LA MENTIRA COMO FILOSOFÍA PARA LA MANIPULACIÓN PÚBLICA

June 13, 2017 | Autor: Jorge Orellana | Categoría: Cultural Studies, Meio Ambiente, História, Desarrollo Humano
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Descripción

LA MENTIRA COMO FILOSOFÍA PARA LA MANIPULACIÓN PÚBLICA

Por: Jorge H. Orellana P.1 Aprendiz de sentipensador Santa Rosa de Copán, Honduras, C.A., enero de 2016

Resumen

Este artículo presenta una reflexión acerca de las falsas premisas de las cuales hemos sido rehenes durante siglos. A lo largo de la historia han surgido una serie de mentiras que se han transmitido por diferentes medios como la educación, las religiones, la idea del progreso y desarrollo etc. Cuestiona una realidad que podría ser diferente si miramos el mundo desde otra perspectiva, es acercarnos a una justicia cognitiva; se trata de acercarnos a una deconstrucción cultural de nuestra forma de ser, saber y sentir. Como humanos, no podemos continuar con este sistema injusto que nos rodea, ese sistema que nos robó la memoria para no cuestionar, para no indignarse y para aceptar con resignación la deformación de nuestro pensamiento. Hoy, más que nunca, necesitamos de giros paradigmáticos que desnaturalicen la vergonzosa exclusión que sufre esta humanidad junto con las demás formas de vida.

Palabras clave:

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mentira, desarrollo, educación, hipocresía, investigación, institucionalidad, monocultura, religión, paradigmas

Licenciado en Comercio Internacional por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, con estudios de maestría en Desarrollo y Cooperación Internacional por la Universidad del País Vasco en Bilbao España. Estudiante del Doctorado en Gestión del Desarrollo de la UNAH. Profesor investigador del Centro Regional Universitario de Occidente UNAH-CUROC. Ha laborado para prestigiosas Organizaciones no Gubernamentales y ha dedicado los últimos años al estudio del desarrollo, cultura, historia y ambiente, especialmente en la región occidental de Honduras. Autor de varias publicaciones acerca de estos temas.

La mentira como filosofía para la manipulación pública Jorge Humberto Orellana Peña

THE LIE AS PHILOSOPHY FOR PUBLIC MANIPULATION

Por: Jorge H. Orellana P.2 Aprendiz de sentipensador Santa Rosa de Copán, Honduras, C.A., enero de 2016 Abstract

This article presents a reflection on the false premises of which we have been hostages for centuries. Throughout history there have been a series of lies that have been passed by various means such as education, religions, the idea of progress and development etc. Discusses a reality that could be different if we look at the world from another perspective, it is to approach to a cognitive justice; it is to approach to a cultural deconstruction of our way of being, knowing and feeling. As humans, we cannot continue with this unjust system around us, that system stole our memory for not to question, for not to be outraged and to accept with resignation the deformation of our thinking. Today, more than ever, we need paradigmatic turns to denature that shameful exclusion suffered by this humanity along with other forms of life.

Keywords:

lie, development, education, hypocrisy, research institutions, monocultural, religion, paradigms

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Licenciado en Comercio Internacional por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, con estudios de maestría en Desarrollo y Cooperación Internacional por la Universidad del País Vasco en Bilbao España. Doctorando en Gestión del Desarrollo de la UNAH. Profesor investigador del Centro Regional Universitario de Occidente UNAH-CUROC. Ha laborado para prestigiosas Organizaciones no Gubernamentales y ha dedicado los últimos años al estudio del desarrollo, cultura, historia y ambiente, especialmente en la región occidental de Honduras. Autor de varias publicaciones acerca de estos temas.

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La mentira como filosofía para la manipulación pública Jorge Humberto Orellana Peña

Introducción El mundo vive más de la mentira y tal parece que aún no estamos preparados para escuchar la verdad, será que ¿nos han engañado o nos hemos engañado? Hemos vivido durante décadas escuchando los discursos que se inventan y se imponen bajo falsas premisas y promesas. Hemos visto como se naturalizan las desigualdades a través de diferentes instituciones u organizaciones. Asistimos cada día a nuestra propia extinción porque como humanos se nos olvidó que compartimos con otras especies este hermoso Planeta y nos hemos enfrascado en una lucha por la acumulación, la avaricia y la expropiación de los bienes que pertenecen a todas las formas de vida. La educación se convirtió día con día en simple transmisora de datos e información; dejó de lado el conocimiento y la sabiduría, el contexto y los saberes locales y prefirió fomentar una cultura de valores universales. Las religiones, por su parte, se encargaron de visibilizar más al mensajero que al mensaje, han sido culpables y cómplices también de las injusticias, de la impunidad y las enormes asimetrías de esta humanidad. La investigación universitaria replica, generalmente, un pensamiento clásico en el cual lo que impera es el universalismo, la objetividad, la neutralidad; el objeto separado absolutamente del sujeto; es decir, una rigurosidad científica que desconoce otros saberes, otras subjetividades inherentes a la vida cotidiana de nuestras realidades. Hemos asistido durante siglos a la imposición de dogmas, a la obediencia y a la sumisión al aceptar los modelos y recetas que se imponen desde una hipocresía organizada, expertos en engañar al mundo. La idea del desarrollo, por ejemplo, desde su invención fue manipulada para servir únicamente al capital y a la acumulación de la riqueza; se olvidó de lo humano, se olvidó de la madre Tierra y exilió al mundo de los invisibles e innecesarios. Ahora se vive entre frustraciones y esperanzas, queriendo remediar un problema moderno que no tiene una solución moderna, porque generalmente se busca dentro del mismo problema que lo creó. Se necesita, urgentemente, un nuevo pensamiento que desnaturalice la vergonzoso exclusión social que vive esta humanidad, que desnude una realidad que expolia la riqueza y produce pobrezas; es necesario descubrir esos discursos de gobernantes cómplices de un sistema que 3

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mata día con día la vida; se necesita invocar una verdadera justicia cognitiva para deconstruir culturalmente la realidad y descolonice nuestro pensamiento; se necesita encontrarnos con nuevas epistemologías, nuevas teorías que nos hagan recordar el

privilegio que como humanos tenemos al compartir este Planeta.

