La metalurgia calcolítica en el Suroeste de la Península Ibérica: una interpretación personal

May 24, 2017 | Autor: Salvador Rovira | Categoría: Archaeometallurgy
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Descripción

MENGA 07 CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DÓLMENES DE ANTEQUERA AÑO 2016 2015 ISSN 2172-6175

REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA · JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY

MENGA 07 REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY Publicación anual Año 6 // Número 07 // 2016

JUNTA DE ANDALUCÍA. CONSEJERÍA DE CULTURA Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera ISSN 2172-6175 Depósito Legal: SE 8812-2011 Distribución nacional e internacional: 250 ejemplares

Menga es una publicación anual del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera (Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía). Su objetivo es la difusión internacional de trabajos de investigación científicos de calidad relativos a la Prehistoria de Andalucía. Menga se organiza en cuatro secciones: Dossier, Estudios, Crónica y Recensiones. La sección de Dossier aborda de forma monográfica un tema de investigación de actualidad. La segunda sección tiene un propósito más general y está integrada por trabajos de temática más heterogénea. La tercera sección denominada como Crónica recogerá las actuaciones realizadas por el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera en la anualidad anterior. La última sección incluye reseñas de libros y otros eventos (tales como exposiciones científicas, seminarios, congresos, etc.). Menga está abierta a trabajos inéditos y no presentados para publicación en otras revistas. Todos los manuscritos originales recibidos serán sometidos a un proceso de evaluación externa y anónima por pares como paso previo a su aceptación para publicación. Excepcionalmente, el Consejo Editorial podrá aceptar la publicación de traducciones al castellano y al inglés de trabajos ya publicados por causa de su interés y/o por la dificultad de acceso a sus contenidos. Menga is a yearly journal published by the Dolmens of Antequera Archaeological Site (the Andalusian Regional Government Ministry of Culture). Its aim is the international dissemination of quality scientific research into Andalusian Prehistory. Menga is organised into four sections: Dossier, Studies, Chronicle and Reviews. The Dossier section is monographic in nature and deals with current research topics. The Studies section has a more general scope and includes papers of a more heterogeneous nature. The Chronicle section presents the activities undertaken by the Dolmens of Antequera Archaeological Site in the previous year. The last section includes reviews of books and events such as scientific exhibitions, conferences, workshops, etc. Menga is open to original and unpublished papers that have not been submitted for publication to other journals. All original manuscripts will be submitted to an external and anonymous peer-review process before being accepted for publication. In exceptional cases, the editorial board will consider the publication of Spanish and English translations of already published papers on the basis of their interest and/or the difficulty of access to their content.

Ídolo placa procedente del dolmen 40 de la necrópolis de Cabezas Rubias (Huelva). Foto: Miguel A. Blanco de la Rubia.

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ÍNDICE 07 EDITORIAL 12 DOSSIER: LOS ORÍGENES DE LA METALURGIA: TRANSMISIÓN DEL CONOCIMIENTO

VERSUS INNOVACIÓN TECNOLÓGICA



Coordinado por Ignacio Montero Ruiz y Mercedes Murillo Barroso

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Los inicios de la metalurgia y el valor social del metal Ignacio Montero Ruiz y Mercedes Murillo Barroso

31

An Overview of Chalcolithic Copper Metallurgy from Southern Portugal Pedro Valério, António M. Monge Soares y María Fátima Araújo

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La metalurgia calcolítica en el suroeste de la Península Ibérica: una interpretación personal Salvador Rovira Llorens

68 ESTUDIOS 71

Estudio bioarqueológico de la necrópolis megalítica de El Barranquete (Níjar, Almería) Marta Díaz-Zorita Bonilla, Gonzalo Aranda Jiménez, Javier Escudero Carrillo, Sonia Robles Carrasco, Águeda Lozano Medina, Margarita Sánchez Romero y Eva Alarcón García

101

Las primeras importaciones griegas en Occidente y la cronología de la cerámica geométrica: hacia un nuevo paradigma (I) Eduardo García Alfonso

135

Drones y su aplicación en Arqueología. Volando sobre Acinipo (Ronda, Málaga) Eduardo García Alfonso, Daniel David Florido Esteban, Federica Pezzoli y Gilberto Gazzi

154 CRÓNICA 157

Testing the Potential of Optically Stimulated Luminescence (OSL) for the Dating of the Antequera Megaliths (Málaga, Spain): Assessing the Results of the First Round of Sampling Constantin Athanassas, Leonardo García Sanjuán, Katerina Theodorakopoulou, Mayank Jain, Reza Sohbati, Guillaume Guerin y José Antonio Lozano Rodríguez

167

Un percutor en meta-arenitas encontrado en el túmulo del dolmen de Menga. Estudio litológico, traceológico y contextual José Antonio Lozano Rodríguez, Leonardo García Sanjuán, Alba Masclans Latorre, Juan Francisco Gibaja Bao, Luis Alfonso Pérez Valera, Francisco Martínez-Sevilla y Coronada Mora Molina

189

Estudio arqueozoológico de los restos faunísticos recuperados en el pozo del dolmen de Menga (Antequera, Málaga) en las excavaciones de 2005-06 José Antonio Riquelme Cantal

199

El Relleno del Pozo de Menga: Estratigrafía y Radiocarbono Leonardo García Sanjuán, Gonzalo Aranda Jiménez, Francisco Carrión Méndez, Coronada Mora Molina, Águeda Lozano Medina y David García González

225

Proyectiles de 9 mm hallados en el atrio del dolmen de Menga ¿Testimonio de la Guerra Civil Española? Leonardo García Sanjuán, Ángel Rodríguez Larrarte, Mark A. Hunt Ortiz, Gonzalo Aranda Jiménez y Coronada Mora Molina

238 RECENSIONES 238

Gabriel Martínez Fernández Victor S. Gonçalves, Mariana Diniz y Ana Catarina Sousa (eds.): 5º Congresso do Neolitico Peninsular

247

Juan Pedro Bellón García Vicente Lull Santiago, Rafael Micó Pérez, Cristina Rihuete Herrada y Roberto Risch: Primeras investigaciones en La Bastida (1869-2005)

250

Ignasi Grau Mira Juan Pedro Bellón Ruiz, Arturo Ruiz Rodríguez, Manuel Molinos Molinos, Carmen Rueda Galán y Francisco Gómez Cabeza (eds.): La Segunda Guerra Púnica en la Península Ibérica. Baecula, Arqueología de una batalla

253

Eduardo García Alfonso Ramón Hiraldo Aguilera, Juan A. Martín Ruiz y Juan Ramón García Carretero: Excavaciones arqueológicas en el Cerro del Castillo (Fuengirola, Málaga). Los niveles fenicios (siglos VII-III a.C.)

