fiar demasiado en ningún gobierno, por ejemplar que parezca, sino que deben vigilarlo para que llene sus deberes…En la escuela primaria está la profunda base de la grandeza de los pueblos…las mejores instituciones poco valen y están en peligro de perderse, si al lado de ellas no existen múltiples y bien atendidas escuelas en que se formen los ciudadanos que en el futuro deban velar por esas instituciones. ..Debe pagarse a los maestros buenos sueldos, como lo merece su labor; debe dignificarse el profesorado…Un gobierno que se preocupe por el bien efectivo de todo el pueblo no puede permanecer indiferente ante la importantísima cuestión del trabajo…Es axiomático que los pueblos no son prósperos sino cuando la generalidad de los ciudadanos disfrutan de particular y siquiera relativa prosperidad. Unos cuantos millonarios acaparando todas las riquezas y siendo los únicos satisfechos entre millones de hambrientos, no hacen el bienestar general sino la miseria pública, como lo vemos en México…por otra, la equitativa distribución de las tierras, con las facilidades de cultivarlas y aprovecharlas sin restricciones, producirán inapreciables ventajas a la Nación. No solo salvarán de la miseria y procurarán cierta comodidad a las clases que directamente reciben el beneficio, sino que impulsarán notablemente el desarrollo de nuestra agricultura, de nuestra industria, de todas las fuentes de la pública riqueza…Llegamos a la última parte del Programa, en la que resalta la declaración de que se confiscarán los bienes de los funcionarios enriquecidos en la presente época de tiranía…” Todavía, en el renglón fiscal, este titán del pensamiento universal había dicho: “gravar el agio, los artículos de lujo, los vicios, y aligerar de contribuciones los artículos de primera necesidad. No permitir que los ricos ajusten igualas con el gobierno para pagar menos contribuciones que las que les impone la ley…”

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¡Qué contraste con lo escrito por Octavio Paz! ¿No les parece? Pero no era todo, a tres años del Nobel, Octavio va todavía más lejos de lo que había escrito y agrega: “las privatizaciones han desalojado a los políticos y a los burócratas de varios centros vitales de la economía mexicana. Así se ha despejado, en parte, el camino hacia la democracia.”[6] Haciéndose eco de las afirmaciones descalificadoras que venían repitiendo la iniciativa privada nacional y los voceros del gobierno de Estados Unidos, ataca también a las empresas que habían sido estatales o paraestatales, y abre la puerta para este largo periodo en que no solamente se ha vendido teléfonos a Carlos Slim, sino también la banca gubernamental, los centros metalúrgicos principales de la estrategia de industrialización, la fábrica de fertilizantes agrícolas que apoyaba a los campesinos, la empresa de seguros gubernamental que estaba en números negros, y hasta la petroquímica. Su ceguera, o su simbiosis ideológica con el poder, lo llevaron hasta la ignominia, pues incluso vio con simpatía la versión salinista del liberalismo: “”hay que perfeccionar estas reformas y, sobre todo, completarlas con una vigorosa política social. Ese es el sentido del programa Solidaridad”.[7] Solidaridad era el programa que el espurio Salinas había inventado para gastarse en él el producto de las privatizaciones, pero no comprendía una sola actividad productiva, solo caminos, puentes, obras de electrificación y despensas, muchas despensas para los empobrecidos. Sin embargo, a veintidós años de distancia podemos comentar que a las posiciones que Paz reiteró se las sigue caracterizando como pro imperialistas, tal y como se hizo en su tiempo con Rubén Darío, para hacer un símil, cuando este poeta le escribió loas al águila imperial en un poema. Pero, lo que es realmente importante, tras estos veinte años, es que hoy puede verse que la caída del sistema soviético no fue seguido de lo que Paz preveía como obligado o natural, pues hasta la fecha en Rusia no existe mercado libre. Primero porque no había la cultura ni la tradición de empresa, y el pueblo ex soviético no ha sabido tomar, al menos hasta ahora, esa iniciativa. Pero probablemente por una razón 92

más importante: porque al contrario de lo que creía Octavio Paz, la nomenklatura no estaba desmoralizada, ni se retiró al olvido, simplemente se cambió de nombre y se repartió los bienes públicos en unos cuántos monopolios. Su aspiración hacía mucho que no era el socialismo, sino la legalización del despojo que venía practicando, y la sanción del poder que venía ejerciendo. Esto era desde luego previsible, pero había que haber ido a Rusia para verlo, y había que haber platicado con la gente y los intelectuales allá. Yo así lo informé tras mi viaje, como enviado del gobierno mexicano en 1991, y lo escribí y publiqué luego en Rusia en 2008.[8] (Si hubiera que caracterizar lo que sucedió al socialismo de estado que hubo en la Unión Soviética, yo propondría el nombre de monopolismo mafioso, con mercado restringido y exclusión social.) También puede verse que la salvaguarda de esa “gran democracia” que ha realizado Estados Unidos, incluye a los muertos civiles de Afganistán, de Irak, y de cuando menos otros cinco conflictos en distintos continentes, probablemente México incluido en esta supuesta guerra contra el narcotráfico. Paz se encontraba, además de confrontado con su propia trayectoria, desgarrado entre dos potencias que peleaban su inteligencia, entre el gran espíritu humanista y el mezquino interés. El espíritu se había alimentado de las luchas sociales, de la historia de México, de la guerra civil en la España del 36; el interés, en sentido opuesto, había avivado en él una soberbia especial, esa que Bakunin consideraba característica del peor despotismo, es decir la soberbia que acompaña o caracteriza a la aristocracia del pensamiento. Bakunin había escrito: “de todas las aristocracias que han oprimido, cada una a su vez y en ocasiones todas al mismo tiempo a la sociedad humana, la que se autodenomina aristocracia de la inteligencia es la más odiosa, la más despreciadora, la más impertinente y la más opresiva… la aristocracia de la inteligencia, ese niño mimado del doctrinarismo de la modernidad, ese último refugio del espíritu de dominación que ha afligido al mundo desde el inicio de la historia y que ha constituido y sancionado a todos los Estados, ese culto pretencioso y ridículo de la inteligencia patentada, sólo ha podido nacer en el seno de la burguesía…”[9] Y Paz se había encaramado a un pedestal ideológico donde se exhibía a sí mismo como el juez de las doctrinas y las visiones del mundo, al mismo tiempo que se construía un nicho de aparente sobriedad pero verdadera soberbia. Paz buscaba ser nimbado por los premios y los reconocimientos formales, sin importarle si esa beatificación le restaba verosimilitud o consenso en la posteridad. Y así, fue sustituyendo su profunda reflexión universal por un decir convencional que lo consagrara, pero no en la historia sino en los intereses del día. De ser un liberal socialista devino entonces un liberal pro capitalista a secas. ¡Qué lamentable!

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Si el texto que le envié a Paz hubiera dado pie a un diálogo entre mi generación y la suya, pienso hoy, a más de tres décadas de distancia pienso que la evolución de su pensamiento podría haber encontrado otro matiz. Pues no nos veíamos en aquellos tiempos como sus discípulos sino como sus interlocutores, y le hubiéramos ayudado a abrir los ojos sobre una parte de la producción intelectual que él desconocía, y le iba a equilibrar en alguna medida su inclinación hacia occidente y el liberalismo burgués. Yo no hubiera cambiado, pues de todas maneras lo he leído, pero si él nos hubiera escuchado tal vez hubiera pensado de manera diferente. Paz prefirió dialogar con quienes se plegaban de manera vergonzosa hacia su visión superficial y apologética del statu quo. En esos años proyectó a Krauze. Si Paz me parecía ya extraviado, nada podía esperar de su sicofante. Me bastó un tomo de la Biografía del poder, el de Porfirio Díaz, para renunciar a todo intento por leerlo. No podía aceptar que se tomara en serio a alguien que a estas alturas de la historia del país se atreviera a reivindicar al dictador. Pero más allá de las falsificaciones krauzescas, de las que ya se venía ocupando el académico Manuel López Gallo, y en las que Krauze se permitía hasta inventar circunstancias sobre la muerte de Carranza, o algunos otros episodios de la Revolución, lo que me molestaba de Enrique era que su de por sí escaso o pobre vínculo con el pensamiento crítico se había ido transformando en una exaltada celebración de las libertades del sistema norteamericano y el mundo occidental. Lo que él ha llamado una vocación liberal yo más bien la caractericé como una filiación reaccionaria. Me pareció que Krauze era una excresencia[10] de Paz, es decir, un producto de la parte descompuesta de aquél pensador. Pero la explicaremos con mayor detalle. No fue casual que ya en 1977 cuando Krauze era secretario de redacción de la Revista Vuelta, ante los ojos de la inteligencia europea y latinoamericana, se considerara a la revista como una expresión reaccionaria. Así lo reconoce él mismo en su texto sobre Hugh Thomas[11], autor al que se le pidió autorización y exclusividad sobre un escrito y que este había inicialmente negado por el carácter que tenía la revista.

