La influencia de África en el entorno edificado de Puerto Rico

September 9, 2017 | Autor: Jorge Ortiz Colom | Categoría: African Studies, Architecture, Vernacular Architecture, Puerto Rico
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Descripción

Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe San Juan, Puerto Rico

ESTUDIO COMPARATIVO Y FUNDAMENTOS PARA UNAS HIPÓTESIS

Monografía en cumplimiento parcial de los requisitos del curso abajo mencionado

Jorge Ortiz Colom D0902-0047 CULT 681 – Culturas populares tradicionales Profesor: Dr. Rafael López Valdés 14 de diciembre de 2013

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Introducción África, reconocida presencia cultural en Puerto Rico, no es solamente manifestaciones temporales como la música o el baile. Partes de nuestro entorno material, en específico aquél que configura nuestro hábitat, exhiben formas y espacialidades originadas en el gran continente que se dice cuna de la humanidad. Hay testimonios materiales, tectónicos, que presentan la hipótesis de una definitiva influencia de África subsahariana, la tierra de gentes de piel oscura que llegaron mayormente como esclavos, en el hábitat de Puerto Rico. Muchos ningunean esta hipótesis sin fundamentos. La creencia más difundida parece ser aquella de que los africanos no podían trasplantar sus maneras ancestrales de vida bajo las condiciones inhumanas de su traslado, y de la falta de libertad en su nuevo domicilio. Otros apuntan a su convicción inerranable de que el entorno puertorriqueño, es en el mejor de los casos, una tropicalización de rasgos europeos - recibidos directos, o por medio del filtro norteamericano - del hábitat. Refutan estos argumentos pruebas pacientemente ensambladas en las Antillas que prueban una disimulada pero evidente africanidad del entorno, amplificada por la gran proporción de artesanos afroantillanos entre carpinteros, albañiles, maestros de obra y otros encargados en plasmar materialmente una voluntad de formar espacios y lugares habitados. Para este ensayo se estudiaron imágenes de ejemplos comparativos en África, otras Antillas, y Puerto Rico; interpretadas etnográfica, arqueológica y arquitectónicamente. Con una selección general y aleatoria, se compararon las formas y los sistemas de relaciones espaciales vistos en las mismas. No es fácil conseguir material de estudio adecuado: los hijos del Norte global miran los vernáculos edificados africanos como objeto de curiosidad y exotismo, sólo como transgresiones retadoras del acartonado orden de sus hábitats de origen.

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Antecedentes No existen al día de hoy estudios profundos relacionados con África y su influencia en la arquitectura puertorriqueña. Sí han existido aproximaciones al asunto en forma de planteamientos, ensayos y reportajes. El primer argumento pertinente fue escrito por la antropóloga estadounidense Carol F. Jopling y publicado en 1988 como parte de su casi pionero estudio sobre la vivienda vernácula en Puerto Rico.1 Jopling siente que la presencia africana en el entorno, aunque no fuerte, puede entreverse en algunos lugares por analogía visual con otros ejemplos de las Antillas, o por la tendencia a construir casi a ras de tierra, de hecho uno de los patrones identificados en este ensayo. Se deja llevar por los hallazgos del bohío cubano desarrollados por Francisco Pérez de la Riva en la década de 1940: la costumbre de cocinar dentro de la casa y el énfasis en el patio o batey (compartido con la tradición indígena) como africanismos probables. Concuerda con el que “la mayor aportación africana, sin embargo, fue el conocimiento técnico… un uso mayor de la madera en lugar de las cañas”, citando al estudioso cubano. El asunto de los africanismos no lo siguió explorando abiertamente en el resto de su libro. Quince años después, la arquitecta e historiadora de la disciplina Dra. Arleen Pabón (Charneco) escribió, en una revista profesional auspiciada por el gobierno de Estados Unidos2, la existencia de dos loci de presencia africana en el entorno: el bohío conocido desde la era colonial española – cuyo relativo cerramiento y forma cuadrilonga (correctamente) adscribe a la influencia africana – y los lugares de vida servil y esclava, o sea los barracones de haciendas y posibles cementerios de esclavos. Sin embargo, la Dra. Pabón Charneco no cree que los africanismos se proyecten al presente, y al final parece hacer un llamado a conservar las memorias de esa expresión cultural, mayormente relegadas a su documentación.

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El 23 de octubre de 2004, el diario San Juan Star, en un artículo de Melba Ferrer, hizo una entrevista al Arq. Jorge Ortiz Colom (autor de este ensayo)3 en el cual se cuestiona indirectamente el pesimismo expresado por Pabón Charneco. En gran medida se anticipan los planteamientos hechos en una presentación gráfica donde se propone afirmar que la arquitectura vernácula puertorriqueña es ante todo un fenómeno de mulatización, y de sincretismo entre tradiciones traídas también de Europa y de los indios taínos. Y, sobre todo, que los africanismos están bastante presentes en muchos aspectos de la praxis de construir, sobre todo en la gestión de la vivienda popular y los entornos comunitarios. Desde entonces, no ha habido mucho adelanto en la controversia, en parte por falta de interés, tiempo y recursos, y por la relativa dificultad de ensamblar información. Este ensayo intenta volver a impulsar la reflexión crítica sobre este tema.

Africanos y afrodescendientes en Puerto Rico En su estudio El elemento afronegroide en el español de Puerto Rico, el lingüista Manuel Álvarez Nazario (Aibonito, 1924 – Mayagüez 2001) establece una filiación de elementos de léxico y vocabulario africanos usados en el habla puertorriqueña4. Más importante aún, asume una zona de origen de los emigrantes africanos a nuestro país. No sorpresivamente, la mayor parte de estos proviene del arco del golfo de la Guinea, entre Senegal al noroeste y Camerún al sureste. Durante la segunda mitad del segundo milenio D.C. esta parte de África agrupaba – hasta la colonización europea moderna, no consumada hasta principios del siglo XX – una combinación de sociedades tribales o “gentiles” junto con varios estados gobernados por las etnias de mayor poder militar o solvencia económica. La historia de esta región puede resumirse, entre los siglos

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a XIX, como una de simbiosis en la cual enclaves establecidos por naciones europeas se

aprovecharon de las luchas intestinas de la región para alimentar la exportación de esclavos a América. Esta infame época ha sido recordada en el concepto de la RUTA DEL ESCLAVO5 de UNESCO,

que ha documentado el hábitat de opresión de la diáspora africana en América.

En el caso de Puerto Rico, los esclavos tuvieron una participación no muy alta comparada, digamos, con Cuba en el orden económico, pero la población esclavizada no era nada despreciable. El censo de 1846, representativo de la época del primer auge de la caña de azúcar en las costas y los resultados de los incentivos de la Cédula de Gracias de 1815 y otros programas similares, daba para un total de 443,139 habitantes un total de 51,265 esclavos (11.57% de la población, o sea, uno de cada nueve habitantes) y una población negra libre de 21,491 (4.85%) adicionales. En resumen, alrededor de una sexta parte de Puerto Rico era de “raza” africana más o menos pura – sin contar los 154,300 (34.8%) de mulatos o “pardos” (posible eufemismo para personas de sangre indígena). Como generalmente sabido, esto hacía de este país uno de los más “blancos” de la región: en la mayoría de otras islas (Haití, Jamaica, etc.) los afrodescendientes “puros” superaron a veces ampliamente la mitad de la población. El africano en Puerto Rico se asentó en todos los rincones de la isla: pero ante todo era la fiable mano de obra para la industria azucarera desplegada en la franja costera, por lo cual la mayor incidencia de afrodescendientes se halla en ese cinturón litoral. Álvarez Nazario provee un mapa de datos censales que presenta gráficamente el “ennegrecimiento” de las costas, fenómeno aun visible hacia 1950 (fig. 1)6. Esta gráfica debe tomarse con cuidado: existía y aun existe una tendencia de muchos a calificarse como “blancos” aunque no sean caucásicos “puros”.

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Fig. 1. Mapa 3 del libro de Manuel Álvarez Nazario, El elemento afronegroide en el español de Puerto Rico (segunda edición 1974), frente a página 82.

Ha tendido a existir un menosprecio, por los contados en censos más recientes, de su descendencia africana, y esto ha hecho “descender” la figura de personas “oficialmente” afropuertorriqueñas, distorsionando su verdadera proporción existente en el país. Se puede decir a la luz de estudios recientes que dos terceras partes de los puertorriqueños tienen sangre indígena, a juzgar por los estudios de ADN mitocondrial hechos en los últimos años7; pero a su vez, cerca de la mitad de la población puertorriqueña debe tener ascendencia africana por alguna parte. Esto hace de Puerto Rico un pueblo gloriosamente mixto que ha dado una gran variedad de fenotipos, muchos de ellos considerados físicamente atractivos.

