La legitimidad de los Banū Hūd en la Marca Superior (s. XI)

July 4, 2017 | Autor: A. González Artigao | Categoría: Legitimacy and Authority, Al-Andalus, Reinos de Taifas, Banu Hud
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LA LEGITIMIDAD DE LOS BANū HūD En LA MARCA SUPERIOR LEGITIMACY OF THE BANū HūD’S DINASTY IN aL-Ṯagr aL-aqṢà

aurora GonZáleZ artIGao Universidad Autónoma de Madrid

RESUMEn: La época de taifas en al-Andalus supone un cambio determinante en el estudio de la narrativa de la autoridad. Lo que nos planteamos en este trabajo es el análisis del ejercicio del poder en un territorio concreto: la Marca Superior (al-Ṯagr al-aqṣà), y los problemas de legitimación a los que se enfrenta la dinastía de los Banū Hūd, que ostentaron el poder en Zaragoza desde 1041 hasta la llegada de los almorávides en 1110. Nuestro estudio gira en torno al papel problemático que desempeña el califato tras la fitna y al difícil equilibrio en el que se movían los emires hūdíes por el carácter fronterizo de la taifa. Palabras clave: Taifas, al-Andalus, Banū Hūd, legitimidad. ABSTRACT: In al-Andalus, after the falling of the caliphate —also known as fitna— there is a territorial breakup that modifies the narratives of power. Our main purpose in the present work is to analyze the exercise of power in the territory called “alṮagr al-aqṣà”, the upper frontier of al-Andalus. Also, we are going to establish which the principal problems of legitimation are for the Banū Hūd. This dynasty of partykings ruled the aforementioned taifa from 1041 to the arriving of the Almoravid Empire in 1110. Our study is focused in the role that plays the institution of caliphate after the fitna and the fragile balance of the hūdí authority because of its frontier position. Key words: Party-kings, al-Andalus, Banū Hūd, legitimacy.

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FUNCIONARIOS CALIFALES QUE SE HACEN CON EL PODER: TUŷīBÍES

Tras el ascenso al poder de al-Manṣūr (Almanzor), la institución califal pierde buena parte de su autoridad, que recae sobre el ḥāŷib1. Esta figura, de “privado” del soberano, por decirlo de alguna manera, ganará cada vez más importancia, conforme el califato en sí pierde fuerza y, como veremos, muchos de los gobernantes de las taifas se autodenominan ḥāŷib, en lugar de māli, lo que implica que no se da una renuncia total a la figura del califa. Puede ser también que la memoria del propio al-Manṣūr elevase la dignidad de este título y promoviese su utilización posterior en las taifas, aunque también hubiese una apropiación del título califal, como en Málaga. En el caso de la taifa de Zaragoza, el líder que se alza con el poder llevaba un recorrido de largo alcance y los tuŷībíes habían tenido una importante representatividad incluso en la corte califal de Córdoba, como resalta A. Turk y como describen detalladamente autores como Ibn Ḥayyān y al-‘Udrī2. Siguiendo lo que nos cuenta esta obra, los tuŷībíes habían sido llamados por el emir Muḥammad I ante una serie de rebeliones en la Marca Superior “les encargó de combatir a los Banu qasí, y les puso al frente de sus gentes, dándoles a cada uno un regalo de cien dinares en cada campaña”3. Al parecer, al-Rāzī ya mencionó cómo ‘Abd al-Raḥmān b. ‘Abd al-‘Azīz al-Tuŷībī se hizo con Zaragoza en el año 890, subordinado siempre al poder cordobés. De hecho, consta participación directa de los tuŷībíes en la campaña califal contra Pamplona, liderada por el califa en persona, en la que “el Príncipe de los Creyentes pasó, de regreso, por Tudela y dio a Muḥammad b. Hasim b. Muḥammad el nombramiento de gobernador de Tudela y sus dependencias… y para demostrar la buena opinión que le merecía”4. Ya durante el gobierno de facto de Almanzor, otro miembro de esta familia llamado Munḏir, llegó a ser caíd alrededor del año 1002, tras haber pertenecido a los ejércitos del hāŷib cordobés. El Bayān al-Mugrib lo describe de la siguiente manera: “Era Munḏir b. Yaḥyà un hombre de la masa de la tropa y ascendió 1 Sabemos que este título se da ya con ‘Abd al-Rahmān I, para los encargados de guardar la puerta del monarca y no permitir la entrada más que a visitas concertadas, aunque adquirió importancia con emires posteriores. El título de hāŷib fue pronto superior al de wazīr (visir) otorgado a simples consejeros de diversos orígenes que ayudaban al monarca en las tareas administrativas y gubernamentales. Con el emir Muhammad I, el hāŷib ejerció de portavoz del emir, cargo que también era compatible con diversas funciones militares. En el siglo X había ganado un prestigio tal que el califa le asignaba una mensualidad y concesiones territoriales. Llegó incluso a ejercer el poder de facto, aunque mantuvo siempre su legitimidad justificada en la figura del monarca. Véase, para más información sobre el tema, VALLVÉ BERMEJO, J., Al-Andalus: sociedad e instituciones, Madrid, 1999, pp. 225-238. 2 TURK, A., El Reino de Zaragoza en el siglo XI de Cristo (V de la Hégira), Madrid, 1978, pp. 43-49. 3 GRAnJA, F. de la, La Marca Superior en la obra de al-‘Udrí, Zaragoza, 1966, p. 43. 4 Esa campaña se realizó entre los años 924-925 y se refiere al hijo del primer Tuŷībī al que hacíamos referencia anteriormente, Ibídem, p. 47.

