La nación como construcción política y discurso: un acercamiento desde los casos de Kosovo, Abjasia y Osetia del Sur

June 19, 2017 | Autor: J. Chumpitazi Ram... | Categoría: Kosovo, Nacionalismo, Discurso, Osetia del Sur, CONSTRUCCION POLITICA, Abjasia
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Descripción

HUMANITAS

Revista del Departamento de Humanidades año 1, número 1, diciembre de 2012

Universidad Tecnológica del Perú Filial Arequipa

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HUMANITAS REVISTA DEL DEPARTAMENTO DE HUMANIDADES

UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DEL PERÚ FILIAL AREQUIPA Volumen 1, Número 1, Diciembre 2012 ISSN: 2306-7543 AREQUIPA PERU

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Dr. Jaime Mujica Calderón Rector Mg. Sixto Gómez Salcedo Vicerrector académico Lic. Omar Medina Salinas Director académico Mg. Judith López Gómez Jefa de Departamento de Humanidades Dirección editorial Mg. Aleixandre Duche Concejo editorial Mg. José Mario Azalde León Lic. Anthony Medina Rivas Plata Lic. Fernando Jáuregui Monrroy Lic. Franz Rivera Manzilla Lic. Karen Quicaña Rivera Lic. Ysidro Velazco Ccayahuilca Edición Mg. Judith López Gómez Mg. Aleixandre Duche Corrección de estilo Juan Manuel Sánchez Diseño, diagramación e infografía Eduardo Carba Romaña Difusión Martín Sánchez Martínez Edición electrónica Lic. Carlos Calla Huayapa Ventas, publicidad y circulación La Merced 209 - 215, Arequipa, Perú (54) 286843, 204528 E - mail: [email protected] http://www.utpaqp.edu.pe/main/

Se autoriza la reproducción del contenido siempre y cuando se cite la fuente. No se permiten obras derivadas. Las opiniones vertidas en los artículos son responsabilidad de sus autores. Todos los trabajos son sometidos a arbitraje. HUMANITAS es una revista semestral de investigación en ciencias sociales y humanas editada por el Departamento de Humanidades de la Universidad Tecnológica del Perú - Filial Arequipa / Depósito Legal No. 2013-00471 / ISSN: 2306-7543: Editor responsable: Aleixandre B. Duche / Oficina en CA. La Merced 209 - 215, Arequipa, Arequipa, Perú / http://www. utpaqp.edu.pe/main / HUMANITAS año 1, vol. 1, núm. 1 se terminó de editar en versión electrónica en diciembre de 2012. Comentarios y colaboraciones [email protected] http://www.utpaqp.edu.pe/rdh

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Revista del Departamento de Humanidades de la Universidad Tecnológica del Perú - Filial Arequipa

CONTENIDO PRESENTACIÓN

ESTUDIOS Y TEMAS

Identidades y Culturas Jorge Zegarra López Los (nuevos) hijos de Arequipa, p. 09 Charo Tito Mamani Dos mundos, dos encuentros: representaciones de identidad local en la fiesta de la Virgen de la Candelaria en Puno, p. 15 Daniel Castillo Torres Bioética y derechos: el Perú frente a los nuevos problemas culturales producto de los avances científicos extranjeros en el campo de la biología y medicina, p. 23

Estudios Literarios y Filosóficos Carlos Arturo Caballero Candela quema luceros: la comunidad cercada, p. 33 José Salinas Valdivia Etnicidad, texto y nación en el Altiplano: el registro como mecanismo de lucha social en ‘Wancho Lima’ de José Luis Ayala, p. 43 Aleixandre Duche La noción rawlsiana de la racionalidad deliberativa, p. 51

Sociedad, Política y Educación David Blaz Sialer Educación y clases medias emergentes en Lima metropolitana. Apuntes teóricos y metodológicos, p. 59

4 Anthony Medina El poder absoluto: Barack Obama y el dilema de Kira, p. 66 Julio Eduardo Chumpitazi Ramírez La nación como construcción política y discurso: un acercamiento desde los casos de Kosovo, Abjasia y Osetia del Sur, p. 71 RESEÑAS A. Duche, D. Blaz, J. Salinas y R. Scott (editores) Los otros rostros del mundo: antropología visual, cine y documental etnográfico, p. 83 COLABORADORES

71 LA NACIÓN COMO CONSTRUCCIÓN POLÍTICA Y DISCURSO Un acercamiento desde los casos de Kosovo, Abjasia y Osetia del Sur Julio Eduardo Chumpitazi Ramírez Circulo de Estudios Interdisciplinarios – CEI Intentamos un asedio a la nación, al Estado-Nación, invención del hombre sedentario que asigna un territorio y a los seres que lo pueblan, a una ficción. Ficción que posee un doble rostro, por un lado máquina de memoria y por el otro, máquina de olvido. (Rodríguez 2006: 152)

Resumen: El presente trabajo aborda la creación del nuevo estado de Kosovo y el reconocimiento de las independencias de Abjasia y de Osetia del Sur, acontecidas durante el año 2008 en las conflictivas áreas de Los Balcanes y el Cáucaso respectivamente. Nuestra intención es poner a prueba una definición operativa del concepto de nación tejida alrededor de tres herramientas teóricas, que a mediano plazo permita ensayar una interpretación de la crisis de los estados nacionales. La primera herramienta define la nación como una construcción política y la segunda, como un discurso. La tercera, define se ocupa del estado-nación como a una estructura-acontecimiento. Para ello se analizan notas periodísticas, declaraciones de las autoridades de los estados involucrados y opiniones de expertos, asociando los datos con las tres entradas propuestas. Palabras clave: nación/construcción política/discurso/estructura-acontecimiento/crisis del estado-nación/Kosovo/Abjasia/Osetia del Sur

