“La mujer es el proletariado del hombre”. Una aproximación a la explotación de la mujer española en el exilio y la emigración (1945-1985).

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V Encuentro AHC, Barcelona 2015. Mesa VII: "Las violencias hacia las mujeres. Mecanismos de poder y control social"

“La mujer es el proletariado del hombre”. Una aproximación a la explotación de la mujer española en el exilio y la emigración (1945-1985). «Women are the proletariat of men». An approach to women exploitation among Spanish exile and migration (1945-1985). PABLO AGUIRRE HERRÁINZ [email protected] Universidad de Zaragoza Resumen: Esta comunicación aborda la penosa situación que las exiliadas y emigrantes españolas atravesaron entre 1945 y 1985 a propósito de la discriminación de género, clase y etnia, que sufrieron. Tales mecanismos de exclusión, una vez combinados y retroalimentados, dieron lugar a un sistema de triple explotación específicamente diseñado contra ellas a partir de un proceso de estigmatización simbólica, el cual, desde nuestro punto de vista, compone un tipo de violencia estructural que se intensifica más si cabe contra las mujeres desplazadas fuera del hogar. Nuestra intención es la de rastrear estas formas de dominación simbólica y violenta entre las exiliadas y las emigrantes, explorando cómo en un primer momento estas mujeres renunciaron a atender sus propias necesidades, para centrarse en las del hombre, y cómo luego comenzaron a resistirse ante este auto impuesto abandono propio. De esta manera logramos superar cualquier tipo de explicación victimizadora, lo que nos permite tratar a la mujer oprimida como sujeto histórico completo y auto gobernado. Palabras clave: exiliadas, mujeres emigrantes, triple explotación, violencia simbólica contra las mujeres y desplazadas forzosas. Abstract: This paper tackles the distressing situation that Spanish women exiles and migrants suffered between 1945 and 1985 as a result of gender, class and ethnic discrimination. These mechanisms of exclusion, combined and mutually reinforcing, shape a triple exploitation system specifically aimed at women. The process is conducted on the basis of symbolic stigmatization and, from our perspective, it represents a proper form of structural violence which is strengthened for displaced women. Our aim is to track this symbolic and violent domination among female exiles and migrants, exploring how these displaced women first obviate their own necessities to attend those of men, and how later on they start to resist against their auto imposed neglect. This allows us to overcome any kind of victimhood elucidations while interpreting oppressed women as complete self-directed historical actors. Key words: female exiles, female migrants, triple exploitation, symbolic violence against women, forcibly displaced women.

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Notas preliminares La presente comunicación se inserta dentro del proyecto de tesis doctoral “Los retornos del exilio durante el franquismo y la Transición (1945-1985)”, donde pretendemos introducir a partir de trabajos como este una perspectiva analítica de género que valore también, y de un modo diferenciado, el papel que jugó la mujer en estos retornos y en la construcción de la idea misma del regreso. De este modo se abre la cartografía del destierro ante miles y miles de millones de seres humanos que merecen nuestra atención tanto como nosotros, ciudadanos y ciudadanas del mundo, merecemos no quedar desheredaos de la mitad de nuestro pasado común, rico en gestos, sabiduría y alternativas cargadas de futuro1. En cuanto a las fuentes y metodología empleadas, se trata sobre todo de un trabajo de fuentes documentales y orales ampliamente extensivo e inevitablemente cualitativo, que no busca (ni puede en tan poco espacio) aspirar a ser una reconstrucción sustanciosa de la singladura del exilio y la emigración femenina en él. Supone, en cambio, una proyección limitada y parcial sobre tal presencia, pensada más para abrir debates que para cerrarlos. Las fuentes consultadas han sido: * Secretaría General de Inmigración y Emigración (SGIE): “Instituto Español de Emigración” (IEE): Jornadas sobre la mujer emigrada, 1985 (12/85). * Archivo Fundación Pablo Iglesias (FPI): Archivo de Carmen García Bloise (ACGB-C1010) y I Conferencia Sobre la Mujer de la UGT, 1999 (ACGB-C1020). * Archivo Central del Ministerio de Trabajo (ACMT): “Asistencia social a emigrantes” (37677). * Archivo Histórico del Partido Comunista Español: Archivos (AHPCE): “Emigración política: URSS, repatriados a España” (99.1.). * Archivo de Fuentes Orales para la Historia Social de Asturias (AFOHSA): grabaciones de “Historia de vida” (HV). * Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca (CDMHS): transcripciones del “Archivo de la Palabra: el exilio español en México” (PH0/10). * Entrevistas realizadas personalmente. Introducción: las jerarquías de lo oculto La invisibilización de los sujetos históricos femeninos refleja un proceso de ocultación estratégico largo tiempo atrás señalado y combatido por la teoría y la historiografía feminista2. En el caso del estudio de la Guerra Civil española y del franquismo, las actitudes y discursos de los vencedores y, ¡ay!, también de los vencidos en muchas ocasiones, las redujeron a todas (milicianas, maestras, sindicalistas, 1

Merecemos, en palabras de Silvia Federici: “revivir entre las generaciones jóvenes la memoria de una larga historia de resistencia que hoy corre el peligro de ser borrada. Preservar esta memoria es crucial si hemos de encontrar una alternativa al capitalismo”. ¿Es esto realmente posible? La misma autora nos contesta: “Esta posibilidad dependerá de nuestra capacidad de oír las voces de aquellos que han recorrido caminos similares”. Silvia FEDERICI, Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Madrid, Traficantes de Sueños, 2014, p. 20. 2 Rara vez algo un sujeto u objeto resulta irrisorio sin que haya un observador que determine primero qué es digno de atención y qué no, hasta el punto de que debemos plantearnos si todos los sujetos que conforman la historia no serían igualmente visibles si partiésemos de un punto de observación puramente imparcial, resaltando en todo caso aquellos colectivos (como el campesinado y la mujer), cuantitativamente más numerosos. Sobre la ocultación como “estrategia de subordinación” del elemento femenino y la adulteración de su “peso relativo” en la historia, véase: Dolores JULIANO: El juego de las astucias: mujer y construcción de modelos sociales alternativos, Madrid, Horas y Horas, 1992, p.12.

