La isla imaginaria: de Robinson Crusoe a la Justicia de los Maurelio. Identidad, memoria y cultura en el archipiélago Juan Fernández.

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Descripción

La isla imaginaria: de Robinson Crusoe a la Justicia de los Maurelio. Identidad, memoria y cultura en el archipiélago Juan Fernández. (Texto publicado como capítulo del libro de Gabriel Pérez y Pedro Niada Archipielago Juan Fernández: Historia y Biodiversidad en Latitud 33 Sur. Ocho Libros Editores, 2015.)

Guillermo Brinck P.*

Juan Fernández no es una colonia, señor Crusoe, y somos perfectamente dueños de nuestros sentimientos. Como comprenderá, no podíamos negarnos a su visita, puesto que usted ha vivido en nuestra isla y le ha dado un prestigio mundial, pero acaso no le extrañará saber que desde hace tiempo no permitimos la entrada a ningún extranjero. Julio Cortázar, “Adiós, Robinson”

Introducción Juan Fernández es un lugar imaginario. Evidentemente existe, pero es parte de la ficción colectiva que conforma la cultura. Si el ser humano es un animal que alucina su mundo de manera colectiva y relativamente ordenada, nada habría de particular en esta afirmación inicial. Pero Juan Fernández es un espacio particularmente cargado de imágenes legendarias y figuras ficcionales. Imágenes que también se encuentran en la literatura, el cine y la televisión. Es virtualmente imposible visitar el archipiélago sin que se cuele el Robinson Crusoe de Daniel Defoe y La isla del tesoro de R.L. Stevenson. La película El Náufrago, protagonizada por Tom Hanks, es una referencia ineludible, así como las antiguas películas de piratas (también la reciente saga Los Piratas del Caribe protagonizada por *

Antropólogo UAHC, Magíster en Etnopsicología PUCV.

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Johnny Depp), y las series clásicas de televisión como La Isla de la Fantasía, La Isla de Gilligan y la más reciente Lost. Sin duda podríamos seguir enumerando, pero es imposible hacer justicia a todas las creaciones que se sirven de la imagen de la isla. Hay un imaginario de alcance casi universal que hace de las islas lugares privilegiados de la imaginación occidental, e incluso lugares con una fuerte carga mitológica.1 Las islas han proveído de fuertes metáforas a otras tradiciones mitológicas como la griega o la egipcia, y ciertamente también lo han sido para las ciencias naturales y antropológicas. Y los nombres de estas islas en particular hacen forzosa la asociación con Robinson Crusoe y el marinero Alejandro Selkirk (quien habría inspirado a Defoe para escribir su novela). Por otra parte, la búsqueda del tesoro por parte de Bernard Kaiser, un eminente empresario norteamericano, y el hecho de que fuera refugio de piratas durante el siglo XVII completan la imagen mítica de este lugar, haciéndolo objetivo de la romántica búsqueda por revivir las hazañas de los náufragos y los aventureros de antes. Pero estas islas también ofrecen la fantasía del paraíso natural intocado. Debido al alto porcentaje de endemismo en sus especies vegetales y otro tanto de aves, animales e insectos, fue declarada por el Estado chileno Parque Nacional en 1935 y Reserva Mundial de la Biosfera en 1977 por la UNESCO. De modo que Juan Fernández es un destino turístico deseado por todos aquellos que buscan huir de la ciudad para recobrar la experiencia primaria de la vida natural (aunque sea solo por medio de su contemplación), en un lugar que supuestamente ha permanecido a salvo de la acción depredadora del hombre debido a su aislamiento. Entre todas las imágenes y fantasías que motivan los viajes a estas islas (entre las cuales podríamos incluir Jurassic Park del director de cine Steven Spielberg) una que destaca por su ausencia es la de los propios isleños. La escasa bibliografía disponible sobre el archipiélago se concentra en su flora y/o fauna, en la geología, en los recursos marinos, y cuando se trata de lo humano, generalmente pone énfasis en las épocas anteriores al poblamiento actual: se consigna detalladamente todo lo ocurrido en estas islas en la medida en que se asocie a la historia mundial. Así, se describe el periodo de los piratas, los naufragios, la historia de

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Alexander Selkirk, de los diferentes presidios que allí funcionaron, los intentos de colonización, pero el interés parece agotarse cuando se llega al célebre Alfredo de Rodt, responsable de la colonización que dio origen a la población actual. Generalmente se exponen todos los pormenores de su aventurera vida pero luego se hacen someros comentarios sobre sus actuales habitantes. De manera que cuando se habla de los isleños tampoco se toma en cuenta su particular forma de habitar la isla y ver el mundo. La motivación es la isla, no los isleños que la habitan, y, para cargar de sentido colectivo el discurso sobre ella, se apela al imaginario continental.2 Esto es evidente en el excelente libro Cumbres oceánicas de Jorge Guzmán Parada: Mis viajes al archipiélago se inspiraron en el deseo de encontrar esa Naturaleza que Robinson supo vencer, de captar, en el lugar de los hechos, su lucha viril y primitiva por el diario sustento y de leer, en la majestad de sus escarpes y de sus mares impetuosos, las estrofas vivas de ese poema épico, profundamente humano, que trazara una pluma genial.3

Siendo Juan Fernández un territorio colonizado, los discursos que a él se refieren usualmente se construyen siguiendo la misma estrategia del colonialismo europeo, el cual representa un territorio conquistado para dominarlo simbólica, económica y políticamente. Como estamos aquí frente a un contexto específico, podríamos hablar de robinsonismo.4 En este caso particular, el espacio que se coloniza pareciera estar vacío, pero no lo está, los isleños tienen un imaginario potente que han desarrollado a lo largo de su historia. Ellos son los que han colonizado estas islas, pero en la medida en que no se considere su propio imaginario, se negará el reconocimiento a su labor y su existencia como comunidad. Incluso hoy, que Juan Fernández es identificado por la mayoría de los compatriotas debido al tsunami que ocurriera la madrugada del 27 de febrero de 2010, y a la catástrofe aérea del avión Aviocar CASA C-212 de la Fuerza Aérea de Chile el 2 de septiembre de 2012,5 el archipiélago se presenta bajo el signo de la tragedia y el desamparo con imágenes impuestas por los noticieros televisivos que poco o nada consideran la experiencia vivida por sus habitantes. Parece más fácil reconocer la colonización práctica o técnica

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de las islas que la existencia y el valor del mundo de sentido que los isleños han desarrollado en ellas. Veamos pues de qué se trata.

Robinson, el amigo personal Robinson Crusoe y Alejandro Selkirk son figuras presentes dentro del imaginario del isleño; en cierta forma reflejan parte de su realidad cotidiana, pero la propia particularidad isleña, tal como ellos la entienden (lo que suele llamarse identidad),6 no se expresa a través de su figura. Ni siquiera se bromea acerca de ser náufragos o robinsones. A diferencia de lo que ocurre con otras identificaciones, no se dice “somos robinsones” o “yo soy un náufrago” –a excepción de Reynaldo Rojas, que es conocido como “el náufrago” y le gusta llamarse a sí mismo de esta manera. Pero esta es una identificación personal, que no ha llegado a convertirse en colectiva. Lo más próximo a la utilización de la imagen del náufrago es la iniciativa de una persona de origen continental que por años se disfrazó de Selkirk para recibir a los turistas, vociferando y contando sus miserias junto a una cabra y un fusil, sus únicas pertenencias. Este personaje causaba mucha gracia y su interpretación era muy bien recibida, pero no constituía un referente identitario local. Antes del tsunami, en el poblado San Juan Bautista existían varias esculturas de Robinson Crusoe, todas realizadas por artistas continentales (los excelentes talladores locales prefieren representar al picaflor rojo y otros exponentes de la flora y fauna local); en la Casa de la Cultura es posible encontrar una colección de ediciones internacionales del libro de Defoe, que don Victorio Bertullo, ex director de la escuela, ha ido formando gracias a las donaciones de turistas que traen su ejemplar para leerlo in situ; en los concursos de pintura de los niños es escasa la aparición del personaje, y la mayoría de las obras se centran en el paisaje y la naturaleza. Podríamos hablar, entonces, de la ausencia de Robinson y Selkirk en la construcción de la identidad isleña. Sin embargo, a pesar de esta omisión,

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la figura del náufrago está presente en el imaginario de los isleños de distintas generaciones, tanto en adultos como en jóvenes, como lo prueban los siguientes testimonios de dos pescadores: Nosotros en cierto modo nos sentimos identificados con el personaje de Robinson Crusoe, pero nunca tan fanatizados. En cierto modo nos identificamos con el hecho de ser isleños y nada más. Lo que sí nos identifica del personaje de Robinson es que él también tenía que cazar al chivo salvaje para poderse alimentar, y en eso somos parecidos, porque acá la carne era parte de la alimentación de los isleños. También en lo buenos para caminar en el cerro. Nosotros éramos muy buenos para ir a cazar chivos. Yo me acuerdo que era re bueno para ir a cazar chivos y en esas cosas nos parecemos al caballero que vivió por acá, a Robinson Crusoe. Y en la pesca también porque, según dicen, el Robinson pescaba allá en el Portal, allá en el [Puerto] Inglés porque él vivía allá –pero acá se descubrió otra casa para donde él venía, porque él venía por tierra y se quedaba en esa casita de piedra que hay ahí y de ahí subía para arriba.7 Bueno, siempre se comentó [sobre Robinson Crusoe] porque cuando nosotros éramos chicos y venían los barcos de turismo, don Germán de Roth se disfrazaba de Robinson Crusoe. Era como lo hace el Marcos Errázuriz ahora, por eso yo alabo al Marcos con lo que está haciendo ahora, porque está reviviendo algo que estaba perdido, rescató algo que estaba perdido desde hace mucho tiempo. [...] Bueno, yo por lo menos, como te digo, siempre me sentí identificado con eso, porque uno lo tomaba por la parte niño, el Robinson Crusoe que vivió tanto tiempo aquí solo y sobrevivir y lo que hacía. Y nosotros también en algunos momentos hacíamos lo mismo, cuando jugábamos también tratábamos de subsistir.8

Crusoe y Selkirk están presentes en la historia y en la cultura de los isleños, pero no en su identidad. Los jóvenes también manifiestan la cercanía de su experiencia con la de los náufragos, aunque no alcanzan a definirse en estos términos: –H1: Yo, personalmente, [me identifico ] mucho con [Selkirk]. Yo creo que a todos igual nos identifica. No sé si tanto a las mujeres. No es por discriminar, pero quizás si fuera una mujer la que se quedó acá las identificaría mucho más. –H2: Claro, uno conoce la historia y de repente uno va al mirador y piensa [en Selkirk]. Pero, ¿identificarme con el personaje? No, no tanto.