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Krauze dice ahora, en su biografía intelectual[12] que se sentía, por influencia de su abuelo Samuel, un socialista, o cuando menos un simpatizante del socialismo. Incluso dice que se asumía como parte de la generación del 68. A pesar de que nunca lo vimos en las marchas, nunca supimos que participara en las brigadas, nunca se paró en el Consejo Nacional de Huelga del 68, nunca escribió, como lo ha hecho sobre otras luchas, una sola línea a favor del movimiento. Y sólo me lo encontré, a lo largo de la década de los setenta, en una cena que había yo organizado buscando el diálogo entre toda la izquierda, pero él como un sujeto sin partido, al que había invitado mi amigo el matemático José Hernández. [13] Por cierto que en esa ocasión no abrió la boca en toda la noche.

En las pláticas que tuve con él en aquellos años en que empezó a publicar ensayos me dijo con toda claridad que Paz sí conocía el marxismo, pero que él “no había leído a Marx”, y que “menos había estudiado economía política”. Por lo que ahora que leo en su texto biográfico que intentó dar una clase sobre El Capital, no puedo sino pensar que esa afirmación no es sino un aderezo para presentarse como un pensador que “evolucionó” del socialismo al pensamiento liberal. En todo caso pienso que fue un diletante, con nula participación política, sin ninguna militancia de izquierda, que había recibido un poco del espíritu de la utopía por influencia familiar, pero que pronto definió sus intereses, de manera pragmática, en una clara ruta ajena por completo al pensamiento social. ¡Que no venga a presumir ahora de pedigrí socialista! Recuerdo también que Enrique me preguntó, en uno de esos diálogos, por quién optaba yo entre Revueltas y Paz. La opción no me pareció que viniera al caso, pero respondí sin titubear que por Revueltas. Y hoy lo confirmo. Aunque Paz haya escrito, desde sus primeras crónicas literarias, que Revueltas tenía defectos de sistematización o estructura, creo que era mucho más sólido y mucho más riguroso que Paz. Revueltas, además, no alteró jamás su compromiso por los pobres, por los explotados y por los oprimidos. Bakunin había escrito en el mismo libro que cité antes, que “el hombre mejor dotado por la naturaleza sólo recibe de ella facultades, pero que esas facultades quedan muertas si no son fertilizadas por la acción bienhechoras y poderosa de la colectividad”. Y Revueltas 95

siempre se mantuvo parte de ella. Hoy tengo la convicción de que en la perspectiva histórica los juicios políticos y la visión del hombre que nos legó Revueltas tendrá mucha mayor vigencia y servirá de orientación sobre la libertad y la condición humana, que las veleidades de Paz. [1] Pequeña crónica de grandes días. Páginas 18 y 19. [2] El clásico de Makarenko. [3] La foi et la faute (La fé y la culpa). Segundo volumen de las memorias de Jacek Kuron. Publicado en Paris, Francia, en 1991 por la Libraire Arthéme Fayard. Pág. 106 Traducción mía. [4] Ibidem. Págs.. 88,89. [5] Sobre el concepto de liberalismo social que no es el de Carlos Salinas. Centro de Estudios Estratégicos. Escrito por Rocío Sánchez Constantino, Vera Milarka, Juan Froylán Martínez Pérez y Mario Rechy Montiel. [6] Itinerario, Fondo de Cultura Económica, 1993. Pág. 254. [7] Ibidem, pág. siguiente. [8] Ситуация и перспектива экономических отношений между Россией и Мексикой, Марио Речи Монтиэль, que fue publicado en Revista, y que luego fue incorporado al libro МЕЖДУНАРОДНАЯ АКАДЕМИЯ ОЦЕНКИ И КОНСАЛТИНГА, Аналитический обзор состояния экономики России в условиях кризиса. МЕЖДУНАРОДНОЕ СОТРУДНИЧЕСТВО В УСЛОВИЯХ КРИЗИСА СБОРНИК НАУЧНЫХ РАБОТ СТУДЕНТОВ, АСПИРАНТОВ И СОТРУДНИКОВ МАОК ВЫПУСК Марио Речи Мантиэль, Асессор Комиссии по экономике Сената 2 МОСКВА 2008 dentro de la colección que dirige mi amigo Igor Libin en la Universidad moscovita. [9] La libertad, Colección 70. Grijalbo, México 1972, pág. 42. [10] Y escribo excresencia y no excrecencia, porque la primera me parece que alude también a la esencia. [11] Guerras Ideológicas, en Travesía Liberal, Tusquets México, pág. 179. [12] Travesía liberal, Editorial Tusquets, México 2003. [13] Esas cenas se celebraron con la participación de algunos miembros de dirección del PCM, del PMT, del Espartaquismo, del Trotskismo, y de los nuevas corrientes de la izquierda. Adolfo Gilly nos bautizó como “La nave de los locos”. Yo estoy convencido de que a pesar de haberse convocado como reuniones de convivencia, contribuyeron a la unidad que la izquierda construyó en los años siguientes. De hecho les demostré que podían dialogar y convivir. Cocinaba yo una gran cena y ofrecía vino espumoso a granel, y ese ambiente bastó para demostrarles que el diálogo interno de la izquierda era posible. www.almomentonoticias.mx

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IV

El poeta que había sido Octavio Paz podía ser releído y venerado como un grande. El visionario que desde la poesía había echado luz sobre el camino nacional, pensé, debía ser leído por generaciones empeñadas en rescatar el camino de México. Pero el ensayista, proclive al oportunismo, que hacían de Paz un hombre profundamente ambicioso que se volvía instrumento del poder y del dinero, merecía el trato que Neruda le había dado al constatar su oportunismo. Neruda le había propinado un gran punch en la jeta, y lo había lanzado a la calle, un día en que se habían sentado juntos a la mesa de la historia, y Paz se atrevió a defender su oportunismo. Qué distinto se había conducido Revueltas. Yo guardaba una relación difícil con él. Por una parte trataba de atesorar cada una de sus elucubraciones geniales, sobre la cultura, sobre la estética, sobre la consciencia y la identidad nacional, sobre la democracia, sobre el socialismo con libertad al que aspirábamos. Y por otra parte me sentía profundamente incómodo, pues algunas de sus tesis de plano no encajaban en mi ánimo, y me empeñaba por encontrar por qué no podía yo aceptarlas; reflexionaba, estudiaba y reunía elementos que me permitieran entender las razones de mi extrañamiento. Una aportación capital de Revueltas, veía yo, está en sus reflexiones sobre la enajenación en México y el mundo. Enajenación como consciencia que en lugar de comprender su propio ser, su identidad, adopta o asume una idea o concepto sobre lo que cree que es, a veces opuesto a lo que realmente vive. A nivel general, Revueltas –ortodoxo en esto con el método marxista–, que no acepta las apariencias como realidad, pensaba que mucha gente toma las imágenes o percepciones de sus sentidos como el conocimiento de la esencia o naturaleza de los hechos, cuando tiene que hacerse un esfuerzo de reflexión, para elevarse por encima de lo aparente, para ver el fondo. Los que no lo hacen, pensaba él, otean la realidad, tratan de comprenderla a partir de sus groseros sentidos. Y caen en ilusiones, viven espejismos.

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Su reflexión tuvo dos grandes vertientes, comenzó como análisis de la consciencia de ese proletariado que Marx quería ver como clase social para sí, es decir, como clase social lúcida de sus tareas históricas como emancipadora de la sociedad toda; y por otra parte, como consciencia histórica alienada, es decir, como conjunto social que no sabía o no comprendía los procesos que estaba viviendo como pueblo. Pues como hegeliano que también era José, tenía claro que el pueblo no vive su vida claro o lúcido de las fuerzas, los intereses, las opciones que se le presentan, ni de la perspectiva que más le conviene, por lo que siempre es necesario el papel de una elite, llámese partido o llámese consciencia colectiva organizada, para poder conducir al pueblo hacia un porvenir afortunado y de bienestar.

