LA LLAMARADA: EXPLOTACIÓN EN UNA NOVELA DEL CAÑAVERAL

May 24, 2017 | Autor: Pablo Cancio | Categoría: Latin American Studies, Latin American and Caribbean History, Postcolonial Studies, Caribbean Literature, Colonialism, Caribbean History, Caribbean Studies, Post-Colonialism, Globalization And Postcolonial Studies, Latin American literature, Postcolonial Theory, Puerto Rico, Latin American Politics (Political Science), Postcolonial Literature, Hispanic Literature, Puerto Rican Literature, Puerto Rican Studies, Literatura Latinoamericana, Spanish American Literature, Universidad de Puerto Rico, Imperialism, Latin American Political Economy, Spanish and Latin American Contemporary Literature, Literatura Hispanoamericana, Estudios Latinoamericanos, Commonwealth and Postcolonial Literature, Puerto Rican History, Latin America and the Caribbean, Hispanic Caribbean Literature and Arts, Estudios Hispánicos, Literatura hispanoamericana y puertorriqueña, Comparative Caribbean literature and theory, Literaturas Hispanoamericanas, Caribbean Economic and Colonial History, The Political Economy of Latin America, Caribbean History, Caribbean Studies, Post-Colonialism, Globalization And Postcolonial Studies, Latin American literature, Postcolonial Theory, Puerto Rico, Latin American Politics (Political Science), Postcolonial Literature, Hispanic Literature, Puerto Rican Literature, Puerto Rican Studies, Literatura Latinoamericana, Spanish American Literature, Universidad de Puerto Rico, Imperialism, Latin American Political Economy, Spanish and Latin American Contemporary Literature, Literatura Hispanoamericana, Estudios Latinoamericanos, Commonwealth and Postcolonial Literature, Puerto Rican History, Latin America and the Caribbean, Hispanic Caribbean Literature and Arts, Estudios Hispánicos, Literatura hispanoamericana y puertorriqueña, Comparative Caribbean literature and theory, Literaturas Hispanoamericanas, Caribbean Economic and Colonial History, The Political Economy of Latin America
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Descripción

LA LLAMARADA: EXPLOTACIÓN EN UNA NOVELA DEL CAÑAVERAL Pablo G. Cancio Reichard Ph.D. Abstracto Este estudio de La Llamarada tanto como una novela de la tierra como de afirmación nacional, muestra un sistema discriminatorio de explotación económica, social y racialmente estratificado en el contexto obrero del cañaveral y las centrales azucareras durante la década de los años 30. Dicho sistema se revela en el conflicto interior de Juan Antonio y su choque

con los demás personajes masculinos y el ambiente hostil.

Juan Antonio

huye del cañaveral y se casa con Pepiña para restablecer lazos de seguridad económica con la vieja élite de hacendados en un mundo idílico de añoranzas de un pasado mejor, racialmente blanco e hispanizante. Con su vuelta a la tierra se reproduce o repite contradictoriamente la estructura interna jerarquizada, social y racialmente discriminatoria de poder de la nación. La Llamarada denuncia un sistema de desigualdad racial y explotación económica latifundista y absentista del pasado. Sin embargo, permite criticar las alianzas entre el poder económico político transnacional y estructuras nacionales jerarquizadas social y racialmente discriminatorias que se repiten. Se perpetúan así, formas indirectas o más sutiles de explotación económica discriminatorias del trabajador puertorriqueño, en una economía de dependencia o turística migratoria, dentro del contexto moderno o posmoderno de una economía globalizada.

