La industria lítica tallada. Contribución al trabajo y a actividades productivas tradicionales del yacimiento Plaza de la Catedral de Ceuta

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Descripción

EL ASENTAMIENTO PROTOHISTÓRICO DE CEUTA INDÍGENAS Y FENICIOS EN LA ORILLA NORTEAFRICANA DEL ESTRECHO DE GIBRALTAR Fernando Villada Paredes Joan Ramon Torres José Suárez Padilla

Presentación

PRESENTACIÓN

Afirmar que Ceuta es una ciudad con una rica historia y un espléndido pasado repleto de evidencias de las distintas civilizaciones que se asentaron en ella, no es ninguna novedad. Desde que hace ya más de 250.000 años un grupo de cazadores/recolectores ocupara intermitente el abrigo de Benzú, esta tierra ha sido un constante foco de atención para cuántos pueblos han atravesado el Estrecho de Gibraltar y se han asentado en sus orillas. A desentrañar este interesante y peculiar devenir histórico se han dedicado numerosos investigadores desde los tiempos más remotos, generando una producción bibliográfica insólita para una ciudad de sus dimensiones. Pero quizás más sorprendente aún, después de tantos siglos de estudio, sea el hecho de que la investigación sobre la historia de Ceuta lejos de estar agotada, continúa deparando nuevas sorpresas año a año. Y en este abrir nuevos caminos al conocimiento histórico ha colaborado especialmente el desarrollo de la investigación arqueológica en estos últimos años. Efectivamente, los trabajos pioneros de Carlos Posac y Juan Bravo abrieron sendas que acabaron fructificando décadas después en sorprendentes hallazgos que abrían ventanas a nuevos periodos de nuestra historia local. En 1987 Emilio Fernández Sotelo exhumaba los restos de la basílica tardo-romana, monumento único en la región, que ha aportado datos valiosísimos no solo para conocer con mayor detalle los siglos postreros de la Edad Antigua ceutí sino también para comprender con mayor detalle el surgimiento y expansión del cristianismo primitivo en la Tingitana. En los 90, los trabajos se centraron en el estudio de la factoría de salazones romana del Istmo y la excavación del solar del Paseo de las Palmeras puso ante nosotros los primeros vestigios de niveles arqueológicos bizantinos. En 2000 la carta arqueológica terrestre evidenciaba la presencia de un elevado número de yacimientos y estructuras y confirmaba las sospechas de la importancia del periodo prehistórico en nuestro término municipal, prácticamente desconocido hasta ese momento. Es entonces, cuando se descubren el abrigo y la cueva de Benzú que, tras diez años de sistemáticos y durísimos trabajos de excavación dirigidos por Darío Bernal y José Ramos de la Universidad de Cádiz, han convertido ambos en yacimientos de referencia para el estudio del 3

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pleistoceno y el neolítico del Estrecho de Gibraltar. En los albores del nuevo milenio, concretamente en 2002, nuevamente éramos sorprendidos por otro hallazgo sorprendente. La desde entonces denominada Puerta Califal, un espacio extraordinario que concentra en unos cientos de metros cuadrados toda la historia de Ceuta. Allí, en el trascurso de las excavaciones comenzadas entonces, se han localizado desde un horno de ánforas romanas, el único conocido en esta orilla sur del Estrecho de Gibraltar hasta el momento, un pudridero de atunes, y distintos edificios de época imperial y tardo-antigua, hasta los restos de la primitiva puerta de entrada a la medina ceutí en época islámica. Nuevamente entre los años 2004 y 2005 una excavación rutinaria en la plaza de África, junto a la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, adelantaba en siete siglos los testimonios más antiguos de un hábitat estable en el actual casco urbano de Ceuta, convirtiéndola en una de las más antiguas ciudades del Mediterráneo occidental con continuidad en sus distintos asentamientos. En 2006 la carta arqueológica submarina confirmaba la riqueza arqueológica de nuestro litoral y hace apenas unos meses se ponía al descubierto en las inmediaciones del pasaje Fernández los vestigios sorprendentemente intactos de una parte de la Ceuta islámica. No es una exageración por tanto señalar que la historia de Ceuta en el último cuarto de siglo se ha modificado sustancialmente, en especial en lo que afecta a sus momentos más antiguos, de la mano de la investigación arqueológica. Hoy me cabe la satisfacción de encabezar con estas palabras la presentación de los resultados obtenidos en la excavación de la plaza de la Catedral que, como hemos señalado, ha abierto nuevas perspectivas para el conocimiento de la Ceuta de hace 2.700 años. Un asentamiento que vio dinamizada su existencia por las influencias llegadas desde las colonias fenicias del otro lado del Estrecho de Gibraltar, a las que se muestra tan estrechamente ligada. Una constante de nuestra historia que, como podrá leerse en estas páginas, hunde sus raíces en los primeros momentos de su existencia. Solo me queda concluir la presentación agradeciendo a la veintena de autores que han hecho posible este completo estudio su esfuerzo por contribuir al mejor conocimiento de este periodo, un agradecimiento especial a nuestro arqueólogo municipal, Fernando Villada por su profesionalidad, enseñanzas y buen hacer y comprometerme, una vez más, en la medida de las posibilidades del gobierno del que formo parte, a mantener y potenciar la continuidad de éstas y otras investigaciones que permitan conocer, extender y difundir la magnífica historia de esta nuestra querida tierra, Ceuta. M. Deu del Olmo Consejera de Educación, Cultura y Mujer Ciudad Autónoma de Ceuta

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PRÓLOGO

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La obra que el lector tiene en sus manos es el fruto de cinco años de estudios en torno a la excavación arqueológica desarrollada desde fines de 2004 hasta mayo de 2005 en la plaza de la Catedral. En ella fueron documentados los niveles más antiguos localizados hasta el momento en el casco urbano ceutí, adelantando en siete siglos el origen de Ceuta, lo que la convierte en una de las ciudades más longevas de la región. No fue obviamente este el único periodo puesto al descubierto. Restos de época romana, islámica, portuguesa e hispana han sido también recuperados aportando su modesta contribución al mejor conocimiento de la ciudad del Estrecho. Han sido objeto de estudio en otras publicaciones (Hita, Villada, Suárez 2008; Villada, Hita, Suárez en prensa), al menos parcialmente, por lo que hemos considerado oportuno centrar esta obra en la fase protohistórica, de la que ya se han dado a conocer algunos avances (Villada, Ramon, Suárez 2006; Villada, Suárez, Ramon en prensa). La investigación realizada no ha sido fácil. El intenso devenir histórico que tuvo como marco este lugar generó profundas alteraciones en los niveles precedentes de tal modo que su interpretación se ha revelado compleja y, en muchos casos, meramente hipotética. Especialmente, los trabajos contemporáneos llevados a cabo para la instalación de infraestructuras y diversos elementos de ornato seccionaron y destruyeron en buena medida estas reliquias históricas en un momento reciente en el que la sensibilidad hacia el patrimonio local no estaba tan extendida. La ignorancia, y también quizás la mala fe de algunos, nos ha privado de elementos fundamentales para la comprensión de lo acontecido en este lugar haciendo la labor investigadora especialmente ardua. Irremediablemente perdidos hoy, no podemos más que certificar su destrucción, lamentarnos de lo irreversiblemente perdido y reconstruir, con lo que nos resta, esta fase desconocida prácticamente de la historia de Ceuta. Realizada la excavación y arrancados de las entrañas de la tierra los valiosos datos sobre los que trabajaríamos quedaba otra tarea que consideramos fundamental, su preservación para generaciones futuras. Su importancia lo justificaba.

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El interés de lo que iba apareciendo paulatinamente fue trasmitido puntualmente a las autoridades locales. También a la ciudadanía con la necesaria complicidad de los medios de comunicación, locales y nacionales, que se volcaron en dar noticia del “descubrimiento” y cumplieron una función indispensable para crear un clima favorable a la conservación del yacimiento. El gobierno ceutí con su Presidente D. J. Vivas Lara y la Consejera de Educación y Cultura, Dña. M. Deu del Olmo a la cabeza, mostraron la necesaria sensibilidad hacia nuestra demanda y supieron estar a la altura de las circunstancias haciendo lo necesario para asegurar su conservación, aún a costa de modificar sustancialmente un proyecto arquitectónico. También el arquitecto director de este proyecto D. Ángel Moreno Cerezo asumió desde un principio el reto y se mostró favorable a colaborar en la preservación de estos testimonios de nuestro más remoto pasado proyectando su puesta en valor. Esta decisión fue acogida con agrado por la mayor parte de la población que nos trasmitía su satisfacción por esta buena noticia. Así las cosas, Ceuta es hoy una de las pocas urbes que puede enorgullecerse con justicia de contar con un yacimiento conservado del siglo VII aC en un ámbito plenamente urbano. Esos humildes muros y calles rescatados de la destrucción son un testimonio fehaciente de un patrimonio arqueológico de una Ciudad que tiene en su historia una de sus mayores riquezas. Quedaba por abordar otra cuestión no menos delicada. Lo excavado, apenas 170 metros cuadrados, no era más que una parte de lo que potencialmente se conserva. La opción de ampliar la excavación hasta lo posible era una tentación siempre presente. Pensamos sin embargo que abordar en aquel momento esta tarea podía ser contraproducente. Los niveles no excavados no corrían peligro inminente de destrucción y sabíamos con seguridad que su excavación era una de las últimas oportunidades que restaban para saber más de este periodo –el terreno circundante se rebajó artificialmente por lo que estos niveles, muy superficiales, parecen perdidos- en un momento en el que las interrogantes eran numerosas y en el que parecía lógico pensar que los resultados de la excavación generarían nuevas hipótesis de trabajo, nuevas cuestiones a dilucidar, que en esos momento ni siquiera habían sido planteadas. Optamos por la prudencia. Es decir, por mantener una reserva arqueológica, en consonancia con las líneas de actuación sancionadas en distintos documentos sobre gestión del patrimonio arqueológico de carácter nacional e internacional. No fue una decisión por todos comprendida. La plasmación de esta reserva arqueológica quedó confirmada cuando la propia Catedral fue declarada bien de interés cultural en 2008, la máxima categoría de protección contemplada en la legislación vigente, con un entorno suficiente para garantizar la protección del subsuelo. Además, fue incluido por el redactor del Plan Director de la Restauración de la Catedral, el arquitecto D. J. Arnáiz Seco, un importante capítulo destinado a excavaciones previas tanto en el interior del templo

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como en su entorno, que permitirá estudiar con garantías científicas este subsuelo. Abordar una investigación de esta naturaleza obligó a la formación de un amplio equipo de especialistas con los que hemos contraído deudas de gratitud que es necesario reconocer aquí. José Suárez Padilla, arqueólogo, realizó una excavación modélica en muchos aspectos y afrontó dificultades que exceden en mucho las habituales en este tipo de trabajos. Más aún, finalizada la intervención arqueológica propiamente dicha, abordó con tesón y entusiasmo la complicada tarea de estudiar sus resultados, de documentar lo excavado con precisión y, en fin, de llevar a cabo una tarea callada y compleja, todo ello además de forma totalmente altruista. El otro pilar fundamental de esta obra ha sido J. Ramon Torres, reputado especialista en la cultura material protohistórica. El minucioso e impecable estudio realizado está al alcance de muy pocos investigadores pues ha sabido extraer de la información disponible, discontinúa y oscura, datos preciosos y reveladores de interés no exclusivamente para la historia meramente local. Su entusiasmo, disposición y entrega, también sin ninguna contraprestación material, ha sido decisiva para que esta obra vea hoy la luz. Ambos han dedicado cientos de días de trabajo para hacer posible la publicación de esta memoria. También he contraído una especial deuda de gratitud con todos y cada uno de los investigadores que se han ocupado de estudiar algún tipo específico de evidencia. El coordinador de estos trabajos ha sido el profesor de la Universidad de Cádiz, Dr. Bernal Casasola quien puso a disposición de esta investigación buena parte del equipo del proyecto de investigación del Abrigo y la Cueva de Benzú, como le solicitamos en su momento. Lo integran las profesoras Dras. C. Zabala Giménez y M. Soriguer Escofet y el profesor Dr. J. A. Hernando Casal del Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias del Mar y Ambientales de la Universidad de Cádiz, que se ocuparon del estudio ictio y malacológico, la Dra. P. Uzquiano, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, que estudió el material antracológico, los profesores Dres. E. Camarós y J. Estévez, del Laboratori d’Arqueozoologia de la Universitat Autònoma de Barcelona, que analizaron las muestras de fauna terrestre, los Dres. J. Ramos, S. Domínguez-Bella y E. Vijande, que clasificaron la industria lítica y el Dr. G. Cantazariti que realizó la toma de datos arqueomagnética de una de las estructuras localizadas. Se ocupó también el Dr. Bernal de las gestiones precisas para la evaluación de muestras radiocarbónicas realizadas por el laboratorio Beta Analytic (Florida, USA). Todos ellos han realizado estudios de enorme solvencia y pericia que han sido decisivos para la correcta interpretación del yacimiento. Iniciado el estudio del material percibimos pronto el interés que tenía el conjunto de cerámicas a mano, haciéndose preciso para ello su correcta caracterización petrográfica. Para realizar esta tarea hemos contado con el equipo formado por los Dres. M.A. Cau Ontiveros, de la Univesitat de Barcelona, I. Iliopoulos, de la

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Universidad de Patras (Grecia) y G. Montana, de la Universitá di Palermo, que han llevado a cabo un brillante trabajo que permitió profundizar en la investigación del área de procedencia de estas cerámicas. Las muestras de escorias han sido caracterizadas por la Dra. Núria Morell quien nos ha facilitado una valiosísima información para su adecuada identificación, esencial para nuestra interpretación. No podemos tampoco dejar de mencionar la inestimable colaboración de D. Simón Chamorro Moreno, del Instituto de Estudios Ceutíes, que ha analizado la procedencia de los elementos pétreos tanto de las construcciones como de otras piezas muebles (molinos) del yacimiento. Su vasta formación científica y su profundo conocimiento de la región ha sido también fuente básica para la discusión de muy variadas cuestiones relativas a nuestra investigación. D. J. L. Gómez Barceló, correspondiente de la Real Academia de la Historia y Cronista Oficial, ha dado muestras una vez más de su profundo conocimiento de la historia ceutí y de su generosidad atendiendo con presteza y sabiduría las diversas y variadas cuestiones que sobre la historia de este lugar le hemos planteado. Durante la excavación contamos también con la valiosa ayuda de los antropólogos Dña. V. Peña Romo y D. A. Palomo Laburu que documentaron el enterramiento medieval y los osarios modernos localizados en el yacimiento. Las tareas de documentación gráfica durante la excavación y de las piezas han sido acometidas por D. Ramón Álvarez, Dña. V. Gómez Barceló y J. Suárez. Para la digitalización de las imágenes se ha contado con la ayuda de Dña. H. Torres. Las fotografías de la excavación han sido realizadas por los autores y también por D. Hamadi Ananou. Las piezas fueron fotografiadas por D. Andrés Ayud y D. J. Manuel Hita. Todos ellos han llevado a cabo un eficiente y profesional trabajo digno de elogio. El interés despertado por el yacimiento provocó que numerosos especialistas lo visitaran en estos años. Mencionaremos en primer lugar al Dr. Carlos Posac y a D. Juan Bravo, compañeros del Instituto de Estudios Ceutíes y pioneros de la investigación arqueológica en Ceuta. La celebración del curso de verano de la Universidad de Granada “Balance, novedades y nuevas perspectivas en la investigación arqueológica de la colonización fenicia arcaica (siglos IX-VII) en el extremo occidente” trajo a Ceuta a los profesores Dres. M. Carrilero y J. L. López Castro, ambos de la Universidad de Almería, a la catedrática Dra. C. Aranegui (U. de Valencia) acompañada por parte del equipo de investigación del yacimiento de Lixus, a la profesora Dra. M. Arruda (U. de Lisboa), al Dr. E. Martín (Dpto. de Patrimonio Histórico-Artístico del Excmo. Ayuntamiento de Vélez-Málaga) y al catedrático Dr. D. Ruiz Mata (U. de Cádiz), con quienes compartimos los avances de la investigación. También hemos disfrutado de la visita anual de los profesores Dres. A. Arévalo y D. Bernal, de la U. de Cádiz, Responsables de los Cursos Internacionales de Ar-

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queología Clásica en Belo a los que han acompañado a lo largo de estos años más de un centenar de monitores y alumnos. Han seguido vivamente el avance de los trabajos y han realizado aportaciones valiosas para su desarrollo. No podemos olvidar tampoco que el catedrático Dr. J. Blánquez, de la U. Autónoma de Madrid incluyó Ceuta entre uno de los puntos de su itinerario para los alumnos de su curso de doctorado mostrando en todo momento su interés por el avance de nuestro trabajo. Asimismo se desplazaron a Ceuta a conocer el yacimiento los profesores Dres. F. López Pardo, de la U. Complutense, F. Burillo, del Colegio Universitario de Teruel (U. de Zaragoza), P. Fernández Uriel, de la UNED, la Dra. D. Marzoli, Directora del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid, el Dr. Á. Muñoz, director del conjunto arqueológico de Bolonia, la Dra. R. González, directora del Museo de Jerez, el Dr. J. C. Domínguez, D. I. Navarro, del área de patrimonio del Excmo. Ayuntamiento de Estepona, D. R. Jiménez, Arqueólogo del Excmo. Ayuntamiento de Algeciras, D. J. B. Salado, D. S. Bravo y un largo etc. de arqueólogos que sería difícil enumerar aquí. A todos ellos debo manifestarle mi más sincera gratitud por su interés en nuestras investigaciones. Esta publicación ha sido posible también gracias a la decisión de la Consejera de Educación, Cultura y Mujer de la Ciudad Autónoma de Ceuta, Dña. M. Deu del Olmo, de hacer frente a los gastos de edición. A su realización han contribuido decisivamente también Dña. Rocío Valriberas Acevedo, responsable del Servicio de Publicaciones, que acogió desde el primer momento con interés y entusiasmo la idea y gestionó con su habitual eficacia las distintas fases de su gestión administrativa. No podemos olvidar tampoco agradecer a D. D. Sastre Ruiz y al conjunto de trabajadores de la empresa “Papel de Aguas” la atención, profesionalidad y saber hacer así como el cariño dispensado a este proyecto editorial que ha ido, con mucho, más allá de lo razonable. Por último, quisiera mostrar mi reconocimiento hacia ese grupo de ceutíes (Carmelo Navarro, Javier Tusset, Juan Antonio Rosa, Francisco José Rosa, Carmen Navío, Ederlinda Fuentes, María Dolores Azcorra, Juanjo Roncero, Gabriel Fernández, José María Hernández, Noelia Esteban, Esperanza Ribera) que ha dedicado parte de su ocio y de su trabajo durante estos años a colaborar estrechamente tanto en la excavación del yacimiento como en la ingrata y poco reconocida tarea de procesamiento de los materiales recuperados. También a tantos ciudadanos anónimos que nos felicitaban por el “descubrimiento” y nos animaban a seguir con la tarea de desvelar los secretos de la “antigua Ceuta”. Ceuta, 5 de agosto de 2010 Fernando Villada Paredes Arqueólogo Ciudad Autónoma de Ceuta

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LA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA DE LA PLAZA DE LA CATEDRAL EN SU CONTEXTO GEOGRÁFICO E HISTORIOGRÁFICO

La excavación arqueológica de la Plaza de la Catedral en su contexto geográfico e historiográfico

1. CONTEXTO GEOGRÁFICO Y GEOLÓGICO La ciudad de Ceuta se encuentra edificada sobre una península situada en la embocadura sur del estrecho de Gibraltar, a unos 20 kilómetros de la orilla europea. En el extremo oriental de esta península se yergue el monte Hacho con una altura de 200 metros sobre el nivel del mar (msnm en adelante), promontorio identificado por algunos investigadores con el pilar hercúleo situado en la orilla septentrional del Estrecho (Abyla). Desde su cima se domina un completo panorama del Estrecho, desde el llamado cabo Negro hasta punta Blanca en la orilla africana y desde la isla de Tarifa hasta la Costa del Sol malacitana, en la europea. A continuación se sitúa la Almina que alcanza sus mayores elevaciones en varios altozanos situados hacia el sur que forman una abrupta línea costera y de las que parece derivarse el nombre de la ciudad, Septem Fratres, de las siete colinas que formaban esta península. Hacia el norte de la Almina el relieve se suaviza formando una costa más accesible desde el mar. Entre la Almina y el continente (históricamente, el Campo Exterior) nos encontramos con una estrecha franja de tierra de apenas 500 metros de longitud y 150 de anchura, flanqueada por las aguas de las bahías norte y sur, en la que históricamente se ha situado el núcleo neurálgico de la población (factoría de salazones romana, medina islámica, ciudad portuguesa, etc.). Este rectángulo presenta también un buzamiento en dirección sur-norte aunque menos pronunciado que en la Almina (de 13 a 7 msnm aproximadamente en la actualidad). A partir de ahí, el territorio se ensancha y asciende progresivamente con diversas alturas que rozan los 300 metros. Desde un punto de vista geológico dos son las características que definen la península ceutí. De una parte, su gran complejidad tectónica. Por otra, la existencia de cuatro dominios geológicos y morfológicos esenciales, a saber, un zócalo de rocas metamórficas, asociadas a materiales del manto (peridotitas lherzolíticas) forma la base sobre la que se asientan directa o indirectamente los demás dominios: una co-

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bertura sedimentaria básicamente paleozoica, un conjunto de rocas carbonatadas mesozoicas (la dorsal caliza y las unidades taríquides) que dan lugar a los relieves más importantes de la zona y un conjunto de formaciones detríticas claramente estratificadas (flysch) y de edad más recientes que las anteriores (desde el Cretácico hasta el Aquitaniense) (Chamorro 2009). Algunos de estos materiales, elevados a la superficie por la colisión de las placas africana y euroasiática, y luego puestos al descubierto por la erosión, han sido materia prima para la fabricación de herramientas y en la construcción en diferentes momentos históricos. Concretamente, durante la etapa protohistórica, fueron los gneises bandeados del istmo los usados principalmente en la construcción de los basamentos de los edificios documentados (Chamorro 2009). Esta compleja geología ha tenido indudable influencia en el relieve, entre cuyas características esenciales para nuestra exposición, debemos resaltar tanto la formación de una amplia ensenada en la bahía norte, abrigada de los vientos dominantes que permiten el refugio de navíos, como la actual configuración del Istmo, de topografía más benigna y de escasa anchura, lo que permite beneficiarse tanto de la cercanía de la bahía norte como de la bahía sur. Los potenciales recursos del lugar no son extraordinarios. El aprovechamiento agrícola se ve condicionado por el relieve descrito pero debió ser suficiente para abastecer a una población reducida que podría complementar su alimentación con la ganadería. Junto a ello, la presencia de bosques, mucho más numerosos que en la actualidad, proveería de leña, caza y otros productos. Además, la riqueza de recursos marinos debió compensar en buena medida estas posibles carencias. La confluencia de dos masas de aguas de características muy distintas unida a otros fenómenos geográficos ofrece un medio excelente a muchas especies marinas para su desarrollo, haciendo los aprovechamientos pesqueros muy rentables. Algo semejante podríamos señalar a propósito de la recolección de moluscos marinos, fundamental en la alimentación de los habitantes de este lugar hasta momentos muy recientes. Los recursos hídricos, si no extraordinarios, sí serían al menos suficientes para satisfacer las necesidades de una población no excesivamente elevada en número. Por último, los recursos mineros aunque escasos, no deben ser olvidados. En época medieval tenemos constancia del aprovechamiento de lo que las crónicas denominan rubíes que deben hacer referencia a los granates presentes con cierta abundancia entre los gneises del Istmo. También Sureda se hacía eco de los recursos mineros de la región de Ceuta y su entorno cuando señala que “los estudios geológicos han descubierto en la Zona de Ceuta los siguientes minerales, de más o menos importancia comercial e industrial: HEMATITES, en los estrato-cristalinos; CALCOPIRITA, en los gneis del Monte Hacho y en las diversas perioditas; indicios de de CARBÓN, entre los materiales paleozoicos; grandes criaderos de ESTRIBINA, en Beni Mesala, dignos de minería, conocidos desde antiguo […]. Alojados entre pizarras y calizas cambrianas, nótase

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un potente filón de ANTIMONIO […]; entre el antimonio encuéntrase algún COBALTO” (Sureda 1925: 41). Entre los señalados por Sureda sabemos de la explotación comercial, hasta fechas relativamente recientes, de los yacimientos de antimonita. Efectivamente, a unos 3 km de la excavación en línea recta, conocemos la existencia de varios yacimientos de antimonita (estibina), un mineral muy parecido a la galena y mena de un metal parecido al plomo, en explotación hasta finales de la década de los 70 de la pasada centuria, aunque no es posible conocer si fueron aprovechados en otros periodos (Chamorro 2009). Las comunicaciones con el interior del continente no son tampoco fáciles. La abrupta topografía y la existencia de zonas pantanosas dificultan las comunicaciones haciendo de la navegación costera la más sencilla vía de comunicación. Es este hecho, la estrecha relación con el mar, fuente de alimento y medio de transporte, una de las claves para entender la historia ceutí. Junto a ello, cabe mencionar su estratégica posición, entre Europa y África, entre el Mediterráneo y el Atlántico, fácilmente defendible en el istmo y la posibilidad de convertirse en el punto de drenaje de los recursos del interior del continente, otro factor esencial a tener en cuenta para entender las razones del interés de tantos pueblos para establecerse en la península ceutí. Efectivamente, la presencia humana en el actual término municipal se remonta a hace unos 250.000 años en el abrigo de Benzú, que presenta una secuencia estratigráfica que finaliza hace unos 70.000 años. También conocemos la existencia de una ocupación neolítica en la cercana cueva de Benzú fechados en el séptimo milenio antes de Nuestra Era. No se ha constatado aún sin embargo ningún yacimiento perteneciente a la edad de los metales en Ceuta aunque sí se conocen distintos puntos con ocupación en el bronce final en el territorio circundante. Hasta la realización de la excavación que aquí presentamos no se habían documentado niveles protohistóricos, fenicios o púnicos aunque hay que reseñar la recuperación en las costas ceutíes de diversas ánforas y anclas de piedra que se han fechado en estos momentos (Bravo y Bravo, 1982; Bravo y Muñoz, 1965). Mayores certezas existían sobre la instalación en la zona ístmica a partir del cambio de era de un complejo destinado a la transformación de productos marinos que fue ampliándose sucesivamente y que permitió la formación de una próspera comunidad. A finales del siglo IV o ya en el siglo V se erige una basílica y necrópolis cristiana. Algo después, en el siglo VI los bizantinos conquistan Ceuta. Justiniano I ordena su refortificación, la erección de una iglesia dedicada a la Theotokos y la instalación de una base naval de dromones. En poder bizantino permanece hasta un momento avanzado del siglo VII en que parece entrar en la órbita política visigoda. La conquista árabe del 709 marca una nueva etapa de la historia de Ceuta en la cual la ciudad acabó por convertirse en la gran metrópolis del Estrecho de Gibraltar, decisiva para el futuro de al Andalus con la que mantiene una estrecha vin-

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culación. En 1415 se produce la conquista portuguesa, la primera del reino luso en ultramar, y bajo esta soberanía permanecerá hasta 1640 cuando se decanta por la monarquía hispana de los Austrias frente a la de los Braganza, que independizan Portugal de España. La firma del Tratado de Lisboa en 1668 ratifica una situación de hecho confirmando la soberanía hispana.

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2. LA PRESENCIA FENICIO-PÚNICA EN CEUTA De su origen, i antigüedad no se halla memoria alguna en los escritores, como sucede á otras muchas ciudades de Africa, q´ siendo antiquísimas senos ocultan las noticias de sus principios […] Juan de Leon atribuye su fundación a los Romanos, i dice q´ fue tan habitada, i populosa en sus tiempos, q´ la llamaron cabeça de la Mauritania. Sino tubieramos memorias de Ceuta del tiempo de los Cartagineses, q´ precedieron siglos á los Romanos, aun no fácilmente se abraçara la opinión deste Autor, mas adelante las veremos, con q´ es fuerça concederla mayor antigüedad (Mascarenhas, 1995: 9-10). Este párrafo, tomado de la Historia de Ceuta de Jerónimo de Mascarenhas (1648), es representativo de las dificultades encontradas por los muchos eruditos que intentaron reconstruir los momentos iniciales de la historia de Ceuta (Marín, Villada 1988; Gozalbes 1990). La fama e importancia alcanzada por la ciudad en distintos momentos históricos debía traducirse, en su opinión, en un remoto y glorioso origen, pleno de hechos notables. Unas raíces arraigadas en la etapa clásica e incluso antes. Esta presunción contrastaba radicalmente tanto con la escasez de referencias en los textos griegos o latinos como con la ausencia de vestigios de tiempos pretéritos. Se intentaba explicar esta contradicción señalando que si no se conservaban restos o noticias era precisamente por el tiempo transcurrido y lo deleznable de la construcción en esos momentos y por el carácter guerrero de la plaza. Así lo explica Mascarenhas cuando dice: Confieso que cuando emprendí esta escritura, presumí se hallarían muchas de los tiempos antiguos; mas no solo estas me faltaron quando las procure, mas tambien la de los nuestros, con q´ este trabajo se me hiço dificultoso. Tratose siempre en Ceuta del ejercicio militar: padeció esta ciudad, mudaronse, i emmendaronse no pocas veces sus fortificaciones; padecieron con estos accidentes los edeficios antiguos, i sirvieron sus materiales para la fabrica de los modernos, y con estas mudanças ninguna cosa padece mas q´ las piedras insensibles (Mascarenhas 1995: 23). Un punto fundamental en estas eruditas disquisiciones históricas fue establecer el momento inicial de la ciudad. Para algunos hundía sus raíces en el mundo clásico. Así, a partir de la obra de Juan León el Africano, la fundación al menos romana de Ceuta (civitas romanorum y cabeza de la Tingitana es considerada por este autor) era aceptada sin plantear grandes dudas (León Africano, 1995). El topónimo derivado de los Septem Fratres del mundo clásico en alusión a las siete colinas que forman la península ceutí es una de las pruebas aducidas. No obstante, otros autores, aún aceptado este origen latino ofrecen una interpretación distinta del topónimo.

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Es el caso del geógrafo medieval al Idrisi que lo relaciona con el vocablo saeptum que haría referencia a encontrase cercada por las aguas del mar (Gozalbes 1990). No obstante, algunos autores la llevan más allá. Una de las tradiciones que arranca en eruditos de la Edad Media vincula el origen de Ceuta con distintos personajes bíblicos (Baeza 1988; Gozalbes 1990). Minoritaria es la corriente que vincula sus comienzos al mundo fenicio o púnico. Así ibn Jaldún en el siglo XIV atribuía a los fenicios la construcción originaria del Afrag, en realidad una ciudadela en tapial levantada por el sultán mariní Abu Said en 1328. También Mascarenhas rebate el supuesto origen romano de Ceuta indicando que: “florecía en tiempos de la guerra púnica… se conservaba el dominio de sus propios naturales, que estavan confederados con los carthaginenses” (Mascarenhas 1995: 26). Para justificar esta afirmación menciona una noticia recogida por Tito Livio. En el curso de un enfrentamiento naval en aguas del Estrecho de Gibraltar, cinco navíos cartagineses habrían encontrado refugio en Ceuta. Pero al leer el texto original se aprecia que si bien este episodio es efectivamente recogido al final del capítulo 30 del libro XXVIII de Ab urbe condita no se menciona Ceuta sino África: “… cum reliquis quinque navibus Adherbal velis in Africam transmisisset” (Martínez Gázquez 1988). Ilustra este párrafo una forma característica de escribir la historia más remota de la ciudad, no exclusiva de Mascarenhas. Ante la falta de noticias se vinculan otras que hacen referencia a la región ligándolas específicamente a Ceuta cuando no sencillamente se inventan o son deducidas de peculiares etimologías que llevan al emperador Septimio Severo a ser natural de Ceuta a partir de su nombre (Septimio derivado de Septem) (Marín, Villada 1988). Otro hecho aducido para sostener el supuesto origen fenicio o púnico de Ceuta es la mención en distintas fuentes de una antigua colonia Exilissa (también nombrada Lissa, Melissa, etc.) en aguas del Estrecho de Gibraltar identificada por algunos autores con Ceuta. En realidad, se encontraba a Occidente (Gozalbes 1990). La denominación de la columna africana hercúlea, Abila, de raigambre semita, también ha sido argumentada como indicio de este origen, aunque la fortuna de este orónimo fue escasa, siendo olvidado muy pronto (Gozalbes 1990). Un ejemplo de estas reflexiones eruditas en torno al origen de Ceuta la encontramos en la obra de Alejandro Correa da Franca. Insiste en ella en la falta de noticias sobre los tiempos remotos y en intentar explicar el por qué de la falta de testimonios materiales de esa época: La antigüedad de esta memorable ciudad ocasionó variedad en los que la quisieron descubrir. Vnos […] afirman es fundación de vn hijo de Noé […]. Otros, que por su nieto Elisa, de quien en vida heredó el nombre. Y hai quien diga que por Ceit, también nieto de Noé, deri-

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vándole el que al presente tiene, ya corrupto […] Los que no le quieren atribuir vegez tan decrépita, a lo menos no pueden negar que su establecimiento fue de romanos. Yo, acommodándome al sentir de todos, me persuado que el hijo de Noé la pobló sin otro fausto que el permitido en aquellos tiempos., que era vivir en chozas, las que suplían a la magnificencia de éstos; y que despues los nietos, según la vrgencia, la cercaron con fosos y vallados; y que los romanos la edificaron, dilataron y muraron. Pero todos combienen en que fue de las más nobles y antiguas ciudades de las Mauritanias (Correa da Franca 1999: 70). Las razones para mantener esta notable antigüedad de Ceuta eran la supuesta etimología del topónimo, la atribución de citas clásicas genéricas a la ciudad, su estratégica posición, la íntima relación de estos lugares con la mitología clásica y especialmente con las Columnas de Hércules cuando no la mera invención. No resulta extraño pues que cuando Márquez de Prado publica su historia de Ceuta en 1859, tras lamentarse una vez más de la escasez de noticias afirme que “la fundación de Ceuta yace en el caos” (Márquez 1859: 5). Una idea recogida también por Sureda Blanes más de medio siglo después por más que sea él uno de los primeros en recoger antigüedades previas a la conquista romana: “Por más que el venero de la investigación haya sido más y más fecundo a través de los tiempos, lo cierto es que la verdadera historia de Ceuta nos es desconocida en gran parte; su prehistoria es incomprendida; la niebla nos impide la visión de sus tiempos protohistóricos; la investigación documental de sus tiempos medievales y especialmente los referentes a la dominación islamita, apenas está insinuada sobre base positiva y, por lo que respecta al conocimiento de sus tiempos recientes, falta todavía la iniciación de una crítica realmente científica, única capaz de establecer con sólido fundamento la filosofía de la historia, ciencia que ha de ser crítica en sus comienzos, para que sea eminentemente práctica en sus conclusiones” (Sureda 1925: 17-18). De este modo, podemos señalar como la existencia de un posible enclave de época fenicia o púnica había sido intuido por diversos motivos (toponimia, estratégica ubicación, etc.) en el solar ceutí (Bravo, 1988). También habían sido aportados como prueba de este poblamiento diversos materiales atribuidos a este periodo como tendremos ocasión de analizar a continuación.

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3. LOS TESTIMONIOS MATERIALES ATRIBUIDOS A LA ETAPA FENICIO-PÚNICA En un trabajo presentado al IV Congreso Internacional de Estudios Fenicios y Púnicos Bernal Casasola ofrece un estado de la cuestión del poblamiento prerromano de Ceuta basado fundamentalmente en los vestigios arqueológicos atribuidos a esta etapa cuyos límites temporales fija “desde los inicios de la colonización fenicia en Occidente –s. VIII a la luz de los testimonios arqueológicos- hasta el final de mundo púnico vinculado a la esfera de Cartago (mitad del siglo II a. C.) (Bernal 2000: 1.138). Entre estos materiales destacan por su número y buen estado de conservación un conjunto de ánforas recuperadas esencialmente en la Bahía de Benzú, publicadas de forma más o menos detallada en distintas ocasiones (Posac 1962; Bravo y Muñoz 1965; Bravo 1975; Fernández Sotelo 1980; Bravo y Bravo 1984, Fernández García 1983, 1985, 1987; Bravo y Villada 1993, Ramon 1995 y Ramon 2004). Se trata básicamente de ejemplares de T-11.2.1.3, T-11.2.1.4, T-11.2.1.6, T-12.1.1.1, T-12.1.2.1, T-7.4.3.2 y T-8.1.3.2, con una cronología entre el siglo V y II aC (Ramon 2004), es decir posteriores a momentos fenicios propiamente dichos. Es citado también un pecio datado en el siglo II aC que puede estar relacionado con los hallazgos de Benzú (Parker 1992: 355). Es probable que en este lugar existiera un fondeadero y quizás un pequeño enclave. Con ello habría que relacionar la noticia recogida por Quintero de la aparición de “vasos púnicos” en la frontera de Benzú (Tarradell 1966: 435). Otros vestigios arqueológicos atribuidos a época fenicio-púnica son: - un grupo de siete anforiscos conservados en el Museo de Ceuta (Bernal, Daura 1995). Su procedencia sin embargo parece ser gaditana. - una estatuilla representando a Hércules, procedente de la colección Encina. Fue publicada por vez primera por Sureda Blanes y ha sido considerada a veces como fenicia o púnica, atribución considerada un error por Bernal (Bernal 2000: 1.144). - diversas monedas púnicas tardías y denarios republicanos, procedentes también de la colección Encina, aparecidas supuestamente en Ceuta, pero cuyo origen es dudoso. - un conjunto de materiales cerámicos (barnices negros y cerámicas ibéricas) conservados en el Museo de Ceuta pero cuya procedencia del subsuelo ceutí se sabe hoy falsa o, cuando menos, dudosa. - una serie de anclas de piedra horadadas procedentes del litoral ceutí pero sobre las que no existen pruebas concluyentes de su supuesta datación “fenicia” pues este tipo de piezas han tenido una larga perduración temporal y no han sido localizados materiales asociados que certifiquen esta cronología.

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En conclusión, existían una serie de sospechas que parecían apuntar la existencia de un enclave protohistórico, fundamentalmente de procedencia submarina, pero no había sido localizado en las múltiples excavaciones arqueológicas llevadas a cabo ningún nivel cuya cronología pudiera ser situada en este momento.

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4. EL CONTEXTO DE LA INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA DE LA PLAZA DE LA CATEDRAL Con el propósito de facilitar el acceso a la Catedral a personas con movilidad reducida, difícil por la existencia de una escalinata, fue redactado por el arquitecto D. Ángel Moreno Cerezo, de PROCESA, un proyecto de remodelación de la pequeña plaza situada a occidente de la seo ceutí. La ejecución de estas obras suponía un considerable rebaje del terreno situado en la pequeña plaza situada al oeste de la Catedral, que limita al norte con la calle Valentín Cabillas, al este, con la pared occidental de la Catedral, al sur con el muro septentrional del Museo Catedralicio y al oeste con la calle Luis López Anglada. Tanto la plaza como la Catedral se encuentran a una cota superior respecto al terreno circundante no uniforme de aproximadamente 1,20 m de media (Fig. 1). Este lugar había sido catalogado con el máximo nivel de protección arqueológica en el planeamiento urbanístico al constituir un espacio neurálgico del devenir histórico de Ceuta al menos desde época romana. Dado este nivel de protección se exigió la realización de unos sondeos previos al inicio de las obras. Esta prudente y necesaria política preventiva mostró una vez más su eficacia como testimonian los resultados que aquí exponemos (Alcalá 1998; Bernal 2004; Villada 2006; Hita, Villada 2007). La historia conocida de este ámbito urbano (vide infra) alimentaba ciertas expectativas en cuanto a la posible aparición de niveles arqueológicos de interés. Incluso en la misma entrada de la Catedral aparecían en 1958 “casi a flor de tierra […] en gran abundancia fragmentos de tégulas, lucernas, vidrios y cerámica sigillata […] quedaba evidenciada la presencia de un nivel romano revelador de una población cuyos topes cronológicos iban desde mediados del siglo I de J.C. hasta comienzos del V” (Posac, 1962, p. 32). Niveles romanos e islámicos han sido identificados también en numerosas intervenciones arqueológicas en la zona ístmica (Posac 1962; Hita, Villada 1994; Bernal, Pérez 1999; Fernández Sotelo 2000; Hita, Villada 2007; Bernal 2009). No obstante, los resultados de las excavaciones más próximas a la plaza no habían sido muy satisfactorios. Citemos dos de ellas a título de ejemplo. La más antigua fue dirigida en la década de los 80 del pasado siglo por Fernández Sotelo justo en el límite de la plaza. En ella se recuperó bastante material de época moderna pero ningún vestigio más antiguo al parecer (Bernal comunicación personal). La más reciente tuvo lugar con motivo de la instalación de una arteria de saneamiento que obligó a realizar una zanja que atravesaba de norte a sur el istmo, paralela a las fachadas de la Comandancia General, Parador de Turismo Hotel La Muralla y actual puerta de la Ribera. Fue dirigida por Nogueras en 1999 Los materiales más antiguos, romanos, fueron localizados frente a Comandancia General en tanto que en la zona situada más al sur, es decir más próxima a la Catedral, apenas se

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documentaron restos destacables interpretados como posibles restos de estructuras defensivas islámicas desmanteladas y estructuras subterráneas de ese mismo periodo excavadas en el sustrato geológico. La intensa ocupación de este espacio, punto neurálgico de la historia urbana ceutí, con su continua sucesión de construcción, abandonos, reaprovechamientos y demoliciones había alterado tan significativamente el subsuelo que la documentación de niveles arqueológicos depende en buena medida del azar. La superficie sobre la que se desarrolló la intervención arqueológica es de aproximadamente unos 170 m2, si bien el subsuelo se encontraba muy afectado por diversas substrucciones lo que reducía considerablemente la superficie útil desde un punto de vista arqueológico. Los trabajos de excavación se iniciaron en noviembre de 2004 y se prolongaron hasta mayo de 2005. En principio, se realizaron dos sondeos mecánicos. El primero de ellos fue negativo desde el punto de vista arqueológico localizándose bajo la solería contemporánea un nivel de arenas estériles directamente apoyada sobre el sustrato geológico. En el segundo sin embargo, apenas retirada la solería, se localizaron materiales arqueológicos por lo que se interrumpió el sondeo y comenzó la excavación manual en extensión de la totalidad de la plaza. En principio, como base de referencia para la documentación, se diseñó una retícula artificial de treinta cuadros de tres metros de lado cada uno, que dejaba la superficie investigada contenida dentro un rectángulo de 270 m2 de superficie cuyos ejes mayores están dispuestos en paralelo al lateral O de la Catedral. Este sistema, aunque sirvió de complemento para la ubicación general de determinados hallazgos y facilitó la documentación gráfica, resulta poco operativo a la hora de describir los contextos arqueológicos.

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5. BREVE HISTORIA DEL LUGAR Hasta el momento de realizarse la excavación arqueológica de la Plaza de la Catedral los momentos iniciales de la ocupación del istmo se remontaban a época romana. Sin ánimo de exhaustividad, debe recordarse que en el istmo se levantó en torno al cambio de era la factoría de procesamiento de recursos marinos que parecía hasta ese momento estar en el origen de la ocupación humana de Ceuta. En la etapa islámica (709-1415), al menos desde la conquista omeya en 931, la zona ístmica estuvo ocupada por la medina, densamente poblada por los más notables de Ceuta como atestiguan las crónicas del periodo y ha sido puesto de manifiesto en distintas intervenciones. Concretamente, la actual Catedral ocupa el emplazamiento de la mezquita aljama, construida a su vez según el testimonio de al Bakri sobre una antigua iglesia. Conquistada por Portugal en 1415, la mezquita es consagrada y reformada para atender al culto cristiano. Con una población más reducida y primando los intereses defensivos, el perímetro urbano se ve notablemente reducido hasta quedar circunscrito en la llamada “Ciudad”, una fortaleza de planta aproximadamente rectangular en la zona del istmo a principios del siglo XVI, durante el reinado de Manuel I. Las transformaciones urbanísticas de la etapa portuguesa fueron notables para adaptar el medio urbano islámico heredado a las necesidades de una sociedad con formas de relación distintas. Centrándonos en el área donde se desarrolló la excavación un hecho crucial es el intento de construcción de un nuevo templo que sustituyese al edificio que fue antigua mezquita aljama y que se encontraba muy deteriorada en el siglo XVII. Hasta tal punto llegó su estado que el obispo D. Antonio Medina Chacón y Ponce de León ordenó su cierre pasando a ocupar, en tanto se construyese el nuevo edificio, el vecino templo de Nuestra Señora de África. Efectivamente, tras muchos intentos fallidos, las obras para levantar la nueva sede comenzaron a fines del siglo XVII según el proyecto de Juan de Ochoa, pero se vieron pronto interrumpidas debido al asedio a que fue sometida la Ciudad por Muley Ismail a partir de 1694. Este largo asedio, durante el que la Catedral fue bombardeada en diferentes ocasiones, provocó su total ruina. Un plano fechado en 1718 muestra el proyecto de construcción de un cuartel en el lugar donde se ha llevado a cabo la excavación. La edificación de este cuartel queda atestiguada en otros planos de esta misma centuria. Las obras de construcción de la Catedral se retomaron cuando la intensidad del cerco había remitido y pudo ser finalmente consagrada en 1726, aunque continuaron los trabajos durante largo tiempo (Pérez del Campo 1988). Durante esta centuria y la posterior se produjeron notables reformas hasta que definitivamente a mediados del siglo XX, gracias al impulso de D. Rafael Navarro Acuña, la Catedral adquirió su actual fisonomía (Navarro 2010).

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En la década de los 80 del pasado siglo se derribaron las edificaciones adyacentes a la Catedral creando la plaza colindante donde se desarrolló la excavación, ornamentada con árboles y otras infraestructuras que afectaron los niveles arqueológicos allí existentes como se verá más adelante. Ese era el estado en que se encontraba el lugar cuando comenzó la intervención arqueológica.

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

Para facilitar la compresión de la secuencia estratigráfica del periodo protohistórico, se propone una descripción a partir de los diversos ámbitos identificables o interpretables desde un punto de vista espacial. Concretamente, se entenderá por ámbito (A) todo lo cerrado expresamente por estructuras arquitectónicas, configurando intencionalmente dependencias de función diversa, mientras que como espacios (E) se describirán las zonas al aire libre, objeto de actividades o usos enmarcados por los ámbitos. Se establecen, además agrupaciones constructivas (AC) cuando se trata de ámbitos adosados en número indeterminado, incluidos los monocelulares. Posteriormente se aborda su clasificación temporal y su encuadre en las dos grandes fases (I y II) y las tres subfases establecidas para la segunda de las etapas (IIa, IIb, IIc) (Fig. 2.). Cabe advertir, en primer lugar, de la dificultad que existe a la hora de establecer relaciones entre los elementos estructurales identificados y las construcciones que definen, ya que se encuentran afectados por un número importante de substrucciones abiertas en fases posteriores al abandono del yacimiento protohistórico. En muchos casos, estas cavidades destruyen las conexiones estratigráficas preexistentes. A esta dificultad se añade el hecho de que toda la secuencia documentada se desarrolla, verticalmente, en un tramo medio de sólo cincuenta centímetros (Fig. 3 y 4).

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1. LAS AGRUPACIONES CONSTRUCTIVAS 1.1. La agrupación constructiva I (AC.I) Se define únicamente a partir de lo conservado del ámbito I; existe la posibilidad que se tratara de una construcción monocelular, si bien ello es difícilmente demostrable. El A.1 se halla definido al W por el paramento M.17, al S por el M.05 y al W por el M.02-03, quedando sin definir su cierre N. Se encuentra afectado por un buen número de intrusiones: las fosas contemporáneas UE.043, al N; la UE.035, que lo atraviesa diagonalmente, por el centro; la canalización UE.033, en el extremo NE, junto a la fosa del siglo XVI denominada UE.048, y el hoyo medieval UE. 041, en la esquina SE. Las estructuras definen un ámbito con tendencia rectangular, cuyos lados mayores M.02-03 y M.17 se orientan N-S., siendo el M.05 transversal a ambos. Los tres paramentos están realizados con cantos rodados, que suelen formar dos líneas paralelas, entre las que se intercalan ripios de tamaño medio y pequeño. El ligante usado es arcilla, con tonalidad amarillenta. En la sección resultante de alguna de las fosas modernas que afectan a los muros se observa la existencia de al menos una hilada de cimentación en el subsuelo, que podría vincularse a la existencia de un estrato denominado UE.143, que corre en paralelo al M.02-03 y que podría corresponder al relleno de una fosa de cimentación. Se observa la presencia de un gran mampuesto hincado en la esquina exterior SE del inmueble, con la clara intención de servir de refuerzo para la protección de los ángulos, ya que éstos son los puntos más expuestos al deterioro en aquellos edificios que dan a espacios abiertos. Las dimensiones conservadas de los paramentos son las siguientes: • M.02 presenta un desarrollo lineal máximo de 2.88 m y un anchura media de 0.65 m. • M.05, del que se conservan 3.28 m lineales, alcanza los 0.70 m de anchura, roto por la canalización contemporánea UE.035, precisamente en la zona de unión con M.17. • Este último conserva apenas un desarrollo de 2 m, con una anchura menor que el resto, de 0.43 m, estando destruido por el cimiento del muro perimetral de la Plaza y por la ya señalada canalización UE.035. La cota más alta de las piedras de estas estructuras arranca de 11.80 msnm (mampuesto de refuerzo exterior), conservándose alturas medias entre los 11.60 y los 11.70 msnm. La superficie de este ámbito presenta unas dimensiones exteriores mínimas de 14.40 m2, y unas internas de 6.75 m2, observándose al menos una hilada de cimentación en dos de sus paramentos (M.02-03 y M.05). La secuencia estratigráfica correspondiente a este ámbito se localiza directamente bajo el suelo contemporáneo que cubría diversas fosas de época medieval, moderna y contem-

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poránea (UE.033, UE.035, UE.041, UE.043 y UE.048) que afectaban en gran medida a los restos del periodo protohistórico. Directamente bajo la capa de preparación de la solería se ubica UE.044, estrato ya de época protohistórica, asociado a la colmatación del interior del A.1. Está cortado por UE.035 y UE.048, ambas intrusiones de época contemporánea como ya señalamos. Es un nivel arcilloso, compacto y limpio. Arranca a una cota de 11.72 msnm, y está contenido por las piedras más altas de las estructuras cubriendo la UE.045. Presenta unos 7 cm de potencia. Es igual a la UE.047, separadas ambas por la intrusión UE.048. Contenía escasos restos cerámicos. Se ha interpretado como una regularización para preparar un suelo, que ya no se habría conservado, arrasado por las obras de acondicionamiento de la Plaza. La UE.105 es un estrato que rellena una pequeña fosa irregular, de unos 20 cm de ancho máximo y de unos 3 cm de potencia, situada bajo UE.047 y que corta la UE.045. Su cota máxima es de 11.65 msnm. Su matriz es amarillenta, arcillosa y sólo contiene un fragmento de fémur de perro, interesante porque, según se deriva del estudio tafonómico, presenta trazas de descuartizamiento y fileteado. La UE.045 es un estrato que apoya en M.02-03 y M.05, y es cortada por la fosa medieval UE.041. Apoya sobre el retazo de suelo UE.054. Su cota máxima se localiza a 11.66 msnm., y la mínima a 11.62 msnm. Su textura es arenosa, de color marrón parduzco, y contiene inclusiones consistentes en algunas piedras, nódulos de carbón y escasos restos cerámicos. En UE.045 se han documentado algunos fragmentos cerámicos junto a restos faunísticos correspondientes a las especies bos y ovis. La UE.072 es un estrato que se iguala a UE.045, separado de él por la intrusión 035, y cortado por 043. Cubre el retazo de suelo UE.077 y a UE.075, nivel este último asociado a un hogar. Con respecto a la cerámica recuperada, se trata de un grupo vascular muy pequeño, de la fase IIb (NR 32, NMI 2) (fig. 76). UE.072 NMI / % NR / % Torno 2 / 100 22 / 68,75 Mano 0 / 0 10 / 31,25 La cerámica a torno se compone de un borde de ánfora T-10121 y otros fragmentos de cuerpos. Destaca la presencia de un asa de posible oenocoe trilobulado con engobe rojo, un fragmento de perfil de plato y una copa lagunaria de borde con escalón en la base externa, sin decoración. Por otro lado, la cerámica a mano, aparte de fragmentos de cuerpo, se reduce únicamente a dos bases sueltas, presumiblemente de vasos cerrados. El suelo de esta estancia se presentaba cubierto aparentemente en su totalidad por un fino pavimento de grava ligada con arcilla, del que se conservan retazos inconexos, que se han denominado UE.054, 077 y 106. Su cota media se localiza en torno a los 11.61 msnm. En una de las zanjas contemporáneas que cortan este

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ámbito, se pudo observar como este suelo apoyaría sobre un nivel esquistoso, sin materiales, que se puede interpretar como un aporte intencionado realizado para elevar parcialmente y regularizar la cota de este pavimento. UE.076 es la interfacies resultante de un rebaje practicado en el suelo de la estancia para instalar una estructura de combustión. Presenta planta con tendencia circular, con un diámetro máximo de 0.81 m. No está centrada, se ubica a unos 0.50 m del M.02-03; a 0.90 m del M.05, y a 1.31 del M.17. El hogar presenta su propia estratigrafía. Sobre el rebaje inicial supuesto por la interfacies UE.076, con perfil semilenticular, se realizó un aporte de cantos de tamaño pequeño-medio, que conservan entre sí abundantes restos de carbón e indicios de haber estado expuestos a altas temperaturas (UE.102). La superficie de 102 sería la superficie real de uso de la piroestructura. En un determinado momento, quedó en desuso, y sobre dicha superficie se formó un estrato arcilloso (UE.103), amarillento, que conserva algunos materiales cerámicos y faunísticos (fragmento de hueso de bóvido), siendo posteriormente reformada la estructura con la construcción de la UE.075, cama de mampuestos con algo de cerámica, planta con tendencia circular y amoldada a la superficie preexistente. Presenta una cota media de 11.57 msnm, por lo que viene a quedar sólo a unos 4 cm por debajo de la cota de suelo de la estancia. No se documentan restos de carbones ni indicio de haberse realizado ninguna combustión sobre esta nueva superficie. La cerámica corresponde a un conjunto vascular reducidísimo y escasamente representativo, aunque podría incluirse sin problemas dentro de la fase IIb (NR 19, NMI 0) (fig. 76). UE.075 NMI / % NR / % Torno 0 / 0 11 / 57,89 Mano 0 / 0 8 / 42,11 El grupo a torno consta solamente de unos pocos fragmentos de cuerpos de ánforas fenicio-occidentales, presumiblemente T-10121, un fragmento de perfil de posible plato de engobe rojo, y la base de un vaso de pequeño formato, tal vez, un arybalos. La cerámica a mano se reduce a una base y un corto número de fragmentos de cuerpo, sin detalles particulares. Con respecto a la interpretación arquitectónica del A.1, no se descarta la hipótesis de que pueda corresponder a un edificio monocelular, a pesar del precario estado de conservación de los paramentos. Dicha teoría presenta algunos argumentos a favor y otros en contra. En contra, tanto el hecho de que M.017 sea más estrecho que M.02-03 y M.05, por lo que se podría interpretar como una compartimentación interna, así como su reducida superficie. A favor, la falta aparente de continuidad de los paramentos M.05 y M.02-03 en los espacios investigados perimetralmente, donde previsiblemente se debería conservar algún indicio de los mismos si se hubiesen extendido más allá del espacio documentado.

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1.2. La agrupación constructiva II-III (AC.II-III) Como hipótesis se propone la posible relación entre los ámbitos denominados A.II y A.III como parte de una posible unidad constructiva, aunque con muchas reservas dado lo afectada e inconexa que se encuentra la estratigrafía especialmente en este segundo espacio. Los muros que definen estos espacios son los denominados M.12, M.11 y M.08. El primero presenta orientación sensible en sentido N-S, mientras que el segundo se dispone transversalmente a él, en sentido E-W. El tercero sería paralelo a M.11, aunque no presenta conexión física y su interpretación como parte del conjunto es sólo teórica. Se localizan todos con una cota máxima situada entre los 11.70 y los 11.63 msnm. Están realizados con cantos rodados de playa, de tamaño medio (entre 15 y 20 cm de ancho máximo, ligeramente inferiores a los utilizados en otras construcciones del yacimiento). Están dispuestos intentando mantener dos hiladas paralelas, entre las que se intercalan algunos ripios. El M.11 conserva un desarrollo lineal de 2.08 m, y una anchura de 0.37 m. De M.12 se pudo documentar un desarrollo de mínimo de 2.82 m, y un ancho medio de 0.38 m. Se localizan un par de mampuestos dispuestos en la prolongación de este paramento en dirección Sur, que podrían corresponder a esta estructura, y que de hecho marcan un cambio en la estratigrafía situada a ambos lados del mismo. En el caso de que esta circunstancia fuese cierta, M.12 llegaría a alcanzar un desarrollo máximo de 4.20 m, y a partir de ahí podría unirse transversalmente a M.08. Tampoco se puede descartar que la falta de continuidad en la estructura pudiese responder a la existencia de un posible vano, en todo caso muy desdibujado. El M.08 es un murete paralelo al M.11, cortado por el M.07-19. La cota máxima es de 11.73 msnm, y sus dimensiones conservadas son 1.20 m de largo por 0.40 m de ancho. Está muy afectado por la fosa contemporánea UE.003. Por otro lado, la esquina resultante de la unión del M.11 con el M.12 está destruida por una afección contemporánea (UE.026) que se regularizó y perfiló con forma de cata, para estudiar la estratigrafía en los perfiles resultantes. El ámbito II (A.II) se localiza al interior de la superficie delimitada por el M.12 y el M.11. A nivel de suelo se encuentra completamente desdibujado por la presencia de parte de una gran fosa altomedieval que lo destruye, alcanzando el substrato geológico. Limita con la fosa de cimentación de la Catedral (UE.173). La superficie máxima documentada para este ámbito es de 2.15 m2. La estratigrafía registrada en el perímetro del mismo arranca desde superficie donde, bajo el nivel de preparación de la solería, se localiza una intrusión moderna, que puede corresponder al relleno de una fosa de cimentación, a partir de los 11.80 msnm (UE.127). Esta fosa rompe otra serie de depósitos: una gran fosa de tendencia circular que contiene material altomedieval (UE.126-128), y UE.028, localizada directamente bajo superficie (11.75 msnm.), que amortiza los M.11 y M.12. Este depósito se relaciona directamente con la UE.120-121, estando separado de él por las fosas posteriores.

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La UE.028 presenta restos de nódulos de barro cocido, posibles adobes descompuestos (que confieren una tonalidad rojiza al depósito), entre las cotas 11.80 y 11.70 msnm. Presenta algunos carbones, cantos rodados de tamaño pequeñomedio, algo de ictiofauna y restos cerámicos. Se trata de un conjunto vascular muy pequeño (NR 21, NMI 3) (fig. 37, lám. 26).

UE.028 Torno Mano

NMI / % 1 / 33,33 2 / 66,66

NR / % 9 / 42,86 12 / 57,14

Por lo que se refiere a vasos torneados, no consta sino de unos pocos fragmentos de cuerpos de ánforas fenicio-occidentales T-10121, trozos de cuerpo de dos o tres jarras de tamaño mediano, algunos con pintura bícroma y fragmentos, al menos, de dos morteros-trípode de borde triangular. La cerámica a mano no cuenta más que con una forma abierta, concretamente un cuenco del tipo AVIIa, una olla BIII y una base de forma cerrada, pero de tipo indeterminable. El estrato se atribuye a la fase IIc. De los restos del suelo original asociado al espacio interior definido por M.11 y M.12 apenas ha quedado una estrecha franja terrígena de color rojizo, a una cota de 11.54 msnm, adosada a las paredes de la estructura y, como se ha dicho, enormemente afectada por las intrusiones posteriores. Apoya sobre el nivel geológico, y no se han conservado materiales asociados a dicho pavimento. El ámbito III (A.III), a pesar de las dificultades que comporta, se interpreta como un posible espacio interior la superficie delimitada por la cara sur de M.11, una posible prolongación de los M.12 y M.08. Desde un punto de vista estratigráfico, bajo el suelo contemporáneo, se localiza un paquete de naturaleza arcillosa, compacto, con restos de barro endurecido, de unos 7 cm de grosor, con algunos mampuestos y sin material arqueológico, que se denomina UE.009. Podría corresponder a la destrucción del M.10, un retazo de estructura con tendencia circular, muy afectada por la fosa UE.003, a la que cubre. Dicha construcción, que arranca desde los 11.80 msnm, presenta un núcleo de cantos rodados, revestidos con una importante capa de barro endurecido, de color beige-anaranjado, de unos 20 cm. El arco que se conserva de esta estructura presenta un perímetro de 1.15 m, una anchura de 31 cm y una altura de 30 cm. Podría corresponder a parte de un horno circular, que estuvo en uso en la última fase del periodo protohistórico. Para su construcción se practicó una fosa que corta el estrato UE.110-113 y apoya en uno de los mampuestos que podría interpretarse como la prolongación del M.12. Apoyando contra el M.10, y arrancando también desde los 11.80 msnm, se formó la UE.021, estrato que amortiza el M.11 y cubre la UE.110-113. Su cota de base es de 11.67 msnm, techo del estrato que le precede. Bajo la UE.021 se localiza el M.11. Presenta textura arenosa, y color amarillento-beige. Contiene inclusio-

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nes consistentes en restos faunísticos (bos), antracológicos, un nódulo de escoria, un trozo de varilla de bronce que pudo corresponder a un anzuelo, y fragmentos cerámicos. Se trata de un conjunto vascular con pocos ítems (NMI 19, NR 145) que se atribuye a la fase IIc (fig. 31-33).

UE.021 Torno Mano

NMI / % 7 / 36,84 12 / 63,16

NR / % 127 / 87,59 18 / 12,41

En cuanto a ánforas fenicio-occidentales, del T-10111 se registra un individuo, más otro del T-10121, manipulado post-amortización para obtener un soporte, aparte de otros fragmentos diversos. Los contenedores medianos consisten en un fragmento de cuello y asa identificable de jarra esferoide y otros trozos de más complicada atribución. Se documenta también un fragmento de la parte superior de un Dipper jug, tal vez una importación oriental y un fragmento de jarra carenada con engobe rojo, así como de otro vaso cerrado con el mismo tratamiento, pero inidentificable. En cuanto a vajilla de mesa, destaca un fragmento de cuenco carenado con engobe rojo, tal vez, del tipo Huelva C.3b / Toscanos VI1c. Sin embargo, en este grupo destacan tres individuos de cuencos de cerámica gris, dos de ellos del tipo Toscanos VI4a / Alarcón Ia y el tercero del tipo Rachgoun 10 / Toscanos VII2 / Alarcón IIb. Las formas abiertas de cerámica a mano consisten en un pequeño cuenco tipo AIIa, otro grande tipo AIb, además de una base de gran formato, pero no adscribible a ningún tipo concreto. Las cerradas se componen de un individuo no decorado BIIa, otro BIVb decorado con impresiones sub-ovales y dos probables del tipo BIIIb, además de una base no clasificable y otros fragmentos más indefinidos. La UE.110-113 tiene cota máxima a 11.63 msnm, y presenta cierta potencia, alcanzando el nivel de base consistente en una regularización del geológico realizada a 11.50 msnm. Este estrato se forma contra M.11 y una serie de mampuestos insertos en el subsuelo, que se interpretan como una posible continuación de M.12, que la separan a su vez de UE.115, localizada a la misma cota que ésta, en dirección W. Es a su vez cortada por la intrusión moderna UE.127. Este estrato, interpretado como un basurero, presenta matriz arenosa, de color amarillento, poco compacta. El contenido artefactual es abundante: restos faunísticos, un fragmento de molino barquiforme y carbones. Con respecto a la fauna, hay restos de ictio y avifauna, destacando la fauna terrestre, de la que se documentan los taxones siguientes: bos, sus, ovis-capra y elephas. Los restos correspondientes a esta última especie son una metáfisis de hueso largo no epifisada de un individuo juvenil, junto a dos epífisis. Se conservan restos cerámicos: un conjunto vascular mediano-pequeño, asignado a la fase IIa (NR 354, NMI 39) (fig. 79-84, lám. 28, 30).

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UE.110-113 NMI / % NR / % Torno 3/7,69 138/38,98 Mano 36/92,31 216/61,02 Las ánforas fenicio-occidentales, a pesar de estar porcentualmente bien representadas, no constituyen un bloque especialmente destacado, con presencia sólo de dos ítems contados por individuos, atribuidos respectivamente a los T-10111 y T-10121. Los contenedores medianos sólo parecen representativos por fragmentos, sobre todo debido a la presencia en múltiples fragmentos de la parte central de una jarra de cuello corto, con cuerpo alargado. En cuanto a vajilla, esta unidad, junto con otras atribuidas a la fase IIb, destaca por ser presumiblemente una de las más antiguas que registran ya la aparición de platos fenicio-occidentales de engobe rojo, pero sólo con dos fragmentos, uno perteneciente al borde de tipo acanalado y, el otro, del perfil del cuerpo. Dentro de la categoría de piezas con engobe rojo, cabe añadir un fragmento de copa. Y, finalmente, dos cuencos grises de tipo convexo, uno de ellos cuyos fragmentos permiten recomponer completo su perfil y el otro, reducido a un fondo, que sin embargo aparece como una pieza reutilizada, al haber sido artificialmente recortado en forma de disco. La realidad, es que la UE.110-113 se halla completamente dominada por los vasos de producción a mano. Su porcentaje, en efecto, es no sólo muy superior en cuanto a individuos, sino también en cuanto a fragmentos, con algunos tramos de perfiles morfológicamente ilustrativos. En concreto, se hallan presentes vasos abiertos de los tipos AIIa (9), AId y AVIb y cerrados, tipos BIIa, BIIIb, BIVa/b y BVa/c/d. Es posible que esta unidad —donde, con mucho, predominan las producciones indígenas y, dentro de ellas, ampliamente los vasos cerrados— en cuanto a la componente vascular, refleje algún comportamiento particular de carácter microespacial, es decir, cercano a un lugar de cocinar alimentos. Destaca, por otro lado, la presencia de un pequeño askos modelado a mano, en forma de ave, pero con los extremos mutilados. Por lo que respecta a la cronología, el panorama de cerámicas a mano, tampoco es susceptible de proporcionar un ajuste preciso, mientras que la escasísima cerámica a torno, difícilmente pude ofrecer otra cosa que dataciones muy genéricas dentro del siglo VII aC Estratigráficamente, la UE.110-113 se halla directamente encima de un substrato geológico, tal vez recortada artificialmente. En todo caso, por los datos señalados, se atribuye a la fase IIa.

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

1.3. La agrupación constructiva IV-V (AC.IV-V) En el extremo SE de la excavación se documentan dos espacios cerrados (A.IV y A.V) correspondientes a los restos un edificio. El conjunto está delimitado por un paramento, M.07, que tiene continuidad en M.18, separados por una intrusión constructiva en forma de pilar, denominada M.06. Dicho muro presenta orientación SW-N.E., una longitud máxima conservada de 3.95 m, y una anchura media de 0.50 m. Está construido a base de gruesos cantos rodados y piedras, ligadas con algo de arcilla amarillenta. Entre los mampuestos se intercalan ripios de tamaño pequeño y medio. De este paramento surge un murete o tabique dispuesto transversalmente (M.14), construido a su vez con cantos rodados, mampuestos y ripios intercalados, presentando una anchura máxima de 0.35 m. Este último tabique es el que separa los dos ámbitos interiores del inmueble. El ámbito IV (A.IV) está delimitado por los paramentos M.07-18, y el M.014, que lo separa del Ámbito V, localizado al S de éste. Este espacio interior está cortado por intrusiones contemporáneas de diversa naturaleza: • dos cimentaciones, una la del propio muro oeste de la Catedral (UE.173) • UE.174 de cronología indeterminada y de difícil interpretación, amortizada a su vez por el edificio del Museo Catedralicio, • una fosa practicada para la ubicación de un osario contemporáneo, que alcanza el sustrato geológico (UE.178). Conserva una superficie máxima de 3.37 m2. La estratigrafía asociada a este espacio, desde superficie, consiste en una capa de relleno contemporáneo con una potencia de 8 cm, bajo la que se localiza un estrato amarillento de textura arenosa (UE.191), sin material arqueológico, que corresponde a una posible amortización de la estancia. Se desarrolla entre la cota 11.92 y la 11.83 msnm. Este estrato apoya a su vez sobre otro nivel de matriz arcillosa que contiene abundantes inclusiones, consistentes en restos de gneis disgregados (UE.192), que se repite en el ámbito colindante. Se dispone directamente sobre el suelo de la estancia. Su cota de base es de 11.73 msnm de media, que es la cota media del suelo que le sirve de apoyo. El suelo de este espacio es de barro rojizo, compactado, de unos 2 cm de grosor (UE.193), y apoya en el sustrato geológico, regularizado. Dicho pavimento, presenta una serie de mampuestos insertos en el suelo, distribuidos sin orden aparente. Tres de tamaño medio se localizan aislados, mientras que junto a la esquina SW se localiza una concentración de cantos (UE.195), conformado por 17 individuos de tamaño medio (entre 10 y 20 cm de ancho máximo). El conjunto adquiere aspecto pseudotriangular, con lados entre 0.50 y 0.60 m. Resalta unos 5 cm sobre el suelo (cota media de 11.78 msnm) y resulta de difícil interpretación. El ámbito V (A.V), delimitado por el M.07-18, y el M.014 y, al S de A.IV, se localiza en el extremo situado más al mediodía de la zona investigada, en un entrante

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en dirección S existente entre el lateral de la Catedral y el frente N del edificio del museo Catedralicio. La superficie conservada es extremadamente reducida, habiéndose documentado unos escasos 0.21 m2. Desde un punto de vista estratigráfico, directamente bajo la superficie, se localiza un estrato con material contemporáneo y escasa potencia (UE.179), que cubre la UE.180, nivel superior de colmatación del A.V. Está cortado por un cimiento, UE.174. Presenta la UE.180 una cota máxima de 11.95 msnm, y mínima, a techo de UE.181, de 11.84 msnm. Su matriz es arcillosa, tonalidad anaranjada, algún carbón y algo de gneis disgregados. El único artefacto localizado es un pequeño vaso completo de perfil carenado, realizado a mano (fig. 115, lám. 30), del tipo BIIc. Bajo UE.180 se localiza un nivel que apoya a su vez contra los M.07 y M.14 y sobre el suelo de la estancia. Presenta matriz arcillosa, anaranjada, con abundantes inclusiones, consistentes en abundantes gneis disgregados. No contiene material arqueológico. Su cota máxima alcanza los 11.84 msnm. Corresponde a un momento de abandono de esta estancia, y podría interpretarse, con reservas, como el resultado de la descomposición de una cubierta plana construida en parte con este material. No presenta elementos arqueológicos. Bajo este depósito, de apenas 10 cm de potencia, se localiza el suelo de la estancia, conformado por un nivel de unos 3 cm de espesor (UE.194), de barro rojizo, compactado, sobre el sustrato geológico. El ámbito VI (A.VI) se localiza al N del ámbito IV. Su delimitación es compleja, ya que se define en función de una serie de suelos superpuestos asociados a un único paramento (M.19), al que se adosan. El resto del espacio está destruido por intrusiones contemporáneas. El muro de mampostería de cantos de tamaño medio y ripios, M.19, sólo conserva un desarrollo lineal de 1.40 m, ya que fue cortado por la fosa de la cimentación de la Catedral (UE.173) y por un pilar moderno. Su anchura es de 0.50 m. Su orientación NW-SE, por lo que resulta sensiblemente transversal al M.07-18, con el que pudo tener alguna relación física, por fábrica, dimensiones y cota a la que aparecen ambos. Su altura máxima conservada está a 11.87 msnm y se localiza inmediatamente bajo la preparación de la plaza contemporánea. Desde un punto de vista estratigráfico, contra el M.19 se forma un estrato amarillento, arenoso, limpio, que se localiza a su vez bajo la solería contemporánea (UE.140), y que corresponde a su colmatación. Está cortado al S por el pozo contemporáneo UE.146, y al W por la gran fosa realizada para la plantación de uno de los árboles contemporáneos de la plaza (UE.003). Con una cota inicial de 11.88 msnm, alcanza los 11.78 de base, apoyando directamente sobre los suelos de este espacio. No integra materiales arqueológicos. Se documentan restos de dos suelos superpuestos, UE.141 y UE.142. Éste último, formado con grava fina de playa, apoya sobre el otro, de arcilla batida, con una diferencia de altura entre 1 y 3 cm. La cota más alta es de 11.77 msnm. Estos suelos descansan sobre el nivel geológico, como se puede observar en el corte

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

consecuente de la fosa colindante practicada para el ajardinamiento actual de este espacio vecino a la Catedral. El ámbito VII (A.VII) se localizó como consecuencia de una cata arqueológica practicada en el extremo septentrional del área de excavación. Estratigráficamente, está aislado por tres fosas: dos de ellas intrusiones modernas: la zanja UE.043 y la fosa UE.150, además de la estrecha fosa de cimentación del paramento del M.20, de cronología incierta. Esta circunstancia supone la pérdida de conexión con los espacios inmediatos, el A.I y el E.a. La estratigrafía documentada, desde arriba, parte de un nivel (UE.101) situado directamente bajo el cemento de la plaza contemporánea, apoyo de las losas que la cubrían. Con algo menos de 0.20 m de potencia, amortiza un murete de barro endurecido (M.15) y apoya sobre uno de los estratos que lo colmata al interior (UE.108). Su cota máxima es de 11.73, y la mínima de 11.54 msnm. Presenta naturaleza arenosa, semicompacta, con tonalidad amarillenta. Se localiza un pequeño fragmento de varilla de bronce, que quizás correspondiese a un anzuelo. Con respecto a los hallazgos cerámicos, esta unidad integra un grupo vascular extremadamente pequeño (NR 3, NMI 1) (fig. 77).

UE.101 Torno Mano

NMI / % 0 / 0 1 / 100

NR / % 1 / 91,7 2 / 8,33

La cerámica torneada incluye sólo unos pocos fragmentos de cuerpos de ánforas T-10121. Existe, además, la mitad central de una jarra globular de cuello estrecho, no decorada y un fragmento de cuenco carenado con engobe rojo, muy mutilado, pero presumiblemente del tipo Toscanos VI2 / Alarcón Ib. En cuanto a la cerámica a mano, aparte de unos pocos fragmentos de cuerpos inclasificables, se documenta un cuenco del tipo AIb. Bajo este estrato, se localiza el murete que define este ámbito, una estructura de barro endurecido, anaranjado, compacto, muy deteriorado (M.15). Presenta un desarrollo con tendencia aproximada de arco de elipse, conservando un desarrollo lineal de unos 4.40 m. Su anchura máxima es de 0.46 m. El alzado conservado es de unos escasos 15 cm, y previsiblemente fue destruido cuando se construyó el suelo correspondiente al A.I, ya que su cota de amortización coincide con la del piso de dicho ámbito. No presenta cimentación. A pesar de su deficiente estado de conservación, no puede descartarse que se trate de parte de una cabaña. Este paramento definiría una superficie interna conservada de unos 2.63 m2, aunque se estima que las dimensiones del edificio nunca serían inferiores a los 10 m2. Al interior del murete, y contenido por él, se forma un estrato, UE.108, de unos 9 cm de potencia máxima (se desarrolla entre los 11.54 y 11.44 msnm), con textura mixta, de color amarillento parduzco, y apoya sobre el suelo asociado a esta estruc-

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tura (UE.161). El contenido faunístico de este estrato es más bien escaso, estando representados restos óseos correspondientes a las especies bos y sus. La cerámica también compone un conjunto vascular muy reducido, que se integra en la fase IIa (NR 30, NMI 4) (fig. 78).