258

Miguel Ángel Blanco de la Rubia Sitio de los Dólmenes de Antequera. Intuición e intención en la obra de Javier Pérez González

261 NOTICIAS

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DIRECTOR/DIRECTOR

Miguel Cortés Sánchez (Universidad de Sevilla)

Bartolomé Ruiz González (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera)

Felipe Criado Boado (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Santiago de Compostela) José Antonio Esquivel Guerrero (Universidad de Granada)

EDITORES/EDITORS

Silvia Fernández Cacho (Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico)

Gonzalo Aranda Jiménez (Universidad de Granada)

Román Fernández-Baca Casares (Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico)

Eduardo García Alfonso (Junta de Andalucía. Delegación Territorial de Cultura, Turismo y Deporte, Málaga) COORDINADOR DE RECENSIONES/REVIEWS COORDINATOR María Oliva Rodríguez Ariza (Universidad de Jaén) SECRETARIA TÉCNICA/TECHNICAL SECRETARY Victoria Eugenia Pérez Nebreda (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) CONSEJO EDITORIAL/EDITORIAL BOARD Gonzalo Aranda Jiménez (Universidad de Granada) María Dolores Camalich Massieu (Universidad de La Laguna) Eduardo García Alfonso (Junta de Andalucía. Delegación Territorial de Cultura, Turismo y Deporte, Málaga) Leonardo García Sanjuán (Universidad de Sevilla) Francisca Hornos Mata (Museo de Jaén) Víctor Jiménez Jaimez (Universidad de Southampton) José Enrique Márquez Romero (Universidad de Málaga) Dimas Martín Socas (Universidad de La Laguna) Ana Dolores Navarro Ortega (Museo Arqueológico de Sevilla) Bartolomé Ruiz González (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) Arturo Ruiz Rodríguez (Universidad de Jaén) Carlos Odriozola Lloret (Universidad de Sevilla) María Oliva Rodríguez Ariza (Universidad de Jaén)

Alfredo González Ruibal (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Santiago de Compostela) Almudena Hernando Gonzalo (Universidad Complutense de Madrid) Isabel Izquierdo Peraile (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España) Sylvia Jiménez-Brobeil (Universidad de Granada) Michael Kunst (Deutsches Archäologisches Institut, Madrid) Katina Lillios (University of Iowa) José Luis López Castro (Universidad de Almería) Juan Antonio Martín Ruiz (Academia Andaluza de la Historia, Málaga) Martí Mas Cornellà (Universidad Nacional de Educación a Distancia) Fernando Molina González (Universidad de Granada) Ignacio Montero Ruiz (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid) Arturo Morales Muñiz (Universidad Autónoma de Madrid) María Morente del Monte (Museo de Málaga) Leonor Peña Chocarro (Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma. CSIC) Raquel Piqué Huerta (Universitat Autònoma de Barcelona) José Ramos Muñoz (Universidad de Cádiz) Charlotte Roberts (University of Durham) Ignacio Rodríguez Temiño (Conjunto Arqueológico de Carmona) Robert Sala Ramos (Universitat Rovira i Virgili) Alberto Sánchez Vizcaíno (Universidad de Jaén)

Margarita Sánchez Romero (Universidad de Granada)

Stephanie Thiebault (Centre Nationale de Recherche Scientifique, París)

CONSEJO ASESOR/ADVISORY BOARD

Ignacio de la Torre Sáinz (Institute of Archaeology, University College London)

Xavier Aquilué Abadias (Centro Iberia Graeca, L´Escala, Girona) Ana Margarida Arruda (Universidade de Lisboa) Rodrigo de Balbín Behrmann (Universidad de Alcalá de Henares) Juan Antonio Barceló Álvarez (Universitat Autònoma de Barcelona) María Belén Deamos (Universidad de Sevilla) Juan Pedro Bellón Ruiz (Universidad de Jaén) Joan Bernabeu Aubán (Universitat de València)

Juan Manuel Vicent García (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid) David Wheatley (University of Southampton) Joao Zilhão (Universitat de Barcelona) EDICIÓN/PUBLISHED BY JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura

Massimo Botto (Consiglio Nazionale delle Ricerche, Roma) Primitiva Bueno Ramírez (Universidad de Alcalá de Henares)

PRODUCCIÓN/PRODUCTION

Jane E. Buikstra (Arizona State University)

Agencia Andaluza de Instituciones Culturales Gerencia de Instituciones Patrimoniales DISEÑO

Teresa Chapa Brunet (Universidad Complutense de Madrid) Robert Chapman (University of Reading)

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DISEÑO/DESIGN Carmen Jiménez del Rosal MAQUETACIÓN/COMPOSITION Francisco José Romero Romero (Agencia Andaluza de Instituciones Culturales) IMPRESIÓN/PRINTING PodiPrint LUGAR DE EDICIÓN/PUBLISHED IN Sevilla FOTOGRAFÍAS/PHOTOGRAPHS Portada / Front cover: Tholos de El Romeral. Fotografía de Javier Coca / The El Romeral tholos. Photo: Javier Coca. INSTITUCIONES COLABORADORAS/SUPPORTING ENTITIES Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica (Universidad de Jaén). Grupo de Investigación: ATLAS (HUM-694) (Universidad de Sevilla). Grupo de Investigación: GEA. Cultura material e identidad social en la Prehistoria Reciente en el sur de la Península Ibérica (HUM-065) (Universidad de Granada). Grupo de Investigación: PERUMA. Prehistoric Enclosures Research (Universidad de Málaga). Grupo de Investigación de las sociedades de la Prehistoria Reciente de Andalucía y el Algarve (GISPRAYA) (Universidad de La Laguna).

ISSN 2172-6175 Depósito legal: SE 8812-2011

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Conjunto de puntas de flecha tipo Palmela rodeadas de un cita de oro procedentes de Villaverde del Rio (Sevilla). Museo Arqueológico de Sevilla. Consejería de Cultura. Junta de Andalucía.

DOSSIER

LA METALURGIA CALCOLÍTICA EN EL SUROESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: UNA INTERPRETACIÓN PERSONAL Salvador Rovira Llorens1

Resumen: Desde comienzos del siglo XXI se están incorporando a la literatura científica datos importantes que han ido ampliando nuestros conocimientos de los procesos tecnológicos que caracterizaron la metalurgia del III milenio ANE en la Península Ibérica. Estos datos se han interpretado según dos modelos marcadamente distintos. Según uno de ellos, al que se adhiere el autor, se confirma una metalurgia calcolítica cuyos rasgos principales son compartidos con otras regiones de Europa y Oriente (aunque, en muchos casos, con evidente diacronismo) en la fase inicial del desarrollo metalúrgico. Los nuevos datos rellenan huecos del conocimiento sobre la metalurgia inicial del Suroeste.El segundo modelo interpreta los nuevos hallazgos como sintomáticos de una metalurgia altamente especializada, distinta de la descrita por el modelo anterior, que refleja y apoya conceptos superestructurales de una sociedad calcolítica de complejo desarrollo regional.Este trabajo se ocupa de analizar la información aportada, situándola en las coordenadas de referencia que proporcionan los conocimientos actuales sobre metalurgia calcolítica.

Palabras clave: Calcolítico, Metalurgia, Península Ibérica, Escorias, Hornos.

