La nueva muralla púnica de Carteia (San Roque, Cádiz). Investigaciones del Proyecto Carteia Fase II (2006-2013)

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Descripción

FERNANDO PRADOS MARTÍNEZ Y FELICIANA SALA SELLÉS (EDS.)

EL ORIENTE DE OCCIDENTE FENICIOS Y PÚNICOS EN EL ÁREA IBÉRICA

VIII EDICIÓN DEL COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CEFYP EN ALICANTE

UNIVERSITAT D’ALACANT CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PÚNICOS (CEFYP) INSTITUTO UNIVERSITARIO DE INVESTIGACIÓN EN ARQUEOLOGÍA Y PATRIMONIO HISTÓRICO (INAPH)

Este libro ha sido debidamente examinado y valorado por evaluadores ajenos a la Universidad de Alicante, con el fin de garantizar la calidad científica del mismo.

Publicacions de la Universitat d’Alacant 03690 Sant Vicent del Raspeig [email protected] http://publicaciones.ua.es Teléfono: 965 903 480

© los autores, 2017 © de esta edición: Universitat d’Alacant

ISBN: 978-84-16724-45-1 Depósito legal: A 104-2017

Diseño de cubierta: candela ink Composición: Marten Kwinkelenberg Impresión y encuadernación: Guada Impresores

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Reservados todos los derechos. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ÍNDICE Prólogo......................................................................................................... 11 Carlos G. Wagner El Oriente de Occidente. La VIII Edición del Coloquio Internacional del CEFYP en Alicante................................................................................ 13 Fernando Prados Martínez y Feliciana Sala Sellés FENICIOS EN EL ÁREA IBÉRICA Desmontando paradigmas. Fenicios y Púnicos en el Oriente de Occidente..................................................................................................... 25 Carmen Aranegui y Jaime Vives-Ferrándiz Las defensas y la trama urbana del Cabezo del Estaño de Guardamar. Un encuentro fortificado entre fenicios y nativos en la desembocadura del río Segura (Alicante)................................................ 51 Antonio García Menárguez y Fernando Prados Martínez Nuevos datos en torno a la presencia fenicia en la Bahía de Mazarrón (Sureste Ibérico).......................................................................... 79 María Milagrosa Ros-Sala Los Almadenes y la cuenca del río Mundo, un modelo de paisaje cultural para la Protohistoria albacetense.................................................. 105 Víctor Cañavate Castejón, Feliciana Sala Sellés, Francisco Javier López Precioso y Rocío Noval Clemente

El poblado fortificado del Castellar (Villena, Alicante)............................ 129 Marco Aurelio Esquembre Bebia y José Ramón Ortega Pérez Control y defensa del territorio de la Penya Negra (Crevillent, Alicante): los fortines de «Les Barricaes» y «El Cantal de la Campana».............................................................................................. 155 Julio Trelis Martí y Francisco Andrés Molina Mas La Loma del Boliche (Cuevas del Almanzora, Almería): Fenicios e indígenas en una necrópolis orientalizante del sureste........................... 177 Alberto J. Lorrio Cortijo Riquelme y los orígenes de la presencia fenicia en el sureste peninsular................................................................................................... 209 José Luis López Castro, Víctor Martínez-Hahnmüller, Laura Moya Cobos y Carmen Pardo Barrionuevo PÚNICOS EN EL ÁREA IBÉRICA El Bajo Segura hasta la II Guerra Púnica. Nuevas investigaciones.......... 233 Lorenzo Abad Casal, Feliciana Sala Sellés y Jesús Moratalla Jávega La Illeta dels Banyets de El Campello. Algo más que un unicum ibérico........................................................................................................ 257 Manuel Olcina Doménech, Adoración Martínez Carmona y Feliciana Sala Sellés Una ciudad bárquida bajo Lucentum (Alicante). Excavaciones en el Tossal de Manises.................................................................................. 285 Manuel Olcina Doménech, Antonio Guilabert Mas y Eva Tendero Porras

Un hipogeo con dromos escalonado de tipología fenicio-púnica en la desembocadura del Segura.................................................................... 329 Bienvenido Mas Belén, Feliciana Sala Sellés y Fernando Prados Martínez Las defensas de Cartagena en la Antigüedad: las murallas de la acrópolis en los siglos iii y ii a.C........................................................... 347 José Miguel Noguera Celdrán, María José Madrid Balanza, María Victoria García Aboal y Víctor Velasco Estrada Giribaile. Una plaza fuerte cartaginesa en el contexto de la ocupación bárquida del Alto Guadalquivir............................................ 385 Luis María Gutiérrez Soler, José Luis López Castro y Víctor Martínez Hahnmüller EL CONTEXTO MEDITERRÁNEO Estructuras urbanas fundacionales de época fenicia en el castillo de Ibiza....................................................................................................... 405 Joan Ramon Torres y Marco A. Esquembre Bebia Gallos, Labrys y campanillas. Elementos simbólicos de la religión púnico-talaiótica balear.............................................................................. 433 Joan C. de Nicolás Mascaró La integración de las comunidades fenicias de la península Ibérica en el imperio romano. Un análisis poscolonial......................................... 465 Francisco Machuca Prieto La Carteia púnica (San Roque, Cádiz). Aproximación al estudio de la urbe y su territorio (vii-ii a.C.).......................................................... 483 Helena Jiménez Vialás

La nueva muralla púnica de Carteia (San Roque, Cádiz). Investigaciones del Proyecto Carteia Fase II (2006-2013)....................... 509 Juan Blánquez Pérez, Lourdes Roldán Gómez y Helena Jiménez Vialás Tra Huelva e Cartagine: possibili testimonianze della coppellazione dell’argento nella Sardegna centro-orientale............................................. 537 Raimondo Secci COMUNICACIONES Y PÓSTERS Análisis microespacial del templo ibérico de La Escuera (San Fulgencio, Alicante) Un edificio singular en los albores de la segunda guerra púnica........................................................................... 549 Raúl Berenguer González Una colección de exvotos de terracota procedentes de la Cova de les Meravelles (Gandia, València)............................................................. 573 Joan Cardona Escrivà, Miquel Sánchez i Signes y Josep A. Ahuir Domínguez La influencia fenicio-púnica y su reflejo en el ámbito religioso de la Oretania.................................................................................................. 587 Cristina Manzaneda Martín Íberos de Qart Hadasht: Cives Novae Carthaginis.................................. 609 Rocío Martín Moreno y Enrique Hernández Prieto La granada: usos y significados de una fruta de Oriente en Occidente.... 625 Octavio Torres Gomariz Los amuletos egiptizantes de Villajoyosa (Alicante): la tumba n.º 5 de la necrópolis de Les Casetes, un caso excepcional.............................. 641 Aránzazu Vaquero González

LA NUEVA MURALLA PÚNICA DE CARTEIA (SAN ROQUE, CÁDIZ) INVESTIGACIONES DEL PROYECTO CARTEIA FASE II (2006-2013)1 Juan Blánquez Pérez Universidad Autónoma de Madrid

Lourdes Roldán Gómez Universidad Autónoma de Madrid

Helena Jiménez Vialás CNRS, TRACES UMR 5608 Université de Toulouse Universidad Autónoma de Madrid