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La difusión cultural La situación de los elementos africanos en el hábitat puertorriqueño depende ante todo del fenómeno de la difusión o transmisión cultural8. Esta se define como el movimiento de rasgos culturales específicos de una cultura originaria o emisora hacia otra, la recipiente, que normalmente se halla en un espacio geográfico distinto. Esto ocurre por varios factores, que pueden ser el poder, la ideología o la migración; en el fenómeno a estudiarse más bien parece ser la replicación de patrones atávicos por parte de una población forzosamente migrante. En este caso, formas particulares de cultura que surgen de la experiencia en la zona de origen son de alguna forma mantenidas en la memoria, posiblemente reforzadas por patrones externos; y aunque en un momento no puedan expresarse por limitaciones concretas, cuando la situación es propicia, vuelven a darse. Aquí, la población afrodescendiente es el vehículo de transmisión, aunque se reconoce la posibilidad de haber recibido refuerzo de otras cepas culturales. El caso del batey como patio que complementa el ámbito doméstico podría ser uno de estos ejemplos, en donde un patrón visto en los agrupamientos habitacionales de África se refuerza con los restos de otro análogo empleado por los indígenas, y aun ciertos grupos europeos mediterráneos que tienen una cultura de hacer parte de su vida doméstica al exterior.9 Es un proceso diacrónico con resultados a menudo formal y tectónicamente distintos a los originales, pero permanece el patrón originario. Siguiendo los estudios y análisis del arquitecto y matemático austriaco-estadounidense Christopher Alexander, se sigue recreando una relación específica, definible, entre componentes físicos o sociales cuya expresión sensorial puede parecer muy diferente al elemento de origen: pero en donde, tras un análisis, se descubre como infradiscurso ese patrón compartido10.

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Espacio doméstico, cívico y urbano en África La ideología prejuiciada del “salvajismo” africano ha tenido una muerte difícil. Aún muchos estudiosos desconocen la existencia de culturas poderosas en los umbrales de la civilización o ya civilizadas que se daban en el arco del Golfo de Guinea: hecho ocultado por el trato abusivo dado por los poderes hegemónicos europeos a estos territorios, primero como cantera de esclavos, y luego como posesiones coloniales. Los monocultivos agrícolas y la minería prohijaron una codicia de tierras y gentes que dislocaron la evolución normal de estas culturas y naciones; proceso que ha sido retomado con grandes dificultades por los países que empezaron a emanciparse desde 195711. Las naciones africanas de la zona del Golfo eran en su mayoría agrícolas, aunque existía un notable comercio cuyos hilos bordeaban o atravesaban el Sahara y llegaban hasta Arabia y el Mediterráneo. Existía una combinación de territorios tribales controlados por grupos ya en estos tiempos sésiles, combinados con varios estados y proto-estados, con castas de poder espiritual y temporal claramente definidas. La gran mayoría vivía en aldeas o ciudades de diverso tamaño; algunas de estas últimas como Ilé-Ifé y Oyó (actual Nigeria), Abomey (Benín) o Tombuctú (Malí) alcanzaron dimensiones respetables. Hay bastante diversidad de expresiones del entorno vernáculo en esta zona de África. Estos se deben apreciar en tres escalas: la del espacio doméstico-familiar; la del vecindario o sector; y la total del poblado o ciudad y su relación con la ruralía circundante o con rutas de comercio, según el propósito del asentamiento. A continuación, y en apretada síntesis, una relación de sus aparentes rasgos primarios12:

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Escala doméstico-familiar La casa africana parece austera al visitante occidental, pero encierra en muchos casos un gran simbolismo, amarrado a veces hasta a mitos trascendentes13. Igualmente la forma de la familia fundamenta su arquitectura. Habitualmente son lugares cerrados al exterior con una transición fuertemente demarcada y un lugar/momento simbólico de penetración al ámbito doméstico. En muchos casos, el perímetro queda definido pero existe la capacidad de reconfigurar el espacio interior (como los complejos dogones y yorubas); otras etnias permiten el crecimiento aglutinativo exterior. Las configuraciones de planta varían: en algunos lugares prefieren las estructuras cilíndricas generadas por medio de un poste central desde el cual se replantea el muro perimetral. Estas se expanden, básicamente, por adición de estructuras adicionales; y parece ser la forma preferida para los graneros y depósitos de almacenaje, los cuales son guardados normalmente por los grupos familiares. Más pertinentes para el caso de Puerto Rico son las viviendas rectangulares, donde ya se obtiene una geometría comparable a la de la casa campesina o proletaria antillana de la era colonial europea. Estas, además de la replicación, como visto inclusive en el palacio real de Abomey en Benín, pueden expandirse mediante la adición de colgadizos a la estructura matriz. El material más usual de las casas africanas, sean rectangulares o cilíndricas, es el barro, material de tierras silíceas de fácil obtención. El uso de la madera se controla, ya que muchas especies de árboles tienen importancia para suministrar productos de consumo humano y muchos árboles (y arboledas completas) son objetos o lugares sagrados. La madera se reserva mayormente para las armaduras de techo que soportan cubiertas de hierbas y hojas a veces laboriosamente tejidas. Estas pueden ser cónicas, o de dos o cuatro pendientes. Los muros de barro pueden reforzarse por entramados de ramas delgadas o varas de madera que las refuerzan: este es el origen, por ejemplo, del muro de embarrado visto en muchos lugares de Cuba. Desde luego, en zonas más boscosas, se ven estructuras netamente hechas en materiales vegetales. En muchos casos, sólo existe una apertura – la de la puerta – la que puede tener un cerramiento sólido, o flexible (cortina o cordeles). Este hueco sirve para ventilar el interior y controlar la intensa luz vista en estas regiones del continente. En todo caso, el uso de ventanas tiende a ser muy discreto. Los balcones abiertos o verandas existen en

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algunas zonas, pero estos generalmente se adscriben a un origen indostánico, traído por los colonizadores de Inglaterra, Francia o Portugal que establecieron enclaves en aquel país asiático. Dadas las grandes ventajas climáticas de la veranda, esta fue traída como parte del hábitat de los colonos europeos y se entiende que luego sufrió una difusión parcial hacia el vernáculo del colonizado. Solo en algunas casas yorubas parece verse algún balcón frontal como elemento de transición que tiene raíces autógenas. La decoración superficial tiende a ser geométrica, destacándose el uso de figuras simples expandidas en patrones fractales. Estos patrones son generados por fórmulas matemáticas especificas que se repiten sostenidamente a diversas escalas, mayores y menores. (El ejemplo clásico es el “copo de nieve”.) Se alega que en África hay patrones fractales dondequiera: desde los implementos de uso cotidiano hasta los trazados urbanos y territoriales14. Se puede especular que el origen de la geometría africana deriva de la textura de los tejidos, o de la abstracción de objetos naturales tales como la vegetación, o rasgos geográficos. En cuanto a colores usados, su paleta parece limitarse a aquellos dados por fuentes naturales (vegetales o minerales) accesibles; los colores de las tierras blancos, rojizos o marrones - parecen predominar. En la zona de Ghana, desde alrededor de 1800, está la simbología denominada adinkra, una aparente protoescritura utilizada ante todo en la veneración de los muertos y sus espíritus15. Como se verá, las formas adinkra han tenido un papel destacado en la decoración, el arte aplicado y los detalles decorativos en la diáspora africana, notablemente en Puerto Rico, donde existen ejemplos identificables.

Escala de vecindario o comunidad Esta escala está poco explorada, comparativamente. De las imágenes recogidas, es evidente que el principio ordenador a esta escala se basa en proximidad/lejanía topológica alrededor de puntos o ejes maestros. El ordenamiento geométrico por principios euclidianos no parece prevalecer: las tradicionales relaciones de propiedad fundamentadas en la posesión de una parcela - generalmente rectangular - no se dan. En el caso yoruba, según delinea el antropólogo australiano Amos Rapoport, el crecimiento se da mediante aglutinamiento y adición de complejos residenciales, dejando un espacio de circulación que separa cada uno de los perímetros16.

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En muchas otras etnias, el espacio comunal es el centro de la existencia y las viviendas que le rodean tienden a ser enclaves para el sueño y la intimidad. Esto puede expresarse con la ampliación del espacio común, sirviendo las viviendas como un borde entre los dominios público y privado17. En este sentido la expresión espacial se aproxima a lo conocido acerca de los yucayeques o poblados de los indígenas taínos; cuando se habla de persistencia de este patrón llamado batey en la espacialidad puertorriqueña se daría un fenómeno de refuerzo mutuo entre los legados de ambos sistemas culturales.