Su idea o tesis sobre el proletariado la había expresado así, en el Proletariado sin cabeza: “En México se produce un fenómeno del que difícilmente puede darse un paralelo… la conciencia de la clase obrera ha permanecido enajenada a ideologías extrañas a su clase, y en particular a la ideología democrático burguesa, desde hace más de cincuenta años, sin que hasta la fecha haya podido conquistar su independencia. O sea, su enajenación ha terminado por convertirse en una enajenación histórica. Esto quiere decir que aún aquello que aparece en México como ideología proletaria no constituye otra cosa que una deformación de la conciencia obrera, una variante sui generis de la ideología democrático-burguesa dominante. La clase obrera mexicana, de este modo, se proyecta en la historia de los últimos cincuenta años del país como un proletariado sin cabeza, o que tiene sobre sus hombros una cabeza que no es la suya” (pág. 75). Como comenta uno de los ideólogos trotskistas[1], “esto tuvo gran trascendencia. Y Aguilar Mora lo llamó “el libro marxista más importante de los ’60” . Desde los ’30, sólo los trotskistas osaron cuestionar la dominación del PRI sobre las organizaciones obreras, cuando la mayoría de la izquierda acomodaba su análisis para que cuadrasen con el carácter supuestamente “progresista” de la burguesía nacional propugnando la estrategia de presionar a ésta para que fuese hasta el final en la “revolución democrático-burguesa 98

inconclusa”. En esa izquierda progresista con la que Revueltas rompía, estaba al frente Vicente Lombardo Toledano, el principal representante del PCUS en México, porque los de Moscú confiaban más en él que en esa agrupación zigzagueante que lo mismo pedía a al presidente un “puesto de combate y de peligro”, a decir de su Secretario General, que pasaba a la confrontación con él, rompiendo el Frente multiclasista a que instruía la política de la III Internacional, asumiendo la clandestinidad radical, distante de Moscú. Bien caracteriza Martín esa aportación de Revueltas. Su comentario nos recordó que fue capital, pues nunca se había planteado antes con claridad, desde la derrota del Partido Cooperatista de Prieto Laurens, ese imperativo para emprender una política independiente del Estado. Y fue tan fundamental esa postura de José, que podemos decir hoy, a medio siglo de distancia, que con su libro y su ejemplo nació en México el comunismo crítico, es decir, que por primera vez se planteó pensar de manera independiente y construir una política que no se definía a partir del Estado y la Revolución Mexicana, pero tampoco siguiendo al Kremlin. Martín dice: “Es en ese contexto que Revueltas definió que el problema fundamental era la falta de independencia política del proletariado respecto a los gobiernos de la burguesía nacional y la enajenación de su conciencia. Su análisis es clave para comprender los mecanismos en que se basó la estabilidad de la dominación burguesa durante décadas en México, y planteó las vías por las que la burguesía enajenó y transformó al proletariado en “una clase sin cabeza”. Distinguiéndose de los historiadores burgueses y estalinistas, estableció que el sector dominante del Estado mexicano era la burguesía nacional, “la clase que pudo imprimir al proceso del desarrollo ideológico su propio sello como clase dirigente de una revolución democrático-burguesa…”, para lo cual logró “negarse a sí misma como clase y confundirse con la revolución mexicana” (págs. 80-81).

Esto era la piedra fundacional de lo que fue la heroica izquierda de los sesentas y setentas del siglo pasado. José sentó los fundamentos para una generación que se lanzó a la conquista del cielo. Y sin duda será también un referente para la actual generación que ha roto con la noción de los bienportados, que no cree en pactos ni en partidos, y que se encamina a refundar la Nación. Así como los guerrilleros de los sesentas y setentas marchamos sobre los hombros de Revueltas, hoy los del 132 podrán abrevar en sus profundas y claras aguas de discernimiento. 99

Sin embargo, para mí, al mismo tiempo que José era esa base y fundamento, también era el origen de profundas reflexiones y dudas. Yo tenía claro que teníamos que romper con el Estado, distanciarnos de él, y construir algo independiente. Pero no podía aceptar la caracterización que hacía él de la Revolución Mexicana como Democrático Burguesa. En eso Paz y Revueltas estaban de acuerdo. Aunque el primero lo celebrara y el segundo partiera de esa caracterización para plantearse otra. Y no podía aceptar esa idea de la Revolución porque el mismo José me había conducido a profundizar, y en los antecedentes del proceso histórico veía yo con meridiana claridad, no solo las insurrecciones obreras de comienzos del Siglo XX, sino el antecedente del liberalismo social en Ignacio Ramírez y su discípulo Ricardo Flores Magón. Menos podía yo aceptar que la Revolución fuera burguesa cuando el proceso constituyente hubiera recogido el programa del Partido Liberal incluyendo sus preceptos en los artículos 3°, 25, 27 y 123. El artículo tercero incluso planteaba que el Proyecto Nacional era el Socialismo. Veía yo sin duda contradicciones, y aunque Calles hubiera consolidado el proceso y fundado el Partido Oficial, no podía dejar de ver, al mismo tiempo, que Obregón era miembro de un partido socialista, y que el mismo Calles había intentado reconciliarse con Jorge Prieto Laurens del Partido Cooperatista. Para mí no se trataba de una Revolución democrático burguesa, sino de la primera de las Revoluciones Sociales, aunque sus representantes más auténticos hubieran sido derrotados, muertos o aislados. Y caracterizarla así, no me apartaba de la convicción de mantener distancia respecto del Estado, ni del cometido y responsabilidad por construir una política independiente. Pero sí me permitían plantearme un horizonte en el que era posible combinar una herencia social propia, nacional, en la que además de Revueltas estarían Ignacio Ramírez, Ricardo Flores Magón, Emiliano Zapata, Francisco Villa, y varios de los Constituyentes. Asunto paralelo, pero que no puedo dejar de mencionar, pues hoy, cuando está nuevamente planteada la independencia, y cuando los jóvenes se deslindan de los oportunistas del poder, sean del partido que sea, debe decirse que no van a recorrer un camino inédito que comience en cero, sino que tienen herencia, tienen historia propia, y el diseño de lo que vayan a construir tiene una liga, un vínculo indisoluble en nuestra historia… Hacia el final de la primera mitad del Siglo XX este tema de esclarecer lo que es México, y lo que constituye nuestra identidad, era una prioridad de los intelectuales. Samuel Ramos escribió al respecto su famoso ensayo. También escribieron otros pensadores que han realizado contribuciones importantes, aunque a veces se tratara de aspectos particulares de esa identidad. En 1948 Ricardo Pozas, un brillante antropólogo, recopiló y seleccionó el relato que sobre su vida le había relatado el indígena tzeltal de nombre Juan Pérez Jolote.[2]

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Ese libro había salido a la luz pública mostrando de manera contundente la naturaleza colectiva de las comunidades indígenas, lo ajeno que eran al proceso capitalista, y su profundo carácter como productoras de bienestar, y no de utilidades. Eso había puesto al día uno de los elementos sobre lo mexicano. Octavio debió de haberlo conocido. Incluso algunos de sus contemporáneos contaban que cuando Octavio escribió El Laberinto de la Soledad, lo hacía en alguna forma “contestando” a Ricardo Pozas y a Basauri[3]. Juan Pérez Jolote se publicó en 1948, el año en que yo nací. Dos años después, Octavio Paz ofrecía otro enfoque. Ciertamente Pozas no pretendía caracterizar al mexicano, pero sí esclarecer uno de sus componentes, acaso el que ha representado desde siempre el núcleo de nuestra identidad. El enfoque de Paz, no tenía a las comunidades originarias como punto de partida, él exponía nuestra identidad a partir de un capítulo sobre El Pachuco y otros extremos, y que en el cuarto capítulo se continuaba con De los hijos de la Malinche, es decir, de la madre violada, que según él nos daba identidad como hijos de la chingada. A decir de contemporáneos suyos, ese libro había sido escrito por encargo, por encargo de una fundación norteamericana. Cosa que yo no he podido comprobar, pues en las muchas reseñas, comentarios y análisis de la obra, no he encontrado una sola referencia a ese encargo. Pero lo que se vuelve necesario subrayar es que ya se había iniciado la reflexión sobre lo indígena como parte o elemento constitutivo de nuestra identidad cuando Paz viró el énfasis y lo puso en los complejos que padecía el mexicano por su trágica historia y su soledad, su personal soledad. El libro, magistralmente escrito, redondo, sugestivo, ejemplo notable de giros verbales y recamados aforísticos, apenas fue cuestionado en sus planteamientos. Al contrario, jugó un papel importante en la adquisición de fama, y hasta en la consideración para el premio Nobel. Sin embargo todavía espera por el análisis crítico que lo sitúe al lado de los trabajos de Portilla, de Ramos, de Zea, de Guerra, y desde luego de Revueltas. Porque en el mismo año que Paz publicara el Laberinto de la Soledad, Revueltas publicó Posibilidades y limitaciones del mexicano.

