La irrupción de Dionisio en la Grecia de Apolo

June 20, 2017 | Autor: Nicolás Cuevas | Categoría: Friedrich Nietzsche, Schopenhauer, Filosofía, Tragedia griega clásica
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Descripción

Pontificia Universidad Javeriana
Facultad de filosofía
Seminario de énfasis: Filosofía y tragedia
Profesor: Juan Fernando Mejía
Estudiante: Nicolás Cuevas

La irrupción de Dionisio en la Grecia de Apolo

La tragedia tiene algo que cautiva a los hombres, una razón misteriosa que los conmueve y los lleva a conservarlas en el tiempo. Por ello varios grandes pensadores se han encargado de examinar la tragedia, entre ellos encontramos a Friedrich Nietzsche: éste autor alemán le dedicó una obra entera al examen de la tragedia, titulada El nacimiento de la tragedia. Es una obra seductora, en la cual el filósofo alemán explica la situación de la cual surge la tragedia, expone qué elementos son los que están en juego en ella y qué impacto tuvo su origen en la civilización griega.
Sin embargo, a mi modo de ver, antes de entrar de lleno en la obra hay varias tareas que completar, una de ellas es leer los escritos preparatorios. También es necesario esbozar, así sea de manera muy breve, los elementos que Nietzsche retoma de Schopenhauer, ya que la argumentación desarrollada parece dar por presupuesto que el lector conoce términos como "voluntad", que tienen un significado complejo y una importancia central en la teoría de Schopenhauer.
De esta manera, este escrito tiene al menos dos partes: la primera estará dedicada a hacer un bosquejo de los términos que toma Nietzsche de Schopenhauer para elaborar su compresión acerca de la tragedia, y la segunda consistirá en la exposición de uno de los escritos preparatorios titulado La visión dionisiaca del mundo, trabajo escrito por el filósofo alemán en el verano de 1870 en el cual se desarrollan elementos cruciales para la elaboración de la obra mencionada.
Elementos schopenhauerianos en la obra nietzscheana:
Parece que Nietzsche ha quedado asombrado con la obra de Schopenhauer, y ese asombro se manifiesta en la asimilación de los términos formulados por tal autor. El elemento más importante que retoma nuestro filósofo de Schopenhauer es el concepto de "voluntad", el cual se encuentra desarrollado a lo largo de la obra titulada El mundo como voluntad y representación.
Para aclarar el concepto en cuestión, debe situarse el lector en el debate que Schopenhauer tiene con Kant, el cual pone en juego la cognoscibilidad de la cosa en sí. En la propuesta kantiana nos encontramos con una barrera infranqueable en este asunto, dado que la posibilidad de conocer la cosa en sí se cierra totalmente por la imposibilidad de una experiencia espacio-temporal de ella. De alguna manera, para Kant la cosa en sí es un supuesto, es trascendente. Por otra parte, Schopenhauer entiende la cosa en sí de manera distinta, pues en su planteamiento la cosa en sí no es ningún supuesto, es afirmada. Hay algo más allá de la representación, más allá de la realidad empírica, la cosa en sí, la voluntad. El concepto de voluntad es metafísico en sentido inmanente, esto quiere decir que la cosa en sí no es algo que esté por fuera del mundo, ni tampoco fuera de los fenómenos, en ellos se manifiesta de alguna manera la voluntad.
Dicho en otros términos, el mundo es fundamentalmente voluntad, y eso lo podemos evidenciar porque ella se manifiesta en los fenómenos. Es decir, la voluntad tiene dos dimensiones, como cosa en sí, y como fenómeno o como lo llama Schopenhauer, como voluntad objetivada. En su primera dimensión la voluntad es incognoscible, sin embargo, es posible que la conozcamos a través de su segunda dimensión. ¿Cómo conocer la voluntad a través de sus objetivaciones? Lo primero es reconocer que todos los fenómenos son manifestaciones de la cosa en sí, desde las fuerzas más básicas de la naturaleza, como la fuerza de la gravedad y la impenetrabilidad de la tierra, las cuales Schopenhauer denomina objetivaciones inferiores; hasta la corporalidad humana, que es la objetivación más alta de la voluntad.