6 –H1: Pero a mí como hombre me identifica mucho, mucho. De hecho, me gusta mucho su historia. De hecho, uno de mis grandes sueños –y yo siempre se lo he comentado a mis amigos– es irme a vivir al otro lado de la isla, pero no por un tema de que quiero ser ermitaño, sino que siempre estoy muy acompañado –aquí en la isla hay un montón de sensaciones que te hacen sentirte acompañado–, y en la medida que uno se ponga sensible... Aparte de que también quiero empezar a componer, a hacer música de la isla. Y el tema de Robinson Crusoe, creo que él era un rey acá. No tenía a nadie a quien envidiarle nada, no tenía a quien codiciarle nada, no tenía celos por nada, era todo. –H2: Pero ese es Alejandro Selkirk. –H1: Bueno es que el nombre no importa, estamos hablando del personaje. Tú sabes de quién estoy hablando: de la persona que estuvo acá cuatro años y cuatro meses, que llegó en 1704, se fue en 1709, el 12 de febrero fue rescatado por el Duque y la Duquesa… Ese. Y como te digo yo, personalmente, me identifico mucho. Y yo sé que todas las personas a veces, cuando están solas, cuando andan caminando por ahí en algún lugar, en algún momento piensan cómo se sentía él. Cómo se sentía tan solo, qué es lo que hacía. Cuando tú sales a caminar solo –hay mucha gente que sale a caminar sola–, yo estoy seguro que en algún momento dicen “Robinson Crusoe estuvo acá tan solo. Yo en este momento estoy solo, pero sé que si me doy la vuelta al cerro veo a toda la gente, sé que están ahí, pero el compadre estuvo solo tanto tiempo...”. Bueno, hay una frase que dijo cuando estaba en Inglaterra: que añoraba tanto su isla, que después de que se fue de su isla nunca más volvió a ser bueno. Y era por eso, porque era sano acá,era libre, era todo. –H3: Sí, totalmente. Yo creo que es típico, que a muchos les ha pasado. Cuando yo era más chico, ibas al Mirador y te ponías a mirar y te sentías... “oh, de aquí miraba para allá y miraba para allá”; “no, si parece que era el otro cerro”. Cuando tú vas solo caminando te imaginas esas cosas; cuando vas al [Puerto] Inglés y estás en la cueva: “oye, Selkirk dormía acá. Impresionante. ¿Y cómo tanto tiempo durmiendo acá?; ¿se habrá muerto de miedo?”. Típicas conversaciones de niños. Y uno ahí lo va adquiriendo en su forma de vida hasta cuando ya es grande ya; va creciendo con ese pensamiento de Robinson.9

Vemos que el personaje ha estado presente en los juegos y la imaginación de los niños y jóvenes isleños por mucho tiempo, pero aun así nunca pasó a ser un elemento que articule una identificación colectiva. Las citas

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referidas demuestran un gran interés y conocimiento en estos personajes, reconociendo experiencias comunes, pero sin definirse a sí mismos como verdaderos robinsones o como náufragos. Se trata más bien de un ejercicio, de una aventura personal, que sin duda ha contribuido al imaginario social fernandeziano y a la construcción de un sujeto isleño, pero que no tiene un papel central en la manera en que se imaginan y expresan su particularidad cultural.

El nombre de las islas: de la identificación a las estrategias Dado lo atractivo del personaje, y el hecho de que las islas lleven su nombre, llama la atención que Robinson Crusoe o Alexander Selkirk no represente al isleño en términos de identidad colectiva. El nombre del lugar en que se vive es importante para las personas que lo habitan. El topónimo denota la existencia de una serie de puntos de referencia que constituyen un espacio social, un paisaje, un territorio, y lo designa con una etiqueta. Pero el nombre también connota, otorgando un sentido, valorando cualitativamente el lugar señalado. Sin embargo, el discurso identitario no puede ser derivado directamente del nombre de la localidad o la región en que habita el grupo en cuestión. De hecho, en el caso de Juan Fernández observamos cierto desajuste (porque no es tampoco una contradicción) entre el imaginario social dominante y la toponimia, lo que se comprende mejor si revisamos la historia de estos topónimos. En el momento de su descubrimiento (1574), el piloto Juan Fernández nombró la que actualmente es la isla Robinson Crusoe como Santa Cecilia. Luego, con el descubrimiento de Más Afuera, que hoy es la isla Marinero Alejandro Selkirk, Santa Cecilia pasó a llamarse, por oposición a ésta, Más a Tierra. Santa Clara es la única que ha mantenido su nombre a través del tiempo, tal vez por no haber sido nunca habitada. Los nombres actuales de las islas fueron instaurados el año 1966 por iniciativa de Blanca Luz Brum, una escritora uruguaya que en ese tiempo ya llevaba 20 años radicada en la isla y quería darle un impulso al turismo: A Blanca Luz Brum […] se le ocurre pedirle al presidente Eduardo Frei Montalva que cambien el nombre a la isla para beneficio de que sea más conocida en el mundo. En 1966, entonces, Eduardo Frei Montalva

8 aprueba por decreto supremo el cambio del nombre de las islas. Fue muy visionaria esta señora porque ahora se está viendo el beneficio que trajo ese hecho. El archipiélago de Juan Fernández, con su isla Robinson Crusoe, se abrió al mundo por la novela Robinson Crusoe de Daniel Defoe.10

De esta manera, los nombres Isla Marinero Alejandro Selkirk para Más Afuera, y para Más a Tierra Isla Robinson Crusoe, fueron decididos sin mayor participación de la población. A pesar de ello, para los pescadores ésto no parece haber sido problemático: El cambio de nombre de la isla fue más que nada en honor al personaje que vivió acá, porque Juan Fernández la descubrió, pero el personaje que vivió cuatro años y cuatro meses fue Robinson Crusoe. Y el cambio de nombre de la isla me dio lo mismo porque el isleño no se preocupó de esas cosas, nosotros nos preocupábamos de avanzar, de progresar. Aparte que los viejos acá se metieron a progresar a puro machete y hacer cuanta cosa no había para poder seguir progresando con la población. Así que mayormente no se preocupaban de esas cosas como el nombre de la isla, era más preocuparse de poder vivir acá, de que no te faltaran los alimentos, eso era lo que más preocupaba acá en la isla.11 Fue idea de Blanca Luz cambiarle el nombre de Más a Tierra. Bueno, por lo menos tiene el nombre de una persona porque Más a Tierra no significa nada; que está más cerca del continente no más, no significa nada eso. [Yo estuve de acuerdo con el cambio] por la leyenda, porque creo que posiblemente atrae más al turismo y todas esas cosas, ¿no es cierto? Por eso estoy de acuerdo. Pero no me hubiera gustado que le hubieran cambiado el nombre al archipiélago Juan Fernández, ahí sí que no.12

El nombre de las islas se debe a una estrategia comercial que intenta hacerlas atractivas, a través de la aventura del náufrago, como destino turístico, y no constituye necesariamente una expresión de diferenciación cultural.13 A la luz de lo visto hasta aquí, podríamos decir que la forma más típica de identificación con Robinson Crusoe opera como recurso y estrategia para la acción, pero no como mecanismo de constitución de una comunidad a partir del imaginario social. Además es una estrategia que ha dado resultados, lo que motivó a los jóvenes isleños a nombrar su organización como Juventud Robinsoniana. Al parecer la motivación no

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fue una especial adhesión al personaje sino el impacto que causa el nombre y su eficacia para conseguir los objetivos de la agrupación: ¿Quién nos iba a tomar en cuenta como jóvenes fernandezianos? Nadie. Pero Juventud Robinsoniana pega, así es más fácil ir adonde las autoridades, ser escuchados, postular a proyectos, esas cosas. Juventud Robinsoniana nos sirve más a nosotros.14

La utilización de la figura de Crusoe, disponible en el acerbo cultural del archipiélago, parece responder a necesidades prácticas, económicas o políticas, más que a criterios identitarios. Es un asunto que les ha venido bien a los isleños, a pesar de que a veces incomode por no representar aspectos más relevantes de la cultura y la vida en el lugar.

