La más antigua minería metáLica en tierras de León

June 9, 2017 | Autor: Roberto Matías | Categoría: Ancient Mining and Metallurgy, Ancient Copper Mining, Ancient cinnabar mining
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Descripción

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La más antigua minería metálica en tierras de León

Ana Neira Campos Eduardo Alonso Herrero Roberto Matías Rodríguez Natividad Fuertes Prieto Lucía Pérez Ortíz Felipe San Román Fernández

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Introducción

En este trabajo vamos a sintetizar la situación en que se encuentra la investigación sobre la primitiva minería metálica en la actual provincia de León. No utilizamos el adjetivo prehistórico porque, aunque estamos convencidos de que muchas de las evidencias que presentaremos se adscriben a esta parte de la historia humana, la ausencia de dataciones absolutas nos impiden aseverarlo con rotundidad. Junto a la minería del cobre, que constituye la primera parte de este trabajo, hemos incluido la del cinabrio, mineral del que, como es bien sabido, se extrae el mercurio. Aunque el uso de este metal no está constatado en esta zona durante la Prehistoria, creemos interesante incluirlo en este estudio pues diferentes datos parecen apuntar al uso de este mineral como colorante durante la Prehistoria reciente.

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La minería antigua del cobre en la provincia de León

Cuando comenzamos el estudio de la minería antigua como una parte del estudio de los recursos abióticos, dentro del proyecto de investigación “El Uso de los recursos naturales en la Prehistoria leonesa”, dirigido por el Dr. F. Bernardo de Quirós (Proyecto HUM 2004-03307/HIST), la primera cuestión que abordamos fue la revisión de la bibliografía sobre este tema. Las informaciones recogidas eran fragmentarias y estaban muy dispersas (Matías et alii, 2002). Por ello, quedó patente la necesidad de realizar un trabajo de campo más intenso pues, dada la riqueza en recursos metálicos de esta provincia, no dudábamos que la realidad de la minería prehistórica fue mucho más rica y variada de lo que estos datos presentaban. Aunque los trabajos todavía no han finalizado, queremos presentar, seguidamente, los resultados obtenidos hasta la fecha.

Dentro del contexto geográfico-geológico de la vertiente sur de la Cordillera Cantábrica, la mayoría de los indicios minerales de cobre están ubicados en una franja de 80 km de longitud y escasa anchura. Esta franja se sitúa en el Paleozoico de la Zona Cantábrica, al sur de la Falla de León, y abarca desde la localidad de San Emiliano hasta Riaño, prolongándose de forma discontinua hasta Cervera de Pisuerga, en la provincia de Palencia. El yacimiento de cobre de la mina “La Profunda” constituye el depósito más importante de este mineral, por lo que iniciaremos con él nuestro estudio, y está acompañado de toda una serie de indicios minerales de características semejantes en cuanto a mineralogía, que superan el centenar, de algunos de los cuales trataremos posteriormente.

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La mina “La Profunda”

El yacimiento de cobre de la mina “La Profunda” se encuentra situado entre las localidades de Cármenes y Villamanín. Los minerales que aparecen en estos depósitos son principalmente sulfuros y arseniuros de cobre (Matías, 1996), los cuales se encuentran oxidados en la zona superficial, habiéndose transformado principalmente en los característicos carbonatos de cobre. Las primitivas labores fueron abiertas por encima de los 1.486 m de altitud, en la vertiente sur de la “Sierra de Currilliles” (Pico Currilliles, 1.942 m), al nivel del cauce de un arroyo, en la hendidura provocada por éste en el macizo de caliza dolomitizada. Dado que esta corriente cuenta con importantes caudales en épocas de deshielo o de fuertes lluvias, su actividad erosiva pudo hacer aflorar en superficie manchas de mineral cuprífero.

Lo conservado y lo perdido

La imagen actual de la mina nos presenta un gran farallón, rematado en su parte superior por los restos de una visera, que cae verticalmente unos 28 m y finaliza en una galería, que hemos denominado “Galería superior”, a la que se accede desde una plataforma irregular con abundantes bloques y que está cortada por un espectacular pozo que se

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Vista general de la mina “La Profunda”. A) Farallón rocoso. B) Entrada a “Galería superior”. C) “La Cuevona”.

interna hacia las profundidades del subsuelo y que se conoce con el nombre de “La Cuevona”. Las huellas de explotaciones antiguas parecen estar presentes en esta parte exterior del complejo minero. Desde casi la parte superior de la gran pared vertical, a distintas alturas, se aprecian los restos de diferentes oquedades que pueden corresponder a antiguas bolsadas de mineral extraídas en época prehistórica aunque no hay forma de asegurarlo sin utilizar medios de escalada que permitan un análisis más pormenorizado. Más evidentes son las señales en la “Galería superior” que corresponde a una galería antigua de más de 30 m de longitud, tallada con instrumental lítico directamente en la caliza dolomitizada aunque su entrada actual ha sido abierta por los trabajos modernos que destruyeron la parte final

