La jovialidad de la religión/religación (2013)

June 13, 2017 | Autor: José María Vigil | Categoría: Religion, Religious Studies, Novos Paradigmas, Pos-religional
Share Embed


Descripción

La jovialidad de la religión/religación José María VIGIL Revista «Studium» 11(2013)39-50, del Studium Theologicum de Curitiba, PR, Brasil.

RESUMO: Este texto não tem, como tal, um caráter teológico, antes a sua é uma perspectiva de antropologia da religião. A religiosidade humana vive uma jovialidade, em constante mudança. Para compreender isso, torna-se necessário percebê-la em diferentes níveis e elementos da realidade global que as religiões implicam: experiência religiosa, explicação religiosas, realização institucional e fundamento “objetivo” da religião. Tudo o que é a substância, o coração da religiosidade continua vivo e jovial, cheio de força e criatividade, de mil maneiras diferentes, inclusive nas aparências mais estranhas. A religião está viva, goza de boa saúde e de muita jovialidade, inclusive onde classicamente acreditávamos que já nem existia mais. Ela se recompõe a si mesma, se renova, adota novas formas, até mesmo onde parecia estar ausente: e nisso demonstra uma jovialidade permanente, apesar de alguns sinais de vetustez. Palavras chaves: religião, experiência, explicação, jovialidade, religação. ABSTRACT: This text has not, as such, a theological character, but a perspective of anthropology of religion. Human religiosity lives a joviality constantly changing. To understand this, it is necessary to see it at different levels and elements of the global reality that religions involve: religious experience, religious explanation, realization and institutional foundation "goal" of religion. All that is the substance, the heart of religiosity, is still alive and jovial, full of energy and creativity, in a thousand ways, including the strangest appearances. The Religion is alive, in good health and lots of joviality, even where classically we believed no more existed. She rebuilds herself, renews itself and adopts new forms, even where it seemed to be absent: and it demonstrates a permanent joviality, despite some signs of dilapidation. Key words: religion, experience, explanation, joviality, re-linking. Vamos a tomar la palabra «jovialidad» en el sentido de carácter de juvenil de una realidad, equiparándola al concepto de vitalidad, como antónimo de decrepitud o vejez; una persona o entidad es jovial cuando tiene vitalidad suficiente para crecer, desarrollarse, superar dificultades y alejar el peligro de muerte. Es en este sentido como nos preguntan y nos preguntamos por la jovialidad de las religiones. Consideramos la pregunta a la vez teórica y prácticamente: ¿tienen futuro (jovialidad, vitalidad) las religiones?, ¿y en qué se fundamenta ese futuro?

La historia de las religiones ha sido pura jovialidad Un primer dato del que disponemos, que salta a la vista, es la historia de las religiones. Hoy día está al alcance de cualquiera, dada la disponibilidad de excelentes obras de estudio de esa temática. Refirámonos sólo a la monumental obra de Mircea Elíade, accesible en cualquier biblioteca especializada (incluso en internet). Son muchos volúmenes, y decenas de miles de páginas, no para una lectura rápida. Pero nadie debería privarse de realizar una lectura «en diagonal», revisando esos volúmenes un poco por encima, con alguna detención eventual, para dejarse impactar un poco por el portentoso e inabarcable desarrollo de las religiones humanas, desde que tenemos alguna noticia histórica de ellas. Basta «perder» unas pocas horas en esa lectura, aunque sea «transversal», para abrumarse ante la inmensa vitalidad-jovialidad que el impulso religioso de la humanidad ha manifestado en su historia. La religiosidad humana ha sido pura jovialidad, en ejercicio constante. Un libro más accesible aunque con alcances también de globalidad sería Una historia de Dios, en el que Karen Armstrong pretende presentar una historia de Dios (4000 años) «de la forma en que varones y mujeres lo han experimentado desde Abraham hasta nuestros días». Armstrong nos hace el

2

servicio de haber leído una infinidad de investigaciones y de resumirnos esa pujante e inabarcable historia de la ebullición de las ideas, sentimientos y representaciones religiosas en estos pocos milenios que nos es permitido conocer desde una perspectiva histórica. La historia conocida de las religiones nos muestra que éstas, o la fuerza religiosa humana que las mueve, es de una vitalidad tremenda, inabarcable e imprevisible. Las religiones han estado continuamente en movimiento, en cruce y mutua fecundación, en transformación constante: pura vitalidad. Distinguiendo niveles y elementos Sin embargo, para tratar de descubrir dónde reside concretamente esa jovialidad-vitalidad, conviene que discernamos las diferentes realidades, elementos o niveles que pueden estar confusamente agrupados en ese conjunto de pujante realidad que llamamos «las religiones», o «lo religioso». Ya sabemos que «todo está relacionado con todo», y que, en ese sentido, muchas realidades de la vida no son separables, pero sí pueden ser intelectualmente distinguidas, por motivos de inteligencia (intus-legere, leer dentro, descubrir lo escondido...). Veamos. En el mundo de la religión, un mundo tan vital y con frecuencia tan caótico, tan difícil de aprehender y de «ordenar» según nuestras necesidades humanas de comprensión, podemos distinguir distintos niveles de realidad. • Podríamos considerar en primer lugar el mundo de la experiencia religiosa. Nos referimos a la experiencia religiosa que las personas tienen. El ser humano ha sido homo religiosus tan pronto como ha sido homo1. Ha «experimentado» una realidad transcendente, mayor, superior... poderosa a la vez que huidiza... de la que tanto ha sentido la necesidad de protegerse, como el deseo incoercible de invocarla y gozarla (Otto: mysterium tremendum et fascinosum). Le ha dado muchos nombres, la ha sentido de maneras muy distintas, pero la experiencia misma de la transcendencia, más allá de sus nombres y sus formas cambiantes, no cabe duda de que ha sido una constante histórica universal. Mística, interiorización, contemplación, éxtasis, trance, estados modificados (superiores) de conciencia...: experiencia religiosa. • Otro nivel diferente del mundo de lo religioso sería el nivel de la explicación religiosa. Sea cual sea la sede de la experiencia religiosa, el ser humano no deja nunca de ser, a la vez, racional, inteligente, con una inteligencia vehiculada por el lenguaje, y no puede dejar esta capacidad y esta exigencia al margen de su experiencia religiosa. No le basta experimentar-sentir; necesita también sentir desde su inteligencia. Inteligencia sentiente, decía Zubiri. Necesita explicárselo todo: la naturaleza de las cosas, la naturaleza global, la realidad global (la famosa pregunta que Leibniz formularía : «¿por qué existe algo en vez de no existir nada?»), y la propia realidad personal: ¿por qué existo yo, y para qué? No es una necesidad meramente racional... Es tan experiencial y «sentiente» como la otra. El «sentido» de la vida, el sentido de la realidad, el sentido de sí mismo, no es una respuesta intelectual meramente teórica, una necesidad que sintieran sólo las personas con curiosidad intelectual... A nuestra propia escala, todos necesitamos sentido. El ser humano, el homo —y la mulier— sapiens, se ha caracterizado ancestralmente por su necesidad de colocar su vida —aunque sea virtual, imaginativa, míticamente— en contextos más amplios. No necesitamos saber sólo qué y por qué y para qué estamos haciendo esto a corto plazo, sino que, aquí también, tenemos una sed de infinito: desearíamos colocar nuestra vida en el contexto más amplio, el de «el plan de Dios», los arcanos designios de los dioses... para «sentir» cómo nuestra vida participa del sentido de la misma realidad global, de la Realidad divina, del cosmos... En este nivel entran en juego los desarrollos incontables e inabarcables de las explicaciones religiosas: los relatos cosmogónicos, las teogonías originarias, los relatos o narrativas, los mitos, buena parte de las Escrituras Santas, las incontables doctrinas con su adosado debate doctrinal tejido de ortodoxia y heterodoxia, los dogmas como supuestas opiniones definitivas... • Otro nivel es el de la realización institucional que, aunque no siempre, acompaña ordinariamente a estas experiencias religiosas. Son las instituciones globales de las religiones, que fungen de alguna manera como propietarias o representantes de una determinada corriente o familia 1