Selkirk según los isleños Llama la atención esta negación del náufrago como membrete de identidad, tanto por un asunto de semejanza de los significantes (los nombres coinciden), como por contigüidad de los significados (El lugar y las condiciones de vida coinciden). No es solo cuestión de homonimia. La vida de los isleños y la de Robinson Crusoe, tal como ellos las describen, presenta muchas similitudes: Robinson es un hombre fuerte, un macho dominante que resiste las inclemencias del tiempo y sobrevive creando él mismo sus propias condiciones materiales de existencia. Es autosuficiente, hábil, ágil, fuerte, resistente; es capaz de desenvolverse en diferentes ámbitos: construcción, caza, pesca, escalada, buceo, crianza de animales, navegación. Las mismas características atribuidas por los jóvenes a los isleños: –H1: La forma de vida [isleña] es muy distinta a la del continente. En cómo se sobrevive acá en la isla. O sea, tienes que ser bueno para pescar, tienes que saber bucear, tienes que ser bueno para el cerro. O si no, no vales nada, no vales nada acá. –H2: Acá hay que ser más bruto.15

–M1: Como que el isleño se pone multifacético. O sea, para todo está. O sea, cielo, mar y tierra, se adapta súper bien a todo lo que venga.

10 –H3: Son buenos para todo, saben de escopeta, de animales, de pesca, de bucear. –H1: Ah, perfecto. La gente aquí es buena para la pesca, es buena para la montaña, le pasas un caballo, le pasas lo que sea y atina.16

Pero hay elementos que estos jóvenes consideran característicos de su comunidad y su estilo de vida que contrastan fuertemente con la vida del célebre náufrago: la importancia de la comunidad y la libertad: –H4: El ser relajado y tener mucha confianza con las personas. Eso es como la gran diferencia porque allá [en el continente] están todos acostumbrados a que “me van a asaltar, que aquí no”... y entonces yo he llegado allá y súper confiada de todos. Y siempre me decían que tuviera cuidado. Es como más confianza, estar más tranquilo. –H2: Más relajado. –H3: Y de repente más amable. Tú vas por la calle y recién [cuando] llegas allá [al continente] y ves a una persona, tú tiendes a saludarla, y el tipo pasa y ni te mira.17

La confianza se da única y exclusivamente cuando hay un sentido de comunidad, un vínculo social, cuando aquéllos con los que interactúo o coexisto en un mismo espacio reconocen mi existencia y mi valor y me dan un lugar en la sociedad. En Juan Fernández saludarse es un deber, una norma de cortesía que todos cumplen, incluso si ya se han saludado varias veces el mismo día. Aunque esto ha ido cambiando en los últimos años, entre isleños no saludar es signo de desprecio o enemistad, es una afrenta que no se explica por el simple descuido, porque todos se conocen y reconocen mutuamente su importancia con el gesto del saludo. En este testimonio, los jóvenes están estableciendo una diferencia radical respecto del continental, pero la comparación también es útil para el caso de Robinson o Selkirk, quienes llegaron a la isla por accidente el primero y por castigo el segundo. Evidentemente ellos no tenían a quien saludar, salvo a sus animales, y cuando Robinson vio las pisadas de otro humano en la arena (que luego sería Viernes) experimentó un horror inmenso. Pero para ambos, la isla significaba encierro y aislamiento de sus semejantes. Muy lejano de lo que expresan estos jóvenes: –H1: En Valparaíso yo no me siento libre. No me siento para nada libre, incluso me siento súper pequeño. Llego de la isla y me bajo del buque o del avión y altiro me siento súper pequeño; no valgo un peso.

11 –H4: Es que no somos nada allá. –H1: No somos nada. Paras a alguien y no te pescan. –H4: Aquí todos somos un personaje, todos nos conocemos; sus familias, sus amigos. Pero allá no, nada. –H1: Y el tema de la libertad que decía denantes, para mí la libertad parte un poco por hacer lo que yo quiero: ir a donde yo quiero... Allá en el continente no puedes, o sea, si no tienes plata, estás cagado. Si se pasó la micro, ya perdiste; pasó el tren, jodiste; si llegaste tarde, cagaste; si se acabó el pan, también. ¿Me entiendes? Si aquí se acaba el pan, haces pan. Y si no hay comida acá, voy a cazar, voy a pescar. Pero me puedo mover, allá si se te pasó la micro quedas parado. –H5: Si estás allá y no tienes plata, tienes cero peso, te mueres de hambre nomás. Acá no, vas y pides, “oiga, présteme un pancito, cuando llegue el buque lo devuelvo”. –H3: O vas a una casa y almuerzas. –H1: Eso sí, en el continente no te sientes libre. Ahí todo lo que puedes decidir, tu poder como persona no vale nada. El único poder allá es meterte en la masa nomás. Y si vas en contra, estás liquidado. Acá no, acá, si quieres ir en contra, te puedes ir solo en una cabaña y seguís viviendo feliz. –H6: Claro, aquí si quieres te vas por un mes al campo y estás a puro conejo y pescado y chapa y cangrejo. Relajado. –H1: Esa libertad es súper importante. Incluso puede llegar a matarte, a destruirte de la impresión. Le pasa a gente en el continente, que tiene familia y no puede hacer nada. Eso sí que es estar limitado: no tener trabajo, no poder hacer nada. Acá no, si una familia no tiene ningún peso no se muere de hambre.18

Los muchachos son enfáticos, la isla es un espacio de libertad y no de encierro como lo era para los náufragos. Es la libertad que otorga la autosuficiencia física y material, la capacidad de sobrevivir y adaptarse, de transformar el medio geográfico y dominarlo. Pero esa libertad está asociada a la seguridad que supone pertenecer a una comunidad; una comunidad donde las redes familiares se entrecruzan hasta el punto de que todos los isleños tienen algún grado de parentesco entre sí; en esta comunidad hay redes de solidaridad, predomina la ética del don antes que la del mercado, en la cual se hacen favores porque se confía y se espera que el otro, a su vez, haga favores en el futuro o simplemente porque ya los ha hecho en el pasado, él o algún familiar cercano. Y esta comunidad

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no es vivida como un espacio social opresivo (“Pueblo chico infierno grande”), porque, como señala el dicho anterior, en la isla sí se puede ir contra la corriente y la gente lo acepta. Incluso en los momentos en que la presión de la colectividad podría coartar la expresión individual, la comunidad es vista más como espacio de manifestación y apoyo de la singularidad que como una imposición de la tradición. De manera que para estos jóvenes el aislamiento no es concebido como un castigo y un encierro. La experiencia fernandeziana de la insularidad no es la soledad del náufrago que vivió esperando que lo llegaran a buscar. Para el isleño la insularidad tiene que ver con la distancia, que a veces puede tener consecuencias dramáticas, pero no con la soledad. Eso supone una concepción particular de esta condición, muy diferente de la que tiene un continental, y a la cual le atribuimos ingenuamente un carácter universal. En esta visión, el concepto de libertad no tiene que ver con la posibilidad de abandonar la isla, y el concepto de soledad no se relaciona con la situación de aislamiento. Es muy interesante comprobar cómo en esta visión se constituye también una imagen particular del náufrago (que incluye tanto a Robinson como a Selkirk), donde se privilegia el atributo libertad, asociado directamente con la autosuficiencia de la que hablamos anteriormente. Todo esto aparece explícitamente en una canción que Guido Balbontín, artesano y cantautor radicado en Juan Fernández desde mediados de los años 1960, dedica a Selkirk: Cuando allá en la distancia/ divisaste mi tierra/ no quedó ni una duda/ que te ibas a quedar// Te abrazaron las cumbres/ y se abrieron tus ojos/ de frente a tu destino/ mi isla fue tu hogar// Alejandro Selkirk/ escocés natal/ trazaste el sendero/ de nuestra libertad// Con la Biblia en la mano/ te viste arrodillado/ tu pecho desgarrado/ en tanta soledad// Huyendo del hispano/ mirando al horizonte/ de la playa hasta el monte/ amando tu lugar// Saltando por los cerros/ buscando tu sustento/ orando en su momento/ cuatro años llevas ya// El sándalo tu ofrenda/ al dios de la verdad/ te hizo el personaje/ isleño de verdad// Con el puño cerrado/ ya se acerca el bajel/ que te lleve a tu Escocia/ la que te vio nacer// Alejandro Selkirk/ escocés natal/ trazaste el sendero/ de nuestra libertad.19

Recogemos esta visión del náufrago en parte de las generaciones jóvenes actuales. Es interesante el hecho de que la canción sugiere que Alejandro

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Selkirk se quedó en la isla por su propia voluntad, debido a que se enamoró a la distancia de ella. Lo presenta como un hombre piadoso y desgarrado por la soledad. Pero lo más importante es que se dice que trazó el sendero de la identidad isleña (“nuestra libertad”). Esto está ligado con la anterior cita, cuando se dice que Selkirk era un rey en la isla. Hay aquí una visión de lo propio isleño en términos de autenticidad: la vida en la isla sería mejor que en el continente porque es más auténtica. De hecho, esta visión de la experiencia de Selkirk elimina los aspectos desgarradores de su estadía (el castigo, el abandono, el accidente, el naufragio y el encierro), para dejar exclusivamente la persecución de los españoles. En otras palabras, la única fuente de sufrimiento era la presencia del otro; su felicidad y libertad radicaban en su auténtica soledad. Es decir que en esta versión de la historia, el ideal de la experiencia isleña sería la mantención de la pureza y la autenticidad de lo humano frente a la naturaleza. Además, se incorporan otros elementos que no están en el imaginario continental sobre estos náufragos: la decisión de quedarse, el carácter voluntario de su aislamiento, y la autoridad, la supremacía y la independencia que se deriva de ello. Ahora, esta soledad del náufrago es una alegoría de la autonomía de la comunidad isleña. El hecho de que se plantee que Selkirk trazó la huella de nuestra libertad, refleja que su experiencia es un modelo para la libertad colectiva y soberana de la comunidad isleña. La soledad de Selkirk y Robinson, tal como predomina en la visión clásica de los personajes, es un escollo que el imaginario colectivo tendrá que sortear con más insistencia, para que este imaginario del náufrago decante y articule un imaginario colectivo que instituya la comunidad.20 En esta visión, el náufrago es fundamentalmente un solitario, y la soledad no es una condición a priori y autoevidente en la vida en Juan Fernández, ya que, como hemos visto, en estas islas persiste la vida comunitaria. Consideramos que este es el rasgo distintivo que motiva al isleño a no explotar un icono de resonancia internacional (si no mundial), de legítima correspondencia exclusiva, capaz de expresar muchos de los aspectos de la vida en Juan Fernández.