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de la misma. Este pasaje se bifurca a pocos metros de la entrada y el corredor que se abre a la derecha acaba bruscamente sobre la pared exterior de “La Cuevona”, mientras el otro, más largo, continúa bajando hasta que, de nuevo, se corta abruptamente en el interior de la misma cavidad, en cuyo techo se pueden observar, con luz adecuada, las huellas de antiguas bóvedas que indican que las labores prehistóricas profundizaron en el interior En la parte superior de la pared norte de “La Cuevona” se observan diferentes oquedades a dos niveles. Las del superior son vestigios de galerías prehistóricas, incluida el final de la bifurcación derecha de la galería superior que queda colgada sobre una plataforma que era parte de otro corredor prehistórico afectado por los trabajos modernos. Las del nivel inferior corresponden a una cavidad kárstica,

parcialmente rellena de derrubios, con un importante desarrollo vertical que sin ninguna duda fue utilizada por los antiguos mineros para profundizar en la explotación del yacimiento. Esta karstificación, que a su vez proporcionó por sí misma abundante mineral en puntos muy localizados, carece de las abundantes arcillas de descalcificación que contenían importantes cantidades de carbonatos de cobre en las minas de la vertiente norte de la Cordillera Cantábrica (De Blas, 1983, 1989, 1992, 1996 y 1998). Como la “Galería superior” se sitúa por encima de la zona karstificada, casi al mismo nivel de la parte superior del arroyo, su presencia y orientación hacen suponer que el descubrimiento y utilización del karst pudo haber sido posterior al inicio de las labores mineras primitivas, siendo éstas las que lo pusieron de manifiesto al ir profundizando en la mineralización los trabajos de explotación. Algunos de los conductos kársticos de la mina pueden seguirse actualmente hasta niveles de profundidad que alcanzan el “Socavón Sanz”, a 1.410 m de altitud, donde se han apreciado restos de cámaras y conductos de la explotación primitiva. Aunque su número es muy escaso, debido a la intensa explotación efectuada a ese nivel en época moderna, indica claramente que la explotación prehistórica subterránea alcanzó una profundidad mínima de 76 m. Una interesante descripción del estado de las primeras labores modernas es la realizada por Soler (1883), donde, en el apartado referido al cobre, níquel y cobalto describe así las labores de la mina “La Profunda”: “... La mina Profunda se demarcó el año 1859 con una superficie de 12 hectáreas y sus labores constan de una gran cueva superficial que mide unos 22 m de longitud por 15 de latitud máxima y 46 en su mayor altura. Esta cueva comunica por el N.O. con la superficie por medio de una abertura de 6 metros de ancho y 37 de alto por el S. y S.E. con un gran anchurón llamado “La Cuevona” que tiene 52 m de longitud, 13 de ancho y unos 17 de altura libre. La comunicación del Sur se verifica por medio de una excavación irregular e inclinada que mide 3 m de longitud, 9 de ancho y 1,50 de altura, y la del Sudeste por medio de una cueva más pequeña de 12 m de largo, 2,50 de ancho y 6 de alto. Dicho anchurón comunica también con el exterior por medio de una galería transversal de 2 m

Pared norte de “La Cuevona”. A) Galerías prehistóricas. B) Cavidad kárstica.

de ancho, otros 2 de alto y 10 de longitud. Además de estas labores, existe otra trasversal más baja de 2 m de latitud por 2 m 20 de alto, que es la única labor que se sigue en el día, por hallarse en mal estado de conservación los demás trabajos indicados, hasta cortar el criadero...” En términos parecidos se sitúa la descripción que realizará, años después, Jones (1902: 431) quien señala el descubrimiento casual del yacimiento en 1868 (sic), al que se accedería por una estrecha hendidura que daría paso a una gran cueva en la que existían evidencias de minería antigua. Ampliada la entrada, se observó que aún quedaba mucho mineral, por lo que comenzaron las primeras explotaciones, paralizadas tras el derrumbe de una masa de óxido de cobalto que ocasionó la muerte de cinco personas. Posteriormente se realizaron varios trabajos de acondicionamiento para eliminar el agua que se acumulaba en la parte inferior de esta caverna durante los momentos de lluvias. Estos consistieron en la excavación de un transversal que cruzaba toda la cavidad y cortaba algunas masas pobres de cobalto y carbonato de cobre. Fue durante estos trabajos, al retirar escombros, cuando se descubrieron un gran número de martillos de piedra y la entrada de antiguas galerías.

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A partir de estas descripciones podemos deducir que la imagen primitiva de la mina era muy diferente de la actual. De la cueva superficial de la que hablan estos autores sólo queda, hoy en día, el farallón o pared vertical, ya mencionado. Parece que, como consecuencia de la progresiva profundización de las labores modernas, se produjo el hundimiento de la parte superior de toda la mina, lo que puso en comunicación con el exterior el anchurón de “La Cuevona”, cuyo techo original aún se puede apreciar hoy en día, constituyendo la parte superior de la oquedad. Esta magnífica cavidad adquirió su presente aspecto como consecuencia del debilitamiento del macizo rocoso tanto por el aprovechamiento sistemático, en época moderna, de los restos de mineral presentes en los hastiales de las labores prehistóricas, como por el posterior hundimiento de las bóvedas de las cámaras de explotación, tanto antiguas como modernas. En resumen, durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando se reiniciaron los trabajos extractivos –que alcanzaron los ciento ochenta metros de profundidad–, el acceso a la mineralización se realizó, en un primer momento, aprovechando las labores prehistóricas, localizadas en la parte superior y aflorante del yacimiento, lo que ocasionó la destrucción de una porción importante de las mismas. Sin embargo, se conservan todavía como vestigios de estos trabajos primitivos la interesante galería tallada en la roca viva de más de treinta metros de longitud y varias cámaras de distintos tamaños. Algunas de ellas se encuentran colmatadas por sedimentos o parcialmente destruidas por la explotación moderna pero superan los 100 m3 de volumen.