Se presenta en este trabajo las novedades relativas a los niveles púnicos, resultado del desarrollo de la Fase II (2006-2013) del Proyecto Carteia. Las últimas actuaciones se han centrado en dos sectores diferentes que han aportado valiosa información sobre la articulación de las defensas y la extensión de la urbe púnica. En primer lugar, las excavaciones en la zona sur, continuación de las efectuadas en la Fase I del proyecto (1994-1999), han permitido confirmar el sistema defensivo identificado entonces y documentar hasta un total de ocho casamatas. La segunda área de actuación, al oeste, ha brindado una secuencia estratigráfica de una potencia desconocida hasta la fecha en Carteia, y que se extiende desde los orígenes de la ciudad púnica hasta su amortización, en esta zona, por la construcción de la muralla romana augustea. 1. Estas investigaciones forman parte de un Proyecto General de Investigación 2006-2013 autorizado por la recientemente renombrada Dirección General de Bienes Culturales y Museos de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

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Las nuevas investigaciones de la Fase II del Proyecto Carteia (2006-2013) Las novedades arqueológicas que presentamos en este trabajo son fruto de un sexenio de investigación de campo en la ciudad púnica e hispanorromana de Carteia, continuación de los trabajos que, desde 1994, desarrolla un grupo de investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (a partir de ahora UAM) en esta ciudad antigua del estrecho de Gibraltar (Roldán et al., 2006). En esta segunda fase del Proyecto Carteia, cuya Memoria de Excavación se quiere terminar en breve plazo, los objetivos principales en lo que respecta a la urbe púnica, eran mejorar el conocimiento de su circuito defensivo murario, ya identificado en el anterior periodo de excavaciones, así como una aproximación a su urbanismo, siempre limitada por la superposición de la posterior urbe romana y tardoantigua; y constreñida, por tanto, a los sondeos acometidos en los espacios dedicados al estudio del asentamiento romano en torno al cortijo del Rocadillo, su posible foro en época romana. La apretada sucesión de fases históricas, consecuencia de su rica y prolongada historia urbana, materializa hoy una típica secuencia estratigráfica de numerosas estructuras intercaladas en las que se entrecruzan características de las llamadas «ciudades superpuestas». Ello, es evidente, dificulta el conocimiento de los niveles más antiguos –en el caso que nos ocupa de la urbe púnica– y desde luego una lectura global e interrelacionada de los mismos. Por estas circunstancias, la muralla, dada su natural ubicación periférica, así como por otros aspectos concretos que ahora no valoramos por no perder nuestro hilo conductor, han facilitado su conservación y es, sin duda, el elemento urbanístico que, por el momento, permite la más correcta y completa aproximación al conocimiento de la Carteia púnica. Coherente con todo ello, a lo largo del segundo sexenio planteamos dos áreas de excavación, al sur y al oeste2 de la urbe, respectivamente, que permitieran profundizar en el conocimiento del sistema defensivo de este 2. Empleamos en este texto, por coherencia con la memoria de 2006 y con la segunda –ahora en redacción– un N relativo, con una desviación real con respecto al N geográfico de 50º. Con ello hemos buscado facilitar la comprensión del lector a la hora de describir las estructuras excavadas, así como caracterizar el urbanismo de la ciudad interrelacionando los edificios. De esta manera, la urbe púnica la ubicamos en el extremo SO de la posterior Carteia romana y no en relación con el O real; a su vez, las áreas de intervención en la muralla se ubican al S (O real) y O (N real). Esta geometrización convencional asumida por el equipo de investigadores, creemos, es especialmente útil cuando se dejan las grandes alineaciones de la muralla y se pasa a la descripción y estudio del interior de la urbe, donde múltiples alineaciones murarias se entrecruzan con giros con muy diferentes grados de orientación (Fig. 2).

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Fig. 1. Imagen satélite del estrecho de Gibraltar con la ubicación de ciudades púnicas (© Modificado a partir de http://visibleearth.nasa.gov/)

periodo. En la zona sur, el objetivo era ratificar y, en la medida de lo posible mejorar, la secuencia y el conocimiento del tipo de fortificación de casamatas documentado en la Fase I y que, pensábamos, debería prolongarse a lo largo de todo el frente meridional del asentamiento. Por el contrario, en la zona oeste, perseguíamos localizar un nuevo sector de la muralla que, en caso de existir, corroboraría nuestra propuesta del trazado teórico de la misma para el resto de la urbe, hasta entonces desconocido; en caso de encontrarla, establecer una doble secuencia completa estratigráfica (intra y extramuros) y, por último, determinar una potencial relación estratigráfica –en este caso horizontal– con el trazado muralla de época romana que, en este nuevo sector se desconocía, al no aflorar en superficie. Continuación de las excavaciones en el lienzo sur de la urbe púnica Como decíamos, el primer sector en el que se centraron las nuevas excavaciones de la Fase II, enfocadas al estudio de los niveles púnicos, se emplazó

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Fig. 2. Extensión de la original urbe púnica de Carteia y su relación con la expansión en época augustea (© Proyecto Carteia, 2013)

al sur de la ciudad. En la primera campaña de excavación (2007) se intervino en una amplia área –de 15 por 22 m– dispuesta a continuación, hacia el oeste, de la puerta con acceso en codo y las casamatas 1 y 2 localizadas en la Fase I (1994-1999). El área incluyó parte de los antiguos cortes C-4 y C-5, parcialmente descubiertos para facilitar la identificación y la continuidad, hacia el oeste, de la antigua muralla durante las nuevas excavaciones. La amplitud de la zona, subdividida a efectos de excavación en las áreas 100 a 112, estaba justificada por la escasa potencia de las estructuras conservadas. De hecho, los niveles superficiales, conformados por una gran terrera generada por la demolición del cortijo del Rocadillo, así como por las excavaciones arqueológicas del profesor Presedo entre 1972 y 1986, se apoyaban en gran parte del área, directamente, sobre los niveles de la muralla

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púnica. A ello venía a añadirse el natural efecto erosivo de la ubicación en ladera de la propia cerca (Fig. 6a y 6b). Aun a pesar de estos inconvenientes, un cuidadoso estudio de la secuencia estratigráfica, junto con el análisis de las diferentes estructuras, permitió ratificar la existencia de las dos grandes fases constructivas ya descubiertas en el anterior sexenio y, lo que fue más interesante, exhumar una amplia superficie de la muralla. Cabría, por ello, caracterizar esta nueva actuación arqueológica como «extensiva», en contraposición a la llevada a cabo también en este sexenio, en la zona oeste de la urbe, más de carácter «intensivo». Así, pues, en el área meridional ha sido posible documentar un total de 20 m más de lienzo de la muralla, con hasta 6 nuevas casamatas que, sumadas a las dos conocidas en la Fase I, permiten confirmar con rotundidad el sistema defensivo empleado en esta urbe púnica de Carteia: un lienzo externo de 3 m de grosor, de mediados del s. iv a.C., al que se añadió en el último tercio del s. iii a.C. un muro paralelo de cierre, hacia el interior de la ciudad, así como una serie de muros perpendiculares que unían ambos lienzos (Blánquez et al., 2006a, 2006b y 2006c). Dichos muros perpendiculares forman una serie de compartimentos –en su definición más correcta y asépticao, como habitualmente se denominan, de «casamatas» o «casernas» (Fig. 3); términos estos controvertidos en su aplicación para el mundo antiguo (Montanero, 2008), pero habituales en la bibliografía sobre la arquitectura