Escala de poblaciones, territorio y ciudad La zona occidental de África tenía una vital cultura urbana, si bien la economía de muchas de sus ciudades, como las de los yorubas, aún era agraria. Las dos tendencias religiosas prevalecientes en la zona – el politeísmo venerado a escala doméstica, cara a cara al Islam, ya hegemónico en las zonas interiores – han configurado formas urbanas distintivas. Las ciudades islámicas han tendido, como Tombuctú, a ser más de tipo comercial, habiendo sido el comercio, de hecho, el portador de la fe musulmana desde la península arábiga a través de las vastedades del Sahara. Estas traen espacios cívicos adyacentes a las mezquitas, los cuales funcionan como atrios; y también se diferencia una zona de mercado e intercambio, la llamada medina, palabra árabe que de hecho significa ciudad. Tombuctú tenía cien mil habitantes18 al promediar el siglo XVI, y los testimonios de la época demuestran la vernacularización de los tipos constructivos islámicos, particularmente las peculiares mezquitas de barro con piezas de madera incrustadas a la fachada para facilitar el mantenimiento intenso que este material exigía. Esto demuestra la capacidad de las tradiciones constructivas africanas de asimilar nuevas formas edificadas a su lenguaje e integrarlas en el tejido de la cotidianidad. Las ciudades de las culturas politeístas, notablemente aquellas de los reinos de Benín y los yoruba, son para el occidental agregaciones multiplicadas casi al infinito de casas grandes, usualmente rectangulares, que albergan familias extendidas: este es el caso de Ibadán en Nigeria, aunque es una fundación un tanto tardía, de principios del siglo 19

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. En Ibadán puede verse, también, la proliferación de balcones delanteros en las

casas, que parecen cumplir un fin de facilitar el intercambio social entre el dominio

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privado de la casa y el público del exterior, pero que como antes dicho parecen apuntar a una influencia asiática traída por el poder colonial británico. No parece verse en esta ciudad el desarrollo autógeno de una zona comercial; si bien el urbanismo metropolitano exportado por los ingleses le debió dotar de una. La red vial de Ibadán es una agregación rizomática de senderos peatonales que se tuercen entre casa y casa de acuerdo al espacio disponible o la naturaleza del terreno. La irrupción masiva del colonialismo europeo, desde el siglo XV en las áreas portuguesas, y tres a cuatro siglos más tarde por parte de otras potencias, formó zonas “modernas” de urbanismo colonial europeo; generalmente con trazados ortogonales en damero y el “anclaje” de edificios cívicos representativos de la presencia occidental en África. Inclusive se dio hacia el siglo XVIII una introducción de una arquitectura de raíz portuguesa, criollizada en Brasil, y llevada allá por poblaciones esclavas liberadas. Ejemplos se pueden ver en Porto Novo en Benín donde la mezquita es de ese “estilo”; en Lagos, antigua capital nigeriana, y otros lugares20. Tampoco puede ignorarse la forma “estadounidense” de la ciudad de Monrovia en Liberia – otro trazado rectilíneo con los grandes inmuebles cívicos encuadrando los extremos del mismo. Esta ciudad se fundó a principios del siglo XIX por libertos venidos de dicho país norteamericano. Freetown – ciudad libre - capital de Sierra Leona, tiene un origen similar aunque los libertos en ese caso provenían de diversos lugares de América. Su cuadrícula no es tan severa. En rigor, estas ciudades han albergado por casi dos siglos la modernidad occidental con ejemplos de la tradición constructiva europea y norteamericana, desde el neoclásico hasta el llamado estilo internacional, con concesiones al clima tropical.

Este resumen – necesariamente esquemático – enfoca en el hábitat africano de la cotidianidad; a ésto lo complementa el duro ambiente vivido por aquéllos que contra su voluntad cruzaron un océano para trabajar sin libertad, como “cosa poseída”, sobre las tierras de América. El mundo del ESCLAVO21 creó experiencias de vida en opresión que también han matizado la imagen del afrodescendiente sobre su cotidianidad. El espacio era jerarquizado; con los lugares altos usualmente vedados al esclavo y protegidos por accesos visibles y evidentes – como las

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irónicamente llamadas escaleras de “brazos abiertos” – que permitían identificar visualmente al que se desplazara por los mismos y atajar sus pretensiones de transgredir el orden de las cosas. El discrimen sentido por el esclavo africano se codificó en un hábitat de barracones colectivos o chozas uniformes ubicados en un espacio regimentado por la visión del “amo”. Los patrones de vida colectivos, sobre todo la reproducción de manifestaciones culturales como el baile y la música, tuvieron que darse mediante la apropiación forzosa de intersticios del espacio. En este mundo alterno de autonomía y libertad de expresión, frente a la regimentación de un trabajo degradante y servil, se da el punto de partida para analizar la presencia africana dentro del entorno edificado puertorriqueño. Mediante el análisis visual de ejemplos aleatorios en fotografías de lugares visitados por el autor, cara a imágenes de África, se formularán varias hipótesis que deben servir para hacer estudios más sistemáticos y validados.

La persistencia de lo africano en el hábitat puertorriqueño Los elementos africanos en el hábitat edificado puertorriqueño no existen en su forma pura. Se mezclan con insumos culturales de derivación europea e/o indígena. En muchos casos, hay un refuerzo mutuo a la característica resultante. Los patrones de una cultura se ven en otras, a menudo debido a que surgieron como descubrimientos independientes. Se reconoce la posibilidad de origen distinto a ciertos rasgos vistos en nuestro ambiente cultural. Estos hallazgos preliminares necesitan profundizaciones posteriores y mayores análisis comparativos, e igualmente el recopilar más datos además de los visuales usados en este ensayo. Las fechas de documentación de los ejemplos son variables y no son un factor regulado en este estudio.

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OCHO PATRONES DE PROBABLE ORIGEN AFRICANO EN EL HABITAT PUERTORRIQUEÑO ESCALA: VECINDARIO O MAYOR 1. AGRUPACION TOPOLOGICA POR PROXIMIDAD i. Definición: Las viviendas se organizan de forma tal que se establece un criterio de proximidad en lugar de la geometría rigurosa de trazados de lotificación occidentales. El proceso de formación de la agrupación tiende a ser estocástico, o sea, de forma indeterminada, sin que un orden previo, como puede ser la geometría del territorio urbano, lo afecte: puede formar redes rizomáticas o dendriformes (“parecidas a un árbol”); o puede ser centrípeto alrededor de un foco generador como un patio común. Ambos procesos pueden combinarse, con resultados interesantes. No se reconoce la configuración de la geometría euclidiana “occidental”. La formación del conjunto es iterada por sucesiones particulares de eventos (replicación de familias, llegadas de nuevos vecinos, muertes, relaciones de afinidad/hostilidad entre los residentes). ii. Escala: Vecindario, a veces grupo familiar iii. Objetos: espacios conectivos entre grupos de viviendas iv. Existencia: existente, con materiales de construcción transformados. En muchos casos, las viviendas actuales que forman estos agrupamientos son de hormigón y tienen comodidades modernas. v. Refuerzo externo: amerindio (el yucayeque taíno), con el concepto del batey vi. Ocurrencia: Zonas urbanas, rurales y semirurales donde no ha existido tradicionalmente un planteo geométrico de propiedades individuales. Fincas que se

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han ido segregando internamente para acomodar a grupos familiares o personas estrechamente vinculadas por razones de lugar de empleo (usualmente fincas agrícolas). vii. Discusión y ejemplos: La agrupación por proximidad es visible en ciertas culturas de la costa de Guinea y la agregación es ampliamente vista en el caso de los yoruba, donde aun grandes centros poblados pueden organizarse por este principio, como se aprecia en el centro de la ciudad nigeriana de Ibadán (fig. 2). Otro ejemplo africano es el de las aldeas ubicadas en la zona de Costa de Marfil, las cuales presentan arreglos menos densos pero similares. Es particularmente interesante la configuración del palacio real de Abomey (fig. 3) en Benín, cuya evolución aglutinativa queda lejos de la estudiada simetría de muchos palacios europeos (¿podría imaginarse una asimetría tal, digamos, en Versalles?), aparte de compartir la técnica de construcción con los plebeyos.

Fig. 2. Sector antiguo de la ciudad nigeriana de Ibadán (GE, ca. 2008), mostrando el agrupamiento de casas conforme a un ordenamiento casi puramente estocástico. Las carreteras que atraviesan son adiciones modernas.

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Fig. 3.. El palacio real de Abomey en Benín, planimetría, siglo XVIII (fuente: fuente: Revista Patrimonio Mundial, 2006).