La forma de explotación

Otro aspecto importante que debemos comentar se refiere a la técnica de explotación prehistórica. El trabajo de Jones (1902: 432) señala que cuando se exploraron las antiguas galerías, todas en pendiente, se hallaron en ellas restos de hollín concrecionado, fragmentos de madera y carbón de pino y marcas de fuego. Cuando se fracturaron estas costras aparecieron más martillos líticos y picos de cuerno. Estas observaciones indicarían que se utilizó en la explotación prehistórica el procedimiento conocido con el nombre de caldas, como ocurre en las minas de la

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vertiente norte de la Cordillera Cantábrica (De Blas, 1983, 1989, 1992, 1996, 1998 y 2005). Sin embargo, nuestras apreciaciones no confirman esta imagen. En los suelos de las galerías conservadas no se aprecia la presencia de abundantes depósitos de ceniza ni concentraciones de carbón. Tanto en la “galería superior” como en los restos de corredores situados en el nivel superior de la cara norte de “La Cuevona” aparece un sedimento pulverulento de tono gris claro que no parece contener restos de carbón ni de hollín. El ennegrecimiento observable de las paredes en algunos puntos de la mina “La Profunda” es debido únicamente a la presencia de minerales oxidados de cobalto, producto de la alteración superficial de sulfoarseniuros de cobalto y níquel, y los tonos rojizos que presentan éstas son debidos a la coloración natural de la dolomía, no a la rubefacción. No podemos descartar, sin embargo, un uso puntual de este método en algunas partes de la antigua mina, aunque con ciertas reservas sobre una posible contaminación de la información con las minas asturianas. La ausencia en las zonas mineralizadas del yacimiento leonés de los suficientes conductos kársticos, conocidos con el nombre de soplados, que permitirían la ventilación de las galerías, como en las minas asturianas en las que sí está constatado el uso de las caldas (De Blas, 1983, 1989, 1992, 1996, 1998 y 2005), provocaría una atmósfera irrespirable en el reducido espacio de las primitivas labores subterráneas. Según los restos de labores primitivas que se han podido analizar, el método de explotación seguido por los mineros prehistóricos consistió en el aprovechamiento sistemático de las masas de mineral, de irregular geometría y distribución dentro del macizo rocoso, mediante el uso de instrumental lítico a la vez que se dejaban, para su sostenimiento, las partes más pobres o estériles, no siendo necesaria la fortificación adicional.

Los instrumentos asociados

La creencia de que las labores modernas habían destruido completamente los trabajos antiguos ha implicado una falta de investigaciones que, a su vez, ha incidido en la pobreza de los restos recuperados. Esta situación contrasta fuertemente con el caso asturiano, donde las minas del “Aramo” y

“El Milagro” han proporcionado, desde el siglo XIX, un amplio y variado repertorio de restos, algunos de ellos de carácter claramente excepcional, que han permitido conocer con cierto detalle cómo se realizaban las labores mineras e, incluso, aproximarnos a las creencias que tenían los grupos humanos que las explotaban. En ellas, además de piezas de metal y de mazas líticas, se han hallado martillos, cinceles, una punterola y otros instrumentos mineros realizados en asta de ciervo que se utilizaban conjuntamente con los de piedra en la extracción del mineral. La recuperación de objetos realizados en materias orgánicas ha permitido, además, la datación mediante C-14 AMS de algunos instrumentos realizados sobre asta de ciervo. Las fechas obtenidas permiten situar ambas explotaciones entre las centurias XXII-XIX antes de Cristo, en un momento que corresponde al Calcolítico avanzado. En la mina de “El Milagro”, además, parece que se encontraron dos hachas metálicas cuya tipología sólo puede remitirnos al Bronce Final, momento en el que se habría producido una reactivación de esta explotación (De Blas, 1983, 1989, 1992, 1996 y 1998; De Blas y Fernández Manzano, 1992). Pese a su parquedad, las noticias sobre la presencia de instrumental minero prehistórico procedente de “La Profunda” se sitúan entre las primeras de las que tenemos constancia en el ámbito provincial. Gago Rabanal (1902: 58) señala la existencia de cuatro hachas de cobre, planas por las dos caras, así como de mazos de cuarzo pulimentado (en realidad de cuarcita), que describe brevemente, en manos de D. Ruperto Sanz, propietario de “La Profunda” desde 1883 y autor del transversal que lleva su nombre, “Socavón Sanz”, en la cota 1.410. Parece que parte de este interesante lote fue a parar al Museo de León (Luengo, 1941: 126), donde se conservan tres mazos y una pieza metálica de extraña tipología que ha sido interpretada como lingote de cobre, hacha plana atípica, cuña o tapa de molde (Gutiérrez, 1985). Esta pieza ha sido objeto de un análisis mediante espectometría de fluorescencia de rayos X que ha permitido conocer su composición metálica. En el mismo museo se conserva también un hacha de talón y dos anillas de bronce cuyo yacimiento de origen plantea numerosas dudas. Fue

estudiada por Monteagudo (1977: 169, tafel 66 n.º 1024) y por Delibes y Fernández Manzano (1983; Fernández Manzano, 1986). Todos ellos la incluyeron en el grupo de piezas provenientes de la provincia de León y de origen incierto debido, posiblemente, a que en la documentación conservada en el Museo de León figura con una doble procedencia: el yacimiento de “Lancia” (Villasabariego, León) y “La Profunda”. Parece que fue entregada a la Comisión Provincial de Monumentos, en 1898, por D. Juan López Castrillón, clérigo e historiador local, quien habría sido, también, el donante de la otra pieza metálica de “La Profunda”, mientras que D. Ruperto Sanz consta como el donante de las tres mazas líticas. Estos datos arrojan muchas dudas y ofrecen pocas soluciones. Por un lado, sabemos que López Castrillón murió dos años antes de la supuesta entrega, en 1896, pero es posible que la fecha de 1898 no corresponda al momento real de la donación sino a la fecha en que se realizó el inventario de los materiales del Museo. Por otro lado, la atribución de materiales arqueológicos al yacimiento de “Lancia” ha sido habitual tanto en la documentación del Museo como en el mercado de antigüedades. Ante esta situación, dado que la otra pieza metálica no parece ofrecer dudas sobre su origen y que, según Gago Rabanal, aparecieron cuatro hachas metálicas de diferentes formas (1902: 58), es posible que el hacha de talón y anillas provenga de la mina, pero carecemos de una completa certeza. De forma ocasional también se ha señalado la presencia de otro grupo de materiales, entre los que se contarían algunos picos y otros instrumentos confeccionados con asta de ciervo, depositados en el Museo del Instituto Geológico y Minero de España, en Madrid (Domergue, 1984: 296; intervención de C. Domergue en Blas Cortina, 1989: 154; Bernárdez y Guisado, 1995). Estas referencias derivan de la cita de Jones, ya señalada, sobre la aparición de martillos líticos y picos de cuerno (horn picks) en las galerías de la mina. Sin embargo, ni en los trabajos antiguos (Sandars, 1910) ni en el estudio que sobre los materiales arqueológicos depositados en el Museo Histórico Minero D. Felipe de Borbón y Grecia realizan varios autores, se hace mención a piezas procedentes de ninguna mina leonesa (Puche et alii, 1994).