Nuestro mundo merece ser más que un destazadero y exterminio del prójimo; merece ser más desobediente con aquellas órdenes que nos humillan y que lesionan nuestra conciencia, porque este sistema que nos rodea nos ha robado la memoria para no cuestionar, para no mirar y pensar de manera diferente, para alejarnos constantemente de la solidaridad, de la comunidad y de nuestra relación del todo con el todo. La educación escolar: la naturalización de las desigualdades La educación no fue inventada para sí misma, con su aparición se han naturalizado las desigualdades humanas. Desde los primeros años de escuela, los niños y las niñas son conducidos hacia una terrible domesticación, hacia una estrategia educativa de repetición e imitación; lejos se quedó la creatividad y la relación con los demás. Con la educación se han naturalizado las desigualdades presentándose de diferentes formas; por ejemplo, se nos ha dicho que los pobres son pobres porque no tienen educación y, si no tienen educación, son solo ellos los culpables de su desdicha. Desde que la niñez entra en sus primeros años de escuela comienzan a escuchar una serie de falsedades. Los niños repiten el discurso del profesor quien, muchas veces, no está consciente de lo que transmite; además, generalmente esos profesores han sido formados bajo un paradigma clásico de conocimiento, en el cual, lo que impera es la verdad absoluta, la objetividad, la neutralidad y el universalismo. En una ocasión, recuerdo a mi hija de seis años preguntarme si en verdad Cristóbal Colón descubrió América. Para comenzar, le respondí, aquí existe un problema conceptual, puesto que el término descubrimiento es un eufemismo de un discurso colonial para esconder las injusticias, el racismo y el genocidio provocado en el llamado “Nuevo Mundo”. Descubrimiento significa cuando alguien descubre tierras no pobladas y desconocidas por todos (De Souza, 2004). También, expliqué, que se han usado otras palabras que han escondido una mentira, se ha usado “encuentro” y “contacto”, pero nunca se nos ha dicho que lo que sucedió hace más de 500 años fue una invasión 4

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y una violación de nuestra forma de vida. Bajo esa premisa, no se descubrió, en vez de eso se encubrió parte de esa historia. Los recién llegados asumieron el control total de las tierras y de la vida; procedieron al expolio de la riqueza e impusieron por la fuerza una sola forma de pensar, ser y sentir, la cual se ha reproducido hasta nuestros días mediante la educación. Pero la cuestión no se quedó allí, seguí explicándole a mi hija, vamos a dejar toda esa discriminación racial que históricamente hemos sufrido y enfoquémonos en lo que a ti te han dicho en la escuela, ¿fue Cristóbal Colón quien descubrió nuestro continente?, pues, déjame decirte que quizá nos han engañado. Antes de la llegada de Colón a estas tierras, hubo otros que habían visitado previamente este continente; por ejemplo, se habla de los vikingos y de otros sagaces navegantes. Gavin Menzies, un oficial de la marina nacido en Londres en 1937, demostró el recorrido de los chinos en todos los océanos del mundo; ellos, en esa época, poseían una extraordinaria experiencia en navegación, cartografía y astronomía. “El navegante y comerciante Zheng He [1369-1431], mongol musulmán, de larga experiencia por sus expediciones en el Indico, instaló una gran escuela de navegación oceánica y construyó la más grande escuadra naviera de la historia universal” (Dussel, 2004, pp. 9-12). Los chinos salieron con seiscientos barcos llamados juncos, “con más de 30 mil miembros de la tripulación, que partieron de Nankin el 5 de marzo en 1421 […] con sus respetivas escuadras, cartografiaron Asia, África, América y Australia, regresando los últimos a China en noviembre de 1423” (Ibíd., p. 11). Esos mapas, dibujados por los chinos, llegaron después a Europa por medio de Venecia y fueron adquiridos a precios elevados, de los cuales se valió el audaz navegante genovés para echar a andar la primera empresa transnacional hasta entonces conocida en nuestra América. Papá, preguntó mi hija, ¿por qué nos han mentido, por qué no se habla de estas cosas en la escuela? La tesis de Menzies obviamente no ha sido aceptada por el mundo académico, especialmente por el eurocentrismo, admitirla sería, reconocer que aquello que se produjo hace varios siglos fue una violación del derecho a la vida, un genocidio y una invasión criminal sin precedentes. Muchas de las muertes producidas se justificaron porque nuestros ancestros no eran considerados humanos, además, para los colonizadores, éramos salvajes, incivilizados y más parecidos a los animales. Así, 5

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de esa manera, nos han escondido la información en diferentes disciplinas de aprendizaje. Uno de esos problemas es que la educación ha contado siempre la historia escrita por el vencedor, por quien dice ser el más fuerte y civilizado. Los hermanos africanos tienen un proverbio que dice: “Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador” (Galeano, 1989, p. 87). Porque la educación tiene que ser contextual y no se puede universalizar ha llegado la hora de escribir nuestra propia historia, la historia de las víctimas. La investigación universitaria: viejos y nuevos paradigmas Durante muchos años permaneció una sola forma de analizar y entender la realidad, el paradigma clásico impulsado desde la ciencia y la alta cultura prevalecieron como la única verdad universal. A pesar de las enormes contribuciones de la ciencia, ahora no existe una sola forma de comprender la realidad, esos paradigmas clásicos de los cuales hemos sido rehenes ya no pueden explicar los fenómenos sociales que acontecen en nuestra sociedad; ahora se necesitan otros saberes que permitan comprender los procesos dinámicos de interacción entre distintos grupos que construyen su propio mundo. Por siglos hemos sido esclavos sin pensamiento, hemos reproducido el conocimiento del “más fuerte y civilizado”, hemos sido también culpables de la opresión al reproducir los criterios de los opresores (Freire, 1970). Al transcurrir los diferentes ciclos educativos, llegamos a las aulas universitarias con una serie de criterios impuestos durante años. En la mayoría de las cátedras continuamos imitando el pensamiento del “más fuerte” sin cuestionar por qué tenemos que seguir los lineamientos que otros nos imponen. En la Universidad aprendemos a copiar modelos, enfoques y recetas que nunca coinciden con nuestra realidad local. Siempre se creyó que esos modelos podían ser universales y funcionar en cualquier parte del mundo, pero ahora existen suficientes evidencias que eso ha sido un fracaso. Por ejemplo, desde la ciencia se ha creído que el único conocimiento válido es aquél que es universal y objetivo, por tanto, el conocimiento local es irrelevante. Boaventura de Sousa nos dice que, en el fondo de las injusticias sociales, en su sentido más amplio, existe un problema epistemológico; hay un problema de injusticia cognitiva, hay un problema de destrucción de conocimientos alternativos 6

