La lengua en La Celestina: sentencias y refranes

Share Embed


Descripción

Jair Cuevas Callejas

Universidad Nacional Autónoma de México

Lengua y Literatura Hispánicas

La lengua en La Celestina: sentencias y refranes Tanto la sentencia como el refrán desempeñan un papel crucial en Celestina. Ambos elementos son indispensables para la construcción de los personajes, el sentido irónico de los parlamentos –necesarios en la comedia– y el trasfondo moral y didáctico de la obra. La finalidad de este trabajo es presentar un acercamiento al tratamiento de estas fórmulas1 o frases hechas en la Tragicomedia. Helena Beristáin, en su Diccionario de retórica y poética, define la sentencia como «la oración que expresa un lugar común con pretensiones de validez universal como norma de vida», y al refrán, como el aforismo «que encierra una dosis de sabiduría popular». De igual forma, define el adagio como una «breve sentencia aleccionadora que se propone como una regla formulada con claridad, precisión y concisión», la cual resume ingeniosamente un saber de carácter moral, proveniente generalmente de un personaje célebre. ¿Por qué ponerlo? Porque me parece relevante tomar en cuenta lo que Erasmo dice sobre él en su Teoría del adagio: «Un adagio [según Diomedes] es la utilización de un proverbio popular, adaptado a los temas y a las épocas, que significa algo distinto de lo que en él se dice» y «Un adagio es un dicho que sirve para dar sentido a la vida, que se matiza con cierta obscuridad, que contiene en sí mucha utilidad» (67). Como se puede ver, ambas definiciones de adagio2

1

«Grupo de palabras que se emplea con regularidad en condiciones similares para expresar una misma idea esencial ya dada» (Perry en Estrada, “El refranero”, 5-6). Éstas fórmulas «ayudan a aplicar el discurso rítmico y también sirven de recurso mnemotécnico, por derecho propio, como expresiones fijas que circulan de boca en boca y de oído en oído […]. Forman la sustancia del pensamiento mismo. El pensamiento, en cualquier manifestación extensa, es imposible sin ellas, pues en ellas consiste» (Perry en Ong, Oralidad y escritura, 41). 2

De aquí en adelante, adagio se utilizará (casi) como sinónimo de sentencia y refrán, para facilitar el manejo de los términos y su comparación y adecuación con los preceptos que Erasmo ofrece en su Teoría.

Jair Cuevas Callejas

Universidad Nacional Autónoma de México

Lengua y Literatura Hispánicas

pueden bien ser sinónimos, en sentido amplio, de sentencia y refrán, lo cual nos permite utilizar las características y tratamientos que Erasmo da sobre aquél en su libro. En primer lugar, el pensador humanista dice que, según algunos griegos, se distingue «o por su carácter de sentencia útil en la educación para la vida o por su revestimiento metafórico» (68) –incluso una combinación de las dos–, y por tener cierta ingeniosa originalidad que lo resalta del lenguaje común. E importante es mencionar que no debe admitirse con dicha cualidad «sólo porque forme parte del lenguaje popular habitual o por la originalidad de la expresión, sino porque lo avalen tanto su antigüedad como su sabiduría, ya que eso es lo que consideramos ingenioso» (69).3 En Celestina, Sempronio –al igual que los demás personajes– emplea las fórmulas en los diálogos generalmente para concluir ideas o argumentos, cerrando el diálogo con la síntesis moral propia del lenguaje formulario. Por ejemplo, mientras habla con Calisto sobre su mal de amores y la propuesta de traer a la puta vieja para ayudarlo, el criado dice: «–¿Quién? Ellas [las mujeres], que desque se descubren, assí pierden la vergüença, que todo esto y aun más a los hombres manifiestan. Ponte, pues, en la medida de honrra; piensa ser más digno de lo que te reputas; que cierto, peor estremo es dexarse hombre caer de su merescimiento que ponerse en más alto lugar que deve» (I.iv.228). Aquí se puede apreciar cómo la sentencia concluye el argumento sobre la honra de los hombres y, a la vez, la intervención dialógica de Sempronio.

3

Pedro Vallés, en la introducción de su refranero, afirma que un refrán, para poder serlo, «ha de traer dos marcas: La una, que sea comun entre todos y de muchos años: La otra: que sea donoso: y figurado», y que tanto los griegos como los latinos los aprovechaban «para entender la philosophia moral: porque toda ella esta metida en prouerbios: como enuoltorios» (en Estrada, 12-13). Comparando estas características con las que Erasmo enuncia, se pueden ver las similitudes en: la antigüedad, el ingenio, su sentido metafórico/figurado y la sabiduría (filosofía) escondida detrás.

