La llamada Terra Sigillata Hispánica Brillante (TSHB). Algunas reflexiones para una revisión terminológica y conceptual

June 19, 2017 | Autor: Mar Zarzalejos | Categoría: Roman ceramics, Ceramica Romana
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Descripción

C U R S O S D E F O R M A C I Ó N P E R M A N E N T E PA R A A R Q U E Ó L O G O S

Manual de cerámica romana II

Cerámicas romanas de época altoimperial en Hispania. Importación y producción

Carmen Fernández Ochoa Ángel Morillo Mar Zarzalejos (Eds.)

Manual de cerámica romana II Cerámicas romanas de época altoimperial en Hispania. Importación y producción

ste libro pretende ser una contribución al conocimiento de la dinámica productiva y comercial de Roma en la península Ibérica durante el Alto Imperio. Su contenido no es sino la continuidad cronológica de los temas tratados en el volumen anterior de esta misma colección que abordó las producciones de época republicana. La obra es fruto de un nuevo curso de formación impartido en el Museo Arqueológico Regional en colaboración con la Sección de Arqueología del CDL de Madrid y la Sociedad Española para el estudio de la Cerámica Antigua Hispana (SECAH). En el curso participaron expertos investigadores que conocen en profundidad los temas tratados y que accedieron a plasmar sus intervenciones en una obra de conjunto actualizada desde el punto de vista científico y orientada a la praxis arqueológica cotidiana. El libro presta atención a las producciones finas de mesa del periodo altoimperial, es decir, la terra sigillata itálica, gálica e hispánica, todas ellas presentadas tanto desde sus orígenes, a partir de los centros productivos, como desde la perspectiva de su amplia comercialización. A esta trilogía tradicional se han agregado tres series cerámicas cuya importancia en los contextos arqueológicos está fuera de toda duda como son las lucernas, la cerámica pintada y una producción singular, muy abundante y característica de la regiones interiores de Hispania, que se suele denominar como terra sigillata hispánica brillante. A través de los diferentes capítulos de esta obra, el lector interesado encontrará una información ordenada y puesta al día sobre la trayectoria histórica de cada producción, un análisis de los contextos cerámicos más significativos, una aproximación a las indispensables aportaciones de la Arqueometría, así como una visión crítica de los problemas que afectan a las distintas series tratadas. Diversas ilustraciones, imprescindibles en los estudios cerámicos, completan el panorama ofreciendo numerosas imágenes, algunas inéditas, gracias a la generosidad de los investigadores participantes, de algunos colegas y de las instituciones museísticas o de investigación que han colaborado para hacer más atractiva la edición del libro.

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Manual de cerámica romana II Cerámicas romanas de época altoimperial en Hispania. Importación y producción

Carmen Fernández Ochoa, Ángel Morillo y Mar Zarzalejos (Eds.)

CURSOS DE FORMACIÓN PERMANENTE PARA ARQUEÓLOGOS

COMUNIDAD DE MADRID PRESIDENTA Cristina Cifuentes Cuencas CONSEJERO DE PRESIDENCIA, JUSTICIA Y PORTAVOZ DEL GOBIERNO Ángel Garrido García VICECONSEJERO DE PRESIDENCIA Y JUSTICIA Enrique Ruiz Escudero SECRETARIO GENERAL TÉCNICO Pedro Guitart González-Valerio

COLEGIO OFICIAL DE ARQUEÓLOGOS DE MADRID (CArMa) COLEGIO DE DOCTORES Y LICENCIADOS EN FILOSOFÍA Y LETRAS Y CIENCIAS DE MADRID (CDL) PRESIDENTE César Heras Martínez (CArMa) DECANO Roberto Salmerón Sanz (CDL) Primera edición: julio 2015

DIRECTORA GENERAL DE PATRIMONIO CULTURAL Paloma Sobrini Sagaseta de Ilúrdoz

© De los textos, fotografías e imágenes: Sus autores

DIRECTOR GENERAL DE PROMOCIÓN CULTURAL Jaime Miguel de los Santos González

© De la presente edición: Museo Arqueológico Regional Plaza de las Bernardas s/n 28801 Alcalá de Henares

DIRECTOR GENERAL DE UNIVERSIDADES E INVESTIGACIÓN José Manuel Torralba Castelló ALCALDE DE ALCALÁ DE HENARES Javier Rodríguez Palacios MUSEO ARQUEOLÓGICO REGIONAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID

Colegio Oficial de Arqueólogos de Madrid (CArMa) Ilustre Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de la Comunidad de Madrid (CDL) Calle Fuencarral, 101 28004 Madrid

DIRECTOR Enrique Baquedano

Editores científicos: Carmén Fernández Ochoa Ángel Morillo Mar Zarzalejos

JEFA DEL ÁREA DE CONSERVACIÓN E INVESTIGACIÓN Isabel Baquedano Beltrán

Coordinación editorial: Luis Palop Sección de Arqueología del CDL de Madrid

JEFA DEL ÁREA DE EXPOSICIONES Inmaculada Escobar JEFA DEL ÁREA DE DIFUSIÓN Y COMUNICACIÓN Luis Palop

Diseño, maquetación y preimpresión: Vicente Alberto Serrano Esperanza Santos Impreso en España - Printed in Spain Imprime: B.O.C.M. Dep. Legal: M-20766-2015 I.S.B.N.: 978-84-451-3519-8

No se permitirá la reproducción total o parcial de este libro, incluido el diseño de la maqueta y la cubierta, su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros medios, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

Manual de cerámica romana II. Cerámicas romanas de época altoimperial en Hispania. Importación y producción. Carmen Ferná ndez Ochoa, Ángel Morillo y Mar Zarzalejos (Eds.). 1ª ed. Alcalá de Henares: Museo Arqueológico Regional; Madrid: Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias, Sección de Arqueología, 2015. 536 p. Cursos de Formación Permanente para Arqueólogos. ISBN 978-84-451-3519-8

Índice

Introducción La cerámica romana, de fósil director a herramienta de investigación Carmen Fernández Ochoa, Ángel Morillo y Mar Zarzalejos

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1. La terra sigillata itálica: abriendo los caminos del Imperio Capita selecta Rui Morais (Universidad de Porto)

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2. La terra sigillata gálica: un indicador esencial en los registros estratigráficos altoimperiales Rui Morais (Universidad de Porto)

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3. La terra sigillata hispanica: producciones del área septentrional Mª Victoria Romero Carnicero (Universidad de Valladolid)

149

4. La terra sigillata de origen bético: un camino aún por recorrer Mª Isabel Fernández García (Universidad de Granada)

231

5. Lucernas romanas en Hispania: entre lo utilitario y lo simbólico Ángel Morillo Cerdán (Universidad Complutense de Madrid)

321

6. La cerámica pintada meseteña desde Augusto hasta Adriano Juan Francisco Blanco García (Universidad Autónoma de Madrid)

429

7. La llamada “terra sigillata hispánica brillante” (TSHB). Algunas reflexiones para una revisión terminológica y conceptual. Mar Zarzalejos Prieto (Universidad Nacional de Educación a Distancia) e Ivan Jaramillo Fernández (Arqueólogo)

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7 La llamada “terra sigillata hispánica brillante” (TSHB). Algunas reflexiones para una revisión terminológica y conceptual*

Mar Zarzalejos Prieto Iván Jaramillo Fernández

*El presente trabajo se ha elaborado en el marco del Proyecto de I+D, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad HAR2012-34422: Territorio, jerarquías y estructuras socio-económicas en la vertiente norte de Sierra Morena entre la Protohistoria y la Antigüedad Tardía (MINIVS), dirigido por Mar Zarzalejos Prieto.

Mar Zarzalejos Prieto Universidad Nacional de Educación a Distancia-UNED Iván Jaramillo Fernández Arkatros S.L. Investigador en formación. Universidad Nacional de Educación a Distancia-UNED

a especie cerámica que constituye el objeto de estudio en este capítulo se corresponde con un conjunto de producciones que, desde su identificación, se ha visto sometido a un cierto debate conceptual y terminológico, presidido por las diferentes interpretaciones que conciernen a su caracterización productiva, tecnológica, tipológica y temporal, por no hablar de la falta de acuerdo sobre su propia denominación. En este sentido, se trata de una serie que dista de haber alcanzado el grado de conocimientos obtenido en relación a otras familias cerámicas en lo que concierne a los aspectos básicos que deben definir las producciones. Por esta razón, en la presente síntesis daremos cuenta de los problemas más importantes que subyacen actualmente en su estudio, si bien, el carácter formativo que posee este volumen obliga a que nos hagamos eco asimismo de los ítems que deben formar parte del análisis de un determinado material cerámico a efectos de su reconocimiento y consideración dentro del panorama general de las producciones cerámicas hispanorromanas.