Una agrupación similar puede notarse en el poblado Amoldadero Amo de Aibonito (fig. 4),, que fuera formado por negros y mulatos venidos de Cayey y de la costa desde finales del siglo XIX. Estos se establecieron en la periferia de una gran finca tabacalera en este municipio de la montaña, monta , en un punto relativamente alto junto al cerro que lleva el nombre de la comunidad, y la existencia del lugar es un tanto anómala,, pero interesante.

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Fig. 4. El poblado del Amoldadero en Aibonito. Vista aérea (GE, 2007).

Otro asentamiento similar es el poblado proletario cañero de La Jagua o La Rosada (fig. 5 a/b) en el barrio Aguirre de Salinas, al este del centro urbano: este fue desarrollándose durante la primera mitad del siglo XX22. Este muestra una estructura dendriforme. Lo que surge de la estrechez y la precariedad, y que forma una irregularidad aparente cuando es visto a los ojos de la geometría tradicional, surge ante todo de un proceso de decisiones tomadas continuamente y un proceso de ajuste para limar las situaciones contradictorias que esta forma de construir hábitat genera. Este autor ha hecho un estudio crítico sobre el concepto del batey, donde lo identifica como uno de los más importantes patrones de la espacialidad puertorriqueña y lo vincula a un origen compartido afroindígena. Los lugares denominados Palenque, de los que se conocen dos (en Barceloneta y Patillas), merecen también un estudio socioespacial23; siendo los palenques en las Antillas referentes a zonas de cimarrones fugados que llevaban una vida relativamente autónoma. Palenque de Patillas ha sido visitado y su orden topológico, aunque difícil de presentar fotográficamente, es evidente.

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Fig. 5 a/b. La Jagua o la Rosada, Salinas, P.R. (primera mitad siglo XX). a. Planimetría. b. Foto del callejón principal. (JOC, estudio inédito, ca. 1980). Los dos edificios grandes vistos a cada lado (escuela, izq., y casa de hacendado, der.) NO son parte del vecindario estudiado.

2. HITOS EN EL PAISAJE: MONTAÑAS (OROLATRIA), RIOS (POTAMOLATRIA), ARBOLES (DENDROLATRIA), ETC. i. Definición: veneración de rasgos geográficos o naturales, normalmente montañas, ríos, árboles, etcétera, como elementos sagrados o de respeto y veneración mayores. ii. Escala: región, a veces vecindario o barrio iii. Objetos: elementos del paisaje natural iv. Existencia: existente, aunque las prácticas no se hagan conscientemente hoy día. v. Refuerzo externo: amerindio y, hasta cierto grado, europeo. vi. Ocurrencia: ocasional y usualmente vinculado a leyendas o historias orales vii. Discusión y ejemplos: Hay constancia de adoración o santificación de rasgos naturales en muchas zonas africanas, con aparente preferencia hacia los árboles o dendrolatría. Un ejemplo es la Arboleda Sagrada de Osún-Osogbo24, cerca de las ciudades nigerianas de Osún, Ifé e Ibadán, vinculada con la espiritualidad yoruba y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Otro ejemplo, vinculado a la historia y al

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culto, es la gran Ceiba (Cotton Tree) de Freetown (fig. 6 a/b) en Sierra Leona, punto generador del primer asentamiento de libertos que antecedió a la gran ciudad capital moderna. Puede compararse con otra ceiba, la que queda junto al río Portugués en Ponce, la cual ha sido objeto, como la sierraleonesa, de veneración y mito (fig. 7). La veneración de rasgos naturales sagrados, sin embargo, es ampliamente compartida con otras influencias culturales, como demuestra el llamado Monte del Cemí de Caguana en Utuado, de indudable derivación amerindia (taína). Un deslinde cuidadoso de influencias debe hacerse para poder determinar el origen de cada una de estas tradiciones. Pero la iconización de la ceiba de Ponce parece tener algo de origen africano, sujeto a mayor investigación.

Fig. 6 a/b. La Ceiba de Freetown, Sierra Leona. Vista aérea e imagen en sello de la época colonial inglesa (Internet)

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Fig. 7. La Ceiba llamada del “Portugués”, Ponce, foto antigua (Álbum Ponce pintoresco de José P. Camy, Ponce, 1881)

ESCALA: VIVIENDA 1. LA VIVIENDA BASICA (INCLUYE EL BOHIO) i. Definición: El principio generador de la vivienda básica en África se decantó por formas tanto circulares/ovaladas como por las rectangulares. Solamente la forma rectangular hizo el viaje a través del Atlántico, y se impuso como forma de vivienda vernácula en Puerto Rico durante la colonia española. Reforzada por la arquitectura rectilínea europea, la forma rectangular desplazó la ovalada/circular usada por los taínos. Tuvo varias ventajas, tales como su fácil replanteo, replicación y - al verterse en materiales más recios - transportabilidad para personas sin tierra que llamar propia. La vivienda vernácula antillana adquirió características similares en todo el Archipiélago, según sostienen Jacques (Jack) Berthelot y Martine Gaumé, arquitectos basados en la Isla de Guadalupe y que estudiaron el fenómeno del hábitat popular en

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las Antillas25. El modelo básico rectangular de una o dos habitaciones es similar a muchas viviendas elementales en la costa de Guinea; en las Antillas se ha enriquecido con variantes interesantes en muchas islas. La agregación y la expansibilidad con colgadizos dan gran adaptabilidad a esta forma26. ii. Escala: vivienda iii. Objetos: la vivienda misma iv. Existencia: extinto en su material “original”, madera rústica, hojas y paja; quedan versiones transformadas en materiales más modernos. También hay ruinas muy degradadas disponibles. v. Refuerzo externo: Amerindio (en materiales originales), europeo (en forma y geometría) vi. Ocurrencia: zonas urbanas, rurales y semirurales vii. Discusión y ejemplos: Los bohíos indígenas (fig. 8), de acuerdo con descubrimientos recientes hechos por arqueólogos que los han reconstruido de las huellas de sus zocos, eran estructuras relativamente grandes y de planta ovalada. Estos tenían inclusive sistemas ingeniosos de ventilación mediante doble pared y salidas de aire por unos “cucuruchos” que también apoyaban el extremo interior de las vigas de techo27. Los “bohíos” reconstruidos vistos asociados con algunos parques arqueológicos como Caguana (Utuado) y Tibes (Ponce) parecen distar bastante de la realidad. Estos bohíos albergaban familias relativamente extendidas; los bohíos pequeños imaginados desde los cronistas españoles (como Fernández de Oviedo) y hasta fecha reciente son construcciones ideológicas hechas por una sociedad acostumbrada a familias nucleares pequeñas.

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Fig. 8. Bohíos taínos según replicados con evidencia arqueológica en Cuba, nótese la escala de las personas y los cucuruchos de ventilación. (Internet)

La forma usual vista del bohío es rectangular, con entrada a menudo ubicada asimétricamente en la fachada: Berthelot y Gaumé en su estudio miden las variantes diversas por país con aquella de los Boni, un grupo afrodescendiente desplazado hacia la zona de Maroni en la Guayana francesa28, y que muestra según ellos características más puras y afines con lo que se conoce de la vivienda popular africana (fig. 9). La rectangularidad es una constante casi continua en la vivienda antillana: en algunos lugares las casas tienden a orientarse paralelas a la vía pública, en otros perpendicular. El excelente muestrario en la tesis de John Vlach demuestra las posibilidades combinatorias de la célula espacial básica, rectangular, que primero se ensambla en hileras y luego puede disponerse en ángulos diversos aun para ir cerrando espacios comunes, como se ha visto en los complejos yoruba nigerianos29. Esta fácil expansibilidad del modulo rectilíneo es también notado por Stewart Brand en su estudio sobre como los edificios se transforman: las formas redondas, por su geometría, se anquilosan; las rectas, no30.

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Fig. 9. Muestrario de casas africanas vernáculas diversas. Izquierda, plantas redondas en Guinea Bissau; derecha, plantas rectangulares: Sierra Leona (arriba), Liberia (centro y abajo). Fuente: J. Beswick (revista Architectural Review, Londres, septiembre de 2009, p. 95)

El material más usado en África, como antes dicho, tiende a ser el barro, que parece ser de buena calidad. Este material se continua usando en varios países antillanos – se han conocido ejemplos en Antigua, Cuba, Curazao, República

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Dominicana31 y Haití – si bien en Puerto Rico, posiblemente por la mayor disponibilidad de materiales vegetales, la ocurrencia de bohíos de barro era muy rara.