Jair Cuevas Callejas

Universidad Nacional Autónoma de México

Lengua y Literatura Hispánicas

Según Erasmo, el adagio anterior sería ingenioso porque posee los elementos que lo avalan como tal: antigüedad y sabiduría. Ambos están respaldados por el trasfondo aristotélico que se le atribuye a la sentencia; de origen clásico y filosófico, respeta dichas características: la primera porque proviene de un autor de la Grecia Antigua, y la segunda porque se trata del mayor pensador de la época y sintetiza el concepto de honra masculina frente a los actos que atentan contra ésta. Además, resulta útil en la educación para la vida: Sempronio lo aplica para ilustrar a su amo sobre el comportamiento que debe tener ante esta mundana y problemática situación. Luis Felipe Estrada nos dice que, desde un punto de vista lingüístico, el paso de los refranes de la oralidad a la escritura y el ámbito de la impresión, necesariamente implica transformaciones en estas construcciones de la lengua, así como en su interpretación y su uso (“El refranero”, 1), lo que significa, por ende, que su tratamiento e intención cambian también: «El hablar formulario no sólo es un acto locutivo, sino en gran medida un acto ilocutivo (intención) y perlocutivo (con efectos determinados); por ello, estas frases proverbiales se asocian con el carácter normativo (moral, social, jurídico). Se fundamentan en la experiencia, la aglutinan de una forma lingüística fija que después servirá para normar la actuación en situaciones futuras» (7). Cosa que sucede en el soliloquio de Celestina cuando se encuentra agradeciéndole al diablo por el éxito de su hechizo: «¡O vieja Celestina! ¿Vas alegre? Sábete que la meytad está hecha quando tienen buen principio las cosas. ¡O serpentino azeyte! ¡O blanco filado! ¡Cómo os aparejastes todos en mi favor!» (V.i.328). Aquí, el acto ilocutivo está funcionando como un parabién dirigido a ella misma. Mientras que, por medio del acto perlocutivo, se consigue la satisfacción y alegría de la vieja, expresadas tanto en el refrán (perceptibles quizás en el aire optimista de la subordinada

Jair Cuevas Callejas

Universidad Nacional Autónoma de México

Lengua y Literatura Hispánicas

adverbial quando tienen buen principio las cosas) como en las expresiones interjectivas previas y posteriores, que lo complementan. Así como lo señala Hugo Bizzarri, la mentalidad proverbial está presente en las obras de los Siglos de Oro español –al igual que en la Edad Media. Una tradición heredada, sin duda, ya que en el Medioevo, los refranes y proverbios constituyen el esqueleto de la forma de pensamiento del hombre. Ésta necesita de los enunciados tradicionales; así, tanto el discurso didáctico en sus múltiples manifestaciones –el literario, por supuesto–, como el discurso político o escolástico discurren sobre las bases de un esqueleto de enunciados proverbiales (en Estrada, 9). La Celestina no es la excepción a esta forma de pensamiento, reflejando a lo largo de sus veintiún actos una colección de aproximadamente 332 sentencias y 272 refranes (Marciales en Russell, “Sentencias y refranes”, 117). Tanto en los refraneros como en las producciones literarias del siglo XVI se puede observar –aún más en las del siglo XVII– la transformación de este hablar formulario que va transitando de la oralidad en la que surgió a la letra impresa, y con ello el advenimiento del refrán literario: «la puesta por escrito de un fenómeno popular y tradicional difundido oralmente, pero que en determinado momento un autor, culto o semiculto, decidió incorporar a su obra por algún motivo en especial: porque estuvo atraído por las formas naturales del lenguaje, como los humanistas, porque le atrajo su picardía, porque así se expresa la comunidad donde él se mueve, porque son estribillos que le dan vivacidad a la poesía [y obviamente también a la prosa], etcétera» (Bizzarri en Estrada, 15-16), idea con las cuales coincide Erasmo en su Teoría al decir que «en los adagios hallarás todas las formas de lo cómico» (73) y que «son a veces las cosas más pequeñas [es decir, estas frases hechas] las que encierran más ingenio» (80).