Hasta hace bien poco pensábamos que homo religiosus sólo lo era el homo sapiens sapiens... Hoy comienza a no estar tan claro. También pensábamos lo mismo respecto al pensamiento simbólico, al arte rupestre, a la utilización sofisticada de instrumentos... y hoy las pruebas arqueológicas empiezan a sugerir lo contrario. Nuestra humanidad radicaría más en el homo que en el sapiens...

3

de corrientes religiosas. Aun estando vinculadas originariamente a lo religioso, son instituciones humanas, entidades realmente sociológicas, que funcionan como tales, con las leyes que la sociología reconoce en las instituciones, con su propia concupiscencia institucional. Muy frecuentemente, estas instituciones acaparan el nombre de las «religiones», de forma que cuando hablamos del presente, el futuro (o la jovialidad) de las religiones, es en esas instituciones en las que estamos pensando... Para un pensamiento atento a las exigencias de la verdad, es claro que la institución religiosa misma no tiene fundamento sino por los otros dos niveles de la realidad religiosa: desconectadas de las experiencias y de las explicaciones religiosas, las instituciones se convierten en fantasmas institucionales que no representan nada más que a sí mismas, en uno de los más contradictorios aspectos de la dinámica de las instituciones sociales, bien conocido desde la sociología. • Obviamente, además de estos tres niveles de realidad, cabe pensar en un último nivel de la realidad religiosa, el más difícilmente expresable, que podríamos denominar sencillamente como «eso que haya ahí», es decir, el Misterio último al que precisamente siempre se refiere la experiencia religiosa, con cualquier nombre con que lo haga. Nos referimos a lo que —sin duda incorrectamente— podríamos denominar el fundamento «objetivo» de la religión, algo a lo que cada experiencia o movimiento religioso ha interpretado de una manera propia, le ha puesto un nombre diferente, y lo ha «imaginado» con toda creatividad —incluso por la vía apofática, de la renuncia a toda «imaginación»—. ¿De qué «religión», de cuál de sus elementos que acabamos de intentar desglosar rudimentariamente, es la jovialidad por la que nos estamos preguntando? Va a ser muy útil que hayamos intentado primero esta distinción entre niveles bien diferentes de la «religión» como realidad global, porque es probable que cada uno ellos tenga una jovialidad bien diferente. La experiencia religiosa Respecto a la experiencia religiosa, no cabe dudar de su jovialidad, de su vitalidad perenne, de su capacidad de superar dificultades y de vivir en una eterna juventud, siempre renovada, renaciendo y atropellándose a sí misma con nuevos impulsos que desbordan los anteriores. Diríamos que ese nivel de la religión, el de la experiencia religiosa, no es algo exterior al ser humano. Es el mismo ser humano en cuanto ínsitamente capacitado para sintonizar con una dimensión que le transciende, que es capaz de salirle al paso tanto en la realidad de su vida diaria como en las experiencias límites extremas. Las experiencias religiosas no han cesado de acompañar al ser humano en todo su recorrido evolutivo. Que un ser es «humano» significa, precisamente, entre otras cosas, que ha accedido a este estadio evolutivo, en el que —como el mamífero ha accedido al nivel de los afectos, caricias, sentimientos... apoyados por su cerebro límbico— el humano es permanentemente adicto, de una manera u otra, a la experiencia de la transcendencia, al sentimiento religioso, al acecho de esa energía misteriosa con la que con tanta frecuencia se encuentra y cuyo acceso quisiera poder controlar y disponibilizar. El tiempo presente sigue mostrando la pervivencia de esta jovialidad de la experiencia religiosa. A pesar de las trasformaciones de los últimos siglos, a pesar de la revolución científica, industrial, tecnológica... a pesar también de ese cierto «desencantamiento del mundo» que el cientifismo, el mecanicismo y el mercantilismo actuales han traído consigo, no cesa de rebrotar, incontenible, la experiencia religiosa, en movimientos de revival religioso por todo el planeta, con movimientos carismáticos y neopentecostales que numéricamente se llevan la palma en las estadísticas. Y no sólo en los movimientos de retroceso conservador hacia formas religiosas antiguas; también en el mundo urbano, industrial, metropolitano, profesional, tecnológico y supercomunicado, nos encontramos, aun donde menos podríamos esperarlo, formas de expresión del sentimiento religioso con las que el hombre y la mujer moderna ciudadanos conviven y a los que con no poca frecuencia vuelven. No es que todo en este nivel de la experiencia religiosa sea sencillo y sin problemas, ni que pueda dejar de observarse que está en una grave crisis, pues las formas, los medios, las expresiones de dicha experiencia, en una parte no mayoritaria pero cualitativamente muy significativa de la sociedad, están cambiando. Las formas y lugares comunes clásicos de la experiencia religiosa ya no empalman con la necesidad religiosa de los hombres y mujeres que se consideran más «de hoy», de la nueva sociedad... Pero en todo caso, las religiones pueden contar con la fuerza siempre renovada de la experiencia religiosa, que ha acompañado al ser humano desde siempre y no lo va a abandonar en la hora presente. Es decir: la religión como sentimiento-experiencia religiosa está viva, y goza de muy buena salud, es pura jovialidad, a pesar de cualquier crisis.