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sin lo cual el conocimiento hegemónico no logra ser hegemónico, en ese sentido, la gran creación científica de nuestros tiempos está basada en un epistemicidio; es decir, en la muerte de otros conocimientos, por ello, la necesidad de ampliar el horizonte hacia una ecología de saberes (Santos, 2010a). Ha sido un irrespeto a las diferencias, a los sueños, esperanzas y aspiraciones de la humanidad; la realidad es multidimensional, no puede ser homogénea, tampoco universal, existen otras alternativas que deberán buscarse en estos momentos de crisis de un sistema epistémico que ha incumplido sus promesas. Es aquí donde podemos tener la oportunidad de responder a las preguntas iniciales, o al menos hacer nuevas preguntas; los espacios universitarios son para el reencuentro, en donde se comparte información y conocimiento; es allí y allá donde podemos acercarnos a nuevas visiones de la realidad. La Universidad debe ser un lugar para la reflexión, para el debate, la crítica y para la pregunta permanente. La institucionalidad dogmática: entre la sumisión y la obediencia La historia que conocemos nos ha sido mutilada. Los textos bíblicos, por ejemplo, han sido verdaderos experimentos para infundir obediencia y temor. Esta reflexión, aclaro, no es para creer o dejar de creer, no es para convencer a nadie puesto que las cosas ni son malas ni buenas, simplemente son como son. Mucha de la información que hemos recibido a través de la Escuela y la Iglesia ha sido manipulada a lo largo del tiempo. Por ejemplo, durante varios siglos existió la prohibición de que la Biblia fuera traducida a otras lenguas e idiomas, “la interpretación de la Biblia siempre fue una potestad exclusiva de la jerarquía católica, que promulgó penas de excomunión y prisión perpetua para quien la tradujese a una lengua vulgar” (Rodríguez, 1987, p. 17); durante mucho tiempo las únicas aceptadas fueron las versiones griega y latina. La corrupción que ha vivido nuestro país, para tratar de comprenderla, podría fácilmente encontrar explicaciones en las raíces históricas que hemos heredado culturalmente. En la Antigüedad, cualquier delito, cualquier pecado, cualquier cosa podía ser perdonada a cambio de dinero, así quedó registrado en la Taxa Camarae del papa León X, “uno de los puntos culminantes de la corrupción humana” (Ibíd., p. 172). Así, en 1517 se podía vender cualquier indulgencia: quienes hubiesen violado niños, niñas, adultos, quien hubiese asesinado a uno o varios al 7

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mismo tiempo, quien hubiese dado muerte a curas, quien siendo sacerdote hubiese desflorado a una virgen o vivir en concubinato con algún pariente; pecados de lujuria y malos tratos, los contrahechos o deformes, tuertos y bizcos, los asesinatos de hermanos e hijos, la absolución y la seguridad de no ser perseguidos por rapiña o robo, delitos de contrabando y defraudación, todos ellos podían encontrar el perdón a cambio de pagarlos en dineros, sueldos y libras (monedas antiguas); con ello, el papa León X “declaró abierto el cielo” para quienes lo quisieran a cambio de ser generosos con las arcas del papado (Ibíd., pp. 172-173). ¿No le parece a usted que algo así sucede en el sistema de justicia hondureño?, ¿se han preguntado por qué las personas que ostentan el poder económico o político en este país no van a la cárcel común por sus delitos?, ¿por qué será que les asignan jueces especiales y pagan con dinero para defenderse en libertad?, ¿por qué será que a pesar de que el delito sea de lesa humanidad las penas que se imponen son negociadas y leves? En tal sentido, la Iglesia —de cualquier denominación— al igual que la educación, se han encargado de naturalizar las enormes asimetrías y las desigualdades humanas; son defensores, la mayoría, del injusto sistema que vive esta sociedad. A los pobres se les ha dicho que su pena terrenal es un designio de Dios. Cuántas veces hemos escuchado desde nuestra infancia palabras como “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios”. Para muchos, eso significa que con el solo hecho de ser pobre tienen ganado el Paraíso. ¿Por qué tiene que ser así y no de otra manera?, ¿quiénes se benefician con esto? La Iglesia estuvo del lado del proceso de colonización, participó de varias maneras y contribuyó a inculcar una cultura de miedo y obediencia de los dictados del más “fuerte” y “civilizado”, eso facilitó la dominación, puesto que se inculcó el miedo al pecado, miedo al infierno, miedo a lo primitivo y a lo salvaje. En 1492, dice Eduardo Galeno, los nativos de América descubrieron que estaban desnudos y que existía el pecado, descubrieron “que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un dios de otro cielo, y que ese dios había inventado la culpa y el vestido” (2012, p. 198). Se culpó a los nativos por la adoración a sus dioses, como si la historia de la fe cristiana no tuviera raíces politeístas; basta echar un vistazo a Éxodo 15:11 y 18:11: A los nativos del Nuevo Mundo les fue prohibida la veneración a sus deidades quemándose vivo a quienes adoraran al sol, la luna, “a la tierra y a la lluvia que la moja” (Ibíd.). Ese dogma ha incluido aceptar que unos nacen favorecidos —los 8

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superiores— y otros nacen desfavorecidos —los inferiores— con ello hemos aceptado que los pobres nacen con ese estigma “ser pobres” quienes cargan con esa cruz durante toda su vida haciéndoles creer que eso representa toda una bendición. La naturalización de las diferencias se implementó por diversos medios, se creó toda una institucionalidad que defiende un sistema injusto; un sistema que no está comprometido con lo humano, lo ecológico, social, cultural y ético; hemos sido moldeados para ser “inocentes útiles” (De Souza, 2008); las élites económicas, los políticos de turno, la educación descontextualizada y las religiones defienden a su vez un sistema capitalista que expolia la riqueza humana y no humana. Así, con el tiempo, a través de la Iglesia fueron implementadas una serie de manipulaciones históricas, una visión teológica que permaneció durante varios siglos, la cual fue reemplazada por una visión mecánica y cibernética del mundo. Diversos escritos han sido prohibidos, sus autores han vivido la persecución inquisidora al poner al descubierto aquello que atenta contra los intereses eclesiásticos. Giordano Bruno, por ejemplo, fue condenado y quemado en la hoguera por defender la teoría heliocéntrica que había surgido con las propuestas de Aristarco de Samos. Si escribimos estas cosas, no necesariamente es estar en contra de una institución en particular, es simplemente para reflexionar que estamos inmersos en un cristianismo que tiene influencia directa en nuestras vidas, es poner el debate y tratar de encontrar una respuesta del porqué hemos sido engañados durante siglos de historia, es comprender que culturalmente nos fue impuesta una sola forma de saber y pensar; es tratar de entender que hemos vivido bajo una discriminación racial y sexual que nos condiciona y nos hace ser siempre esclavos sin pensamiento; ahora tenemos acceso a la información, es un despertar de la consciencia; ha llegado la “hora de los invisibles” (Santos, 2010b); es la oportunidad para desenmarañar toda esa trama de significados que han condicionado y sometido nuestra vida. La invención del Cuarto Mundo: el mundo de los innecesarios Durante las últimas siete décadas, la humanidad ha estado siendo clasificada en una serie de categorías o dicotomías, principalmente con propósitos de control y dominación. En 1949 se comenzó a poner de moda las categorías “desarrollados” y “subdesarrollados”. En 1952 de la mano de Alfred Sauvy, en su informe, “Tres Mundos, un Planeta” comenzó a dársele forma a las categorías Primero, Segundo y 9