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Pero entonces, si no es a través de la figura de Robinson o Selkirk, ¿cómo se constituye la comunidad isleña?, ¿a partir de qué imaginario se articula y se asienta esa heterogeneidad siempre bullente que es toda comunidad? Para acercarnos a la visión isleña sobre este lugar deberíamos abandonar el atractivo de Defoe y echar mano a algún ejemplar de la novela La Justicia de Los Maurelio de Jorge Inostroza21 –mucho menos celebrada por la crítica internacional y los programas de educación nacional, pero más cercana al imaginario fernandeziano que descansa en la figura emblemática de los colonos. Cuando comencé a trabajar en estas islas para reconstruir su historia a partir de los relatos de los ancianos, ellos me enviaban a leer ese libro, no el Robinson Crusoe de Daniel Defoe.

La historia de los colonos de Juan Fernández El lugar que no ocupa la figura de Robinson o Selkirk en el proceso identificatorio de la comunidad isleña lo ocupan los colonos. El hecho de que todo isleño, desde los más ancianos, hasta los más jóvenes, se enorgullezca de poder decir que ellos son hijos, nietos o descendientes de colonos (y obtener prestigio de ello), revela que la figura de esos primeros habitantes es lo que fundamenta la distinción isleña desde hace generaciones. El imaginario relativo a los colonos es un código unívoco, compartido por todos y está muy cargado de valor emocional por parte de la población. A diferencia del imaginario del náufrago, el de los colonos sí instituye una comunidad. En ella, las singularidades quedan expuestas unas a otras, conformando un mundo común que no se repliega sobre sí mismo sino que se abre hacia el exterior, más allá de las fronteras geográficas (la isla) y sociales (la comunidad isleña) para interpelar al Estado y a los chilenos. Como toda comunidad, ésta se remonta a sus orígenes, de los cuales se enorgullece y vanagloria, de modo que tendremos que dar a conocer la historia de Juan Fernández tal como la cuentan sus habitantes actuales para poder reconstruir su imaginario social.

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La historia del archipiélago comienza con el descubrimiento de la isla Santa Cecilia en 1574 por el piloto Juan Fernández. Sin embargo, no fue colonizada definitivamente hasta 1877. Estrictamente hablando, ese es el año en que comienza la historia de la población actual de estas islas. Según Jorge Guzmán Parada, La población de Juan Fernández es discontinua. Su evolución ha sido intermitente, como la luz de un faro. Ha desaparecido muchas veces para volver a aparecer con nuevas faenas pesqueras, con nuevas empresas y con nuevas fisonomías. Los pescadores de hoy no descienden de los que había en 1800, ni de los niños que retozaban en las quebradas en 1910, porque cada empresa creaba su propia población, con elementos y hombres transportados por ella misma desde el continente. Es una población isleña sin antepasados isleños, y con una tradición extra-insular.22

A pesar de ello, los isleños actuales prefieren imaginar que ha habido una continuidad absoluta desde los tiempos del barón de Rodt. Es una descripción muy interesante, aunque tal vez un tanto exagerada, y que no toma en cuenta la percepción que los propios isleños tienen del pasado. Esto es fundamental para una descripción etnográfica. El punto de vista antropológico del pasado (el que proponemos aquí) se centra en esta visión local del ayer, en la memoria más que en la historia. Porque en la actualidad existen nuevas generaciones que han elaborado una memoria de la colonización que constituye una verdadera tradición isleña. Escucho la historia de la colonización relatada por los descendientes de los que la llevaron a cabo, de cómo era la vida de los que vinieron a trabajar con el barón de Rodt, que arrendó la isla al Estado de Chile como hacienda para hacerla producir. El negocio era pésimo y la renta muy alta, pero el barón siguió adelante hasta perder toda su fortuna. Vivió hasta su muerte en Más a Tierra y crió a todos sus hijos ahí. Hasta el día de hoy su descendencia continúa navegando y levantando trampas. Von Rodt, linaje de la nobleza suiza es hoy De Rodt, linaje de nobles pescadores. El barón es un verdadero héroe cultural,23 pero hoy su familia no es más importante que las otras. Todo colono es recordado de manera respetuosa y llena de admiración, y ser hijo o descendiente de colonos es motivo de orgullo para cualquiera:

16 Mi papá me contaba la historia de mi bisabuelo que es el barón de Rodt. Me contaba que había llegado acá y trajo gente. Él se radicó acá y trajo españoles, también trajo franceses. Empezaron con la agricultura y se comercializaba mucho el lobo marino en ese tiempo. Mi bisabuelo arrendó la isla, él arrendó la isla y gastó todos sus bienes acá, trabajando con la misma gente que había traído. De ahí nacen todos los que estamos ahora, los descendientes casi todos de colonos. Porque está el apellido Schiller, Andaur, Charpentier… Todos esos apellidos nacen de aquí.24

La vida ha cambiado mucho en Juan Fernández respecto de esos tiempos. Ya no se siembra ni hay tantos animales como antes, y se recuerdan con nostalgia los tiempos de los colonos, cuando se trabajaba la tierra: Aquí se han perdido muchas cosas bonitas. Aquí se hacía la trilla, había hartos animales; se cortaba la mantequilla, había harta leche, se hacía el queso, la harina tostada. Nosotros teníamos yuntas, tirábamos los bueyes, rompíamos la tierra, sembrábamos, regábamos. No nos faltaba de nada. Esos eran los tiempos antiguos, ahora son otras generaciones. Mi papá era pescador pero igual trabajábamos la tierra, teníamos tiempo para todo. Y una tremenda quinta, mijito, inmensa quinta. Y además arrendaban más terreno para sembrar. Todas las familias antiguas sembraban. Adonde está el colegio nuevo eran puros maizales; vendían los choclos calientitos cocidos con mantequilla de aquí mismo; se hacían los pasteles, las humitas, todo pues, mijito, la chuchoca... Ahora llega todo del continente.25

Había mucho trabajo por hacer. La vida era muy dura porque había que empezar todo desde cero: Tienen que haber llegado por ahí por el 1850. Mi abuelita fue la que llegó primero de mi familia. Es terrible lo que sufrió esa gente cuando llegaron solos aquí, hicieron sus casas forradas con varillas, piedras y barro. Se les llovían las casas, era terrible. Mi abuelita llegó con puros niños; claro, habían unos que trabajaban, pero otros que no. Mi madre era una niña cuando llegó aquí, tenía como ocho años.26

Con poquísimos adelantos tecnológicos el trabajo era arriesgado y duro: se salía a la pesca sin motor, a remo y vela; se pescaba langosta con canasto, no con trampas (que aseguran que una vez adentro la presa no escape); no había trajes impermeables de goma ni botas, se pescaba a pie

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pelado y había que aguantar el frío; se trabajaba de noche y no de día como ahora. Además, se considera que el clima era más crudo que en la actualidad, lo que aumentaba los riesgos en el mar: A mi papito le tocó duro porque en ese tiempo salían sin motores, a remo nomás, a remo y a vela. Pero él decía que había unos refugios atrás de la isla para saltar a tierra cuando había mal tiempo y quedarse hasta cuando el tiempo los dejara pasar hacia la colonia. Lucharon harto ellos, la sufrieron harto porque los temporales antiguos eran terribles. A mí me da risa ahora cuando dicen: “¡ay, un temporal tremendo!”. Yo vi, mijito, un temporal que llegaba al camino que le llaman Los Colorados arriba, que va para la hostería. Eran temporales tremendos. He visto salida de mar aquí en la isla también.27

Por otra parte, como la isla no se autoabastecía, había que traer los productos manufacturados desde el continente. El abastecimiento se realizaba en embarcaciones marineras, que solo utilizaban el motor de manera auxiliar a las velas, de modo que los viajes se ceñían a las determinaciones del clima. Por lo tanto, muchas veces se sufría la escasez de alimentos y ropa por la demora de las goletas o simplemente porque no viajaban: Ahora viene buque seguido, ahora viene todo el tiempo. Antes no, yo me recuerdo que en mi tiempo pasaban hasta seis meses y no venía ni un barco. No teníamos qué ponernos, ni zapatos a veces, nada de ropa.28

El aislamiento se sumaba al abandono, y no había un desarrollo de las telecomunicaciones que permitiera enfrentar de mejor manera esta situación: Antes se ocupaba el telegrama, y teníamos que ir a colocarlos allá arriba al Centinela. En esa fecha habían dos astas de bandera: una estaba en la puntilla y otra al lado de la casa en un morrito. Entonces, cuando había telegramas para la población o para las empresas pesqueras, se ponía una bandera roja y otra de otro color para avisar a quien había llegado mensaje. A mí me tocó varias veces ir a buscar los telegramas allá arriba. Después cambió, más o menos en el año 1927 se instalaron donde están ahora acá abajo –yo tenía como once o doce años–, entonces ya era más fácil colocar los telegramas.29