4

La «explicación» religiosa Decimos que forma parte también de las religiones ese mundo abigarrado de interpretaciones, doctrinas, cosmogonías, teologías, dogmas... Son también fruto inevitable de del componente eurístico-racional del ser humano, junto con su inherente necesidad de indagación de sentido. Por ello, también este nivel de la religiosidad ha exhibido una fecundidad y una jovialidad tremendamente creativa en el pasado. Recordábamos al principio que las obras enciclopédicas de Mircea Elíade nos servían para recorrer rápidamente una visión panorámica esa inabarcable creatividad, tan jovial. Podemos recordar también aquellos siglos en los que la misma sociedad laica discutía con vehemencia los debates teóricos sobre las más abstrusas doctrinas teológicas, sobre su ortodoxia o heterodoxia. La tremenda división y subdivisión interna de las grandes religiones da cuenta de las heridas históricas que esta misma jovialidad, tan fecunda en nuevas«explicaciones» religiosas ha producido en la historia. La inadecuación entre el pathos religioso y el logos racional es la responsable de esta fecundidad explicativa de las religiones, tan jovial y tan polémica. Un mismo sentimiento puede ser expresado por un sin fin de obras literarias de ficción (poesías, narraciones, dramas, mitos...) diferentes, y todas lo expresan adecuadamente. En lo religioso ocurre otro tanto: una misma experiencia religiosa podría ser expresada en mil construcciones teóricas explicativas diferentes, dependientes en cada caso de la cultura, la filosofía y la idiosincrasia de la sociedad. El mundo del pensamiento no es fácil de dirigir, ni de uniformar. Es libre por su propia naturaleza. Y por eso es un desafío a los afanes de control y dominación por parte del poder cuando éste entra (tan frecuentemente) en el mundo de las religiones; de ahí que los imperios nos hayan dejado en herencia religiones controladoras del pensamiento y de las «explicaciones» religiosas. Pues bien, a diferencia de lo que decíamos en el apartado anterior, creemos que este nivel religioso de las explicaciones (teologías, relatos, mitos, doctrinas, dogmas...) ha entrado en crisis y no goza ya de la jovialidad de la que durante los milenios pasados hizo gala. Y es que durante todo ese tiempo la inteligencia y la imaginación religiosa han ido de la mano, en una danza de libertad sin competidores. Podían improvisar y crear cualquier danza, con la más pura creatividad. Las páginas del libro estaban en blanco, y podía escribirse en ellas cualquier interpretación con la más pura jovialidad. Pero los tiempos han cambiado en este terreno. Hemos pasado de un mundo ignorante y precientífico, a una sociedad profundamente marcada por un desarrollo extraordinario de la ciencia, con su actual explosión científica. Hoy el libro de la naturaleza, del cosmos —macro y micro— se ha abierto ante nosotros con inimaginable generosidad, y el conocimiento se amplía cada día, al ritmo de una investigación que nos llena de cantidades inmensas de nueva información que no somos capaces de procesar. En este nuevo contexto, la costumbre religiosa de aventurar nuevas interpretaciones, nuevas explicaciones sobre el mundo, la realidad y su sentido, explicaciones que los espíritus religiosos más creativos acostumbraban a aventurar sin más base que su propia genialidad, se ve abocada hoy día a un contexto de rechazo. Ya no estamos en tiempos adecuados para que las religiones aventuren por su cuenta nuevas explicaciones. Ni las de los mejores genios religiosos van a ser bien acogidas. En un tiempo de ciencia, es ésta la que lleva y dirige la hoja de ruta por la que la Humanidad trata de acceder a la verdad y al sentido de la realidad. La necesidad religiosa de sentido sigue igualmente viva, es constitutiva de nuestra humanidad. Pero en el nuevo contexto de una sociedad que superó la época pre-científica, la explicación religiosa que más acogida tiene es aquella que se elabora en diálogo profundo con la ciencia. Y ahí sí, diríamos que la parte más jovial de las nuevas explicaciones religiosas tiene que ver con la nueva cosmología. Dicho al revés: la nueva cosmología, el nuevo relato sobre el mundo que la ciencia nos ofrece hoy, es el factor que más profundamente está cambiando el imaginario y el sentimiento religioso actualmente, el foco de mayor jovialidad. De hecho, esta jovialidad -creatividad inabarcable- está en ejercicio permanente: hay una cantidad inmensa de grupos, personas y comunidades que buscan y que encuentran nuevas «explicaciones religiosas», y las encuentran por caminos nuevos marcados sobre todo por la ciencia. Otra cosa es que las instituciones religiosas no quieran reconocerlas ni acogerlas. Las instituciones religiosas ¿Y las religiones-institución, gozan actualmente de jovialidad? ¿Están reaccionando con flexibilidad y adaptabilidad a las situaciones actuales de crisis que atraviesan? ¿Van a superarla con facilidad? Recordemos en primer lugar que hablamos de las instituciones que acompañan a las religiones como uno de sus niveles de lo religioso global. La religión, cada religión es mucho más que la institución. Aunque ésta desapareciera un día, no desaparecería con ello la religión a la que sirve; la religión es, sobre todo, el mundo de la experiencia y de las explicaciones religiosas que se da en las