Introducción Actualmente vivimos un proceso de alcance global, cuyos efectos económicos, sociales, políticos y culturales prometen –a la larga– reconfigurar el mundo tal y como lo conocemos: la crisis del estado-nación. De acuerdo con Fernando Fuenzalida (2009: 447 – 453) este proceso implica, en primer lugar, la transferencia del poder y la hegemonía de los Estados nacionales (soberanía, territorialidad, autodeterminación, normalización, disciplinamiento, castigo, etc.) en beneficio de entidades político-económicas internacionales o multinacionales regidas por principios como la liberación de los mercados, la estandarización de los modelos gubernamentales, las industrias culturales y el consumo (ONU, FMI, bloques regionales, Cadenas Televisivas, Laboratorios, etc.), en el marco general de la globalización. En segundo lugar, implica toda una corriente planetaria de sobrereproducción del modelo estado-nacional: miremos por donde miremos, la efervescencia de los reclamos identitarios nos enfrenta con la existencia de poblaciones que exigen la vindicación de una soberanía estatal propia. El año 2008 fue especialmente significativo a este respecto: pudimos ser testigos de una serie de acontecimientos protagonizados por movimientos de carácter nacionalista, étnico o regionalista. Uno ocurrió el 17 de febrero de 2008 en la región de Los Balcanes, cuando el Gobierno Provisional de Kosovo declaró unilateralmente su independencia de Serbia, con el apoyo y reconocimiento de los Estados Unidos de Norteamérica y algunos países de la Unión Europea, frente a la oposición de Serbia, Rusia y España, entre otros. El otro, ocurrió el 28 de agosto de 2008 en la región del Cáucaso, cuando La Federación Rusa hace público su apoyo y reconocimiento a las declaraciones de independencia de las regiones de

72 Abjasia y Osetia del Sur ubicadas en territorio de Georgia, frente a la oposición de dicho país, la Unión Europea y los Estados Unidos de Norteamérica. La importancia geopolítica de ambas regiones, la larga data de los conflictos desarrollados en su seno, su similitud en el contexto político y los argumentos de defensa utilizados en ambos casos frente a los disimiles resultados obtenidos, plantea la necesidad de analizar los factores que la producen dicha divergencia utilizando herramientas teóricas especiales. Por esta razón, el objetivo del presente artículo es precisamente ensayar la definición de tres herramientas conceptuales en función una operación de realimentación (negativa) entre de la teoría precedente y el análisis de estos dos caso particulares. Esta operación es válida y necesaria en tanto nos permite una entrada distinta (espero que más fructífera) al fenómeno denominado nación. Como lo señala el epígrafe, se trata de un intento de “asedio” al tema. La hipótesis que pondré a prueba es que la nación constituye una construcción política cuyo fin es institucionalizarse mediante la conformación de un Estado soberano propio, constituyéndose en su fundamento “trascendente”; al mismo tiempo que se constituye en un discurso que alude a múltiples procesos de agregación social conjugados a partir de determinados aspectos histórico-culturales comunes y fundamentados en un Ethos ficcional que sobrepasa las distinciones internas y delimita las fronteras con los otros. La estructura-acontecimiento que resulta de este cruce más o menos aleatorio de variables históricas, sociales y culturales, la llamamos Estado Nacional o Estado-Nación. La investigación que sirve de base al presente artículo fue desarrollada entre los meses de febrero y octubre de 2008. Metodológicamente, se propuso dicho trabajo como una etnografía de la palabra, una suerte de antropología del discurso, ya que este no solo fue su principal insumo sino, sobre todo, su sujeto de estudio. Para ello se recopilaron las declaraciones más resaltantes vertidas por los principales representantes políticos de los países en pugna, a través de fuentes periodísticas confiables que permitieron realizar un seguimiento “a distancia” de ambos casos. Luego de ordenar la información cronológicamente y tabularla, la aplicación del método comparativo permitió analizar los datos conseguidos en función del objetivo señalado. En función de lo dicho, se ha considerado conveniente dividir el artículo en ocho acápites, que permitirán desarrollar la propuesta de modo más efectivo y didáctico. A modo de estado de la cuestión, el primer acápite ponemos en contrapunto “Algunas definiciones de nación”, partiendo de las más convencionales (RAE: 2001), abordando las propuestas de reconocidos investigadores en el tema (Hobsbawm, Anderson, Chatterjee, Hard y Negri) y apoyándose en una más enciclopédica (Diccionario de Antropología editado por Thomas Barfield). El segundo acápite presentan ambos casos (Kosovo vs. Abjasia y Osetia del Sur), recurriendo a una parte altamente representativa del material recopilado en la investigación del 2008. El tercer acápite presenta un análisis comparativo “Tras los dimes y diretes” presentados en el acápite precedente. Tras el análisis de los datos, en nuestro cuarto acápite procederemos a establecer algunos principios epistemológicos básicos que utilizaremos “Para (re)definir el concepto de nación” a partir de tres distinciones analíticas básicas: nación como construcción política, nación como discurso y estadonación como estructura-acontecimiento. En los acápites quinto, sexto y séptimo, una doble operación comparativa permitirá precisar y desarrollar estas tres herramientas teóricas. Finalmente, estableceremos algunas conclusiones que sirvan para ensayar –a mediano plazo– una interpretación de la crisis de los estados nacionales.

Algunas definiciones de nación La palabra nación entró en las lenguas románicas aproximadamente en el siglo XV, a partir del término en latín natio, formando parte de la familia etimológica nacer (RAE: 2001). Originalmente se definía como la relación entre la persona y su lugar de nacimiento, fue con el transcurso de los siglos que su significado fue variando hacia la noción que conocemos ahora (Hobsbawm 1991).