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al mando del gobierno de Ibn Abī ‘Āmir [Almanzor] (…) este Munḏir, era un jinete que tenía dotes caballerescas [furūsiyya], saliéndose [así] de los límites de la ignorancia”5. Esta obra reprocha “los actos tan vergonzosos que cometió con Hišām [II] el depuesto, que fue su benefactor, elevó su rango y lo envió a la frontera para defenderla (…) lo hizo bajar de su trono y lo entregó a la muerte; vendió la sangre de sus partidarios, las gentes de Córdoba, a los beréberes (…)”6. Según M. J. Viguera, este reproche lo retrataba seguramente ya Ibn Ḥayyān en su obra y se refería a la acción del tuŷībī, que tomó parte a favor de Sulaymān al-Musta‘īr, intervino activamente en el asedio de Córdoba y en la destitución del califa omeya, tras lo que Sulaymān volvió a alzarse con el califato en mayo de 10137. Fue precisamente el hecho de luchar en el partido de Sulaymān el que le facilitó alcanzar el poder en Zaragoza8. A lo largo de la fitna, Munḏir mostró su apoyo a ‘Alī b. Ḥammūd, el que fuera sucesor —por la fuerza— del califato de Sulaymān9. El lugarteniente en Lérida de Munḏir era Sulaymān ibn Hūd, que en veinte años aproximadamente se haría con el poder de la taifa aragonesa, como veremos. El candidato al que apoyaban en el año 1018, al-Murtaḍà fue asesinado y fue su hermano el que se alzó con el califato en 1027 como Hišām III al-Mu‘tadd, considerado el último califa de al-Andalus10. Ante una situación tan caótica, con la institución del califato tan denostada por todos los problemas dinásticos que se habían dado desde la muerte de Almanzor, Munḏir se nombró ḥāŷib y tomó otros dos títulos que también habían 5 IBN IḏĀRī, al-Bayān al-Mugrib, MAÍLLO SALGADO, F. (ed. y traducción), Salamanca, 1993, p. 151. 6 Ibídem, p. 152. 7 VIGUERA MOLInS, M. J., Aragón musulmán, Zaragoza, 1998, p. 172-173. Véase también VIGUERA MOLINS, M. J. (coord.), “Los reinos de taifas. Al-Andalus en el siglo XI”, en Historia de España de Menéndez Pidal, VIII-1, Madrid, 1994. 8 “Sulaymān premió a las tribus beréberes que le habían ayudado otorgándoles tierras en Andalucía, sobre las que enseguida alzarán sus taifas, y dando (a‘ṭà) Zaragoza a Munḏir”, VIGUERA MOLINS, M. J., Aragón musulmán…, p. 173. 9 No vamos a entrar en detalles sobre los ḥammūdíes porque nos parece que sólo complicaría un panorama suficientemente oscuro de por sí, pero hay que tener en cuenta que se consideran los herederos de la dignidad califal con todo lo que ello conlleva. Sobre la relación entre Munḏir y el califato ḥammūdí véase ROSADO LLAMAS, M. D., op. cit. y especialmente VIGUERA MOLINS, M. J., Aragón musulmán…, pp. 172-181. De hecho, el Bayān afirma abiertamente que el responsable de la muerte del hijo de Sulaymān fue el propio Munḏir, para asegurar que el ḥammūdí llegase al poder. Lo refugió en Zaragoza, aunque luego cambió su lealtad por ‘Abd al-Raḥmān al-Murtaḍà y lo proclamó en el año 1018. 10 Toda esta información se encuentra más ampliada en VIGUERA MOLINS, M. J., Aragón musulmán…, p. 174. Sobre el reconocimiento de un califa real o ficticio en este período tan complejo y en aras de estudiar la relación entre ese reconocimiento y la legitimación de cada nuevo gobernante en su taifa, se recomienda la magnífica aportación de CLÉMENT, F., Pouvoir et Légitimité en Espagne musulmanes à l’époque des taifas (V/XI siècles), Paris, 1997.