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labriegas, tradicionalistas, trabajadoras de reemplazo y un largo etcétera) a los rincones más oscuros del acontecimiento en cualquiera de sus formas: desde la participación armada hasta la más discreta de las resistencias simbólicas, el laboreo incesante de los campos o la reproducción social de la fuerza de trabajo. La retórica del nacionalcatolicismo, es bien conocido, reforzó a su vez el ideologema liberal de la domesticidad y la abnegación femenina3. Fuera de esta España de miseria moral y material, acaso se reconoció, desde la perspectiva también reduccionista de la excepcionalidad, el papel de aquellas personas de sexo femenino cuya aportación o visibilidad no podía ser pasada por alto (nos referimos a personalidades de proyección fundamentalmente política, como Dolores Ibárruri, Federica Montseny o Margarita Nelken). Luego, una vez iniciado el siempre limitado proceso de restitución memorística de los colectivos anónimos (que tienden a buscar como “portavoces” a individuos combativos, antes que reflexivos, así como a preferir caracteres ilustrados antes que ordinarios), aparece primero la figura idealizada de la miliciana poumista, después la mujer resistente, la informante clandestina, y ya en último lugar, la estratega de la pequeñas victorias, mujer estraperlista, “fintadora del hambre” y ganapán de doble cromosoma equis4. Paralelamente, en la patria de las letras aparecen sinuosamente las primeras poetisas y escritoras, no siendo extraño que aún durante un tiempo se ensombrezcan sus plumas por la de sus maridos y compañeros varones, genios de la “literatura universal”5. Por supuesto, y como apunta la cita que da título a esta comunicación6, esta labor de subordinación e invisibilización sexuada no la inauguraron ni la guerras ni las dictaduras contemporáneas, pero al igual que los procesos industrializadores y la 3

La bibliografía en este ámbito sería muy extensa, de modo que citaremos únicamente una lectura que sintetice todo el periodo: Pilar FOLGUERA, “El franquismo. El retorno a la esfera privada (1939-1975)”, en Elisa GARRIDO (ed.), Historia de las mujeres en España, Madrid, Síntesis, 1997, pp. 527-548. 4 En ningún caso pretendo cargar contra la memoria o la valía de las mujeres que protagonizaron hechos de armas, riesgo y exposición personal. Tan solo señalo que, al igual que ocurre en este caso con los hombres (aunque siempre a la cola de aquellos), solemos dejar para el final lo menos aparente y comenzamos con lo más llamativo. Sobre los casos señalados: para milicianas Mikel RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Historia 16, 349 (2005), pp. 12-29; para españolas resistentes Mª FERNANDA MANCEBO, “Las mujeres españolas en la Resistencia francesa”, Espacio, Tiempo y Forma, 9 (1996), pp. 239-256; para militantes clandestinas Inmaculada BLASCO, y Régine ILLION: “Mujeres aragonesas en el exilio”, en Juan Carlos ARA TORRALBA y Fermín GIL ENCABO, Fermín: La España exiliada de 1939: Actas del Congreso “Sesenta años después”, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2001, pp. 221-240, y para “fintadoras del hambre” Irene MURILLO ACED: En defensa de mi hogar y mi pan. Estrategias femeninas de resistencia civil y cotidiana en la Zaragoza de posguerra, 1936-1945, Zaragoza, Prensas Universidad de Zaragoza, 2013. 5 Es el caso de Zenobia Camprubí, María Teresa león o Ernestina de Champourcin, todas ellas eclipsadas innecesaria e injustificadamente por sus respectivos esposos: Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti y Juan José Domenchina. Sobre la primera, un boceto de su “auto-anulación” en: Carmen NÚÑEZ-ESTEBAN y Neus SAMBLANCAT MIRANDA: “Zenobia Camprubí o la voz silenciada”, en Juan Carlos ARA TORRALBA y Fermín GIL ENCABO: La España exiliada..., pp. 245-254. Más información sobre Zenobia Camprubí y María Teresa León en Karla P. ZEPEDA: Exile and Identity in Autobiographies of Twentieth-Century Spanish Women, New York, Peter Lang, 2012. Sobre la mención a la “literatura universal”, escribe la profesora y periodista Carmen de Águeda: “¿Por qué lo que escribe un hombre blanco es, automáticamente, «literatura universal» y todo lo demás es «literatura femenina», «literatura asiática», «literatura africana», literatura con etiquetas? ÁGUEDA, Carmen de, “Por qué soy feminista (y no me avergüenza reconocerlo)”, en Rakontant. Historias en Primera Persona, 10 de abril de 2015. Recuperado de internet: http://www.rakontant.com/soy-feministay-no-me-averguenza-reconocerlo/ [14/04/15]. 6 Cita atribuida a Engels y extraída de: EDITORIAL, “La derrota histórica de la mujer”, El País, 25 de septiembre de 1976 y Francisco UMBRAL, “La malmaridada”, El País, 9 de octubre de 1976 Recuperados de internet. Por orden: http://elpais.com/diario/1976/09/25/opinion/212450405_850215.html ,y http://elpais.com/diario/1976/10/09/sociedad/213663615_850215.html [Consultado, 30/03/15].

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retórica del progreso ondeada por la modernidad y el patriarcado, los hombres se sirvieron de ella para afianzar nuevos intereses materiales y capitales simbólicos. Cada uno, claro está, dentro de sus posibilidades y alcance, delineando una intencionalidad o conciencia explotadora más o menos consciente pero evidente. Patronos y obreros, vencedores y vencidos, tuvieron algo en común: unas manos femeninas fregaban en la cocina los manjares o migajas a los que cada uno tenía alcance7. Pero estas manos no permanecieron sumisas siempre, ni mucho menos ociosas. Una de las consecuencias del exilio y de la emigración entendidas como fracturas de la estructura social hegemónica fue la interpretación de roles marcadamente masculinos, o atribuidos a la masculinidad, por parte de un mayor número de mujeres. El exilio, derivado de una guerra entendida como “situación dinámica en que se produce la reformulación de algunos elementos de la dominación social”, empoderó como “cabezas de familia” a numerosas viudas8. Otras, cuyos maridos supervivientes fueron internados en campos de concentración franceses o en presidios franquistas, los sostuvieron o intercedieron por ellos renegociando su situación ante las autoridades9. Para las exiliadas de la posguerra o las emigrantes de la década de los cincuenta y sesenta (ambas figuras parecen contraponerse en ocasiones10) se abre también un panorama desafiante pero no exento de vías de redefinición de roles y expectativas. Como escribe Cristina Borderías sobre los fenómenos migratorios, “no son solo desplazamientos entre mercados de trabajo, sino entre clases, profesiones, modelos culturales o políticos...”, lo que aplicado al universo opresivo de la mujer que vive bajo el franquismo supone una vía potencialmente liberadora11. Por supuesto, esta visión sobre la emigración femenina no sería posible sin la conveniente labor desmitificadora que diferentes autoras han llevado a cabo en torno al alcance del trabajo doméstico y remunerado de las mujeres (donde se derrumba la idea del salario familiar y del male 7