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1. Caracterización física

Uno de los aspectos más significativos de la caracterización física de estas cerámicas es una importante variabilidad cromática (Fig. 1), resultado probablemente de su cocción en hornos de llama libre, diferentes a los empleados en la fabricación de la TSH (Caballero y Juan Tovar, 1983-84: 157; Tuset, 495

LA LLAMADA “TERRA SIGILLATA HISPÁNICA BRILLANTE” (TSHB). ALGUNAS REFLEXIONES PARA UNA REVISIÓN TERMINOLÓGICA Y CONCEPTUAL

1991:374; Jaramillo y García Giménez, 2013: 276). Precisamente, esta modalidad de cocción explicará que no sea infrecuente la presencia de diferentes tonos en una misma pieza (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 2008: 333). Aun así, podemos señalar una serie de características comunes que contribuyen a la identificación de estos materiales como un grupo cerámico con personalidad propia. La superficie, cuidadosamente alisada o bruñida, se muestra cubierta por un engobe que puede ser ligero y mate o espeso y brillante y

Fig. 1. Variedades de acabados en TSHB del yacimiento de Casa de Rodas (Aranjuez, Madrid) (Según I. Jaramillo)

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que en no pocos casos presenta un característico acabado dorado/metalescente. La coloración del engobe oscila entre tonos avellana, amarillo, ocre (Cailleux M-60, M-65, N-60, N-65), anaranjado (Cailleux M-57, M-59, M-69, N-57, N59), verdoso (Cailleux M-75, M-77) e incluso gris oscuro (Cailleux M-73, R73), pues es posible hablar de una variedad negra (Polo, 1998: 170; Sánchez y Rascón, 2006: 286; Jaramillo y García Giménez, 2013: 266, 270, 274). Otro rasgo característico es la frecuente presencia de bandas de engobe algo más espeso y brillante (Fig. 2), así como de goterones irregulares de engobe (Fig. 3), aspecto este último que podría estar relacionado con una vigilancia no demasiado estrecha de los estándares de calidad en las producciones (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 2008: 333).

Fig. 2. Cuerpo de jarra procedente del foro de Complutum (Alcalá de Henares, Madrid) en el que se advierte el característico acabado con bandas de engobe más oscuro (Foto I. Jaramillo)

Fig. 3. Fragmento de vaso procedente de la Casa de Hyppolytus (Complutum, Alcalá de Henares, Madrid) con goterones de engobe (Foto I. Jaramillo)

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LA LLAMADA “TERRA SIGILLATA HISPÁNICA BRILLANTE” (TSHB). ALGUNAS REFLEXIONES PARA UNA REVISIÓN TERMINOLÓGICA Y CONCEPTUAL

En cuanto a las pastas, que suelen ser bastante depuradas, pueden presentar tonalidades ocre, amarilla, parda, rosada y gris. Los desgrasantes, aunque no siempre, son tan finos que es difícil apreciarlos en un análisis macroscópico. En líneas generales y con las oportunas matizaciones que ulteriores estudios vayan incorporando a esta clasificación, pueden establecerse varios grupos de pastas individualizados por su consistencia y grado de decantación y por su atmósfera de cocción: · Grupo 1: pastas duras y bien decantadas, con desgrasantes silíceos y/o micáceos de granulometría muy fina. Fractura rectilínea. Cocción oxidante. · Grupo 2: pequeñas partículas de tono rojizo oscuro, así como granos de naturaleza silícea y tamaño fino y algunos elementos de apariencia caliza. Cocción oxidante. · Grupo 3: pastas más deleznables y peor decantadas, con mayor abundancia de partículas de color rojo oscuro en concurrencia con los otros tipos de desgrasante ya mencionados. Cocción oxidante. · Grupo 4: pastas duras y bien decantadas, con desgrasantes micáceos muy finos. Cocción reductora. Los tres primeros grupos son equivalentes a los identificados en su día por Caballero y Juan Tovar (1983-84: 155). El grupo 4 da carta de naturaleza a la incorporación dentro de esta especie cerámica de materiales cocidos en atmósfera reductora tal y como han propuesto otros investigadores (Polo, 1998: 170; Sánchez y Rascón, 2006: 286) y uno de nosotros ha verificado recientemente (Jaramillo y García Giménez, 2013: 266) (Fig. 4).

Fig. 4. Boca de jarra con cocción reductora procedente de Complutum (Alcalá de Henares, Madrid) (Foto I. Jaramillo)

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Aunque después entraremos con mayor detalle en las implicaciones derivadas de los análisis arqueométricos llevados a cabo en el último lustro, de cara a su caracterización física es importante hacer notar que la llamada TSHB, aún dentro de una importante variabilidad productiva, es una cerámica confeccionada con arcillas poco calcáreas (Buxeda y Tuset, 2010: 54; Jaramillo y García Giménez, 2013: 270). 2. Apuntes historiográficos e hitos en la investigación

Las noticias más tempranas sobre estos materiales se remontan a los años 60 del pasado siglo, con menciones como las de Losada y Donoso (1965: 28-30) que los recogen dentro del estudio sobre su excavación en el teatro de Segóbriga como “imitaciones de tipo local de cerámica lucente”. Algo más adelante, hay que hacerse eco de su valoración por parte de C. Domergue y Th. Martin entre los materiales de Huerña (León) como una imitación hispánica de la Terra Sigillata Clara A de Lamboglia (Domergue y Martin, 1977: 72, Fig. 18, 277). No obstante, será J. L. Argente el primer investigador en ofrecer referencias más concretas y específicas sobre esta producción, que individualizó como una “imitación de terra sigillata en color avellana” entre los materiales recuperados en Tiermes (Soria) (Argente et alii, 1980: 182-183). En este trabajo, se consideran productos que emulan las sigillatas hispánicas y, a partir de su posición estratigráfica en el edificio público nº 1, se vinculan a un marco temporal encuadrable entre la segunda mitad del siglo I d.C. y el primer cuarto o primera mitad de la siguiente centuria. En la memoria de las campañas de 1979 y 1980 en este yacimiento soriano, el mismo investigador (Argente et alii, 1984, 272-273) considera la relación de este grupo con los materiales que C. García Merino denominaba “pseudo-sigillata clara” o “pseudo-marmorata” en sus estudios sobre la villa del Quintanar y Uxama (García Merino, 1967; 1971). Muy poco tiempo después vería la luz el primer estudio monográfico realizado sobre estas producciones (Caballero y Juan Tovar, 1983-1984). Este trabajo contiene un primer ensayo de sistematización tecnológica, tipológica y temporal, así como una propuesta de zonificación centrada en las dos mesetas, con alguna prolongación en Andalucía (Granada y Jaén) y más dudosa en el sureste de Portugal, según se infería del mapa de hallazgos conocido hasta la fecha. Los autores citados establecen un marco temporal comprendido entre finales del siglo II-inicios del III y el V d.C., que se fundamentaba no tanto en referencias estratigráficas como en las relaciones morfotípicas de los perfiles conocidos con producciones foráneas como las de 499

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terra sigillata Clara B y lucente. Esta obra consagra, además, su consideración como una terra sigillata de fabricación hispánica, concepto que representa un importante salto cualitativo respecto a las valoraciones previas que la conceptualizaban como una imitación (Caballero y Juan Tovar, 1983-84: 154). La denominación de terra sigillata hispánica brillante (TSHB) promovida por estos autores ha atraído el mayor número de adhesiones en la bibliografía arqueológica de los últimos treinta años, aunque hay que reconocer que todo este tiempo se ha mantenido latente un sordo debate sobre la nomenclatura más conveniente para esta especie cerámica, según comentaremos después con algo más de detalle. Con la profundidad que caracteriza los estudios ceramológicos de los autores que venimos referenciando, en este artículo monográfico plantean también hipótesis sobre la funcionalidad de los prototipos formales más repetidos, así como sobre las posibles implicaciones sociales que podrían inferirse del consumo de estos productos. Tras una aportación de C. Basas (1988) que supuso la incorporación del área alavesa al mapa de distribución de estos productos, la edición de 1990 de la Guía de la cerámica romana de M. Beltrán refuerza la consideración de este grupo material dentro de las series de terra sigillata hispánica (Beltrán, 1990: 119-120, fig. 56-57). En esta importante obra de síntesis se asumen las propuestas cronológicas defendidas por Caballero y Juan Tovar y se apuntan las relaciones formales existentes entre este grupo cerámico y las sigillatas clara B narbonense, africana A e hispánica. Otro hito interesante en la historia de la investigación sobre este grupo cerámico es el artículo de Y. del Barrio y F. López Ambite (1991), que aborda la problemática general de la TSHB a partir del conjunto proporcionado por la excavación de la iglesia de la Santísima Trinidad de Segovia. Estos autores proponen mantener el término de “TSH avellana” acuñado por Argente, tras considerar que la denominación “brillante” lleva implícitas relaciones con producciones apenas constatadas en el interior peninsular. Asimismo, las aportaciones estratigráficas del yacimiento que estudian les permiten replantear el arranque temporal de la producción, situándolo en época flavia. Por coherencia con el panorama de relaciones productivas que pergeñan, estos autores modifican la nomenclatura de las formas, que adaptarán a los perfiles semejantes de la TSH, siempre que ello sea posible. A partir de la década de los 90 esta especie cerámica aparece ya recogida en numerosos estudios sobre conjuntos materiales procedentes de yacimientos romanos situados en ambas mesetas. Sin pormenorizar ahora en todos ellos, los hallazgos dados a conocer en estos años proceden de yacimientos 500