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ostentado los ‘āmiríes: al-Manṣūr (“el Victorioso”) y Ḏū l-ri’āsatayn (“el de doble jefatura”). El reconocimiento de la soberanía del califato ḥammūdī había permitido romper lazos con Córdoba, y de hecho, la legitimidad califal se mantiene constantemente de un modo simbólico. Yaḥyà b. Munḏir, hijo y sucesor de Munḏir I, ejerció el poder como ḥāŷib del califa de Córdoba al-Qasim, luego del de Bagdad y también del último califa de Córdoba, Hišām III al-Mu‘tadd; aunque el reconocimiento era puramente nominal. Su gobierno fue especialmente conflictivo por las hostilidades a las que tuvo que enfrentarse con Pamplona, que se encontraba bajo el reinado de Sancho el Mayor. El último califa omeya tras ser destronado, se refugió durante cinco años en Tudela y Lérida tierras donde Sulaymān Ibn Hūd era caíd11, donde murió. Según al-‘Uḏrī, Yaḥyà murió en el año 103612, aunque su hijo empieza a aparecer en las monedas ya desde 1029, posiblemente como reconocimiento de que sucedería a su progenitor. El gobierno de Munḏir II fue muy breve, apenas dos años hasta que fue asesinado en octubre-noviembre de 1038. Las monedas aportan información muy interesante para este momento, pues en 1029 nominalmente se reconoce al califa de Bagdad ‘Abd Allāh al-Mu’ayyad. Este reconocimiento cambia en 1032, cuando Hišām III ya está refugiado con Ibn Hūd y se reconoce al califa cordobés (recientemente depuesto). Sin embargo, las emisiones de 1036 de la ceca de Zaragoza ya no reconocen califa alguno, sólo mencionan al innominado imām ‘Abd Allāh13. La autora mencionada cree que esa puede ser la causa del asesinato de Munḏir b. Yaḥyà. Al parecer, un primo suyo llamado ‘Abd Allāh b. Ḥakīm le apuñaló a traición entre 1038 y 1039 —hay discrepancia respecto a los datos— y posteriormente exhibió en la picota su cabeza. Además, se le atribuyen las palabras “Este es el galardón a quien se rebela contra el emir de 11 Aunque en obras posteriores —y especialmente si se redactaron fuera de la península Ibérica— se reflejan estas tierras como parte de un gobierno independiente de Sulaymān Ibn Hūd como vemos a continuación: “Abū Ayyūb Sulaymān b. Muḥammad b. Hūd b. ‘Abd Allāb. Mūsà, liberto de Abū Hudayfa al-ŷudāmī, uno de sus ascendientes, se había declarado independiente en las ciudades de Tudela y Lérida, desde el principio de la guerra civil (fitna)” en AL-QALQAšANDī, Subḥ al-a’ša fi kitābāt al-inšā, SECO DE LUCENA, L. (traducción) Valencia, 1975, p. 69. 12 “Munḏir b. Yaḥyà murió en el año 412 (1021-1022). Después de su muerte tuvo el cargo de wālī su hijo Yaḥyà b. Munḏir b. Yaḥyà, durante dieciséis años. Murió en el año 427 (1035-1036)” en GRANJA, F. de la, op. cit., p. 53. 13 Sobre la cuestión de la moneda y el misterioso imām ‘Abd Allāh, véase ARIZA ARMADA, A., “Monedas en los reinos de taifas”, en V Semana de estudios medievales: Nájera, 1 al 15 de agosto de 1994, Instituto de Estudios Riojanos, 1995, 233-240 y CANTO GARCÍA, A., “Cuestiones económicas y numismática andalusí”, Aragón en la Edad Media, nº 9, 1991, pp. 429-444. Véase también SÈNAC, P., (ed). Histoire et archéologie des sociétes de la Vallée de l’Ébre (VII-XI siècles), Toulouse, 2010 y BALAGUER, A. M., Del mancús a la dobla. Or i pàries d’Hispània, Barcelona, 1993.

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los creyentes Hišām y se opone a sus derechos”14. Este episodio nos da un ejemplo de hasta qué punto es necesario un reconocimiento determinado a la hora de legitimar a una persona en el poder, aunque también hay ambiciones individuales detrás de la muerte de Munḏir b. Yaḥyà. De hecho, ‘Abd Allāh b. Ḥakīm una vez que tomó el poder emitió moneda en la que se intitulaba como ḥāŷib, sin mención alguna a Hišām ni a ningún otro califa. CONOCIMIENTO Y PODER EN LA MARCA SUPERIOR: LOS BANū HūD