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Siete años después, tras ardua labor de campo, que por cierto no era lo característico de Paz, Pozas Arciniega publicó su tesis, La organización social del pueblo Chamula, y dos años más tarde su monumental obra Chamula. Paz nunca citó ni a Pozas, ni a Benítez, que ya había publicado varios volúmenes sobre los indígenas y su herencia, ni a Basauri. Probablemente nunca los leyó. Y para qué los iba a leer, si de su imaginación creaba al personaje de la mexicanidad. El libro de Pozas constituye hoy, a sesenta y cuatro años de su publicación original, un anticipo claro, esclarecedor, luminoso, sobre la insurrección zapatista de finales del Siglo XX. Pero las tesis de Revueltas y Paz, que son el tema que nos ocupa, merecen ser en este caso contrastadas. Paz comenzaba en el Laberinto con un personaje que ya vive en Estados Unidos, y que en medio de profundas contradicciones desgarradoras, que lo hacen abominable y amenazante, sólo aspira finalmente a incorporarse a la sociedad norteamericana. Para mí, eso definía el carácter y el alcance no solo del libro, sino de la biografía del mismo Paz, cuando medio siglo más tarde su Pachuco se convirtió en Nobel. “El descubrimiento de nosotros mismos”, abría el texto que comentamos, “se manifiesta como un sabernos solos… Es cierto que apenas nacemos nos sentimos solos…” Eso que llaman “el genio de los pueblos”, continuaba Paz en la misma página, “sólo es un complejo de reacciones ante un estímulo dado; frente a circunstancias diversas…la naturaleza casi siempre ilusoria de los ensayos de psicología nacional”, refiriéndose sin duda a Samuel Ramos y los autores que ya entonces indagaban por la identidad del mexicano. Páginas adelante, Paz agregaba: “La preocupación por el sentido de las singularidades de mi país, que comparto con muchos, me parecía hace tiempo superflua y peligrosa” ¿Y dónde veía Paz ese peligro? No da una respuesta explícita. Pero agrega: “No toda la población que habita nuestro país es objeto de mis reflexiones, sino un grupo concreto, constituido por esos que, por razones diversas, tienen conciencia de su ser en tanto que mexicanos”. O sea que los indígenas, que podían tener más consciencia que de su 102

pertenencia a su grupo, etnia, nación, patria chica, esos, no entraban. Ni tampoco los que por las razones que fueran, no asumían como punto de partida sobre su autoconcepción, esa noción ciudadana de ser mexicanos. Acaso por ello dice en la misma página que los intelectuales de la Revolución son Alfonso Caso y José Vasconcelos, y descalifica lo que contenía el artículo tercero de la Constitución, proponiendo la Educación Socialista “en un país de incipiente capitalismo”. Debo confesar, continúa Paz, (diciendo) “que muchas de las reflexiones que forman parte de este ensayo nacieron fuera de México, durante los años de estancia en los Estados Unidos…” Como mexicano emigrado o visitante, Paz no toma sin embargo como su personaje al chicano, sino al pachuco, categoría que según él caracterizaba a nuestros compatriotas del otro lado de la frontera, para que nunca más se volviera a utilizar ese concepto. Pues completamente al contrario de lo que decía Paz desde entonces, los chicanos refrendaron, año con año, y hasta estos nuevos días del Siglo XXI, su fidelidad a México, su indisoluble vínculo con la tierra de sus ancestros, su contribución infalible con remesas, su visión de herencia y de retorno. No, para Paz, los Pachucos “no reivindican su raza ni la nacionalidad de sus antepasados. A pesar de que su actitud revela una obstinada y casi fanática voluntad de ser, esa voluntad no afirma nada concreto sino la decisión –ambigua, como se verá—de no ser como los otros que los rodean. “el pachuco” no quiere volver a su origen mexicano; tampoco –al menos en apariencia—desea fundirse a la vida norteamericana. Todo en él es impulso que se niega a sí mismo, nudo de contradicciones, enigma.” ¡Sópas! ¿Cómo la ven? Y esto es lo que han exaltado como profunda reflexión sobre la identidad del mexicano.

Fascinado con su propia elocuencia, aunque se alimentara de su inconsciente y su creación onírica, Paz dibuja a su arquetipo: “Unos le atribuyen virtudes eróticas poco comunes; otros, una perversión que no excluye la agresividad. Figura portadora del amor y la dicha o del horror y la abominación, el pachuco parece encarnar la libertad, el desorden, lo prohibido. Algo, en suma, que debe ser suprimido; alguien, también, con quien sólo es posible tener un contacto secreto, a oscuras.” O sea que igualito a César Chávez, el de la película recién estrenada de ese otro “Pachuco” que es Diego Luna, o tal y como hoy conocemos a Reies López Tijerina, a los

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músicos Rodríguez o Joan Báez, o mis parientes John Rechy y Mariano Rechy, todos chicanos, pero para Paz Pachucos. El pachuco, dice Paz, se lanza al exterior, pero no para fundirse con lo que lo rodea, sino para retarlo. Gesto suicida, pues el pachuco no afirma nada, no defiende nada, excepto su exasperada voluntad de no ser… Bueno, parece ocioso contrastar tantas afirmaciones disparatadas, que tan sólo por estar bien dichas, y por haber recibido la exultación y la publicidad durante medio siglo, siguen celebrándose como si fueran la neta. Pero hay todavía un aspecto o entorno que rodea o describe los sentimientos de ese pachuco de Paz y que debemos comentar. Me refiero a la soledad. Paz decía que nuestro paisano desterrado se había marchado llevando consigo un complejo de inferioridad, ante lo que era eficiente y ordenado, pero “más basta y profunda que el sentimiento de inferioridad, yace la soledad. (Y) Es imposible identificar ambas actitudes, pues sentirse solo no es sentirse inferior, sino distinto. El sentimiento de soledad, por otra parte, no es una ilusión –como a veces lo es el de la inferioridad– sino la expresión de un hecho real; somos, de verdad, distintos. Y, de verdad, estamos solos.” “Nuestra soledad –continúa Paz—tiene las mismas raíces que el sentimiento religioso. Es una orfandad, una oscura conciencia de que hemos sido arrancados del Todo y una ardiente búsqueda: una fuga y un regreso, tentativa por restablecer los lazos que nos unían a la creación.”

A esta respuesta sobre la soledad, sin embargo, ha habido otras réplicas y reflexiones. La de Gabo, por ejemplo, que definió de una manera completamente distinta ese fenómeno o sentimiento cuando escribió y leyó ante el jurado del Nobel: “. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle 104

muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad. Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos… La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios… como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad….. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.” Al contrario de esa soledad desnuda, devastada, plena de intemperie y condenada por las contradicciones internas que veía Paz, los utopistas y los soñadores hemos visto otro carácter, con sueños que se vuelven propuesta, y con confianza en el porvenir. En una dirección muy distinta y distante de esa que Paz desarrolló en su Laberinto, Revueltas veía al mexicano como “El ser nacional de una comunidad humana que no puede existir sino a condición de que dicha comunidad esté vinculada entre sí por el mismo idioma, por el mismo territorio, por la misma economía y la misma cultura. (Cuando) La ausencia de cualquiera de estos factores hace perder a la comunidad humana de que se trate, su condición de ser nacional. Justamente el mexicano es el ser nacional de México, porque en la comunidad que forma reúne todos y cada uno de esos factores…Empero, a lo largo de la historia, el mexicano no siempre ha sido el ser nacional, la nacionalidad de México. Esto significa que el ser nacional del mexicano ha tenido un origen y un desarrollo y que, en consecuencia, tendrá necesariamente una culminación…es posible fijar el momento en que apareció el factor económico que más adelante se convertiría en el germen del ser nacional del mexicano, el germen de la nueva nacionalidad…cuando nace el mestizaje, que ya no se realiza de una manera espontánea y fortuita, como pudo ser durante los primeros tiempos, sino bajo el imperativo de una necesidad económica improrrogable…En suma, el mestizaje aparece en la historia de México no como un fenómeno racial, sino como un fenómeno económico.”[4] Para Paz el mestizaje es el origen de los hijos de la chingada, para Revueltas es el origen de la nacionalidad y la identidad.