Don Enrique Laguerre y el Prof. Pablo Cancio Reichard

Introducción La Llamarada es comparable con novelas de la tierra escritas durante la década de los años veinte como la vorágine escrita en 1924 de José Eustacio Rivera, Don Segundo Sombra (1926) y Doña Bárbara de Rómulo Gallego que denuncian la injusticia social y los sistemas de explotación económica en Hispanoamérica. Antonio S. Pedreira en su prólogo de la segunda edición de La Llamarada, las llamó novelas hermanas de la misma. Ahora bien, en la novela de Laguerre a pesar de ser una novela de la tierra, cobran mayor importancia los rasgos propios como la profundización psicológica y las proyecciones éticas de los personajes anticipando la novela de medio siglo. Según Estelle Irizarry, Fernando Alegría describe esta novelística Hispanoamericana que se insinúa en los años treinta: El énfasis político en la crítica social ha cedido ante las proyecciones éticas de los conflictos que narran. El novelista del medio siglo reacciona como individuo ante las contradicciones sociales, se responsabiliza personalmente y, antes de buscar solución hecha de los partidos, quiere arrancarse la verdad desde el fondeo mismo de su conciencia… Podría decirse que en ella el hombre de Hispanoamérica, no ya el paisaje ocupa el centro de su atención, el hombre angustiosamente afanado en definir su individualidad y armonizarla con el mundo que la rodea, ásperamente dividido en sus relaciones sociales y económicas, buscando en medio de trágicas, satíricas o simplemente

anecdóticas situaciones la respuesta a su necesidad de organizar la vida sobre bases de justicia social y dignidad humana. (Alegría, 1966). Estelle Irrizary sitúa La Llamarada dentro del tipo de novela descrito por Alegría.

Advierte además que la gran innovación de la Llamarada

consiste en la inversión del conflicto civilización y barbarie, expuesto por Domingo Faustino Sarmiento en Civilización y Barbarie (1845): ”La inversión en los términos civilización y barbarie, porque ahora la civilización que trae la explotación de los obreros, además de valores artificiales y ajenos, es para Laguerre la verdadera barbarie”. (Irizarry, 1985). La Llamarada presenta un cuadro completo de los problemas económicos y sociales del cañaveral como el latifundio, el

absentismo

corpora-

tivo, el monocultivo y la miseria del jibaro cortador de caña. Para principios de la década del treinta la

producción

de

azúcar

estaba dominada

por

cuatro

corporaciones

absentistas norteamericanas, como la American Sugar Company en la novela. Estas corporaciones podían ampararse bajo el palio de la tarifa para afincar sus intereses en Puerto Rico. Además, la industria azucarera aumentó las acres de tierras cultivadas en caña a un cuarenta y cuatro por ciento.

Se establecieron en la isla los grandes latifundios, es decir las grandes extensiones de terreno dominadas por accionistas norteamericanos.

El

sistema de producción y explotación económica para maximizar ganancias y repatriar el capital a los Estados unidos estaba basado en mano de obra barata por salarios que no alcanzaban el mínimo de subsistencia.

Los

salarios para aquel entonces (1926-28) eran 75 centavos diarios (Taller, 1982).

Además, la economía puertorriqueña giraba alrededor de un

producto esencial la caña de azúcar lo que se conoce como el monocultivo. El mercado era controlado por la central, no había otra opción para el trabajador. Como consecuencia de ello, el obrero agrícola se va desplazando de la montaña hacia las centrales azucareras, Segundo Marte es un ejemplo de este modo de vida. Cabe señalar también, que al obrero sólo le estaba permitido comprar mediante un sistema de vales, creando así una relación paterno-filial y una economía de dependencia económica de la central. Aunque en La Llamarada no se hace mención a este sistema de vales, si se refiere que el trabajador venía obligado a comprar alimentos en la tienda de su patrón, es decir, la Central, por lo cual quedaba siempre debiéndole. Se convertía así en deudor de los intereses de la misma. “Guarda también La Llamarada gran similitud con la novela Over del dominicano Marrero Aristy” (Reyes, 2007) por ser éstas particularmente las únicas novelas de la caña que describen el discrimen y la opresión en la zona

del cañaveral a través de un sistema de económico racialmente estratificado y discriminatorio. En el ápex o tope de la pirámide en su relación con el poder económico extranjero norteamericano se encontraban: la clase burguesa de ricos hacendados, en el medio la clase intermedia o media que surge y la clase semibaja, y en la parte inferior la clase baja de los cortadores de caña, como veremos más adelante. El propósito de este estudio es revelar a través de la referida novela de Laguerre ese sistema de explotación económica social y racialmente discriminatorio.

