La memoria en la filosofía de la historia de Walter Benjamin

June 12, 2017 | Autor: Rafael Pérez Baquero | Categoría: Historiography, Jurgen Habermas, Walter Benjamin, Philosophy of History, Ernst Nolte
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Universidad de Murcia, Facultad de Filosofía, Departamento de Filosofía, CP: 30100, [email protected]

El ensayo Sobre el concepto de historia (1940) de Walter Benjamin constituye una nueva forma de entender los presupuestos prácticos y epistemológicos de la historiografía, dando lugar a un nuevo método y a una nueva reorientación política de este ámbito. En este sentido, todo su proyecto se revela como una subversión respecto a un canon tradicional, que reabre nuevos espacios en los que los límites entre la ética, la política y la objetividad del historiador, no están claramente definidos. La premisa elemental del proyecto de Benjamin se puede resumir de la siguiente manera: no hay crónica, narración o relectura del pasado que sea axiológicamente neutral. No únicamente en el sentido restringido según el cual el historiador está condicionado por sus prejuicios personales y de su época. También en la medida en que toda la disciplina historiográfica constituye un campo en el que buena parte de las diferencias internas, derivan de dispares compromisos éticos y políticos tácitos. De esta forma, Walter Benjamin, tras rechazar la posibilidad de una versión del pasado objetivamente válida, establece una polarización entre dos visiones generales de la historia. La visión canónica, de los vencedores, dirigida hacia el establecimiento de una secuenciación continua de los hechos. Dicha orientación tiene su telos en el estado de cosas presente, al que da sentido y legitima. Por otro lado, la versión marginal, la de los vencidos, que si bien está oculta y es difícil de recuperar, contiene un potencial subversivo en relación a la denuncia del precio del progreso y a la recuperación de las esperanzas incumplidas de las víctimas. Precisamente, Benjamin intenta establecer los supuestos prácticos y metodológicos de esta concepción marginal de la historia. De esta forma, el objetivo que orienta nuestra tesis es el de proyectar varias de las nociones de Benjamin en diversos debates historiográficos del siglo pasado, con el fin de contrastarlas y de determinar sus límites y condiciones de aplicación. A lo largo de esta comunicación, trataré de poner en práctica una de sus nociones básicas a partir del análisis de un debate historiográfico paradigmático. El que mantuvieron varios historiadores alemanes en la década de los ochenta acerca de la singularidad del Holocausto nazi. Para hacer referencia al mecanismo de conocimiento histórico que plantea Walter Benjamin, recuperemos esta idea de su sexta tesis sobre filosofía de la historia: “Articular el pasado históricamente no significa reconocerlo “tal y como propiamente ha sido”. Significa apoderarse de un recuerdo que relampaguea en el instante de un peligro”[1]. El significado de estas líneas requiere aludir a los presupuestos de su obra. Como hemos visto, toda narración del pasado bascula en el interior de la distinción entre los vencedores y los vencidos. En este sentido, no hay descripción del pretérito que no tenga un contenido ético y político. Su metodología parte de la conciencia de la ausencia de objetividad del historiador, del necesario compromiso axiológico del mismo y del posicionamiento político que busca llevar a cabo un análisis de los hechos que, a su vez, de forma inherente, implique una valoración ética sobre los mismos. De esta forma, desde el punto de vista de Benjamin, a lo largo de la historia se han dado acontecimientos que, por ciertas características, constituyen una mónada. Es decir, un microcosmos que es capaz de reflejar una totalidad epocal en el interior de la cual se encuentra. Y que,