Fig. 10: Ejemplos de bohíos en las Antillas: arriba izq., merendero hecho con técnica de bohío, Mayabeque, Cuba, 2012 (foto JOC), arriba derecha, Marigalante, Antillas francesas (G. Chabaneix), al medio izquierda, bohíos de embarrado en Curazao (fotógrafo desconocido, 1950s), al medio derecha, Antigua (ilustrador desconocido), abajo varios ejemplos en la República Dominicana (E. Prieto Vicioso). Nótese el patrón en el último a la derecha.

Una forma de bohío se fue extendiendo con leves variaciones por muchas Antillas (fig. 10), mostrando a veces considerables coincidencias a través de grandes distancias (ver ejemplos de Antigua y Curazao arriba). Como forma de defensa contra un ambiente difícil, usualmente la choza africana era bastante cerrada respecto al

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ambiente exterior; patrón repetido en muchas viviendas campesinas y proletarias antillanas. Normalmente tendrían pocas aperturas, ausencia de balcón, y se hacían terreras, situación común aun a pesar de la mayor humedad y sabandijas en la tierra.

Fig. 11. Varios bohíos en Puerto Rico, mostrando su forma cerrada y rectangular y al menos uno su crecimiento aglutinativo. Arriba izquierda, con piso en tierra, lugar desconocido (foto gobierno federal, ca. 1940), arriba derecha, interior de bohío con setos en madera (origen desconocido), abajo izquierda casa con techo de metal en las montañas (pintura de Ramón Frade León, ca. 1950) abajo derecha, detalle de bohío (foto gobierno federal ca. 1940).

La tendencia del bohío puertorriqueño (figs. 11, 13a), fue ante todo el uso de materiales vegetales o procesados sin depender del barro, probable respuesta al hecho de la precaria tenencia de terrenos, ya que muchos campesinos eran arrimaos sin titulo a la tierra donde se asentaban, y la movilidad era considerable.

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Fig. 12. El velorio. Pintura de Francisco Oller (1833-1917), terminada 1893. La casa pintada muestra sincretismo de técnicas incluyendo el soberao o plataforma de madera (desarrollo autógeno de Puerto Rico), el uso del cielorraso para almacenar (africano), las puertas de tabla de posible tipo africano, y el tejido del techo de paja, seguramente heredado de África. (Pintura al óleo, original en el Museo de la Universidad de Puerto Rico, Rio Piedras.)

Los materiales eran dados por la circunstancia de la tierra, pero se halló la forma de integrar esta forma a la técnica africana, sobre todo en la costumbre del bordado de la paja de techos que tan bonita y evidentemente se ve en la obra maestra de Francisco Oller, El velorio (fig. 12). La choza transportable (fig. 13c) se formó con la llegada de materiales mas recios y reusables, y permitía no tener que desmantelar la casa cada vez que se hacía una frecuente mudanza. El cerramiento y las aberturas limitadas eran inspirados en el bohío afroindígena. Y muchas casas urbanas, con sus frentes estrechos abiertos hacia la calle, tienen relación con la casa denominada shotgun, de una habitación -, o como mucho dos habitaciones - de ancho, que ha sido estudiada en su evolución por el estadounidense John M. Vlach, quien ve su llegada al sur de Estados Unidos por la influencia de Haití, de donde a su vez había

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evolucionado de viviendas africanas rectangulares32. A su vez esta forma llega a Puerto Rico y se criolliza en ambientes urbanos densos, tales como Ponce (fig. 13b).

Fig. 13 a/b/c. Casas con formas de posible derivación africana en Ponce. Arriba: Casa sin balcón, calle Aurora (izq.); casas estrechas, la del medio del tipo shotgun, en la calle Guadalupe de Ponce (derecha); abajo parte del arrabal de la Cantera a principios del siglo xx, mostrando bohíos y casas de madera transportables. (Fotos: arriba: JOC, abajo: fuente desconocida)

2. DISENO Y DECORACION CON FRACTALES i. Definición: Los fractales son patrones geométricos generados mediante fórmulas matemáticas derivadas de la combinación y agregación de formas simples, con una

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posibilidad de repetición indefinida y de escalas diversas (o sea, un grupo de figuras fractales forma una figura a mayor escala, o una figura fractal es descompuesta insertando figuras menores). Normalmente los patrones fractales usados en la decoración y arte africanos se basan en las figuras elementales del cuadrado y del triángulo, pero muchas otras combinaciones han sido observadas, incluyendo aquellas basadas en el círculo y las parábolas, por ejemplo. En África se decoran paredes, cuerpos, y ropas con estos patrones. ii. Escala: vivienda iii. Objeto: barandas de balcón, mediopuntos, a veces revestimientos de pared iv. Existencia: bastante común en sectores habitados por poblaciones de medianos y medios-bajos recursos v. Refuerzo externo: ninguno, este rasgo se considera puramente africano vi. Ocurrencia: generalizada, menos vista en zonas donde habitan sectores hegemónicos. vii. Discusión y ejemplos: Este es posiblemente el rasgo africano más definido en nuestro entorno. A entender del autor de este estudio es la prueba palmaria de la transmisión de un imaginario africano por medios creativos, conquistando intersticios a contrapelo de, y bajo los ojos del amo blanco (ver también fig. 21). El uso de la geometría fractal a esta escala ciertamente no se ve en los trabajos decorativos de estirpe europea – dominados por el simbolismo del arte clásico grecorromano, aunque aguado; o por las formas amerindias o taínas, orientadas más a abstraer la esencia de objetos concretos, como visto en la infinidad de glifos y símbolos que dejaron.

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Fig. 14. Fractales en África: izquierda, casas en Ghana (arriba) y Burkina Faso (abajo); derecha: motivos naturales y artificiales con fractales africanos (arriba) y mezquita en Mali (abajo). (Internet)

Fig. 14-a. Detalles de imagen superior derecha de ilustración previa, mostrando fractales en el arte humano y en la naturaleza en África.

Según el matemático estadounidense Dr. Ron Eglash, “aunque los diseños fractales ocurren fuera de África… no están dondequiera. Su fuerte predominio en África (y en la India meridional, con su influencia africana) es bastante especifico”

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(fig. 14)33. Los patrones fractales, vistos frecuentemente en la forma de tejidos, y muros y armazones de construcciones, se emplean en África como tratamientos de fachada y decoración. En Puerto Rico se ven a menudo en los ornamentos de decoración aplicada a edificios vernáculos tan tarde como mediados del siglo XX.

Fig. 15. Fractales en motivos arquitectónicos domésticos en Puerto Rico. Arriba a la izquierda: barandas en Arroyo y Guayama, este con el motivo adinkra epa (rombos enlazados, significa servidumbre); abajo izquierda: piso en loseta criolla; arriba derecha: mediopunto en Arroyo, abajo derecha: motivos cuadrados y complejos en casa de Ponce. (todas las fotos por JOC)

Esta es la forma y el rasgo más puramente africano en nuestro ambiente visual y que debe ser motivo de mayor estudio (figs. 15, 16, 17), ya que presenta una clave inédita para explicar la diferencia evidente de nuestro medio ambiente construido

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respecto al de otros lugares o regiones, así como la similitud con otros sitios antillanos donde estas formas también se han visto, aun en la modernidad.

Fig. 16. Similitud en patrones: ladrillos en patrón diagonal en parte baja de Hacienda Concordia, Barrio Palmas, Arroyo (izq.) y en una casa en Costa de Marfil (der.) (Foto izquierda: JOC)

Fig. 17. Fractales dondequiera: balcón moderno de casa en Parcelas el Puerto, Yabucoa (2007) y montante de arco hecho en segmentos en Antigua Alcaldía de San Germán (2012). (Fotos: JOC)

3. DECORACION CON SIMBOLOS DERIVADOS DE ADINKRA i. Definición: los símbolos adinkra fueron concebidos por la sociedad Ashanti de la actual Ghana alrededor del año 1800, y aparentan ser un sistema de protoescritura empleado para transmitir conceptos filosóficos y religiosos34. Estos símbolos derivan de una geometría fractal en su mayoría y son susceptibles de combinarse en patrones que superficialmente son decorativos pero que en su fondo transmiten ciertos conceptos sobre la vida y la divinidad.

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Por lo relativamente tardío de su apariencia, es probable que los adinkra (fig. 17) puedan tener algún influjo de símbolos europeos o de la cultura musulmana. Como ejemplos están las volutas de tipo mozárabe e inclusive, en un glifo, la imagen de un rifle. Sea este un sistema de pura inspiración africana o resultado de un mestizaje en una sociedad ya familiarizada con la presencia occidental y foránea, los adinkra y sus semejantes tienen una presencia fuerte en la decoración doméstica de Puerto Rico (fig. 18) y las Antillas.