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Por ello Paz siempre pudo introducir en su caracterización de la identidad y de lo mexicano la política de privatización, la firma del TLC o arquetipos como Carlos Salinas. Paz se desentendió de los indígenas, y cuando ocurrió la insurrección zapatista en 1994, la condenó. Mientras Revueltas, que hacía ya dos décadas había dejado el mundo de los vivos, nos había heredado una visión sobre el mundo indígena: “hemos dicho, refiriéndonos a las minorías idiomáticas de México, que ellas son lo nacional de sí mismas, pero que esto no significa que sean lo nacional del país, aunque dichas minorías posean una conciencia de su yo, de su ser nacional. con esto ha querido decirse que la conciencia de lo nacional, en el caso de tales minorías, no ha llegado al punto de su absoluto posible, es decir, de su realización económica, social e histórica, y que, por lo tanto, es una conciencia estacionaria y pasiva”. Faltaba pues que para llegar a integrarse plenamente en el ser nacional, y abrieran la perspectiva de una identidad plena, los indígenas transitaran de esa condición estacionaria a una participación activa. Cosa que ocurrió hacia fines del siglo pasado, tomando como punto de referencia la insurrección zapatista. Ante ella, los discípulos de Revueltas reemprendimos la reflexión y asumimos su significado. Yo el primero de ellos[5]. Los discípulos de Paz solo alcanzaron a reconocer el valor literario y divertido de Durito, el personaje literario que inventó el Sub Marcos para exponer la visión indígena de la realidad en forma de metáforas y alegorías. Partiendo de esta perspectiva sobre lo que es México, nos recuerda el Martín ya citado, Revueltas polemizó con el PCM, que consideraba que la burguesía nacional siempre jugaba un rol progresivo y que la clase obrera debía ir a su rastra en un bloque antiimperialista y democrático, pues: “…se esfuerzan por presentar dichas contradicciones (entre la burguesía y el imperialismo) como si se trataran de contradicciones absolutas y antagónicas. …y la burguesía aparece entonces como una clase revolucionaria, y cuando no se conduce revolucionariamente esto se atribuye al hecho de que no puede serlo, a pesar de sus buenas intenciones, lo que debe obligar al proletariado a sacrificarse y a no crearle al gobierno ningún género de dificultades”. Y, cuando no podía negar el carácter reaccionario de la burguesía en el gobierno, realizaba una trampa teórica, identificando al gobierno con “los sectores pro-imperialistas de la burguesía” para propugnar la alianza del proletariado con la burguesía nacional “opositora” contra el gobierno “reaccionario”. Explicando la política del “nacionalismo revolucionario”, Revueltas planteó entonces la dialéctica entre las medidas progresivas que pudiera tomar un gobierno burgués (como 106

Cárdenas) y que pueden tener efectos negativos para el proletariado si se utilizan en menoscabo de su independencia de clase; y cómo determinadas medidas reaccionarias, aunque en lo inmediato golpeen al proletariado, pueden permitirle a la larga visualizar mejor a su enemigo de clase en el gobierno. A diferencia de Paz –que siempre mantuvo además de su visión sobre el complejo de inferioridad ante los gringos, y su soledad pachuca ante la circunstancia, también una perspectiva y visión de Estado, incluso cuando renunció a la embajada en la India como protesta contra la represión de los estudiantes en Tlatelolco–, Revueltas nunca volvió a confiar en las instituciones del sistema político mexicano, y aunque tuvo necesidad de trabajar dentro de él –pues el cine y la literatura no le daban para su sustento–, mantuvo, a partir de entonces, una autonomía total de pensamiento, sin crear ni generar esperanzas en el gobernante en turno, ni buscando que la política del Estado terminara las tareas democrático burguesas. Revueltas, a diferencia de Paz, se dedicó a redondear su visión del ser nacional como algo diverso, plural y complementario, al mismo tiempo que intentaba, una y otra vez hasta su muerte, la construcción de una vía popular independiente, crítica, socialista y radical. Paz, aunque no tuvo necesidad de trabajar en el gobierno, defendió la firma del TLC, la política de privatizaciones y la imagen de Salinas de Gortari.

Paz se erigió en un ideólogo de la enajenación. Contrariamente a lo que decía, cuando descalificó a los defensores del socialismo se asumió como arquetipo de la ideología neoliberal y de la subordinación histórica. Apoyando la conducción de Salinas de Gortari y de los gobiernos norteamericanos; Paz fue, desde que asumió ese destino imperial en su libro Tiempo Nublado, un enemigo del camino y la identidad nacional. Por el contrario, una síntesis final de la crítica de Revueltas a esa actitud y esa visión, nos subraya Martín, se ve en la siguiente frase: “Conforme a los ideólogos de la enajenación, el desideratum de la clase obrera se resuelve, cada vez, en el hecho de que las masas trabajadoras “apoyen” a los gobiernos progresistas o “combatan” a los gobiernos reaccionarios, pero sin que en ningún momento la propia clase obrera esté en condiciones de poder tomar conciencia de su propia perspectiva histórica como clase independiente, que debe colocarse, por imperativo del desarrollo, a la cabeza del proceso social” (págs. 87-88). 107

Yo ya no creía durante los últimos años de Revueltas en ese proletariado. Venía del movimiento estudiantil, había hecho trabajo obrero y había concluido que la consciencia organizada no provendría ni de los obreros ni de los sujetos históricos que Marx o Lenin habían previsto, aunque Revueltas defendiera a estos dos pensadores. Yo creía en los campesinos, en los ejidatarios, en los indígenas, en los estudiantes, y en el conjunto de organismos de la sociedad civil que no tenían ni antecedente ni cabida en la teoría política convencional. Y me angustiaba por ser más revisionista que el mismo Revueltas. Es decir, por ir más allá del rompimiento con los partidos comunistas, llegando a deslindarme del mismo Marx. Revueltas admiraba mucho la lucha que desde dentro de los partidos comunistas se venía librando contra la antidemocracia. Él me refería a London y la lucha dentro del partido Checoeslovaco, a todos los que habían sucumbido en los procesos de Moscú, al papel de Garaudy resistiendo al stalinismo en Francia, a Carrillo y los otros españoles que habían diseñado un camino independiente. Me expresaba que nuestra lucha venía siendo difícil, pero que debíamos reparar en la extraordinaria resistencia y el heroísmo de los compañeros que habían enfrentado situaciones mucho más adversas. Ello era sin duda inspirador, pero mi corazón estaba en los que rompían con los Partidos Comunistas y los estados totalitarios, como Kuron, como Ota Sik, como Brus, e incluso como Schaff. Tal vez por eso yo miraba hacia un porvenir optimista, que buscaba nuevos horizontes sin apego y sin filiación con las generaciones que habían intentado componer las cosas desde dentro, mirando en cambio hacia un replanteamiento del ideal y la utopía. Mientras que José sufría profundamente cada derrota de los que seguían luchando por reconstituir el proyecto manteniendo alguna continuidad. Desde mi posición había que romper, no olvidar, no desdeñar, pero sí romper. Desde la perspectiva de Revueltas había que asumir esa tragedia sufriéndola. Yo no tenía ni la vocación ni la consciencia puesta en ese horizonte. [1] Aportes para una lectura crítica de “Ensayo sobre un proletariado sin cabeza”, de José Revueltas. Por Martín Juárez, Estrategia Internacional núm. 22 Nov. de 2005. México. [2] Acta Anthropológica. Vol. 3 Núm. 3. ENAH. [3] La población indígena de México, Carlos Basauri. SEP México, Tres volúmenes. 1940. [4] Posibilidades y limitaciones del mexicano. Revista de Filosofía y Letras. Número 40, oct. – dic. 1950. Aparece en sus Obras Completas. Tomo 19. Edit. ERA, México 1985. [5] Todo México es Chiapas. Primero publicado en el periódico El Financiero en marzo de 1994, en cuatro entregas. Apareciendo al mes siguiente la primera de cuatro ediciones, dos más como reimpresión de la Universidad Autónoma de Chapingo, en abril del mismo año bajo el registro ISBN 968-884-270-2, y una más por la Revista Agrovisión ese mismo 1994.