UE.108 Torno Mano

NMI / % 1 / 25 3 / 75

NR / % 21 / 70 9 / 30

En cuanto a cerámica a torno, cabe citar un solo borde de ánfora T-10121, aparte de fragmentos de asas, carenas, y cuerpos de este mismo tipo. Existen también algunos trozos de jarras medianas, algunos con decoración, pero sin ítems definidos. La vajilla se reduce a un fragmento de perfil de plato con engobe rojo y a un fragmento de una gran copa no decorada con perfil en “S”. La cerámica a mano, dejando de lado fragmentos de perfiles difíciles de clasificar, se compone de un cuenco tipo AIIc y dos bordes de ollas. El suelo UE.161 es de tierra amarillenta, arcillosa y compactada, de unos 4 cm de espesor. Se localiza a una cota media de 11.44 msnm. En él se abren una serie de hoyos de tendencia circular (UE.152, UE.153 y UE.154) con diámetros variables entre 10 y 20 cm. No aparecen alineados entre sí, sino que tienden más bien a formar un triángulo. La más profunda de estas substrucciones ahonda unos 30 cm en el subsuelo. El relleno de estas fosas es color marrón parduzco, arenoso, suelto, sin material arqueológico. Es imposible conocer su función, aunque deben corresponder, o bien a parte del sistema de apoyo de la cubierta, o bien a alguna estructura interna del ámbito. Este tipo de hoyos localizados al interior de espacios internos de inmuebles pre y protohistóricos han podido ser interpretados en varios casos como elementos estructurales de telares, identificados como tales gracias a los hallazgos de elementos propios de esta actividad realizados en su entorno inmediato. En este caso no hay ningún elemento que pudiese permitir plantear esta hipótesis, aunque no debe olvidarse que en estratos más modernos han sido localizados elementos que podrían indicar la práctica de actividades textiles en el yacimiento. El suelo 161 amortiza un estrato de matriz arenosa, suelta, de color marrón oscuro, con carbones, denominado UE.151-162. Este nivel arranca de la cota 11.40 msnm y alcanza los 11.27, reposando directamente sobre un nivel con cantos rodados, sin aparente distribución intencionada, que se denomina UE.163, y que quizás correspondiese a un retazo de suelo. Ambos estratos, por lo que se pudo evidenciar en el perfil resultante de la excavación de una zanja contemporánea colindante, forman parte del relleno de una fosa excavada en el substrato geológico. No se puede descartar que pueda relacionarse con el perímetro de una primera cabaña cuya base estaría ligeramente

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

excavada en el subsuelo, sistema constructivo documentado en otros yacimientos coetáneos. No obstante, la superficie conservada es tan reducida que no se puede proponer con garantías ninguna hipótesis que permita explicar la naturaleza de esta fosa y de su relleno. Lo que resulta evidente es que las UEs 151-162 y 163 corresponden a una fase previa a la construcción del ámbito delimitado por el M.015. En este sentido, y cara a precisar la secuencia diacrónica del yacimiento, resulta de gran interés el análisis del contenido de la UE.151-162, especialmente de los hallazgos cerámicos. Junto a éstos, se localizaron restos de interés antracológico y faunístico. Se trata de un grupo cerámico pequeño aunque de alto significado dentro de la fase I del yacimiento (NR 250, NMI 13) (fig. 112-114, lám. 29 y 31).

UE.151-162 NMI / % Torno 3 / 23,08 Mano 10 / 76,92

NR / % 156 / 64,4 94 / 37,6

En cuanto a la cerámica a torno de este estrato, se documentan distintos trozos de ánforas occidentales T-10121, con dos bordes. Además existen algunos fragmentos de cuerpos de ánforas de Grecia del Este y de producción cartaginesa. Los contenedores medianos registran la presencia de algunas jarras globulares o esferoides de cuello estrecho, así como fragmentos de jarras de cuello ancho. No se documenta, sin embargo, ningún tipo de vajilla a torno, ni tampoco cerámica de procesamiento o cocina. Las formas abiertas de cerámica a mano, entre el material identificable, se reducen a un cuenco del tipo AIIc, con pintura roja, el borde de una posible imitación de plato fenicio, con el mismo tratamiento y una gran bandeja. Las cerradas, mucho más numerosas, incluyen un individuo del tipo BVIa, dos del tipo BIIIa, y uno de cada uno de los tipos BIIIb, BVd y BVIIa. Existen, además, diversas bases sueltas. En cuanto a la componente vascular, en la UE.151-162 llaman la atención algunos datos. El primero, que los vasos cerrados frente a los abiertos, son preponderantes de un modo absoluto. El segundo, que el hecho anterior afecta, no sólo la cerámica a torno de importación, sino también la cerámica a mano. El tercero que, en el caso de la producción torneada, se trata exclusivamente de contenedores, mientras que la modelada registra un predominio absoluto de los recipientes de cocción. Incluso, y en cuarto lugar, puede afirmarse que los contendores a torno responden exclusivamente a vasos de formato mediano y grande, pero no pequeño. Por otro lado, es interesante la aparición, desde el primer momento, de elementos como ánforas griegas y ánforas cartaginesas, si bien en porcentajes muy bajos. En este sentido, si realmente esta unidad es representativa de un momento primitivo (léase estratificado) del asentamiento de Ceuta, los datos anteriores podrían poner de relieve una realidad importante, que los materiales importados, sobre

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todo los fenicios, en relación a lo observado en las secuencias siguientes, tenían un carácter totalmente selectivo. Otra interpretación podría entenderse en clave microespacial, relacionado en este caso con el origen de la unidad y que, teóricamente, sería privativo de procesamiento y almacenaje de productos, pero no de su consumo. En todo caso, como es obvio que este estrato se halla en la base de una secuencia estratigráfica mucho más amplia, aparece como más plausible la posibilidad que el carácter selectivo del ajuar cerámico sea debido a razones más bien de índole cronológica, que microespacial. Con respecto a los hallazgos faunísticos, además de restos de ictiofauna, destacan los de mamíferos terrestres ya que, junto a bóvidos, suidos y ovicápridos, se ha conservado un fragmento de ulna de oso de gran tamaño así como un trozo de costilla de elefante.

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

2. LOS ESPACIOS EXTERIORES 2.1. El espacio a (E.a) Se interpreta como calle o zona de paso. Se trata de un contexto que limita con el M.02-03 del A.I, hacia el O; hacia el E está delimitado por una serie de hoyos de poste, perdiéndose parte de su perímetro por la afección de una gran fosa correspondiente a la instalación de cableado eléctrico contemporáneo. Al N, queda roto por la estructura de época contemporánea UE.150. Al sur está también afectado por otras substrucciones, UE.006 y UE.020. Además de esto, es cortado por las fosas UE.035, UE.036, UE.043. La estratigrafía en consecuencia se encuentra muy fragmentada. Este área presenta orientación N-S, con una anchura máxima de 2.20 m, y un desarrollo lineal conservado de 11.44 m. La superficie total resultante de la suma de los retazos inconexos alcanza los 16.87 m2. La estratigrafía de este espacio es la siguiente: bajo los niveles de preparación del suelo contemporáneo de la plaza, se localizan otros de matriz arenosa y coloración marrón, con restos contemporáneos. El primer estrato correspondiente al periodo protohistórico documentado en este perímetro es UE.016, directamente bajo los anteriores. Su cota máxima se localiza a 11.70 msnm, y cubre la UE.014. Presenta matriz arcillosa, color anaranjado, compacto y es cortado hacia el E por el registro eléctrico denominado UE.007. Contiene cerámica y restos faunísticos (ictiofauna, suidos y bovinos). Esta unidad marca el momento más tardío estratificado conservado de la secuencia documentada en el yacimiento (final de la fase IIc), que es cronológicamente situable en torno al 600 aC. A nivel vascular, está formado por un número de ítems más bien pequeño (NR 129, NMI 12) (fig. 27-28, lám. 25, 31).

UE.016 Torno Mano

NMI / % 8 / 66,67 4 / 33,33

NR / % 98 / 75,97 31 / 24,03

En el grupo torneado, no cabe sino citar un borde de ánfora fenicio-occidental, así como dos fragmentos de asas y diversos de cuerpos de ánforas fenicias del extremo Occidente T-10121. Completando los contenedores medianos, aparecen diversos trozos de perfil de jarras de cuello ancho y estrecho. En este mismo grupo, por sus implicaciones cronológicas, destaca un borde de ánfora o jarra con un esquema decorativo similar a los del sector 3/4 del Cerro del Villar. Sin embargo, los platos están proporcionalmente muy bien representados, con cuatro individuos mínimo, dos de borde liso y otros dos de borde estriado. El resto

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de material con engobe rojo no permite precisar tipos concretos de cuencos debido a su fragmentación. En cuanto a cerámica gris, sólo se documenta un fragmento de cuenco convexo. La cerámica a mano, por lo que respecta a formas abiertas, se compone de un cuenco AIIa y otro AIIc. Entre los cerrados, destaca un fragmento de gran vaso BVg decorado con un friso de triángulos invertidos, rellenos también de incisiones, aparte de otros fragmentos de difícil clasificación. A la misma cota que UE.016, con escasos centímetros de potencia, y algo más al Norte, se localiza la UE.024. Se trata de un nivel de matriz arcillosa, color amarillento, que reposa sobre UE.014. En cuanto al componente cerámico, se trata de una unidad con un complejo vascular más bien reducido (NR 211, NMI 14) (fig. 35-36).

UE.024 Torno Mano

NMI / % 5 / 37,71 9 / 64,29

NR / % 172 / 81,52 39 / 18,48

El material a torno se compone de cinco bordes de ánforas T-10121 y otros fragmentos diversos de la misma clase. Por otra parte, existe un jarro de cuello nervado de una sola asa, fragmentos diversos de un corto número de jarras de cuello ancho y dos fragmentos de vasos cerrados con engobe rojo morfológicamente inclasificables. Se documenta también un pequeño fragmento de cuenco carenado. En cuanto a la cerámica a mano, como se ha dicho mejor representada por NMI, las formas abiertas, que son minoritarias, consisten en un cuenco AIIa y otro AVIb. Las cerradas incluyen una pieza BIIIa, con decoración de impresiones subovales, otra BVIIIa, otra BVg, otra BVIIa y dos BIIIb. Diversas bases son difíciles de atribuir a formas abiertas o cerradas. Bajo UE.016 y UE.024 se localiza la UE.014, el estrato más potente y con mayor cantidad de material arqueológico documentado en la excavación. Ocupa aproximadamente la mitad meridional del espacio descrito. Apoya contra el muro lateral de A.I (M.02-03) y es cortado por las fosas medievales UEs 031, 041 y 070. Estas intrusiones lo separan de la UE. 27, que se iguala a la UE.014. Cubre la UE.040, aunque ambos aparecen cortados a la misma cota por las remociones contemporáneas, lo que se puede interpretar en el sentido de que la UE.014 vino a colmatar una cuenca de deposición resultante de la destrucción o erosión parcial de la UE.040. Cubre a su vez la UE.051. El conjunto formado por la UE.014 y la UE.027 presenta una cota máxima de 11.67 msnm. Su matriz es arcillosa, compacta, de color amarillento, y contiene algunos mampuestos, carbones, restos de pequeños nódulos de adobes, restos de escorias cuyo examen no ha permitido concluir acerca de su carácter metálico o no, industria lítica tallada y pulimentada, así como abundantísimos restos faunísticos y cerámicos.

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

La UE.014, es, con diferencia, la unidad del yacimiento estudiado que contiene un mayor número de material vascular (NR 3.072, NMI 141) (fig. 14-26, lám. 25, 27, 28).

UE.014 Torno Mano

NMI / % 61 / 43,26 80 / 56,74

NR / % 2.463 / 80,18 609 / 19,82

Entre la cerámica a torno, las ánforas fenicio-occidentales están representadas por veintisiete individuos, todos T-10121, con diferentes variables de bordes, excepto dos de ellos, que corresponden más bien al T-10111. Algunos fragmentos muestran claros indicios de manipulación post-amortización. Por otra parte, se documenta también un asa de posible ánfora oriental, mientras que producciones cartaginesas de este género no cuentan, a lo sumo, sino con un ítem por fragmentos, cifra evidentemente irrisoria. Dos fragmentos de cuerpo con pintura rojiza metalizada corresponden probablemente a ánforas de la Grecia del Este (East Greek black painted amphora), tal vez, a un mismo individuo. Los contenedores medianos, como es característico, se agrupan, por una parte, en jarras de cuello estrecho, representadas aquí por diversos fragmentos correspondientes a partes distintas de los cuerpos, algunas decoradas con pintura bícroma y otras, aparentemente, sin este tratamiento, con la posibilidad que alguna fuera de una sola asa. Por otra, se hallan diversas jarras de cuello ancho y corto igualmente decoradas o no. En ambos casos, normalmente disponen de asas geminadas. Existen también contenedores pequeños, tanto de los denominados Oil bottle, como Dipper Jug, que la mayoría de las veces parecen ser importaciones orientales. La vajilla de mesa, por su parte, agrupa la mayoría de tipos existentes en los últimos decenios del siglo VII aC. En cuanto a piezas tratadas con engobe rojo, no menos de seis platos, por NMI, curiosamente todos de borde liso, cuatro cuencos carenados del tipo Rachgoun 11 / Toscanos VI1a y, al menos, dos del tipo Toscanos VI2 / Alarcón Ib. En este mismo grupo entran igualmente diversas copas escalonadas y, al menos, dos cuencos con moldura externa en el borde. Existen también diversos fragmentos de lucernas con engobe rojo. Por otra parte, la cerámica gris, en cantidad francamente pequeña, está representada por un cuenco carenado y una copa, aparte de otros fragmentos más difíciles de identificar. Asombra, y es difícil dar al hecho una explicación coherente, la ausencia absoluta en esta unidad tan exuberantemente representada, del mínimo fragmento que pueda atribuirse a un mortero-trípode. Del mismo modo, no existe ni un solo trozo de olla a torno. La cerámica a mano, que es predominante por NMI sobre el total vascular, en cuanto a formas abiertas, tiene la siguiente representación: diversos individuos de

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los tipos AIb, AIIa, AIIc (un individuo), AIIIa, AIVa, AVa, AVIb y AVIIIb y, en cuanto a formas cerradas, se documentan también individuos de los tipos BII, BVg, BIIIc, BVc, BIIIa, BIIIb y BIIIc. Además se registran otras piezas a mano, como un soporte bicónico, algún asa suelta, diversos fragmentos de lucernas, un discoide tallado sobre un fragmento de cuerpo de vaso cerrado, diversas bases de vasos tanto abiertos, como cerrados y una serie de fragmentos de vasos cerrados con muñones simples, apliques en forma de medias lunas enlazadas, impresiones, etc. A nivel vascular y con las extrañas ausencias señaladas, la UE.014 aparece como un gran vertedero residual de vasos, que ya habían sido eliminados del ambiente, en un tanto por ciento muy elevado de sus fragmentos. Por tanto, reúne clases y morfologías cerámicas aleatoriamente. Se trata de la unidad clave, junto con otras ciertamente no desdeñables, de la fase final (fase IIc) estratificada (y conservada) del yacimiento de Ceuta. Con respecto a la fauna, junto a restos diversos de ictiofauna y malacofauna, destacan los restos de mamíferos terrestres: bóvidos, suidos (algunos restos articulados), ovicápridos, cánidos, una falange y fragmento de epífisis de elefante, así como restos de un artiodáctilo indeterminado. Por otro lado, con respecto al contenido vascular de la vecina y coetánea UE.027, se trata de una unidad muy reducida, (NR 15, NMI 2) (fig. 37).

UE.027 Torno Mano

NMI / % 2 / 100 0 /0

NR / % 12 / 80 3 / 20

El grupo a torno se compone de diversos fragmentos de ánforas fenicio-occidentales, uno de ellos de asa. Por otro lado existe un fragmento de jarra inclasificable. En cuanto a vajilla, se registran dos cuencos con engobe rojo, uno de tipo un tanto peculiar por su arqueamiento (recuerda vagamente algunas modelos del Toscanos VI1c) y otro tipo Toscanos VI2, con borde redondeado. Finalmente, la cerámica a mano se reduce a tres simples fragmentos de perfil inclasificables. Bajo la UE.014 se localiza la UE.040. Se desarrolla en la mitad N de este espacio y también apoya, en parte, en M.02-03. Es cortada por la fosa de inhumación del periodo medieval, UE.031 y aparece rota por las substrucciones UE.035 y 046. Cubre las UE.073, UE.095 y UE.051. Su matriz es beige, con textura mixta, y presenta abundantes materiales arqueológicos, aunque con mucha menor densidad que la UE.014. En cuanto a su contenido, destacan los fragmentos cerámicos y los restos faunísticos. El conjunto vascular de esta unidad tiene un tamaño medio-pequeño. Pertenece a la fase IIc (NR 432, NMI 44) (fig. 57-58, lám. 30, 32).

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales



UE.040 Torno Mano

NMI / % 10 / 22,73 34 / 77,27

NR / % 176 / 40,74 256 / 59,26

Las ánforas fenicio-occidentales se hallan representadas por dos fragmentos de borde, atribuidos al T-10121, existiendo, evidentemente, otras partes de ánforas de este tipo. Los contenedores medianos se reducen a fragmentos de cuerpos o cuellos, representando pocas piezas, algunas de las cuales con la típica decoración pintada. La vajilla con engobe rojo cuenta con diferentes fragmentos de platos, entre ellos tres bordes lisos y, además, dos cuencos tipo Rachgoun 11 / Toscanos VI1a-b / Alarcón Ia y otros dos Rachgoun 9b / Huelva C.3b / Toscanos VI1c. No existe vajilla gris en esta unidad. Se documenta además un fragmento de lucerna con engobe rojo. La cerámica a mano, que por NMI es ampliamente preponderante, tiene las formas abiertas siguientes: AIa (un individuo), AIIa (dos individuos), AVIb (un individuo) y AVIIIa-b (un individuo). Entre las formas cerradas cabe citar un individuo BIIb y dos BIII, junto a bastantes fragmentos diminutos de bordes de difícil clasificación. Se localiza, además, un fragmento de cuerpo de un vaso cerrado con decoración geométrica incisa ancha, que recuerda una letra. Existen, aparte de lo dicho, diversas bases a mano. La muestra de fauna es bastante completa, estando representados bóvidos, suidos, ovicápridos, moluscos y peces. Se observa la presencia de restos en conexión anatómica, lo que se interpreta como que corresponden a contextos de deposición primarios y que fueron colmatados con cierta rapidez. En este nivel aparecen también escasos nódulos de escorias, sin que tras su examen pueda afirmarse su origen, así como nódulos de ocre. Bajo la UE.040 aparecen unas finas manchas irregulares, consistentes en concentraciones de carbones (UE.073) que apoyan sobre retazos de barro anaranjado, con indicios de rubefacción (UE.094), junto a otras finas manchas (2-3 cm de grosor) de esquistos disgregados (UE.095). Las UE.073 y UE.094, se han interpretado, con reservas, como restos de pequeñas hogueras practicadas en este espacio exterior, sobre la interfacies del estrato al que cubren, UE.051. Esta propuesta se vería reforzada por el hallazgo en la UE.073 de un fragmento distal de radio de bóvido adulto que se encontraba calcinado. La UE.051 es un estrato que se localiza en toda la superficie de este espacio. Está cubierto por las UE.073, UE.094, UE.095, UE.014 y UE.040, y cubre las UE.055 y UE.114, igualándose a la UE.123. Se forma contra los mampuestos que definen el lateral del oriental del A.I. Su cota máxima es de 11.50 msnm. A este nivel se depositó un enterramiento cuya fosa (UE.031) atravesaba toda la secuencia precedente, y su contexto corresponde al periodo medieval islámico del lugar. La matriz de la UE.051 es arenosa, suelta, con tonalidad marrón parduzco, y abundante contenido en cantos de playa, entre los que aparece numerosa cerá-

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mica, asas de ánfora reutilizadas como pesas, fauna, fragmentos de adobes, una mano de molino parcialmente conservada y un machacador en piedra pulimentada. A nivel vascular, esta unidad tiene un número alto y muy significativo de componentes. Se enmarca en la fase IIb (NR 1539, NMI 103) (fig. 61-73, lám. 25, 26, 29, 32).

UE.051 Torno Mano

NMI / % 37 / 35,92 66 / 64,08

NR / % 950 / 61,73 589 / 38,27

Por lo que respecta a tipos concretos, empezando por la cerámica a torno, en la categoría ánforas de transporte, se registran tipos claramente antiguos, de hecho sensiblemente anteriores al momento cronológico que se atribuye la formación del estrato, que pueden ser elementos de orden residual. Sin embargo, la presencia de una serie de individuos, concretamente asas y bordes, con marcas de manipulación a posteriori indica tal vez, y en algunos casos, la reutilización con otros fines de vasos ya amortizados mucho antes. Destaca, en el marco de un dominio abrumador de los envases fenicios extremooccidentales, la presencia de una East Greek black painted amphora, quemada por acción de un fuego posterior a su fabricación. En contrapartida, no se registran ánforas fenicias centro-mediterráneas, ni de otra procedencia. En cuanto a contenedores de tamaño medio y pequeño documentados, los de formato mediano están dominados, en primer lugar, por jarras de cuello estrecho, de las cuales existen algunos individuos a nivel físico mínimamente representativos y por tanto también a nivel morfológico, con cuerpos claramente esferoides, en algunos casos, aparentemente sin decoración pintada, a diferencia de otras piezas que sí tienen decoración. En segundo lugar, aunque en número menor, existen también jarras de cuello ancho y corto, tradicionalmente llamadas pithoi. Existen también piezas excepcionales como un vaso cerrado con aplique horizontal y perforación vertical. Finalmente, cabe resaltar que en esta unidad se registran los únicos dos fragmentos de jarros de boca de seta con engobe rojo. Completan el lote de contenedores a torno diversos fragmentos de pequeños vasos para perfumes de las clases Dipper jug y Oil bottle. Por lo que atañe la vajilla de mesa, puede decirse que se halla representada por un amplio elenco de componentes y variedades, en general con tratamiento de engobe rojo. Por una parte, se documentan diversos platos. Al menos dos de ellos presentan el borde estriado. Los de borde liso están representados por un número mínimo de tres individuos. Dos de ellos, con su perfil aproximadamente completo, responden a tipos clásicos de bien entrado el siglo VII aC. También, en este mismo sentido, cabe resaltar la presencia de cuencos carenados de borde no engrosado y arqueado, con diversas variantes, principalmente del

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

tipo Rachgoun 9b / Huelva C.3b / Toscanos VI1c. Igualmente se documentan algunas piezas de borde triangular exvasado tipo Toscanos VI2 / Alarcón Ib e, incluso, otras variedades más inusuales. Significativa también es la presencia de copas, de las cuales, por un lado, existe un modelo escalonado, que se repite en otros estratos, a partir, cronológicamente de la UE.135 (fase IIa). Por otro, un tipo particular de copa de perfil en S casi perfecto, que sin duda obedece a inspiraciones griegas, que como se dice en el capítulo oportuno, no son fáciles de determinar. Por otra parte, la cerámica de procesamiento o cocina se halla reducida a un trípode de borde triangular. Completan el elenco de cerámica a torno otras piezas, como un soporte cónico con engobe rojo, así como un fragmento de tymiaterion. Sin embargo, parecen significativas algunas ausencias en el complejo vascular de 051 y una de las más obvias es la falta absoluta de cuencos grises de cualquier tipo. En cuanto al complejo vascular a mano, cabe indicar, de entrada, que se halla muy bien representado superando, con mucho, el elenco a torno. Entre formas abiertas cabe citar, no menos de cuatro individuos del tipo AIIb, mientras que se registran uno o más de los tipos AIIa, AVIa, AVIb, AVa AVIIIa y AVIIIb. Cabe añadir a ellos una forma abierta, con carena suave o inflexión de curva y muñón perforado horizontalmente. Entre las cerradas existen diversos individuos de los tipos BII, BIIIg, BVb, BVc, BVg, BVd, BVIIa y BVIIIb. Además, se registran una serie de fragmentos de vasos cerrados con decoraciones incisas geométricas y curvilíneas, impresas, etc., junto con una serie de bases sueltas, en unos casos claramente de formas abiertas y en otras cerradas, o simplemente imposibles de clasificar. Puede también ser significativo el hecho que las incisiones formando motivos geométricos y curvilíneos, más complejos, aparecen en el yacimiento de Ceuta a partir de la fase IIb, que tiene en este estrato uno de sus máximos exponentes. Por todo ello, puede afirmarse que esta unidad no presenta en cuanto a su complejo vascular detalles especialmente selectivos, sino que reúne de un modo aleatorio vasos de distintas categorías y funcionalidades. En cuanto a la cronología de la UE.051, puede afirmarse que el complejo vascular que contiene, como se ha dicho suficientemente representativo, es claramente atribuible a la segunda mitad del siglo VII aC. A favor de ello van, entre otros, detalles como el estadio concreto de evolución que presentan los platos de este estrato. Otras precisiones vienen dadas por la propia secuencia estratigráfica en el cual se enmarca y donde, la existencia de al menos tres estratos por encima, con cronologías que se han situado en el último cuarto y finales de la centuria, aconseja y justifica una fecha de c. 650-630 para la UE.051. En la fauna de la UE.051 están representados de nuevo los mamíferos terrestres más frecuentes en el yacimiento: bóvidos, suidos y ovicápridos, junto a restos de ictiofauna. En este estrato, al igual que otros de esta área, como la UE.014 y la UE.114, ha sido posible realizar el remonte de metáfisis y epífisis de algunos indivi-

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duos, lo que vuelve a plantear la evidencia de que se trata de depósitos primarios y con formación relativamente rápida. Este estrato es el único en el que se documenta industria ósea, consistente en un punzón toscamente trabajado. En este nivel se localiza además un conjunto de más de una decena de fragmentos de escorias, sin que pueda determinarse nuevamente su origen concreto, la máxima concentración detectada en ningún estrato del asentamiento, así como restos de un posible anzuelo y una aguja de bronce. La UE.055 es un estrato situado debajo de la UE.051, y que apoya en la UE.114. Presenta dimensiones reducidas y su matriz es arenosa, de color marrón parduzco, muy parecida a la que caracteriza la UE.051, pero algo más suelta que ésta. Se localiza en el extremo meridional de este sector, roto por el registro eléctrico UE.007. Su cota máxima es de 11.47 msnm, y la mínima de 11.44, techo de la UE.114. Contiene algo de fauna, cerámica y una mano de molino. Las especies documentadas son suidos y ovicápridos, junto a malacofauna. En cuanto a la cerámica, se trata de un conjunto, vascularmente hablando, cuantitativamente pequeño, de la fase IIb (NR 76, NMI 6) (fig. 74). UE.055 NMI / % NR / % Torno 4/66,67 63/82,89 Mano 2/33,33 13/17,11 Las ánforas fenicio-occidentales están representadas por un borde T-10121 así como por diversos fragmentos de partes distintas de cuerpos. Existe además un fragmento de cuerpo de ánfora ovoide cartaginesa. Los contenedores medianos incluyen un borde de jarra de cuello ancho y otro de jarra de cuello estrecho, aparte de fragmentos diversos, algunos con decoración bícroma. En cuanto a vajilla, pueden citarse dos fragmentos de bordes de copas y/o cuencos, de tipología un tanto peculiar. La cerámica a mano es también escasa. En cuanto a formas abiertas no se documentan fragmentos de bordes y, por lo que afecta a las cerradas, un único ítem pertenece al tipo BVg. Aparte de ello, otros fragmentos de cuerpo, entre los cuales uno con decoración incisa ancha, de carácter geométrico y un discoide tallado a posteriori. La UE.143 es un estrato cubierto por la UE.051, resultante del relleno de una estrecha fosa, que se desarrolla en paralelo al M.02-03, con una anchura máxima de 15 cm, y corta la UE.114. Presenta relleno con matriz arenosa, color marrón parduzco, y en los límites de la fosa, concentra restos de adobes de color anaranjado que podrían corresponder a una construcción subyacente. Su cota más alta se localiza a los 11.45 msnm, y se interpreta como la fosa de cimentación realizada para la construcción del paramento exterior oriental que delimita el A.I.

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

Bajo las UE.051 y UE.055, cortado por la UE.143, se localiza la UE.114, estrato que se extiende por toda la superficie de la calle. Cubre la UE.116 y es afectado a su vez por las fosas contemporáneas presentes en este espacio, que cortaban a su vez la UE.051. Se iguala con la UE.125, retazo del mismo nivel, del que estaría separado por la fosa contemporánea UE.033. Se caracteriza por presentar matriz arenosa con abundante grava, predominantemente fina. Entre la grava aparecen algunos restos de fauna y cerámicas, en muchos casos con indicios acusados de rodamiento y bastante fragmentadas, así como dos machacadores realizados en piedra pulimentada. Su cota más alta se localiza a 11.44 msnm, coincidente con la cota del E.b (UE.136), que consiste en una regularización del sustrato geológico. En cuanto a la cerámica, contiene un conjunto vascular pequeño, de la fase IIa (NR 290, NMI 15) (fig. 85-88).

UE.114 Torno Mano

NMI / % 6 / 40 9 / 60

NR / % 243 / 83,79 47 / 16,21

Como es típico, por NR, dominan las ánforas industriales, de producción fenicio-occidental, excepto un ítem probablemente de Cartago. Los bordes aseguran la presencia mínima de tres ánforas occidentales. Por lo que se refiere a contenedores, también de procedencia fenicia del extremo Occidente, pueden citarse los bordes de un pithos y otro, con parte del cuello, de una jarra globular de una o dos asas. Uno de los fragmentos de cuerpo corresponde a un pithos con amplias franjas de pintura roja, enmarcadas por líneas negras, sobre un fondo blanco, idéntico a otros fragmentos de la UE.151-162. Aunque con dudas, se señala también un posible fragmento de cuerpo de Dipper jug. La vajilla está representada por fragmentos al menos de tres o cuatro copas; entre las identificables, una de borde con escalón en la base del borde, con engobe rojo y, la otra, de perfil en S, así como dos bases de cuencos de cerámica común no decorados. En cuanto a la cerámica a mano, entre las formas abiertas cabe citar cuatro bordes atribuidos al tipo AIb, otro al tipo AIa y otro más al AIIc. Las cerradas integran dos ítems del tipo BVg. Aparte, existen diversos fragmentos de cuerpos, algunos de los cuales llevan decoraciones incisas e impresas. El contenido faunístico de este estrato es rico: con respecto a los mamíferos terrestres, están representados los bóvidos, suidos, ovicápridos, posiblemente los equinos, así como un ungulado africano de talla media, además de moluscos y peces. Formando parte del límite NE de la UE.114, se ubicaron varias fosas que sirvieron de anclaje a una serie de pilares calzados con tres mampuestos, dispuestos en sentido vertical. Aparecen colmatados por la UE.051 y la propia UE.114, donde se

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excavan, y a su misma cota. Se denominaron UE.144, UE.145 y UE.146. Presentan un diámetro de unos 12 cm de media, y una equidistancia aproximada entre ellos de 1.34 m. La distancia a M.12, al cual son paralelos (y que hacen sospechar pudiesen servir de apoyo a la cubierta que debieron sostener), es de 1.94 m. De uno de ellos, UE.145, sólo se conserva su huella en el terreno geológico, bajo una intrusión contemporánea (UE.036), pero a una profundidad que indica que estos apoyos estuvieron clavados en el suelo al menos una profundidad de 30 cm. Bajo la UE.114 se localiza otro nivel con matriz parecida, denominado UE.116. Aparece a una cota de 11.37 msnm, y presenta 3 cm de potencia. Se diferencia de la UE.114 por el grado de compacidad, ya que es considerablemente más dura. Se localizó un fragmento de resorte de una fíbula de bronce, pieza única de estas características localizada en la excavación. En cuanto a la cerámica, se trata de un conjunto vascular pequeño, atribuido a la fase I (NR 267, NMI 14) (fig. 92-94, lám. 28).

UE.116 Torno Mano

NMI / % 10 / 71,43 4 / 28,57

NR / % 245 / 91,76 22 / 8,24

Las ánforas fenicio-occidentales, a pesar de ser, cuantitativamente hablando y por fragmentos, preponderantes, no es así por individuos tratándose únicamente de tres ítems. Uno de los fragmentos de cuerpo corresponde a un ánfora del grupo Cartago. Los contenedores medianos, todos occidentales, se componen, tanto de jarras de cuello ancho y corto, como de cuello largo y estrecho, las primeras dominando el panorama por individuos, con tres ítems. En cuanto a vajilla, destacan, por una parte, al menos dos cuencos convexos, en cerámica gris, tipo Rachgoun 10 / Toscanos VII2 / Alarcón IIb, junto con un cuenco carenado, probablemente del tipo Huelva C.3c, con engobe rojo y el fondo de una posible copa de cerámica común. Es relevante la aparición, por primera vez cronológicamente hablando en este yacimiento y en un contexto estratificado, de un mortero-trípode del tipo de borde triangular, pero como se dice en el apartado específico de estudio cerámico, sin duda de morfología antigua. En cuanto a la cerámica a mano, esta porcentualmente se halla por debajo de la cerámica a torno. Pueden citarse formas abiertas, como AIIa y AIIIa y un borde de olla BIIIb. Aparte de esto, se documentan también algunos fragmentos con muñones y apliques en forma de media luna y alguna base. En el extremo septentrional de este espacio exterior, roto por las UE.036 y UE.150 se localiza la UE.125, estrato que se iguala a la UE.116, con el cual no llega a tener conexión física, como consecuencia de las afecciones comentadas. Presenta matriz de grava gruesa, con algo de fauna (restos de bóvido y suido) y

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

cerámica. Este estrato aparece bajo la UE.123, que es el nivel que se localiza bajo superficie, que podría hacerse equivaler con UE.114. En la UE. 125 se localiza un grupo vascular de pequeño tamaño, integrado en la fase I (NR 3, NMI 4) (fig. 102).

UE.125 Torno Mano

NMI / % 4 / 100 0 / 0

NR / % 72 / 98,63 1 / 1,37

En cuanto al material a torno, es incuestionablemente significativo el hecho que todas las piezas son exclusivamente contenedores: por una parte, una serie de ánforas fenicio-occidentales T-10121, con dos bordes de este tipo, aparte de fragmentos de asas, carenas y cuerpos. Por otra, jarras, tanto de cuello estrecho, como cuello largo y en general con pintura bícroma, también en corto número. La única pieza, entre la cerámica a mano, con forma definida, es una base de un recipiente cerrado culinario, pero difícilmente atribuible a un tipo concreto. No sólo la posición estratigráfica relativa, de carácter basal, de esta unidad, sino también la tipología y, tanto o más su composición vascular, antes explicada, invitan claramente a atribuirlo a la fase antigua del yacimiento (fase I) y a proponer una cronología de primer tercio del siglo VII aC. Las UE.116 y UE.125 se interpretan como zona de paso o calle, sobre la que se fueron realizando consecutivamente aportes de basura, que volvía a ir estratificándose como consecuencia del uso continuado que tuvo este espacio articulador de este sector del yacimiento a lo largo del periodo protohistórico. La excavación de algunas de las fosas que rompían los estratos de la calle evidenciaba la existencia de estratigrafía bajo la misma. Es por ello que se planteó la excavación parcial de este sector, para acceder a estos niveles precedentes. Se realizó una cata (Cata II) en su extremo más meridional, concretamente en el perímetro del registro eléctrico. En este sondeo, bajo UE.116 se alcanzó un nuevo estrato, denominado UE.119. Se trata de un nivel de unos 7 cm de potencia, que se desarrolla entre los 11.34 y los 11.27 msnm. La UE.119 presenta matriz arenosa, suelta, con tonalidad marrón oscuro. Contiene restos faunísticos y cerámicos. Entre los primeros se constatan restos de bóvidos, suidos y ovicápridos. Un pequeño trozo de varilla de bronce pudo corresponder a un anzuelo. A nivel de hallazgos vasculares, es un grupo muy reducido, que pertenece a la fase I (NR 122, NMI 3) (fig. 95-96, lám. 32).

UE.119 Torno Mano

NMI / % 2 / 66,67 1 / 33,33

NR / % 96 / 78,69 26 / 21,31

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Las ánforas, todas ellas fenicio-occidentales, a nivel de individuos están representadas por un sólo ítem, concretamente un borde T-10111. Existen en el repertorio de contenedores medianos, también diversos fragmentos de vasos cerrados, algunos claramente de jarras de cuello estrecho y, al menos en un caso, atribuible a una de cuello corto, existiendo fragmentos con decoración de franjas de pintura roja. Por lo que afecta a vajilla, se documentan dos fragmentos de perfil de cuencos con engobe rojo, tipo indeterminable, además de la presencia de una copa no decorada, con perfil en S, aparte de otros fragmentos más indefinidos también de copas. La cerámica a mano, en cuanto a individuos, se reduce a un borde de gran cuenco tipo AIIa. Existen, además, trozos de cuerpos, algunos de los cuales decorados con impresiones ovales, pertenecientes a vasos cerrados. Se interpreta como un nivel de regularización o aporte destinado a la construcción del primer horizonte de calle. La UE.119 cubre unas manchas arcillosas, de tonalidad amarillenta, que deben corresponder a un mismo estrato, muy deteriorado, denominadas UE.185 y UE.187, de unos 3 cm de grosor (cota de techo 11.27 msnm y cota de base 11.23 msnm), que no contienen material arqueológico. Bajo las UE.185-187 se localiza la UE.186, a partir de una cota de 11.23 msnm, que apoya en el substrato geológico, a una cota de 11.17 msnm. Se trata de un estrato de matriz arcillosa y color marrón oscuro. Conserva restos faunísticos, destacando unas vértebras lumbares (en conexión anatómica) y de cráneo de un ejemplar de ovis de gran tamaño, junto a fragmentos cerámicos. Este estrato supone la base de la secuencia estratigráfica en el ámbito de la calle. Globalmente, el conjunto vascular de esta unidad atribuida a la fase I, es más bien pequeño (NR 110, NMI 10) (fig. 117-118).

UE.186 Torno Mano

NMI / % 5 / 55,56 4 / 44,44

NR / % 78 / 70,91 32 / 29,09

La cerámica a torno, como es habitual, está dominada por fragmentos de ánforas de transporte, proporción que, como se ha visto, se modifica substancialmente en el recuento por individuos. Se trata exclusivamente de piezas de fabricación fenicia extremo occidental. Aparte de fragmentos de diversas partes de los cuerpos, se documentan dos bordes T-10121. En cuanto a los contenedores medianos, cabe destacar la presencia de jarras de cuello ancho y corto, pintadas en los fragmentos estudiados, así como de un vaso cerrado de difícil clasificación. Por otra parte, en la vajilla de mesa, cabe destacar la aparición de un cuenco carenado con engobe rojo. En este sentido, y a pesar de faltarle su extremo, una única pieza parece de tipo Toscanos VI1b / Alarcón Ia. Otra novedad, es la apa-

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

rición de una copa a torno que, de hecho, se halla reducida a un tramo medio de su perfil, que es carenado y se halla cubierta con una especie de engobe fino y blanquecino. En el recuento por individuos, dos cuencos convexos de cerámica gris, de borde engrosado (tipo Rachgoun 10 / Toscanos VII2 / Alarcón IIb), dominan el panorama de la vajilla de mesa. Para la cerámica a mano, aparte de trozos inclasificables, se registra una pequeña bandeja, una forma abierta tipo AVb, probable pieza tartésica, una olla BIa y otra BVd. Existen además algunas bases sueltas. Tanto por el hecho de hallarse en la base de una secuencia estratigráfica amplia, con no pocos hitos intermedios de datación, como a partir del análisis de las tipologías, tanto a torno, como a mano existentes, esta unidad se sitúa claramente en la fase I.

2.2. El espacio b (E.b) Es un contexto perimetral al espacio interpretado como calle. Se ha documentado un sector con tendencia triangular estando delimitados los restos conservados por una serie de substrucciones de época contemporánea: al E, la propia cimentación de la Catedral (UE.173) y, al S, una fosa previsiblemente realizada para cumplir funciones de alcorque. Los límites correspondientes al periodo protohistórico vienen supuestos por el M.12, que discurre en sentido NE-SW, y una línea resultante de la unión de los hoyos de poste que suponen el límite con la calle (E.a). La estratigrafía correspondiente a este sector arranca con los estratos UEs 32, 29, 39 y 120-121, localizados directamente bajo la cama de preparación de la solería contemporánea. Por la naturaleza de los depósitos, parece presentar también una génesis basada en el depósito o aporte de desechos semejantes a los documentados en los niveles del ámbito de la calle (especialmente con las UE.014 y UE.040, de las que son coetáneas) y con las que colindan. La UE.032 corta la UE.120-121 y cubre la UE.038, interfacies bajo la que se localiza la UE.034. Es igual a las UE.29 y UE.039, de las que se separa por una intrusión contemporánea. Se localizan a partir de una altura de 11.67 msnm. Se trata de estratos con un nivel de matriz arcillosa, color beige, que contienen algunos mampuestos así como restos cerámicos, faunísticos y de un posible martillo, confeccionado sobre una roca dura local. El grupo vascular de esta unidad, sin ser de los mayores, es bastante representativo de la fase IIc, donde se integra (NR 763, NMI 54) (fig. 38-44, lám. 27, 28, 31).

UE.032 Torno Mano

NMI / % 34 / 77,27 20 / 22,73

NR / % 689 / 90.30 74 / 9,7

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Las ánforas occidentales T-10121 están representadas por once individuos diferentes, mostrando variabilidad de bordes, siempre dentro del tipo citado, aparte de muchos otros fragmentos de partes distintas de cuerpos, asas, etc. Al menos un fragmento de borde y un asa muestran claros indicios de manipulación y recorte. Los contenedores medianos están representados por tres individuos, que corresponden a jarras de cuello estrecho y otros tres a jarras de cuello ancho y corto, aparte de distintos fragmentos de cuerpos, que en algunos casos tienen la típica decoración pintada monocroma o bícroma. Existen también algunos pequeños trozos de otros vasos cerrados, difíciles de clasificar, con pintura en algunos casos y engobe rojo en otros. En cuanto a vajilla, la decorada con engobe rojo incluye al menos cinco platos de borde liso y otro de borde estriado, aparte de otros fragmentos, cinco trozos de borde de cuencos del tipo Rachgoun 9b / Huelva C.3b, tres del tipo Toscanos VI2 / Alarcón Ib y uno del tipo Toscanos VI1 / Alarcón Ia. Existen también al menos tres copas, una de ellas de gran formato con escalón en el borde. Por otra parte, dos bases de cuencos grises, no resultan adscribibles a ningún tipo concreto, aunque por la cronología de la unidad, lo más probable es que se trate de formas carenadas. Por lo que se refiere a cerámica de cocina y procesamiento, se registran en esta unidad dos morteros-trípode de borde triangular, así como dos fragmentos de ollas a torno, tratándose de los poquísimos especímenes de este género documentados en el yacimiento. Cabe añadir una especie de anillo-soporte de tipología particular fabricado en pasta gris. La cerámica a mano cuenta con un conjunto de formas abiertas, donde, entre otras de más difícil atribución, cabe citar tres individuos AIIIa, uno AVIa, uno AVIIa y dos AIIa. En las cerradas, existen al menos dos piezas BVg, otras dos BIa, una BVf, una BVc, una BIIIb y otra BIIIa. Puede citarse, además, una pieza ansada, de tipo no clasificado y diversas bases sueltas, así como fragmentos de cuerpos, algunos de ellos decorados con impresiones ovales. Por tanto, esta unidad, que se integra en la fase IIc, muestra un notable equilibrio entre clases y formas cerámicas, tanto a torno como a mano. Con respecto a la presencia de restos faunísticos, están bien representados los mamíferos terrestres, con presencia de huesos de bóvidos, suidos, ovicápridos y equinos, así como un posible ungulado africano indeterminado y un elefante. Junto a ellos, se documenta malacofauna e ictiofauna. En estos estratos aparece un nódulo de escoria sin que pueda determinarse su génesis. La UE.39, estrato que se iguala a la UE.32, es una unidad pequeña, desde el punto de vista del registro cerámico, que pertenece a su vez a la fase IIc (NR 292, NMI 23) (fig. 53-56).

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UE.039 Torno Mano

NMI / % 18 / 78,26 5 / 21,74

NR / % 263 / 90,07 29 / 9,93

La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

Integran el complejo vascular torneado nueve bordes de ánforas fenicio-occidentales, de los cuales, al menos dos de ellos corresponden al T-10111 y el resto al T-10121. Una de las piezas se halla recortada y sobre un fragmento de las diversas asas de este tipo halladas existe una incisión. En cuanto a vasos cerrados medianos, se documentan bordes de tres jarras distintas de cuello ancho, aparte de otros fragmentos de cuerpos, muchas veces decorados, que pueden corresponder, tanto a este tipo, como al de cuello estrecho. Existen también otros fragmentos de cuerpos de vasos cerrados en unos pocos casos con engobe rojo exterior, difíciles de clasificar por su pequeñez. La vajilla cuenta con unos pocos fragmentos de platos, aunque ningún borde, todos ellos con engobe rojo. Una copa con borde escalonado, dos fragmentos de bordes de cuencos con engobe rojo tipo Rachgoun 9b / Huelva C.3b / Toscanos VI1c. Se documenta, además, la base de un cuenco gris, seguramente de tipo carenado. Cierran el repertorio a torno tres fragmentos de bordes de morteros-trípode distintos. Formas abiertas a mano, en esta unidad, son dos cuencos AIIIa y dos AIIa, y cerradas, una olla BVb, existen además otros fragmentos de cuerpo con impresiones subovales y un muñón aplanado a todo lo cual se une un fragmento de soporte a mano. La secuencia continúa con la UE.034, que se localiza 10 cm por debajo la UE.032. Su matriz es arenosa, de color marrón parduzco, con restos de carbones y cerámica. Su potencia es de unos 8 cm, y cubre el relleno de una fosa, denominada UE.159. Este estrato contiene un conjunto vascular mediano-pequeño (NR 395, NMI 47), que, por su posición y por su composición, se atribuye a la fase IIc (fig. 45-52, lám. 28, 30).

UE.034 Torno Mano

NMI / % 31 / 65,95 16 / 34,04

NR / % 325 / 82,28 70 / 17,72

El repertorio a torno se compone de ocho bordes de ánforas T-10121, de morfología variada, en algunos casos bastante tardía. Dos de las diversas asas de ánforas documentadas y dos fondos de este tipo muestran indicios de recorte artificial, además, y como es lógico, se registran numerosos fragmentos de cuerpos de estos recipientes. Los contenedores medianos se componen sobre todo de trozos de cuerpos, en muchos casos con decoración pintada bícroma o monocroma. Existe un solo fragmento de borde de una jarra de cuello ancho. Se documenta también la parte superior de una Oil bottle de importación oriental y otros fragmentos de cuerpos de vasos cerrados, algunos de ellos con engobe rojo. La vajilla cuenta con seis bordes de platos con engobe rojo, tres simples y otros tres estriados. Además, también con engobe rojo, se documentan cinco cuencos

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tipo Rachgoun 9b / Huelva C.3b / Toscanos VI1c y otros tres tipo Toscanos VI2 / Alarcón Ib. Las copas cuentan también con algunos pequeños fragmentos, dejando de lado piezas un tanto peculiares, como un gran cuenco convexo de borde con escalón externo. No se documenta en esta unidad ninguna pieza de cerámica gris, a excepción de un fragmento de vaso cerrado esferoide. Finalmente, se registra un fragmento de mortero-trípode de borde triangular. Las formas abiertas de cerámica a mano incluyen dos individuos tipo AIIa, otros dos AVIIa, AVIIIa y otro AVIa. Por su parte, las cerradas se componen de una pieza BIIIc, otra BVIIa y otra BIIIb, aparte de unos pocos fragmentos de clasificación imposible y cuatro bases. La fauna localizada en este estrato es relativamente abundante, con restos de suidos y ovicápridos y restos de un posible ungulado africano indeterminado. Junto a ellos, aparecen restos de moluscos y peces. La UE.159 se sitúa directamente por debajo de la UE.34, con una potencia de unos 0,30 m. Es el relleno de una fosa practicada en el terreno geológico, presenta coloración marrón parduzca, matriz arenosa, suelta, con carbones. Se trata de una unidad con muy escasos ítems vasculares, que pertenece a la fase I (NR 27, NMI 2) (fig. 115). UE.159 NMI / % NR / % Torno 2/100 23/85,19 Mano 0/ 0 4/14,81 En todo caso, puede indicarse que la cerámica torneada se compone de algunas ánforas fenicio-occidentales, entre las cuales hay un borde de T-10111. Son significativos, además, otros contenedores medianos, concretamente un borde de jarra de cuello ancho y otros fragmentos con decoración bícroma, atribuibles también a esta forma, o a jarras de cuello largo. Completa este exiguo repertorio una base de cuenco gris, sin duda del tipo de borde entrante y engrosado (Alarcón IIb / Toscanos VII2) y un fragmento de cuerpo de cuenco fenicio, de tipo indeterminable, con engobe rojo. La cerámica a mano se reduce a cuatro fragmentos imposibles de atribuir a tipos precisos. Con pocas dudas, esta unidad pertenece a la fase antigua del yacimiento (fase I), no sólo por su posición estratigráfica, directamente sobre el terreno geológico, sino también por la composición típica del complejo vascular y sus notables ausencias en cuanto a formas que se introducen a partir de fases posteriores. En este nivel se han documentado restos de osamentas de bóvidos, suidos y posiblemente un equino, así como peces y moluscos. La UE.120-121 se localiza bajo la superficie, amortiza el M.12 y el suelo que se le asocia, una interfacies denominada UE.136. Es parcialmente cubierta por la

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

UE.32. Arranca desde los 11.80 msnm, y su cota mínima es de 11.46 msnm, la correspondiente al suelo UE.136, al que cubre. En sus cotas más altas, la matriz es arcillosa, de color anaranjado-rojizo y apenas presenta material arqueológico, para pasar a contener un buen número de inclusiones a partir de los 11.67 msnm. Consisten en abundantes cantos rodados, con dimensiones entre 10-20 cm de ancho máximo, que alternan con fragmentos faunísticos y cerámicos, algunos de ellos en buen estado de conservación. Se trata de un conjunto vascular mediano, que se integra en la fase IIc (NR 476, NMI 42) (fig. 97-101, lám. 27, 31).

UE.120-121 NMI / % Torno 14 / 33,33 Mano 28 / 66,67

NR / % 370 / 77,73 106 / 22,27

Registra un porcentaje anómalamente alto de ánforas, por individuos, aunque puede tratarse del acopio y reutilización de vasos ya amortizados y, en algunos casos, incluso más antiguos, como parece desprenderse de la tipología de algunos bordes y los indicios de manipulación artificial de los fragmentos. Se trata de piezas de producción fenicia extremo-occidental a los cuales cabe añadir cuatro fragmentos de cuerpos de ánforas de producción cartaginesa. Los contenedores medianos, por su parte, tienen una cierta representatividad contados por fragmentos, aunque mucho menos por individuos, con un solo ítem, que corresponde a un jarro de cuello cilindro-cónico de una sola asa. Todos ellos parecen de producción occidental. La vajilla de mesa se halla pobremente representada en esta unidad, puesto que a cinco fragmentos de perfiles de piezas con engobe rojo, que responden a un número inconcreto de individuos reales, de imposible adscripción tipológica precisa, más otro de posible plato, se une un fragmento de borde de cuenco gris. En cuanto a cerámica de procesamiento, destaca solamente la presencia de dos morteros-trípode con el perfil completo. Cierra el repertorio a torno un fragmento de lucerna de engobe rojo. La cerámica a mano domina el panorama vascular de esta unidad, doblando por individuos a la cerámica a torno e, incluso por fragmentos, manteniéndose ampliamente por encima. En esta categoría y diferencia, por ejemplo de la UE.110113, dominan los vasos abiertos tipo cuenco. En cuanto a formas abiertas, se documentan, al menos, seis individuos del tipo AIIa, uno AVIa, uno AVIb, uno AVIIIb y uno más AIc. Para las cerradas, dos individuos tipo BIIIb, uno BVc y otro BIIId, aparte de fragmentos diversos, inclasificables, de cuerpos, uno de ellos con un muñón alargado. Por lo que se refiere a la cronología, esta unidad aparece directamente sobre la UE.135, sin embargo, la escasa cerámica a torno (aparición de lucerna, cuenco

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gris de tipología tardía, e igualmente, trípode de morfología claramente evolucionada) invitan claramente a ubicar esta unidad en la fase IIc. La interfacies UE.136 no presenta material arqueológico. Se trata del suelo asociado al exterior del M.12. Con apenas 2 cm de potencia, su matriz es arcillosa, beige, que tiende a una tonalidad anaranjada en el perímetro del muro. Es cortado por la fosa UE.135. Este último estrato se desarrolla a partir de una altura máxima de 11.44 msnm, y se caracteriza por ser el relleno de una substrucción con tendencia ligeramente ovoide, con más de 1 m de desarrollo longitudinal máximo. La potencia conservada no alcanza los 20 cm, y se realiza en las arenas amarillentas que conforman el sustrato geológico en este punto. La matriz de la UE.135 es arenosa, marrón parduzca, con cantos rodados frecuentes, fauna y una importante presencia de restos cerámicos, en buen estado de conservación. Con respecto a las cerámicas, indicar que se trata de un conjunto vascular de tamaño medio, pero muy significativo, al ser el máximo exponente de la fase IIa (NR 550, NMI 45) (fig. 103-111, lám. 25, 26, 28, 29, 32).

UE.135 NMI / % NR / % Torno 21 / 46,67 444 / 80,73 Mano 24 / 53,33 106 /1 9,27

En cuanto a cerámica a torno, los contenedores grandes están representados por una serie de fragmentos de asas, carenas y cuerpos de ánforas occidentales T-10121. Un solo borde muestra un perfil antiguo dentro de este grupo. Por lo que se refiere a contenedores medianos, existen fragmentos de bordes de al menos cuatro jarras de cuello ancho y fragmentos diversos, algunos con decoración bícroma e incluso polícroma, tanto de este tipo, como de cuello estrecho, con asas siempre geminadas. Hay también algún escaso fragmento de vaso cerrado con engobe rojo de tipo indeterminable. Los platos, según bordes, se componen de no menos tres individuos, dos de borde liso y uno de borde estriado. Dos de estas piezas, una de cada clase, demuestran que se trata de modelos antiguos dentro de estos tipos del siglo VII aC. Muy interesante es igualmente el repertorio de cuencos y copas con engobe rojo. En el primer grupo se registra la aparición de no menos dos piezas del tipo Rachgoun 9b / Huelva C.3b / Toscanos VI1c. Existen también piezas como un gran cuenco de borde redondeado, levemente exvasado con engobe rojo y un cuenco convexo con el borde pintado. Por otra parte, se registran fragmentos de copas, algunas con el borde escalonado y otras de formato relativamente grande. En cuanto a cerámica gris, existe el perfil completo de un cuenco tipo Rachgoun 10 / Toscanos VII2 / Alarcón IIb. Por lo que respeta a cerámica de procesamiento, se documenta un fragmento de trípode de morfología poco usual. Se documentan, además, fragmentos, al menos, de dos lucernas con engobe rojo.

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

En cuanto a la cerámica fabricada a mano, entre las formas abiertas, se documentan dos individuos del tipo AIIIa, otros dos del tipo AVIb y dos más del tipo AIb, tres del tipo AIIb, uno del tipo AIa y cuatro del AIIa. Entre las cerradas, se registran seis o más individuos del tipo BIIIb, y uno de cada uno de los tipos BVIIIa, BIIIf y BIIIe. Aparte de ello, existen diversas bases sueltas, tanto de formas abiertas como cerradas. Por tanto, en cuanto a composición vascular, la UE.135 presenta algunos rasgos de continuidad con respecto a las más antiguas del yacimiento de Ceuta, pero al mismo tiempo significa una franca ruptura en la medida que introduce, no sólo nuevos valores porcentuales, sino también nuevos componentes, la mayor parte de los cuales serán un tópico en los estratos de formación posterior. Cronológicamente hablando, desde el punto de vista de la estratigrafía relativa ya se ha visto que su posición no se enmarca en una secuencia amplia. Se encuentra directamente sobre el terreno geológico natural, pero debajo de la UE.120-121, que parece significar un corte cronológico brusco. El análisis vascular contribuye a situarla en un momento tal vez cercano, pero en todo caso anterior a la UE.051. En este sentido se halla la morfología precisa de los platos, que parece anterior a los de la unidad citada antes. Por todo ello esta unidad se ubica en la fase IIa, de la cual es su principal referente, con una datación de c. 660-650 aC. Aquí se localiza también el único objeto de hierro procedente de la excavación que, a pesar de su mal estado de conservación, permitiría su identificación con un fragmento de hoja de cuchillo, ligeramente curvada. Con respecto a la fauna, en el relleno de esta fosa, aparecen restos de bóvidos, suidos y ovicápridos, junto a malacofauna e ictiofauna.

2.3. Espacio c (E.c) Se trata de un espacio que limita al O con una fosa cuyo relleno es contemporáneo (UE.030), a su vez cortada por una canalización (UE.007) y por las obras para contener el registro eléctrico contemporáneo en el que desemboca ésta, que la separan estratigráficamente del E.a, contexto de la calle. Al N limita con la fosa UE.008, resultante de un rebaje mecánico que contiene algunos materiales residuales fenicios; al S, con el perímetro de la fosa de plantación de un árbol de la plaza denominada UE.003, y al E, con el resto de horno M.10, que apoya a su vez en unos mampuestos que se han interpretado como una posible prolongación del M.12 (que define precisamente el límite occidental del teórico A.III). Precisamente, la diferencia estratigráfica existente entre este ámbito y las unidades documentadas en el espacio que se describe es uno de los argumentos que permiten proponer la diferencia existente entre estos contextos vecinos. Directamente bajo los niveles de solería superficial, se accede a la UE.009 y bajo ella, la UE.005. Este estrato cubre a su vez la UE.021, descrita con anterioridad.

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El contexto UE.005 presenta matriz arcillosa, color anaranjado, compacto, y contiene restos de pequeños mampuestos, fauna y restos cerámicos. Junto a restos de ictiofauna y malacofauna, contiene restos de ave y huesos de bóvido. Se trata de un conjunto vascular relativamente pequeño (NR 133, NMI 12) (fig. 7-9, lám. 26, 31), del cual cabe destacar el porcentaje relativo de cerámica a mano, más alto de lo que es habitual en el yacimiento, principalmente por NMI.

UE.005 Torno Mano

NMI / % 1 / 8,33 11 / 91,67

NR / % 73 / 54,85 60 / 45,11

Entre las piezas a torno, de ánforas fenicio-occidentales se documentan diversos fragmentos, pero ningún borde. Existen, además, la mitad superior de una jarra esferoide de cuello estrecho, que le falta, con decoración bícroma y fragmentos de otras similares, un fragmento de plato de engobe rojo y un cuenco trípode de borde triangular. Las formas abiertas de la cerámica a mano consisten en cuencos de los tipos AIa, AIb y AIIb, representados respectivamente por un solo individuo. Por su parte, las cerradas se hallan representadas por tres individuos del tipo BIIIb, no decorados, uno del tipo BIIIa, otro del BVIIIa y una pieza BIIa, decorada con un aplique en forma de media luna con impresiones, además de una lucerna conservada en buena parte y de un fragmento del borde de otra. Este estrato ha sido asignado a la fase IIb, situada en el tercer cuarto del siglo VII aC. A la misma cota que la UE.005, con matriz algo más amarillenta y arenosa, se localiza la UE.188. En cuanto a su contenido cerámico, este pequeño estrato presenta un conjunto muy reducido (NR 16, NMI 3) (fig. 119).

UE.188 Torno Mano

NMI / % 1/ 33,33 2/ 66,67

NR / % 3/ 18,75 13/ 81,25

Solamente un borde y otros fragmentos de ánforas T-10121, resumen el repertorio a torno. La cerámica a mano se compone únicamente de un borde de cuenco profundo y otro de olla, aparte de otros fragmentos inclasificables. La UE.021 (sobre la UE.110-113 y que amortiza parcialmente los mampuestos que se ponen en relación con el M.12), cubre a su vez la UE.115. Este estrato se forma contra los mampuestos de posible prolongación del M.12 y se sitúa a su vez la UE.183 y al nivel UE.184. Su cota máxima es de 11.65 msnm, y la mínima de 11.54 msnm. La UE.115 presenta matriz arcillosa, tonalidad anaranjada-rojiza, con inclusiones consistentes en mampuestos y una presencia significativa de restos cerámicos,

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

faunísticos y un trozo de mano de molino. Entre estos últimos, cabe señalar la presencia de mamíferos terrestres: bóvidos, suidos y ovicápridos, junto a restos de ave. Desde el punto de vista del análisis cerámico, se trata de un grupo vascular pequeño, atribuido a la fase I (NR 243, NMI 15) (fig. 89-91, lám. 29).

UE.115 Torno Mano

NMI / % 3 / 20 12 / 80

NR / % 100 / 41,15 143 / 58,85

En cuanto a la cerámica a torno, los envases industriales, todos de producción fenicia occidental, se reducen a un solo borde, mientras que un asa completa de ánfora, de este mismo tipo, presenta indicios de manipulación. Los contenedores medianos están representados por un borde de jarra occidental de cuello ancho con pintura roja, mientras que la vajilla se reduce a un fragmento de cuenco con engobe rojo, de tipo imprecisable. Por su parte, la cerámica a mano domina el panorama porcentual. Formas abiertas registradas en este estrato son tres bordes del tipo AIIa, dos del tipo AIIc y uno respectivamente de los tipos AIIb y AIb. En cuanto a las cerradas, simplemente dos bordes del tipo BIIIb y uno del BVIIa, destacando en este grupo una pieza ampliamente decorada con impresiones del tipo BIIa, que conserva toda su mitad superior. Aparte, existen cuatro bases sueltas, probablemente dos de formas abiertas y las otras dos de formas cerradas. Un fragmento de olla tiene un muñón circular y otros, decoración impresa y apliques semilunares. Bajo la UE.115 se localiza la UE.184, estrato que apoya directamente sobre el sustrato geológico (UE.90). Aparece a una cota de 11.54 msnm, y alcanza una profundidad de 11.45 msnm. Además de cerámica, contiene restos faunísticos consistentes en huesos de bóvido y algunas muestras de malacofauna. Con respecto a los hallazgos de UE.184, se localizan un número reducido de ítems vasculares y pertenecientes, a su vez, a la denominada fase I (NR 55, NMI 7) (fig. 116, lám. 29).

UE.184 Torno Mano

NMI / % 1 / 14,29 6 / 85,71

NR / % 20 / 36,36 35 / 63,64

El corto número de ánforas registrado es todo de procedencia fenicia occidental. Se señalan también unos pocos fragmentos de cuerpos de jarras de formato mediano, también fenicio-occidentales, así como un fragmento de cuerpo de vaso cerrado con engobe rojo por el exterior, un fragmento de Dipper jug, de procedencia tal vez oriental y, cerrando el repertorio a torno, un cuenco gris carenado de tipo poco usual.

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Domina a todos los niveles la cerámica a mano que, entre las formas abiertas incluye un cuenco de tipo AIIa, con un agujero para sujeción, otro tipo AIIb y uno más del tipo AVIIa y, entre las cerradas, una olla tipo BIVb con aplique semilunar y decoración de impresiones sub-ovales, así como un individuo del tipo BVIIa. Por lo que respeta la cronología, cabe considerar que esta UE se halla directamente sobre el terreno geológico y debajo la UE.115, estrato asignado a su vez al momento más antiguo de la secuencia. Los materiales registrados, en realidad no tienen una datación muy precisa, aunque el porcentaje de material a mano y el hecho de la no aparición aún de una serie de formas típicas de los estratos de la fase media y tardía, hace razonable su asignación a la fase I. En la UE.90, substrato geológico base, se excavó una fosa de forma circular, de unos 30 cm de diámetro y 10 cm de profundidad, que arranca a la misma cota que 184, y contiene el relleno UE.183, de matriz arenosa, amarillento, con exclusiva presencia de restos malacológicos, consistentes en Patella ferruginea y especialmente Monodonta turbinata. La excavación practicada para ubicar este pequeño hoyo alcanza el substrato geológico.

2.4. Espacio d (E.d) Se trata de un espacio colindante con el edificio del Museo Catedralicio, es decir, en el límite S de la excavación. Al N vendría a coincidir con los últimos vestigios documentados de la calle protohistórica (E.a); al E se localizan las estructuras M.07 y M.08, y en el O aparece completamente desdibujado por un gran pozo contemporáneo y un aljibe medieval. Estratigráficamente, se trata de un espacio muy alterado, especialmente por remociones contemporáneas, consistentes en fosas de infraestructuras, restos de las obras de acondicionamiento de la plaza y osarios perimetrales a la Catedral. Por esta circunstancia es por lo que apenas se documentan unos retazos de suelos inconexos, dispuestos sobre el geológico, sin estratigrafía protohistórica asociada. Las UE.088 y UE.082 son restos inconexos de un mismo suelo de grava fina, rotos por las fosas UE. 081 y UE.085. Se localizan a una cota de 11.71 msnm, altura similar a la del piso del vecino A.IV. El primer retazo, UE.088, apoya sobre un suelo de arcilla rojiza, con señales de rubefacción, denominado UE.080, que aparece a cota de 11.69 msnm, y que se adosa al exterior del M.07. Es la única relación física existente entre niveles del E.d y paramentos del yacimiento protohistórico. Este último firme, con unos 2 escasos cm de potencia, apoya sobre el substrato geológico. Es probable que la UE.080 estuviese cubierta en su totalidad por un suelo de grava (UE.082-087), tal y como ocurre con los restos de suelos UE.141 y UE.142, en el A.VI. No obstante, resulta poco habitual el uso de este tipo de pavimentos en

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

espacios exteriores, por lo que tampoco se puede descartar que formasen parte de un espacio cubierto, aunque hubiese sido sólo por algún tipo de estructura perecedera, de la que no han quedado vestigios.

2.5. Espacio f (E. f) El espacio f se localiza en el lado S de la mitad O del área excavada. Como en el caso de los sectores vecinos E.d y E.g se trata de retazos de estructuras y estratigrafías inconexas, muy afectadas por fosas posteriores. Concretamente, este espacio linda con el lateral O de la excavación; al S, con el aljibe medieval, al N, con fosas medievales y contemporáneas que lo separan del E.g, y al E, con el extremo del lateral SO de la calle protohistórica, así como con una fosa para alcorque y un pozo contemporáneo. En este espacio, prácticamente bajo los niveles de preparación de la solería contemporánea de la plaza, se localizan retazos de lo que debió corresponder a un único suelo, realizado con grava gruesa y algo de material cerámico y faunístico. Presentan diversos estados de conservación. Los retazos en cuestión se localizan a una cota de 11.69 msnm, y se denominan UE.058, UE.069 y UE.188. Su discontinuidad viene motivada por las fosas UE.057, UE.063 y UE.064, que lo cortan en sentido N-S. Este suelo, en sentido O-E, limita con la estructura M.21, a la que debe ser coetáneo, y apoya sobre el substrato geológico en su extremo occidental, para cubrir el estrato UE.066 en su límite oriental, que apoya a su vez sobre la UE.067, interpretada como un resto de la UE.114, es decir, el pavimento de la calle E.a. El M.21 es un trozo de paramento consistente en un núcleo de mampostería revestido de barro amarillento, compacto. Se conserva sólo un tramo de la estructura, con planta de arco de círculo, y unas dimensiones longitudinales de 1.36 m. La anchura del núcleo de mampuestos, formado por dos hiladas de cantos rodados dispuestos oblicuamente, es de 30 cm, y el revoque presenta un máximo de 5 cm, tanto el interior, como el exterior, por lo que el ancho máximo es de aproximadamente 40 cm. Con respecto al alzado, apenas conserva 10 cm. Su cota más alta es de 11.72 msnm. Al interior de esta estructura se localiza un estrato de matriz arcillosa, algo anaranjado, con abundantes carbones, denominado UE.060. Este estrato, que arranca desde los 11.67 msnm, alcanza el terreno geológico a los 11.58 msnm. Esta circunstancia, y su parecido con el M.10, permiten plantear la hipótesis de que se trate de restos de algún tipo de horno, localizados ambos en espacios exteriores. Limita al N con una mancha de arcilla anaranjada, UE.079, posible resto de una estructura de adobe, que lo separa del E.g.

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2.6. Espacio g (E.q) Se trata de un espacio situado al S del A.I, concretamente del M.05, con el cual colinda. Al O, está delimitado por una fosa contemporánea. Su extremo meridional coincide con la UE.079 (mancha de adobe situada en el perímetro de M.21) y el límite oriental viene definido por las fosas medievales UEs 041 y 070, que lo separan del E.a, correspondiente a la calle. Estratigráficamente, justo por debajo de los niveles de preparación de la solería de la plaza, se documentan restos de suelos con un alto componente de grava (UE.147 y UE. 078, cortados por la UE.057), a una cota de 11.66 msnm. La UE.147 se adosa al M.05 por el exterior. La UE.078 apoya parcialmente en la UE.079, y presenta una potencia de unos 4 cm, reposando sobre el terreno geológico.

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La secuencia estratigráfica y los contextos espaciales

3. PERIODIZACIÓN DE LA SECUENCIA ESTRATIGRÁFICA PROTOHISTÓRICA Al plantear un desarrollo diacrónico de la secuencia constructiva y deposicional del periodo protohistórico del yacimiento existen los inconvenientes, ya resaltados, de la falta de conexión física entre los diversos sectores y ámbitos documentados, consecuencia de las continuadas afecciones realizadas en el subsuelo con posterioridad al abandono del asentamiento protohistórico. Dentro de éstas, destacan las de época contemporánea, consecuencia directa de las remociones llevadas a cabo para acondicionar este espacio como plaza adosada a la Catedral. Aún así, en determinados sectores la secuencia vertical se conserva lo suficientemente bien como para proponer una secuencia estratigráfica diacrónica con suficientes garantías, estableciéndose a partir de ésta las sincronías posibles entre los diversos espacios como consecuencia de la propias relaciones estratigráficas internas de dichas áreas y la naturaleza de los diversos contextos documentados. De este modo y en conexión directa con el análisis de los complejos vasculares, se han podido distinguir dos fases, la segunda con tres momentos o subfases diferenciadas. Todo esto se desarrolla en un periodo cronológico que abarca prácticamente un siglo, desde finales del siglo VIII o inicios del VII hasta finales del siglo VII o los mismos inicios del VI aC.

3.1. Fase I Se corresponde a los momentos iniciales de la secuencia asociada básicamente a una serie de estratos situados sobre la base geológica. Se ha podido detectar con claridad en aquellos espacios donde se ha agotado la estratigrafía así como en la base de algunas áreas perimetrales, en las que la falta de estratigrafía permitía el acceso directo a los niveles más profundos. Es necesario señalar la circunstancia de que, a pesar de no haberse localizado ningún depósito fechable con anterioridad a las primeras décadas del siglo VII, una serie de materiales residuales localizados en diversos estratos indican que al menos otros sectores del yacimiento debieron existir en las postrimerías de la centuria precedente, si es que no se daban en el mismo sector excavado habiendo sido destruidos por la dinámica urbanística posterior. Los niveles correspondientes a la primera fase suelen presentar similitudes en cuanto a su composición o a su matriz; destacando su tonalidad oscura que evidencia que debieron contener abundante materia orgánica. Estos depósitos se asocian, por un lado, al relleno de fosas excavadas en el substrato geológico, de diversa naturaleza e interpretación, así como a los materiales contenidos en los niveles de preparación y primer suelo del espacio interpretado como calle.

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De este modo, en este sector del yacimiento en un primer momento (?) se habrían construido fosas, unas de difícil interpretación, como las rellenadas por las UE.159 y UE.183 (la primera colmatada aparentemente con basura, y la segunda exclusivamente con malacofauna), y otra, que contiene las UE.163 y UE.151-162, de la que no se puede descartar, con reservas, que pudiese corresponder a un resto de primera estructura de hábitat, concretamente a una choza, con base semiexcavada en el terreno natural. Precisamente, sobre este espacio se volvió a construir, en un momento inmediatamente posterior, otro edificio (delimitado por el M.15, que contiene el A.VII), que sí ha podido interpretarse, con mayor certeza, como una cabaña, lo que podría reforzar el argumento de que se trate de la amortización y sustitución de una vivienda precedente de naturaleza perecedera por otro edificio algo más sólido en un periodo de tiempo relativamente corto. En el perímetro de edificios como éstos, se habrían depositado otros niveles que aparentemente se podrían identificar como basureros, caso de las UE.115, UE.184 y UE.186. A los momentos finales de esta fase, o inicios de la siguiente, debe corresponder la configuración del espacio destinado a zona de paso o calle (E.a), conformado por los estratos de preparación-nivelación UE.119 y el primer suelo dispuesto sobre la misma, UE.116, con un alto componente de grava y cantos de playa.

3.2. Fase II Se trata de una fase asociada claramente a edificios de diversa complejidad, ordenados en torno a un espacio central o calle, con orientación N-S. Se diferencian varias subfases dentro de este momento.

3.2.1. Subfase IIa. Este momento arrancaría inmediatamente del final de la fase precedente, instante en el que se construyen los primeros edificios ordenados en torno a la calle (E.a,) y sus espacios colindantes (E.b). Los edificios más antiguos estarían delimitados, al E, por el M.11 y el M.12, que contienen los ámbitos II y III, y al O, el edificio interpretado como cabaña, que se halla delimitado por el M.015, que define el A.VII. Cabe recordar que este último amortiza una posible primera cabaña, cuyo nivel de colmatación era la UE.151-162. Durante esta subfase se realiza una reparación del nivel de calle (UE.114), se colmatan los espacios colindantes (UE.110-113, al interior del A.III y UE.108 al interior del A.VII) y se excava una fosa, que se rellena con basura (UE.134-135) en la UE.136, espacio que debió estar bajo el soportal existente entre el M.12 y la calle.

