La intervención humanitaria como justificación de la Guerra de Irak

June 20, 2017 | Autor: E. Bocardo Crespo | Categoría: Iraq War
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Descripción

La intervención humanitaria como justificación de la Guerra de Irak Abstract Una de las razones que la administración Bush adujo para justificar la invasión de Irak fue la intervención humanitaria: derrocar al régimen de Saddam e implantar una democracia en su lugar, con el fin de liberar al pueblo iraquí de la opresión del régimen de Saddam Hussein. Todas las razones que

adujo la administración Bush para justificar la declaración de la guerra a Irak eran falsas. Las 4.474 víctimas del ejército americano perdieron la vida por la maldita buena razón de liberar a su país de la amenaza de las armas de destrucción masiva, que su gobierno sabía positivamente que no existía. Y los centenares de miles, tal vez el millón largo de iraquíes muertos, los millones de refugiados y desplazados, la pobreza, la miseria, la tortura, y las humillaciones y vejaciones sexuales que sufrieron las mujeres y niños iraquíes fueron también el resultado de la grandiosa impostura que fabricó la administración Bush para legitimar la invasión de su país. I La Guerra de Irak fue bautizada por la administración Bush con el nombre Operation Iraqi Freedom. La propaganda oficial la presentó como el resultado de la aceptación de la misión histórica de los Estados Unidos como nación cuya identidad consiste en garantizar el respeto por los derechos humanos. “América se mantendrá siempre firme ante las demandas no negociables de la dignidad humana: el imperio de la ley; los límites del poder del Estado; el respeto hacia las mujeres; la libertad de expresión; la igualdad en la justicia; y la tolerancia… América se pondrá del lado de los hombres y mujeres valientes que defiendan estos valores por todo el mundo, incluyendo al mundo islámico, porque no tenemos un objetivo mayor que no sea el de eliminar las amenazas y frenar el resentimiento. Buscamos un mundo justo y pacífico más allá de la guerra contra el terror”1. La operación, en la retórica oficial de la Casa Blanca, se libró con el propósito de “desarmar Irak, liberar a su pueblo, y defender al mundo de un grave peligro”. Los objetivos de la empresa se ajustaban, por consiguiente, a la consecución de los fines históricos en cuyos términos se entiende la identidad de Estados Unidos como nación: “la paz de un mundo atribulado y las esperanzas de un pueblo oprimido dependen ahora de vosotros”. Un patrón ideológico de actuación que ha conformado la retórica de Washington para justificar las intervenciones militares en virtualmente cualquier lugar de la Tierra, y cuyo presupuesto esencial descansa en un obsesiva y paranoica insistencia en la naturaleza distintiva y única de la nación americana. En virtud de las características excepcionales del pueblo norteamericano, las autoridades de Washington se subrogan el derecho a intervenir en Irak para liberar al pueblo iraquí de la opresión de Saddam Hussein y “defender al mundo de un grave peligro”. La naturaleza excepcional de América se muestra particularmente en la misión inherente a su identidad nacional de –en palabras de Bush- “llevar la esperanza de la democracia, el desarrollo, la libertad de mercado y comercio a cada uno de los rincones                                                                                                                 1  President   Bush:   State   of   the   Union   Address:   29   de   enero   2002.    

 

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del mundo” 2 , para que los pueblos oprimidos puedan experimentar una profunda transformación gracias a los efectos benignos que produce la adopción de los valores, que han hecho a América un ejemplo moral para el mundo civilizado. La guerra de Irak, desde el punto de vista estrictamente ideológico, no es en realidad una guerra. Se trata de una prueba para que América pueda impartir una vez más la gran lección de la libertad según el modelo de alta pedagogía espiritual, que sólo los Estados Unidos -en virtud de su posición excepcional en relación al resto de las naciones- tienen la autoridad moral de imponer. En el caso de Irak, las bendiciones de libertad haría del país un modelo de democracia en Oriente Medio que sirviera de ejemplo al resto de las naciones árabes: “Una Irak libre, democrática, pacífica no amenazará a América, o a sus amigos con armas ilegales. Una Irak libre no se convertirá en campo de entrenamiento para los terroristas, o en un embudo de dinero para los terroristas, o que proporcione armas a los terroristas que tengan la voluntad de utilizarlas para atacar a nuestro país, o a nuestros aliados. Una Irak libre no desestabilizará el Oriente Medio. Una Irak libre puede servir de ejemplo esperanzador para toda la región y conducir a otras naciones a que elijan la libertad”3. El modelo de la intervención en Irak encaja bastante bien con los objetivos de la política de dominación global que Andrew Bacevich describía en los siguientes términos: “Desde el fin de la Guerra Fría, los Estados Unidos han perseguido una gran estrategia bien definida … cuyo objetivo es preservar y, donde fuera factible y favorable a los intereses de los Estados Unidos, expandir el imperium americano. Esencial en esta estrategia es su compromiso con la apertura global –eliminar las barreras que impiden el movimiento de bienes, capital, ideas y pueblos. Su objetivo último es la creación de un orden internacional basado en los principios del capitalismo democrático, con los Estados Unidos como el garante supremo del orden y el encargado de hacer cumplir sus normas”4. Las tropas americanas abandonaron oficialmente el territorio de Irak en agosto de 2010. La guerra se lanzó con la intención de proteger la seguridad del Israel y de reemplazar los regímenes canallas de Oriente Medio con gobiernos que aceptaran los intereses americanos como directrices de sus políticas. Sin embargo los resultados han sido los contrarios de los que inicialmente las autoridades de Washington esperaban conseguir. Al eliminar a Saddam Hussein, la coalición occidental encabezada por los Estados Unidos no ha hecho más que avivar la guerra civil entre sunnis y shiítas, un conflicto que aún corre el peligro de extenderse por todo el Oriente Medio. Lejos de crear una democracia secular, como argumentaron los neoconservadores y los partidarios de Chalabí en su momento, la guerra ha fortalecido el fundamentalismo                                                                                                                 2  National   Security   Strategy:   2002.   whitehouse.archives.gov/nsc/nss/2002/nssintro.html  

http://georgewbush-­‐

3  President  Bush  discusses  progress  in  Iraq”:  23  de  julio,  2003.  

.   4  Bacevich  2002:  2,  3.  