¿A partir de cuál principio podemos decir que hay objetivaciones más bajas y más altas de la voluntad?, el criterio que nos permite hacer esa clasificación es el principio de individuación, elemento que también recoge Nietzsche. El principio de individuación surge de una concepción orgánica del mundo, entendiendo que éste es un organismo en el cual viven individuos que pueden ser clasificados dentro de distintas especies. Esto lo hacemos a partir de características generales que poseen los individuos, por ejemplo clasificamos en especie felina a los individuos que tienen ciertos rasgos característicos como las manchas, ciertas habilidades físicas, un comportamiento común y en ella encontramos individuos como el gato de la casa que posee nombre propio. El problema de esto es que en lo que se llama especie humana es difícil encontrar características de comportamiento presentes en todos los individuos, puesto que estos se encuentran más individualizados. Por esta razón, dichos individuos expresan más visiblemente el querer de la voluntad en sus acciones. Ahora bien, dentro de la especie humana hay algunos individuos todavía más particulares que pueden ver el mundo de una manera distinta, a los cuales Schopenhauer denomina genios.
Entonces, al examinar estas objetivaciones desde los grados más bajos hasta los más altos nos encontramos con que la voluntad tiende a cumplir tres funciones: 1. perseverancia en el ser (nutrición), 2. reproducción (sexualidad) y 3. afirmación del propio ser (lucha). Todos estos deseos que son puestos en acto hacen manifiesto el carácter propio de la voluntad, y se puede expresar con un solo verbo: querer. Ese constante querer de la voluntad, que al final es un querer por querer, es la que produce el sufrimiento, la amargura de la vida.
Otro elemento de la obra de Schopenhauer que se debe tener en cuenta al leer a Nietzsche es el velo de maya, sin embargo, hay que tener cuidado con la lectura que el filólogo de Basilea hace de ese elemento. En Schopenhauer el velo de maya hace referencia a la representación sometida bajo el principio de razón, es decir, en pocas palabras, es creer que la razón puede darnos el conocimiento de las cosas, cuando solo puede darnos el conocimiento de los fenómenos. En la obra nietzscheana veremos cómo el velo de maya se relaciona con la belleza, con la apariencia. Teniendo estos elementos en cuenta pienso que es posible tener una mejor compresión de El nacimiento de la tragedia.
La visión dionisíaca del mundo:
Desde el primer párrafo del texto vemos el objetivo al que quiere llegar nuestro filósofo, ya que en este aparecen los elementos centrales que van a ser desarrollados durante todo el escrito. Nietzsche empieza el texto exponiendo la posición privilegiada que tenían los dioses en la antigua Grecia, dice el filósofo alemán que los dioses griegos muestran y esconden la visión que tenían los griegos acerca del mundo. Nos encontramos que los griegos nos erigieron dos divinidades, Apolo y Dionisio, ellos son la fuente de todo arte griego en el cual podemos evidenciar la visión del mundo de la cultura griega. Estas dos divinidades se encuentran en constante lucha, y solo por un instante las vemos fundidas, cuando esas dos fuerzas de la voluntad llegan a una síntesis y se expresan ambas en la misma obra, esa obra de arte privilegiada es la tragedia ática. Dice Nietzsche de forma poética: "en el instante del florecimiento de la "voluntad" helénica, [se forma] la obra de arte de la tragedia ática" (Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia. Pág. 280).
Ahora bien, la siguiente frase del primer párrafo parece que cambia de ámbito. El filólogo alemán formula que el ser humano alcanza el estado de delicia de la existencia en el sueño y la embriaguez, refiriéndose a ese estado de síntesis entre Apolo y Dionisio. Para entender ese aparente cambio de tema es necesario entender la relación entre los nuevos términos con los expuestos en las anteriores líneas: al hablar de los dioses Apolo y Dionisio estamos hablando a nivel de la voluntad, porque éstos representan dos instintos de la naturaleza o potencias artísticas de la misma. Por otra parte, cuando habla del sueño y la embriaguez está hablando de cómo el hombre siente, vive la manifestación de ambos instintos de la naturaleza. Ahora bien, ¿a qué se refiere Nietzsche con el sueño y la embriaguez?, y ¿qué relación tienen con Apolo y Dionisio, cuyos papeles tampoco nos ha explicado? Por último cabría preguntarse ¿qué le ocurre a la voluntad en la tragedia ática?
El presente escrito consiste en el desarrollo de estos elementos y cómo estos están presentes en la cultura griega. Por ello, para presentar el asunto completo de manera ordenada, propongo examinar un elemento a la vez. De esta manera podemos entender cómo se encuentran todos estos elementos en la obra trágica. El primero de los elementos a examinar es el papel del sueño y junto con ello el papel de Apolo.