Esta frase es más literal que literaria: en una conferencia titulada “Mujeres de preso”, pronunciada por la doctora Irene Abad en el transcurso del I Taller de Historia Contemporánea del C.M.U. Santa Isabel de Zaragoza del día 16 de abril de 2012, la investigadora contaba cómo las mujeres de los antifranquistas presos ya liberados eran relegadas por aquellos a los fregaderos de las cocinas. cuando en las reuniones multitudinarias llegaba el turno de que los hombres tratasen asuntos serios de política y militancia. 8 La cita es de Dolores JULIANO: El juego..., p.16. En cuanto a la asunción del rol de “cabeza de familia” por parte de estas mujeres: Alicia ALTED VIGIL: “Mujeres españolas emigradas y exiliadas. Siglos IX y XX”, Anales de Historia Contemporánea, 24 (2008), p. 66. 9 El primer supuesto nos lo describe en 1963 un joven ex-presidiario al que atendió siempre su madre: En la puerta del Penal estaban las mujeres de los camaradas que quedaban, nos esperaban y quisieron darnos esta sorpresa. Todas, viejas y jóvenes, nos buscaban. Nos acariciaban como si fuéramos sus hijos o sus maridos y novios. Lloré, lloré como un chico, como nunca he llorado [...]. Yo veía en ese lugar a mi pobre madre que tanto sufrió, que tanto me ayudó, que tanto luchó por verme libre, sin lograr ver este momento. Pero estaba, estaba allí. La viejecita del pelo blanco que durante catorce años va a visitar a su hijo del que se siente orgullosa (AHPCE: 98.4.2., Boletín nº 54, f. 16). Para el segundo supuesto, en el que las mujeres interceden ante la autoridad: Pablo AGUIRRE HERRÁINZ, Exilio republicano en Francia (1939-1940). El caso de los refugiados españoles en BassesPyrénées. Una acogida bajo sospecha, Trabajo Fin de Máster, 2012, pp. 48-68. Recuperado de internet: http://zaguan.unizar.es/record/9632/files/TAZ-TFM-2012-1155.pdf; [Consultado 10/04/15]. 10 Las mujeres funcionan de puente una vez más entre ambos extremos, como demuestran Alicia MIRA ABAD y Mónica MORENO SECO, “Españolas exiliadas y emigrantes: encuentros y desencuentros en Francia”, Les Cahiers de Framespa, 5 (2010). Recuperado de internet: http://framespa.revues.org/383#text [Consultado 08/04/15]. 11 La cita pertenece a Cristina BORDERÍAS: “Emigración y trayectorias sociales femeninas”, Historia Social, 17 (1993), p. 76. En cuanto a las salidas potencialmente liberadoras que ofrece la emigración a la mujer, existen multitud de controversias al respecto, estableciéndose como consenso intermedio que en cualquier caso la mujer emigrante se ve sobre todo explotada en lo laboral.

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breadwinner family12), o en relación a la presencia femenina en la marea migratoria13, sin olvidar el subregistro que las clandestinas dejan en la documentación estadística14. Violencia estructural y simbólica El mundo de los desplazados forzosos es un mundo habitualmente hostil y precario, pero lo es aún más para las desplazadas15. Podrían enumerarse los diferentes obstáculos adicionales que por ser mujeres deben enfrentar estas personas a la hora de abandonar su país de procedencia, pero para no desbordarnos nos dirigiremos al origen de la mayor parte de ellos; origen estructural y para nada coyuntural que hunde sus raíces en una violencia simbólica y objetiva que no puede ser desdeñada: Al tomar «simbólico» en uno de sus sentidos más comunes, se supone a veces que hacer hincapié en la violencia simbólica es minimizar el papel de la violencia física y (hacer) olvidar que existen mujeres golpeadas, violadas, explotadas, o, peor aún, querer disculpar a los hombres de tal forma de violencia16.

Esta violencia simbólica no contribuía sino a perpetuar una serie de posiciones asimétricas de poder (“confinamiento”, “fraccionamiento de los grupos”, “desvalorización de mensajes emitidos”, “asignación de pasividad y de altruismo”, “naturalización de conductas”) que las desplazadas ya habían enfrentado en España, y que las esperaban en las sociedades de acogida o viajaban con ellas como comportamiento autoasumido por ellas o por sus compatriotas varones17. Porque, aunque puede sostenerse que cualquier sociedad heteropatriarcal europea era más “abierta” que la franquista, para que la desplazada se beneficiase de esta laxitud relativa era necesario primero que atravesara las barreras del ámbito doméstico y étnico en el que solía queda recluida (a veces por iniciativa propia) a su llegada. 12