Relatan las crónicas que ante los acontecimientos, las figuras más notables de Zaragoza planearon una sublevación contra ‘Abd Allāh b. Ḥakīm y para ello hicieron un llamamiento a otros líderes andalusíes. Acudieron Ismā‘īl b. Dī-lNūn —tío de Munḏir II— y Sulaymān b. Hūd, como ya hemos mencionado anteriormente, caíd de Lérida y Tudela y al que ‘Abd Allāh había reconocido como señor de forma únicamente nominal15. El asesino de Munḏir escapó al castillo de Rueda con dos hermanos del tuŷībī perecido, a raíz de lo cual hubo una situación de muchos disturbios en Zaragoza, tal y como cuenta Ibn Iḏārī “la plebe mientras saqueó el alcázar de Zaragoza inmediatamente después de su salida, hasta arrancar sus mármoles y borrar sus vestigios”16. Finalmente, entre 1039 y 1040 —dependiendo siempre del autor de la crónica, incluso al-‘Udrī lo sitúa en torno al año 105117— Sulaymān ibn Hūd entró en la ciudad como nuevo soberano y restaurador del orden18. Al parecer, este personaje había destacado en 14 Todo esto está recogido en M. J. VIGUERA MOLINS, Aragón musulmán…, pp. 182-183. El episodio está relatado también en al-Bayān al-Mugrib: “Estaba [Munḏir b. Yaḥyà] sumido en la lectura de un libro, entonces [‘Abd Allāh b. Ḥakīm] lo hirió con un cuchillo que llevaba preparado y le cortó con él las yugulares sin que [nadie] lo impidiera (…) Al punto sacó la cabeza de Munḏir del alcázar en lo alto del palo y gritó “Este es el galardón a quien se rebela contra el emir de los creyentes Hišām y se opone a sus derechos” refiriéndose con eso al hombre exaltado [al califato] en Sevilla [y] al que se invocaba entonces en ella, adhiriéndose este revoltoso a su gobierno y confirmando su proclamación, (…) Sobrevino entonces en Zaragoza una gran perturbación, y sus gentes estuvieron al borde de una violenta revuelta. Aspiraron a [valerse de] ellos muchos de aquellos que les hablaban; más se sometieron a este árabe que los asaltó y que temieron hasta el punto de que los dominó…”, IBN IḏĀRī, op. cit., pp. 154-155. 15 “Envió buscar al momento al cadí de la ciudad y a los jeques, que se presentaron ante él, estando sentado en el trono del asesinado, mientras [el cuerpo de] Munḏir [permanecía]al lado del trono, bañado en sangre y cubierto con sus ropas; entonces les explicó que él marcharía por la senda de su prosperidad y [procedería] al fortalecimiento de su autoridad, e hizo ver que reconocía primeramente a Ibn Hūd” IBn IḏĀRī, Op. cit., p. 154 16 Ibídem. p. 155. 17 “Sulaymān ibn Hūd al-Musta‘īn entró en Zaragoza en safar del año 443 (junio-julio 1051)…”, GRAnJA, F. de la, Op. cit., p. 54 18 Aunque no hay mucha información al respecto, las crónicas árabes relatan que los Banū Hūd proceden del linaje árabe de ŷuḏām, originario del Yemen, y que llegaron a al-Andalus seguramente en los primeros de la conquista con los ŷund de Palestina y Jordania. Al parecer se instalaron en Sidonia, Algeciras, Tudmīr y Sevilla. Esta información aparece de forma más detallada en VIGUERA MOLINS, M. J., Aragón musulmán…, p. 185.

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el ejército de la Marca Superior “hasta el momento de ocurrir la fitna general; entonces se apoderó de la ciudad de Lérida y de todas sus dependencias (…) hasta que ocurrió el suceso de Zaragoza”19. Tomó el título de al-Musta‘īn —el Encomendado de Dios— y, como sus antecesores, el rango de ḥāŷib y, para evitar sublevaciones, puso a sus hijos al frente de las principales ciudades. ya incluso antes de hacerse con el poder en la capital de la Marca Superior, había gozado de especial autoridad entre sus contemporáneos, como ilustra el hecho de que ‘Abd Allāh b. Ḥakīm lo reconociese como señor —aunque no fuese de facto— tras asesinar a Munḏir II. Sulaymān hizo frente a varios conflictos fuera de las fronteras de la Marca Superior. En primer lugar, una serie de hostilidades con Toledo que se desarrollaron entre 1043 y 1044 por un asunto de fronteras20. En este conflicto tomó parte Fernando I de Castilla, respondiendo por el que ya era su aliado, el gobernante hūdí, al entrar armado en la taifa de Toledo. Incursión que por otra parte, no le vino nada mal a Castilla, pues al firmar la paz con Yaḥyà ibn ḏī-l-Nūn recibió una buena suma de dinero. Sulaymān Ibn Hūd murió en torno a 1046-1047 y repartió sus tierras a entre los hijos que actuaban de cadíes en cada una de las regiones, que se alzaron con el poder hasta que el sucesor en Zaragoza volvió a reunificarlas. Abū ŷa‘far Aḥmad al-Muqtadir bi-llāh fue el hijo de Sulaymān que se hizo más visible en la Marca Superior, en palabras de P. Guichard fue “uno de los más destacados soberanos de la época de las taifas”21. no lo tuvo nada fácil, lo cierto es que su progenitor partía de cierta base de autoridad y reconocimiento cuando entró en Zaragoza, pero Aḥmad tuvo que ganarse la sumisión de sus hermanos a través de las armas. El primer enfrentamiento tuvo lugar contra el gobernador de Huesca, llamado Lubb —el único del que no nos ha llegado testimonio numismático22— aunque el más costoso de sitiar fue Yūsuf, que ganó el apoyo de los territorios cercanos y además compró la protección de los condes catalanes y del rey de Pamplona. Las parias desempeñaron un papel fundamental en este momento, pues tanto Fernando I de Castilla como Ramiro I de Aragón, García de Pamplona o Ramón Berenguer I, se beneficiaron enormemente de la rivalidad entre hermanos. En noviembre de 1058, cuando la situación parece que no se podía sostener demasiado, se entrevistaron al-Muqtadir y al-Muẓaffar. Cuenta Ibn Ḥayyān que Yūsuf fue atacado por un caballero navarro que al parecer servía 19 IBN IḏĀRī, op. cit., p. 185. 20 No nos vamos a detener en estos detalles que, por otra parte, se encuentran ampliados y bien explicados en VIGUERA MOLInS, M. J., Aragón musulmán…, p. 187. 21 GUICHARD, P., al-Andalus frente a la conquista cristiana, Madrid-Valencia, 2001, p. 61. 22 Las hay de Muḥammad, en Calatayud, hasta 1048-1049, con el sobrenombre de ‘aḍūd al-Dawla (“Soporte de la Dinastía”) y de Munḏir en Tudela hasta 1050-1051, intitulado al-Ẓāfir (“El Triunfador”) y Yūsuf, en Lérida, con el título de al-Muẓaffar (“El Victorioso”). VIGUERA MOLINS, M. J., Aragón musulmán…, pp. 188-189.