El sueño y Apolo:
Para entender cómo entiende Nietzsche el sueño debemos recurrir al concepto del velo de maya de Schopenhauer, ya se dijo anteriormente que este es la representación, esto quiere decir que el hombre al conocer lo fenómenos cree estar conociendo el mundo como tal y no solo sus apariciones. En el vocabulario nietzscheano nos encontramos que el sueño es la contemplación del fenómeno, la realidad del sueño es la apariencia del mundo y no del mundo en cuanto tal. Esa realidad es elaborada por Apolo, quien es la divinidad que posee el ojo "solar", que es el ojo que ilumina todo, lo muestra en su belleza y aparente transparencia. Entonces, el hombre que observa esa belleza queda deleitado por un momento, siente satisfacción por la luz que proviene del Olimpo, el hogar de Apolo.
Apolo es considerado como la divinización del individuo, la máxima expresión del principio de individuación, es quien aparentemente contempla el mundo como es y por esa razón es Apolo quien le dice a los hombres que solo deben seguir una única ley, a saber, que el individuo conozca sus límites y conociéndolos no los rompa, el conócete a ti mismo de Delfos acompañada de un ¡no demasiado¡ Es decir, ésta divinidad promueve la mesura, el no ir más allá de los límites de la belleza, dice Nietzsche: "el límite que el griego tenía que respetar era el de la bella apariencia." (Nietzsche, F. El origen de la tragedia. Pag.295)
Pero ¿cómo evidenciamos los hombres esa belleza que Apolo nos ofrece? La encontramos en el arte apolíneo, éste es esencialmente la escultura, la creación de imágenes bellas en mármol u otro material. Cabe aclarar que la escultura como la manifestación de la figura de una intuición del artista es solo una figura intermedia, porque la estatua en cuanto figura onírica, es la persona viviente del dios, es decir que la estatua en cuanto figura aparente es la presencia viva del dios en el mundo y se nos presenta de manera solemne. La figura intermedia por lo tanto tiene una finalidad, que es la conducción del espectador a la intuición apolínea de la naturaleza. El arte apolíneo también es la epopeya, ésta nos obliga a hacer una creación plástica con los ojos cerrados de las imágenes que el rapsoda compone para nosotros en su palabra, nos hace gozar en la comprensión inmediata de la figura. De esta manera el genio artístico apolíneo es Homero, quien muestra la vida como lo más bello de la naturaleza y por ello haciéndonos temer la muerte pronta, "el dolor de los hombres homéricos se refiere a la separación de esta existencia, sobre todo a una separación pronta" (Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia. Pag.290) Por ejemplo, Aquiles prefería vivir como jornalero que tener que morir en las puertas de Ilion.
La creación del arte apolíneo es el olimpo, esa figura resplandeciente en lo alto de las montañas que a todos los hombres causa placer cuando la contemplan, pero que ya sabemos que es solo sueño y no realidad. Entonces ¿qué esconde el sueño tras de sí?, ¿por qué Apolo se empeña con todas sus fuerzas a crear un sueño bello y en limitar al hombre a éste? Dicho de otra manera ¿por qué se encarga la voluntad de crearse una apariencia? Lo que intenta esconder la belleza apolínea es la embriaguez dionisíaca, lo que hace entonces necesario un examen de Dionisio y la embriaguez.
En donde el principio de individuación rige, la voluntad es débil, porque está desmigajada, está alejada de la unidad, y a pesar de que en la máxima expresión de la individuación donde surge el arte apolíneo se sienta por momentos el placer de la apariencia, "en el placer supremo resuena el grito del espanto, los gemidos nostálgicos de una perdida insustituible" (Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia. Pag.286) En el arte puramente apolíneo suena el grito de lo dionisíaco, de la realidad que no es apariencia, de esa realidad de la voluntad que es solo querer insaciable y por ello sufrimiento.
La embriaguez y Dionisio
La embriaguez es el estado que quiere evitar el sueño, dice Nietzsche que proviene de dos instintos: "Dos poderes sobre todo son los que al ingenuo hombre natural lo elevan hasta el olvido de sí que es propio de la embriaguez, el instinto primaveral y la bebida narcótica" (Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia. Pag 282). Los efectos de esos elementos se hacen manifiestos en la figura de Dionisio, éste es el dios de la fiesta y la desmesura, las fiestas que surgen a partir de esos elementos reconcilian al humano con la naturaleza, rompen el principio de individuación y hacen del hombre pura voluntad, es decir, que hace del hombre puro querer.