5

personas y en los pueblos. La institución es muy importante —para algunos aspectos podemos decir que es imprescindible— pero no es equiparable adecuadamente a la religión, que tiene una entidad más honda, siempre desbordante ante cualquier encorsetamiento institucional. Hecho este recordatorio debemos reconocer que ni todas las institucionalizaciones de la religión son iguales, ni a todas les va igual. Unas están envejeciendo y decreciendo, mientras alguna sigue creciendo numéricamente —lo que actualmente no significa sin más que le esté yendo bien—. Es fácil generalizar y hablar de un modo semejante de todas, pero hay religiones tremendamente institucionalizadas, y hay otras con una institucionalización mucho menor, más ágil y por ello mismo menos afectada por las dificultades propias de esta época para con las instituciones-religiones. ¿Cuáles serían estas dificultades? Comulgamos en este punto con la hipótesis interpretativa de la Comisión Teológica Internacional de la EATWOT, su propuesta de un «paradigma pos-religional» (revista VOICES 2012-enero). Uno de los atractivos de la propuesta es su sencillez estructural: las religiones no son de siempre, provienen de la edad agraria; antes había religiosidad, pero no religiones; son la forma concreta que la religiosidad del ser humano adoptó para ayudar a su sobrevivencia en aquella época, en la que la Humanidad debía reinventarse a sí misma para pasar de la configuración de hordas tribales de recolectores y cazadores nómadas, a pasar a vivir en sociedad (urbanización). Las religiones (insistamos: no la religiosidad) fueron una innovación genial que, efectivamente, ayudó a la Humanidad a auto-configurarse en un modo nuevo, a superar la dificultad y a sobrevivir. Pues bien, las religiones fueron de esa manera un instrumento adecuado al tiempo agrario, pero es esa época agraria la que está actualmente en trance de desaparición al desembocar en la «sociedad pos-agraria» que viene. En esta situación, las religiones (agrarias), o se reconvierten y dejan de ser «agrarias», adaptándose al nuevo modo de configuración que requiera la sociedad del futuro, o probablemente desaparecerán al ritmo en que vaya desapareciendo la sociedad agraria. Es decir, si esto es así realmente, las religiones se ven a sí mismas en un trance como nunca antes se hayan podido ver: amenazadas de disolución por el final de la época que les dio origen, en la que ellas nacieron. Es la coyuntura histórica o evolutiva en la que más jovialidad va a ser necesaria, a base de flexibilidad, adaptabilidad, y capacidad de reconversión inteligente. ¿Van a tener las religiones la jovialidad necesaria? Mostrar esto requeriría un tratamiento más detenido —no para este momento—, pero en todo caso podemos aludir a lo esencial de lo que debiera ser aducido. Lo más importante sería detectar y sacar a la luz cuáles son los elementos fundamentales que configuran la estructura interna de las «religiones agrarias», para ver a continuación si esos elementos pueden sobrevivir en la nueva época que sobrevendrá a la progresiva desaparición de la sociedad agraria. Dicho muy brevemente: los estudios antropológicos muestran que los elementos estructurales esenciales de las religiones agrarias han sido la epistemología mítica, las creencias y la absolutización de la sumisión (con la excepción del budismo en cuanto a este tercer elemento). La epistemología mítica, el tomar los mitos como fuente de conocimiento sagrado, y su interpretación literal vehiculada en creencias impuestas sobre los adherentes, son elementos no sólo inaceptables, sino realmente imposibles en una sociedad de la información y/o del conocimiento. La sumisión (la fe en judaísmo, los fieles/infieles en el cristianismo, sumisión que es lo que significa la palabra «islam») como el mérito mayor exigido por la religión agraria, parece también imposible en la sociedad humana después de que los logros de la Ilustración y la emancipación política se van extendiendo virtualmente a todo el planeta. Ante este desafío cabe pensar que la religiosidad, la religión profunda, la experiencia religiosa de que hablábamos, va a pervivir, y exhibe un comportamiento bien jovial y lleno de vitalidad. Pero las formas religiosas institucionales, «religionales» (se adopta esta palabra para evitar las confusiones que sobrevendrían si se dijera «religiosas»), no van a poder resistir, no van a ser aceptadas en la nueva sociedad. En ese sentido, las religiones podrán subsistir si dejan de ser religiones «agrarias», es decir, si son capaces de desprenderse de esos elementos fundamentales que estructuraban lo esencial de las religiones agrarias. Si son capaces de abandonar esos elementos «agrarios» que lastran su pasado, y de encontrar nuevos elementos estructurales, adecuados a los valores que configuran la nueva conciencia humana evolutiva post-agraria, podrán sobrevivir, y seguirán ayudando a la Humanidad y a su evolución. Si no logran hacerlo, quedarán en el camino. Preguntamos: ¿Tienen jovialidad suficiente las religiones para ello? Mi opinión personal es que, por sí mismas, por su propia naturaleza, de iure, son capaces, pueden, transformarse. El pasado es testigo de las grandes transformaciones que en ellas se han dado. Es cierto que ninguna de las transformaciones históricas registradas han sido tan profundas como la que está en curso, por lo que no cabe extrapolar el pasado para adivinar el futuro; pero la lucidez que muestran muchas personas religiosas en la actualidad —pensadores, teólogos/as, laicos/s

6

carismáticos— hace pensar que no estamos hablando de un imposible. Las religiones podrían, pueden, deben transformarse. Junto a esa percepción intuitiva de lo que debería ser, está la percepción de lo que de facto se está dando en las pocas décadas en las que vamos conociendo crecientemente esta perspectiva de cambio epocal y de análisis antropológico-cultural de la estructura de las religiones agrarias. Son varias décadas en las que las religiones sólo hasta cierto punto han rebajado sus enfrentamientos, no han logrado digerir desde un perspectiva pluralista la nueva conciencia de su propia diversidad, y parecen estancadas en una actitud inmovilista, cuando no francamente involucionista. Teóricamente, de iure, tienen, deben tener esa jovialidad, pero de facto parecen hacer gala de lo contrario. Esta contradicción nos deja al menos el buen sabor de boca de que, aunque las cosas de hecho no van bien, parece que de derecho podrían cambiar en cualquier momento. Sea la esperanza lo último en ser abandonado. Conclusión: religación jovial Esta podría ser una conclusión provisional, a la espera de que los acontecimientos evolucionen y nos dejen entrever más claramente hacia dónde vamos. Todo lo que es la sustancia, el corazón de la religiosidad, a saber, la experiencia religiosa y la búsqueda de sentido, continúa vivo, y jovial, lleno de fuerza y creatividad, de mil maneras diferentes, incluso en las apariencias más extrañas. Por ejemplo, en las formas que hasta ahora considerábamos el analogatum princeps de la negación de la religión, en el ateísmo, hoy descubrimos profundidades religiosas y espirituales, «paganos» que se reivindican como religiosos, ateos que proclaman «el alma del ateísmo» o la espiritualidad del ateísmo (ComteSponville). Hoy ya es obvio que fue un error considerar no religioso al paganismo, o no haber tenido lucidez para descubrir la naturaleza simplemente posteísta del ateísmo clásico. El corazón de la religión, la «religación» misma, no está en crisis, no está en decrepitud ni en retirada. Está viva, goza de buena salud y de mucha jovialidad, incluso donde clásicamente hemos creído que no estaba. Se recompone a sí misma, se renueva, adopta nuevas formas, incluso allá donde hace poco nos parecía estar ausente. Es quizá la fuente misma de cualquier forma de jovialidad que aparece en el mundo de lo religioso. Ahora bien, las religiones agrarias, sus estructuras fundamentales, su institucionalización tradicional... no parecen gozar de la misma jovialidad, y parecen encaminarse hacia un ocaso incierto. Pero, como decíamos, todo puede cambiar, y debería cambiar, y la esperanza es lo último que se pierde. Post data: el cristianismo concretamente Hemos estado hablando desde la perspectiva de la antropología cultural y la epistemología, no desde la teología. Y hemos abordado el tema con una visión conscientemente amplia, tratando de abarcar el problema de las religiones en su pluralidad. Pero, ¿y qué decir del cristianismo concretamente?, ¿cómo anda de jovialidad, de vitalidad, de capacidad para afrontar la hodierna crisis de las religiones? Es otro tema, y es muy importante. Porque, queramos o no, el cristianismo, como los otros dos monoteísmos, es una religión agraria, neolítica, y las observaciones que nos hace la ciencia (antropología cultural y epistemología) no pueden ser despachadas a golpe de citas bíblicas o a base simplemente de ignorarlas. Un cristianismo lúcido y sincero tiene que escuchar a la ciencia y dialogar con ella. Si faltara esta mínima y primera jovialidad, ello sería signo de una falta todavía mayor de jovialidad para resolver el problema fundamental. Se trata de un tema que nos desafía y nos invita a estudiarlo, cuanto antes.