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Tercer Mundo. El Primer Mundo hacía referencia a los países capitalistas industrializados. El Segundo Mundo estaba asignado para los países “comunistas” pero con altos niveles de industrialización. Tercer Mundo fue utilizado para aquellos países que quedaban en la periferia de esos sistemas económicos – ideológicos. Para Sauvy, el Tercer Mundo significaba países explotados e ignorados, pero que igualmente, querían ser algo (Sauvy, 1952). Posteriormente, hubo una sinonimia entre “Tercer Mundo” y “subdesarrollado”, lo cual, por su carácter peyorativo a estas categorías fueron adaptándoles otros adjetivos. Después, se comenzó a escuchar el concepto de “Cuarto Mundo” para referirse a los países que mantienen altos niveles de marginación, riesgos o desprotección social. Cuarto Mundo surgió en 1970 y es una definición atribuida al padre Joseph Wresinski. Esta categoría surge dentro del mismo sistema del “Primer Mundo”; es decir, para hacer alusión a las personas de países considerados “desarrollados” pero que viven en condiciones de precariedad. El Cuarto Mundo, por tanto, impera en el actual sistema económico capitalista, son también, aquellos que no participan de las “bondades” del mercado, quienes están desconectados del ciberespacio, son los considerados innecesarios por no poder subirse al “tren del desarrollo”. El Cuarto Mundo, está formado por quienes integran parte de una economía no formal o quienes tienen un empleo que es considerado “informal o indigno”. Son quienes no participan del capital especulativo, quienes están fuera de las redes virtuales, de la economía, la política y de la vida social, tanto en países 'ricos' como en países no tan ricos. Esa realidad virtual ocurre “a través de redes cibernéticas por donde fluyen capital, decisiones e información, eclipsando electrónicamente la dimensión espacio-tiempo y escapando al control de muchos Estados” (De Souza, 2005, p. 67). En el Cuarto Mundo, los ricos no necesitan de los pobres, ni siquiera existe la obligación de responder a sus peticiones o demandas; es un mundo que emerge con más fuerza, es el surgimiento de una nueva cultura, la cultura de la “generación punto com”. La invención del mundo de los innecesarios es una nueva forma de colonización, es un mundo sin historia ni contexto (De Souza, 2005, Op. cit.).

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La hipocresía oficial organizada: el arte de engañar al mundo Diferentes instituciones han surgido en el mundo para naturalizar las diferencias. Se han fundado para ejercer el control sobre la sociedad bajo una hipocresía bien estructurada. Un Gobierno, no es electo en última instancia por el pueblo, los que deciden quién será el gobernante es ese cúmulo de organizaciones oficiales internacionales, las cuales en complicidad con las élites nacionales deciden el destino de la nación. Las personas creemos que somos nosotros quienes elegimos la autoridad principal del país, bajo el nombre de la democracia, nuestro papel se reduce a un solo día, el día de las elecciones presidenciales. Todos los acontecimientos políticos, económicos y sociales son movidos por una serie de países, instituciones y personas que tienen el control y el destino, lamentablemente, del mundo. ¿Por qué aceptamos la imposición sin crítica? Ciertos países, instituciones y personas tienden a minimizar su opresión al ser generosos ante los grandes desafíos que enfrenta la mayoría de la población mundial. Para Vandana Shiva, “es más una cuestión de tomar menos que de añadir una cantidad insignificante a lo que se da” (Shiva, 2006, p. 9). El Gobierno hace creer a la población que es bondadoso y se preocupa por la situación de la gente, sin embargo, ese gobernante necesita de la existencia permanente de la injusticia que pasa la mayor parte de la población para justificar los negocios que acomoda para los grandes intereses nacionales e internacionales. “El [orden] social injusto es la fuente generadora, permanente, de esta [generosidad] que se nutre de la muerte, del desaliento y de la miseria (Freire, Op. cit., p. 25). Principalmente, la institucionalidad organizada se caracteriza por cuidar los intereses de las grandes corporaciones transnacionales, los ajustes que recomiendan en los diferentes países, aun sabiendo que causarán muerte y destrucción ambiental, son para preservar el injusto sistema de acumulación del capital; un sistema que ahora se nutre de una economía inmaterial la cual depende de la información, es una economía intangible e impersonal cuyo aliado es toda la red tecnológica virtual de las comunicaciones, esa red se encarga de reproducir, mantener y alentar una sociedad de consumo impulsada por las grandes empresas transnacionales apátridas.

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Por ejemplo, la democracia que se promueve desde esa institucionalidad no es aplicable para sí misma, porque ese concepto desde sus orígenes ha estado plagado de mentiras y engaños. “La democracia griega amaba la libertad, pero vivía de sus prisioneros” (Galeano, 2008, p. 56). Después de la Segunda Guerra Mundial, el nuevo orden internacional que surgió con Bretton Woods, fue para ejercer un total control sobre el comercio, las finanzas, la política y en general, de todo el orden mundial. El control, por ejemplo, del Fondo Monetario Internacional FMI sigue siendo exclusivo de Estados Unidos, este posee poder de veto ante cualquier decisión que allí se tome; es más, ejerce control sobre países europeos para asegurarse de que las decisiones que impone alrededor del mundo sean respetadas. La “maldita trinidad”, como le llamara Richard Peet al Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Organización Mundial del Comercio, ahora ejercen el poder absoluto en el mundo. La salud, ya no es tarea exclusiva de la Organización Mundial de la Salud (OMS); la educación ya no está monitoreada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco); las pautas para el trabajo ya no son dictadas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT); todo eso ahora es trabajo, bajo una lógica de eficiencia y calidad, del Banco Mundial (Borón, 2001, p. 45). En Honduras, hay quienes han solicitado el apoyo de la institucionalidad oficial internacional como la Organización de Estados Americanos (OEA) y las Naciones Unidas (ONU) para dirimir los conflictos políticos y sociales que tienen raíces estructurales. Un sector clama la intervención de la OEA, pero se olvidan que esta institución responde a los criterios que impone Estados Unidos y que también contradice el artículo primero de su “Carta” constitutiva. Por su parte, el otro sector cree que sus problemas se resolverán con la intervención de la ONU, sin embargo, esta institución ha sido históricamente controlada por un grupo de cinco países con poder de veto: Estados Unidos, Reino Unido, República Francesa, Federación Rusa y República Popular China. A través de sus diferentes mecanismos se aseguran que los gobiernos del mundo eliminen todas las barreras que se interpongan ante el comercio y el capital. No son organizaciones democráticas y no están interesadas que imperen reglas y normas justas, preservar la pobreza es parte de su objetivo, eliminarla significaría el colapso de su sistema.