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Piezas líticas mineras de “La Profunda”. Mazas con ranuras en los laterales (1 y 2) y cuña (3), sobre grauwaca (1 y 2) y cuarcita (3). Dibujos realizados por Alfonso Gutiérrez Vuelta.

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Además de estas confusas referencias, conocemos la existencia de numerosos instrumentos líticos que aparecieron dispersos en el interior de las galerías y en las laderas de los aterrazamientos construidos en el siglo XIX, para instalar las obras de fábrica de la mina, con los rellenos del interior de la misma. De ellos, vamos a estudiar una pequeña colección que resulta especialmente interesante tanto por las características de los mismos como por tratarse de objetos inéditos. Las materias primas representadas son cuarcitas de diferentes tamaños de grano, grauwacas y areniscas, todas ellas rocas tenaces que presentan cierta resistencia a la fractura. Sin duda fueron transportadas hasta la mina, pues no forman parte de los materiales litológicos del entorno de la misma. Sus fuentes de aprovisionamiento más cercanas parecen situarse en las proximidades de los cauces de los ríos Bernesga y Torío, y la distancia mínima recorrida en su transporte sería de 2 km. Entre el grupo de instrumentos líticos estudiados se encuentran, en primer lugar, las tradicionales mazas mineras. Se trata de piezas con formas que se encuentran dentro de las variantes tipológicas frecuentes en diversos contextos mineros de la Europa occidental. En casi todas ellas se observa la presencia de piqueteados en su zona central que forman ranuras para permitir la sujeción de algún tipo de mango que favoreciese su manejo. Este piqueteado no recorre todo el contorno de la pieza, sino que se concentra fundamentalmente en las aristas, donde adquiere una sección en “U” muy abierta. Desde un punto de vista formal, son similares por ejemplo a las denominadas mazas “con escotaduras” (notched) por Hunt Ortiz (2003: 285). Junto a las tradicionales formas redondeadas, elipsoides y ovales, aparecen otras confeccionadas sobre nódulos con forma arriñonada o de paralelepípedo con aristas redondeadas, en todas ellas las caras menores fueron las superficies utilizadas para golpear la roca. Estas partes “activas” están generalmente presentes en los dos extremos opuestos y tienen una apariencia variada: amplias áreas convexas, otras con unas superficies más restringidas, largas y estrechas, y otras apuntadas o mostrando un extremo biselado. En este último caso, el carácter de las superficies de percusión no puede determinarse por presentar

el instrumento grandes levantamientos que corresponden a roturas producidas a consecuencia del intenso golpeo contra la roca durante las labores de extracción del mineral. El tamaño de estas mazas se encuentra aproximadamente entre unos quince y veinticuatro centímetros de longitud por diez a diecisiete de anchura, situándose su espesor entre los seis y nueve centímetros. Su peso oscila de 1,7 a 3,2 kg, existiendo un voluminoso ejemplar que sobrepasa los 5 kg. En varios casos hay restos de mineral en la zona activa de estas piezas, bien en uno de los extremos, bien en ambos. Algunas, con forma esferoide, son de pequeñas dimensiones y, aunque portan señales de percusión, no presentan la ranura de preparación para el enmangue, por lo que suponemos que pudieron usarse directamente con la mano en actividades como el triturado del mineral. Otra pieza que conviene señalar, por su rareza, es una maza confeccionada sobre un canto arriñonado de buenas dimensiones, cuyo espesor es mucho menor que su anchura, y que presenta en la misma arista un doble surco parcial por piqueteado, lo que debió de corresponder a un tipo de enmangue especial. Otro grupo, cuya importancia radica en haber sido mucho menos descrito en la bibliografía, está compuesto por una serie de objetos que fueron confeccionados sobre cantos rodados aplanados o sobre placas, mediante una talla que conforma su contorno para obtener un instrumento de silueta triangular y aplanado. En la zona de la punta de algunos de ellos se han encontrado restos de mineral, y en el talón señales claras de percusión. Las aristas laterales presentan un redondeamiento que afecta a buena parte de su longitud y un cambio de coloración que parece consecuencia de un rozamiento intenso contra una superficie que ofrecía cierta resistencia. Todas estas señales nos han llevado a pensar que nos encontramos ante auténticas cuñas líticas, cuya punta tendría la función de abrir o ampliar las grietas de la roca y cuyo talón recibiría la fuerza de la percusión ejercida con las mazas de piedra. Las características formales de estas piezas recuerdan claramente las descripciones que hace Dory (1893) sobre la presencia de cuñas de piedra en el yacimiento del Aramo. El tamaño de estas cuñas es claramente inferior a las mazas, situándose sus

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dimensiones entre los siete y catorce centímetros de longitud, de siete a once centímetros de anchura y de cuatro a seis centímetros de espesor. Respecto a su peso, oscila entre 0,4 y 0,7 kg. No obstante, hay una pieza, que en realidad puede haber sido una maza reaprovechada, que supera ligeramente estas dimensiones. En general, resulta bastante interesante la adecuación que parece existir a la hora de fabricar este tipo de instrumento, entre la morfología del nódulo seleccionado, siempre matrices aplanadas (placas o cantos) y la conformación del útil triangular mediante una serie de amplias extracciones sobre los flancos. Asimismo, la punta adopta frecuentemente una forma en bisel oblicuo respecto a las caras mayores de la pieza, otorgándole gran robustez a esta zona. En cuanto a las materias seleccionadas para estos útiles no difieren de las utilizadas para las mazas, ya que se trata de cuarcitas y areniscas.