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3.2.2. Subfase IIb. Se asocia a una serie de transformaciones acontecidas en la zona excavada, que conllevan la amortización de los edificios precedentes, aunque se mantiene la organización del espacio en torno a la calle, aunque deja de funcionar el soportal asociado a uno de los inmuebles que es sustituido por las nuevas edificaciones. En los momentos iniciales de este periodo se construyen los inmuebles que constituyen los ámbitos IV, V y VI, delimitados por los paramentos M.07, M.14 y M.19, al E y, al O, se construye el edificio denominado A.I. con los paramentos M.02-03, M.05 y M.17, posible construcción monocelular con un gran hogar (UE.076), que viene a amortizar parcialmente la cabaña anterior, delimitada por el M.15, y cuya fosa de cimentación se excava en la calle preexistente, rompiendo la UE.114. El suelo de este último edificio se dispone a una cota más alta que la calle, habiéndose procedido a realizar un aporte artificial para conseguir esta finalidad. A esta fase también corresponde la instalación de dos piroestructuras (M.10 y M.20) dispuestas en las zonas abiertas situadas en el perímetro de la calle y zonas colindantes (E.c y E.g), que rompen estratos precedentes (UE.110-113) y están asociadas a nuevos depósitos (UEs 005 y 188). Precisamente, da la impresión de que, al menos en estos momentos, la calle (E.a) desembocaría en una especie de zona abierta o plaza (E.d y E.f), donde la presencia de algunos suelos de guijarros en espacios exteriores (UE.080 y UE.088) podría indicar la nueva presencia de zonas cubiertas bajo soportales asociados, al menos, al potente muro 07, aunque no se han conservado indicios de pilares que permitirían confirmar esta hipótesis, circunstancia, por otro lado compleja, dado el alto nivel de destrucción que presenta la secuencia arqueológica en este sector. Durante esta fase se realizan aportes sobre la calle, consistentes en el depósito de basuras, supuestas por los estratos UE.051 y UE.055, lo que no supone que no se siga utilizando este espacio como zona de paso, uso que se vería confirmado por la evidencia de pequeñas hogueras sobre la misma (UE.073). A finales de esta subfase se forman algunos niveles de uso al interior y en el perímetro inmediato de algunos edificios (A.I), caso de las UE.72, UE.75 y UE.101, que demuestran su uso durante esta etapa.

3.2.3. Subfase IIc. Un buen número de los estratos que corresponden a este periodo se localizan directamente bajo los suelos contemporáneos, que seccionan artificialmente la secuencia original. La conservación de restos de suelos y piroestructuras de características semejantes a los documentados, pero a cotas más altas, en el perfil S, que linda con el edificio del Obispado, sería la confirmación de la continuidad del yacimiento en momentos inmediatamente posteriores.

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Lo que sí se puede garantizar es que este último momento corresponde a una etapa de gran vitalidad del yacimiento, gracias al rico contenido artefactual de los estratos documentados. La gran mayoría de estos niveles se forman en zonas exteriores a los inmuebles, al tiempo que estos presentan los interiores bastante despejados de material. Algunos de estos niveles apoyan directamente sobre los suelos que, a su vez, habían amortizado los muros de la subfase IIa (UE.021 y UE.120-121), y la mayoría, como ya se avanzó, colmatan los espacios exteriores situados especialmente más hacia el N, de modo particular el contexto de la calle (E.a) y su perímetro inmediato (E.b y E.c). Se trata, por un lado, de las UE.016, UE.014, UE.027 y UE.040 y de las UE.028, UE.032, UE.034, UE.039 y UE.120-121, por otro.

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4. ASPECTOS URBANÍSTICOS Y ARQUITECTÓNICOS El asentamiento protohistórico de Ceuta se ubicó sobre un promontorio que presentaba una suave caída en sentido S-N. El sustrato formado por margas y gneis resulta fácil de trabajar, por lo que se realizaron rebajes y excavaciones frecuentes que permitieron adecuar la topografía inicial a las necesidades del urbanismo en curso. El estado de los distintos espacios, construidos o no, documentados en el sector excavado del yacimiento es deficiente, lo que complica en extremo la definición precisa de las características de su urbanismo. De la primera fase del asentamiento apenas es posible intuir la existencia del modelo urbanístico, en el que estaría presente al menos, una posible cabaña, alrededor de la cual se realizaron algunas fosas de difícil interpretación. Los indicios de un urbanismo de líneas rectas se evidencian a partir del mismo comienzo de la Fase II. Es en este momento cuando se aprecia la construcción de una serie de edificios delimitados por muros rectilíneos, articulados entorno a una calle. Las implantaciones más antiguas de este urbanismo, de clara tradición oriental, se documentan en el extremo occidental del Mediterráneo desde la primera mitad del siglo VIII en yacimientos como Morro de Mezquitilla, concretamente en su fase B.1 (Schubart 1997: 20). Las comunidades indígenas del Bronce Final que mantenían relaciones estrechas con los colonos asumieron también de forma rápida este patrón urbanístico, circunstancia que ha sido interpretada como consecuencia de las transformaciones sociales acontecidas en el seno de estos grupos a partir del impacto colonial. En el sur de la Península Ibérica se ha podido documentar con claridad la evolución de modelos basados en cabañas de diversas dimensiones, hacia complejos edificios ortogonales, articulados por lo general entorno a calles o espacios abiertos. Destaca el núcleo tartésico de Huelva, donde se constata este fenómeno, asociado a un gran desarrollo urbanístico a partir del siglo VII aC., (Jurado, García, Rufete 1997: 40); en la cuenca del Guadalquivir, en poblados como Montemolín (Chaves, de la Bandera 1991: 691); en la periferia indígena de las colonias fenicias arcaicas malagueñas, caso de los poblados de Acinipo (Aguayo et al. 1987: 300-301), situado en la Serranía de Ronda, o en la Raja del Boquerón (Ardales), en la cuenca del Guadalhorce (Martín et al. 1991-1992: 59-60). También dentro de esta provincia se detecta este fenómeno en el poblado costero de la Era, (Benalmádena) (Suárez, Cisneros 1999: 105-107). En la costa levantina de la península Ibérica, se observa también un cambio urbanístico semejante, en lugares como el Castellar de Librilla (Ros 1989: 163) o en la Peña Negra de Crevillente (González 1983). Además, este fenómeno no es exclusivo de las riberas del Mediterráneo: también se constata en contextos atlánticos,

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como el yacimiento de Tavira, donde un horizonte de la primera edad del hierro, con urbanismo ortogonal, se superpone a un horizonte de cabañas con importaciones fenicias de la segunda mitad del siglo VIII (Pereira 2000: 134).

4.1. La calle Los elementos articuladores del urbanismo son las calles. En el asentamiento de Ceuta, la calle que ordena los edificios presenta una sensible orientación en sentido N-S. Esta forma de ordenar la distribución de los inmuebles tiene paralelos en yacimientos fenicios coetáneos, como La Pancha (Martín, Ramírez, Recio 2006) y el Cerro del Villar (Aubet 1989: 378 y 1997: 200). En este último asentamiento, a partir de dichas calles, se distribuyen unidades constructivas aisladas, que conviven con espacios abiertos. Este mismo modelo es el que se documenta en Chorreras durante la segunda mitad del siglo VIII (Aubet 1974). El ancho de este espacio abierto documentado en Ceuta es de unos 2.50 m máximo, lindando con espacios porticados, con una anchura de 2 m, por lo que el conjunto de la zona abierta presentaría un total de 4.50 m. La calle documentada en el sector 2 del Cerro del Villar alcanza los 5 m de anchura, interpretándose como un eje viario importante del yacimiento (Aubet 1997: 200). La calle presentaba una preparación a base de tongadas de guijarros marinos de tamaño pequeño y mediano, que incluían algunos restos faunísticos y cerámicos, fragmentados y con indicios de rodamiento (en algún caso con signos de erosión marina). El uso de este tipo de pavimentos en espacios exteriores está bien documentado en un buen número de yacimientos coetáneos, como, por ejemplo, en la calle situada en el perímetro del edificio de producción alfarera documentado en el sector 3/4 del Cerro del Villar (Aubet 1987: 316); en Morro de Mezquitilla (Schubart, 1997: 24), así como en espacios funcionales como el propio puerto de Manganeto, en Toscanos (Arteaga, Schulz 1997: 117). Sobre la calle se fueron arrojando sucesivamente restos de basuras, que se iban compactando sucesivamente, que no suponían su amortización como zona de paso. La dinámica de arrojar las basuras en las calles se documenta en yacimientos protohistóricos, en paralelo a una tendencia a mantener limpios los interiores construidos. El caso de Ceuta es semejante pues al de otros yacimientos indígenas como Acinipo, Tejada (Fernández, 1987: 80) o a contextos fenicios como Morro de Mezquitilla (Schubart, 1997: 25) y sa Caleta (Ramon 2007).

4.2. El espacio porticado Los pilares localizados en el perímetro de la calle (UE.144, UE.145 y UE.146, que delimitan el denominado E.b) estaban calzados con piedras verticales en su base, y presentaban un diámetro de 12 cm. La luz existente entre los mismos es de

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1.34 m, lo que supone, al menos con los tres conservados, una superficie cubierta mínima de 4 m de longitud. El escaso diámetro de los pilares sólo permitiría la instalación de un pórtico bastante ligero. Existen paralelos de calles o zonas abiertas con este tipo de estructuras asociadas en La Pancha, (Algarrobo, Málaga). Concretamente, en este yacimiento se localizaron 9 huellas para postes dispuestos en paralelo a los muros de uno de los laterales de la misma, interpretados como bases de apoyo para “ligeras estructuras para facilitar zonas de sombra y cobijo” (Martín et al. 2006: 263). En el yacimiento del Cerro del Villar (desembocadura del Guadalhorce, Málaga), se documentaron una serie de estructuras ligeras adosadas a un edificio y abiertas a la calle. Estos espacios se interpretaron como tiendas, que definirían una auténtica calle comercial (Aubet 1997: 203). En el caso de Ceuta no existen datos suficientes para determinar la función de este soportal. El espacio que estaría situado debajo de esta cubierta no presentaba ninguna preparación, llegando el empedrado de la calle justo hasta el inicio de esta línea de pilares.

4.3. Restos de posibles cabañas La más antigua de estas posibles cabañas se asociaría a una fosa, de la que se conserva un posible resto de suelo consistente en cantos de grava gruesa (UE.163). No se ha podido asociar con garantías a ninguna estructura, por lo que, en el caso de tratarse de parte de una construcción, recordaría al tipo de cabañas consistentes en una simple excavación en el subsuelo, que después se recrecería con paredes de barro o adobes. Un posible paralelo para este tipo de substrucciones sería el segmento de cabaña documentado en el poblado de San Pablo, en la bahía de Málaga (Fernández et al. 1997: 230). Junto a esta posible estructura, y precisamente superpuesta a ella, se ha documentado otra, delimitada por un simple muro de barro endurecido, en muy mal estado de conservación. Dicho edificio presentaba un suelo, también de barro endurecido, de tonalidad amarillenta, y en su interior se observaban una serie de hoyos de poste que pudieron tener relación con la sustentación de la cubierta, aunque no se puede descartar que se trate de algún elemento interior especializado, como, por ejemplo, un telar. La presencia de hoyos al interior de edificios fenicios se ha constatado recientemente en la fase I de Villaricos, durante el siglo VII aC. (López 2007: 170) y en el casco urbano de Málaga (Suárez et al. 2007: 218), aunque su presencia es especialmente habitual en las cabañas de los poblados del Bronce Final y del Hierro I de la Meseta, como, por ejemplo, la Mota (Valladolid) (García, Urteaga 1985).

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4.4. Los edificios ortogonales Entre los edificios de muros ortogonales, se diferencian, con reservas, un posible inmueble monocelular (A.I), junto a otros edificios en los que se han documentado dos estancias (AC.II-III) y hasta tres estancias (AC.IV-VI). Se ha podido estimar, con reservas, la superficie correspondiente precisamente al ámbito I, que se estima en torno a los 9 m2. Esta superficie es pequeña, si la comparamos con la media de los edificios monocelulares documentados en sa Caleta (Ramon 2007: 130) donde no presentan dimensiones inferiores a los 22 m2. Este aspecto cuestionaría aún más su naturaleza como edificio de una sola estancia y plantea la posibilidad de existencia de otras perdidas. Una aproximación teórica a otra de las estancias mejor conservadas, el A.IV, refleja unas dimensiones mínimas de 10 m2, aunque no deja de ser más que una estimación orientativa. En sa Caleta, las tres cuartas partes de las estancias documentadas superan los 10 m2. El resto de las superficies del yacimiento de Ceuta no presentan suficientes datos para poder aproximar sus dimensiones. No se ha podido documentar ningún indicio acerca del modo de acceso a estos edificios. Aparentemente, aunque no se puede afirmar con rotundidad, no se han constatado salidas a la calle, aunque dado el deficiente estado de conservación de los alzados de los zócalos no se puede garantizar que no existieran, a modo de simple escalón que formaría parte del propio zócalo.

4.5. Los pavimentos Los pavimentos documentados en el yacimiento de Ceuta consisten en tongadas finas de grava de playa, que alternan con capas de arcilla. Estas últimas presentan en algunos sectores una acusada coloración rojiza, que contrasta con el tono amarillento del sustrato natural. En el interior del A.I, el espacio mejor conservado en extensión, se observan restos de suelos de cantos rodados prácticamente en todo el perímetro del suelo conservado, lo que indica que, al menos en este caso, toda la superficie de la habitación presentó un solado de este tipo. En el resto de los casos no es posible saber si los suelos conservados parcialmente se desarrollarían sobre la totalidad de la superficie, ya que la parte conservada de las mismas es mínima. En sa Caleta, los suelos de guijarros no suelen ocupar la superficie total de las estancias, utilizándose sólo en sectores concretos (Ramon, 2007: 133). Junto a ello, llama la atención la presencia de otro resto de suelo de estas características en un espacio en principio interpretado como un ámbito exterior. En sa Caleta se ha planteado que en dichos casos, debe corresponder con posibles zonas de acceso a los edificios (Ramon 2007: 133). Tampoco puede descartarse que dicho espacio estuviera porticado, aunque no existen datos concluyentes.

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En general, el uso de los guijarros para suelos está bien atestiguado en el Mediterráneo occidental, tanto en contextos fenicios como indígenas. Por ejemplo, en el marco de las colonias, se documenta en el Sector 2 del Cerro del Villar, donde una de las casas presenta varias remodelaciones o superposiciones de pavimentos a base de pequeños guijarros, sobre los cuales aparecía una capa apelmazada de arcilla mezclada con arena (Aubet 1989: 378). Esta misma solución se documenta en los suelos de algunos edificios de la Ilipa tartésica (Fernández, Rodríguez 2007: 74). El uso de pavimentos de arcilla compactada, con tonalidad rojiza, se documenta bien en Huelva, donde además resulta característico de los edificios del siglo VII, en contraposición a los de fechas inmediatamente posteriores, en los que suelen ser de color amarillo (Jurado, García, Rufete, 1997:39),

4.6. Las estructuras de combustión. Hogares La única estructura de combustión documentada con garantías corresponde al hogar documentado al interior del A.I. Se trata de una estructura de unos 0.80 m de diámetro que se inserta en una habitación con una superficie mínima de 9 m. Este diámetro es el más habitual en este tipo de estructuras de combustión documentadas en sa Caleta, coincidiendo además con el hecho de que se localiza dentro de una habitación cuyas dimensiones son las mínimas observadas en este yacimiento para la localización de piroestructuras domésticas (Ramon 2007:130). El hogar se construyó realizando una pequeña excavación en el terreno, que otorgó a la sección del mismo un aspecto lenticular. Sobre dicho rebaje se depositaron cantos rodados de pequeño tamaño, que fueron expuestos al fuego, conservándose restos de carbón entre los mismos. La intensidad de esta combustión aportó una acusada tonalidad rojizo-anaranjada a las paredes de la fosa que las albergaba. En un momento posterior, se aportó una capa arcillosa que presenta a su vez indicios de exposición al fuego. Sobre ella se conservaban algunos restos faunísticos y cerámicos, correspondientes a su abandono. En una última fase se construyó un suelo de cantos encajados entre sí, adaptados a la superficie pseudocircular de la estructura, conformando una superficie horizontal, y que, a modo de empedrado, amortizaban la capa arcillosa precedente y regulaban la cota del mismo con el suelo de la habitación. Esta nueva superficie quizás pudo servir de apoyo para rescoldos, manteniendo su función inicial, aunque lo que es evidente es que no se realizaron combustiones directas sobre la misma. Hogares semejantes han sido documentados en yacimientos como Huelva (Jurado, García, Rufete 1997: 40). Por otro lado, fue un modelo que continuó en uso en plena época turdetana, a juzgar por la presencia de dos elementos de este tipo, idénticos a los de Ceuta, en el complejo museizado de Rua dos Correeiros, en Lisboa (Amaro, 1995) en una fase cronológica fechada entre los siglos V y III aC.

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Sobre una de las fases de colmatación de la calle, supuesta por la UE.051, se construyeron hogares que consistieron en el aporte de simples capas de barro sobre el suelo preexistente, que sirvieron de base para la realizar pequeñas combustiones o aportar rescoldos. Restos de dichos rescoldos se distribuyen por el perímetro de dichas pseudoestructuras, confiriendo un aspecto negruzco a la interfacies de uso del estrato. En asentamientos como el poblado orientalizante de la Era, en Benalmádena (Suárez, Cisneros 2000: 105), o en Montemolín (Chaves et al. 1995), se ha documentado la presencia de estructuras de combustión de tipo doméstico en las zonas abiertas, como los patios.

4.7. Otras estructuras de combustión En los espacios exteriores, se localizan dos tramos de parte de dos estructuras de tendencia circular, que debieron tener función de hornos. El M.21 es un resto de paramento con un núcleo de mampostería revestido de barro amarillento compacto. Se conserva sólo un tramo de la estructura, un segmento de una circunferencia o elipse, con un desarrollo de 1.36 m. La anchura del núcleo de mampuestos, formado por dos hiladas de cantos rodados dispuestos oblicuamente, es de unos 0.40 m su altura de unos 0.10 m. Al interior de esta estructura se localiza una capa horizontal de matriz arcillosa con abundantes carbones que apoya sobre el substrato geológico. Además del M.21 se conserva el M.10, otro retazo de estructura subcircular muy afectada por intrusiones. Se le calcula un diámetro exterior de unos 1.20 m. En este caso, sólo se observa parte del exterior y del núcleo del paramento, aunque se puede apreciar cómo, para garantizar el aislamiento de la base de la estructura, se realizó un rebaje, que dio lugar a una cota de suelo a varios cm por debajo de la cota de suelo anterior. Estas estructuras de combustión se han interpretado como hornos para cocciones domésticas, entre cuyas funciones pudieron estar las de tahona. Buenos ejemplos de estas estructuras existen en sa Caleta (Ramon 2007), Morro de Mezquitilla (Schubart, 2006, lám. 10.a) y Tejada la Vieja (Fernández 1987: 113).

4.8. Las técnicas constructivas Se han documentado esencialmente dos técnicas constructivas: la correspondiente a un edificio interpretado como cabaña, que estaría delimitado por un muro perimetral de barro y la propia del urbanismo ortogonal, que se basa en la construcción de zócalos de mampostería, teóricamente recrecidos a partir de cierta altura por paramentos de barro o de adobes. Los zócalos están construidos con cantos rodados de diverso tamaño, de procedencia local, recuperados en el litoral vecino, que alternan con mampuestos proce-

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dentes de los afloramientos rocosos más cercanos, localizados en las inmediaciones del monte Hacho. Entre las piedras de mayor tamaño se disponen ripios, ligándose el conjunto con barro de color amarillento. En los muros correspondientes a la AC.IIIII, que es anterior a la AC.IV-VI, se observa un mayor uso de cantos rodados con respecto a los mampuestos. Los paramentos presentan una anchura variable. Los muros de la A. II-III tienen un grosor que se sitúa, como máximo, en torno a los 0.40 m. Sin embargo, en la AC.IV-VI existen anchuras en los paramentos exteriores de 0.50 m, y en el A.I, coetáneo a esta última, los paramentos exteriores llegan a alcanzar entre 0.65 y 0.70 m. En estos dos últimos casos, existen a su vez muros más estrechos, que forman parte de estos conjuntos edilicios. En la AC.IV-VI se observa como el M.14 presenta una anchura de 0.35 m, y se interpreta como un tabique o muro de compartimentación interno dentro de este inmueble. El muro oeste del A.I (M.17), también de menor anchura que el resto de los paramentos que delimitan el espacio construido, conserva un espesor de 0.43 m. Este último es uno de los aspectos que podría cuestionar el carácter monocelular del edificio, no pudiendo descartarse, en caso de ser así, la existencia de otra estancia en sentido O, siendo entonces M.17 un tabique interior. En el asentamiento de Morro de Mezquilla se documentó desde el siglo VIII la implantación del sistema constructivo basado en paramentos de mampostería o zócalos de piedra recrecidos con adobes. Este sistema, tan popular en la mayoría de los asentamientos fenicios y orientalizantes del extremo Occidente, se evidencia en la fase B2 del asentamiento citado, interpretado como evidencia de la consolidación del lugar tras un primer momento en que el sistema constructivo se basó en el uso de adobes (Schubart 1997: 24). En el Cerro del Villar el sistema constructivo empleado, al igual que en Toscanos o Chorreras, consistió en zócalos de piedra relativamente altos y alzado de adobes. La presencia de una piedra hincada a modo de protección en la esquina SE del ámbito I vuelve a tener sus mejores paralelos en el Cerro del Villar, donde también se señalan las esquinas de los edificios que dan a dos calles con grandes piedras de sillar (Aubet 1997: 200). Los paramentos de los edificios del asentamiento de Ceuta contaban con una cimentación de unas dos hiladas de mampuestos insertos en el sustrato de base. Este aspecto se ha podido evidenciar por las secciones resultantes de las roturas supuestas por intrusiones posteriores, que permiten evidenciar este aspecto en el M.02 del A.I y en el M.12 correspondiente a los A.II y A.III. En el primero de los casos, se ha observado incluso la huella dejada por la fosa de excavación practicada para realizar dicha subestructura, que rompe niveles precedentes. Con respecto a los alzados de estos edificios, se desconoce cómo se desarrollarían a partir de los zócalos. La circunstancia de que la secuencia esté literalmente seccionada por obras posteriores, ha impedido que se conserven los niveles correspondientes a las amortizaciones de los mismos, que en el caso de haber sido

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resueltas con adobes, habrían generado potentes paquetes de descomposición de los mismos. Por otro lado, también faltan los potentísimos derrumbes de mampuestos que se tendrían que haber generado en el caso de que los alzados hubiesen tenido importantes desarrollos de piedra o hubiesen estado completamente realizados con este material. En el A.V, se observa la formación de un estrato limpio, rico en gneis amarillentos, que quizás se podrían poner en relación con la existencia de cubiertas planas practicables construidas con viguería de maderas sobre las que se habría extendido este material para su impermeabilización.

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EL COMPLEJO VASCULAR Y OTROS ELEMENTOS MUEBLES

El complejo vascular y otros elementos muebles

Antes de entrar en materia, es necesario señalar que todos los vasos cerámicos (fig. 7-119, lám. 25-32) procedentes de la excavación de la plaza adyacente a la Catedral de Ceuta se enmarcan en dos grandes categorías técnicas, la cerámica a torno y la cerámica a mano. Conviene dejar sentado desde este momento que el número total de fragmentos, en proporción a los pocos metros cúbicos del yacimiento protohistórico que han podido ser registrados, es muy elevado (más de 9.700 ítems) y, desde luego, altamente representativo. Las piezas se denominan con el número de su UE en primer lugar y a continuación su número de inventario separado de aquel por una barra. Cuando aparecen dos números de UE unidos por un guión hace referencia a dos UE diferenciadas en el proceso de excavación y luego posteriormente unificadas en el curso del estudio realizado.

Es importante señalar que los materiales correspondientes a UEs que no son citadas expresamente en la descripción realizada en el capítulo precedente proceden de estratos asociados a fases posteriores, donde aparecen con carácter residual, es decir como resultante de la remoción de niveles precedentes. Aparecen además otras en las que en vez de UE se indica SUP (su-

perficie), que proceden de contextos no seguros. Todas ellas constituyen un tanto por ciento muy reducido del conjunto de piezas estudiadas. La evolución del número total de fragmentos por fases se muestra en la gráfica 1. La cuantificación de estos materiales se ha realizado bajo el protocolo siguiente. Por una parte —y una vez integrados dentro de la categoría de torno o de mano y clasificados a nivel tipo-morfológico— se han contado todos los fragmentos con rotura antigua, para llegar a un número total de restos (abreviado habitualmente en la literatura científica como NR). Paralelamente, se ha establecido un NMI (número mínimo de individuos), que en este caso tiene los bordes como “forma-tipo”. En caso de poder ser encajados dos, o varios, bordes estos cuentan por uno y por tantos como se registren en el caso contrario. No se ha realizado la ponderación por 1,

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entendiendo que falsea gravemente la estadística de un modo importante, máxime cuando en el recuento por NR este factor, dentro las limitaciones del método, es compensada. Los porcentajes de las categorías técnicas torno / mano obtenidas por el doble método explicado, así como su evolución a lo largo de las secuencias temporales establecidas, se resumen en la gráfica 2. Quedan claras, pues, algunas cuestiones. La primera, es que durante toda la secuencia existe una dicotomía, en el sentido que en el recuento por individuos, domina siempre la cerámica a mano, mientras que inversamente sucede en el cómputo por fragmentos. Ello tiene una explicación fundamental, que es inherente al método: la presencia más o menos importante de grandes contendores, especialmente ánforas, que no tiene parangón en la cerámica a mano y que genera un número muy alto de fragmentos por individuo, distorsionando evidentemente la realidad. En contrapartida, dicha distorsión se corrige, a la inversa, con el NMI, puesto que con este protocolo, son las ánforas las que quedan en desventaja, porque su “zona tipo” es muy pequeña en relación a la que queda fuera de consideración. En realidad, algo similar sucede entre formas abiertas y formas cerradas, sea cual sea su técnica de fabricación. En cuanto a los resultados concretos dicho porcentaje es revelador, de modo muy especial, en el recuento por individuos. En efecto, no cabe duda que es el más próximo a los que en general se vienen realizando sobre yacimientos fenicios e indígenas del sur de la Península ibérica. En efecto, en dicho ámbito es frecuente leer acerca de la existencia de determinados porcentajes de cerámica torneada con respecto a la realizada a mano, aunque muy raramente, o como mínimo no siempre, se dice en base a qué sistema ha sido realizado tal recuento, siendo evidente que las comparaciones estrictas no tienen lugar, si no es en el marco de unos mismos protocolos. Sin embargo, ya en la memoria de la primera intervención en Los Toscanos, los editores dieron una pauta de interés, la cifra de 10.000 fragmentos a torno frente a tan solo 265 a mano (Schubart, Niemeyer, Pellicer 1969: 128-129). Ello significa que esta última categoría, contada por fragmentos, se traduce en un 3 % sobre el material a torno en Los Toscanos, que comparado con el cómputo, también por fragmentos, de Ceuta, que se mueve entre un mínimo de 20 % en la fase IIa y un máximo de 38 % en la fase IIb, sigue siendo muchísimo más bajo. Es más, el citado material a mano del yacimiento del Vélez, se concentra de un modo muy particular en la época anterior a la construcción del almacén C. Por tanto, atendiendo el hecho que precisamente la secuencia de Ceuta es casi íntegramente contemporánea a la vida de dicho edificio, resulta aún más acentuada la desproporción de los tantos por ciento de mano y torno. Otros datos posteriores de Toscanos, como el estudio del material cerámico de la campaña de 1971 (Schubart, Maass-Lindemann 1984: 69), aportaron nuevos detalles, en concreto, un porcentaje general de cerámica a mano del 4,9 %, que, según sectores excavados,

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Gráfica 1. Número total de fragmentos (NR) cerámicos por fases sobre un total de 9.774 ítems

Gráfica 2. Cerámicas torno/mano (%) por fases y NMI/NR

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oscila entre un máximo de 8 y un mínimo de 1,8 % sobre el total vascular, cifras que con mucho se sitúan por debajo de lo observado en Ceuta. El Cerro del Villar, igualmente, constituye un buen punto de referencia, en la medida que las producciones a mano han merecido una especial atención, de la cual y entre otras muchas aportaciones, se desprende una presencia por número mínimo de individuos situada entre el 0,4 y 28 % sobre el total vascular (Delgado 2005: 1250). Se trata de una cifra también por debajo del cómputo de Ceuta, cuyo valor mínimo por NMI es de 52 %. En el caso, aún reciente, de Chorreras 2 (Martín, Ramírez, Recio 2005), los editores aclaran que se computan todos los elementos representativos, como bordes, asas, fondos, amorfos decorados, etc., de ambas categorías, cosa que, conocidas las características esenciales del material tratado, hacen presumir una cierta discriminación del material a mano. A pesar de todo, los valores de todas las fases de Ceuta, por individuos, que se sitúan entre el 52 y 69 % del total vascular, se hallan muy por encima del 9,23 % de Chorreras 2, aunque con las objeciones señaladas en relación a la diferencia de protocolos empleados. Otro yacimiento de interés es Lixus, donde la cerámica a mano (contabilizada por número mínimo de individuos, ponderado por 1) en el sondeo del Algarrobo, representa el no desdeñable valor de 43 % (Gómez, Habibi 2005), una cifra de hecho, aunque inferior a Ceuta, más cercana a esta que a la obtenida en los yacimientos propiamente fenicios meridionales. Otras publicaciones posteriores, que dan cuenta de los resultados en la ladera sur de este yacimiento atlántico, permiten afinar presencias de cerámica a mano, en orden cronológicamente decreciente, por fases, entre 36 y 19 % (Álvarez, Gómez 2005: 176-177), cifras que a los efectos pertinentes continúan siendo altas, pero que se alejan aún más de lo visto en Ceuta. En cuanto a sa Caleta, el cómputo realizado por individuos en este yacimiento se basa en el mismo principio que el de Ceuta, siendo en el sitio ibicenco la proporción global de la cerámica a mano por NMI del 20 %, frente a la cerámica a torno que lógicamente acapara el 80 % restante, cifra de nuevo muy por debajo de las del yacimiento que ahora se está estudiando. Por tanto, la comparación los datos de Ceuta con los resultados de diversos yacimientos fenicios de la costa meridional y del sudeste ibérico o de sa Caleta, sea cual sea el método utilizado, pone claramente de manifiesto que en el yacimiento norteafricano el porcentaje de cerámica a mano, no sólo es mucho más alto, sino que llega a duplicar e incluso triplicar el de los asentamientos coloniales y, con toda evidencia, lo acerca a los números (en realidad poco conocidos) de asentamientos autóctonos fuertemente integrados en el comercio vascular fenicio. En este sentido, a la hora de otorgar una filiación cultural concreta al yacimiento estudiado, no cabe duda que tiene un peso específico muy elevado el altísimo porcentaje de cerámica a mano, que se une al de sus propias formas y categorías vasculares. De ello se hablará en otro apartado.

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1. LA CERÁMICA A TORNO El conjunto global de cerámica a torno, que se tratará en este apartado, frente a la fabricada a mano, tiene por fases la evolución porcentual que ya se ha visto reflejada en la gráfica 2. Esta ha sido clasificada básicamente en categorías funcionales de contenedores, vajilla de mesa y vasos de cocina-procesamiento alimentario. Al margen, el apartado “otros” incluye elementos como lucernas, soportes, etc. Dentro de cada categoría los vasos han sido agrupados por tipos morfológicos. Antes de entrar en lo concreto, cabe advertir que, a diferencia de una práctica generalizada en la investigación actual, se ha evitado deliberadamente una clasificación primaria del complejo vascular torneado de Ceuta en base a criterios técnicos (decoraciones, tratamientos, etc.) en favor de los aspectos morfológicos, puesto que, unas mismas arquitecturas pueden, o no, ostentar tales elementos e incluso, por ejemplo, en el caso de la cerámica gris, existir tipos con esta técnica o con otra distinta, todo ello dejando de lado la posibilidad de decoraciones perdidas por el tiempo. En cuanto a aspectos porcentuales de la cerámica a torno, siempre con el doble protocolo antes explicado, ésta se ha agrupado en ánforas, entendidas como contenedores industriales, otros contenedores de formatos medianos y pequeños, vajilla de mesa (platos, copas, cuencos diversos, etc.) y misceláneo, apartado que denominamos “otros” que incluye, como ya indicamos, por ejemplo soportes cerámicos y lucernas. En cuanto a la vajilla de mesa se ha clasificado por categorías tipológicas, principalmente platos, cuencos y copas, diferenciando, esto sí, si se trataba de piezas comunes (literalmente insignificantes en número), de engobe rojo o fabricadas en cerámica gris. Volviendo al tema del tratamiento o decoración, se ha renunciado a realizar en el caso de las cerámicas con pintura bícroma o policroma una estadística por NR, entendiendo que en modo alguno puede aplicarse un método que con toda evidencia sitúa trozos de un mismo vaso en dos campos distintos. Esta se ha hecho únicamente por individuos (bordes) pintados o no pintados, con los resultados, no demasiado significativos, que pueden consultarse en la gráfica 3. En consecuencia, por un lado, se observa la omnipresencia de contenedores anfóricos, seguidos por envases de formatos y tipos menores. Se aprecia igualmente los altísimos porcentajes que alcanzan la vajilla a torno y, finalmente, la poca entidad de otras categorías. En cuanto a la clásica dicotomía cerámica gris / cerámica con engobe rojo, el cómputo global, en este caso altamente significativo (gráfica 4), se ha realizado por fases y por individuos, constatado que por NR el resultado es muy similar. Concretamente, los datos también son muy parecidos a los obtenidos en el marco de la vajilla. En todo caso, si se juntan todas las fases, se obtiene, como es habitual antes del siglo VI aC en yacimientos propiamente fenicios, un predominio abrumador de

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las cerámicas con engobe rojo frente a las grises, tendencia que se acentúa y a la vez se explica, aunque sólo parcialmente, en el hecho de que mientras las primeras ponen conjuntamente en juego varias gamas tipológicas, las segundas se circunscriben, salvo piezas raras y excepcionales, a modelos muy concretos de cuencos. Mientras que en Ceuta la cerámica con engobe rojo tiene un comportamiento que podría calificarse casi de estandarizado, no sucede lo mismo con la cerámica gris, que adopta presencias / ausencias un tanto peculiares y que se analizan apartados posteriores.

Gráfica 3. Torno, contenedores no anfóricos, ausencia / presencia de pintura bícroma, por fases

Gráfica 4. Torno, cerámica con engobe rojo y cerámica gris, relación en NMI por fases

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1.1. Vasos contenedores

1.1.1. Ánforas de almacenaje y transporte Desde un punto de vista global, las ánforas, contabilizadas por fragmentos, constituyen una parte esencial entre los materiales del yacimiento. A pesar de registrarse producciones del área de Cartago, así como de Grecia oriental, el inmenso porcentaje corresponde a producciones occidentales. En el marco de la cerámica a torno, el conjunto anfórico, por fases, presenta el comportamiento evolutivo reflejado en las gráficas 5, 6, 10, 11, 14, 15, 21 y 22).

1.1.1.1. Ánforas de fabricación fenicio-occidental Al margen de la abundancia de materiales de esta adscripción en el conjunto estudiado, la realidad es que, con independencia de la inmensa utilidad de los trozos de cuerpos a efectos estadísticos, desde el punto de vista morfológico, el lote se halla en un estado de fragmentación tan elevado que, salvo excepciones muy puntuales, no ha podido ser tratado sino en base a partes diferenciadas. En este sentido, cabe añadir que las asas tienen en realidad un valor escaso, igual que las carenas o fondos, sino es en casos morfológicamente hablando más bien extremos. Por todo ello y por su grado de definición crono-morfológica, la atención se ha centrado de un modo muy especial sobre los bordes. Sobre el total anfórico, las producciones occidentales, en la fase I significan el 100 %, por individuos y el 99,39 por fragmentos, en la IIa. Los bordes 014/11 y 051/1 son muy altos, con la cara externa algo oblicuo-exvasada, levemente cóncava y escalón en su base además de una cara interna con el punto de máximo ensanchamiento un poco por debajo de la mitad de su altura, casi centralizada. Corresponden a la variante 11/12 (Ramon 1995, fig. 108) de las ánforas T-10111. Existen similares en las Chorreras (Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1975, Abb 8, núm. 100; Martín, Ramírez, Recio 2005, fig. 8 núm. 9, fig. 9 núm. 18, etc.), en Lixus (Belén et al. 2001, figs. 8 núm. 354, 13 núm. 562), sa Caleta (Ramon 2007, fig. 64 XXV-5) y en la fase II de La Fonteta (Rouillard, Gailledrat, Sala 2007, fig. 188, 1). En el caso de los individuos 159/1 y 039/1, se trata igualmente de bordes muy altos, con perfil sinuoso, acanalación fina en la base externa y de sección proporcionalmente estrecha. Son distintos, en cierto modo, a los anteriores por un menor afinamiento de su tramo superior, aunque ciertamente pertenecen de la misma familia y cronología. La pieza 039/1 se enmarca aproximadamente en la variante 17 de bordes (Ramon 1995, fig. 108) de las ánforas T-10111. Se trata también de formas características de la “facies Chorreras” (p. ej., Aubet 1974, fig. 17 núm. 57; Gran Aymerich 1981, fig. 23 núm. 730002785; Martín, Ramírez, Recio 2005, fig. 9 núm. 10), sa Caleta, (Ramon 2007, fig. 1 S-26).

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Otra variante antigua —representada por el individuo 014/1, 014/2, y también por SUP/3— responde a bordes altos con la cara externa un tanto cóncavoconvexa, sin acanalaciones y con la zona de máximo engrosamiento interno en la mitad de su altura o incluso un poco más arriba. Existen similares el estrato V del corte 5 del Cerro del Villar (Aubet 1999, fig. 59h), en el estrato I (1964) de Toscanos (Docter 1997, núm. 107) y de las Chorreras (Martín, Ramírez, Recio 2005, fig. 8 núm. 7) y también en sa Caleta (Ramon 2007, fig. 40 j-2). Otro modelo de borde es también alto y de proyección oblicuo-exvasada, sin acanalación en la base y con la cara externa dibujando una cierta concavidad. Por el interior tiene un perfil arqueado, de moderado engrosamiento. En Ceuta está representado por los individuos 039/2, 120-121/7 y 186/1. Existe en Chorreras (Gran Aymerich 1981, figs. 22 núm. 730002763 y JO712, 23 núm. 730002778) y en Toscanos I (1964) (Docter 1997, núm. 107). Se conoce también en otros lugares, como sa Caleta (Ramon 2007, fig. 1 S-1 y S-31). Su cronología centrada en el último tercio del siglo VIII está, pues, garantizada, sin descartar una perduración en los primeros decenios del siglo VII aC Por otra parte, los individuos 049/1 y 120-121/1 responden a un modelo, tal vez directamente derivado del anterior, de características similares en lo esencial aunque un poco más gruesos, pero de idéntica concepción morfológica. Existen paralelos claros, de cronología antigua, en Toscanos II (1967) y 2b (1976) (Docter 1997, núm. 80 y 105), así como en sa Caleta (Ramon 2007, figs. 18 VIII-1 y 1 S-24). Simples variantes menores de las anteriores, pueden considerarse las piezas 014/22, 051/2 y 110-113/61. Incluso, la 014/2 no es otra cosa que un individuo de esta serie con el perfil más fino. El individuo 020/4 viene constituido por un borde medianamente alto y vertical, con leve arista en la base externa. El perfil, por fuera, es levemente moldurado y la característica interna es el punto máximo de engrosamiento, que se sitúa en la parte alta En sa Caleta existe alguna pieza similar (Ramon 2007, fig. 1 S-18). También conviene agrupar tipológicamente los bordes 014/3, 014/19, 114/1 y 116/1. Sus características clave son una proyección vertical, con una transición brusca o incluso una acanalación en la base externa, ápice redondeado y más saliente y cara externa ligeramente cóncava. Por el interior, destaca la posición media-baja del máximo ensanchamiento, describiendo una parábola de intensidad variable. Algunos bordes de Los Toscanos, a partir del estrato IVc, son de esta misma familia (Schubart, Maass-Lindemann 1984, fig. 15 núm. 555, 557; Docter 1997, núm. 124, 129). En sa Caleta, los bordes h-4, i-1/3, S-70, etc., son también similares (Ramon 2007, figs. 3, 6 y 38). Otra variedad más o menos definida incumbe el borde 021/1. La sección es poco engrosada, con el ensanchamiento máximo por el interior en posición media. Por fuera, un perfil sinuoso, con un cierto exvasamiento y en la base el típico escalón. En Los Toscanos existen algunos individuos casi idénticos, de cronología muy

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antigua, en todo caso anterior a la construcción del Almacén C (Schubart, MaassLindemann 1984, fig. 14 núm. 472), así como en el estrato II del mismo yacimiento (Docter 1997, núm. 74). También pueden aducirse paralelos en otros materiales de Las Chorreras (Maass-Lindemann 1983, abb. 4 núm. 42) y de sa Caleta (Ramon 2007, fig. 64 XXV-5). El borde 051/8 corresponde a un modelo de proyección muy oblicuo-exvasada, sección sub-triangular, poco engrosada y acanalación exterior en la base. Es similar a una pieza de sa Caleta (Ramon 2007, fig. 31 n-2). Los bordes 039/7, 051/7 y 040/2 se caracterizan por una cara externa de mediana altura, cuya proyección es decididamente oblicuo-exvasada y un tanto cóncava, con el ápice redondeado. Por el interior, el máximo engrosamiento se sitúa en una posición alta y se aprecia una ruptura de curva más o menos señalada. Bordes parecidos existen en el estrato 3b (1971) de Toscanos (Maass-Lindemann 1982, tav. 15 núm. 517) y también en sa Caleta (Ramon 2007, fig. 23 y 43 p-1 y a-1). Una variante del modelo anterior es la pieza 049/4, de idéntica arquitectura global y sólo distinta por la presencia de una doble ancanalación en la parte baja de su cara externa. Del mismo modo, la pieza 051/4 es similar al resto mencionado, si bien un poco más engrosada. Otro modelo cuenta con dos individuos (014/25 y 051/3). Se trata de bordes de sección estrecha y alargada, de proyección oblicuo-exvasada. El perfil interno es de curva continua, pero su característica más significativa es el perfil cóncavoconvexo de su cara externa. Un borde del mismo tipo, pero sin estratificación clara, procede de Los Toscanos (Schubart, Maass-Lindemann 1984, fig. 14 núm. 511). La pieza 114/2 es peculiar, con acanalación fina, pero bien marcada, en la base externa, a modo de separación con una espalda acentuadamente oblicuo-convexa. La cara externa del borde es de proyección absolutamente vertical, muy levemente cóncava, hecho acentuado por el engrosamiento y exvasamiento moderado del ápice. Cara interna con engrosamiento máximo en la parte media, que obliga a una trayectoria parabólica. Este tipo de borde, en sus rasgos básicos, parece una derivación bastante directa de algunos perfiles ya existentes en la época de Las Chorreras (Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1975, abb. 8 núm. 94; Martín, Ramírez, Recio 2005, fig. 7 núm. 10), hallados por tanto en este mismo yacimiento y también en lugares cercanos, como La Fortaleza (Vélez-Málaga) (Martín et al. 2004, fig. 25, columna izda., tercera pieza por arriba). Los individuos 016/1, 064/3, 115/1, 125/1, 032/8 y 039/8 (estos dos últimos, de menor tamaño y de pasta fina) son bordes engrosados, con la cara externa oblicua, levemente cóncava y ápice redondeado. Por el interior, se caracterizan por un máximo ensanchamiento en posición alta. No se alejan excesivamente de algunos bordes de la fase 1 (siglo VIII) del Cerro de Montecristo (Suárez et al. 1989, fig. 6 v-w). Por otro lado, se puede postular un parentesco del borde 016/1 con otro de un ánfora del sector 8 del Cerro del Villar (Aubet 1997, fig. 2 arriba). Se docu-

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mentan de nuevo en sa Caleta (Ramon 2007, fig. 1 S-34). El borde 032/10 tiene probablemente relación con los anteriores, la diferencia es su cara externa vertical. Uno de los grupos más numeroso de ánforas de Ceuta (incluye los individuos 010/1, 014/27, 024/1, 024/2, 072/1, 151-162/1-2, 014/16, 014/20, 032/2, 034/3, 110-113/1, 120-121/3, 116/3, 125/2, 135/1 186/2 y 188/1) corresponde a una variedad característica: sección triangular no excesivamente alargada, cara externa vertical (a veces levemente oblicuo-exvasada) y rectilínea y, por el interior, engrosamiento en la zona medio-baja o baja, pero sin abombamientos en la base. Se trata de un tipo muy abundante, que en Los Toscanos, donde aparece desde el Estrato IVa (Docter 1997, núm. 75), y perdura, al menos, a lo largo del IVb y IVc (íd., núm. 73 y 75). Existen también en otros contextos estratificados, como Cartago IVb2 (Docter 1997, núm. 72), que junto con el estrato IV del corte 5 del Cerro del Villar (Aubet 1999, fig. 62 h, i, k) demuestran su perduración hasta un momento avanzado de la segunda mitad del siglo VII. Se hallan, además, documentados en sa Caleta (Ramon 2007, fig. 1 S-3, S-5, S-15, S-19, etc.). El borde 020/2 es un tanto más redondeado y con la cara externa un poco más cóncava y la inferior (interna) ligeramente abombada. Puede compararse a piezas de Toscanos IVb (Docter 1997, núm. 133). Documentado igualmente en sa Caleta (Ramon 2007, fig. 1, S-10). Al mismo grupo, aunque es un poco más alto, puede adscribirse el individuo 014/17. El borde 114/3 tiene un perfil que cabe considerar único en todo el yacimiento. Se caracteriza por una cara externa de proyección vertical, completamente convexa, sobre una acanalación que lo separa por el exterior de la base, ápice fino y apuntado y cara interna con un tramo superior oblicuo-rectilíneo que, más abajo, se convierte en curva, con engrosamiento máximo en la parte baja. Una variante, con los individuos 020/1 049/2, 051/9, 049/3 y 120-121/5, se define por una sección de borde más bien estrecha, ápice redondeado, altura media y cara externa levemente cóncava (a la inversa, la interior es convexa). No presentan aristas ni acanalaciones. En realidad, son bastante similares a 051/2 y 014/22. En todo caso, cabe remarcar que la pieza 049/3 es la que presenta una proyección más oblicuo-exvasada. Un individuo especialmente similar a 20/1 y 51/2 procede del estrato 3b (1971) de Los Toscanos (Schubart, Maass-Lindemann 1984, fig. 14 núm. 468) y otra del 4a (íd., fig. 14 núm. 486), que en conjunto se fechan en la segunda mitad del siglo VII aC. El individuo 120-121/5 se caracteriza por una cara externa de media altura, de proyección vertical y rectilínea, acanalación poco pronunciada en la base externa y ápice redondeado. Por el interior, presenta un moderado engrosamiento, con valor máximo en la parte media. Recuerda en cierto modo una pieza de la fase I/ II de Alarcón (Maass-Lindemann 2002, lám. 14 núm. 258). El borde 032/1, en conjunto, responde a una concepción peculiar. Su sección es muy alargada, de proyección acusadamente oblicuo-exvasada y engrosamiento

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máximo en la parte baja. El ápice es redondeado, la cara externa no tiene resalte en la base pero dibuja un nervio a media altura y la interior una simple inflexión de curva en la zona baja. No es posible acerca de esta pieza señalar paralelos estrictos. Los bordes 039/5, 039/9 y 116/2, de sección triangular, tienen en común una cara externa rectilínea y vertical, con una acanalación en la base (más atenuada en el 116/2). Por el interior tienen el ensanchamiento máximo en la zona baja y en este punto la línea ofrece una inflexión casi angular. Destaca también el detalle de un sector engrosado progresivo de la pared interna. Los tramos conservados denotan la presencia de espaldas bastante oblicuas y ligeramente convexas. Se trata de un modelo un tanto particular. Los bordes 119/1 y 034/1 tienen en común la falta de acanalaciones y molduras, así como el hecho de ser ambos alargados y un tanto oblicuo-exvasados. La diferencia principal entre ellos es que el primero tiene el punto máximo de engrosamiento en su base interna y el segundo, viceversa, la tiene en posición alta. Este último corresponde a un borde tipo 1 de las ánforas T-10111 (Ramon 1995, fig. 108), mientras que el primero tiene un paralelo probable en una de las piezas del estrato Vb del corte 5 del Cerro del Villar (Aubet 1999, fig. 57 b). En conjunto, estos bordes encajan con los esquemas vistos también en el nivel inferior (estrato 1) del sondeo realizado en el puerto de Toscanos-Manganeto y es fechable, con toda evidencia, en la primera mitad o primer tercio del siglo VII (Arteaga, Schulz 1997, fig. 11 g-i). El borde 34/2 tiene sección sub-triangular, de proyección muy ligeramente oblicuo-exvasada, con estrías en la parte baja de su cara externa y engrosamiento pronunciado en su zona baja interna. Salvo el detalle de las estrías, es muy parecido, al menos, a uno de los bordes de sa Caleta (Ramon 2007, fig. 38 h-3). Los bordes 014/4 y 051/5 tienen sección sub-triangular de mediana altura, sin detalles especiales, con la cara externa relativamente oblicuo-exvasada. Su sección acusa un engrosamiento en la parte baja interna. Es comparable a una pieza de La Fonteta, fase III (equipo franco-español) (Rouillard, Gailledrat, Sala 2007, fig. 195 núm. 2). El 014/13 es un borde con la cara externa simple, de proyección muy oblicuoexvasada. Es bastante engrosado, con el punto máximo de ensanchamiento en la zona media interna, donde dibuja un arco parabólico. Se asemeja a una pieza de La Fonteta, fase IVa (equipo franco-español) (Rouillard, Gailledrat, Sala 2007, fig. 203 núm. 2). Del mismo modo, corresponde a alguno de los bordes dados a conocer de la alfarería de La Pancha, cerca de Trayamar (Martín et al. 2004, fig. 8 dcha.). Es, por tanto, el borde de una T-10121 tardía, de muy a finales del siglo VII o inicios del siguiente, hecho que encaja bien con la unidad de la cual procede. La pieza 014/5 tiene un borde se sección más alargada que engrosada, muy oblicuo-exvasado, con la cara externa, simple, totalmente cóncava y, por tanto, la interior perfectamente convexa.

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Otros dos bordes, el 034/4 y el 014/18 son más bien engrosados (a media altura, por el interior). Su cara externa es muy convexa en la zona del ápice, por debajo de la cual el perfil acusa una zona oblicuo-rectilínea, que enlaza con la espalda, mediante una leve inflexión de curva. A ellos, aunque no es exactamente igual, puede añadirse el SUP/1. El borde 051/6, en sección, es sub-triangular con la cara externa vertical y recta y notable engrosamiento, a media altura, por el interior similar a una pieza de sa Caleta (Ramon 2007, fig.1 S-22). Del mismo modo, conviene agrupar los bordes 006/3, 014/8, 014/14, 014/21 y 055/1. Se caracterizan por una sección sub-triangular, de engrosamiento mediano, con cara externa vertical y rectilínea y acanalación en su base externa. Engrosamiento máximo, por el interior, a altura media o media-baja y, en algunos casos, abombamiento inferior interno. Existen similares en sa Caleta (Ramon 2007, fig. 3 S-65). Constituyen también un grupo con entidad propia los bordes 014/7, 014/15, 014/23, 014/26, 032/6, 032/11, 049/5, 034/6 y 108/1. Son estrictamente parecidos a los anteriores, con la diferencia básica y característica, que el engrosamiento interno se ubica en posición más alta, dando lugar a una clara ruptura de curva. Por otro lado, la cara superior interna puede presentar o no una cierta concavidad. Se trata de un tipo de borde, que aparece sobre las T-10121 en una fase tardía, concretamente, se tiene de ellas la primera datación clara en el estrato IV del corte 5 del Cerro del Villar (Aubet 1999, fig. 63 q, u, 64 d, e) y perdura abundantemente en el estrato II del sector 3/4 del mismo yacimiento (Curiá et al. 1999). Es un tipo de borde que se documenta de nuevo en sa Caleta (Ramon 2007, fig. 2 S-64). A diferencia del resto del grupo, el individuo 014/15 tiene la cara externa un tanto moldurada. Los bordes 014/6, 014/12, 014/24, 032/3, 062/1 y 064/2 son sub-triangulares y muy engrosados por el interior en proporción a su poca altura externa, donde su perfil es rectilíneo, vertical o ligeramente oblicuo-entrante. En todo caso, cabe indicar que el individuo 062/1, por su cara externa, un tanto cóncava, se aparta ligeramente de lo dicho, aunque también es entrante. Cabe señalar, además su espalda que, a juzgar por el tramo conservado, es de proyección muy horizontal en la parte alta. Se trata de un tipo de borde tardío, que aparece en el estrato IV del corte 5 del Cerro del Villar (Aubet 1999, fig. 63 p) y es tanto o más común en el estrato II del yacimiento. En el asentamiento de sa Caleta existen también bordes de este mismo tipo (Ramon 2007, figs. 1, 2 y 40 j-1, S-12, S-32 y S-62). Muy parecidos a los anteriores, es decir sub-triangulares, muy engrosados por el interior, de escasa altura externa, con perfiles rectilíneos y ligeramente oblicuoentrantes, pero con una acanalación en su base externa y, en general, con el engrosamiento máximo en la parte baja interna, constituyen un grupo específico las piezas SUP/2, 006/2, 014/10, 021/2, 034/5, 039/3, 049/6 y 064/1. Este modelo de borde aparece estratificado en el estrato IV del corte 5 del Cerro del

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Villar (Aubet 1999, fig. 63 u). Se trata de una variante documentada, una vez más, en sa Caleta (Ramon 2007, fig. 55 XX-2). Los bordes 006/1 y 006/4 son bajos y proporcionalmente muy engrosados, con el ápice redondeado y un pocos saliente, que configura una cara externa de perfil cóncavo-convexo. Algunos individuos similares existen en Toscanos, estrato IVc (Docter 2007, núm. 139) y en sa Caleta (Ramon 2007, fig. 1 S-9). Otra variante, representada por 039/6, 120-121/2 y 151-162/3 —este último por su fragmentación, con más dudas— responde a bordes engrosados, con una arista o acanalación, poco protuberante, en su base externa. La proyección de la cara externa puede ser más o menos exvasada, de tendencia cóncava y ápice redondeado, que sobresale apreciablemente. Por el interior, se aprecia una ruptura de curva en la parte media o media-alta. Parece similar a estos, al menos una pieza del estrato 3b de Los Toscanos (Docter 2007, núm. 127), igual que otros individuos de sa Caleta (Ramon 2007, figs. 26 y 40 j-3 y XIV-1). El individuo 040/1 es peculiar; el tramo conservado muestra un borde grueso, con la cara externa cóncava, sin molduras y ápice redondeado. Por el interior, dibuja una elipse continua, con la máxima protuberancia a media altura. La espalda es muy convexa y oblicua, con una acanalación fina en su parte media Este modelo, recuerda algún individuo del estrato 5 de Toscanos, también con acanalaciones en la espalda (Docter 1997, núm. 148). Los bordes 034/7 y 120-121/10 responden a una concepción peculiar: sección sub-triangular de poca altura, con la cara externa vertical, en un caso y un tanto oblicuo-invasada, en otro, ápice redondeado, cara interna de perfil cóncavoconvexo y base interna abombada. Este modelo preciso es bien conocido en el estrato II del sector 3/4 del Cerro del Villar (Curiá et al. 1999, figs. 135 e, g, 175 f), así como en el estrato V de los Toscanos (Docter 2007, núm. 131), hecho que, de acuerdo, con las unidades de las cuales proceden los dos bordes de Ceuta, garantiza una fecha no lejana al 600 aC o, incluso, un poco más tarde. Los bordes 032/4 y 032/9 tienen una cara externa un tanto cóncava, por debajo de un ápice redondeado y un poco más saliente. Por el interior, tienen un apreciable engrosamiento en la zona baja. El segundo es menos alargado que el primero. Los individuos 014/9 y 032/5, son idénticos, con la única diferencia de la arista que presenta el segundo en su base externa. Son más bien altos, con la cara externa convexa y la interna con engrosamiento en posición media-alta, significando una inflexión de curva. Destaca, además, el abombamiento en la base interior. La pieza 032/7, de pequeño formato, conserva un tramo con el borde (triangular, levemente oblicuo-exvasado, no engrosado y con una acanalación en la base externa), espalda muy corta, oblicuo-rectilínea y hasta un poco por debajo de la carena, esta última perfectamente angular. Por el exterior está cubierta de engobe blanco. Aunque aquí se ha incluido en grupo de las ánforas, probablemente corresponda a una jarra carenada de base plana.

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Por otra parte, puede señalarse que sólo individuos como 110-113/3 conservan un cierto tramo del perfil global. Aunque la pieza señalada carece de borde, si puede apreciarse claramente la pertenencia a un ánfora T-10121. Así pues, del análisis detallado del material anfórico fenicio-occidental se desprenden una serie de cuestiones. La primera, es la existencia de recipientes típicos de la facies Chorreras, es decir de la segunda mitad o último tercio del siglo VIII. Cabe, sin embargo, remarcar el hecho que ninguno de los individuos de este tipo, comentados antes, se halla en un contexto estratigráfico que pueda considerarse contemporáneo a dichos materiales, sino que, con algunas matizaciones, que se tratarán después, se hallan mayoritariamente en estratos correspondientes a la fase más reciente documentada. En todo caso, es significativo que no se han encontrado en los estratos más antiguos de la Catedral, aunque una excepción a lo dicho podría venir dada por el individuo 186/1. En realidad, todo ello, puede tener una explicación, al margen de rebajar cronologías y estilos productivos como se ha hecho en no pocas ocasiones. En este sentido, puede ser útil recordar que en dicho horizonte avanzado un número considerable de fragmentos de ánforas se hallan manipuladas artificialmente, con finalidad clara de crear, en base a fragmentos de recipientes despiezados y, evidentemente, completamente amortizados, otros instrumentos, como pesas, soportes, otros recipientes mediante los fondos, etc. Es posible que para ello se recurriera a vasos antiguos, ya desechados evidentemente, pero físicamente aún recuperables en el sentido señalado. Lugares como sa Caleta (Ramon 2007) han demostrado ampliamente una práctica semejante, que ha sido también señalada en asentamientos no lejanos al de Ceuta y de carácter tal vez similar, como el de Kach Kouch, en el valle del río Lau (Bobkot, Onrubia 1995). Siguiendo la misma filosofía, la presencia de estos tipos anfóricos más antiguos puede y seguramente debe ser enfocada desde la óptica de una actividad precedente, donde (o en las inmediaciones), a continuación, se formarían las unidades estratigráficas más antiguas conservadas en el sector de la Catedral de Ceuta.

1.1.1.2. Ánforas fenicias de fabricación cartaginesa En distintas unidades del yacimiento arcaico de Ceuta se registran fragmentos de ánforas, cuyas características físicas y técnicas las incluyen, sin discusión, entre las producciones fenicias del mediterráneo central y, más concretamente, en los talleres metropolitanos de Cartago. En concreto, se registran los siguientes fragmentos de ánforas de esta clase: UEs 055/9, 114/12 (esta con dudas), 116/14, 120-121/30, 31, 151-162/7. Por fases y frente al total anfórico, las producciones cartaginesas, que en todos los casos se hallan representadas sólo por fragmentos y no por individuos, tienen la estadística siguiente (gráficas 9, 20 y 27): fase I, 0,30 %, fase IIa, 0,00 %, fase IIb, 0,10 % y fase IIc, 0,11 %.

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Es decir, que se trata de un porcentaje casi testimonial y significativamente por debajo de otros yacimientos occidentales, como Los Toscanos o sa Caleta, donde incluso por NMI, se llegan a alcanzar porcentajes superiores al 5 %. La pasta de estas ánforas, descrita en distintas ocasiones (Ramon 1995: 258259; Docter 1997: 173 y sigs., etc.) tiene una apariencia plástica y estratificada. Contiene, de modo especial, cuarzo eólico y, por tanto, rodado, y, además, elementos minerales y petrográficos como, cal, calcita y nódulos férricos, formando a veces núcleos grisáceos. Todos los fragmentos aludidos corresponden a perfiles y, en general, son muy pequeños, de modo que, en ausencia de elementos más definitorios, en especial bordes, resultan imposibles atribuir directamente a tipos concretos. Sin embargo, considerando la cronología de los estratos donde se encuentran, es obvio que sólo pueden corresponder a dos tipos: el T-3112, de pleno siglo VII y el T-2112, de finales de esta centuria e inicios de la siguiente. Uno de los fragmentos de cuerpo, hallado fuera de contexto, fue tallado a posteriori en forma de discoide. Por otra parte, Ceuta viene a sumarse, y por otro lado, a incrementar un mapa de dispersión de ánforas cartaginesas exportadas al extremo occidente ya significativo (Ramon 1995, mapas 25 y 32; íd. 2006, fig. 7).

1.1.1.3. Ánforas fenicias de fabricación oriental Únicamente, el individuo 014/83, que conserva una de las asas completa, con acanaladura ancha vertical exterior y tramo de espalda, carena y cuerpo superior con una zona pintura roja a la altura de arranque superior de asa, por un tipo de pasta, con inclusiones rojas férricas y nódulos de cal, muy semejante a la de algunas Oil bottle y Dipper jug, podría considerarse una producción fenicia del área levantina mediterránea. Sin embargo, es imposible decir más, a todos los niveles, tanto tipológicos, como de atribución areal y cronológica más precisa. De este modo, las ánforas fenicias orientales, con un solo fragmento identificado como posible, representan un porcentaje irrisorio y, por descontado, ocupan el último lugar en la categoría anfórica. 1.1.1.4. Ánforas griegas Se documentan en el yacimiento de la Catedral algunos fragmentos de cuerpo cuyas características específicas corresponden a una serie de producciones de ámbito griego, en realidad, aún poco conocidas. Es posible que los fragmentos citados en realidad, no representen un máximo de entre tres y cinco individuos. Su valor porcentual (sólo por fragmentos) en las diferentes fases es el siguiente (gráficas 9, 20 y 27): fase I, 0,30 %, fase IIa, 0,00 %, fase IIb, 1,15 % y fase IIc, 0.08 %.

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Por una parte, una serie de catorce fragmentos (que unidos, dan un total de tres), que se distribuyen distintas unidades (UEs. 007, 034, 051, 071 y 096), corresponden en, realidad, a una sola pieza (051/53), cuya ubicación original, sin duda, es la UE.051. En concreto, dichos trozos permiten recomponer parte de la espalda y hasta la zona del diámetro máximo de un ánfora. En la parte inferior, conservada, presenta una zona ancha de pintura negra y, más arriba tres líneas del mismo color, horizontales aunque en la práctica resultan un tanto oblicuas. La pasta de la pieza es fina y contiene cal y cuarzo. Su aspecto grisáceo, que afecta tanto la pasta, como la pintura, puede deberse a la acción del fuego, posterior a su fabricación. Por otra, dos fragmentos, también de espalda, aunque no acoplan, 151162/12, tienen suficientes rasgos para ser también consideradas un mismo individuo, en concreto un ánfora griega, de características similares. En todo caso, su pasta color marrón anaranjado, conteniendo abundantes nódulos de cal, se halla completamente recubierta en el exterior por una pintura negruzca, muy poco homogénea, que deja observar claramente un fondo de tonalidad roja. Es interesante el hecho que estos dos fragmentos se hallan en uno de los estratos correspondientes a la base de la secuencia estratigráfica. Y, finalmente dos fragmentos de cuerpos más, con la misma pasta y tratamiento que las de la UE.151-162, procedentes de la UE.014 (014/103.1 y 014/103.2). Existen discusiones sobre la atribución de este tipo de ánfora griega, que en realidad sigue la línea de las áticas SOS, a talleres concretos del área oriental mediterránea, por lo cual y mientras no sea posible disponer de caracterizaciones arqueométricas más amplias y precisas, parece oportuno adoptar la denominación genérica propuesta por R. Docter (2000) y llamarlas East Greek black painted transport amphora. En cuanto a la cronología, por ahora y a falta de elementos característicos, como bordes, que permitirían un mínimo de acercamiento temporal, es imposible fechar con precisión los fragmentos de Ceuta más allá de un siglo VIII avanzado y sobre todo siglo VII. Sin embargo, la pieza de la UE-151-162, estratigráficamente, es anterior a la otra y por su posición tiene todas la posibilidades de fecharse en la primera mitad del siglo VII, coincidiendo con la época de ocupación IVa-b del almacén C de Los Toscanos, donde por otra parte, abundan individuos con las mismas características de pasta descritas (Docter 2000: 70-72). De este modo, las ánforas de la Grecia del Este se reparten por todas las fases del yacimiento de Ceuta, con excepción de la IIa, donde constituyen un grupo altamente minoritario y muy cercano al de Cartago. Además, incrementan también su mapa de dispersión en Occidente, donde hasta la fecha figuraba un número de yacimientos más bien corto, como Mogador (Villard 1960: 1-26; Jodin 1966: 53-59), el nivel IV (el más profundo) del hábitat de Rachgoun (Vuillemot 1965: 118), Huelva (Cabrera 19881989: figs. 3 núm. 33 y 36), Cerro del Villar (Cabrera 1994, fig. 1), Los Toscanos (ya citado y donde su presencia es relativamente notable) y La Fonteta (García 2000).

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1.1.2. Jarras, jarros y otros vasos cerrados El grupo de recipientes cerrados del tipo jarro/jarra, en el yacimiento de la Catedral porcentualmente y por fases tiene la dinámica reflejada en las gráficas 5, 6, 10, 11, 14, 15, 21 y 22. En realidad, junto con las ánforas, se trata de una de las clases que ha sufrido más las consecuencias de la grave fragmentación del material, comentada aquí en distintas ocasiones. Al lado de materiales que, sin mayores problemas, se pueden clasificar, otros resultan difícilmente identificables con precisión al ser segmentos (normalmente de perfiles) “compatibles” entre dos o más morfologías distintas.

1.1.2.1. Ánforas (o jarras) de borde triangular Un caso único viene dado por la pieza 016/5, que en realidad no conserva más que el borde y un tramo corto de espalda, todo ello recubierto con engobe rojo compacto en el exterior y parte interna del borde, donde está, además, decorado con rayas negras paralelas en sentido perpendicular. El borde de esta pieza es muy similar a algunas variantes, como la 12 (Ramon 1995, fig. 109) de las ánforas T-10121. Sin embargo, es difícil saber si stricto sensu se trata de un ánfora con base en punta o, por el contrario, de una jarra de espalda carenada y base plana. En realidad, cabe adelantar, que se trata de un tipo muy poco conocido. Pero esquemas decorativos similares proliferan en estrato II del sector 3/4 del Cerro del Villar, sobre vasos diversos (jarras de cuello corto, lebrillos, cuencos con asas verticales, etc.). El borde de 016/5 no es morfológicamente idéntico, en estricto, pero sí similar a una pieza del mencionado yacimiento malagueño, que tiene líneas negras sobre rojo en el exterior (Curiá et al. 1999, fig. 134 c). Otro, similar al anterior, tiene líneas negras horizontales en interior del borde (id., fig. 158 f). Existen además en el Cerro del Villar otras variables, con líneas también horizontales (íd., fig. 190 c, d). Cronológicamente hablando, el fragmento de Ceuta se sitúa en la parte superior de la fase IIc, por tanto, su cronología cercana al 600 aC encaja perfectamente con las comparaciones realizadas. 1.1.2.2. Jarras con cuello estrecho cilindroide En otras ocasiones, ya se ha advertido sobre los peligros de indeterminación, léase incluso de confusión, que conllevan ciertas nomenclaturas frecuentes en la ceramología fenicia de Occidente (Ramon 2007: 94). Entre dichas nomenclaturas, cabe recordar términos como “urna” (sólo aplicable en función secundaria), “tipo Cruz del Negro” (donde, no siempre, es posible asegurar que se trate de piezas realmente fenicias y no tartésicas u de otros talleres no fenicios y, más grave aún, un término que, con el tiempo y tras un uso indiscriminado, se ha impregnado de

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ambigüedad), jarras “de cuello” (porque otros tipos distintos de contenedor también tienen cuello), etc. La forma vascular que se analiza en este apartado es ciertamente —aunque no lo será aquí, por los motivos mencionados— denominada con el nombre de la necrópolis sevillana, bien conocida a partir del excelente estudio de M. E. Aubet (1976-1978). En realidad, el material de Ceuta correspondiente a esta clase de vaso, cuantitativamente hablando, no es escaso; en cambio, sí lo es más, debido a los habituales problemas de fragmentación, el que realmente puede considerarse útil desde un punto de vista analítico. Los materiales documentados son los siguientes. Por una parte, cinco trozos de cuellos, junto con sus bordes, sin que ninguno de ellos se conserve realmente completo (007/7, 014/95, 051/46, 051/69, 151-162/9); por otra, una serie de asas, mayoritariamente fragmentarias, y siempre de doble cordón, conservando un tramo variable de espalda y cuello, pero no de borde (006/13, 014/96, 021/13, 116/15), además de bases (034/42) y, sobre todo, de perfiles, la mayoría de los cuales, como se ha dicho, tienden a confundirse con los de jarras de boca ancha. De otro lado, el individuo 101/4, recompuesto de varios fragmentos, representa buena parte del perfil central de una de estas piezas, dando la impresión de tener el diámetro máximo un tanto desplazado por debajo del punto medio. No tiene decoración. Cabe observar también que es una de las categorías vasculares cuya presencia se documenta, absolutamente, en toda la columna estratigráfica. Pueden añadirse los individuos 135/24.3 y 135/24.4, reducidos a simples fragmentos. El segundo es la parte inferior, cercana a la base, que denota claramente un cuerpo esferoidal o piriforme, en todo caso, con el diámetro máximo en una posición muy baja. Fragmentos de fondos rehundidos seguramente de este tipo de jarra son, por ejemplo, 135/26 y 135/27. Destaca, por otro lado, el individuo 005/2, que permite reconstruir aproximadamente la mitad superior del cuerpo, hasta la base del cuello. El perfil denota seguramente una pieza esferoide, destaca además por una amplia franja de pintura roja, debajo de la cual se hallan, al menos tres líneas negras, también horizontales. El individuo 116/15 tiene un cuello rectilíneo, apenas oblicuo-exvasado y sin carena. El segmento de espalda que conserva muestra una trayectoria relativamente cerrada, tal vez correspondía a un cuerpo esferoide. No tiene, o no conserva, pintura. Dos de los mencionados fragmentos de cuellos, conservando el borde, corresponden a la fase más tardía de la secuencia. Uno de ellos (014/95) parece más bien ancho en relación a una altura tampoco mensurable en su totalidad, cilíndrico y con una carena muy tenue, casi inexistente. El borde tiene una cara superior ancha y exvasada, de tendencia casi horizontal y ápice redondeado, con cara inferior levemente cóncava. Presenta, tanto la pared externa, como la interna cubierta por pintura roja, con una línea negra superpuesta cerca del borde.

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El segundo (007/7) es mas alargado, prácticamente cilíndrico y vertical, con pintura roja cubriendo al menos sus dos tercios superiores, borde incluido. Este último tiene una sección triangular bastante rectilínea y es apreciablemente exvasado. El individuo 051/46 se halla reducido al borde, de modo que es arriesgado adjudicarle un tipo de cuello concreto. Este es muy exvasado, con la cara superior ancha, levemente convexa y moderadamente oblicua, el extremo más saliente es redondeado y la cara inferior ligeramente cóncava y también oblicua. La cara superior tiene una banda de pintura roja. La pieza 051/69 pertenece, sin duda, a una jarra de este tipo, pero de formato más pequeño, a juzgar por el diámetro del borde y cuello. El borde es fino, triangular y exvasado, con la cara superior, que es bastante rectilínea y horizontal pintada de rojo. El tramo superior del cuello, de hecho el único que se conserva es ligeramente oblicuo y convexo. En su cara externa, se observan, además trazas de espatulado vertical. El individuo 051/48 ha sido reconstruido, con lagunas, a partir de fragmentos que, casi con seguridad, corresponden al mismo vaso. Se caracteriza por un cuello cilíndrico y vertical, presumiblemente no carenado y montado sobre la espalda sin ningún género de arista que marque la transición. Falta el borde y el cuerpo es un tanto achatado, con el diámetro máximo ligeramente por debajo el punto medio. No presenta decoración pintada. Cabe también mencionar la pieza 051/51, de la cual se conservan diversos trozos, que recomponen la parte media del cuerpo de otra de estas jarras, aunque con faltas. Tiene, como rasgo de interés, una composición decorativa formada por dos franjas anchas de pintura roja, muy próximas entre sí, que se sitúan justo arriba y debajo de la zona de diámetro máximo de la pieza. Por otra parte, la pieza 032/37 responde a un borde y cuello de jarra de pequeño formato, con borde triangular muy exvasado (diámetro 10,5 cm), cuello de perfil cóncavo, sin decoración. Se señala también la presencia del individuo 014/277, reducido a una base plana no diferenciada exterior, con paredes que denotan una forma alta. Puede tratarse pues de un jarro o jarra en cerámica común, si bien no es posible integrarla en este grupo morfológico concreto, desconociéndose cuál era su perfil global. Parece evidente que los materiales de este grupo responden a un modelo de jarra llegado desde Oriente con los fenicios, pero que tuvo una gran aceptación de ambientes indígenas diversos, entre los cuales, sobre todo en el tartésico, fue adoptado y reproducido. No siempre ha quedado claro —máxime ante la escasez de analíticas arqueométricas— cuando se trataba de originales fenicios o, por el contrario, de versiones indígenas. En todo caso, cabe adelantar que todo el material de Ceuta de esta clase, a juzgar por su pasta y otros detalles, proviene inequívocamente de talleres fenicios de la costa del extremo occidental.