Fig. 3. Vista general de las murallas púnicas, al sur de la urbe carteiense: en primer término, la de casamatas de época bárquida; al fondo, la original de mediados del s. iv a.C. (© Proyecto Carteia. Campaña 2007)

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militar púnico-helenística de Iberia (Bendala y Blánquez, 2003; Prados y Blánquez, 2007; Blánquez, 2013). De la muralla del s. iv a.C. que, como comentábamos, habría sido la primera cerca muraria de Carteia, apenas se conserva hoy algo más que su cimentación, con un máximo de tres hiladas en su cara externa, así como su anchura media de 3 m. Tanto la cara externa como la interna se acometieron mediante mampuesto careado de tamaño medio, mientras que el interior se materializó con mampuesto menor volcado sin orden y trabado con barro (Blánquez et al., 2006c; Roldán et al., 2006, lám. 6). Respecto al muro de cierre de las casamatas, situado hacia el interior de la ciudad y, por tanto, en una cota superior del cerro, este estaba mejor conservado y ha podido registrarse una cimentación en altura de hasta 1,40 m. Presenta las mismas características constructivas, mucho más cuidado –aun tratándose de cimentación, como decíamos– que el lienzo documentado en la Fase I y es coetáneo a los muros de compartimentación con los que traba. Se trata, sin duda, pues, de una misma obra. Frecuentes ripios y lajas de mediano tamaño facilitaron sucesivas pseudohiladas de nivelación, una prueba más del esmero de la fábrica. Uno de los aspectos novedosos registrados en el primer sexenio de excavaciones fue el documentar cómo los muros de compartimentación de la fase bárquida habrían trabado con la muralla externa más antigua acometiendo, para ello, repetidas roturas para encajar los nuevos muros y, así, proporcionar una mayor estabilidad a la estructura (Blánquez et al., 2006c, 161). En la excavación de 2007, lamentablemente, el alto nivel de destrucción del extremo sur de los muros perimetrales no hacía posible observar este interesante dato constructivo; sí, por el contrario, estudiar más en detalle cuestiones relacionadas con la cimentación. Las nuevas excavaciones del segundo sexenio han aportado una serie de novedades sobre la muralla sur relativas tanto a aspectos constructivos como a la configuración espacial y al recorrido de la misma. En primer lugar, ha podido conocerse con mayor detalle el alzado de las casamatas, en realidad una «cimentación en alzado» puesto que los compartimentos habrían tenido un primer nivel de relleno de en torno a 1 m de altura, sobre el que se situaría el alzado propiamente dicho y su correspondiente suelo de uso. De hecho, tan solo en la casamata 3 se conservaba la primera hilada de alzado que coincidía, precisamente, con uno de los vanos de entrada a las mismas, con giro a la izquierda, a partir del camino de ronda que corría paralelo a la nueva muralla de oeste a este (Fig. 5). Otro aspecto novedoso con respecto a lo conocido del primer circuito murario púnico de Carteia, fue el descubrimiento de una zapata vista, o

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antemural, adosado al lienzo externo de la misma a lo largo de casi 20 m; en concreto entre las casamatas 3 y 8. Con una anchura de 0,95 m, su cimentación se excavó llegando al nivel geológico, al que se realizó un corte plano para un mejor acomodo de las piedras; en definitiva, una fosa de sección cuadrangular para asentar la estructura. Pensamos que se trata de una obra de refuerzo de la muralla púnica, ya en época romana, por lo que este sector murario habría sido reutilizado y mantenido en uso cuando ya existía la muralla romana. Aunque mantiene un sistema constructivo de «sabor» púnico, tanto por su aparejo como por el empleo mayoritario de piedra arenisca, a juzgar por la existencia de pequeños contrafuertes y de un grueso pavimentado mediante opus signinum sobre su planta, que encuentra sentido, únicamente, en una fase posterior. Pensamos que, posiblemente, se trate de

Fig. 4. Muralla sur. Detalle de la casamata n.º 8 con el quiebro de la muralla, hacia el oeste. (© Proyecto Carteia. Campaña 2007)

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Fig. 5. Muralla sur. Excavación de la casamata n.º 3, en el momento de aparición de sus zapatas de cimentación. A la izquierda se aprecia parte de la casamata n.º 4. (© Proyecto Carteia. Campaña 2007)

un refuerzo de la muralla acometido a mediados del s. i d.C. como respuesta al impacto de una ola de origen sísmico registrada y datada, arqueológicamente, en torno al 40-60 d.C. dentro de las investigaciones del Proyecto Carteia (Arteaga y González, 2004; Arteaga et al., 2015). En lo que respecta al recorrido de la muralla, que discurre en sentido E-O en esta zona, la principal novedad ha sido el poder documentar el punto exacto en que el lienzo dibuja un giro en sentido NO de, aproximadamente,15º, a fin de adaptar la estructura a la topografía del cerro donde se ubicó la urbe púnica. Por tanto, a lo largo de casi 20 m entre las casamatas 3 y 7 la muralla presenta un frente recto que gira a la altura de la casamata 8 pero, dado que también el nivel de destrucción de la muralla aumenta en sentido E-O, en este quiebro solo se conserva el muro de cierre interno de la misma (Fig. 4). Igualmente interesantes son los aspectos referidos al sistema constructivo empleado. El hecho de que el punto de quiebro se sitúe en el centro de la casamata 8 y se materialice mediante un único sillar, tallado ya con esta angulosidad, permite defender que el sistema de muralla de casamatas se adaptó, perfectamente, al cambio topográfico y de acuerdo con un plan y un plano preestablecido; de igual modo, hizo innecesario reforzar este punto concreto, tal y como es habitual, mediante la construcción de un torreón. La propia envergadura del sistema defensivo de casamatas, unida al reducido ángulo de giro, lo hacían innecesario.