Dionisio es la máxima expresión de la voluntad en cuanto querer, es el dios del sufrimiento y el dolor que nos muestra el destino (Moira) de todo hombre mortal, que es la muerte. Nietzsche lo ilustra diciendo que unos hombres al capturar a Sileno, el daimon de Dionisio, lo cuestionaron por su sabiduría y este les contestó lo siguiente: "lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada" (Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia. Pag.63)
Aquella sabiduría la vemos manifestada en los bailes dionisíacos, éstos muestran desmesura. Así, el individuo deja de ser un particular para sentirse como parte del Uno primordial, es decir, la voluntad y en ese estado logramos alcanzar la unidad con el todo. Entonces, el arte dionisíaco no será la escultura, será la música, que en un principio no crea ningún tipo de imagen sino que pone al individuo en lo irrepresentable para la imagen, lo posiciona en el caos que es la voluntad en sí misma a través de la armonía de la música. Un ejemplo claro del arte dionisíaco son los saces babilónicos, estas eran celebraciones en las cuales se manifestaba el baile y la desmesura, incluso el desenfreno sexual que es propio de la embriaguez dionisíaca.
Habiendo entendido en qué consisten esas dos fuerzas o manifestaciones de la voluntad, podemos proseguir con la siguiente parte de este escrito, en la cual me ocuparé de exponer cómo estas fuerzas se encontraron en conflicto en la antigua Grecia según lo explica Nietzsche.
Apolo vs Dionisio
En la polis griega que Nietzsche nos describe, Apolo es la única divinidad artística presente, dice Nietzsche que "el griego conoció y sintió los horrores y espantos de la existencia" (Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia. Pag.289), es decir que el griego sí conoció el sufrimiento, la vida como es, puro conflicto, vio en el destino el sufrimiento, como Edipo y Orestes, quienes sufren por la Moira. Entonces, el griego creó un mundo intermedio, un velo que es lo apolíneo, un sueño, todo para poder vivir. A partir del orden divino titánico del horror, fue creado el orden divino de la alegría; tal y como crece una rosa de un árbol espinoso (ibidem).
El genio creó al Olimpo porque necesitaba huir del destino (Moira) que desde un principio muestra el horror, el sufrimiento de la vida. Por ejemplo Edipo, quien el oráculo desde un principio le predijo un parricidio y un matrimonio incestuoso, o a Aquiles que le predijeron una muerte temprana a puertas de Ilion. La luz del Olimpo tapa este trasfondo de desgracia, pero en realidad ese sufrimiento es la base del mismo. Los griegos sentían una fuerte necesidad de huir de la sabiduría de Silión. En ese mundo intermedio se muestra una visión contraria, la voluntad está aferrada a la existencia con todas sus fuerzas, y por eso quiere vivir a toda costa.
Entonces, los griegos se entregaron a ese mundo intermedio creado por el genio apolíneo, ignorando la oscuridad que se encuentra detrás de ese mundo. Alguno podría preguntarse ¿por qué la voluntad objetivada en el genio quiso crear un mundo intermedio a través del arte? Nietzcshe responde: "En los griegos la "voluntad" quiso contemplarse a sí misma en la transfiguración del genio y del mundo del arte" (Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia. Pag.291) Esto quiere decir que para contemplarse a sí misma la voluntad se transfiguro en el genio y en el mundo del arte, creando un mundo intermedio al cual admirar, porque en cuanto tal ella misma no es digna de glorificarse, pues es solo sufrimiento.
"Fue el pueblo apolíneo el que aherrojó al instinto prepotente con las cadenas de la belleza: él fue el que puso el yugo a los elementos más peligrosos de la naturaleza, a sus bestias más salvajes" (Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia Pag.287). A través de la obra de arte, que es imagen creada por el artista apolíneo, el pueblo griego pudo vivir tranquilo bajo la ley de Apolo, de ahí surge su "jovialidad griega", esa que a pesar de sufrir vive tranquila y laborosa, como si no escuchara el grito que proviene desde lo más profundo de sí.
