La memoria retenida: a 100 años de la Gran Guerra.

July 17, 2017 | Autor: Jaime Álvarez G. | Categoría: History, Great War, Historia, Literatura, Memoria, Primera Guerra Mundial, Gran guerra, Primera Guerra Mundial, Gran guerra
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Descripción

“La memoria retenida: a 100 años de la Gran Guerra”. Seminario Internacional “A 100 años de la Gran Guerra: repercusiones e imaginarios desde el fin del mundo” – Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política, Pontificia Universidad Católica de Chile / Biblioteca Nacional de Chile / Museo Nacional de Bellas Artes. La Gran Guerra fue efectivamente un conflicto mundial, que involucró a un sinnúmero de naciones a lo largo del conflicto. La entrada de Estados Unidos de América es un ejemplo de ello. Sin embargo, abundan en la historiografía numerosas referencias a la atrocidad que significó la Gran Guerra que se desarrolló en parte de Europa entre 1914 y 1917: las imágenes de las trincheras, los cables informativos que iban y venían, una Guerra total – dice Hobsbawm - que parecía nunca acabar y las numerosas transformaciones que provocó en la sociedad europea de la época. Un acontecimiento como este, que involucró a millones de personas, necesariamente tuvo, un impacto en la memoria de quienes vivían en esos años. El desarrollo del conflicto en numerosos puntos del mapa europeo, con la participación de importantes potencias de la época, sin duda repercutió en el imaginario de los individuos que vivieron este momento histórico. ¿Cómo fue la memoria de quienes estuvieron en el frente de batalla? ¿Cómo evidencian las memorias del tiempo de guerra dichas transformaciones?. En esta ponencia se presentará el resultado de la indagación en distintas obras literarias del mundo europeo que pueden funcionar, al mismo tiempo, como memorias sobre la guerra y como fuentes del período. El análisis incluirá, entre otras, las memorias del soldado británico y escritor Robert Graves en “Adiós a todo eso”, y poemas y escritos de otros autores ingleses como Siegfried Sassoon y Rupert Brooke, también las memorias del alemán Erich María Remarque, el patriotismo furibundo del poeta francés Charles Péguy y el aporte gigantesco del veterano de guerra estadounidense e historiador Paul Fussell y su libro “La Gran Guerra y la memoria moderna”. Al poner la mirada en este importante período bélico conocido mundialmente por su crudeza, salta a la vista un contraste evidente: el período que sigue inmediatamente después es conocido por la Alemania de Weimar y “Paris era una fiesta”, aquel libro de Hemingway que hace un par de años sirvió a Woody Allen para mostrar la agitada vida cultural y

 

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bohemia del Paris de los años ‘20. Existe también el mito de esos locos años de entreguerras, cuestionado por leyes prohibicionistas en Estados Unidos. Sin embargo, el contraste no deja de ser evidente: de cruenta guerra mundial, con millones de desplazados, muertos y hombres mutilados deambulando por las calles, el período inmediatamente posterior se presenta como un “nuevo alumbramiento” en palabras del historiador Eric Weitz.1 ¿De dónde proviene este contraste evidente entre dos momentos de la historia europea del siglo XX? Intentaremos relacionar esto con la memoria sobre la guerra y los diferentes momentos de memoria que se pueden encontrar en las obras analizadas. Sostendremos que el júbilo posterior a la guerra no sólo implica alegría por la paz y la sobrevivencia, sino que es también un importante proceso de memoria colectiva que se desarrolla junto con la guerra y que es, al mismo tiempo, consecuencia de ésta. Para ello, sostendremos que podrían identificarse tres momentos de memoria en la literatura de la época: primero, una gran exaltación que convocará a millones de personas a enrolarse en el ejército. Luego, un período de evidente desilusión por lo cruento de la guerra y finalmente, un período de evasión que hace que la sociedad europea de la época se vuelque a la celebración por la paz y no a la reflexión por lo cruenta de la guerra. Si se realiza este análisis en orden cronológico, el período previo a la guerra parece estar consciente de la tormenta que se avecina. Eric Hobsbawm señala que entre 1890 y 1914 ya se han celebrado 19 Congresos por la Paz en distintas parte de Europa2. Esto coincide con la nueva política de expansión que habría aplicado el Káiser Guillermo II al momento de llegar al poder en Alemania. Además, el desarrollo armamentista comienza a verse favorecido por los constantes avances en lo tecnológico y por una importante dinámica de acumulación de material bélico3. Esta sensación puede confirmarse en un poema que Rupert Brooke escribió hacia 1909, donde en un verso de amor el poeta incluye una importante referencia a la muerte que lo viene a buscar:

“¡Oh! La muerte podría encontrarme,

                                                                                                                1

Eric Weitz, La Alemania de Weimar. Presagio y tragedia., Madrid, Turner Publicaciones, 2009, p. 64. Eric Hobsbawm, La Era de la Revolución (1789 – 1848), La Era del Capital (1848 – 1875), La Era del Imperio (1875 – 1914). Buenos Aires, Editorial Crítica, 2012, p. 974. 3 Ibíd., p. 977. 2

 

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mucho antes que me canse de mirarte; y me lleve repentinamente dentro de la sombra, la soledad y el fango de la última tierra”.4

Edmund Blunden, poeta coterráneo y coetáneo de Brooke, dirá que este tipo de referencias en la época de la pre guerra son usuales. En otros poemas de Brooke, la referencia a encontrarse “más allá del sol” (“beyond the sun”) es parte de un analogía de lo que viene después de la vida5. Al menos en este autor, la referencia al futuro es importante: no sólo se encuentra la referencia a la muerte, sino también la referencia a una guerra que ocurrirá en el futuro. Pero al mismo tiempo, la conciencia de que en algún minuto morirá es una idea centrada en lo ulterior, puesto por razones evidentes nadie puede escribir después de muerto. que la muerte del autor todavía no ha ocurrido. Junto con esta idea de una guerra que se aproxima, y que se encuentra temporalmente en el futuro – es decir, la guerra no ha llegado pero parece aproximarse – comienzan a exaltarse también los sentimientos de patriotismo. Hobsbawm señala en “La Era del Imperio” que los llamados a enrolarse se encontraron con una sorpresa desconcertante: un entusiasmo patriótico causó que al menos 20 millones de personas se lanzaran a un conflicto bélico que nadie sabía como terminaría6. ¿A qué pudo deberse este afán patriótico? Las diversas obras analizadas muestran que en torno a la guerra había un importante romanticismo sobre la oportunidad que ella significaba. Erich María Remarque, en “Sin novedad en el frente” señala que junto a muchos otros, asistió a la batalla porque a la guerra “íbamos a dar la vida”7. El mismo autor escribe que muchos soldados jóvenes que se enrolaban en el ejército, al mismo tiempo se afeitaban por primera vez, lo que simbólicamente puede mostrar que la guerra era una oportunidad para demostrar hombría: afeitarse por primera vez es un proceso propio del crecimiento, significa dejar de ser imberbe para entrar en el camino hacia la adultez. El frente de batalla representa también la oportunidad para dejar la niñez y hacerse hombre.                                                                                                                

Edmund Blunden, War poets (1914 – 1918). London, Longmans, Green and Company LTD., 1958, p. 15.     Ibíd., p. 16. 6 Eric Hobsbawm, Op. Cit., p. 996. 7 Erich Maria Remarque, Sin novedad en el frente, Barcelona, Editora y Distribuidora Hispanoamericana S.A. (Edhasa), 2010, p. 25. 4 5

 