Justifican el mismo, las implicaciones históricas y socio-

económicas para la identidad nacional puertorriqueña durante la década de los años 30 y en el presente o futuro, dentro del marco de una economía globalizada y métodos o sistemas más sutiles de explotación económica.

Explotación económica, discriminación social y racial en La Llamarada

La injustica y el discrimen social y económico son mayormente revelados en la estructura episódica de la novela por Laguerre, a través de la interiorización del conflicto psicológico del protagonista Juan Antonio Borrás y el choque con el ambiente social en los personajes masculinos. Juan Antonio Borrás es un personaje de una conciencia dividida o escindida entre unos ideales románticos de justicia e igualdad y su deber para con los grandes intereses económicos de la central azucarera. El es huérfano, huye del hogar, y con su propio esfuerzo se recibe de ingeniero agrónomo en el

colegio de Mayagüez prototipo de lo que se conoce como el “self made man” norteamericano. Esto es motivo de orgullo para Juan Antonio. Cuando llega a la zona cañera ubicada entre Aguadilla y Moca, conocida como el valle de Coloso, observa las cosas desde afuera con sus ideales de ideas reformistas, pero pronto se encuentra con la dura realidad del dolor del trabajador de la caña y de su jornal de mera subsistencia.

Don Florencio Rosado,

mayordomo de la hacienda Palmares, con su maltrato a la peonada desata la llamarada del odio que produce el duelo de los capataces en el mangosal. Al principio Don Antonio Borrás simpatiza con Hipólito Cabañas protector de Segundo Marte y sus ideas socialistas y liberales de mayores derechos para los trabajadores y mejores condiciones de empleo. Don Polo representa el otro polo en la conciencia de Borrás: “Era tremenda la lucha que se libraba en mi alma.

De un lado, la

central; de otro lado don Polo” (Laguerre,1983). Segundo Marte es la contraparte

de

Juan

Antonio,

éste

también

es

víctima

de

la

intransigencia o falta de comprensión paterna. Trabaja para subsistir y progresar en la vida pero con la diferencia de que es pobre. Representa para Juan Antonio la amenaza temida de la pobreza, la incapacidad de progreso en la escala social: “yo quiero estar bien con la gente de la Central.

Estudié para procurarme independencia

económica y ahora que la he conseguido no voy a echarla a perder. De manera que voy a ser discreto.

Debo contener los impulsos del

corazón.” (Laguerre, 1983). La lucha es una de la conciencia entre la razón y la pasión en la que triunfará la primera.

Juan Antonio se va alejado cada vez más del personaje Segundo Marte y se alinea con don Florencio, ya que en la cuarta parte de la novela lo remplaza al ser ascendido y comete los mismos abusos que había criticado en éste. Se insensibiliza mostrándose indiferente ante un peón que resulta mal herido por un tocón y deja que acusen a un pagote que es inocente. Juan Antonio y don Flor son supervisores de la Central a quienes no le está permitido hacer concesiones a los reclamos de los obreros y representan la importante figura del subalterno en un sistema racialmente estratificado y discriminatorio. Se trata de una clase social intermedia étnicamente blanca de nuevos ricos como Juan Antonio o semibaja, en el caso de Don Flor quien niega su origen, que buscan acenso o progreso material en la escala social y establecer alianzas con los grandes propietarios, la vieja élite de hacendados y los grandes intereses económicos extranjeros.

Estas alianzas

hacen posible la explotación económica del trabajador de la industria cañera. Mendoza,

El señor Oscar

administrador

de

la

Central, y los Moreu pertenecen

ambos a los que solían llamarse gente de abolengo y a la rica clase burguesa de los hacendados.

Don Oscar Mendoza representa al mal puertorriqueño

que entra en complicidad o contubernio con los grandes intereses económicos norteamericanos.