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a su hermano —aunque éste luego lo negase y diese muerte al atacante— por lo que las hostilidades no cesaron. A pesar de todo, al-Muqtadir logró expandir su control por Tortosa —de forma pacífica— y Denia, incluso en 1076 “compró” los derechos que Alfonso VI pretendía tener sobre Valencia. Sobre el caso de Valencia, P. Guichard cree que la lealtad de la taifa pudo oscilar entre Toledo y Zaragoza desde 1077-78 a 1084-85, aunque reconocieron la soberanía hūdí tras la boda de un hijo de al-Muqtadir y la hija del wazīr Abū Bakr b. ‘Abd al‘Azīz. Unida a la expansión territorial, una de las claves de la legitimación de al-Muqtadir fue, sin duda alguna, cierta revitalización del ŷihād en al-Andalus. Tras el éxito cristiano de lo que se conoce como la “proto-cruzada” de Barbastro23 hubo un cierto pesimismo en el pensamiento andalusí relacionado con la incapacidad de los gobernantes de taifas de hacer frente al impulso cristiano. Un fragmento del Bayan al-Mugrib que a su vez toma las palabras de Ibn Ḥayyān es especialmente representativo al respecto y pone de relieve el cuestionamiento de la autoridad, que discutiremos más adelante: “El portador de las lúgubres noticias [sobre Barbastro] llegó con ellas a Córdoba en el mes de ramadán [17 de agosto a 15 de septiembre de 1064] y [éstas] hirieron los oídos, se quedaron suspensos los corazones y tembló la tierra de todo al-Andalus (…) No se apartaban en esto de su costumbre, de considerar alejado el temor, de engañarse con la esperanza y de confiar en los erráticos emires de la separación —que oscilaban entre la cobardía y la incapacidad— que los apartaban del camino derecho y les hacían confuso lo claro [de la buena guía] del adalid. El daño de los hombres no ha cesado [de estar] desde que fueron creados, en dos categorías de ellos, que son como su sal: los emires y los alfaquíes (…) Los emires injustos los han desviado [o sea, a los hombres] del camino recto, alejándose de la comunidad [unida] y dirigiéndose hacia la división. Los alfaquíes, que son sus guías [han mantenido] silencio sobre ellos. Pero ¿qué [se puede] decir acerca de una tierra en la que ha estropeado su sal, que es la que hace buenos todos sus alimentos y ha venido a ser mientras su veneno mortal? ¿Acaso ella no está cerca de su perdición y de su exterminio? El estupor llenó a estos emires que no tuvieron para esta desgracia atroz, [acaecida] en Barbastro, más que el recurrir a cavar fosos, elevar murallas (…) descubriendo al enemigo de ellos su mala disposición de ánimo, por arrojarse entonces en sus manos”24. 23 Las crónicas se refieren a este acontecimiento con las siguientes palabras “En el [mismo año] el enemigo se apoderó también de la ciudad de Barbastro que es una de las capitales de la frontera, notable por la fortaleza y las defensas. La sitiaron los cristianos aproximadamente unos cuarenta días hasta uqe la conquistaron por asalto, como se expuso anteriormente. Dice al-Bakrī: (…) mataron a toda su gente y cautivaron a las mujeres de los muslimes y a los niños que en ella había, en incontable cantidad.”, IBn IḏĀRī, op. cit., pp. 210-211. 24 Ibídem. pp. 211-212. Sobre la percepción de los andalusíes de ese momento véase KASSIS, H. E., “Muslim Revival in Spain in the fifth/eleventh Century. Causes and Ramifications”, Der Islam, nº 67, vol. 1, 1990, pp. 78-110.