Pilar PÉREZ-FUENTES: Ganadores de pan y amas de casa: otra mirada sobre la industrialización vasca, Bilbao, Universidad del País Vasco, 2004 y Carmen SARAÚSA y Lina GÁLVEZ: ¿Privilegios o eficiencia? Mujeres y hombres en los mercados de trabajo, Alicante, Universidad de Alicante, 2003. 13 Eva JIMÉNEZ JULIÀ: “Una revisión crítica de las teorías migratorias desde la perspectiva de género”, Arenal. Revista de historia de las mujeres, 6-2 (1999), pp. 239-263. Josefina Cuesta Bustillo demuestra cómo la emigración transoceánica se equiparó prácticamente a la masculina durante la primera mitad el siglo XX (Josefina CUESTA BUSTILLO: “Las mujeres en las migraciones españolas contemporáneas”, Anales de Historia Contemporánea, 24 (2008), p. 37), mientras que la investigadora Laura Oso ofrece un saldo de 284.276 mujeres emigradas a Francia a la altura de 1968, momento cumbre en el que suponen el 47% de la población española desplazada al país galo (Laura OSO: Españolas en París: estrategias de ahorro y consumo en las migraciones internacionales, Barcelona, Bellaterra, 2004, p. 30). 14 Cristina BORDERÍAS, “El trabajo de las mujeres en la Cataluña contemporánea desde la perspectiva de los hogares: balance y perspectivas”, Arenal, 9-2 (2002), pp. 269-300 y Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA: Mineros, sirvientas y militantes, Madrid, Fundación 1 de Mayo, 2006, pp. 119-140. 15 El término “desplazados forzosos”, empleado por las Naciones Unidas, permite reunir en un único concepto múltiples categorías de expatriados: refugiados, exiliados, emigrantes económicos y apátridas. En esta comunicación utilizaremos la voz “desplazadas” para referirnos a emigradas y exiliadas por igual. UNITED NATIONS, “Refugees and Forcibly Displaced Persons”, 2015. Recuperado de internet: http://www.un.org/en/events/refugeeday/background.shtml [Consultado 08/04/15]. 16 Pierre BOURDIEU: La dominación masculina, Barcelona, Anagrama, 2000, p. 50. Más sobre violencia objetiva en Slavoj ŽIŽEK: Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales, Barcelona, Planeta, pp. 19-25. La violencia física y sexual se denunciaba así en las Jornadas sobre la mujer emigrada del año 1985: En los países de acogida y derivados de sistemas de contratación muy discriminatorios hay situaciones de agudeza real de este tipo de violencias: [...] La vergüenza que siente la mujer en este tipo de situación para hacer intervenir los mecanismos legales de defensa unido a la dificultad de expresión de la mujer emigrante hace que solo en casos muy graves la mujer recurra al sistema jurídico para denunciarlos (SGIE-IEE: 12/85, f. 10). 17

Nos guiamos por las violencias simbólicas que define Dolores JULIANO, El juego..., pp. 20-21.

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Es cierto que el exilio supuso una expatriación tan lastimosa y vulnerable en términos económicos que muchos condicionamientos machistas que “protegían” a la mujer del trabajo asalariado debieron de ser superados (recuérdese que esto va en relación a la mujer de clase media, pues las humildes siempre habían contribuido en la economía familiar), pero a veces esto solo se tradujo en un aumento de la explotación laboral de la exiliada y en una anulación de su sustancia política. Como señala Josebe Martínez: “en el exilio había, por supuesto, mujeres con ideología política propia, pero, sin embargo, las convicciones políticas no las eximían tampoco del papel tradicional de amas de casa”18. El caso de las mujeres en México lo ha estudiado Pilar Domínguez, quien subraya cómo el aumento de atribuciones productivas remuneradas en la mujer no supuso en ningún momento un nuevo reparto de las labores domésticas, convirtiéndola por tanto en una esclava de la máquina de coser y de la familia al mismo tiempo19. Ser empleada fuera de casa no era más reconfortante, como manifiesta Amparo Bonilla: Veías que te reñía [el empleador] sin razón y te reñía de muy mala forma, siempre faltándote al respeto, siempre insultándote. Entonces pues una mujer, y una mujer grande como soy yo, pues te sentías muy acomplejada, o sea te sentías my mal, te sentías, no sé cómo decirte, [...] tú te sentías por los suelos. Entonces tú, como no tenías otra defensa, pues te marchabas a llorar y te desahogabas un rato, tomabas una taza de café y se te pasaba y pensabas: “pues ya no vuelvo más”, pero al día siguiente volvías20.

En exilio en la URSS, por el contrario, permitió a las mujeres que habían sido evacuadas de España entre los años 1937 y 1939 (las “niñas de la guerra”) formarse como universitarias y técnicas en gran proporción, percibiendo el mismo salario que los hombres dado un mismo trabajo e involucrarse como ellos en la socialización y politización tuteladas por el PCE en Moscú y por el propio PCUS21. Estas exiliadas, que en un principio evitaron el calvario de la triple explotación que afectaba a sus otras compatriotas y afrontaron un menor grado de violencia simbólica que el que podían padecer las propias mujeres soviéticas, sufrieron de nuevo la discriminación y la marginalización a su regreso a España (entre 1956 y 1957), o bien cuando las condiciones de vida para ellas se deterioraron en la propia URSS. Decía un retornado sobre su mujer a los dos años de regresar a España: [...] Sofía ha revalidado el título de médica pero aún así y todo no creo que pueda colocarse. Aquí no se concibe que una mujer sea médica, incluso las mismas mujeres no dejarían reconocerse por una mujer médica. Aquí la mujer es únicamente para la casa. Lo hombres están en todos los trabajos22.

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Josebe MARTÍNEZ: Exiliadas: escritoras, Guerra Civil y memoria, Barcelona, Montesinos, 2007, p. 34. 19 Pilar DOMÍNGUEZ PRATS: “El trabajo a domicilio de las mujeres españolas exiliadas en México: 1939-1950”, en Jesús MATILLA y Margarita ORTEGA (eds.): El trabajo de las mujeres, siglos XVI-XX, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1996, pp. 367-382. 20 Amparo Bonilla Bagueto fue una valenciana militante comunista y exiliada en la URSS y en México que paso toda su vida trabajando intermitentemente como articulista y costurera hasta jubilarse en 1981 y retornar a España (Barcelona). CDMHS- PH0/10/81, pp. 565-566. 21 Como explican las investigadoras Alicia ALTED VIGIL, Mª Encarna NICOLÁS MARÍN y Roger GONZÁLEZ MARTELL, Los niños de la guerra de España en la Unión Soviética: de la evacuación al retorno (1937-1999), Madrid, Fundación F. Largo Caballero, 1999, pp. 158-174. Sobre el choque entre las retornadas y las españolas en la España de Franco véase María José DEVILLARD: Españoles en Rusia y rusos en España. Las ambivalencias de los vínculos sociales, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 2006, pp. 164 y 165. 22 Carta de Martín Pardo y Sofía Lajarza a Ignacio Ruano (anterior al 21 de enero de 1959). AHPCE: 99.1.6. Boletín nº 18 f. 12.