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Los isleños se encontraban solos ante las catástrofes naturales como las salidas de mar, terremotos o aluviones. Tampoco tenían apoyo en cuanto a la salud, y la gente moría de enfermedades tan comunes como la bronquitis, que, a falta de tratamiento adecuado, se agravaba hasta el extremo de provocar la muerte. No había médico y los partos eran atendidos de manera heroica por las viejas y experimentadas parteras. A esto se sumaban las dificultades económicas. Luego de la quiebra del barón de Rodt, la economía isleña pasó a ser eminentemente pesquera, basada exclusivamente en la extracción de la langosta. A pesar de lo prometedor del negocio, se sucedieron muchas empresas que fracasaron en sus intentos comerciales.30 Eran tiempos en que los trabajadores no tenían sus derechos sociales y laborales asegurados. El trabajo era duro y riesgoso, y el salario no era suficiente para tener una calidad de vida aceptable: Cuando éramos niños no había trabajo para nuestros padres, poca plata. Asistíamos a la escuela a pies pelaos. Cuando había desfile aquí en la plaza, desfilábamos a pies pelaos. ¡Si la gente no tenía cómo comprar zapatos porque no había! La comida era escasa: en esa época, cuando era tiempo de invierno no venía barco a la isla. Llegaban hasta mayo y ahí pasaba la pesca de langosta y ahí no venía barco hasta que empezaba la temporada de nuevo.31

La historia de estas islas está marcada por la larga lucha de los pescadores por el precio de la langosta. En un comienzo la relación con las empresas se daba en la forma de patrón-empleado. En esta época las empresas proveían las embarcaciones y todas las artes de pesca, y los pescadores aportaban la mano de obra. La empresa realizaba toda la inversión necesaria para la explotación de la langosta. Esto incluía el abastecimiento a las islas de los productos manufacturados y la alimentación, lo que se hacía a través de pulperías. En estos almacenes, que eran los únicos existentes, el isleño compraba a cuenta, y a fin de mes se le descontaba de su sueldo lo que había gastado, de modo que finalmente era poco el dinero que pasaba por sus manos: trabajaba para comer y se le hacía difícil ahorrar. A medida que dejaban de sembrar la tierra, los isleños dependían cada vez más del abastecimiento que las empresas

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proporcionaban para mantener la mano de obra –que, dicho sea de paso, se extendía desde agosto hasta mayo, los meses en que se impone la veda. En esta época el pescador permanentemente negociaba con la empresa por el precio de la langosta, logrando alzas mínimas aunque constantes. La década de 1960 marcaría un quiebre importantísimo en la sociedad isleña. Mediante el decreto ley 274 de 1960 (Ministerio de Economía) se creó la Empresa de Comercio Agrícola (ECA), organismo gubernamental que distribuía alimentos y elementos necesarios para la subsistencia a un precio fijado no por el mercado, sino por una política social que buscaba el bienestar de la población. Esto permitió que los pescadores de Juan Fernández no dependieran de las empresas para obtener los bienes necesarios, lo que significaba, además, que la veda no se extendiera al abastecimiento de abarrotes. En este periodo, los pescadores comenzaron a independizarse de las empresas construyendo sus propias embarcaciones o comprando botes a empresas que quebraban. Empezaba a constituirse un grupo de pescadores que ya no trabajaban “apatronados”, y por lo tanto ya no recibían salario sino las utilidades de su trabajo. El pescador comenzaba a invertir en sus embarcaciones y artes de pesca, y ya no vendía su fuerza de trabajo sino el producto de él. Por esta razón, los primeros botes de pescadores independientes fueron bautizados como Independencia y Libertad. Pero el hito más importante fue la formación de la Cooperativa de Pescadores de Juan Fernández el año 1967, apoyada por el presidente de la República, Eduardo Frei Montalva en persona, quien, además, regaló un buque para que la propia cooperativa realizara los fletes y el abastecimiento general, de modo que el bienestar de los isleños no dependiera del afán de lucro de terceros. A partir de entonces, todos los pescadores se hicieron de sus propias embarcaciones y vendieron a través de la Cooperativa sus langostas directamente a los compradores en el continente. Como se cobraba el precio de costo por los fletes, las familias pudieron comprar electrodomésticos, muebles, traer materiales de construcción para mejorar o hacer sus casas, entre otras cosas. El nivel de vida mejoró sustancialmente en este periodo, que se celebra en una ranchera de

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Daniel Paredes, pescador robinsoniano, llamada “A Pata Pelá”, que todo isleño corea lleno de emoción: Con respeto a todos los mayores/ unas cuantas cosas les quiero cantar/ aunque chico dicho sea de paso/ lo que cuando niño sufrió mi papá// Trabajando para las compañías/ el solo decía no ganaba nada/ y aparece por la mayoría/ la Cooperativa solo seguirá// Se retira de nuestro peñón/ se retira el señor patrón/ se organizan todos los isleños/ como quien prepara una Revolución// Me contaban a mí mis abuelos/ que cuando pequeños ellos sufrían más/ para la Pascua y el Año Nuevo/ iban a las fiestas a pata pelá// Con respeto a todos los mayores/ yo aquí mi canto quiero terminar/ para que a todos los antiguos isleños/ esta vieja historia no les vuelva más.32

Como en muchas partes de Chile, la Cooperativa tuvo un fin lamentable, al quebrar en el año 1980.33 Su cierre debilitó la organización de los pescadores y dio inicio a una nueva etapa en la que las empresas solo comercializan, imponiendo el precio de la langosta, pero sin invertir su capital en los medios de producción (botes, artes de pesca, combustible, carnada, víveres). Son los propios pescadores quienes asumen el costo y el riesgo de la actividad, mientras el empresario solo se limita a comprar las langostas vivas en el aeródromo. De este modo, la historia de la colonización es la historia del esfuerzo, el sufrimiento y el sacrificio que los padres de las generaciones posteriores hicieron para asegurar el nivel de vida con que cuentan los isleños en la actualidad. Este esfuerzo es visto como una obra heroica, que debe ser reconocida y de la cual se sienten orgullosos. El ser hijo o descendiente de colonos otorga cierta legitimidad a la pertenencia de un individuo a esta tierra. Da cierto prestigio ser de Rodt, Camacho, Chamorro, Paredes, Recabarren, Rivadeneira, Arredondo, Schiller, Charpentier, González, entre otros. No es que haya familias o linajes que gocen de mayor estatus (aunque existen quienes se dan ínfulas), en esto el isleño es extremadamente democrático; sin embargo, poder establecer un vínculo genealógico con los responsables de la colonización es una especie de certificación de autenticidad acerca de su calidad de isleño que puede ostentar una persona. No es lo mismo ser descendiente de colonos que haber emigrado hace diez, veinte o cuarenta años a la isla.

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En este imaginario llama la atención tanto la desestimación de las figuras de Crusoe y Selkirk como de la labor de la pesca. A pesar de que se menciona a cada momento, porque se trata de la principal actividad económica, la pesca de langosta no es considerada como un rasgo distintivo a partir del cual expresar la particularidad de la comunidad y la vida isleña. Así, a la vista sesgada del observador externo pudiera parecer que se desaprovecha un recurso cultural extraordinario a la hora de expresar la tan deseada identidad, porque en Chile no hay más pescadores de langostas que los de Juan Fernández. Tanto ellos como su langosta son únicos, porque esta variedad (Jasus frontalis) es endémica y reconocida en todo el mundo como la de mejor calidad y sabor.

Deuda, soberanía y reconocimiento: el imaginario colonial como estrategia cultural Tal como las generaciones mayores, los jóvenes isleños recuerdan, añoran y resaltan el pasado de la isla, cuando todo era más difícil. Destacan la importancia de su pasado agropecuario: H3: Antes todos vivían lejos, a los cerros. Pero aquí [en el borde costero] no, porque siempre había temporales. H4: Sí. Y eran familias súper numerosas. Mi abuelo tenía 13 hijos. Y así, todas las familias eran numerosas. H1: Tenían ovejas, tenían vacunos, tenían caballos. Las mujeres se casaban súper jóvenes. A veces en contra de su voluntad, incluso. H4: Por ejemplo, donde está el retén de Carabineros, eso no estaba antes, eso estaba lleno de ovejas antes. H3: Había más siembra, cosechaban más. Cosechaban. H4: Era una vida de campo. H3: En Puerto Inglés también tenían plantaciones.34

Según los testimonios anteriores podemos apreciar que hay una memoria viva, que se transmite de las generaciones mayores a las más nuevas, que éstas comentan y reelaboran. Observamos aquí cómo el discurso identitario se ancla en la memoria de los colonos, memoria que resalta la vida de campo, antes que la del mar. El pasado glorioso es el