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La nueva muralla púnica de Carteia: las excavaciones al oeste de la urbe Planteamientos metodológicos de la excavación Las intervenciones en la zona oeste de la ciudad púnica se acometieron en las campañas de 2009 y 2013, en un lugar en que, a diferencia del anterior, no se habían efectuado excavaciones con anterioridad. A pesar de que en este punto la ladera del cerro es más acentuada y la erosión es por tanto presumiblemente mayor, en superficie eran visibles algunos sillares, tanto en caliza fosilífera, propia de la muralla romana, como dos más, ya en piedra arenisca, característicos de las construcciones de época bárquida. Estas evidencias, sumadas a la cercanía de una amplia vaguada que, bajo nuestro punto de vista, fosilizan en Carteia las antiguas puertas de la urbe, nos llevaron a plantear una excavación en esta zona que confirmara –o no– la existencia efectiva de la muralla púnica, su relación estratigráfica con la posiblemente romana y, en último lugar, la localización de la puerta (Fig. 7a y 7b). La nueva área de actuación planteada (Área 113 en la numeración del segundo sexenio de investigación) conllevó un amplio espacio rectangular, de 27 por 12 m de anchura, no excavada en su totalidad a causa de su notable potencia estratigráfica –más de 3 m– y de la drástica reducción en la financiación del proyecto. No obstante, los principales objetivos pudieron ser completados entre las campañas de campo de 2009 y 2013. En efecto, la excavación del Área 113 ha permitido demostrar cómo en esta zona corren paralelos el encintado de la ciudad romana augustea, que llegó a abarcar cerca de 25 ha, y el de la urbe púnica que, con la documentación hoy disponible, parece que no debió sobrepasar las 3 ha que ocupaba el cerro del Rocadillo. Ambas murallas discurren en este punto de forma paralela a lo largo de 10 m, con un sentido SO-NE, separadas por casi 4 m de distancia y quedando la púnica más próxima al interior de la urbe (Fig. 7a y 7b). Fue precisamente la proximidad de ambas construcciones la circunstancia fundamental que explica el excelente nivel de conservación de la muralla púnica. Con motivo de la construcción de la obra romana, cuya cronología augustea ha sido respaldada por argumentos estratigráficos por primera vez, se acometió un relleno de gran magnitud que enterró gran parte de la muralla púnica. Esos potentes niveles de relleno protegieron la muralla púnica de posteriores expolios de material constructivo y, por ese motivo, hemos podido documentar un alzado de hasta 3,30 m en la cara externa de la muralla. Habida cuenta, pues, de esa importante potencia estratigráfica, que evidencia el enorme potencial arqueológico de este sector de la ciudad, y de la mencionada escasez de financiación de nuestras investigaciones, decidimos

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Fig. 6a y b. Muralla sur. Secuencia estratigráfica (foto y dibujo) de la casamata 3 (parte izquierda) y su cierre al sur por la muralla del s. iv a.C. (parte derecha de la imagen). (© Proyecto Carteia. Campaña 2007)

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Fig. 7a y b.Vista general del Área de excavación 113 con el trazado de la muralla romana (izquierda) y púnica (derecha). Lado oeste de la urbe carteiense. (© Proyecto Carteia. Campaña 2009)

acometer una aproximación «intensiva» que ofreciera una secuencia cronológica lo más completa posible y no tanto una excavación en área como la efectuada en la zona sur. Los sondeos estratigráficos en el sector C (Área 113) Sondeo extramuros En el Área 113 se plantearon, desde el primer momento, 3 sectores: A y B (excavados en 2009) extramuros de la muralla romana y C (excavado en 2009 y 2013), que consta a su vez de dos sondeos intra y extramuros de la muralla púnica. Estos dos últimos son los que han ofrecido una mayor información, tanto sobre la construcción de dicha infraestructura como sobre su uso y amortización en épocas posteriores. La primera campaña en 2009 permitió demostrar cómo en este punto convergen el encintado de la ciudad romana imperial y el de la urbe púnica, y para 2013 los objetivos eran profundizar hasta agotar la estratigrafía, a fin

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Fig. 8. Zapata de cimentación y alzado, con las dos fases identificadas, de la muralla púnica de Carteia. Sector oeste. (© Proyecto Carteia. Campaña 2009)

de conocer el alzado conservado de la muralla, analizar sus técnicas constructivas y posibles fases, así como definir una secuencia estratigráfica lo más amplia posible de la historia de la ciudad. La metodología planteada consistió en la creación de una serie de escalones artificiales intermedios que facilitaran el acceso a la parte más profunda del sondeo y permitieran mantener visibles en planta algunos de los estratos más significativos de dicha secuencia. El sondeo extramuros de la muralla púnica nos ha permitido documentar una amplia secuencia de la vida de la ciudad, nunca antes registrada, desde sus orígenes hasta época imperial, así como un alzado de la muralla púnica también desconocido con anterioridad (Fig. 8). Su ubicación entre las murallas púnica y romana ha permitido documentar con precisión el proceso

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constructivo tanto de las dos fases de fortificación púnica como la construcción de la muralla romana, que ha podido ser datada por primera vez de manera argumentada en época augustea. Dicha secuencia estratigráfica se inicia con una estructura de tapial de forma indeterminada, correspondiente a niveles pre-urbanos, previos a la fundación de la ciudad, y anteriores por tanto a mediados del s. iv a.C., pero que por el momento, dada la ausencia materiales significativos, no podemos fechar con exactitud. A continuación, se constata un arrasamiento de estas estructuras y la excavación de la fosa de cimentación de la muralla del s. iv a.C. Del alzado hemos podido documentar un primer tramo de aproximadamente 0,60 m que estaría también cubierto a modo de cimentación en altura, y un segundo tramo visto, del que se conserva 1 m. A diferencia de la muralla conocida en la zona sur, esta contaría ya con casamatas internas desde este momento inicial, a juzgar por el muro de cierre, a 3 m de la muralla, que hemos podido observar muy puntualmente en la posible casamata 2, y que presenta una técnica constructiva idéntica. De esta primera fase púnica hemos excavado, igualmente, algunos niveles de uso, correspondientes a una posible zona de basurero extramuros. En época bárquida, este sistema defensivo se reforzaría con un nuevo recrecimiento de la muralla en altura, con un aparejo en damero, que implicó seguramente el arrasamiento de alzados preexistentes en tapial. En cuanto a los niveles de uso de esta fase, se trata de estratos muy reducidos cuyos materiales remiten a fines del s. iii a.C. y primeras décadas del s. ii a.C., por lo que resulta complicado asociarlos a la etapa bárquida o inicios de la republicana. Con posterioridad, la construcción de la muralla romana, más de 3 m ladera abajo, generó unos potentes rellenos (superiores a 1 m) destinados a nivelar la zona, que cubrieron completamente la cara externa de la obra púnica. Estos niveles fueron solo alterados, en este punto, por un expolio para la rebusca de piedra caliza en época tardoantigua o medieval, asociado a la calera documentada en el corte A, y que desmontó la muralla romana de caliza hasta su cimentación. Por tanto, los rellenos romanos, primero, y la inutilidad de la arenisca para la fabricación de cal, después, posibilitaron la conservación de la muralla púnica en este punto (Fig. 9). 3.2.2. Sondeo intramuros En paralelo, la excavación del sondeo intramuros de la muralla púnica buscaba definir sus características constructivas y de forma particular la existencia o no de casamatas. Ya en la campaña de 2009 se apuntó la posible

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Fig. 9. Estratigrafía, extramuros, de la muralla oeste, con la relación de UU.EE. (© Proyecto Carteia. Campaña 2009)

existencia de casamatas, y se localizó, además, un importante lote de material numismático de época republicana asociado a la ceca de Carteia (Arévalo et al., 2016). En 2013, por tanto, tratamos de profundizar en el conocimiento de este punto, tanto de las fases constructivas de la obra púnica como de forma particular de las estructuras romanas que habían reutilizado y adaptado, y por tanto enmascarado, las antiguas casamatas púnicas. Este sondeo alcanzó unas dimensiones finales de 5 por 6,5 m, aun con ello, también se excavó el nivel superficial de la planta de la muralla púnica a lo largo de 7 m para observar, con claridad, algunas estructuras que se