CHALCOLITHIC METALLURGY IN SOUTHWESTERN IBERIA: A PERSONAL OVERVIEW Abstract: Since the beginnings of the 21th century important data are being incorporated into the scientific literature expanding our knowledge of the technological processes that characterized the metallurgy of the 3rd millennium ANE in the Iberian Peninsula. These data have been interpreted according to two different models. For one of them, followed by the author, the main features of Chalcolithic metallurgy are similar to the ones observed in other regions of Europe and the Near East (although, in many cases, with a clear diachronism) for the initial phase of metallurgical development. The new data fill a gap in the knowledge of early metallurgy in the Southwest.The second model interprets these new data as an indication of a highly specialised metallurgy, different from the one described by the previous model. This specialization would reflect and support super-structural concepts of a Chalcolithic society with complex regional development. This paper focuses in the analysis of the information provided by the new data, framing it into the current state of the art on Chalcolithic metallurgy.

Keywords: Chalcolithic, Metallurgy, Iberian Peninsula, Slags, Furnaces. 1 Museo Arqueológico Nacional (Jubilado). [[email protected]]

Recibido: 25/05/2016. Aceptado: 12/07/2016

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SALVADOR ROVIRA LLORENS

1. UN POCO DE HISTORIA El libro de Mark A. Hunt, con el minucioso registro de los datos disponibles entonces sobre metalurgia calcolítica, muchos de ellos aportados por el propio autor, es un excelente punto de partida para obtener una imagen del estado de la cuestión a finales del siglo pasado (Hunt Ortiz, 2003: 292-327). Aunque era evidente que existía una metalurgia calcolítica que aprovechaba los numerosos afloramientos cupríferos de la Faja Pirítica y regiones aledañas, no lo era tanto cómo se obtenía el cobre, es decir, qué tipo de infraestructuras metalúrgicas se usaban para transformar el mineral en metal. Se daba por supuesto que debieron existir hornos, muy en la línea de la idea más extendida que no veía posible una metalurgia sin hornos, una idea convertida en doctrina que dictaban los metalúrgicos que trabajaban en arqueometalurgia (p. ej. Tylecote, 1976). La realidad arqueológica en la Península Ibérica a finales de la década de 1990 era otra: no había apenas escorias pero se habían encontrado fragmentos de cerámica escorificados, sobre todo en Portugal, algunos de los cuales podían interpretarse como partes de vasijas de reducción (vasijas-horno), según Hunt Ortiz (2003: 296). Esta idea era entonces todavía novedosa en España, aunque en 1985 ya la habíamos expuesto en un congreso internacional cuyas actas se publicarían en 1989 (Delibes et al., 1989) y poco después, con mayor decisión, en otro foro similar (Delibes et al., 1991). Simultánea e independientemente, Zwicker et al. (1985) habían propuesto la misma idea de reducción de minerales en vasijas cerámicas, de la que se hará eco Craddock (1995: 133-134) al hablar de Los Millares y Almizaraque. Hay también referencias a posibles hornos metalúrgicos en el Suroeste peninsular. Está la descomunal estructura de Santa Justa en Alcoutim (Portugal), de más de tres metros de diámetro y otros tantos de altura máxima de la supuesta cúpula, en cuyo interior se encontraron algunos restos de actividad metalúrgica (Gonçalves, 1989: 310), siendo los más interesantes, en nuestra opinión, los asociados a lo que el autor llama fogueiras estructuradas. En São Brás 1 (Serpa, Portugal) se habla de fragmentos de revestimiento de posibles hornos, pero los análisis no detectaron cobre en ningún caso (Araujo et al., 1994), lo cual hace dudosa su función metalúrgica.

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La literatura menciona toberas o sus fragmentos en Pedra do Ouro, San Bras-1, João Marques y otros pocos sitios. Un ejemplar completo, de excelente factura, procede de Vila Nova de São Pedro (Müller y Soares, 2008: 100, fig. 1c). Más numerosos eran los estudios analíticos de objetos metálicos hallados en España y Portugal, caracterizando la metalurgia del cobre y del cobre arsenical. Así, pues, a finales del siglo XX se podía elaborar un modelo metalúrgico para el Calcolítico del Suroeste que podía sintetizarse como sigue: 1. Aprovechamiento de minerales oxídicos de cobre. 2. Transformación mineral-metal realizada en vasijas de reducción y posiblemente en hornos. 3. Producción de objetos de cobre y cobre arsenical. A comienzos del siglo XXI el panorama se renovó sustancialmente. La excavación sistemática de poblados como Cabezo Juré y La Junta en Huelva, y de un importante sector de Valencina de la Concepción (Sevilla), va a proporcionar nuevos datos arqueometalúrgicos. Al mismo tiempo, materiales de yacimientos emblemáticos portugueses como Zambujal y Vila Nova de São Pedro son re-estudiados científicamente con metodología moderna. Todo ello ha contribuido a generar nuevas hipótesis (que no tesis, aunque a veces se confundan los términos) que amplían el alcance del modelo metalúrgico y que, a nuestro modo de ver, requieren algunas matizaciones en términos estrictamente tecnológicos.

2. UN POCO DE METODOLOGÍA Y ALGUNAS REFLEXIONES PRELIMINARES El enfoque moderno de la arqueometalurgia se basa, como es sabido, en el estudio de los restos aplicando un amplio abanico de técnicas analíticas actualmente accesibles. Un estudio integral que pretenda caracterizar un modelo tan complejo como es el de la actividad metalúrgica debe abarcar todos los residuos de dicha actividad recuperados en el registro arqueológico, contextualizando los resultados dentro de una horquilla temporal razonable y en un espacio geográfico más o menos definido. La interpretación de tales residuos proporciona los datos

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LA METALURGIA CALCOLÍTICA EN EL SUROESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: UNA INTERPRETACIÓN PERSONAL

en los que fundamentar la elaboración de modelos tecnológicos, a partir de los cuales podremos ir más allá y proponer hipótesis relativas a cuestiones económicas y sociales. Pero no debemos perder de vista que estamos interpretando, y toda interpretación conlleva una carga más o menos importante de subjetividad y una inevitable manipulación de los datos (Morato y Kelly, 1978). El manual coordinado hace unos años por Montero Ruiz (2010) nos alivia de tener que entrar en detalle en la naturaleza de la amplia nómina de materiales que el arqueólogo puede desenterrar durante del trabajo de campo. Nos detendremos algo más detenidamente en dos de aquellos materiales que resultan de crucial importancia en el tema que nos ocupa: las estructuras pirometalúrgicas en las que se realizaba la transformación mineral-metal bruto y en los subproductos de dicha transformación, las escorias y escorificaciones. Comenzaremos por las escorias porque, en gran medida, sus características físico-químicas y mineralógicas vienen condicionadas por los reactores en los que se forman, es decir, las estructuras pirometalúrgicas. Hasta tal punto esto es así, que del estudio minucioso de una escoria se pueden deducir muchas de las características del reactor (temperatura de trabajo, entorno ambiental en el que cursan las reacciones químicas, etc.), aunque no se haya encontrado ningún resto en la excavación. En términos metalúrgicos estrictos, la escoria es un material desechable que resulta de la reacción de ciertos minerales de la carga con el fin de lograr una completa extracción del metal, de ahí sus propiedades más relevantes: no miscibilidad con el metal que se trata de obtener, temperatura de fluidificación alcanzable en el horno de fundición y coeficiente de viscosidad lo suficientemente bajo para que el metal que se va formando en su seno pueda separarse fácilmente. Tales propiedades definen lo que se viene llamando una fundición escorificante. Por lo que sabemos, la metalurgia primitiva del cobre siguió otros derroteros distintos en relación con las escorias (Rovira, 2003; Hauptmann, 2007). Las escorias de reducción más antiguas son consecuencia, principalmente, de las reacciones entre los componentes de la ganga del mineral metalífero, los compuestos silicatados del entorno y las cenizas del combustible utilizado. La cantidad de escoria producida, según el registro arqueológico,