Los Moreu son descendientes directos europeos de

estirpe francesa de clase acomodada, dueños de la hacienda El Palmar en la zona geográfica de Moca.

En la novela La Llamarada el fuego como elemento de la naturaleza es un símbolo complejo y polisémico.

El fuego es símbolo del odio y la

venganza contra la esclavitud, violencia y opresión en el cañaveral.

La

llamarada del odio que desata don Flor se extiende en un nivel colectivo a la peonada, el odio a los ricos y a los administradores de la Central que culmina en el gran incendio de palmares que destruye casi toda la zafra. A nivel personal el fuego se extiende en las “llamaradas del círculo del fuego”, el infierno del cañaveral a la conciencia del protagonista, su propio “infierno privado”, y que culmina con el incidente del duelo a machete en bejucales en el que mata sin querer a Segundo Marte. Juan Antonio Borrás es primero consumido por el sentimiento del odio contra Segundo Marte, porque éste como líder huelgario atenta contra su futuro y progreso material en el cañaveral y luego, contra don Oscar Mendoza administrador de la central cuando es despedido después de la muerte de Segundo Marte:

“¡Maldita

llamarada que se encendió para consumir sentimientos nobles, para volver

cenizas unos cuantos ideales!” (Laguerre, 1983). El fuego se torna polvo y cenizas: “¡Todo, todo se desintegraba; todo, todo era polvo!” (Laguerre, 1983).

Juan Antonio dice de la carta de la Central que le informa su

despido: “me puso en la boca sabor de cenizas” (Laguerre, 1983). Resulta importante destacar que los incidentes de las quemas en la Llamarada son un reflejo de la huelga en la Central Coloso que comenzó el 6 de diciembre de 1933:

“Una pieza de caña fue incendiada esa mañana”.

(Taller, 1982). Según Taller: En Coloso los obreros declararon la huelga primero contra los patronos. Luego contra los patronos, el convenio y su propio liderato. Más adelante surgió la huelga esta vez para exigir el cumplimiento del convenio.

Podemos observar en Coloso un último momento del

proceso: la huelga se intensificó en las colonias de la central… El 1 de febrero, por ejemplo, se hizo referencia a una huelga en la finca de Pedro Díaz y se mencionan más fuegos de cañas… (Taller, 1982). Laguerre en La llamarada sigue muy de cerca el proceso de gestación de la huelga verdadera.

Alude al periódico El Imparcial de 28 de noviembre

sobre la posibilidad de la misma y hace expresiones semejantes a las del periódico

El Mundo sobre el convenio

general logrado.

Se dan de forma

paralela a la verdad histórica la amena-

za de rompehuelgas, como sugiere don Flor -la cual es descartada-, y la intervención del máximo líder socialista junto a la Comisión Mediadora, hasta llegar al acuerdo convenido. La imagen sin facciones del rostro de Ventura Rondón es símbolo del peón explotado, fiel representante de la clase baja, víctima de anemia y hambre. Es un simple cortador de caña. Representa a cualquier peón o a todos, “hombre trabajador y consecuente” (Laguerre, 1982) y que “tenía desencajado el rostro, lívido el color, ese color de suyo amarillento” (Laguerre, 1982). Este rostro con su simbolismo persigue constantemente a Juan Antonio, creando un sentimiento de culpa que atormenta su conciencia, antes de la muerte de Rondón: “rostro de mártir adolorado que me perseguía, obstinadamente, en los escondrijos de mi alma” (Laguerre, 1982). La muerte de Ventura Rodón después de ser transportado en una hamaca causa una fuerte impresión en Juan Antonio por lo cual, éste pasa a ser de narrador en la primera parte también a escritor de un diario en la segunda parte:

“porque es bueno que se sepa que empecé a escribir las

impresiones de mi entrada en Santa Rita desde el día que acaeció el incidente que les relataré más adelante” (Laguerre, 1982).