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madrileños como Velilla de San Antonio (Zarzalejos, 1991: 155-158), Complutum (Polo, 1998: 169-170), diversos puntos del subsuelo de la ciudad de Madrid (Guiral, 1997: 491-494; Vega et alii, 2014: 537 ), el yacimiento 10 de Tinto Juan de la Cruz (Pinto) (Barroso et alii, 2001: 153-154), Villamanta (Zarzalejos, 2002: 109-113), el poblado de La Gavia (Madrid) (Urbina et alii, 2005: 185) o la villa de Casas de Rodas/Los Callejones (Aranjuez) (Jaramillo y García Giménez, 2013), entre otros. También en otros espacios de la meseta sur se ha enriquecido el conocimiento sobre esta familia cerámica, unas veces ampliando la nómina de lugares donde se registra, como sucedería con La Bienvenida-Sisapo (Almodóvar del Campo, Ciudad Real) (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 1992; Fernández Ochoa et alii, 1994: 111-112), Mentesa Oretana (Villanueva de la Fuente, Ciudad Real) (Zarzalejos, 2001: 147-148), Seseña (Toledo) (Ribagorda y Muñoz-López Astilleros, 1995-96: 292) o la Vega Baja (Toledo) (Peña, García-Entero y Gómez, 2009: 159); otras veces se completarán los datos de registro en yacimientos donde su existencia era ya era conocida desde la publicación del trabajo de Caballero y Juan Tovar, como Ercávica (Lorrio, 2001: 32) o Segóbriga (Sanfeliu y Cebrián, 2006: 172). En la meseta norte también se ha incrementado el conocimiento sobre estas producciones gracias a la información procedente de diversas unidades domésticas de la ciudad soriana de Uxama (García Merino, 1995: 80 y 156) y, más recientemente, a la aportada por el conjunto cerrado de la Casa de los Plintos, al que volveremos a referir al abordar la cuestión cronológica de la producción (García Merino, Sánchez Simón y Burón, 2009: 236). El mapa de dispersión se completa en este ámbito con las noticias sobre el hallazgo de TSHB en nuevos yacimientos segovianos (Blanco, 2003: 134-135), alaveses (Filloy, 1997, 332) y añade el dato de su aparición en la ciudad de Valladolid (Sánchez Simón y Santamaría, 1996: 86). Fuera de la Meseta, la zona de expansión giennense reconocida inicialmente se completa con su descubrimiento en la ciudad de Castulo (Ceprián y De la Torre, 2010: 14). Además de las referencias de los últimos veinte años que perfilan y amplían el área de dispersión de esta especie cerámica, en este breve repaso historiográfico hemos de hacer también mención a la síntesis publicada sobre estos materiales en el primer volumen sobre cerámicas hispanorromanas editado por la Universidad de Cádiz (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 2008), que sirvió para hacer un balance sobre los problemas e interrogantes que se cernían hace poco más de un lustro sobre estas producciones. Entre las cuestiones más destacadas se señalaron el desconocimiento del contexto de producción, la revisión del marco temporal de fabricación o la conveniencia de reestructurar el repertorio tipológico. Asimismo, como una carencia que las501

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traba el conocimiento de su entorno tecnológico y su caracterización física se señaló la ausencia hasta aquel momento de análisis arqueométricos (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 2008: 333). Dos años después este problema empezará a ser solventado por un trabajo sobre los materiales de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), que se convierte en un hito de inicio para el correcto encuadre de esta producción en el marco de las industrias cerámicas hispanorromanas (Buxeda y Tuset, 2010). Esta aportación contiene el primer estudio arqueométrico sobre piezas de estas características y concluye que, en razón de sus rasgos tecnológicos, este grupo cerámico difiere de la terra sigillata hispánica (Buxeda y Tuset, 2010: 56). Esta misma conclusión se desprende de los resultados obtenidos en los análisis llevados a cabo sobre materiales del yacimiento de Casas de Rodas-Los Callejones (Aranjuez, Madrid) (Jaramillo y García Giménez, 2013: 278). Los dos últimos trabajos citados representan un nuevo punto de partida en las investigaciones, al tiempo que ponen sobre la mesa la necesidad ineludible de replantear conceptualmente el significado de estos materiales en el conjunto de las vajillas de mesa hispanorromanas, labor ésta a la que se encuentra entregado uno de nosotros en el marco de su investigación doctoral. 3. El repertorio formal y los problemas de nomenclatura en la tipología

La confección del cuadro tipológico es uno de los problemas más acuciantes que plantea el estudio sistemático de esta especie cerámica. El que realizaron en su día L. Caballero y L. C. Juan Tovar tuvo como armazón interno las hipotéticas relaciones de estos materiales con la terra sigillata clara B y brillante y, más puntualmente, con la TSH y la ARSW A (Caballero y Juan Tovar, 1983-84: 158 ss.). Por esta razón, cada tipo identificado fue emparentado con sus presuntos referentes y, por tanto, inscrito en el mismo rango temporal. También la nomenclatura de las formas fue fiel a la tabla tipológica de las producciones entonces consideradas como modelos. Cuando comenzó a vislumbrarse que el escenario cronológico de estas producciones era en todo o en parte también altoimperial (vid. inf.), algunos autores plantearon la conveniencia de recurrir a la tipología de la TSH como referente, siempre que las formas lo permitieran (Del Barrio y López Ambite, 1991: 180). Como ya indicáramos en su día (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 2008: 335), consideramos oportuna la rectificación que introducen los citados autores, pero seguimos pensando que elaborar una nueva tipología requiere de un estudio pormenorizado que contemple todas las posibles líneas de filiación de los prototipos formales de la TSHB y para ello resulta imprescindible analizar 502

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cada forma dentro de su contexto arqueológico. Ciertamente, para que una propuesta tipológica esté bien fundamentada es necesario cruzar los datos provenientes de los centros de producción con los de los lugares de consumo. Pero, dado que -como se verá después- los primeros por el momento no son conocidos, será necesario fundamentar las observaciones en el análisis de contextos arqueológicos de consumo con alta fiabilidad estratigráfica, donde estos materiales aparezcan asociados con otras producciones o tipos de materiales mejor sistematizados. Ésta es la línea de trabajo que uno de nosotros está desarrollando en su investigación doctoral. No será, por tanto, éste el lugar donde podamos ofrecer y justificar la nueva propuesta tipológica, pero, sin embargo, sí queremos adelantar algunas reflexiones metodológicas que están guiando el trabajo. A la luz de los datos conocidos, no existen dudas sobre el nacimiento de la llamada TSHB en época altoimperial, por lo que las líneas de filiación de los prototipos formales deberían focalizarse en los repertorios vasculares altoimperiales, al menos para las fases iniciales de la producción. En este sentido, la ampliación del catálogo de formas conocido en este momento revela que en el panorama de las producciones que ejercieron su influjo sobre esta especie no sólo la TSH cobra especial protagonismo, sino que se pueden establecer también vínculos con otras especies como la cerámica engobada, la cerámica común o la de paredes finas, producciones que, en su mayor parte, parecen corroborar sus referentes morfológicos en series vigentes en el siglo I y II d.C. El mismo enfoque metodológico debe aplicarse a las fases finales de la producción, aún muy poco conocidas. Pero si tiene que haber un principio fundamental para guiar la identificación de los referentes, éste debe ser siempre comprobar que las producciones que sirvieron de inspiración circularon con normalidad en las áreas donde surgen sus “imitaciones”. Aunque parezca una obviedad, no se “imita” o reproduce aquello que no se conoce y, por tanto, debemos huir de la tentación de establecer parentescos con productos que nunca llegaron a estas regiones del interior peninsular o que lo hicieron en proporciones inapreciables. A nuestro juicio, también se deben tener en cuenta otros factores a la hora de establecer una seriación tipológica. Algunos están directamente relacionados con las posibles – y divergentes- interpretaciones que se podrían plantear a priori sobre la categoría productiva de estas cerámicas, en relación al volumen de fabricación y su propia conceptualización como producción ”industrial”–al estilo de la terra sigillata- o como resultado de patrones productivos alejados de estandarizaciones relativamente estrictas. La información 503