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superponían y que parecían cubrir posibles muros de compartimentación de casamatas. Las estructuras y niveles excavados denotan una secuencia compleja, que está lejos de estar completa –dado que los medios de que disponíamos nos impidieron agotarla– y que sin duda resultará de máximo interés cuando se retomen las investigaciones en este punto. Desde su construcción en el s. iv a.C., la muralla parece haber contado con casamatas, como indicaría el muro de cierre al interior, exhumado parcialmente en un pequeña cata de la posible casamata 2 (Fig. 10). En cuanto a los muros de compartimentación, que estarían enmascarados por construcciones posteriores romanas, al menos 4 son identificables a intervalos de 3 m, bien por muros posteriores que se superponen o bien por pavimentos de opus signinum que presentan una elevación justo en ese punto. Estos muros delimitan hasta 3 posibles nuevas casamatas que sumar a las 8 conocidas en la zona sur. Pero el aspecto más interesante revelado por este corte intramuros, además de la existencia de casamatas, ha sido constatar cómo, en época republicana, la muralla púnica –lejos de amortizarse– fue en parte reconstruida y mantuvo su uso. En nuestras excavaciones hemos podido comprobar cómo los muros de compartimentación de las casamatas se recrecieron y mantuvieron sus ejes y cómo la casamata 2 se dotó de un poyete y fue empleada como un posible taller monetal a juzgar por los materiales recuperados. Con posterioridad, los muros republicanos fueron parcialmente arrasados y se construyeron nuevas estructuras que amortizaron, ya de manera

Fig. 10. Vista parcial de la casamata n.º 2 del sector oeste de la muralla, reutilizado en época republicana como taller monetal. (© Proyecto Carteia. Campaña 2009)

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definitiva, los espacios de las antiguas casamatas; no obstante, se mantuvieron algunos de sus ejes divisorios de época anterior. En esta nueva fase, asociada a la construcción y uso de la muralla en época augustea, la antigua área de las casamatas, situada ya de manera clara intramuros, mantuvo un uso industrial –como en época republicana– a juzgar por los pavimentos, piletas y pequeñas superficies de opus signinum que han aparecido concentradas en toda esta la zona, si bien su nivel de arrasamiento nos impide precisar más dicha funcionalidad. 4. Modulación y técnicas constructivas Descritos los dos sectores de la muralla púnica de Carteia objeto de intervención en esta Fase II del Proyecto, pasemos a analizar, de forma conjunta, algunos de sus principales rasgos constructivos. En total, la longitud del lienzo de muralla púnica excavado en Carteia en las dos fases del proyecto asciende a casi 40 m. De los mismos, 28 m corresponden al lado sur de la urbe, con ocho casamatas documentadas y una puerta de acceso en codo (8 m en la Fase I del Proyecto y otros 20 m en su Fase II); a su vez 10 m de la misma se han podido documentar en la zona oeste (Fase II del Proyecto), lo que ha permitido sumar otras tres casamatas más. Como hemos descrito, en ambas zonas hemos documentado la existencia de un sistema de casamatas similar, aunque correspondiente a diferentes épocas: desde el s. iv a.C. en la zona oeste y solo desde finales del s.iii a.C., al sur y, si bien tienen múltiples aspectos en común, también ponen de manifiesto significativas diferencias, tanto en sus volúmenes como en sus técnicas constructivas. Así, en la zona sur, las ocho casamatas identificadas siguen un mismo patrón: un muro externo de 3 m de anchura, uno muro de cierre –al interior– de, aproximadamente,0,85 m y muros de compartimentación de, entre 0,65 y 0,70 m. Por el contrario, en la zona oeste las dimensiones son más reducidas: el muro externo apenas alcanza 1,40 m de grosor y, tanto el de cierre interno como los perimetrales se sitúan entre 0,60 y 0,65 m (Tabla 1). Esta diferencia de medidas, además de posibles planteamientos defensivos matizablemente distintos –de hecho son de dos cronologías con más de 125 años de intervalo; es decir, más de cinco generaciones– pueden responder también a una cuestión tan básica, tal y como ha ocurrido hasta prácticamente el s.xx, la topografía del sitio: la zona sur la urbe estaba más desprotegida, frente a una pequeña llanura aluvial, que requeriría un mayor grosor de sus muros, mientras que en la oeste la pendiente natural del terreno favoreció la preexistencia de un foso natural de notable envergadura.

La nueva muralla púnica de Carteia (San Roque, Cádiz). Investigaciones del...525 Zona sur Fase I

Zona sur Fase II

Zona oeste

3m

3m

1,40 m

0,90 m

0,80-0,85 m

0,60-0,65 cm

Grosor muros de compartimentación

0,70-0,80 m

0,65-0,70 m

0,60-0,65 m

Casamatas (espacio interior)

3 x 2,60 m

3x3m

3x3m

Grosor muro externo Grosor muro interno o «de cierre»

Tabla 1

Aunque no es este el lugar apropiado para comentar con detalle las siempre complejas cuestiones metrológicas (remitimos, para ello, a la Memoria del sexenio pronta a finalizar en su redacción) sí querríamos destacar cómo el módulo principal en ambos sistemas defensivos (s. iv y s. iii a.C.) de la superficie de las casamatas, que presenta una media de 3 por 3 m, lo que equivale a seis codos púnicos de, aproximadamente, 0,50-0,51 m. El hecho de que este módulo marque la construcción en ambas zonas, aunque las casamatas corresponden a periodos diferenciados, permite defender la existencia de un módulo constructivo constante aplicado durante un largo periodo de tiempo. Esta pervivencia tiene paralelos conocidos en Cartagena o Doña Blanca para el s. iii a.C. (Bendala y Blánquez, 2003, 152) pero, no así, para el s.iv a.C.; de ahí la importancia de los hallazgos carteienses. En ambos casos, la muralla se adaptó a las curvas de nivel de la ladera, construyendo muros de mayor altura en la cara externa (más baja) para, así, llegar a la cota superior de los interiores y rellenando el espacio entre ambos lienzos hasta obtener un suelo horizontal con mampuesto de muy diferente tamaño, trabado solo con tierra para facilitar el acomodo de las piedras. Las cimentaciones fueron potentes, pensamos que tanto para resistir el peso de la construcción como para paliar su ubicación en ladera. Se excavaron en el nivel geológico de arcillas y arenas consolidadas (caso de la ladera sur); o sobre un potente nivel de tierra, adobes y tapial intencionadamente generado con motivo de la construcción de la muralla a partir del arrasamiento de niveles urbanos preexistentes (caso de la ladera oeste); se construyeron mediante el empleo de piedras irregulares trabadas, al igual que luego se haría el alzado, con tierra del lugar, pero colocadas con esmero –careadas– como se ha podido testimoniar en el caso de la zapata de la muralla oeste, hasta el punto de llegar a configurar pseudohiladas. Por el contrario, el alto grado de destrucción en la zona sur no permite ser tan rotundos. También los alzados se conservan mucho mejor en la zona oeste, con hasta 3,40 m si sumamos los dos momentos constructivos (mediados del

