La necesidad de una Morfosintaxis textual en la pensa universitaria
Por Dr. Gerardo Roa Coordinador Cátedra de Lingüística Escuela de Letras
[email protected] Octubre 2015 El punto crítico más notorio de los resultados de esta investigación ha sido el propósito compartido por los profesores de demostrar inmanentemente la cientificidad de la materia y de lograr que sus estudiantes aprendan los conceptos morfosintácticos suficientes y necesarios para realizar análisis de oraciones en abstracto, soslayando el desarrollo de competencias lingüísticas, intelectuales y de otras dimensiones. Aunque desde el punto de vista estructural la morfosintaxis es una disciplina lingüística que, junto a la fonetología y la léxico-semántica, conforma el estudio de la lengua, hay que reconocer que el estudio de este aspecto teniéndolo como un fin inmanente, no garantiza el desarrollo y aprehensión por los estudiantes del conocimiento.
Según el psicolingüista español Emilio García (2010), en el presente siglo el sujeto, en la vida real, emplea el conocimiento como instrumento para lograr otros fines relacionados con sus necesidades profesionales y cotidianas. Atendiendo a esta idea, el conocimiento morfosintáctico debería proporcionar a los estudiantes las herramientas necesarias para que sean mejores pensadores, mejores comunicadores, mejores escritores, mejores lectores, mejores estudiantes y, en definitiva, mejores profesionales y ciudadanos. Esto implicaría la superación del carácter inmanente de la ciencia por uno que sea transdisciplinar. Por ello, hoy es necesario que los estudiantes desarrollen la competencia morfosintáctica, definida como “el conjunto de conocimientos, aptitudes, actitudes y hábitos que permiten a los hablantes reconocer las unidades morfosintácticas entramadas en los discursos que leen para su simultáneo y adecuado uso en los discursos que escriben”.
Como se observa, esta macro competencia implica tres subcompetencias: una orientada al conocimiento que resulta del estudio de los textos, tanto en cuanto a sus estructuras profundas como superficiales (metamorfosintáctica); otra referida a la producción discursiva o escritura de textos aplicando los saberes gramaticales contenidos en cada texto estudiado (operacional-consciente); y otra referida a la capacidad de leer y escribir como praxis habitual de quien escribe con sentido (operacional-tácita). De estas subcompetencias, la metamorfosintáctica es la privilegiada por los docentes, por lo que su contribución al desarrollo comunicativo, lingüístico, intelectual y sociocultural es muy limitada. La propuesta es que la morfosintaxis que se enseñe en la universidad sea la del texto (operacional-consciente y operacional-táctica) y no la de la oración inventada en abstracto1, debido a las siguientes razones:
Conocerán diversidad de formas en que se expresa el conocimiento, logrando enriquecer su capacidad para entender diversos textos, según los estilos y gramática en que son expresados.
Permite que los estudiantes y profesores puedan extrapolar los principios morfosintácticos estudiados en los textos a los textos que necesitan escribir en las demás asignaturas de sus respectivas carreras, así como en otras dimensiones de la vida, como bien se demostró en el marco teórico de esta investigación.
En el momento en que se les solicite leer y redactar textos, en la vida real, no se sentirán extraños a estas actividades, puesto que la universidad que lo está titulando se ha encargado de crearles condiciones favorables para que hagan de la lectura y escritura de textos morfosintácticamente adecuados a su modus operandi.
1
Como igualmente demuestran los resultados, el 100% de los profesores inventa las oraciones como una justificación para el análisis morfosintáctico, en vez de estudiar todas las estructuras del texto en asociación con las funciones que cada una de ellas realiza para contribuir al desarrollo temático del discurso.