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Hace más de 40 años, la ONU promulgó el derecho de los gobiernos a regular y ejercer autoridad sobre las inversiones extranjeras y supervisar las actividades de las corporaciones transnacionales (Borón, Op. cit.), La Carta de los Derechos y Obligaciones Económicas de los Estados (ONU 1974), permitía a un Gobierno “nacionalizar, expropiar o transferir la propiedad de agentes extranjeros” (Panitch, 2013, p. 38); en dicha Carta se promovió la creación de un “Código de Conducta y un Centro de Estudios” aplicable a las empresas transnacionales. Ahora, parafraseando al decimosexto presidente de los Estados Unidos Abraham Lincoln tenemos un “Gobierno de las corporaciones, por las corporaciones y para las corporaciones”; son ellos quienes ahora deciden el destino de la humanidad; sus recetas y modelos han encontrado respaldo en los organismos internacionales y son los gobernantes de países como el nuestro quienes crean las condiciones legales para que el capital transnacional circule libremente sin ningún tipo de restricción. Bajo esa lógica, los amos del mundo deciden quién muere y quién vive (Ziegler, 2012). Si los gobernantes hondureños han estado siguiendo fielmente los lineamientos dictados por toda esta institucionalidad, por ejemplo, flexibilización laboral, privatizaciones de las empresas estatales, legislación e incentivos fiscales favorables para las inversiones extranjeras, disponibilidad territorial para las grandes corporaciones, firma de tratados de libre comercio, entre otros, como se espera que las instituciones mencionadas contradigan estas actuaciones. La población debe darse cuenta que los líderes de la hipocresía organizada (De Souza, 2009) no resolverán los problemas de los hondureños. Si en algún momento estas instituciones han estado interesadas en los actos de corrupción que se cometen dentro del Estado, es precisamente porque no quieren que las personas reclamen y critiquen el actual e injusto orden de cosas o que sientan simpatía por otras ideologías, en vista de lo cual, muestran en algún momento interés por contribuir con el Gobierno, pero eso, lógicamente, es para preservar las ambiciones expansionistas del sistema de mercado capitalista y para que no se vea interrumpido por los reclamos de una sociedad que muere, se desangra y que pide a gritos transformaciones profundas y especialmente, no más impunidad. Por lo tanto, los cambios deben ser exigidos desde dentro: una Ley Electoral que garantice la participación de todos, transparente y con mecanismos de revisión expeditos ante cualquier reclamo de la población, total transparencia sobre los fondos públicos y 13

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las actividades de los servidores, la no existencia de restricción a la información del Estado, una mejor Ley de Servicio Civil, la preservación y fortalecimiento de las empresas públicas y nuevas concepciones del “Espacio Público como red de relaciones conformadoras del ámbito común, el único espacio capaz de generar simetría social y justicia” (Serrano y Stein, s.f.). Las peticiones deberán ir orientadas a promover más Estado y no más mercado, analizar aquellas estrategias como el “Swadeshi” impulsado por Mahatma Gandhi; swadeshi significa tener autonomía económica local, producir localmente los bienes de consumo básico en vez de aquellos que consumimos y que son producidos muy lejos de nuestra comunidad. Se necesita fortalecer la producción local compartiéndose con los vecinos más inmediatos sin que necesariamente intervenga el dinero; es decir, son respuestas que están como alternativas al desarrollo y de producción no capitalista (Santos, 2012). Las personas necesitan comprender que gran parte de los problemas que sufre la sociedad tiene raíces en el actual sistema económico que es injusto y amoral; una economía que ha subordinado a la humanidad, poco a poco ha ido reemplazado al Estado; se debe entender, como lo ha dicho Manfred Max-Neef, que la economía debe estar para servir a las personas y no las personas para servir a la economía, debe respetarse la vida, y bajo ese principio, ningún proceso, ningún modelo económico, ningún interés personal o de mercado, bajo ninguna circunstancia, puede estar por encima o sobre la reverencia por la vida (Max-Neef, 1986). Justicia cognitiva: deconstrucción cultural y descolonización epistemológica Desde hace algunas décadas se viene debatiendo acerca de la deconstrucción cultural y la descolonización epistemológica (De Souza, 2011). Nosotros somos resultado de un proceso de aculturación y de imitación constante. La deconstrucción cultural es hacer visibles las verdades invisibles que inspiran las acciones y decisiones en nuestra vida. La descolonización epistemológica, a su vez, muestra el origen histórico, las intenciones políticas e ideológicas detrás de las premisas, nos revela la invención de los discursos y la creación de instituciones para naturalizar las dicotomías que durante muchas décadas han llegado hasta nuestros pueblos; por tanto, la deconstrucción cultural y descolonización epistemológica son necesarias para orientar un camino distinto del actual sistema dominante. El profesor 14

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Boaventura de Sousa Santos nos recuerda que hemos vivido en un presente que contiene un ausente que le es constitutivo; un sistema de verdades que se ha sustentado, principalmente, en cinco monoculturas: la monocultura del saber, la monocultura del tiempo lineal, la clasificación social, la escala dominante y la monocultura de la productividad. En términos de esa lógica, la primera, la monocultura del saber, es la que más ha predominado, en ella se ha amparado la ciencia y la alta cultura. En tal sentido, la verdad y la estética solo son posibles bajo los criterios de la ciencia y la alta cultura respectivamente. Lo que no encaja en esa realidad es declarado ignorante o inculto (Santos, 2010a, Op. cit., p. 22). La monocultura del tiempo lineal tiene que ver con la historia en función de una línea y dirección única. Al frente, por supuesto, están los países hegemónicos del “Sistema Mundo” (Wallerstein, 2006) y todas las instituciones y profesiones ordenadas para ello. Esta lógica nos dice que todo lo que no sigue esa línea se considera atrasado ubicándose al frente de ella los avanzados. En términos de esa realidad, el problema, para mí, ha sido que esa línea se ha visto como tal, como una línea horizontal que sólo se mueve hacia adelante, por lo que, durante décadas, hemos escuchado que los países deben seguir esos lineamientos y ordenar todo lo existente para ver esa dirección como una meta. La realidad nos muestra todo lo contrario, aunque pueda tener una lógica lineal, esta solo puede ser posible si visibilizamos esa línea del tiempo como una imagen helicoidal. La tercera monocultura tiene que ver con la clasificación social, según Santos, esta ha provocado la “naturalización de las diferencias”. Esas diferencias se han presentado principalmente en términos de raza y clasificación sexual. La clasificación racial persiste fuertemente en nuestro tiempo, los humanos hemos escondido muchas de esas injusticias al considerar que existen personas superiores e inferiores. Desde los tiempos de la Colonia, nuestros ancestros fueron considerados primitivos, incivilizados y, por ende, inferiores a los recién llegados. Immanuel Kant, en su jerarquía de las razas colocó como raza superior al hombre blanco; él consideraba que nuestros ancestros, indios y negros, carecíamos de talento, éramos ineducables por carecer de afecto y pasión, por tal razón, nosotros, los hijos de América, estábamos destinados por imposición a la servidumbre; los negros, por su parte, según Kant, podían ser entrenados como “esclavos y sirvientes” (Eze, 2001); de allí, que esta monocultura tiene estrecha relación con la 15