es muy pequeña, por lo que en general se habla de procesos de fundición no escorificantes (Craddock, 2011: 297). Las primeras escorias no cumplen ninguno de los requisitos exigidos a las verdaderas escorias metalúrgicas salvo el de no miscibilidad. Sus fases no están en equilibrio, lo cual conduce a que sólo en algunas regiones de la escoria se forme material fundido embebido en una masa sólida de minerales; es habitual que conserven mineral de cobre sin reducir o sólo parcialmente reducido. La figura 1 es una imagen de la sección de una escoria vista al microscopio electrónico de barrido (SEM). En el campo visual predominan los granos de cuarzo libre, entre los cuales se formó una matriz de vidrio fundido que atrapa cuprita y alguna bolita de cobre. El estado de disgregación de los granos de cuarzo es un paso previo a la disolución para formar vidrio; en alguno de ellos se observa la transformación en bastones de cristobalita-tridimita, indicando que en algún momento antes del enfriamiento se había alcanzado una temperatura por encima de los 1.200º C. Las escorias calcolíticas suelen mostrar una acusada reacción ante el imán. Se debe a que muchas de ellas contienen magnetita como consecuencia de la oxidación del dióxido de hierro existente en la ganga. La figura 2 ilustra el caso. En esta escoria, además, se aprecia la descomposición del piroxeno (hedenbergita) que constituye la matriz fundida, para formar eutéctico de magnetita, cristobalita y tridimita según un proceso estudiado detalladamente por Hauptmann (2007: 170-171). La reacción de descomposición cursa en condiciones ambientales oxidantes. También en condiciones oxidantes, la presencia de magnetita y cuprita facilita la formación de delafosita, un óxido de hierro trivalente y cobre que suele tomar la forma de cristales columnares o placas (Fig. 3). Con lo visto hasta ahora se podría decir que el ambiente en las estructuras pirometalúrgicas en las que se han formado las escorias es poco reductor; es más bien oxidante. Esto choca frontalmente con el concepto de horno metalúrgico que, por definición, ha de proveer de un ambiente reductor que garantice el buen rendimiento de las reacciones implicadas. ¿Qué tipo de estructura propiciaría obtener estas escorias?: un fuego abierto (lo que se denomina en

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Fig. 1. Escoria de San Blas (Cheles, Badajoz). Abundante cuarzo (Qz) sin reaccionar. La matriz fundida (G) retiene cuprita (Cup) y alguna bolita blanca de cobre. El cuarzo muestra signos de la transformación a cristobalita-tridimita (CT) a alta temperatura. Imagen SEM, electrones retrodispersados.

Fig. 2. Escoria de Almizaraque (Almería). Fenómeno de descomposición de la hedenbergita (Hb) de la matriz fundida en eutéctico magnetita-cristobalita-tridimita (Eu). Los cristales de magnetita (Ma) son abundantes, confiriendo propiedades magnéticas a la escoria. Se aprecia cobre metálico (Cu) retenido. Imagen SEM, electrones retrodispersados.

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Fig. 3. Escoria de Almizaraque (Almería). Formación de cristales columnares de delafosita (Del) en presencia de magnetita (Ma) y cuprita (Cup), en una matriz de vidrio complejo silicatado (G). Imagen SEM, electrones retrodispersados.

Fig. 4. La casa del metalúrgico en Los Millares (Almería), con un hogar central en el que se realizaron tareas metalúrgicas. Foto A. Moreno y Francisco Contreras.

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inglés camp fire), una simple hoguera bien ventilada, con los lindes más o menos protegidos, en cuya parte central se colocara el mineral con o sin la ayuda de una vasija, con o sin la ayuda de una pequeña cavidad. Buenos ejemplos serían la conocida estructura de Los Millares (Fig. 4) o las cubetas de La Capitelle du Broum (Péret, Francia) (Ambert et al., 2013: 63, fig. 3). La objeción de que en una estructura de ese tipo no se pueden alcanzar las elevadas temperaturas necesarias carece de fundamento, como se ha demostrado experimentalmente (Fig. 5). Aunque en algunas escorias se forman pequeños reductos de fayalita en la matriz fundida cuando la carga contiene óxido de hierro, no son suficientes ni para conseguir una escoria fluida ni para poder hablar con propiedad de escorias fayalíticas. De hecho, en nuestros análisis, la mayoría de los minerales neoformados son piroxenos o especies afines, lo que les ha valido la denominación de escorias piroxénicas en contraposición a las fayalíticas o verdaderas escorias.

Estas escorias retienen mucho cobre, bien como metal atrapado, bien como mineral sin reducir (véase la Fig. 1). Consúltese, por ejemplo, el gráfico publicado por Bourgarit (2007: 6, fig. 2) en el que se incluyen escorias calcolíticas españolas. La extrema escasez de escorias no se explica fácilmente (véase, p. ej., la recopilación de Bourgarit, 2007: 4, tab. 1). Se ha recurrido a la idea de que eran machacadas manualmente para seleccionar las porciones de cobre de entre la arena de escoria resultante (véase, entre otros, Ambert et al., 2009: 294, fig. 8). Pero grandes cantidades de escoria, aunque sea machacada, no desaparecen del escenario aun contando con los efectos erosivos medioambientales. Tenemos algunos ejemplos, aunque más tardíos, de la conservación de la escoria: Cierny (2008) exploró verdaderos montículos de schlackensand del Bronce Final en el Trentino (Italia), y en América, las fundiciones de Batán Grande de época Sipán, en Perú, produjeron extensas acumulaciones de escoria machacada (Shimada et al., 1982). Para explicar la escasez de escorias quizás fuera más razonable y atractiva la idea de que los primeros metalúrgicos procesaban prioritariamente minerales de gran pureza, seleccionados a pie de mina para evitar el transporte, a veces a larga distancia, del peso muerto que representa la ganga. Los trabajos de Ixer (2001) en la mina prehistórica de Great Orme (Inglaterra) apuntan hacia la selección de minerales en la propia mina. Hay un hecho que llama poderosamente la atención: en ningún poblado calcolítico de los supuestamente especializados en metalurgia se han descrito depósitos importantes de fragmentos rocosos que resultarían de la operación de enriquecimiento del mineral. Puesto que tampoco hay prácticamente escoria, que sería la consecuencia inevitable de procesar minerales con ganga, como hemos demostrado experimentalmente (Rovira, 2012), la explicación más verosímil es la que proporciona la Química elemental: el óxido de cobre reacciona con el monóxido de carbono para dar cobre y dióxido de carbono (gas); no queda otro residuo sólido que el metal.