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agropecuario, los tiempos del barón de Rodt; los de la pesca son posteriores y no son recordados con tanta alegría, porque son también años de pobreza, abandono y explotación por parte de las empresas pesqueras. De hecho, los pescadores, aunque orgullosos de serlo, esperan que sus hijos no se dediquen a la pesca y puedan realizar otras actividades, lo que en ningún momento entra en conflicto con la condición de isleño. No se es más o menos isleño por ser o no pescador, pero sí se tiene un estatus especial si se es descendiente de colono. La imagen del isleño fuerte y sufrido es retomada y reelaborada por estos jóvenes en un discurso que se enfrenta a un contexto diferente al de las generaciones anteriores. El discurso identitario de la juventud se refuerza a través de la rememoración y canciones, y aunque las generaciones actuales (hasta los 18 años) se muestren cada vez menos interesadas, los jóvenes agrupados en la JURO intentan mantener formas de ser y de actuar consideradas auténticamente isleñas. En este punto se hace evidente que la memoria se construye desde el presente, siendo acomodada a los requerimientos de la actualidad.35 La identificación de los jóvenes se ancla en el pasado de esos colonos, forjadores del asentamiento humano y comunitario en el archipiélago; quienes lucharon contra el abandono, el clima, el mar, el hambre, la pobreza y la explotación económica a que los sometieron las empresas comercializadoras de langostas, y de quienes ellos se enorgullecen de descender. El imaginario de los colonos es compatible en gran parte con el de los náufragos, pero el tema que lo domina no es el aislamiento sino más bien la relación con el Estado chileno y sus ciudadanos. Los colonos son resistentes, fuertes, duros, aguerridos, versátiles, autosuficientes y comunitarios. Pero además hacen un sacrificio inconmensurable por la patria. Los colonos son colonos chilenos,36 o por lo menos hacen un don a Chile al hacer soberanía en estas islas. Y los isleños permanentemente resaltan el hecho de que ni el Estado ni el resto de los ciudadanos han dado el reconocimiento que su historia y su comunidad se merecen:

23 Hace 15 o 20 años atrás, los isleños nos enorgullecíamos de ser acogedores. Pero después, la gente que venía acá empezó a correr la voz en el continente de que en Juan Fernández la gente era muy generosa y hospitalaria. Y llegaba gente muy abusadora, que alojaba, paseaba y comía gratis, y después ni siquiera hacía una llamada por teléfono, ni una foto te mandaba, nada. Entonces, el término “plástico”37 surgió como una respuesta al abuso, al aprovechamiento de los turistas que empezaron a llegar sin dar nada a cambio. Lo otro que es muy importante es que llegan los continentales a la isla y se compran los mejores terrenos, y los isleños, que nos hemos sacado la cresta para que la gente llegue a poder interesarse por la isla –porque los viejos la sufrieron, y se sacaron la cresta para poder colonizar, y cuando estaban ellos, nadie pensaba en venir a comprar terrenos acá–, no tenemos los medios como para comprar esos terrenos que nos deberían pertenecer por derecho, por ser descendientes de colonos. Pero como estamos bajo las leyes del Estado de Chile, tenemos que acatar nomás.38

En este testimonio se hace una recriminación al Estado de Chile por no reconocer lo que el isleño considera un derecho histórico sobre los terrenos que tradicionalmente ocuparon los colonos, los que les corresponderían por sucesión, y que el Estado, en cambio, les exige que compren, además de ser designados por el Ministerio de Bienes Nacionales. Por lo tanto, el isleño considera que el Estado de Chile está en deuda con la comunidad por el sacrificio soberano de colonizar el archipiélago. En este sentido, las relaciones entre la isla y el continente están reguladas por la lógica de una reciprocidad que históricamente ha sido desequilibrada o asimétrica, manteniéndose el polo continental (Estado, mochileros, inmigrantes y propietarios de terrenos) en permanente deuda con la comunidad isleña. Es importante destacar que este discurso permite mantener una dependencia económica y cultural con el continente sin menoscabo al valor de la propia identidad, ya que invierte los términos, proponiendo que es el continente el que depende (en cuanto a soberanía) de ellos. Respaldado por este discurso, el isleño puede exigir al Estado sin sentir que está recurriendo a una caridad que puede resultar humillante para quien la recibe,39 sino muy por el contrario, considera que ha dado sin

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recibir nada a cambio, lo que lo sitúa en el otro polo: el de un pueblo generoso que ha cumplido con su cometido y mantiene en alto su honor. Comienza a dibujarse la lógica cultural isleña, que se articula, desde su origen, en una relación de fidelidad cultural y dependencia económica con el continente. Esto se refleja en el mantenimiento de ciertos aspectos culturales continentales (cocina, estética, música) y en la actitud demandante y pasiva que oponen al Estado, al que exigen recursos y subsidios en una escala muy superior al esfuerzo efectivo por solucionar directamente sus necesidades.40 En este contexto, el discurso identitario de la colonización y de lo endémico sirven como herramienta ideológica, que sustenta y justifica esa actitud ante el Estado. Como la gran mayoría de las sociedades isleñas, la de Juan Fernández ha tenido que enfrentarse y luchar contra el aislamiento,41 y el discurso de los descendientes de colonos se orienta en este sentido. Un discurso que se articula a partir de la asimetría, el sacrificio y la deuda, que les permite dialogar de manera mucho más efectiva con el Estado, porque éste tiene interés por mantener la soberanía. De modo que el discurso isleño se apropia del discurso nacional-estatal, asumiendo una posición geopolítica, para asegurar su bienestar social y económico, justificación que difícilmente podría proveerle una identidad basada en la figura del náufrago. Así se entiende la importancia que tiene la novela histórica La Justicia de Los Maurelio de Jorge Inostroza,42 para los isleños. Conversando con los ancianos sobre el pasado, me preguntan si conozco la historia de Los Maurelio. Me dicen que es muy buena y que ocurrió en realidad. Es la historia de una familia que vivió antes del poblamiento actual (18401844). El padre de familia se vio en la obligación de matar a un marinero escocés que había sido dejado por un barco ballenero en la isla debido a su mal comportamiento. Sin protección policial, el padre tuvo que enfrentarse al marinero que seducía a la mujer de su hijo, y en un confuso incidente, lo mató. Cuando tiempo después un barco de la Armada chilena visitó la isla, Los Maurelio contaron al capitán lo que había sucedido, y éste llevó al padre al continente para que fuera enjuiciado. El hombre terminó en la cárcel por defender a su familia. La isla era territorio chileno,

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por lo tanto se aplicaban las leyes igual que en el continente. Los Maurelio tenían el deber de respetarlas, pero no tenían el derecho a ser protegidos. El tribunal no consideró esto y condenó al padre. Finalmente la familia tuvo que abandonar la isla en la que habían decidido vivir en soledad. Sin duda es una historia que tiene mucho sentido para los isleños, quienes, a pesar de haber ofrendado las islas al país, se han visto postergados durante gran parte de su historia, abandonados a su suerte, pero teniendo que obedecer sus leyes. Podemos apreciar claramente aquí que el imaginario isleño que se centra en la figura de los colonos es un imaginario orientado hacia fuera, de modo que lo más propio de la isla, de la comunidad, está fuera de sí, en el hecho colonial y en la búsqueda de diálogo, pero ante todo de reconocimiento por parte del continente. Juan Fernández existe como tal en la medida en que se expone al otro exterior (el continente, el Estado, los chilenos), pero esa exposición es fuente de angustia si no encuentra eco, si no es reconocida y valorada en su singularidad.

Hemos querido mostrar cómo el imaginario isleño se despliega en diálogo con los imaginarios sobre la isla que llegan desde afuera, asimilando ciertos elementos a partir de lo que hemos denominado la ética del don (reciprocidad) para crear una mito-lógica insular anclada en un pasado originario, el del sacrificio de los colonos. Así, bajo esta lógica, característica importante de la sociabilidad fernandeziana, hemos querido mostrar un archipiélago distinto al de la tragedia aérea o el tsunami, distinto del de los piratas, los reos y los náufragos; una forma de habitar que coexiste y dialoga con esas otras formas de imaginar un lugar que no ha dejado de producir ficciones, fantasías y mitos.

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NOTAS El geógrafo chino Yi-Fu Tuan ha desarrollado una fenomenología del espacio vivido planteando que las islas son lugares privilegiados para la creación simbólica: “La isla ha demostrado tener una pertinaz capacidad para dar alas a la imaginación humana. Sin embargo, a diferencia del bosque tropical o de la costa continental, en el pasado evolutivo del hombre, la isla no ha podido ofrecer abundancia ecológica ni ha tenido gran importancia como entorno. Su trascendencia yace en el reino de la imaginación. Como hemos visto, muchas de las cosmogonías del mundo empiezan con el caos de las aguas; la tierra, cuando aparece, es necesariamente una isla. El montículo primitivo era también una isla y el lugar donde comenzó la vida. En muchas leyendas, la isla es la morada de los muertos o de los inmortales. Sobre todo, simboliza un estado de inocencia y felicidad previo a la caída del hombre, protegido por el mar contra los males del continente. La cosmología budista reconoce cuatro islas de «tierra excelente» situadas en el «mar exterior». El hinduismo habla de una «isla esencial» de gemas pulverizadas, en donde crecen árboles de dulce fragancia y se alberga a la magna mater. China tiene la leyenda de las Islas Afortunadas o de las Tres Islas de los Genios, que se creía que estaban situadas en el Mar Oriental, frente a la costa de Chiang-su. Los semang y los sakai, habitantes de la floresta en Malasia, conciben el paraíso como una «isla de las frutas», en donde todos los males que afligen al hombre en la tierra han sido extirpados; está situada en el cielo y se accede a ella por el oeste. Algunos pueblos polinesios imaginan su Elíseo como una isla, lo que no resulta sorprendente. Pero es en la imaginación del mundo occidental donde la isla se ha arraigado más intensamente”. Tuan, Yi-Fu. Topofilia. Barcelona: Melusina, 2007, pp. 162-163. 2 En la Enciclopedia Pueblos de la Tierra. Razas, ritos y costumbres (Barcelona: Salvat Editores, tomo 2, 1981), Christopher Derrick escribe un capítulo sobre el archipiélago titulado “Juan Fernández. La isla de Robinson Crusoe”, donde increíblemente no habla una sola palabra acerca de los isleños actuales. Se remite a reflexionar sobre la autenticidad que encierra la experiencia de la soledad y de cómo el arquetipo de Robinson Crusoe se ha materializado en este lugar: la isla de la soledad. Maura Brescia, en su libro Mares de leyenda, por otra parte, incluye un capítulo que titula “Refugio de modernos robinsones”. Ella sí describe la vida de los isleños actuales y aporta datos relevantes, aunque someramente y en un espacio muy reducido si lo comparamos con la atención que le da a la historia previa. Ver: Brescia, Maura. Mares de leyenda. Santiago de Chile: edición independiente, 1979; Brescia, Maura. Selkirk / Robinson: el mito. A tres siglos del solitario en isla Robinson Crusoe (1704-2004). Santiago de Chile: Editorial Marenostrum, 2004. Ver también Vicuña Mackenna, Benjamín. Juan Fernández. Historia verdadera de la isla de Robinson Crusoe. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1974 [1883]. 3 Guzmán Parada, Jorge. Cumbres oceánicas. Las islas Juan Fernández. Santiago de Chile: Bustos y Letelier editores, 1951, p. 4. 4 El término robinsonismo es una adaptación del término orientalismo acuñado por Edward Said para referirse al discurso colonialista que Occidente ha hecho sobre Oriente: “Si tomamos como punto de partida aproximado el final del siglo XVIII, el orientalismo se puede describir y analizar como una institución colectiva que se relaciona con Oriente, relación que consiste en hacer declaraciones y adoptar posturas con respecto a él, describirlo, enseñarlo, colonizarlo y decidir sobre él; en resumen, el orientalismo es un estilo occidental que pretende dominar, reestructurar y tener autoridad sobre Oriente. 1