I Jornadas Doctorales de la Universidad de Murcia además permite una valoración ética global del marco social en el que está inmersa. La primera característica de estos hechos monádicos es que, pese a su necesaria singularidad, poseen un enorme contenido semántico que deriva del hecho de que estén caracterizados por la masiva producción de víctimas. Este bagaje “ético” debe estar incorporado en la recuperación histórica, de ahí que Benjamin pueda denunciar las carencias de la metodología tradicional. Al fin y al cabo, la determinación a posteriori de las causas que han dado lugar a ese acontecimiento, es incapaz de recuperar todo el potencial simbólico, político e histórico, que contiene. De la misma manera, lo que introduce la mónada es una interrupción en la comprensión tradicional y en la continuidad histórica. El historiador trata de establecer cadenas causales en las que todos los hechos queden claramente explicados, una secuencia lineal que el acontecimiento monádico rompe, en tanto que no se sustrae a un análisis de este tipo. Además, su función de reflejo se legitima principalmente a través de su condición de consecuencia directa o consumación de una serie de dinámicas sociales, económicas… que precisamente puede poner bajo juicio. De la misma manera, la discontinuidad que imprime en la narración del pasado deriva principalmente de su relación directa con el contexto histórico del propio historiador. Es decir, el hecho monádico constituye un trauma que afecta a una colectividad en la que está inmerso el sujeto que narra los acontecimientos. Así, la cercanía de ese hecho y su impacto impide la distancia objetiva entre el historiador y el suceso, que sería condición de posibilidad de un análisis causal del mismo. Ahora bien ¿por qué motivo alude Benjamin a la recuperación de este objeto de conocimiento histórico “en el momento de peligro”? Desde su óptica, la recuperación histórica del microcosmos contiene un potencial para el cambio político. Es preciso hablar, por tanto, de la plusvalía significativa de este tipo de acontecimientos del pasado, que pueden servir como motor o legitimación simbólica de un nuevo orden socio-político. No obstante, es cierto, como veremos en la aplicación de estas nociones, que es preciso cuestionar la parcialidad de dicha conversión. Pasemos a analizar los argumentos más relevantes del famoso debate de los historiadores alemanes en base a la noción benjaminiana de mónada. Este debate gira en torno al análisis de la repercusión que había tenido en la conciencia colectiva alemana de la postguerra, la carga política, ética… derivaba del genocidio nazi. Precisamente, una de las características del tratamiento histórico del Holocausto ha sido el de atribuirle la condición de hecho singular, de acontecimiento que posee una serie de características que nunca se habían dado con anterioridad. Además, el Holocausto sirve como síntoma que refleja muchas de las patologías y contradicciones de la civilización moderna. Las razones que se han argumentado para mantener la excepcionalidad de los crímenes nazis son muy diferentes. En cualquier caso, lo relevante para adoptar las tesis benjaminianas, consiste en percibir que la discusión en torno a la singularidad del genocidio nazi no deja de tener implicaciones políticas e historiográficas muy relevantes. Establezcamos unas bases teóricas de partida. En primer lugar, en relación a la posibilidad de establecer comparaciones históricas entre el Holocausto y otros acontecimientos – que es precisamente lo que negaría la tesis de la singularidad – es preciso establecer que, en un primer plano, todos los hechos históricos son singulares y comparables. De hecho, la tarea del historiador consiste en buena medida en establecer comparaciones e identificaciones entre hechos diferentes que guardan cierta semejanza entre sí. Pero aquí no se encuentra la especificidad de este problema. La cuestión es si

I Jornadas Doctorales de la Universidad de Murcia negar la radical singularidad del Holocausto, como suceso específico que refleja y permite juzgar al amplio campo de una cultura, y tratar de someterlo al análisis tradicional, es una tarea legítima y axiológicamente neutral. O si, en cambio, podemos encontrar debajo ciertas tendencias ideológicas externas que las difuminan. El contexto del que partimos tiene su epicentro en la incapacidad de las escuelas historiográficas alemanas de substraer el genocidio judío al análisis causal y la presión que ejercía la memoria de estos crímenes sobre la conciencia pública. Precisamente, la carga social y psicológica del recuerdo del Holocausto es la que imposibilitaba que fueran abordados desde los estándares habituales. Llegado este punto, algunos historiadores alemanes tratan de superar esta situación cuestionando la singularidad del Holocausto y tratando de “historizarlo”. Podemos dividir las motivaciones de este proceso en dos tipos, si bien es cierto que, tanto desde nuestra óptica como desde la de algunos de ellos, estos niveles no son en absoluto independientes entre sí. En primera instancia existe una legitimación epistemológica básica: para garantizar la objetividad del conocimiento de la historia alemana es preciso superar la inhibición que supone el trauma para la memoria pública y el ámbito académico del que forman parte. Para que nuestra historiografía sea científica es necesario tratar a este hecho con los mismos estándares que al resto. Así será posible analizar los acontecimientos “tal y como han ocurrido”. Ahora bien, también existe un interés práctico que está vinculado a la posibilidad de establecer una identidad nacional unificadora. Existirían enormes dificultades a la hora de fundamentar el patriotismo alemán atendiendo a la caracterización imperante de aquellos acontecimientos. ¿Cómo justificar de forma legítima la fidelidad a la patria cuando su historia está contaminada por la transgresión moral contenida en aquellos sucesos? Al fin y al cabo, su tratamiento como acontecimiento extremo e irreductible al análisis histórico, implica la presencia de una discontinuidad fundamental a lo largo de la historia alemana. Por ello, se trata de, a través de la normalización que imponen los estándares del análisis histórico, hacer posible la liberación de la pesada carga de la culpa que deriva del Holocausto. En este sentido, las ideas de Ernst Nolte constituyen la matriz teórica del revisionismo al que aludimos. Nolte llama la atención acerca del peligro que implica la negatividad de la que está cargado un hecho, tanto para la conciencia colectiva como para la propia disciplina académica. Es preciso evitar las imágenes dicotómicas acerca del genocidio y transgredir la prohibición tácita de historizar esa serie de acontecimientos. Curiosamente, la denuncia de Nolte intenta sacar a la luz el carácter artificial de todo el contenido semántico que gira en torno al “mito negativo” del Holocausto. Ya que lo considera como parte de una construcción por parte de los vencedores de la guerra, es decir, como una derivación y continuación hermenéutica de la derrota bélica que sufrieron los alemanes. Por ello, con el fin de evitar las consecuencias prácticas que pueda tener la conversión de ciertos temas históricos en un tabú, Nolte propone darle un sentido a este acontecimiento e introducirlo en un nexo causal a gran escala contextualizándolo en el interior de la propia historia alemana. El imperativo noltiano de entender este hecho comparándolo con otros acontecimientos, le lleva a establecer una muy cuestionada relación de causalidad entre el Gulaj soviético y el Holocausto nazi. Guiado por la idea según la cual comprender históricamente implica sacar a la luz las circunstancias ante las cuales una serie de comportamientos son congruentes, Nolte termina caracterizando al