Fig. 18. Ejemplos de simbología de probable derivación adinkra en elementos decorativos de viviendas en Puerto Rico. Izquierda: motivo dwennimen (cuernos de carnero) en baranda de balcón en Guayama; arriba derecha: motivo funtumirreko (cocodrilo o lagarto bicéfalo) en centro entre orlas de posible serpiente, ejemplo visto en Aibonito; abajo derecha, mediopunto con motivo sankofa (sabiduría) arriba, en marrón; y abajo, en blanco, motivo adinkroide basado en nserewa (caracoles) en redondel, con patrones fractales alrededor. Guánica. (Todas las fotos: JOC)

ii. Escala: vivienda iii. Objetos: rejas, portones, barandas de balcón, mediopuntos, montantes o paneles de ventilación de puertas y ventanas

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iv. Existencia: bastante común en sectores habitados por poblaciones de medianos y medios-bajos recursos v. Refuerzo externo: europeo, árabe vi.

Ocurrencia: generalizada, menos vista en hábitats de sectores hegemónicos.

Fig. 19. Tabla de símbolos adinkra más comunes. (Internet)

vii. Discusión y ejemplos: Algunos de los símbolos adinkra desarrollados por la cultura de los ashanti de Ghana (fig. 19) parecen haber llegado a nuestros días casi sin alteraciones aunque ya

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despojados de su contenido trascendente. La mayor abundancia de estos parece estar en elementos semitransparentes como montantes (rejas abiertas sobre las puertas), mediopuntos (partición ornamental en la sala) y barandas de balcón, teniendo un surgimiento fuerte entrado el siglo XX con la adopción de barandas modulares en piezas de hormigón vistas desde 1910 a 1960. Probablemente muchos de los signos sean propiamente adinkroides, o sea semejantes pero no idénticos, incluyendo simplificaciones o variantes. Sin embargo, el motivo equivalente al sankofa (dos volutas = aprender del pasado) es ubicuo en adornos, rejas de hierro y detalles superficiales. Es necesario, y fuera del alcance de este estudio, establecer una etimología de los símbolos adinkra y adinkroides vistos en trabajos decorativos, muchos de ellos en madera, en Puerto Rico. 4. “ALTARES LAICOS” DOMÉSTICOS i. Definición: esto se refiere al hábito de exhibir elementos icónicos representativos de los valores personales y familiares del residente mediante el aprovechamiento de repisas o paredes. No debe confundirse con la decoración de interiores. Este patrón de altar laico tiene unas cargas simbólicas y emocionales que la decoración moderna trata, con su racionalidad, de evitar. La manifestación, aunque parece vulgar o pedestre, sin embargo sirve para dar propósito a la familia, y tiene un sutil y muy certero orden en su disposición de los objetos exhibidos. Incluye, entre otros, fotografías, diplomas, imágenes diversas, y objetos decorativos comprados en tiendas. ii. Escala: vivienda iii. Objetos: muebles, ambientación de la sala y espacios similares iv. Existencia: muy común

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v. Refuerzo externo: europeo por su forma, indígena en su concepto vi. Ocurrencia: generalizada vii. Discusión y ejemplos: El “altar laico” crea un locus de significado personal y familiar dentro de la domesticidad (fig. 20), y es un depositario de valores y creencias familiares que inviste con cierta sacralidad imágenes familiares y objetos. Puede combinarse con la presencia de equipos de reproducir sonido e imagen (televisor, estéreo) para alcanzar dimensiones casi oraculares. Su raíz viene probablemente de la veneración doméstica de dioses familiares tutelares comunes al “paganismo” africano y taíno. A menudo sirve para evidenciar jerarquías ontológicas de la familia.

Fig. 20. “Altar laico” en casa del barrio Piñas de Comerío (2007). Nótese como prevalece sobre la ventana, y la abundancia de muñecas, imágenes familiares, y objetos decorativos generalmente comprados comercialmente y resignificados por la propietaria de la casa. Se han visto fenómenos similares en otros países antillanos y tiene similitud con los altares rituales usados por la religión yoruba y otras. (Foto: JOC)

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5. UTILIZACION DE GALERIAS Y BALCONES EXTERIORES i. Definición: el uso de un espacio perimetral abierto pero techado, ocupable, alrededor de viviendas y a veces también en edificios no residenciales. Este patrón necesita que el balcón (o galería, cuando es interior) sirva como portal y umbral de entrada a la casa, y que a su vez, sea habitable y utilizable para funciones de intercambio social. ii. Escala: vivienda iii. Objeto: periferia de la vivienda, usualmente más cargado de significado si queda en la fachada visible iv. Existencia: muy común v. Refuerzo externo: como característica autóctona africana, su presencia parece darse sólo en algunas culturas: ha sido reforzada por la veranda de origen indostánico, traída a las Antillas por medio de las colonias británicas y francesas. En el África colonial y postcolonial se ve con frecuencia. vi. Ocurrencia: universal vii. Discusión y ejemplos: este elemento mestizado de la espacialidad puertorriqueña ha tenido una presencia intensa y ubicua, hasta el punto de definir el paisaje público de muchos lugares, sea la imponencia de una hacienda campestre o el velo semitransparente que arropa calles enteras en ciudades como Ponce, Guayama, San Germán o Mayagüez35. Tristemente, el balcón en la denominada “arquitectura moderna” y en las urbanizaciones recientes se ha relegado a un apéndice que por su mezquino tamaño y mala relación con el resto de la vivienda, es de poca utilidad. Pero los balcones gloriosamente desplegados en casonas antiguas (fig. 21) y no tan antiguas necesitan ser rescatados como sitios de vital intercambio sociocultural.

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Una característica muy particular a Puerto Rico de los balcones y las galerías es que sirven para desplegar elementos decorativos – fractales (fig. 22), adinkras y adinkroides - de probable derivación africana, que dan complejidad y densidad visual a las fachadas. Por supuesto, los mismos balcones como espacios obtienen de esta forma una gran personalidad. Igualmente definen el carácter de varias ciudades africanas, donde se ha demostrado cómo la “criollización” de este rasgo otrora exótico ha creado un paisaje urbano más denso e interesante. (Fig. 23)

Fig. 21. La conocida casa que fuera de la familia Cautiño, frente a la plaza de Guayama, es un verdadero orgasmo de formas geométricas, muchas de ellas fractales, que definitivamente sitúan a esta monumental vivienda, hoy museo, fuera de serie en la historia de la arquitectura doméstica en Puerto Rico. Aunque se dice que la casa fue diseñada por un arquitecto con entrenamiento en Francia, el resultado no tiene nada del rigor academicista galo, sino que es un exuberante ritmo de volutas, motivos vegetales abstractos, formas y curvas variopintas. La baranda se dice ser recuperada de una famosa hacienda, la fabulosa Enriqueta en el municipio de Arroyo, y ciertamente parece obra de algún herrero anónimo, quién sabe si un negro asignado a la forja. No tiene ese inefable sabor europeo, es, como hubiese dicho Goethe de haberla visto, una sonora bomba congelada, repicada a los pies del amo. (Foto JOC)

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Fig. 22. Esta galería lateral, pero plenamente visible desde la calle junto a la iglesia de San Germán, presenta una exuberante geometría, propia del vernáculo de la región durante la primera mitad del siglo XX, enriqueciendo la casona neoclásica en la que ubica. La composición de diagonales y diamantes repite insistentemente esos ejercicios fractales que tanto han hermanado la espacialidad de África y Puerto Rico. (Foto JOC)

Fig. 23. La ciudad ghanesa de Kumasi tiene cierto sabor a pueblo puertorriqueño con las hileras de balcones en las plantas altas, dominando el bullicioso trajín de la calle. (Internet)

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6. CONSTRUCCIÓN A RAS DE TIERRA i. Definición: Edificar el principal nivel habitable de una casa o edificio más o menos al nivel de la tierra, o si no que la estructura, adentro, no tenga piso sino que sea continuación de la misma tierra natural. ii. Escala: vivienda iii. Objetos: el piso o suelo de la vivienda o de edificios de otro tipo iv. Existencia: común con piso de material duro: casi extinto con piso de tierra en el interior v. Refuerzo externo: europeo e indígena – estas culturas también tenían este patrón. Jopling lo ve como un elemento esencial de un patrón africano.36 vi. Ocurrencia: común vii. Discusión y ejemplos: Este patrón se sigue utilizando en algunas construcciones económicas como medio para ahorrar el costo de una plataforma. Normalmente el piso esta hecho en algún material duro como hormigón, el “piso en tierra” de los antiguos bohíos (fig. 24) es algo virtualmente extinto. La plataforma o soberao, que no existía en la vivienda autóctona indígena ni africana, parece ser un desarrollo autógeno en Puerto Rico. Parece surgir de la lógica de que muchos tenían que edificar en terrenos en pendiente, o anegadizos, o llenos de sabandijas, y como respuesta evolutiva a estas situaciones se experimentó con la plataforma elevada de madera. Ya en el siglo XVIII este concepto estaba cuajado: Íñigo Abbad y Lasierra en 1788 comentó bastante sobre estas viviendas en plataforma37; igual haría para esos tiempos Alexander O’Reilly en su memoria38. Abbad le vio una filiación indígena a este tipo de estructura, desconociendo la evidencia arqueológica que posteriormente

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se acumularía apuntando al “piso en tierra” como forma originaria de construir, y desconociendo también la forma rectangular como una aportación fundamentalmente africana a la configuración de esta vivienda vernácula.