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V

Una de las grandes virtudes de Revueltas era la indoblegable lealtad hacia lo que le había formado y le proyectaba como un consecuente cuestionador del capitalismo. Aunque al final de sus días, después de haber transitado por el trotskismo (como un servidor también), José dijo que había llegado el momento de deslindarse de todo pensamiento autoritario. A diferencia de algunos, (de mi mismo, que todavía mantenían relaciones con las organizaciones comunistas) José me dijo un día que no quería ser reivindicado por el movimiento al que había pertenecido la mayor parte de su vida, y que me pedía que no fuera yo a permitir que se le cubriera de hoces y martillos o banderas rojas. Su petición era sin embargo imposible de cumplir. Él era ya un símbolo y un ícono de todo el movimiento. Y el día que murió –por cierto un día de mi cumpleaños–, yo no me atreví siquiera a impedir que los jóvenes que lo reverenciaban lo cubrieran con todos los signos de izquierda que nos habían distinguido. Hacía poco tiempo que él había expresado claramente esa idea en una entrevista que le publicó la Revista de Cine Mundial. Pero no fue recogida por Philip Cherón y Andrea, su hija, en la edición de sus obras completas. El tema de su última etapa de trabajo era la autogestión. Su experiencia como activista en el movimiento estudiantil, y su estrecha relación con las universidades, le habían llevado a trabajar el tema de la conciencia organizada como conciencia activa, participante, dueña y señora de su propio ser y perspectiva. Había terminado de ajustar cuentas con el asunto de nuestra identidad y lo mexicano. Pero yo no creía en que la caracterización que él había hecho del proceso histórico de nuestro país pudiera redondearse con la inserción de la burguesía en la conducción del estado y en su hegemonía. Si compartía con él el necesario deslinde del autoritarismo. Él no tuvo tiempo de fundamentarlo. Yo lo propuse 109

cuando fui parte del Partido Revolucionario de los Trabajadores, sólo para recibir el mote de orate y el desdén de la incomprensión. Aún estaban lejos dos décadas los hechos que abrirían la discusión sobre el fracaso del socialismo realmente existente. Para José no estaba a discusión el carácter burgués del Estado. Para mí el carácter del Estado no definía el carácter de la economía, pues el país no era solamente capitalista, y el ejido no lo era, ni los campesinos tampoco, y si el socialismo que íbamos a construir no era el del modelo soviético, pensaba yo, teníamos entonces un referente, un ideal, en los sueños de muchos mexicanos que nos habían antecedido. Yo creía, y sigo creyendo, que se trata de impulsar al sector social al frente de la sociedad toda, para conducir a México hacia su origen y destino. Esos años en que Revueltas volcó sus reflexiones hacia el tema de la autogestión, fueron los años en que se publicó el texto de Marx sobre la subsunción. En ese opúsculo se decía que el capital, aun sin transformar la realidad, la alineaba, la hacía responder a su lógica e interés. Ese texto había dado pie para que todos los economistas que querían ver capitalismo en todos los hechos y fenómenos de América Latina, encontraran un viso de confirmación. Había capitalismo hasta en la sopa. Para ellos el capitalismo generalizado era una realidad incuestionable.

Como yo no acepté que el ejido fuera capitalista, ni que su subsunción cambiara su carácter, pero como tampoco podía aceptar que las cooperativas, que eran asociaciones de personas, fueran caracterizadas como empresas capitalistas, me quedé con el enfoque de Rosa Luxemburgo. Me sentí doblemente espartaquista. Ella decía que sin transformar las economías originales o de una etapa anterior, el capitalismo podía explotarlas, pero que eso no las convertía en parte del capitalismo, simplemente las englobaba o incorporaba a través de la circulación del capital.[1] En eso seguía creyendo, como Paz, que el ejido no era capitalista. Pero también pensaba, y seguía investigando, el hecho de que era parte de esa realidad enterrada y no visible de nuestra identidad que representaba un horizonte propio, de un carácter distinto al socialismo de Estado, y al capitalismo también, en donde no se pretende ser más productivo, sino vivir mejor. 110

José representaba un horizonte común para todos los luchadores democráticos que tenían en común al mismo enemigo. Pero su planteamiento para organizar a la consciencia requería como complemento la caracterización de la identidad nacional que permitiera la prefiguración del destino que esa identidad reclamaba. Revueltas ya había escrito qué es lo mexicano, y cuáles son su naturaleza y rasgos. Y yo repasé ese itinerario intelectual, teniendo claro que al caracterizar lo que somos, tendríamos claro lo que debíamos ser, pues yo suscribía la noción hegueliana de que la experiencia condiciona el destino. José había repasado los significados de la Independencia, de la Reforma y de la Revolución, y ahí empecé a pensar diferente. Para él, la primera, debía ser analizada en sus antecedentes. La encomienda de indios había sido el periodo durante el cual la población original, aunque era sometida a la servidumbre, conservaba sus tierras. En la segunda fase, con el llamado repartimiento y con el pretexto de adoctrinar a los indígenas, pueblos enteros pasaron a ser entregados a los españoles, quienes pasaron a explotarlos y a despojarlos de todo, desapareciendo el Calpulli, dejando solamente el ejido como fundo legal colectivo del pueblo. En la tercera fase, que es la de las tierras mercedadas, el despojo deviene nueva forma de propiedad, y nace así la propiedad privada de los conquistadores. De tal forma que la independencia solo podía ser, a decir de Revueltas, un hecho histórico de doble carácter: Revolución agraria y Revolución nacional. Y por eso el primer decreto del padre de la Patria era el decreto contra la esclavitud. La conquista, había subrayado José, no había sido la imposición de una nación sobre otra, “sino la dispersión y disolución prácticas de un conjunto de nacionalidades autóctonas, que de hecho desaparecen bajo el peso de una nueva organización social que cuenta con superiores medios de producción y de opresión. Y como consecuencia de esto, en la imposibilidad de recurrir a su propio acervo de tradición, cultura e idioma para reagruparse en un núcleo capaz de adquirir nuevamente un ser nacional, las dispersas nacionalidades autóctonas se sirven, para ello, de las propias armas del conquistador: la religión católica y el idioma.[2] “La nueva nacionalidad mexicana, había redondeado José, fruto del aprovechamiento de la religión y el idioma extranjeros, unido a la comunidad de lazos económicos y de territorio, aparece entonces, nace a la existencia, como una nacionalidad oprimida, con una tradición imperfecta que se reduce a ser la nebulosa memoria colectiva de algo que existió muy imprecisamente en el pasado, cuyas huellas sobreviven en los giros idiomáticos con que adopta el español y en las formas con que practica el catolicismo. …..La nacionalidad mexicana, finalmente, asentó José, se convierte en el ser nacional de México dentro de un mundo donde coexisten dos fenómenos que no existían en épocas anteriores: el imperialismo y el socialismo. (Y) Como consecuencia de esto, la nacionalidad mexicana se plantea el problema de su culminación (o de su desaparición), como el 111

problema a elegir entre dos términos de un dilema histórico: o el socialismo y la sobrevivencia, o el imperialismo y la extinción.”[3]

Paz se inclinó pronto por la integración con Estados Unidos, como dijimos en la primera parte de este ensayo. Y por lo mismo yo lo caracterizo como el ideólogo de la desaparición del Estado Nacional y la identidad de México. Revueltas, el desgarrado, el sufriente, el pesimista, había ya dicho desde 1950: “El México que estuvo a punto de desaparecer en 1847 y 1862, el México revolucionario de hoy, que pudo integrarse en 1910 y realizar al mismo tiempo sus reformas sociales, será el mismo que florezca sin límites, como ser nacional, dentro del ser universal del hombre en el mundo socialista del mañana.” La cuestión estaba entonces en definir ese camino al socialismo, como vía para la salvación nacional. El concluyó que en la autogestión. Yo en la construcción del poder.[4] José nunca detuvo su pensamiento. Nunca dejó de profundizar en nuestro porvenir. Yo iba a los escritos anteriores y regresaba a la discusión del momento. Él, cuando estábamos presos en Lecumberri, un año después del movimiento del 68, agregó luminosamente: “La juventud no fue reprimida ni masacrada por un gobierno “revolucionario”, sino por una pandilla gobernante fuera de la historia, enemiga de la realidad viviente y creadora de la imaginación política, una pandilla cobarde, asesina y degenerada, incapaz de ver más allá de sus fusiles-ametralladoras, de sus bazucas y sus tanques antimotines; en suma, una pandilla como las del pasado –y en la curva de la represión y de la ausencia de democracia, como la que gobernará en el futuro inmediato del país a partir del año 70–, pandilla que no pudo rebasar su estrecha, mezquina e inmediatista “conciencia sexenal”.”[5] Han transcurrido más de ocho sexenios. Y la pandilla sigue gobernando. Con la misma estrecha, inmediatista y mezquina mirada, en la que los indígenas –por fortuna ya no estacionarios ni pasivos—están ausentes del proyecto del poder. Bajo un gobierno que no tiene propuesta para que el ejido produzca, ni para que se reemprenda el desarrollo rural.