Y continúa

diciendo, lo que implica consecuencias ético morales “Fue un sacudimiento bárbaro en el espíritu… que me hizo descubrir imprevistas angustias, que me permitió saber que muchas veces andamos lejos de nosotros mismos…”

(Laguerre, 1982). Relata con viveza el incidente en que Rodón es sacado en una hamaca del cañaveral como era acostumbrado trasportar a enfermos y heridos en aquella época, según el informe Brookings: Llegó la hamaca: Una tolda de henequén sujeta de una vara larga, cubierta por una sábana. Allí lo metimos. Con cada extremo de la vara descansando sobre el hombro de uno de los dos hombres, éstos se llevaron a Ventura en su hamaca portátil… Y saltó a mi mente un recuerdo. “hamacas”.

Cuando chico, yo le tenía un miedo atroz a estas Me impresionó siempre este modo de cargar heridos o

enfermos. Y hoy me parecía que lo llevaba por dentro, cargando mi propio corazón. (Laguerre, 1982). Laguerre hace un cuadro de la miseria y pobreza al describir la familia de Rodón y la casucha en la que vive con sus ocho hijos en la desgracia: El techo está en parte cubierto de paja de caña y en partes yaguas, a través de las cuales se ven trocitos de cielo con sus ojitos atisbadores. ¡Si no lloviera!... Pero en épocas de lluvia es un infierno. Las paredes son una miseria: agujeros enormes en las tablas de astillas y en las yaguas. Y el tabique de yagua también. En

la división de allá, el aposento oscuro y estrecho. Donde estábamos, la saluca, reducidísima, con un cajón, un ture, mi silla, un banco y una tosca mesa por todo ajuar.

En la mesa parpadeaba la lamparilla de

lata… (Laguerre, 1982). En términos generales el nacimiento, las enfermedades, lo accidentes y las muertes son aceptadas con un fatalismo impotente. Ante este cuadro tan desolador de una pobreza extrema que nos pinta Laguerre, no debemos perder de perspectiva que la economía de Puerto Rico para la década del veinte y del treinta era una economía de “tiempo de depresión”, el dólar se encontraba en un nivel muy bajo. En adición a esto se había desatado el terrible huracán de San Felipe (1928), al cual se hace referencia en La Llamarada,

que

devastó gran parte de la cosecha de la caña y vino a rematar la paupérrima situación del país.

Laguerre

utiliza también el símbolo de buey como símbolo del peón explotado, sometido al yugo de la esclavitud de la caña producto de un sistema social y económicamente injusto.

Se funden o confunden como en las llamadas

novelas de la tierra los personajes y la naturaleza como parte de la realidad

del entorno, en este caso el cañaveral, en un grito de protesta o denuncia social.

Son múltiples las referencias que se hacen en la novela a este

símbolo: Por ejemplo, en refranes cuando el viejo Cheroles le responde a Juan Antonio

“¿Adónde irá el buey que no are?”

(Laguerre, 1982).

cuando Jesús Cordero camino a una fiesta dice para justificarse:

Y

“El buey

suelto bien se lame”. (Laguerre, 1982). Juan Antonio observa los bueyes en su actitud melancólicamente filosófica y los confunde con los peones: “ Son como el buey que rumia mansamente bajo el yugo” (Laguerre, 1982); “estaban atados a una cadena: la cadena de la esclavitud”. Comenta en son de protesta que los peones “Merecen ser tratados como seres humanos y no como bestias de carga”. (Laguerre, 1982). Son muchas las descripciones que hace Laguerre de la vida dura y sufrida de la peonada en el cañaveral; “El uso de los bueyes dispuestos para el arado de una porción de terreno donde no era prudente usar el tractor” (Laguerre, 1982). Las descripciones graficas del corte de la caña durante la zafra de una peonada sudorosa en una entremezcla de etnias raciales: “Multiplicóse la peonada de varios.

De barrios vecinos y lejanos bajo una

multitud de jibaros melancólicos y sumisos, negros adustos, mulatos fornidos.

Venían armados de flamantes machetes”. (Laguerre, 1982).