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sobre estos aspectos podría derivarse del estudio comparativo de colecciones de materiales de diferente origen pero sincrónicas y tendría su repercusión a la hora de identificar detalles morfológicos que denoten formas de hacer propias de talleres concretos. Por lo hasta ahora conocido, se pueden incluso vislumbrar especificidades locales o regionales atendiendo a rasgos que podríamos considerar “únicos”, ya sean desde el punto de vista morfológico o decorativo. En este sentido, podrían constituir indicadores indirectos de un posible foco de fabricación local, conclusión que debería verificarse finalmente con los preceptivos análisis arqueométricos. Con el fin de mantener aquí un marco que sirva de base para las referencias tipológicas de la producción nos volvemos a hacer eco del último cuadro publicado (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 2008), con la advertencia de que en breve se renovará el repertorio de formas1 y se adaptará su nomenclatura a la nueva realidad productiva que se está bosquejando para esta especie cerámica, según se explica en los epígrafes siguientes. 3.1. Formas abiertas (Fig. 5) – Forma Caballero-Juan Tovar 1. Cuenco carenado de paredes casi verticales en la mitad superior y borde doblemente engrosado y con ranura. Revela contactos formales con la forma Lamboglia 1/3 de las sigillatas clara B y lucente (segunda mitad s. III-IV) así como con la forma Hayes 14-Lamboglia 3a-b de Africana A (mediados s. II-mediados del s. III). Se diferencia de la forma 44 por la ausencia de baquetón y por la molduración menos marcada del borde. – Forma Caballero-Juan Tovar 3. Cuenco carenado con un primer tramo de la pared en disposición inclinada hacia el interior, aunque algunas piezas presentan una trayectoria más recta o incluso ligeramente cóncava. Caballero y Juan encuentran los referentes más cercanos en la producción Africana A de forma Hayes 15-Lamboglia 3b1 (mediados s. II-mediados del s. III). Por nuestra parte, hacemos notar la presencia de perfiles semejantes en las cerámicas de paredes finas (forma Marabini LXVII-Ricci 2/264) documentadas en contextos itálicos de época flavia y primera mitad del siglo II (Ricci, 1985: 313). El número de formas se verá incrementado con la información de varias piezas halladas en la parcela R-3 de la Vega Baja de Toledo, según nos consta por los materiales que hemos podido examinar. Agradecemos a las Dras. Y. Peña y V. García-Entero que nos hayan permitido la consulta de estas piezas que, en su mayor, parte remiten a tipologías propias de la cerámica común romana. 1

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Fig. 5. Tabla tipológica de la TSHB. Formas abiertas (Según C. Fernández Ochoa y M. Zarzalejos, 2008)

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– Forma Caballero-Juan Tovar 4. Plato de pared oblicua y borde plano horizontal. Esta forma mantiene, a nuestro juicio, más concomitancias con el plato Hisp.17 (antigua Ludowici Tb) que con la forma Lamboglia 4 de las producciones de clara B y lucente. El marco temporal de este tipo en la TSH fue establecido por M.A. Mezquíriz (1985: 149) entre inicios del siglo II y el siglo III. Podría conformar un servicio de mesa con el vaso de forma 46. – Forma Caballero-Juan Tovar 6. Cuenco carenado con borde horizontal. Esta forma podría relacionarse con el tipo Hayes 34-Lamboglia 6 de la africana A (desde mediados del s. II a inicios del s. III). También resultan llamativos sus contactos con la forma 6 de TSHT. – Forma 7. Tapadera de borde redondeado. Aunque no se trata de un tipo abundante, la constatación de bordes ranurados en algunas formas, como la Caballero-Juan 1 o la 44, contribuye a explicar su presencia dentro de esta producción. Estas tapaderas pueden encontrar analogías con los perfiles de la forma Hisp.7, presente desde el inicio de la producción hasta la época tardía. – Forma Caballero-Juan Tovar 8. Cuenco de perfil hemisférico, con dos variantes de borde: A: borde engrosado y B: borde moldurado. Este perfil reproduce el movimiento de los cuencos altoimperiales de forma 8, si bien la conformación del borde se aproxima mejor al perfil de los cuencos Lamboglia 8 de la producción clara B (mediados s.II). – Forma Caballero-Juan Tovar 9. Plato o fuente de fondo plano y borde sencillo con diferentes trayectorias –exvasado, recto o vuelto- y conformaciones de su sección –redondeada, engrosada, afilada-. Representa la forma abrumadoramente mayoritaria en todos los conjuntos conocidos. Aunque en origen este tipo se vinculó nominalmente con los correspondientes platos y fuentes de la forma Lamboglia 9 b en las producciones de Africana A, clara B y prebrillante, Caballero y Juan ya hicieron constar las relaciones existentes con los platos de engobe rojo interno, con sus réplicas en cerámica común y también con la forma 19 de TSH. Aunque algunos autores prefieren adoptar esta última denominación para reivindicar un paralelo más acorde con la cronología altoimperial en que aparecen muchas de estas piezas (Del Barrio y López Ambite, 1991: 181), no deja de llamar la atención que ese tipo de plato sea bastante infrecuente en la propia producción de TSH (Zarzalejos, 2002: 111). Es posible que la fuente de inspiración deba buscarse en las series que imitan las fuentes de engobe rojo, máxime si se considera que algún ejemplar presenta incluso 506

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la característica ranura en el fondo interno (Caballero y Juan Tovar, 198384: 168, fig. 156; Guiral, 1997: 493, fig.5.1). – Forma Caballero-Juan Tovar 19. Cuenco con el perfil articulado por una secuencia cóncavo-convexa marcada por una suave carena. Esta forma -Lamboglia 19- está presente en los repertorios de la clara B y de la brillante (ss. II-III d.C. y segunda mitad del s.III al IV, respectivamente). – Forma Caballero-Juan Tovar 24/25. Cuenco con el perfil articulado por una secuencia cóncavo-convexa marcada por una moldura o baquetón. Aunque el modelo está presente en la TSH de época altoimperial, los ejemplares conocidos en TSHB presentan mayores concomitancias con el cuenco de TSHT de forma Palol 11, cuya cronología parte del s. IV (Juan Tovar, 2000: 81 ss.). – Forma 27. Cuenco con el perfil articulado por dos molduras en cuarto de círculo y borde sencillo. Encuentra sus referentes en la forma homónima de la TSH, que registra una importante perduración en los repertorios vasculares de esta producción, si bien experimenta su fase álgida durante los siglos I y II (Mezquíriz, 1985: 152). – Forma 37 A. Cuenco de paredes hemisféricas y borde engrosado rematado en un pequeño labio redondeado. Aunque no se conocen ejemplares completos, es evidente que esta forma encuentra sus referentes en la homónima de la TSH, donde se centra entre el último tercio del siglo I y todo el siglo II (Mezquíriz, 1985: 169). – Forma 37 B. Cuenco de paredes hemisféricas y borde engrosado rematado en un pequeño labio de perfil almendrado. Su margen de fabricación se centra entre los últimos treinta años del siglo I y los inicios del II (Mezquíriz, 1985: 170). – Forma 44. Cuenco profundo con borde de sección cóncava al exterior y baquetón en la zona media de la pared. Este perfil resulta análogo al de la misma forma realizada en TSH, que tiene su inicio a fines del siglo I y puede alcanzar los siglos III y IV (Mezquíriz, 1985: 156-157). – Forma 46. Vaso de cuerpo troncocónico y borde vuelto horizontal o ligeramente inclinado. Presenta notables analogías con el perfil correspondiente de la TSH, donde aparece a inicios del siglo II y se prolonga durante el III (Mezquíriz, 1985: 157). Podría conformar un servicio de mesa con el plato de forma Caballero-Juan Tovar 4.

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Fig. 6. Tabla tipológica de la TSHB. Formas cerradas y modalidades decorativas (Según C. Fernández Ochoa y M. Zarzalejos, 2008)

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3.2. Formas cerradas (Fig. 6) – Forma 1. Jarra de borde exvasado. Aunque no se conoce ningún ejemplar completo, esta conformación de la parte superior del recipiente permite relacionarle con las jarritas de forma Hisp.1, ya sea con la variedad de borde sencillo o con la de borde moldurado. Aparecen en la producción de TSH a fines del siglo I o inicios del II y se mantienen en el mercado hasta la siguiente centuria (Mezquíriz, 1985: 143). – Forma Caballero-Juan Tovar 12. Jarra de cuerpo esférico, cuello estrecho y al menos un asa. Resulta paralelizable con la forma Hisp.12, perfil de difícil encuadre cronológico a causa de su documentación poco abundante, si bien parecen producirse entre fines del siglo I y el III (Mezquíriz, 1985: 147). – Forma Caballero-Juan Tovar 13. Cantimplora de forma cilíndrica y muy plana. La única pieza conocida presenta un tamaño mayor que las lenticulares en TSH (Caballero y Juan Tovar, 1983-84: 168). Este tipo de recipiente, sin ser abundante, está presente en las producciones de TSG y Africana A. En la producción hispánica la forma parece centrarse en los dos primeros siglos de la Era. – Forma Caballero-Juan Tovar 14. Jarra de borde exvasado y un asa que parte del labio. Caballero y Juan relacionan este perfil con la forma Darton 14 de la sigillata clara B, aunque compartimos las dudas de estos autores al no poder asegurar que no se trate mejor de la forma Lamboglia 26 de la misma producción (Caballero y Juan Tovar, 1983-84: 169). – Forma Caballero-Juan Tovar 15. Jarrita de cuerpo globular con un asa y diversas variantes de borde. Aunque Caballero y Juan Tovar (1983-84: 170) plantean su relación con la forma Darton 5 de la sigillata clara B, creemos que los ejemplares conocidos pueden referenciarse con la forma 20 de la TSH, tal y como plantean otros autores (Del Barrio y López Ambite, 1991: 183), cuyo margen de circulación se encuentra entre fines del siglo I y fines del II (Mezquíriz, 1985: 150). 3.3. Decoraciones Aunque predominan los materiales lisos, se conocen ejemplos que evidencian el empleo del procedimiento de la ruedecilla y excepcionalmente del molde y la estampación/impresión. La primera se consigue mediante el rodamiento de un cilindro decorado en positivo que se hace rodar sobre la superficie del vaso cuando éste está aún fresco. El modelo más repetido es el esquema de 509