Fig. 24. Bohío piso en tierra con fogón separado en el sector de Pequeña África, barrio Piñones, Loiza, 1946 (izquierda); remanentes de un bohío piso en tierra en Sabana Grande, 1979 (derecha). Este ultimo bohío había recibido un piso en madera sobre tablas puestas en el suelo para dar algo de sequedad al interior. (Foto izquierda origen desconocido, imagen 1223 del Archivo General de Puerto Rico, y mostrada en Jopling, Puerto Rican Houses…, p. 20; foto derecha por JOC)

RESUMIENDO: M4S - HACIA UNA ARQUITECTURA SABROSA, MULATA Y SANDUNGUERA De hecho, la extensa descripción de Abbad sobre el bohío puertorriqueño no era sino la constatación inadvertida de la síntesis afroindígena. De lo indígena los materiales y el nombre; de los africanos la configuración rectangular y la relativa opacidad de las paredes; y como desarrollo propio, el componente jíbaro de todo esto, la plataforma elevada o soberao que mantenía más seca e higiénica a los ocupantes del interior (si bien les daba algo más de cuyo mantenimiento preocuparse). De esa forma, el concepto del bohío y otros componentes de la

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arquitectura vernácula puertorriqueña son ilustradores del mestizaje esencial de las construcciones tradicionales. Son más que la suma de tres influencias diversas de tres continentes – África, América y Europa: son una síntesis y una nueva tradición cuyos patrones tenemos que volver a asir si perseguimos rescatar íntegramente la historia de la arquitectura puertorriqueña. Esta arquitectura aún se desconoce en su casi totalidad. Gran parte de la enseñanza, historia y teoría de la arquitectura “tradicional” se reduce a modelos esencialistas o ahistóricos, donde una respuesta unívoca soluciona los problemas arquitectónicos en cualquier lugar, sin respetar, como tan bien ha señalado Amos Rapoport, la especificidad cultural de los pueblos39. Es la cultura, en verdad y no el “suma y resta” de factores climáticos o materiales lo que configura una respuesta arquitectónica apropiada para algún lugar. Esos dos grandes maestros, la historia y el análisis cultural, muestran que el hábitat puertorriqueño es una mezcla muy propia de numerosos insumos que van desde la gran tradición “clásica” grecorromana hasta las muy inteligentes soluciones ideadas por los pastores y agricultores cuya descendencia cayó presa de la ignominiosa esclavitud negra. Si bien hay espacio definitivo para la creatividad individual, hay que reconocer que los patrones - dados por la convivencia por medio milenio de tres cepas culturales - dejaron una vigorosa fractalidad de patrones constructivos múltiples que en conjunto configuran el mosaico de nuestro hábitat. Vivimos en un hábitat M4S (multicultural, mezclado, mestizo, mulato y sandunguero), y los que trabajan en la transformación del mismo deben aprender los pasos del baile; o quedarse con dos pies izquierdos (o derechos) mirando desde las orillas. Nuestro entorno quiere enseñarnos los pasos que debemos dar para que evolucione a algo mejor, como ambiente para una sociedad llena de esperanzas. jo

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NOTAS 1

Jopling, Carol F.: Puerto Rican Houses in Sociohistorical Perspective. Knoxville: University of Tennessee Press, 1988, pp. 16-23.

2

Pabón [Charneco], Arleen: “Por la encendida calle antillana: Africanisms in Puerto Rican Architecture.” CRM: The Journal for Heritage Stewardship 1:1 (otoño 2003), pp. 14-32. Washington: National Park Service, Department of the Interior.

3

Ferrer, Melba. “African Roots Leave Print in Local Architecture.” [entrevista con Jorge Ortiz Colom]. San Juan Star, 23 de octubre de 2004, pp. 19,21.

4

Álvarez Nazario, Manuel: El elemento afronegroide en el español de Puerto Rico. San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1979.

5

“The Slave Route.” World Heritage Magazine 27, septiembre de 2002, pp. 4-19. París: UNESCO / Madrid: Editorial San Marcos. (También disponible en castellano y francés.)

6

Datos tomados del Bureau of the Census, Departamento de Comercio de Estados Unidos. Mapa en: Álvarez Nazario, El elemento afronegroide…, mapa 3, frente a página 82.

7

Martínez Cruzado, J.C. et al. “Reconstructing the population history of Puerto Rico by means of mtDNA phylogeographic analysis.” American Journal of Physical Anthropology, septiembre de 2005, Vol. 128, número 1: pp. 131-155.

8

De este fenómeno de difusión cultural se tienen varias teorías y argumentos. Aquí se puede considerar que lo que hubo fue, ante todo, una difusión en el sentido geográfico, por el traslado forzoso de una población, con costumbres y rasgos particulares, a otro territorio; y la incapacidad de la cultura de los que ejercían el poder de aculturar a esta población migrante forzosa-esclava.

9

De este patrón del batey el autor de este escrito hizo una ponencia presentada en 2008. Ortiz Colom, Jorge. El batey que se negó a morir. Ponencia presentada en el congreso de la Puerto Rican Studies Association, 4 de octubre de 2008, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, San Juan, Puerto Rico. Este patrón del batey tiene que surgir de relaciones sociales establecidas, y no se puede generar mecánicamente por medio de “dejar” un espacio como un acto de diseño arquitectónico para que la “comunidad” lo “signifique” luego, como muy propiamente señala la Dra. Isar P. Godreau. Ver: Godreau, Isar P.: “Changing Space, Making Race: Distance, Nostalgia, and the Folklorization of Blackness in Puerto Rico”. Identities: Global Studies in Culture and Power, 9: 281-304, 2002.

10

Alexander, Christopher. The Timeless Way of Building. Oxford: Oxford University Press, 1979.

11

Ghana fue el primer país en emanciparse, logrando independencia de Gran Bretaña el 6 de marzo de 1957; el último de la gran era de independencias lo fue Yibuti (Djibouti), en el nordeste del continente, el 27 de junio de 1977, de parte de Francia.

12

Síntesis tomada de varias fuentes incluidas en la bibliografía de este ensayo, incluyendo aquellas no citadas individualmente en estas notas.

13

El ejemplo canónico es la vivienda de los dogones, que tiene el simbolismo de un hombre recostado. Esta fue documentada en el libro Dios de agua del antropólogo francés Marcel Griaule. Ver: Griaule, Marcel. Dieu d’eau. Entretiens avec Ogotemmêli, París: Librairie Fayard, 1975. Existen traducciones al castellano (Dios de agua. Barcelona: Alta Fulla, 1987) e inglés.

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14

Eglash, Ron. African Fractals : Modern Computing and Indigenous Design. New Brunswick: Rutgers University Press, 1999.

15

West African Wisdom: Adinkra Symbols & Meanings. http://www.adinkra.org, accedido 1 de octubre 2013. El autor agradece a la artesana puertorriqueña Mildred Siuko García haberle dado conocimiento de esta rica tradición decorativa africana, su valor semántico, y presencia aun hoy en el ambiente puertorriqueño.

16

Rapoport, Amos. House Form and Culture. Englewood Cliffs: Prentice-Hall, 1969, p. 39.

17

Rapoport, House Form…, pp. 66-68.

18

“Tombouctou, au nord du Mali ». Tomado de Akadem.org : http://www.akadem.org/medias/documents/2_Tombouctou.pdf, accedido el 1 de diciembre de 2013.

19

Especificamente, Ibadán se fundó en 1829 como refugio ante la inseguridad reinante en los territorios yoruba de la actual Nigeria. Fouchard, Laurent. The case of Ibadan, Nigeria [estudio de villas miseria en la zona]. Understanding Slums Project. Londres: University College London: Development and Planning Unit, 2003, p.2.

20

Sinou, Alain. L’architecture afro-brésilienne de la côte du Golfe du Bénin, Un genre imparfait, entre ignorance et oubli. Enero de 2011. Obtenido en Hyper-Articles en ligne, en : http://halshs.archivesouvertes.fr/docs/00/70/07/29/PDF/A.SINOU_-_afro_brA_silien_-last.pdf, accedido 10 de diciembre de 2013.