Fig. 5. Experimento realizado por Jaques Happ con el autor, en 2005. Simple hoguera alimentada con leña seca, sometida a un viento con una velocidad máxima de 35 km/h medida con anemómetro. La lectura pirométrica alcanzó los 1.200º C, más que suficiente para fundir cobre o para reducir mineral.

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En el poblado calcolítico de Porto das Carretas (Mourão, Portugal) se encontró mineral de cobre. Una de las muestras analizadas es malaquita prácticamente pura y otras dos son minerales Cu-Fe con más del 80% Cu (Valério et al., 2007: 187). Los

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LA METALURGIA CALCOLÍTICA EN EL SUROESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: UNA INTERPRETACIÓN PERSONAL

análisis publicados de Almizaraque también señalan tenores altos de cobre, aunque no todos, por lo que una pequeña producción de escoria sería esperable (Müller et al., 2004: 49, tab. 8).

3. LOS DATOS ARQUEOMETALÚRGICOS DEL SUROESTE Y LO QUE DE ELLOS SE HA DEDUCIDO En los pasados quince años se han publicado muchos datos de gran interés para el estudio de la metalurgia calcolítica del Suroeste, unos derivados del estudio de excavaciones recientes y otros de la revisión de materiales antiguos. Nos estamos refiriendo a Valencina de la Concepción (Sevilla), Cabezo Juré (Huelva) y Zambujal y Vila Nova de São Pedro (Portugal), por mencionar sólo los más relevantes. Trataremos seguidamente de describir los marcadores arqueometalúrgicos.

3.1. MENAS DE COBRE Minerales de cobre extraídos de la capa de enriquecimiento supergénico de las mineralizaciones se mencionan en algunos yacimientos de la zona. En el registro de Cabezo Juré se habla de malaquita, azurita, calcosina y tenorita (Sáez et al., 2003: 628). Se publican análisis de dos muestras de mineral (Sáez et al., 2003: 631, tab. 1). En Valencina de la Concepción se han identificado tres tipos de minerales cupríferos: unos extraídos de las monteras o zonas de enriquecimiento de sulfuros masivos (carbonatos y óxidos de cobre y hierro: malaquita, azurita, hematita-goethita, tenorita y cuprita, junto a sulfuros: covellita y bornita); otros, sulfuros primarios (calcopirita, bornita y galena), y finalmente impregnaciones de malaquita en arenisca (Nocete et al., 2008: 721). No hay análisis de la composición cuantitativa de ninguna muestra de mineral, pero se dedica toda una lámina a exponer imágenes vistas al microscopio óptico y electrónico de minerales con, aparentemente, poca ganga (Nocete et al., 2008: 722, fig. 4). De las seis muestras de dicha figura tan sólo una corresponde a minerales oxídicos (malaquita+óxidos-hidróxidos de hierro); las cinco restantes son sulfuros meteorizados, es decir, parcialmente alterados a óxidos y carbonatos. No sabemos el valor cuantitativo de estos minerales en la masa total de minerales recuperados, pero, en todo caso, no es infrecuente

encontrarlos en yacimientos calcolíticos como Almizaraque (Müller et al., 2004: 48, fig. 8; Müller et al., 2006: 213, fig. 3), en los que, cuando hay arsénico, se detecta también falhore. De Portugal, además de la malaquita de Porto das Carretas antes aludida, se mencionan minerales en otros yacimientos. Soares et al., (1996: 564, cuadro 1) listan un par de evidencias: malaquita+óxidos-hidróxidos de hierro hay en Porto Mourão (Moura); pirita+arsenopirita en Castelho Velho de Safara (Safara, Moura), esta última asociada a la producción de cobre arsenical. Los minerales oxídicos de Zambujal también son conocidos (Sperl, 1981).

3.2. ESCORIAS Cabezo Juré aporta los estudios más minuciosos de escorias (Sáez et al., 2001; Sáez et al., 2003; Nocete et al., 2004). En las asociadas a los hornos se identifica cuarzo, maghemita, magnetita, piroxeno (diópsido-hedenbergita), plagioclasa, fayalita, cuprita, delafosita y cobre, además de otras fases minoritarias (Sáez et al., 2003: 630-631). Son escorias parcialmente fundidas, describiendo sistemas no en equilibrio con abundante sílice libre (Sáez et al., 2003: 631). Un segundo tipo de escoria se asocia a las vasijas de reducción. Los análisis de dos muestras identificaron como fases minerales predominantes cuarzo, magnetita, maghemita, delafosita, cuprita, cobre y otras fases minoritarias (Sáez et al., 2003: 633). Enunciado así no parece que haya gran diferencia entre unas y otras. Pero la hay. Los análisis de tres escorias de horno y dos de vasijas indican que las primeras contienen notablemente más sílice y las segundas más óxidos de hierro (Sáez et al., 2003: 631, tab. 1). Las de horno tienen una textura esponjosa y las de vasija son más compactas. Tanto el registro arqueológico con su regionalización espacial (metalurgia de hornos circulares en la parte alta del cabezo y ladera sur, y metalurgia de crisol en una ubicación no tan concreta pero distinta de la anterior, según Nocete et al., 2004: 274) como la analítica de las escorias apoyaban la idea de una metalurgia en dos pasos: una primera reducción en los hornos para conseguir cobre y material rico en óxidos de cobre, y una segunda operación de refino, se dice, de ese concentrado (Nocete et al., 2004: 274). Aquí surge una duda que a nosotros personalmente ya nos asaltaba cuando repasábamos los pri-

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meros manuscritos sobre esta cuestión: ¿el material enriquecido resultante era la propia escoria de los hornos? No parece que así fuera porque los análisis de dichas escorias, según Sáez et al. (2003: 631, tab. 1) titulan el cobre (analizado como Cu total, es decir incluyendo cobre metálico+óxidos) en valores que oscilan entre 0 y 10,35% en peso. Los minerales cupríferos de esa misma tabla, es decir los que serían reducidos para extraer el cobre, lo titulan en 15,9% y 24,0%. ¿Cómo demostrar que había enriquecimiento en ese primer procesamiento del mineral, partiendo de la escoria? ¿O quizás debemos suponer que existía ese material enriquecido producto de los hornos pero no se ha analizado o se consumió en su totalidad sin dejar rastro? Si el “material enriquecido” era el cobre obtenido, entonces tiene sentido pero, ciertamente, llamar al cobre “material enriquecido” se presta a confusión. Las escorias de crisol no serían menos enigmáticas, con pérdidas de entre el 20% y el 28% de cobre total, muy superiores a las de los hornos. El proceso en dos pasos no es novedad (Rovira y Ambert, 1992: 96) y se documenta en yacimientos del Próximo Oriente ya en la primera mitad del IV milenio ANE (Hauptmann, 2007: 228). Otra proposición a debatir es si en ese primer proceso metalúrgico se añadían fundentes a la carga del horno, como se dice sobre la base de dos análisis de mineral y siete escorias (Sáez et al., 2003: 630). La titulación de ciertos minerales en las escorias que no estaban representados adecuadamente en las menas conducía, de la mano de la estadística, a la conclusión que a la carga se añadía como fundente entre un 15% y un 50% en peso de diabasa y toba basáltica existente en el entorno del yacimiento. Un fundente tiene por misión facilitar la formación de una escoria fluida a una temperatura razonable. Añadir diabasa y/o basalto, si bien incrementa los niveles de aluminio, magnesio y titanio, aumentará, sobre todo, la tasa de sílice. El resultado será todo lo contrario de lo que se espera de un fundente: subirá notablemente la temperatura de fluidificación de la escoria y su viscosidad, dificultando aún más la separación metal/escoria, opinión que también manifiesta Craddock (2011: 297). De hecho eso es lo que se expresa gráficamente en Sáez et al. (2003: 635, fig. 4), donde las escorias de horno caen todas menos dos en la región de la cristobalita del diagrama de equilibrio de fases, con temperaturas teóricas de fluidificación muy por encima de los 1.470º C, inal-