73 Podemos encontrar huellas de este proceso dentro de las definiciones contemporáneas de diversas lenguas occidentales en el mundo. Por ejemplo, cuatro de las cinco definiciones que establece el Diccionario de la Real Academia Española (2001), nos ayudan visualizarlo con claridad. Estas son: la Nación como el “conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno.”, como su territorio, como el “conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común.”; y como la acción y efecto de nacer en un lugar. Se evidencia que esta última guarda relación con aquella definición etimológica del siglo XV. Por su parte, la penúltima se refiere a la comunidad de historia, cultura y lengua entre los miembros de esa nación, que constituye su soporte simbólico. La primera definición hace referencia al vínculo entre el pueblo (componente físico de la nación) y el Estado que los representa; mientras que la segunda, al vínculo entre los componentes anteriores y un territorio que se constituye en el soporte material sobre el que inscriben sus actos. En su conocida obra Imperio, Michael Hardt y Antonio Negri (2002) precisan que el desarrollo del concepto de nación en Europa, se construye a partir de las bases del sistema patrimonial y absolutista (Ancient Regime); cuya transformación “consistió en un proceso gradual que reemplazó el fundamento teológico del patrimonio territorial por un nuevo fundamento igualmente trascendente”, el de la Nación; cuya trascendencia esta encarnada en el territorio y la población que la componen. “El concepto moderno de nación heredaba así el cuerpo patrimonial del estado monárquico y le inventaba una nueva forma”. Se establece, entonces, una definición vinculada a las nociones de libertad, soberanía, cultura e historia comunes, en un sentido de relación necesaria. Por su parte, Erick Hobsbawm (1991) considera que los vínculos entre el Estado, el imaginario nacional y la realidad social que dicha definición supone, se cuajan con la Revolución Francesa, un proceso que marca el inicio a la “modernidad” y el resultante establecimiento del capitalismo como sistema mundial. Esta suerte de “destilación espontánea de un «cruce» complejo de fuerzas históricas discretas” (Anderson 1997), produjo: La ecuación nación = Estado = Pueblo, especialmente pueblo soberano, vinculando efectivamente la nación a un territorio, por lo que la estructura y la definición de los Estados se volvían esencialmente territoriales. Implicaba también una multiplicidad de Estados-nación formados de esta manera, lo que a su vez constituía una consecuencia de la autodeterminación popular (Hobsbawm 1991: 32) (traducción personal de la edición portuguesa)

Esta ecuación resultó esencial para el proceso revolucionario francés al permitir la reproducción de ciertos patrones de convergencia como la lengua nacional, cultura nacional, territorio compartido y nacionalidad, que hicieron posible pensar la nación de manera homogénea. En lo sucesivo, estos patrones fueron agresivamente difundidos por el nuevo Estado a través de los medios de normalización a su alcance: sistema educativo, sistema punitivo y medios de comunicación. (Ídem) Para Benedic Anderson (1997) estas transformaciones son el resultado de la amplia difusión del “capitalismo de la imprenta” que produjo una forma completamente nueva de simultaneidad: el tiempo homogéneo y vacío de la modernidad, desprovisto de significados y significaciones sociales. La lectura de ficciones literarias (sobre todo novelas) y el flujo continuo de información periodística se constituyeron en “formas de socialización de gran alcance”, una experiencia individual y colectiva a la vez, que trasciende las diferencias y hace posible imaginarnos como miembros de una misma comunidad. La nación podrá definirse, entonces, como “una comunidad imaginada como inherentemente limitada y soberana” (Anderson 1997). Recomienda que lo más conveniente es investigar el nacionalismo no como una ideología, sino como una categoría similar a la de edad, lengua, etc.: una serie abierta (Bound series), cuya bondad relativa permitiría conciliar la heterogeneidad real del mundo con la ética universal ilustrada de la ciudadanía nacional (Anderson 1997, Chatterjje 2007). Con esto, el autor intenta demostrar que: La nacionalidad, o la “calidad de nación” –como podríamos preferir decirlo, en vista de las variadas significaciones de la primera palabra–, al igual que el nacionalismo, son artefactos culturales de

74 una clase particular […] que, una vez creados, se volvieron “modulares”, capaces de ser trasplantados, con grados variables de autoconciencia, a una diversidad correspondientemente amplia de constelaciones políticas e ideológicas. (Anderson 1997)