 

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shiíta, y ha convertido Irak en un campo de entrenamiento de terroristas. La propia administración reconocía en el apartado titulado "Trends in Global Terrorism: implications for the United States" de la National Intelligence Estimate (NIE) de 2006 que “la guerra de Irak se ha convertido en la “cause celebre” de los yihadistas y está creando una nueva generación de dirigentes y operativos terroristas”. Entre los enunciados principales, la NIE señalaba que: “Los yihadistas consideran a Europa como un escenario importante para atacar intereses occidentales. Las redes extremistas dentro de la extensa diáspora musulmana en Europa facilitan el reclutamiento y la preparación de ataques urbanos, como lo ilustran las bombas de Madrid en 2004 y de Londres en 2005”5. Bush se refirió a la guerra de Irak como “una de las campañas militares más rápidas y humanitarias de la historia”6. Rápida ciertamente lo fue: duró escasamente tres semanas. Pero si el número de víctimas que causó –particularmente en el lado iraquí- se considera como un criterio de su supuesta humanidad, asumiendo que se pueda mantener consistentemente que pueda haber guerras humanas, la guerra de Irak no tuvo nada de humanitaria. El número de víctimas en ambos bandos sigue siendo objeto de disputa, según sea el método empleado en la estimación de muertes. En The Iraq War Logs publicado por Wikileaks el 22 de octubre de 2010, los muertos en las fuerzas de coalición suman 3.771 entre 2004 y 2010. En cuanto al número de iraquíes, el recuento se basa en 54.910 informes (“records”) recogidos por el ejército de los Estados Unidos que demostraban el registro de 109.032 muertas violentas entre enero de 2004 y diciembre de 2009. Los informes se basan en cuatro categorías: “civiles”, 66.081; “rehenes nacionales” (“Host Nation”), 15.196; “enemigos”, 23.984 y “fuego amistoso”, 3.7717. La organización Iraq Body Count (IBC), sin embargo, ha cuestionado los datos de Wikileaks. Según los análisis de IBC, habría que añadir 15.000 civiles no registrados en los informes de Wikileaks, que junto con la nueva información que proporciona el número de muertos en el combate desde marzo de 2003, no incluidos inicialmente en los informes de guerra de Wikileaks, supondría alredor de 150.000 muertes, de las cuales el 80% son bajas civiles, alrededor de 122.000 víctimas. Las bajas de la coalición suman 4.792 hasta el año 20118. El recuento de víctimas usado por IBC se basa en el número de muertes recogidos en los medios de información, pero como observaba Marc Herold, miembro de IBC, “el recuento es probablemente demasiado bajo porque es posible que millares de muertes se queden sin consignar debido a la ausencia de cobertura informativa”9.                                                                                                                 5  Declassified Key Judgments of the National Intelligence Estimate: Trends in Global Terrorism: Implications for the United States. Fechado en abril de 2006. <   www.dni.gov/press_releases/Declassified_NIE_Key_Judgments.pdf>. 6  President George W. Bush: Address of the President to the Nation: 7 de septiembre, 2003. .   7  

http://www.guardian.co.uk/news/datablog/2010/oct/23/wikile…  

8  http://icasualties.org/.   9  Burnham  &  Doocy  &  Dzeng  &  Lafta  &  Roberts  2006b:  Apéndice  C.  

 

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Seguramente el número de iraquíes muertos sea considerablemente mayor que los recuentos que ofrecen IBC y Wikileaks. La Bloomberg School of Public Health de la Johns Hopkins University financió dos estudios sobre el número de víctimas de la guerra que se publicaron en The Lancet, una de la revistas médicas más prestigiosas de Gran Bretaña. Los resultados de Lancet se basaban en la variación de la probabilidad de la función de distribución entre el índice de mortalidad de la población antes y después de la guerra definidos por un número de hogares agrupados en diferentes racimos. El primer estudio apareció en noviembre de 2004 y concluía que se había producido “un exceso de 100.000 muertes” desde que empezó la guerra hasta septiembre de 200410. Hay que añadir, no obstante, que el estudio de 2004 podría haber recogido un exceso mayor de muertos, si se hubiera incluido las víctimas que se produjeron en la ciudad de Falluja incluso antes del brutal ataque que sufrió a ciudad en noviembre de 2004. Sobre la posición oficial de los Estados Unidos representada por la notoria declaración del general Tommy Franks de que “nosotros no hacemos recuento de cuerpos”, la revista alegaba que: “Las convenciones de Ginebra proporcionan una guía clara sobre las responsabilidades de los ejércitos de ocupación con respecto a la población civil que controlan. El hecho de que más de la mitad de las muertes de las que se hayan tenido noticia causadas por las fuerzas de ocupación fueran mujeres y niños constituye una causa de preocupación. En particular, el artículo 27 de la IV Convención establece que las personas bajo protección “se habrán de tratar en todo momento con humanidad, y se habrán de proteger especialmente en contra de los actos de violencia”. Parece difícil entender de qué manera un fuerza militar es capaz de evaluar hasta qué punto se pueden proteger la población civil de la violencia sin hacer un recuento sistemático de los cuerpos, o por lo menos observando el número de bajas que infligen11. Por su parte, el segundo estudio, publicado el 11 de octubre de 2006, estimaba las bajas iraquíes en aproximadamente 655.00 hasta junio de 2006: “Estimamos que entre el 18 de marzo de 2003, y junio de 2006 un número de 654.965 iraquíes han muerto como consecuencia de la invasión de la coalición [una cifra] adicional por encima de lo que se habría esperado sobre la base del índice de mortalidad cruda antes de la invasión. De estas muertes, estimamos que 601.027 se debieron a la violencia”12. En cuanto a la magnitud y la significación del número de víctimas con otros conflictos internacionales, Lancet concluía su estudio observando que: “En Irak, como en otros conflictos, la población civil sufre las consecuencias de la guerra. En la guerra de Vietnam murieron 3 millones de civiles; el conflicto de la República Democrática del Congo ha sido responsable de 3.8 millones de muertes; y aproximadamente 200.000 de un población de 800.000 murió en el conflicto de Timor Oriental. Según estimaciones recientes, 200.000 personas han muerto en Darfur en los                                                                                                                 10  Roberts  &  Lafta    &  Garfield    &  Khudhairi  &  Burnham  2004:  1861.   11  Roberts  &  Lafta    &  Garfield    &  Khudhairi  &  Burnham  2004:  1863.   12  Burnham  &  Lafta  &  Doocy  &  Roberts  2006:  6.  