7

A jovialidade da religião/religação The joviality of religion/re-linking José Maria VIGIL 2 Revista «Studium» 11(2013)39-50, del Studium Theologicum de Curitiba, PR, Brasil.

RESUMO: Este texto não tem, como tal, um caráter teológico, antes a sua é uma perspectiva de antropologia da religião. A religiosidade humana vive uma jovialidade, em constante mudança. Para compreender isso, torna-se necessário percebê-la em diferentes níveis e elementos da realidade global que as religiões implicam: experiência religiosa, explicação religiosas, realização institucional e fundamento “objetivo” da religião. Tudo o que é a substância, o coração da religiosidade continua vivo e jovial, cheio de força e criatividade, de mil maneiras diferentes, inclusive nas aparências mais estranhas. A religião está viva, goza de boa saúde e de muita jovialidade, inclusive onde classicamente acreditávamos que já nem existia mais. Ela se recompõe a si mesma, se renova, adota novas formas, até mesmo onde parecia estar ausente: e nisso demonstra uma jovialidade permanente, apesar de alguns sinais de vetustez. Palavras chaves: religião, experiência, explicação, jovialidade, religação. ABSTRACT: This text has not, as such, a theological character, but a perspective of anthropology of religion. Human religiosity lives a joviality constantly changing. To understand this, it is necessary to see it at different levels and elements of the global reality that religions involve: religious experience, religious explanation, realization and institutional foundation "goal" of religion. All that is the substance, the heart of religiosity, is still alive and jovial, full of energy and creativity, in a thousand ways, including the strangest appearances. The Religion is alive, in good health and lots of joviality, even where classically we believed no more existed. She rebuilds herself, renews itself and adopts new forms, even where it seemed to be absent: and it demonstrates a permanent joviality, despite some signs of dilapidation. Key words: religion, experience, explanation, joviality, re-linking.

Vamos tomar a palavra «jovialidade» não em sentido de caráter de juvenil de uma realidade, equiparando-a ao conceito de vitalidade, como antônimo de decrepitude ou velhice; uma pessoa ou entidade é jovial quando tem vitalidade suficiente para crescer, desenvolver-se, superar dificuldades e afastar o perigo de morte. É neste sentido que nos perguntamos - e nos perguntam - pela jovialidade das religiões. Consideramos que a pergunta tanto é teórica quanto prática: têm futuro (jovialidade, vitalidade) as religiões? E em que se fundamenta esse futuro? A história das religiões tem sido pura jovialidade Um primeiro dado do que dispormos, que salta à vista, é a história das religiões. Hoje em dia, o tema está ao alcance de qualquer um, dada a disponibilidade de excelentes obras de estudo dessa temática. Referimo-nos só à monumental obra de Mircea Eliade, acessível em qualquer 2

Espanhol, naturalizado nicaragüense, vive no Panamá, doutor em educação e novos paradigmas, licenciado em Teologia sistemática, e licenciado em Psicologia. Colabora em Servicios Koinonía en Internet y coordena a edição anual da "Agenda Latino-americana Mundial". É o coordenador da Comissão Teológica Latino-americana da Associação de Teólogos e Teólogas do Terceiro Mundo; pesquisa Teologia do Pluralismo Religioso, e Novos Paradigmas.

8

biblioteca especializada (inclusive na internet). São muitos volumes e dezenas de milhões de páginas, até mesmo para uma leitura rápida. Porém, ninguém deveria privar-se de realizar uma leitura «em diagonal», revisando estes volumes mesmo superficialmente, com alguma atenção, para deixar-se impactar um pouco pelo portentoso e inabarcável desenvolvimento das religiões humanas, desde que temos alguma noticia histórica sobre elas. Basta «perder» umas poucas horas nessa leitura, ainda que «transversal», para surpreender-se diante da imensa vitalidadejovialidade que o impulso religioso da humanidade tem manifestado em sua história. A religiosidade humana tem sido pura jovialidade, em constante atividade. Um livro mais acessível ainda que com alcance também de globalidade seria uma História de Deus, não que Karen Armstrong pretende apresentar uma história de Deus (4000 anos) «da forma em que homens e mulheres o tenham experimentado desde Abraão até nossos dias». Armstrong nos presta o serviço de haver lido uma infinidade de investigações e de resumir-nos essa pujante e inabarcável história da ebulição das idéias, sentimentos e representações religiosas nestes poucos milênios que nos é permitido conhecer desde uma perspectiva histórica. A história conhecida das religiões nos mostra que elas, ou a força religiosa humana que as move, é de uma vitalidade tremenda, inabarcável e imprevisível. As religiões têm estado continuamente em movimento, em transição e mútua fecundação, em transformação constante: pura vitalidade. Distinguindo níveis e elementos Sem dúvida, para tratar de descobrir onde reside concretamente essa jovialidade – essa vitalidade - convém discernirmos as diferentes realidades, elementos ou níveis que podem estar confusamente agrupados nesse conjunto de pujante realidade que chamamos «as religiões», ou «o religioso». Já sabemos que «tudo está relacionado com tudo», e que, nesse sentido, muitas realidades da vida não são separáveis, porém, pode-se distinguí-las intelectualmente, por motivos de inteligência (intus-legere, ler dentro, descobrir o escondido...). Vejamos: no mundo da religião, um mundo tão vital e com frequência tão caótico, tão difícil de apreender e de «ordenar» segundo nossas necessidades humanas de compreensão, podemos distinguir distintos níveis de realidade em todo esse mundo do religioso. • Poderíamos considerar em primeiro lugar o mundo da experiência religiosa. Referimonos à experiência religiosa que as pessoas têm. O ser humano tem sido homo religiosus desde tão cedo quanto tem sido homo3. Tem «experimentado» uma realidade transcendente, maior, superior... poderosa que por vezes se escapa... da que tanto tem sentido a necessidade de proteger-se, como o desejo incoercível de invocá-la e gozá-la (Otto: mysterium tremendum et fascinosum). Tem-se lhe dado muitos nomes, ela é sentida de maneiras muito diferentes. Porém, a experiência mesma da transcendência, mais além de seus nomes e suas formas mutantes, não há dúvida de que tem tido uma constante histórica universal. Mística, interiorização, contemplação, 3

Até há bem pouco tempo, pensávamos que homo religiosus era apenas o homo sapiens sapiens... Hoje isto começa a não estar tão claro. Achávamos o mesmo a respeito do pensamento simbólico, da arte rupestre, da utilização sofisticada de instrumentos... que eram qualidades só nossas; e hoje as provas arqueológicas começam a sugerir o contrario. Nossa humanidade se enraizaria mais no homo que no sapiens...

