La Justificación por la Fe, o una libertad en reparación.

July 3, 2017 | Autor: M. Vilches Real | Categoría: Teologia
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Descripción











LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE
Una libertad en reparación












Tanto para Lutero como para el concilio de Trento existe una incompatibilidad entre la ley y el evangelio. La ley de la retribución excluye aquello que sobreabunda y se derrama en la gracia. La desproporción que existe entre las obras del ser humano y la obra redentora de Cristo es tal que es abisal. Asimismo la justicia y el amor son de un orden completamente diferente, como dice el Cantar de los cantares en el último de los ocho capítulos que contiene: "Si alguien ofreciera toda su fortuna a cambio del amor, tan sólo conseguiría desprecio". La inspiración del autor bíblico nos señala algo que P. Ricoeur menciona en Amor y justicia citando a Pascal diciendo que la caridad es de un orden distinto a las acciones humanas, es sobrenatural.
La justificación es para Lutero y los protestantes la acción por la que Dios, en vez de imputar al ser humano su pecado, le imputa la justicia de que se trata ante todo de una declaración, en virtud de la cual Dios tiene justo al que era y continúa siendo pecador. La justificación no transforma al ser humano. El pecado persiste, pero ya no es imputado. Estamos ante una concepción forense de la justificación. El cristiano es justo por la santidad ajena o extrínseca, por misericordia y gracia de Dios.
En el concilio de Trento (1547) enseñó en cambio el carácter interior de la justificación como un hecho que modifica realmente al hombre.
La secuela de la justificación forense protestante es la célebre tesis del hombre a la vez justo y pecador. Pecador en realidad y de verdad, pero justo por imputación.
Si bien Lutero y Trento coinciden conceptualmente en algunos puntos debieron pasar muchos años para ser conscientes de dicho encuentro. En un principio se extremaban las posturas en un mero discurso apologético y sin un diálogo sincero. Sin embargo, tras las definiciones acerca de la justificación se debate acerca de un tema antropológico que es una de las notas definitorias de lo humano: la libertad.
Para el mundo protestante la libertad del hombre es en realidad la negación de la libertad. Lutero rechaza la libertad plena del hombre. Es debido a la realidad del pecado que el hombre es completamente corrupto, incapaz de hacer el bien. Todas las obras que proceden de él son pecado. El pecado es lo que constituye al hombre como un no-libre, ya que no puede obrar el bien y por lo tanto no puede amar a Dios. Asimismo la voluntad del hombre es esclava y no posee libre albedrío. Con todo esto: ¿qué posibilidad le queda al hombre frente a su propia salvación? Solo una cosa, la sola fides, es decir, la fe fiducial: la certeza de que Dios mira al pecador con misericordiosa benevolencia a pesar de su pecado; el esperarlo todo de la bondad divina, no esperar nada de la condición humana. La acción se da por parte de Dios, mientras que el hombre sólo puede adoptar una actitud de pura receptividad.
Para la visión de la teología católica el hombre en la caída ha quedado herido en su libertad pero no completamente. Es capaz de responder libremente a la gracia y prestar además su cooperación a la misma, como también es libre de rechazar el proyecto que Dios le indica. El hombre es ante Dios un verdadero sujeto. Hay en él una capacidad de respuesta libre. La prioridad de la gracia divina es indiscutible y absoluta, pero no conlleva la anulación de la libertad humana.
Algunas nociones de la libertad según K. Rahner ayudarán a comprender mejor este aspecto. En el libro La gracia como libertad el teólogo alemán menciona varios aspectos. La libertad como la capacidad del sí y del no frente a Dios. La libertad es la total disposición del sujeto hacia lo definitivo. Es, por lo tanto, libertad para salvarse o condenarse. La libertad es la capacidad de lo eterno. La libertad es la facultad dialogística del amor. La libertad es la capacidad de amar. Por la gracia la libertad es una libertad liberada. Esta última expresión incluye que la libertad es liberada del pecado y de la inclinación a auto fundarse a sí misma alejada del principio sustentador de toda libertad que es Dios. Dios nos libera de una libertad herida e inclinada al mal.
Podríamos agregar que la libertad es posibilidad de introducir el mal en la historia, la incorporación del misterio del mal desenvolviéndose en medio de nosotros e influyendo con su dinámica en nosotros mismos y en los otros.