 

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últimos treinta y un meses. Estimamos que casi 655.000 personas –el 2.5% de la población en el área del estudio- han muerto en Irak. Aunque semejante porcentaje de muertes pueda ser común en tiempos de guerra, la combinación de una larga duración y el efecto sobre decenas de millones de personas lo ha convertido en el conflicto internacional más mortífero del siglo XXI, que debería de despertar la preocupación de todo el mundo”13. Las investigaciones por parte del Opinion Research Business (ORB) y del Independent Institute for Administration and Civil Society Studies (IIACSS) ofrecen unos datos más sombríos: “el número de victimas mortales entre marzo de 2003 y agosto de 2007 es probablemente del orden de 1.033.000. Si se tiene en cuenta el margen de error asociado con los datos de la naturaleza de esta clase de investigación el rango estimado se encuentra entre 946.000 y 1.120.000”14. Hay por lo además disponibles otras estimaciones menos pesimistas. La Iraq Living Conditions Survey (ILCS) de 2004, un estudio realizado por la Organización Central de Irak para la Estadística y la Información Tecnológica (COSIT) con la ayuda del Programa de Desarrollo de la ONU el Instituto FAFO de Estudios Internacionales Aplicados. Según las estimaciones de ILCS, hubo 24.000 muertes por violencia a causa de la guerra entre el comienzo de la guerra en marzo de 2003 y abril de 200415. Por otra parte, la Iraq Family Health Survey (IFHS) en colaboración con varios ministerios iraquíes y la Organización Mundial de la Salud llevó a cabo otra investigación entre 2006 y 2007 con un diseño muy parecido al que había elaborado la ILCS. El estudio de IFHS estimaba 151.000 muertes violentas desde la invasión hasta junio de 2006, con un intervalo de confianza del 95% entre 104.000 y 223.00016. A la destrucción en vidas humanas que ha provocado la guerra de Irak hay que añadir la miseria en la que se ven condenados a vivir los desplazados y refugiados. En abril de 2007, el 14% de la población iraquí había sido desplazada, la cifra se acerca bastante a los cuatro millones de personas; de ellas, cerca de 2.2 millones han emigrado a otros países y 1.9 millones de iraquíes se han visto obligado a buscar refugio en otras partes del país 17 . En opinión de la organización Refugees International, Irak representaba en el año 2006 la crisis de refugiados con el mayor índice de crecimiento en el mundo18. Semejante situación ha empeorado considerablemente las condiciones de vida de aquellos que se habían visto obligados a abandonar sus hogares. Un informe de Oxfam fechado en julio de 2007 utilizaba la evidencia proporcionada por la Naciones                                                                                                                 13  Burnham  &  Lafta  &  Doocy  &  Roberts  2006:  7.   14  

http://www.opinion.co.uk/Newsroom_details.aspx?NewsId=120.

15  UNDP,  Iraq  Living  Conditions  Survey  (2004)  Volume  II:  p.  55.   16  Iraq

Family Health Survey Study Group (IFHS) 2008: 491.  

17  UNHCR,  Statistics  on  Displaced  Iraqis  around  the  World  (abril  de  2007).   18  www.refugeesinternational.org/content/article/detail/9679.  

 

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Unidas para describir la situación en la que se encontraban los millares de personas desplazadas en el interior del país: “Algunas provincias se encuentran saturadas y están intentando cerrar sus fronteras a los desplazados de otra áreas. Millares de desplazados sin vínculos familiares o dinero están viviendo en edificios públicos y escuelas donde están expuestos a un riesgo constante de desalojo, o en cobijos pobres y peligrosos sin agua ni electricidad, o en campos administrados por la Iraqi Red Crescent Society (IRCS)”19. Según un informe de la Oficina Central de Estadística e Información Tecnológica del Ministerio de Planificación de Irak que se hizo público en mayo de 2007, el 43% de la población vive en “la miseria absoluta”, es decir con menos de un dólar diario20. En enero de 2008, el Ministerio iraquí de Trabajo y Asuntos Sociales emitió un estudio en el que se estimaba el número de huérfanos en cuatro millones y medio; medio millón vivía en la calle sin hogar ni familias. Entre ellos, 700 huérfanos estaban presos en las cárceles iraquíes, y 100 en las prisiones americanas. Algunos de estos niños, mientras se encontraban detenidos, fueron torturados, violados y apaleados. Las vejaciones de menores así como las de algunos prisioneros se grabaron en videos por el personal americano en Abu Graib y en otras prisiones21. El sufrimiento humano que ha causado la invasión americana de Irak ha revelado su vileza y perversión con singular brutalidad en la población femenina. Un estudio de la ONG Women Freedom Organization con base en Bagdad señalaba que al menos 2000 mujeres han sido secuestradas desde 200322. Centenares de estas mujeres son vendidas cada año como esclavas sexuales en los mercados de Yemen, Siria, Jordán y los países del Golfo de Arabia23. Algunas de ellas no pasan de ser chiquillas recién salidas de la adolescencia de 15 o 16 años24. También se han vendido niñas de 10 años25. Las mujeres encarceladas en las prisiones de Al-Kadhimiya y Abu-Ghraib son frecuentemente objeto de violaciones y abusos sexuales por las tropas americanas26. Por                                                                                                                 19  Rising  to  Humanitarian  Challenge  in  Iraq  2007:  13.   20  Rising  to  Humanitarian  Challenge  in  Iraq  2007:  10.   21  Al

Azzawi 2010; Steele 2008; Ross 2008; Hersh 2004.  

22  Violence

against women in Iraq under US Occupation 2006: 25  

23  McNutt  2007:  2.   24  Clark-­‐Flory  2007;  Zoep  2007;   25  http://www.uruknet.info/?p=46382.  

 Véase Dahr Jamail: “The Desperate Plight of Iraqi Women Under the US Occupation”. The Easter Republic: vol. 6, Nº 4 (2004); citado en Al-Azzawi 2007: 6. Para una descripción de las brutales vejaciones que las tropas americanas sometieron a las mujeres iraquíes en la prisión de Abu-Ghraib, véase Hassan 2008: 3-5. Hersh 2007 ofrece un extenso reportaje sobre las implicaciones de las autoridades militares norteamericanas en las aberraciones que fueron sometidos los detenidos de Guantánamo y Abu-Ghraib derivadas de las investigaciones que llevó a cabo el general Antonio M. Taguba.   26

 