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paso cuadrado (Fig. 7). Caballero y Juan Tovar (1983-84: 174 reconocen que se trata de una fórmula ajena a la TSH, por lo que establecen el marco de referencia en algunas cerámicas gálicas tardías como las de Argonne, considerando que otros referentes más antiguos, como ciertas cerámicas comunes o las de paredes finas, resultan demasiado remotas. Sin embargo, el adelanto del momento de arranque de la producción dota de sentido a la búsqueda de analogías en materiales altoimperiales como los vasos de paredes finas y de manera más concreta la forma Mayet LXVII (Del Barrio y López Ambite, 1991: 184). Dentro de los especímenes con decoración a molde, en fechas muy recientes se ha dado a conocer un fragmento realmente singular procedente de Fuente del Juncal (Alcalá de Henares) (Fig. 8). Se trata de una pequeña porción de borde de forma Drag.29, con una banda burilada y restos exiguos de

Fig. 7. Fragmento de vaso con decoración a ruedecilla de paso cuadrado. Casa de Hyppolytus (Complutum, Alcalá de Henares, Madrid) (Foto I. Jaramillo)

Fig. 8. Fragmento de vaso de forma 29 procedente de Fuente del Juncal (Complutum, Alcalá de Henares, Madrid) (Según I. Jaramillo, 2014)

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Fig. 9. Jarra sellada de la Casa de Los Grifos (Complutum, Alcalá de Henares, Madrid) (Foto I. Jaramillo; dibujo M. Zarzalejos a partir de B. Consuegra y O. Díaz, 1989)

decoración muy probablemente correspondiente a un tema de guirnalda (Jaramillo, 2014). La inferencia que puede hacerse a partir de este indicio es tan importante desde el punto de vista tecnológico y productivo, que parece prudente esperar a que hallazgos del mismo tenor refrenden la adopción de parámetros decorativos prestados de la TS que demandan un grado de capacitación técnica para el artesano que supera con creces las habilidades para producir cerámicas lisas. También en el apartado de los materiales con decoración impresa o estampada hay que destacar los ejemplares con decoración fálica aparecidos en la Casa de Los Grifos de Complutum, -uno de los cuales era ya conocido desde hace años (Fig. 9) (Consuegra y Díaz Trujillo, 1989) y al que se suma otro hasta ahora inédito-, como parte de un conjunto de posible función ritual que acaba de ser estudiado por uno de nosotros (Jaramillo, e.p.). Como en tantos otros aspectos, esta especie cerámica encierra aún importantes sorpresas sobre las cuestiones decorativas que sólo serán desveladas con la publicación de todos los conjuntos materiales donde se hayan identificado. 511

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4. ¿Una cerámica tardía, altoimperial o de larga duración?: la información de los contextos

La primera premisa de la pregunta que encabeza este parágrafo puede ser respondida inmediatamente en sentido negativo. En efecto, la reiterada constatación de estas producciones en niveles altoimperiales de un número cada vez mayor de yacimientos hispanorromanos (Fernández Ochoa y Zarzalejos 2008: 338 y 340) invalida la exclusiva adscripción a fechas tardías (fines del siglo II-inicios del III d.C. hasta el siglo V d.C.), defendida en su momento por Caballero y Juan Tovar (1983-84: 177). El planteamiento que se deriva de esta constatación obliga a plantear la cuestión de su período de vigencia, dirigiendo las pesquisas a estudiar si se trata de un grupo cerámico característico del Alto Imperio o si tiene sus orígenes en esta época pero constituye un fenómeno de larga duración, quizás con rasgos evolutivos propios, determinados por su comportamiento y relación con otras series vasculares en diferentes contextos geográficos-temporales y patrones productivos. Existen, en efecto, numerosos contextos estratigráficos fechados en época altoimperial donde se ha constatado la presencia de TSHB. Así, podríamos citar en la Meseta Norte los casos de Tiermes (Argente et alii, 1980: 183), Clunia (Tuset, 1991: 9-11, 374, 378-379, 387; Buxeda y Tuset, 2010: 50), Uxama (García Merino, 1995: 80, 156), Stma. Trinidad (Segovia) (Del Barrio y López Ambite, 1991: 185), Calle de la Judería Vieja, nº 19 (Segovia) (Marqués y Hoces, 2009: 366), Calle Juan Mambrilla (Valladolid) (Sánchez Simón y Santamaría, 1996: 86) e Iruña (Basas, 1988, 197). En el centro peninsular también están presentes en fechas tempranas en yacimientos madrileños como Complutum (Polo, 1998: 170; Jaramillo, 2014: 5-6), Velilla de San Antonio (Zarzalejos, 1991: 155-158), el yacimiento 10 de Tinto Juan de la Cruz –Pinto– (Barroso et alii, 2001: 153-154), Villamanta (Zarzalejos, 2002: 109-113), el Cerro de La Gavia (Urbina et alii, 2005: 185) la villa de Casa de Rodas/Los Callejones (Jaramillo y García Giménez, 2013: 257-280) y el subsuelo de la propia capital (Guiral, 1997: 491-494, fig. 5); en yacimientos toledanos como Carranque (Habitación 14, UE 6002) (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 2008: 340) y Vega Baja (Peña, García-Entero y Gómez, 2009: 159, 161) y pertenecientes a la provincia de Guadalajara, como es el caso de Val de la Viña (Morín et alii, 2007: 213). Tampoco faltan ejemplos en la Meseta Sur, como La Bienvenida-Sisapo (Fernández Ochoa et alii, 1994: 111-112), Villanueva de la Fuente-Mentesa Oretana (Zarzalejos, 2001: 147-148) y Segobriga (Almagro Gorbea y Lorrio, 1989: 33-34, 44, 60 y ss.) aunque, en este último caso, las piezas de TSHB no 512

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aparecen en contextos arqueológicos claros pero sí en relación con producciones cerámicas altoimperiales. Cabría mencionar también la presencia de TSHB en varias unidades estratigráficas de Ercávica claramente altoimperiales (Lorrio, 2001: 37, 39, 42-43, 46, 81-84) donde se han interpretado como intrusiones posteriores o como el material más tardío documentado en dichas UUEE, evidenciando así una asunción inmediata de los postulados cronológicos defendidos por L. Caballero y L. C. Juan Tovar. Para no quedarnos en una mera enumeración de lugares con evidencias estratigráficas, consideramos conveniente describir brevemente una serie de contextos arqueológicos bien definidos que pueden arrojar luz a la problemática cronológica inherente a estas producciones. Por lo que respecta a la época altoimperial, sintetizaremos los resultados de tres de nuestros trabajos que ejemplifican el planteamiento de unas condiciones de partida básicas para la selección de contextos de estudio, enfocadas a la obtención de datos sobre el periodo de vigencia de estas producciones. Estas condiciones o premisas serían las siguientes: 1) Estudio de los materiales cerámicos procedentes de una estratigrafía arqueológica perteneciente a un único horizonte cronológico. 2) Estudio de los materiales cerámicos documentados en contextos cerrados, amortizados y sellados, sin intrusiones asincrónicas. 3) Estudio de los materiales cerámicos que reproducen con claridad tipologías propias de otras producciones bien fechadas y exclusivas de un horizonte cronológico concreto. En representación del primero de los casos, podemos citar el estudio de los materiales procedentes de las intervenciones arqueológicas desarrolladas en Mentesa Oretana (Villanueva de la Fuente, Ciudad Real) (Zarzalejos, 2001: 147-148, 164-165). Durante las intervenciones arqueológicas desarrolladas en esa localidad entre los años 1998 y 2000, se recuperaron un total de 73 fragmentos de TSHB, pertenecientes en su mayoría a la forma 9 de Caballero y Juan Tovar, excepto dos piezas que podrían adscribirse a la forma 15 (Fig. 10). Aunque estas evidencias no se localizaron en contextos cerrados, su registro conjunto con material hispánico de cronología altoimperial y la ausencia de un horizonte tardío dentro de la TS recuperada en el sector excavado, reflejan una data comprendida entre el último cuarto del siglo I y todo y todo el siglo II d.C. El mayor porcentaje de las piezas se documentó en las intervenciones realizadas en el Callejón del Aire, en la UE 8, interpretada como un vertedero en la periferia del núcleo romano (Benítez de Lugo y Ga513