I Jornadas Doctorales de la Universidad de Murcia Holocausto como una consecuencia lógica comprensible ante el temor a los genocidios soviéticos, como una respuesta coherente en su contexto. Otro historiador alemán, Michael Stürmer, hace énfasis en el peligro que para la sociedad y la cultura alemana trae consigo la atrofia de la memoria, que impide asimilar el pasado histórico alemán con los estándares tradicionales. La aparición de una discontinuidad, la incapacidad de establecer relaciones causales con ese pasado “que no se deja dominar”, implica la imposibilidad de construir una cultura histórica determinada y estable. El control por parte de quienes determinan el contenido de la memoria inhabilita el establecimiento de una cultura histórica que oriente la evolución de la sociedad alemana de la postguerra. El disenso entre los historiadores alemanes explotó debido a los argumentos de Jürgen Habermas. Esta es una figura importantísima en el debate que, sin ser historiador, analizó las obras de los intelectuales anteriormente citados, y acusó la falta de coherencia y la distorsión del pasado alemán que operaba en sus obras. Las consideraba motivadas por la existencia de ciertas tendencias apologéticas, en las que trataban de eludir la carga que imprime el genocidio nazi debido a fines políticos concretos. Es decir, Habermas considera que la revisión e historización que planteaban aquellos, estaba condicionada por impulsos conservadores dirigidos, principalmente, a rebajar la relevancia y el peso de aquellos acontecimientos singulares, para hacer posible un patriotismo tradicionalista como seña de identidad de la Alemania en la post-guerra. En cierto sentido, detrás de la acusación de Habermas – aunque también de forma manifiesta en el intercambio de ataques del mismo – se encuentras varias premisas benjaminianas. Ya que plantea una valoración moral de toda la historiografía alemana, que simplifica bajo el epíteto “conservadora”. En este sentido, considera que detrás de aquellos análisis que pretenden ser objetivos, se encuentra la intención de construir un contramito, un mito positivo sobre la honorable historia nacional que compense la deshonorable historia del III Reich. Precisamente, las argumentaciones de Nolte acerca de la comparación entre el genocidio nazi y el soviético, constituyen, para Habermas, intentos de menoscabar la carga ética y el peso que esa discontinuidad imprime en la conciencia social alemana. No podemos dejar de tener en cuenta que una de las grandes dificultades en el ámbito historiográfico es la de establecer relaciones causales entre diversos hechos que difieren a grandes rasgos en el espacio y en el tiempo. Este es un problema teórico que no deja de cuestionar la relación de prioridad causal y lógica que Nolte atribuye al Gulaj soviético sobre el nazi. Otro participante en este debate, Ebehart Jöclek, considera que las motivaciones de Nolte para establecer dicha causalidad no son concluyentes. De hecho comete la falacia “post hoc ergo propter hoc”. En base a la prioridad temporal del holocausto soviético respecto al nazi, Nolte deriva que el primero tiene un carácter causal respecto al segundo, sin estar dicha caracterización suficientemente apoyada por los hechos. El hecho de que este argumento sea inconcluyente no deja de crear la imagen de cierta “trivialización” del Holocausto por parte de Nolte, subordinada al esfuerzo por evitar el peso de la culpabilidad derivada de este hecho en las generaciones futuras. De la misma manera que, desde la óptica habermasiana, los historiadores que critica estaban motivados por intereses políticos, Habermas también tiene otros objetivos en liza. Desde su punto de vista, la identificación cultural alemana requiere afrontar la radicalidad de los hechos y tomar el Holocausto como eje ineludible para la construcción de una identidad constitucional. Si no abordamos todo ese legado con la gravedad que