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Cuatro sexenios en los que el camino nacional no ha podido recobrarse y apenas empieza a ser dibujado por la generación más joven que viene cuestionando al sistema. En este nuevo contexto, la herencia de Revueltas adquiere no solo actualidad y proyecta su luz, también motiva y sirve de fundamento para seguir definiendo la ruta en la que estamos los partidarios de una sociedad donde la democracia no sea predicativa ni solamente electoral. La democracia que se inicia con el Congreso Constituyente de 1917, decía Revueltas, se enfrenta al compuesto del México Bárbaro, es decir, a un compuesto no sólo político, sino económico, social e histórico. Esa democracia bárbara ha hecho que todas las reformas o programas del Estado se den, ocurran, mediatizadas por las necesidades pragmáticas del poder y convertidas en ideología, esto es, en una mistificación de lo real y en una falsa conciencia.[6] Esa democracia bárbara que se concreta en el tapadismo, es decir, en ese procedimiento de designación del sucesor, o la herencia del poder, dentro del mismo grupo gobernante, que no es sino una variante de la reelección, es decir, de esa ominosa y siniestra forma de conservar al dictador bajo la simulación de las elecciones. “La camarilla del poder en el México actual, no sobreviviría ante el empuje crítico de una democracia auténtica con todo lo que esto comporta: libertad de expresión, de libre asociación, de libre sufragio y demás.” Pero hoy el problema se presenta con una nueva modalidad, pues en esa ideología no solamente comprendemos hoy el mito, no la historia, sino el mito, de la Revolución hecha gobierno que da legitimidad al sistema, sino también, la secuela del nacionalismo revolucionario, que pretendió separarse del Estado en el momento de la instauración del neoliberalismo. Y decimos que se trata de una nueva modalidad, pero al fin del mismo fenómeno, porque los que hoy se ostentan como “de izquierda”, pero se agrupan en partidos funcionales al sistema, que comparten espacios de poder pero no han alterado en nada los procesos de integración del Estado, y que se mantienen al margen y por encima de los intereses indígenas, campesinos y del pueblo en general, no representan algo distinto de lo que representó la pandilla, y hasta se comportan como ella. Como integrantes del mismo sistema de dominio, hoy remozado y perfeccionado, se agazapan todavía mejor en la ideología y en la actuación. Una ideología que excluye a todo pensamiento crítico y erige en verdad absoluta el decir del tlatoani en turno. Aunque se trate de un tlatoani local. Una actuación o histrionismo en el que se adopta la terminología y el discurso popular para seguir haciendo exactamente lo mismo que ha hecho el sistema político en los últimos cien años.

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Revueltas había sido intransigente en estas definiciones y planteamientos. De entre sus discípulos y compañeros, el más consecuente fue siempre Enrique González Rojo. Entre los dos hay una línea de continuidad perfecta.

Otros atravesamos por la intemperie del pragmatismo, y llegamos a creer que era necesario darle una oportunidad a la alternancia para transitar a la democracia. Apoyamos primero a Cárdenas el pequeño, y luego Fox. Y nos llevó tiempo comprobar que estábamos equivocados, porque habíamos pasado por alto que, como dijo Revueltas: “una renovación de los sistemas electorales y de una regeneración de la democracia en México no debe esperarse del poder público. (Pues) es una tarea que está en manos de la oposición, pero no de toda la oposición, sino de la única que puede ser eficaz y consecuente en un país como el nuestro; la oposición de izquierda”. La ilusión que vivimos algunos confiando en nuestras propias fuerzas para empujar en esa dirección fue dolorosa y desgastante. Acaso impulsada por los escenarios internacionales donde las más diversas fuerzas parecían contribuir a la renovación política y al arribo de nuevos consensos sociales y gobiernos de coalición. La experiencia mostró que aquí, al menos en lo que ha transcurrido desde la muerte de José, ese tránsito sigue planteado en los términos que él explicó: “La organización, la transformación de la izquierda revolucionaria… tendrá la virtud de neutralizar primero, para anular después, la política oportunista, y creará las premisas para que la clase obrera altere la correlación de las fuerzas sociales y se coloque, seguida por los campesinos y otros sectores aliados, a la cabeza de todo el movimiento democrático en la lucha por la liberación nacional…Está visto y demostrado desde algunas decenas de años, que los ataques contra el régimen lanzados desde el punto de vista de las derechas, no ha conducido a otra cosa que a fortalecer y cohesionar al propio sistema”.[7] Hoy reconozco que vio más lejos y con mayor lucidez que algunos de nosotros. Aunque sigo pensando que el bloque histórico que renueve nuestro porvenir, si bien requerirá de la participación de los trabajadores, no necesariamente estará encabezado por ellos. Pues 114

en México los obreros siguen bajo control corporativo del sistema político, y son otras fuerzas las que se encuentran activas desde hace tiempo, y las que tienen el mayor apremio por conseguir un cambio. Pero adicionalmente, debo comentar que el sujeto histórico que José veía, el partido revolucionario, parece cada vez más una ilusión pretérita, pues los muchos partidos que se han, o mejor dicho que hemos fundado, han terminado enchufados al sistema, sin excepción. Y en cambio el sector social de la economía, con todo y las derrotas de las que ha sido víctima, se yergue cada vez con mayor determinación y más ambiciosa propuesta. Son los indígenas que desde hace dos décadas se pusieron de pie, los que están construyendo un nuevo México, sin esperar por los obreros ni haberse afiliado a ningún partido “de izquierda”. Son los cooperativistas, que hoy llegan a tener, con mayor extensión que en los años de Jorge Prieto Laurens, millones de afiliados, los que de manera silenciosa, apenas perceptible, están erosionando al capitalismo y avizorando una economía solidaria. Ya lo había previsto el mismo Revueltas, como puede leerse páginas adelante, en su texto sobre la democracia bárbara. Además de las clases participantes en la Revolución del 10, él veía que esas clases se fortalecerían “con la aparición de nuevas clases, asimismo nacional revolucionarias, y con la incorporación a la lucha de las masas que hasta entonces habían permanecido al margen de las reivindicaciones históricas.”[8] Al respecto de este punto, hoy reivindico lo que planteaba yo, desde aquél entonces, sobre la construcción del poder y no del partido. Desde los años sesenta del siglo pasado —y hoy la aparición de las policías comunitarias y los grupos de autodefensa me lo han ido confirmando–, las circunstancias nos empujan a organizar a los inconformes en una nueva economía, sin plantearse la toma del poder, sino, en forma alterna, levantando desde abajo, sin que nos haga falta el mítico Partido, un nuevo poder.[9] Pero esa es otra historia. Lo están haciendo, aun sin saberlo, los grupos de autodefensa, que han llevado la autogestión al terreno de la seguridad y la justicia popular.