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Fig. 10. TSHB hallada en el Callejón del Aire en el núcleo antiguo de Mentesa Oretana (Villanueva de la Fuente, Ciudad Real) (Según M. Zarzalejos, 2001)

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lindo, 2001: 34). La presencia de estas producciones en el flanco oriental de la provincia de Ciudad Real, contribuyó a ampliar el ámbito geográfico de aparición de estas cerámicas al tiempo que, junto con los restos hallados en otros yacimientos de la provincia de Ciudad Real, permitía enlazar la concentración de hallazgos en el centro peninsular con los ejemplares de Granada y Jaén, que en los años 80 parecían descolgados de la zona nuclear en el mapa del primer estudio sistemático de estas cerámicas (Caballero y Juan Tovar, 1983-84: 174, fig.18). Como ejemplo de la segunda condición, señalaremos otro contexto publicado recientemente y que ha aportado datos significativos (Jaramillo y García Giménez, 2013). Las producciones estudiadas aparecieron durante una intervención puntual de sondeos manuales, en una fosa-vertedero (Fig. 11) y

Fig. 11. Yacimiento de Casa de Rodas/Los Callejones (Aranjuez, Madrid). Sondeo 7. (Foto I. Jaramillo)

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en el suelo de tierra batida de un recinto habitacional próximo de cronología altoimperial, pertenecientes a la villa de Casa de Rodas/Los Callejones (Aranjuez, Madrid). Como hecho destacable, cabe señalar que se pudo constatar la amortización y sellado de dicho vertedero por una estructura habitacional con suelo de tierra batida, en un momento de reorganización funcional de los espacios de la villa. Este sellado estratigráfico, que no había sufrido alteraciones por las labores de cultivo, permitió aislar un depósito compuesto por un vertido homogéneo, en el que estaban presentes fragmentos de TSH y TSHB, cerámica pintada de tradición indígena, de paredes finas, producciones comunes y pesas de telar, ofreciendo una datación general para el conjunto vascular entre finales del siglo I d.C. y la primera mitad de la siguiente centuria (Jaramillo y García Giménez, 2013: 259). El volumen total de TSHB recuperado en los contextos señalados ascendía a 44 fragmentos y se pudieron documentar las formas Caballero-Juan Tovar 1, 9 y 15, junto a un tipo de vaso ovoide clasificado como una variante negra (Jaramillo y García Giménez, 2013: 261, nº 8) de estas producciones equiparable a las formas Mayet XL de PPFF o Hisp. 2 en TSH (Fig. 12). El estudio tipológico y su relación con el de otras clases cerámicas presentes en dichos contextos, así como los análisis de pastas y caracterizaciones arqueométricas realizados, han servido de base en este estudio para subrayar la necesidad de redefinir conceptualmente las producciones de TSHB, ante la evidencia de su desvinculación, sobre todo desde el punto de vista tecnológico, respecto de las producciones de TSH y sus paralelismos con la cerámica común, engobada y de paredes finas (Jaramillo y García Giménez, 2013: 272-278). Finalmente, en relación a la última premisa referida, podemos citar su documentación en Villamanta (Madrid), en los trabajos de excavación arqueológica de un conjunto de solares pertenecientes al yacimiento de Viña del Pañuelo (Zarzalejos, 2002: 109-112), donde se recuperaron un total de 68 fragmentos entre los que se identificó mayoritariamente la forma 9 de Caballero y Juan Tovar junto con otros ejemplares asimilados a la forma 44 de TSH y, especialmente, un cuenco de dimensiones medias que reproducía el perfil de la forma Hisp. 27, inédito hasta la fecha, ejemplar que por la conformación de su perfil sirvió para corroborar tipológicamente el encuadre altoimperial de las fases iniciales de producción de TSHB (Zarzalejos, 2002: 111-112) y, en estos casos, sus vinculaciones formales con la TSH (Fig. 13). Por su parte, la documentación de estas producciones en contextos avanzados o tardíos cuenta con muchos menos ejemplos que permitan verificar con absoluta certeza su producción en tiempos bajoimperiales. En este sen516

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Fig. 12. TSHB hallada en Casa de Rodas/Los Callejones (Aranjuez, Madrid). (Según I. Jaramillo y R. García, 2014)

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Fig. 13. TSHB hallada en Villa del Pañuelo (Villamanta, Madrid) (Según M. Zarzalejos, 2002)

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tido, habría que hacerse eco de las noticias publicadas sobre Complutum, donde la TSHB se testimonia en niveles habitacionales de la Casa de los Estucos datados durante todo el siglo III (Polo, 1998: 170). En fechas aún más tardías hay que destacar su documentación en la villa de Valdetorres de Jarama, donde se localiza en estratos de los siglos IV y V (Caballero y Juan, 1983-84: 177 y 185-186). Un contexto de gran valor por su elevado grado de fiabilidad estratigráfica es el nivel de ocupación/destrucción de la Fase II de la Habitación 7 de la Casa de los Plintos en Uxama (García Merino, Sánchez y Burón, 2009: 225-227), que se corresponde con un conjunto cerrado y, por tanto, inscribible en la segunda premisa propuesta más arriba. El inmueble donde se ubicaba dicha habitación había sido construido en el tercer cuarto del siglo I d.C. y sufrió un incendio en la segunda mitad del siglo III d.C., tras el cual no volvió a ser habitado y que dejó un potente estrato de casi un metro de espesor correspondiente a los escombros caídos al interior de la habitación, destruida con su mobiliario. Al excavarla se halló un conjunto numeroso de vasos cerámicos, al menos 62 (en su mayor parte completos), monedas, herramientas de hierro y maderas carbonizadas de algún mueble (García Merino, Sánchez y Burón, 2009: 227, Fig. 7). Para datar esta destrucción se dispone como término post quem de un antoniniano de Claudio II acuñado entre 268 y 270, documentado en una unidad estratigráfica correspondiente a la última fase de vida en la domus, fecha que parece reforzarse por la ausencia de TSHT entre el conjunto de materiales recogidos (García Merino, Sánchez y Burón, 2009: 224). Formando parte de la cultura material de este contexto se halló una jarra de TSHB de la forma 15 de Caballero y Juan Tovar (Fig. 14), que se documenta junto a TSH, cerámica común, cerámica pintada de tradición indígena, otras cerámicas finas y ánforas, con rasgos técnicos y morfológicos característicos del siglo III d.C. avanzado (García Merino, Sánchez y Burón, 2009: 248). Aunque se trata de un único ejemplar en concurrencia con un conjunto mucho más nutrido de otras vajillas cerámicas, el dato constituye el testimonio de su perduración durante el siglo III d.C. También en relación con los horizontes finales de la TSHB se encontrarían los fragmentos aparecidos en la UE 974, perteneciente a un basurero tardío ubicado en la parcela 9 de las excavaciones de Viña del Pañuelo en Villamanta (Madrid) (Zarzalejos, 2002: 109). En efecto, el hallazgo entre grandes volúmenes de materiales de segura adscripción tardorromana (TSHT, cerámica común) de un pequeño fragmento de borde plano horizontal -asignable a la forma 4 de TSH- y otro pequeño fragmento de borde con una configuración del labio similar a la de los cuencos de forma 8 en TSHT, pertenecientes ambos a producciones de TSHB, plantea la posibilidad de que estas 519

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Fig. 14. Jarra de forma 15 hallada en la fase II de la Habitación 7 en la Casa de los Plintos de Uxama (Burgo de Osma, Soria) (Según C. García Merino, Sánchez y Burón, 2009)

piezas pudieran alcanzar fechas de la segunda mitad del siglo IV d.C. Sin embargo, como en el caso anterior, su porcentaje resulta extremadamente minoritario en relación con las producciones con que aparecen asociados. Dicho lo cual, consideramos que debe aquilatarse con mayor precisión tanto la representatividad de dichas informaciones como la validez de su aplicación en los diferentes ámbitos geográficos donde esta especie cerámica aparece representada, sobre todo si tenemos en cuenta, por ejemplo, que en la ciudad de Clunia la TSHB no aparece en contextos posteriores a mediados del siglo II d.C. ni en relación con las producciones de Terra Sigillata Hispánica Avanzada (TSHA) (Tuset, 1991: 9-11, 374, 378-379, 387; Buxeda y Tuset, 2010: 50), al igual que ocurre en el caso de la villa tardorromana de Tinto Juan de la Cruz (Pinto, Madrid), donde la ausencia de TSHB es muy significativa, máxime cuando sí está documentada en el contiguo yacimiento altoimperial (Barroso et alii, 2001, 162 ss.). En conclusión, una lectura literal de los datos que acabamos de exponer permitiría defender un arranque de la fabricación de TSHB en el último tercio del siglo I (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 2008: 338) y su documentación en tiempos tardorromanos (segunda mitad del siglo IV), por lo que, al menos en principio, podría considerarse que nos hallamos ante una especie cerámica cuya producción está instalada en un proceso de longue durée. Sin embargo, queda pendiente de realizar un estudio más en profundidad de es520