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Probablemente en Rupert Brooke se puede encontrar la exaltación más importante a la idea de la guerra. Para el poeta, la oportunidad de defender a la patria es una verdadera oportunidad de purificación, como diría Blunden8. En algunos de sus sonetos, Brooke escribe que hay que agradecer a Dios por esta oportunidad y que todo esto es por Inglaterra, describiéndola con versos que la muestran como un lugar de naturaleza y limpieza excepcional9. Un caso francés ayuda a comprender que este tipo de exaltación es un fenómeno europeo y no sólo se reduce a la literatura alemana o británica. Se trata del poema “Eve” de Charles Péguy quien escribe hacia 1913 que “este testimonio de honor es el comienzo y el primer ensayo de un testimonio eterno”10. En este caso, el autor sostiene que el patriotismo de ir a la guerra es algo que a futuro se convertirá en un importante honor para quienes hayan participado de ella, insertando su poesía en la dinámica de movilización previa a la Gran Guerra. En efecto, que el poema se haya escrito antes del inicio de ésta muestra cómo la sociedad se estaba preparando para un enrolamiento masivo que ya ha sido evidenciado con una cita previa de Eric Hobsbawm. Ironía o no, Péguy morirá a escasos dos meses de haberse iniciado el conflicto. En esta misma dinámica, en Inglaterra, se colgaron afiches que mostraban a un padre siendo interpelado por su hija que le preguntaba qué había hecho él por la guerra11. Comprender esta exaltación previa a la guerra, que logra una movilización de millones de personas, es fundamental para entender un segundo momento que puede encontrarse en las memorias de quienes participaron directamente en el frente de batalla o siguieron estos enfrentamientos desde la sociedad civil. En efecto, Paul Fussell evidencia que una memoria importante relacionada a la Gran Guerra es que lo bélico estaba rodeado de un aura idílica en la cual la posibilidad de demostrar valentía y ganar la gloria por sus servicios a la patria, era un regalo para los soldados que asistían al frente12. -

                                                                                                                8

Edmund Blunden, Op. Cit., p. 19. Ídem.     10 María Eugenia Góngora, Poemas de la Gran Guerra, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, p. 53. 11 Paul Fussell, La Gran Guerra y la memoria moderna, Madrid, Editorial Turner, 2006, p. 35. 12 Ibíd., pp. 47 y 48. 9

 

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Un segundo momento de memoria es la llegada al campo de batalla: sobre este lugar hay numerosos recuerdos que acompañan los diversos enfrentamientos entre ejércitos y la vida en trincheras. Paul Fussell recoge un sinnúmero de recuerdos de los soldados sobre este momento de la guerra: la memoria sobre las trincheras francesas que eran eficientes y provisionalmente funcionales, mientras que las alemanas eran limpias y permanentes. Un recuerdo que me llamó particularmente la atención son los olores de la guerra, entre los que se destaca el fuerte hedor de la carne putrefacta, tanto de animales como de seres humanos. En algunos lugares el olor a ron, sangre y pólvora era recurrente, mientras que en la región de Alsacia, la preparación de tocino colmaba de olor las zonas de combate13. Entre los recuerdos más horrorosos, los soldados rememoran los relinches de los caballos heridos, que permanecían durante días en las cabezas de algunos. Se trata de un cambio en la percepción sobre la guerra: ya no es más un discurso del cual la generación de la época no tiene idea, sino que comienza la dimensión experiencial propiamente tal. La guerra está siendo. La memoria sobre la experiencia de la guerra implica una ruptura con la memoria de la parte previa: existe desilusión sobre lo que ésta comienza a significar realmente. Para muchos combatientes – relata Fussell desde su experiencia personal – la mayor tarea que había que realizar era llevar agua de un lugar de la trinchera a otro. En ese sentido, hay un cambio radical que, en palabras de Siegfried Sassoon, se puede evidenciar al mirar el período previo y la álgida movilización existente, con gran cantidad de marchas y cabalgatas de impresionantes caballos militares, para luego convertirse en un momento lento, detenido y desgastante, que es la vida en las trincheras14. La literatura también muestra este cambio a través de distintas obras, entre las que pueden citarse algunos poemas de Sassoon, las memorias de Robert Graves y los escritos de Edmund Blunden. En el caso de Sassoon, se puede identificar una suerte de alienación por parte de la guerra en algunos de sus versos del año 1916 escribe:

La angustia de la tierra absorbe nuestros ojos Hasta la belleza brilla en todo lo que vemos. La guerra es nuestro flagelo; pero nos ha hecho sabios

                                                                                                                13 14

 

Ibíd., p. 69. Ibíd., p. 133.

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Y peleando por nuestra libertad, somos libres15.