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Por ello, resulta obvio que el primer punto en la comparación del material de Ceuta debe buscarse en los yacimientos occidentales propiamente fenicios, en los que un simple repaso de la bibliografía permite asegurar que no es cierta su escasez, como ha llegado a afirmarse. Empezado por Los Toscanos donde sin embargo el material es también muy fragmentario, excepción hecha de una pieza con el perfil completo, cuyo cuerpo es esferoide y el cuello cilíndrico y carenado, rematado por un borde extraordinariamente exvasado (Maass-Lindemann, Schubart 1984, fig. 1 núm. 19). Tampoco difiere mucho, tal vez excepto por un cuello más ancho, el 014/95 de una jarra de este tipo, igualmente completa, de Alarcón (Maass-Lindemann 1988, abb. 2a; íd. 2002, lám. 3 núm. 105), que procede de la fase IIb1, es decir, post construcción de la muralla, a pesar de lo cual otros especímenes, también bastante similares, sí corresponden a la fase I (Maass-Lindemann 2002, lám. 2 núm. 195). En el último horizonte fenicio del Cerro del Villar, que se fecha en el primer tercio del siglo VI aC, se halló un número considerable de individuos, con cuellos carenados de proyección vertical y oblicuo-exvasada, además de bordes triangulares, relativamente salientes (Barceló et al. 1995, fig. 4 i, j; Curiá et al. 1999, fig. 129 g-l, 153 b-i, 183 b-f, 189 l-n) y, en general, con decoración polícroma. Los individuos 007/7 y 014/95 de Ceuta se corresponden bien, a todos efectos morfológicos y decorativos, con el material del estrato II del sector 3/4 del Cerro del Villar. Sin embargo, no existen en Ceuta jarras de este tipo con líneas transversales sobre el borde, ni otras combinaciones decorativas, que sí aparecen en el yacimiento malagueño. Otro sitio ineludible, en el sentido señalado, es Mogador, donde, en el que A. Jodin denominara “nivel IV”, se localizaron una serie de jarras de este tipo, todas ellas fragmentarias —“categoría A” de dicho autor— y decoradas con distinta técnica —con lechadas de engobe blanco o sin este tratamiento y combinaciones de bandas horizontales de engobe o pintura roja con otras más estrechas oscuras. Los individuos del yacimiento de Essaouira, que llegaron a ser reproducidos gráficamente, muestran cuerpos esféricos y cuellos (seguramente) carenados. Algunos bordes, visibles en las publicaciones son triangulares, o triangulares-redondeados (Jodin 1966: 150-155, fig. 31, pl. XXXIX, XL, XLI), con decoraciones también parecidas al material de Ceuta. Cabe admitir, por otro lado, un cierto parecido de los dos bordes antes citados con las jarras R 5b y R 5c de Rachgoun (Vuillemot 1965, figs. 22 y 23), ambas utilizadas en la necrópolis del Faro como recipientes cinerarios y sin una cronología precisa dentro del consabido lapso de siglo VII-VI, que se otorga al yacimiento. Prácticamente, lo dicho es válido para una pieza de la necrópolis malagueña de Frigiliana (Arribas, Wilkins 1971, fig. 16 y lám. VII), con un tipo de decoración bícroma (aunque incorporando motivos en espiral), que recuerda de cerca las concepciones del taller del sector 3/4 del Cerro del Villar. Más complicada es toda comparación con el material de este tipo encontrado

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en puntos atlánticos, como el Castillo de Doña Blanca, en la bahía de Cádiz, de donde se han publicado unos pocos perfiles de cuellos de proyección muy oblicuoexvasada en el tramo superior del cuello (Ruiz, Pérez 1995, fig. 21 núm. 3-5) y que son atribuidos por los editores, sin más detalles, a niveles del siglo VII aC. Finalmente, un fragmento de la necrópolis de Mesas de Asta parece similar a estos de Ceuta (González, Barrionuevo, Aguilar 2000, fig. 4 núm. 30). También cabe señalar que los dos fragmentos de cuello de la fase I del yacimiento de la Catedral no son en estricto comparables con otros muchos vasos de este tipo habituales en yacimientos no propiamente fenicios, sino más bien “orientalizantes”, que se extienden en un radio amplio territorial, incluida toda la costa oriental y nororiental de la península Ibérica y que, en general, presentan bordes menos exvasados y de perfiles más redondeados, al margen de otros detalles distintivos. Por otra parte, uno de los cuellos pertenece a la base de la secuencia y, por tanto, al primer momento documentado del yacimiento (151-162/9), la fase I. La parte alta del vaso, la única conservada, es acentuadamente oblicuo-exvasada y el borde, tampoco completo en su perfil, parece más bien triangular-redondeado, aunque corto. No tiene pintura. Es un tipo (en referencia sólo al tramo conservado) bien conocido en el repertorio bibliográfico. En efecto, perfiles idénticos de jarras de este tipo pueden verse, entre otros yacimientos, en Les Moreres (González 2005, lám. I núm. MO-25), Doña Blanca (Ruiz, Pérez 1995, fig. 21 núm. 5) y la propia Cruz del Negro (Aubet 1976-1978, fig. 2 núm. 7). En todo caso, cabe añadir que el contexto de ninguno de ellos desmiente la cronología de primera mitad del siglo VII que, como se verá en otro capítulo, se atribuye a la UE.151-162 de la Catedral de Ceuta.

1.1.2.3. Jarros de cuello cilíndrico, o cónico, estrecho y una sola asa Los individuos 022/5, 024/15 y 055/14 pueden pertenecer a un tipo de jarro del todo similar al visto antes, con la diferencia clave de poseer una sola asa y, en este sentido, van implícitas las dificultades para diferenciar ambos modelos, cuando los tramos de cuello o espalda no se conservan completos. Las piezas de Ceuta se hallan reducidas, en todos los casos, al tramo central y/o bajo del cuello, ninguno conserva el borde, mientras que la parte superior del asa geminada arranca sobre el escalón que presentan estos cuellos. No tienen decoración, pero no es descartable en el conjunto del vaso, visto lo exiguo de los tramos conservados. Es posible que el fragmento de cuerpo, con asa geminada 014/275 pertenezca también a este tipo. No se conocen en otros yacimientos muchos vasos de esta clase en parte, seguramente, debido al problema de fragmentación y atribución citado. De hecho, casi sólo piezas de los cementerios de Rachgoun (Vuillemot 1965, fig. 17 —tipo R 5) o Frigiliana (Arribas, Wilkins 1971, lám. VI, 2) pueden traerse a colación. Lo mismo, a propósito de sus gemelos bi-ansados, es válido para los de una sola asa.

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Por otro lado, el individuo 120-121/40 conserva un buen tramo del cuello, que es cónico (estrechándose hacia arriba), sin nervio (excepto que lo tuviera prácticamente en la base), rematado por un borde redondeado y ligeramente destacado hacia el exterior. El asa es de doble cordón. No tiene decoración. Caso de tener resalte en el cuello, sería directamente comparable a ejemplares de las Chorreras (Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1975, abb. 9 núm. 118; Maass-Lindemann 1983, abb. 2 núm. 4). Idéntico al anterior, aunque con el borde algo más redondeado, es la pieza 114/13.

1.1.2.4. Jarras con cuello muy ancho y corto Se trata de un contenedor de formato mediano-grande, que se denomina, de modo habitual (y arbitrario), pithos, nombre griego utilizado más bien en contenedores grandes y sobre todo de carácter estático, cosa que, evidentemente, con el material que se va a comentar no es el caso. Nuevamente, y a pesar de ser un tipo de vaso relativamente abundante en el repertorio de la Catedral que, del mismo modo que las jarras de cuello estrecho, se extiende de abajo arriba por toda la secuencia, el problema de fragmentación resulta obvio a la hora de hablar de variables morfológicas claras y, en este sentido no desdice de la misma problemática que afecta la mayor parte del amplísimo repertorio de yacimientos donde se documenta. Con todo, los individuos recuperados son los siguientes: Fragmentos de bordes, conservando, o no, el arranque superior del asa o asas y perfil del cuello o parte de la espalda vienen dados por los individuos 008/4, 014/84-86, 88, 89 y 274, 024/31, 032/39, 032/40, 034/43, 039/31, 051/57, 051/59, 114/15, 115/7, 125/13, 125/14, 159/5, 116/17, 116/18, 116/19, 135/17, 135/18, 135/19, 135/20, 186/9. El individuo 135/17, de paredes finas, es cónico-cóncavo y tiene pintura roja en borde. Por su parte, el 135/20 es muy exvasado, recio, con cuello cónico y pintura roja en borde, mientras que el 135/18 tiene borde triangular, con pintura roja y cuello cónico. En cuanto al 135/19, cabe decir que tiene un borde fino, poco exvasado, cuello cónico, sin pintura. Por otra parte, el 135/21 presenta un tramo de cuello muy cónico, ligeramente cóncavo y sin pintura. El 135/23, compuesto por diversos fragmentos que denotan que su cuerpo es muy alargado, oblicuo y rectilíneo, con espalda de curva pronunciada. Tiene, al menos, dos bandas muy anchas de pintura roja, enmarcadas por varias líneas de pintura negra, sobre fondo de pintura blanca. La pieza 186/9 es un fragmento con cuello muy oblicuo-cónico, ligeramente cóncavo, borde de sección triangular, exvasado, con ángulos redondeados y pintura roja sobre su cara superior. El 115/7, con borde muy exvasado, de sección sub-triangular, con pintura roja sobre su cara superior y cuello cónico, decreciendo en diámetro hacia la parte

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alta. Por otro lado, el 114/15 es un fragmento de borde, sin pintura, un tanto sobre elevado y conservando también un tramo de la parte superior del cuello, que es oblicuo. En cuanto al 114/14.1, no es sino un trozo de espalda con carena. El 114/14.2 es un fragmento de cuerpo con una amplia zona de pintura roja y una línea negra fina delimitándola por debajo y otra a poca distancia, todo sobre fondo de pintura blanca, idéntico a 135/23. Finalmente, el 014/274, con borde muy exvasado y ápice redondeado, tiene un cuello casi vertical, muy ligeramente cóncavo y escalón pronunciado en su base, sin decoración. En conjunto, el esquema morfológico de todos estos bordes es el mismo: cara superior ancha y más o menos convexa, de inclinación variable, pero nunca alejada de la horizontalidad y cara inferior con ápice ojival o redondeado. Individuos en los cuales ha sido posible comprobar un cuello rectilíneo, o muy levemente cóncavo: a) de proyección oblicuo-exvasada, p. ej., 014/86, 014/85 (muy cóncavo), 014/88 (probablemente), 032/40, 034/43, 135/17, 135/20, b) oblicuo-entrante 014/84, c) vertical 024/31, 159/5. El perfil conservado de la pieza 014/86 (borde cuello completo hasta la carena de separación con la espalda) es idéntico a algunos individuos de Las Chorreras (Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1975, abb. 7 núm. 111). El individuo 039/31 es una pieza peculiar, con cuello largo, cóncavo y pared relativamente fina. En otros fragmentos (014/85, 86, 034/44) puede apreciarse la existencia de nervio o carena de separación con la espalda, al contrario de lo que sucede con la pieza 032/39, donde esta no existe. A partir de los fragmentos 014/85, 110-113/10 se pueden intuir vasos de esta clase con cuerpos seguramente muy ovoides y diámetros máximos en posición baja o medio-baja y, del mismo modo, la ya citada pieza 034/44 denota una espalda muy oblicua. Es el mismo caso que el gran fragmento 110-113/10, con un perfil de cuerpo muy alargado, ovoide y diámetro en punto medio, recompuesto a partir de muchos fragmentos, en realidad, lacunarios, pero inequívocos. Está decorado al menos con dos zonas de bandas rojas anchas y líneas negras finas. Un esquema, sino idéntico, al menos muy similar, puede apreciarse en la jarra R 2b de Rachgoun (Vuillemot 1965, fig. 20). En el yacimiento de Ceuta, todas las asas de esta clase de jarra son de doble cordón y relativamente arqueadas, no se constata la existencia, ni de asas de triple cordón, ni de asas simples que suelen presentar una acanalación ancha en la cara externa. Normalmente, estos vasos están decorados con pintura roja, que, a modo de bandas anchas, suele afectar zonas, normalmente, cruzadas o enmarcada por líneas más o menos finas de pintura oscura, también horizontales. Los bordes igualmente están pintados de rojo. En todos los fragmentos enumerados antes, así como en una serie de fragmentos de cuerpos (conviene insistir en que, muchas veces, no son fáciles de separar de las jarras de cuello estrecho) se dan las mismas combina-

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ciones. A remarcar también algunos individuos (p. ej., 114/42.2, 135/23), donde dicha decoración aparece sobre una capa blanca. No se han documentado —y ello es importante por sus connotaciones cronológicas— motivos más complejos, como reticulados, espirales, estrellas, círculos concéntricos, etc., que si aparecen en otros yacimientos sobre vasos de esta clase. A pesar de ser un tipo de contenedor abundantísimo, no únicamente en los yacimientos propiamente fenicios, sino también en muchos otros indígenas, donde no sólo fue importado sino en diversos casos imitado, su sistematización crono-tipológica ha chocado con la gran fragmentación de estos vasos, hecha excepción de no más de una veintena de individuos, buena parte de los cuales, en realidad, procede de necrópolis (Frigiliana, Rachgoun, Les Moreres, etc.). No obstante lo señalado antes, algunas indicaciones pueden enmarcar el estudio del material de Ceuta. La necrópolis “du Phare”, en el islote oranés de Rachgoun, gracias a la recuperación de diversas jarras de cuello ancho, que sirvieron de recipientes cinerarios, desde hace muchos años, es uno de los clásicos en la bibliografía sobre esta clase de recipientes. Además aquí se realizó el primer intento de clasificación, a cargo de G. Vuillemot (1965: 65-66, fig. 17, 2, 2b, 3, 3b y figs. 19 y 20), quién distinguió una forma con el cuerpo mas alargado y con el diámetro máximo centralizado, subdividida en dos tipos uno (R-2) con el cuello corto y cilíndrico y el segundo (R-2b) con un cuello más alto y muy oblicuo-exvasado, tal vez con borde indiferenciado y decorado con grupos de líneas finas y otros motivos. La segunda forma se caracteriza por un cuello similar al R-2, pero con un cuerpo mucho menos alargado, es decir casi esferoidal con el diámetro máximo centralizado (R-3), otra variante, morfológicamente parece similar, pero se halla decorado con un motivo de retícula (R-3b). Otro de los clásicos, en el sentido aludido, es la necrópolis malagueña del cerro de las Sombras (Frigiliana), donde aparecieron jarras de cuello ancho completas en las tumbas 1, 3 y 13 (Arribas, Wilkins 1971, figs. 3 y 15, láms. IV, 1, V y VIII) —ésta última con un escarabeo egipcio, que se fechó en el siglo VII o inicios del VI aC (Padró 1976-1978). Todas llevan decoración de bandas rojizas, alternadas con líneas más oscuras y, en un caso, aparece un motivo estrelliforme. Los cuerpos son más o menos abombados, su diámetro puede hallarse centralizado (tumbas 1 y 13) o un tanto desplazado a la parte alta (tumba 3). Los cuellos son muy anchos y separados del cuerpo por un escalón más o menos marcado y los perfiles verticales y rectilíneos, con bordes muy exvasado. En realidad, en los talleres fenicio-occidentales este tipo de vaso se fabrica desde fechas antiguas y, en este sentido, cabe adelantar que el material de Mezquitilla B1, probablemente de mediados del siglo VIII, ofrece una morfología que, sin embargo, no es comparable con el material de Ceuta (Maass-Lindemann 1999, fig. 9 núm. 3 y 4). Por otro lado, en Chorreras, algunos individuos fragmentarios, presentan un cuello corto, vertical y recto, escalonado en su base, con borde exvasado y grueso,

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ligeramente redondeado (Maass-Lindemann 1983, fig. 3 núm. 19 y 20), modelo que corresponde aproximadamente con el fragmento 159/5 de Ceuta, entre otros. A pesar de ello, en el yacimiento malagueño, otros vasos de este tipo, probablemente los más numerosos, tienen el cuerpo seguramente, alargado, cuello corto, pero bastante oblicuo, con un borde triangular y muy exvasado, separados también del cuello por un escalón más o menos marcado, y bordes triangulares (Gran-Aymerich 1981, fig. 26 núm. 5218; Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1979, fig. 8 núm. 110-113). Interesante fue la reconstrucción de un perfil completo, cuyo cuello es como los anteriormente descritos y un cuerpo —decorado con cuatro grupos de líneas estrechas oscuras— muy alargado, con el diámetro máximo bastante por debajo su punto central, hecho que constituye un rasgo tipológico muy concreto y definido (Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1979, fig. 8 núm. 113a). El material de excavaciones posteriores en Las Chorreras (Martín, Ramírez, Recio 2005, figs.10 y 11) ha venido a confirmar estas observaciones morfológicas, a la vez que ha permitido constatar la existencia de vasos de este tipo, pero con asas de triple cordón. En Montilla se documentaron algunos individuos fragmentarios, en la línea del material de Chorreras. Los tramos conservados parecen obedecer a recipientes de cuerpo alargado, en algunos casos con cuello más bien alto, oblicuo-exvasado y ligeramente cóncavo (Schubart 1988, abb. 10 núm. 75, 13 núm. 150 y 155). En cuanto a Ceuta, el material no permite ni asegurar ni desmentir categóricamente la presencia de modelos antiguos de cuerpo piriforme como los señalados en Las Chorreras y Montilla. De la campaña de 1964 en Los Toscanos fueron publicados sólo unos pocos trozos de jarras de este tipo, muy fragmentarias —Schubart, Niemeyer, Pellicer 1969: 63, lám. VIII núm. 593, 606, 1181 —procedentes, en dos casos, del estrato IV “genérico” (la mayor parte del siglo VII) y removidos en el tercero. En el posterior estudio de los materiales de la campaña de 1971 en el mismo yacimiento, Schubart y Lindemann, englobaron estas jarras en las “cerámicas polícromas” y publicaron una serie de fragmentos de cuellos y bordes (Schubart, Maass-Lindemann 1984, fig. 2 núm. 1934), a la vez que propusieron tres variantes distintas, que integraron en su grupo II. Dicha distinción se basa en el número de asas, y en los perfiles de cuerpo y cuello (Schubart, Maass-Lindemann 1984: 74-78). Variante a): con cuatro asas, cuello curvo y delgado y cuerpo ovoidal, que corresponde al citado vaso completo de Las Chorreras; b) Con dos o más asas, cuello vertical y cuerpo ovoide, que, como prototipo concreto, tiene la jarra Vuillemot R-2 de Rachgoun (Vuillemot 1965, figs. 17 y 19; c) sería como el b), pero con el cuerpo fuertemente curvado en correspondencia con el tipo Vuillemot R-3 del mencionado yacimiento oranés (íd., fig. 17). En todo caso, cabe discrepar acerca de la clasificación en Toscanos de fragmentos de bordes y/o cuellos demasiado exiguos y, en realidad, indefinidos, según los parámetros descritos para las variantes establecidas en dichos grupos. Además, los

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dibujos de Vuillemot, buenos para su época, son demasiado imprecisos vistos desde una perspectiva actual, hecho que se comprueba fácilmente cuando de una misma pieza llegó a publicar, a la vez, dibujo y fotografía. Por su parte, A. González englobó esta clase de recipiente en su tipo E-13, distinguiendo distintas variantes, que admitió de difícil aplicación, ante la fragmentación de los materiales en los diversos yacimientos (González 1983: 220-224, con una amplia bibliografía; íd. 1982: 353-355), por lo cual obvió de la propuesta de clasificación el hecho que tuvieran dos o cuatro asas. En realidad, muchos de los vasos de la Peña Negra, con sus formas muy alargadas y sus decoraciones exuberantes y complejas, parecen más bien versiones indígenas, las cuales, en todo caso, nada parecen tener que ver, al menos directamente, con el material de Ceuta. En el Cerro del Villar, el estrato II del sector 3/4 ofrece datos importantes para estos vasos fenicios, en su estadio de primer tercio del siglo VI aC, puesto que se ha dado a conocer un número considerable de dibujos (Barceló et al. 1995, fig. 4; Curiá et al. 1999, figs. 109, 129-132, 141, 153-156, 172, 183, 184, 189, 190, 193). Cabe retener de este material, perfectamente situado en el primer tercio o cuarto el siglo VI, en primer lugar la arquitectura de los vasos: existen algunos cuellos verticales, aunque la gran mayoría son cónicos, cuatro asas, mayoritariamente geminadas, en muchos casos comprobados, perfiles de cuerpos alargados, en algunos casos francamente piriformes (pero no como los perfiles de Chorreras) junto con otros acusadamente anchos y convexos. Las decoraciones ofrecen junto con el característico repertorio de bandas rojas y líneas oscuras, diversos motivos, entre los cuales los estrelliformes. Destaca, sin embargo una tendencia, aunque no constante, sí muy elevada de bordes decorados con líneas paralelas oblicuas, muy juntas, que a menudo son dobles, en el sentido de formar verdaderas aspas. En cuanto al material de Ceuta, la morfología de algunos fragmentos de la fase tardía, concretamente de unidades como, sobre todo, la 014, es próxima a las piezas del Cerro del Villar. Sin embargo, en el asentamiento norteafricano no aparece (aún) el tipo de decoración compleja característica del estrato II del sector 3/4 del yacimiento malagueño, indicio más que probable, por no decir seguro, de anterioridad. Esta forma también se documenta en el Castillo de Doña Blanca, al parecer, desde el siglo VIII avanzado, generalizándose durante el siguiente. Se trata de recipientes de cuellos cortos y rectilíneos, tanto en sentido entrante, como exvasado y bordes triangulares. Se hallan decorados con bandas y círculos concéntricos en algunos casos (Ruiz, Pérez 1995, fig. 21 núm. 1 y 2). En Mogador, nivel IV, una serie de fragmentos pertenecen a vasos de esta clase, categoría B de jarras de A. Jodin (1966: 155-159, fig. 32, pls. XLII y XLIII 1). El escaso material publicado, en cierto modo, permite apreciar piezas con borde triangular muy exvasado y cuello vertical, levemente cóncavo, así como algún cuerpo de perfil bastante redondeado, con el diámetro máximo centralizado y decoraciones pintadas con bandas estrechas. Un material, en definitiva, cercano al de Ceuta,

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exceptuando también la presencia de elementos decorativos pintados, como los círculos concéntricos. En la necrópolis del cortijo de Montañez (Guadalhorce), existen jarras de esta clase (Aubet, Maass-Lindemann, Martín 1995: 225 y 226, fig. 5). Aquí, una de las piezas tiene cuatro asas, de doble cordón, con un cuello escalonado en su base, ligeramente oblicuo-exvasado y borde triangular aunque poco saliente. El cuerpo no es muy alargado, pero tiene un perfil un tanto piriforme. Por encima del diámetro máximo existen dos amplias bandas de pintura roja enmarcadas por diversos grupos de líneas negras. Se trata de una pieza fuera de todo contexto de asociación. En el Cerro de Alarcón también se han recuperado vasos fenicios de esta clase (Maass-Lindemann 2002: 190, lám. 1 y 2). Obedecen a los tipos clásicos, pero son muy fragmentarios a efectos de evaluar la morfología completa de los cuerpos. Con sus bordes acentuadamente exvasados y sus cuellos cilíndricos o cónicos, montados en general sobre un resalte, que marca el inicio de la espalda, son similares a muchos de los de Ceuta. Salvo pocas excepciones, se documentan en la fase I, atribuida genéricamente a la segunda mitad del siglo VII. En yacimientos del hierro antiguo del levante ibérico se documentan también vasos de esta clase. Sin extenderse sobre el tema, ni tampoco acerca de la dispersión de estos vasos fenicios en dicha zona, ni de las versiones locales, que también existieron, cabe señalar una pieza de la cova del Cavall (San Miquel de Llíria, Valencia) (Aranegui 1981, fig. 6 núm. 2; Bonet 1995, fig. 150, núm. 376) que, por su integridad, da idea exacta de un perfil completo, de cuerpo poco alargado diámetro máximo aproximadamente centralizado, base ligeramente resaltada por el exterior, cuello corto y ancho, muy ligeramente cóncavo y oblicuo-entrante, separado de la espalda por un resalte poco pronunciado y borde marcadamente exvasado con bandas rojas en el cuerpo y en el borde. El material propiamente fenicio, como es el caso del recuperado en Ceuta, no debe confundirse con las imitaciones que se realizaron en ambientes indígenas peninsulares, como son las piezas de Carmona (Belén, Escacena 1997) o de la Peña Negra (Crevillent). No sólo perfiles de cuerpo, en general, extraordinariamente alargados, sino también decoraciones exuberantes y complejas, son rasgos que separan, claramente, unas y otras.

1.1.2.5. Jarras de cuerpo bicónico, sin cuello y con espalda carenada No se dispone en el yacimiento estudiado de ningún fragmento que, con notoriedad o de forma inequívoca, pueda atribuirse a esta clase de contenedor, que por el resto tiene rasgos morfológicos suficientemente definidos. Una excepción podría ser el individuo 043/3, correspondiente a un tramo de espalda y carena. Por otra parte, una serie de fragmentos de perfil de cuerpo, de trayectoria oblicuo-rectilínea, también con recubrimiento continuo de engobe rojo, permiten aumentar su presencia en el yacimiento estudiado.

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Sin embargo, ante la parquedad del material de esta clase, cabe simplemente recordar que se trata de un tipo de jarra de borde recto y tendencia vertical, espalda carenada, dos asas, en general geminadas y cuerpo bicónico. Suelen estar cubiertas de engobe rojo por el exterior aproximadamente hasta los dos tercios superiores. Han sido objeto de diversos estudios y clasificaciones —Tipo 2 de Trayamar (Schubart, Niemeyer 1976: 212-213, lám. 12 núm. 547, 557, 48 c, 49 c-d, y lám. 16. 606, 52 b), CdE 2B de R. Docter (1997) — y su presencia se reparte por la mayoría de yacimientos fenicios occidentales, incluidos lugares extremos, como sa Caleta o Mogador. Su cronología tiene comienzo en el siglo VIII, pero discurre además a lo largo de todo el siglo VII, con algunas prolongaciones incluso en la centuria posterior. El material de Ceuta, como se ha dicho, impide un discurso más preciso, especialmente de índole cronológica.

1.1.2.6. Jarros con boca de disco y de boca trilobulada Sólo dos fragmentos, con una mínima objetividad, pueden atribuirse a un tipo de jarro muy característico del mundo fenicio, incluido el occidental, que la nomenclatura científica ha popularizado bajo el nombre de cruche à bobèche (jarro con boca de seta, en castellano). Es obvio su origen oriental, así como el hecho de haber sido fabricado, con variantes geográficas, en el Oriente fenicio, norte de África central, Sicilia, Cerdeña y el extremo Occidente. A nivel general, no cabe más que recordar que este modelo de vaso aparece en los contextos occidentales tanto funerarios como habitados, con toda una serie de variantes estudiadas por A. Peserico (1996) en el marco general mediterráneo de esta clase vascular. Uno de los individuos de Ceuta (051/65), precisamente, corresponde al disco que configura la boca, cubierto con engobe rojo. Con su trayectoria un tanto convexa, corresponde a las bocas tipo 1 de Peserico (1996, fig. 1). El segundo (051/66), que carece de engobe, o no lo conserva, es un tramo de la parte baja del cuello, con impronta del arranque superior del asa, ofreciendo una trayectoria convexa, estrechándose por arriba y por abajo, sin aristamiento, ni acanalación. Corresponde al tipo de cuello 4 de la citada autora (1996, fig. 2). Ambos fragmentos, que tampoco permiten mayores apreciaciones, corresponden a jarros occidentales, como los encontrados, por ejemplo, en las necrópolis fenicias del cerro de Sant Cristóbal (Pellicer 1962), Trayamar (Schubart, Niemeyer 1976) o Casa de la Viña (Almagro 1972; Martín et al. 2006), que se fechan a lo largo del siglo VII aC. Por otra parte, es posible la atribución a un jarro piriforme de boca trilobulada del individuo 072/5, que conserva sólo un asa, pseudo-geminada, con restos de engobe rojo. Este tipo de vaso es bien conocido y acostumbra, a todos los efectos, a formar pareja con los de boca de disco, siendo similar su cronología.

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1.1.2.7. Pequeños jarritos con asa sobre el borde (Dipper jug) Este tipo de pequeño jarrito, a pesar de la uniformidad general de la forma (cuello más o menos cónico, cuerpo ovoide u oval, asa única, normalmente de cordón simple, con arranques situados respectivamente sobre la espalda y el borde), ofrece algunas variables básicas que, en los casos en que la integridad de las piezas lo permite, conviene distinguir. Cabe señalar, sin embargo, que existen fragmentos de cuerpo, en general pequeños, que son literalmente imposibles de diferenciar de los pertenecientes a las Oil bottle. Una de estas variables se caracteriza por un diámetro máximo situado por debajo de la mitad del cuerpo, dando un perfil más bien ovoide: 014/114, 020/11. También dentro de este grupo, el individuo 051/61 presenta en el fondo un amplio mamelón; otra variable se distingue por un diámetro situado en posición media o media-alta 014/115, 020/10, 041/1; Resultan imprecisables piezas como 021/15. Además, existen variantes con cuellos muy cónicos, es decir, oblicuoexvasados y otras con cuello más cilíndrico. El individuo 041/1 conserva aproximadamente la mitad superior de su perfil, tiene el diámetro alto y un cuello muy exvasado, no muy largo en relación a su anchura y de perfil francamente cóncavo. Parecidos, existen en Morro de Mezquitilla (Schubart 1885, fig. 9e), Chorreras (Maass-Lindemann 1983, abb. 2 núm. 11), Toscanos (Schubart, Niemeyer, Pellicer 1969, lám. XVII núm. 510). La pieza 020/10, conserva la mitad superior, incluido todo el perfil de cuello, borde y asa. El cuello es ancho, un tanto cóncavo, sin ningún género de ruptura con la espalda. El perfil de borde ofrece algún parecido con piezas de Los Toscanos (Schubart, Niemeyer, Pellicer 1969, lám. XVII núm. 1013). El individuo 021/15 se halla reducido simplemente a un tramo superior del cuello, con el borde y la mitad superior del asa. A pesar de lo cual, puede afirmarse que el cuello es un cono muy atenuado, cercano a la vertical. Es parecido a una pieza de Morro de Mezquitilla (Schubart 1885, fig. 9d) y también a otras de las Chorreras (Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1975, abb. 10 núm. 133). Podría añadirse, finalmente, la pieza 184/7 que, a juzgar por la inclinación del cuerpo, pertenecería a uno de estos pequeños contendedores, conservando el tramo inferior del asa, de sección sub-circular. Destaca, por otro lado, el fragmento 010/6, que corresponde al tramo inferior del cuerpo, aparentemente con diámetro máximo alto, por tener engobe rojo en su epidermis externa. Aparte de las puntualizaciones específicas, hechas antes, cabe recordar que los Dipper jug en época arcaica tienen presencia en un gran número de yacimientos, tanto occidentales —aparte de los citados, Cerro del Prado (Ulreich et al. 1990, abb. 18, 14-17), Toscanos 1964 (Schubart, Niemeyer, Pellicer 1969, lám. XVII, 824, 1125, 1114, 182), Toscanos 1971 (Schubart, Maass-Lindemann 1984, tav. 13 núm. 445, 447-455), Mogador (Jodin 1966, pl. XXXVIII), San Bartolomé de

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El asentamiento protohistórico de Ceuta. Indígenas y fenicios en la orilla norteafricana del Estrecho

Almonte, fondo XIV-B (Ruiz, Fernández 1986, lám. XLVII núm. 642) — como del Mediterráneo central.

1.1.2.8. Botellitas (Oil Bottle) Aunque en buena parte de las unidades estratigráficas de la Catedral se identifican fragmentos de cuerpos más o menos pequeños, en diversas ocasiones, su mayor problema es que son confundibles con cuerpos de Dipper Jug. En realidad, individuos correspondientes a pequeñas botellas o ampollas en un estado de conservación susceptible de un estudio profundo son escasos. Destacan los individuos 014/111, 014/112, 014/113, 034/46, mientras que otros fragmentos, como 051/62, entre otros, incluso, podrían pertenecer a Dipper Jug, comentados antes. Al margen de esto, se añaden con claridad a este tipo de pequeño recipiente las piezas 014/300 y 014/301 y 051/63, cuyos cuerpos son perfectamente esféricos, pero sin conservar la punta ni el cuello. Por otra parte, es posible que los individuos 014/302-304, mucho más fragmentarios aún, puedan también ser integrados aquí. El individuo 034/46, uno de los más íntegros, conserva casi todo el cuello, con un perfil acentuadamente cóncavo en la parte alta y convexo, muy oblicuo, en la baja. El borde es triangular, exvasado, con las caras externas confluyendo a media altura. Presenta una marcada concavidad en su parte interna. La pasta, color marrón anaranjado, fina y con nódulos férricos y de cal parece poder atribuirse a un taller oriental. Es muy parecido a piezas de Los Toscanos (Schubart, Niemeyer, Pellicer 1969, lám. XVI núm. 1298) y de Las Chorreras (Gran Aymerich 1981, fig. 20 núm. 5318 Ramon 1982, núm. 42). Del mismo modo, su cuello y borde tiene paralelos con piezas de Mozia (Tusa 1972, tav. XL, 1; Ciasca 1979, tav. LXXVII, 2; Ramon 1982, núm. 8 y 10) que se fechan en el siglo VII. Es igualmente similar a algunas piezas de las fases I-B1 y I-B2 de Los Saladares (Arteaga, Serna 1975, láms. XI, 80 y XVIII, 135), enmarcadas en los cuartos centrales del siglo VII y otras del asentamiento portugués de Tavira (Maia 2000, fig. 6) y lo mismo en relación al menos a una pieza de Mogador (Jodin 1966, fig. 22 a) Por tanto, el individuo de Ceuta por su morfología puede remontar cronológicamente incluso a finales del siglo VIII, pero su datación en la segunda mitad del siglo VII, de acuerdo con la unidad de la cual procede, parece tanto o más probable, excepto evidentemente que se trate de una pieza residual. 1.1.2.9. Vasos cerrados de cuerpo esférico Ha podido ser identificado un sólo individuo (007/17), gracias a un fragmento de borde relativamente característico. Cabe advertir, sin embargo, que fragmentos de perfiles pueden haber sido confundidos —llegan a ser indiferenciables— con otros vasos medianos, especialmente con paredes de jarras de cuello acilindrado o de espalda carenada.

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El complejo vascular y otros elementos muebles

La pieza en cuestión, que pertenece a un estrato alterado, tiene un borde relativamente alto, de tendencia oblicuo-exvasada y perfiles convexos, colocado directamente sobre la espalda, donde presenta dos acanalaciones horizontales finas; a juzgar por individuos completos de otros yacimientos que se citaran a continuación, su cuerpo debió ser esferoide, sin asas ni base definida. La cara externa aparece completamente cubierta por engobe rojo. No se trata de un modelo muy abundante entre las producciones vasculares fenicio-occidentales, aunque ya se ha advertido de las dificultades de identificación, tratándose de fragmentos de perfiles. Se halla representado de forma clara sólo en dos yacimientos. En concreto, una pieza de Montañez (Aubet, Maass-Lindemann, Martín 1995: 223-226, fig. 4), procedente presumiblemente de una necrópolis relacionada con el Cerro del Villar, formando parte, sin plena garantía, de un grupo de materiales conservados en una antigua colección particular, que se ha fechado en la primera mitad del siglo VI, a pesar de tratarse de elementos fuera de contexto. Por otro lado, cabe mencionar un individuo fragmentario, pero claramente reconocible, en el poblado de San Bartolomé de Almonte (Ruiz, Fernández 1986, lám. CXIII núm. 1439). Este vaso se halla decorado, pero no con engobe rojo continuo, sino con franjas rojas anchas y horizontales en el cuerpo. Fue hallado en el fondo I-1, que pertenece a la fase II del establecimiento tartésico, acompañado, aparte de un notabilísimo lote de cerámica indígena, de un buen grupo de vasos fenicios (grises, ánforas, jarras de cuello corto, cuencos varios con engobe rojo, algún plato de borde estrecho, etc.) que parecen datar el contexto en un periodo largo, que podría iniciarse en el siglo VIII y perdurar buena parte del VII, sino hasta después del 600.

1.1.2.10. Vasos cerrados y carenados En este grupo sólo es posible incluir el individuo 051/68. La pieza está incompleta y comprende un tramo de la parte superior del cuerpo, que es rectilíneo y un tanto oblicuo, sobre el cual una carena aristada, donde se registra un diámetro de 13,3 cm, lo separa de una espalda, también oblicua, pero de la cual no se conserva sino un brevísimo tramo. Sobre la carena existe un aplique subrectangular, colocado en sentido horizontal y con una perforación vertical en su centro. No presenta decoración. Aunque es imposible saber la morfología global de este vaso, no puede pasar desapercibido el hecho, que la parte conservada, bien entendido, en versión reducida, obedece al mismo esquema que las ánforas G-10100 o también al de algunas jarras carenadas. Lo peculiar, evidentemente, es el aplique perforado, en sustitución de las asas. No se conocen paralelos estrictos de este modelo, que por su posición estratigráfica en el yacimiento de Ceuta se sitúa en el tercer cuarto del siglo VII aC. Otra pieza que podría pertenecer a este grupo es la 062/8, que conserva un tramo de cuerpo con carena de un pequeño vaso indeterminado en cerámica común, el perfil recuerda, igualmente a escala miniaturizada, el de un ánfora del G-10100.

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1.1.2.11. Otros vasos cerrados La pieza 075/2, se reduce a una base diferenciada por el exterior, de toma de tierra rehundida, con restos de pintura gris mate. Podría tratarse de un jarrito cerrado (¿aríbalos?), que por sus características, tal vez no sea de fabricación fenicia, hecho que sin embargo no puede dilucidarse por ahora de manera taxativa. Por otro, lado, el individuo 186/23, no conserva otra cosa que la parte inferior, con base plana, no diferenciada por fuera y con el fondo interno rehundido. El escaso tramo del perfil del cuerpo denota una trayectoria acentuadamente cónica. Sin embargo, no es posible adscribirle paralelos concretos, ni realizar una descripción física de la pieza más amplia.

1.2. Platos, cuencos y copas

1.2.1. Platos Los platos documentados en el yacimiento de Ceuta corresponden, sin excepción, a un tipo muy conocido y abundante en todos los yacimientos fenicios del extremo Occidente, con presencia, además, en una amplia serie de centros indígenas a modo de elemento de importación. Por fases y dentro de la categoría vajilla de mesa los platos se comportan del modo reflejado en las gráficas 7, 8, 12, 13, 16, 17, 23 y 24. Dicho tipo de plato se caracteriza por una base, frecuentemente (pero no necesariamente), marcada por el exterior, fondo plano o levemente sobre elevado, cazoleta central de oblicuidad variable y borde de relativa anchura, que puede ser de proyección vertical, sobre elevada o, por el contrario, un tanto colgante. Al margen de las grandes líneas arquitectónicas antes citadas, este modelo de plato tiene una doble variante: la de borde con ápice simple, es decir, redondeado o apuntado y la de borde más grueso y surcado por una acanalación horizontal. En ambos casos estos platos presentan todo el interior y la parte externa del borde cubiertos por engobe rojo. Platos con borde acanalado son 016/10, 016/11, 020/9, 032/49, 034/50, 034/51, 034/55, 051/77, 051/213, 110-113/12, 135/30. Platos con borde liso son SUP/7, 006/17, 014/116 a 014/119, 014/308, 014/309, 016/12, 016/13, 032/48, 96-99, 034/52 a 034/54, 040/20, 040/21, 040/22, 051/70, 051/71, 051/72, 051/76, 135/29, 135/31. Fragmentos de borde y cazoleta, con ápice desaparecido 005/4, 014/120, 014/121, 051/74, 108/9, entre otros. Han podido ser medidos nueve platos en cuanto a los parámetros clásicos, es decir, diámetro total y anchura borde.

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El complejo vascular y otros elementos muebles

Núm.

Tipo borde

Diám. Total

Anchura borde

Cociente

006/17

liso

22.55

6.15

3.66

014/116

liso

25.93

6.13

4.23

014/117

liso

26.65

5.90

4.51

020/9

acanalado

27.17

5.28

5.14

051/76

liso

25.15

5.70

4.41

032/48

liso

27.00

6.00

4.50

135/31

liso

28.40

5.65

5.02

135/30

acanalado

28.30

6.00

4.72

051/70

liso

26.70

6.28

4.25

Por otra parte, con independencia de si son mensurables, o no, los citados cocientes, la proporción de platos de borde liso, contados por individuos (único recuento aquí posible), es superior a los acanalados en un 70 % frente al 30 % de estos últimos. Platos con una acanalación en el ápice del borde se documentan en momentos tan antiguos como el siglo VIII. Evidentemente, en este caso, se trata de bordes muy estrechos, como corresponde a su estadio evolutivo, existiendo ejemplos, aunque aparentemente excepcionales, en la fase B1 del Morro de Mezquitilla (Schubart 1985, fig. 6 g). Parece obvio, a tenor de los datos actuales, que a partir de un cierto momento los platos con acanalación pasan a ocupar porcentajes, en relación a los no estriados, muy considerables. Cabe situar dicho momento en el de las tumbas de Trayamar, de la sepultura 1 del sector E de Puente Noy y de algunas fosas de canal de Cádiz. Por otra parte, es posible el mismo fenómeno en la fase tardía de Mogador y de Rachgoun, entre otros horizontes menos nítidos. Un dato clave, en este sentido, se halla en el estrato IVb de Toscanos fechado ca. -685/-660, por tanto, de plena primera mitad del siglo VII, de donde se editaron los perfiles de once platos con bordes entre 4,2 y 5,8 cm, y valores Ø m/ab 4,6-5,8. Cuatro de ellos tienen los bordes acanalados (Schubart, Niemeyer, Pellicer 1969, lám. XII núm. 888, 892, 893 y 896). También, de la campaña de 1971 en el mismo yacimiento, se han dado a conocer otros especímenes con estría en el borde (Schubart, Maass-Lindemann 1984, fig. 11 núm. 333). Paralelos bastante estrictos para el material de Ceuta se hallan en la fase B2 del Morro de Mezquitilla (Schubart 1985, fig. 7 k, l). Directamente ligado con Los Toscanos, el Cerro de Alarcón también ha proporcionado una serie de datos. En este sentido, cabe remarcar que todos los platos con engobe rojo claramente enmarcados en la fase I, es decir, antes de la construcción de la primera muralla, de modo ampliamente mayoritario, de borde liso, con parámetros similares a los descritos para sus equivalentes en Ceuta (Maass-Lindemann 2002, lám. 6 y 7). 115

El asentamiento protohistórico de Ceuta. Indígenas y fenicios en la orilla norteafricana del Estrecho

Sin embargo, se trata simplemente de una fecha que se tiende a situar genéricamente c. 600 aC ante quem. Cabe precisar, aún más, que los platos de Ceuta, que salvo excepciones, que después se concretarán, tienen una proyección de borde más alta en su ápice corresponden por tanto al tipo IV de Maass-Lindemann. De hecho, sólo tres individuos, por tener una proyección prácticamente horizontal, corresponderían al tipo I de la citada autora (051/70, 051/76 y 135/29). En cuanto a los que presentan el ápice acanalado, Maass-Lindemann (2002: 195) distingue los simples, de los que su lóbulo inferior “cuelga” un tanto. El material de Ceuta corresponde al primer grupo, con la excepción de los individuos 034/50, 034/51, 051/77 y 051/213. Sin embargo, la presunción de esta autora que estos últimos pertenecen ya a una fase tardía, tipo necrópolis del Jardín, no se corresponde con los contextos de Ceuta, indudablemente más antiguos, dentro del siglo VII aC. Otros yacimientos, utilizados habitualmente en el estudio de los platos son Mogador y Rachgoun, especialmente el primero. Ambas excavaciones ya son un tanto antiguas y no cuentan con referencias afinadas más allá de “siglos VII/VI”. En Mogador existiría, según Jodin, un porcentaje de 3 a 1 a favor de los platos con el borde acanalado, aunque dio a conocer sólo los perfiles de dos individuos, además de las medidas de diez de ellos, cinco de borde estriado, con anchuras entre 4,9 y 8,0 cm y diámetros máximos entre 21 y 30,2 cm (= relaciones Øm/ab 38 a 43) y otros cinco con borde de extremo liso, con medidas 13,8 a 25,6 cm para los diámetros máximos y 3,2 a 7,1 cm, las anchuras de borde (= Ø m/ab 36 - 48) (Jodin 1966: 77-84, fig. 15). Nuevos estudios sobre este mismo material (López, Habibi 2001: 55, fig. 1) confirman aproximadamente estas apreciaciones, con 144 fragmentos de borde liso y 230 de borde acanalado. Entre los perfiles publicados recientemente, dejando de lado individuos muy pequeños, los de borde liso tienen cocientes entre 3,7 y 5,0 (aunque se menciona un ejemplar de 24 cm y borde de 7, que tendría un cociente de sólo 3,4), mientras que los de borde acanalado oscilan entre 3,5 y 4,0. De todo ello se deduce que los platos de Ceuta son sólo contemporáneos a los más antiguos de Mogador, donde existen además especímenes morfológicamente posteriores. En Rachgoun, hay también platos tanto de borde liso, como acanalado (Vuillemot 1965: 68 fig. 18— tipos 7 y 7a, de borde liso y 7b, de borde acanalado), pero no se trata de una aportación más allá de un punto en el mapa de dispersión de estos modelos. La edición completa de los resultados del horizonte alfarero del sector 3/4 del Cerro del Villar (estrato II), fechado c. 600 y 570, ha proporcionado datos clave para el estudio de los platos fenicio-occidentales de época tardía (Curiá et al. 1999: 160-163, figs. 102, 113, 125, 141, 146, 170, 181, 189, 192). Entre ellos, destaca la perduración de modelos con borde liso y cocientes Øm/ab entre 4,2 y 4,8. Ahora bien, se trata de un dato que no puede ser utilizado alea-

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El complejo vascular y otros elementos muebles

toriamente, puesto que, por una parte, dichos platos tienden a adoptar algunos detalles específicos, como carenas en el perfil externo (tipo A1), bordes anchos, pero en algunos casos marcadamente oblicuo-colgantes (tipo A2) y, sobre todo, la aparición de modelos que no parecen existir en fases anteriores (tipos B2, B3, etc.) (íd., fig. 102). En el asentamiento de sa Caleta, fechado sobre todo el siglo VII y, en todo caso, con una fecha ante quem de c. 610-590, todos los platos documentados tienen el borde liso, escasamente colgante y, aparte de una sola excepción, con una proyección oblicuo-elevada y, excepto también en un caso, ninguno tiene un escalonamiento o arista en su perfil externo (Ramon 1999, figs. 8-9; íd. 2007, figs. 15, VI-13, 16, c-9, 24, p-26, 26, XIV-5, 27, XV-8, 40, j-18, 44, a-38/a-42, 47, 162, 65, XXV-9, 66, XXVI-26 y 33, 70, aa-64 y 65, 74, ab-9, 95, XXXI-40). Son más bien bajos y abiertos. La anchuras de bordes se enmarcan entre 4 y 7,1 cm —esta última medida es caso único— y diámetros, entre 18,9 y 29,4 cm, mientras que los valores Øm/ab (diámetro máximo / anchura del borde) se encuadran entre 3,8 y 4,8, superando la mayoría de ellos el valor 4,0. En general, y hecha la salvedad de los de borde acanalado, se trata de platos similares a los de Ceuta. Otros horizontes comparables con el material de Ceuta se hallan en el yacimiento alicantino de La Fonteta, en la desembocadura del Guardamar, donde se han obtenido datos de interés para el conocimiento de los platos fenicio-occidentales. En primer lugar, el equipo de la Universidad de Alicante ha publicado una serie de perfiles casi completos de la fase “Fonteta III” (González 1998: 191-228, fig. 14), que fechan entre -670 y - 635. En todos los casos, dados a conocer, se trata de platos de borde ancho y liso y tendencia oblicuo-elevada. Solamente uno de los individuos publicados de Fonteta VI, cuya cronología, según González, debe situarse ya en los primeros decenios del siglo VI aC (íd., fig. 15 núm. 100010) corresponde, aún, a un perfil de borde ancho y acanalado, no muy distinto a algunos individuos de Ceuta. También, la publicación reciente de las excavaciones franco-españolas en el mismo yacimiento (Rouillard, Gailledrat, Sala 2007) aporta ulteriores datos sobre los platos de borde ancho. En efecto, estos se documentan a partir de en la fase II —conviene no olvidar que la estructuración de secuencias e, incluso, la atribución de cronologías no se corresponde con exactitud entre los dos grupos de investigación— establecida por este equipo, que fechan grosso modo entre el 700 y 650 (íd., fig. 179 núm. 34-26, 34) siendo todos los individuos de borde liso, lo mismo que en la fase III (c. 650-600) (íd., fig. 190, núm. 1-7). Contextos de interés para el estudio de los platos fenicio-occidentales son también las necrópolis de Trayamar (Málaga), Puente Noy (Almería) y Cádiz. Empezando por la sepultura 4 de Trayamar (Schubart, Niemeyer 1976:2 01-204, láms. 14 núm. 568, 18 núm. 633 y 21-23 —todos los números), que en la cámara de la esta tumba, un plato de borde estriado de 7,7 cm y un valor Øm/ab de 3,4

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formaba parte del repertorio de ofrendas funerarias. Por otra parte, los estratos superpuestos al nivel de enterramientos, incorporando estratos formados a raíz del hundimiento del techo de la cámara, proporcionaron fragmentos de un número de platos cercano a los cuatrocientos individuos en el estrato 8. Se dieron a conocer los dibujos de ciento cuarenta y cinco bordes, de modo que el 44 % es del tipo estriado y el resto liso. Las anchuras de los bordes oscilan en un margen de 5,3 - 9 cm y sus relaciones Øm/ab entre 3,3 y 5,1. Pero, en Trayamar lo más significativo no resulta de la presencia de toda una serie de tipos en plena boga durante la mayor parte del siglo VII, sino, precisamente de la aparición, en aparente convivencia con los anteriores, de nuevos modelos, como los individuos núm. 568 y 633, ambos, elemento de ajuar y/o de ofrenda, respectivamente de las tumbas 1 y 4, en definitiva, tipos y anchuras de bordes que no existen en el yacimiento de Ceuta. En cuanto a la necrópolis de Puente Noy, correspondiente al centro fenicio de Sex, es de interés el material de la cámara sepulcral de la tumba 1E, que fue utilizada para un sólo enterramiento. Destacan tres platos (Molina, Huertas 1985, p. 122-143, figs. 82-95 y 99), dos de los cuales ofrecen el borde estriado. Tiene anchos de borde entre 5 y 7,7 y valores Øm/ab cercanos a 4,0. Por su parte, el relleno del pozo contenía un mínimo de cincuenta y tres individuos fragmentarios. Entre ellos el 32,08 % tiene el borde estriado, con anchuras de borde entre 6,9 y 5,8 cm y valores Øm/ab entre 3,6 y 4,8. La mayor parte de platos de esta tumba (cuya contemporaneidad no tiene por qué ser estricta) encuentra claros similares en la Catedral de Ceuta. De las tumbas de incineración de Cádiz, que son del tipo fosa con canal central, se conocen cuatro platos cuyo perfil se conserva completo, procedentes de las tumbas 87/ 9, 12 y 13 de la c. Tolosa Latour (Perdigones, Muñoz, Pisano 1990, fig. 32 núm. 4, 33 nos. 1 y 2 y 6). Todos ellos presentan bordes estriados, con anchuras entre 5,1 y 5,9 cm y, sin embargo, los diámetros máximos oscilan sólo entre 17 y 24 cm, dando todo ello cocientes Øm/ab 33 - 37. Estas sepulturas se fechan habitualmente en la primera mitad del siglo -VI y seguramente resultan ligeramente posteriores a Ceuta. Como conclusión a los platos de Ceuta —cuya importancia cronológica para el yacimiento es obvia— cabe anotar lo siguiente: En primer lugar, parece muy significativo que en la fase I no exista ni un sólo fragmento de plato de engobe rojo. En efecto, estos no aparecen en escena en el yacimiento de Ceuta hasta la fase IIa, irrumpiendo conjuntamente las variedades de borde liso y de borde acanalado. Dos perfiles completos de la UE.135, datada poco antes de la mitad del siglo VII aC, muestran tipos similares a los de la fase IIb, aunque un tanto más arcaizantes en cuanto a proporciones, cocientes y otros detalles. Por su parte, los modelos observados en la época de IIb y IIc, son prácticamente idénticos, respondiendo a

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El complejo vascular y otros elementos muebles

todos los niveles a modelos de la segunda mitad del siglo VII. No existen en el yacimiento platos que por su morfología puedan ser con claridad adscribibles a modelos del siglo VI aC, hecho lógico por otro lado, puesto que la secuencia se interrumpe antes de este momento.

1.2.2. Cuencos y copas (gráficas 7, 8, 12, 13, 16, 17, 23 y 24) 1.2.2.1. Grandes cuencos de perfil alto, con carena a media altura y borde exvasado. Los individuos 021/18, 021/19, 043/4, 120-121/48 de Ceuta se enmarcan en una clase de cuencos de gran formato, que, en la mayoría de casos, se hallan fabricados en pasta gris, como es el caso de todas las piezas del yacimiento que se está estudiando. Se caracterizan por su tamaño considerable, por bordes de secciones más o menos triangulares, convexas o compuestas y salientes y por tener una carena en posición media o media-baja. Montan sobre bases ligeramente marcadas por el exterior. Las piezas 021/18 y 021/19 son bastante similares entre sí, con tramos oblicuos y relativamente rectos por encima de la carena y bordes relativamente exvasados y apuntados. El 043/4 se distingue de los anteriores por una parte alta un tanto cóncava y casi vertical y un borde saliente sólo de modo muy leve. Por otra parte, el individuo 120-121/48, que conserva únicamente la parte del borde, de cara superior convexa y ápice redondeado, pero fino y un escaso tramo del perfil superior, convexo, que, ni de lejos, llega hasta la carena, es, sin embargo, claramente distinto a los demás por los detalles señalados. En cuanto a las dimensiones, pueden señalarse diámetros máximos de 32 cm para el individuo 021/18, 33 cm para el 021/19, 25,9 cm para el 043/4 y 33 cm en el caso del 120-121/48. Es decir que se trata de recipientes, mayoritariamente por encima de los 30 cm, cosa que los convierte claramente en vasos de servicio de carácter colectivo. En general, se engloban en los tipos VI.4a, VIII.2a y VIII.2c de Toscanos (Schubart, Maass-Lindemann 1984, figs. 6 y 9). En concreto, los individuos 021/18 y 021/19 son del todo similares a piezas del yacimiento malagueño (Schubart, Maass-Lindemann 1984, fig. 6, núm. 168), donde se clasifican como tipo VI.4a, del mismo modo que el 043/4 (Schubart, Maass-Lindemann 1984, fig. 6, núm. 165, 166), aunque ya se ha señalado que su perfil no es exactamente igual que los anteriores. Este último, por otro lado, ofrece similitudes con piezas también grises del Cerro de Alarcón (Maass-Lindemann 1988, abb. 3 a-b). Corresponderían también al tipo Ia de Alarcón (Maass-Lindemann 2002, piezas del centro de la lám. 9) los individuos 021/18, 021/19 y 043/4. La mayoría de estos pertenecen a estratos de la fase II y, sin embargo, aunque también en menor medida, se documentan ya en la I de este yacimiento.

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Finalmente, el 120-121/48, también tiene paralelos estrictos en Los Toscanos (Schubart, Maass-Lindemann 1984, fig. 9, núm. 243 y 245) donde se clasifica como tipo VIII.2a. En realidad, los materiales de Los Toscanos publicados, con excepción de individuo 165-1971 —asignado al estrato 2 de la casa H, habitación c, por tanto relativamente antiguo— no tiene un contexto cronológico claro. Existen precedentes de estas formas, que se suponen inspiradas en producciones indígenas del sur y sureste peninsular, en algunos cuencos de Las Chorreras (p. ej. Martín et al. 2005, fig. 16 núm. 4 y 6). Por otra parte, se documentan cuencos muy antiguos, en cerámica común, de gran formato y producción seguramente malagueña, en horizontes de mediados del siglo VIII, o poco después, de Cádiz (Córdoba, Mata 2005, fig. 6 D) que aún, con mayor motivo, también podrían ser considerados precedentes. Sin embargo, en el estrato II del sector 3/4 del Cerro del Villar aún se documentan perfiles semejantes a todos los identificados en Ceuta, donde corresponden con el tipo A1 y C de cuencos carenados (Curiá et al. 1999, figs. 105 y 113). En este mismo sentido, una pieza también tardía, teóricamente de los inicios del siglo VI, procede de la tumba 6 de Frigiliana (Arribas, Wilkins 1971, fig. 13 núm. 6.1 bis). Pinos Puente es otro de los yacimientos que ha proporcionado material de esta clase (Mendoza et al. 1981, abb. 15 k, 17 m) en distintas calidades de pasta y tratamiento. En las prospecciones superficiales del, también granadino, yacimiento de Cuesta de los Chinos, por tanto, fuera de contexto, igualmente se recogieron cuencos carenados de este tipo fabricados en pasta gris (Fresneda, Rodríguez 1980, fig. 10 i). Como se ha visto, esta clase de cuenco carenado, en pasta gris, se documenta en el establecimiento de Ceuta únicamente en la fase final la estratigrafía, concretamente la fase IIc, dato que encaja a la perfección con las comparaciones hechas con otros yacimientos. A los anteriormente comentados y estudiados, cabe añadir el 014/122, cuya diferencia con los primeros, radica simplemente en una mayor oblicuidad y exvasamiento del tramo por encima de la carena. Se ubica del mismo modo en la fase IIc del yacimiento.

1.2.2.2. Cuencos muy abiertos y carenados Se trata de un tipo morfológico al cual sólo es posible adscribir el individuo 184/8, fabricado en pasta gris. Se trata de un cuenco bajo, muy abierto, con el perfil inferior oblicuo y acusadamente rectilíneo. En el tramo superior, una carena bien marcada, aunque un tanto redondeada, da paso a un borde, también oblicuo, con la cara externa cóncava y la interna cóncavo-convexa, rematado en ápice apuntado. Falta la parte de la base, por lo cual su descripción resulta imposible. Este cuenco tiene un diámetro máximo, que se sitúa en el borde, de 24 cm. Se trata de un espécimen en la línea de piezas, también en pasta gris, como las halladas en Alarcón (Maass-Lindemann 2002, especialmente, lám. 12 núm. 251),

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englobados en la forma IIIa de este yacimiento (id.: 202). Sin embargo la pieza de Ceuta, perfectamente integrada en la fase I, es un modelo más antiguo que los de Alarcón, que se fecha en la primera mitad del siglo VII aC.

1.2.2.3. Cuencos de perfil convexo y borde entrante Pertenecen al tipo de cuenco, que se describirá después, los individuos siguientes: SUP/9, 016/16 (pieza de poca altura, muy abierta), 016/20, 021/20, 110113/14 (perfil completo), 032/56, 032/57, 039/46, 110-113/11 (estas cuatro, últimas, son simplemente bases, con tramo de perfil inferior, que al menos en algunos casos, también podrían corresponder a cuencos carenados), 049/16 (con perfil bastante rectilíneo), 135/45 (perfil de la pieza completo, base ligeramente diferenciada por el exterior, muy baja y convexa, toma de tierra plana, galbo bastante rectilíneo), 116/23, 116/26 (con la base de su borde aristada), 159/4 (base), 186/11, 186/22. El individuo 110-113/14 es una pieza con el perfil completo, galbo relativamente recto, borde marcadamente curvado y flexionado al interior, base diferenciada por fuera, de perfil oblicuo-rectilíneo (diámetro máximo 26,1 cm, de base 8 cm, altura total 8 cm). Se trata de cuencos de perfil convexo, sobre base plana, diferenciada, o no, por el exterior y con borde ligeramente engrosado por el interior, donde definen una cara más o menos convexa. En general, se trata de piezas cocidas con técnica reductora, que da lugar a una pasta gris. Todos los bordes de Ceuta son acentuadamente curvados y entrantes y se observa variación de proporciones altura / diámetro máximo. Sólo uno de los individuos presenta el borde aristado (116/26). Las dimensiones globales de las piezas se mueven entre el material estudio entre 23 y 28,5 cm de diámetro máximo Las medidas particulares del individuo 135/45, como se ha dicho de perfil completo, son: 25,7 cm de diámetro por 6,5 de altura. A. González estableció una tipología valorando, por separado, las variables de bordes, perfiles y bases (González 1983: 157-158), a partir, sobre todo, del yacimiento de la Peña Negra, donde son muy abundantes, pero donde, cabe no olvidarlo, existe una producción local o regional que entre otros, afecta este tipo. En todo caso, las piezas de Ceuta corresponden al tipo B4. Equivalen también al tipo R 10 de G. Vuillemot (1965, fig. 18) y al VII.2b de Los Toscanos (Schubart, Maass-Lindemann 1984, fig 7, núm. 193, 204) —donde cabe señalar que las diferencias del tipo 2b en relación con el 2a y 2c no siempre son nítidas. Por otra parte, de Toscanos-64 ya se dieron a conocer ejemplos de este tipo y, la realidad, es que pequeños detalles, que podrían resultar diferenciadores, parecen repetirse en toda la estratificación (Schubart, Niemeyer, Pellicer 1969, lám. XIII, todos los núm.), es decir desde el último cuarto del siglo VIII, cuando ya se documentan, hasta el c. 600 o poco después. Este modelo de cuenco gris, por otra parte, puede ser considerado un clásico en los yacimientos fenicio-occidentales. De este modo, igual que en Los Toscanos,

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se documentan ejemplos de la segunda mitad del siglo VIII en Las Chorreras (Aubet, , Schubart 1975, abb. 8 núm. 83; Martín, Ramírez, Recio 2005, fig. 14 núm. 1 y 6), también en el Morro de Mezquitilla (Schubart, Niemeyer 1976, fig. 7 núm. 186187) y Montilla (Schubart 1988, abb. 13 núm. 167), en la alfarería de la Pancha (Martín et al. 2004, fig. 16, 2ª fila, abajo), sa Caleta (Ramon 1999, fig. 11; íd., 2007, figs. 41, k-11, 92, XXXVIII-7) y Mogador (Jodin 1966, fig. 24 b). Del Cerro de Alarcón igualmente procede un buen elenco de este tipo de material, hecho que en su día propició nuevas propuestas tipológicas, basadas, como difícilmente podía ser de otro modo, en la morfología de los bordes, incluido el grado de curvatura de su tramo superior (Maass-Lindemann 2002, lám. 10 y 11). Sin entrar en el fondo de esta clasificación, se indica que las piezas de Ceuta SUP/9 y 110-113/14 entrarían en la forma IIb1 de Alarcón, las 016/16, 016/20 y 186/11 en la forma IIb2, mientras que las 049/16, 116/23, 116/26, 135/45 y 186/22 en la IIb4. A remarcar, en todo caso, que los materiales de Alarcón, con correspondencia con los de Ceuta, se enmarcan en su práctica totalidad en la fase I, anterior a la construcción de la primera muralla, dato que encaja, aunque sólo hasta cierto punto, con lo observado en relación al material que se está estudiando. A modo de conclusión, puede decirse que los especímenes de Ceuta, con sus diversas variables de bordes, descritas y estudiadas, pertenecen a un modelo que aparece ya en la segunda mitad del siglo VIII, siendo característico también del pleno siglo VII. A partir del siglo VI y hasta, al menos la primera mitad del siglo V en el extremo Occidente continúan fabricándose cuencos convexos en pasta gris; sin embargo, se trata de tipos más evolucionados y distintos en detalle a los del yacimiento que se está estudiando. A nivel estratigráfico, el yacimiento estudiado permite algunas precisiones no exentas de interés. En efecto estos cuencos aquí tienen su floruit en la primera fase estratificada, concretamente en la I, donde y en el marco de la vajilla de mesa tienen un porcentaje muy alto. Aunque siguen documentándose en la IIa, su porcentaje relativo baja muchísimo en relación a los cuencos de engobe rojo, para desaparecer absolutamente durante la IIb. Es posible, incluso, que algunos especímenes de este tipo hallados en estratos de la fase más tardía, la IIc, no sean sino elementos de carácter residual.

1.2.2.4. Cuencos abiertos y carenados, con borde oblicuo-exvasado Pertenecen al tipo que se describe a continuación los individuos 008/7, 014/142, 014/143, 027/5, 032/91, 92, 93, 94, 95, 034/59-63, 039/43, 44, 040/29, 30, 051/87, 89 y 90, 135/35 y 135/36. Se trata de cuencos abiertos, muy carenados, con borde oblicuo-exvasado de ápice redondeado y, en general, no engrosados. Tienen engobe rojo en todo el fondo interno y por el exterior en el borde, hasta la carena o un poco por debajo

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de ella. En ocasiones (p. ej., 051/87) se aprecian bandas de bruñido horizontal sobre este engobe. Morfológicamente, cabe señalar que existen algunas piezas con el borde, en relación a la carena, más saliente (p. ej., 051/87) y menos en otras (p. ej., 051/89) y, del mismo modo, algunos individuos tienen la concavidad del perfil más pronunciada. En general se trata de piezas de dimensiones considerables, alcanzando con mucha frecuencia 30 cm de diámetro máximo. Dentro de esta serie, los individuos 014/142, 143 y 027/5 son un tanto peculiares por tener el borde muy arqueado y saliente, paredes muy finas y engobe sólo por el interior y zona externa del borde. G. Vuillemot fue el primero en clasificar este modelo como R-9a, b, en base a hallazgos de Rachgoun (1965, fig. 18) y, poco después, Jodin dio a conocer una serie de perfiles de este mismo tipo procedentes de Mogador (Jodin 1966, fig. 18). Otra tipología, donde se halla integrado, como tipo C 3b, es la de P. Rufete para el material onubense (1989, figs. 4 y 8), quien sitúa esta forma en contextos de la segunda mitad del siglo VII. En otras clasificaciones, como la de Los Toscanos, podría corresponder con algunos de los perfiles otorgados al tipo VI 1c (Schubart, Maass-Lindemann 1984, fig. 5 núm. 145) aunque, en realidad, este tipo enmarca también otros modelos de cuenco distintos. Las piezas de Ceuta son también idénticas a otras encontradas en el estrato 1b del Cerro del Prado (Ulreich et al. 1990, abb. 17, 3-5) e idénticas también, o al menos muy similares, a individuos de Mogador (Jodin 1966, fig. 18; López, Habibi 2001, fig. 2, 61, 74), Montilla (Schubart 1988, abb. 13 núm. 164), necrópolis de Mesas de Asta (González, Barrionuevo, Aguilar 2000, fig. 3 núm. 17) y de niveles del siglo VII del Castillo de Doña Blanca (Ruiz, Pérez 1995, fig. 20 núm. 5). Asombra, sin embargo, su inexistencia en horizontes contemporáneos como el Cerro de Alarcón, puesto que entre el amplio repertorio cerámico publicado de este yacimiento (Maass-Lindemann 2002), no aparece ni un solo ejemplar. Finalmente, y aunque morfológicamente es distinto, se incluye en este grupo el cuenco 051/83 por compartir, esto sí, algunos rasgos generales comunes. Sin embargo esta pieza se caracteriza por una carena muy angular, sobre la cual existe un borde o, si se prefiere, cuerpo superior, de perfil exteriormente cóncavo, con engrosamiento hacia la parte alta y ápice un tanto aplanado. Todo el tramo conservado, justo un poco por debajo de la carena, posee engobe rojo, aunque sólo por fuera. El diámetro de esta pieza, que se sitúa en el mismo borde, con 21 cm. es algo menor que la mayoría del resto de cuencos de este grupo. En la catedral de Ceuta son apreciables algunos detalles interesantes. El primero es que se trata de una forma desconocida en un primer momento, la fase I. Hace su aparición en la IIa, aunque con tipos precisos como los representados por los individuos 135/35 y 135/36, que por tanto cabe considerar más antiguos y fechables

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con ligera anterioridad a la mitad del siglo VII aC. A partir de la fase IIa con ellos conviven modelos que parecen más evolucionados, como por ejemplo el individuo 051/87, que se mantienen en porcentajes relativos muy altos hasta el final de la secuencia.

1.2.2.5. Gran cuenco carenado de borde redondeado El individuo SUP/6 es un cuenco muy abierto, carenado, con borde muy exvasado de ápice redondeado. Tiene 30 cm diámetro máximo, situado en el borde. Presenta indicios de bruñido en el interior. La pasta, con abundante cuarzo y mica, no responde a una importación de la zona Málaga-Granada. Se trata de un tipo particular y único en Ceuta, desconocido por ahora en el repertorio fenicio de Occidente, que recuerda, sin embargo, algunas producciones a mano de carácter indígena del sur peninsular. Por otra parte, al hallarse fuera de contexto, no es posible ninguna deducción de índole cronológica. 1.2.2.6. Cuencos carenados con borde no engrosado Se trata de cuencos, también tratados con engobe rojo, que cubre todo el interior y por fuera hasta la carena, muy parecidos a los anteriormente comentados y también a los de borde sub-triangular exvasado. En todo caso, la diferencia principal radica en un borde fino y un tramo de perfil, por encima de la carena, tendente mayoritariamente a la verticalidad, pero que también puede inclinarse hacia el centro del vaso o en sentido contrario (p. ej., 040/27). Del mismo modo, las dimensiones suelen ser menores, puesto que en los pocos casos de Ceuta, que han podido ser medidos, tienen diámetros entre 13,8 17,3 cm. Pertenecen a este modelo los individuos siguientes: 014/127, 014/128, 014/129, 014/133, 014/134, 014/306 (con ápice desaparecido), 040/27, 040/28, 186/12 (éste último con toda probabilidad, aunque le falta el borde). Posiblemente también pertenezcan este tipo (pero igualmente carecen de borde) los individuos 010/7 y 101/6. Estos cuencos corresponden al tipo R 11 de Vuillemot (1965, fig. 18), C. 3c de Rufete (1989, fig. 4 -cuarta dibujo desde arriba), VI 1a de Schubart y MaassLindemann para Los Toscanos (1984, fig. 4 núm. 125-135) y a las páteras tipo A del Cerro del Villar (Curiá et al. 1999, fig. 103). Por tanto, es un tipo frecuente, sobre todo, en los yacimientos malagueños, pero está también muy bien representado en Mogador (Jodin 1966, fig. 17 a, b, pl. XXIV; López, Habibi 2001, fig. 3 todos los núm.) y existe además en fase III de A. González (1998, fig. 10 arriba) para la Fonteta. Su cronología, pues, parece extenderse a lo largo de todo el siglo VII, alcanzando, como demuestra el Cerro del Villar, los primeros decenios del siglo VI pero, sin embargo, ya existe en Las Chorreras (p. ej., Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1975, abb. 6 núm. 76), lo que demuestra su inicio en la segunda mitad del siglo VIII.

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En Ceuta aparece desde los niveles basales de la estratificación, como evidencia el individuo 186/12, siendo en este yacimiento el modelo de cuenco fenicio carenado que primero aparece en escena.

1.2.2.7. Cuencos carenados con borde exvasado de sección triangular o redondeada Pertenecen a esta clase de cuenco los individuos de Ceuta siguientes: 006/15, 008/6, 014/124, 014/125, 027/4, 034/56, 034/58, 034/57, 051/73, 051/74, 051/78, 051/79, 051/79b, 051/80. Este tipo de cuenco, como rasgos principales, tiene un borde saliente, de perfil sub-triangular, con el ápice ligeramente redondeado o un tanto apuntado. Existen, sin embargo, algunos individuos en los cuales el borde es acusadamente redondeado (014/125, 027/4, 034/57). El perfil superior es oblicuo-exvasado (más raramente, casi vertical, p. ej., 014/125) y rectilíneo, separado del inferior, también muy oblicuo y moderadamente convexo, por una arista viva, formando un ángulo. Las bases —que en el yacimiento de Ceuta no se han podido ligar con los tramos superiores, pero que son bien conocidas en otros puntos— tienen anchuras variables y son levemente marcadas por el exterior, con fondo interno a veces un tanto rehundido. Estos cuencos presentan tratamiento de engobe rojo en toda la superficie interna y en la parte alta externa, exactamente hasta la carena, incluyendo el borde. A lo dicho, se señalan dos excepciones, los individuos 006/15 y 034/56, que presentan el interior y el borde sin engobe, aparentemente afectando este sólo el tramo situado entre la carena y el inicio del labio. Los diámetros máximos de estas piezas se mueven entre 17,5/18 y 24 cm. Cabe señalar, además, que las piezas 008/6, 051/79 y 051/79b constituyen una especie de variedad o subgrupo específico, puesto que el borde, aunque algo saliente, es más indefinido e, incluso, por debajo de él, el perfil acusa una cierta concavidad. Los cuencos carenados de borde sub-triangular exvasado constituyen una forma muy característica del mundo fenicio occidental que ha sido objeto de algunas clasificaciones. Schubart y Maass-Lindemann (1984, fig. 5 núm. 151, 152, 152 a) los integraron en su grupo VI2 (cuencos carenados con borde engrosado al exterior). Piezas de este tipo en Los Toscanos, aparecen, al menos, a partir del estrato 2/1971 (habitación c de la casa H), fechado a finales del siglo VIII o inicios del siguiente. En general, en el establecimiento de la desembocadura del Vélez constituyen un modelo abundante, donde, aparte de los individuos antiguos ya citados, se encuentra en toda la estratigrafía. También aparecen unos pocos individuos en el Cerro de Alarcón (Maass-Lindemann 2002: lám. 8 núm. 12, 172, 372), donde fueron rebautizados como forma

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I b, correspondiendo todos los estratificados a la fase anterior a la fortificación del enclave. En Huelva, P. Rufete (1989), estableció el tipo C.3a, aunque el prototipo que presenta (1989, fig. 4 a) corresponde a una pieza morfológicamente predecesora, del siglo VIII o primera parte del VII). En realidad, este modelo de cuenco tipo tiene claros y directos antecedentes en piezas del siglo VIII como algunas piezas del Morro de Mezquitilla (Schubart 1985, fig. 5 b, d) y de Las Chorreras (Aubet, MaassLindemann, Schubart 1979, fig. 6 núm. 62, 63, 66; Maass-Lindemann 1983, fig. 6 núm. 65; Gran-Aymerich 1981, fig. 31 núm. 504). Cuencos carenados de borde sub-triangular exvasado, en estricto como los de Ceuta, existen en el Castillo de Doña Blanca procedentes de estratos del siglo VII aC (Ruiz, Pérez 1995, fig. 20 núm. 3). En el norte de África occidental es un tipo igualmente conocido. Así, en Mogador (estrato IV de Jodin) se localizaron veintinueve individuos fragmentarios, con diámetros entre los 12 y 21 cm (Jodin 1966, fig. 17 c, pl. XXIII y XXV b) a los cuales posteriormente se ha sumado la publicación de nuevos perfiles (López, Habibi 2001, fig. 2 núm. 73, 115 y 123). Del mismo modo, se encuentra en Lixus, concretamente en los niveles profundos del edificio A y en el relleno de una cisterna al W del templo F (Ponsich 1981, fig. 6 —hilera inferior— y figs. 18 y 19). En el relleno 8 de la tumba 4 de la necrópolis de Trayamar, fechado en el siglo VII avanzado, se documentan varias piezas de este tipo (Schubart, Niemeyer 1976: 205, lám. 20 núm. 1047-1051). Cronología similar, en algunos casos, y en otros posterior, tienen otras piezas iguales del Cerro de Prado, encontradas en los estratos 1a, 1b, 2b y 2c (Ulreich et al. 1990, abb. 17 núm. 1, 2, 6, 7 y 9). Se hallan también bien representados en el siglo VII en sa Caleta, con algunos individuos cuyo perfil se conserva íntegro o casi y diámetros máximos entre 18,2 19,4 cm (Ramon 1999, fig. 10; íd., 2007, figs. 14, l-7, 24, p-57, 42, i-11, 44, a-44, 87, db-4). También se documentan en la fase III (650-600) de La Fonteta (Rouillard, Gailledrat, Sala 2007, fig. 190, 13, 16, 21). Algunas piezas de Ceuta, sobre todo los individuos 014/125 y 034/57, ambos de la fase IIc, con el tramo superior vertical y recto y borde poco exvasado y redondeado, son muy próximos, por no decir idénticos, a las páteras tipo B2 Cerro del Villar (Curiá et al. 1999, figs. 103 y 113), encontradas en el estrato II del sector 3/4 y, por tanto, de inicios del siglo VI, a pesar de lo cual ningún dato descarta su existencia a finales del siglo anterior. En cuanto a la variedad representada por las piezas 008/6, 051/78 y 051/79b, puede asimilarse a algunos perfiles incluidos en el tipo VI 1c de Schubart y MaassLindemann (1984, fig. 5 núm. 149, 150) y, posiblemente también, al menos a una de las variantes del tipo C. 3c de Rufete (1989, fig. 4 -tercera pieza desde arriba). En cualquier caso, cabe señalar que este tipo de cuenco no aparece en Ceuta antes de la fase IIb, es decir en torno a mediados del siglo VII aC.