El problema del mal se aloja entonces como una reflexión necesaria. Existen varias definiciones del mal y podemos definir el mal de acuerdo a variados puntos de vista. El mal como oposición a lo moral, el mal es lo inmoral. El mal o lo malo se define desde esta perspectiva como lo opuesto a la moral y entendemos la moral como las disposiciones de una cultura que tiene como finalidad el ordenar ciertas conductas en vistas del bien común. Otra idea es concebir el mal como el otro polo de la realidad, doble principio de la realidad. En algunas religiones de medio oriente como el Zoroastrismo y algunas concepciones desde la filosofía como el maniqueismo proponen la existencia de dos principios divinos que en su lucha intramundana desencadenan el mal o el bien.
El mal como ausencia, es decir, el mal es ausencia de bien. ¿Cómo podemos acceder a conocer una realidad que es definida como ausencia? Pues mediante el relato o la narración acerca del mal vivido u obrado. La interpretación será la categoría necesaria para esta definición del mal. En todo relato podemos acceder a la realidad vivida del mal, por ejemplo en el cine, la literatura, lo que podemos decir de nosotros mismos, la historia, etc.
El mal como Daño, físico o moral. Existen dos formas: quien recibe el mal, la víctima experimenta el mal como dolor. Quien obra el mal experimentará la culpa. El dolor y la culpabilidad son los ejes de la fragilidad humana expresada en el mal. Asimismo la fragilidad humana, la finitud, la incapacidad y la impotencia del hombre manifiestan su inclinación al mal.
El mal como error. No dar en el blanco del fin último del Hombre. Quien recibe los efectos del mal como error es el mismo sujeto pues se aleja de su autorrealización. Además, puede causar fruto de su error daño a otros. Así el pecado es otra definición del mal. Pecar es fallar al proyecto que Dios ha preparado para cada ser humano. La voluntad de Dios es en definitiva la felicidad del Hombre, es decir, la mayor y más permanente realización de las capacidades del Hombre desenvueltas en el curso de su historia. La fuente y el origen del pecado es la libertad herida del Hombre que está inclinado al mal, la concupiscencia.
En la esfera de lo macro se puede pensar el pecado social. La libertad herida inclinada al mal ha construido estructuras sociales, económicas y políticas (también religiosas) en las cuales se sigue expresando el mal como daño. Por ejemplo, el modelo económico imperante genera por sí mismo marginación, mala concentración de las riquezas y otros males a los que cada uno ayuda a poner movimiento cada vez que usamos la tarjeta bancaria o cuando recibimos nuestro sueldo en la cuenta corriente. Esta es una realidad que nos supera completamente, nos sentimos frente a esta realidad, impotentes. Deseamos fuertemente que no haya marginación o pobreza pero colaboramos con ello irremediablemente.
El mal también se puede pensar en cuanto efectos del pecado en el ser humano. Uno de los efectos del pecado en el ser humano es la deshumanización. Este efecto del pecado consiste en animalizarnos, dejarnos configurar por el instinto y el doble principio del egoísmo y el placer. Otro efecto es la pérdida de la identidad o disociación interior. El pecado nos hace olvidar nuestro nombre y nuestra historia, el pecado convierte al hombre en el "sin historia", ya casi no posee identidad ni origen. Además, posee un Yo disociado ya que cuando se refiere a si mismo se hace en tercera persona. Es decir se dice yo pero como un otro. También el pecado nos separa de los otros en la sociedad, en su expresión más extrema está la marginalidad social, es decir, un ser humano que vaga desesperado por la periferia de la sociedad. Además, debemos mencionar el miedo o la desesperanza. El ser humano herido por el pecado tiene miedo, esto es igual a esperar el mal futuro, la desesperanza, pues frente al futuro solo ve un mal que se avecina. Finalmente el hombre percibe una incapacidad para discernir el bien del mal, el acierto del error, la consolación de la desolación.
Para terminar y a modo de conclusión quiero mencionar algunas reflexiones sobre la justificación como reparación de la libertad por la seducción de los deseos y de la categoría de la unidad en la polaridad como lugar de encuentro. La libertad herida del ser humano producto de la caída de Adán, ha inclinado el deseo del hombre para satisfacerle solo a él mismo mediante el impulso egoísta de la concupiscencia, ésta en sí no es pecado pero inclina al pecado, por ejemplo a pretender para sí todo el placer en la lujuria, o desear todas las miradas para sí en la vanidad, o desear todos los bienes materiales para sí en la avaricia, asimismo querer toda la comida para sí en la gula, etc. San Juan de la Cruz en su Cántico Espiritual describe un largo proceso de liberación de la libertad mediante la seducción del deseo. El alma, símbolo espiritual de la persona, es herida de amor, esto quiere decir que la sublime alteridad del Otro por antonomasia, Cristo, se regala de tal manera gratuita y desproporcionadamente que hiere el centro mismo del deseo haciendo desear al único necesario . El alma herida seducida por un principio de gozo desconocido, el amor de Dios, sale en busca de esta presencia personal y cautivante. El alma sale en busca de su Amado, Cristo cuyo rostro antes velado ahora ha resplandecido por un instante en la Amada. El carácter relacional atraviesa esta obra donde además Dios se desenvuelve como Trinidad amorosa que se autocomunica de manera particular con la Amada, el Alma, como Padre, Hijo y la obra misma como Espíritu Santo.