Describe la tarea del “pique” que era el corte de caña en la guardarraya: “Primero”, el golpe en la paja; después, la cola a un lado, la semilla a otro y los pedazos de caña a los montones. Cuando era larga la cañamiel la

cortaban por la mitad en la cepa. Eran tajos certeros” (Laguerre, 1982). Y la dura faena de cargar las carretas: Un hombre arrojaba haces de caña en la carreta y otros los acomodaban. A los bueyes uncidos a la pértiga había que embozarlos para que se mantuvieran quietos, pues se desvivían por alcanzar las colas. Al moverse de un montón a otro crujían látigos y coyundas sobre el yugo, escuchábase las la música bárbara de las cadenas, el clavo, el eje y los bujes. Veíanse carretas cargadas de burro y otras de cabezales.

Tienen que ser muy

resistentes las ruedas para poder sostener tanto peso. Efectivamente así es. Las ruedas son muy resistentes: gruesas llantas de hierro, camones de roble, radios y manzanas de ausubo. Por el agujero de la manzana verse el extremo del eje, negro, empapado de chapapote. (Laguerre, 1983). Juan Antonio es un personaje sumamente autoconsciente, de su conflicto interior. Cobra conciencia de que él pertenece o forma parte de la explotación socio-económica del cañaveral: “…en el engranaje de la maquinaria que devasta el intimo orgullo paisano” (Irizarry,1985). Hay en él una conciencia social. infierno privado.

Una

Esto le crea gran angustia y sufrimiento; es su hoguera interior

lo consume al estar consciente y

sentir que es un puertorriqueño corrupto que ha vendido su tierra y sus valores a cambio de su bienestar económico. Es un antihéroe moderno. Su indecisión es producto de las circunstancias existenciales en que vive

buscando superarse, pero también puede ser visto como parte de la situación particular económica y política del puertorriqueño. La llamarada al igual que Over de Ramón Marrero Aristy, puede ser interpretada como una novela de la afirmación nacional, según la define Doris Sommer, en el discurso anticolonialista o antiimperialista contra el intervencionismo económico norteamericano y a favor de la idea de la independencia o el Estado Libre Asociado.

La indecisión del protagonista

representa la búsqueda de la identidad. Antonio S. Pedreira en su prólogo a la segunda edición, de La Llamarada lo señala de la siguiente manera: En cambio, el carácter de Juan Antonio Borrás está condenado a las limitaciones que impone a todo puertorriqueño el estrecho medio social, la reducida geografía, las apretadas condiciones económicas y la influyente dependencia política en que nos debatimos.

Por donde

quiera que se intente la fuga nos corta el paso una subordinación. Borrás un carácter pendulario entre lo que él quisiera ser y lo que el medio le obliga a ser.

De ahí sus titubeos, sus flaquezas, sus

contradicciones, que representan un jirón de nuestra conciencia colectiva. (Pedreira, 1939). No debe de olvidarse que la literatura treintista desde Pedreira y Blanco se caracteriza por la búsqueda de la identidad o el problema de la personalidad puertorriqueña.

Al final Juan Antonio Borrás desaparece

misteriosamente al igual que los protagonistas en sus otras novelas: Solar

Montoya continuación de La llamarada en la zona del cafetal, y Los amos benévolos. Borrás se casa con Pepiña, huye del entorno del cañaveral. Es la inversión del principio; en su conciencia atormentada triunfa la pasión sobre la razón. Ahora bien, Juan Antonio se va a la montaña no porque lo hayan despedido o por convicción propia, sino porque allí mantiene lazos económicos con su padrastro y la vieja élite de hacendados del café de la gran familia puertorriqueña.

En este sentido, el personaje se blanquea

buscando su identidad en un pasado hispanizante idílico y nostálgico. Para Lola Aponte Ramos en “La Memoriosa construcción del blanquito en La Llamarada el narrador al escribir sus memorias se blanquea, se convierte en hombre letrado, educado y civilizado, el sujeto ideal nacional” (Aponte, 2003).

No obstante, las relaciones de alianzas de las estructuras

jerarquizadas internas de poder nacional se perpetúan en un sistema de explotación económico racialmente estratificado y discriminatorio.