Jair Cuevas Callejas

Universidad Nacional Autónoma de México

Lengua y Literatura Hispánicas

Lo anterior se puede resumir en la intervención de Celestina al hablar con Pármeno sobre su madre: «–¿Cómo? ¿Y deso te maravillas? ¿No sabes que dize el refrán que mucho va de Pedro a Pedro? Aquella gracia de mi comadre no alcançávamos todas» (VII.i.365). La picardía y la comicidad, que no posee esta fórmula en primera instancia, la adquiere al rodearse de la desfachatez implícita en el habla de la mujer, en un tono más bien burlesco que reflexivo; la adquiere por el contexto en el que se enuncia. De igual forma, estas intromisiones chuscas enriquecen la vivacidad del diálogo y la construcción del personaje –otorgándole, por ejemplo, un carácter ocurrente. Este primer plano gracioso del adagio supera al del plano moralizante, pero no significa que no esté presente. Una predomina, mas encontramos realizadas ambas intenciones. En este sentido, «los refranes ya no se conciben como una forma de pensar, sino como una forma de decir» (Estrada, 16). Teniendo en cuenta lo anterior, se pueden notar las transformaciones en la concepción y uso del refrán, que despojado paulatinamente de su ámbito oral, comienza a participar de las características textuales humanísticas: su uso como cita, como ejemplo o como pieza de argumentación o juicio. (17) Esto coincide también con lo dicho por Erasmo en uno de los capítulos de su obra: VII. Los proverbios son útiles para la persuasión. En voz de Quintiliano, expresa: «cuando se trate de persuadir al pueblo no se desaprovecharán los testimonios que el vulgo expresa y acepta. Porque en cierto modo tienen incluso más fuerza, ya que no responden a casos concretos sino que simplemente han sido dichos y hechos para mentes libres de odio o de parcialidad que los consideraban muy honrados y veraces» (Adagios del poder, 83). Entonces, las razones se refuerzan con sentencias y refranes para lograr una persuasión exitosa. Cosa que podemos ejemplificar con la intervención de Sempronio siguiente:

Jair Cuevas Callejas

Universidad Nacional Autónoma de México

Lengua y Literatura Hispánicas

«–Señor, mira que tu estada es dar a todo el mundo que dezir. Por Dios, que huygas de ser traýdo en lenguas; que al muy devoto llaman ypócrita. ¿Qué dirán sino que andas royendo los sanctos? Si passión tienes, súfrela en tu casa; no te sienta la tierra. No descubras tu pena a los estraños, pues está en manos el pandero, que lo sabrá bien tañer» (XI.ii.444-445). Respectivamente, sentencia y refrán en un mismo parlamento, ambos empleados como argumentos, como razones que complementan la demostración hecha por el criado hacia su amo: éste está vuelto loco por Melibea y aquél se conmueve de verlo en tal estado, hablándole con frialdad. Otro ejemplo de lo anterior sería también aquel dado en el monólogo de Elicia: «Messe aquellos cabellos como yo, triste, he fecho; sepa que es perder buena vida más trabajo que la misma muerte» (XV.i.520). De acuerdo con esta ejemplificación podemos concluir que las funciones e intenciones de las sentencias y los refranes, replanteadas en Celestina, corresponden en gran medida a lo señalado por Erasmo en su Teoría del adagio. El ingenio se ve reflejado claramente en la enunciación de los personajes, con un sentido chusco y jocoso característica, por supuesto, de la comedia. El lenguaje formulario va a adquirir en este contexto un rasgo de comicidad –valga la redundancia– gracias a su inmersión en los diálogos y en su empleo como giro jocoso de una idea. Por el otro lado, su carácter de argumento final se presentará también como fundamental en la obra, como cerrazón de los juicios dados en cada intervención. Además, está claro que estos adagios poseen un valor ornamental para el texto, de lo cual el autor es consciente y por eso mismo emplea racionalmente cada uno según el contexto, la finalidad y el posible resultado que pueda alcanzar.

Jair Cuevas Callejas

Universidad Nacional Autónoma de México

Lengua y Literatura Hispánicas

Bibliografía BERISTÁIN, HELENA, Diccionario de retórica y poética, 9ª ed., México: Porrúa, 2013. ESTRADA CARREÓN, LUIS FELIPE, “El refranero como frontera entre la oralidad y la escritura en los albores de la modernidad”, Cuadernos de Fronteras de tinta: intertextos, intergéneros, intermedialidades [en línea], UNAM, FES-Acatlán, CISAN, FES-Aragón, Año 1, No. 4, 2014. ONG, WALTER J., Oralidad y escritura: tecnologías de la palabra, México: FCE, 2013. ROJAS, FERNANDO DE, La Celestina. Comedia o Tragicomedia de Calisto y Melibea, ed., intr., y notas de Peter E. Russell, Madrid: Castalia, 2001. ROTTERDAM, ERASMO DE, Adagios del poder y de la guerra. Teoría del adagio, ed., trad. y notas de Ramón Puig de la Bellacasa, Madrid: Alianza, 2008. RUSSELL, PETER E., “Sentencias y refranes”, La Celestina. Comedia o Tragicomedia de Calisto y Melibea, ed., intr., y notas de Peter E. Russell, Madrid: Castalia, 2001, 117-125. VALLÉS, PEDRO, Libro de refranes copilado por el orden del ABC en el qual se contienen quatro mil y treziétos refranes. El mas copioso que hasta oy ha salido Impresso [1549], en J. Cantera Ortiz de Urbina y J. Sevilla Muñoz, Libro de refranes y sentencias de Mosén Pedro Vallés, Madrid: Guillermo Blázquez, 2003, 11-136.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.