En la obra espiritual de los grandes místicos se evidencia una gran analogía entre en misterio de la unión del hombre con Dios: el matrimonio espiritual. Sobre esto debo señalar una idea antes, la podríamos llamar una teología desnuda. Esta teología desnuda nace no del intento personal de alcanzar a Dios individualmente o con sola la razón o los afectos, sino que nace en y desde la pareja humana en el abrazo libre y amoroso con el Señor resucitado desnudo. Este abrazo es posible en la pareja humana, el matrimonio, donde de la dualidad sexuada deviene "una sola carne" en la carne resucitada de Cristo. Es allí, en el misterio de la unidad de los complementarios donde nace la posibilidad cierta de la unión con Dios. Es en este "nosotros" completamente múltiple y único donde la realidad dinámica de la inhabitación trinitaria se desata y transforma al ser humano. Si antes el deseo concupiscible tironeaba el deseo hacia el ego, ahora con el impulso del Espíritu Santo lo lanza fuera de sí mismo hacia una dirección que le plenifica en su más propia identidad, más humano, más libre , más fraterno y solidario. La plenificación es todo don de Dios, es gracia, nunca propia elaboración. La liberad del hombre es seducida desde fuera pero al mismo tiempo es movida (moción) desde dentro. La unión de voluntades hace que la voluntad humana siga la divina comunicada en el Espíritu Santo.
Al finalizar Se debe enfatizar el carácter unitivo en la carne de Cristo, es allí donde el hombre puede experimentar la unión hipostática de la naturaleza humana y divina de Cristo. La unidad en la polaridad es posible en la carne resucitada de Cristo.
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Cf. Ct 8, 7
Cf. Ricoeur, Paul. Amor y justicia, (trad. de Tomás Domingo Moratalla, Caparrós editores, Madrid), pág. 34: "Me gustaría situar la primera parte de mi investigación, consagrada a la desproporción entre amor y justicia, bajo el signo de una cita de Pascal: "Todos los cuerpos juntos, y todos los espíritus juntos y todas sus creaciones no valen lo que el menor impulso de caridad. Esto último es de un orden infinitamente más elevado. De todos los cuerpos juntos no sabríamos hacer surgir un pequeño pensamiento. Esto es imposible y de un orden diferente. De todos los cuerpos y espíritus no se sabría sacar un impulso de verdadera caridad; esto es imposible y de un orden distinto, sobrenatural"".
Contra la justificación forense y solo imputada propuesta por la Reforma Protestante.
Cf. Schickendantz, Carlos. El tratado de gracia. Breve historia, algunas observaciones y perspectivas actuales. Pág. 1
Cf. Sesboue, Sauvés par la grace, pág. 145: "A finales del siglo XVI la gran división entre la teología católica y la teología protestante se ahonda. Ahora la actitud recíproca de los teólogos de ambas partes es la controversia, en este género literario muy apologético, todo el mundo quiere imponerle sus aciertos y errores de la otra. Esta actitud propone espontáneamente centrarse en lo que divide en lugar de lo que es común. Reconocer una verdad demasiado explícita en el otro parece complacencia ciega. La crítica es masiva y global".
Rahner, Karl, La gracia como libertad Breves aportaciones teológicas, Barcelona 1972.
Rahner, Karl, La gracia como libertad…pág. 43: "Dios concretamente no está sólo presente como el horizonte de nuestra transcendencia que siempre escapa y desaparece, sino que se ofrece como tal en lo que llamamos gracia divinizante, como nuestra posesión inmediata, entonces la libertad recibe en la transcendencia y en el sí y el no por razón de su fundamento una inmediatez para con Dios, por medio de la cual, y de la manera más radical, se convierte en la facultad del sí y del no frente a Dios mismo".
Rahner, Karl, La gracia como libertad…pág. 44 -45 : "El hombre puede decidir y disponer de sí mismo como de un todo y de un modo definitivo, por medio de su libertad; (…) por su libertad de decisión es realmente, en el fondo de su mismo ser y con toda verdad, bueno o malo; que allí está ya dada su salvación o condenación definitiva, aunque tal vez todavía oculta, entonces la libertad responsable se transforma y ahonda de una manera impresionante".
Rahner, Karl, La gracia como libertad…pág. 47 : "Cada uno de esos actos (libres aislados) se realiza en el horizonte de la totalidad de la existencia desde el que reciben su peso y medida. Libertad, es, pues, la capacidad para lo eterno".