En todo caso yo sigo dialogando y discutiendo con Revueltas. Porque su obra está viva y su razón sigue presente. Acaso por ello, además de releerlo, como yo sigo haciéndolo, procede hoy rescatar a los que han 115

sido pensadores de ese sector social y de esa propuesta solidaria. Empezando por el que fuera el líder del Partido Cooperatista, y por el que fuera contemporáneo de José, sólo ocho años menor que él, el insigne Rosendo Rojas Coria, que en el año de 1952 publicara, en el Fondo de Cultura Económica, su monumental Tratado de cooperativismo mexicano.[10] Pues Revueltas es el pensador político más importante que tiene México desde la Revolución, pero no es el único que nos ha desbrozado el camino. José no solamente ha sido un faro para orientarse en las turbias aguas de la historia nacional, también es un pensador que incursionó en el tema de la libertad y en el ideal del socialismo. Y en eso fue más radical que la mayor parte de sus contemporáneos. Hace ya medio siglo que dijo: “México constituye el punto neurálgico en el sistema imperialista yanqui. Sin género de dudas y sin incurrir en exageraciones, puede afirmarse que nuestra revolución democrática está en peligro de desaparecer y con ella la propia nacionalidad mexicana”. Palabras que con la Reforma energética de 2013 parecen más actuales que entonces. Dos temas más. El socialismo y la libertad. En sus escritos póstumos,[11] decía José a propósito del “socialismo”, “La burocracia desempeña, respecto al poder, el mismo papel que las clases poseedoras respecto a los instrumentos de producción: es una élite propietaria del Estado. El Estado proletario deja de ser el proletariado, para convertirse en otra cosa. Un poder sin contenido, pues al carecer del contenido de no clase, como forma de la negación de la negación del proletariado, deviene en puro ejercicio del poder, el poder por el poder mismo y que comparece, ante todos los demás Estados, como concurrente del poder (todo Estado que no sea él mismo, es su competidor, su rival, su enemigo, sea capitalista o socialista; los demás Estados socialistas no son sino su objeto de dominación).”[12] Recordemos que Paz había dicho que tras la caída de la Unión Soviética él veía venir el advenimiento de “la democracia”. Según su visión liberal, Rusia y los demás países del ex bloque soviético, se incorporarían al modelo norteamericano. Veinticinco años antes, en 1971, Revueltas había anunciado lo que realmente ocurrió: la burocracia soviética –que de facto ya venía siendo dueña del Estado–, abolió el régimen soviético para legitimar su dominio, repartiéndose las propiedades “de todo el pueblo” bajo una nueva forma de dominación autoritaria, sin democracia, sin mercado y con claros signos imperialistas de expansión y hegemonía. Putin es la confirmación de las previsiones de José Revueltas. Y en ningún lado se han cumplido los “buenos deseos” de Paz. En el prólogo que escribió José para mi traducción de Kuron sobre la burocracia, agregó: “Tal análisis marxista antidogmático, objetivo, crítico, que se sustenta en la metodología adecuada…llega no obstante a las mismas conclusiones fundamentales, ya pensadas y asumidas por el análisis homólogo de otros marxistas de diferentes países, y con quienes incluso no ha tenido el menor contacto ni intercomunicación. Ominosa advertencia para la 116

burocracia stalinista internacional. No le bastarán las imposturas, las falsificaciones, los ocultamientos históricos, ni la represión física ni los escamoteos teóricos, para detener indefinidamente la marcha de la crítica, esto es, ni de las armas de la crítica ni la crítica de las armas.”[13] Revueltas no se hacía ilusiones. Veía venir a todos los disidentes y demócratas que hoy resisten al régimen de la burocracia, caracterizada después como Nomenklatura. Paz no hubiera comprendido a Pussy Riot, ni a Kasparov, ni a Limonov, ni a ninguno de los que hoy son el preludio de esa crítica de las armas que intentará, en algún futuro, avanzar nuevamente hacia la democracia. Y no hacia una democracia liberal, porque el pueblo ruso tiene en su espíritu el colectivismo (Rechy dixit). Ya lo había definido Revueltas hace cuarenta y cinco años, una de las tres cuestiones, que hoy es probablemente la más importante, y que constituye la problemática esencial del mundo contemporáneo, de cuya resolución depende el curso que tome para la humanidad el Siglo XX, es el funcionamiento, la estructura y el contenido del Estado.[14]

Y para él, el Estado tenía que ser el pueblo en autogestión. “La autogestión consiste…en el conocimiento crítico de todas las cuestiones que nos plantea el saber o, como lo decía Alfonso el Sabio, “el aprender de los saberes”, mediante el ejercicio militante, activo, destructor y creador, de una conciencia colectiva en perpetua inquietud. …Transformaremos las relaciones sociales conociéndolas, para decidir su cambio con la acción. Del mismo modo la ciencia, la cultura, la técnica, para desenajenarlas y humanizarlas.”[15] Lo que no podía agregar José, pero la realidad ha ido sumando, fue “del mismo modo transformaremos las relaciones sociales practicando la justicia, restableciendo el orden, deteniendo a la delincuencia, y cumpliendo poco a poco todas las funciones que el Estado

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liberal abandonó, por su asociación con el crímen, o por su irresponsabilidad con la democracia”. Y eso es lo que yo he titulado Menos PAZ y más REVUELTAS. La autogestión ciudadana, como nueva revolución “que tendrá un doble carácter, anticapitalista y antidogmático, que comprenderá entonces a los países donde aún domina la burguesía, a los países socialistas y a los países del llamado tercer mundo. La nueva revolución es un salto teórico respecto al papel desempeñado por los partidos comunistas durante los últimos 50 años (hoy podríamos decir casi cien, nota de M.R.)…Ciertamente será una revolución revisionista, porque revisa dicho papel y lo pone al día en el orden de la libertad y la democracia… Transforma al partido, de instrumento de dominación estatal, en órgano del conocimiento colectivo de las formas más altas y desarrolladas de la conciencia…”[16] Libertad, ¿pero cuál libertad? Debemos precisarlo. Porque Paz había visto la libertad como algo personal, casi encerrado en la vida de cada uno de los ciudadanos, y respetado por un Estado que dejaría de “invadir” la esfera que según el corresponde a la familia y las personas. Para Revueltas la libertad era la realización de los potenciales humanos, la plenitud de la conciencia que ha conseguido desenajenarse, la creación social de la vida, con su máxima expresión era el arte. “El arte, que como representación más alta de la conciencia y la sociedad, refleja los intereses, la situación y las contradicciones de la sociedad en que se producen y de la etapa histórica en que vive. Pero que como arte trasciende el reflejo simple y se emancipa de sus condicionantes inmediatos, de la sociedad, de la lucha de clases, de la política, porque el arte sólo puede aparecer y perdurar en la tierra a través de su determinación humana superior a las realidades inmediatas de la vida social y política en la que se desenvuelve. Esta determinación humana no es otra que la libertad.”[17] Revueltas creaba su literatura desde esa libertad. Paz, en cambio, desde el liberalismo. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

[1] M Rechy El método en la economía de Rosa Luxemburgo. Críticas de la economía política. Núm. 1 México Edit. Juan Pablos, 1975. [2] Posibilidades y limitaciones. Obra citada. [3] Ibidem. Edición de ERA página 56 y 57. [4] La línea política de tres niveles, una propuesta a partir del movimiento estudiantil de 1968. En la biblioteca de la Universidad de Texas. Inédito. No recuerdo si lo firmé con mi nombre o como Alfonso

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Chamorro, que era uno de mis seudónimos. Es parte de la colección de documentos sobre la Historia del comunismo en México. [5] ¿Hacia dónde va México? Era Edic. citada, tomo 19. [6] Prólogo a la Segunda edición de México Bárbaro, marzo de 1975. [7] Advertencia. En la edición de México Bárbaro de junio de 1958. [8] Edición de las Obras completas, tomo 16 página 115. [9] Mi texto respectivo, que hace una reflexión sobre el Movimiento estudiantil popular del 68, con anotaciones al margen de Revueltas, se encuentra en la Biblioteca de la Universidad de Texas, en la colección que vendieron Enrique Condés y Rodolfo Echeverría a esa Universidad. Por desgracia nunca se publicó. [10] 789 páginas. Reeditado por el mismo FCE en 1982, y una tercera ocasión en 1984. Pero por desgracia sin que se registre ninguna publicación posterior. [11] Dialéctica de la conciencia y otros escritos. Tomo 20 de las Obras completas. ERA, Edic. citada. [12] Notas y esquemas de trabajo para una “dialéctica de la conciencia”. Lecumberri 1971, México 1975. Aparece en el Tomo 20 de sus obras completas. Yo mismo mecanografié, de lo que reflexionaba Revueltas en voz alta, las primeras versiones, que luego él corrigió. Para ver a profundidad ese fenómeno debe leerse, además del clásico de Jacek Kuron, el profundo análisis de Michael Voslensky titulado La Nomenklatura. [13] Tomo 20 página 208. [14] Ibidem. Pagina 210. [15] Esquema para conferencia sobre Autogestión…Tomo 15 de sus Obras completas. Página 102. [16] Carta al III Congreso de la IV Internacional, después de la reunificación. Abril de 1969. [17] La libertad y el socialismo. Por que no vuelva a suicidarse Mayakovski. En Obras completas. Tomo 18 página 281. www.almomentonoticias.mx

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D´Alambert. Introducción a la Enciclopedia.

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