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monocultura del saber, puesto que, históricamente, se ha creído que la razón tiene color, el blanco, el color de los superiores. Eduardo Galeano nos recordaba que la primera Constitución de los Estados Unidos estableció que un esclavo; es decir, un negro “equivalía a las tres quintas partes de una persona” (2008, Op. cit., p. 164); además, en “1863, la Sociedad Antropológica de Londres llegó a la conclusión de que los negros eran intelectualmente inferiores a los blancos y sólo los europeos tenían la capacidad de humanizarlos y civilizarlos (Ibíd., p. 45). La clasificación sexual, en su sentido de discriminación, no ha sido la excepción, puesto que al vivir en un sistema en donde impera el “patriarcado” las injusticias para las mujeres han sido enormes. En su tiempo, Aristóteles dijo: “la mujer es un hombre incompleto”; Santo Tomás de Aquino declaró: “la mujer es un error de la naturaleza, nace de un esperma en mal estado”; según Martin Lutero, las “mujeres tienen hombros estrechos y caderas anchas, para tener hijos y quedarse en casa” (Galeano, 2012, p. 52). Esa relación patriarcal, por diferentes medios, ha conducido para que exista, sin cuestionamiento, una aceptación de sometimiento, obediencia y dominación del hombre hacia la mujer. La cuarta monocultura tiene que ver con la escala dominante; es decir, lo universal o global. La educación y las instituciones ahora son ordenadas para el discurso de la globalización; un discurso que busca universalizar y homogeneizar conocimientos, prácticas, valores, formas de ser y sentir, es una secuencia que tiene su lógica de imposición, de dominio cultural de unos contra los otros. Para la escala global dominante, lo particular o local no es relevante, se ignora el contexto y, por lo tanto, todo conocimiento que parta de lo local es innecesario, no es verdadero o es declarado como no existente; de hecho, la gran creación científica de nuestros tiempos está basada en un epistemicidio; es decir, la muerte de otros conocimientos (Santos, 2010c), principalmente, los saberes locales. Por lo tanto, los textos educativos son preparados desde otros lugares, son escritos por otros autores y en otros idiomas, los cuales nunca coinciden con nuestros lugares, autores e idiomas. La quinta monocultura, según el profesor Boaventura de Sousa Santos, tiene que ver con la productividad, lo que no encaja en esta lógica es declarado improductivo o estéril. El sistema económico capitalista del cual somos rehenes se 16

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sustenta en esos criterios. A los países que no producen para el mercado son tildados de no competitivos puesto que el sistema necesita fomentar una cultura enfocada más en el valor de cambio que en el valor de uso. “La racionalidad económica del capitalismo tiende a acortar la vida media útil de los valores de uso, tornando los productos siempre más desechables” (Dierckxsens, 2014, p. 43); así mismo, el modelo capitalista niega la vida de amplias mayorías de la población mundial, destruye el entorno y la vida natural que se encuentra a su paso. Las personas deben adaptarse al ritmo de producción de tal sistema, quienes no lo hacen son tildados de haraganes, no calificados e improductivos. La tierra que no produce para ese mercado competitivo se le llama tierra estéril. En 1972 el Club de Roma publicó un informe denominado “Los límites del crecimiento”, conocido como informe Meadows. Desde ese momento se proponía un crecimiento cero para los países industrializados, antes las críticas y las exigencias del sistema capitalista, en 1974 se preparó otro informe, más modesto y moderado, en el cual se debía tener conciencia de los límites y, por lo tanto, la economía debía orientarse a una visión orgánica, posteriormente en 1987 y 1992 se formalizaron los conceptos de desarrollo sostenible (Orellana, 2011). Nunca se ha querido cuestionar, principalmente desde las instituciones internacionales que responden a los intereses del sistema capitalista, la racionalidad económica del mundo que nos destruye día con día, lejos de eso, ante las críticas, han surgido nuevas adaptaciones o adjetivos a la lógica productivista. Todas estas monoculturas descritas, contienen a su vez ausencias que son percibidas como no existentes, o como alternativas no creíbles a lo que existe (Santos, 2010a, Op. cit., pp. 22-24). La manipulación del desarrollo: entre teorías, frustraciones y esperanzas El desarrollo siempre debe ser un proceso, no debe entenderse como un “algo” o como un punto que se tiene que alcanzar. Con el surgimiento del discurso del desarrollo, todo fue ordenado para ello: instituciones, profesiones, educación, hasta oficios religiosos. Actualmente el desarrollo no tiene soluciones para problemas de desarrollo; es decir, “tenemos problemas modernos para los cuales no hay soluciones modernas” (Santos, 2010a, Op. cit., p. 20). El desarrollo se ha sustentado bajo falsas premisas y promesas que han resultado en soluciones inadecuadas y que ha obligado a buscar alternativas al desarrollo (Escobar, 2005; 17