Aproximación cronológica

Abordar la cronología de la explotación prehistórica de la mina resulta una cuestión compleja y delicada. La ausencia de materiales orgánicos que permitiría la datación directa mediante el C-14, reduce grandemente las posibilidades de determinar los límites cronológicos durante los cuales se efectuó la explotación del yacimiento. Para intentar aproximarnos a esta cuestión sólo podemos recurrir al estudio de los objetos recuperados y conservados. El instrumental minero de piedra, sin embargo, posee una gran amplitud cronológica pues piezas semejantes aparecen constatadas desde el Neolítico hasta el final de la Prehistoria. Este hecho las elimina como marcadores cronológicos fiables. Los otros elementos a los que podemos acudir son las dos piezas metálicas conservadas. El análisis de espectometría de fluorescencia de rayos X (Rovira et alii, 1997) indica que el hacha plana es una pieza de cobre puro ya que, a excepción de éste, ningún otro elemento alcanza el 1%. Esta composición podría remitirnos a los primeros momentos de la Edad de los Metales, pero sin completa seguridad dadas las dudas sobre su función. El hacha de talón y dos anillas, en cambio, parece corresponder a una aleación ternaria de bronce

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y plomo. Tanto su composición como su tipología permiten incluirla sin problemas en el Bronce Final. Podríamos, por tanto, en función de estos datos, plantear un modelo cronológico de explotación en dos etapas: la primera correspondería al Calcolítico o primeros momentos de la Edad del Bronce y la segunda al Bronce Final. Este modelo resulta sugerente por encontrar claros paralelos con lo que parece acontecer en la mina asturiana de “El Milagro” y representaría una explotación de ámbito regional de estos recursos mineralógicos en ambos periodos. Sin embargo, la dificultad de definir tipológicamente la primera de las piezas y los problemas de procedencia que lleva asociados la segunda nos obligan a plantear este modelo más como una hipótesis de trabajo que como un hecho contrastado.

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Indicios de minería antigua del cobre en el Alto Esla

La siguiente zona en la que se han centrado nuestros estudios es la denominada Alto Esla (Alonso et alii, 2005). Las noticias sobre minería antigua en ella se remontan a los trabajos de Gómez Moreno (1925) quien hace una vaga referencia a la presencia de abundantes minas antiguas de cobre en Anciles y Corniero. Poco se ha hecho desde entonces en este campo, lo que unido al conocimiento de las posibilidades metalíferas de esta zona nos animó a realizar una exploración de reconocimiento superficial (en campo) de aquellos lugares con indicios de carácter metálico que habrían podido ser objeto de explotación durante la Prehistoria Reciente y en época romana. El Alto Esla corresponde a la cabecera de dicho río, ubicada en la vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica. Los yacimientos e indicios metálicos que afloran en esta zona se asientan en las rocas sedimentarias del Paleozoico de la Zona Cantábrica y en pequeñas intrusiones tarcihercínicas, que se incluyen dentro de las unidades del “Pisuerga-Carrión”, “Manto del Ponga”, “Cuenca Carbonífera Central” y “Esla-Valsurbio” (Suárez Rodríguez et alii, 1995).

Dentro de esta encrucijada de unidades estructurales cabalgantes, destaca la presencia de una serie de intrusiones ígneas tardihercínicas de naturaleza calcoalcalina en forma de diques, sills y pequeños stocks, salvo en el caso de Peña Prieta que es de mucho mayor tamaño (Gallastegui et alii, 1990). Relacionados con estas rocas ígneas y con alteraciones hidrotermales se sitúan una serie de afloramientos con mineralizaciones de arsénicoantimonio y oro en zonas de fractura o cizalla. Las mineralizaciones de Au, As y Sb se encuadran en el denominado distrito de Riaño-Estalaya, así como las de Cu y Hg, encajadas principalmente en las calizas carboníferas en relación con dichas intrusiones ígneas de tipo granodiorítico. El poblamiento antiguo de este área es poco conocido aunque sabemos que se remonta, al menos, al Aziliense (Neira Campos et alii, 1997). El modelo de hábitat más frecuente desde la Prehistoria reciente corresponde al tipo castreño. En la zona se conocen, aproximadamente, una quincena de castros, ninguno de los cuales ha sido objeto de excavación arqueológica, lo que limita gravemente nuestras posibilidades interpretativas. La presencia de hallazgos superficiales parece indicar que esta forma de poblamiento puede remontarse en algún caso a la Edad del Bronce. Así, el castro de “La Cildad” (Sabero) parece haber conocido una ocupación en este periodo, si nos atenemos a la aparición en el mismo de la denominada “espada de Sabero”, tipológicamente adscribible al Bronce Antiguo (Delibes, Avello y Rojo, 1982), y también a la presencia de restos cerámicos y de un fragmento de una fíbula de codo, atribuible al Bronce final, que serían anteriores al poblamiento del mismo en la Segunda Edad del Hierro (Celis, 1998-1999). En la mayor parte de los casos, sin embargo, resulta compleja la determinación concreta del momento o momentos de ocupación, pues este tipo de yacimientos arqueológicos no sólo conocen un florecimiento durante la Segunda Edad del Hierro y en época romana, momentos en los que esta región formaba parte de las tierras de los vadinienses, un grupo del populus de los cántabros, sino que se siguen (re)utilizando en época medieval (Mañanes y Bohigas, 1979; Gutiérrez, 1986-1987 y 1995). Esta larga perduración del modelo castreño, unida a las dificultades de visualización que provoca una rica cobertura vege-