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otra parte, miles de mujeres iraquíes se prostituyen diariamente en Siria. Las más afortunadas, trabajan en los clubs nocturnos de Damasco en donde se les garantiza una paga mínima de 10 dólares por noche27. La miseria moral en la que viven estas mujeres es una consecuencia directa de la guerra de liberación que emprendió Estados Unidos. Según el testimonio de la hermana Marie-Claude Naddaf cuyo convento presta ayuda a estas refugiadas: “La mayoría de estas mujeres iraquíes que llegan ahora viven por su cuenta con sus hijos, porque los hombres de sus familias han sido asesinados o secuestrados”28. La pobreza que aflige a las mujeres en Irak han obligado a muchas de ellas a prostituirse como el último recurso para aliviar el hambre que sufren sus familias. Desprovistas de cualquier trazo de dignidad humana son explotadas por algunos contratistas del Pentágono como prostitutas en las bases norteamericanas de Irak. Los contratistas no están sujetos a la ley que prohibía el tráfico de seres humanos firmada por Bush en 2006. “Con frecuencia”, informaba Debra McNutt, “los responsables militares cierran los ojos ante la explotación de las mujeres por parte de personal militar y los contratistas, porque quieren levantar la moral de sus hombres”. Por sólo un dólar, los hombres mantienen muy alta su moral29. De ser cierta la estimación de muertos de Lancet, la guerra de Irak es el conflicto que ha provocado la mayor destrucción de vidas humanas en lo que va del siglo XXI. Irónicamente, alrededor del 80% de esas víctimas eran civiles, probablemente sin vinculación alguna con las atrocidades que cometió el régimen de Saddam Hussein, y que se convirtieron en blancos inocentes para evitar la falsa amenaza que la administración Bush había fabricado sobre el arsenal de armas de destrucción masiva de Saddam. Los defensores y las víctimas de la libertad necesitan de una buena justificación para legitimar la pérdida de vidas humanas y el sufrimiento que causan las guerras. Asumiendo un mínimo de racionalidad, cabría pensar que nadie mata por matar, así que es preciso suministrar poderosas razones que lleven a un grupo de seres humanos a atacar y asesinar a otro, cuya capacidad militar de respuesta defensiva es casi nula, en comparación con el poder militar del imperio más poderoso del planeta. Como lo expresaba el Secretario de Defensa Rumsfeld: “Si se van a poner en riesgo vidas de los Estados Unidos, cualquiera que sea lo que se proponga que se vaya a hacer se debe de hacer en el interés nacional de los Estados Unidos. Si va haber personas que van a morir, ya sean nuestras u otras, los Estados Unidos deben tener una maldita buena razón”30. Los seres humanos que perdieron la vida en la operación Iraqi Freedom lo hicieron sin duda por el interés nacional de los Estados Unidos. Sin embargo, la “maldita buena razón” que asesinó a 4.792 personas de las fuerzas de la coalición y a los centenares de

                                                                                                                27  Zoep  2007.   28  Ibid.,   29  McNutt  2007:  1,  2,  3.   30  Rumsfeld  2002.  

 

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miles iraquíes en “la guerra más idealista que se haya librado en los tiempos modernos”31 era una burda mentira. Todas las razones que adujo la administración Bush para justificar la declaración de la guerra a Irak eran falsas. Las 4.474 víctimas del ejército americano perdieron la vida por la maldita buena razón de liberar a su país de la amenaza de las armas de destrucción masiva, que su gobierno sabía positivamente que no existía. Y los centenares de miles, tal vez el millón largo de iraquíes muertos, los millones de refugiados y desplazados, la pobreza, la miseria, la tortura, y las humillaciones y vejaciones sexuales que sufrieron las mujeres y niños iraquíes fueron también el resultado de la grandiosa impostura que fabricó la administración Bush para legitimar la invasión de su país. Una de las razones que la administración Bush adujo para justificar la invasión de Irak fue la intervención humanitaria: derrocar al régimen de Saddam e implantar una democracia en su lugar, con el fin de liberar al pueblo iraquí de la opresión del régimen de Saddam Hussein: “en este momento, fuerzas americanas y de coalición se encuentran en una fase inicial de las operaciones para desarmar a Irak, liberar a su pueblo y defender al mundo de un grave peligro. A mis órdenes, las fuerzas de coalición han empezado a atacar blancos elegidos por su importancia militar para debilitar la capacidad de Saddam Hussein de entablar la guerra”32. La asunción crucial sobre la que se basaba la Operación es el reconocimiento de que los derechos humanos son universales. Como lo exponía el mismo Presidente Bush: “Y sin embargo el corazón humano desea las mismas cosas buenas en cualquier parte de la Tierra. En nuestro deseo por librarnos de la opresión brutal y agobiante, los seres humanos son los mismos. En nuestro deseo por cuidar a nuestros hijos y darles una vida mejor, somos los mismos. Por estas razones fundamentales, la libertad y la democracia habrán de ser siempre y en cualquier parte más atractivas que los slogans de odio y las tácticas del terror”33. Se trataba, por consiguiente, de la justificación moral más noble e idealista de la invasión. Wolfowitz, al que David Ignatius calificaba como “el idealista en jefe de la administración Bush”, aludía a la tradicional preocupación norteamericana por la democracia: “Para los americanos”, se vanagloriaba Wolfowitz, “lo más importante de la democracia es que garantiza los derechos humanos y la justicia para todos”. Tal preocupación le llevaba al Washington Post a reconocer la invasión de Irak: “como la guerra más idealista que se haya librado en los tiempos modernos –una guerra cuya única justificación coherente, a pesar de las engañosas exageraciones sobre las                                                                                                                 31  Ignatius  2003:  1.   32  “President

Bush addresses the Nation”: 19 de marzo, 2003. < http://georgewbushwhitehouse.archives.gov/news/releases/2003/03/20030319-17.html>. 33  President  G.  Bush:  President  Discusses  the  Future  of  Iraq:  Washington  Hilton  

Hotel,  26  de  febrero  2003.  <  http://georgewbush-­‐ whitehouse.archives.gov/news/releases/2003/02/20030226-­‐11.html  >  

 