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Resulta llamativo ante este acontecimiento cómo las Memorias de ‘Abd Allāh de Granada no se hacen ningún eco de la noticia, en cambio sí reflejan el miedo ante el avance de al-Muqtadir hacia Denia25 lo que da buena cuenta de esos intereses divididos que tanto critica Ibn Ḥayyān. Un aspecto fundamental a tener en cuenta a la hora de estudiar las dinastías de taifas es el simbólico, como resalta M. Acién: “lo simbólico en la época de taifas tiene una importancia bastante mayor de la que se le ha concedido hasta el momento (…)”26. Podemos afirmar, partiendo de esta idea, que el valor simbólico de los Banū Hūd fue superior al de sus predecesores, en parte por la expansión territorial y especialmente por la recuperación de Barbastro por parte de al-Muqtadir el 19 de abril de 1065. De hecho, fue a raíz de este hecho, y no antes, cuando comenzó a titularse al-Muqtadir bi-llāh. Por otra parte facilitó la concordia entre hermanos hūdíes, que dejaron atrás sus hostilidades y se unieron por la defensa de la fe27. El triunfo en la recuperación de Barbastro concedió seguramente mucho prestigio a al-Muqtadir, pero este seguía atado al pago de parias, primero a Castilla y, tras una serie de acuerdos firmados entre 1069 y 1073, al rey pamplonés para garantizarse mutua defensa frente al Reino de Aragón. Como señala M. J. Viguera, en un momento de tanto pesimismo y desconfianza hacia los emires, el sistema de parias —efectivo para contener los ataques cristianos— era muy impopular entre la población, que veía como sus impuestos no hacían más que aumentar28. A pesar de todo, esa tímida revitalización del discurso de ŷihād, la expansión territorial por Denia y la creación de un ambiente cultural propicio29 en Zaragoza, contribuyeron notablemente a la legitimación de al-Muqtadir como uno de los grandes emires andalusíes de ese momento y así se nos ha transmitido a través de las fuentes. Las alabanzas a este personaje incluyen también elogios 25 “(…) Lo que le ocurrió a Ibn Hūd con Denia fue lo mismo que le pasó a Ibn ḏī-l-Nūn con Córdoba: al apoderarse de la plaza, todo al-Andalus se conmovió y todos los príncipes, al ver que la había entrado sin combatir y en un abrir y cerrar de ojos, se alarmaron y comenzaron a hacer preparativos para precaverse de su maldad, hasta que Dios los libró de él, haciéndolo morir en plena guerra y a punto de lograr sus esperanzas”, ‘ABD ALLĀH AL-BULUGGīN, El siglo XI en primera persona. Las “Memorias” de ‘Abd allāh, último rey Zīí de granada, destronado por los almorávides (1090), LÉVI-PROVEnÇAL, E. (ob. 1956) y GARCÍA GÓMEZ, E. (traductores), 2010 (1ª edición 1980), pp. 189-190. 26 ACIÉn ALMAnSA, M., op. cit., p. 47 27 Al-Muẓaffar de Lérida recurrió a su hermano por medio de una carta redactada por su secretario, Ibn ‘Abd al-Barr —que pretendía dirigirse a todo al-Andalus en nombre de los barbastrinos— que apela a solidaridad entre musulmanes: “a todos los gobernantes musulmanes y guerreros creyentes, guardianes de la Fe, autoridades y súbditos ¿qué pensáis al ver las mezquitas y alminares donde antes se recitaba el Corán y daba gozo la llamada a la oración, ahora clausurados por el politeísmo y la infamia, llenos de campanas y cruces, en lugar de los fieles de Allāh?”, VIGUERA MOLINS, M. J., Aragón musulmán… p. 194. 28 Ibídem, p. 204 29 AnDú RESAnO, F., El esplendor de la poesía en la taifa de Zaragoza (409 de la hégira/ 1018 D.C. -503 de la hégira / 1110 D.C.), Zaragoza, 2007; véase también LOMBA FUENTES, J., “El Islam en el Valle del Ebro: la cultura filosófica y científica”, en V Semana de estudios medievales: Nájera, 1 al 15 de agosto de 1994, 1995, pp. 175-189.

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hacia su erudición, aspecto que superaría su hijo al-Mu’tamin. Sin duda, intelectuales y poetas de fama encontraron en Zaragoza un espacio de producción artística y cultural cuya plasmación material se ilustra en el palacio de la Aljafería (al-Ŷa‘fariyya). Antes de hablar de la sucesión de al-Muqtadir, vamos a detenernos en el papel que desempeñan los ‘ulamā’ en la taifa hūdí. Este colectivo es fundamental para la legitimidad de los gobernantes musulmanes, especialmente a partir de finales del siglo VIII y comienzos del IX, cuando las escuelas de jurisprudencia islámica ya se han consolidado30. El fragmento anteriormente citado de Ibn Ḥayyān es especialmente ilustrativo sobre la simbiosis entre emires y ‘ulamā’ para guiar los corazones de los súbditos andalusíes y cómo el desprestigio de la autoridad implica a ambos grupos de poder. Realmente, la posición de los ‘ulamā’ comenzó a fortalecerse a partir del califato de ‘Ab al-Raḥmān III al-Nāṣir (912-961)31. El creciente protagonismo que les brindaba el califa desembocó en un incremento de la influencia política de estos ‘ulamā’, algo que en el siglo XI era más que evidente, como expondremos en el siguiente párrafo. Como señala D. Urvoy32, la fitna supuso poner en juego un cierto número de fuerzas tanto a nivel político como cultural, que va a llevar a situar Córdoba como una región más en la producción de conocimiento, perdiendo así su dignidad de “capital cultural” en tanto que capital califal. Lo cierto es que, en general, la fragmentación del territorio permitió la diversificación de los centros culturales y muchos gobernantes empezaron a actuar como mecenas —y algunos como al-Mu‘tamid de Sevilla se autorreconocieron como poetas— de manera que la creación intelectual se vio estrechamente entreverada con el poder33. La Marca Superior, así como el Levante son objeto de una cierta subestimación por parte de Ibn Baškuwāl a juicio de D. Urvoy34, pues sitúa este territorio por debajo de Toledo en cuanto a sus relaciones con Córdoba. Urvoy defiende que tanto Zaragoza como el Levante estaban al mismo nivel de Toledo 30 Una obra muy ilustrativa sobre el desarrollo de la figura de los ‘ulamā’ es SCHACHT, J., The Origins of Muhammadan Jurisprudence, New York, 1959. 31 Fue entonces cuando situó a un ‘ālim a la cabeza de los ‘ulamā’ y le concedió el título de Šayj al-‘aṣr y además creó una especie de consejo para éste, conocido como al-Fuqahā’ al-Mušawarūn, MALCZYCKI, W. M., reaching a new understanding of the andalusí ‘ulamā’ of the taifa kings era (10131086), Master of Arts thesis from the Department of Laguages and Literature, University of Utah, 2001, pp. 98-99. 32 URVOy, D., El mundo de los ulemas andaluces del siglo V/XI al VII/XIII. Estudio sociológico, Madrid, 1983, pp. 33-34. 33 Un artículo muy ilustrativo sobre este tema es CHAFIC DAMAJ, A., “Relación entre el poeta el poder político en la época de taifas: de la concordancia a la discrepancia”, MEAH, sección árabe-islam, nº 53, 2004, pp. 3-38. 34 D. URVOY, op.cit., pp. 74-79.