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1.2.2.8. Cuencos de perfil convexo, con borde acanalado por el exterior. Se trata de un cuenco abierto, pero relativamente alto, con base plana ligeramente diferenciada por el exterior. Perfil general convexo y borde generalmente entrante con una o dos acanalaciones por el exterior. Presentan engobe en la zona externa del borde. Pertenecen a este tipo los individuos siguientes: 006/19, 014/139, 020/12. Cabe señalar en este grupo y en cuanto al material de Ceuta algunas diferencias significativas. Concretamente, la pieza 006/19 tiene un tramo superior, borde escalonado (que está incompleto) incluido, probablemente entrante. Corresponde, con seguridad, al tipo C1a de P. Rufete (1989: 379 y 386, figs. 3 y 7 núm. 6 y 7) definido a partir de ejemplares del cabezo de San Pedro y la c. del Puerto, núm. 6, fechados en la primera mitad del siglo -VII, señalando, de paso una presunta escasez en los asentamientos malagueños —donde además se trataría de piezas sin engobe— y, en cambio, su presencia en sitios tartésicos como El Carambolo y Carmona— hecho que vincularía este modelo vascular con el mundo indígena. Además, dicha autora señala que los ejemplares de borde más vertical son más antiguos que otros similares, pero con el borde más oblicuo-invasado. En realidad, sin ser una de las formas abundantes del repertorio, si se halla significativamente representada en el complejo vascular fenicio de Occidente. De este modo, algunos individuos de Los Toscanos, tratados con engobe rojo, fueron clasificados como tipo VIII 2b, en el ámbito de las “fuentes con paredes de tendencia vertical” (Schubart, Maass-Lindemann 1984, p. 102-103, fig.9 nos. 249 y 250). El individuo 249 pertenece al estrato 6b del corte 15, por tanto, seguramente del siglo VII avanzado. En el Castillo de Doña Blanca (Ruiz, Pérez 1995, fig. 17 núm. 8 y 20 núm. 8), se documenta en horizontes fechados, sin más precisión, en el siglo VII, aunque en este enclave existen claros precedentes en el siglo -VIII, mientras que en Mogador también son conocidos (López, Habibi 2001, fig. 5 núm. 210-211). Este modelo se documenta, aún, en estratos de la primera mitad o tercio del siglo -VI, en el sondeo del colegio de San Agustín de Málaga (Recio 1990: 102-104, fig. 30, todos los núm.). A diferencia de esto, el individuo 014/139 presenta un borde de tendencia francamente vertical, por encima, presumiblemente, de un solo escalón. Sin embargo la mutilación de la pieza impide otro comentario. No se conocen (o no se han publicado) paralelos exactos y en Ceuta poseen una asignación estratigráfica clara, en el techo de la secuencia (fase IIc), es decir, en el último momento estratigráfico conservado. 1.2.2.9. Cuenco de perfil convexo y borde de tendencia vertical Se documenta un único individuo (135/44), incompleto, pues le falta la mitad inferior. El tramo conservado permite observar que la parte baja del perfil es convexa, seguramente de tercio de esfera, sobre ella, sin ninguna arista ni carena se

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produce una ruptura de curva volviéndose el tramo superior completamente recto y vertical, rematado por un borde redondeado y sin el mínimo engrosamiento. La cara externa, al menos la parte conservada, está cubierta con pintura roja, que, levemente, remarca el borde por su parte interna. Tiene un diámetro máximo de 16,8 cm. Aunque parezca extraño en una forma tan corriente en la tipología cerámica de todos los tiempos, no pueden señalarse paralelos estrictos a este cuenco feniciooccidental. En todo caso, esta pieza estratigráficamente puede datarse poco antes de la mitad del siglo VII aC.

1.2.2.10. Copas con borde escalonado Se registran, con referencia a su unidad estratigráfica, los siguientes individuos: 014/135, 014/136, 032/58, 034/66, 039/42, 051/94-96, 072/7-8, 114/17, 135/37, 135/38, (este último con escalón menos marcado y borde corto, muy oblicuo, un tanto engrosado y redondeado, diámetro medio-pequeño), 135/39 muy abierta, le falta el extremo del borde. La pieza 186/24 no conserva sino un tramo de perfil convexo y arista o carena que da paso a un tramo superior oblicuo y ligeramente cóncavo, incompleto en la zona del borde. También, aunque en todos los casos el ápice del borde ha desaparecido, pertenecen a este tipo los individuos 014/315-318. Es posible que lo mismo pueda decirse de la pieza 014/314. Estas copas se caracterizan por un borde diferenciado, ligeramente oblicuo-exvasado, de ápice redondeado y en ocasiones levemente engrosado, separado del cuerpo (detalle muy definitorio) por un escalón exterior, bien marcado. En cuanto al cuerpo, este adopta perfiles de tres cuartos a media esfera. Cabe, además, señalar dos detalles significativos. El primero, la posibilidad, más que evidente, que carezcan de asas, puesto que en todo el yacimiento, no sólo no ha sido hallado ningún fragmento que directamente las conserve, sino que tampoco para ninguna de las asas sueltas documentadas puede, razonablemente, postularse su pertenencia a una copa de esta clase. En segundo lugar, está el tema de las bases. Qué fueran del tipo pie cónico, más o menos alto, es algo, que por motivos idénticos a los de las asas, puede descartarse. De hecho es casi seguro que fragmentos de bases y tramos inferiores, como 051/91, 051/92y 051/93, entre otros, corresponden a este tipo de copa. Se trata, pues, de bases planas, resaltadas por el exterior, de manera aristada o redondeada. Aunque existe una representación significativa de este tipo, individuos como 032/58 y 135/37, los que conservan, en altura, un mayor tramo de perfil, exceptuando las bases, permiten apreciar mejor la topología y variables concretas. En este sentido, puede señalarse que el diámetro en el borde suele ser siempre cercano al diámetro máximo del cuerpo. En otros casos (p. ej., 051/94-96, 135/37, 135/38, 135/39), el diámetro máximo absoluto se halla en el ápice del borde, mientras que en el resto (014/135, 136, 032/58, 039/42) sucede lo contrario, ubicándose este en el cuerpo.

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Con la pieza 072/7-8, procedente de un contexto muy concreto (el nivel de abandono del probable primer horizonte de ocupación del edificio monocelular), se ha ensayado, probablemente con éxito, una restitución del perfil completo. El borde de la copa es alto, levemente oblicuo-exvasado, con la cara externa recta y la interna un tanto engrosada. Una arista, tenue, pero marcada, en su base, define el inicio de un cuerpo con inflexión acusada de curva en su parte superior y más suave en el resto de su perfil, apoyado por una base plana resaltada el exterior de manera redondeada. Tiene un diámetro de 20 cm y una altura total estimada de 9 cm. Por lo que atañe a la decoración, estas copas aparecen siempre o casi siempre tratadas con engobe rojo continuo en toda la mitad superior externa del vaso, mientras que por dentro, dicho engobe remarca sólo la parte superior del borde. Únicamente, el individuo 135/37 presenta una banda superior interna relativamente más ancha. Una excepción a lo dicho se halla en el individuo 072/7-8, que carece de decoración. En cuanto a las dimensiones de estas copas, cabe observar que la mayor (032/58) tiene un diámetro de 24,1 cm y la más pequeña que ha podido medirse 12,1 cm. Un grupo significativo se halla entre 14 y 18 cm. de diámetro. Por lo que se refiere a las alturas, cabe advertir que no se ha podido contar con ningún perfil completo. El individuo mas grande, antes citado, podría tener una altura de 9/9,5 cm estimada con un pie bajo. Mientras que la más pequeña podría haber alcanzado algo más de 5 cm. Es posible que una pieza muy fragmentaria del Cerro del Prado (Pellicer, Menanteau, Rouillard 1978, fig. 3 núm. 12) pertenezca a este modelo. En todo caso, cabe advertir que la copa del yacimiento de Algeciras presenta, por el exterior, bandas de pintura diferenciadas. Por otro lado, la comparación es sólo posible si el dibujo está mal inclinado. Otras copas del Cerro del Prado (Ulreich et al. 1990, abb. 23 núm. 3-5), de los estratos 1a, 1b y 2d, en cierto modo, son similares, pero no presentan dicho escalón, además, su esquema decorativo es distinto de modo que, en estricto, no pueden ser consideradas un mismo tipo junto con las de Ceuta. En realidad, los paralelos objetivos, bibliográficamente hablando, son escasos. Pero destaca uno de los individuos de la Fonteta (Rouillard, Gailledrat, Sala 2007, fig. 182 núm. 2), encuadrado en la fase II (700-650 aC.) establecida por el equipo franco-español. La única diferencia es una línea oscura en la base externa del borde, sobre una zona roja, que, por otra parte, es también idéntica a las de Ceuta. No pasa desapercibido un hecho importante, se trata de versiones fenicio-occidentales, seguramente de un taller de la costa malagueña, de modelos griegos. Sin embargo, un segundo problema radica en saber cuál es su modelo en concreto, cosa, por ahora, difícil de establecer. La realidad, incluso, es que no puede descartarse una tradición más amplia y lejana, con evolución y reinterpretación en el ámbito de los talleres occidentales.

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Aunque también con escalón en la base externa del borde, otras dos copas no son en rigor del mismo modelo que las anteriormente comentadas. Por una parte, el individuo 034/66 es un tanto peculiar, por su diámetro máximo considerable y, en cambio, poca profundidad relativa y el hecho de tener un sector casi rectilíneo y vertical por debajo del escalón, a partir de donde inicia una curva bastante acentuada. Por el resto, tiene engobe rojo cubriendo toda la parte (conservada) externa y una estrecha franja por la parte interna del borde. No muy lejana a la anteriormente descrita, la 014/140 se diferencia de esta por tener el borde más inclinado hacia el centro del vaso. Es una pieza tratada también con engobe rojo. Ni de esta copa, ni de la anterior, pueden señalarse paralelos estrictos. Desde un punto de vista de la aportación de Ceuta a la cronología de estas copas, cabe recordar que aparecen sólo a partir de la fase IIa, fechada poco antes de mediados del siglo VII, manteniéndose en todas las fases sucesivas hasta el final de la estratigrafía.

1.2.2.11. Copas de perfil cóncavo-convexo no carenado A pesar de tener en todos los casos las características clave de un perfil cóncavoconvexo sin carenas ni escalones externos, se trata de un grupo un tanto variado en la morfología de detalle, por lo cual procede un comentario más individualizado. Obedecen, en general, también a perfiles inspirados en modelos griegos, aunque del mismo modo que con las copas escalonadas, no es prudente por ahora pretender una asociación más precisa. Cabe en primer lugar tratar el individuo 119/14, recompuesto con tres fragmentos que corresponden al borde y parte alta del perfil, en asociación a una base. Ambos elementos, a juzgar por la pasta y el desarrollo del dibujo casi con seguridad corresponden al mismo individuo. Esta copa tiene un borde de proyección oblicuo-exvasada, siendo el diámetro, en la parte más saliente, apenas dos milímetros, inferior al diámetro máximo del vaso (18,7 cm), situado este en la parte media-alta de la altura total. Aparte de esto, puede añadirse que el borde tiene una cara superior y tanto rectilínea, configurando un ápice angular y que, en su parte baja, es levemente engrosado por el interior. El cuerpo propiamente dicho es marcadamente convexo y, en unión con el borde, tiene un perfil en S. La base está ligeramente destacada por el exterior, con un perfil bajo y angular, el fondo es completamente plano. Se trata de un vaso moderadamente abierto, en relación a su profundidad. Está fabricada en pasta común oxidante, conteniendo abundante mica y no tienen decoración pintada ni engobe rojo. Nada puede demostrar la existencia de asas. El perfil de esta copa de Ceuta recuerda al de algunos individuos incluidos en el tipo B del estrato II del sector 3/4 y del estrato IIb del corte 5 del cerro del Villar (Curiá et al, 1999, figs. 104 B, a la dcha. y 147 ñ, o; Aubet 1999, fig. 71 ñ). Sin

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embargo, aparte de otros detalles, la diferencia básica radica en la decoración bícroma que presentan las de Guadalhorce, pero no las de Ceuta. Piezas similares a las del yacimiento malagueño, tanto en lo decorativo, como en lo arquitectónico, se hallan en la fase II de la Fonteta (Rouillard, Gailledrat, Sala 2007, fig. 182 núm. 1). En todo caso, cabe observar un marcado desfase en la atribución cronológica de ambos estratos, puesto que el de la Fonteta es pretendidamente de cincuenta a setenta y cinco años anterior al del Cerro del Villar. De todos modos, las copas de Ceuta, por su situación estratigráfica, ajustarían mejor con la citada cronología de La Fonteta pero, ya se ha dicho, que aunque parecidas, no pueden considerarse iguales. Piezas idénticas a ésta de Ceuta, en estricto, no se conocen. En todo caso la copa 119/14 está perfectamente situada en la estratigrafía de Ceuta en la fase I, fechada en el segundo cuarto del siglo VII y, en todo caso, anterior a mediados de esta centuria. En cuanto al fragmento 014/137, este corresponde a una copa abierta de tamaño medio-pequeño (diámetro máximo 14,8 cm). El diámetro máximo del cuerpo, situado en su parte alta es el mismo que el correspondiente al ápice del borde. Este último presenta un relativo engrosamiento interno. Cosa excepcional, está fabricada en pasta gris. Se enmarca en la fase IIc, es decir último cuarto del siglo VII aC. La copa 135/34 es medianamente profunda, con el borde muy inclinado y exvasado, de trayectoria un tanto curvada, donde se sitúa el diámetro máximo (18,2 cm) de ápice redondeado, pero sin ningún género de engrosamiento, con engobe rojo, que presenta trazas de bruñido en su mitad superior, tanto interna, como externa. No pueden señalarse paralelos estrictos a esta forma. En realidad, esta pieza tiene una arista, aunque muy tenue, en la base del borde, cosa que de algún modo la acerca a los modelos antes comentados. Fue hallada en una unidad de la fase IIa, poco antes de la mitad del siglo VII aC. La pieza 051/97 es una copa relativamente profunda, con borde fino, de ápice redondeado, rectilíneo, relativamente largo y oblicuo-exvasado. Sin embargo, el diámetro máximo (24 cm) se sitúa, con escasísima diferencia en relación al diámetro del borde, en la parte media-alta del cuerpo. Presenta engobe rojo bruñido en toda la parte conservada de la cara externa y engobe rojo, sin bruñir, en un tramo, de aproximadamente el tercio superior, en la interna. Situada en la fase IIb se fecha en el tercer cuarto del siglo VII aC. Algunas copas del Cerro del Prado (Ulreich et al. 1990, abb. 23 núm. 4 y 5), de los estratos 1b y 2d (con decoración de líneas negras sobre engobe rojo), tienen un aire de semejanza con esta pieza de Ceuta, más allá de lo cual, sin embargo, parece arriesgada una asimilación estricta de orden tipo-cronológico. Del mismo modo, algunos de los perfiles incluidos por Briese y Docter (1998, fig. 7 d) dentro de los “skyphoi fenicios” se asemejan también bastante a esta pieza. Los individuos 135/40 y 135/41, enmarcados en la fase IIa, son simples fragmentos de bordes, ambos de copas de tamaño grande. El primero tiene tendencia

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acusadamente vertical, siendo muy leve su exvasamiento, con ápice redondeado. Es una pieza de considerable tamaño, con aproximadamente 26 cm de diámetro en la parte externa del borde. Presenta engobe rojo en todo el tramo conservado externo, mientras que, por el interior, este mismo tratamiento dibuja tres líneas horizontales superpuestas. El 135/41 tiene un borde (lo único conservado) marcadamente oblicuo y tampoco engrosado, con engobe rojo en ambas caras. Por otro lado, el fragmento 008/5, pertenece a una gran copa de perfil convexo y borde, seguramente, oblicuo-exvasado. Conserva un fragmento de la parte central del cuerpo, con engobe rojo vivo, duro y adherente, con una línea horizontal, cruzada por trazos paralelos verticales negros. Se trata de un estilo decorativo frecuente en Cerro del Villar, corte 5, estrato IV y sector 2/3, estrato II (Aubet 1999; Curiá et al. 1999), por tanto, fechable en el último cuarto del siglo VII o primero del VI. Finalmente, el individuo108/10, reducido a un tramo de cuerpo, sin borde ni base, podría pertenecer a una gran copa de perfil en S, no decorada. Sin embargo, su grave fragmentación impide otras precisiones o comparaciones. Algunas bases sueltas, como 114/20, 114/22 y 116/22 podrían pertenecer también a este tipo de copas o a las de borde escalonado.

1.2.2.12. Otros cuencos o copas Una posible copa es el individuo 032/59, que conserva la parte alta de su perfil. Tiene un borde no engrosado, oblicuo y muy exvasado, de paredes rectilíneas, pero de ápice redondeado, Por debajo el perfil es convexo, que le da un aire en S. Presenta engobe rojo en la cara externa y una franja ancha por el interior. Tiene un diámetro máximo, que se sitúa en el ápice del borde, de 16 cm. No se conocen piezas semejantes. Fue hallado en un estrato de la fase final (IIc) de la estratigrafía estudiada. Por otro lado se integran aquí dos piezas, cuya mutilación impide en realidad una descriptiva global. Sin embargo, no pertenecen a los grupos antes estudiados. La primera es el individuo 055/11, reducida a un borde exvasado, de paredes muy finas, sin decoración. Por debajo del borde, conserva un tramo cóncavo, que hace presumir un perfil en S. La segunda, 055/16, conserva sólo el borde, que es exvasado y pertenece a un vaso indeterminado, tal vez un cuenco, con engobe rojo, y paredes muy finas. Tampoco se pueden describir paralelos claros para este material, enmarcado en fase IIb del yacimiento.

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1.3. Vasos de procesamiento y cocina

1.3.1. Morteros-trípodes Existen en el yacimiento de la Catedral de Ceuta tres tipos distintos, que se distinguen, sobre todo, por el perfil del borde. El primer tipo —o variante, si se prefiere— se caracteriza por un borde engrosado con una cara superior rectilínea y muy oblicua, que se separa del tramo bajo, que es convexo y enlaza insensiblemente con el cuerpo, mediante un pequeño reborde. Por el interior tiene una cara recta larga de trayectoria casi vertical, levemente convexa. Únicamente la pieza 039/47 tiene los rasgos morfológicos señalados. Recuerda, salvo algunos detalles, una pieza de Las Chorreras (Maass-Lindemann 1983, abb. 9 núm. 97), por todo lo cual cabe suponer una cronología antigua (siglo VIII o inicios del VII) para este mortero de Ceuta, que se atribuye a la fase Ia, considerando residual su hallazgo en el estrato referido. El segundo tipo se distingue por una sección triangular marcadamente exvasada. Los individuos SUP/11 (perfil prácticamente completo), 005/7 (perfil completo), 006/20, 028/5 (pie, parte del perfil), 028/4 (perfil casi completo) 032/64, 032/65, 034/79, 039/48-49, 051/100, , 116/27 (borde, arranque de un pie), 120-121/53, 120-121/93 (perfiles completos) se enmarcan en este tipo que, con diferencia, es el más numeroso de todos. La característica básica de este modelo, montado sobre tres pies en forma de prisma invertido, radica en los bordes de sección triangular, cuya cara externa es siempre muy inclinada y de perfil, más o menos convexo o literalmente rectilíneo. La cara inferior del borde dibuja una zona cóncava, más o menos pronunciada y, a veces, separada del cuerpo por un escalón. El perfil inferior es convexo, de profundidad variable y paredes, lógicamente gruesas. Los trípodes de Ceuta de este tipo tienen diámetros estándar entre 23 y 29 cm. El individuo 028/4 es más pequeño, con 21 cm de diámetro máximo. Por otro lado, esta pieza destaca por su cuerpo relativamente más profundo que en otros especímenes, su borde es, además, muy inclinado Algunos individuos (p. ej. 051/100) están fabricados con pasta color amarillento o gris claro, conteniendo, a simple vista, abundantes nódulos férricos. Sin embargo, la propia estratigrafía de Ceuta dentro, de este modelo de borde triangular, podría demostrar algún tipo de evolución morfológica. En efecto, el individuo 116/27, enmarcado en la fase I, es el más antiguo según la secuencia, se caracteriza por un borde cuya cara externa tiene una inclinación superior a la del resto del grupo y su parte inferior dibuja una acanalación ancha o concavidad, que da paso al perfil del cuerpo. Los pies no pegan directamente contra la parte externa del borde, sino que, inclu-

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so, dejan libre el sector cóncavo. A partir de la fase IIb estos morteros-trípode ofrecen inclinaciones en las caras externas muy notables, pero menos pronunciadas. La publicación de morteros de esta clase cuenta con una larga tradición porqué empezó ya a finales del siglo XIX, en Carmona (Entremalo) (Bonsor 1899: 313, fig. 116.) pero hasta bastantes años después, ya en los años cincuenta del siglo XX no se dio a conocer otro, concretamente de la Cruz del Negro (Monteagudo 1953-1954, figs. 7-9 núm. 10), seguido por la publicación, en esta misma década, de piezas de este tipo procedentes de yacimientos norteafricanos, como Mogador (Cintas 1954: 52, 124, fig. 54; Jodin 1957: 23), Mersa Madakh (Vuillemot 1954, fig. XXVI a la derecha, hallado en superficie) y después en Rachgoun (Vuillemot 1965: 110-111, fig. 18, procedente de la necrópolis y R-14 y R-14 b, de la “Insula III”). G. Vuillemot puede considerarse el primero en adscribirlos a un tipo, el R-14 (con la cara inferior del borde más cóncava) y R-14b (con este detalle mucho más atenuado) (íd., fig. 18). Del nivel IV de Mogador procedían unos veinticinco individuos, con las características reseñadas, pero con la típica laxitud cronológica de mediados del siglo VII a mediados del siguiente (Jodin 1966: 132-141, figs. 27 y 28, pls. XXXIV y XXXV). Después, las primeras campañas en Los Toscanos realizadas en 1964 y 1967 proporcionaron otros trípodes de borde triangular. Uno de ellos fue encontrado en estratos posteriores a la construcción del edificio (Schubart, Niemeyer, Pellicer 1969: 141-142, fig. 7 a y b; Schubart, Niemeyer 1969, fig. 5 b, del estrato IV del corte 1, y fig. 10 d, del estrato superficial). La campaña de 1971 permitió la recuperación de otras piezas (Schubart, Maass-Lindemann 1984: 133-135, fig. 19 núm. 783-791), aunque, sólo en dos casos, en un marco contextual (Schubart, Maass-Lindemann 1984, fig. 19 núm. 785 y 786), concretamente los estratos 7a y 7b, posteriores al uso del almacén C, es decir, en torno al último cuarto del siglo –VII o ya hacia el -600. Finalmente, el nivel 2 del sondeo realizado en el puerto de Toscanos (corte 44 / 1984) en la vega de Manganeto (Arteaga, Schulz 1997: 116-117, fig. 12 f-h), fechado grosso modo en la segunda mitad del VII, proceden diversos fragmentos de trípodes de este modelo. Otras piezas similares proceden del estrato 2a del Cerro del Prado (Ulreich et al. 1990, abb. 22, 2) y en el Castillo de Doña Blanca, morteros con este tipo de borde, sin otras connotaciones críticas, son fechados en el siglo VII (Ruiz, Pérez 1995, fig. 21 núm. 6) apareciendo también en la fase 2 del Cerro de Montecristo (Adra), fechada igualmente de un modo un tanto genérico en el siglo VII (Suárez et al. 1989, figs. 8 u-v, 9 t). Hace poco, se han publicado nuevos individuos, también de borde triangular, del Cerro Alarcón y de la alfarería de La Pancha (Martín et al. 2006, figs. 6 y 13). En cuanto al primero, los escasos trípodes documentados de este tipo, que corresponde a la forma C (Maass-Lindemann 2002, lám. 20 núm. 360, 384), se enmarcan en contextos de la segunda fase (a partir de la construcción de las fortificaciones) o carecen de contexto. En cualquier caso, la editora de estos materiales

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(íd., 211-212), los considera, en base también a datos del estrato II del sector 3/4 del Cerro del Villar, muy tardíos, ya más bien del siglo -VI. Sobre la cronología de estos materiales se volverá después. Por lo que se refiere al segundo, es decir a La Pancha, los materiales parecen enmarcarse a finales del siglo VII aC y los primeros decenios del siguiente, queda sin embargo por realizar un estudio exhaustivo de dicho yacimiento. La distribución de este modelo de trípode no acaba, ni mucho menos con lo ya citado, porque, en efecto, es conocido en muchos yacimientos situados, en la Andalucía interior y de Huelva (Blanco, Luzón, Ruiz 1969, fig. 12 dcha.), el fondo I-1 de la fase II de San Bartolomé de Almonte, ya comentado a propósito de un vaso cerrado esférico, también proporcionó un trípode de borde triangular (Ruiz, Fernández 1986, lám. CXIV núm. 1441), la Colina de los Quemados (Blanco, Luzón, Ruiz 1969, fig 12 izqda.), Río Tinto (Íd., fig. 13, 14 y 14 bis) y la Cuesta de los Chinos (Fresneda, Rodríguez 1980, fig. 14 j). Tanto o más éxito tuvo su exportación a la costa SE y E ibérica, donde pueden citarse, Castellar de Librilla (Ros 1989: 264), Los Saladares (Arteaga, Serna 1975, fig. 4, 1), La Peña Negra (González 1982, fig. 18 núm. 5001 y 5415), La Fonteta (González 2005, lám. IV, arriba izqda.), Vinarragell (Mesado 1974, fig. 82, lám. XXV), el Castellet (Gusi, Sanmartí 1976-1978, fig. 9), el Puig de la Nao (Gusi, Sanmartí 1976-1978, fig. 8, 2; Oliver, Gusi 1995, fig. 39 núm. 1 —del recinto 28), el Palau, la Vallterra (Aranegui 1981: 55), la moleta del Remei (Gracia, Munilla 1993, fig. 5), Mas d’en Serrà (Gracia, Munilla 1993: 226), bahía de Ibiza (Ramon 1994, fig. 12 núm. 5) y, por descontado, el asentamiento de sa Caleta donde existen diversos trípodes de esta clase, en horizontes grosso modo fechados en el siglo VII, preferentemente en su segunda mitad (Ramon 1999, fig. 14; íd. 2007, figs. 4, S-98, S-99, S-100, S-101, S-120, 42, i-13, 59, cf-1). En relación a la cronología final de estos trípodes de borde triangular, su abundancia en el nivel alfarero del sector 3/4 del Cerro del Villar (Barceló et al. 1995, fig. 5 f, i; Curiá et al. 1999: 184-185, fig. 112, 138, 167, 177, 178, 188), así como en el sondeo de San Agustín (Recio 1990, fig. 18 núm. 36, 19 núm. 46), tal y como insinuaban lugares como, entre otros, Mogador, asegura que en los primeros decenios del siglo VI aún se hallaba en boga. A pesar de ello, ya se dijo en su día (Ramon 2007: 108), que la cronología inicial de los trípodes de borde triangular no era un tema resuelto. En horizontes del siglo VIII, como Chorreras, es obvio que aún no aparece y la sistematización de la secuencia vascular del siglo VII sigue, aún hoy, siendo un tema pendiente, al cual Ceuta, sin duda, representa una contribución. En este sentido, pues, cabe indicar que este tipo de mortero con borde triangular aparece en toda la secuencia desde la UE.116 hasta arriba. Por tanto, parece obvio que su producción se inicia en torno a la mitad del siglo VII aC, o incluso antes. En este sentido es importante el hecho que el individuo 116/27 presenta en la cara externa del borde

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una inclinación superior a la mayoría de los especímenes documentados en los estratos posteriores. La tercera variante, morfológicamente hablando, es muy peculiar, puesto que tiene un borde con cara externa ancha y vertical, con una moldura en la base, a modo de separación con el cuerpo y con una acanalación más fina en la cara superior, que es más o menos convexa. En el yacimiento de la Catedral se han recuperado dos individuos de esta clase: 020/8 y 135/46 (diámetro máximo 26 y altura del borde 3,4 cm), prácticamente idénticos entre sí, poniendo además de manifiesto su presencia en dos unidades de cronología bien distinta. La pasta de estas dos piezas, fuertemente esquistosa y metamórfica, ofrece pocas dudas acerca de su atribución a talleres de la costa central andaluza. Sin embargo, no ha sido posible encontrar paralelos asimilables, al menos entre el material publicado.

1.3.2. Ollas La presencia de ollas fenicias a torno en el yacimiento objeto del presente estudio porcentualmente es irrisoria, ya que, como se verá en otro capítulo, la preferencia por las fabricadas a mano es absolutamente abrumadora. A este grupo, sin embargo, pertenece el individuo 032/66, reducido aproximadamente al tercio superior, borde incluido, faltando el asa. Igualmente, la pieza 032/41, en su estado actual, es un tramo de perfil oblicuo-entrante, ligeramente cóncavo, que conserva, además, un asa completa de tres cuartos de círculo, un tanto sobre elevada y sección convexa, la cara interna y acusadamente cóncava, la externa. Carece, sin embargo, de borde. Perfiles semejantes se documentan igualmente en distintos estratos del Morro de Mezquitilla (Schubart, Niemeyer 1976, láms. 9 y 10). Genéricamente esta clase de ollas fueron clasificadas en Los Toscanos como tipo XVI 1 (Schubart, Maass-Lindemann 1984, láms. 17 y 18) y como tipo A en Cerro del Villar (Curiá et al. 1999, fig. 110). La pieza 032/66 es parecida también a ejemplares de Las Chorreras (Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1975, abb. 9 núm. 119; Maass-Lindemann 1983, abb. 3 núm. 27, 29). Se trata, pues, de un tipo de vaso culinario que, con pocas o nulas transformaciones morfológicas, cubre al menos la segunda mitad del siglo VIII y todo el siglo VII. Además, su presencia en horizontes malagueños, como en el estrato II del sector 3/4 del Cerro del Villar o en el sondeo de San Agustín (Recio 1990, fig. 23 núm. 53) garantiza plenamente su continuidad en el primer cuarto o tercio del siglo VI aC. Los individuos de Ceuta, que se acaban de comentar, se enmarcan estratigráficamente en el momento final de la secuencia, concretamente en la fase IIc, por tanto, en las postrimerías del siglo VII.

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1.4. Elementos de iluminación, quemaperfumes y soportes

1.4.1. Lucernas El yacimiento de La Catedral ha proporcionado una serie de lucernas a torno de producción fenicio-occidental más bien corta. El mayor problema de este material, sin embargo, es su grave fragmentación, que, sin excepciones, impide atribuir los distintos individuos al tipo de uno o dos mecheros, aunque este detalle, bajo distintos aspectos, incluido el cronológico, puede llegar a ser secundario. Se registran los siguientes individuos: 014/146, 020/13, 034/80 (fragmento de pico), 055/18, 135/47 y 48. De hecho, sólo es posible en un caso (014/146) controlar el ancho de borde, de 1,1 cm y diámetro máximo, que es de 14 cm. Ante esta situación, no resulta conveniente extenderse sobre el tema de los paralelos y de la discusión general sobre las lucernas de esta clase, que es, como se ha dicho en muchas ocasiones, uno de los elementos vasculares más característicos de la colonización fenicia, tanto en el Mediterráneo central, como en el extremo occidente hallándose en contextos, urbanos e, incluso, funerarios, prácticamente en todos los yacimientos. El material de Ceuta viene pues a engrosar una carta de distribución ya de por sí muy extensa, pero no permite un enmarque cronológico más afinado dentro de un margen tipo-cronológico amplio en que se mueven, es decir, desde finales del siglo VIII hasta principios del VI. En cualquier caso, no puede obviarse que este tipo de lucerna en Ceuta aparece desde la fase IIa manteniéndose hasta el final de la secuencia estratigráfica.

1.4.2. Timiatheria En la medida de lo identificable, dos fragmentos podrían pertenecer a los llamados timiatheria, son los 032/52 y 051/102. El primero de ellos, conserva un tramo con el borde, triangular redondeado y exvasado, y perfil superior rectilíneo y oblicuo. Aunque no presenta por el exterior la carena, por la parte interna dibuja la típica concavidad que la anuncia. Engobe rojo sólo por el exterior en toda la parte conservada. Este detalle y su reducido diámetro (13,6 cm) invitan, claramente, a separarlo de los cuencos carenados de borde triangular exvasado, antes comentados y a clasificarlo como timiatherion de doble cazoleta. Aunque siempre en porcentajes reducidos, este tipo es conocido en otros asentamientos fenicios, como Mogador (Jodin 1966, fig. 19 c; López, Habibi 2001, fig. 2 núm. 215) y en la tumba 1 de Trayamar (Schubart, Niemeyer 1976, lám. 12 núm. 554) con cazoletas de bordes triangulares muy salientes. Cabe recordar, a

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pesar de ello, que en multitud de yacimientos un número indeterminable de piezas fragmentarias pueden haberse confundido con cuencos. Por otra parte, la pieza 051/102 se halla reducida a un trozo de la zona donde arranca la columna, claramente visible en la zona de empalme. Es, sin embargo, imposible toda descripción morfológica global y en consecuencia difícilmente discutible desde la óptica comparativa.

1.4.3. Soportes Se documenta un solitario fragmento (051/98) que posiblemente pertenezca a un soporte en forma de carrete, concretamente de perfil bicónico. El trozo conservado incluye uno de los dos bordes que debía poseer, que es exvasado y de sección subtriangular, es decir con las caras un tanto redondeadas, el tramo de perfil conexo es marcadamente oblicuo y muy levemente cóncavo. Presenta engobe rojo, con marcas de bruñido, pero exclusivamente en la cara externa y en la parte superior del borde, hecho que aumenta la presunción de que no se trata de un cuenco. En realidad, perfiles bastante parecidos, de horizontes onubenses del siglo VIII, fueron publicados por Rufete (1989, fig. 5 y 6 núm. 4) como “vasos” tipo V.1. Sin embargo, también eran piezas mutiladas y después, en el Castillo de Doña Blanca (Ruiz, Pérez 1995, lám. 4 núm. 4.b), fueron documentados otros materiales, también de la segunda mitad del siglo VIII, que en este caso sí se conservaban íntegros, pudiendo apreciarse que se trataba de soportes bicónicos para sustentar otros vasos que no debían poseer bases que permitieran su equilibrio. Estos soportes fenicios a torno pudieron tener como prototipos los soportescarrete fabricados en multitud de centros indígenas desde época precolonial. Estos últimos, como se verá, existen también en el asentamiento que se está estudiando. El soporte a torno, con engobe rojo bruñido de Ceuta 051/98, se halla en un estrato de la fase IIb que se fecha hacia mediados o tercer cuarto del siglo VII aC. La pieza 032/101, fabricada a torno y en pasta gris es del todo peculiar. Tiene un borde engrosado y con un listel en su cara superior su perfil es convexo, pero a pesar de su fragmentación parece interrumpirse en arista. Aunque no se puede tener la certeza podría tratarse de un disco-soporte, al cual no es posible señalar paralelos. En todo caso fue hallado en un estrato de la fase IIc, por tanto del último cuarto del siglo VII aC.

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1.5. Cerámica a torno. Comportamiento por fases

1.5.1 La fase I Esta fase, que cronológicamente se ha fechado grosso modo en el primer tercio del siglo VII aC, presenta unos rasgos muy definidos en cuanto a los complejos vasculares (gráficas 5 y 6). Por lo que afecta a la cerámica a torno, dominan el panorama las ánforas, especialmente y como es habitual en el recuento por fragmentos. En realidad, la inmensa mayoría responde a producciones fenicias del extremo Occidente y sin embargo ya se documentan, aunque en porcentajes ínfimos, como se explica en los capítulos oportunos, tanto ánforas fenicias de la zona de Cartago como ánforas de producción griega, concretamente las denominadas East Greek black painted amphora (gráfica 9). Le siguen los contendores medianos, concretamente jarras de cuello ancho y corto y jarras de cuello estrecho, en general con pintura bícroma, siendo los pequeños contenedores tipo oil bottle o dipper jug, prácticamente testimoniales. Unos pocos fragmentos pertenecen a contenedores con engobe rojo en la pared externa, cuyo tipo concreto no puede precisarse. La realidad, es que los contenedores en su conjunto superan con muchísimo (gráficas 5 y 6), tanto las piezas de vajilla, como el resto de categorías a torno (73 % NMI / 97 % NR). Ello evidencia que el comercio del asentamiento con los fenicios en esta primera fase se basaba fundamentalmente en productos alimentarios y, en mucha menor medida, suntuosos, envasados en los distintos contenedores. La vajilla de mesa (gráficas 7 y 8) (solamente 3 % NMI / 3 % NR), por su parte, ofrece un comportamiento de sumo interés. Lo más destacado es la ausencia absoluta en esta fase de platos fenicios de engobe rojo. Dicha categoría está representada exclusivamente por cuencos carenados, que sin embargo, se reducen a los tipos de borde fino (Rachgoun 11, Toscanos VI 1b, Huelva C.3c, Alarcón Ia) en casos clasificables, no apareciendo aún el amplio repertorio formal que se da en las fases siguientes. Sin embargo, lo más significativo en cuanto a vajilla de mesa, es el alto porcentaje interno de cuencos a torno de cerámica gris, que a nivel relativo puede considerarse altísimo e infinitamente por encima de lo que sucede en momentos más tardíos. Aparte de un sólo individuo de cuenco abierto, de tipo prácticamente inédito, el repertorio se limita invariablemente al conocido tipo convexo-entrante, con borde más o menos engrosado (Toscanos VII 2 / Alarcón II b). Dicho porcentaje, que sería totalmente anómalo en un yacimiento fenicio, puede ser explicable en base al gusto por este tipo de material de la comunidad autóctona. No se olvide que se considera esta cerámica de manufactura fenica, como una asimilación de tipos e incluso de técnicas del Bronce Final occidental. Finalmente otro rasgo destacado es la aparición muy temprana y la presencia ya significativa de copas para beber —una forma cerámica que definirá de un modo

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muy característico y peculiar todas las fases del complejo vascular—, que en este momento son de cerámica común, aún sin engobe rojo. En cuanto a cerámica de procesamiento/cocina fenicia, tan sólo un trípode se halla representado en este momento, por lo cual, cuantitativamente hablando la presencia de esta clase es anecdótica.

1.5.2. La fase IIa Esta etapa, que se ha situado cronológicamente en el decenio anterior a la mitad del siglo VII aC, a nivel vascular a torno significa una clara ruptura con respecto a la anterior (gráficas 10 y 11). Destaca el mantenimiento de tipos y categorías antes observadas, pero sobre todo la introducción de otras gamas antes inexistentes, como los platos de engobe rojo, tanto con borde simple como estriado, las lucernas, etc., mientras que las copas diversifican los tipos, apareciendo el modelo con escalón en la base externa del borde, que está generalmente decorado con engobe rojo. En cuanto a cuencos aparecen también tipos no documentados en la estratigrafía precedente, sobre todo los Rachgoun 9b / Huelva C.3b / Toscanos VI 1c. Otro aspecto nuevo en este momento es el claro aumento porcentual de las piezas de vajilla (gráficas 12 y 13), contadas por individuos (49 % NMI / 6 % NR) frente a los contenedores anfóricos y no anfóricos (48 % NMI / 93 % NR), que como se ha dicho, dominaban claramente en la fase I. En el marco propio de la vajilla, también se manifiesta una evolución y en este sentido cabe remarcar que la cerámica gris decae en porcentaje de manera muy importante en relación con la fase anterior (11 % NMI / 16 % NR), mientras que los cuencos de engobe rojo (33 % NMI / 22 % NR), junto con los platos con el mismo tratamiento (22 % NMI / 40 % NR) pasan a dominar un panorama donde las copas, ya principalmente también con engobe rojo (33 % NMI / 22 % NR), ocupan un sitio igualmente destacado. Los grandes contenedores, como es hecho reiterante, proceden de talleres fenicios del extremo occidente, con su célebre modelo T-10121, salvo algunos aislados fragmentos de ánforas de la Grecia del Este y ánforas cartaginesas (respectivamente 1,15 y 0,10 % NR), acompañados de contenedores cerámicos medianos, como jarras de cuello ancho y estrecho, entre otros.

1.5.3. La fase IIb Por lo que respeta a los contenedores a torno de esta fase, ubicada a lo largo del tercer cuarto del siglo VII aC, destaca la aparición de raros especímenes de boca de seta y posiblemente también trilobulados, con engobe rojo, manteniéndose, aunque siempre muy baja en términos tanto absolutos como relativos, la presencia de lucernas con este mismo tratamiento. Aparece además una extraña pieza cerrada con aplique horizontal perforado.

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En cuanto a contenedores diversos (gráficas 14 y 15) (en conjunto 37,50 % NMI / 94 % NR) cabe anotar la existencia, omnipresente en todas las fases, de grandes ánforas fenicio-occidentales T-10121 (25 % NMI / 83 % NR), así como de jarras de cuellos anchos y estrechos, mayoritariamente decoradas con pintura bícroma. La vajilla a torno (gráficas 16 y 17) en relación al total vascular de esta categoría aumenta aún más su presencia porcentual por individuos (54 % NMI / 5 % NR). Destacan algunos otros hechos. El primero es la desaparición absoluta de las piezas de cerámica gris (0 % NMI / 0 % NR). El segundo, la introducción de nuevos tipos de cuencos carenados con engobe rojo, concretamente los de borde exvasado de sección triangular (Toscanos VI 2 /Alarcón I), todos los cuales (46 % NMI / 45 % NR), junto con los platos (31 % NMI / 37% NR) y las copas escalonadas con engobe rojo (23 % NMI /18 % NR), acaparan los porcentajes relativos dentro de esta categoría. Los trípodes, aún no muy abundantes en este momento, muestran ya bordes relativamente exvasados, pero no existe otra clase cerámica a torno asociada a vasos de cocina o procesamiento.

1.5.4 La fase IIc Por lo que afecta a la cerámica a torno (gráficas 21 y 22) esta fase, que discurre a lo largo del último cuarto del siglo VII aC, representa una clara continuidad con respecto a la fase IIb. A ella pertenece un porcentaje muy alto del total de fragmentos recuperados en el conjunto de la excavación de la Catedral de Ceuta (gráfica 1). En el ámbito de la vajilla (gráficas 23 y 24) (42 % NMI / 4 % NR) destaca el resurgimiento de la cerámica gris (9,64 % NMI / 9,55 % NR) que, como se ha dicho, se hallaba ausente de la fase anterior. Sin embargo, ahora en porcentajes muy bajos en relación al engobe rojo. Se trata de nuevos tipos de cuencos, todos ellos de perfiles carenados (Toscanos VI 4a / Alarcón Ia), sin descartar la posibilidad que, caso de no ser en este contexto, elementos residuales, se reintrodujeran nuevamente los convexos de borde engrosado (Toscanos VII 2 / Alarcón II b), que continuaban fabricándose y consumiéndose en otros centros a finales del siglo VII aC. Al mismo tiempo, se mantiene la presencia de cuencos carenados de engobe rojo de los tipos Rachgoun 9b / Huelva C.3b / Toscanos VI 1c y Toscanos VI 2, ahora frecuentemente con bordes ya más bien redondeado y también de borde simple (Rachgoun 11 / Toscanos VI 1a y 1b), todos los cuales (48 % NMI / 53 % NR), los tipos de platos ya vistos en la etapa anterior (30 % NMI / 28 % NR) y con el permanente lote de copas con engobe rojo (12 % NMI / 9 % NR), que acaparan los porcentajes de esta categoría. Desde el punto de vista técnico, cabe anotar también que en un momento final de esta fase aparecen algunos tipos de copas y jarras, aunque muy minoritariamente, con las decoraciones y engobes rojos espesos típicos del estrato II del sector

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3/4 del Cerro del Villar, si bien en Ceuta faltan claramente muchos de los tipos del yacimiento malagueño. Por otro lado, cabe añadir que en la fase IIc siguen estando muy bien representados los contenedores industriales (gráficas 21 y 22), materializados aún por las T-10121 (36,65 % NMI / 82 % NR), que junto con el resto de contenedores varios ofrecen porcentajes, como de costumbre variables según el protocolo utilizado (46 % NMI / 94 % NR). Finalmente, anotar un aumento porcentual de las categorías procesamiento/ cocina y otros (10% NMI / 1 % NR).

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GRÁFICAS

Gráfica 5. Fase I, % torno, categorías vasculares por NMI

Gráfica 6. Fase I, % torno, categorías vasculares por NR

Gráfica 7. Fase I, % torno, formas vajilla de mesa por NMI

Gráfica 8. Fase I, % torno, formas vajilla de mesa por NR

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GRÁFICAS

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Gráfica 9. Fase I, % torno, ánforas / procedencias por NR

Gráfica 10. Fase IIa, % torno, categorías v asculares por NMI

Gráfica 11. Fase IIa, % torno, categorías vasculares por NR

Gráfica 12. Fase IIa, % torno, formas vajilla de mesa por NMI

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GRÁFICAS

Gráfica 13. Fase IIa, % torno, formas vajilla de mesa por NR

Gráfica 14. Fase IIb, % torno, categorías vasculares por NMI

Gráfica 15. Fase IIb, % torno, categorías vasculares por NR

Gráfica 16. Fase IIb, % torno, formas vajilla de mesa por NMI

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GRÁFICAS

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Gráfica 17. Fase IIb, % torno, formas vajilla de mesa por NR

Gráfica 18. Fase IIb, % formas cerámicas con ER por NMI

Gráfica 19. Fase IIb, % formas cerámicas con ER por NR

Gráfica 20. Fase IIb, % ánforas / procedencias por NR

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GRÁFICAS

Gráficas 21. Fase IIc, % torno, categorías vasculares por NMI

Gráficas 22. Fase IIc, % torno, categorías vasculares por NR

Gráfica 23. Fase IIc, % torno, formas vajilla de mesa por NMI

Gráfica 24. Fase IIc, % torno, formas vajilla de mesa por NR

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GRÁFICAS

Gráficas 25. Fase IIc, % formas cerámicas con ER por NMI

Gráfica 26. Fase IIc, % formas cerámicas con ER por NR

Gráfica 27. Fase IIc, % ánforas / procedencias por NR

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2. LA CERÁMICA HECHA A MANO El conjunto de material de este tipo en el yacimiento estudiado ofrece multitud de variantes de detalle, aunque en el marco de un abanico de formas básicas, si se quiere, más limitado. Ya se ha aludido al problema general de la fragmentación de los elementos cerámicos, que afecta igualmente esta categoría vascular y se ha dado cuenta de su proporción numérica en relación a las cerámicas a torno (gráfica 2). De hecho, ha sido imposible obtener más que un perfil completo que, en realidad, pertenece excepcionalmente a un vaso miniatura; no es tampoco sencillo, de la comparación con otros materiales de este tipo fuera de Ceuta, deducir, con garantías mínimas, el tipo de fondos o bases que llevaban en cada caso o, viceversa, a qué tipo de perfiles y bordes correspondían los numerosos tramos sueltos de toma de tierra. Dicho en otras palabras, no siempre las bases sueltas halladas son atribuibles con precisión a vasos cerrados o abiertos, aunque, como se verá, en algunos casos el margen de posibilidades sí resulta relativamente cerrado. En cualquier caso, las bases, por motivos ya explicados en parte, al no haberse podido integrar con tipos concretos, se estudian en capítulo independiente. Las dificultades no acaban aquí, porque más de una vez se han planteado dudas razonables acerca de si fragmentos de bordes o perfiles abiertos pertenecen, en realidad, a vasos de servicio o más bien a tapaderas de otros recipientes. A pesar de todo, el conjunto vascular a mano de la Catedral de Ceuta ha sido clasificado de acuerdo a un sistema ideado precisamente para este fin (fig. 120125). En efecto, existen en ámbitos no muy lejanos otras clasificaciones de cerámicas a mano del Bronce Final y Hierro Antiguo y, en este sentido, cabe recordar y considerar aquí, aunque sólo en la medida de lo razonable, las elaboradas por D. Ruiz (1995), M. Ros (1989) y A. González (1983). Con independencia del hecho que se basen en materiales en buena parte de casos tanto o más fragmentarios que los de Ceuta, el principal problema que plantean es que la primera de las mencionadas abarca formas de producción esencialmente, por no decir casi exclusivamente, tartésica, mientras que las dos segundas hacen algo parecido, pero con materiales del Bronce Final / Hierro Antiguo del sudeste de la península Ibérica. Además, cabe no perder de vista la falta de estudios tipológicos afinados y de conjunto sobre cerámica a mano de esta época en áreas muy importantes para el enmarque del material de Ceuta, como son las actuales provincias de Málaga, Granada o Almería, entre otras. Por otra parte, ya G. Vuillemot en los años sesenta del siglo XX (1965, fig. 25) propuso una serie de tablas tipológicas donde se incluyen algunas piezas a mano de la necrópolis “du Phare” en Rachgoun. Aparte de lo corto del repertorio, este es claramente selectivo, al proceder de ajuares funerarios, con el agravante que la mayoría de formas corresponden, en realidad, a vasos especiales de formato muy reducido, con todo lo cual su utilidad para el material de Ceuta es casi nula.

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En cuanto a las tipologías citadas, ni las unas, ni las otras, si no es a costa de distorsionar gravemente la realidad morfo-cultural del material objeto del presente estudio, son capaces de asumir de un modo preciso y coherente el conjunto de material ceutí. Otra cosa son, como se verá, algunos materiales puntuales, probables importaciones precisamente de las áreas peninsulares citadas. En la clasificación que ahora se propone —y, precisamente, debido al grado de fragmentación, ya aludido, del material— se ha optado por una seriación basada sólo en tres rangos jerárquicos, expresados con letras mayúsculas y minúsculas, así como números romanos. Sólo en el caso de los cuencos de perfil convexo o cónico-convexo sin ruptura externa de curva, debido a una indudable y significativa riqueza de variables internas en los bordes, se ha añadido un cuarto rango, que se expresa en números árabes y entre paréntesis. El primero de los citados rangos, en letras mayúsculas, discrimina la cerámica a mano de la Catedral de Ceuta simplemente según grandes parámetros morfo-funcionales. El resultado, es el siguiente: A, vasos abiertos, es decir cuencos, fuentes, platos y cazuelas muy abiertas. B, vasos cerrados, generalmente ollas, cazuelas y elementos de almacenaje. C, soportes. D, lucernas. F, vasos plásticos y G, elementos no vasculares. Dentro del encuadre citado, en un segundo y tercer orden de jerarquía, se han buscado agrupaciones de tipología afinada, evitando, sin embargo, que cada individuo pudiera convertirse en un tipo distinto, considerada la variabilidad de estas producciones artesanales. La cuestión de los acabados, las decoraciones y otros detalles de esta cerámica a mano han sido estudiados e incorporados al discurso en la medida de su importancia, que la tiene, tanto positiva, como negativa, pero no como elemento primario de clasificación, ya que, en contra de otras opiniones —por ej., tanto A. González, como M. M. Ros, introducen un primer discriminante clasificatorio en base a la calidad del acabado—, no son sino aspectos secundarios. También en su mundo real estos objetos, ante todo, eran elementos funcionales, no decorativos.

2.1. Vasos abiertos: cuencos, fuentes y platos

2.1.1. Forma AI Perfiles convexos o cónico-convexos, sin carena ni ruptura de curva externa, que alcanzan entre algo más de la media esfera y hasta por encima de los tres cuartos de esfera. Son los más abundantes en toda la secuencia del yacimiento. Su característica básica es un perfil curvo y continuo en toda su trayectoria. En la medida que no se han identificado fondos convexos cabe suponer que toda esta familia de vasos tuvo bases planas. Parece razonable atribuir bases sueltas como 014/172, 051/128 y 135/57 a cuencos de este tipo.

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Aunque la seriación morfológica de estos elementos es un tanto compleja, pueden dividirse, en base a su perfil, en una serie elemental de grupos, de más a menos cerrados, teniendo a continuación en cuenta otros detalles en los rangos sucesivos. Se distinguen los tipos siguientes:

2.1.1.1. Tipo AIa Cuencos de trayectoria muy convexa, que adoptan prácticamente un perfil de media esfera (040/63, 114/24, 135/74). Bordes tipo (2): 114/24, 135/74 y (21): 040/63. Sin duda, sus bases son muy estrechas aplanadas con o sin omphalos. Diámetros máximos, ubicados un poco por debajo del borde en este tipo, entre 13 y 15 cm. 2.1.1.2. Tipo AIb Cuencos como los anteriores, pero un poco menos altos, algo por encima los 3/4 de esfera (014/147, 014/148, 014/149, 014/150, 014/152, 014/153, 014/154, 014/226, 014/227, 101/7, 115/13, 135/72). Bordes preferentemente tipo (2), pero también tipo (11): 115/13) y (18): 014/150. Diámetros máximos, ubicados en la parte externa del borde, de hasta 19 cm. El individuo 021/29, con diámetro máximo de 0,27 cm y borde tipo (3), morfológicamente corresponde a este tipo, aunque su formato es mucho mayor. 2.1.1.3. Tipo AIc Cuenco definido en base al individuo 014/228, que conserva sólo un tramo de su parte superior. Dicho fragmento, en todo caso, refleja un perfil alto bastante vertical y un tanto convexo, base presumiblemente aplanada, pero de tipo desconocido. Diámetro máximo estimado en más de 40 cm. Borde con engrosamiento interior que le confiere un perfil prácticamente triangular de tipo (12). Este tipo de cuenco recuerda alguno de los individuos integrados en el tipo II.F.5 de Ros (1989: 245). 2.1.1.4. Tipo AId Cuenco presumiblemente cónico-convexo, definido en base a los fragmentos 110-113/17-18, que ofrecen ciertas dudas en cuanto a aspectos como su inclinación. Borde tipo (2), base presumiblemente plana. Diámetro máximo en la parte externa del borde, alrededor de 25 cm.

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2.1.2. Forma AII Como la AI, pero con vasos cercanos al tercio de esfera. Los tipos documentados son los siguientes:

2.1.2.1. Tipo AIIa Cuencos con perfil de convexidad variable, equivalente más o menos a 1/3 de esfera (SUP/12, SUP/14, 006/23, 014/153, 014/155, 014/156, 014/157, 014/162, 014/153, 014/155, , 014/162, 014/170, 016/17, 014/229, 014/231- 234, 024/33, 032/68, 032/70, 034/87, 039/51, 040/34, 051/105, 051/106, 110-113/24-25, 114/26, 114/27, 114/29, 115/8, 115/9, 115/10, 115/11, 115/12, 115/13, 116/29, 119/15, 120-121/68, 120-121/67, 135/61b, 135/63, 135/65, 135/66, 184/15, con una perforación circular). Con independencia del grado de dicha curvatura, unida a la mayor o menor altura dentro de este margen, los tipos internos de borde y, sin duda, también la morfología precisa y diámetro proporcional al borde, de las bases, debieron configurar variables aún más precisas. Siendo imposible, en ninguno de los casos, vincular físicamente bases y bordes o perfiles superiores, no cabe sino comentar los tipos de bordes asociados a este tipo de cuenco. En primer lugar, los que presentan el borde no engrosado, es decir, de los tipos (1): 032/70, (2): 014/162, (3): 032/68, 116/29, 184/15 y (4): 014/153. Pero también con bordes tipo (6): 114/26, 114/29, (7): SUP/12, SUP/14, 014/155, 034/87, 040/34, 115/10, 115/11 (9): 006/23, 014/156, 110-113/24-25, (10): 014/157, (11): 120-121/67, (13): 135/66, (14): 014/170, 115/9, (16): 024/33, (18): 135/61b, (21): 114/29. En cuanto a las medidas, parecen existir todo tipo formatos intermedios. De este modo, se documentan piezas (p. ej., 034/87 y 051/105) de hasta 40-50 cm de diámetro máximo, mientras que los más pequeños medibles (p. ej., 110-113/2425) oscilan alrededor de 15/16 cm. 2.1.2.2. Tipo AIIb Este tipo de cuenco, en realidad es bastante característico y distinto al anterior (005/18, 051/103, 051/104, 051/107, 051/115, 135/62, 135/71, 135/77, 184/10). Se caracteriza por un perfil oblicuo, levemente convexo y, en todo caso, destaca por una base sin duda plana, aunque indescriptible por su desaparición, pero muy ancha en relación al diámetro máximo, que se halla invariablemente en la zona externa del borde. Todos los bordes corresponden al tipo (5), proporcionando a las piezas un perfil característico. Diámetros máximos, en los casos medidos, entre 10 y 30 cm.

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2.1.2.3. Tipo AIIc Se trata de un tipo de cuenco que, a juzgar por los tramos conservados de los individuos integrados, delatan perfiles escasamente curvados y, en contrapartida, bastante rectilíneos y oblicuos. También algunos detalles establecen internamente diferencias significativas (016/18, 151-162/15, 114/28). Bordes tipo (7): 016/18 y (19): 114/28, 151-162/15. Es de suponer que las bases eran planas y de relativa anchura en relación al ensanchamiento más elevado, que se sitúa en la zona externa del borde. Diámetros máximos, en los casos medidos con mínima garantía, entre 23 y 28 cm.

2.1.3. Forma AIII Como AI y AII pero con vasos encuadrados en un sólo cuarto de esfera. Se distinguen los tipos siguientes:

2.1.3.1. Tipo AIIIa Engloba los cuencos sin ruptura externa de curva más abiertos, de modo que se sitúan en, o más abajo, del cuarto de esfera (SUP/13, 021/26, 028/7, 032/67, 032/69, 032/72, 034/88, 039/50, 039/52, 040/35, 108/11, 116/28, 120121/65, 120-121/70, 120-121/71, 120-121/72, 135/64, 135/76). Se trata prácticamente de verdaderas bandejas y morfológicamente hablando tienen, salvo en lo que al menor grado de cerramiento se refiere, relación directa con tipo AIIa. En este grupo, nuevamente, puede hablarse tanto de perfiles relativamente curvados (p. ej., 120-121/71) como de otros más bien rectilíneos (p. ej., 135/64). Destaca el individuo SUP/13 por tener en la cara externa un muñón alargado, de proyección horizontal, perforado verticalmente. Cabe añadir que su cara externa es la más cuidadosamente alisada, por todo lo cual es muy probable que su función fuera de tapadera. En cuanto a los bordes, se registran sobre este tipo los siguientes (1): 034/88, 135/76, 116/28, (2): SUP/13, 021/26, 039/52, 032/69, 120-121/71, (3): 032/67, 032/72, 039/50, 040/35, 120-121/70, (7): 120-121/72, 135/64, (8): 120-121/65, (19): 108/11. Las medidas en este grupo igualmente son muy variables, el mayor, medido con mínimas garantías, tiene un diámetro de 40 cm y el más pequeño 16 cm. Tratándose los cuencos de perfil convexo o cónico de formas de ámbito casi “universal e intemporal” en la cerámica a mano, va a limitarse el elenco de paralelos de los cuencos AI-AIII a un ámbito de vinculación teórica más directo. En Toscanos se documentan cuencos a mano de las variedades citadas, similares a los de Ceuta, tanto de perfil convexo, con borde sin engrosar y diferente altura (Schubart, Maass-Lindemann, 1984: 140-147, fig. 21 núm. 840 -AIIa, 841 -AIIIa, 845 AIb, 846 -AIa, etc.), como con engrosamiento interno, (íd., fig. 21 núm.

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843 — idéntico, por ejemplo, a 120-121/68, aquí tipo -AIIa). Igualmente en Las Chorreras (Gran Aymerich 1981, fig. 18 -AIIa; Martín, Ramírez, Recio 2005, fig. 14 núm. 5 -AIIIa). También se han publicado cuencos convexos, más altos en unos casos y muy abiertos, en otros, de bordes finos o levemente engrosados del Cerro del Villar (Delgado 2005, fig. 6 núm. 2-4 -AIIb). En la Fortaleza de Vélez-Málaga (asentamiento indígena del Bronce Final), algunos con borde engrosado al interior y biselado (Gran Aymerich 1981, fig. 18, con individuos de los tipos AIb, AIIb y AIIa (9), sin agotar el repertorio). Igualmente estrictas, morfológicamente hablando, son las comparaciones con el material de Montilla, donde se reproduce el mismo repertorio formal, es decir, por una parte, cuencos convexos más altos y/o convexos, junto con otros muy bajos y abiertos, de bordes no engrosados (Schubart 1987, fig. 8 núm. 16 -AIIIa, 17 -AIb, 20 -AIb, 21 -AIIa, fig. 9 núm. 41, 51, 42, 53, 52) y otros con engrosamiento interno (Schubart 1987, fig. 7 núm. 1, fig. 9 núm. 28 , 31, 43, 46 -tipos AIb y AIIa, fig. 10 núm. 67 y 69 -AIIa). El mismo caso se da en el yacimiento granadino de Cuesta de los Chinos, con buena parte de las variables engrosadas (Fresneda, Rodríguez, 1980, fig. 9 j-m -AIIa, AIIIa) y no engrosadas (íd. fig. 6 g-h, fig. 8 e -AIb, AIIa, AIIb) o, incluso, variantes con la parte externa del borde un tanto cóncava (íd., fig. 6 i). En la fase atribuida al Bronce Final, del yacimiento, también granadino, del Cerro de Los Infantes, existen cuencos de este tipo con borde engrosado al interior (Mendoza et al. 1981, abb. 14 l -AIIa), del mismo modo que su etapa siguiente, sin duda de pleno siglo VII (íd., abb. 16 j-k, o -AIIa), con variedad de bordes que también se hallan en Ceuta. En Gorham’s cave existen cuencos a mano de borde simple, muy abiertos o más cerrados (Gutiérrez, Reinoso, Giles, Finlayson 2001, fig. 1, las dos piezas de arriba -AIIa, AIIIa), pero en todo caso, como algunos de los de Ceuta. De la fase III del Cerro de la Mora (Carrasco, Pastor, Pachón 1981, fig. 6 núm. 39 -IIIa) procede un cuenco muy abierto con borde engrosado al interior, donde adquiere sección angular. Destaca, además, la presencia en el asentamiento del Guadiaro, al menos, de dos bases de cuencos de esta familia con omphalos (Schubart 1987, fig. 8 núm. 18, fig. 9 núm. 30), idénticas al individuo 014/172 de Ceuta, cuya atribución al tipo AIb es más que probable. Algunas piezas de este yacimiento fueron pintadas de rojo. Otro punto importante de comparación para los cuencos convexos de Ceuta es Lixus, donde, con distinto grado de altura y de curva, se documentan, principalmente en horizontes del siglo VIII aC, tanto piezas con borde engrosado por el interior (Belén et al. 1996, fig. 7 núm. 84 y 85; Belén, et al., 2001, fig. 6 núm. 242 y fig. 9 núm. 414; Gómez, Habibi, 2001, fig. 7 núm. 1002-65 -AIIa; Álvarez, Gómez, 2005 fig. 10 núm. 3049-1380, 1529 y 1540 -AIIa, AIIIa), como no engrosado (Be-

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lén, et al., 2001, fig. 5 núm. 156, fig. 8 núm. 358 y fig. 9 núm. 407 -AIIa; Álvarez, Gómez, 2005, fig. 13 núm. 3049-1547 -AIIb). Cabe añadir también la Mesa del Algar donde existen cuencos con borde engrosado al interior, muy similares, por ejemplo, a los individuos tipo AIIa (11).120121/66-68 (Lazarich 1985, fig. 3 núm. 1 -AIb). Por otro lado, cabe señalar como estrictamente paralelos a 135/74, es decir, del tipo AIa(2), algunos materiales de la fase I de Adra (Suárez et al. 1989, fig. 5c), de Las Chorreras (Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1975, fig. 11 núm. 145; Martín, Ramírez, Recio 2005, fig. 18 núm. 4) y de la fase I (Bronce Final) del Cerro de la Mora (Carrasco, Pastor, Pachón 1981, fig. 6 núm. 28), donde se documentan también perfiles similares. Prácticamente idénticas a la 135/66, en cuanto al perfil preciso de los bordes, son nuevamente algunos materiales de la fase I de Adra (Suárez et al. 1989, fig. 6d -AIIa). En Capellanía, fase VIII (Martín 1993-1994, fig. 7 núm. 11), también existen cuencos con bordes muy parecidos a este. Similar a 135/65 es un cuenco de la fase atribuida al problemático Bronce Final de La Costanilla Torre del Oro s/n en Carmona (Jiménez 2007, fig. 8 núm. 1), que en todo caso es bastante antigua. En el nivel 24 de San Isidoro (c. 750-650 aC) de documentan cuencos AIIa (7) (Campos, Vera, Moreno 1988, fig. 49 núm. 621), y en el 23 alguna pieza del tipo AIIa (19) (íd. fig. 43, núm. 609) o incluso un cuenco tipo AIIb, aunque la pieza de Sevilla, al contrario de las de Ceuta, tiene decoración bruñida (id. fig. 43, núm. 601). En horizontes también muy antiguos, como la fase VII Capellanía (Martín 19931994), se documentan ya cuencos de borde simple de más de media esfera y tercio de esfera (tipos AIa y AIb). En la fase del Hierro Antiguo de Aratispi (Perdiguero 1991-1992, fig. 2 núm. 10) se registran cuencos con borde engrosado al interior, semejantes al tipo AIIa (9) de Ceuta. También en Castillejos de Alcorrín (Vilaseca, Garrido 1991; García 2007, fig. 80) existen especímenes de perfil alto, con borde engrosado al interior, que se encuadrarían en el tipo AIc. Por otra parte, en Castillejos de Teba, se documentan cuencos de alturas diversas, tanto de bordes lisos, como con el abanico de los más distintos tipos de engrosamiento interno (García 2007, fig. 117 d -AIIIa, e -AIIa). En Castellón de Gobantes, existen cuencos con borde engrosado al interior (García 2007, fig. 127, a, b -AIIa). De Huertas de Peñarubia procede un cuenco abierto con borde y otros aspectos muy similar al individuo 116/28, del tipo AIIIa (1) (García 2007, fig. 140 a). Cabe destacar que el individuo 151-162/15, del tipo AIIIc (19), resulta prácticamente idéntico a una pieza de los estratos I-III del Cerro de la Encina (García 2007, fig. 171) y prácticamente lo mismo en relación otra del estrato 3 del sondeo de la Casa Montalbán en Lixus (Belén et al. 1996, fig. 3 núm. 1). Sin embargo, este estrato que por el resto contiene materiales del siglo VIII se halla mezclado o contaminado con otros elementos cerámicos que parecen ya del siglo VII o, incluso, del VI aC.

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Añadir también que un fragmento de cuenco del Cortijo de Nina (García 2007, fig. 145 arriba) parece semejante a los del tipo AIIb de Ceuta. El tipo AIIa (18), representado en Ceuta por el individuo 135/61b, tiene paralelos en el nivel 26 de San Isidoro (Sevilla), que sus editores fechan a mediados o tercer cuarto del siglo VIII aC. (Campos, Vera, Moreno 1988, fig. 59 núm. 720). Finalmente, cabe indicar que los tipos AIb y AIIa tienen también parentesco con algunos de los perfiles englobados en el tipo AB1 de González (1983, desplegable tipológico “Penya Negra-I”).

2.1.4. Forma AIV Engloba cuencos muy abiertos, con ruptura simple de curva en la cara externa. Se distinguen los tipos siguientes:

2.1.4.1. Tipo AIVa Se trata de vasos cuyo perfil general es similar a los anteriormente descritos e integrados en la forma AII, diferenciándose de estos por el cambio brusco de trayectoria, en sentido entrante o próximo a la verticalidad, que ofrecen en un parte alta, y que a veces se acerca al carenamiento. Del mismo modo, por el interior también presentan una ruptura de línea más o menos pronunciada o incluso escalón y no se hallan exentos de engrosamiento. Se trata, sin embargo de un modelo más bien raro, documentándose con claridad sólo dos individuos (014/158 y 014/159). Ambos, aparte de lo descrito, reflejan perfiles abiertos. Los diámetros máximos se enmarcan en 20-21 cm. Recuerdan algunos perfiles del integrados en A.II de la clasificación de D. Ruiz (1995, fig. 16), pero también existen perfiles idénticos en lugares del SE peninsular, como algunos niveles del Bronce Final de Corbatillas la Vieja, en Murcia (Ros 1985, lám. 2 núm. 19).

2.1.5. Forma AV Engloba cuencos con carena alta. Se distinguen los tipos siguientes:

2.1.5.1. Tipo AVa Con carena alta Se trata de un material muy escaso en la Catedral de Ceuta. El individuo 014/169 se caracteriza por un perfil inferior ligeramente convexo y muy oblicuo, que en la parte alta sufre una carenación angular que da paso a un borde de cara externa cóncava, superior redondeada e interna un tanto engrosada. Es una pieza de formato más bien pequeño (diámetro máximo: 16 cm) y muy abierta. Otra pieza de características parecidas es la 051/118, cuya diferencia con la comentada se reduce a una carena más atenuada y seguramente una mayor pro-

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fundidad del vaso, que también es bastante pequeño (14 cm de diámetro máximo). Se desconoce el tipo de base que tenían ambas piezas.

2.1.5.2. Tipo AVb Por otro lado, el cuenco 186/17, que es de dimensiones considerables (aproximadamente 33 cm de diámetro máximo), tiene un perfil alto y oblicuo-convexo, casi rectilíneo, que en su parte alta acusa un estrangulamiento. Tiene un borde de ápice redondeado y, por el interior dibuja un engrosamiento de banda ancha y arqueada. Guarda un notable parecido, por ej., al menos con una de las denominadas “cazuelas de carenas suaves” de la UE. 121 del núm. 20 de la c. de Diego Navarro en Carmona (Román, Belén 2007, fig. 3 núm. 19) donde, además, se paraleliza con material del fondo 8 de la Vega de Santa Lucía en la campiña de Córdoba (Murillo 1994: 126). En ambos casos se hallan asociadas a niveles que se han fechado entre finales del siglo IX e inicios del VIII. Aún tratándose de una datación teóricamente demasiado elevada para el individuo 186/17, es obvio que este es muy antiguo. Por otro lado, se señala que este individuo, con notable presencia de cuarzo, tiene una pasta distinta al resto de la cerámica a mano de Ceuta, puede perfectamente tratarse de una importación tartésica, pero más bien de la zona de oriental de Sevilla o Córdoba.

2.1.6. Forma AVI Engloba cuencos abiertos de perfil cóncavo-convexo. Se distinguen los tipos siguientes:

2.1.6.1. Tipo AVIa Se trata de cuencos profundos, es decir de una proyección de perfil más bien alta, con el borde de ápice redondeado, flexionado al exterior, que confiere una trayectoria cóncavo-convexa (032/73, 032/81, 032/82, 034/84, 049/17, 051/126, 120-121/94). Tampoco es posible relacionar bases, probablemente planas y diferenciadas, con esta clase de cuenco. Los individuos descritos son de formato más bien grande, de hasta 39 cm de diámetro máximo. Se conocen piezas bastante similares en Lixus (Belén, et al., 2001, fig. 8 núm. 353; Álvarez, Gómez, 2005, fig. 12 núm. 3056-1739) y lo mismo en Las Chorreras, con algún fragmento que también puede ser adscrito al mismo modelo (Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1975, fig. 11 núm. 147). Algo parecedlo puede decirse de una pieza del Cerro de Los Infantes (Mendoza et al. 1981, abb. 11 m) encuadrado en la fase del Bronce Final. También pueden apuntarse materiales parecidos en el nivel 25 de la ya mencionada excavación de San Isidoro, que se ha fechado c. 750-725 aC. (Campos, Vera, Moreno 1988, fig. 56 núm. 703).

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2.1.6.2. Tipo AVIb Este tipo (014/160, 014/161, 024/22, 051/125, 120-121/62, 110113/23, 135/69) se caracteriza por perfiles relativamente oblicuos y rectilíneos con bordes simples redondeados o levemente apuntados, por debajo de los cuales y en su cara externa, existe, sin embargo, una concavidad más o menos rotunda, y siempre definida, especialmente en el caso del 024/22 y 135/69, que también es uno de los más profundos. A este tipo, por sus características, se integra también el cuenco 110-113/23, que es muy abierto, más bien pequeño, con base aplanada, ligeramente rehundida y no diferenciada por el exterior. El individuo 024/22, tiene paredes más gruesas que los anteriores. Diámetros máximos entre 17 y 23, en los casos medibles con garantías. Algún material de Lixus parece responder a esta forma, tanto de los sondeos recientes (Álvarez, Gómez, 2005, fig. 12 núm. 3056-1739), como de los efectuados a mediados del siglo pasado por Tarradell en la Casa Montalbán, concretamente del estrato 4 (Belén et al. 1996, fig. 5 núm. 43 y 44), fechable sin duda en el siglo VIII aC. 2.1.6.3. Tipo AVIc Una pieza con rasgos propios es el individuo 135/68. Parece tratarse de un cuenco bastante abierto, de perfil convexo y un borde saliente, por encima de una concavidad en el cuerpo superior dibujando una cara rectilínea por arriba, un tanto oblicua, elemento distintivo en relación a los del tipo AVIb. Tiene un diámetro máximo de 32 cm.

2.1.7. Forma AVII Engloba cuencos abiertos, de perfil cóncavo-convexo, con borde de cara superior ancha. Se distinguen los tipos siguientes:

2.1.7.1. Tipo AVIIa Cuencos muy abiertos, de medidas mediano-grandes, y de perfil muy oblicuo, con el borde un tanto engrosado por el interior, donde define una banda ancha y rectilínea y bien destacada del resto de la pared interna (032/75, 034/81, 034/82, 184/9). No ha podido recuperarse ningún perfil completo, pero se señala como muy probable la existencia de una base plana, tal vez, más o menos diferenciada. En dos casos medibles, los diámetros máximos son 25 y 34 cm. Fragmentos de cuencos a mano de este tipo se documentan en Toscanos (Schubart, Niemeyer, Pellicer, 1969, lám. XIX núm. 329 y 844), procedentes del estrato I/II y IVa, cosa que demuestra una relativa antigüedad, al menos inicial, para esta forma.

