La no violencia en Gandhi

La no violencia en Gandhi Dr. Melvin Javier Paredes Gandhi “fue un testigo de la idea sacral”. Él mismo se definía así: “Yo no soy un visionario. Pretendo ser un idealista práctico”. El poeta Rabindranath Tagore le llamó “Mahatma”, es decir, el portador de un “alma grande”, título dado tradicionalmente a los ascetas respetados del hinduismo. Fue en África del Sur donde Gandhi se planteó el convertir el concepto de la no violencia (“Ahimsa”) de tradición hindú, junto con el sacrificio personal, en arma de acción política para obtener la victoria. También adoptó el concepto “Satyagraha” con el que se refería a la técnica de la resistencia no violenta. La palabra procede del sánscrito y significa literalmente “insistencia en la verdad”. Se trata de una convocación a la sensibilidad de los hombres y las mujeres para con la verdad (“Satya”) y la justicia, virtudes a hacer valer en la sana convivencia y el buen vivir. Gandhi, jugando un poco con las palabras, escribió: “La verdad es que descubrí la no violencia buscando la verdad […]; no hay deber (“Dharma”) más elevado que la verdad”. Al final, según aquel iluminado, se llegaría al “Sarvodaya”, es decir, el bienestar y el servicio a todos, idea potente que deberíamos acoger con la mente y el corazón. La idea de “no violencia” es central en el pensamiento y en la práctica pacifista de Gandhi: “La Ahimsa significa un máximo de amor, una caridad perfecta”, para decirlo en términos cristianos. “Si soy no violento, tengo que amar a mi enemigo. La Ahimsa exige la intrepidez y el respeto a la verdad”. “En efecto, no se puede temer y asustar al que se ama. De todos los dones que se nos han hecho, el de la vida es, sin duda, el más precioso. El que hace el sacrificio de ese don, desarma toda hostilidad. Abre el camino a la comprensión mutua de los adversarios, y a un arreglo honroso del conflicto”. Son evidentemente conceptos imprescindibles para una educación y filosofía para la paz. Para otro autor: “El hombre no-violento no anuncia que algo nuevo vaya a suceder en el futuro; anuncia, por el contrario, que algo nuevo está ya sucediendo ahora. O, mejor aún, que él hace que suceda” (Berrigan, E., 1979: Conciencia, ley y desobediencia civil, Salamanca, Ediciones Sígueme, pág. 178).

Su intelecto se enriqueció con lecturas de las Upanishads –libros sagrados hinduistas-, el Corán, la Biblia. Memorizó el Bhagavad Gita. Sus autores predilectos eran Ruskin, Tolstoi y Thoureau. En las Upanishads se dice que el hombre/la mujer están conectados con la divinidad, con la cual es posible identificarse “a través del hilo que une este mundo con el otro mundo y con todas las cosas”.