El contraste de los primeros dos versos con los dos finales, evidencia un tránsito de lo heroico a lo trágico. Hay conciencia de la guerra como algo terrible, pero aún se cree que ésta les ha entregado algo bueno. La libertad y la sabihondez que menciona Sassoon al final de su verso, está siendo entregada por un flagelo como la guerra, lo que resulta al menos paradójico. Junto con ello, disminuye el sentimiento patriota que muchos habían enarbolado para asistir como voluntarios a la Gran Guerra. Queda atrás el deseo de ensalzar a la patria y defender a la nación, al menos en las zonas de combate. Robert Graves evidencia esto en “Adiós a todo eso”: “En las trincheras el patriotismo era algo remoto. Sólo población civil y prisioneros se referían a esto. Quien habla de patriotismo es mandado a callar”16. Sin embargo, en la ciudad, circulaba por la prensa británica una carta de una madre cuyo hijo estaba en el frente de batalla y que ensalzaba la labor de los soldados que se encontraban combatiendo17. Esto abre un interesante flanco de análisis, puesto que al parecer la memoria de quienes no estaban en la guerra propiamente tal, sino que se encontraban en la ciudad y alejados de los vastos campos de las trincheras, podrían recordar estos sucesos en forma distinta a lo que hacían los soldados que convivían día a día con la sangre, la muerte y los numerosos estragos psicológicos que ya estaba causando una guerra que se alargaba por poco más de dos años. Edmund Blunden criticará a quienes no escriben desde la guerra, señalando que en ocasiones pueden dejarse guiar por ideas confusas e idílicas sobre los enfrentamientos, cuando para escribir sobre ella se debería tener en mente la experiencia concreta de la “guerra real”18. Un último punto en este segundo momento de memoria es el resentimiento hacia la autoridad. En efecto, parte del rompimiento de ese andamiaje mítico sobre la guerra que precedió a las batallas, es el desprecio hacia quienes habían provocado la Gran Guerra. Eric Weitz ha señalado en su “Alemania de Weimar. Presagio y tragedia”, que una de las consecuencias más claras de la Primera Guerra Mundial es que echó por tierra “los                                                                                                                 15

Edmund Blunden, Op. Cit., p. 27.

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Robert Graves, Adiós a todo eso. Barcelona, Editorial Seix Barral S.A., 1971, p. 233.

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Ibíd., p. 283-284. 18 Edmund Blunde, Op. Cit., p. 20.

 

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conceptos tradicionales de sumisión y respeto por la autoridad”19. Al fin y al cabo, el conflicto bélico se había desatado por las numerosas desavenencias entre las distintas elites gobernantes de las potencias europeas de esta época. Este desprecio puede observarse incluso en el campo de batalla cuando Remarque escribe su obra: el desprecio, desobediencia y la venganza marcan la pauta en la relación entre éste, algunos amigos de la trinchera y su superior, el sargento Himmelstoss, de quien se vengan por su arbitrario trato hacia los jóvenes soldados: en un momento de sus memorias, Remarque cuenta cómo entre varios soldados tomaron al que era su superior, le desabrocharon los tirantes del pantalón y lo dejaron semidesnudo, para luego pegarle con un látigo20. En este acto de camaradería, otro aspecto que también es muy importante en las memorias de la guerra, hay también un desprecio hacia el papel de la autoridad que busca imponerse por la fuerza. El hastío por esta situación de guerra, sumado a esta camaradería entre sargentos, permite incluso golpear en grupo a un superior militar. Robert Graves, en un intercambio epistolar con Siegfried Sassoon, compartirá gran parte del juicio que éste último hace sobre la situación que llevó a la guerra. Ambos consideran que la verdad sobre el suceso es que la guerra fue una gran mentira y culpan a políticos y militares de ella21. Pero quizás donde se evidencia esto de forma más certera y dramática es en el famoso poema del escritor británico Wilfred Owen, cuyo título es “Dulce et decorum est”. Se trata de un texto descarnado sobre las atrocidades de la guerra que termina por sepultar la noción que muchos tienen sobre el sacrificio dulce que significa morir por la patria. Escribe Owen:

Si en algún terrible sueño fueras tú también marchando Detrás del carro en que lo arrojamos, Y vieras los ojos blancos retorcerse en su cara, Su cara caída, como la de un demonio cansado de pecar; Si pudieras oír, a cada sacudida, la sangre Que salía a borbotones de los pulmones con espuma corrompida, Obscena como un cáncer, amarga como el líquido

                                                                                                                19

Eric Weitz, Op. Cit., p. 24. Erich María Remarque, Op. Cit., p. 48.     21 Robert Graves, Adiós a todo eso. Barcelona, Muchnik Editores S.A., 2000, p. 280. 20

 

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De terribles llagas incurables en una lengua inocente – Amigo mío, no dirías entonces con tanto deleite A los niños que arden por alguna gloria desesperada La antigua mentira: dulce et decorum est Pro patria mori22. (“dulce y honorable es morir por la patria”)

Entender estos dos momentos de memoria – la exaltación previa y la desilusión que comienza a fraguarse en la guerra misma – es fundamental para comprender el tercer momento que puede identificarse una vez terminado el conflicto. ¿Cómo explicar la explosión cultural de Weimar, las revoluciones, las numerosas creaciones literarias, el título de Paris era una fiesta y el resurgimiento de una vida social que parecía estancada a lo largo de la Guerra? ¿Cómo comprender el “nuevo alumbramiento” que Eric Weitz reconoce en la Europa de post guerra?23. ¿Cómo justificar el silencio de los intelectuales constatado por Enzo Traverso, quienes no juegan un papel importante en la reflexión sobre las atrocidades de la guerra?24. Este tercer momento de memoria está relacionado con los dos anteriores, en la medida en que una guerra como la que acababa de terminar necesariamente tuvo consecuencias para la identidad europea. No por nada numerosos autores han coincidido en que este hecho marca un cambio fundamental en la identidad decimonónica que lo precedía: Hobsbawm dirá que el orden del siglo XIX terminó, apreciación que desde mi punto de vista merece un análisis más detallado. Por otro lado, Enzo Traverso explicará que en el campo de la guerra surge una idealización de la técnica en detrimento del viejo honor del siglo XIX que significaba ir a la batalla. En efecto, al menos en la ciudad y en los círculos literarios o intelectuales aquí analizados, es posible afirmar una crisis identitaria. La idea de mundo establecida ha sido brutalmente golpeada por masacres, gas, mutilaciones y la crudeza del conflicto. Ante esto, la alegría por la paz y la sobrevivencia pudo haber tenido una cuota importante en el desborde producido en los año ’20. En palabras de Eric Weitz: “La experiencia de los años de guerra, los horrores del frente y las penurias en el hogar culminaron en un sentimiento de liberación por parte de innumerables hombres y mujeres (…) Después de tantas vidas                                                                                                                 22 María Eugenia Góngora, Op. Cit., p. 34.     23

Eric Weitz, Op. Cit., p. 63. Enzo Traverso, Memoria y conflicto. Las violencias del siglo XX. en http://www.cccb.org/rcs_gene/traverso.pdf el 28 de octubre de 2014.     24

 