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2.1.8. Forma AVIII Engloba cuencos abiertos, con carena media o media-baja. Se distinguen los tipos siguientes:

2.1.8.1. Tipo AVIIIa Un tipo, representado por pocos individuos (040/60, 051/129, 120-121/90), se caracteriza por un borde alargado, no engrosado y oblicuo-exvasado, que enlaza con el perfil inferior, convexo este último, por un tramo cóncavo que afecta ambas caras, dando a la pieza un aire característico. En el fondo I-1, correspondiente a la fase II del poblado minero de San Bartolomé de Almonte (Huelva) se documenta un cuenco carenado muy similar al UE.120121/90 (Ruiz, Jurado 1986, lám. XCIX núm. 1251), pero morfológicamente hablando, puede considerarse idéntico al individuo 3049-1502 de Lixus (Álvarez, Gómez, 2005, fig. 13), fechado probablemente a fines del siglo -VIII. De hecho, es un tipo de cuenco que aparece también en la fase VIII de Capellanía (Martín 19931994; García 2007, fig. 19). Equivale a algunos de los perfiles del tipo B7 de A. González (1983, despleg. tip. Penya Negra I). 2.1.8.2. Tipo AVIIIb Engloba vasos muy parecidos a los del tipo anterior, pero con el borde menos oblicuo (014/171, 034/89, 051/127). El individuo 051/127 es el que ofrece una inclinación menor en el borde. Otra, sobre la cual conviene hacer hincapié es la 014/171, su perfil, en la parte superior (la única conservada) es oblicuocóncavo, mientras que por el interior dibuja en la parte baja una marcada concavidad Se trata de vasos de considerable diámetro, hasta 36 cm, en unos casos y alrededor de 15 en otros. Muy parecida a 051/127 es una pieza registrada en Capellanía, fase VIII (Martín 1993-1994; García 2007, fig. 19). La 014/171 recuerda, en cierto modo, un individuo de Mesa de Algar (Lazarich 1985, fig. 5 núm. 15). En conjunto, perfiles muy parecidos, p. ej., a 034/89, se documentan en Capellanía, fase VII (Martín 1993-1994). De Lixus (Álvarez, Gómez, 2005, fig. 11 núm. 3056-1721) procede un pequeño cuenco, que, aproximadamente, se corresponde con las piezas de Ceuta de este grupo y en especial con el individuo 034/89. Añadir, finalmente, que tiene cierto parentesco con alguno de los perfiles del tipo I.A.3 de Ros (1989: 213, 2a pieza por arriba)

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2.1.9. Forma AIX Engloba piezas muy anchas y bajas, con diámetro máximo apenas superior al diámetro de la base. Se trata de bandejas o soportes planos. Se han distinguido los tipos siguientes:

2.1.9.1. Tipo AIXa El perfil en este tipo es muy bajo, se reduce a un borde redondeado, no engrosado y oblicuo exvasado, enlaza directamente con la base (151-162/22). Esta última tiene un perfil convexo por el exterior, el fondo de la pieza es completamente plano. El individuo 151-162/22 corresponde a uno de estos elementos de gran diámetro (36 cm). Como paralelos, cabe citar en primer lugar, alguna pieza del solar de la plaza de las Monjas / Méndez Núñez de Huelva, donde se denominan “vasos de fondo plano y borde exvasado” (González de Canales, Serrano, Llompart 2004, lám. XXVIII, 14, 16, etc.). Igualmente, hay que mencionar una pieza de Las Chorreras (Aubet 1974, fig. 18 núm. 65), pero con la base más aquillada, y otra del mismo yacimiento (Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1975, fig. 11 núm. 149), aún más parecida a la de Ceuta. Otra pieza de Ceuta (186/18) es casi similar, morfológicamente hablando, a la anterior, aunque de tamaño mucho más reducido (11,8 cm de diámetro máximo y una altura que apenas alcanza los 2 cm). Su base también es muy ancha y completamente plana, no diferenciada por el exterior. El perfil es oblicuo y cóncavo convexo, con borde redondeado y exvasado. En todo caso, destaca la gran antigüedad del material citado a modo de paralelos bastante estrictos: en el primer caso siglo IX o primer cuarto del VIII y en el segundo, último tercio del mismo siglo.

2.1.10. Tipo no clasificado (¿plato?) El individuo 151-162/13 no conserva otra cosa que un tramo corto de borde de proyección casi completamente horizontal, ligeramente convexo y ápice convexorectilíneo. Su cara superior tienen pintura roja a la almagra y el diámetro de la pieza se estima aproximadamente en 28 cm. Aunque lo exiguo del fragmento impide una afirmación taxativa, es tentador ver en esta pieza una versión a mano de un plato fenicio de engobe rojo, puesto que en tramo describible su perfil es idéntico. A diferencia de las lucernas, las imitaciones de platos no son corrientes.

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2.2. Vasos cerrados El problema de fragmentación planteado acerca de los vasos abiertos es más grave, si cabe, en relación a los altos o cerrados. En todo caso cabe indicar que algunos tienen un tamaño suficientemente grande para atribuirlas razonablemente a vasos de almacenaje. En este sentido de gran formato, cabe mencionar las piezas 120-121/79 (tipo BIIId), 034/90 (tipo BIIIc), 051/166 (tipo BVb), 051/167 (tipo BVc), así como diversos individuos atribuidos al tipo BIIId. Otras, en realidad mayoritarias, se enmarcan en un grupo funcional que pertenece a la cerámica de cocción, más concretamente a ollas o cazuelas estas últimas en número sensiblemente menor.

2.2.1. Forma BI Vasos altos, de perfil cilindroide, o cilindro-convexo, de trayectoria continua. Se distinguen los siguientes tipos:

2.2.1.1. Tipo BIa Se incluyen en este tipo vasos cerrados de perfil superior acilindrado e inferior presumiblemente cónico o cónico-convexo, sobre base plana. Existen muy pocos individuos (032/76, 186/16) claros de este tipo entre la cerámica a mano de la Catedral de Ceuta. En ambos casos, los bordes son de extremos redondeados, sin ningún tipo de engrosamiento, en el caso de la segunda de las piezas citadas es ligeramente biselado por el interior. Diámetros máximos 17 y 20 cm, situados en la boca del vaso o un poco por debajo de ella. Corresponde este tipo con algunos de los perfiles del tipo A1 de González, de la fase I de la Penya Negra (1983, despleg.) y del al tipo II.F.3. de Ros (1989: 243, cuadro central, izqda.). Existen modelos de este tipo en el Peñón de La Reina (Martínez, Botella 1980, fig. 184), todo ello sin agotar, ni mucho menos, el repertorio. 2.2.1.2. Tipo BIb Se trata de un tipo que integra vasos cerrados de perfil cóncavo-convexo y entrante, los típicos perfiles de tulipa. Sólo dos individuos 120-121/57 y 110113/27 han podido ser atribuidos con claridad este tipo. El primero, es una pieza que tiene un diámetro en la parte externa del borde, la única medible, dado que no se ha conservado el punto de diámetro máximo, de 24 cm, aproximadamente. En cuanto al 110-113/27, este conserva el tramo superior, francamente convexo y entrante, rematado por un borde que dibuja por el exterior una cierta concavidad y proyección inversa. Este tipo de perfil se halla ampliamente expandido en multitud de yacimientos del Bronce Final, pero muy especialmente en la zona del sudeste peninsular.

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Se corresponde con el tipo II.F.1. de Ros (1989: 243) y también con algunos de los perfiles del tipo A2 de González, de la fase I de la Penya Negra (1983, despleg.). Es además un modelo abundante en asentamientos como sa Caleta (Ramon 2007, fig. 26 XIV-6, fig. 71, etc.) o Mersa Madakh, en Orán (Vuillemot 1965, fig. 52 arriba dcha. y fig. 57).

2.2.2. Forma BII Vasos con diámetro máximo en la zona externa del borde y perfil acentuadamente cóncavo-convexo. Se distinguen los siguientes tipos:

2.2.2.1. Tipo BIIa Se caracteriza por una boca muy ancha, en cuyo borde se halla el punto de diámetro máximo (005/9, 021/34, 021/31, 051/171, 051/170-172, 110113/34, 115/14, 115/25). Por debajo de ella, el perfil acusa una trayectoria acentuadamente cóncavo-convexa, sin llegar a presentar carena en la espalda, sino más bien inflexión acentuada de curva. El perfil inferior es cónico-convexo y, sin duda, más o menos alargado, indudablemente sobre bases de fondo plano. Los bordes son redondeados, sin engrosamientos ni detalles particulares. Diámetros máximos entre 22 y 30 cm. Es posible que pueda integrarse en este tipo la pieza 114/34. Se trata de un simple fragmento correspondiente a la parte alta del cuerpo del vaso (donde presenta una banda horizontal de impresiones sub-ovales alargadas y oblicuas) mostrando un arqueamiento que hace intuir un borde alargado y exvasado. En este tipo, destaca el individuo 115/14, con un borde muy largo y arqueado, se caracteriza, además, por un uso exuberante de las bandas de impresiones subovales que afectan (en el tercio superior conservado) no sólo cara externa del borde y base del cuello, sino incluso la parte más saliente de los muñones alargados y verticales que posee. Por otro lado, la pieza 005/9, de la cual, en realidad, no se conserva más que un fragmento de la parte alta, destaca por una decoración compuesta por una hilera horizontal de óvalos impresos, por debajo de la cual tiene un aplique en forma de herradura o de media luna, también decorado con motivos impresos, como los anteriormente citados. También las piezas 051/171 y 051/170-172 destacan por su decoración incisa geométrica. Finalmente, el individuo 115/25 también tiene un decoración semejante a la 005/9, incluido el aplique herraduriforme, mientras que la 021/31, en todo el tramo superior conservado, no presenta ninguna clase de elemento o decoración. Genéricamente, los perfiles de este tipo recuerdan a los de algunas de las piezas integradas por Ruiz en su tipo G.II (Ruiz 1995, fig. 25, 10, 17), que fecha en el siglo VII aC.

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Concretamente el individuo 110-113/34, morfológicamente, es muy similar a algunas piezas del solar plaza de las Monjas / Méndez Núñez de Huelva, que son anteriores a c. 770 aC (González de Canales, Serrano, Llompart 2004, lám. XXXIV, 12).

2.2.2.2. Tipo BIIb Se trata de un tipo con muchas similitudes con el anterior del cual (o del BIIc) existen diversos fragmentos, pero cuya descripción parcial se basa, casi exclusivamente en el individuo 040/45, que en realidad ofrece algunos problemas de inclinación. En todo caso, se trata también de un vaso con el diámetro máximo en la zona de la boca. El borde es de ápice redondeado, no engrosado, con una inflexión hacia el exterior. Por debajo de él un tramo recto y oblicuo, relativamente largo, que da paso a una zona prominente y muy curvada, constituyendo la espalda por debajo de la cual es de presumir un tramo cónico y alargado hasta llegar a una base que debió ser plana. No se conoce decoración u otros elementos sobre este tipo. Diámetro máximo 30 cm en el individuo 040/45. Este individuo es idéntico a una pieza de Lixus (Álvarez, Gómez, 2005, fig. 12 núm. 3056-1739). Las piezas 014/179, 040/57, 051/151, 051/165, 014/174, 014/175, 014/180 son bordes que no llegan a la carena, pueden ser este tipo o el siguiente. Vasos muy parecidos, por ejemplo, a los individuos 014/174, 014/175, 014/176 se registran en yacimientos como Cuesta de los Chinos (Fresneda, Rodríguez, 1980, fig. 4 g) y en la etapa del Bronce Final del cerro de los Infantes (Mendoza et al. 1981, abb. 13 a). Pueden citarse también piezas del mismo tipo en Lixus (Belén, et al., 2001, fig. 11 núm. 528, fig. 12 núm. 566; Álvarez, Gómez, 2005, fig. 11 núm. 3056-1718, 1715) y en cuanto al 014/181 puede señalarse como paralelo también una pieza de Cuesta de los Chinos (Fresneda, Rodríguez, 1980, fig. 4 f). 2.2.2.3. Tipo BIIc Se trata de un modelo similar al anterior en cuanto a perfil general y proyección del borde de borde (005/13, 051/180, 180/1). La diferencia entre ambos es una espalda no redonda sino angular. No se conoce tampoco decoración u otros elementos sobre este tipo. Diámetros máximos similares a los de los dos tipos anteriores, excepto en el caso particular que se comenta a continuación. En efecto, cosa excepcional en Ceuta, el individuo (180/1), aunque de tamaño perfectamente miniaturístico, pues mide 4,2 cm de altura y 5,6 cm de diámetro máximo, que se halla en la parte externa del borde, se conserva completo. Destaca, como corresponde al tipo, su marcada carena. En efecto, esta, apreciablemente angular, divide un tramo superior muy oblicuo-cóncavo, con borde no engrosado, de ápice apuntado, de un cuerpo inferior cónico-convexo, aunque en su parte baja dibuja una leve concavidad. La base es plana sin resalte exterior.

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2.2.3. Forma BIII Engloba vasos altos, con diámetro máximo en el tercio superior y boca ancha.

2.2.3.1. Tipo BIIIa Tiene notables rasgos de parentesco con el tipo BIIa, entendido esto como el conjunto general del perfil. Sin embargo, su principal diferencia es el tramo superior, con el cual enlaza el borde, de tendencia más oblicuo-invasada (005/10, 008/8, 014/252, 024/34, 062/9, 108/12, 135/52, 151-162/18). De este modo, el punto de máximo diámetro ya no se sitúa en el borde, sino en un punto del tercio superior del vaso, que forma la espalda, esta última convexa. Una pieza especial es la 062/9. Sólo se conserva de ella un tramo de su parte alta. En todo caso, cabe indicar un borde, de ápice redondeado, rematando un segmento superior de claro perfil en S, pero sin ángulos ni carenas (diámetro máximo de la pieza aproximadamente 18 cm). Diámetros máximos entre 27 y 31 cm. Una excepción es el individuo 135/52, de formato ostensiblemente más pequeño, con un diámetro máximo de 16 cm. En cuanto a decoraciones, el individuo 024/34 presenta una banda de impresiones sub-ovales (apuntadas) justo por debajo del punto de diámetro máximo Por otro lado, en la pieza 151-162/18 existe también una banda de impresiones subcirculares justo en la zona de transición borde-espalda. El individuo 151-162/18 es muy parecido, incluida la banda digitada, a una pieza del Cerro del Villar (Delgado 2005, fig. 7 núm. 4), existen paralelismos también en piezas de Gorham’s Cave (Gutiérrez, Reinoso, Giles, Finlayson 2001, fig. 1, penúltima pieza, por abajo) y en Las Chorreras (Martín, Ramírez, Recio 2005, fig. 18 núm. 1). 2.2.3.2. Tipo BIIIb Tipo con parámetros morfológicos del todo similares a los del tipo anterior, con la diferencia clave que la transición entre la parte baja del borde y la espalda se constituye mediante una franca ruptura de curva, que en algún caso es perfecta carena. Por encima de la espalda, los bordes son bastante altos, con un perfil casi vertical o ligeramente oblicuo exvasado y trayectoria un tanto cóncava, mientras que los ápices son redondeados (032/77, 116/30, 110-113/47, 120-121/73, 120-121/74, 135/50, 151-162/33). Diámetros máximos entre 15 y 31 cm. Individualmente, la pieza 135/50 se caracteriza por un borde de cara externa muy vertical y recta y ápice redondeado y algo saliente. Por otro lado, un tanto particular y, en todo caso excepcional en Ceuta, es el individuo 110-113/47, de formato más bien pequeño y diámetro incluso menor que el resto (sólo 14 cm). Tiene un cuerpo convexo, tal vez cónico en su parte inferior y con un tramo relativamente

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vertical en su parte alta. Por encima un escalón marca el inicio de un borde moderadamente largo y vertical, con el ápice ligeramente destacado al exterior. En cuanto a decoraciones, la pieza 151-162/33 tiene una banda, cerca de la base del borde, formada por dos líneas paralelas horizontales, que enmarcan líneas, también incisas, en sentido un tanto oblicuo. Sobre el resto de individuos atribuidos a este tipo no se han descrito decoraciones. El individuo 110-113/47 recuerda un espécimen del Cerro del Villar (Delgado 2005, fig. 7 núm. 2), aunque este último presenta una banda horizontal de incisiones oblicuas. Del mismo modo, tiene parentesco con una pieza de la fase I (Bronce Final) del Cerro de la Mora (Carrasco, Pastor, Pachón 1981, fig. 6 núm. 25). Finalmente, cabe decir que resulta bastante similar a las ollas tipo 3.1 del solar plaza de las Monjas / Méndez Núñez de Huelva (González de Canales, Serrano, Llompart 2004, lám. XXX, 2).

2.2.3.3. Tipo BIIIc Se trata de un modelo con similitudes apreciables en relación al tipo anterior. En todo caso, se distingue por una espalda aristada, es decir angular donde se sitúa el diámetro máximo que da paso brusco a un borde, de ápice redondeado sobre un tramo muy cóncavo y oblicuo-exvasado (014/192, 021/30, 034/90). Diámetro máximo (en un sólo caso aproximadamente calculable) de 35 cm. La pieza 034/90 tiene impresiones ovales sobre el mismo ápice del borde, mientras que la 014/192 tiene impresiones sub-circulares en la misma zona de la carena. Por su parte, la 014/192, con su decoración, es muy parecida a otra de Toscanos (Schubart, Niemeyer, Pellicer, 1969, lám. XXIII núm. 190a). En Mesa de Algar (Vejer de la Frontera) existen también elementos similares (Lazarich 1985, fig. 4 núm. 4, 5). 2.2.3.4. Tipo BIIId El individuo 120-121/79, que seguramente no representa sino el cuarto superior del total del perfil, es el más completo de los trozos atribuidos a este tipo (SUP/15, SUP/16, SUP/17, 120-121/79). Se caracteriza por una espalda convexa y no carenada, donde debe situarse el diámetro máximo del vaso. Por encima, se define una especie de cuello, más bien corto y un tanto rectilíneo de trayectoria oblicuo-invasada, que finaliza con un borde de perfil redondeado y engrosado por el exterior. Sobre la espalda se conserva un mamelón, de los varios que (presumiblemente) debía tener. El individuo SUP/15, atribuido provisionalmente también a este tipo, se destaca por un borde no engrosado pero muy arqueado hacia el exterior en su parte alta. Se trata de vasos, al menos en algunos casos, de gran formato, la pieza 120121/79 tiene un diámetro máximo de no menos 47 cm.

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2.2.3.5. Tipo BIIIe De este tipo concreto sólo se documenta una pieza en Ceuta, es la 135/49. Su cuerpo inferior, parcialmente desaparecido, es muy cónico, levemente convexo. En la parte alta dibuja un verdadero ángulo por encima del cual el perfil se vuelve cóncavo y está rematado por un borde de ápice redondeado, un tanto saliente, mientras que por dentro se perfila un engrosamiento de la pared. El diámetro externo del borde es casi tan grande como el diámetro máximo de la pieza (14,5 cm), que se sitúa en el ángulo citado. Justo por encima de este, el vaso está decorado con una banda de intención horizontal (aunque un tanto sinuosa) de incisiones alargadas verticales, realizadas con un objeto agudo. Recuerda, por ejemplo, una pieza de Los Toscanos, sin indicación de estrato (Schubart, Maass-Lindemann 1984, fig. 21 núm. 857). 2.2.3.6. Tipo BIIIf Sólo la pieza 135/73 representa este tipo. Su parte inferior ha desaparecido, aunque cabe suponerla cónico-convexa, sobre base plana. Presenta ruptura de curva en el tercio superior. Por encima de dicha ruptura existe un tramo largo, fino y perfectamente vertical. El borde es redondeado, sin escalones ni otros detalles. Tiene un diámetro máximo de 15 cm. 2.2.3.7. Tipo BIIIg En todo el yacimiento de la Catedral, este tipo se define en base a un único individuo, el 051/124. Tiene un perfil oblicuo-convexo con la característica particular de un estrangulamiento en posición alta exterior, que da paso a un borde almendrado. Esta pieza tiene un diámetro máximo de aproximadamente 16 cm.

2.2.4. Forma BIV Engloba vasos altos, con diámetro máximo situado en el tercio superior y borde de tendencia oblicuo-entrante. Se distinguen los siguientes tipos:

2.2.4.1. Tipo BIVa Este tipo se caracteriza por un cuerpo de perfil inferior cónico-convexo sobre base plana. El diámetro máximo se situaría, aproximadamente, en el cuarto superior del vaso. No puede hablarse de verdadera carena en la parte de la espalda, sino de una fuerte inflexión de curva, con un borde ovalado y ligeramente engrosado al exterior, sobre un tramo cóncavo relativamente breve. El diámetro máximo en el único individuo que ha podido ser adscrito a este tipo (110-113/41) es de de 21 cm. Otros fragmentos, con más dudas (028/8) podrían también pertenecer a este tipo.

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2.2.4.2. Tipo BIVb Se trata de un modelo muy similar al anterior, tanto (presumiblemente) por lo que atañe al perfil global del cuerpo, como la morfología de la espalda. En todo caso, una diferencia es que en este tipo su trayectoria arqueada es ligeramente más larga. Dos de los individuos atribuibles con claridad a este tipo (021/27, 27b, 151162/21?, 184/13) ofrecen una decoración compuesta por una banda horizontal de impresiones ovales sobre la espalda, que en el caso de la pieza 184/13 se ve complementada, al menos, con un aplique en forma de media luna, con las puntas hacia arriba. Un fragmento de Cortijo de Nina, tanto por su perfil, como por su decoración, es prácticamente idéntico a la pieza 021/27 (García 2007, fig. 146 arriba). Del estrato 5 (siglo VIII aC) de la Casa Montalbán (Belén et al. 1996, fig. 7 núm. 92) precede una pieza con claros rasgos de similitud, también decorada con impresiones. 2.2.4.3. Tipo BIVc Este tipo tiene fuertes concomitancias con el tipo BIIIa, en todo caso, se distingue de este por una proyección del tramo superior decididamente mucho más oblicua e invasada. Aunque se puede describir principalmente en base al individuo 005/8 del cual no queda sino la parte alta, es presumible que tuviera un cuerpo inferior cónico o cónico-convexo sobre base plana. En todo caso parece seguro que el punto de máximo diámetro se situaría en su cuarto o parte alta del tercio superior. La espalda es redondeada seguida de un tramo oblicuo-entrante, alargado y casi rectilíneo, rematado por un borde redondeado. Por otro lado, cabe destacar que tiene una banda horizontal de impresiones ovales, sobre los cuales aparece un (en origen, seguramente, dos o más) aplique herraduriforme con las puntas mirando hacia abajo. Diámetro máximo del individuo 005/8 alrededor de 35 cm. El fragmento de borde 006/21, probablemente, pertenezca también a este tipo. Se pueden citar algunos materiales morfológicamente parecidos en Los Toscanos (Schubart, Niemeyer, Pellicer, 1969, lám. XXI núm. 335) y en Lixus (Belén, et al., 2001, fig. 5 núm. 148, 151, fig. 8 núm. 363).

2.2.5. Forma BV Engloba vasos altos, con diámetro máximo en posición aproximadamente centralizada. Se distinguen los tipos siguientes:

2.2.5.1. Tipo BVa Se trata ya de un tipo de vaso cerrado de perfil francamente ovoidal, de espalda no destacada sino es en base a una muy leve ruptura de curva por encima de la cual un tramo de variable longitud, entrante y un tanto cóncavo, da lugar a un

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borde no engrosado y de ápice redondeado, que flexiona hacia el exterior (110113/29, 110-113/33, 110-113/36). Otra de sus características notables es la situación del diámetro máximo que parece, a diferencia de todos los modelos antes descritos, prácticamente centralizado. Es de toda lógica suponer que montaban sobre bases planas. Los diámetros máximos se hallan entre 27 y 28 cm. La pieza 110-113/29 presenta una banda horizontal de impresiones ovales, en sentido un tanto oblicuo con respecto al eje vertical, justo en la parte superior de la zona teórica de espalda. En cuanto a la 110-113/33 cabe señalar la presencia de una serie de líneas incisas de escasa anchura, en sentido oblicuo y sin orden aparente. No es seguro si se trata de decoración intencional. En cuanto a vasos a mano parecidos a los de este tipo en otros yacimientos, pueden citarse algunos de Los Toscanos (Schubart, Niemeyer, Pellicer, 1969, lám. XXII núm. 1300, lám. XXIII 684; Schubart, Maass-Lindemann 1984, fig. 21 núm. 875, 881, 884, etc.), de Lixus (Gómez, Habibi 2001, fig. 8 núm. 5). Otros ejemplares, más tardíos, ya del siglo VI, pero aún con notable similitud, existen en el nivel de abandono final del edificio de adobes del núm. 20 de la c. de Diego Navarro en Carmona (Román, Belén 2007, fig. 8 núm. 48a 313).

2.2.5.2. Tipo BVb Dentro de este tipo son características las piezas con perfiles marcadamente oblicuo-convexos en su parte superior, rematados por un borde alargado y oblicuoexvasado, sin engrosamiento y ápice redondeado, que enlaza con la espalda sin solución de continuidad (039/55, 051/166). Al menos en uno de los individuos (051/166) se aprecia sobre la espalda la presencia de muñones (en número indeterminable) alargados y en posición vertical. Podría pertenecer a este tipo, aunque su borde no está completo, el individuo 014/197, decorado con incisiones formando motivos geométricos. Diámetros máximo, estimado en un caso, en 28 cm, otras piezas tienen valores menores. 2.2.5.3. Tipo BVc Vasos de perfil bicónico-convexo, cuyos bordes, en muchas ocasiones, no se manifiestan sino por una leve inflexión hacia fuera, son redondeados y poco o nada engrosados (051/167, 110-113/26, 110-113/37, 120-121/75). El individuo 051/167, que obedece a un vaso de gran formato dentro de esta serie, es también el que tiene un borde más acentuado. El resto de piezas son de menor tamaño. En cuanto a decoraciones, los individuos 051/167, 110-113/26 y 120-121/75 presentan una banda horizontal de impresiones sub-circulares en la parte alta de la espalda. Además de esta, la pieza 110-113/26 tiene otra en la parte externa del borde, con impresiones ovales en sentido oblicuo. Diámetros máximos variables, según el tamaño global de las piezas, estimados hasta más de 35 cm.

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Piezas similares existen en Cuesta de los Chinos (Fresneda, Rodríguez, 1980, fig. 8 a). Un fragmento decorado con banda horizontal de impresiones sub-ovales por debajo del borde, de Torre del Río Real (Sánchez, Cumpián, Soto 2001, fig. 5.1), formato aparte, puesto que es menor, recuerda al individuo 051/167. Perfiles, aparentemente similares, por ejemplo a la citada pieza ceutí, existen también en Las Chorreras (Martín, Ramírez, Recio 2005, fig. 19 núm. 5).

2.2.5.4. Tipo BVd Se trata de vasos de perfil ovoidal, sin carena, boca estrecha y borde muy atenuado (014/195, 014/198, 014/199, 014/200, 151-162/16). El individuo 151-162/16, que conserva la mayor parte del perfil, faltándole, prácticamente sólo la base, es el mejor exponente para esta forma, puesto que el resto de los individuos mencionados conservan poco más que el borde. La pieza 151-162/16 tiene un borde muy corto, no engrosado, y un tanto oblicuo. El diámetro máximo está muy ligeramente por debajo del punto medio del cuerpo. Este vaso tiene 16,8 cm de diámetro máximo, 12,0 cm de diámetro de borde en punto más saliente y una altura total estimable en 15,5/16,0 cm. No presenta ningún tipo de decoración. Aunque con algunas dudas se integran aquí los individuos 024/36 y 186/19. Este tipo tiene correspondencia con materiales del Cerro del Villar (Delgado 2005, fig. 8 núm. 2) y también, en cierto modo, con otros de San Isidoro nivel 24 encuadrado en un lapso temporal amplio, entre la segunda mitad del siglo VIII y la primera del VII aC. (Campos, Vera, Moreno 1988, fig. 54 núm. 632). 2.2.5.5. Tipo BVe Se trata con toda evidencia de un tipo de perfil bicónico-convexo. Se caracteriza por tener una carena, apreciablemente angular, en la transición borde espalda, con boca más bien estrecha. Únicamente un individuo (032/83) responde a los rasgos de tener un cuerpo como el señalado, con tramo superior de la espalda oblicuo rectilínea y con una marcada carena por encima de la cual, un borde de ápice redondeado, no engrosado, se inclina un tanto hacia fuera. Puede enmarcarse en algunos de los perfiles del tipo J.I de Ruiz (1995, fig. 15, abajo), G.I.a.1 (1995, fig. 13, 3) o incluso E.I.c (1995, fig. 12), con paralelos en la fase prefenicia de yacimientos onubenses como Cabezo de San Pedro y San Bartolomé de Almonte. Entre los materiales del solar plza. de las Monjas / Méndez Núñez de Huelva, que son anteriores a c. 770 aC, existen ya perfiles muy parecidos, clasificados allí como subtipo 1.2 de ollas (González de Canales, Serrano, Llompart 2004, lám. XXIX, 16). Recuerda también, aunque más groseramente, un vaso de Gorham’s cave, decorado con una banda horizontal incisa en zigzag (Gutiérrez, Reinoso, Giles, Finlayson 2001, fig. 1, pieza central). La pieza 032/83 puede ser un elemento tartésico de importación.

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2.2.5.6. Tipo BVf Se trata de un tipo que incluye vasos cerrados y altos, con ejemplares, en algunos casos, de gran tamaño, y en otros no tan grandes (014/190, 024/29, 051/168, 051/169, 055/22, 016/22, 114/30, etc.). Algunos de los bordes típicos de vasos incluidos en este tipo son similares a los BVb, sin embargo, por debajo de ellos la pared del vaso es menos inclinada y, sin duda, la boca más estrecha en relación al diámetro máximo de los recipientes. Dichos bordes no son engrosados, sino con el ápice redondeado o apuntado y muy alargado. En algunos casos, su proyección es prácticamente vertical (020/14) y, en otros, un tanto oblicuo-exvasada (051/168, 051/169). Igual que sucede con muchos otros tipos, la fragmentación del material documentado ha imposibilitado identificar más allá del cuarto o quinto superior en ninguno de estos recipientes y no permite asegurar si se trata cuerpos globulares u ovoides, que irían montados sobre bases planas. Los diámetros externos de los bordes que han podido ser medidos oscilan entre 22 y 30 cm, hecho que da fe del gran formato de algunas de las piezas y la posibilidad que en algunos casos se trate de contenedores. En cuanto a decoraciones, dos de los especímenes de esta clase, 051/168 y 051/169 presentan en la parte alta de la espalda, justo por debajo del borde, una banda horizontal con impresiones de forma oblonga. En realidad, se trata de vasos cuyos tipos ya descritos de bordes, no resultan muy frecuentes en el elenco de material a mano del Bronce Final / Hierro Antiguo del sur de la península Ibérica y área opuesta del norte de África. Sin embargo, bordes como los 014/190, 024/29, etc. parecen idénticos, por ejemplo, al que posee una pieza procedente de la excavación del palacio del Marqués de Saltillo en Carmona (Belén, Escacena 1997, lám. I, izq.). Dicho vaso tartésico tiene un cuerpo ovoide, sobre una base proporcionalmente estrecha, bien indicada por el exterior. También, del solar Plaza de las Monjas / Méndez Núñez de Huelva, proceden materiales, en realidad bastante fragmentarios, con tipos de bordes que recuerdan algunos de los incluidos en este tipo, bajo la clasificación de “vasos de almacén” tipo 1 (González de Canales, Serrano, Llompart 2004, lám. XXX, 14-17). Del mismo modo, existen similitudes con ollas tipo A6.D2a y A6.B3a de A. González, para la fase I de la Penya Negra (1983, fig. 14 y despleg.). A pesar de lo dicho, algunos fragmentos sueltos denotan trayectorias oblicuoconvexas bastante abiertas, que insinúan incluso perfiles esferoidales. Es el caso 051/187, con un alisado externo que dejó marcas gruesas y oblicuas y entrecruzadas en su epidermis. Cabe también mencionar en este grupo un vaso cuyo tamaño, con 40 cm de diámetro máximo, es considerable. Su cuerpo es arqueado y presenta una decoración incisa a base de un friso horizontal de triángulos enlazados, con las puntas hacia abajo y otras líneas incisas horizontales superpuestas.

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En este mismo tipo, otra variedad en el detalle, de perfil general seguramente similar, incluida una espalda muy oblicua y otros aspectos, pero que presenta una arista fina en la base del borde (032/90.1), que sin embargo no se traduce en ruptura de curva. Este es de mediana altura, un tanto oblicuo exvasado, con la cara externa levemente cóncava y ápice desaparecido.

2.2.6. Forma BVI Vasos cerrados, con cuello diferenciado y asas. Se distinguen los tipos siguientes: 2.2.6.1. Tipo BVIa Tipo singular entre el material de Ceuta e, incluso, dentro de un marco más amplio, definido a partir del individuo 151-162/19. Se caracteriza por un borde decididamente exvasado, con una cara superior rectilínea y un tanto oblicuo-levantada. Sobre la espalda, que es un tanto convexa, sólo se ha conservado la impronta de lo que, tal vez, fue un asa de cinta, concretamente de su arranque superior, por lo cual toda la trayectoria del asa se situaría sobre la espalda. Diámetro en el exterior del borde 22,0 cm, diámetro en la espalda (tramo conservado) 26,5 cm. No se han encontrado paralelos convincentes para este tipo, que podría tener influencias de vasos a torno coloniales.

2.2.7. Forma BVII Engloba vasos altos, con cuello largo y cónico. Se distinguen los tipos siguientes:

2.2.7.1. Tipo BVIIa Vasos cerrados de cuello largo acampanado. Obedecen al tipo denominado comúnmente en la literatura científica à chardon, es decir “de cardo”. En todo caso, se trata de vasos altos, cerrados, con cuerpo esferoide u ovoidal sobre base plana, sobre los cuales se eleva un cuello proporcionalmente alto y cónico-cóncavo, con bordes no destacados, normalmente, de modo particular. Entre el material de la Catedral de Ceuta se han podido identificar algunos vasos fabricados a mano de esta clase, si bien, en casos de pequeños fragmentos de borde, puede ser confundidos con algunos tipos descritos antes. En cualquier caso, el material aparente de este tipo, dentro de la cerámica a mano, parece bastante escaso. El más completo y, dicho sea de paso, inequívoco (034/101), conserva el perfil íntegro del cuello, que es oblicuo y levemente cóncavo, el borde, completamente indiferenciado, y la parte superior de la espalda, que es bastante oblicua y moderadamente convexa. La transición entre esta y la base del cuello define una ruptura de curva tenue. Se corresponde con el tipo “a” de G. Vuillemot (1965, fig. 25), con similares, por tanto, en la necrópolis oranesa de Rachgoun.

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Otros materiales más fragmentarios 051/130 y 051/142 (este último, por su diámetro, con más dudas), 135/80, 151-162/27, 184/12 (con toda probabilidad) y 115/16, también con dudas, pueden integrarse en esta forma. Este tipo de vaso normalmente ha sido considerado como característico del mundo tartésico y, en efecto, su presencia en este ámbito es un hecho constante. Sin embargo, el único individuo mínimamente describible de Ceuta, como se ha dicho el 034/101, se destaca de los modelos tartésicos, que suelen tener carenas más o menos vivas, que separan los cuellos de los cuerpos y los cuellos menos cónicos, por los rasgos antes descritos. El individuo 051/181 conserva únicamente de un tramo en la zona de la carena, a pesar de lo cual puede perfectamente corresponder a una pieza de esa clase con claros paralelos en el mundo tartésico englobados en el tipo A.I o E de Ruiz (1995, fig. 22). Otro fragmento, posiblemente de este tipo, es el individuo 034/92, que conserva solo la parte alta de la espalda y parte inferior del cuello, donde acusa un estrangulamiento y concavidad acentuada, pudiendo, tal vez asemejarse a algunos de los tipos de la clasificación de D. Ruiz (1995, fig. 22, p. ej., tipos A, B o E). Piezas parecidas a 034/101, p. ej., en Mesa de Algar (Lazarich 1985, fig. 3 núm. 2).

2.2.8. Forma BVIII Engloba posibles cazuelas con borde corto, flexionado al exterior. Se distinguen los siguientes tipos:

2.2.8.1. Tipo BVIIIa Es posible que una serie de individuos (005/11, 022/7, 135/56), de los cuales poco más se puede describir que los bordes y tramos superiores directamente asociados a ellos, correspondan más bien a cazuelas profundas. Se caracterizan por tener una boca relativamente ancha, con bordes sensiblemente atrofiados, algunos apuntados y en otros casos aplanados con ángulos romos, flexionando hacia el exterior o en posición vertical. Es presumible que el diámetro máximo de estos vasos se sitúe en posición centralizada o un poco más arriba, con tramos inferiores muy oblicuos y convexos. A uno de los individuos se le puede atribuir un diámetro máximo superior a 40 cm, otros de este tipo son más pequeños. Algún material con esta tendencia morfológica se registra en la fase del Bronce Final del Cerro de Los Infantes (Mendoza et al. 1981, abb. 14 n). El perfil de 022/7 es idéntico al de una pieza del estrato VIII, corte R-2 de Montoro (Martín 2007, fig. 9 núm. 347), fechado, sin embargo, mucho antes que el establecimiento de Ceuta, en el Bronce Reciente, concretamente a finales II milenio aC. Algún tipo de parentesco, aunque tal vez no de estricta similitud, podría encontrarse también con las cazuelas del tipo A.I.f de Ruiz (1995, fig. 9). Algunas piezas del estrato

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4 de la Casa Montalbán en Lixus, fechable en el siglo VIII aC, presentan perfiles superiores parecidos, aunque su diámetro es más estrecho (Belén et al. 1996, fig. 5 núm. 57 y 60). Cabe añadir, finalmente, que en el Peñón de La Reina (Almería) es formas parecen frecuentes (p. ej., Martínez, Botella 1980, fig. 69).

2.2.9. Vasos cerrados de tipos no clasificados Se ha optado por no clasificar una serie de fragmentos de vasos cerrados al ser su estado de mutilación suficientemente grave a efectos de una mínima definición de arquitectura global. Por una parte, algunos recipientes con asas. La proporción de piezas a mano provistas de asas entre el material de Ceuta puede considerarse pequeña. Por otro lado, los fragmentos con suficiente entidad para una descripción de morfología global del vaso son escasos. De hecho, sólo pueden mencionarse tres asas sobre cerámica a mano. Dos de ellas, bastante parecidas, tienen ambas una acanalación cóncava longitudinal en su cara externa, de anchura variable y perfil suboval (014/206, 032/86). Una de ellas conserva un tramo del perfil del cuerpo, cuya trayectoria es claramente cóncavo-convexa, sin que sea posible describir el resto. Ya se ha comentado en un parágrafo anterior una pieza (151-162/19) con cuello diferenciado, que probablemente comportara asa de cinta. A todo esto puede añadirse la parte media de un asa de sección oval muy aplanada (014/254), sin que sea posible atribuirla a un tipo concreto de vaso cerrado. Cabe recordar que vasos ansados a mano, que en general son de carácter cerrado y con perfil en S, son habituales en los asentamientos fenicios, como Toscanos (Schubart, Niemeyer, Pellicer, 1969, lám. XXIV, arriba; Schubart, Maass-Lindemann 1984, fig. 22 núm. 917-919, 921, etc.), Las Chorreras (Gran Aymerich 1981, fig. 18; Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1975, fig. 11 núm. 154, 158, fig. 12 núm. 166-171). En esta misma situación se hallan una serie de fragmentos de bordes de vasos cerrados. Uno de ellos, tiene el borde rectilíneo alto y oblicuo-invasado con una banda de incisiones oblicuas (014/201). Es casi seguro que pertenece a un recipiente de perfil ovoide o globular alargado con base plana, de un tipo documentado en lugares como, p. ej., Montilla (Schubart 1987, fig. 6 núm. 3) o Les Andalouses en Orán (Cintas 1976, pl. XXXVIII). Pueden añadirse otros bordes alargados y oblicuo-exvasados, redondeados o un poco aplanados en sus extremos (108/13, 135/54, 135/55, 135/78, 135/79, 188/3), o del mismo tipo, pero de tendencia vertical (135/53). Es posible que fragmentos, que no conservan sino un pequeño tramo de la espalda oblicua y carenada y parte inferior del borde, como 110-113/53 y 188/5 pertenezcan a este tipo de borde oblicuo.

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También, algunos fragmentos de cuerpos (024/30.1, 051/184, 114/33), con bandas de decoración impresas o incisas, muestran carenas angulares, sin que sea posible describir los tramos completos de los perfiles, ni por arriba, ni por debajo de la parte conservada. Finalmente, bordes, como 024/35, son difíciles de enmarcar por su fragmentación en un grupo, como el de los vasos à chardon o de ollas, como p. ej., del tipo BIIIa.

2.3. Bases de cerámica a mano pertenecientes a vasos de los grupos A y B Ya se ha señalado antes la dificultad que en muchos casos existe para atribuir de manera precisa bases sueltas de cerámica a mano a tipos concretos del grupo A o B. Incluso en una serie de ocasiones, ni tan solo se puede asegurar una pertenencia a uno de ellos y no al otro, ya que al existir cuencos de formatos muy grandes y veces profundos, tal diferenciación no es fácil. En todo caso, también existen excepciones que se verán a continuación. Una pieza, no solo especial, sino única en el elenco estudiado es la 051/210 base alta por el exterior, de perfil un tanto cóncavo-convexo, toma de tierra un tanto rehundida. Resulta complicado atribuirla a un vaso abierto o cerrado. En este sentido, cabe indicar que tiene un cierto parentesco, por ejemplo, con un pequeño vaso alto de Rachgoun (Vuillement, 1965, fig. 25 g1) y, a la vez, tiene relación, aunque no son iguales con algunos cuencos de La Joya. Bases con toma de tierra plana, pero muy estrecha con omphalos en su interior denotan paredes muy curvilíneas de tamaño más bien reducido, convienen perfectamente a los cuencos AIa y AIb. La 135/58 es una base de una forma abierta de considerable tamaño, hecho garantizado no sólo por la morfología sino por tener un alisado mucho más cuidado en su cara interna. Por el exterior presenta un pie alto, con cara externa levemente convexa y oblicua. El perfil de la parte baja del cuerpo, que aún conserva, delata que debió pertenecer a un cuenco, tal vez AIIa, de gran formato. De hecho, se propone que corresponda al borde 135/63 Ello hace verosímil atribuir a cuencos semejantes otras bases bastante parecidas a 135/58, como son 135/61 y 151-162/29, siempre remarcadas por el exterior donde adquieren menor o mayor altura. Otra serie viene dada por las bases planas no resaltadas en absoluto por el exterior, que no es sino el inicio de la trayectoria de la parte baja del perfil que en los tramos conservados es bastante abierto. Algunas de ellas tienen un fondo rehundido (o sobre elevado, si se considera desde el interior de la pieza) y parecen pertenecer a cuencos o en todo caso a vasos del grupo A (014/210, 032/100, 034/98). A este grupo, seguramente convenga añadir, aunque su fondo es plano, la 014/209. El resto tiene también el fondo plano (028/10,

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032/89, 055/20, 055/25, 151-162/30), pero no es fácil, en algunos casos, su atribución al grupo A o B. Una serie más, en la cual se integran los individuos 014/212, 014/214, 014/218, 021/44, 024/25, 075/5, 115/21, 115/22, 135/60, reúne las características de la anterior, es decir la falta de resalte externo, pero en ellas los perfiles conservados denotan trayectorias más altas y cerradas. En todos los casos descritos los fondos son completamente planos. Cabe añadir que, en conjunto, pertenecen al grupo B, si bien es arriesgada su atribución a tipos más concretos de vasos cerrados. La base 051/194 es peculiar, redondeada, con apreciable ruptura externa de curva, pero en cambio con fondo convexo. Las bases 024/26 y 135/59 tienen en común un resalte externo redondeado, pero de altura muy escasa, por encima del cual sube el perfil de manera bastante oblicua y convexa, con una ruptura de curva en el segundo caso. Ambos fondos son planos y pertenecen a vasos de buen tamaño del grupo B Las bases 014/213, 014/215, 034/96, 110-113/54, 125/17, 151-162/32 se caracterizan por una cara externa definida, más o menos amplia y convexa. Son más bien estrechas y sus fondos externos son planos, con excepción de 125/17, que es un tanto rehundido. A juzgar por la inclinación de los perfiles de cuerpo inferior, que aún conservan los fragmentos, pertenecen sin duda a vasos cerrados del grupo B. Las bases 014/219, 014/220, 051/190, 115/20 y 120-121/84 son como las anteriores, es decir con la cara externa convexa. Sin embargo los tramos conservados denotan perfiles mucho más abiertos, a pesar de lo cual no es segura su atribución al grupo A o B. Son de fondo plano, menos la 115/20 y la 120-121/84. Las bases 014/211, 024/23, 024/24, 032/88, 034/97, 051/189, 055/17, 055/26, 110-113/55 tienen en común un resalte por el exterior oblicuo y levemente convexo. En general son de fondo plano, con excepción de 051/189 y 110-113/55 que es levantado, muy acusadamente en el primer caso. Por los tramos inferiores de perfil de cuerpo que conservan, buena parte podría pertenecer a vasos del grupo A, tal vez con la excepción de 055/17 y 110-113/55, que seguramente conviene atribuir a vasos del grupo B. Sus diámetros son variables, pero no rebasan los 12 cm.

2.4. Soportes Quedan sin subclasificar debido a la escasa entidad del material. Unas pocas piezas a mano pueden integrase en el grupo de los soportes. Uno de los individuos, pertenece, sin duda, al tipo bicónico o de carrete (014/207), pero se halla reducido a un fragmento que incluye uno de los bordes, en este caso no definido, sino por un apuntamiento. Otro individuo (039/56) presenta paredes mucho más gruesas.

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Se registran en la fase III del Cerro de la Mora, de finales del siglo VIII y siglo VII (Carrasco, Pastor, Pachón 1981, fig. 6 núm. 38), materiales de este tipo. Capellanía, fase VIII (Martín 1993-1994; García 2007, fig. 19, abajo izqda.) Castellón de Gobantes (García 2007, fig. 127 h), El Cerrajón (Martín et al. 1991-1992; García 2007, fig. 132 a), aunque son también muy característicos del área tartésica. En concreto, el individuo 014/207 entraría sin duda en el tipo D.I de D. Ruiz (1995, fig. 10), perfectamente documentado ya en horizontes precoloniales. A pesar de lo dicho, estos tipos de soportes perduran hasta al menos el siglo VI aC y su área de dispersión no es exclusivamente tartésica, sino que se extiende, al menos, hasta la zona de Alicante, con materiales de este tipo documentados en La Penya Negra (González 1983).

2.5. Lucernas Tampoco se van a subclasificar, debido a la entidad muy fragmentaria de los materiales, o léase incluso, debido a su monotonía (005/21, 005/22, 014/221223, 034/104). A diferencia de la gran mayoría del elenco vascular a mano de Ceuta, que pertenece a la tradición occidental del Bronce Final, en este caso, se trata de versiones a mano de piezas fenicias a torno. El material de la Catedral, como es típico, raramente permite asignar dichas imitaciones a modelos de uno o dos picos. En realidad, incluso los dos fragmentos más representativos de esta clase de elementos (005/22, 034/104) plantean dudas en relación a su atribución a uno o dos mecheros. Sólo a nivel hipotético, puede plantearse por la longitud de los pliegues de los mecheros, que la primera —que, por otra parte tiene una base plana— tuviera dos y la segunda sólo uno. Por ahora, se conocen lucernas a mano en el marco de yacimientos occidentales tenidos por fenicios, como Rachgoun (Vuillemot 1965, figs. 37 y 39), Mogador (Jodin 1966, pl. XLVII), Lixus (Belén, et al., 2001, fig. 5 núm. 158) y sa Caleta (Ramon 2007, fig. 45 a-53, 18 VIII-12, 72 aa-71), pero también en enclaves claramente indígenas, aunque muy influenciados por lo fenicio, como Riotinto (Frejeiro, Luzón, Mata 1969, lám. II), Montilla (Schubart 1988, abb. 9 núm. 50) o Los Saladares (Vives-Ferrandiz 2005a, fig. 137). A nivel cronológico, poco pueden aportar estas piezas per se, subsidiarias siempre de los prototipos a torno, tampoco a veces bien afinados desde el punto de vista de su datación. Sin embargo, este tipo de versión a mano, en la Catedral de Ceuta no aparece sino hasta la fase IIb, siendo más frecuente en la IIc, es decir, que su aparición en escena no se sitúa sino es a partir de un momento indeterminado del siglo VII aC.

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2.6. Vasos plásticos Un vaso plástico a mano (110-113/58) es sin duda alguna un pequeño askos. Su cuerpo es hueco, alargado sobre una base anular relativamente alta y bien diferenciada. Tiene un agujero circular en la parte superior del cuerpo de 2 cm de diámetro. Parece representar un pájaro, aunque tanto el extremo donde se encontraría la cabeza, como el correspondiente al cuerpo se hallan mutilados. La longitud máxima conservada es de 8,1 cm y la altura 4,1 cm. Se inspira, con seguridad, en modelos de askoi zoomorfos fenicios de época arcaica, aunque hechos a torno y conocidos en Occidente en lugares como la necrópolis del Faro en Rachgoun (Vuillemot 1965, fig. 24). De las excavaciones en el Palacio de Saltillo (Carmona) procede un vaso de estas características, también a mano y zoomorfo que, precisamente también, representa un ave, con la cabeza y cola igualmente mutiladas (Belén, Escacena 1997, fig. 8). El askos de Ceuta se enmarca en la fase IIa y seguramente es anterior a mediados del siglo VII aC.

2.7. Elementos no vasculares

2.7.1. Discoides. Existen elementos de forma subcircular o suboval, de diferentes tamaños, recortados artificialmente a partir de cuerpos de vasos a mano amortizados previamente (ejemplos 014/208, 021/41, 021/42, 055/23, 120-121/85, este último recortado en una base). Estas piezas, cuya función concreta no ha podido ser aún del todo clarificada (fichas de juego, tapaderas, ostraka, etc.), son frecuentes, también sobre cuerpos de cerámica a mano, en lugares fenicios como Cerro del Villar (Delgado 2005, fig. 6 núm. 9), o protohistóricos, como la Penya Negra, por citar sólo unos pocos casos de un elenco de yacimientos muchísimo más amplio.

2.8. Elementos aplicados sobre cerámica a mano

2.8.1. Muñones simples Estos elementos, tan característicos de las cerámicas pre y protohistóricas, aunque existen en el yacimiento de Ceuta, en proporción al material a mano recuperado son, en realidad, más bien escasos. Sus variedades son las siguientes: a) cónicos o redondeados simples (ejemplos 006/22, 021/27b, 051/178, 115/26, 116/33, 120-121/79), muñones alagados (ovales), colocados en posición vertical (021/40, 051/66, 051/174, 051/175, 110-113/52,

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110-113/53, 120-121/80, 186/26) u horizontal (SUP/19, 039/58). Todos ellos son elementos simples; en todo caso, cabe puntualizar que el individuo 051/174 tiene un perfil bilobular. Como cabía esperar, este tipo de aplique se sitúa en todas las fases cronológicas del yacimiento de Ceuta. Muñones cónicos simples aparecen sobre cerámica a mano de lugares como Las Chorreras (Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1975, fig. 12 núm. 164), entre muchos otros y muñones alagados verticales, por citar también sólo unos pocos ejemplos, en Adra, fase I (Suárez et al. 1989, fig. 6 f), fase II (id., fig. 7 f), Las Chorreras (Martín, Ramírez, Recio 2005, fig. 20 núm. 3), etc. b) perforados En Ceuta se registran dos ejemplos (SUP/13 y 051/177). El primero es horizontal y con perforación vertical y el segundo a la inversa. El SUP/13, aunque se ha integrado morfológicamente en los cuencos, concretamente en el tipo AIIIa, tiene todas las posibilidades de ser una tapadera. Vasos a mano con dicha clase de muñón se documentan sobre cuencos del tipo B7 de González (1983) y de los tipos I.E.1. y I.E.3. de Ros (1989: 238). Sin que sean totalmente desconocidos más a poniente, en realidad, son muy característicos y comunes en la zona SE de la península Ibérica. Por otra parte, cabe añadir que el fragmento 051/177 es exiguo y por ello no ha sido aquí clasificado, pero morfológicamente tiene todas las posibilidades de pertenecer a un cuenco de carena media-alta del tipo B 7 de González, establecido a partir de una producción local muy, representativa, de la fase Peña Negra I (González 1983, despleg. tip. Penya Negra I).

2.8.2. Apliques semilunares o herradurifomes Pueden tener, igual que los muñones, funciones de aprensión, se trata de cordones aplicados, por tanto en relieve, que adoptan forma de luna en creciente, más o menos alargada (005/8, 005/9, 115/25, 116/34), que a veces se presenta de forma agrupada (014/203). Con excepción de 115/25, 116/34 y 184/13, el resto aparece con las puntas hacia abajo. Cabe destacar que, a pesar de ser en general lisos, dos de ellos aparece decorados con impresiones ovales (005/9, 184/13). En Ceuta, a juzgar por los fragmentos, todos pertenecen a vasos relativamente grandes y cerrados. Además, en los individuos 005/8, 005/9 y 115/25 se puede precisar su pertenencia a ollas tipo BIIa, BIVb y BIVc. A la funcionalidad descrita, puede seguramente abstraerse la pieza 115/25, donde los motivos semilunares, insertos en una banda horizontal de impresiones ovales, parecen por su tamaño, elementos más bien decorativos. En otros yacimientos se conocen elementos de este tipo sobre cerámica a mano del Bronce Final y Hierro Antiguo. En este sentido pueden mencionarse, sobre vasos

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cerrados, algunos individuos en el poblado minero de Riotinto (Blanco, Luzón, Ruiz, 1969, fig. 8 núm. 55-57), lo mismo que en Tejada, donde se documentan diversos elementos de estas clase (Fernández 1987, lám. XVIII, 4, XXVII, 6, XXXIII, 6) y también en el asentamiento cordobés de Aguilar de la Frontera, en este caso sobre una gran olla de perfil en S, con banda digitada (íd., lám. V-A). En la calle del Puerto, 6 niv. I, de Huelva (Fernández, 1988-1989, lám. IX, 13), aparece un elemento de este tipo sobre un fragmento de vaso indeterminado, mientras que en el yacimiento oranés de Mersa Madakh (Vuillemot 1965, fig. 53 segunda pieza, columna izq.), se aplica sobre un vaso grande de perfil en S y en el Cerro del Villar, sobre un gran vaso de borde vertical, tratándose de cuatro apliques semilunares simples en posición contrapuesta, debajo de la carena y banda digitada de esta pieza (Delgado, 2005, fig. 9). También en la actual provincia de Málaga, se documenta en las Chorreras (Martín, Ramírez, Recio 2005, fig. 21, 3). También un fragmento con este motivo fue hallado en el Peñón de la Reina (Alboloduy, Almería) (Martinez, Botella 1980, fig. 111 núm. 6). En el asentamiento de Los Saladares existen motivos herraduriformes y semilunares sobre vasos cerrados a mano (Arteaga, Serna 1975, láms. III, 19 fases I-A1/IA2, IX, 65 fase I-A3, XV, 110 fase I-B1), es decir, cubriendo un lapso cronológico entre mediados del siglo VIII y mediados del VII. Finalmente, puede añadirse que de la fase Va (equipo franco-español) de La Fonteta —por tanto, de una cronología más tardía a la estimada para la Catedral de Ceuta— procede, al menos, un espécimen de olla convexa con un elemento de esta categoría (Rouillard, Gailledrat, Sala 2007, fig. 230, 6). Cabe observar que se trata de elementos de aprensión, cuya dispersión es amplia, ya que afecta, no sólo el mundo tartésico, principalmente Huelva, sino también el Sudeste peninsular, la costa andaluza, especialmente Málaga, la Andalucía interior (Córdoba) y otros puntos del norte de África occidental, como Orán. Sin embargo, a pesar de lo dicho, no ha sido posible encontrar paralelos de apliques de esta clase decorados con impresiones, como las señaladas a propósito del individuo 005/9, con lo cual se obtiene una especificidad más en la cerámica a mano de Ceuta. Por otro lado, conviene observar como una parte importante de estos apliques procede de la fase I y en menor medida de la IIb del yacimiento, hecho que certifica su antigüedad dentro de la primera mitad del siglo VII aC, con prolongaciones posteriores.

2.9. Decoraciones y tratamientos de la cerámica a mano En cuanto al tema de la decoración de la cerámica a mano de la catedral de Ceuta, antes de entrar en materia, cabe resaltar un hecho, que culturalmente hablando es sin duda, significativo: la absoluta falta de decoración sobre ninguno de los numerosos cuencos registrados en el yacimiento.

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En efecto, exceptuando algunos casos minoritarios de bruñidos, cuya calidad, por otro lado, no parece ser resultado de una operación excesivamente cuidada, así como de recubrimientos rojizos a base de lechadas de almagra, tampoco muy abundantes, faltan todo tipo de tratamientos como las retículas bruñidas, los esgrafiados post coctionem, todo tipo de motivo pintado, o las incisiones rellenas. Por lo dicho antes, sobra indicar puntualmente que todos los elementos y decoraciones sobre cerámicas a mano de Ceuta afectan únicamente vasos cerrados. Incluso en este caso, y dejando ahora de lado, tratamientos de superficies, toda decoración, se reduce a la técnica incisa ante cocción, que se combina en diversas variables, a los motivos impresos. Evidentemente, esta realidad, junto con las formas y las componentes mineralógicas de las pastas, tiene implicaciones culturales, que se tratarán en el capítulo de conclusiones.

2.9.1. Motivos impresos Es la técnica más habitual entre las decoraciones de vasos a mano de la Catedral de Ceuta. Se distinguen entre el material estudiado los siguientes: a) Bandas horizontales de impresiones sub-circulares Esta técnica afecta los individuos 014/192, 014/256, 021/27, 27b, 032/87, 034/90, 051/163, 051/167, 051/184, 110-113/26, 114/35, 115/14, 120-121/75, 151-162/20, 24). Observado el material con detalle, en estricto, no parece tratarse de digitaciones humanas, sino de huecos dejados mediante un objeto con un extremo de esta forma. Otro aspecto de interés que conviene señalar, es que en ningún caso, a diferencia de lo que sucede en otros yacimientos, estas impresiones fueron realizadas sobre cordones perimetrales aplicados, sino directamente sobre la pared del vaso. Normalmente, sobre las paredes del recipiente, más raramente también sobre el borde e incluso sobre muñones alargados (115/14). Su presencia discurre a lo largo de toda la secuencia cronológica del yacimiento. Decoraciones de este tipo, ciertamente sin agotar el repertorio, están presentes entre el material a mano de yacimientos como Cerro del Villar (Delgado 2005, fig. 7 núm. 4, fig. 9), Las Chorreras (Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1975, fig. 12 núm. 165), Lixus (Belén, et al., 2001, fig. 6 núm. 241, fig. 8 núm. 363) y El Cerrajón (Martín et al. 1991-1992, García 2007, fig. 132 c). El fragmento 151-162/25 parece una excepción puesto que las impresiones dan la sensación de haber sido realizadas a base de pellizcos de dedos humanos.

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b) Bandas horizontales de impresiones sub-rectangulares Afecta los individuos 051/168, 051/169, realizados con objeto duro y con un extremo de esta forma. Esta misma técnica, aunque no separando las impresiones, que en parte se superponen unas a otras en la formación de la banda, aparece en el fragmento 151-162/26. c) Bandas horizontales de impresiones ovales Afecta los individuos SUP/18, SUP/19, 005/8, 005/9, 005/14, 005/15, 007/20, 014/178, 014/181, 014/202, 014/204, 024/34, 032/86, 039/57, 110-113/26, 110-113/29, 110-113/30, 115/25, 119/16, 151-162/13, 184/13), que se imprimen normalmente en sentido un tanto oblicuo por respeto al eje principal de los vasos aunque a veces también de modo perpendicular. Más frecuentemente se imprimen sobre el cuerpo del vaso, pero no faltan casos donde esta decoración afecta los bordes (110113/26). Se reparten también por todas las fases del yacimiento.

2.9.2. Motivos incisos a) Bandas horizontales de incisiones finas con objeto de punta y corte (afecta los individuos 014/178, 014/201, 014/205, 051/170-172, 051/176, 110-113/52, 114/33, 114/34, 135/49), también realizadas, por lo general, oblicuamente, si bien, en algún caso, dichas incisiones son perfectamente verticales (135/49). Muy común sobre diversos vasos, principalmente los cerrados, existe en el cerro del Villar (Delgado 2005, fig. 7 núm. 1-3, 8 núm. 1), Lixus (Belén, et al., 2001, fig. 8 núm. 359) o Peña de Ardales (Martín et al., 1991-1992; García 2007, fig. 131 a). b) Bandas horizontales formadas por dos líneas paralelas y horizontales, que enmarcan incisiones oblicuas (034/95, 151-162/33). Parecido a un cuenco del Cerro del Villar (Delgado 2005, fig. 6, núm. 1) y, sin las líneas horizontales, en la fase II de Adra (Suárez et al. 1989, fig. 7 g). c) Incisiones oblicuas sin orden aparente (110-113/33, 110-113/34) podrían, en realidad, no ser elementos de intencionalidad decorativa. d) Incisiones de mediana anchura, formando motivos geométricos diversos, a veces rectilíneos (afecta los individuos 014/197, 034/95, 040/65, 051/170-172, 051/173, 051/174) y en otros curvos o combinados (051/171, 055/24). Se dan casos que dan la impresión de letras (014/197, 040/65). Por otro lado, cabe señalar que la pieza 051/170172 presenta incisiones rectas, en posición angular, de lo que fuera, tal vez (el fragmento impide ver el desarrollo completo), una banda horizontal en zigzag. En el yacimiento estudiado estos motivos decorativos no aparecen hasta la fase IIb, manteniéndose en la siguiente y última.

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2.9.3. Pintura En todos los casos comprobados se trata de pintura rojiza, utilizando pigmentos de oxido férrico (almagra), de mala calidad, que cubre las caras o partes de ellas de modo continuo, sin definir en ningún caso motivos específicos. La pintura roja aparece en el posible plato a mano 151-162/13, en los cuencos 114/28, 151-162/15. Es decir que se trata de un tipo de tratamiento que en Ceuta se registra sólo muy esporádicamente sobre formas a mano abiertas. Se documenta pues en la fase I y IIa del yacimiento.

2.10. Evolución secuencial y morfológica de la cerámica a mano En cuanto a este tema, cabe indicar que en la fase I, por lo que respecta a formas abiertas, únicamente están presentes los tipos AIIa/b/c, y AIIIa, AVb, AVIIa y AIXa. Por lo que afecta a formas cerradas se documentan los tipos BIa, BIIa, BIVb, BVIIa, BIIIa/b, BVd y BVIa. A todo ello cabe añadir una posible imitación de plato fenicio, con tratamiento a la almagra, insinuada por un fragmento en realidad demasiado pequeño. Conviene recordar que en la fase I no se documentan platos a torno fenicios. En esta fase, las formas cerradas a mano, especialmente las de tipo culinario dominan sólo ligeramente por NMI sobre las abiertas. En todo caso, los tipos enumerados son los documentados en los estratos más antiguos de Ceuta, durante el primer tercio del siglo VII aC. En la fase IIa, las formas abiertas registradas son AIa/b/d, AIIa/b/c (AIIa con bordes tipos 9, 13, 17 y 18), AIIIa, AVIb, y las cerradas BIIa, BIVb, BVa/c/g, BVIIa, BIIIa/b/e/f (BIIIa con borde 7) y BVIIIa. Se observa pues el mantenimiento de algunos tipos ya vistos en la etapa anterior, la desaparición de otros y la introducción de nuevas formas, poco antes de mediados del siglo VII aC. En este momento la presencia de formas cerradas, por NMI aumenta sólo muy ligeramente su presencia porcentual. En la fase IIb, los vasos abiertos responden a los tipos AIa/b, AIIa/b, AVa/b y AVIIIa/b y los cerrados a los tipos BIIa/b, BIIIa, BIIIg, BIVc, BVb/c/g, BVIIa y BVIIIa. Se documentan por primera vez lucernas a mano. Finalmente, por lo que respecta a la fase IIc, los tipos abiertos son AIa/b/c (AIc con borde 12), AIIa/c, AIIIa, AIVa, Ava, AVIa/b, AVIIa y AVIIIa/b, y los cerrados BIa, BIIa/b, BIIIa/b/c/d, BIVb, BVb/c/d/g, BVIIa a los cuales cabe añadir algún escaso ejemplo de vaso cerrado ansado, no clasificable, así como algunas lucernas y soportes a mano. En cuanto a esta fase, no puede obviarse la posibilidad que los estratos considerados, en especial la UE.014, contengan materiales más antiguos en posición residual. Es por otro lado remarcable que se trata de la única fase en toda la secuencia en la cual, por NMI, dominan y además con un holgado margen, las formas abiertas por encima de las cerradas.

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2.11. Valoración de las cerámicas a mano La presencia de un altísimo porcentaje de cerámica a mano entre el complejo vascular de Ceuta, antes expuesto y analizado en detalle, plantea problemas sugestivos, a la vez que trascendentes. Dichos problemas, de modo especial, afectan la identificación del “factor humano predominante” en el asentamiento estudiado y, al mismo tiempo, su enmarque cultural preciso y sus relaciones con otros semejantes. Del primero de los aspectos, se tratará más ampliamente en otro capítulo de conclusiones generales. En cuanto al segundo, conviene, desde ahora dejar, sentadas una serie de consideraciones.

2.11.1. Sobre la procedencia del material cerámico a mano de la Catedral de Ceuta Un dato clave, fruto del estudio petrográfico de las cerámicas a mano (véase Cau, Iliopoulos y Montana en esta misma obra), ha sido la constatación de una mineralogía, con componentes concretos y muy específicos, compatibles con la geología de la propia Ceuta, en particular con el monte Hacho. Este detalle viene a sumarse a toda una serie de rasgos morfológicos diferenciales que se han analizado a lo largo de las páginas anteriores, de modo que la producción local en Ceuta, de la inmensa mayoría de cerámicas a mano encontradas en el yacimiento adquiere visos, no ya de simple posibilidad, sino de hecho casi constatado en un tanto por ciento de posibilidades muy elevado. Junto con esta mayoría local, otras piezas, evidentemente minoritarias, parecen verdaderas importaciones. En este sentido, y al margen de otros fragmentos de perfiles, cuya forma es más indefinida, pueden citarse vasos a mano de importación como, la olla 032/83, del tipo BVe, la cazuela o cuenco alto 186/17, tipo AVb y el cuenco 014/169, tipo AVa todos ellos, tal vez, procedentes del ámbito tartésico y en algunos casos, más concretamente del área sevillana. Por otro lado, fragmentos como el 051/177, con muñón perforado, podrían proceder de zonas del Bronce Final, como muy bien el SE de la península ibérica.

2.11.2. La cerámica a mano de Ceuta en el marco del Bronce Final / Hierro Antiguo peninsular y norteafricano Ya se ha visto como el material a mano estudiado, desde un punto de vista tipomorfológico se enmarca en esquemas que, en la mayoría de casos, tienen paralelos estrictos en ambas orillas del estrecho de Gibraltar. Sea como sea, no cabe duda de las amplias relaciones que existieron entre comunidades indígenas del norte y del sur del Estrecho, vistas antes en lugares como

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Lixus y ahora con la inestimable y evidente aportación del conjunto ceutí. En realidad, en el norte de África occidental las comparaciones formales objetivas del material de Ceuta son escasas y en cualquier caso insuficientes. Obviamente, es el resultante, por una parte, de una investigación aún muy precaria del Bronce Final en estos territorios y, por otro lado, de la dificultad generalizada de diferenciar el papel del factor fenicio en todo este proceso (cf. de manera muy especial, Bobkot, Onrubia 1995). En este sentido no puede perderse de vista que los niveles más antiguos identificados en la plaza adyacente a la Catedral de Ceuta, o al menos los estratificados, desde los inicios, también evidencian una presencia considerable de materiales fenicios. Sin embargo, no deja de ser sospechoso, léase tal vez significativo, un hecho: a pesar de las similitudes generales, a nivel peninsular, de las formas cerámicas del Bronce Final, los paralelos formales del material a mano de Ceuta, en conjunto, no son comparables a las del círculo estrictamente tartésico, porque faltan no sólo toda una serie de formas, sino también de costumbres y técnicas decorativas, especialmente sobre los cuencos, como son las retículas bruñidas, mientras que tampoco aparecen elementos muy típicamente tartésicos como, entre otros, los muñones prismáticos. Y añadir, en este mismo sentido, que el amplio repertorio de cuencos a mano de Ceuta se destaca también de forma bastante nítida por sus detalles morfológicos, muchos de los cuales no existen en mundo tartésico (muy en especial en el onubense), como los característicos engrosamientos, externos en unos casos, pero mayoritariamente internos o, viceversa, la ausencia de fondos convexos, a favor de bases planas muchas veces destacadas, entre el material objeto del presente estudio. En cambio, el conjunto de la Catedral sí es paralelizable con lo que grosso modo viene observándose en Andalucía centro-oriental e, incluso en el Sudeste peninsular y que parece también afectar zonas norte-africanas, relativamente cercanas a Ceuta, como Orán y, presumiblemente, buena parte de Marruecos. En defensa de lo dicho basta recordar los paralelos técnicos y morfológicos citados para la mayoría de los muchos individuos a mano de la excavación estudiada. Sin embargo, un tema es la cultura material propia del asentamiento de Ceuta, es decir en este caso, la gama tipo-morfológica de vasos a mano, que habitualmente se fabricaría en los alrededores o incluso en el mismo asentamiento y otra, la circulación in situ de vasos a mano procedentes de otras comunidades autóctonas, sea de la costa africana o sea de la península Ibérica, como ya se ha señalado antes. ¿Puede entroncarse la comunidad protohistórica que habitó Ceuta al menos a lo largo del siglo VII en un Bronce Final norteafricano con una auténtica entidad propia? Una respuesta rotunda, al menos por ahora, parece arriesgada, debido al gran desconocimiento que existe en toda esta geografía de esta etapa histórica. En efecto, la investigación, aún preliminar, de enclaves como Kach Kouch (Bobkot, Onrubia 1995) pone de manifiesto la presencia de asentamientos cuyo carácter indígena parece obvio y, a pesar de ello, desde su inicio parecen mostrar también

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una presencia comercial fenicia. Lo mismo parece ocurrir, si el punto de vista se traslada un poco más al este, hasta la zona argelina de Oran, donde varios puntos investigados hace ya muchos años (Vuillemot 1954, 1955, 1965) parecen mostrar un peso del factor autóctono más importante de lo que se ha venido admitiendo, aunque, aparentemente desde el principio, también bajo un fuerte influjo económico fenicio. Por otro lado, y por lo dicho antes, sobre todo el análisis morfológico del material de Ceuta, es obvia una relación N-S en la época del Bronce Final. Pero, cuando empieza esta, como se manifiesta y desarrolla y si existe, o no, una relación con los fenicios desde el principio de este proceso, son temas enmarcados en un cuestionario pendiente de investigación. Sin embargo, el hecho, ya expuesto, que ninguno de los establecimientos protohistóricos de la costa oranesa y marroquí, conocidos por ahora, del mismo modo que la propia Ceuta, puede objetivamente ser desligado de la actividad fenicia puesto que no se ha podido documentar, por ahora, ni un solo horizonte que con claridad pueda definirse como precolonial. Por todo ello, a título de hipótesis, puede postularse que los fenicios también contribuyeron en gran medida, como mínimo, a la evolución de las comunidades del Bronce Final del norte de África occidental y a los intercambios económicos e incluso humanos, al menos desde el siglo VIII aC, sino antes. Un factor de “globalización”, como el fenicio, fue susceptible de dar una explicación lógica a una serie de interrelaciones formales —en todo caso reflejadas por la cerámica a mano— entre puntos tan distantes y dispares, como fueron el SE peninsular, y gran parte de Andalucía, al E de Cádiz, con cuyo ámbito mediterráneo —y no con Tartesos o Gadir— debe relacionarse la Ceuta protohistórica. Otro punto de comparación, como se ha dicho, es Lixus, a no muchas millas marinas de navegación al SW de Ceuta. Ahora bien, el material a mano de este enclave dado a conocer hasta la fecha no cubre la totalidad del repertorio ceutí. Lo grave, sin embargo, es que no tiene aún establecida su procedencia física directa. Es decir, que no se sabe si es un producto autóctono —siempre dejando de lado el caso de piezas particulares— de la misma Lixus, o alrededores, o por el contrario, llegado de fuera junto con el movimiento fenicio. En todo caso, constituye un solapamiento, aunque sólo parcial, con el material de Ceuta. No puede admitirse en modo alguno la visión —propugnada aún por algunos sectores de la investigación— que las cerámicas a mano encontrada en sitios fenicios, o pretendidamente fenicios, sean también productos coloniales, es decir que sean simplemente las “cerámicas de cocina fenicias” del extremo Occidente. Por el contrario, convivan o no con los fenicios, son cerámicas, a todos los efectos de tradición y morfología, perfectamente indígenas, es más, las imitaciones a mano de formas fenicias en puntos de este ámbito, como el de Ceuta, son, dejando de lado el caso de algunas lucernas, literalmente nulas. Otro aspecto de sumo interés es la relación funcional de cerámicas a torno y cerámicas a mano. ¿Qué proporción y qué interrelación funcional se da entre ambas

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técnicas? Vista ya la cuestión puramente numérica, puede pasarse directamente al segundo bloque. En cuanto a almacenaje-transporte parece evidente que las ánforas a torno fenicias tienen supremacía numérica frente a una serie, no siempre fácilmente determinable, de grandes vasos a mano, que se han interpretado como de almacén, sin que en algunos casos sea segura una función no culinaria. Por otro lado, la serie de jarras fenicias de formato mediano que integra los complejos vasculares de Ceuta acentúa aún más esta tendencia. Otra categoría funcional donde la cerámica a torno adquiere una proporción importante es la vajilla de mesa, con su abundante y variada gama de cuencos y platos con engobe rojo, especialmente a partir de la fase II, pero siempre frente a un elenco, en absoluto despreciable, cuando no superior, de equivalentes a mano. Predominio absoluto, por no decir exclusividad, a favor del material fenicio se halla en los numerosos pequeños vasos a torno tenidos como contenedores de perfume, o sea las Oil bottle y los Dipper jug. Significa esto que nuevas costumbres en el ámbito de la cultura personal vinieron de la mano de los fenicios. En cambio, en cuanto al elenco de cerámica de cocina, y a pesar de la existencia de un número significativo de morteros-trípode a torno, la proporción funcional es completamente inversa, puesto que las ollas de fabricación fenicia son meramente anecdóticas, todo lo contrario de las ollas y cazuelas indígenas. Finalmente, en el elenco funcional vario como, por ejemplo la lucernas y los soportes, la situación parece aproximadamente equilibrada, tratándose en todos los casos de material muy minoritario. Es cierto que no pocos bordes de ánforas T-10111/10121, fueron recortados ex profeso con este mismo fin, hecho que invertiría la proporción. Sin embargo, cabe advertir que no puede realizarse en estricto una comparativa directa, puesto que la confección de soportes aprovechando ánforas a torno amortizadas pueden deberse también a la mano indígena. Es decir, que el complejo vascular de Ceuta, proporciones antes analizadas aparte, aparece desde el inicio como un fenómeno claramente híbrido, resultado de una base autóctona del más puro Bronce Final y después Hierro Antiguo, pero imbuida en un proceso progresivo de asimilación a los instrumenta y a las modas formales fenicio-occidentales.