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Para definir el orientalismo me parece útil emplear la noción de discurso que Michel Foucault describe en La arqueología del saber y en Vigilar y castigar. Creo que si no se examina el orientalismo como un discurso, posiblemente no se comprenda esta disciplina tan sistemática a través de la cual la cultura europea ha sido capaz de manipular –e incluso dirigir– Oriente desde un punto de vista político, sociológico, militar, ideológico, científico e imaginario a partir del periodo posterior a la Ilustración. Asimismo, el orientalismo mantiene una posición de autoridad tal, que no creo que nadie que escriba, piense o realice algo relacionado con Oriente sea capaz de hacerlo sin darse cuenta de las limitaciones de pensamiento y acción que el orientalismo impone. En pocas palabras, que por causa del orientalismo, Oriente no fue (y no es) un tema sobre el que se tenga libertad de pensamiento o acción. Esto no significa que el orientalismo tenga que determinar unilateralmente lo que se puede decir sobre Oriente, pero sí que constituye una completa red de intereses que inevitablemente se aplica (y, por tanto, siempre está implicada) en cualquier ocasión en que esa particular entidad que es Oriente se plantea. ¿Cómo ocurre este proceso? Eso es lo que este libro intenta exponer. También pretende demostrar cómo la cultura europea adquirió fuerza e identidad al ensalzarse a sí misma en detrimento de Oriente, al que consideraba una forma inferior y rechazable de sí misma”. Said, Edward. Orientalismo. Barcelona: Ib Jaldun, Libertarias 1, 1990, p. 3. 5 En la madrugada del 27 de febrero de 2012 ocurrió un devastador tsunami como consecuencia del terremoto que tuvo lugar en Chile continental. La ola destrozó la parte costera del pueblo, provocando la muerte de 16 personas en total. En el accidente aéreo del Aerocar CASA C-212 acontecido el 2 de septiembre del 2011 en Punta de isla de Robinson Crusoe, fallecieron 21 personas. 6 Ver nota 39. 7 Entrevista a Daniel Paredes Recabarren (62 años), isla Robinson Crusoe, marzo 2003. 8 Entrevista a Guillermo Martínez Recabarren (51 años), isla Robinson Crusoe, marzo 2004. 9 Entrevista grupal a jóvenes (17 a 25 años), isla Robinson Crusoe, 25 de febrero 2003. 10 Entrevista a Victorio Bertullo (69 años), isla Robinson Crusoe, 23 de febrero 2001. 11 Entrevista a Daniel Paredes Recabarren (62 años), isla Robinson Crusoe, marzo 2003. 12 Entrevista a Rolando Mena Schiller (83 años), isla Robinson Crusoe, marzo 2003. 13 Sin embargo, no todos están conformes con el nombre: “A mí, personalmente no me gusta el nombre isla Robinson Crusoe. Nos ha ayudado bastante, en muchos sentidos; gracias a ese nombre el archipiélago es conocido. Porque, ¿quién conoce a Alejandro Selkirk? Y el que lo conoce sabe de él por Robinson Crusoe. Pero yo prefiero el nombre Santa Cecilia. Nunca debieron habérselo cambiado. Me gusta ese nombre porque la isla es mujer: “Nereida del Mar”. Y todas las canciones hablan de la isla como mujer, entonces, nada que ver el nombre isla Robinson Crusoe”. Nota de campo: K.A.S. (20 años), 25 de febrero 2004. 14 Nota de campo: Joven isleño (26 años), isla Robinson Crusoe, 7 de marzo 2003. 15 Entrevista grupal a jóvenes (17 a 25 años), isla Robinson Crusoe, 25 de febrero 2003. ¿NOTA 17? Si me preguntas si la nota 17 se refiere a esta nota la respuesta es sí. 16 Entrevista grupal a jóvenes (17 a 25 años), isla Robinson Crusoe, 25 de febrero 2003. 17 Ibídem. 18 Ibídem.

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Canción Alejandro Selkirk de Guido Balbontín. 20 Encontramos una conclusión semejante en el trabajo de Amalia Ortiz de Zárate Fernández y Rodrigo Browne Sartori. “El Síndrome de Insularidad y Aislamiento en Robinson Crusoe: Análisis Comparativo Intercultural”. Revista electrónica cuatrimestral de estudios literarios Espéculo. http://www.ucm.es/info/especulo/numero17/robinson.html núm. 17. Departamento de Filología Española III. Facultad de Ciencias de la Información. Universidad Complutense de Madrid. Madrid, España. 2001. A partir de una metodología diferente a la empleada aquí, los autores llegan, entre otras, a la siguiente conclusión: “A través de este trabajo nos hemos percatado que el habitante del Archipiélago de Juan Fernández –al contrario de lo supuesto por nosotros antes de comenzar la comparación– tiene un punto de vista totalmente distinto al de cualquier continental con respecto al aislamiento. Esto se traduce, sencillamente, en que no se siente aislado y, por lo tanto, focaliza como una persona cuyo estado insular es parte de una normalidad supeditada a los avances tecnológicos que le hacen sentirse, a pesar de estar distantes geográficamente del continente, con un nivel de vida menos marginal que en décadas anteriores. Llegando a asumir, en ocasiones, que los continentales como individuos poseen un mayor grado de aislamiento que ellos mismos. Esto se debe esencialmente –y así lo cuenta Pinto en su historia de vida– a la falta de comunicación que afecta a los ciudadanos de una metrópoli, dándole más importancia al aislamiento comunicacional urbano que al físico que se presenta, teóricamente, en un lugar con características insulares”. 21 Inostroza, Jorge. La Justicia de Los Maurelio. (Un drama en las islas Juan Fernández). Santiago de Chile: Editorial Zig-Zag, 1961. 22 Guzmán Parada, 1955, p. 36. 23 En el estudio de las mitologías se conoce como héroe cultural al personaje tipo que en toda saga realiza las acciones riesgosas o no (generalmente asociadas a la muerte y el sacrificio) que dieron origen al mundo tal cual es. 24 Entrevista a Flora De Rodt (61 años), isla Robinson Crusoe, 15 de abril 2001. 25 Entrevista a Elsa Recabarren (81 años), isla Robinson Crusoe, 19 de marzo 2001. 26 Entrevista a Rolando Mena (84 años), isla Robinson Crusoe, 17 de abril 2003. 27 Entrevista a Elsa Recabarren (81 años), isla Robinson Crusoe, 19 de marzo 2001. 28 Entrevista a Bruno González (60 años), isla Robinson Crusoe, 20 de abril 2001. 29 Entrevista a Rolando Mena (84 años), isla Robinson Crusoe, 17 de abril 2003. 30 En 1893 se estableció la fábrica de langostas en conserva Fonck y Cia.; en 1900 se estableció la empresa de Arturo Yáñez y Torrejón y en 1914, Recart y Doniez –donde “trabajaban niños desde los doce años”–, la empresa que luego comprara la firma langostera Santa Sofía; en 1935 comenzó a operar la firma española Otto Hnos., y más tarde la Falkens y la Robinson Crusoe. Ver Brescia, 1979, p. 100, y Guzmán Parada, 1955, p. 209. 31 Entrevista a Nicolás Paredes (77 años), isla Robinson Crusoe, 4 de abril 2001. 32 Entrevista a Daniel Paredes (63 años), isla Robinson Crusoe, 17 de febrero 2003. 33 Las causas a las que los pescadores atribuyen la quiebra de la cooperativa de pescadores del archipiélago Juan Fernández son múltiples y de diferente orden: desde 19