Paradójicamente –y contra los deseos del propio Anderson– el énfasis que coloca en los elemento que configuran dicha modularidad, tiende a oscurecer el carácter histórico propio de la construcción social llamada nación en realidades cuyo desarrollo diverge del propuesto, incluso dentro de la propia Europa. Un lugar común en esta clase de oscurecimiento es la tendencia a tipificar la realidad social de determinados países como si se tratara de una realidad uniforme, cayendo con ello en el mismo saco roto que propone el nacionalismo. Por ejemplo, se desarrolla la idea de que existe una Francia única y culturalmente integrada; pero en la Francia contemporánea, las experiencias de vida de los inmigrantes provenientes sus antiguas colonias, los conflictos generados por las condiciones de exclusión en que viven ellos y sus hijos, y el resurgimientos de distintas identidades regionales ponen en serio cuestionamiento el viejo paradigma de su homogeneidad. Así como en el ejemplo, en todas partes del globo se hacen visibles diversas formas de sentirse o no parte de una nación. Esto constituye una reformulación de las relaciones entre el Estado, la sociedad hegemónica, las sociedades subalternas y sus respectivos componentes individuales. Por esta razón, Charles Keyes define la nación como “una comunidad imaginada que con frecuencia despierta una intensa lealtad. Pero [que] también es problemática siempre, tanto porque es una creación artificial como porque el estado en el que uno vive puede no ser la nación con la que se identifica”. (Barfield 2000: 374) Al igual que Anderson, Keyes considera que los programas nacionalistas construyen imágenes de la nación que buscan “trasplantar” en “la mayoría de los ciudadanos de un estado”, mediante la invención de tradiciones y el control de las tecnologías de poder. Sin embargo, Keyes difiere de Anderson al observar que el proceso de construcción de las naciones no está exento de conflictos y que, por el contrario, este parece ser parte esencial de constitución. Por esto, señala que al lograr su objetivo, esas imágenes elaboradas desde arriba se naturalizan o primordializan; a pesar de lo cual “son impugnadas por doquier” por imágenes de la nación elaboradas desde abajo. (Ibídem) Partha Chatterjee profundiza aún más en el aspecto contra hegemónico de las imágenes de nación generadas desde abajo, afirmando que el tiempo homogéneo y vacío del que habla Anderson es utópico, irrealizado e irrealizable, porque el espacio en el “mundo real” es una heterotopía1 y el tiempo es “densamente heterogéneo”. Para el autor, esa heterogeneidad de tiempos no son meras supervivencias de un pasado pre-moderno, son los nuevos productos de la modernidad. (Chatterjee 2007: 62-63) Para el autor, las sociedades postcoloniales han imaginado su nación incluso antes de lograr su independencia, y de una manera sustancialmente distinta a la forma modular establecida por Anderson. La diferencia es el plano temporal en que sitúa la propia acción de imaginar: “El nacionalismo anti colonial forja su propio espacio de soberanía […] dividendo el mundo de las instituciones y las prácticas sociales en dos campos: el material y el espiritual”. El primero dominio de la ciencia, la economía y la política en que “Occidente” ha triunfado. La segunda, el plano de la espiritualidad, la identidad cultural que permite la imaginación, es en este plano en donde se imagina la nación. (Ídem: 55, 88, 191) Coincido con Chatterjee en su crítica a Anderson por atribuir importancia excesiva al papel modular del nacionalismo europeo, y que esto tiende a olvidar la capacidad de respuesta y de redefinición de las situaciones que tiene los actores sociales. Sin embargo, se debe reconocer que ese factor modular existe; pues, aunque diferente en su alcance concreMichel Foucault definió heteropía como un espacio heterogéneo de lugares y relaciones característico del mundo contemporáneo: "el espacio en el que vivimos (...) es un espacio heterogéneo. En otras palabras, no vivimos en una especie de vacío, dentro del cual localizamos individuos y cosas. (...) vivimos dentro de una red de relaciones que delinean lugares que son irreducibles unos a otros y absolutamente imposibles de superponer" (Foucault 1986: 22-27). Chatterjee adopta el concepto con una leve reformulación, extendiendo su sentido hasta la realidad social mismas (entendida como espacios e imaginarios). 1

75 to, el paradigma de la modernidad ha exigido y aun exige a los estados y sociedades que se piensen en parámetros nacionales. Por otra parte, debo manifestar mi acuerdo con su afirmación sobre la heterogeneidad del tiempo en la “naciones” son imaginadas. Sin embargo, también es menester señalar que Chatterjee toma el concepto como una realidad predeterminada, sin criticar o dudar de su propia condición ontológica. No se pregunta qué ocurre en los lugares en que la nación no ha sido ni material ni imaginariamente posible de construir, como en algunos países africanos o en las regiones en que se sitúa nuestros análisis. Argumentar que en estos casos se conjugan distintas imágenes-nación que compiten por un mismo espacio y estado, sería regresar sobre los argumentos metafisistas que esencializan la nación. Por eso, me tomaré el atrevimiento de adelantar un tópico esencial del presente análisis, en el que coincido con Anderson: el carácter artificial de la nación, cuya lógica trataré de comprender al enfocarla como una construcción política.

Kosovo vs. Abjasia y Osetia del Sur Aunque los precedentes son varios, hemos escogido analizar el periodo comprendido entre febrero y octubre del 2008, pues presenta un cruce de ambos conflictos en el plano de las relaciones internacionales. El caso de Kosovo inicia el 17 de febrero de 2008, cuando su parlamento declara “la escisión de la entonces provincia de Serbia, dando lugar a la creación de un nuevo Estado independiente bajo la supervisión de los Estados Unidos y la Unión Europea”, acto que según las normas internacionales constituye una declaración unilateral. (Wikipedia 2008) Este acto ocasiono una hondonada de críticas y respaldos de todo calibre. Algunos de los más importantes fueron los siguientes:  



El parlamento serbio declara la nulidad de la proclama del parlamento Kosovar (declaración ante el Parlamento del primer ministro serbio, Vojislav Kostunica, EFE desde Belgrado, en La Vanguardia 2008). El Gobierno español manifiesta su negativa de reconocer la independencia de Kosovo, y aclara que no existe ninguna similitud entre los acontecimientos de los Balcanes y los separatismos en España (ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, en Soitu.es, 2008 y Adnmundo.com, 2008). El Gobierno ruso denuncia que el apoyo de EE.UU. Y la UE obedece a segundas intenciones de carácter estratégico militar que demuestra una vez más “la grave contradicción de sus políticas internacionales” (declaraciones del presidente ruso Vladimir Putin, Libertad Digital 2008).

Por otra parte, el periplo en Abjasia y Osetia del Sur inicia el 7 de agosto de 2008, con el lanzamiento de un operativo militar georgiano que culmina con el bombardeo a Osetia del Sur el 8 de agosto. El gobierno ruso considera que esta acción constituye una violación del alto al fuego entre georgianos y rusos, negociado por la presidencia francesa, y lanza un contraataque en apoyo de Osetia del Sur y Abjasia. En los días siguientes, la UE y los EE.UU. Condenan las acciones tanto de Georgia como de Rusia. Esta última contesta advirtiendo sobre la fragilidad del sistema internacional- y la falta de confianza mutua entre los Estados. Proponen re-elaborar las reglas de convivencia y establecer nuevos parámetros de acción intergubernamental (Prensa Latina 2008). La OTAN en pleno condena las acciones de Rusia y sienta posición en favor de Georgia. El 20 de agosto, el gobierno ruso responde a todas las acusaciones en su contra vertidas hasta el momento, recordando que las propuestas de Moscú para evitar el uso de la fuerza tras la proclamación de soberanía de Kosovo, fueron ignoradas tanto por la OTAN como por la ONU (presidente ruso Dimitri Medvedev en Diario Granma 2008).