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armas de destrucción masiva y los terroristas de al-Qaeda- es que derrocó a un tirano y creó la posibilidad de una democracia futura. Se trataba de una guerra de elección, no de necesidad, que fue motivada por las ideas, y no por meros intereses”34. La guerra es el instrumento que los Estados Unidos de América están legitimados a utilizar para, en la expresión de George W. Bush, “extender las bendiciones de la libertad”. Las razones que eventualmente condujeron a la administración Bush a declarar la guerra hay que encontrarlas en la venerable tradición norteamericana de fomentar la democracia como el régimen político más adecuado para garantizar “los derechos humanos y la justicia para todos”. Lo principal, como lo declaraba Bush, era la importancia que “para nosotros tiene”, “las vidas y la libertad” del pueblo iraquí frente a la brutal historia de tortura y violaciones de derechos humanos del gobierno de Saddam: “El primero en beneficiarse de una Irak libre sería el mismo pueblo iraquí. Hoy viven en medio de la penuria y el miedo, bajo un dictador que no les ha traído más que guerra, miseria y tortura. Sus vidas y su libertad importan bien poco a Saddam Hussein –pero las vidas iraquíes y su libertad son de un gran importancia para nosotros”35. Finalmente, para que el argumento de la intervención humanitaria en Irak sea plausible es necesario demostrar que existen razones presentes que justifican la intervención. Una de la razones que justifican la intervención es la magnitud de los asesinatos: comprobar si en el momento en que se quiere intervenir hay evidencia de que un genocidio es inminente, o que está teniendo lugar un asesinato en masa. La maquinaria de propaganda de la Casa Blanca se encargó de proyectar sobre la opinión pública americana la brutalidad del régimen de Saddam, con la intención de justificar la guerra de Irak como una intervención humanitaria con la complicidad de la prensa neoconservadora. Los principales argumentos de la campaña los exponía Bush a principios de octubre de 2002: “En la actualidad (On its present course), el régimen iraquí es una amenaza de urgencia única. Conocemos la traidora historia del régimen. Ha librado una guerra en contra de sus vecinos; ha apoyado y dado cobijo a terroristas; ha desarrollado armas de muerte masiva; las ha utilizado en contra de hombres, mujeres y niños inocentes. También conocemos la naturaleza del dictador de Irak. A sus órdenes, sus opositores han sido decapitados y sus cabezas expuestas fuera de sus hogares. Las mujeres han sido sistemáticamente violadas como instrumento de intimidación. A los prisioneros políticos se les ha obligado a contemplar cómo eran torturados sus propios hijos. El dictador es un discípulo de Stalin que se sirve de del asesinato como un instrumento de terror y control dentro de su propio gabinete, de su ejército, e incluso dentro de su propia familia”36.                                                                                                                 34  Ignatius  2003:  1.   35  President  George  W.  Bush:  President  Discusses  the  Future  of  Iraq:  26  de  febrero,  

2003.  

36  President  George  W.  Bush:  President,

House Leadership Agree on Iraq Resolution: 2 de octubre, 2002.  

 

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Kagan y Kristol argumentan que “la opresión” del pueblo iraquí “era una de las razones de Bush, y que el propósito moral y humanitario proporcionó una razón poderosa para una guerra que derrocara a Saddam… “Para el pueblo iraquí”, señalaban, “la guerra puso fin a tres décadas de terror y sufrimiento. Las fosas comunes descubiertas desde el fin de la guerra son por si solas una justificación suficiente de ella”37. En ambos casos, el argumento justifica la intervención en Irak como un instrumento moralmente necesario para acabar con la opresión del pueblo iraquí bajo la dictadura de Saddam. Si el régimen de Saddam ha sido el causante de un abuso masivo de derechos humanos, y puesto que es preciso por razones humanitarias impedir esos abusos, entonces existen poderosas razones morales que justifiquen una intervención militar cuyo objetivo sea derrocar al régimen político que los causa. Presumiblemente, siguiendo la línea de argumentación de Wolfowitz, la legitimidad para que los Estados Unidos decidan intervenir en Irak dependería de su larga preocupación por la democracia y del papel que desempeña en la escenario internacional de defensor de la libertad y de los derechos humanos, bajo la asunción de que una Irak libre eliminaría las amenazas a los intereses en seguridad que tienen los Estados Unidos. La validez del argumento, sin embargo, no depende de que Irak haya tenido un largo y despiadado historial de violaciones de derechos humanos. Las crueldades que cometió el régimen de Saddam durante treinta años se habrían podido evitar, si en el momento en que iban a suceder se hubiera intervenido, pero la guerra de 2003 no las habría evitado. Es necesario que en el momento en que se decida intervenir haya razones concluyentes de que se vaya a producir un genocidio, o asesinatos en masa, o que estén ocurriendo en la actualidad, para justificar la intervención humanitaria38. Es probable que el autor del discurso de Bush se hubiera percatado de que el peligro tenía que ser inminente para legitimar una intervención humanitaria en Irak. Una circunstancia que explicaría la concatenación semántica deliberadamente engañosa entre la ocurrencia temporal presente de la amenaza del régimen iraquí introducida por la primera frase “En la actualidad (On its present course), el régimen iraquí es una amenaza de urgencia única” con las sucesivas descripciones de las diferentes atrocidades que perpetró Saddam Hussein. Un recurso retórico de propaganda política para proyectar sobre la audiencia la inminencia temporal de sucesos pasados. No había razones concluyentes que indujeran a pensar que fuera haber un genocidio, o asesinatos en masa en el momento de la invasión de Irak. En marzo de 2003 tampoco hubo asesinatos en masa ni genocidios. La amenaza del régimen iraquí que Bush describía como “de urgencia única” era una fabricación más de la administración. En enero de 2004 un informe de Human Rights Watch señalaba que los asesinatos en masa de Hussein habían ocurrido principalmente en 1988, cuando el régimen de Saddam utilizó gas mostaza contra la población kurda, y en 1991, en la represión de las revueltas que se produjeron en el país después de la Primera Guerra del Golfo; revueltas que fueron alentadas por el gabinete de Bush padre39. “Por brutal que haya sido el poder de Hussein”, hacía notar el informe:

                                                                                                                37  Kagan & Kristol 2004.   38  Roth  2004:  17-­‐9.   39  Roth  2004:  20.  

 

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“ni el alcance de los asesinatos del gobierno iraquí en marzo de 2003 era excepcional ni la magnitud de su gravedad para que hubiera justificado una intervención humanitaria… Sin embargo, en el momento de la invasión de marzo de 2003, los asesinatos de Saddam habían decaído”40. Es cierto además que el régimen de Saddam poseía uno de los historiales más sórdidos y brutales de torturas y violaciones de derechos humanos. Según las estimaciones de Human Rights Watch, las víctimas de Saddam suman más de un cuarto de millón de seres humanos en veinticinco años de gobierno41. La masacre de Anfal contra los kurdos y la campaña contra la población musulmana shiíta en las marismas árabes son sólo dos ejemplos elocuentes de la brutalidad del régimen de Saddam. Pero a menos a que se pueda legitimar la intervención humanitaria argumentando que “más vale intervenir tarde que nunca”, la guerra de Irak difícilmente se puede justificar como una intervención humanitaria, a pesar de la loable preocupación de los neoconservadores por la expansión de la democracia en Oriente Medio. Saddam recibió miles de millones de dólares en concepto de ayuda dual, como consecuencia de la decisión que tomó la administración en 1982 de eliminar a Irak de la lista de países terroristas del Departamento de Estado. De hecho, los helicópteros que utilizó el ejército de Saddam para gasear a los kurdos en 1988 fueron suministrados por el gobierno norteamericano. La represión de las revueltas fueron apoyadas por Bush padre, cuyo gobierno exportaba ilegalmente armas a Irak poco antes del comienzo de la Guerra del Golfo. Como en el caso de Halabja, los helicópteros que uso el régimen de Saddam para reprimir las revueltas de 1991 también eran americanos. La administración americana no creía que los derechos humanos fueran universales en 1988 y 1991. Ni la población kurda, ni los soldados iraníes que sufrieron los ataques de las armas químicas de Saddam, ni los iraquíes que se manifestaban en contra del dictador eran para las autoridades de Washington sujetos de derechos. La política de la Casa Blanca obedecía al principio que anunció Jeane Kirkpatrick; en su versión más cruda y desprovisto de los términos políticos usuales venía a decir que “La administración americana podrá apoyar y tolerar las violaciones de los derechos humanos cuando estas beneficien los intereses estratégicos de los Estados Unidos”42. Una consecuencia del principio es que si se asume que la actuación de América en los conflictos internacionales es consistente con su misión histórica de promover la libertad y la democracia en los pueblos oprimidos del planeta, los derechos humanos no son universales. En ese caso, al contrario de lo que defendía Bush en el discurso ante los miembros del American Enterprise Institute (AEI), no se podría argumentar plausiblemente que “En nuestro deseo por librarnos de la opresión brutal y agobiante, los seres humanos son los mismos”, o que “el corazón humano desea las mismas cosas                                                                                                                 40  Roth  2004:  21.   41