I Jornadas Doctorales de la Universidad de Murcia realmente posee, no será posible legitimar simbólicamente los fundamentos políticos y teóricos de la nación alemana, no será posible integrar a Alemania en el orden internacional. El Holocausto debe ser tan fundamental en Alemania como lo es en Israel. Finalmente, no podemos dejar de observar que la imagen general que presenta el debate de los historiadores se asemeja en gran medida a la caracterización que de la historiografía presenta Walter Benjamin. El ámbito del historiador no se identifica con un laboratorio en el que nos limitemos a recoger, analizar e interpretar datos de forma unívoca. Al contrario, se asemeja más a un campo de batalla en el cual las decisiones que toman los historiadores a la hora de enfrentarse al pasado y a las ambigüedades de los hechos, están parcialmente condicionadas por compromisos éticos y objetivos políticos de diverso tipo. Tradicionalmente, a la hora de analizar este debate, se tiende a diagnosticar en Habermas cierto acercamiento a la tesis de Benjamin. Habermas destaca el bagaje conservador de las interpretaciones a las que se opone y alude de forma explícita a la necesidad práctica que jugarían en el campo de la política, de la cultura… sus ideas acerca del Holocausto. No obstante, considero que en las críticas de intelectuales como Nolte o Stürmer, a la visión canónica acerca del Holocausto nazi en su contexto, se encuentran trazadas de fondo buena parte de la propuesta Benjaminiana. Al fin y al cabo, denunciar la politización de atribuir al Holocausto cierta condición de “misterio” debido a su singularidad, implica denunciar este relato como una construcción de los vencedores que ha podido servir para la construcción y legitimación simbólica del estado de Israel. Estas ideas no dejan de recordar a la caracterización benjaminiana de la historiografía. No obstante, en la tentativa de Nolte de oponernos a una visión politizada del holocausto mediante un análisis objetivo de los hechos, nos encontramos con el mantenimiento de la posibilidad de construir una narración de la historia “neutral”. Esta es una idea que resulta extraña y criticable desde la óptica de Benjamin y del propio Habermas. De la misma manera, la posibilidad de otorgarle a un hecho la condición de “mónada” – que ellos niegan – está a la base de la metodología de Benjamin. No obstante, es cierto que la llamada de atención acerca del peligro de “sacralizar” un microcosmos, un hecho singular, no deja de aportar argumentos significativos para analizar la proyección de la filosofía de la historia de Benjamin. Al fin y al cabo, que un hecho monádico como el Holocausto, pueda ser politizado para legitimar simbólicamente la constitución del estado de Israel, y en general, pueda apoyar políticas que, de una forma u otra, den lugar a la producción de más víctimas, no deja de plantear un problema. De la misma manera, no deja de ser preocupante el que afirmación de la singularidad del holocausto esté ligada a su inefabilidad, pues cuanto menos se deje explicar un acontecimiento será susceptible de manipulación en un mayor grado. Este es un problema que nos conduce a cuestionar el planteamiento de Benjamin. Su metodología, que pivota en torno a la noción de microcosmos, por ser excesivamente abstracta y general, no impide de forma completa su politización por parte de fines ilegítimos. Trazar las fronteras entre el uso legítimo e ilegítimo de la memoria, es tarea de un análisis histórico mucho más cuidadoso que pueda concretar, en la medida de lo posible, los imperativos éticos benjaminianos; con el fin de seguir “cepillando la historia a contrapelo”. Referencias [1] W. Benjamin (2012) “Sobre el concepto de historia” en Obras completas. Libro I/Vol2. Madrid: Abada editores. Pág, 306.

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