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canzables en las estructuras pirometalúrgicas del III milenio ANE, de ahí que más que las composiciones globales de las escorias nos interesen las composiciones del material fundido pues, aunque también resulta heterogéneo dentro de una misma escoria, representa sistemas micro-regionales tendentes al equilibrio antes de solidificar en un rango de temperaturas del orden de 1.150-1.300º C. Es en esas regiones donde están los minerales que hallamos recurrentemente en los fundidos de las escorias de Cabezo Juré (Sáez et al., 2003: 632, fig. 3) donde, por cierto, no se identifica ningún fragmento de roca con las características de una diabasa o un basalto, si bien en dicha figura 3F, correspondiente a una escoria de crisol para cuya formación no se propone adición de fundente, se identifica, junto al cuarzo libre, feldespato potásico, una roca de origen magmático o metamórfico. Las mismas fases minerales identificadas en las escorias de Cabezo Juré (Sáez et al., 2003: 631, tab. 2) las encontramos en otros yacimientos calcolíticos estudiados por nosotros, como por ejemplo Almizaraque (Rovira, 2003), San Blas y Los Millares (todavía inéditos), aunque las proporciones pueden variar (incluso dentro de una misma escoria) por la estrecha relación existente entre la escoria y la ganga. Bourgarit (2007) se ocupó en un documentado trabajo del tema de las escorias calcolíticas. Según este autor, con cuya idea coincidimos plenamente, el incremento de aluminio, magnesio y calcio de las escorias de horno de Cabezo Juré frente a la composición de la mena se justifica adecuadamente sin recurrir a la adición de fundente, por la contaminación durante el proceso metalúrgico con minerales del reactor (solera y paredes del horno) en contacto con la masa a reducir y con los que aporta la ceniza del combustible. Por lo que respecta a la ceniza, puede aportar al sistema cantidades importantes de calcio, potasio y magnesio, que en la encina (Quercus) toma valores en torno a 36% Ca, 6% K y 7% Mg (Misra et al., 1993: 111, tab. 4), por mencionar una especie arbórea consumida en los hornos del yacimiento (Rodríguez-Ariza, 2004: 243, fig. 10.1). Como en la madera de encina el peso en ceniza es aproximadamente un 1,6% (en el carbón la relación será algo mayor, teniendo en cuenta que en la carbonización se pierde agua y componentes volátiles pero no minerales), es evidente que su poder contaminante es notable.

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LA METALURGIA CALCOLÍTICA EN EL SUROESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: UNA INTERPRETACIÓN PERSONAL

El enriquecimiento en aluminio de la escoria, cuando no lo hay en la ganga, suele deberse a la reacción de la carga con las paredes de la estructura pirometalúrgica, en este caso la arcilla, uno de cuyos componentes principales es la alúmina. La indicación de que las paredes de los hornos presentaban adherencias escorificadas (Nocete et al., 2004: 281) es indicio de que dicha reacción pudo tener lugar. El análisis de la arcilla usada para construir los hornos hubiera simplificado mucho esta discusión, porque la arqueometalurgia experimental ha comprobado sobradamente la influencia que ejerce el medio en la formación de escoria primitiva o inmadura (p. ej., Bourgarit y Mille, 1997), en ese caso concreto aportando, entre otros elementos, aluminio. Las escorias de horno de Cabezo Juré son comparables a las de muchos yacimientos calcolíticos del Próximo Oriente (Bourgarit, 2007: 6, fig. 3) para cuya justificación no se ha argumentado la adición de fundentes. En el llamado “barrio metalúrgico” de Valencina de la Concepción se recogieron algo más de 16 kg de escorias, una cantidad importante dentro del ralo panorama general, de las que se analizaron 14 muestras, resultando ser escorias similares a las de horno de Cabezo Juré (Nocete et al., 2008: 275, 276), si bien no se dan datos concretos de la composición. Se nos dice que arrastran sílice libre, que se caracterizan por contener gran cantidad de minerales de cobre sin reducir, y que la presencia de ciertos precipitados minerales indica un enfriamiento rápido de la fase fundida de la escoria, todo lo cual, traducido a un lenguaje más común, viene a significar que había dificultades para mantener temperaturas relativamente altas (unos 1.200º C) y que el rendimiento de la transformación mineral-metal era relativamente bajo, aunque en Nocete et al. (2008: 725) se dice que supera el 75% (¡!). Que el material fundido era demasiado viscoso y sólo parcialmente fluido (de ahí que retuviera cobre metálico embebido), a pesar de las micro-regiones con fayalita (que, por cierto, va asociada sistemáticamente a magnetita, un mineral que afecta de manera importante a la viscosidad), se puede deducir de la imágenes seleccionadas para ilustrar las escorias del yacimiento (Nocete et al., 2008: 727, fig. 9). Para los autores de dicho trabajo la tecnología metalúrgica del Suroeste de la Península, vista globalmente, resulta más eficiente que la del resto de Europa occidental e incluso de Oriente (Nocete et al., 2008: 320-231). Otros, en cambio, ante materia-

les con características similares han deducido que la tecnología de la que provienen presenta rasgos primitivos (Rovira, 2003: 91; Bourgarit, 2007: 10; Hauptmann, 2007: 227), comunes a todos los yacimientos en donde se ha podido estudiar metalurgia temprana, rasgos definidos por la propia mineralogía de la escoria, su proceso de formación y, muy importante, por las notables pérdidas de cobre; si bien tales pérdidas, al final, podían remediarse en parte reciclándola o machacándola para recuperar metal atrapado. Pero esto último poco tiene que ver con el proceso de reducción en sí. Desde la publicación de la primera monografía de Zambujal tenemos datos analíticos de las pocas escorias (apenas 30 g) recuperadas en la excavación (Sperl, 1981), con una interpretación condicionada por la idea que se tenía entonces de cómo debía ser la escoria de todo proceso de reducción de mineral de cobre: una escoria fayalítica (Fig. 6) (Sperl, 1980: fig. 3). El propio G. Sperl se sorprendió ante la poca cantidad de escoria (en aquellos años se pensaba que un kg de cobre llevaba aparejados varios kg de escoria), y la inusual naturaleza de las mismas le hizo pensar más bien en un proceso de refino de metal. Tras la reanudación de las excavaciones de Zambujal bajo la dirección de Michael Kunst se ha visto necesario revisar la información antigua. En ese marco cabe situar la publicación de Müller et al. (2007). Las muestras de escoria re-investigadas conducen, como no podía ser de otro modo, a unos materiales de composición heterogénea, con cuarzo libre, abundante mag-

Fig. 6. Microestructura de una escoria de Zambujal, según Sperl (1980, bild 3) con rótulos de S. Rovira.