Conclusión Este estudio de La Llamarada muestra un sistema discriminatorio de explotación económica, social y racialmente estratificado en el contexto obrero del cañaveral y las centrales azucareras durante la década de los años 30. Hemos visto, cómo dicho sistema se revela en el conflicto interior de Juan Antonio y su choque con los demás personajes masculinos y el

ambiente hostil. Juan Antonio huye del cañaveral y se casa con Pepiña para restablecer lazos de seguridad económica con la vieja élite de hacendados en un mundo idílico de añoranzas de un pasado mejor, racialmente blanco e hispanizante.

Con su vuelta a la tierra se reproduce o repite contradicto-

riamente la estructura interna jerarquizada de poder de la nación producto de una herencia colonial y la mentalidad del colonizador. Sin embargo, son novelas como estas las que hacen posible una crítica de alianzas entre el poder económico político transnacional y estructuras nacionales sociales discriminatorias que se siguen reiterando aun dentro del contexto moderno o posmoderno de una economía globalizada y que no permiten la consolidación de la identidad puertorriqueña. Las formas directas y violentas de explotación económica del cañaveral son sustituidas por otras más sutiles de dominación política y económica. Las mismas podrían trazarse desde los programas de reconstrucción económica de la administración Roosevelt como la PRERA y la PRA durante la gran depresión de los años 30 y el programa muñocista conocido como “Operación manos a la obra” a finales de los años 40 hasta los cambios más recientes sufridos en la sección 936 a partir de los años 90. Cabría señalar además, la emergente economía turística en la creación de zonas de comercio libre. Manos a la obra fue un programa de incentivos económicos industriales para atraer la inversión de capital extranjero a cambio de exenciones

contributivas y mano de obra barata puertorriqueña.

Su implantación

produjo una de las más rápidas transformaciones en Puerto Rico de una base económica agrícola a una industrial, pero también produjo a corto y a largo plazo graves problemas de desempleo, discrimen racial en el empleo y el endeudamiento público. La ganancia de capital al ser repatriada a la compañía matriz en los Estados Unidos no es reinvertida localmente, por lo cual se crea una economía dislocada de dependencia económica que no redunda en mayor empleo ni crecimiento económico.

La compañías transnacionales quedan

libres de trasladase a lugares donde los precios sean más bajos y le resulten menos competitivos para maximizar ganancias, mediante una mano de obra más barata. El resultado es el cierre de operaciones y el desplazamiento en las fábricas del trabajador puertorriqueño, que se convierte en un migrante racialmente discriminado por la estructura del poder económico y político. En cuanto la emergente economía turística para la misma es necesaria una fuerza trabajadora racialmente estratificada. Además, su competitividad mediante zonas libres de comercio, dependería en el futuro de otros lugares también económicamente atractivos en el Caribe como Cuba y Santo Domingo. La Llamarada es y sigue siendo un grito de denuncia o protesta social. Denuncia un sistema de desigualdad racial y explotación económica en el pasado.

Permite además, dentro del contexto moderno o posmoderno de

una economía globalizada criticar las alianzas de poder entre el poder económico político transnacional y estructuras nacionales jerarquizadas social y

racialmente

discriminatorias que

se

repiten

perpetuando

la

explotación económica. Son estas alianzas las que impiden la consolidación de la identidad nacional.

Referencias Alegría, F. (1966). Historia de la novela hispanoamericana. México, D. F.: Aponte Ramos, L. (2003, octubre-diciembre). Enrique Laguerre y la memoriosa Construcción del blanquito en la Llamarada. Revista Iberoamericana 69, (205) 1-14. Clark, V. y asociados (1930). Porto Rico and its Problems. Washington,D. C.: The Brookings Institution, 9-10. Costa, M. (2004). Juan de la Cuesta. Newark. Irizarry, E. (1985). La Llamarada Clásico Puertorriqueño: Realidad y ficción. Río Piedras, Puerto Rico: Editorial Cultural.

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