Roth 2004: 21. Para una descripción más exhaustiva de las atrocidades del régimen de Saddam Hussein véase: Justice For Iraq: A Human Rights Watch Policy Paper: 17 de diciembre, 2002: http://www.hrw.org/legacy/backgrounder/mena/marsharabs1.htm#P28_1241.   42  Las  dos  versiones  del  principio  no  corresponden  a  los  términos  que  utiliza  

Kirkpartrick  para  enunciarlo  en  Kirkpartrick  1979:  44-­‐5.  

 

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buenas en cualquier parte de la Tierra”. Los iraquíes que deseaban en 1991 liberarse de la opresión brutal y agobiante de Saddam Hussein no eran en realidad seres humanos. Es probable que el corazón humano desee las mismas cosas buenas, pero la administración Reagan no sólo no hizo nada para impedir el uso de gas contra los kurdos y las tropas iraníes, sino que fue cómplice de los crímenes de Saddam proporcionándole buena parte del material bélico que utilizó el tirano para llevar a cabo lo que fue posteriormente calificado por el Tribunal de La Haya como un “acto de genocidio”43. Las decenas de miles de vidas kurdas eran prescindibles y tampoco fueron considerados por la administración americana como seres humanos. Para los intereses de la administración, era más rentable permitir que Saddam gaseara a los kurdos que imponer una política de control de los derechos humanos que hubiera enojado a Saddam. La aplicación práctica de la noción americana de derechos humanos se puso especialmente de manifiesto cuando Estados Unidos y Gran Bretaña presionaron al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para que aprobaran la resolución 661 el 6 de agosto de 1990, que impuso a Irak un brutal embargo económico para prevenir que el régimen, después de la Guerra del Golfo, pudiera recomponer el arsenal de armas químicas, que virtualmente había sido destruido por las fuerzas de la coalición. El embargo causó la muerte de una cifra todavía sin acreditar que varía entre 227.000. 500.000 y un millón de niños menores de cinco años entre 1991 y 199844. Los iraquíes que contemplaron la muerte de sus hijos tampoco eran seres humanos. No podían compartir “nuestro deseo por cuidar a nuestros hijos y darles una vida mejor”, por consiguiente los niños iraquíes que murieron como consecuencia del embargo no eran tampoco seres humanos, y su vida, como la de los kurdos gaseados y la de los iraquíes que perdieron la vida en las revueltas de 1991, también eran prescindibles. El régimen de Saddam, “el discípulo de Stalin”, como lo llamaba indignado el Presidente Bush, asesinó a 250.000 iraquíes en veinticinco años. La suma de las víctimas del embargo, más las bajas iraquíes de la Guerra del Golfo y de la operación Iraqi Freedom es de más de dos millones de muertos en la mitad del período que duró el régimen de Saddam; lo que da una idea bastante aproximada de la importancia que para las autoridades de Washington tienen “las vidas iraquíes y su libertad”. En 1999 la única evidencia que se podía aducir para justificar una intervención humanitaria en Irak no provenía del terror del régimen de Saddam, sino de las insufribles condiciones económicas en las que vivía la población civil como consecuencia de las sanciones que impuso la política de Washington. Las sobretasas por importación y la participación en el contrabando de petróleo iraquí no habrían pasado de ser un caso más de corrupción administrativa, de haber sido por el coste humano que causó el brutal régimen de sanciones que Estados Unidos y Gran Bretaña impusieron a Irak con la aprobación de la resolución 661, y del que no hay                                                                                                                 43  http://news.bbc.co.uk/2/hi/europe/4555000.stm.   44  UNICEF:  “Iraq  surveys  show  “humanitarian  emergency”.  12  de  agosto,  1999.  <  

http://www.unicef.org/newsline/99pr29.htm>.  Para  unas  cifras  alternativas   sobre  el  impacto  de  las  sanciones  en  la  población  infantil  véase:  Global  Issues:   “Effects  of  the  Iraq  Sanctions”:  2  de  octubre,  2005.  <   http://www.globalissues.org/article/105/effects-­‐of-­‐sanctions>.  

 