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La violencia simbólica sobre la que se construyen las mil y una discriminaciones de un mundo patriarcal y capitalista cargó un peso sobre los hombros de las desplazadas, que como muchas reconocieron después, al rebelarse, las anularon o hicieron que se auto-anularan durante largas etapas, naturalizando el hecho de su misma exclusión23. Habían aprendido, como los vencidos, a aguantar una y mil frustraciones, pero al contrario que sus compañeros de destierro muchas no se sentían legitimadas para pedir un tiempo muerto en el que contemplar el camino andado o en el que atender esas heridas que no están a la vista. Cuando hablaban de ellas mismas, o escribían, se dedicaban a escribir notas dispersas sobre sus traumáticos peregrinajes, centrándose en lo episódico. Resumiendo: “el énfasis cae principalmente, cuando no exclusivamente, en la experiencia masculina”24. El tiempo de sus esposos y las necesidades de sus hijos eran más importantes, quedando las mujeres sujetas a una complementariedad perpetua25. En otros casos, como la vida en clandestinidad, esta complementariedad venía enfatizada por el reparto desigual del riesgo y el sacrificio, o más bien por la percepción que de aquel se tenía26. Como indica Zenobia Camprubí en sus diarios sobre su esposo, el célebre Juan Ramón Jiménez: “No se le ocurre ni pensar que pueda sacrificarse para complacerme. Sin embargo, da por sentados todos mis sacrificios y los olvida tan pronto que no cuentan para nada”27. Las generaciones más jóvenes de exiliadas (algunas nacidas en él y otras llegadas ya en la posguerra europea), o las emigrantes más tardías (especialmente las abundantes solteras que fueron a Francia durante el desarrollismo franquista, muchas “en busca del glamour parisino”28) denunciaban más a menudo estas situaciones de explotación y desigualdad, lo que da a entender que tampoco estaban fuera del alcance de la tiranía de la dominación simbólica29. Este es el caso de una joven llamada Carmen García Bloise, 23

Mirjana MOROKVASIC: “Birds of Passage are also Women...”, International Migration Review, 18-4 (1984), pp. 886-907. 24 Janet PÉREZ: “El exilio político femenino de la Guerra Civil española”, en Mónica JATO, Sharon KEEFE UGALDE y Janet PÉREZ (eds.): Mujer, creación y exilio, (España, 1939-1975), Barcelona, Icaria, 2009, p. 17. 25 “[...] rara vez hablábamos de nosotras mismas y menos de nuestros problemas íntimos, la educación que habíamos recibido nos lo impedía. Siempre nos hemos expresado en plural, y el plural era él y los hijos”, Concepción RUIZ y Enriqueta TUÑÓN, Este es nuestro relato... mujeres españolas exiliadas en México, México, Ateneo español, 1993, p. 45; citado en: Josebe MARTÍNEZ: Exiliadas..., p. 34. La complementariedad femenina en: Evelyne SULLEROT: Mujer, sexo y sociedad industrial, Madrid, Cid, 1966, pp. 304-309. 26 Inmaculada BLASCO y Régine ILLION (“Mujeres aragonesas..., pp. 223 y 227) muestran cómo muchas mujeres colaboradoras de los resistentes se exponían sobremanera al poner a su servicio domicilios que estaban emplazados justo en frente de las autoridades alemanas. Blanca Huarte, exiliada y esposa de un agente comunista: Ángel León Camblor, cuenta que conoció a Dolóres Ibárruri en persona y que la Pasionaria le recomendó que limitara sus actuaciones como mujer clandestina: “yo creo que tú como otras, las que tenéis los maridos en la clandestinidad, aún cuanto menos trabajéis, y se os vea, mejor para que no se compliquen las cosas. Porque por mucho trabajo que hagáis es más importante el de vuestro marido”. AFOHSA-HV Cinta 08/ Cara B. Pista en CD 16. 27 1940, 7 de enero, p. 180, II. Citado en: Carmen NÚÑEZ-ESTEBAN y Neus SAMBLANCAT MIRANDA: “Zenobia Camprubí..., p. 246. 28 Así las nombra Laura OSO, Españolas en..., pp. 35-36: A lo largo del trabajo nos sorprendió comprobar cómo muchas de nuestras informantes salieron de España alegando un proyecto de independencia personal, con respecto al entorno familiar o social, huyendo de un desencanto amoroso, por aventura o por la presencia de un imaginario que asociaba París al “glamour”. 29

Esta llegaba hasta las segundas generaciones de niñas. Por ejemplo, según cuenta en su informe para la I Conferencia Sobre la Mujer de la UGT de 1977 la federación femenina de emigradas de Beverwijk (Holanda), “las escuelas holandesas están hartas de mandar avisos e inspectores de enseñanza, a casa de

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cuyo pseudónimo era Dridma, que desde las filas del exilio español socialista en Francia escribió numerosos artículos. Siempre con tono conciliador, trataba de sensibilizar a los compañeros sobre la desconsideración en la que tenían abandonadas a sus compañeras: Sin querer con lo que sigue, dañar la subtibilidad [sic] de ningún compañero, me permito no obstante, el afirmar que el decir hombre Español es sinónimo de “antifeminista” [...]. El hombre considera que una mujer no puede ser más que madre, hija, esposa, hermana, novia o compañera de diversión [...], pocas veces admite la idea de que sea un ser susceptible de contribuir en el éxito de la acción orgánica. La mujer termina pensando que lo que dice el hombre que le corresponde hacer es lo que debe hacer30.

Las fuentes disponibles documentan a menudo que los hombres (explotados como extranjeros y como obreros, no lo olvidemos), mostraban una elevada susceptibilidad en lo que atañía a la depreciación de sus capacidades, medidas claro está en clave patriarcal. Bien fuera porque pudiera suceder que el primero o principal sueldo no lo ganaran ellos31, o bien porque en líneas generales notaban que su posición de preeminencia en tanto que varones se veía reducida (pues al fin y al cabo competían también contra los nativos y eventualmente por sus paisanas32), recurrieron a los mecanismos tradicionales de exclusión que sus estructuras llamadas de clase, pero en este caso utilizadas desde el género, les permitían convocar contra las mujeres. Nos estamos refiriendo a los partidos políticos y a las centrales sindicales, ambos entornos históricamente utilizados como baluartes varoniles y antifeministas (entorno al que por descontado se podría sumar la propia institución familiar), si de lo que se trataba era de restringir un espacio reclamado por la mujer33. Entonces, “que los hombres llegaran tarde a casa era indicio de responsabilidad”, señala la doctora Ana Fernández Asperilla