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irregularidades administrativas en el pago de las imposiciones, a la intervención política de un gobierno dictatorial que impuso un modelo económico neoliberal con énfasis en la empresa privada -las cuales por cierto no son excluyentes. Es importante recordar que el carácter insular de esta comunidad no autoriza a considerarla al margen de los procesos económicos y políticos de escala nacional e incluso mundial. En este sentido, la dictadura militar que transcurrió entre los años 1973-1989 en Chile es sin duda un factor central en el proceso que aquí se describe, factor que tiene un alcance nacional y regional (en la medida en que los países vecinos pasaban por procesos similares) así como constituye una expresión de la llamada guerra fría, que dividía al mundo en dos bloques ideológicos. En ese sentido, tanto el gobierno de la Unidad Popular como la dictadura militar fueron desconfiados u hostiles con las cooperativas por razones ideológicas diferentes. Aún así, las causas del término de esta organización deben ser establecidas empíricamente a partir de datos históricos (documentos, testimonios) y no se pueden deducir de un proceso global. 34 Entrevista grupal a jóvenes (17 a 25 años), isla Robinson Crusoe, 25 de febrero 2003. 35 Esta reelaboración de la memoria se hace evidente en el proyecto folclórico de un joven músico isleño que me manifestó su sueño de desarrollar un folclore propio de Juan Fernández que fuera reconocido en todo Chile, tal como el folclore de Rapa Nui, de Chiloé o el del norte del país. Para él, todas las canciones isleñas antiguas son plagio –esa es la palabra que usó en repetidas ocasiones. Evidentemente, reconoce que las letras son originales del archipiélago, pero se siente incómodo ante el hecho de que esas canciones se basen en ritmos y melodías continentales, como la ranchera, que se utiliza mucho. Por eso, él no interpreta las canciones de la manera tradicional, sino que las transforma (el tiempo, el ritmo, pero nunca la letra) para así crear un estilo más “auténtico”, que no utilice formas continentales. En este proyecto musical, que ha generado un estilo personal bastante atractivo, la reelaboración y la búsqueda de la autenticidad identitaria llegan a su paroxismo. Se pretende mayor autenticidad incluso que los fundadores de la sociedad isleña. Este joven no está solo en su ansiedad. En la actualidad, la identidad es una preocupación de todo el mundo. Las organizaciones sociales, las municipalidades, los políticos, los vecinos, los ciudadanos, las personas, todos hablan y manifiestan interés por la identidad, por la suya y la de los otros, ya sea nacional, étnica, regional, local o de otro tipo. Ya no es exclusivamente un tema de las ciencias sociales, ha pasado a ocupar un lugar central en la vida pública alrededor del globo. En este contexto de mundialización, donde los flujos son inmediatos y a escala planetaria, nos preguntamos por lo propio. Hay cierta resistencia, cierta melancolía por ser algo definido, discreto, igual a sí mismo, cierto temor de perder la propia esencia y cierto deseo de mantener la identidad. En ese empeño la metáfora de la isla es la coartada perfecta: los isleños son vistos entonces como los últimos guardianes de la autenticidad, porque el aislamiento los habría mantenido puros y libres de contacto con lo diferente. Pero en realidad no es el aislamiento el que diferencia las comunidades humanas unas de otras sino su contacto. Es en las fronteras de la propia cultura y sociedad donde cobran relevancia y sentido las características que lo definen. Así, la identidad es un residuo de la oposición y la diferenciación respecto de otro que sirve de contraste. De este modo, la identidad es producto de una relación y paradójicamente se constituye en el entre de esta relación, y no en las características propias, objetivas, constitutivas de los grupos que se oponen en

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ella. La identidad no es una esencia. De hecho, no existe antes de la oposición. Podemos decir que está fuera de sí, es en el afuera que supone la exposición al otro. Peor aún, la identidad es un puro deseo, una voluntad que nunca llega a concretarse porque es un imposible. En esta relación no hay un centro, la identidad no existe, lo que hay es pura diferenciación (no hay lo uno sin lo otro. Pero lo uno también es lo otro de lo otro, luego hay pura otredad, pura diferencia). Es la diferencia la que produce la posibilidad y el deseo de identidad. Y ese deseo es el que mueve a los actores singulares hacia la colectividad y hacia el sentido, estableciendo límites, demarcándolos, diciendo quiénes son iguales y quiénes diferentes, quiénes son parte de lo mismo, del nosotros, y quiénes parte de los otros. Desde un punto de vista analítico no es posible hablar de identidad, pero desde el punto de vista fenomenológico, es decir, el de los actores sociales, gran parte de la vida social tiene que ver con aquello que consideran su identidad. Nuestra tarea es deconstruir estas supuestas identidades para aportar a una apertura de los actores a la diferencia, sin perder conciencia de los límites simbólicos que los conforman. 36 Este es un tema complejo e inquietante que no podremos desarrollar aquí por falta de espacio. Solo quisiera recordar que muchos de esos colonos, comenzando por el mismo Alfred von Rodt, no eran chilenos. Es interesante constatar la heterogeneidad original de esta población y cómo se fue borrando o reprimiendo a través de un imaginario que tal vez se haya inspirado o haya hecho sinergia con el de los colonos alemanes en el sur de Chile. Dentro de la construcción de la identidad nacional, estos colonos han jugado un papel importante en el intento de “blanquear” la población nacional, olvidando o reprimiendo sus múltiples componentes indígenas, negros, mestizos y sambos. El hecho de que el archipiélago no haya contado con población prehispánica ha facilitado la construcción de este proceso. 37 El término “plástico” es una denominación humorística que surgió a mediados de la década de 1990 entre los jóvenes isleños para denominar a los continentales que visitan la isla. Es un término que aún está en uso y que contiene todo un imaginario que se vincula y se apoya en el de los colonos pero que es diferente de éste. Por falta de espacio no podremos desarrollarlo en este capítulo. Para más detalles ver: Brinck Pinsent, Guillermo. “Plástico / Endémico. Identidad y aislamiento en el archipiélago Juan Fernández. Etnografía de las islas Robinson Crusoe y Marinero Alejandro Selkirk”. Tesis para optar al grado de Licenciado en Antropología. Universidad Academia de Humanismo Cristiano, 2005; “Plástico Endémico. Notas sobre identidad y aislamiento en el mundo globalizado a partir del caso del archipiélago Juan Fernández”. En: Morin, F.J.; C.S. Stevenson; J.M. Ramírez; G. Lee y Norma Barbacci (Eds.). The Reñaca Papers. VI International Conference on Easter Island and the Pacific. Los Osos, California, Easter Island Foundation, 2005; Memorias Insulares. Archipiélago Juan Fernández. Valparaíso: Puntángeles, 2006; “De Colonos a Endémicos: La Identidad naturalizada en la isla Robinson Crusoe, Archipiélago Juan Fernández”. En: Actas del VI Congreso Chileno de Antropología, Valdivia 2007. Colegio de Antropólogos de Chile, Santiago, 2008; “Identificaciones y estrategias culturales en la isla Robinson Crusoe. Análisis componencial de categorías identitarias”, Revue de Langues et Cultures Synergies Chili, vol. 6, año 2010, pp. 15-46.

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Nota de campo: G.R. (30 años), Santiago, 16 de agosto 2004. 39 “La caridad está de regreso, esa caridad sobre la que Mauss escribía en 1922 en el ‘Essai sur le don’ que, tras siglos de cristianismo y de instituciones religiosas de caridad, era todavía ‘ofensiva para quien la acepta’. En este sentido, para muchos de los que tienen la necesidad de ello, sigue siendo humillante hoy día tender la mano y pedir en la calle al transeúnte o en el metro al pasajero. Prefieren simular que se ganan la vida vendiendo diarios impresos especialmente para ellos y que raramente serán leídos”. Godelier, Maurice. El enigma del don. Buenos Aires: Paidós, 1998, pp. 13-14. 40 “Yo conozco cómo es la mentalidad de la gente de aquí: aquí quieren que se les dé todo hecho. El otro día fue un pescador a mi oficina en la Municipalidad a pedirme planchas para el techo que se le habían volado con el viento. Un pescador que había ganado como 4 millones de pesos en la temporada, que habría podido encargarlas sin dificultad. Yo le dije que no tenía, y es cierto, si desde hace años que estoy pidiendo materiales de emergencia y no me han dado. Pero aquí está todo subsidiado: el petróleo para la luz en un 75 por ciento, el Navarino en un 50 por ciento; los vuelos por emergencia médica están subsidiados casi en su totalidad por el Servicio Nacional de Salud; el teléfono: la compañía pierde plata con nosotros aquí, si pagamos llamada local para llamar a Valparaíso. Entonces, aquí la gente está acostumbrada a que le den todo hecho. Si ven un papel botado en la calle, pasan por el lado sin recogerlo, ‘porque hay gente a la que le pagan para que haga eso’, dicen. Y en el continente la gente tiene que pagar a la municipalidad por la limpieza, y cuando hemos planteado eso, los concejales se nos han tirado encima a nosotros”. V.G. Nota de campo, 23 de mayo 2003. “I: Lo que falta aquí en el Municipio es gestión, si lo único que hacen es pedir subsidios, y no hacen nada más”. Nota de campo, 23 de mayo 2003. 41 Ver Eriksen, Thomas H. 1993. “Do Cultural Island Exist?” Social Anthropology 1. 42 Jorge Inostroza (Iquique 1919 – Santiago 1975), novelista, biógrafo, periodista y libretista de radio, teatro y televisión. Su especialidad es el relato histórico y su obra más conocida, Adiós al Séptimo de Línea, ha sido uno de los libros más vendidos en Chile. 38

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