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ta cuestión en un mayor número de casos de época tardía, ya que, al contrario de lo que ocurre con las referencias altoimperiales, las evidencias conocidas que apuntan a una posible fabricación o pervivencia de esta clase cerámica en época bajoimperial no son aún lo suficientemente cuantiosas y contundentes. Uno de los problemas vendría dado por la escasez de contextos tardíos formados por conjuntos cerámicos muy homogéneos donde las piezas de TSHB no ofrecieran dudas como una posible intrusión de época anterior. De la misma manera, no deben utilizarse referencias sustentadas en relaciones formales apriorísticas como informaciones válidas para tratar de solventar esta problemática, sobre todo cuando se traducen en una concepción de estos materiales como “fósil director” entre las producciones cerámicas de cronología avanzada documentadas en prospecciones y excavaciones arqueológicas (Caballero y Juan Tovar, 1983-84; Ribagorda y Muñoz, 199596: 292; Filloy, 1997: 332). 5. La dispersión geográfica y el problema de su paisaje productivo

El planteamiento general de este trabajo no contempla realizar una relación exhaustiva de todos los yacimientos –muchos de ellos ya mencionados-, que constatan la aparición de estas cerámicas, máxime cuando su presencia está atestiguada también por numerosas intervenciones arqueológicas cuyos resultados están recogidos en informes y memorias, en buena parte inéditos y depositados en las diferentes administraciones competentes. No obstante, a la luz de los datos publicados, se puede afirmar que la dispersión de la denominada TSHB se concentra de manera clara en ambas mesetas, especialmente en el centro peninsular –en las actuales provincias de Madrid y Toledo–, con prolongaciones hacia el área alavesa y cántabra por el norte, el este de la provincia de Badajoz y la Alta Andalucía por el sur (Fig. 15). En el presente, a pesar del aumento de yacimientos que registran estos materiales, persisten zonas prácticamente vacías de hallazgos (el valle del Ebro –espacio que albergó el más importante área de producción de TSH–, el Noroeste, Cataluña, Levante y buena parte de Andalucía y Portugal), que ratifican las consideraciones sobre su dispersión geográfica ya expresadas por L. Caballero y L. C. Juan Tovar (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 2008: 340). En buena lógica, dentro de este mapa de dispersión habría que ubicar el o los centros de fabricación de estas cerámicas, si bien, seguimos sin tener constancia alguna de su hallazgo en un contexto productivo. Si nos guiamos por la mayor densidad de hallazgos, indudablemente las provincias de Madrid y Toledo parecen las candidatas más sólidas para representar el núcleo produc521

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tivo, pero, obviamente, mientras no se produzcan hallazgos esclarecedores seguimos moviéndonos en el terreno de las hipótesis, cuando no de las especulaciones. Sí queremos señalar, sin embargo, tres aspectos de suma importancia que destacan a simple vista observando el mapa de dispersión conocido en la ac-

Fig. 15. Mapa de hallazgos de TSHB (Según M. Zarzalejos a partir de L. Caballero y L.C. Juan Tovar, 1983-84)

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tualidad: su ausencia en áreas costeras, su total ausencia o presencia anecdótica en las zonas donde se ubicaban los focos más importantes de producción de TSH y su constreñimiento al ámbito meseteño y, sobre todo, al centro peninsular. El por qué de la coexistencia de estos tres factores es uno de los interrogantes fundamentales que se ciernen sobre el paisaje productivo y los patrones de consumo, ya que en su respuesta se encuentran las claves de la razón de la existencia de estos productos. También desconocemos si este paisaje productivo adoptó la forma de una multiplicidad de talleres locales o si existió un área de producción principal y otras secundarias. Precisamente, para solventar todas estas cuestiones es imprescindible que, además de entender la razón de ser de esta producción, conozcamos cómo, dónde y durante cuánto tiempo se fabricaron estas cerámicas. Se trata, pues, de un problema que sigue insoluble por el momento. 6. ¿Una terra sigillata hispánica? los datos arqueométricos

Como ya se anunciara más arriba, uno de los aspectos que ha generado más divergencias en el tratamiento de esta especie cerámica ha sido el de su denominación. Así, puede aparecer referida en la bibliografía como “imitaciones de tipo local de cerámica lucente” (Losada y Donoso, 1965: 57), “pseudo-sigillata clara”, “pseudo-marmorata” (García Merino, 1967: 180-181; 1971, 98) o “imitaciones de terra sigillata en color avellana” (Argente et alii, 1981: 182-183; 1984, 272-273). La definición de “terra sigillata hispánica brillante” propuesta y razonada en su día por Caballero y Juan Tovar (1983-84: 154-155) ha ganado aceptación en los últimos años ya que parecía adecuarse a los rasgos técnicos y productivos del grupo, al menos en su caracterización macroscópica (Fernández Ochoa y Zarzalejos 2008: 333). Aún quienes no han considerado conveniente esta nomenclatura han seguido manteniendo su condición de “terra sigillata hispánica” en sus denominaciones: “terra sigillata hispánica avellana” (Del Barrio y López Ambite, 1991) o “terra sigillata hispánica dorada” (Buxeda y Tuset, 2010: 50), aunque no faltan investigadores que no comparten la pretensión de emparentarlas formalmente con la TSH y defienden su clasificación como imitaciones hispánicas de la ARSW A (Ramírez y Pérez, 2003: 154). Los argumentos que se manejaron para conceptualizar la producción como un terra sigillata derivaban de la presencia de un barniz “sinterizado” y la existencia –aún reconocida como muy escasa- de decoración a molde en algunas piezas (Caballero y Juan Tovar, 1983-84: 154). Sin embargo, las caracterizaciones arqueométricas llevadas a cabo por distintos equipos de investi523

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gación vuelven a poner sobre la mesa este asunto permitiendo su replanteamiento sobre nuevas bases. En efecto, uno de los principales lastres en relación con la correcta caracterización tecnológica de estas producciones ha sido, precisamente, la ausencia hasta momentos muy recientes de estudios arqueométricos que pudiesen –por ejemplo- determinar de una manera más precisa la composición de las arcillas empleadas y las temperaturas alcanzadas en los procesos de cocción, en orden a establecer hipótesis firmemente sustentadas sobre los procesos productivos empleados en su fabricación o el posible origen de las arcillas empleadas en su elaboración. Los estudios realizados sobre muestras procedentes de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos) (Buxeda y Tuset, 2010) y de la villa de Casa de Rodas/Los Callejones (Aranjuez, Madrid) (Jaramillo y García Giménez, 2013) arrojan resultados que, aún en una fase incipiente, proporcionan datos para plantear su reformulación conceptual. Los resultados de las técnicas analíticas aplicadas a los materiales de Clunia para la determinación de la composición química (Fluorescencia de Rayos X –FRX-) y mineralógica (Difracción de Rayos X –DRX-), así como la caracterización tecnológica (Microscopía Electrónica de Barrido –SEM-) de las 24 muestras seleccionadas, han permitido constatar una gran diversidad de producciones de TSHB (hasta 8) que no guardan ninguna relación con los ejemplares de TSH analizados en ese mismo estudio (Buxeda y Tuset, 2010: 55) (Fig. 16). La TSHB presenta producciones generalmente poco calcáreas (CaO < 5-6%), aunque tecnológicamente se pueden diferenciar dos grupos: el primero de ellos, se caracteriza por presentar pastas poco calcáreas, con barnices de calidad y, generalmente, bien vitrificados. La total descomposición de los filosilicatos de las illitas-moscovitas, junto a la presencia de mullita y una microestructura que se presenta vitrificada y con barnices igualmente bien vitrificados, indican su sometimiento a altas temperaturas de cocción. El segundo grupo presenta pastas calcáreas, una mayor dispersión de temperatura, mayor porosidad y barniz de mala calidad. Teniendo en cuenta estos resultados, los autores proponen un origen en el Valle del Duero para el primer grupo analizado y un posible origen en el Valle del Ebro para el segundo (Buxeda y Tuset, 2010: 55). Estos resultados parecen evidenciar, por tanto, una tecnología de producción distinta a la inferible de las muestras de TSH altoimperial y la cerámica de tradición celtibérica de Los Pedregales analizadas en ese mismo estudio, lo que lleva a los autores a plantear la posibilidad de que la producción de TSHB sea un fenómeno típico del valle del Duero, o de la Meseta, con unos centros de producción y una tecnología completamente diferente de la TSH altoimperial. 524

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Fig. 16. Caracterización arqueométrica de materiales de Clunia: superior izquierda: difractograma típico de las producciones de TSHD poco calcáreas. Inferior izquierda: microfotografía de MEB mostrando una matriz con una microestructura densa y vitrificada y un barniz bien vitrificado. Superior derecha: difractograma típico de la producción calcárea de TSHD G2. Inferior derecha: microfotografia de MEB mostrando un típico barniz de mala calidad, con gran presencia de poros circulares. cal: calcita; hm: hematites; ill: illita-moscovita; kfs: feldespato alcalino;mu:mullita; pg: plagioclasa; px: piroxeno; qtz: cuarzo; sp: espinela (Según Buxeda y Tuset, 2010)