9

êxtase, transe, estados modificados (superiores) de consciência... experiência religiosa. • Outro nível diferente do mundo do religioso seria o nível da explicação religiosa. Seja qual for a sede da experiência religiosa, o ser humano nunca deixará de ser, por sua vez, racional, inteligente, com uma inteligência veiculada pela linguagem, e não pode deixar esta capacidade e esta exigência à margem de sua experiência religiosa. Não lhe basta experimentar/sentir; necessita também sentir desde sua inteligência. Inteligência senciente, dizia Zubiri. Necessita explicar-se-lhe tudo: a natureza das coisas, a natureza global, a realidade global (a famosa pergunta que Leibniz formularia: «porque existe algo ao invés de não existir nada?»), e a própria realidade pessoal: porquê eu existo e para quê? Não é uma necessidade meramente racional... É tão experiencial e «senciente» como a outra. O «sentido» da vida, o sentido da realidade, o sentido de si mesmo, não é uma resposta intelectual meramente teórica, uma necessidade que só as pessoas com curiosidade intelectual sentiram... A nossa própria escala, todos necessitamos de sentido. O ser humano, o homo - e a mulier - sapiens, tem-se caracterizado ancestralmente pela necessidade de colocar sua vida ainda que seja virtual, imaginativa, miticamente - em contextos mais amplos. Não necessitamos saber só o que é, porquê é e para quê estamos fazendo isto a curto prazo, senão que, aqui também, temos uma sede de infinito: desejaríamos colocar nossa vida num contexto mais amplo, o do «plano de Deus», os arcanos desígnios dos deuses... para «sentir» como nossa vida participa do sentido da mesma realidade global, da Realidade divina, do cosmo... Neste nível entram em jogo os desenvolvimentos incontáveis e inabarcáveis das explicações religiosas: os relatos cosmogônicos, as teogonias originarias, os relatos ou narrativas, os mitos, boa parte das Escrituras Santas, as incontáveis doutrinas com seu anexo debate doutrinal tecido de ortodoxia e heterodoxia, os dogmas como supostas opiniões definitivas... • Outro nível é o da realização institucional que, ainda que nem sempre, acompanha ordinariamente a estas experiências religiosas, são as instituições globais das religiões, que servem de alguma maneira como proprietárias ou representantes de uma determinada corrente ou família de correntes religiosas. Ainda que estando vinculadas originariamente ao religioso, são instituições humanas, entidades realmente sociológicas, que funcionam como tais, com as leis que a sociologia reconhece nas instituições, com sua própria concupiscência institucional. Muito frequentemente, estas instituições monopolizaram o nome das «religiões», de forma que quando falamos do presente, o futuro (ou a jovialidade) das religiões, é nessas instituições que estamos pensando... Para um pensamento atento às exigências da verdade, é claro que a instituição religiosa mesma não tem fundamento senão pelos outros dois níveis da realidade religiosa: desconectadas das experiências e das explicações religiosas, as instituições se convertem em fantasmas institucionais que não representam nada mais que a si mesmas, num dos mais contraditórios aspectos da dinâmica das instituições sociais, bem conhecido desde a sociologia.

10

• Obviamente, além desses três níveis de realidade, cabe pensar num último nível da realidade religiosa, o mais dificilmente exprimível, que poderíamos denominar simplesmente como «isso que está aí», quer dizer, o Mistério último ao que precisamente sempre se refere a experiência religiosa, com qualquer nome com que o faça. Referimo-nos ao que - sem duvida incorretamente - poderíamos denominar o fundamento «objetivo» da religião, algo que cada experiência ou movimento religioso tem interpretado de uma maneira própria, lhe há posto um nome diferente, e o «imagina» com toda criatividade - inclusive pela vía apofática, da renuncia à toda «imaginação». De que «religião», de qual de seus elementos que acabamos de tentar demolir, desmontar rudimentarmente, é a jovialidade pela que nos estamos perguntando? Vai ser muito útil que tenhamos intentado primeiro esta distinção entre níveis bem diferentes da «religião» como realidade global, porque é provável que cada um deles tenha uma jovialidade bem diferente. A experiência religiosa Respeito à experiência religiosa, não cabe duvidar de sua jovialidade, de sua vitalidade perene, de sua capacidade de superar dificuldades e de viver em uma eterna juventude, sempre renovada, renascendo e atropelando-se a si mesma com novos impulsos que ultrapassam os anteriores. Diríamos que esse nível da religião, o da experiência religiosa, não é algo exterior ao ser humano. É o mesmo ser humano enquanto devidamente capacitado para sintonizar com uma dimensão que lhe transcende, que é capaz de sair-lhe ao encontro tanto na realidade de sua vida diária como nas experiências limites extremas. As experiências religiosas não cessam de acompanhar o ser humano em todo seu caminho evolutivo. Que um ser seja «humano» significa, precisamente, entre outras cosas, que terá chegado a este estágio evolutivo, em que - como o mamífero tenha chegado ao nível dos afetos, caricias, sentimentos... apoiados por seu cérebro límbico - o ser humano está permanentemente ligado, de uma maneira ou outra, à experiência da transcendência, ao sentimento religioso, à espera dessa energia misteriosa com que, com tanta frequência, se encontra e a cujo acesso quisera poder controlar e disponibilizar. O tempo presente segue mostrando a sobrevivência desta jovialidade da experiência religiosa. Apesar das transformações dos últimos séculos, apesar da revolução científica, industrial, tecnológica... apesar, também, desse certo «desencantamento do mundo» que o cientificismo, o mecanicismo e o mercantilismo atuais trouxeram consigo, continua a brotar, incontida, a experiência religiosa, em movimentos de revival (reavivamento) religioso por todo o planeta, com movimentos carismáticos e neopentecostais que numericamente levam vantagem nas estatísticas. E não só nos movimentos de retrocesso conservador até formas religiosas antigas; também num mundo urbano, industrial, metropolitano, profissional, tecnológico e supercomunicável, nos encontramos, ainda onde menos poderíamos esperá-lo, formas de