muchos padres que piensan que sus hijas están para hacer lo que ellos ordenen y manden, como en España”. FPI: ACGB-C1020, f. 2. 30 DRIDMA, “Imperiosa necesidad”, 23 de noviembre de 1962, París. FPI-ACGB-C1010, ff. 1-2. 31 “A Ricardo le entró una gran depresión por el hecho de que yo [su mujer] ganara dinero antes que él”, entrevista a Silvia Mistral citada en: Pilar DOMÍNGUEZ PRATS: “El trabajo..., p. 371. 32 “No debe olvidarse la influencia que en los varones jóvenes tiene la idea derivada de la propaganda tópica interior de «facilidad» de la mujer de otros países”, señala D. Leopoldo Arranz, autor de un informe realizado para Caritas Española titulado “La Emigración Española a Alemania” (1973-1974). ACMT: 37677, f. 9. Sobre las relaciones a cuatro niveles que se establecen entre hombres y mujeres emigrantes y hombres y mujeres naturales del país de acogida se preguntan Rocío GARCÍA ABAD y Arantza PAREJA ALONSO: “Servir al patrón o al marido. Mujeres con destino a la Ría de Bilbao durante la primera industrialización”, Arenal. Revista de historia de las mujeres, 9-2 (2002), pp. 315-317. 33 “Los sindicatos masculinos a menudo eran hostiles al trabajo femenino y creían que el trabajo de la mujer hacía disminuir el salario de los hombres” (Lidia FALCON: Mujer y poder político, Madrid, Vindicación Feminista, 1992, p. 150), aunque tampoco deben problematizarse las contradicciones de clase y género de un modo exclusivamente antagónico, pues hay espacios de encuentro (Mary NASH: Mujer y movimiento obrero en España, 1931-1939, Barcelona, Fontamara, 1981, pp. 10-16). Sobre el posible uso de la estructura familiar como estructura de dominación simbólica desde el que numerosos desplazaos frustrados podía actuar, recordemos que: La familia no es una unidad armónica exenta de conflictos en la que las decisiones se toman en función de la maximización de la utilidad de todos sus miembros, sino una institución atravesada por relaciones de poder y por el peso de valores culturales y tradiciones que condicionan la socialización durante la infancia, la distinta inversión en educción de hijos e hijas, y un papel distinto en la economía doméstica (Cristina BORDERÍAS: Género y políticas del trabajo en la España Contemporánea, Barcelona, Icaria, 2007, p. 12).

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aludiendo a estos mecanismos marginadores donde subyace una violencia simbólica flagrante, “en cambio que lo hicieran las mujeres venía a ser sinónimo de vida alegre”34. Por último, no debemos olvidar que “los dominados aplican a las relaciones de dominación unas categorías construidas desde el punto de vista de los dominadores”, reproduciéndolas35. Esto es patente en la forma en que muchas mujeres, víctimas de la violencia estructural del sistema patriarcal, educaban a sus hijos, tal y como lo reconocen las participantes en las ya mencionadas Jornadas sobre la mujer de 1985: Aunque una inmensa mayoría de la mujer emigrada no haga más que reproducir a nivel profesional los papeles asignados en el ámbito familiar, hacemos hincapié en que nuestros hijos se parezcan a su padre y nuestra hijas a nosotras, quizá el único medio que la sociedad nos deja para realizarnos (SGIE-IEE: 12/85, f. 2).

Resistencias y aprendizajes Violencia y resistencia, en cualquiera de sus vertientes, conforman un binomio inseparable donde la existencia de una es siempre prueba evidente de la actuación de la otra36. Las mujeres ejercen resistencias por cuanto padecen diversos tipos de violencia, y aprenden de ambos fenómenos, generando tanto conciencia como denuncia social: Hemos comprobado que en las aportaciones de los Encuentros Nacionales teníamos tendencia a pronunciarnos más como defensoras de los problemas generales que implicarnos en nuestra propia lucha por nuestros propios derechos como individuos y como mujeres (SGIE-IEE: 12/85, f. 1).

También, quien resiste no solo reacciona ante un estímulo opresivo, o de lo contrario las mujeres se limitarían a resistirse a los efectos perniciosos del proceso histórico sin contribuir a él más que desde la subalternidad del agredido37: Si ahondamos en nuestra situación de mujeres trabajadoras, en casa o fuera madres, solteras o casadas, tías o abuelas, nos hemos de dar cuenta de que cada paso que damos, lo hemos de dar o como autómatas, o si somos conscientes de lo que han hecho de nosotras, hemos de dar estos pasos arañando y mordiendo (FPI: ACGB-C1020, f.3).

Por eso, porque no son ni víctimas ni resistentes autómatas, sino sujetos históricos complejos y contradictorios que operan dentro de relaciones de poder no menos complejas y contradictorias, las mujeres no necesitan ser rescatadas del pasado ni aquel (su pasado), ser recuperado en términos hagiográficos o románticos. En todo caso, es a nosotros y a nosotras, ciudadanas del presente, a quien nos puede interesar visibilizarlas para iluminar, junto con sus luchas y desvelos, las nuestras propias. ¿Cómo?: Asumiendo los antagonismos de género no como esencialismos atemporales, sino como constructos culturales superables y comprendiendo además que numerosas mujeres planificaron su resistencia desde, y no contra, el discurso de los espacios y roles de género a los que venimos de aludir38. 34

Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA: Mujeres, emigración española y asociacionismo étnico (París en la segunda mitad del siglo XX), Madrid, Fundación 1 de Mayo, 2006, p. 7. 35 Pierre BOURDIEU, La dominación..., p. 50. 36 “Si necesitáramos pruebas de la constante rebeldía de las mujeres, las obtendríamos indirectamente del análisis de la violencia que los sectores que dominan la estructura social han creído necesario ejercer sobre ellas para mantenerlas subordinadas” (Dolores JULIANO: El juego..., p.12). 37 Mary NASH: Mujer y movimiento..., p. 11. 38 Desde esta perspectiva, hombres y mujeres no son enemigos irreconciliables: “reconocemos que también el hombre emigrante, pasa y sufre por gran parte de problemas que nos son comunes” (SGIEIEE: 12/85, f. 25), pero para terminar con todo antagonismo, el hombre debe desmantelar su propia