El estudio arqueométrico de las muestras cerámicas seleccionadas procedentes de la villa de Casa de Rodas/Los Callejones (Aranjuez, Madrid) ha permitido constatar, nuevamente, las significativas diferencias tecnológicas existentes entre la TSH y la TSHB, además de añadir nuevos datos que complementan y amplían los resultados del análisis efectuado por J. Buxeda y F. Tuset. En este estudio se ha empleado la técnica de Difracción de Rayos X (DRX) para determinar la composición mineralógica y, por vez primera, se han realizado láminas delgadas para la caracterización textural de los grupos de pastas y desgrasantes. Para dicho análisis se han comparado los resultados de la TSHB con los de individuos pertenecientes a producciones de TSH, cerámica pintada de tradición indígena, cerámica pintada tipo Meseta Sur, ce525

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rámica engobada, de paredes finas y comunes, procedentes de un mismo contexto cerrado de dicho yacimiento (Jaramillo y García Giménez, 2013). Los picos de los difractogramas resultantes del estudio de DRX muestran perfiles que evidencian un patrón muy similar para las muestras analizadas de TSHB (Fig. 17), completamente diferente al ofrecido por la TSH analizada, pero con similitudes con los ofrecidos por muestras de cerámica común, engobada y de paredes finas. Presentan una elevada proporción de cuarzo (+ 80%), pudiéndose apreciar la existencia de cristales de cuarzo redondeados de origen sedimentario y feldespato potásico en mayor proporción que feldespato calcosódico (plagioclasa); en varios fragmentos analizados se detecta también illita. Estos datos apuntan a una temperatura de cocción entre 850-900ºC, ya que se observan sólo las fases primarias como el cuarzo, el feldespato potásico, la plagioclasa y la illita, conclusión que se ve reforzada por la presencia de chamota en varios individuos. Por otro lado, el análisis de lámina delgada evidencia que las muestras analizadas correspondientes a estas producciones presentan claras diferencias entre sí, desde el punto de vista de la textura de las pastas, además de similitudes evidentes con algunos ejemplos de cerámica común, engobada y de paredes finas (Jaramillo y García Giménez, 2013: 272). Los resultados obtenidos apuntarían al posible empleo de

Fig. 17. Difractrogramas de muestras de TSHB procedente Casa de Rodas/Los Callejones (Aranjuez, Madrid). (Según I. Jaramillo y R. García, 2014)

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hornos de llama libre para la fabricación de las producciones de TSHB, que presentan cocciones generalmente irregulares, llegando incluso a originar en algún individuo grietas en la pasta. En cualquier caso, la mineralogía de la mayoría de las muestras analizadas en este yacimiento madrileño es claramente compatible con las formaciones sedimentarias del área circundante al yacimiento, hecho que podría indicar un origen local o regional tanto para los productos de TSHB como para, al menos, buena parte de las muestras de cerámica documentadas en este yacimiento, a excepción quizás de la TSH y la cerámica pintada tipo Meseta Sur (Jaramillo y García Giménez, 2013: 278). Como se ha apuntado más arriba, los análisis arqueométricos sobre estas producciones se encuentran en una fase todavía inicial y para alcanzar resultados con validez más “universal” será preciso incrementar el número de colecciones analizadas a efectos de generar una base de datos de referencia que permita comparar y extrapolar los datos de caracterización de cada conjunto y cruzarlos entre sí y con los de otras especies mejor conocidas. No obstante, la información obtenida hasta la fecha parece ya suficientemente explícita para cuestionar la pertenencia de esta clase cerámica a las producciones de TSH, si es que se considera que tal definición lleva implícitas unas determinadas condiciones técnicas de fabricación. En este sentido, habría que mencionar los aspectos tecnológicos inferibles de los conjuntos de TSHB analizados, que las presentan como cerámicas poco calcáreas y probablemente cocidas en hornos fijos de tiro vertical a llama libre, inferencias ambas que contrastan con la composición preferentemente calcárea que suele caracterizar las producciones clásicas y de buena calidad de TSH y su mayoritaria cocción en hornos de radiación (Coll, 2008: 113; Madrid y Buxeda, 2012: 244), si bien hay que hacer valer respecto al asunto de los hornos los planteamientos de P. Ruiz Montes sobre el posible empleo de hornos bicamerales de tiro vertical y llama directa para la fabricación de TSH en Andújar (Ruiz Montes 2011: 283). En todo caso, parece claro que la TSHB no es un producto originado en un modo de cocción del tipo C de Picon (1973: 62-63), rasgo éste aceptado de manera unánime como una característica común a la TSH. Si para la reformulación conceptual de las producciones de TSHB se quieren hacer valer argumentos tipológicos, efectivamente, este grupo cerámico reproduce perfiles característicos de la TSH pero otras formas se han emparentado tradicionalmente con producciones foráneas como la Clara B o la ARSW A, no faltando piezas cuya conformación es más cercana a producciones de paredes finas e incluso de cerámicas comunes. Parece entonces que las fuentes de inspiración formal son más dispares de lo que inicialmente se 527

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pensó y que lo que caracteriza esta especie cerámica no es tanto su “imitación” de diferentes producciones de terra sigillata sino una tecnología de elaboración concreta que se aplica a la realización de un abanico formal amplio en el que convergen distintas fuentes de inspiración. Mucho más difícil se nos antoja proponer ahora una nueva denominación de la especie acorde con las observaciones realizadas, tarea que, por otra parte, excede con mucho nuestras intenciones en este trabajo ya que uno de nosotros está desarrollando una investigación doctoral sobre este asunto. Con estas reflexiones únicamente intentamos poner de manifiesto que resulta imprescindible ampliar y extender los análisis arqueométricos sobre estos materiales para entender mejor el contexto productivo en el que se insertaban y su relación con el de otros productos cerámicos coetáneos. Una vez conocidas estas cuestiones será más fácil encontrar una nomenclatura alternativa coherente con la verdadera naturaleza de estas cerámicas. 7. Algunas vías de trabajo y propuestas de futuro

Una vez expuesto de manera sintética el estado de cosas concerniente al conocimiento de la llamada TSHB no será difícil colegir que el principal problema reside en su definición tecnológica. Por ello, es importante que reiteremos la importancia de dar continuidad a la realización de estudios arqueométricos para dilucidar los procesos técnicos empleados en su elaboración (tipo de cocción, características de las pastas, composición y aplicación de los engobes, etc.). Sólo así se podrá inferir el contexto tecnológico de producción, punto de partida irrenunciable para acuñar una nueva denominación más adecuada a sus características reales. Estas analíticas representan una base científica, alejada de la subjetividad de las simples observaciones macroscópicas y, sobre todo, de las pretendidas –con mayor o menor acierto- conexiones formales con otras vajillas cerámicas. En consecuencia, se debería dar el salto cualitativo desde un planteamiento exclusivamente externo o “estético” basado en observaciones de visu a otro que tenga como punto de partida la caracterización tecnológica y esté basado en datos objetivos que pueden ser contrastados y comparados. Precisamente, creemos que esta reformulación metodológica constituye el primer paso para abordar su reformulación conceptual y huir de las diversas denominaciones fundamentadas en criterios externos y subjetivos, que se traducen en el empleo de términos como “brillante”, “dorada”, “avellana”, etc., así como de las confusiones originadas por este enfoque que han derivado, por ejemplo, en el tardío reconocimiento de una variante negra perteneciente a estas producciones (Polo, 528

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1998: 170; Sánchez y Rascón, 2006: 286; Jaramillo y García Giménez, 2013: 266, 270, 274) con la consecuente exclusión de sus posibles variantes formales del cuadro tipológico que caracteriza a la denominada TSHB aceptado hasta la fecha. Por otro lado, también nos parece importante investigar y tratar de dilucidar si los grupos tecnológicos individualizados se corresponden o no con determinadas morfologías dentro del repertorio tipológico y si, a su vez, estas peculiaridades están relacionadas o no con posibles funciones de los recipientes. También habrá que considerar la presencia/ausencia de los diferentes grupos de producción que se identifiquen dentro del mapa de difusión de esta especie cerámica y analizar la forma en que “dialogan” estos materiales con otras producciones en diferentes contextos estratigráficos para poder esbozar así su comportamiento en los lugares de consumo y calibrar el papel real que tuvieron en la comercialización de vajillas de mesa en el centro peninsular. En conclusión, la investigación sobre esta clase cerámica debe orientarse a explicar adecuadamente su significado desde el punto de vista productivo, económico y funcional. Hemos de preguntarnos, por tanto, quiénes las producen, por qué y para quién, si queremos entender su relación con otras vajillas de mesa en una misma área de mercado y el auténtico papel que desempeñaron en el esquema general de las industrias cerámicas hispanorromanas (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 2008: 341).

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