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mención alguna en el informe del Subcomité del Senado. Durante treces años, desde el 6 de agosto de 1990 hasta mayo de 2003, la población iraquí se vio sometida a un embargo de bienes regulado por la resolución 661 que ordenaba que “todos los estados habrán de prevenir … la importación dentro de sus territorios de todos los artículos y productos que se originen en Irak” , y “la venta o suministro por parte de sus nacionales … de cualesquiera bienes o productos” a Irak. Entre los artículos prohibidos se encontraban: juguetes para los niños iraquíes, ambulancias, papel de aluminio para envolver; cloro para la depuración de aguas, papel higiénico, insecticidas, fertilizantes, teléfonos, tubos fluorescentes, generadores de electricidad, material de cuero para zapatos, ropa de niño, libros de texto, lápices, sacapuntas, pegamento para libros, jabones, pasta de dientes, jeringuillas médicas, cobalto para las incubadoras con rayos X, equipos de rayos X, tubos nasogástricos, estabilizadores cardiovasculares, guantes quirúrgicos, vendas, tanques de oxígeno, medicamentos para el tratamiento de anginas de pecho, equipos de diálisis, y en general todos aquellos artículos que se creía que Saddam podría utilizar para construir armas químicas o biológicas45. Poco tiempo después, Bush padre firmó un número de órdenes ejecutivas en las que se declaraba que Irak representaba “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos”, e imponía un embargo comercial a Irak de acuerdo con la Resolución 661. La Office of Foreign Assets Control (OFAC) del Departamento del Tesoro fue la encargada de la administración de la política de sanciones y prohibió expresamente tanto a los ciudadanos como a las compañías estadounidenses de firmar contratos o transacciones comerciales compradas o vendidas a Irak, a menos que fueran expresamente autorizadas por un licencia específica de la OFAC. Para hacer cumplir el régimen de sanciones se organizó la Fuerza Multinacional de Intercepción (FMI) dirigida por los Estados Unidos con la misión de interceptar, inspeccionar y si fuera necesario incautar barcos, cargos o tripulaciones sospechosas de transportar mercancías hacia o desde Irak. El 3 de febrero de 1997, el Vicealmirante Thomas B. Fargo, coordinador de FMI, informaba al Comité del Consejo de Seguridad de Naciones sobre los operaciones realizadas por las fuerzas de inspección. Después de dejar claro que la “Fuerza no puso impedimento alguno en el transporte de suministros humanitarios”, el vicealmirante resaltó que “las actividades del FMI fueron muy efectivas”. “Desde el comienzo de sus operaciones”, declaró, “la FMI ha realizado más de 23.000 inspecciones, que dieron como resultado 10.000 abordajes y más de 600 desvíos. Sólo en 1996, se efectuaron 440 abordajes que resultaron en 61 desvíos”46. En el año 2002, la FMI realizó 3.000 abordajes y el año de la guerra realizó el mismo número de abordajes. El sistema de inspección demostró la efectividad a la que aludía el vicealmirante Frago en diciembre de 1999. “El Departamento de Comercio e Industria en Londres”, según informaba John Pilger, “interceptó un cargo con de vacunas para proteger a los niños iraquíes de la difteria y la fiebre amarilla”. La explicación que dio el Dr. Kim Howells en el Parlamento británico demostraba el extraordinario celo de la Fuerza                                                                                                                 45  Elias  Davidson:  “A  little  list  of  prohibited  imports  into  Iraq”:  22  de  diciembre,   1997.  Iraq  War  Org.  <  http://www.iraqwar.org/list.htm>.    Security   Council   News   Releases:   5   de     46

 

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Multinacional de Intercepción en el cumplimiento de las sanciones. Las vacunas fueron incautadas, alegó el Dr. Howells, “porque se podrían utilizar en las armas de destrucción masiva”47. La Office of Foreign Assets Control (OFAC), que no se molestó realizar inspección alguna a la compañía Bayoil y que miró hacia otro lado cuando se efectuó el embarque de petróleo en el puerto de Khor al-Amaya, decidió en 2002 multar a la asociación Voices in the Wilderness con 20.000 dólares, por haber donado medicinas y suministros humanitarios a la población Iraquí48. Los principales medios de comunicación mostraron su indignación por la creciente corrupción de Naciones Unidas en la administración del programa Oil for Food. William Safire, uno de los primeros en alertar a la población de la implicación de Saddam en los atentados terroristas del 11/S, calificaba al programa como “el robo más lucrativo de la historia del mundo”. El senador republicano, Norm Coleman, se refería, por su parte, al programa como “el mayor escándalo de la historia de las Naciones Unidas”. El Presidente Bush -basándose presumiblemente en estimaciones hechas por miembros del partido republicano- proclamaba para demostrar la gran de perversión moral del régimen de Irak, que Hussein se había apropiado de 21.5 mil millones de dólares entre 1997 y 2002, mientras condenaba a su pueblo poco menos que a morir de hambre. El informe de la GAO del 7 de abril de 2004, rebajaba a la mitad, 10.1 mil millones, la cantidad apropiada por Hussein. Y como demostró Joy Gordon, esa cantidad “no la obtuvo con el consentimiento de Naciones Unidas, sino bajo la vigilancia que ejercía la armada americana para que cumpliera programa de sanciones. Carol Bellamy, Directora Ejecutiva de UNICEF, describía la situación producida tras nueve años de sanciones como una “emergencia humanitaria presente”49. Dennis Halliday, Asistente del Secretario de la ONU, dimitió de su cargo en 1998, alegando que “no quería administrar un programa que satisfacía la definición de genocidio”50. Ramsey Clark, Fiscal General del Estado en Estados Unidos, y posteriormente Co-Presidente de la Comisión Internacional de Investigación sobre las Sanciones Económicas, acusó en 1996 a la administración Clinton y al gabinete Mayor del Reino Unido, entre otros, de haber cometido crímenes “en contra de la humanidad, tal y como se define en la Carta de Nüremberg, de haber perpetrado un ataque masivo sobre la población civil en violación de los artículos: 48, 51, 52, 54 y 55 del Protocolo Adicional I de la Convención de Ginebra de 1977, y de genocidio, según la definición de la Convención contra el Genocidio”. Clark denunciaba en su escrito de acusación que las                                                                                                                 47  Pilger  2000.   48

Democracy Now!: “Voices in the Wilderness Ordered to Pay $20K for Bringing Aid to Iraq”: 16 de agosto, 2005. <   http://www.democracynow.org/2005/8/16/voices_in_the_wilderness_ordered_to >   49

http://www.unicef.org/newsline/99pr29.htm.  

  50  Pilger  2004.  

 