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s.iv y finales del s.iii a.C., respectivamente); por el contrario, en la zona sur, lo que ha llegado hasta nosotros son solo cimentaciones si nos fijamos en la cara externa de la muralla y, ya en relación a las casamatas (segundo momento constructivo de la muralla), cimentaciones en alzado, con excepción de la casamata 3 en donde, como comentábamos, se conservaba una primera hilada de alzado, correspondiente a la zona del umbral de la puerta de acceso a la misma y realizada ya con pseudosillares de arenisca (Fig. 5). En lo que a técnicas constructivas se refiere, las características de la muralla en la Fase II (bárquida) son, de nuevo, similares a las documentadas en la Fase I (fundacional de la urbe). No obstante, sin ser contradictorio, hay importantes novedades «en apariencia», como el llamativo aparejo en damero de la cara externa. En ambos momentos se observa un uso de la piedra del lugar, en este caso arenisca, cuyas canteras más cercanas –a falta de análisis resolutorios– se encuentran cercanas a la barriada de Miraflores, dentro del actual término municipal de San Roque, junto a lo que tuvo que ser la antigua línea de costa. El uso de este tipo de piedra en la construcción púnica (bárquida) de Carteia está bien tipificado, desde el inicio de nuestras investigaciones (Roldán, 1992, 193), si bien no es una rareza el uso esporádico de pseudosillares en piedra caliza, también de la zona. En lo que respecta al aparejo empleado en la fortificación del s. iv a.C., este configuró pseudohiladas a base de lajas de arenisca gruesas. La piedra, escasamente trabajada, no nos permite hablar de la presencia de pseudosillares y el uso del ripio, a su vez, es esporádico. Este tipo de aparejo hemos podido documentarlo, tanto en la zona sur (cara externa de la muralla) como, de forma especial, en la zona oeste (en la cara externa y en la cara interna). Es en la cara externa donde mejor se ha documentado, tanto en extensión como en altura, en concreto 2 m (0,35 m de zapata, más 0,60 m de alzado en cimentación, más 1 m de alzado visto). En cuanto al enlucido, la excavación del sondeo extramuros ha permitido también constatar otra novedad: la existencia de un revoco que, a falta de los resultados de la analítica, parece realizado con tierra de fina granulometría, aparentemente del lugar, y de un grosor en torno a los 4-5 cm. La ausencia de coloración intencionada hace que dicho revoco solo pueda ser reconocido en el perfil. En la fase constructiva de finales del s. iii a.C., el aparejo característico es el pseudoisódomo, compuesto por sillares y lajas de arenisca, de tamaño medio, dispuestos de forma regular en hiladas alternas de bloques y de lajas, a modo de nivelación, y con abundante ripio. Este fue el aparejo utilizado en el muro de cierre y en los muros de compartimentación de las casamatas en la zona sur, así como en la cara interna del muro en damero que describiremos a continuación. Dada la relativa longitud de la zona excavada en este

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sector pudimos documentar también otros aspectos interesantes, en cuanto a su técnica constructiva, como la forma en cuña de dichos sillares –de ahí que los denominemos pseudosillares– o el uso de un núcleo, o emplecton, a base de piedra irregular trabada-acomodada con tierra de lugar. Dado que la muralla en el lado oeste superó, con seguridad, los 7 m de anchura, su altura original pudo tener –sin problemas estructurales– más de 15 m de altura. Si, de manera general, se considera aceptado defender hasta un triple de altura en relación con la anchura en este tipo de construcción, siempre que el último tercio del alzado fuera realizado en un material más ligero –caso del tapial o el adobe, complementado con madera–, en nuestro caso debemos tener en cuenta que la altura de las casamatas, muy probablemente de dos pisos, no superarían los seis o siete metros de altura. De ahí la prudencia a la hora de calcular el total de alzado de la muralla en su conjunto. En nuestro caso, además, el arrasamiento de la altura original de época bárquida en época republicana y, sobre todo, la notable remodelación de todo este sector en época augustea, han eliminado la posibilidad de una mayor precisión. Lo que sí ha quedado demostrado en la estratigrafía extramuros obtenida en el sector sur de la urbe ha sido la presencia de adobes y la existencia de una superestructura en madera, al menos en el área de la puerta, a tenor de las marcas y recortes en los pseudosillares almohadillados de la misma (Blánquez et al., 2006a, 139). Globalmente, la característica más llamativa de la fortificación bárquida es, hoy por hoy, el aparejo en damero que se superpone al lienzo de la muralla del s. iv a.C. al oeste de la urbe carteiense, algo vencido hacia el exterior por los rellenos de época romana y tardoantigua, con el paso de los siglos. El lienzo propiamente bárquida conserva un alzado, a día de hoy fosilizado por el pavimento en opus signinum de época augustea, de 1,2 m combinando, de forma alterna, sillares entre 55 por 60 cm y 35 por 40 cm. Ello materializó un paramento de más que notable resistencia y aspecto. Lo primero, por el uso de bloques regularizados, bien tallados y notable tamaño; lo segundo porque estas mismas características formales, unido al pragmatismo de no tallar la cara interna y, de paso, conseguir una mejor unión con el emplecton, permitió materializar un muro con apariencia de sillares tallados, aunque no de forma completa, con el consiguiente ahorro de horas de trabajo en la cantera y a pie de la muralla; rasgos, por otro lado, muy característicos de la arquitectura púnica (Prados, 2003, 23). Además, debió conformar un acabado visual muy plástico y efectista propio, igualmente, de una estética púnico-helenística con engatillados y almohadillados bastante justificados por una extrema practicidad.

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Una vez más, la capital bárquida de Qart Hadsht resulta un paralelo óptimo para Carteia. El paramento documentado en la calle Pallas 5-7 presenta el mismo sistema en damero combinando grandes sillares y pequeño aparejo, si bien con un módulo mayor, de entre 1 y 1,20 m (Antolinos, 2006; Noguera, 2013). En dicho tramo, además, de nuevo como en Carteia, la muralla del s. iii a.C. corta estructuras anteriores hasta del s. iv a.C., lo que resulta muy interesante a la hora de entender la premura con la que las ciudades púnicas se reformaron y monumentalizaron en época bárquida, sin importar un aspecto crucial en tiempos de paz como es reducir el tamaño de las urbes, amortizando para ello estructuras previas. Dicha premura y, hasta cierto punto, febril actividad constructiva, la vemos coherente en el contexto histórico de aquella época y con el empleo de modelos defensivos púnicohelenísticos, como son las murallas con casamatas, los almohadillados o la puerta en codo, entre otras cuestiones que ponen en evidencian cómo las principales ciudades de Iberia bajo el control de los Barca se readaptaron ante un nuevo tipo de guerra en el que el asedio a los centros urbanos fortificados y, en respuesta a los mismos, las defensas activas, iban a jugar un papel básico (Blánquez, 2013). Si bien en el sector oeste de la urbe carteiense, a día de hoy, no se han documentado evidencias de destrucción o incendio asociables a la segunda guerra púnica, no es desdeñable la localización de un bolaño de arenisca, probablemente correspondiente a un arma de torsión tipo catapulta o balista, en los niveles púnicos al exterior de la muralla. Paralelamente, ya en el primer sexenio de excavaciones, se pudo documentar la reconstrucción parcial de muros, en época republicana, de los cuerpos de guardia que flanqueaban la puerta sur de acceso a la urbe. Ello explicaba el que en las dos habitaciones unos muros trabaran, mientras que otros estaban adosados; aunque la técnica constructiva parecía la misma, la peor colocación de las piedras en los lienzos adosados, bajo nuestro punto de vista, reflejaba una rápida reconstrucción tras el hipotético asedio romano a la urbe púnica. 5. Carteia. De urbe púnica a enclave romano republicano Los trabajos de excavación llevados a cabo dentro del Proyecto Carteia de la UAM se centraron, sin excluir otras zonas, en una primera Fase (1994-1999), en la realización de pequeños sondeos estratigráficos y en el retranqueo de antiguos perfiles en la necesaria obtención de actualizadas estratigrafías que permitieran establecer una secuencia cultural y una interrelación entre los importantes edificios monumentales existentes por todo el área del cortijo del Rocadillo. El citado carácter monumental de los restos que en esta área