21

Aquí se aluden a numerosas referencias escritas sobre la esclavitud negra en general y en Puerto Rico, una síntesis para el caso puertorriqueño de lecturas de Díaz Soler (Historia de la esclavitud negra en Puerto Rico), Baralt (Esclavos rebeldes), Scarano, Picó, Rosario Natal y otros historiadores puertorriqueños. Igualmente se referenció el artículo “The Slave Route” (ver nota 4) para ver manifestaciones espaciales del mundo vivido por los esclavos.

22

Ortiz Colom, Jorge. La Jagua: estudio de un arrabal rural en Salinas. Monografía para curso “Sociedad y cultura del arrabal”, profesor Rafael L. Ramírez. Departamento de Sociología y Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, mayo de 1980, inédito, en archivos del autor.

23

La palabra palenque, según el diccionario de la Real Academia Española, proviene de la palabra catalana palenc, empalizada, y significa en su acepción 6, para Cuba, lugar alejado y de difícil acceso en el que se refugiaban los esclavos negros fugitivos. Las acepciones 4 y 6 para Centroamérica hablan del palenque como vivienda de indígenas. En fin, el vocablo en América parece haberse empleado para distinguir las moradas y refugios del otro, sea indio o afrodescendiente. El origen catalán de la palabra no es convincente, ya que según el diccionario catalán on-line www.diccionari,cat , accedido el 11 de diciembre de 2013, palenc es un gentilicio para Pals, ciudad del Baix Empordà (Bajo Ampurdán, provincia de Gerona) y no tiene que ver con empalizadas. Queda abierta la posibilidad de un origen amerindio o africano para este vocablo.

24

Osun-Osogbo Sacred Grove, en la version en inglés del sitio web del Patrimonio de la Humanidad (UNESCO World Heritage), http://whc.unesco.org/en/list/1118, accedido 11 de diciembre de 2013.

25

Berthelot, Jacques (« Jack ») con Martine Gaumé. Kaz Antiyé. Jan moun ka rété: L’habitat populaire aux Antilles. Pointe-à-Pitre: Éditions Perspectives Créoles, 1982, passim., y en particular pp.16 y 31-43 (esto último un estudio comparativo entre distintos países).

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26

Departamento de Etnología. Viviendas rurales y construcciones auxiliares. Tablas tipológicas. La Habana: Academia de Ciencias de Cuba, Instituto de Ciencias Históricas. (10 hojas, multicopiado.)

27

Rivera Calderón, Virginia. El yacimiento de Luján en Vieques. Conferencia presentada el 4 de diciembre de 2008 en el Centro de Convenciones Municipal de Barranquitas. Primer Seminario sobre Arqueología de la Universidad Interamericana, Recinto de Barranquitas. Notas tomadas por JOC. También otro arqueólogo, Hernán Ortiz Montañez, ha reportado viviendas similares en un yacimiento en el barrio Sabana Seca de Toa Baja (conversación personal, 2010).

28

Berthelot y Gaumé, Kaz Antiyé…, p. 16.

29

Vlach, John M.: Sources of the Shotgun House: African and Caribbean Antecedents for Afro-American Architecture. Disertación. Bloomington: Departamento de Folklore, Universidad de Indiana, 1975. Copia en archivos del autor.

30

Brand, Stewart. Why Buildings Learn: What Happens after They’re Built. Nueva York: Penguin Books USA, 1995, capítulo III.

31

Prieto Vicioso, Esteban. "Arquitectura vernácula y popular." En: Moré, Gustavo Luis, ed. Historias para la construcción de la arquitectura dominicana. Prólogo de Ramón Gutiérrez. Santo Domingo: Grupo E. León Jimenes, 2008, pp. 42-81. (Disponible como *.pdf descargable por medio de www.glj.com.do y navegar al vínculo apropiado.) Sin embargo, Prieto tiende a descartar la influencia africana en el bohío dominicano e insiste en la filiación taina, a pesar de la escasa prueba.

32

Ver nota 28, supra.

33

Eglash, African Fractals, p. 7.

34

Ver nota 14, supra.

35

He estudiado de forma general el caso de los balcones en una ponencia inédita. Ortiz Colom, Jorge. Batey, Stoop and Veranda. Building “Thresholds” between Realms in Dwellings and Cities: The Puerto Rican Example. Presentado en el congreso del Vernacular Architecture Forum. Nueva York, 17 de junio de 2006, sobre todo las pp. 10-13. Una excelente exposición del tema, enfocada en la zona capitalina de Santurce, es: Quiles Rodríguez, Edwin R.: La ciudad de los balcones. San Juan, Editorial Universidad de Puerto Rico, 2008.

36

Jopling, Puerto Rican Houses…, p. 23.

37

Abbad y Lasierra, Fray Iñigo: Historia geográfica, natural y civil de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Edición original; Madrid, 1788; varias ediciones posteriores. La descripción es tan exacta y precisa que amerita incluirla completa en esta nota (los énfasis son míos): “La fábrica de las casas de este pueblo y aun de las de toda la isla excepto las de la capital, está ideada con consulta de la necesidad de materiales, temperamento del clima y circunstancias del país. Son con poca diferencia como las que tenían los indios naturales de esta isla, de quienes sin duda aprendieron los Españoles su construcción, persuadidos por la experiencia ser adecuadas al clima. Constrúyenlas sobre nueve ó más vigas clavadas profundamente en la tierra en tres filas, sobre ellas colocan otras viguetas para recibir las tablas que forman el piso; en los cuatro ángulos levantan cuatro postes de madera de cuatro ó cinco pies de altura, si las vigas que suben desde la tierra no alcanzan. Sobre estos postes cruzan cuatro vigas para enlazarlos, quedando la casa a dos vertientes, mediante un caballete que cruza a lo largo de la fábrica, desde el cual bajan las varas ó cañas hasta las vigas de la circunferencia en que descansan; cubren

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la obra con hojas de yaguas que aseguran con buen orden sobre las varas del techo. El ámbito del piso lo dividen mediante un tabique de tabla; la una parte sirve para dormitorio y ésta la cercan también de tabla; la otra queda para sala que llaman soberado y dejan sin cercar para que corra libremente los aires y entre la luz. La escalera es de palos, la colocan por la parte de afuera y es tan grosera como peligrosa a los que no se ayudan de las manos para subir: la cocina, o no la tienen o la levantan sobre cuatro vigas del mismo modo que la casa, con la cual se comunica. Toda la fábrica la aseguran con bejucos, sin que por lo común entre hierro en toda ella. “Forman estas casas elevadas sobre vigas por la excesiva humedad que hay en toda la isla y por libertarse de las inundaciones que sobrevienen con las crecientes de los ríos en los meses de la lluvias. No emplean cal, piedra ni aun hierro en su construcción, afianzando en su misma debilidad la mayor firmeza cuando ocurren terremotos o huracanes. En los primeros nada padecen las casas ni sus habitantes por muy opulentos que sean, porque estando toda la obra asegurada con bejucos que dan de sí, se inclina con facilidad hacia donde la mueve el impulso del vaivén sin causar el menor estrago por no hallar resistencia. Los huracanes por la misma razón no hacen en ellas grandes efectos, pues como los vientos hallan curso libre por entre las vigas que las sostienen, y están abiertas a la mayor parte, apenas encuentran otro objeto que el techo y suele volar a la primera ráfaga que lo ataca; pero este y cualquier otro desastre que ocurra lo reparan con facilidad por la copia de materiales que hay en todas partes y la ninguna arquitectura que es necesaria para hacerlas o repararlas. “No todas las casas de la isla son tan reducidas ni groseras: hay algunas cubiertas de teja, hechas de tablas bien ajustadas y clavadas, con viviendas y separaciones; pero siempre sobre vigas y bajo el mismo plan, que forman un pueblo extraño, de un aspecto melancólico, a que contribuye el estar las casas sin habitantes, porque estos viven siempre en las haciendas o grangerías y solo van a los pueblos las festividades en que oyen misa. Concluida ésta, se regresan a sus haciendas dejando Ios pueblos con sólo el Cura y algún vecino pobre que no tiene tierras.” (...) Tomado de la edición original anotada por José Julián Acosta y Calbo. San Juan: Imprenta y Librería de Acosta, 1866, pp. 224-225. 38

O’Reilly, Alexander (Alejandro). "Memoria de D. Alexandro O'Reylly [sic] sobre la Isla de Puerto-Rico" (1765). En: Tapia y Rivera, Alejandro (ed.). Biblioteca Histórica de Puerto Rico: Obras completas Vol. 3. San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1970, p. 628. (Edición original: Madrid, 1854.)

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