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en ese ámbito y que la independencia, tras el primer contragolpe de la fitna, se prueba favorable para Zaragoza, pues supo conservar un núcleo cultural sólido “sin extraer los hombres de ciencia del exterior y casi sin estudiantes”35. De hecho, defiende que la situación geográfica tan delicada y las amenazas exteriores prácticamente constantes tienden a reforzar la vida intelectual y que esa eterna frontera que rodea a la taifa debió ser también la fuente de numerosos contactos e intercambios intelectuales. Además, fue un foco receptor de estudiantes y estudiosos de ciudades vecinas, especialmente del sur peninsular. En palabras de Urvoy “es cierto que la Marca Superior se ha impuesto ella misma, y cara a los cristianos, por una cultura superior”36, es decir, que buena parte de la legitimación de la autoridad parte del prestigio intelectual, más que de una figura gobernante realmente visible o fuerte. Es especialmente conocido el papel de los poetas y sus composiciones panegíricas, exaltando las virtudes y excelencias de los gobernantes que buscaban un fin propagandístico, informativo e incluso que reafirmase su legitimidad y que gratificaban sobradamente al autor si les parecía que la obra así lo merecía37. Además de lo mencionado por D. Urvoy, nos basamos especialmente en los estudios de M. Fierro sobre esta cuestión, que es la gran estudiosa de la intelectualidad andalusí y su relación con la política. La importancia de los ‘ulamā’ se explica además por la concentración poblacional y la consolidación de tramas urbanas, un fenómeno que nos viene explicado tanto por la numismática como a través de las fuentes escritas38. Este hecho está directamente en relación con el célebre florecimiento de la actividad cultural en las taifas, al que hemos hecho referencia anteriormente. Hemos mencionado al hijo de al-Muqtadir, que fue uno de los matemáticos más reconocidos de su tiempo. Accedió al poder desde 1082 que su padre estaba enfermo. Éste había dividido sus dominios entre él y su hermano Munḏir, gobernador en Denia39. Es bajo el gobierno de Yūsuf al-Mu’tamin (1081/82-1085) cuando se recoge las noticias de las acciones del Cid Campeador, sobre el que tanta tinta se ha derramado. También fue este el momento de consolidación de una alianza con su suegro Abū Bakr, el gobernante de Valencia, que fijase de forma definitiva la soberanía hūdí en el Šarq al-Andalus, pero ésta 35 Ibídem, p. 76. 36 Ibídem, p. 77. 37 CHAFIC DAMAJ, A., Op. cit., pp. 13-27 En estas páginas hay numerosos ejemplos de poemas laudatorios y de lo contrario, en el caso de que perdiesen el favor del gobernante. Algunos poetas cargaron su cálamo de forma voraz contra figuras en el poder, como es el caso de al-Mu‘tamid de Sevilla e Ibn al-Abbār. 38 Véase PRIETO y VIVES, A., Los reyes de taifas, Madrid, 1926 y un artículo sobre Ibn Ḥazm y la moneda de los reinos de taifas, BARCELÓ, M., “’Rodes que giren dins el foc de l’infern’ o per a què servia la moneda dels taifes?”, Rubartayr = Gaceta Numismática, nº 105-106, 1992, pp. 15-23. 39 Este territorio fue bastante problemático para el emir zaragozano, para más detalle al respecto véase VIGUERA MOLInS, M. J., Aragón musulmán…p. 207.