11

expressão do sentimento religioso com as que o homem e a mulher moderna cidadãos convivem e aos que com não pouca frequência voltam. Não é que tudo neste nível da experiência religiosa seja simples e sem problemas, nem que se possa deixar de observar que se está numa grave crise, pois as formas, os meios, as expressões da dita experiência, numa parte não majoritária; porém, qualitativamente muito significativa da sociedade, estão mudando. As formas e chavões clássicos da experiência religiosa já não seduzem com a necessidade religiosa dos homens e mulheres que se consideram mais «atuais», da nova sociedade... Porém, em todo caso, as religiões podem contar com a forca sempre renovada da experiência religiosa, que tem acompanhado o ser humano desde sempre e não vai abandoná-lo na hora presente. Quer dizer: a religião como sentimento/experiência religiosa está viva, e goza de muita boa saúde, é pura jovialidade, apesar de qualquer crise. A «explicação» religiosa Dissemos que forma parte também das religiões esse mundo abarrotado de interpretações, doutrinas, cosmogonias, teologias, dogmas... são também fruto inevitável do componente heurístico-racional do ser humano, junto com sua inerente necessidade de indagação de sentido. Por isso, também este nível da religiosidade tem exibido uma fecundidade e uma jovialidade tremendamente criativa no passado. Recordávamos, no início, que as obras enciclopédicas de Mircea Eliade nos serviam para percorrer rapidamente uma visão panorâmica desta inabarcável criatividade, tão jovial. Podemos recordar também aqueles séculos nos quais a própria sociedade laica discutia com veemência os debates teóricos sobre as mais complexas doutrinas teológicas, sobre sua ortodoxia ou heterodoxia. A tremenda divisão e subdivisão interna das grandes religiões dá conta das feridas históricas que esta mesma jovialidade, tão fecunda em novas «explicações»˝ religiosas produziu na história. A inadequação entre o pathos religioso e o logos racional é a responsável desta fecundidade explicativa das religiões, tão jovial e tão polêmica. Um mesmo sentimento pode ser expresso por um sem fim de obras literárias de ficção (poesias, narrativas, dramas, mitos...) diferentes, e todas o expressam adequadamente. No religioso ocorre outro tanto: uma mesma experiência religiosa poderia ser expressa por mil construções teóricas explicativas diferentes, dependentes em cada caso da cultura, da filosofia e da idiossincrasia da sociedade. O mundo do pensamento não é fácil de dirigir, nem de se uniformizar. É livre por sua própria natureza. E por isso é um desafio aos afãs do controle e da dominação por parte de poder quando este entra (tão frequentemente) o mundo das religiões; daí que os impérios nos tenham deixado por herança religiões controladoras do pensamento e das «explicações» religiosas. Pois bem, à diferença do que dizíamos no item anterior, cremos que este nível religioso das explicações (teologias, relatos, mitos, doutrinas, dogmas...) entraram em crise e não gozam já da jovialidade da que durante os milênios passados fez sucesso. É fato que durante todo esse tempo a inteligência e a imaginação religiosa têm ido de mãos dadas, numa dança de liberdade sem

12

competidores. Podiam improvisar e criar qualquer dança, com a mais pura criatividade. As páginas do livro estavam em branco, e poderia se escrever nelas qualquer interpretação com a mais pura criatividade e jovialidade. Porém, os tempos mudaram neste campo. Passamos de um mundo ignorante e précientífico, para uma sociedade profundamente marcada por um desenvolvimento extraordinário da ciência, com sua atual explosão científica. Hoje o livro da natureza, do cosmos - macro e micro - se abre diante de nós com inimaginável generosidade, e o conhecimento se amplia a cada dia, ao ritmo de investigações que nos enchem de quantidades imensas de novas informações que não somos capazes de processar. Neste novo contexto, o costume religioso de se aventurar em novas interpretações, novas explicações sobre o mundo, a realidade e seu sentido, explicações que os espíritos religiosos mais criativos costumavam inovar ou aventurar-se sem outra base que sua própria genialidade, se vê condenada hoje em dia num contexto de recusa. Já não vivemos em tempos adequados para que as religiões se aventurem em novas explicações. Nem os melhores gênios vão ser bem acolhidas. Neste tempo de ciências, é ela a que leva e dirige o roteiro pela qual a Humanidade trata de chegar à verdade. A necessidade religiosa de sentido segue igualmente viva, é constitutiva de nossa humanidade. Porém, no novo contexto de uma sociedade que superou a época pré-científica, a explicação religiosa que mais acolhida tem é aquela que se produz no diálogo profundo com a ciência. E aí sim, diríamos que a parte mais jovial das novas explicações religiosas tem a ver com a nova cosmologia. Dito de outro modo: a nova cosmologia, o novo relato sobre o mundo que a ciência nos oferece hoje, é o fator que mais profundamente está mudando o imaginário e o sentimento religioso atualmente, o foco de maior jovialidade. De fato, esta jovialidade criatividade inabarcável - está em movimento permanente: há uma quantidade imensa de grupos, pessoas e comunidades que buscam e que encontram novas «explicações religiosas», e os encontram por caminhos novos marcados, sobretudo, pela ciência. Outra coisa é que as instituições religiosas não querem reconhecê-los nem acolhê-los. As instituições religiosas E as religiões/instituições gozam atualmente dessa jovialidade? Estão reagindo com flexibilidade e adaptabilidade às situações atuais de crise que atravessam? Irão superá-las com facilidade? Recordemos em primeiro lugar que falamos das instituições que acompanham às religiões como um de seus níveis do religioso global. A religião, cada religião é muito mais que a instituição. Ainda que esta desaparecesse um dia, não desapareceria com isso a religião à que serve; a religião é, sobretudo, o mundo da experiência e das explicações religiosas que se dá nas pessoas e nos povos. A instituição é muito importante - para alguns aspectos podemos dizer que é imprescindível - porém, não é equiparável adequadamente à religião, que tem uma identidade

13

mais profunda, sempre transbordante diante de qualquer camisa de força institucional. Feita esta memória, devemos reconhecer que nem todas as institucionalizações da religião são iguais, nem todas têm o mesmo valor. Umas estão envelhecendo e decrescendo, enquanto alguma continua crescendo numericamente - o que atualmente não significa sem mais que elas estejam indo bem. É fácil generalizar e falar de um modo semelhante a todas, Porém, há religiões tremendamente institucionalizadas, e há outras com uma institucionalização muito menor, mais ágil e por isso mesmo menos afetada pelas dificuldades próprias desta época para com as instituições/religiões. Quais seriam estas dificuldades? Compartilhamos, neste ponto, com a hipótese interpretativa da Comissão Teológica Internacional da EATWOT, em sua proposta de um «paradigma pós-religional» (Revista VOICES 2012-1). Um dos atrativos da proposta é sua simplicidade estrutural: as religiões não existem desde sempre, provém do período agrário; antes havia religião, porém, não religiões; são a forma concreta que a religiosidade do ser humano adotou para ajudar a sua sobrevivência naquela época, onde a humanidade devia reinventar-se a si mesma para passar da configuração de hordas tribais de coletores e caçadores nômades, para viver em sociedade (urbanização). As religiões (insistamos: não a religiosidade) foram uma inovação genial que, efetivamente, ajudou à humanidade a auto-configurar-se em um modo novo, a superar a dificuldade para sobreviver. Pois bem, as religiões foram dessa maneira um instrumento adequado ao tempo agrário. Porém, é essa época agrária a que está atualmente em vias de desaparecimento ao desembocar na «sociedade pós-agrária» que vem. Nesta situação, as religiões (agrárias), ou se adaptam e deixam de ser «agrárias», buscando um novo modo de configuração que requer a sociedade do futuro, ou provavelmente desaparecerão no mesmo ritmo em que vai desaparecendo a sociedade agrária. Isto quer dizer, se é assim realmente, as religiões se veem a si mesmas num momento como nunca antes se tinham podido ver: ameaçadas de dissolução pelo final da época que lhes deu origem, na que elas nasceram. É a conjuntura histórica ou evolutiva na qual mais que tudo a jovialidade vai a ser necessária, a base de flexibilidade, adaptabilidade e capacidade de reconversão inteligente. Vão ter as religiões essa jovialidade necessária? Mostrar isto requereria um tratamento mais acurado - não para este momento -, porém, em todo caso podemos aludir ao essencial do que deveria ser aduzido. O mais importante seria detectar e trazer à luz quais são os elementos fundamentais que configuram a estrutura interna das «religiões agrárias», para ver na continuação se estes elementos pode sobreviver na nova época que há de sobreviver à progressiva desaparição da sociedade agrária. Dito muito brevemente: os estudos antropológicos mostram que os elementos estruturais essenciais das religiões agrárias têm sido a epistemologia mítica, as crenças e a absolutização da submissão (com a exceção do budismo em relação a este terceiro elemento). A epistemologia mítica, o considerar os mitos como fonte de conhecimento sagrado e sua interpretação literal veiculada nas crenças impostas sobre os fiéis seguidores, são elementos não só inaceitáveis, senão realmente impossíveis numa sociedade da informação e/ou do conhecimento. A submissão (a fé no judaísmo, os fiéis/infiéis no cristianismo), (a palavra «islã» significa submissão), como o maior mérito exigido pela