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De este modo, la articulista Dridma a la que citábamos en la página ocho, se servía de argumentos propios del discurso de feminidad para incitar a las compañeras a comprometerse en la lucha socialista (por ejemplo a las madres: “partiendo del principio de que no hay madre mala ya que el atributo de madre no se puede conceder, simplemente, por haber traído un ser al mundo sino por saber hacer de él un hombre”, recomendaba asumir su maternidad política39), añadiendo también elementos de solidaridad horizontal entre mujeres (“una mujer se puede dirigir a otra y sin mencionar la palabra socialista, hacerla querer a los que defienden ese ideal”40). En cierto modo, este procedimiento de resignificar conceptos o espacios en inicio restringentes ya se ha señalado en otro tipo de escenarios de resistencia, como los que propone Irene Murillo para las “rojas” que en durante la posguerra utilizaban las armas del enemigo contra los Tribunales de Responsabilidades Políticas que pretendían ahondar en su expolio, expresándose “en los propios términos en los que se formulaba el tribunal” y apelando “a sus propias palabras de justicia”41. De igual modo, las emigrantes se amoldaban también en apariencia a los espacios de actuación que la ideología obrera delimitaba para ellas (asociaciones étnicas y no partidos políticos), donde, a fuerza de implicarse en labores típicamente femeninas (educación de los hijos, cocina, lavado), se rompían violencias simbólicas (“confinamiento”, “fraccionamiento”) y se adquiría un “capital social” que a la larga preparaba a muchas mujeres y a sus hijas mejor que a los varones42. Esta mayor adaptabilidad de las emigrantes a largo plazo la describe una de esas mujeres que estaríamos tentados a considerar excepcionales si no fuera por la asiduidad con la que emergen entre la masa anónima43. Su nombre es Lucinda Sanchidrián González y decía lo siguiente basándose en su experiencia profesional:

predominancia (male privilege), empezando por involucrarse en la propia “historia de las mujeres”. Sobre la dificultad de este proceso en los estudios de migraciones: Linda GUERRY: “Femmes et genre dans l’histoire de l’immigration. Naissance et cheminement d’un sujet de recherche”, Genre & Histoire, 5 (2009). Recuperado de internet : http://genrehistoire.revues.org/808 [Consultado, 31/03/15]. Las y los entrevistadores de AFOHSA tuvieron el acierto de preguntar a las entrevistadas sobre su consideración acerca de conceptos varios como “feminismo”, demostrando a partir de las respuestas la realidad señalada por Mary NASH: “en la práctica política históricamente la mujeres se han identificado más con su clase que con su sexo” (Mujeres y movimiento..., p. 15). Al no haber sido socializadas en una cultura feminista, a veces malinterpretan (desde una óptica actual) el feminismo o lo subordinan a su identificación proletaria: “Bah, no me gusta mucho, ¿sabes por qué no me gusta? No sé, porque el hombre y la mujer yo considero que deben ser iguales. Es lo mismo que el machismo. No puedo comprender tampoco. Ser demasiado feminista...” (Blanca Huarte, AFOHSA-HV, Cinta 10/Cara A. Pista en CD 19) y: Hasta cierto punto, sí, está bien que la mujer trabaje y que sea femenina y que no sea femenina, o lo que sea… yo lo que te quiero decir, el feminismo es una pijada… porque a la mujer le gusta el hombre, y el hombre desde que nacimos…. Claro yo estoy hablándote con 72 años. Pero el feminismo está bien para que la mujer pueda discutir con un paisano igual que con otra mujer, discutir y exponer las cosas y decir «yo creo que estás equivocado porque esto es así y así, y así» [el subrayado es nuestro] (Azucena González Uría, AFOHSA-HV, Cinta 11/ Cara B. Pista en CD 19). 39

Me convenzo cada vez más que el futuro marido, la futura esposa, el futuro padre o madre lo serán [personas completas], si antes han gozado del cariño maternal... De esto a decir que la madre es el ser que más política hace hay muy poco camino [el subrayado es nuestro] (DRIDMA, “Madre”, mayo de 1964, París, FPI-ACGB-C1010, f.1). 40

DRIDMA, “Imperiosa..., f. 3. Irene MURILLO, En defensa..., p. 112. 42 Fundamentalmente gracias a la mejora en el dominio del idioma de la sociedad de acogida, del que se impartían clases en estas asociaciones. Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA: Mujeres..., p.9. 43 No podemos evitar transcribir completo el “perfil de militancia política y sindical” que se hace constar: 41

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La emigración había sido para las mujeres mucho más positiva que para los hombres [...] Ha habido más hombres enfermos de lo que llamamos el síndrome de la emigración, de la soledad... [...] Imagínate este señor de Galicia, él en su pueblo era alguien, iba a la tasca, jugaba su partidita, iba a pescar... en Alemania esto se vino debajo de un día a otro... como habías ido a ahorrar no podías gastar perras [...]. Los primeros casos que tuve en psiquiatría me decían que era la desesperación de ver que en España había una señora, fuera la que fuera... que te cocinaba, que te lavaba y te planchaba, y la Manuela incluso dormía contigo, y en Alemania igual dormía contigo de vez en cuando, pero plancharte... ni por casualidad, ni lavarte la ropa ni hacerte la comida. Entonces eso era para él un rebajarse: «yo que allí era esto aquí soy una mierda» [sic]44.

Los colectivos más expuestos, como el de las emigrantes solteras (“terreno de comunes al que todo hombre por el hecho de ser lo puede tener derecho de paso, fonda y mesa”45) o las niñas pertenecientes a la segunda generación (“Mientras que ellas notan en sí mismas el desgarramiento del enfrentamiento entre las dos culturas, un chico, dispondrá de más libertad por parte de sus padres porque pertenece al género masculino”46), son a menudo protagonistas de una ascensión socioprofesional y de una reinvención personal sin precedentes en la vida de sus mayoras o de sus homólogas en España47. Por descontado, esto no quiere decir que el final del túnel en la vida de las desplazadas sea siempre luminoso, ni que se deban minimizar los sacrificios y traumas que cada mujer arrastraba consigo. En su lugar, tal vez lo que sí que conviene valorar positivamente de estas resistencias y aprendizajes no siempre dichosos, como indica la especialista en la cuestión Mirjana Morokvasic, es que a través de ellos las mujeres podían aspirar a ser si no directoras omnipotentes de sus propio destinos, sí sujetos conscientes y activos en ellos, tomando decisiones y riesgos que en un principio habían estado reservados solo a los hombres48. Esta es al menos la impresión que obtiene el autor de estas líneas frente a sus propias entrevistadas49. Por último, quisiéramos valorar críticamente también el papel que jugaron estados como la España tardofranquista (luego democrática), o la V República francesa en el trato dispensado a las desplazadas, a cuya emigración atribuía la primera un carácter Afiliada a la UGT y al PSOE en Alemania y España; afiliada y delegada sindical de ÖTV sindicato alemán de administraciones públicas; delegada regional y federal de los asistentes sociales de Caritas Alemania; fundadora, presidenta y secretaria de la Asociación de Padres de Familias Españolas de Bonn y presidenta del Club de Galicia de Bonn; Secretaria Federación Renania del Norte Westfalia (Sixto ARMÁN CARAMÉS, Informe, 2010, p. 2). 44