76 Algunas semanas pasan entre dimes y diretes, hasta que el 26 de agosto, el Presidente ruso Dimitri Medvédev reconoce internacionalmente la independencia de Osetia del Sur y Abjasia, realizando además un llamado a otras naciones para que reconozcan la independencia de estas regiones. La tensión entre Rusia y la UE, agravada ya por lo independencia de Kosovo, subió de tono tras este reconocimiento. (Wikipedia 2008) En este caso las respuestas tampoco se hicieron esperar, es así que al día siguiente, el 27 de agosto de 2008, se pudieron recoger multiples declaraciones: 





El Gobierno de EE.UU., oponiéndose a este reconocimiento y denunciando la injerencia rusa como una violación a la legalidad internacional: acto “deplorable” que "coloca a Rusia en contradicción con su posición como miembro del consejo de seguridad de la ONU (Condoleza Rice, secretaria de estado); un decisión inconsistente “con numerosas resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas por las que Rusia votó a favor en el pasado, y es también inconsistente con el acuerdo de cese del fuego de seis puntos con mediación francesa que el presidente (Dmitry) Medvédev firmó" (G.W. Bush, Presidente de EE.UU). (El Mundo 2008) La UE condena la violación a la integridad territorial de Georgia y le brinda todo su respaldo: el gobierno francés condeno el acto pues “contraria a los principios de independencia, soberanía e integridad territorial de Georgia" (portavoz del ministerio de Exteriores francés, Eric Chevallier; Diario Granma 2008). El Reino Unido, a través de Ministerio de Asuntos Exteriores, rechazó "categóricamente" la decisión Rusa de reconocer la declaración, puntualizando que el Gobierno británico "reafirma la soberanía y la integridad territorial de Georgia". (El Mundo 2008) Y el gobierno español reafirma la posición asumida con Kosovo, y se opone a este reconocimiento aduciendo argumentos similares (Miguel Ángel Moratinos, ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación). (El Mundo 2008)

Trascurre algún tiempo con el caso del Cáucaso ocupando los titulares, hasta que el 30 de septiembre de 2008 una declaración del presidente serbio Boris Tadic trae nuevamente a la palestra el problema en Kosovo. En esa declaración el gobierno serbio vuelve a la carga y se muestra renuente a aceptar la independencia de Kosovo, pero manifiesta su total disposición para encontrar alternativas al problema: una "nueva solución" para Kosovo, que declaró en forma unilateral su independencia, en el marco de una "autonomía sustancial" o incluso de una "partición". (Ansa 2008) La propuesta de Tadic es rechazada Kosovo y EE.UU:  

"La división no es una solución para kosovo ni ahora ni en el futuro. Estados Unidos apoya la integridad territorial de Kosovo" (Robert Gates, secretario de defensa EE.UU., AFP 2008) Es “decisión de Pristina de defender su "integridad territorial […] Kosovo es "intocable y está reconocida en el plano internacional". (Hashim Thaci, primer ministro kosovar en Ansa 2008)

Tras los dimes y diretes El material recopilado presenta un juego complejo en que soberanía, libre determinación, integridad territorial y legalidad internacional se colocan en posiciones contradictorias. Los tres primeros son términos clásicos en la formación de las naciones y el último constituye un principio de interacción recíproca entre los representantes “legales” (es decir los gobiernos) de esas naciones. (Remiro n.d.)

77 Kosovo, Abjasia y Osetia del Sur, justifican sus pretensiones en la libre determinación; mientras que Serbia y Georgia, apelan directamente a la Soberanía que les otorga su status de Estado-nación. Ambos lados consideran su posición justa porque ambos principios han sido tradicionalmente presentados como inalienables e inseparables de su propia condición de “naciones autónomas”. En líneas generales estos términos aluden a lo que entendemos como libertad. Lo paradójico es que este cruce de libertades termina suprimiendo una por el derecho de la otra, es decir se niega a sí misma. Por ejemplo la libre determinación de unos busca anular la soberanía de otros, y viceversa. Dentro del aspecto de la legalidad internacional, la intervención de terceros niega uno de estos puntos en favor del otro. Por ejemplo el apoyo de EE.UU. a la libre determinación de Kosovo menoscaba la soberanía de Serbia, lo mismo que sucede con Rusia respecto a Georgia. Por otra parte España ha tomado una posición más apegada a la legalidad internacional, sin embargo una mirada a su situación política interna (que en tanto estadonación se ve cuestionada seriamente por catalanes, vascos, sevillanos y andaluces) revela un posible elemento estratégico en dicha decisión. En cada caso particular, las partes alegan cuestiones que pueden enmarcarse dentro de la legalidad internacional. La variabilidad en la posición que asumen los distintos actores parece influida por el nivel de acceso diferencia que tiene cada uno al “manejo” de los parámetros de la legalidad internacional en que se basan. Por ejemplo, la influencia efectiva en los organismos internacionales que mantiene la UE y EE.UU. difiere respecto a la que Rusia maneja. Incluso, podría afirmarse que el tipo de relación también difiere.