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iban apareciendo hizo que, tanto el equipo dirigido por Woods como el posterior por el profesor Presedo, se centraran en esta zona pero, en los inicios de nuestros estudios, existían graves carencias en cuanto a su conocimiento, cronología e interpretación funcional. Ya en la segunda Fase de nuestro Proyecto Carteia (2006-2013), solucionadas estas carencias básicas, pudimos ampliar la zona de estudio del cortijo del Rocadillo a otras zonas, dentro del mismo, hasta entonces sin excavar. La documentación obtenida conjuntamente en ambos sectores ha permitido generar (Fase I) y ratificar (Fase II) una secuencia estratigráfica y constructiva que abarca, desde una fecha todavía imprecisa de mediados el s. iv a.C., hasta la época augustea, altoimperial y tardoantigua; tanto en lo referido a cultura mueble como a inmueble, esto es, relativa a los principales edificios de toda esta zona. A día de hoy, podemos seguir afirmando, pues parece que se consolida conforme continúa la investigación arqueológica, que el citado sector monumental de la Carteia romana ubicada en lo que fue el cortijo del Rocadillo correspondió, grosso modo, al epicentro de la urbe púnica que, como hemos argumentado con anterioridad, con los datos que actualmente contamos, no parece que llegara a las cuatro hectáreas. Ello, unido a que la parte excavada de la misma, referida al periodo púnico, se identifica con espacios religiosos o públicos y apenas domésticos, explica el que empleemos en ocasiones el término de «ciudadela». El posterior asentamiento republicano desarrollado en torno al templo, reinterpretado en su cronología y tipología dentro de las investigaciones que llevamos a cabo es, por el momento, difícil de definir, aunque sabemos que ocupó el espacio de la ciudad púnica; de hecho, como hemos comentado, se reconstruyeron entonces estructuras destruidas cuando el asentamiento púnico pudo haber sido tomado al asalto por las legiones romanas. Con posterioridad, ante la ausencia de publicaciones de las antiguas excavaciones llevadas a cabo por anteriores equipos en diferentes tramos de la muralla romana, defendemos, con el apoyo del nuevo tramo excavado por nosotros en la campaña de 2009, su construcción en época augustea. A partir de este momento, y no antes, la urbe romana parece sido ampliada de manera más que notable, hasta alcanzar las 25-27 ha definidas por un recinto amurallado cuyo estudio, recientemente, hemos vuelto a retomar a través de otras metodologías complementarias a la excavación; hasta el punto de haber documentado, ya de manera fehaciente, alguna de sus puertas (Roldán y Romero, e.p.). En efecto, la excavación de la citada Área 113 nos ha permitido documentar también un nuevo tramo, de casi 20 m, del trazado de la muralla

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romana que corre paralela a la púnica y cercana, pues, a una zona ya interpretada en nuestros anteriores trabajos como lugar de una de las posibles puertas de la urbe romana. La construcción de la muralla romana, de 3 m de anchura y con sillares de caliza, como ya hemos comentado con anterioridad, habría llevado aparejado un proceso de arrasamiento de las estructuras anteriores y el aporte de grandes rellenos de nivelación para su construcción pero, paralelamente, mantuvo su uso, si bien no defensivo sí industrial y político al haberse constatado la presencia de lo que hemos interpretado como un taller monetal de la ceca de Carteia. En su interior se documentaron, junto con abundante material constructivo y cerámico, varios cospeles y cuatro monedas; tres de ellas de Carteia y un último ejemplar del denominado tipo SACERDOS (Arévalo et al., 2016). La importancia de dicho hallazgo pensamos que es grande debido a la escasez de restos materiales con los que contamos relacionados con el proceso de fabricación de monedas en suelo hispano (García-Bellido, 1982; Ripollès, 1994-1995; Chaves, 2001; Arévalo, 2014). A ello se añade el que ninguna de las evidencia arqueológicas con las que contábamos hasta ahora provenía, como en este caso, de un contexto arqueológico. Tras su uso en época augustea, con la amortización definitiva de las construcciones de la etapa republicana y, con ello, del taller monetal, el nuevo periodo romano altoimperial supuso una nueva transformación de toda esta zona que, si bien mantuvo su uso industrial –la extensión en metros cuadrados de espacios pavimentados en opus signinum así parecen indicarlo, entre otras consideraciones– los muros construidos dibujaron ya una nueva estructuración espacial y urbana. El periodo tardoantiguo conllevó un paulatino abandono de esta zona de la urbe y un consiguiente expolio de sus materiales constructivos. En un primer momento, parece ser, como materia prima para nuevas construcciones; en este sentido la evolución documentada del edificio interpretado como basílica demuestra una continua reutilización de los edificios cercanos imperiales; y, en un segundo momento no muy lejano en el tiempo, a tenor de los materiales cerámicos asociados a la calera extramuros, ya como materia prima para elaborar cal lo que conllevó, como decíamos, la casi total desaparición de la muralla romana hasta niveles de su cimentación. Como creemos haber argumentado, además de la valiosa documentación que sobre la Carteia púnica nos han proporcionado las excavaciones descritas, resultan también de gran interés los niveles inmediatamente posteriores, pues arrojan luz sobre un periodo en el que Carteia tuvo una especial relevancia dentro del territorio del sur peninsular y, por ello, básico para entender con parámetros actuales la conocida –quizás de manera