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“sanciones económicas se utilizaron como armas de destrucción masiva” en contra de la población civil iraquí51. X El principio al que apeló la administración para justificar el proceso de democratización que la Operation Iraqi Freedom tenía previsto conseguir, se basaba en la perversa identidad entre los intereses de América en seguridad y la creencia de América en la libertad. En palabras de Bush: “Una Irak liberada puede demostrar el poder de la libertad para transformar esa región vital, llevando esperanza y progreso a las vidas de millones. Los intereses de América en seguridad, y la creencia de América en la libertad, conducen a la misma dirección: a una Irak libre y pacífica”52. Afirmar que “los intereses de América en seguridad, y la creencia de América en la libertad, conducen a la misma dirección” significa reconocer que los intereses por mantener la libertad como un derecho humano fundamental vienen dictados por los intereses de Washington en seguridad. Dicho de otra manera: todo lo que es bueno para los intereses americanos en seguridad es también bueno para libertad. En conclusión, la libertad de los habitantes de cualquier nación estaría virtualmente condicionada por los intereses norteamericanos en seguridad. La identidad es seguramente una conclusión de los principios excepcionalistas, según la cual “la causa de América es la causa de la humanidad”, pero sus consecuencias, sobre todo para aquellos pueblos que han sido educados por la pedagogía democrática que tradicionalmente han predicado las autoridades de Washington han sido generalmente desastrosas. Irak no fue tampoco una excepción. Generalizando, el principio establece que la validez de los derechos humanos depende del conjunto de intereses en cuyos términos la administración americana define su seguridad. La Declaración Universal de Derechos Humanos asumía -al parecer erróneamente- que “el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”, era la base de “la libertad, la justicia y la paz en el mundo”. El Preámbulo de la Declaración no mencionaba a los intereses de América en seguridad como el fundamento de la libertad, la justicia y la paz en el mundo. En la Declaración de Independencia de 1776, la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad se entendían como “derecho inalienables”. Originariamente Jefferson había escrito que esos derechos eran “sagrados”, aunque posteriormente se consideraron genéricamente como “verdades auto-evidentes”, que cualquier ser humano podría reconocer en virtud de su naturaleza y la relación que mantiene con el Creador. Tanto la expresión “sagrada” como “auto-evidente” indican que los derechos humanos describen propiedades absolutas de los seres humanos. No existe un grado intermedio entre esclavo y libre, o se es libre o no se es. La propiedad de ser humano también es                                                                                                                 51  Ramsey  Clark:  “War  Crimes:  A  Report  on  United  States  War  Crimes  against  Iraq   to  the  Commission  of  Inquiry  for  the  International  War  Crimes  Tribunal”.  <   http://deoxy.org/wc/warcrim2.htm>.   52  President  George  W.  Bush:  President  Discusses  the  Future  of  Iraq:  26  de  febrero,  

2003.  

 

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absoluta. No existen grados intermedios en ser humano: no se es más, o menos humano; como no dejamos de ser humano durante un tiempo y volvemos a serlo después Si los intereses de América en seguridad van en la misma dirección que las creencias de América en la libertad, no es posible mantener consistentemente que los derechos de los seres humanos sean iguales e inalienables. Tendrán que haber necesariamente seres humanos que no sean iguales a otros, simplemente porque América no reconozca que los intereses del país en el que habitan sean los mismos que los intereses americanos en seguridad. Asimismo, los derechos humanos dejarían de ser inalienables, porque su reconocimiento dependerá de que coincida o no, con lo que América entiende por sus intereses en seguridad. Los derechos humanos de aquellos que se sometan a la política que define los intereses americanos en seguridad serán inalienables, pero los que se nieguen a hacerlo correrán el peligro de ver sus derechos enajenados. De la particular concepción de Bush de los derechos humanos se sigue que América, a pesar del rechazo explícito del artículo segundo de la Declaración a cualquier clase de distinción “fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona”, constituye una excepción en la igualdad universal de los derechos humanos. En primer lugar, los intereses americanos en seguridad definen un criterio de aplicación de los derechos humanos. Y en segundo, América establece una distinción esencial entre la identidad de la nación americana y el resto de las naciones, en virtud de la cual estaría autorizada a actuar como la Declaración no permitiría que actuara jurídicamente ningún otro país. El carácter excepcional de América no depende de un reconocimiento jurídico positivo del derecho público internacional, sino del conjunto de conceptos constructivos que definen la identidad norteamericana como una nación excepcional. La dignidad de los seres humanos no viene definida porque coincida con los intereses de América en seguridad. América, como cualquier otra nación, no tiene el poder de decidir en qué circunstancias y cuándo son dignos los seres humanos. Definir la dignidad humana en términos de los intereses de seguridad de América es un principio totalitario comparable por su alcance y magnitud a la degradación de la especie humana que perpetraron los regímenes nazis y soviéticos. En ambos casos la dignidad de los seres humanos se definía por los intereses del partido en el gobierno. La aceptación de este principio hizo posible el holocausto judío y las purgas soviéticas. El bombardeo masivo de Afganistán después del 11/S y la Operation Iraqi Freedom son el resultado de la aplicación práctica a la política exterior norteamericana del mismo principio de degradación humana inherente a la barbarie totalitaria. Hay básicamente dos mecanismos que evitan asumir la responsabilidad moral de las acciones criminales. Uno consiste en negarle a la víctima todas aquellas cualidades que nos permita reconocerla como un ser humano. El responsable del crimen tranquiliza su conciencia simplemente haciéndose creer que la víctima de su crimen no es humana, y por consiguiente, no puede considerarse a sí mismo como un asesino. Se trata de la clase de justificaciones que es posible identificar detrás de las purgas de Stalin, de las masacres nazis, y del terror rojo comunista. El otro mecanismo consiste en mantener las cualidades humanas de la víctima y dotar al verdugo de unas cualidades que lo sitúen por encima de la humanidad de su víctima. La víctima es humana, pero el verdugo puede someterla porque actúa en virtud de un poder superior que no está al alcance de su víctima. El proceso es complejo, pero, en esencia, se basa en que el asesino se cree que está obedeciendo un poder superior, normalmente la voz de Dios, que utiliza para justificar el crimen.

 

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Al contrario de lo que ocurre en el primer mecanismo, en el caso del segundo, el asesino sabe que está matando a un ser humano, reconoce las cualidades humanas de su víctima, pero se cree que tiene el poder para hacerlo, y la obediencia del poder que oye, le dirime de asumir cualquier responsabilidad individual en el crimen que comete. Fue un mecanismo que, al parecer, utilizaron con frecuencia los asesinos nazis que se juzgaron en el proceso de Núremberg, quienes alegaban que simplemente se limitaban a obedecer las órdenes que recibían cuando masacraban a sus víctimas. Es una idea que revela una singular característica. El que obedece un poder superior se priva a sí mismo de ser humano para actuar como el instrumento de la voz que lo dirige. Cuando la voz es santa y buena, es capaz de lograr admirables acciones. Pero si es mala y perversa, puede convertirse en una fuente de dolor y sufrimiento. La apelación a la naturaleza excepcional de América revela la eficacia política del segundo mecanismo. Un ejemplo característico se halla en la respuesta que en 1996 dio Madeleine Albright, que era por entonces Secretaria de Estado, a la pregunta que le hicieron en el programa de televisión 60 Minutes, de si realmente merecía la pena que hubieran muerto medio millón de niños iraquíes de menos de cinco años. Albright, sin manifestar el menor síntoma de arrepentimiento moral, declaró abiertamente que: “Creo que la decisión fue muy dura, pero el precio –creemos que el precio mereció la pena”53.

                                                                                                                53  Rahul  Mahajan:  “”We  think  the  Price  is  worth  it”.  Fair.org:  noviembre/diciembre   2001.  .  

 

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