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netita, matrices fundidas de naturaleza vítrea, restos de minerales y cobre (Müller et al., 2007: 19-20). Es decir, las esperables escorias inmaduras calcolíticas. Finalmente, las escorias de Vila Nova de São Pedro son también de ese mismo tipo (Müller y Soares, 2008: 98-104).

3.3. ESTRUCTURAS PIROMETALÚRGICAS Todos los estudios de escorias calcolíticas del Occidente europeo coinciden en que alguno de sus componentes minerales se forman en episodios más o menos prolongados de ambiente oxidante en el reactor. La mayoría estamos de acuerdo en que se debe a que la metalurgia se practicaba en estructuras pirometalúrgicas abiertas, poco propicias para lograr un buen control ambiental y conseguir que las reacciones redox cursaran en los términos más favorables para la reducción del mineral metalífero. Si en los primeros pasos de la metalurgia se conseguía obtener cobre, no era tanto por la morfología del reactor como por la ventaja que otorgan las leyes de la Naturaleza a ese metal en particular, que es, de entre todos los de interés “industrial” en la Prehistoria, el que se obtiene más fácilmente de sus óxidos, con menos consumo de energía y un ambiente sólo ligeramente reductor, como el de una simple hoguera. Un vistazo rápido al conocido diagrama de Ellingham convencerá fácilmente al incrédulo más recalcitrante. Las vasijas cerámicas utilizadas como contenedores o reactores para obtener cobre, de las que contamos con numerosas representaciones en la bibliografía, son también estructuras abiertas.

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diámetro, con base de piedras y alzado de barro conservado de 40 centímetros (fuertemente deshidratado y con adherencias escoriadas)” (Nocete et al., 2004: 281). En la publicación no hay información gráfica sobre secciones y las fotografías (Nocete et al., 2004: 282, fig. 13.7) no hacen justicia a su descripción en el texto. Lo que las imágenes nos sugieren son estructuras anulares muy parecidas a la encontrada en Los Millares (véase Fig. 4) e incluso a la de Zambujal. La de Los Millares tampoco se considera un horno metalúrgico (Craddock, 1995: 133), opinión a la que nos adherimos a la vista de la similitud de los productos escoriáceos asociados en ambos casos. Para Cabezo Juré se propone que los hornos cilíndricos eran ventilados con toberas. Incluso describen fotográficamente la ubicación de una de ellas (inexistente), encajada entre dos lajas de piedra, y el único ejemplar hallado (Nocete et al., 2004: 282, fig. 13.7). En nuestra opinión, sin embargo, la supuesta tobera no se adapta a tal función, asemejándose más bien a los soportes de cerámica encontrados en yacimientos portugueses como Perdigões, en Reguengos de Monsaraz, exhibidos en el museo de sitio. En Valencina de la Concepción, en el Sector IV, se han descubierto varias estructuras de fuego asociadas a la producción y trabajo del cobre. Se nos presentan como hornos excavados en el suelo, de tendencia circular, con diámetros entre 90 cm y 130 cm y profundidades entre 40 cm y 60 cm, similares a los de la Fase 2 de Cabezo Juré (Nocete et al., 2008: 724).

Las primeras estructuras de fuego relacionadas con la metalurgia del Suroeste, descritas y dibujadas con detalle por Sangmaister y Schubart (1981: fig. 98 y 99), son las de la Casa V de Zambujal, en particular la correspondiente a un anillo de arcilla de un metro de diámetro exterior aproximadamente, en cuyo interior había varias capa cenicientas con un poco de escoria y fragmentos de crisoles. La arcilla del anillo no presentaba signos de fuerte alteración térmica, por lo que se descartó que fuera parte de un verdadero horno metalúrgico.

Tanto los hornos de Cabezo Juré (si fueran verdaderos cilindros) como los de Valencina, con su tamaño descomunal, para los que no hay paralelos ni en Europa ni en Oriente Próximo, no podrían funcionar como hornos metalúrgicos con la tecnología calcolítica. Tampoco con tecnologías mucho más recientes, de la Edad del Hierro e incluso posteriores. Bastaría con ojear el catálogo preliminar de hornos encontrados en el entorno de las minas de Timna (Israel), desde el calcolítico hasta época romana, para convencerse (Rothenberg, 1985), o los muchos trabajos publicados más recientemente sobre yacimientos concretos. Acerca de las limitaciones físicas de un horno metalúrgico primitivo nos ocupamos en otro lugar (Rovira y Renzi, 2010: 91-92).

Estructuras anulares aparecen también, en un número respetable, en Cabezo Juré, descritas como hornos “con una morfología circular de un metro de

Las fosas de Valencina de la Concepción, cuyo uso metalúrgico es incuestionable, son similares a las halladas en las minas irlandesas de Ross Island

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(O’Brien, 2004: 237-277). En un primer momento también se pensó que pudieran ser hornos por presentar cierta afectación térmica en las paredes y restos de mineral y carbón en el relleno, pero se pudo comprobar en alguna de ellas que las operaciones de reducción propiamente dichas se realizaban en estructuras mucho más pequeñas ubicadas en su interior (O’Brien, 2004: 272, fig. 57). Algunos datos de Valencina de la Concepción avalan indirectamente esta opción: se nos dice que dentro de la estructura 182 se recuperaron dos kg de mineral machacado intacto que los autores suponen preparado para iniciar la reducción (Nocete et al., 2008: 725 y fig. 7).Si hemos interpretado bien el texto, esto es impensable en términos prácticos en un volumen tan grande como la fosa. En cambio es la cantidad de mineral apropiada para ser tratada en una hoguera pequeña dentro de la fosa, con espacio a su alrededor para que los metalúrgicos pudieran realizar las tareas necesarias, como accionar un fuelle o usar tubos de soplado a pulmón. Sobre las toberas usadas en Valencina de la Concepción sólo disponemos de una fotografía de conjunto (Nocete et al., 2008: 728, fig. 10). Por su tamaño, que apenas supera los 10 cm en unas pocas, más bien parecen boquillas protectoras de tubos de soplado que toberas. Pero para confirmarlo deberíamos saber cómo es la sección interna, pues las boquillas suelen tener un engrosamiento interno para la inserción de la caña. Algunos objetos representados en dicha figura no parecen toberas ni boquillas.