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resultó efímera por la muerte de ambos gobernantes. En el año 1085 falleció el emir de la taifa de Zaragoza, al que se le describe en las fuentes más como erudito y mecenas que como buen gobernante. Dice de él ‘Abd Allāh de Granada: Era al-Mu’tamin hombre sabio, que había leído muchos libros, y junto con ello se interesaba en la adivinación del porvenir, gracias a lo cual pudo saber que su muerte estaba próxima. No le desvanecía ser rey y, en la mayor parte de las cosas mundanas, era un verdadero asceta (…)40.

COnCLUSIOnES

En primer lugar, hemos visto que el califato se mantiene como legitimador durante el siglo XI, al menos en la primera mitad, incluso para ciertos actos que responden a intereses individuales como es el asesinato del último tūŷībī. D. Wasserstein afirma que la tradición califal se mantiene y actúa como fuente legitimadora, incluso cuando la institución en sí está desacreditada y sin representantes políticos de altura41. De esta forma, la dignidad califal se mantiene de forma simbólica, aunque ya no esté revestida de la autoridad de facto que se le concedía antaño. Por otra parte, apreciamos una continuidad entre las élites locales de la Marca Superior durante la época ‘āmirí y aquellos que se hicieron con el control de la taifa durante la fitna en los primeros años de emirato de Munḏir42. El problema de legitimación surge con el cambio de dinastía. Sulaymān aún representa la continuidad en algún aspecto, por haber gobernado en los territorios de Tudela y Lérida a lo largo del período tūŷībī. Además su papel como pacificador y restaurador del orden le otorga autoridad y reconocimiento a su soberanía. El problema lo tiene su hijo, que debe mantener el poder de la dinastía a través de la serie de mecanismos que hemos analizado en este trabajo. El momento de mayor esplendor de la Marca Superior se dio con al-Muqtadir, también el que más factores de legitimación necesitaba, pues sus hijos ya tenían una posición consolidada en el trono y su autoridad no parece tan discutida. De ahí que nos hayamos centrado más en su figura, cuya legitimidad se sostiene sobre los mismos mecanismos que sostenían el poder califal —la guerra, la expansión territorial y el florecimiento cultural— pero carece del principio legitimador de jilāfa, una vez que el califato Omeya ha caído. Su hijo, en cambio, reproduce un modelo completamente distinto de gobernante, el de “soberano 40 ‘ABD ALLĀH AL-BULUGGīN, op. cit., p. 190 41 WASSERSTEIN, D., The Rise and Fall of the Party-Kings. Politics and Society in Islamic Spain, 1002-1086, New Jersey, 1985, pp. 68-69. 42 Wasserstein considera que el caso de Zaragoza es especialmente representativo de este fenómeno. Ibídem, p. 101.

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sabio” que descuida la política en pos del estudio y la religiosidad. A la muerte de al-Mu’tamin accedió al poder su hijo Aḥmad al-Musta‘īn, que salió malparado de la mayor parte de campañas que emprendió contra Alfonso VI y contra el Reino de Aragón, y tuvo que hacer frente a la llegada de los almorávides y la pérdida total de su soberanía. Con él, fue el fin de la dinastía de los Banū Hūd en la Marca Superior. BIBLIOGRAFíA ABD ALLĀH AL-BULUGGīN, El siglo XI en primera persona. Las “Memorias” de ‘Abd allāh, último rey Zīí de granada, destronado por los almorávides (1090), Traducidas por E. Lévi-Provençal (ob. 1956) y Emilio García Gómez, 2010 (1ª edición 1980). AL-QALQAšANDī, Subḥ al-a’ša fi kitābāt al-inšā, trad. Luis Seco de Lucena, Valencia, 1975. AnDú RESAnO, F., El Esplendor de la poesía en la taifa de Zaragoza, Zaragoza, 2007. ARIZA ARMADA, A., “Monedas en los reinos de taifas”, en V Semana de estudios medievales: Nájera, 1 al 15 de agosto de 1994, La Rioja, 1995. BALAGUER, A. M., Del mancús a la dobla. Or i pàries d’Hispània, Barcelona, 1993. BARCELÓ, M., “’Rodes que giren dins el foc de l’infern’ o per a què servia la moneda dels taifes?”, Rubartayr = Gaceta Numismática, nº 105-106, 1992, pp. 15-23. “El califa patente. El ceremonial omeya de Córdoba”, en PASTOR R. et al. (ed.) Estructuras y formas de poder en la historia, Salamanca, 1991, pp. 51-72. CANTO GARCÍA, A., “Cuestiones económicas y numismática andalusí”, Aragón en la Edad Media, nº 9, 1991, pp. 429-444. CHAFIC DAMAJ, A., “Relación entre el poeta el poder político en la época de taifas: de la concordancia a la discrepancia”, MEAH, sección árabe-islam, nº 53, 2004: 3-38. COOK, M. A., Muhammad: a very short introduction, London-New York, 2001. Early Muslim dogma: a source-critical study, Cambridge, 1981. CROnE, P., Medieval Islamic Political Thought, Edinburgh, 2004. DABASHI, H., Authority in Islam. From the rise of Muhammad to the establishment of the Umayyads, New Brunswick-London, 1989. FIERRO, M., Abderramán III y el califato omeya de Córdoba, San Sebastián, 2011. —

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