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excesiva a través de las fuentes solo literarias– como «romanización»; la arqueología nos permite hoy abordar este proceso desde la cultura material y comprender la transición de una urbe púnica a otra hispanorromana. En efecto, el papel de Carteia en la Hispania republicana está fuera de toda duda y, tanto el papel de su puerto en la propia conquista –bien atestiguado por las fuentes– como por sus emisiones monetales (Chaves, 1979) y, de forma especial, el episodio transmitido por Livio (XLIII, 3) de ser la primera colonia latina fuera de Italia, son claras evidencias de dicha importancia. Nuestras intervenciones arqueológicas vienen, pues, a confirmar y dotar de contenido argumentos históricos como la continuidad entre la urbe púnica y la de época romana republicana ejemplificada en el uso y mantenimiento de la antigua muralla, así como en la dificultad de distinguir, en ocasiones, entre estructuras y materiales púnicos y los republicanos iniciales en un periodo complejo, pero básico por entender, como tuvo que ser la primera mitad del s. ii a.C. Las nuevas excavaciones en la zona oeste, donde no solo la muralla estuvo en uso durante época republicana, sino que los espacios de las casamatas tuvieron un uso industrial que incluso mantuvieron en época imperial una vez definitivamente amortizada la muralla, vienen a incidir sobre esta idea de continuidad urbana; todo ello en coherencia con lo que parece constatarse igualmente en su territorio (Roldán et al., 2006: 541 y ss.; Jiménez, 2012: 511 y ss.). Queremos llamar la atención, en este sentido, sobre lo oportuno de conceptos como «neopúnico» o «tardopúnico», ambos empleados por la literatura arqueológica de los últimos años, y que resultan de gran utilidad a la hora de referirnos a la cultura material de las sociedades de origen púnico pero, ya «romanas» en cuanto a su cronología, aunque mantuvieron muchos de los aspectos culturales de la etapa anterior (Bendala, 2012). Los siglos ii y I a.C. fueron, precisamente, una etapa de auge económico y en la que fue más apreciable la personalidad púnica de las poleis del Círculo del Estrecho que, como Carteia, fueron incorporando nuevos elementos itálicos, al tiempo que se beneficiaron de la progresiva integración en los circuitos comerciales romanos (López Castro, 1995). 6. Consideraciones finales Las nuevas intervenciones en la ciudad púnica de Carteia vienen a confirmar aspectos ya valorados desde la Fase I del Proyecto Carteia de la UAM, enriquecidos al contar ahora con más evidencias materiales. En primer lugar, hemos de destacar la magnitud de los restos de época púnica aparecidos y,

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derivado de ello, el salto cualitativo en cuanto a posibilidades de estudio de esta fase en Carteia que, hasta 1994, con el inicio de las actuales investigaciones, carecía de una realidad material (Roldán et al., 2006). A pesar de que la existencia de varias «ciudades superpuestas» como la romana republicana, la romana imperial o la tardoantigua dificultan el estudio del original asentamiento del cortijo del Rocadillo –Carteia La Nueva– es cierto que una pensada planificación de excavaciones en la zona de la muralla, así como la coordinación entre los sectores romanos y púnico dentro de un único proyecto, han permitido obtener documentación, tanto referida a su arquitectura militar defensiva como, en los cortes enfocados al urbanismo romano, trazas del original urbanismo púnico y, lo que es más importante, constancia de su importancia. Ello, sumado a la fortuna de circunstancias históricas, como el hecho de que los imponentes rellenos empleados en la construcción de la muralla augustea enterraran y, por tanto, conservaran la muralla púnica, han hecho que en la zona oeste de la urbe haya sido posible documentar un alzado de hasta 3,20 m de su muralla, mientras en la zona sur apenas nos hallábamos en niveles de cimentación. Es, pues, mucho el potencial que guarda Carteia en lo referido a su periodo púnico. En lo que concierne a sus defensas, la Fase II de este proyecto de investigación ha confirmado la envergadura ya intuida y vista en parte durante el primer sexenio de excavaciones, en cuanto a la existencia de un complejo sistema defensivo con, al menos, dos fases. Las nuevas actuaciones arqueológicas han permitido plantear la posibilidad de que, desde luego en la parte oeste de la urbe las casamatas se construyeron ya a mediados del s. iv a.C. Ello no viene sino a evidenciar el alto grado de desarrollo urbano del asentamiento desde el mismo momento de su fundación por gentes venidas del Cerro del Prado y a las que pudo sumarse la iniciativa y participación de poleis de mayor importancia como Gadir o Cartago, en el contexto, recordemos, del segundo tratado romano-cartaginés del 348 a.C. (López Pardo y Suárez Padilla, 2002; Roldán et al., 2006, 536; Álvarez Martí-Aguilar, 2014). A su vez, constituye un argumento más, en sí mismo, para reforzar la idea de un traslado voluntario del antiguo asentamiento a este nuevo y no forzado por el empantanamiento de la antigua bahía. Entre las principales novedades de las últimas actuaciones hemos de señalar, asimismo, el haber documentado niveles previos incluso a la muralla del iv a.C. y, con ello, la existencia de una fase ocupacional previa a la fundación de Carteia la Nueva. Ejemplifica, además, la idea de la existencia de un núcleo administrativo, político y religioso central y una notable población repartida por diversos puntos de todo el arco de la bahía desde fechas muy

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antiguas; al igual que la nueva fundación no supondría un abandono tajante de toda su población, sino el traslado de su centro político. En el s. iii a.C. queda confirmado, nuevamente, cómo la urbe púnica de Carteia experimentó una monumentalización en época bárquida consistente, en cuanto a su sistema defensivo, en la reconstrucción de una muralla de casamatas en el lado oeste de la urbe y en una transformación de la sur, donde hasta ese momento no las había, que reutilizó la estructura existente del siglo anterior. La hipótesis inicial de que solo habría tenido casamatas la zona suroeste, por ser la puerta y la zona más expuesta, queda ya superada a tenor de los nuevos descubrimientos, a la vez que permite plantear una extensión del citado sistema de casamatas para la totalidad del recinto púnico cercano, como mínimo, a los 450 m de perímetro. Ello, si se traslada a cuestiones propias de la arqueología de la producción, pone de relieve el poder económico y de control territorial que la reforma urbana de Carteia, llevada a cabo en época de Aníbal, obliga a pensar. El panorama de la arquitectura defensiva púnica en el sur peninsular empieza a ser mejor conocido a través de sucesivos trabajos acometidos desde hace menos de dos décadas y que tienen sus mejores ejemplos en la propia Carteia, Doña Blanca, Carmona y Cartagena (Bendala y Blánquez, 2003; Prados y Blánquez, 2007; Blánquez, 2013), en el sureste (Olcina et al., 2011; Ramallo y Ruiz, 2009; Noguera, 2013), como también dentro del propio entorno del Estrecho; valgan como ejemplos, en este sentido, las estructuras aparecidas en Cártama, en el entorno de la bahía malagueña y una ciudad que comparte raíz fenicia con Carteia (Melero, 2007) y el Cerro Colorado, en Benahavís, donde además del importante «tesorillo» de moneda púnica de la II Guerra Púnica se han excavado estructuras defensivas que sus investigadores comparan con las de Carteia (Bravo y Soto, 2007). No en balde, Carteia habría sido una de las ciudades potenciadas por la política territorial de corte estatal de los Barca (Bendala, 2013) y es indudable que, con motivo de la Segunda Guerra Púnica, la ciudad se convirtió en un puerto estratégico a escala del Mediterráneo occidental y debió ser escenario de batallas navales de primera importancia en la contienda; como la conocida entre Lelio y Adérbal (Tito Livio, XXVIII, 30, 6). Futuros trabajos arqueológicos, seguro, seguirán enriqueciendo el conocimiento de la ciudad púnica de Carteia.

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