3.4. OBJETOS METÁLICOS En los últimos años se ha aportado mucha información de calidad sobre las técnicas de taller empleadas en la fabricación de objetos de cobre basada en los análisis químicos, metalográficos y mediciones de microdureza del metal (Hunt Ortiz, 2003; Nocete et al., 2008; Rodríguez Bayona, 2008; Rodríguez Bayona et al., 2010; Valério, 2011; Pereira et al., 2012; Pereira et al., 2013). De dichos estudios se deduce, entre otros aspectos relevantes, que la participación de los tratamientos térmicos en la cadena operativa de la producción de objetos es mucho mayor de lo que habíamos supuesto en nuestro catálogo de 2003 en el que, con los datos disponibles entonces, parecía que la cadena simple consistente en fundición y forja en frío era la más

socorrida en el Calcolítico (Rovira y Gómez Ramos, 2003: 161, fig. 4.2), con un 70% de objetos fabricados de ese modo. Con los datos actuales la proporción se invierte, lo cual nos tranquiliza porque representaba un contraste excesivamente acusado con el panorama que estaban mostrando los estudios metalográficos de otras regiones europeas. En esas fechas habíamos analizado doce objetos de Hungría del Horizonte Campaniforme, todos ellos tributarios de la cadena operativa larga (Endrödi et al., 2003). Las conclusiones a las que llegamos en Rovira y Gómez Ramos (2003: 160-163, 174) deben modificarse a este respecto, al tiempo que nos sirven de reflexión sobre la transitoriedad y dudoso alcance de toda hipótesis basada en datos estadísticos que pueden cambiar con nuevos hallazgos. Aunque parece lógico pensar que a mayor complejidad de la cadena operativa le corresponde mayor nivel tecnológico y mejores producciones metálicas, la realidad parece oponerse a esa lógica que nosotros mismos hemos utilizado en más de una ocasión. Por un lado, la cadena operativa larga se puso en práctica en el VIII milenio ANE (Maddin et al., 1991), mucho antes de que el ser humano aprendiera a obtener cobre de sus minerales. Por otro lado, con los nuevos datos a la vista, la escasa correlación entre composición (porcentaje de arsénico), cadena operativa y microdureza sugiere un escaso conocimiento del metalúrgico, en general, de lo que actualmente consideramos un material optimizado. Así, en Pereira et al. (2012: 169, fig. 7) el gráfico que correlaciona esas tres variables consiste en una nube de puntos sin orden ni concierto. Se debe, como argumentan los autores, a que la variable dureza está condicionada, entre otros factores, por el tamaño de grano del metal, sobre el cual influyen a su vez la intensidad y duración de los tratamientos mecánicos y térmicos. Dicho de otro modo, el poco control sobre esos factores es la causa de la gran variabilidad de resultados. A esa misma conclusión llegamos a partir de los datos de Rodríguez Bayona et al. (2010: 213, tab. 3) referidos a Valencina de la Concepción, o de los numerosos gráficos del exhaustivo trabajo de Rodríguez Bayona (2008). Es evidente que se observan tendencias de las que se hacen eco los mencionados investigadores (endurecimiento de los filos, mayor dureza relativa en las piezas –o partes de una pieza– rematadas por martilleo en frío que por recocido), pero visto el material en conjunto, se empleaban recetas a menudo antagónicas. Ese antagonismo fue puesto de manifiesto por Budd (1992) en relación con los cobres arsenicales.

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Lo dicho no debe interpretarse como que las producciones metálicas calcolíticas no fueron funcionales. Por supuesto que lo fueron y del ensayo-error debieron aprender mucho los metalarios a lo largo de un proceso más que milenario; pero entendemos que no deben sobrevalorarse aspectos de la tecnología que no refrenda el análisis de la propia tecnología.

4. UNA INTERPRETACIÓN PERSONAL A MANERA DE CONCLUSIÓN La libertad de interpretación de los datos obtenidos de toda investigación forma parte de la esencia del talante investigador. Aunque no pretendemos entrar en cuestiones epistemológicas y de orientación doctrinal, damos por supuesto que dicha interpretación se rige de algún modo por la lógica personal al organizar la información y extraer de ella las conclusiones que avalan o rechazan una hipótesis previa. Nuestra hipótesis del modelo de la metalurgia calcolítica del cobre fue expuesta en Rovira (2003: 91-92) y matizada en trabajos posteriores. Actualmente se puede sintetizar en: 1. Aprovechamiento de minerales de fácil reducción asequibles al metalúrgico (carbonatos, fosfatos, sulfatos, óxidos y sulfuros meteorizados, principalmente). 2. Reducción directa del mineral en estructuras de fuego sencillas, en unas condiciones redox variables, sin adición de fundentes. No había verdaderos hornos metalúrgicos y se recurría frecuentemente a reactores (contenedores) cerámicos. 3. Escasa producción de escoria. Escoria de mala calidad, parciamente fundida, muy heterogénea en su composición química y mineralógica, que retiene mucho cobre. 4. Producción de cobre arsenical muy condicionada por la mineralogía peninsular. No encontramos evidencias de su producción intencionada, aunque sí de cierta selección del producto, probablemente más por diferencia de color que por mejores propiedades mecánicas. 5. Utilización de todas las cadenas operativas básicas para la elaboración de los objetos de cobre, aunque con resultados muy variables en los fabricados.

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Este modelo casa con lo que en alguna ocasión hemos llamado un modo de producción doméstico, no tanto en el sentido de una producción limitada para aprovisionamiento de las necesidades de la casa o de una pequeña comunidad (aunque también lo incluye), sino como indicador de una metalurgia que no requiere de grandes instalaciones ni de una tecnología compleja conocida sólo por unos pocos. Cabezo Juré y el barrio metalúrgico de Valencina de la Concepción son buenos ejemplos de áreas especializadas en producir cobre y objetos de cobre practicando una metalurgia de rasgos domésticos, que incrementa la producción no en base a mejoras tecnológicas a lo largo de los muchos siglos de su existencia (un dato que nos debe mover a la reflexión), sino multiplicando a conveniencia o posibilidades las unidades de trabajo. En ninguno de estos yacimientos parece que la intensificación a la que se alude en Nocete et al. (2004: 280) condujera a mejorar unas estructuras pirometalúrgicas de dudosa eficiencia, como indican las escorias. Sin embargo no dudamos de que, con todas sus limitaciones, era la tecnología mejor adaptada a las necesidades, vinieran de donde viniesen; de lo contrario habría evolucionado, como sucedió en las tierras de Mediterráneo Oriental a finales del IV y comienzos del III milenio ANE, donde verdaderos hornos y buenos escoriales nos informan de notables avances cualitativos y cuantitativos (Hauptmann, 2007: 229-232). Una verdadera intensificación respecto de la época precedente. Nuestra lectura de los datos arqueometalúrgicos publicados difiere en muchos aspectos tecnológicos de las conclusiones a las que llegan Nocete et al. (2004 y 2008), cuya discusión pormenorizada ocuparía más espacio del aquí permitido. Pero creemos haber dado pistas suficientes para que el lector deduzca en qué basaríamos esa discusión. Son diferencias que afectan sustancialmente a valoraciones no sólo tecnológicas sino económicas, sociales y políticas que las toman como referentes fundamentales. Todo investigador es libre de interpretar los resultados de su investigación de acuerdo con sus intereses y objetivos. Pero cuando los hace públicos se somete inevitablemente a la opinión de otros. Esperamos haber fundamentado suficientemente la nuestra. En todo caso, hay que decir que los datos objetivos aportados por la investigación científica del Calcolítico del Suroeste son de enorme importancia, aunque en ocasiones encontremos flaquezas entre las conclusiones y los argumentos en que se basan, como ya observó Costa Caramé (2013: 466). “Al César lo que es del César…”.

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LA METALURGIA CALCOLÍTICA EN EL SUROESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: UNA INTERPRETACIÓN PERSONAL

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