Rahner, Karl, La gracia como libertad…pág. 48: "Sólo el amor es capaz de unir todas las fuerzas contradictorias del hombre, porque las, puede dirigir hacia Dios, cuya unidad e infinitud crean en el hombre aquella unidad que reúne la diversidad de lo finito, sin suprimirla; sólo el amor permite que el hombre se olvide de sí mismo ¡qué infierno si no lo logramos! -, sólo Él puede liberar hasta de las horas más oscuras del pasado, pues posee en exclusiva el valor de creer en la compasión del Dios santo".
Rahner, Karl, La gracia como libertad…pág. 58: "En la propia historia de esta libertad aparece poco a poco la manera con que Dios se comporta para con esta libertad, que al aceptar el riesgo debe confiarse sin condiciones en manos del indisponible, si es que no se le quiere oponer, Este estado de cosas se agudiza más aún con lo que hemos llamado la situación pecaminosa de la libertad".
Cf. ricoeur, paul . El mal: desafío a la filosofía y a la teología, pág. 3: "En el rigor de este término, el mal moral -el pecado en lenguaje religioso- designa aquello que hace de la acción humana un objeto de imputación, de acusación y de reproche. La imputación consiste en asignar a un sujeto responsable una acción susceptible de apreciación moral. La acusación caracteriza la acción misma como violación de un código ético dominante en la comunidad considerada. El reproche designa el juicio de condenación en virtud del cual el autor de la acción es declarado culpable y merece ser castigado.
Religión de los antiguos persas que está basada en la existencia de dos principios divinos en lucha eterna, uno bueno, creador del mundo y otro malo, destructor.
Doctrina religiosa que tuvo su origen en las ideas de Manes (siglo iii d. C.) y que se caracterizaba por creer en la existencia de dos principios contrarios y eternos que luchan entre sí, el bien y el mal.
Todas las citas del Santo están tomadas de San Juan de la Cruz, Obras Completas, (Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2003).
Dios comunica "Mirándolas" el ser y gracias naturales a las criaturas y, además, las viste de hermosura mediante la figura de su Hijo (CB 5,4). En este punto se reconocen el Padre y el Hijo y la relación que establecen con la creación. El símbolo de la mirada se podría identificar con la acción transformadora del Espíritu Santo el cual recrea y embellece las criaturas y además les comunica el ser sobrenatural (CB 5,4) en la encarnación.
Cf. Lc 10 38-42. "38 Mientras iban ellos de camino, El entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39 Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 40 Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos; y acercándose a Él, le dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. 41 Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; 42 pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada".
La mirada y el encuentro con la hermosura invisible mediada por la hermosura visible de las criaturas genera purgación pasiva, es decir, el alma padece ansias y penas porque no hay otro (otra cosa) que le llene, enciende en el alma el deseo de verle con los ojos de su alma, pues solo él es la luz en que ellos miran (CB 10, 4).
Cf. S.S. Juan Pablo II, Inocencia y desnudez, Audiencia General del 19 de diciembre de 1979: Después de la creación del hombre como varón y mujer, cede el puesto al descubrimiento feliz de la humanidad propia «con la ayuda» del otro ser humano; así el varón reconoce y vuelve a encontrar la propia humanidad «con la ayuda» de la mujer (Gén 2, 25). Esto realiza, al mismo tiempo, una percepción del mundo, que se efectúa directamente a través del cuerpo («carne de mi carne»). Es la fuente directa y visible de la experiencia que logra establecer su unidad en la humanidad. Dios, según las palabras de la Sagrada Escritura, penetra a la criatura que delante de Él está totalmente «desnuda»: «No hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia, antes son todas desnudas» (pánta gymná) y manifiestas a los ojos de Aquel a quien hemos de dar cuenta» (Heb 4, 13).
Cf. Benedicto XVI Reflexiona sobre la teología del cuerpo de Juan Pablo II, 13 de mayo de 2011: "La verdadera fascinación de la sexualidad nace de la grandeza de este horizonte que se abre: la belleza integral, el universo de la otra persona y del 'nosotros' que nace de la unión, la promesa de comunión que allí se esconde, la fecundidad nueva, el camino que el amor abre hacia Dios, fuente de amor. La unión en una sola carne se hace, entonces, unión de toda la vida, hasta que el hombre y la mujer se convierten también en un solo espíritu".
Hablo de la realidad matrimonial porque es la condición mayoritaria de los cristianos en el mundo, reflexión aparte conlleva la vida consagrada.
Cf. Mc 10, 7-9
Santa Teresa en su espiritualidad da vital importancia a la meditación sobre la humanidad de Cristo como lugar de encuentro espiritual.

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