Para (re)definir el concepto de nación Hemos visto en los casos de estudio presentados y analizados en los dos acápites precedentes, la existencia de cierto sentido común que concibe el artefacto llamado nación como una entidad básica y natural. Este mismo sentido común aparece entre quienes parecen conscientes del propio hecho, por ejemplo los investigadores cuyas definiciones revisamos con antelación. Esta interesante paradoja exige preguntarnos ¿Es posible construir una definición operativa de nación que trascienda la reproducción de dicho sentido común y nos permita realizar una entra más eficiente al fenómeno? La respuesta por la que apuesta el presente trabajo es que sí, siempre y cuando se tomen en cuenta sus características propias. El epígrafe de nuestro artículo señala dos características del artefacto nación que nos servirán de base para elaborar esta definición. La primera es el carácter ficcional de todo aquello que ha sido relacionado de facto con la “nación”, como si se tratara de atributos ontológicos. La segunda es que dicha ficción tiene dos caras que interactúan al mismo tiempo: 1) Una increíble capacidad de recordar acontecimientos, personajes, etc.; y b) Una igualmente increíble facilidad para olvidarlos. Se trata de una “particularidad que la hace equiparable al concepto del esquizoanálisis double blind usado para indicar una situación de doble vínculo afectivo contradictorio que coloca al sujeto en una situación sin salida, en un encierro”. (Rodriguez 2006: 152) Precisar la situación de “encierro” que implica la nación nos permite afirmar que no se trata de una entidad, sino de un discurso que alude a un proceso de agregación social institucionalizado por un Estado, es decir una construcción política. Por esto, no es natural y solo en contadas ocasiones resulta ser básica. En esta relación la nación se concibe como fundamento “trascendente” del estado, a la vez que este se constituye en el soporte legal e institucional de aquella. La síntesis resultante es la estructura-acontecimiento que llamamos Estado nacional o Estado-nación. Comprender plenamente esta definición requiere precisar tres distinciones analíticas básicas. A partir de ellas se podrá comprender de un modo más acertado las entradas de nación como construcción política y nación como discurso. También permitirá aclarar el sentido de la propuesta de abordar el estado-nación como una estructura-acontecimiento, un término cuya aparente simplicidad encierra su propia dificultad de definición.

78 Primero, habrá que partir de la recomendación de Nira Yuval-Davis (2004) sobre la necesidad de establecer diferencias analíticas entre el estado, la sociedad civil y la familia, tomando en cuenta su interrelación recíproca y mutuamente influyente para la reproducción (material y simbólica) de la nación. Sin embargo, como lo señala Partha Chatterjee (2007), el acceso a las distintas instancias de poder está desigualmente distribuido entre grupos hegemónicos y subalternos. Por este motivo, en lugar de hablar de la o de continuar hablando de la sociedad civil, o caer en la generalización burda de la sociedad nacional, hablaremos de las sociedades “dentro de la nación”, como el conjunto de grupos sociales que, con sus respectivas similitudes y diferencias, coexisten dentro de los límites territoriales de un Estado-nación y que, en la mayoría de casos, las rebasan. En segundo lugar, se debe aclarar que la Nación, en la definición de este trabajo, tiene por los menos tres componentes principales que son: una idea, un concepto y una identidad. La idea ocupa el plano de las simbolizaciones, representaciones y caracterizaciones que la mayoría de sus agentes tiene sobre ella. En general, es mucho más exacto hablar de varias ideas que coexisten y/o compiten unas con otras, antes que de una sola idea homogénea. El concepto es la construcción semántica e histórica que sirve como referente común para esas ideas. Y la identidad es la socialización individual y colectiva, generalmente esencializadas, del conjunto de a procesos de identificación que se dan alrededor de esas ideas de nación, a partir de ciertos referentes sociales que se caracterizan como típicamente nacionales. En tercer lugar, es necesario distinguir entre discurso, experiencia, acción y actuación. Tomaremos actuación en su sentido dramatúrgico, como la representación y puesta en escena de determinados papeles en un escenario social dado. La acción será la capacidad que tiene esa actuación para ejercer determinados estímulos y producir determinados resultados dentro de un contexto específico. La experiencia viene a ser la vivencia subjetiva e intersubjetiva de la acción efectuada de manera repetida y el conocimiento que se obtiene mediante ella. Tomaremos el discurso como un “evento comunicativo” cultural , una forma de interacción en que sentidos, lógicas y representaciones mentales se ponen en interacción de manera directa o indirecta en una estructura comunicativa de fuerte contenido simbólico que es actuada y experimentada por los distintos actores sociales/sujetos/agentes y grupos sociales. (Centro Cultural España 2008)

La nación como construcción política Hablar de construcción política es colocar el acento en la relación existente entre la hegemonía del poder secular del estado, concentrado en un número pequeño de grupos sociales, y en la construcción y socialización de la nación como artefacto cultural de poder. Ya hemos señalado anteriormente que el Estado Serbio pone fuerza en la noción de soberanía, mientras que el kosovar pone énfasis en la libre determinación, pero ambos basan sus respectivas nociones fuerza en un mismo referente. El punto de apoyo para sus respectivas palancas se las brinda la idea de nación, sea está comprendida como multiétnica o no. Lo mismo ocurre en el caso de Georgia frente a Osetia del sur y Abjasia. Este reconocimiento inicial requiere una aclaración complementaria para no correr el riesgo de verse sesgado: las sociedades que se relacionan con un Estado, cualquiera sea este, no son receptores pasivos. Por el contrario, actores y grupos sociales se encuentran en constante interacción con ese Estado y sus aparatos de reproducción y control. Dicha interacción se constituye en un ejercicio de poder propio. (Bourdieu 1991) En el caso de Abjasia y Osetia del Sur, el argumento permanente es que sus respectivas sociedades constituyen grupos subalternos dentro de la “sociedad nacional” georgiana, cuando en realidad se trata de dos sociedades situadas en un territorio en el que no ha sido posible construir una imagen de nación. En lo básico, esto mismo ocurre con Kosovo: su negativa ante la imposición del Estado central, constituye un ejercicio de poder que alcanza uno de sus picos en la libre determinación. Pero aquí hay que hacer también una advertencia: dentro de estas “nuevas naciones”, probablemente existan, también, grupos que se

79 encuentran bajo la hegemonía de otros. En el caso de Kosovo es más fácil suponer esto, dada la presencia de una minoría (étnica) serbia, frente a la mayoritaria etnia albana. Por lo tanto, si bien existen discursos o narrativas oficiales sobre la Nación que parten del propio Estado o que responden a los intereses de los grupos hegemónicos y se difunden a través de diversos medios (sistemas educativos, de salud, medios masivos de comunicación, etc.) la forma en que los actores y grupos sociales experimentan la nación como hecho empírico es mucho más diversa de lo que a muchos les gustaría. Esta experiencia recrea el discurso, dando como resultado la existencia de formas diferentes de pensar nación o de rechazarla, aunque siempre exista un referente común. Ahora, el grado en que ese ejercicio de poder se vuelve efectivo y transformador varia grandemente dependiendo de la forma en que el discurso oficial abre o cierra los espacios de participación política real a unos u otros grupos sociales. Esto significa que la relación EstadoSociedad en un determinado espacio constituye lo que podemos denominar la construcción de la ciudadanía. En los casos en que se cierran todas las posibilidades de participación dentro de las instancias de la nación, la opción aparente es la de romper con ella. Este parece ser el caso de Kosovo, aunque aquí existen factores históricos y socioculturales que prefiguran esa ruptura. La historia de Latinoamérica y los estados post-coloniales, nos demuestra que una misma idea de nación no garantiza la construcción de una ciudadanía accesible a todos, debido a que parten de una concepción moderna hegemónica que percibe como una sola a la diversidad de sociedades que pueden llegar a convivir en un mismo territorio a partir de la promoción de una identidad única como base.