tal, dificultan la discriminación de las posibles fases de ocupación de cada uno de estos asentamientos e imposibilitan cualquier consideración sobre sus funciones económicas y sociales. No queremos dejar de señalar que la presencia de yacimientos e indicios mineros es muy abundante en toda la zona y que las mineralizaciones suelen presentarse en las zonas dolomitizadas de las calizas paleozoicas. La totalidad de los yacimientos estudiados han sido explotados durante un período que abarca desde finales del siglo XIX hasta finales del XX. Estas labores modernas, generalmente de pequeño tamaño, han desfigurado en muchos casos trabajos más antiguos constituidos por explotaciones superficiales de carbonatos y sulfuros, haciéndolos difícilmente reconocibles. Una relación exhaustiva de todos estos yacimientos e indicios puede consultarse en Alonso Herrero (1987), Junta de Castilla y León (1988 y 1997) y Paniagua et alii (1990a y 1990b). De entre ellos destacamos el castro de Argovejo que se encuentra en un pequeño montículo situado entre las localidades de Crémenes y Argovejo. En él aparecen unos indicios de cobre con labores superficiales de extracción. Estos trabajos incluyen trincheras y pequeños pozos, sin que podamos descartar la presencia de alguna galería ahora colmatada de derrubios. Dicho lugar ya fue citado por Madoz (1983: 87) quien alude a la posible existencia de algún castillo “en tiempo de los moros” (sic), y señala la frecuente presencia de restos de distintos metales. Aunque debemos descartar la presencia de cualquier tipo de hábitat fortificado en este lugar, esta cita nos parece interesante por indicar que los trabajos extractivos tienen una clara antigüedad. La mineralización corresponde principalmente a calcopirita con una fuerte alteración a malaquita y algo de azurita en calizas dolomitizadas de la formación “Caliza de Montaña” del Carbonífero Inferior. Sobre la superficie de este yacimiento se localizan molinos de trituración de mineral que corresponden a grandes cantos redondeados de cuarcita de origen fluvial, parcialmente desgastados. Este mismo material, sin embargo, se utilizó también para construir cercas y bancales, lo que dificulta en muchos casos la discriminación de los molinos de los materiales de construcción.

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En la vertiente sur del pico de Peñas Pintas (1.988 m), próximo a la localidad de Las Salas, se encuentran unas labores mineras subterráneas en las que se beneficiaron minerales de cobre. La existencia de numerosos afloramientos superficiales de carbonatos de cobre (azurita y malaquita) parece que no pasó desapercibida en la antigüedad. Se hace evidente que sobre las labores subterráneas modernas existen trabajos superficiales mucho más antiguos. Éstos consisten en el aprovechamiento de los carbonatos de cobre presentes en la zona de oxidación del yacimiento, dando como resultado unas superficies de vaciado características que adoptan la forma de pequeños pozos de 1 m de profundidad y unos 50 cm de diámetro medios. Es posible que la cita sobre minería antigua de cobre en Anciles que realizó Gómez Moreno (1925: 98) haga referencia a algunos de estos trabajos. Otros trabajos superficiales, consistentes principalmente en zanjas y pozos, han sido localizados en “La Melendosa” (Villafrea de la Reina), “La Rasa” (Barniedo de la Reina), “El Calero” (Barniedo de la Reina) y al norte de “El Castro” (Verdiago), en Santa Olaja de la Varga (falda norte de Peñacorada). En este último caso debemos señalar la proximidad de las explotaciones a un poblado castreño que ha proporcionado materiales de época romana (Gutiérrez, 1986-1987).

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Indicios de minería antigua del cinabrio en el Alto Esla

De mucha mayor envergadura resultan las explotaciones antiguas de cinabrio localizadas en Lois y Riosol (Maraña), además de en Pedrosa del Rey. En Riosol se han hallado evidencias de importantes explotaciones en “Caliza de Montaña” formando un entramado de galerías subterráneas de desarrollo vertical que fueron trabajadas exclusivamente con mazas de piedra y diverso instrumental lítico. Las mineralizaciones de Lois, además de extensas labores superficiales en roca, presentan evidencias claras de aprovechamiento de los sedimentos kársticos de su interior, enriquecidos en concentrados

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de cinabrio. Este último tipo de explotación resulta novedoso y de gran interés por la posibilidad de poder estar representada en esta zona la forma inicial de beneficio de este tipo de mineral. Igualmente, en Lois han sido localizados instrumentos líticos relacionados con la minería conjunta en roca y sedimentos kársticos

Mina de cinabrio de Lois-Este

Al igual que las demás explotaciones de cinabrio del entorno, esta mina tuvo su fase de apogeo en los años 60-70, etapa de máximo precio del mercurio en los mercados internacionales. La mineralización aflora en la ladera este de la montaña, por encima de las instalaciones modernas, en donde se efectuaron transversales a diferentes alturas buscando las venas de cinabrio. El núcleo de la mineralización está karstificado, lo que obligó a la paralización de los trabajos contemporáneos al encontrarse las galerías con una cueva natural. Sin embargo, hemos localizado también labores más antiguas de dos tipos, superficiales y subterráneas. Las primeras consisten en el desmonte manual del afloramiento in situ para obtener las arenas y porciones de mineral, lo que ha dejado como residuo una plataforma semicircular característica. Sobre la ladera de la montaña, 200 m al sureste del afloramiento, aparecen removidos los derrubios formando un gran bancal a modo de escombrera, sobre el que se sitúa otro más reducido, existiendo a lo largo de la vaguada hasta la roca firme varias pequeñas excavaciones superficiales de igual origen y con la misma finalidad. En esta escombrera se encuentran mazas de cuarcita, de muy diversos tamaños y pesos que presentan claras marcas de golpeo en sus extremos y diferentes piqueteados en la parte media de su contorno destinados al enmangue. Las labores subterráneas, por su parte, merecen especial atención. Cuando, a finales de los años 50 del siglo XX, la Sociedad de las Minas de Mercurio de Lois abría un nuevo transversal, los trabajos se vieron interrumpidos al perforar la pared de una cavidad kárstica. Dentro de esta cueva natural, cuya entrada original aún no hemos localizado, apareció el famoso caldero del Bronce final junto con otros restos arqueológicos entre los que destaca un pico de hierro (Schubart, 1961). Los rellenos detríticos,