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León, 2010; Gudynas, 2011, 2013). Ha sido una estrategia de imposición y manipulación a través de los discursos de expertos y gobiernos; esas prácticas han sido replicadas por los diferentes niveles educativos con un carácter eminentemente vertical, muchas veces, inconscientes de las implicaciones para las comunidades. Por ello, es relevante pensar en las razones que están detrás de las nociones del desarrollo, con qué propósito, por quiénes y para qué fue inventado como régimen de representación (Escobar, 2007). A continuamos citamos algunas de sus principales teorías: Las teorías de la modernización y la dependencia y sus vínculos con el desarrollo El desarrollo reemplazó la idea de progreso que existía en el pasado. Son varias las teorías que han estado de su lado; en primer lugar, con el surgimiento de la “Teoría de la Modernización” después de la Segunda Guerra Mundial, se creyó que un país debía promover la industrialización y el crecimiento económico como la condición necesaria para lograr el ansiado desarrollo. Para los impulsores de esta teoría significó la adopción de “la tecnificación de la agricultura, la urbanización, la adopción de valores occidentales, la racionalidad, el individuo, el mercado” (Estrada, 2013, p. 235). Esta teoría concebía la modernización mediante la superación de una serie de etapas (Rostow, 1963; Baran y Hobsbawm, 1963). La teoría de la modernización se basaba, en primer lugar, en el supuesto de que hay un único modelo de desarrollo posible “el universalismo”, puesto que si funcionaba en los países industrializados debía funcionar en el resto del mundo (Valcárcel, 2006, p. 12). En segundo lugar, promovía una cultura “etnocéntrica” la cual debían imitar las demás sociedades. En tercer lugar, postulaba que en las sociedades siempre hay un lado moderno y otro tradicional; es decir, “un dicotomismo”, el moderno es el avanzado y el tradicional el atrasado. En cuarto lugar, la teoría se sustentó con un enfoque “evolucionista” tal como lo promovió Walter W. Rostow; es decir, que la sociedad debía superar etapas, escalas o fases para lograr su desarrollo. Ante las críticas al modelo de crecimiento y desarrollo económico promovido desde la teoría de la modernización, surgió a principios de los años sesenta la “Teoría de la Dependencia”. Los dependentistas plantearon que el desarrollo y subdesarrollo son dos aspectos diferentes del mismo proceso. El subdesarrollo no es ni una etapa de un proceso gradual hacia el desarrollo, ni una precondición, sino 18

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una condición en sí misma. La dependencia no se limita a relaciones entre países, sino que también crea estructuras internas en las sociedades (Blomström y Ente, 1990). Este enfoque resaltó la hegemonía de las economías centrales y de la periferia en la estructura y organización del sistema capitalista. Los teóricos de la dependencia plantearon que para generar desarrollo era necesario controlar la tasa de cambio monetario, había que poner énfasis en las políticas fiscales, promover el papel del Estado, crear condiciones para promover el capital nacional, los capitales extranjeros debían estar supeditados a prioridades nacionales, demanda interna, seguridad social, revisión del modelo de sustitución de importaciones, entre otros (Valcárcel, Op. cit.). Esta teoría ha sido parte de las críticas al modelo de desarrollo impulsado desde las economías industrializadas, han planteado que el problema no es el desarrollo sino el régimen de acumulación promovido desde el sistema capitalista; un capitalismo basado en el crecimiento económico sin límites, en el consumismo desmedido y en el deterioro del entorno; un sistema que ha promovido la desigualdad como nunca en la historia. Ahora, tenemos un “mundo” en el cual podría haber acceso universal al agua potable, a los alimentos, a medicamentos y viviendas, sin embargo, jamás hasta ahora tanta gente, como nunca antes, ha muerto de hambre, sed y todo tipo de enfermedades que son prevenibles. Las dos teorías anteriores predominaron durante medio siglo, aún, en alguna medida, tienen vigencia en las políticas económicas de cada país. Lo que menos cuestionaron fue la racionalidad económica que está detrás del discurso del desarrollo. La institucionalidad oficial, la cooperación internacional, los planes, los proyectos y programas han promovido desde entonces el crecimiento económico en los países “pobres”, puesto que se ha supuesto que con ello podrán lograr acercarse a las condiciones que prevalecen en los países llamados “desarrollados”. Cada Gobierno ha sustentado sus políticas de desarrollo basadas en el crecimiento económico, han sido impositivas y verticales, sin consulta ni participación de los actores que serán impactados por tales políticas; al predominar la racionalidad económica en las políticas estatales, se ha dejado de lado otros objetivos como la “participación democrática en la toma de decisiones, la distribución equitativa de los frutos del desarrollo y la preservación del ambiente” (Santos, 2012, Op. cit., p. 61). Para algunos críticos, el desarrollo no debe ser ni duradero ni alternativo (Latouche, 2013), son cientos de propuestas que tienen que ver con alternativas de 19

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desarrollo, pero, también, son muchas las propuestas que van encaminadas para pensar en alternativas al desarrollo. Teoría de desarrollo alternativo y alternativas al desarrollo No se necesitan alternativas de desarrollo, puesto que hay muchas, lo que se necesita en realidad es “un pensamiento alternativo de alternativas” (Santos, 2003, p.31). Hay quienes piensan que es necesario desmantelar el discurso del desarrollo porque ha sido un mito (Attali, et. al., 1980); un fantasma difícil de aprehender (Quijano, 2000); ha estado plagado de palabras tóxicas (Latouche, Op. cit.); por lo que es necesario comenzar a dar ciertos giros paradigmáticos (De Souza, 2014) que nos permita innovar nuestra forma de innovar. Los orígenes de la teoría del desarrollo alternativo se remontan a principios de la década del sesenta del siglo XX. Varios especialistas e instituciones se sumaron a la idea de buscar un desarrollo alternativo, desde entonces, al concepto de desarrollo se le han hecho múltiples adaptaciones llegando a contener una impresionante colección de adjetivos. Los postulados de la teoría del desarrollo alternativo parten de la crítica a la racionalidad económica que ha prevalecido de la mano del desarrollo, sostienen que la economía debe estar subordinada a la sociedad y no al revés como actualmente sucede; se plantea un desarrollo que parta desde abajo o sea dando privilegio a la escala local, en tal sentido, el poder no debe estar sólo en el Estado y en las élites económicas, sino en la sociedad misma. Además, proponen formas de organización económica colectivas; es decir, empresas que se organizan solidariamente; se oponen a la separación del capital y trabajo y, también, a la ayuda estatal, destacándose en ellas las formas de producción no capitalistas. Además, dentro de las alternativas de desarrollo se han planteado el acceso al crédito en pequeña escala, así como la incorporación de la mujer en los proyectos y programas de desarrollo. Algunas intervenciones no han sido del todo exitosas, porque se promueve una economía de competencia en la que es obligatorio insertarse en el mercado de acuerdo con sus lineamientos. De la misma forma, se ha promovido desde los movimientos sociales la reivindicación de derechos a la tierra y a la vivienda, así como críticas al modelo de globalización. En tal sentido, promueven “el retorno al lugar” o la “relocalización”; es decir, promover la producción local y el consumo de los bienes producidos en la comunidad (Santos, 20