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segadas a destiempo, o echadas a perder por culpa de las balas o el gas, arraigó el sentimiento profundo del carácter efímero de la existencia, un intenso deseo de aferrarse a la vida en todas sus manifestaciones, de sentir el amor, el sexo, la belleza, el poder, los coches rápidos y los vuelos en avión, de hacer locuras en el baile y en el teatro”25. Es probable que lo anterior sea el reflejo de un sentimiento generalizado, también presente en los soldados. Remarque señala en sus memorias, cómo muchos soldados querían volver a la ciudad para emborracharse26, mientras que poetas jóvenes como Sassoon escriben su fuerte deseo de vivir27. Entender los primeros dos momentos como un pasado al que no se quiere retornar resulta fundamental para entender el presentismo que vive la sociedad de la época. Se trata de hacer mucho mientras se pueda vivir: Hemingway recoge el Paris de las carreras de caballo, la venta de libros y los cafés parisinos, mientras Marcel Proust visita asiduamente el Hotel Ritz para encontrarse con otros intelectuales de la época. Weitz analiza largamente el surgimiento de un sinfín de corrientes artísticas, literarias y musicales a lo largo del período de entreguerras. Los años veinte parecen incitar a las personas a que disfruten el desarrollo de lo que en este período es llamado modernidad, concepto que podría reemplazar la idea del progreso que está centrada en un objetivo futuro y que domina la escena intelectual hasta la Gran Guerra. En ese sentido, ambos conceptos se diferencian incluso etimológicamente: la palabra “moderno” viene del latín modernus que hace referencia a lo reciente, a lo que ocurrió hace poco. El progreso, del latín progressus, es la acción de ir hacia delante. El tercer momento de memoria es la evasión. Después del trauma de la guerra, la visión del mundo pasado quedó atrás, en el sentido que muchos hubieran deseado que esta guerra no hubiese ocurrido. Se busca volver al momento de la preguerra, pero no por la exaltación que se hace de ésta sino porque hasta antes del chispazo inicial que desencadenó el conflicto, la sociedad estaba – al menos – en paz y sin una crisis de identidad importante. La idea del progreso, que circulaba en el mundo intelectual de la época, ya no era útil pues había desencadenado un monstruo como la Gran Guerra y había logrado engañar a millones de soldados que se enrolaron para ir a las trincheras. La memoria sobre la guerra es una                                                                                                                 25

Eric Weitz, Op. Cit., p. 24. Eric Maria Remarque, Op. Cit., p. 71. 27 Edmund Blunden, Op. Cit., p. 31.     26

 

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memoria abrumadora de un hecho que resultó no ser la experiencia que consagraría la adultez de soldados que se habían afeitado por primera vez para ir al frente. Muy por el contrario, se transformó – como bien dice Owen – en una gran mentira. En este aspecto la memoria individual se rompe, puesto que el pasado y el presente ya no se encuentran: no hay punto de unión entre la memoria antes de la Gran Guerra y la memoria después de la masacre que ésta significó. Con este conflicto individual en muchas personas de la época, también la memoria colectiva sufre una importante transformación. El historiador Dominick LaCapra señala que el individuo que no logra superar un duelo y asumir que perdió lo que anhela, puede transformar el trauma en una fuente de júbilo o éxtasis que termina por sublimar aquello que le significa dolor28. En palabras de Paul Ricoeur “se trata de un intento por no recordar lo que puede herir (…) es el silencio de lo que “no se puede decir” por parte de aquellas personas que necesitan del silencio para encontrar un modo de vivir en un pueblo o un ciudad” 29 que ha vivido momentos traumáticos. Se han analizado tres momentos de memoria a partir de fuentes literarias: la exaltación, la desilusión y la evasión. Resulta importante comprender a cabalidad los primeros dos momentos, porque el trauma está relacionado con ese pasado que prometió tanto pero significó una gran matanza. El presentismo y la evasión de la post guerra no pueden comprenderse si antes no se analiza el corte que produjo la guerra en la identidad de millones de europeos. Finalmente, a la tesis propuesta se le deben hacer dos matices importantes: lo primero es señalar que el período de evasión posterior es algo que ocurre principalmente en lo urbano, mientras que la atención puesta por Fussell en las zonas rurales señala que en los campos donde se llevó a cabo la guerra de trincheras, las personas siguieron conviviendo con el olor a putrefacción y metales oxidados, generando una atmósfera donde la atrocidad de la guerra seguía presentándose día a día. También ocurrió esto en frentes de batalla, entre los cuales el autor hace mención a Albert y Somme, en Francia30. Por otro lado, es importante destacar que esta ponencia abordó un público eminentemente intelectual, que son los literatos de la época. En el mundo en que ellos se desenvolvían, la presencia de la                                                                                                                 28 29

Eduardo González Calleja. Memoria e Historia. Madrid, Editorial Los libros de la Catarata, 2013, p. 130. Ibíd., p. 137.

30  Paul  Fussell,  Op.  Cit.,  p.  97.    

 

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idea de “progreso” pudo ser algo presente, pero bien valdría preguntarse si esta idea circulaban masivamente por los ciudadanos europeos de la época que no estaban precisamente en los círculos de la intelectualidad de la década del ’20.

 

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