arenas y limos, de este karst están fuertemente mineralizados de gravillas y arenas de cinabrio que han sido explotados. Se han detectado los vaciados de muchos de los depósitos de este tipo situados en los lugares accesibles de la cueva, quedando en algún caso restos con abundante presencia de cinabrio. Por todas partes aparecen huellas de punzamiento en las arcillas de descalcificación y en la propia caliza para su extracción. Los trabajos más importantes se encuentran en lo que hoy es la parte más profunda del sistema kárstico, donde se evidencia el aprovechamiento intensivo de una zona brechificada mediante laboreo sistemático de la roca disgregada y mineralizada, lo que ha dado lugar a una importante acumulación de estériles en el piso de la cavidad. En el interior de esta mina han aparecido, además de una maza, dos piezas bastante peculiares, fabricadas sobre cantos rodados de sección subrectangular que portan, al igual que las mazas, huellas de golpeo en los extremos menores. La primera, de forma rectangular en visión frontal, tiene en los extremos menores unas amplias superficies aplanadas con intensas huellas de golpeo. La segunda es ovalada y las superficies activas son ligeramente menores, teniendo asimismo en esta zona amplias extracciones que eliminan una parte del córtex, seguramente como consecuencia de los gestos de percusión ejecutados sobre dicha zona. En ambos casos, sobre la mitad de los laterales se conserva un leve piqueteado que no llega a formar una ranura como en el caso de las mazas, también hay huellas de frotamiento sobre las aristas laterales. Pero sin ninguna duda, el rasgo más particular de estas pequeñas mazas es la presencia de sendas concavidades circulares opuestas situadas en el centro de las superficies mayores que hemos denominado “cazoletas”, siguiendo la ajustada definición que dicho término nos aporta (DRAE). Estas concavidades se han realizado por piqueteado y no son demasiado profundas, quedando en una de ellas el fondo aplanado. La zona que circunda a las cazoletas tiene un pulimento que ha alisado su superficie. Es difícil determinar la función de estas pequeñas entalladuras centrales, pero puede que se relacionen con algún sistema de enmangue. La materia prima utilizada es cuarcita y parece que hay una

Restos de explotación de una brecha mineralizada en la cuevamina de Lois-Este.

adecuación en la selección de los cantos rodados, de volumen prismático, a la forma deseada para estas piezas. Sus dimensiones se sitúan en torno a los doce centímetros de longitud por nueve de anchura y cinco de grosor, siendo su peso de 950 y 1.110 g respectivamente. En una de estas piezas se conserva restos de mineral (cinabrio) en los márgenes de una cazoleta. Estas mazas con cazoletas parecen corresponderse con algunas de las denominadas “galets à cupules” que aparecen en yacimientos mineros calcolíticos del sureste de Francia en la zona de Cabrières, vinculados a contextos de tratamiento de metal como, por ejemplo, en La Capitelle du Broum (Péret, Herault) (Cert, 2003 y 2005). Ejemplos de este tipo de piezas también se han encontrado en “El Aramo” (Blas Cortina, 2005: 200, ilustraciones D y F de la figura 2). Incluso L. Siret (1887) nos ofrece

El depósito de Valdevimbre

231

Mazas con cazoletas del karst-mina de Lois-Este.

ya una referencia sobre ejemplos de este estilo en minas prerromanas y romanas del Sureste ibérico.

Mina de cinabrio de Riosol (mina “Carmina”)

Las labores modernas de esta mina datan también de los años 60-70 del siglo XX, siendo las más importantes de cuantas se efectuaron en la zona. Comenzaron en el afloramiento de la mineralización, a 1.800 m de altitud, descendiendo progresivamente mediante galerías transversales hasta la cota 1.450 m. El inicio de los trabajos se hizo sobre unas labores muy antiguas que alcanzaban los cincuenta metros de profundidad en desarrollo vertical, explotándose con ellas un cuerpo cilíndrico mineralizado de cinabrio en venillas centimétricas. La mayor parte de los vestigios de las labores antiguas han

232

Estudios y catálogos

desaparecido como consecuencia de los trabajos modernos, pero aún se pueden apreciar huellas de los vaciados que se realizaron tanto en superficie como en profundidad. Estos vaciados corresponden a labores mineras efectuadas con instrumental lítico para la extracción del cinabrio contenido en la roca o en pequeñas masas y venillas, por lo que presentan superficies totalmente irregulares siguiendo el desarrollo de la mineralización. En función de los datos recogidos sobre los restos de las labores que aún se aprecian, se podría aventurar una cubicación de los trabajos antiguos que arrojaría una cifra de 2.000 m3 explotados. En las escombreras modernas aparece numeroso instrumental lítico procedente del interior de la mina. Está realizado fundamentalmente sobre cuarcita, y de él

destaca una amplia variedad de mazas semejantes a las localizadas en el exterior de la mina de Lois.