A la Grecia de Apolo llega la irrupción de Dionisio que viene desde Oriente sin ningún tipo de control. La cultura griega de la mesura tratando de ignorar su contraparte: "Incluso tenía que sentir algo más: su existencia entera, con toda su belleza y moderación, descansaba sobre un velado substrato de sufrimiento y de conocimiento, substrato que volvía a serle puesto al descubierto por lo dionisiaco" (Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia. Pag.71) (Cfr pag 295). Lo dionisiaco, la desmesura que se expresa en el placer, el dolor y el conocimiento, llegó a subvertir de alguna manera la visión del mundo que tenían los griegos. La desmesura se ha develado como lo verdadero, el ritmo se libró del yugo de lo apolíneo, dejó de ser un ritmo espectral que acompañaba el resplandor del Olimpo y se convirtió en un canto báquico, en un canto del pueblo que con armonía penetró todo lo que era apolíneo, y en el sonido que viene de la armonía "hace directamente comprensible en su movimiento la voluntad de la naturaleza" (Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia. Pag.296).
Entonces, "la lucha entre verdad (sufrimiento) y belleza (sueño) nunca fue mayor que cuando aconteció la invasión del culto dionisíaco: en él la naturaleza se develaba y hablaba de su secreto con una claridad espantosa, con un tono frente al cual la seductora apariencia casi perdía su poder" (Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia. Pag.292). No obstante, hay que prestar atención a que Nietzsche dice que la apariencia no pierde su poder totalmente con la irrupción de la musical verdad.
La irrupción de lo dionisiaco en la cultura griega, que era fundamentalmente apolínea, causó un gran alboroto, se generó un tratado de paz que fue más bien un campo de batalla donde cada uno de los instintos de la naturaleza buscaba manifestarse, y para ver de qué manera se manifestaron y en qué punto ambas potencias se encontraron debemos dirigir nuestra mirada hacia la sublime y alabadísima tragedia ática y del ditirambo dramático, cuyo enlace matrimonial se ha enaltecido, tras prolongada lucha anterior.
La tragedia ática proviene del pensamiento trágico al cual tiende la voluntad en este encuentro de sus instintos, ella busca curar al hombre apolíneo que cuando sale brevemente del placer que causa el sueño y se encuentra con el trasfondo de sufrimiento, siente nausea por dos razones: 1. porque se encuentra con un mundo espantoso, que no le causa placer como el mundo intermedio y 2. porque se da cuenta de lo absurdo del hombre. Parece que la embriaguez tiene un elemento letárgico, mientras dura es capaz de curar ese sentimiento de nausea absurda y de repugnancia de lo espantoso, porque en el estado de embriaguez el individuo se olvida del pasado y el futuro, la individualidad se rompe haciendo al artista dionisiaco, el músico dionisiaco, uno con la voluntad.
De esta manera, se hace necesaria una síntesis entre el sueño apolíneo y la embriaguez dionisíaca, que pueda salvar al hombre de estar en la mera apariencia pero sin hacerlo caer en el sufrimiento de manera abrupta, así nace la tragedia. En ella, el genio apolíneo-dionisiaco es capaz de crear imágenes junto con música donde se transformen ese sentimiento de nausea y de absurdo, es capaz de crear representaciones con las que se puedan vivir. En este caso, esto quiere decir que crea imágenes de lo sublime, que es el sometimiento de lo espantoso y lo ridículo, la descarga artística de la náusea de lo absurdo. De esto se puede concluir que el artista apolíneo-dionisiaco crea otro mundo intermedio, un mundo donde se pueden juntar Apolo y Dionisio, en donde se encuentran la belleza y la verdad. Allí se nos presenta el juego con la embriaguez y con el sueño, en la tragedia que es esencialmente representación teatral.
"En el actor teatral reconocemos nosotros al hombre dionisíaco, poeta, cantor, bailarín instintivo, pero como hombre dionisiaco representado (gespielt)" (Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia. pag 299) Es decir que en el teatro nos encontramos con el hombre dionisiaco imitado, este no está en búsqueda de la verdad, está intentando seguir el modelo del hombre que se regocija ante lo espantoso por ser sublime y ante lo ridículo busca la carcajada, "no aspira a la bella apariencia, pero sí a la apariencia, no aspira a la verdad, pero sí a la verosimilitud" (ibídem). El elemento mencionado al final de la cita se refiere al papel del símbolo, el símbolo es el signo de la verdad, no la verdad misma pero una guía que nos lleva a ella. Volver símbolo de la verdad a la apariencia es lo que hace la música, ella es la única que tiene el poder. Entonces, en la tragedia se expone la verdad pero como verosimilitud, se muestra de una forma que es posible de soportar para el hombre griego y causa placer al contemplarla.
Bibliografía
Nietzsche, F. (1973, 2014). El naciemiento de la tragedia. Madrid: Alianza.
Schopenhauer, A. (2009). El mundo como voluntad y representación . Madrid: Trotta.


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