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GRÁFICAS

Gráfica 28. Fase I, % mano, f. abiertas / cerradas por NMI

Gráfica 29. Fase I, % mano, formas abiertas / cerradas por NR

Gráfica 30. Fase IIa, % mano, f. abiertas / cerradas por NMI

Gráfica 31. Fase IIa, % mano, f. abiertas / cerradas por NR

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GRÁFICAS

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Gráfica 32. Fase IIb, % mano, f. abiertas / cerradas por NMI

Gráfica 33. Fase IIb, % mano, f. abiertas / cerradas por NR

Gráfica 34. Fase IIc, % mano, f. abiertas / cerradas por NMI

Gráfica 35 Fase IIc, % mano, formas abiertas / cerradas por NR

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3. OTROS MATERIALES MUEBLES 3.1. Elementos de bronce En cuanto a anzuelos de pesca, únicamente se ha encontrado en la parte excavada del yacimiento un ejemplar, roto en dos trozos (119/19), que obedece a un instrumento de forma típica y con una longitud de 0.4 cm. Se han hallado anzuelos en yacimientos occidentales, como Morro de Mezquitilla, ya desde su fase B1 (Mansel 2000, fig. 5 núms. 1-7), Toscanos, publicados sin asignación de estratos (Schubart, Maass-Lindemann 198, fig. 23 núms. 959-961). De la Fonteta también se han divulgado imágenes de anzuelos de bronce , mientras que en sa Caleta son relativamente abundantes (Ramon 2007, núm. a-65, I-13, aa91.1, aa-91.2, aa-91.3, o.10, XXIX-12, XXI-9, XXXI-50, bg-15, bg-105). Por otro lado, existe también un fragmento de fíbula de doble resorte, reducida en realidad a uno estos elementos (116/36). El mapa actual de dispersión de las fíbulas de doble resorte, es amplísimo y afecta tanto ambientes fenicios como indígenas. En el mediodía ibérico, por su gran antigüedad (siglos IX / primer cuarto del VIII aC) cabe reseñar una pieza de doble resorte de Plaza de las Monjas – Méndez Núñez de Huelva (González de Canales, Serrano, Llompart 2004, láms. XXXVIII, núm. 4 y LXIV, núm. 4). Igualmente muy antigua, dentro del siglo VIII, es otra fíbula de este tipo de la fase B1 del Morro de Mezquitilla (Mansel 2000, fig. 4 núm. 1), mientras que otra, también del siglo VIII, procede de Las Chorreras (Gran Aymerich 1981, fig. 17). A todas ellas pueden añadirse los ejemplos de la tumba 4 de Trayamar (Schubart, Niemeyer 1976: 225-227, lám. 53 c), la decena de ejemplares del cementerio del Cortijo de las Sombras, en Frigiliana (Arribas, Wilkins 1971: 197-204, fig. 5 núms. 2,2 y 3,2, fig. 7 núm. 8,2, fig. 11, núm. 12,3, fig. 17 núm. 15,2 y fig. 20 núms. 12-14), algunos fragmentos en Los Toscanos (Schubart, Niemeyer 1976: 226) y en Villaricos (Siret 1906, fig. 15 núm. 9). Por otra parte, esta clase de fíbula no es extraña en horizontes tartésicos y otros contemporáneos, como Medellín (Almagro Gorbea 1977, fig. 109), Carambolo (Carriazo 1973, fig. 219), Cerro Macareno (Pellicer 1976-1978), Cruz del Negro (Bonsor 1899, fig. 96; Schule 1961), Los Alcores (Schule 1961), Setefilla (Bonsor, Thouvenot 1928, lám. VIII; Aubet 1975, fig. 61) o Cerro de la Mora (Pastor et al. 1981, fig. 5). En el levante peninsular la fíbula de doble resorte está bien documentada en yacimientos como Peña Negra (González 1983: 172-175), Los Saladares, fase I-B2 (Arteaga, Serna 1975, lám. XII núm. 81), el Monastil (Poveda 1994, lám. 5), el Alt de Benimaquia (Gómez et al. 1993: 26) y también en sa Caleta (Ramon 2007, h-32) También en el noreste de la península Ibérica igualmente es un tipo conocido en yacimientos del Bronce Final y Primera Edad del Hierro, como can Canyís (Vilaseca et al. 1963), el Molar (Vilaseca 1943, figs. 7 y 12), Calaceite (Bosch Gimpera

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1915-1920, fig. 507), Cortes de Navarra (Maluquer 1954, fig 45), Agullana (Palol 1958, fig. 189). Todo ello dejando de lado otros yacimientos peninsulares de Portugal y Castilla-León así como de la costa francesa mediterránea donde también se han documentado fíbulas de doble resorte. Por otro lado, algunas piezas de este tipo, encontradas en Cerdeña e Ischia (Ridgway 1997, fig. 28), son tenidas como importaciones del área ibérica. Otros elementos del mismo metal, aunque en general muy deteriorados e incompletos, son agujas, con al menos tres individuos: 051/217 y 218, 101/ 9.

3.2. Elementos de hierro Únicamente se ha hallado en el yacimiento de Ceuta un instrumento de hierro 135/81. Se trata de un fragmento de hoja aplanada, con un ancho de 2,5 y una longitud conservada de 7 cm. Es posible que perteneciera a un cuchillo cuya forma exacta es imposible de apreciar.

3.3. Instrumentos de hueso y elementos ornamentales En este ámbito sólo es posible citar la pieza 051/216, un punzón habilitado en un hueso largo de fauna doméstica, con una longitud de 11,6 cm. Aunque no se trata de un instrumento, sino tal vez, de un elemento ornamental, puede citarse la concha, perforada artificialmente, de un conus 040/73 que, posiblemente, formara parte de un collar. Recordemos asimismo que se ha recuperado un diente de león (fase II b) pieza también posiblemente de carácter ornamental (vide infra)

3.4. Elementos líticos de procesamiento y molienda El conjunto de elementos pétreos recuperados no es muy amplio aunque sí significativo. De una parte, tenemos un conjunto de instrumental lítico tallado para cuyo análisis remitimos al anejo correspondiente de esta obra. De otra, encontramos un conjunto de piezas de naturaleza pétrea asociadas al procesamiento de distintos productos. A estos últimos dedicaremos las notas que aquí incluimos. Así, señalaremos en primer lugar que los más numerosos, realizados sobre rocas duras de diversa naturaleza, se dedican a trabajos de molienda por fricción o machaque. Dentro de este grupo, pueden distinguirse una serie de cantos rodados, de perfil oval o con tendencia circular, que deben ser interpretados como manos de molino. Trabajarían por fricción (051/214, 055/26, 115/28) y en todos los casos presentan sus caras aplanadas, mientras que los rebordes externos son de aspecto algo más grosero o irregular.

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La pieza 055/26 es una mano de molino realizada sobre un canto de color verdoso y aspecto pseudocircular, con perfil rectangular y extremos semicirculares. Ambas caras presentan aspecto alisado, mientras que el perímetro exterior no está trabajado. Se trata del ejemplar mejor conservado de este tipo. Son 051/214, y 115/28 fragmentos de cantos de forma y sección ovaladas fabricados el primero sobre una roca gris verdosa, de grano fino y la segunda sobre otra de características semejantes aunque de tonalidad blanquecina y veteada. Las superficies de ambas presentan acabado alisado. Junto a las manos de molinos, se han localizado otras herramientas líticas con perfil de tendencia rectangular u ovalado, extremos semicirculares, que suelen presentar el cuerpo cuidadosamente alisado y los extremos groseros, en algún caso con aparente indicio de repiqueteado. Se podrían interpretar como machacadores. Uno de ellos (051/215), está realizado sobre una roca dura, de color grisáceo y grano fino. Se trata de un elemento casi completo, siendo este ejemplar el mejor de su serie para reconocer indicios de actividad de percusión en uno de sus extremos. Junto a él, contamos con otros dos individuos procedentes del mismo estrato (114/42 y 43), con perfiles semejantes al anterior, ambos de color gris verdoso. Además de estas piezas, contamos con un fragmento de otra, muy fragmentada, con evidencias de acabado exterior pulimentado, y mayores dimensiones que el grupo anterior (032/102). Está realizada sobre una roca dura de color gris negruzco, de sección ovalada, y pudo corresponder a un martillo. Un primer análisis macroscópico de las rocas en las que están realizadas todas las piezas comentadas, a falta de un estudio petrológico detallado, viene a indicar que en todos los casos se trata de elementos realizados sobre soportes líticos de origen local, obtenidos previsiblemente del entorno litoral cercano. Por otro lado, el único ejemplar correspondiente propiamente a un molino es la pieza 110-113/64. Aunque sólo se conserva un extremo se puede intuir su perfil barquiforme y sección semicircular. La cara interior, intensamente pulida por efecto del uso, contrasta vivamente con la exterior de acabado más grosero. Está confeccionado sobre un conglomerado sedimentario de matriz arenosa y claro origen alóctono. Para terminar señalaremos un último elemento, fracturado en dos piezas, la mayor de 17 x 12 x 2,8 cm de superficie (014/325), corresponde a una placa, conservada parcialmente, realizada sobre una arenisca rojiza de grano muy fino. Una de sus caras fue cuidadosamente trabajada para conseguir una superficie alisada. En la opuesta, de aspecto más grosero, se observa una pequeña concavidad, que pudo servir para facilitar su fijación sobre una superficie irregular. Una suave concavidad existente en la cara alisada fruto posiblemente de su uso permite plantear que este objeto pudo servir en algún momento como afilador, previsiblemente de piezas metálicas.

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CONCLUSIONES GENERALES

Conclusiones generales

1. EL CARÁCTER Y LA NATURALEZA DEL ASENTAMIENTO DE CEUTA La conservación de un sector del yacimiento protohistórico de Ceuta en la plaza situada al NO del edificio de la Catedral puede considerarse casi milagrosa y desde luego inesperada. Su vinculación a un espacio sacro desde la antigüedad (templo cristiano, Mezquita Mayor y Catedral) protegió, al menos parcialmente, esta área de los procesos de construcción, reformas, destrucción y/o reutilización tan característicos de una ciudad como Ceuta que ha conocido una ocupación continuada, al menos, durante los últimos 2.700 años. La manzana que ocupa la Catedral, protegida a raíz de su declaración como Bien de Interés Cultural el 9 de enero de 2009, tiene una extensión aproximada de 3.200 m2, de los cuáles únicamente en unos 2.000 es posible que se conserven restos arqueológicos, pues los restantes han sido rebajados sin que se tengan noticias de la aparición de restos arqueológicos. La mayor parte están ocupados por la propia Catedral y sus dependencias anejas quedando sin edificar únicamente dos plazas, la excavada situada al NO y la denominada plaza de San Daniel al SE. El Plan Director de la restauración de la Catedral, redactado por el arquitecto D. Javier Arnaiz Seco en 2005, contempla entre sus actuaciones la realización de excavaciones arqueológicas sistemáticas en todo el conjunto que permitirán conocer los vestigios históricos de distintas cronologías que puedan haberse conservado. El área excavada en 2004-2005, correspondiente a la plaza situada al NO de la Catedral, tiene una superficie no mayor de 170 m2. Es ciertamente un espacio reducido, máxime cuando un considerable porcentaje de este se encontró ya gravemente alterado por obras e implantaciones de diversas épocas, incluida la actual, que han sido explicadas al principio de este estudio. Así pues, ha sido solamente posible la documentación de una pequeña parte de un asentamiento sin duda de mayores dimensiones, a partir de la cual es difícil obtener conclusiones definitivas en cuanto al carácter del yacimiento y que obliga a la prudencia y, sin embargo,

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no cabe ninguna duda que el aspecto económico y organizativo de lo estudiado no puede obedecer a un pequeño núcleo compuesto por unas pocas familias, que difícilmente habrían podido soportar un mecanismo de esta clase. En contrapartida, a lo dicho, los estratos que han podido ser documentados en condiciones aceptables adquieren un valor de primer orden debido a sus características, tanto cualitativas, como cuantitativas. La primera pregunta, ciertamente trascendental, es la de cómo debe interpretarse el asentamiento de Ceuta y cuál fue su naturaleza. En este sentido, la respuesta es contundente. Las estructuras documentadas apuntan meridianamente a un lugar de hábitat, estable y en proceso de evolución, en relación al cual se han definido, como mínimo, dos grandes fases, que se justifican y explican en otro apartado. La segunda, siempre con las limitaciones impuestas por las circunstancias antes descritas, sería la identificación de qué tipo de hábitat y la estimación de su envergadura. Reincidiendo en lo ya dicho un parámetro es obvio. Un asentamiento donde las evidencias arqueológicas demuestran una gestión de recursos económicos tan importante, así como un poder de intercambio relevante y sobre todo amplio, incluso con el factor colonial, no puede ser sustentado por una comunidad de pequeñas dimensiones. Por ello, consideramos que se trató de un establecimiento de una cierta entidad, un asentamiento de carácter posiblemente protourbano, al menos desde la Fase II, ocupado sin duda por una comunidad humana numéricamente importante. En este sentido cabe recordar que la dinámica urbanística de la ciudad de Ceuta, ininterrumpida hasta la actualidad, ha comportado la desaparición de multitud de horizontes arqueológicos, de todas las épocas. El hecho de no disponer, por ahora, de otros datos positivos, excepto dos asas de ánforas recuperadas en contexto secundario en la excavación cercana de la Puerta Califal, sobre la extensión del asentamiento arcaico, no es en absoluto óbice para desmentir sus dimensiones espaciales, ni mucho menos discutir su carácter, según antes se ha explicado. Otro hecho clave es la evolución desde un asentamiento de cabañas, que sin duda debió nacer antes de acabar el siglo VIII aC, hacia un tipo de ocupación delimitada por calles de una cierta anchura, alrededor de las cuales se iban construyendo edificios con bases de muros de piedra, de plantas rectangulares y cuadradas, en ocasiones complejas y líneas rectas. Ya se ha dicho, que se trata de un modelo evolutivo que tiene parangón en no pocos establecimientos de Bronce Final a Hierro Antiguo peninsulares y que, sin embargo, en la costa noroccidental africana apenas era conocido. Cabe, finalmente, añadir que a pesar de desconocerse la etapa más antigua del Bronce Final en esta área geográfica, a partir al menos de finales del siglo VIII aC, ya puede hablarse claramente de sedentarización.

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Conclusiones generales

2. LAS FASES Y LA CRONOLOGÍA En cuanto a la cronología global del asentamiento, del análisis específico de los vasos cerámicos así como de la variabilidad de componendas de las secuencias estratificadas se han obtenido una serie de parámetros clave. El primero, que la fase I, presumiblemente anterior a un urbanismo de líneas rectas, tiene un tope cronológico que se halla entre finales del siglo VIII y el primer tercio del siglo VII. En este sentido, cabe indicar que los estratos basales de esta fase se hallan bien enmarcados en secuencias con hitos relativos más o menos claros. Los materiales cerámicos de esta fase, en los cuales se integran materiales como ánforas fenicio-occidentales T-10111, parecen responder a un momento que se sitúa en la época final de lugares como Las Chorreras o justo después. A esta datación no han podido contribuir elementos fenicios tradicionalmente reveladores, como son los platos de engobe rojo, por la sencilla razón que en esta época no despertaban el interés de los habitantes del asentamiento protohistórico. El segundo, que el nacimiento del citado urbanismo en la fase IIa y su consolidación plena en la fase IIb, va acompañado de un incremento cuantitativo y especialmente cualitativo de las cerámicas fenicias, sobre todo de las vajillas de engobe rojo, con materiales que fechan los estratos atribuidos a cada una de estas dos fases respectivamente en el segundo y tercer cuarto del siglo VII aC. El tercero, es el momento final del asentamiento de Ceuta, sobre lo cual ya se ha advertido del corte moderno, brusco, horizontal y artificial de la secuencia estratificada. Este hecho no permite afirmar, ni desmentir una eventual continuidad del hábitat más allá de la fecha, de alrededor 600 aC, que se argumenta a continuación. En efecto la fase IIc, que se ha situado a lo largo del último cuarto del siglo VII aC, muestra en su techo (p. ej. UE.016) algunos rasgos en su componenda vascular que anuncian claramente la época del estrato II del sector 3/4 del Cerro del Villar (finales del siglo VII a primer cuarto o tercio del siglo VI aC) y sin embargo faltan completamente materiales fenicios que son muy típicos a partir del primer cuarto del siglo VI aC. Entre otros, se señala la ausencia de tipos de platos de este momento más evolucionados y de una gama de cuencos, entre los cuales los denominados de asas de espuerta, más o menos variada, que tampoco existen en Ceuta y sí en yacimientos, que perduran más, entre los cuales, y aparte del Cerro del Villar, cabe citar, las secuencias de Málaga ciudad, de La Pancha en el Algarrobo, o del yacimiento atlántico de Mogador, que se alargan en el tiempo más allá de la estratigrafía, al menos la conservada, de Ceuta. Otros argumentos avalan esta cronología no posterior a c. 600 aC para la fase IIa. Por una parte, el hecho que los porcentajes de cerámica gris fenicia de toda esta fase son aún muy bajos, como es típico del siglo VII y no del VI. De otra, la ausencia de la corriente comercial samio-focea de los primeros decenios del siglo VI, de la cual no existe en Ceuta ni una sola evidencia. Y, finalmente, la falta también

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de estilos decorativos sobre contenedores medianos fenicios que, por ejemplo en el cerro del Villar, son muy característicos de este momento (presencia muy notable de espirales, aspas, estrelliformes, reticulados, etc.). Por todo ello, se fijan los topes cronológicos de la estratigrafía de Ceuta entre c. 710-700 y c. 600 aC. A efectos cronológicos, cabe añadir también los dos análisis realizados sobre muestras orgánicas procedentes respectivamente de la UE.159 y la UE.051. En la primera, atribuida estratigráficamente a la fase I, el resultado es el siguiente: Beta-203686 UE.159. Conventional radiocarbon Age: 2560 +/- 40 BP. Measured Radiocarbon Age: 2570 +/- 40 BP. 2 Sigma Cal. BC 810-760 / BC 680-550. Cal BP2760-2710, BP 2630-2500. 1 Sigma Cal. BC 800-770 , BP / BP2750-2720. En la segunda, que es el paradigma la fase IIb, el resultado es Beta-203685 UE.051, Conventional radiocarbon age: 2540 +/- 40 BP. Measured Radiocarbon Age: 2530 +/- 40 BP. 2 Sigma Cal. BC 800-740, BC 710-530, Cal BP27502690 / BP 2660-2480, 1 Sigma Cal. BC 790-760, BC 620-590, BP 2740-2710 - BP2560-2540. A pesar de que la cronología arqueológica convencional que se ha aplicado a toda la estratigrafía del yacimiento y, más concretamente a estas dos unidades, tiene un enmarque muchísimo más afinado, cabe admitir que las dataciones radiométricas no andan del todo desencaminadas, máxime, cuando es sabido que se trata de dos varas distintas de medir. Es positiva también la coincidencia, dejando de lado cifras absolutas, en atribuir, por ambos métodos, una mayor antigüedad a la UE.151 (fase I), que a la UE.051 (fase IIb). Por otro lado, la datación arqueomagnética realizada (véase CANTARIZI en esta misma obra) revela, con un 95% de probabilidad estadística, que la magnetización de la estructura UE.080 pudo adquirirse bien entre el 1000-862 aC o entre el 1035-835 aC.

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Conclusiones generales

3. LA FILIACIÓN CULTURAL DEL ASENTAMIENTO DE CEUTA Como se ha argumentado en otros capítulos, el porcentaje de cerámica a mano resulta demasiado alto para considerar, sin más, el asentamiento de Ceuta como fenicio. Se ha dicho en más de una ocasión que cantidad de cerámica a mano y etnia no tienen porqué ser sinónimos, pero lo mismo podría decirse a contrario sensu, que tampoco sería sinónimo de etnia fenicia. La realidad indiscutible es que en los asentamientos del extremo Occidente, donde no existe discusión sobre su carácter de colonia, y aún siempre dentro de las matizaciones impuestas por una mixtificación cada vez más evidente en los enclaves coloniales, ya se ha visto que dichos porcentajes son siempre muchísimo más bajos. También, teóricamente, ello podría rebatirse con el argumento que, en realidad, se tratara de un asentamiento fenicio, aunque no auto-productor de cerámica a torno y de ahí el rasgo diferencial. Sin embargo, otros de estas mismas características, como el de sa Caleta en Ibiza, donde jamás se fabricó cerámica a torno, ofrecen también una panorámica en cuanto a cerámica a mano muy distinta y, desde luego, de mucho menor peso tanto absoluto como relativo. Entonces, no sólo según este criterio, sino también por lo dicho sobre la fabricación in situ de esta cerámica la balanza se inclina en otro sentido, el de la realidad de un asentamiento autóctono, pero altamente matizado por la presencia y/o el comercio de agentes fenicios, que a la postre se traduciría en una fuerte asimilación de formas materiales propias de estos últimos. Este hecho es observable a través de la cultura material, tanto de carácter mueble como en la propia urbanística. Así cabe recordar que la introducción a gran escala de piezas de vajilla a partir de la fase IIa es paralela al inicio de la urbanística de líneas rectas, ámbitos construidos adosados, presencia de calles y plazoletas, etc. Pero no ya solo factores porcentuales inciden en esta impresión. Es muy significativo también por ejemplo el hecho que en la primera fase, aquí denominada fase I, se aprecie claramente una elección selectiva de vasos a torno como copas y la vajilla gris, que contrasta significativamente con lo que se comprueba en yacimientos propiamente fenicios del extremo occidente y puede demostrar un gusto más bien de corte indígena. Al margen de la cerámica, elementos como los posibles fondos de cabaña apuntan también en el sentido indicado, puesto que no es posible, en absoluto, atribuirles un carácter fenicio. Incluso, el estudio de una serie de instrumentos líticos (Ramos, Domínguez-Bella y Vijande, en esta misma obra) pone de manifiesto la perduración en todas las fases de claras tradiciones del Bronce Final. Un útil lítico es descrito como neolítico (Ramos, Domínguez-Bella y Vijande, en esta misma obra) lo que puede interpretarse como una frecuentación más o menos intensa de este lugar por miembros de sociedades tribales, cuya existencia ha sido descrita en diversos puntos del Campo Exterior de Ceuta. Nada indica hasta el momento la existencia de una facies neolítica en la Plaza de la Catedral o en sus alrededores.

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Tampoco, en relación a todo ello, puede obviarse otra cuestión, el desconocimiento de los cementerios directamente relacionados con el asentamiento de Ceuta. De poderse algún día investigar grupos de tumbas se obtendrá un nuevo y trascendente punto de visión acerca de su cultura puesto que las concepciones funerarias normalmente reflejan tipos de comportamientos tanto o más específicos que los propios lugares de hábitat. Recuérdese, por ejemplo, el caso de las amplias necrópolis alrededor de Tánger investigadas hace años por M. Ponsich (1967, 1969, 1970), donde una población agrícola a juzgar, entre otros aspectos, por las hoces de hierro halladas e imbuida de elementos fenicios, como reflejan claramente sus ornamentos personales de oro y plata, muestra en cambio su clara pertenencia al mundo autóctono mediante rutinarias y sistemáticas inhumaciones en decúbito lateral flexionado en el interior de cistas de cuatro losas donde, hecho significativo, ninguna de las tumbas muestra claros detalles diferenciales que permitan calificarla, por ejemplo, de exógena. Sin embargo, un tema es el establecimiento del “factor humano dominante”, cuya matriz en este caso seguramente fue indígena y otro el carácter excluyente de dicho factor. En este sentido no pasa desapercibida una realidad y es que ni tan sólo la fase I, en base a los enunciados que permiten defender su existencia, escaparía a las influencias del factor fenicio. Significa esto, siempre con los datos de que se ha podido disponer, que desde el primer momento del asentamiento protohistórico de Ceuta el factor colonial estuvo ya presente. Entonces, algunas preguntas son claves: ¿qué papel jugaron en todo ello los fenicios? ¿Cómo evolucionó éste a lo largo del siglo que, como mínimo, este enclave estuvo activo? En cuanto a la primera pregunta puede también enunciarse en otros términos: ¿hubiera existido el asentamiento local sin un estímulo fenicio o por el contrario se trata de una instalación absolutamente costera y estratégica (dato relevante), ya pensada con vistas a un contacto con las gentes ultramarinas? Ciertamente, la respuesta definitiva aguarda un conocimiento mayor del horizonte protohistórico de la costa africana en el entorno del Estrecho de Gibraltar y aún más lejos, que hoy es demasiado precario. Y, sin embargo, ya se ha dicho en otro apartado, que ni cerca del Estrecho, ni más al oeste o, a la inversa, en los sitios conocidos de Orán, se desvinculan con claridad indígenas de fenicios, no siendo conocidos, al menos en la bibliografía disponible, los horizontes precoloniales. A otro nivel, se ha hablado, a propósito del estudio de las cerámicas a mano encontradas en el yacimiento, del carácter un tanto híbrido de sus formas, del mismo modo que de su relación, en gran parte de los casos, no sólo con modelos peninsulares de buena parte del sur y el sureste ibérico, sino también norteafricanos. Pero cabe posponer el tema de las relaciones entre las comunidades del Bronce Final de estas dos áreas continentales, al margen de los fenicios, a un número y cualidad de elementos de juicio ciertamente más elevado que el actual.

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4. LA ECONOMÍA DEL ASENTAMIENTO La abundante fauna (Camarós y Estévez, en esta misma obra) registrada desde el primer momento estratificado del yacimiento pone de relieve la existencia de una comunidad que tuvo en la ganadería uno de sus principales exponentes económicos. Concretamente desde la fase I ya se hallan bien representadas las especies Bos taurus, Sus domesticus (y/o Sus scropha), Equus caballus, Ovis aries /Capra hircus. A ellos cabe añadir un elemento hasta cierto punto extraño, el Ursus sp., documentado en esta fase inicial, pero cuyos taxones no se repiten en las secuencias posteriores. Dicha cabaña —en la cual la alta presencia de suidos parece un rasgo diferencial en relación a lo observado en yacimientos propiamente fenicios— se mantiene constante en todas las etapas con el dato, tal vez significativo de que a partir de la IIc aparecen nuevas especies, como el ciervo, el elefante y el conejo. Tales animales, en concreto bóvidos y caballos, al margen de una función alimenticia, debieron tener una finalidad de trabajo, en general para el transporte y la tracción en labores agrícolas. Esto último iría a la par con la presencia de un número corto pero significativo de molinos manuales, tal vez para triturar cereal u otra clase de grano, sobre todo a partir de la fase IIa y sucesivas. También los estudios antracológicos (Uzquiano, en este mismo volumen) hacen presumir una agricultura básicamente de secano. La pesca y el marisqueo (Zabala, Soriguer y Hernando, en esta misma obra) fueron también recursos explotados en este momento como se demuestra no sólo por la presencia en la excavación de algún anzuelo de bronce, sino también por una cantidad, no muy alta pero significativa, de restos de de ictiofauna, principalmente, léase exclusivamente, de espáridos, especies de aguas cercanas a la costa y capturables con una relativa facilidad. Lo mismo, evidentemente, en cuanto a la recolección, estrictamente costera, de un número considerable de especies malacológicas. Aparte de la auto-producción ganadera, agrícola y pesquera, otro elemento clave en la economía del asentamiento de Ceuta fue el comercio. En efecto, aquí este factor debe ser enfocado al menos bajo dos vertientes. Por una parte, la relación con otros asentamientos indígenas norteafricanos y, por otra, la relación con los fenicios. En cuanto a la primera, cabe admitir que resulta arqueológicamente más intangible, debido sobre todo a la teórica similitud de formas materiales, entre las mismas culturas. Dicho en otras palabras, muchos o un número indeterminado de vasos a mano, resultarían en teoría difíciles de atribuir al propio asentamiento u a otros vecinos. La posibilidad de la existencia de intercambios con el territorio circundante puede apuntarse también a partir de otras evidencias. En el yacimiento ha sido documenta-

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da la presencia de un diente de león (fase IIb), elemento posiblemente suntuario. La extinción del león del Atlas se ha producido en momentos muy recientes y sabemos de su intensa caza para los juegos circenses romanos. Aunque desconocemos su área de dispersión concreta, las fuentes clásicas citan genéricamente la provincia Tingitana, cabe recordar que Estrabón describe el cercano monte Abila como una zona donde se cazaban fieras. También se han localizado tres restos de elefantes, individuos jóvenes y con señales de descuartizamiento, procedentes de las fases I, IIa y IIc. La existencia de elefantes en la región es documentada después en época romana cuando fueron capturados masivamente para obtener marfil. Las evidencias obtenidas en el yacimiento de la Catedral afirman su consumo in situ si bien ello no contradice la posible exportación de sus colmillos. Otras especies documentadas (alcelafo, jabalí, oso, etc.) muestran la existencia de una actividad cinegética. En cuanto al comercio e intercambio con el mundo fenicio del extremo Occidente, su detección no tiene mayor problema en la medida que, en este caso, si resulta posible distinguir con facilidad sus formas culturales y materiales, para lo cual se remite al amplio análisis efectuado antes en el capítulo correspondiente. Primer dato que conviene plantear: ¿se trataba de un comercio indirecto o directo? La realidad, es que poco se sabe con precisión de las redes occidentales de comercio marítimo en esta época. Y, a pesar de ello, la posición geográfica del asentamiento de Ceuta, sobre un istmo clave, en la misma orilla meridional del Estrecho de Gibraltar, permite afirmar, con poco margen de duda, que los fenicios podían navegar directamente hasta este lugar, desde cualquiera de sus bases de la actual costa central y centro-occidental andaluza. En este sentido, es por ejemplo, conocida la navegación a vela directa hasta Ceuta, desde puntos diversos del área citada (Carmona 1996). Por otro lado ya se ha visto que la tipología y petrografía del material cerámico fenicio estudiado pertenece a talleres de zonas metamórficas, hecho que, precisamente, sitúa su frontera geográfica desde el río Guadiaro hacia el Levante, descartando rotundamente Gadir, cuyo supuesto papel, más aún un papel hegemónico en esta época, se viene perfilando desde hace algún tiempo (Ramon 2006: 206-208; íd. 2009: 508) como falto de bases sólidas. Otra posibilidad serían navegaciones directas desde enclaves fenicios situados más al E de la costa andaluza, directamente hacia puntos de la costa argelina y, desde ahí, una navegación costera en dirección poniente, recorriendo centros como los de Orán y otros, hasta llegar a Ceuta e, incluso, hacia la costa africana atlántica. Fuera este circuito el habitual, o lo fuera el contrario, sin descartar, además, otras variables, no puede obviarse que es un tema que en el futuro deberá enfocarse con más detalle, y no sólo en base a técnicas de navegación, derroteros, vientos, corrientes, etc., sino también sobre la base de un número mucho mayor de yacimientos africanos coetáneos exhaustivamente publicados, que permitan reseguir trayectos de productos concretos.

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Conclusiones generales

En cuanto a la naturaleza del comercio del asentamiento de Ceuta con los fenicios algunos argumentos parecen obvios. El primero, es la introducción de vino, sin duda en cantidades importantes, en el asentamiento protohistórico. En efecto, el análisis realizado sobre el complejo vascular, al margen de un número importante de vasos industriales que muy bien pudieron haber servido de contenedores a dicho producto, ha permitido, ya desde la fase I y con plena continuidad en las posteriores del asentamiento, constatar una introducción paralela de copas cerámicas inspiradas en modelos griegos, pero de fabricación fenicia, hecho que evidencia a todas luces el consumo del vino. Al mismo tiempo cabe citar toda la serie de contenedores fenicios de formato mediano, principalmente jarras tanto de cuello largo y estrecho, como corto y ancho, muy frecuentemente decoradas con pinturas bícromas o polícromas. Es más que probable que dichos envases no llegaran vacíos, aunque cabe admitir que su hipotético contenido, a falta de análisis orgánicos de residuos u otros elementos de juicio, es por ahora totalmente incierto. En último lugar están los contenedores de formato pequeño, concretamente las oil bottle y los dipper jug, ambos envases de aceites perfumados, que llegan pronto al asentamiento aunque en cantidades absolutas no muy elevadas y reflejan la introducción de nuevas costumbres en el ámbito del cuidado corporal o incluso otros aspectos rituales. A otro nivel se encuentran las numerosas piezas de vajilla que, sobre todo a partir de la fase IIa, invaden en proporciones elevadas el asentamiento. En este caso se trata de objetos con un determinado valor en sí mismos, como servicio principalmente de mesa, dejando de lado otros elementos minoritarios entre los cuales se incluyen lucernas o soportes a torno. Visto lo que arqueológicamente es claro y tangible de la oferta comercial fenicia cabe preguntarse cuál fue el contracambio indígena a tales productos y mercancías. En realidad, es bien sabido que los fenicios tuvieron como motor primordial de su amplia y lejana expansión ultramarina la búsqueda de metales, hecho que, además de las fuentes históricas, demuestran no pocos yacimientos arqueológicos. Las posibilidades mineras de la región no son demasiadas aunque ya se indicó la existencia de explotaciones de minas de antimonio en época contemporánea aunque nada puede decirse de su aprovechamiento en momentos anteriores. En el caso del yacimiento de Ceuta no se ha podido constatar el manejo de minerales o el procesamiento de los mismos, por lo cual y desde esta situación, es difícil establecer un vínculo. Sin embargo, conviene no perder nunca de vista una realidad y es la escasa superficie que ha llegado a poder investigarse, cosa que deja abierta la posibilidad que otros sectores del asentamiento sí tuvieran un carácter más específicamente metalúrgico.

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Por otro lado, es igualmente bien sabido que los fenicios incluso en su patria de origen fueron deficitarios de productos de primera necesidad, es decir productos alimentarios. Significa esto que una comunidad ampliamente ganadera y, al menos en cierto modo, también agrícola como la de Ceuta pudo contribuir con sus recursos propios a paliar este déficit mediante un intercambio que habitualmente es difícil de detectar con metodología arqueológica. Un elemento más, pero que en este caso sí se halla sustentado por evidencias arqueológicas, radica en la existencia de restos de elefante, al menos a partir de la fase IIc. En este punto parece perfectamente lícito plantear un comercio de marfil con los fenicios, cuyo interés por el producto es bien conocido en todos los ámbitos. En este sentido conviene recordar que en otros yacimientos atlánticos como Lixus (Iborra 2001: 200-201) se constata también la presencia de restos del mismo animal, con análogos planteamientos.

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Conclusiones generales

5. ¿ESPACIOS DE CULTO EN EL ASENTAMIENTO PROTOHISTÓRICO DE CEUTA? En cuanto a aspectos relacionados con el ámbito cultual las evidencias del asentamiento son muy escasas e incluso dudosas en este sentido, aunque cabe recordar nuevamente que el espacio excavado es muy reducido. De hecho, el único elemento perteneciente a la cultura material hipotéticamente vinculable con algún género de ritual podría ser el pequeño askos (110-113/58), como se ha dicho, procedente de un estrato de la fase IIa. En este sentido, se ha indicado que otra pieza, también de manufactura indígena y bastante similar a la de Ceuta, fue hallada en un contexto sin duda religioso, como es la fase tartésica del Palacio de Saltillo en Carmona (Belén, Escacena 1997, fig. 8) que, en este caso, pudo tratarse de un exvoto. De hecho, existen también askoi a torno en santuarios fenicios, como el de la célebre “chapelle Cintas” en el tophet de Salammbô (Cartago) (Cintas 1950, lám. LIV, 6; íd., 1970, fig. 39, entre otra mucha bibliografía). Sin embargo, cabe recordar que los askoi zoomorfos, muchos de los cuales reproducen figuras de aves, son numerosos en ambientes también funerarios, asociados a enterramientos infantiles y aparentemente con función de vasos-biberón. Al respecto pueden citarse las piezas del la necrópolis del Faro en Rachgoun (Vuillemot 1965: fig. 24), yacimiento cronológica y geográficamente muy vinculado con Ceuta, asociadas a tumbas de incineración, aunque no determinadas, sin olvidar que después, en el mundo púnico, por ejemplo el de Ibiza, existen multitud de vasos plásticos de este tipo principalmente de la segunda mitad del siglo V aC, asociados también a sepulturas infantiles. Por todo ello, cabe un margen de duda en cuanto a la atribución del askos de Ceuta a una función ritual o, por el contrario, a un elemento infantil visto su carácter posiblemente ambivalente. A pesar de ello, queda planteada la posibilidad que en el ámbito del asentamiento protourbano de Ceuta existieran espacios —fueran domésticos o por el contrario públicos o incluso de ambas vertientes— dedicados a funciones de culto, hecho que llevaría, al mismo tiempo, a una posible incidencia o influencia (aunque de naturaleza indeterminable) del factor fenicio considerada la raigambre que tienen en su ámbito propio estos vasos figurados.

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6. CEUTA EN EL CONTEXTO DE LOS ASENTAMIENTOS PROTOHISTÓRICOS DE LA COSTA OCCIDENTAL NORTEAFRICANA Complicado, por ahora, resultaría todo intento de establecer una vinculación, léase incluso un orden jerárquico, del establecimiento protohistórico de Ceuta con otros similares de la costa norteafricana del Estrecho de Gibraltar y zonas adyacentes, tanto atlánticas como mediterráneas. El problema, como otros muchos autores ya han señalado, viene dado por la falta de conocimiento físico de tales asentamientos. Si se empieza el análisis por la costa atlántica, es decir en dirección a poniente, pueden señalarse indicios de materiales arcaicos, incluidos fenicios, aunque del siglo VI aC, en la localidad de Dhar d’Aseqfane, en las cercanías de Ksar-es-Seghir, a unos 20 km de Ceuta que, por ahora, ni se hallan publicados, ni se tiene constancia de su alcance, si bien podrían marcar la existencia de un enclave contemporáneo cuya naturaleza se halla aún lejos de ser dilucidada. El siguiente es Tánger, la antigua Tingis. De este centro, de cuya importancia no cabe dudar, existen los trabajos fundamentales de M. Ponsich (1967, 1969, 1970) que, sin embargo, afectan de modo exclusivo a diversas necrópolis, las cuales, como ya se ha dicho antes, reflejan de modo claro poblaciones indígenas, conservando sus tradiciones funerarias y, sin duda, su propia identidad por mucho que mantuvieran contactos con el mundo fenicio. De este asentamiento, o asentamientos, se desconoce por completo el hábitat, hecho que limita en gran medida toda comparación con el de Ceuta. Si ahora el análisis se traslada a la orilla mediterránea existen también evidencias de esta época en las cercanías de Tetuán, concretamente, en Kitzán (Bernal et al. 2008a: 363-364), así como en la desembocadura de los ríos Martín y Emsá (Bernal et al. 2008b, fig. 1) dadas a conocer por ahora muy parcialmente que poco permiten asegurar nada sobre el carácter de los posibles asentamientos. Más al S, a unos nueve km de la desembocadura del río Lau, se excavó parcialmente un poblado de cabañas, de clara tradición del Bronce Final, con materiales cerámicos a mano pero también fenicios (Bokbot, Onrubia 1995). Este sería uno de los similares al de Ceuta, si bien aparentemente sólo en su fase I, puesto que en el asentamiento del Lau no se ha informado acerca la existencia de fases de urbanismo de líneas rectas. A partir de ahí, el registro actual da un salto geográfico considerable, hasta llegar a Sidi Dris, en el valle del río Amekrane, cerca de Alhucemas (Kbiri Alaoui, Siraj y Vismara 2004: 579-580, 588-600), también con indicios de material arcaico, pero pocos datos precisos. Y después, Melilla, la antigua Russadir, donde, en la Casa del Gobernador de esta ciudad han sido localizados algunos fragmentos de cerámicas arcaicas (noticia aparecida en la prensa local), sin que por ahora se hayan ampliado los datos.

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Conclusiones generales

Finalmente, muchos más a levante aún, no puede obviarse la importante labor de G. Vuillemot en los yacimientos oraneses de Rachgoun, Mersa Madakh y Les Andalouses (1954, 1955, 1965), en el último de los cuales también intervino P. Cintas (1954, 1976). Todo ello, y a pesar de los enormes vacíos, que por causas bien conocidas presenta la investigación protohistórica de estas costas norteafricanas, pone de manifiesto la existencia de numerosos enclaves cuyo carácter deberá, sin duda, ser revisado a favor de lo indígena. Estos se sitúan, aparentemente y con los datos actuales, que, como se ha dicho, son precarios, en sitios, o bien estrictamente costeros, o bien, en comunicación directa con cauces fluviales, sin descartar otros patrones geográficos, por ahora peor conocidos, a intervalos de un número considerable de kilómetros. Todo ello otorga un carácter relevante y sin duda preeminente al establecimiento arcaico de Ceuta, que paralelamente a otros similares o incluso de rango inferior, se repartían estos territorios y sus recursos, bajo la esfera paralela de un importante comercio fenicio. En este sentido, cabe valorar el asentamiento de Ceuta desde el punto de vista de la situación altamente estratégica que ocupa, ya que domina las rutas de navegación desde el Cabo Negro, por el lado sur, y por el norte, toda el área del Estrecho de Gibraltar. Por otra parte, no puede obviarse que su emplazamiento es ideal como foco catalizador de los recursos de un territorio más amplio, pero cuyo radio exacto deberá precisarse con investigaciones futuras en dicho hinterland. Estos son, en todo caso, los presupuestos explicativos para el asentamiento protohistórico de Ceuta.

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LÁMINAS

El asentamiento protohistórico de Ceuta. Indígenas y fenicios en la orilla norteafricana del Estrecho

Lám 1. Ceuta. Situación y configuración geográfica

Lám 2. Ceuta vista desde el Este con el monte Hacho en primer plano

Lám 3. El Estrecho de Gibraltar (EOS Nasa)

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Láminas

Lám 4. Catedral de Ceuta antes de la reforma de mediados del siglo XX. A la derecha, edificaciones que ocupan el lugar de la actual plaza. Nótese el espacio circundante (Plaza de África) a la misma cota de la Catedral. (Archivo José Luis Gómez Barceló)

Lám 5. La Catedral y la plaza adyacente. Estado inicial antes de la excavación.

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Lám 6. Ámbito I, en el contexto general de la excavación.

Lám 7. Ámbito I. Interpretado como posible edificio monocelular, presenta una gran estructura de combustión en su zona central.

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Láminas

Lám 8. Piroestructura localizada en el interior del Ámbito I. Se observan las dos fases de uso.

Lám 9. Ámbitos constructivos II y III, delimitados por M.011 y M.012.

Lám 10. Proceso de excavación del A. III. En primer término, askos a mano completo (nº. inv. 110-113/58).

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El asentamiento protohistórico de Ceuta. Indígenas y fenicios en la orilla norteafricana del Estrecho

Lám 11. Detalle de los restos de una estructura de barro y mampuestos (M.10), posible estructura de combustión circular.

Lám 12. Ámbitos constructivos IV y V. Vista general.

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Lám 13. Detalle del Ámbito IV. Suelo y concentración de cantos (UE.195), con forma pseudotriangular.

Lám 14. Ámbito VI. Delimitado por M.19, se observa la superposición de suelos de arcilla y guijarros.

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El asentamiento protohistórico de Ceuta. Indígenas y fenicios en la orilla norteafricana del Estrecho

Lám 15 Ámbito VII. Espacio delimitado por el muro de barro M.15, interpretado como posible cabaña. Al interior, restos de hoyos.

Lám 16. Ámbito VII. Restos de concentración de cantos, posible suelo (UE. 163).

236

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Lám 17. Espacio exterior E.a., interpretado como calle. Vista desde el N.

Lám 18. Vista del espacio exterior E.a., desde el S. Se observa un gran mampuesto clavado en la esquina del A. I, a modo de refuerzo frente a la zona de tránsito.

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Lám 19. Espacio E. b. Se localiza entre la calle (E. a) y el Ámbito II. Se pueden observar una serie de hoyos de postes, lindando con la calle, que debieron servir para cubrir esta zona abierta.

Lám 20. Espacio exterior E. c. Delimitado por la prolongación de M.12, que lo separa del A. III, y por la propia calle (E.a).

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Lám 21. Zona exterior denominada E. d. Se ubica al W de los ámbitos constructivos A IV, V y VI. Presentó en algún momento suelo de guijarros, por lo que pudo estar al menos parcialmente cubierta.

Lám 22. Zona exterior denominada E. g. Se sitúa al S. del A.I. Muy afectada por fosas contemporáneas.

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Lám 23. Espacio exterior E. f. Se dispone alrededor de una estructura de combustión, mal conservada (M.21).

Lám 24. Vista general de la excavación, con referencia a los Ámbitos identificados y los Espacios exteriores.

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Fig. 1. Istmo de Ceuta. Situación de la excavación



Figuras

Fig. 2. Planta general de la excavación con indicación de las distintas fases registradas

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CERÁMICAS (POR UNIDADES ESTRATIGRÁFICAS)

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Figuras

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Fig. 6

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Fig. 8

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Fig. 9

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Fig. 10

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Fig. 14

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APÉNDICES

Los restos arqueozoológicos de mamíferos: gestión y explotación del recurso animal en los niveles del siglo VII a.C. de Plaza de África (Ceuta)

Los restos arqueozoológicos de mamíferos: gestión y explotación del recurso animal en los niveles del siglo VII a.C. de Plaza de África (Ceuta)

CAMARÓS, Edgard

Laboratori d’Arqueozoologia. Departament de Prehistòria. Universitat Autònoma de Barcelona. Edifici M. Campus UAB. Bellaterra (08193). Barcelona.

ESTÉVEZ, Jordi

Laboratori d’Arqueozoologia. Grup de Recerca AGREST. Doctor vinculado al CSIC

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Los restos arqueozoológicos de mamíferos: gestión y explotación del recurso animal en los niveles del siglo VII a.C. de Plaza de África (Ceuta)

1. INTRODUCCIÓN El presente estudio arqueozoológico tiene como objetivo general incidir en la dinámica de explotación y gestión del recurso animal en el asentamiento de la plaza aledaña a la Catedral de Ceuta durante el siglo VII a.N.E. Más concretamente, el análisis pretende establecer las modalidades de explotación de los recursos animales en el marco de la estrategia económica implementada, las técnicas de procesado y obtención de los animales, así como la preparación y mantenimiento de los productos animales de cada fase en particular y del conjunto global de los restos en general.

2. METODOLOGÍA La determinación anatómica y específica se ha llevado a cabo usando la colección osteológica comparativa del Laboratori d’Arqueozoologia de la Universitat Autònoma de Barcelona. Para los restos que no se han podido identificar a nivel específico se han utilizado las siguientes categorías generales en base a la talla de los animales: mamíferos de talla media (MM) y mamíferos de talla pequeña (MP). Para los restos no identificados ni a nivel específico ni anatómico, se ha utilizado la categoría de restos no determinados (ND). Así mismo se ha calculado la totalidad del número de restos (NR) y el número mínimos de individuos (NMI), para cada fase y para la totalidad del yacimiento. Se han analizado las diferentes fases por separado para poder caracterizarlas individualmente en lo que a la gestión y explotación del recurso animal se refiere. De ésta manera, se ha buscado el registro de aquellas marcas que reflejen los diferentes procesos de trabajo implicados en el procesado y el consumo del animal como las de despellejamiento, evisceración, descuartizamiento, descarne así como termoalteraciones y fracturas para caracterizar las fases, compararlas entre sí y elaborar una conclusión general sobre la gestión del recurso faunístico.

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3. EL ANÁLISIS ARQUEOZOOLÓGICO DE LOS MAMÍFEROS En el análisis arqueozoológico del yacimiento se han documentado un total de once especies distintas (figura 1), que pertenecen a las órdenes animales de artiodáctilos, perisodáctilos, carnívoros y proboscidios. Dentro del conjunto destacamos especialmente la elevada representación de especies domésticas (99’39%) respecto a las salvajes (0’61%). De entre estas últimas identificamos especies autóctonas norteafricanas que actualmente no se encuentran en áreas suprasaharianas como el elefante, el león o el alcelafo y otros como el oso que se encuentran extinguidos actualmente en el continente africano.

FIGURA 1. Especies identificadas en el yacimiento y desglosadas por fases

Se han analizado un total de 3.062 restos arqueofaunísticos de las diferentes fases que representan un NMI de 59 (figura 2). Teniendo en cuenta la totalidad de los restos óseos, la fase I representa el 26’85%, la IIa el 15’77%, la IIb el 19’50% y la IIc el 37’79% siendo ésta ultima la fase con un mayor NR y NMI. Más adelante compararemos las diferentes fases entre ellas, aunque antes las analizaremos por separado para obtener una mejor visión de la gestión y explotación del recurso animal.

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FIGURA 2. Numero de restos (NR) y Numero Mínimo de Individuos (NMI) por fase y en total de las diferentes especies y categorías presentes en el yacimiento.

3.1 Fase I En la Fase I se han identificado un total de 822 restos arqueofaunísticos, representando un 26’85% dentro de la totalidad del yacimiento. Teniendo en cuenta el NR, en orden de importancia se sitúan en cabeza los restos de bovinos (27’13%), seguidos de los de suidos (10’10%) y de ovicaprinos (9’37) (figura 3). En menor medida está representado el caballo, el elefante y el oso (todos con un solo elemento). Así mismo, los restos no identificados a nivel específico han sido adjudicados a diferentes categorías según la talla del animal representado. Las especies domésticas representan el 99’57% respecto a las salvajes con un 0’43%, es decir, que la subsistencia en esta fase estaba orientada básicamente hacia la ganadería o el pastoreo con una ínfima representación de restos animales producto de actividades cinegéticas o de origen silvestre. Pese a que los restos óseos de bovinos son mayoritarios, cuando observamos el NMI nos damos cuenta que cada categoría de bovinos, suidos y ovicaprinos está representada por igual número de individuos (NMI 4). No obstante, hay que decir que la mayor masa cárnica a partir de estos datos, estaría aportada por bovinos. Ovicaprinos y suidos representan prácticamente el mismo porcentaje de restos, aunque si duda los suidos aportarían más carne y habrán tenido mayor importancia en la dieta. Para bovinos, los perfiles etarios muestran que de los individuos representados (NMI), al menos 3 pertenecen a una edad superior a los cuatro años a partir del estado de fusión de los restos (adultos), y 1 a una edad comprendida entre los 15 y los 18 meses. Si consideramos que un individuo adulto puede aportar aproxima-

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damente unos 200 kg, y un individuo de unos 15-18 meses unos 60 kg, entonces observamos que los individuos representados pudieron aportar un total aproximado de 660 kg de carne. Los suidos, por su parte, representan en total unos 100 kg, puesto que el NMI representa a 3 individuos de entre 7-11 meses (juveniles) de unos 20 kg de carne cada uno, y a un individuo adulto de entre 1-2 años con un aporte cárnico calculable en unos 40 kg.

FIGURA 3. Tabla con la relación de los taxones identificados en la fase I (NR y NMI y su representación porcentual) (izquierda). Gráfico circular con la representación de las especies identificadas en la fase (derecha) sin tener en cuenta restos de las categorías MP, MM y ND.

Entre los ovicaprinos representados domina la oveja, así que es muy probable que la categoría de ovicaprinos (Ov/C) esté representando básicamente restos de Ovis aries. Los perfiles etarios muestran que los individuos representados superan los tres años de vida en el momento del sacrificio. Al comparar la presencia de las diferentes partes esqueléticas de las tres especies animales mayoritarias representadas en el yacimiento, observamos que en el caso de bovinos las extremidades son la parte anatómica más representada, y dentro de éstas las extremidades posteriores. Esto podría explicarse a partir de la preservación diferencial de los huesos largos en detrimento de los de la zona axial, por ejemplo por una cuestión de densidad estructural o por una fragmentación intensiva del cuerpo que haría indeterminables sus restos. La sobrerrepresentación de la extremidad posterior se explicaría a partir de la mayor cantidad de huesos de la articulación (tarso) recuperados, que por su compacidad se habrían conservado mejor. La comparación entre la representación de las partes anatómicas por especie nos muestra que suidos y ovicaprinos tienen una tendencia a una representación muy similar con una mayor presencia de partes esqueléticas del esqueleto craneal 382

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y axial respecto a los bovinos, quedan diferenciados por una mejor representación de las extremidades (figura 4).

FIGURA 4. Representación del porcentaje del número de restos (NR) por parte anatómica en la Fase I de Bos taurus (BOTA), Sus domesticus (SUDO) y Ovicaprinos (OVICA).

En esta fase también se ha identificado un resto de oso pardo (Ursus arctos) en la UE151. Se trata de un fragmento de ulna de la extremidad derecha de un individuo adulto muy robusto, con las inserciones musculares muy marcadas. El resto presenta marcas de desarticulado y despellejado con una herramienta metálica contundente, lo que nos hace plantearnos un posible consumo aislado de esta especie (figura 5) o un procesado particular. La presencia de restos de oso en el Norte de África en yacimientos arqueológicos, es poca pero no inexistente. Se documenta esta especie hasta mediados del Holoceno (Dobson, 1998). No obstante a partir del Neolítico su evolución no esta muy clara y su presencia no sólo en yacimientos arqueológicos, sino también paleontológicos especialmente en época histórica decrece considerablemente, planteándose incluso su extinción. Pese a esta baja representación, se documenta mediante fechados radiocarbónicos, su presencia en una cueva de la región montañosa de Akouker (Djurdjura, Argélia) con fechas calibradas entre el 420 y el 600 d.C. (Hamdine et al., 1998). Esta es la evidencia más reciente de la supervivencia del oso pardo en el Norte de África.

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FIGURA 5. Fragmento de ulna derecha de Ursus arctos. Detalle de las marcas de procesado y de la situación del resto en el esqueleto de oso.

3.2 Fase IIa En la Fase IIa se han identificado un total de 483 restos arqueofaunísticos, representando el 15’77% de la totalidad del yacimiento. Entre esta fase y la anterior, registramos un posible cambio en la gestión del recurso animal que se acentuará en las fases siguientes. El porcentaje de NR que corresponden a bovinos (18’63%) ya no esta tan lejano del que representa el cerdo (10,77%) si lo comparamos con la fase inmediatamente anterior. Sí que aumenta, no obstante, la distancia tanto en NR como en el porcentaje que representan, los ovicaprinos (4,97) respecto a las dos anteriores especies citadas (figura 6). Se documenta también perro (NR=1) y elefante (NR=1). Aquí también, los restos no identificados a nivel específico han sido adjudicados a diferentes categorías teniendo en cuenta la talla del animal. Al igual que en la anterior fase, el porcentaje de la presencia de especies silvestres respecto a las domésticas no llega a un 1%. Las especies no domésticas repre384

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sentan en esta fase sólo un 0’60%. Esto nos indica la predominancia de actividades ganaderas o pastoriles para la subsistencia en el asentamiento y la marginalidad del aporte de especies cinegéticas. Al igual también que en la anterior fase, los bovinos representan el taxón con mayor NR, seguido de los suidos y los ovicaprinos. No obstante, si tenemos en cuenta el NMI, observamos que las tres categorías específicas representan el mismo número de 4 individuos cada una. Así pues según el NMI, que nos calibra la posible visión que podemos hacernos a partir del NR, los bovinos son los que proporcionan mayor masa cárnica. A partir del estudio de los restos, podemos observar que del total del NMI de bovinos, uno pertenece a un individuo adulto de más de 4 años de unos aproximados 200 kg, y otro a uno juvenil de entre 15 y 18 meses de unos 60 kg. Esto representaría un aporte aproximado e hipotético de carne por parte de los bovinos de unos 260 kg. En cambio, los suidos proporcionan unos 60 kg sumando los correspondientes a un individuo juvenil de entre 7-11 meses con un aporte de unos 20 kg, y a un individuo adulto de entre 1 y 2 años con unos 40 kg de potencial cárnico. Los ovicaprinos están representados exclusivamente por individuos que superan los tres años de vida en el momento de la muerte, al igual que en la fase anterior.

FIGURA 6. Tabla con la relación de los taxones identificados en la fase IIa (NR y NMI y su representación porcentual) (izquierda). Gráfico circular con la representación de las especies identificadas en la fase (derecha) sin tener en cuenta restos de las categorías MP, MM y ND.

La representación de las diferentes partes esqueléticas de las principales especies representadas (figura 7) nos muestra también un cambio respecto a la fase anterior. Las diferentes partes anatómicas de bovino, adquieren similar importancia entre ellas, destacando ahora las partes del esqueleto axial, craneal y de la cintura pélvica. Esta diferencia respecto a la fase anterior estaría apuntando a que la

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representación anatómica no es debida a factores tafonómicos de preservación diferencial de los restos sino a las características del procesado y a una distribución diferencial de los residuos animales. Los suidos mantienen una representación similar a la fase anterior, destacando quizás un poco más el esqueleto apendicular. Son en cambio, los ovicaprinos los que si que cambian no sólo en NR si no también en su representación de partes anatómicas que se mantendrá de manera casi idéntica en todas las siguientes fases. Adquieren importancia el esqueleto axial y craneal, seguido en menor medida del apendicular y la nula presencia de elementos de la cintura pelviana.

FIGURA 7. Representación del porcentaje del número de restos (NR) por parte esquelética en la Fase IIa de Bos taurus (BOTA), Sus domesticus (SUDO) y Ovicaprinos (OVICA).

Como ya hemos anunciado, a partir de la segunda fase se documenta la presencia de restos de perro, con evidencias de haber sido consumido (figura 8). En el caso de la Fase IIa se trata de restos óseos que pertenecían a un mismo posible individuo adulto de talla media comparado con los de su misma cronología de la Península Ibérica.

3.3 Fase IIb En la Fase IIb se han identificado un total de 600 restos arqueofaunísticos, representando un 19’50% dentro de la totalidad del yacimiento. Ahora el cambio respecto a la fase I se acentúa y lo podemos constatar bien a partir del NR. Los restos de bovinos (NR=160) y los de suidos (NR=169) representan prácticamente el mismo porcentaje dentro de la totalidad de las categorías establecidas, un 28’17% para cerdos y un 26’67% para bovinos, aunque si no tenemos en 386

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FIGURA 8. Representación en un esqueleto modelo de Canis familiaris de los restos de perro identificados en el yacimiento, e imágenes en detalle de las marcas de procesado en alguno de los restos determinados.

cuenta los restos de MP, MM y ND, representan aproximadamente un 44% ambas categorías. Los ovicaprinos siguen con una representación similar a la anterior, un 4’67% de los restos. Aparece el jabalí por primera y última vez en el conjunto con un solo resto, y continuamos con la presencia de perro (NR=2; NMI=1) con 0’33%. Identificamos también la presencia de león con un resto. Observamos que los cerdos superan por primera vez en NR a los bovinos, una nueva situación en el plano de éste asentamiento que se repetirá también en la siguiente fase. En cuanto al NMI también los suidos doblan a los tres individuos de bovinos representados. No obstante esta diferencia en NMI, si tenemos en cuenta el peso de los individuos de las dos especies, los bovinos seguirían superando en posible aporte cárnico a los suidos. Del total de NMI, en el caso de los bovinos, 2 pertenecen a individuos de más de cuatro años con un posible aporte de 200 kg cada uno, y otro de entre 15 y 18 meses con un potencial de unos 60 kg de carne. Esto nos proporciona un total hipotético de unos 460 kg. Los suidos por su parte, proporcionan 140 kg de carne, si tenemos en cuenta que de su NMI total, 5 pertenecen a individuos con una masa cárnica de

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unos 20 kg, y uno de entre uno y dos años con un posible aporte de unos 40 kg. Los tres ovicaprinos (NMI), tal y como ocurre en las anteriores fases, superan los tres años de vida en el momento de la muerte.

FIGURA 9. Tabla con la relación de los taxones identificados en la fase IIb (NR y NMI y su representación porcentual) (izquierda). Gráfico circular con la representación de las especies identificadas en la fase (derecha) sin tener en cuenta restos de las categorías MP, MM y ND.

En esta fase las especies domésticas representan el 99’45% del total de los restos identificados a nivel específico, y las no domésticas tan sólo el 0’55%. La tendencia es la misma que en las anteriores fases, donde la subsistencia se base principalmente en la cría de animales domésticos, con un papel testimonial de actividades cinegéticas. No obstante, con la presencia del león debemos ser cautelosos, pues se trata de un solo resto de canino que podría perfectamente haber sido aportado como elemento comerciado y no subsistencial procedente de un lugar de captura no inmediato. La representación de las partes esqueléticas de las principales especies (figura 10), muestra una tendencia muy similar a la registrada en la anterior fase. Destacamos la representación por partes anatómicas de los ovicaprinos, prácticamente idéntica a la anterior.

3.4 Fase IIc En la Fase IIc se han identificado un NR total de 1157 que representa un 37’79% dentro del total de fauna analizada (figura 11). Observamos que al igual que en la fase anterior, los restos de suido superan a los de bovino por muy poco representando casi el mismo porcentaje teniendo en cuenta los restos de MP, MM y ND (entre un 25% y un 27%) y sin tenerlos en cuenta (entre un 45% y un 48%). Los ovicaprinos, en cambio siguen la misma tendencia que en las fases II, es decir, muy 388

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FIGURA 10. Representación del porcentage del número de restos (NR) por parte esquelética en la Fase IIb de Bos taurus (BOTA), Sus domesticus (SUDO) y Ovicaprinos (OVICA).

poco representados, en este caso con un 2’68%. Se documenta por primera vez la presencia de caballo consumido (0’43%), aunque con muy pocos restos (NR=5). También se determina la presencia de perro (0’35%), de alcelafo (0’17%) y elefante (0’26%). Si tenemos en cuenta el NMI veremos que por primera vez los suidos (NMI=10) superan por el doble a los bovinos (NMI=5). No obstante, esta información es necesario calibrarla con los hipotéticos aportes cárnicos de cada especie teniendo en cuenta los perfiles etarios. Los bovinos representan un NMI de 5, de los cuales 4 pertenecen a individuos adultos de más de 4 años con un aporte aproximado de

FIGURA 11. Tabla con la relación de los taxones identificados en la fase IIc (NR y NMI y su representación porcentual) (izquierda). Gráfico circular con la representación de las especies identificadas en la fase (derecha) sin tener en cuenta restos de las categorías MP, MM y ND.

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200 kg, y un individuo juvenil de más de un año y medio con un posible aporte de 150 kg. Esto nos da una suma de unos 950 kg, por encima de los suidos que aportan un total de 240 kg aproximadamente. El NMI de los cerdos esta representado por 8 individuos juveniles de entre 7 y 11 meses con un posible aporte de 20 kg cada uno, y 2 individuos adultos de entre 1 y 2 años con un aporte de unos 40 kg. Los ovicaprinos siguen la misma tendencia que en las anteriores fases, y su NMI esta representado por individuos adultos de más de tres años. De las especies identificadas a nivel específico, esta fase sigue la misma dinámica. Los animales salvajes están representados por un 0’78%, un porcentaje muy bajo, que se repite de manera similar (un 99’22%) que en las anteriores etapas, comparado con el de las especies salvajes.

FIGURA 12. Representación del porcentaje del número de restos (NR) por parte esquelética en la Fase IIc de Bos taurus (BOTA), Sus domesticus (SUDO) y Ovicaprinos (OVICA).

En cuanto a la representación de las diferentes partes esqueléticas de las principales especies representadas (figura 12), observamos que la tendencia es la misma que en las anteriores fases aunque en esta ya encontramos más similitud entre la representación esquelética del cerdo y el bovino. Esto nos esta indicando un procesamiento muy similar para una y otra especie que tiene su punto máximo en esta fase. En las anteriores fases esta dinámica no se apreciaba tan fácilmente, pero la tendencia era hacia una misma explotación entre estos dos taxones. Los ovicaprinos siguen la misma dinámica que en las fases IIa, b y c. En esta fase, tal y como ya hemos dicho, se determina la presencia de alcelafo o bubal (Alcelaphus buselaphus), un antílope africano de unos 120-200 kg. La presencia de esta especie se documenta arqueológicamente en, por ejemplo, niveles Neolíticos de Kaf-tat-el Ghar (Ouchaou & Amani, 1997), en la región montaño-

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sa de D’jebel Ghorghez a siete kilómetros de Tetuán, o en los estratos del Neolítico al Bronce del cercano yacimiento de Ghar-Khal en Ceuta (Ouchaou, 1999). Actualmente no se puede encontrar esta especie en el norte de África.

FIGURA 13. Falange primera de Alcelaphus buselaphus y detalle de la marca de procesado presente en el resto, así como una representación pictórica de un alcelafo o bubal.

3.5 El estudio de las paleopatologías El estudio de las paleopatologías puede darnos una idea del grado de presión antrópica sobre las diferentes especies representadas en el conjunto. En el presente análisis se han documentado un total de 13 restos con afecciones de posible causa antrópica. Todos los elementos anatómicos pertenecen a la segunda fase (a, b y c). Se han identificado seis restos dentarios de cerdo (con un NMI de 3) que presentan una afección llamada hipoplásia. Este tipo de patología genera una serie de estrías horizontales en el esmalte dentario (v.p.e. figura 14), especialmente en especies de ganado suido y bovino. Dicha afección se asocia a un estrés de tipo fisiológico de naturaleza infecciosa o por desnutrición, en un momento concreto del crecimiento y desarrollo del individuo (Dobney y Ervynck, 1998). Un total de siete falanges primeras de bovino (con un NMI de 3), presentan lo que en paleopatología se denomina lipping (v.p.e. figura 15). Esta afección se desarrolla en la superficie articular de un elemento óseo generando una exóstosis, es decir, nuevo tejido óseo que en este caso concreto se forma en la epífisis (Norkjaer, 2002). En los documentados en este conjunto, todas las exostosis de tipo lipping se documentan en la superficie articular proximal de las primeras falanges de bovino adulto. Este tipo de exóstosis es interpretada como resultado de una sobre-exposición al trabajo de tracción del ganado doméstico. Es una paleopatología altamente relacionada con el uso del recurso animal en la agricultura, especialmente en la tracción o el tiro de arados (ídem., Bartosiewicz et al. 1997). 391

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Figura 14. Imagenes de diferentes elementos dentarios de Sus domesticus con hipoplásia.

Así mismo se documenta una displasia de nacimiento (malformación en el hueso) en un radio de cerdo juvenil de la UE151, afección de origen no antrópico que posiblemente se reflejara en una cojera del individuo.

FIGURA 15. Imagen de una falange primera de Bos taurus con lipping en la superficie articular proximal.

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3.6 Comparación entre fases Al comparar los restos arqueofaunísticos de cada fase, lo primero que observamos es un cambio entre la fase I y las subfases de la fase II. A partir de la fase IIa, se observa que la distancia en NR entre las principales especies, cerdos y bovinos, es menor a medida que se suceden las fases, para superar al final (por muy poco) los suidos a los bovinos a partir de la fase IIb. De ésta manera, si tenemos en cuenta la totalidad de la fauna analizada, observaremos que en la fase I la distancia en porcentaje de NR es de 4’57 puntos a favor de los bovinos, para ir disminuyendo hasta 1’24 en la fase IIa, a 0’29 en la fase IIb (aquí dominan los suidos) y en la IIc hay una diferencia de 0’36 puntos a favor de suidos. Vemos según el NR que los cerdos van adquiriendo mayor importancia a medida que pasa el tiempo. Si tenemos en cuenta el NMI, observaremos la misma dinámica: si en las dos primeras fases en NMI es el mismo, a partir de la fase IIb, el cerdo aumenta considerablemente hasta doblar a los bovinos, situación que se repite en la última fase. Los ovicapridos en cambio pierden importancia tanto en NR como en NMI a partir de la fase IIa.

FIGURA 16. Comparación entre fases del porcentaje de NR, sin tener en cuenta MP, MM y ND.

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El NR y el NMI en general también sufren un cambio entre la fase I y las siguientes. A partir de la fase IIa, disminuye considerablemente para volver a los mismos niveles de la fase I en la IIb y para empezar a aumentar notablemente hasta la IIc. Se observa también un cambio entre la primera fase y las siguientes en cuanto a la representación de las diferentes partes esqueléticas se refiere. La interpretación de este cambio es muy arriesgada con tan pocos restos, no obstante se puede decir que se evidencia un cambio en la representación anatómica que quizás indique un cambio en la gestión y explotación del recurso animal. Observamos que la representación de la oveja a partir de la segunda fase se diferencia de la de bovinos y suidos, no sólo en el NR sino también en la dinámica. Es decir, a partir de la segunda fase la representación de la oveja sigue el mismo patrón (en IIa, IIb y IIc) apareciendo especialmente restos del cráneo y del tronco y disminuyendo la presencia de restos de las extremidades y desapareciendo la de restos de la cintura pelviana. Los bovinos y suidos tienden a la homogenización tanto en NR como en representación esquelética, para tener una representación casi idéntica por partes esqueléticas en la fase IIc. Los perfiles etarios muestran una tendencia que se repite en cada fase para las tres especies principales. Los bovinos se sacrifican en su mayoría en edad adulta (con más de cuatro años), los cerdos en su etapa juvenil (entre 7 y 11 meses) y los ovicaprinos en edad adulta (con más de tres años). En cuanto a la presencia de especies domésticas respecto a las salvajes, la representación en porcentaje de NR, es casi idéntica, así como la variabilidad específica (a excepción de la fase IIa, donde la representación específica es de 5 taxones distintos, cuando en todas las otras fases es de 7). Algunas diferencias quizás significativas, son la presencia de oso en la primera fase, y la identificación de restos de perro a partir de la fase IIa.

4. CONCLUSIONES GENERALES A modo de conclusiones generales diremos que a grandes rasgos se observa un cambio en el patrón de gestión y explotación del recurso animal entre la primera fase y las posteriores (IIa, IIb y IIc). El conjunto estudiado corresponde básicamente un aprovechamiento alimentario, aunque también hemos podido acercarnos a otros aspectos de la producción de la sociedad generadora de estos restos. En el presente conjunto hay tres especies que son las más representadas, que constituyen los taxones más explotados en el yacimiento y son de gran importancia en la dieta, a saber, bovinos, cerdos y ovicaprinos. Estos últimos en menor medida. Hay que decir que los ovicaprinos, posiblemente sean en su mayoría ovejas, como marca la tendencia de los restos que han podido ser identificados específicamente. A partir del análisis arqueozoológico y de la comparación entre fases (especificado en el anterior subapartado), podemos decir que se registra un cambio en la

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segunda fase, y que a partir de esta se intensificará la explotación, especialmente de bovinos y cerdos. Según la forma de explotación registrada los bovinos fueron los que aportaron más masa cárnica. Sin embargo creemos que estos no fueron explotados exclusivamente para este fin, puesto que las edades de sacrificio registradas muestran que eran consumidos en edad adulta. Esto sugiere que se usaron para explotar también su fuerza de trabajo (como indica el estrés sufrido en las extremidades) y probablemente otros productos secundarios como la leche. En cambio los cerdos eran sacrificados en edad juvenil, entre los 7 y los 11 meses, que es una edad de sacrificio para aprovechar exclusivamente su potencial cárnico. Estos perfiles etarios de sacrifico, son muy similares a los registrados en el yacimiento fenicio de la misma cronología de La Fonteta (Valencia) (Iborra, 2004), así como en Toscanos, Cerro del Villar y Castillo de Doña Blanca (citados en Iborra, 2004). Observamos que los cerdos aumentan mucho en NMI y NR, esto se debe muy posiblemente a un aumento en la explotación de esta especie para su aprovechamiento cárnico, así como a una característica propia de las piaras, esto es, una rápida respuesta reproductiva. Si tenemos en cuenta la tasa de reproducción los rebaños debían estar compuestos predominantemente por ganado vacuno, aunque a lo largo de la secuencia crecería la importancia de la producción cárnica para el consumo directo. Los ovicaprinos eran sacrificados en edad adulta, lo que sugiere el aprovechamiento de sus productos secundarios como la lana y la leche. Si bien la mayoría de NR y de NMI de individuos corresponde a bovinos, suidos y ovicaprinos, hemos identificado también restos de alcelafo, de perro, y jabalí consumidos. Sobre el alcelafo ya hemos dicho que su presencia en yacimientos cercanos se constata desde tiempo atrás en yacimientos cercanos como Kaf-tat-el Ghar o GharKhal (Ouchaou & Amani, 1997; Ouchaou, 1999), y que las marcas de corte nos confirman su cazaría y consumo. Es una especie que aparece de manera recurrente en los yacimientos. Este no es el caso, por el contrario, de los restos de oso. Como ya hemos dicho, la presencia de oso en yacimientos del Norte de África se documenta hasta una fecha entre el 420 y el 600 d.C. (Hamdine et al., 1998). La presencia de restos de perro con evidencias de consumo, en cambio, no es algo extraño en yacimientos de cronología fenicia. Sí que aparecen no obstante de manera discreta, pero existen. En los yacimientos portugueses púnico-fenicios con la misma cronología de Cerro de Rocha Banca (Silves) y Quinta do Almaraz (Almada) aparecen restos de canes con marcas de consumo (Cardoso y Varela, 1997). En la Factoría de Toscanos, también del siglo VII a.C., se recuperaron restos de perro consumido en un porcentaje discreto del 3’2% (Soergel, 1968). Así pues, observamos que la presencia de perro consumido no es algo extraño en contextos fenicios, ni tampoco el bajo porcentaje que representa éste en la totalidad de res-

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tos. En el presente conjunto analizado, los restos de perro representan el 0’5% de las especies identificados, un porcentaje más bajo pero similar al de yacimientos fenicios del siglo VII a.C. como Calle del Puerto 6 (Málaga) con un 4% (Cereijo y Patón, 1988-89), Calle del Puerto 29 (Málaga) con un 2% (Cereijo y Patón, 1990) o el yacimiento del Bronce final con influencia fenicia de Cabezo de San Pedro (Huelva), con un 1’1% (Driesch, 1973) y se ha documentado hacia el norte por la costa mediterránea hasta yacimientos pre-romanos de Cataluña (Colominas, 2009). Parece ser que el consumo de perro era tan habitual en contextos fenicios, que a principios del siglo V a.C., el rey Darío se vio obligado a enviar una embajada a Cartago para entre otras cosas, prohibir expresamente el consumo de perro (texto citado en: Saña, 1994; Cardoso y Varela 1997). Tampoco es extraña la poca presencia de restos de caballo (0’39% con un NMI de 6). Parece ser que en algunos lugares (en Extremadura por ejemplo) a partir de los niveles del Bronce, se produce un descenso drástico de la presencia de caballo (Castaños, 1998), de esta manera, en el yacimiento de Aliseda en la Sierra del Aljibe, en el período orientalizante no se identifican restos de esta especie (Castaños, 1999). Si que es extraño, a tenor de las crónicas, la presencia (y además tan abundante) de restos de cerdo para el consumo en poblaciones semitas. La prohibición del consumo de cerdo por prescripciones religiosas basadas en preceptos higiénicos, se documenta arqueozoológicamente en yacimientos fenicios (Cardoso y Varela, 1997). En los niveles fenicios del siglo VIII al VI a.C., del asentamiento de Doña Blanca (Cádiz), no se identificaron restos de cerdo adulto y los juveniles/infantiles apenas llegan al 4’7% (Morales et al., 1994). Parece ser que en algunos casos, los individuos no adultos, si que eran consumidos. Tampoco aparecen restos de cerdo adulto en Quintana do Almaraz (Cardoso y Varela, 1997). No obstante en el presente conjunto, los restos de cerdo son muy numerosos e incluso adquieren similar importancia al la del bovino (sobretodo a partir de la segunda fase), siendo estas dos especies las principales fuentes de aporte cárnico. En la Factoría Toscanos, la presencia de cerdo no es baja (Soergel, 1968), aunque no adquiere la importancia que tiene en éste conjunto. En otro yacimiento fenicio con una cronología de los ss. VIII-V a.C., La Fonteta (en el Levante peninsular), en los niveles de la primera mitad del siglo VIII a.C. el cerdo tampoco es extraño y alcanza el 8’58% dentro del total de NR (Iborra, 2004). Este hecho quizás nos este indicando algunos aspectos de la dinámica socioeconómica de la sociedad que ocupó el asentamiento aquí estudiado, pues según algunos autores, el cerdo se encuentra en mayor medida en sociedades de tipo agrícola que en las de tipo pastoril (Uerpmann, 1979). En este sentido también diremos que la fauna doméstica es la principal fuente de carne, representando sus restos en la totalidad el 99’39% en detrimento de los restos de especies salvajes que sólo representan el 0’61%. La actividad cinegética es testimonial en todas y cada una de las fases, no alcanzando nunca el 1%. La presencia de especies salvajes

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como el elefante, el león, el jabalí o el alcelafo, son muy marginales pero confirman que se practicó de manera aislada la caza y que las especies se procesaron posiblemente para el consumo (aunque con el león no se puede afirmar su procesado). El ya citado yacimiento de La Fonteta, también presenta unos porcentajes de fauna doméstica muy altos (el 85’11%) (Iborra, 2004), aunque no tanto como en este que estudiamos aquí. El caso del elefante, es algo que por su aparente “exotismo” hay que explicar. Los restos de elefante son muy pocos, representan el 0’16% del total de NR. Los tres individuos identificados, uno por fase a excepción de la IIa, corresponden a especimenes juveniles con marcas de procesado y por tanto de consumo directo. No podemos descartar su caza, aunque resulta extraño no encontrar más restos de este taxón en el yacimiento debido al tamaño de éstos que no puede pasar desapercibido ni desaparecer fácilmente por causas tafonómicas, aunque quizás puede ser precisamente su gran volumen la explicación de que no estén presentes (evacuados antiguamente para limpiar las zonas del asentamiento a las que ha afectado la excavación arqueológica). Así, las especies domésticas eran la base de la subsistencia cárnica aunque no sólo eran consumidas como alimento. El estudio de las paleopatologías nos indica que a partir de la segunda fase aparecen las afecciones patológicas resultado de una mayor presión sobre la población animal por parte de la sociedad. En los restos de bovino aparece el lipping, una afección que se asocia a una sobreexplotación en el uso de la fuerza de tracción y tiro de ésta especie. Y es precisamente por esta razón que se prima el mantenimiento de individuos adultos de bovino en todas las fases, aunque a partir de la segunda esta exposición al trabajo se intensificaría en mayor medida. Al menos en la Península Ibérica, la tendencia durante el primer milenio de esta especie es a ir perdiendo importancia como productor de carne, para aprovecharse más su capacidad para el tiro y la tracción (Iborra, 2004). Las paleopatologías en suidos también aparecen a partir de la segunda fase. Los restos dentarios con hipoplásia indicarían, según algunos autores, carencias en la alimentación durante la etapa de desarrollo de estos individuos. Esto nos podría hablar de una posible intensificación en la cría de suidos que diera como situación el no poder suplir todas las necesidades alimenticias de todos los individuos animales (el NR lo podría confirmar), o bien nos estaría informando de un periodo de crisis donde no había excedentes alimenticios suficientes como para destinar al mantenimiento de las piaras. Aunque como ya hemos dicho, el asociar la hipoplásia a un estrés alimenticio, es algo con lo que muchos autores no están de acuerdo, así que basar nuestras interpretaciones en ello es algo arriesgado. En conclusión podemos decir que en este yacimiento se aprovechaban principalmente bovinos, por su fuerza de trabajo y recursos secundarios y posteriormente por su aporte cárnico. Era muy importante también el cerdo, explotado básicamente por su potencial cárnico, y los ovicaprinos en menor medida para aprovechar sus

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recursos secundarios. Son las especies domésticas en las que se basa principalmente la explotación animal, puesto que la caza tiene un papel marginal, pero presente en todas y cada una de las fases. Registramos un cambio entre la primera y la segunda fase, no sólo en intensificación de la explotación, si no también en representatividad de las diferentes partes esqueléticas, es decir, en la gestión del recurso animal.