Mina de cinabrio de Las Señales (mina “Escarlatti”)

Esta mina, muy próxima a la anterior aunque de menor envergadura, presenta un desarrollo en vertical de los trabajos modernos de más de 300 m, la mayoría realizado mediante minería subterránea por el método de cámaras y pilares. En el afloramiento de la mineralización, situado a 1.450 m de altitud, se aprecian todavía algunos vestigios de antiguas escombreras, tapizadas por 20 cm de un horizonte A de tipo mólico, cuyo desarrollo en esta zona requiere un largo periodo de tiempo. Las exhaustivas labores a cielo abierto y subterráneas realizadas modernamente han desfigurado el terreno. D. Cleto Suárez, antiguo perito de esta mina, nos ha comunicado el hallazgo, en el momento de apertura de los trabajos modernos, de una explotación tipo embudo con pequeños peldaños helicoidales en sus paredes. En su escombrera, producto de las excavaciones superficiales realizadas en la zona de meteorización del yacimiento para el aprovechamiento del cinabrio, también se ha observado la presencia de algunas mazas de cuarcita muy parecidas a las de la mina “Carmina” y Lois exterior.

Mina de cinabrio de Pedrosa del Rey

Esta explotación tuvo su época de beneficio más importante en los años 60-70. De estos trabajos se conservan las actuales escombreras, asociadas casi todas ellas a labores de investigación, realizándose la extracción del mineral únicamente por un plano inclinado que daba acceso a un sistema de explotación por cámaras y pilares en distintos niveles. Todo este conjunto minero es inaccesible actualmente a consecuencia de hallarse inundado. El yacimiento principal aflora en superficie, presentando asimismo una importante dispersión de pequeñas y numerosas venas mineralizadas. Del afloramiento de la mineralización no se conserva prácticamente ningún resto, aunque se ha podido constatar la existencia de un pequeño conjunto kárstico con abundantes arcillas de descalcificación portadoras de cinabrio, en el que se han evidenciado vestigios de explotación antigua.

Riaño

Resulta de especial interés para este estudio de la minería antigua del cinabrio la presencia en el término de “Encimalacueva” del antiguo Riaño, de tres cantos rodados compuestos totalmente de cinabrio con muy pequeñas proporciones de cuarzo. De tamaño relativamente grande (6,8 x 4,1 x 2,1; 5,1 x 4,4 x 2,8 y 5,9 x 3,6 x 2,5 cm) y lógicamente de elevado peso (169,8; 167,5 y 146,3 g respectivamente), pueden proceder de la explotación de los retazos de una terraza alta del Esla, situada en esta zona. Ya Casiano de Prado, en 1855, refiriéndose a los yacimientos de cinabrio de “La Peña” y “El Terrenal” en Mieres comenta: “en el arroyo Miñera se han hallado en todos los tiempos cantos de cinabrio de hasta 2 libras y mas de peso, de las que algunos sacaban azogue con métodos rudimentarios, incluso hasta 1838”. En este mismo lugar ha sido encontrada por D. Evelio González una pequeña maza de tipo minero con acanaladura central, realizada en roca intrusiva de tipo granodiorítico que puede proceder de un afloramiento muy cercano.

6

Conclusiones

Los datos presentados constituyen una primera aproximación que deberá ser desarrollada en futuras investigaciones. Las perspectivas que se nos presentan varían en función de los metales extraídos. Si exceptuamos “La Profunda”, cuya explotación en época prehistórica parece fuera de toda duda, las labores de los yacimientos de cobre ofrecen una tipología antigua pero se carece del instrumental extractivo u otros indicios que permitan aproximarnos a su cronología. Podría tratarse de explotaciones prehistóricas, pues sus características presentan algunas semejanzas con las de la minería cuprífera más antigua de las zonas del sur de la península Ibérica (Arribas, 1986; Blanco y Rothenberg, 1981 y Contreras et alii, 2003), pero también podrían corresponder a momentos históricos de crisis en los que se

El depósito de Valdevimbre

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recurre a estos recursos para mantener producciones autárquicas dentro de comunidades sin acceso a grandes sistemas técnicos. En el caso del cinabrio, la presencia de instrumental pétreo permite remontar en el tiempo el origen de estas explotaciones a la Prehistoria. En el caso de la mina de Lois-Este, la presencia del caldero puede indicar que esta cavidad era transitada y explotada por las gentes del Bronce Final. Aún podemos remontar más atrás en el tiempo el origen de la explotación de esta mina si tenemos en cuenta tanto la tipología de las mazas con cazoleta de Lois como el que, en Osorno (Palencia) el monumento funerario de tradición dolménica de “La Velilla”, contuvo en su unidad superior un osario colectivo cubierto de bermellón (Delibes y Zapatero, 1996) que tiene sus fuentes de aprovisionamiento más próximas en nuestra zona de estudio. Por otro lado, la explotación de los sedimentos kársticos documentada en la cueva de Lois se une así a la ya encontrada en Miñera de Luna (Matías et alii, 2000-2001 y 2002) y podrían constituir una forma muy antigua de explotación. No debemos dejar de señalar que diferentes autores han indicado la presencia de cinabrio como parte de los colorantes utilizados en las pinturas del interior de algunas viviendas de la cultura de “El Soto de Medinilla”. En cualquier caso, no podemos descartar que algunas de estas labores puedan ser de época histórica posterior.

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Estudios y catálogos

Resumen En este trabajo presentamos los datos obtenidos hasta la fecha sobre la minería del cobre y del cinabrio en la actual provin-

cia de León. Igualmente realizamos un pequeño estudio de

instrumental minero lítico relacionado con estas explotaciones. También se abordarán los problemas que plantea la

ausencia de dataciones para adscribir cronológicamente estos yacimientos.

Palabras Clave: Minería, cobre, cinabrio, instrumental minero, mina La Profunda.

Abstract The data obtained to date on the copper and cinnabar mining

works in the province of León are presented here. We also carried out a preliminary study of the lithic mining tools used for the exploitations. Finally we discuss some problems crea-

ted for the chronological adscription of these sites due to the absence of absolute datings will be undertaken.

Keywords:

Prehistoric mining, copper, cinnabar, mining tools, “La Profunda” mine.

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