La nación como discurso En los acápites precedentes se habló de los discursos o narrativas de la nación. En el presente se voltearán un poco los términos para plantear a la Nación como un discurso, uno más dentro del arsenal que poseen las sociedades y los Estados para confrontarlos en el imaginario colectivo, interpretarlos y reinterpretarlos a la luz de los contextos puntuales en que se den dichas confrontaciones. A través de un concepto, una idea y de esas narrativas generadas en torno a ella, este discurso se intercepta con la acción y la experiencia de los sujetos sociales apelando a un sentimiento compartido e incuestionable. Se torna en significante, significado y significación de sí mismo; una imagen que no exige y en ocasiones no permite críticas. Con ese sentido, la nación sería parte de una forma de lenguaje muy específica, la del Poder. Un lenguaje que entraña memoria y olvido como dos aspectos complementarios de sí mismo. Memoria porque existen actos, personas, referentes sociales que requieren ser exaltados, recordados y continuamente representados para contribuir a la reproducción de las relaciones de poder dentro las cuales la nación se hace discurso. Y olvido porque existen diferencia, conflictos y contradicciones entre este discurso y la realidad social a la que hace referencia, y es de capital importancia minimizarlos o desaparecerlos. Distinguir entre nacionalismos y etnicidades puede parecer una tarea sencilla, si nos apegamos a ciertas definiciones generales del tipo “diccionario de bolsillo”. Así resulta fácil, pero ¿Qué sucede cuando los supuestos básicos de una y de otra se ven entremezcladas? ¿Qué pasa cuando observamos una dantesca ampliación de la propuesta de Barth (1976) no solo las fronteras étnicas son porosas y las adscripciones circunstanciales, sino que las fronteras entre nación y etnicidad prácticamente desaparecen? ¿Qué suceden, también, cuando ni una ni otra aparecen o se presentan en sus sentidos tradicionales, como en el caso de ciertos migrantes que viven entre estados y naciones sin apegarse románticamente a ninguna? Ese entremezclado pone de manifiesto todo el potencial de la nación como discurso. Sea su base absolutamente étnica o que se traten de adscripciones parciales y contextuales, la nación se comporta como un recurso válido dentro de una estrategia compleja de acceso a determinados beneficios o concesiones, pero sobre todo para ejercer el poder sin dema-

80 siadas oposiciones. Es ahí que se hace lenguaje de poder que exige respeto total para todo lo que implica su autoimagen. En los casos que estamos revisando, la fuerza que posee el componente étnico es sobresaliente. La etnia albana de Kosovo es la que impulsa su separación de Serbia, pero debido a que esta no es la única presente en Kosovo, es necesario constituir un Estado propio, pensado en términos nacionales y no étnicos. Ocurre algo similar en Abjasia y Osetia: los eslavos que habitan estas regiones y constituyen una mayoría apreciable en ella, impulsan su separación de facto de la hegemonía georgiana; pero la presencia de otras etnias le hace imposible definir su estado solo por lo étnico. Esta capacidad de la nación –inherente en apariencia– para superar las diferencias étnicas, otorga un nuevo nivel de particularidad que se yergue como paradigma. En este punto, se pone de manifiesto toda la potencialidad de la nación utilizada como discurso, una herramienta que puede permitir el acceso independiente al status de Estado, y a la red mundial que este status permite. Pero ese estado no puede entrar dentro del sistema si no se constituye dentro de la estructura-acontecimiento que se “recomienda” como la más eficaz para este tipo de relaciones de poder: el Estado-Nación.

El Estado-Nación: una estructura-acontecimiento Antes de entrar de lleno al tema, es menester definir qué cosa entendemos por estructuraacontecimiento. Una definición inicial del concepto lo presentaba como: Las formas en que los diversos actores sociales (personas, grupos sociales, sociedades, etc.) se vinculan entre sí y con sus bases materiales de existencia a partir de su cultura. Son pues las relaciones sociales y ecológicas a través del tiempo, los cambios históricos (de ahí lo de acontecimiento) y las regularidades vinculantes (de ahí lo de estructura). (Chumpitazi Ramírez 2007: 63).