AFOHSA-HV, 2-1 (2ª Sesión: 14 de abril de 2010), min. 31-35. Notas de la federación femenina de Beverwijk (Holanda). FPI: ACGB-C1020, f. 2. 46 Ibid., f. 1. Sobre las solteras e inmigrantes irregulares expuestas a abusos: Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA y José BABIANO: “En manos de los tratantes de seres humanos (notas sobre la emigración irregular durante el franquismo)”, Historia Contemporánea, 26 (2003), pp. 35-56. 47 Laura Oso deja constancia de este proceso de movilidad socioprofesional ascendente que se centra sobre todo en la hijas (Laura OSO, “Volver a nacer: el retorno de los hijos de la emigración española en Francia”, en X. Amancio LIÑARES GIRAUT (coord.): Hijos y nietos de la emigración española. Las generaciones el retorno, Vigo, Grupo España Exterior, 2009, pp. 141-167), aunque también advierte la autora sobre el daño que la mentalidad del ahorro y la “miseria de la abundancia” provocaban entre ciertas trabajadoras domésticas. Laura OSO: Españolas en París..., pp. 143-190. 48 “Migration and incorporation of women in waged employment bring both gains and losses”. Mirjana MOROKVASIC: “Birds of..., p. 893. 49 Maite Extramiana (13 de octubre, 2014, Pau) y Marie Carmen Vega (29 de octubre, 2014, Pau), viudas ambas, que hablan sin complejos sobre las a veces conflictivas relaciones con unos esposos a los que no por querer menos describían como machistas “en cierto modo”. Más importante aún, estas mujeres se mantienen completas y activas a pesar de la ausencia del hombre: militando, estudiando y, en suma, aprendiendo. Sirvan estas humildes páginas para homenajearlas a las dos. 45

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“semifamiliar y semivergonzante”50 y la segunda un tratamiento deplorable, considerando en muchos casos a los emigrantes “ejércitos de reserva”, pero discriminándolas a ellas aún más51. En ambos casos las mujeres, ahora ya más organizadas, pelearon por ver reconocidos sus derechos en las “ocupadas” agendas de los partidos en el poder, sabiendo que nadie les regalaría nada. Como ellas indicaban: “deseamos y hacemos todo lo que se puede de nuestra parte, en los países de residencia, para afianzar, reforzar y asegurar la democracia en España52”. Esa democracia, imperfecta (aunque no por razones atribuibles a su lucha), fue también el resultado de su aprendizaje y su resistencia. Esperemos que algún día nadie albergue dudas al respecto. A modo de valoración final Una vez han hablado ellas, las viudas de negro y “de blanco” (que se quedaban en España esperando las remesas del marido), las perseguidas, las ignoradas, las eternas explotadas y las que dijeron basta, hay pocas conclusiones rimbombantes que plantear fuera del ámbito puramente académico e historiográfico. Dentro de aquel cabría recordar a la sociedad, y en particular a la sociedad varonil (que es en nuestro ámbito de trabajo se traduce por el conjunto e estudiantes, becarios – como el que firma estas páginas-, profesores, PAS masculino y catedráticos), que la historia de las mujeres no es solo una historia sobre mujeres, ni tampoco una asignatura “necesaria” que ocupa su pequeña cuota en el reparto de créditos, ni mucho menos el sello de una moda intelectual (como fuera la historia desde abajo en su momento y otras perspectivas públicamente elogiadas, pero en lo privado denostadas). La historia de las mujeres es la historia de una mitad de la humanidad que no deja indiferente a la otra; es la historia que muchas manos, femeninas en su mayoría, han escrito y están escribiendo en estos momentos tanto si les place como si no a los que, a veces muy a la ligera, se consideran desprejuiciados. La historia de las mujeres es por tanto una conquista presente que ya no tiene marcha atrás y ante la que solo cabe tomar, si nos consideramos seres humanos además de agentes circunstanciados por un lugar de nacimiento u otro, una resolución intelectual de sincera adhesión. Luego, se podrán plantear todas las críticas oportunas frente al producto concreto de este enfoque global. En cuanto al objeto actual de nuestro presente trabajo, solo quisiéramos añadir que el exilio y la emigración, como tantos otros espacios y tiempos recientes y pretéritos, esconden todavía muchos rostros por definir y muchas vidas por recomponer. En este esfuerzo creemos también que, sin caer en aforismos reduccionistas y complacientes, la hipótesis de la triple explotación y la visibilización de la violencia estructural no son fetiches biempensantes con los que reafirmar subjetividades en el presente (aunque este fin pueda parecer tentador); sino enfoques sustanciados por las fuentes y los testimonios que nos permiten, poniendo el acento en una injusticia que tiene nombres y apellidos (empezando por los del capitalismo), no olvidar tampoco que de pretendidos salvadores está llena la historia. De hecho, quizá no han de ser los y las tipificadas como víctimas quienes requieran nuestra luz y nuestra guía, sino nosotros la de ellas. 50

VV.AA.: El trabajo de las mujeres a través de la Historia, Centro feminista de Estudios y Documentación, Madrid, Instituto de la Mujer, 1985, p. 206. Según esta publicación y como hemos podido comprobar en los fondos de la SGIE-IEE, el Instituto Español de Emigración no comenzó a interesarse por la situación de las mujeres en la emigración hasta los años 80. 51 El “ejército de reserva” en Cristina BORDERÍAS y Cristina CARRASCO: Las mujeres y el trabajo. Rupturas conceptuales, Barcelona, Fuhem, 1994, p. 32. En cuanto a la diferenciación por género: “si el hombre emigrante es en casi todos los países europeos un ciudadano de segunda clase, la mujer es abiertamente un ciudadano de tercera”. Informe de la sección de Neuss, FPI: ACGB-C1020, f.3. 52 SGIE-IEE: 12/85, f. 24.

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