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2012, Op. cit., pp. 60-68). Todas estas alternativas de desarrollo han logrado incorporar variables que no estaban dentro de la concepción tradicional del desarrollo como el ambiente, la cultura y los efectos directos de la economía sobre la sociedad. Sin embargo, las mismas siguen siendo adjetivos que más han resultado de las críticas durante las últimas seis décadas que ha tenido el ansiado desarrollo y no tanto porque se cuestione el modelo mismo de acumulación de capital y destrucción de la Naturaleza. Ahora, es fácil encontrar decenas de adjetivos para el desarrollo los cuales se han usado para cualquier ámbito de la sociedad: desarrollo integral, económico, comunitario, municipal, participativo, local, rural, urbano, endógeno, orgánico, ecológico, sostenible, sustentable; desarrollo con enfoque de género, desarrollo humano, entre otros. Hay voces en el mundo que plantean, sin embargo, alternativas al desarrollo. Dentro de ellas hay corrientes como el “posdesarrollo”; el posdesarrollo no significa que el desarrollo ni el capitalismo desaparezcan del todo, significa “ese momento en que el capitalismo ya no es esa coentidad o categoría central que ocupa la economía de manera total” (Estrada, Op. cit., p. 238). La diferencia entre alternativas de desarrollo y alternativas al desarrollo radica en que la primera propone únicamente modificaciones y limitaciones al crecimiento; sin embargo, las alternativas al desarrollo son radicales con la idea del crecimiento económico rechazando a su vez, el paradigma que le es inherente. Los teóricos posdesarrollistas desde los años ochenta han reivindicado el papel de los movimientos sociales de base, el conocimiento local y el poder popular en la transformación del desarrollo (Escobar, 2007, Op. cit., p. 361), rechazan, por lo tanto, toda alternativa de desarrollo y abogan por propuestas que contemplen alternativas al desarrollo (Ibíd.), es allí, precisamente, donde radica la fuente de las alternativas, alejadas del paradigma clásico del desarrollo; desde las culturas híbridas, desde los saberes locales para construir otras formas económicas para satisfacer las necesidades de la sociedad. Toda alternativa de desarrollo acepta que hay un modo de vida superior y otro inferior y que estos últimos deben continuar su camino en busca del desarrollo; toda alternativa al desarrollo rechaza la idea y meta universal de ser desarrollado. Desde hace varias décadas han surgido alrededor del mundo, por ejemplo, corrientes “decrecentistas” (Taibo, 2013, 2009; Latouche, 2013; Mosangini, 2009; Leff, 2008). Los conceptos del decrecimiento parten de la idea de que es necesario buscar 21

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un nuevo horizonte, un camino diferente y distinto al conocido e impuesto hasta hoy; la búsqueda de una nueva forma de vida; “un cambio de rumbo que no es más que poner en el centro la vida para vivir nuestra propia vida. No es más que ver y entender el mundo desde nuestras miradas y desde nuestros ojos” (Hurtado y Rubio, 2011, p. 6). Los críticos decrecentistas plantean que muchas veces bajo el modelo de desarrollo universal se “vende” la idea del crecimiento económico como una bendición de Dios. El crecimiento de la economía de un país, se cree, podrá resolver los problemas sociales de dicho lugar, sin embargo, para los críticos decrecentistas, el crecimiento económico no genera cohesión social, no produce grandes cantidades de empleo, en algunos casos produce desempleo por lo que esta categoría laboral se ve de manera difusa, produce daños a los ecosistemas de manera irreversible y, por ende, agotan los recursos que pertenecen a la sociedad. Todas estas luchas contra el modelo de desarrollo imperante, contra el régimen de acumulación del capital y de economías hegemónicas, se han expandido por todos los continentes, representan una esperanza para quienes luchan contra un modelo globalizador que es injusto y amoral; un modelo que busca únicamente homogeneizar y estandarizar nuestra existencia y, a la vez, se empeña en destruir todas las formas de vida. Consideraciones finales Ha llegado la hora de visibilizar a los invisibles, ha llegado la hora de desmantelar todo el discurso que ha naturalizado las desigualdades en el mundo por diferentes medios, ha llegado la hora de revisar nuestras premisas y los fundamentos filosóficos que nos han convertido en esclavos sin pensamiento, en inocentes útiles de un sistema que destruye la vida. La educación en sus diferentes etapas debe ser contextual para que sea relevante, debe obligadamente que pasar por ciertos giros paradigmáticos, debe fomentar la pedagogía de la pregunta en vez de la pedagogía de la respuesta que crea mentes doseles, sumisas y obedientes. La realidad no se puede transformar sino se revisan sus cimientos filosóficos que por siglos han enseñado a imitar, a seguir caminos ya trazados por quien dice ser el más fuerte y civilizado. La solución de los problemas estructurales que sufre esta humanidad no se encuentra en el mismo sistema que los ha creado; la pobreza es parte del negocio de los amos del mundo, eliminarla, sería en todo caso, contribuir con el colapso de sus ambiciones. 22

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La práctica de la mentira ha sido la filosofía para engañar a la humanidad, mucha de esa destreza proviene de la institucionalidad oficial internacional, expertos para recomendar de todo y en cualquier parte; arquitectos de los modelos que se imponen con la complicidad de los gobernantes de turno, quienes deben seguir fielmente los mandatos del llamado superior. Ese gobernante que se muestra generoso ante la sociedad al implementar medidas populistas se desenvuelve entre un discurso público y un discurso oculto. El discurso público del gobernante es aquel que trasciende en los medios de comunicación al entregar una casa, inaugurar una carretera o una escuela, entregar un fogón ecológico, láminas y pisos mejorados; el discurso oculto es aquel que se queda entre los grupos de poder económico y político, es aquel que promueve una ideología de mercado, es aquel que invita a caminar hacia la meta del desarrollo; todo se va configurando bajo una hipocresía bien organizada. Por ello, es indispensable fortalecer una justicia cognitiva que nos haga deconstruir los discursos, las mentiras, las invenciones y manipulaciones culturales que nos han impuesto; ha llegado la hora de construir nuestros propios caminos; caminos que conduzcan hacia la fuente de alternativas basadas en otras formas de pensar, que nos invoque hacia el buen vivir, hacia la vida en comunidad, complementaria, de consenso, plural, de respeto y tolerancia a la diversidad; un camino que conduzca hacia una vida en armonía y equilibrio con el entorno; porque, como humanos, no podemos continuar con este sistema injusto que nos rodea, ese sistema que nos robó la memoria para no cuestionar, para no indignarse y para aceptar con resignación la deformación del pensamiento. Hoy más que nunca necesitamos crear un pensamiento que desnaturalice la vergonzosa exclusión que sufre esta humanidad junto con las demás formas de vida.

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