14

religião agrária, parece também impossível na sociedade humana depois que as conquistas da Ilustração e da emancipação política se estenderam virtualmente por todo o planeta. Ante esse desafio cabe pensar que a religiosidade, a religião profunda, a experiência religiosa de que falávamos, vai sobreviver e há de exibir um comportamento extremamente jovial e cheio de vitalidade. Porém, as formas religiosas institucionais, «religionais» (usa-se esta palavra para evitar as confusões que sobreviriam se se dissera «religiosas»), não vão poder resistir, não vão ser aceitas na nova sociedade. Nesse sentido, as religiões poderão subsistir se deixarem de ser religiões «agrárias», quer dizer, se forem capazes de desprenderem-se destes elementos fundamentais que estruturavam o essencial das religiões agrárias. Se forem capazes de abandonar estes elementos «agrários» que escondem seu passado e de encontrar novos elementos estruturais, adequados aos valores que configuram a nova consciência humana evolutiva pós-agrária, poderão sobreviver e seguirão ajudando à humanidade e a sua evolução. Se não lograrem fazê-lo, ficarão pelo caminho. Perguntamos: Existe jovialidade suficiente nas religiões? Minha opinião pessoal é que, por si mesmas, por sua própria natureza, de iure, são capazes, pode, transformar-se. O passado é testemunha das grandes transformações que nelas se ocorreram. É certo que nenhuma das transformações históricas registradas foram tão profundas como a que está em curso, pelo que não cabe extrapolar o passado para adivinhar o futuro; porém, a lucidez que demonstram muitas pessoas religiosas na atualidade - pensadores, teólogos/as, leigos/as carismáticos - faz pensar que não estamos falando de um impossível. As religiões poderiam, podem, devem transformar-se. Junto a essa percepção intuitiva do que deveria ser, está a percepção de que de facto está ocorrendo nas não poucas décadas passadas, mas que vamos tomando conhecimento crescente desta perspectiva de mudança epocal e de análise antropológico-cultural da estrutura das religiões agrárias. Há várias décadas as religiões têm reduzidos, até certo ponto, suas polêmicas, não têm conseguido ainda digerir, desde um perspectiva pluralista, a nova consciência de sua própria diversidade, elas parecem estar presas numa atitude imobilista, quando não francamente involucionista. Teoricamente, de iure, têm, devem ter essa jovialidade, porém, de facto parecem demonstrar o contrário. Esta contradição nos deixa ao menos o bom sabor na boca de que, ainda que as coisas de fato não estejam bem, parece que de direito poderiam mudar a qualquer momento. Seja a esperança o último elemento a ser abandonado.

Conclusão: religação jovial Esta poderia ser uma conclusão provisória, à espera de que os acontecimentos evoluam e

15

nos deixem entrever mais claramente para onde vamos. Tudo o que é a substância, o coração da religiosidade, a saber, a experiência religiosa e a busca de sentido, continua vivo e jovial, cheio de força e criatividade, de mil maneiras diferentes, incluso nas aparências mais estranhas. Por exemplo, nas formas que até agora considerávamos o analogatum princeps da negação da religião, no ateísmo, hoje descobrimos profundidades religiosas e espirituais, «pagãos» que se reivindicam como religiosos, ateus que proclamam «a alma do ateísmo» ou a espiritualidade do ateísmo (Comte-Sponville). Hoje já é óbvio que foi um erro considerar não religioso o paganismo, ou não se ter tido lucidez para descobrir a natureza simplesmente pós-teista do ateísmo clássico. O coração da religião, a «religação» mesma, não está em crise, não está em decadência decrépita nem em retirada. Está viva, goza de boa saúde e de muita jovialidade, inclusive onde classicamente acreditávamos que não estava. Recompõe-se a si mesma, se renova, adota novas formas, inclusive até onde há pouco nos parecia estar ausente. É, quiçá, a fonte mesma de qualquer forma de jovialidade que aparece no mundo do religioso. Agora pois, as religiões agrárias, suas estruturas fundamentais, sua institucionalização tradicional... não parecem gozar da mesma jovialidade, e parecem encaminhar-se para um ocaso incerto. Porém, como dizíamos: tudo pode mudar, deveria mudar e a esperança seria a última a se perder. Post data: o cristianismo concretamente Estivemos falando desde a perspectiva da antropologia cultural e da epistemologia, não desde a teologia. E abordamos o tema com uma visão conscientemente ampla, buscando abarcar o problema das religiões em sua pluralidade. Porém, o que dizer do cristianismo concretamente? Como perceber aí a jovialidade, a vitalidade, a capacidade de afrontar a hodierna crise das religiões? É outro tema, e é muito importante. Porque, queiramos ou não, o cristianismo, como os outros dois monoteísmos, é uma religião agrária, neolítica e as observações que nos faz a ciência (antropologia cultural e epistemologia) não podem ser despachadas a golpe de citações bíblicas ou simplesmente ignoradas. Um cristianismo lúcido e sincero tem que escutar a ciência e dialogar com ela. Se faltasse este mínimo e primeiro jeito jovial, tal seria sinal de uma falta, todavia, maior da própria jovialidade para resolver o problema fundamental. Trata-se de um tema que nos desafia e nos convida a estudá-lo, quanto antes. Tradução: Hélcion Ribeiro

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.