Esta definición es útil como punto de partida, pero su carácter excesivamente abstracto y la dependencia que mantiene respecto a su relación con los conceptos de cultura y “bases materiales de existencia” (Íbidem), hace necesario realizar algunas aclaraciones para luego profundizar en sus posibilidades como herramienta explicativa. En su inicio, el término fue pensado como categoría provisional de análisis para determinados aspectos de la realidad social que parecían juntar al mismo tiempo las características de una estructura invariable en el tiempo y una capacidad verdaderamente formidable de mutabilidad. Parecían ser algo distinto y lo mismo siempre, permitiéndoles generar cierta capacidad de naturalizarse en la sociedad, a pesar de sus cambios y variaciones. Unen universalismo con particularismo de una manera que a nuestro sentido común le es difícil concebir. Dicho esto, lo siguiente es definir al Estado-Nación como una forma de estructuraacontecimiento resultante de la relación entre nación y Estado, en la cual el primero es fundamento “trascendente” del segundo, a la vez que este se constituye en el soporte “material” del primero. Se puede rebatir que se trata de un tipo de estado, por lo cual una caracterización diferente es innecesaria. Pero si consideramos a la nación como una construcción política y un discurso, entonces esta propuesta toma sentido. La definición inicial hace referencia a cambios históricos y regularidades vinculantes de una manera un tanto imprecisa, pero a lo que se refiere es al producto de la dialéctica de ambos términos y no a la simple forma de uno de ellos. Creo que entenderlo de esta manera puede dar luces para intentar comprender la paradoja que sitúa a la nación como una entidad trascendente y sobre cuyos orígenes se tejen una serie de mitos, a la vez que constata que se trata de un “invento” de la modernidad que se extiende desde y sobre sus excesos, es decir la sobremodernidad a la que hacía referencia Marc Augé (1998). Para ingresar, ser avalados y contados dentro del sistema internacional, Kosovo, Abjasia y Osetia del Sur deben trascender sus motivaciones étnicas iniciales y comenzar a presentarse como estados nacionales. Esta la paradoja de un sistema que siendo internacional,

81 continua necesitando este referente para precisar su sentido. Aquí observamos las características de mutabilidad y permanencia que permiten consideran al Estado-Nación como un estructura acontecimiento. El Estado-Nación muta mediante los usos específicos que se hacen de él: se globaliza. Contracorriente de lo que esta constatación podría señalarnos, lo que permanece inalterable en él (sus vínculos de soberanía, libre determinación y territorialidad), incluso dentro de esos cambios, a prefigurado su propia crisis. Aquello que permite su supervivencia también lo coloca en la palestra de la extinción. Supervivencia o extinción dependerán, del énfasis colocado en las posibles alternativas al sistema actual. Finalmente, será necesario interrogarnos a nosotros mismos sobre las posibilidades y los encierros que implican ambas alternativas, antes de pensar a priori que una es buena y la otra mala.

Conclusiones A continuación presentamos algunas conclusiones que, esperamos, nos servirán como puerta de entrada para ulteriores análisis del fenómeno de crisis del estado-Nación. 







El artefacto cultural que denominamos nación es una construcción política cuyo fin es institucionalizarse mediante la conformación de un Estado soberano propio al mismo tiempo que se constituye en un discurso que alude a múltiples procesos de agregación social conjugados a partir de determinados aspectos históricoculturales comunes y fundamentados en un Ethos ficcional que sobrepasa las distinciones internas y delimita las fronteras con los otros. El resultado de este cruce más o menos aleatorio de variables históricas, sociales y culturales es la estructura-acontecimiento que llamamos Estado-Nación. Existen discursos o narrativas oficiales sobre la Nación que parten del propio Estado y responden a los intereses de los grupos hegemónicos, difundiéndose a través de diversos medios (sistemas educativos, de salud, medios masivos de comunicación, etc.). Sin embargo, la forma en que los actores y grupos sociales experimentan la nación como hecho empírico es diversa y re-crea el discurso, dando como resultado la existencia de formas diferentes de pensar o rechazar la nación, aunque siempre exista un referente común. La nación forma parte de un lenguaje de poder muy específico, que entraña memoria y olvido como dos aspectos complementarios de sí mismo. Memoria porque existen actos, personas, referentes sociales que requieren ser exaltados, recordados y continuamente representados para contribuir a la reproducción de las relaciones de poder dentro de las cuales la nación se hace discurso. Y olvido porque existen diferencia, conflictos y contradicciones entre este discurso y la realidad social a la que hace referencia, y es de capital importancia minimizarlos o desaparecerlo Libre determinación y soberanía son considerados principios tradicionalmente inalienables e inseparables de la condición de “nación autónoma”. En líneas generales estos términos aluden a lo que entendemos como libertad. Lo paradójico es que este cruce de libertades termina suprimiendo una por el derecho de la otra, negándose a sí misma.

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82 BARFIELD, T. (Editor), Diccionario de antropología. México: Siglo Veintiuno, 2000. BARTH, F. (Compilador). Los grupos étnicos y sus fronteras. La organización social de las diferencias culturales. México: Fondo de Cultura Económica, 1976. BOURDIEU, P. El sentido práctico. Madrid: Taurus, 1991. CENTRO CULTURAL DE ESPAÑA. “Evento Comunicativo". Consulta: 02 de octubre. Disponible on line: CHATTERJJE, P. La nación en tiempo heterogéneo y otros estudios subalternos. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 2007. CHOSSUDOVSKY, M. "La desestabilización de Bolivia y la opción de Kosovo". Consulta. 24 de septiembre. Disponible on line: CHUMPITAZI RAMÍREZ, J. E. "Las bases materiales de existencia". Anthropologika, 2007, número 01, pp. 55-67. FOUCAULT, M. "Of other spaces". Diacritics, 1986, número 16, pp. 22-27. FUENZALIDA, F. “La agonía del Estado-Nación”. En: La agonía del Estado-Nación. Poder, raza y etnia en el Perú contemporáneo. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú: 2009. pp. 447 – 457. HARDT, M. y A. NEGRI. Imperio. Buenos Aires: Paidós, 2002. HOBSBAWM, E. Nação e nacionalismo desde 1780. Programa, mito e realidade. São Paulo: Paz e Terra, 1991. KEYES, C. "Nación, nacionalismo". En: T. BARFIELD (Editor). Diccionario de Antropología. México: Siglo XXI, 2000: pp. 374-375. REMIRO BRONTÓNS, A. “Soberanía del estado, libre determinación de los pueblos y principio democrático”. En: Western Sahara Human Rights Watch. Disponible on line: RODRÍGUEZ, J. "Discurso y nación". Atenea, 2009, número 493, pp. 151-166. TÖNNIES, F. Comunidad y sociedad. Buenos Aires: Editorial Lozada, 1947. YUVAL-DAVIS, N. Género y nación. Lima: Centro de la Mujer Flora Tristán, 2004.

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