5. AGRADECIMIENTOS Queremos agradecer a Simon Davis la ayuda recibida para la determinación de los restos de Alcelafo (Alcelaphus buselaphus).

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La fauna marina del yacimiento protohistórico “Catedral de Ceuta”: estudio previo

La fauna marina del yacimiento protohistórico “Catedral de Ceuta”: estudio previo

Cristina Zabala Giménez Milagrosa C-Soriguer Escofet José Antonio Hernando Casal

Departamento de Biología Facultad de Ciencias del Mar y Ambientales Universidad de Cádiz

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La fauna marina del yacimiento protohistórico “Catedral de Ceuta”: estudio previo

1. INTRODUCCIÓN En el yacimiento protohistórico de la Catedral de Ceuta se han encontrado restos de malacofauna e ictiofauna en un estado variable de conservación, estando los restos de las especies más frágiles muy fragmentados. En lo que respecta a la malacofauna, se han encontrado restos de bivalvos y gasterópodos marinos, mientras que en el caso de la ictiofauna, la mayoría de los restos encontrados pertenece a espáridos.

2. MATERIAL Y MÉTODOS Se ha realizado un cribado inicial para obtener una visión de la composición cualitativa de los restos. Para la estimación del grado de importancia de las diferentes especies, se utilizan los índices citados más frecuentemente en la bibliografía (Roselló y Morales, 1994, Moreno, 1994): • La abundancia, expresada como nº mínimo de individuos (NMI). En el caso de los bivalvos se determina a partir de los fragmentos charnelares de las valvas. En el caso de gasterópodos, la cuantificación se realiza en base a una sola porción de la concha, el ápice, la zona umbilical, o la columela, atendiendo al estado de conservación de cada espécimen y a la especie en concreto. Con respecto a los peces, la cuantificación se ha realizado mediante los fragmentos de mandíbulas. • El índice de Dominancia D, que indica el grado de relevancia relativa en cuanto a abundancia de cada especie y viene expresado por D = NMI/ M * 100 donde NMI es el nº mínimo de individuos de la especie A y M el nº total de individuos. Para el cálculo de este índice se ha tenido en cuenta como M solo la malacofauna, al resultar imposible de determinar las especies, en el caso de la ictiofauna, y siendo, posiblemente, el número mínimo

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de individuos (NMI) determinado de este grupo muy inferior al número real dado el estado de los restos. • El índice de Constancia C, que señala la probabilidad de encontrar una especie. Para determinar la constancia se utilizó como referente espacial el número de cuadrículas donde se encuentran restos y que son de área conocida, en este caso 5 cuadrículas. El índice de constancia responde a la expresión: C= NA/ N * 100, donde NA es el Nº de cuadrículas donde aparece la especie A y N el Nº total de cuadrículas muestreadas. • La valoración global de la presencia de cada taxón se determinó a partir de la combinación de los dos índices anteriores, como producto: C * D Para la identificación, caracterización de los ciclos de vida y hábitats se han utilizado diversas guías de malacofauna e ictiofauna.

3. RESULTADOS 3.1.- MALACOFAUNA Se ha determinado la presencia de 11 especies de moluscos bivalvos, Glycymeris sp., Callista chione, dos especies de la familia Cardiidae: Acanthocardia echinata y Cardium sp, dos de la familia Pectinidae: Pecten sp y Aequipecten opercularis así como Donax trunculus, Tapes decusatus, Chamaelea gallina, un ejemplar de la familia Ostraeidae y dos mejillones, Mytilus galloprovincialis y Modiolus sp. En el caso de moluscos gasterópodos marinos se han encontrado restos de 14 especies: tres especies del género Patella, Patella caerulea, P. ferruginea y P. rustica, Diodora graeca, Monodonta turbinata, cuatro especies de Muricidae: Stramonita haemastoma, Hexaples trunculus, Murex brandaris, y Ocinebrina edwardsii, Nassarius denticulatus, Bucinum undatum, Gibbula sp., Erosaria spurca y fragmentos de Charonia lampas. Del total de las especies encontradas en el yacimiento, sólo 3, Ocinebrina edwardsii, Hexaples trunculus y Diodora graeca aparecen en muestras datadas en épocas posteriores a los fenicios, además las dos primeras pertenecen a la misma muestra.

3.1.1 BIVALVOS Acanthocardia echinata (Linnaeus,1758). Familia Cardiidae Concha de hasta 75 mm de longitud, oblicuamente oval. Color desde marrón claro hasta oscuro en bandas concéntricas. Con 18-23 costillas, cada una con una quilla central aguda con espinas agudas. Escultura externa visible como surcos en la parte interna de las valvas. En fondos de arena y grava con barro, en el piso circalitoral. Es la tercera especie en importancia dentro de los Bivalvos habiéndose encontrado restos de 30 ejemplares en 16 muestras.

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Aequipecten opercularis (Linnaeus,1758). Familia Pectinidae. Concha de unos 5-6 cm de longitud. Superficie con unos 20 anillos radiales estriados longitudinalmente. Ambas valvas son abombadas. Umbos terminales con una oreja un poco más grande que la otra. Coloración pardo rosácea con algunas manchas más oscuras. En fondos arenosos y fangosos desde 10 hasta 80 m de profundidad. Abundante. Sólo se han encontrado restos en una muestra correspondientes a un único individuo. Callista chione (Limnaeus,1758). Familia Veneridae Concha sólida, triangular, ovalada, de 30 a 80 mm de longitud. Superficie lisa y sin estrías, salvo las de crecimiento. Coloración pardo rosácea con bandas radiales más oscuras. Periostraco fino que le da un aspecto brillante. Bordes de las valvas lisos. En fondos arenosos de los pisos infra y circalitoral, hasta 80 m de profundidad. Abundante. De Callista chione solo se han encontrado restos de un ejemplar fragmentado, de gran tamaño. Cardium sp. Familia Cardiidae. Las especies de este género poseen conchas sólidas y equivalvas con charnela heterodonta. Esculturas con costillas radiales y línea paleal sin seno. Se han encontrado restos de 2 individuos en 2 muestras. Chamelea gallina (Linnaeus,1758). Familia Veneridae Concha sólida de unos 20 a 30 mm de longitud. Superficie con finos anillos espirales. Coloración blanca con pequeñas rayas marrones en forma de zig zag. Borde de las valvas liso y sin dientes. Interior de color blanco con una pequeña mancha marrón en la impresión del músculo anterior. Vive en los fondos fangosos y arenosos de los pisos infra y circalitoral hasta 80 m de profundidad. Abundante. Se han encontrado restos de 8 individuos en 8 muestras. Donax trunculus (Linnaeus,1758). Familia Donacidae Concha sólida de forma triangular, alargada, de unos 30 mm de longitud. Coloración parda con franjas radiales blancas e interior violeta. Periostraco fino de color amarillo. Se encuentra en fondos arenosos de los pisos infra y circalitoral, hasta 80 m de profundidad. Actualmente es abundante. Se han hallado restos en una sola muestra que corresponden a un único individuo. Glycymeris sp (posiblemente G. glycymeris). Familia Glycymeridae Todas las especies de esta familia poseen conchas equivalvas, equilaterales, con los umbos situados en la línea media. El ligamento externo en una estrecha y alar-

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gada área cardinal. Los dientes de la charnela continuos en los ejemplares jóvenes y separados por un área hundida bajo los umbos en los individuos de más edad. Cicatrices de los músculos abductores aproximadamente iguales. Sin seno paleal. Las valvas de Glycymeris son fuertes, de color blanco sucio, con anchas franjas pardorrojizas dispuestas en zigzag y alcanzan un diámetro de 6-8 cm. Se encuentran en las costas llanas del Mediterráneo, Atlántico y Mar Negro habitando los fondos arenosos y cenagosos de escasa profundidad. Esta especie es la segunda en importancia dentro de los Bivalvos, apareciendo en el 22% de las muestras. Salvo un ejemplar, en general los restos se corresponden con bivalvos pequeños, para el tamaño común de esta especie. Mytilus galloprovincialis (Lamarck,1819). Familia Mytilidae El mejillón de roca presenta valvas semejantes, de bordes lisos con color negro, pardo o azulado. De 4-6 cm de largo con un umbo puntiagudo situado junto al aguzado extremo delantero. Vive en zonas de marea de escasa profundidad sobre sustratos de todo tipo, generalmente rocas. Forma racimos y coloniza grandes zonas de roca. Cualitativamente es la especie con mayores valores de constancia y de importancia global, si bien es una de las conchas más frágiles de todas las encontradas en el yacimiento. Como valor de dominancia es la segunda especie, si consideramos toda la malacofauna en su conjunto. Modiolus sp. Familia Mytilidae Las especies de este género pueden presentar o no líneas concéntricas o radiales pero no costillas. Los umbos son subterminales con el margen anterior extendiéndose más allá del pico. Al igual que la especie anterior forma grandes masas colonizando gran parte de la roca pero a mayor profundidad. Sólo se han encontrado restos de un individuo en una muestra. Familia Ostreidae Las especies de esta familia presentan conchas gruesas e inequivalvas, fijándose al sustrato por la valva izquierda, cuya forma varía para adaptarse a éste. La charnela es de tipo desmodonto. Su hábitat es muy variado, rocoso o arenoso y fangoso en la zona mesolitoral e infralitoal. Se han hallado restos de un único individuo del que solo se ha podido determinar la familia. Pecten sp. Familia Pectinidae Concha gruesa, fuerte y circular, con costillas radiales salientes. Valvas desiguales, una plana y otra más o menos cóncava. Sus especies son características de

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fondos arenosos a pocos metros de profundidad. Se han encontrado restos de un total de 11 individuos en 11 muestras, sin que haya sido posible determinar la especie debido al estado de dichos restos. Tapes decussatus (Linnaeus 1758). Familia Veneridae Concha abruptamente oval o cuadrada, umbos distintamente anteriores, hasta 75 mm de longitud. Línea charnelar posterior recta, margen posterior truncado; línea charnelar anterior en suave pendiente hasta el margen anterior. Diente central cardinal de la valva izquierda y dientes central y posterior de la derecha, bífidos. Seno paleal en forma de U sin extenderse más allá de la línea media de la concha. Habita en la zona más baja de las playas y bajío sublitoral, en fondos arenosos, arcillosos o fangosos, siendo también abundante en bahías y lagunas, en zonas de aguas tranquilas. Se encuentra en las costas suroccidentales del Atlántico, incluido el Oeste de África y sur del Mediterráneo. Se han encontrado restos de cinco individuos en cuatro de las muestras.

3.1.2. GASTERÓPODOS Stramonita haemastoma (Linnaeus,1767). Familia Muricidae Concha muy sólida, de hasta 8 cm de altura. Con una serie de tubérculos marcados dispuestos en filas, una en las primeras vueltas y 4 en la última. Apertura amplia, ovalada, con canal sifonal corto. Vive en fondos rocosos desde el intermareal. Es una de la especies utilizada para la elaboración de la púrpura. Se han encontrado restos de 91 individuos en 32 muestras (35%), presentando un índice de constancia de 38,8. Murex brandaris (Linnaeus,1758). Familia Muricidae Presenta una concha, de hasta 9 cm de largo y gruesa pared, con 6 ó 7 vueltas con resaltes radiales provistos de fuertes espinas. Presenta un canal sifonal muy largo. Vive en el Mediterráneo y región contigua del Atlántico sobre fondo rocoso cenagoso y hierba de mar a 5-80 m de profundidad. Sólo se han hallado restos de 3 individuos en 3 muestras. Hexaplex trunculus (Linnaeus,1758). Familia Muricidae También puede encontrarse clasificada como Trunculariopsis trunculus o Phyllonotus trunculus. La concha, de unos 8 cm, es más compacta que la de M. brandaris, con las vueltas escalonadas y el canal sifonal bastante más corto. Vive en el Mediterráneo y en las costas atlánticas adyacentes, entre 1 y 100 m de profundidad. Prefiere los fondos fangosos y soporta fácilmente las aguas contaminadas. Sólo se ha encontrado un ejemplar en sedimentos posteriores a la época fenicia.

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Ocinebrina edwardsi ( Payraudeau,1826). Familia Muricidae. Conchas pequeñas, de 8-15 mm, con la abertura de tamaño aproximado a la mitad de la concha. Con esculturas. Al igual que en anterior murícido, sólo se ha encontrado un ejemplar en sedimentos posteriores a la época fenicia. Buccinum undatum (Linnaeus,1758). Familia Buccinidae. Concha grande (hasta 10 cm de alta y 6 cm de ancha) con 7-8 vueltas con surcos espirales. De color blanco amarillento a marrón con áreas claras y oscuras. Abertura oval con un corto canal sifonal. Habita en fondos arenosos y fangosos del piso infralitoral e incluso circalitoral. Un único ejemplar encontrado. Charonia lampas lampas (Linnaeus,1758). Familia Ranellidae Concha gruesa y sólida, que puede medir 27 cm de longitud e incluso más en especimenes muy viejos. Abertura ovoidea, con callo parietal no muy grueso y con algunos pliegues. Labio externo con numerosos dientecillos de color marrón. Coloración blanca con manchas marrones irregulares. Se encuentra sobre sustratos rocosos de los pisos infra y circalitoral hasta unos 80 m de profundidad. Es poco abundante actualmente. Se han encontrado restos de 8 ejemplares en 8 muestras. Diodora graeca (Linnaeus,1758). Familia Fissurellidae. Concha pequeña, cónica, de espiral más o menos elevada con un orificio subcentral. Es propia de sustratos rocosos del piso infralitoral y a veces también en el circalitoral. Sólo se ha encontrado un ejemplar en sedimentos posteriores a la época fenicia. Erosaria spurca (Linnaeus,1758). Familia Cypraeidae. Concha en la que la última vuelta de espira envuelve a las anteriores. Abertura alargada y estrecha con dientes. Forma ovalada de unos 30 mm de longitud. Coloración dorsal muy variable con pequeños puntos o manchas sobre coloración clara. Coloración ventral blanquecina. En los laterales de la concha presenta pequeños hoyos o puntos oscuros. Vive en fondos rocosos del piso infralitoral a partir de 1-2 m de profundidad. Sólo se ha encontrado un ejemplar. Gibbula sp. Familia Trochidae. Las especies de este género tienen conchas cónico-redondeadas con forma de trompo y pocas vueltas de espira. Son nacaradas internamente y poseen un opér-

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culo córneo circular marrón. Viven sobre fondos pedregosos, algunas de ellas en la zona intermareal y otras a mayor profundidad. Se ha encontrado un ejemplar. Monodonta turbinata (Born,1780). Familia Trochidae Concha de 15 a 38 mm de diámetro, cónica y de pared muy gruesa, con 9 vueltas y sin ombligo. Vive en el Mediterráneo y costas próximas del Atlántico, en la zona intermareal y hasta unos pocos metros de profundidad sobre sustrato rocoso, sobre las rocas, entre ellas, o sobre el mismo fondo. Se han encontrado 146 ejemplares en 27 muestras (29% del total). Los ejemplares encontrados son de tamaño máximo para los estándares actuales de la especie y se conservan muy bien. Nassarius denticulatus (Adams,1852). Familia Nassaridae. Concha de 20 a 29 mm, con abertura media y costillas radiales y transversales. Se ha encontrado un ejemplar. Patella sp. Familia Patellidae Las especies del género Patella poseen una concha típicamente cónica, más o menos elevada, con base circular. Desde el vértice, por lo general desplazado hacia delante, parten unas fuertes costillas radiales. El borde es fino y se adapta a la superficie a la que se pega el animal. El color exterior varía del gris amarillento al parduzco o rojizo. Por dentro la concha es clara, brillante e irisada, a veces con tonos azulados o negruzcos donde se unen los músculos del pie. No es fácil distinguir unas especies de otras a causa de la gran variabilidad que existe dentro de una misma especie, y que depende también de factores ambientales, como la exposición al movimiento de las olas: si es intenso, la concha se vuelve más gruesa y su forma cónica se acentúa. Pueden encontrarse especies del género tanto en el Mediterráneo como en las costas atlánticas de Europa y África. Viven en la zona mediolitoral adheridas a las rocas con gran fuerza. Moluscos muy conocidos, sobre todo por la facilidad con que pueden ser observados en las rocas que deja al descubierto la marea baja. Cualitativamente las lapas, especialmente P. ferruginea, dominan entre los restos de malacofauna. Su concha fuerte, resistente, los hace muy evidentes en el yacimiento, si bien será necesaria la cuantificación de los restos para definir mejor el papel de M. galloprovicialis y Patella sp en el yacimiento. También se ha encontrado un registro de Balanus balanoides o bellotas de mar, cirrípedos (crustáceos) que viven fijos a las rocas y muy frecuentes en las zonas rocosas intermareales.

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3.1.3. VALORACIÓN GLOBAL DE LA MALACOFAUNA En el yacimiento “Catedral de Ceuta”, los gasterópodos marinos son los mejor representados, constituyendo el 70.2% de los Moluscos identificados, debido

fundamentalmente a la abundancia de las especies del género Patella, Patella ferruginea (157 ejemplares), P. caerulea (336 ejemplares), P. rustica (134 ejemplares) y restos de 3 individuos cuya especie no se ha podido identificar. En total 630 ejemplares que representan el 50% de la totalidad de los moluscos y el 71,2% de los gasterópodos. La práctica totalidad de estos ejemplares se han encontrado en los sedimentos datados en época fenicia. Los índices de constancia de P. ferruginea y P. caerulea son los más altos si exceptuamos al bivalvo Mytilus galloprovincialis, y lo mismo sucede con los índices de dominancia. Del resto de los gasterópodos los más abundantes pertenecen a las especies Monodonta turbinata (146 ejemplares), Stramonita haemastoma (91 ejemplares) y Charonia lampas (8 ejemplares). El resto de las especies de Gasterópodos encontradas solo están representadas por un ejemplar. Los Bivalvos representan el 29,81% del total, siendo la especie de mejillón Mytilus galloprovincialis la más abundante (263 ejemplares) que representan el 69,9% de los Bivalvos y el 20,8% del total de Moluscos. Su índice de constancia es el mayor de todas las especies encontradas, 65,67%, y su índice de dominancia (20,8), el se gundo después del de P. caerulea. Le siguen en importancia Glycymeris y Acanthocardia echinata con 51 y 30 ejemplares respectivamente y con presencia en el 21,9 y 17,5% de las muestras. El resto de los Bivalvos aparece mucho menos representado. Como ya se ha indicado anteriormente las especies Ocinebrina edwardsii, Hexaplex trunculus y Diodora graeca aparecen sólo en muestras datadas en épocas posteriores a los fenicios, En las tablas al final del capítulo se relacionan todas las especies encontradas, con su NMI (número mínimo de individuos), el número y porcentaje de muestras en que aparecen así como los índices de constancia (C) y dominancia (D) y la importancia global (C*D). En general se puede hablar de una fauna típica del intermareal rocoso, o de aguas someras, muy accesible en su recolección y con un marcado carácter como recurso alimentario, a excepción de Stramonita. haemastoma, con su doble utilización, alimentaria e industrial.

3.2. LA ICTIOFAUNA Los restos de ictiofauna encontrados son difíciles de determinar y cuantificar debido a su estado y características particulares de este grupo. Los restos aparecen

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muy fragmentados, presentes en 48 unidades estratigráficas analizadas. Los restos de ictiofauna proceden mayoritariamente de sedimentos datados en la época fenicia. Se han podido contabilizar ejemplares de peces en 18 unidades estratigráficas. Se han encontrado restos pertenecientes a 3 especies de la familia Sparidae. Sparus aurata, que es la especie dominante dentro de grupo, Pagrus pagrus, y Dentex sp. También se han identificado de restos pertenecientes a Thunnus thynnus. Los fragmentos mayoritariamente encontrados corresponden a restos del esqueleto cefálico, fundamente de la serie opercular y de la cintura escapular, que se encuentran en la práctica totalidad de las unidades estratigráficas donde aparecen restos de ictiofauna. Restos de los radios de las aletas se han recogido en el 50% de las unidades estratigráficas y es más escasa la presencia de vértebras. No ha sido posible la utilización de estos fragmentos en la identificación y menos aún en la cuantificación de las especies presentes en el yacimiento. La Familia Sparidae contiene un gran número de especies comestibles (es la familia de la dorada, sargo, pargo, besugos, mojarras, etc.), especies, muchas de ellas litorales y de aguas someras y por tanto fácilmente accesibles. Es, por otra parte, una familia de peces de gran relevancia en los yacimientos ibéricos (Roselló et al., 1998, Soriguer, M.C. et al., 2002). Como se ha indicado anteriormente la especie mejor representada en S. aurata, de la que se han contabilizado, partir de la presencia de hemimandíbulas, un NMI de 21 ejemplares. Su dominancia es de 63, 64. El rango de tamaño de los ejemplares es amplio, si bien dominan ejemplares de un tamaño relativamente pequeño, de alrededor de unos 20-30 cm de longitud total.

Figura 1.- Mandíbulas de Sparus aurata

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Pagrus pagrus también de la familia Spariade, es una especie por características biológicas y ecológicas muy próxima a S. aurata. El NMI de esta especie es 4 y su rango de tamaños similar a la de S. aurata, son ejemplares de tamaño pequeño si se tienen en cuenta las tallas máximas que pueden alcanzar. Su dominancia es de 12,2. La tercera especie de espárido que se ha encontrado es Dentex sp. A diferencia de las dos especies anteriores, los restos de dentón encontrados pertenecen a ejemplares de gran tamaño. El NMI de esta especie en el yacimiento es de 5.

Figura 2.- Fragmento mandibular de Dentex sp.

Los espáridos encontrados son especies litorales, que viven en aguas de hasta unos 50 m de profundidad y se acercan a costa en diversos momentos de su ciclo vital, por lo que son especies frecuentemente encontradas yacimientos. Por último se han encontrado restos correspondientes a un NMI de 3 de Thunnus thynnus de tamaño grande. Esta especie está considerada como altamente migratoria y es pelágica por lo que usualmente se encuentra alejada de la costa, solo en su migración reproductiva a través del Estrecho de Gibraltar se acerca a costa. Esta accesibilidad la ha hecho ser una especie tradicionalmente capturada para su consumo. 3.3.- VALORACIÓN GLOBAL DE LA FAUNA MARINA Analizando globalmente la fauna marina encontrada en el yacimiento, podemos señalar que los restos encontrados proceden mayoritariamente de la época de ocupación del asentamiento y tiene un marcado carácter alimenticio. Tanto la malacofauna, procedente de recolección de zona intermareal como la ictiofauna, que aparece en el conjunto representada por especies litorales o que se aproximan a costa en un momento de su ciclo vital, forman parte de los recursos alimentarios de la dieta de comunidades próximas al mar. 412

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3. BIBLIOGRAFÍA HAYWARD, P.J. and RYLAND, J.S., 1995: Handbook of the Marine Fauna of North-West Europe. Oxford University Press. Oxford. MORENO NUÑO, R., 1995: Arqueomalacofauna de la península ibérica: un ensayo de síntesis. Complutum, 6: 353-382. OCAÑA MARTÍN, A., SANCHEZ TOCINO, L., LÓPEZ GONZÁLEZ, S., VICIANA MARTÍN, J.F., 2000: Guía submarina de invertebrados no artrópodos. Ed. Comares. Granada. ROSELLÓ, E., MORALES, A. y CAÑAS, J.M., 1998: Cueva de Nerja: los peces. Anuario Arqueológico de Andalucía /1994. Actividades sistemáticas II. Sevilla. ROSELLÓ, E. Y MORALES, A., 1994. The fishes. In : Roselló, E. & Morales, A. (eds.): Castillo de Doña Blanca: Archaeo-environmental investigations in the Bay of Cádiz, Spain (750-500 B.C.): 91-142. B.A.R. (International Series) 593, Oxford. SORIGUER, M.C., ZABALA, C Y HERNANDO, J.A., 2002. La fauna marina del yacimiento de “El Retamar”. En: Memoria de la excavación arqueológica en el asentamiento del VIº milenio A.N.E. de “El Retamar” (Puerto Real – Cádiz). Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Sevilla

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Tabla 1.- Relación de las especies encontradas en el yacimiento, el nº de muestras donde aparecen (NA), el nº mínimo de individuos determinados (NMI), los índices de constancia (C) y dominancia (D), así como la valoración global (C*D). Para calcular los diversos índices sólo se han tenido en cuenta las muestras datadas en la época fenicia. Entre paréntesis aparecen los valores totales en el yacimiento del NMI y del NA cuando no coinciden con los anteriores.

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Tabla 2.- Relación de las 5 especies más importantes de Bivalvos y de Gasterópodos encontradas en el yacimiento por orden de importancia global, el nº de muestras donde aparecen (NA), el nº mínimo de individuos determinados (NMI), los índices de constancia (C) y dominancia (D), así como la valoración global (C*D). Para calcular los diversos índices sólo se han tenido en cuenta las muestras datadas en la época fenicia. Entre paréntesis aparecen los valores totales en el yacimiento del NMI y del NA cuando no coinciden con los anteriores.

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Análisis polínico del asentamiento protohistórico “Plaza de África” (Ceuta)

Análisis polínico del asentamiento protohistórico “Plaza de África” (Ceuta)

Mª Blanca Ruiz Zapata Mª José Gil García

Departamento de Geología, Edificio de Ciencias Universidad de Alcalá, Alcalá de Henares (Madrid)

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Análisis polínico del asentamiento protohistórico “Plaza de África” (Ceuta)

1. MATERIAL Y MÉTODOS Para llevar a cabo la reconstrucción de la vegetación a través del análisis polínico es necesario seguir una serie de protocolos, desde la toma de muestras, el posterior tratamiento en el laboratorio hasta la identificación de los granos de polen contenidos en cada una de las muestras, encaminados a evitar cualquier posible contaminación. En el caso del asentamiento protohistórico, localizado en la Plaza de África (Ceuta), se ha contado con la existencia de cuatro muestras, proporcionadas por el arqueólogo responsable de la excavación. El muestreo, realizado en un perfil de la ocupación, se llevó a cabo de muro a techo de la secuencia, con el fin de evitar la contaminación que puede producirse cuando en el momento de la extracción de una muestra, pueda desprenderse parte del material de la misma sobre la muestra inferior. Las muestras, fundamentalmente de naturaleza arenosa, fueron tratadas químicamente en el laboratorio, mediante el empleo de ácidos y álcalis, de acuerdo con los protocolos establecidos (Couteaûx, 1977, Goeury y de Beaulieu, 1979), con el fin de aislar los granos de polen, contenidos en le sedimento. Con posterioridad, el residuo obtenido fue sometido a técnicas de enriquecimiento, mediante el empleo de licor de Thoulet; esta técnica permite la concentración de los granos de polen aislados anteriormente, facilitando así la lectura de cada una de las preparaciones. Finalizado el proceso químico de extracción de los granos de polen, y una vez medido el volumen final del residuo polínico, conservado en glicerina, se realiza el montaje de la lámina delgada. Para lo cual se toman 50 mμl del residuo homogeneizado; sobre el portaobjetos se coloca un cubreobjetos de 24x48 mm., cuyos bordes son sellados con el fin de salvaguardar su conservación y evitar tanto la contaminación de la muestra como las posibles pérdidas en el contenido de la misma durante su lectura a través del microscopio óptico. Para que el registro polínico sea representativo de la vegetación que se quiera reconstruir, este debe contener unos criterios mínimos de fiabilidad estadística, así el espectro polínico de cada muestra ha de ser calculado con al menos 250-300 póle-

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nes, correspondientes al grupo de elementos arbóreos/arbustivos y herbáceos, que son los que han de incluirse en la suma base polínica, sin incluir al grupo de acuáticas, esporas y otros elementos no polínicos. La lectura del contenido polínico debe realizarse de acuerdo con el método sugerido por Cambón, 1981, que consiste en la lectura de líneas horizontales tanto en el centro como en la periferia de la preparación palinológica de manera alternativa; en el caso que nos compite, hubo que realizar un conteo total de toda la lámina. Los datos obtenidos tras la lectura de las muestras, se sometieron a un tratamiento estadístico realizado mediante el paquete informático informático TILIA® y TILIA GRAPH® (®Eric C. Grimm 1992 ) y TGView 1.6.2 (Grimm, 2004). La representación gráfica, a modo de histograma, expresa las frecuencias relativas de los taxones arbóreos y no arbóreos (arbustivos y herbáceos), calculadas a partir del total de polen excluyendo el perteneciente a la vegetación acuática y los microfósiles no polínicos (MNPs); de este modo se obtiene una imagen no distorsionada de los elementos de carácter regional y local, al no ser afectados, sus porcentajes por los valores de una vegetación de carácter excesivamente local, ligada al medio donde tienen lugar la sedimentación polínica. Así mismo y a partir de los valores reflejados es posible conocer tanto la estructura de la vegetación, a través de la representación arbóreos/no arbóreos, como la composición de cada uno de estos grupos, el grupo dominante en cada momento y la evolución general de la vegetación a lo largo de la secuencia. Con objeto de facilitar la lectura de los datos, en términos de vegetación (estructura, composición y evolución), los taxones se han ordenado de acuerdo a un criterio de aparición temporal. Finalmente se ha llevado a cabo un Análisis de Rarefacción (Bronk Ramsey, 2000) para medir la diversidad biológica del registro y estimar la riqueza polínica (Tabla-1) del mismo, a partir de todos los elementos identificados en cada muestra.

2. RESULTADOS Teniendo en cuenta los aspectos comentados con anterioridad, la representación gráfica de la relación arbóreos/no arbóreos (arbustivos y herbáceos), en el histograma polínico (Figura-1), nos proporciona una imagen del paisaje vegetal, que definiríamos como muy abierto, dominado por elementos herbáceos, en el que destaca la muy escasa representación de los taxones arbóreos. Respecto a la composición, se han identificado un total de 21 taxones, de los que tres son arbóreos (Alnus, Pinus y Cupressaceae), tres son arbustivos (Ericaceae, Rosaceae y Calluna) y catorce herbáceos (Asteraceae tubuliflorae y liguliflorae, Chenopodiaceae, Fabaceae, Papaveraceae, Poaceae, Urtica, Rumex, Sanguisorba-m, Liliaceae, Caryophyllaceae, Geraniaceae, Scrophulariaceae, Fumariaceae y Valerianaceae); también se han identificado cuatro taxones acuáticos (Cyperaceae,

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Polygonaceae, Ranunculaceae y esporas Triletas), junto a los MNPs (Van Geel, 1978), Pseudoeschizaea circula y los tipos 222 (asociado a suelos arenosos) y 315 (indicador de agua en movimiento). De esta información se infiere la instalación de un paisaje de carácter mediterráneo y fuertemente antropizado, donde la presencia de los taxones acuáticos, de Alnus y del MNP tipo 315, evidencian un cierto grado de humedad edáfica. La presencia de Pseudoeschizaea circula, puede ser considerada como un marcador de los procesos erosivos, asociados a la deforestación, patente en la escasa representación de los elementos de porte arbóreo. El desarrollo de los taxones presentes en el área ponen de manifiesto el claro dominio de la Familia Asteraceae tubuliflorae y en menor medida de las Asteraceae liguliflorae y Chenopodiaceae, así como su presencia continua, fruto de su permanencia en el medio frente a las detecciones de carácter más esporádico, mostrado por el resto de las Familias del grupo de las herbáceas. Estas circunstancias impiden hallar evidencias de un uso concreto de este territorio antropizado, si bien la detección de elementos nitrófilos, podrían apuntar, al menos, a la presencia de ganado. En este contexto hay que destacar algunos otros aspectos relevantes como son: la representación de Ericaceae y la presencia continua de Pseudoeschizaea circula, sin olvidar la evolución temporal de los taxones presentes, tanto arbóreos como arbustivos, herbáceos y acuáticos, como reflejo de los cambios acaecidos en el medio. Bajo esta perspectiva y de muro a techo de la secuencia, se aprecia un cambio significativo en el paisaje vegetal, marcado por el tránsito desde un paisaje muy abierto y con escasa diversidad, marcada por el valor más bajo de la rarefacción (8), al que progresivamente se van incorporando elementos arbóreos y herbáceos, asociado al aumento de la diversidad que llega a alcanzar un valor de 19,26. La base de la secuencia queda caracterizada por el dominio de la vegetación herbácea, tipo Asteraceae, Chenopodiaceae y Fabaceae, acompañado de arbustos tipo Ericaceae y Rosaceae, junto a la ausencia de taxones arbóreos y de elementos acuáticos, que explicarían la presencia, relativamente altas de Pseudoeschizaea circula. Es la única muestra donde se detecta el tipo 315. A continuación se aprecia la incorporación al paisaje de Alnus y de Calluna, asociado a un aumento de la diversidad del grupo herbáceo puesta de manifiesto en la incorporación de Papaveraceae, Sanguisorba-m, Rumex y Urtica y en el valor del índice de rarefacción de 18,26. Se detectan presencias de elementos acuáticos, asociados a la reducción de los taxones herbáceos de carácter estépico, descienden los valores de Pseudoeschizaea circula y a partir de este momento y de un modo constante hay presencias del MNP tipo 222. Es de destacar como la Familia Fabaceae (en cuyo seno se desarrollan elementos de interés económico), muestra un importante aumento porcentual. Seguidamente tiene lugar la incorporación de Pinus, asociado a la ausencia de otros taxones arbóreos y del estrato arbustivo; al mismo tiempo se produce una

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reducción importante de la Familia Fabaceae y de los taxones nitrófilos (Rumex y Urtica); estos hechos podrían haber favorecido una nueva expansión de los taxones herbáceos estépicos. El índice de rarefacción alcanza un valor de 13,23. Finalmente a techo de la secuencia la presencia de Cupressaceae, ausente en el resto de las muestras hace pensar que no formara parte de la vegetación natural, sino que pudiera tratarse de alguna especie introducida. Este hecho unido a la expansión de Ericaceae, la reducción de elementos estépicos, el aumento de diversidad del grupo herbáceo, de los taxones acuáticos y del índice de rarefacción (19,26) podría explicarse como consecuencia de una mayor intervención antrópica en el paisaje.

3. CONCLUSIONES Todas estas observaciones, nos permiten inferir algunas de las características de la vegetación del entorno al yacimiento, referentes a su comportamiento y a su evolución; de este modo, observamos que en el contexto de un paisaje vegetal muy abierto y pobre, donde predominan fenómenos de erosión (tal y como se deduce de la presencia continua de Pseudoeschizaea circula), se detectan síntomas de ocupación a través de: • la pérdida de elementos esteparios, quizá como consecuencia de las labores de limpieza. • la probable potenciación de Fabaceae, por el interés alimentario que puede acoger en su seno, esta Familia de herbáceas. • la presencia de taxones nitrófilos (Rumex y Urtica) como indicadores de ganado, asociado a labores de carga, no de explotación. Dicha ocupación estaría asociada a un momento de mayor humedad, al menos edáfica, que explicaría la presencia tanto de Alnus como la de los taxones acuáticos y del MNP tipo 315. La pérdida de estos elementos definiría una nueva fase de carácter más seco, en la que se registran algunos hechos de interés como son: • la presencia del pinar, expandido regionalmente en la fase anterior. • el descenso porcentual en la representación de Fabaceae junto a la ausencia de los taxones nitrófilos. • la expansión del MNP tipo 222. Estos datos podrían ser indicativos de un cierto grado de abandono de la ocupación y/o remodelación del territorio. Finalmente en el espectro polínico obtenido para techo de la secuencia, se observa un cambio importante en la estructura de la vegetación, debido fundamentalmente al retroceso porcentual del estrato herbáceo, asociado a un aumento de la diversidad del mismo; dicho aumento probablemente se deba a un ligero aumento de la humedad edáfica, detectado en la presencia de elementos acuáticos y del aumento de Pseudoeschizaea circula.

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Estas condiciones podrían ser igualmente las responsable de la expansión de Ericaceae, así como de la caída de los taxones estépicos, y de la ausencia de los MNPs, sin desechar la posibilidad del componente antrópico como responsable de este cambio en el paisaje. Esta probable actividad antrópica podría explicar igualmente la presencia de Cupressaceae, dado que es la única en todo el perfil y por tanto representar un elemento de carácter ornamental, motivo por el cual, dicho taxón ha sido incluido en el grupo arbóreo, así como del aumento en el valor del índice de la rarefacción. Por otro lado, analizando este paisaje vegetal, muy abierto y antropizado, en un contexto temporal mayor, parece ser una consecuencia de cambios ambientales regionales, aunque en este caso más degradada, del paisaje vegetal observado para el Neolítico, en la Cueva de Benzú (Ruiz y Gil, 2003; Ramos et al., 2008). En el yacimiento de la Cueva de Benzú, su posición y características muestran una vegetación de monte bajo con palmitos, adelfas, tarays, enebros y brezos, entre los que surgirían agrupaciones de encina/carrasca, quejigos, algarrobos, acebuches y en torno al cauce fluvial, los sauces y alisos. Mientras que la vegetación regional estaría constituida por bosques abiertos, o muy alejados de cedros y pinos; de ello se infiere la existencia de un paisaje muy similar al actual, salvo por el mayor desarrollo de algunas especies como el algarrobo y el acebuche y en el que la actividad antrópica sería la responsable de la simplificación estructural de la vegetación y de la existencia de praderas de carácter semiestépico y de los pastizales, todo ello desarrollado bajo unas condiciones climáticas de carácter algo más cálido y con unas precipitaciones superiores, aunque con carácter estacional, que las reinantes en la actualidad. A pesar de la distinta posición geográfica, de alguna manera estos datos permiten entender como el efecto de la antropización, unido a una pérdida de humedad, propició el desarrollo de esa vegetación, cuantitativa y cualitativamente más empobrecida, en el entorno del yacimiento objeto de este trabajo.

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4. BIBLIOGRAFÍA Bronk Ramsey, C. 2000. OxCal Version 3.5. http://www.rlaha.ox.ac.uk/ orau/ index.htm Coûteaux, M. 1977. A propos de l’interpretation des analyses polliniques de sediments minéraux principalement archeologiques on le milieu végétal, les faunes et l’homme. Supplément Bulletin A.F.E.Q. 47: 259-276. Goeury, C. y de Beaulieu, J.L. 1979. A propos de la concentration du pollen a l’aide de la liqueur de Thoulet dans les sediments mineraux. Pollen et Spores. XXI (12): 239-251. Moore, P., Webb, J. y Collinson, M. 1991. Pollen analysis. Blackwell Scientific Publications Grimm, E.C. 1992. TILIA and TILIA-GRAPH: Pollen spreadsheet and graphics programs. 8th International Palynological Congress. Aix-en-Provence Ramos, J., Bernal, D., Domínguez-Bella, S., Calado, D., Ruiz, B., Gil, M.J., Clemente, I., Durán, J.J., Eduardo Vijande, E. And Chamorro, S.2008. The Benzú rockshelter: a Middle Palaeolithic site on the North African coast.Quaternary Science Review, 27: 2210-2218. Ruiz Zapata, M.B. y Gil García, M.J. 2003. Resultados Palinológicos de la cueva de Benzú. El Abrigo y cueva de Benzú en la prehistoria de Ceuta. J.Ramos, D. Bernal & V. Castañeda (Eds).ISBN: 84-7786-882-4: 349-354. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz. Van Geel, B. 1978. A Palaeoecological study of Holocene peat bog section in Germany an The Netherlands. Review of Palaeobotany and Palynology. 25, 1-120.

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Figura 1- Histograma Polínico CAT. Yacimiento Fenicio, Plaza de África, Ceuta

Análisis polínico del asentamiento protohistórico “Plaza de África” (Ceuta)

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MUESTRA 1 2 3 4

Índice de Rarefacción 99% 19,26 13,23 18,26 8

Tabla 1- Valores del Índice de Rarefacción

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Estudio de los combustibles a partir del análisis antracológico del yacimiento “Catedral de Ceuta”. Comunidades vegetales y gestión

Estudio de los combustibles a partir del análisis antracológico del yacimiento “Catedral de Ceuta”. Comunidades vegetales y gestión

Paloma UZQUIANO

Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

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Estudio de los combustibles a partir del análisis antracológico del yacimiento “Catedral de Ceuta”. Comunidades vegetales y gestión

Se han analizado una serie de muestras de maderas carbonizadas procedentes de la excavación de una vivienda y restos de otras dependencias domésticas de un enclave del siglo VII a.C. situado en pleno casco urbano de la ciudad de Ceuta. Este estudio, el segundo realizado por el momento en territorio ceutí, nos ha aportado nuevos datos florísticos de época protohistórica que vienen a completar la información paleobotánica que ya poseíamos para épocas prehistóricas a raíz de estudios antracológicos precedentes. En efecto desde hace unos años un equipo multidisciplinar dirigido por miembros de la Universidad de Cádiz viene excavando el yacimiento de Benzú situado a 6 Km al oeste de Ceuta, en las estribaciones montañosas del extremo occidental ceutí (Ramos, Bernal, Castañeda, 2003; Ramos y Bernal, 2006). La mención de este yacimiento situado en el campo exterior de la ciudad está relacionada con las características de la flora identificada en el asentamiento estudiado aquí, ya que como veremos, los resultados obtenidos tanto en Benzú (Uzquiano, 2008) como en Ciudad de Ceuta, nos muestran una procedencia de la leña combustible del mismo entorno: el área de las montañas costeras de Sierra Bullones.

1. INTRODUCCIÓN A LA ZONA DE ESTUDIO La ciudad de Ceuta se halla situada entre dos mares en un enclave de gran interés tanto geoestratégico como comercial. Ambos han caracterizado históricamente y de manera alternativa las fases de desarrollo y de regresión económicas de este núcleo de población. De las dos bahías que la conforman, la situada al norte, mira hacia las costas meridionales de la Península Ibérica, permitiendo controlar el paso del Estrecho de Gibraltar y las rutas comerciales entre el Atlántico y el Mediterráneo. Esta bahía queda protegida de los vientos de Levante por el cercano Monte Hacho. Por otro lado, la bahía sur queda protegida de los vientos de Poniente por las estribaciones montañosas occidentales de las Sierras del Hauz y de Bullones haciendo de este enclave un alto importante donde recalar y guarecerse en espera de vientos favorables que facilitarán el paso hacia el Atlántico (Chamorro, 1994).

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El extremo occidental ceutí corresponde a las estribaciones montañosas septentrionales de la dorsal caliza rifeña: Djebel Mussa, Djebel Fahíes, Djebel Chinder, que discurren con una orientación NE-SO (Chamorro y Nieto, 1989; Chamorro, Domínguez-Bella, Pereila, 2003). Geográficamente este sector occidental está dominado por dos sierras, la Sierra del Hauz y Sierra Bullones o de Beni Yunes (Chamorro, 1994) y se caracteriza por una serie de elevaciones comprendidas entre los 300600m de altitud media con una fuerte pendiente, y por una serie de valles sinuosos que se disponen de manera perpendicular a la costa originando con ello una fuerte compartimentación del espacio útil. El Djebel Mussa con sus 839 m constituye la cota altitudinal máxima de esta zona. A pesar de los afloramientos calizos que emergen a modo de islotes, la existencia en proximidad de terrenos ácidos (esquistos, areniscas...) que se disponen a lo largo de los valles, en las partes bajas de las laderas y en las zonas costeras, tendrá consecuencias importantes para la distribución de las comunidades vegetales. Desde un punto de vista hidrológico (Chamorro, Domínguez Bella, Pereila, 2003) los afloramientos calcáreos karstificados de la Sierra Bullones conllevan una importante circulación subterránea de agua con la existencia de una serie de surgencias que pudieron favorecer los asentamientos humanos desde el Pleistoceno superior en toda esta zona de montañas costeras. Un buen ejemplo lo constituye el yacimiento de Benzú, en curso de estudio, así como la existencia de otras cavidades con restos arqueológicos en los distintos valles que discurren de manera perpendicular a la costa. La existencia de agua en el subsuelo también ha tenido consecuencias favorables para la regeneración de la biomasa vegetal de todo este entorno, sobre todo en lo referente a las especies arbustivas y de matorral. El extremo oriental se caracteriza por el promontorio del Monte Hacho que con sus 204 m de altitud domina el paisaje de la Ciudad. Por tanto el núcleo urbano queda situado en un estrecho istmo flanqueado por estribaciones montañosas tanto en su extremo este (monte Hacho) como oeste (sierras del Hauz, Bullones y montes de Ceuta).

CLIMA Y VEGETACIÓN El clima es mediterráneo de variante californiana, con un máximo pluviométrico invernal y una estación seca. La influencia marina es importante originando altos niveles de humedad ambiente y donde las criptoprecipitaciones suelen ser frecuentes. El régimen de vientos condiciona el aspecto y el porte de la vegetación (Ugarte, Ruiz, Martínez-Medina, 2003). La Bahía sur no obstante posee un microclima más seco. Esta zona se encuentra bioclimáticamente dentro del piso termomediterráneo de ombroclima seco a subhúmedo con 600 mm de precipitación media anual. Desde un punto de vista fitosociológico, nos encontramos en el Dominio Mediterráneo-Atlántico,

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Sector Ibérico, Sub-sector Tingitano (Benabid, 1984; Barbero, Quézel, Rivas Martínez, 1981; Rivas Martínez, 1987). Teniendo en cuenta la amplitud del ombroclima (de seco a subhúmedo), el territorio de Ceuta se localiza entre las áreas potenciales de la formación de Araares (Tetraclinis articulata) indiferente a la naturaleza del substrato pero que en la zona costera norteafricana muestra preferencias por terrenos de naturaleza ácida, y la del Coscojar (Quercus coccifera) sobre calizas muy degradado con matorrales bajos de porte ralo en las zonas con ausencia de horizontes edáficos desarrollados y con elevada exposición a los vientos dominantes. (Ugarte, Ruiz, Martínez-Medina, 2003; Charco, 1999). Las formaciones de Araares caracterizaron en su día toda el área del Monte Hacho de ombroclima más seco que la zona costera de la Bahía norte. El coscojar como formación también ha desaparecido de los terrenos calcáreos de las montañas noroccidentales perviviendo solamente algunos ejemplares de coscoja en las partes más altas y también dentro del sotobosque del Alcornocal. En su lugar proliferan espartales, tomillares y pastizales junto a los arbustos que en su día constituyeron el sotobosque de esta formación: Chamaerops humilis, Pistacia lentiscus, Rhamnus lycioides, Calicotome villosa, Ulex parviflorus, Erica erigena, Lavandula dentata; especies endémicas como Rupicapnus africanae subsp. decipiens, Buplerum balansae, Bois, Ptilostemon abylensis, Stachys fontqueri, Pau; ibero-mauritánicas como Iberis gibraltarica, L, Biscutella baetica. El Alcornocal (Quercus suber) es la otra comunidad vegetal característica de la Sierra Bullones mucho más extendida ya que se asienta sobre los terrenos ácidos que rodean los afloramientos calcáreos. Las continuas talas de alcornoques destinadas a leña y carboneo, tareas que persisten hoy día dentro del territorio marroquí, han ocasionado la casi desaparición de Quercus suber de todo su área potencial, perviviendo en pequeñas manchas discontinuas localizadas en las vaguadas. El sotobosque del alcornocal se encuentra mucho más extendido sobre las laderas de esquistos de toda esta zona: Quercus coccifera, Arbutus unedo, Erica arborea, E. scoparia, E. australis, Myrtus communis, Pistacia lentiscus, Chamaerops humilis, Cistus albidus, C. salviifolius, Daphne gnidium, etc. (Charco, 1999). La flora de barrancos y arroyos se caracteriza por la presencia de Salix pedicellata, Populus alba, P. nigra, Tamarix africana, Viburnum tinus, Arbutus unedo, Laurus nobilis, Alnus glutinosa, Fraxinus angustifolia, Quercus canariensis, Myrtus communis. Por último, las repoblaciones de Eucapyptus así como de coníferas autóctonas como Pinus halepensis, P. pinaster y alóctonas como P. canariensis, han proliferado bastante en las cumbres y partes superiores de las laderas (Zona del Alto Castillejo, en territorio marroquí y ladera suroeste del mogote de Benzú en territorio ceutí).

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2. MATERIALES Y METODOS Los restos antracológicos analizados se recogieron sistemáticamente mediante la combinación de las técnicas de flotación manual en barreños, cribado del sedimento con agua en columna de cribas de diferente grosor atendiendo a la fracción del sedimento y posterior triado y selección de materiales (Uzquiano, 1992, 1997, 2006). La recuperación fue exhaustiva ya que se procesó la totalidad del sedimento excavado. Los datos obtenidos por cada Unidad Estratigráfica (Tabla 1) no resultan significativos ya que la cantidad de carbones se reparte de manera muy desigual, siendo la UE 34 la que mayor número de muestras nos ha proporcionado. Por tanto los resultados obtenidos han sido reagrupados en un cuadro general (Tabla 2) de cara a obtener una representación gráfica que refleje las frecuencias relativas de cada taxón identificado. De este modo la información florística obtenida (Fig. 1) ha resultado bastante satisfactoria ya que el gráfico refleja las distintas comunidades vegetales existentes en este territorio teniendo en cuenta la vegetación potencial actual de toda esta zona como referencia.

Tabla 1 (Parte 1): Resultados antracológicos obtenidos en cada Unidad Estratigráfica expresados en frecuencias absolutas.

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Tabla 1 (Parte 2): Resultados antracológicos obtenidos en cada Unidad Estratigráfica expresados en frecuencias absolutas.

Tabla 2: Cuadro General con los resultados antracológicos reagrupados y sus porcentajes respectivos.

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Figura 1: Gráfica que muestra las frecuencias relativas de cada taxón determinado a nivel antracológico. 434

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3. RESULTADOS lLos datos muestran (Tabla 2; Fig. 1) desde un punto de vista cualitativo una gran diversidad florística procedente de distintas comunidades vegetales (Coscojares, Quejigares, Alcornocales, vegetación riparia, matorral). A nivel cuantitativo destaca la fuerte componente arbustiva del espectro antracológico con un dominio claro de las leguminosas (Calicotome, Ulex, Cytisus) seguidas de los altos valores de Arbutus, Rhamnus, Rhamnus/Phillyrea, Pistacia lentiscus. A nivel arbóreo, destaca la alternancia de quejigo moruno y alcornoque, junto a los fresnos, acebuches, algarrobos y, en menor medida, las coscojas. Tendríamos un aprovechamiento alternativo de la leña procedente de formaciones vegetales diversas, según el tipo de substrato: quejigares, alcornocales, en menor medida coscojares (y de manera muy puntual araares y pinares), y donde las especies de sotobosque de estas formaciones así como las del matorral, son objeto de una explotación intensiva teniendo en cuenta el alto índice de inflamabilidad y gran poder calorífico de todas ellas. La discontinuidad del substrato proporciona una proximidad geográfica de las distintas comunidades vegetales permitiendo una explotación múltiple y alternativa de todas ellas. En cuanto a las áreas de procedencia de la leña y teniendo en cuenta factores naturales (topografía y configuración del territorio considerado), así como factores humanos, las especies leñosas determinadas sugieren, como veremos, una procedencia mediata circunscrita en su mayor parte al área montañosa de Sierra Bullones (sector noroccidental de Ceuta) y también más inmediata en torno a la zona litoral. A nivel etnoarqueológico se trata de leña combustible procedente del vaciado de varios hogares (la mayor parte de los carbones proceden del basurero) y atendiendo a la riqueza florística obtenida (20 taxa) por un lado y a las elevadas frecuencias de leguminosas por otro, pensamos que podría tratarse de mezcla de combustible de hogares domésticos quizá multifuncionales (hogar conservado de la vivienda excavada) y de otras estructuras de combustión laborales. El empleo de leña de leguminosas es frecuente en las hogueras cotidianas de economías pastoriles, dadas sus buenas cualidades como combustible de ignición (Uzquiano, 2000, 2002; Uzquiano y Zapata, 2000; Uzquiano, 2008) y también el empleo de éstas (junto con otras especies como los brezos) ha sido destinado a la fabricación de picón para braseros o bien para la carga de hornos u otras estructuras especializadas (Bravo, 1993; Woronoff, 1990).

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4. DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS 4.1. PALEOECOLOGÍA Los datos polínicos del Holoceno proceden de secuencias continentales realizadas en las montañas del Rif noroccidental, en el entorno de la región de Chaouen (Reille, 1977), así como del sondeo marino SU 8113 efectuado en el Golfo de Cádiz (Parra, 1994). Los datos polínicos continentales (Reille, 1977) se localizan a más de 1000 m de altitud en los macizos medios de la dorsal caliza rifeña, por tanto la posición geográfica más interior así como la altitudinal (>1000m de altitud) de estos sondeos sería responsable de ciertos desfases cronológicos en la instalación de las Quercíneas (por ejemplo la relación Quercus caducifolios-perennifolios favorable a los primeros durante el período Atlántico) en relación a la altitud de la zona de estudio que nos ocupa. Por otro lado el contenido polínico del sondeo marino SU 8113 revela una procedencia de pólenes tanto del suroeste peninsular como del noroeste africano teniendo en cuenta la circulación de las masas de aire en la región mediterránea (Magri and Parra, 2002). Los resultados revelan en general una sucesión Pinus-Cedrus que cede a favor de la extensión de las formaciones del bosque de Quercus tanto caducifolias como perennifolias que tienden a estabilizarse a partir de 8-7 Ka. BP en adelante (Parra, 1994; Reille, 1977; Reille et al., 1996; Carrión et al., 2000) coincidiendo más o menos con el denominado “óptimo climático” de otras zonas del sur de Europa. El sondeo marino SU 8113 (Parra, 1994; Carrión et al., 2000) nos ha aportado más analogías dada la proximidad geográfica (Golfo de Cádiz) y altitudinal. Quercus ilex-coccifera, Q. suber y Q. de hoja caduca están presentes desde el Pleniglaciar superior y Tardiglaciar (19 -12Ka. BP) de manera continua. Los Quercus perennifolios, tanto encinas o coscojas como alcornoques, son superiores a los de las especies caducifolias, y sus valores permanecen más o menos estables a lo largo de todo el Holoceno. El polen de Olea ha quedado registrado antes de 10 Ka. BP y presenta una curva continua con unos valores sumamente discretos a lo largo del Holoceno, si bien sus máximas frecuencias se registran en la parte superior del diagrama (>1Ka. BP). La secuencia antracológica obtenida en el nivel de ocupación neolítico del yacimiento de Benzú (Uzquiano, 2008) ha puesto de manifiesto una serie de comunidades vegetales análogas a las obtenidas en este yacimiento. Coscojas, alcornoques y quejigos son aprovechadas de manera alternativa junto a especies arbustivas y de matorral. La discontinuidad de substrato calcáreo-sílice característica del área de sierra Bullones determina los contrastes de vegetación en distancias cortas haciendo posible este tipo de aprovechamiento de la leña.

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La procedencia de la leña en este yacimiento era algo más inmediata quedando circunscrita a las laderas y el bajo valle del Algarrobo y a la zona costera de la bahía de la Ballenera (Uzquiano, 2008). Los resultados obtenidos en este yacimiento nos sugieren una procedencia de leña de este mismo entorno de montañas costeras del sector noroccidental de Ceuta. Pero además es probable que el aprovechamiento de la leña haya sido más extensivo, es decir con acceso a otras zonas de valles y arroyos más al interior, lo que explicaría una mejor representatividad del acebuche, la presencia de Myrtus, Rhamnus, Phillyrea, que suplirían con creces la ausencia en este presente estudio de Erica, Chamaerops humilis por ejemplo, bastante representativos en la ocupación neolítica de Benzú puesto que revelaban la procedencia de la leña de las mismas laderas calcáreas del mogote epónimo donde se encuentra el yacimiento. La presencia de Pinus así como de Tetraclinis en este estudio sugiere también una ampliación de las áreas de procedencia de leña, en el caso de Tetraclinis, el Monte Hacho. Asimismo la abundancia de quejigos morunos revela una posible explotación intensiva de esta comunidad asentada en las áreas costeras, sin duda en relación con la creación de la infraestructura necesaria para la industria pesquera propia de las nuevas gentes instaladas en este territorio. El elemento arbustivo presenta no obstante unos valores claramente superiores al estrato arbóreo tal y como ya habíamos apuntado en el estudio antracológico de la ocupación neolítica de Benzú, fechada en torno a 7 Ka. BP. Es probable que la proximidad del mar junto con los vientos dominantes constituyeran un factor limitante que condicionó el porte de la vegetación arbórea durante todo el Holoceno, al menos en la áreas más cercanas al litoral, generando un medio abierto con la consecuente diversificación del estrato arbustivo y de especies de matorral (Uzquiano, 2008). La abundancia de leguminosas así como del elemento arbustivo en este yacimiento nos indica que en época protohistórica el modo de explotación y gestión de la leña combustible fue análogo al de época neolítica. Comparando ambos períodos podemos deducir una acción antrópica evidente basada en un aprovechamiento alternativo de diversas comunidades forestales pero donde no ha quedado registrado ningún indicio de degradación ecológica ni de deforestación. La componente arbustiva del espectro antracológico es más consecuencia de factores ambientales que antrópicos. Sería interesante abordar un estudio diacrónico con una cronología de más larga duración para poder encontrar los primeros indicios de deforestación en este entorno.

4.2. COMUNIDADES VEGETALES Y AREAS DE PROCEDENCIA Pinares Pinus pinaster, P. halepensis El pino negral, Pinus pinaster dentro de lo que sería su área de distribución potencial se encuentra en la actualidad en el área norteafricana de la península Tingitana

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sobre los terrenos arenosos costeros de punta Cires junto a las variedades costeras de la sabina negral (Juniperus phoenicia ssp. turbinata) y la del enebro de la Miera (J. oxycedrus ssp. macrocarpa), la coscoja, el labiérnago (Phillyrea latifolia), el lentisco (Pistacia lentiscus) y la retama espinosa (Calicotome villosa). En el Rif occidental, aparece asociado a la coscoja y al aarar (Tetraclinis articulata) a baja altitud y en las partes más cálidas (700-1000m). A medida que la altitud y la humedad aumenta los ejemplares son más altos y vigorosos y se encuentran entre la flora propia de los alcornocales (Charco, 1999). En cuanto al área de distribución potencial del pino salgareño, Pinus halepensis, ya no quedan bosques propiamente dichos en la región y únicamente en los montes de Gomara aparecen ejemplares dispersos en el área de distribución de la encina, del pino negral y del abeto rifeño (Charco, 1999). Estos datos biogeográficos nos sugieren a nivel botánico que los restos antracológicos podrían corresponder al pino negral. Asimismo nos indican la posible existencia de ejemplares de Pinus pinaster en los terrenos arenosos de la desembocadura de los diversos cursos de agua de toda esta zona de montañas costeras noroccidentales. Araares o Formaciones de sabina mora Tetraclinis articulata En la Península Tingitana los bosques de araares tienen un área de distribución litoral y sublitoral de ambiente seco y sub-húmedo, siendo sustituidos en las zonas más húmedas por los alcornocales. Su cortejo florístico lo componen Quercus coccifera, Pistacia lentiscus, Olea europaea, Phillyrea latifolia, Calycotome infesta, Cistus monspeliensis, C. albidus, Erica multiflora, Chamaerops humilis, entre otros. El área potencial más próxima para esta formación fue el Monte Hacho, si bien ejemplares de estas formaciones pudieron existir en otras zonas de ambiente sub-húmedo (fondos de valle) de la Sierra Bullones. La buena conservación de estas formaciones en los cementerios musulmanes (morabitos) junto a coscojas, algarrobos, lentisco y palmito (Charco, 1999) nos hacen sospechar una procedencia distinta de la del Monte Hacho, sin excluir esta última. Quejigares morunos Quercus canariensis El quejigo moruno tendría asimismo una procedencia de los terrenos de esquistos y areniscas de la costa norteafricana y de zonas de valles cercanas a la desembocadura de los cursos de agua, una característica que ya apuntábamos en el estudio de los carbones de Benzú poniéndolo en relación con actividades de pesca y marisqueo (Uzquiano, 2008). En esta época la explotación de Quercus canariensis y por ende de los territorios costeros pudo ser más intensiva y sistemática (es la especie arbórea dominante dentro del análisis antracológico), fruto de las explotaciones pesqueras de carácter industrial características de este período y que terminarían modificando con el tiempo la fisionomía litoral de esta zona. Nos hubie-

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se gustado verificar esta hipótesis con datos empíricos, es decir con una secuencia antracológica más amplia. Algarrobos y Acebuches Ceratonia siliqua, Olea europaea var. sylvestris Estas dos especies pueden hallarse en formaciones mixtas denominadas OleoCeratonion que han proliferado en las llanuras y cuencas fluviales próximas al mar. En la zona montañosa de Sierra Bullones tenemos el topónimo valle de Algarrobo que sin duda traduce la existencia de formaciones de algarrobo (Ceratonia siliqua) ubicadas en este mismo valle (y quizá en otras cuencas de ríos) que fueron explotadas desde el Neolítico (Uzquiano, 2008) junto a los acebuches (Olea europaea) y las especies riparias de fresnos y sauces (Fraxinus angustifolia, Salix). Estos trayectos itinerantes a lo largo de este valle han sido relacionados con prácticas pecuarias (Uzquiano, 2008). De hecho el uso de fresno como especie forrajera ha sido documentado desde el Neolítico en varios yacimientos del oeste europeo, asociándola a la ganadería de bóvidos (Thiébault, 1988; Uzquiano, 2000, 2002). En época protohistórica el uso de la leña de acebuche parece generalizarse respecto al período neolítico ya mencionado, tratándose más bien de una explotación de formaciones de acebuche con presencia importante de algarrobo. Es probable que la procedencia de acebuche no estuviera circunscrita únicamente al valle del Algarrobo. Coscojares y Alcornocales Quercus coccifera, Q. suber. Formaciones riparias Fraxinus angustifolia, Salix spp. Las montañas costeras de Sierra Bullones se encuentran dentro del área potencial del Coscojar Termomediterráneo que proliferaría sobre los terrenos calcáreos dispuestos en la ladera superior y partes altas de estas elevaciones. El alcornocal por su parte ocuparía las partes bajas de dichas laderas y las vaguadas y fondos de valle (yuxtaposición calcáreo-esquistos) junto a formaciones de ribera de fresnos y sauces. Asistiríamos por tanto a una explotación intensiva dentro de un gradiente altitudinal que englobaría valles, laderas y cumbres muy propio de economías pastoriles (trayectos itinerantes de los rebaños de ovicápridos entre los valles y cumbres de las distintas elevaciones). Este modo de explotación de la leña ya fue señalado para las ocupaciones humanas holocenas registradas en la Cueva de Benzú (Uzquiano, 2008). Tendríamos por tanto un determinado modo de gestión de la leña que se iniciaría con las bandas tribales neolíticas y probablemente también por las comunidades humanas de tradición mesolítica precedentes, y que se ha mantenido prácticamente idéntica en época protohistórica. Sotobosque y Matorral La fuerte componente arbustiva observada con anterioridad en el estudio antracoanalítico de Benzú nos estaría indicando un medio abierto con una gran variedad

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de arbustos y de matorral. La proximidad costera y el régimen de vientos serían responsables del porte abundancia y extensión de las especies arbóreas (Uzquiano, 2008) lo que a su vez determinaría el modo de la gestión de la leña. Una gestión basada sobre todo en la explotación de especies arbustivas de ignición con alto índice de inflamabilidad y poder calorífico. Las Leguminosas tipo Calicotome, Ulex, Cytisus dominan junto a Arbutus, Rhamnus, Phillyrea, entre otros. El aprovechamiento intensivo de leña basada en la explotación de leguminosas y de otros arbustos de alta inflamabilidad, junto a especies arbóreas procedentes de diversas comunidades vegetales no parece registrar todavía huella alguna de degradación ecológica ya que la componente arbustiva observada en el espectro antracológico obedece más a factores de carácter ambiental que antrópicos. La existencia de agua en el subsuelo en el extremo noroccidental de Ceuta sería responsable de la regeneración de la vegetación a pesar de ser ésta explotada de manera intensiva, si bien desconocemos los datos demográficos de lo que sería el asentamiento humano de esta zona en época protohistórica (sospechamos que la densidad de población no sería muy alta). La gran diversidad florística obtenida incluso a nivel arbustivo es más bien producto de hogares domésticos multifuncionales que de estructuras de combustión de carácter laboral que suelen registrar un número menor de especies o ser incluso mono-específicas.

5. CONCLUSIONES En suma la leña combustible identificada en el asentamiento protohistórico “Catedral de Ceuta” tendría una procedencia mayoritaria del sector más occidental del territorio ceutí (área de Sierra Bullones) teniendo en cuenta los resultados de la ocupación neolítica registrada en el yacimiento de Benzú cuyos resultados antraco-analíticos son análogos. La gestión de la leña combustible de este período estuvo una vez más basada en el aprovechamiento múltiple y alternativo de diversas comunidades vegetales geográficamente próximas debido a la yuxtaposición calcáreo-esquistos que de manera reiterativa se dispone a lo largo de valles y laderas en toda esta zona montañosa nor-occidental. La pervivencia de la tradición pastoril del sustrato de población indígena mantuvo este modo gestión de la leña iniciado con las comunidades humanas de tradición mesolítica, continuado de manera intensiva por las bandas tribales neolíticas y manteniéndose prácticamente idéntica durante el período protohistórico con un carácter más extensivo que en épocas precedentes: explotación de diversas cuencas y de valles fluviales así como de laderas y cumbres junto con una explotación más intensiva de los terrenos costeros. Esta última peculiaridad quizá estaría en relación con las actividades en torno a la industria pesquera y la infraestructura asociada que los nuevos colonos desarrollaron en este territorio.

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Sin embargo la tradición pastoril propia del sustrato indígena parece mantenerse intacta al menos en lo que a gestión del combustible se refiere a pesar de la presencia de los colonos fenicios en esta zona. El fuerte arraigo de lo pastoril es una característica que al parecer permaneció inalterable en el sustrato de población indígena durante época romana dificultando la romanización de estos territorios, y en épocas posteriores (Gozalbes, 1997). El modo de gestión alternativa de la leña procedente de distintas formaciones garantiza una explotación potencial de estos recursos a más largo plazo. Esta ciclicidad facilita la regeneración de estas comunidades vegetales con el fin de seguir siendo explotadas. Una regeneración de la vegetación que sin duda fue favorecida por la existencia de una humedad edáfica óptima en este sector de montañas costeras y posiblemente por una densidad de población no muy alta en este período. La componente arbustiva registrada en época protohistórica, casi idéntica a la registrada en época neolítica y períodos precedentes (Benzú) no ha sido interpretada como signo inequívoco de degradación ecológica del entorno, aunque éste haya sido explotado de manera intensiva. Sin embargo desde una perspectiva diacrónica el impacto medioambiental sobre las formaciones forestales sí ha quedado registrado en la actual fisionomía de la vegetación actual de toda esta área. Sería interesante prolongar los estudios antracológicos a épocas posteriores: romana, medieval e industrial con el fin de hallar los primeros indicios de la degradación ecológica que han quedado registrados de una manera bastante clara y acusada en el entorno vegetal actual del territorio ceutí.

AGRADECIMIENTOS Quisiera agradecer a los Dres. D. Bernal y J. Ramos, ambos profesores de Prehistoria de la Universidad de Cádiz y directores del proyecto Benzú, el hecho de haberme puesto en contacto con la Delegación de Cultura de la ciudad de Ceuta (en concreto con Fernando Villada arqueólogo territorial) para la realización de los análisis antracológicos del yacimiento protohistórico “Ciudad de Ceuta”. Por otro lado quisiera expresar mi enorme gratitud a los Sres. J. L. Ruiz, R. Ugarte de OBIMASA así como al profesor S. Chamorro por su buena disposición en enseñarme a conocer y comprender el entorno natural del territorio ceutí de cara a una mejor interpretación de los resultados antracológicos expuestos en este trabajo.

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Caracterización petrográfica de cerámicas a mano y a torno del yacimiento protohistórico de la Plaza de la Catedral (Ceuta)

Caracterización petrográfica de cerámicas a mano y a torno del yacimiento protohistórico de la Plaza de la Catedral (Ceuta)

M.A. Cau Ontiveros

ICREA/ERAUB, Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia, Facultat de Geografia i Història, Universitat de Barcelona, España

I. Iliopoulos

Department of Geology, University of Patras, Greece

G. Montana

Dipartimento di Chimica e Fisica della Terra ed Applicazioni alle Georisorse e ai Rischi Naturali (CFTA), Università di Palermo, Italia

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Caracterización petrográfica de cerámicas a mano y a torno del yacimiento protohistórico de la Plaza de la Catedral (Ceuta)

1. INTRODUCCIÓN El yacimiento protohistórico de la plaza de la Catedral de Ceuta, supone uno de los hallazgos de mayor relevancia arqueológica de los últimos años en territorio ceutí, puesto que permite documentar la ocupación del solar en una cronología de siglo VII a.C. El yacimiento corresponde a un asentamiento protohistórico interpretado como de componente indígena, pero con una importante relación con el mundo fenicio occidental. De hecho, se ha planteado la posibilidad de que se trate de un yacimiento fundado bajo una estrategia conjunta entre fenicios e indígenas (véase, p. ej. Villada et al. 2007, o este mismo volumen). La cerámica aparecida en el yacimiento puede ser dividida entre materiales modelados a mano de tradición indígena, de presunta producción local, y materiales a torno de las factorías fenicias del sur de la Península Ibérica; en concreto se propone que buena parte proceda de las factorías malacitanas (Villada et al. 2007). En esta contribución, se presenta el estudio petrográfico de un total de 31 individuos cerámicos procedentes de las excavaciones de este asentamiento protohistórico hallado en las excavaciones de la plaza de la catedral de Ceuta. La intención es la de caracterizar las fábricas presentes a partir del estudio petrográfico y realizar las primeras inferencias sobre la proveniencia de los materiales objeto de estudio. Por lo que se refiere al material indígena, no se disponen de materiales de referencia. En cambio, para las producciones fenicio-púnicas de la Península Ibérica, si bien es cierto que la caracterización arqueométrica había sido tradicionalmente muy minoritaria (González y Pina, 1986), no es menos cierto que se ha experimentado un incremento progresivo en los últimos decenios y se dispone de algunos materiales comparativos. Por lo que se refiere al período fenicio, existen algunos trabajos sobre la producción cerámica de Toscanos (Pringle, 1988; Amadori y Fabbri, 1998), sobre el Cerro Villar (Cardell, 1999; Cardell et al., 1999), Huelva (Millán et al., 1990) o el yacimiento portugués de Abul (Schmitt, 2000) que proporcionan datos interesantes sobre las características composicionales de los productos fenicios occidentales y

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constituyen un primer material para estudios comparativos. También en algunos centros receptores, alejados del sur peninsular, como San Jaume d’Alcanar-Mas d’en Serra (Buxeda et al., inédito) o el yacimiento fenicio de Sa Caleta en Eivissa (Iliopoulos et al., en prensa) se han empezado algunos estudios arqueométricos que contemplan los materiales fenicios importados. Ya para el período púnico, el estudio de las producciones de la bahía de Cádiz (Domínguez et al., 2003), de las conocidas como ánforas de tipo “Tiñoso” (Feliu et al., 2003), de las ánforas Mañá C (Lagóstena, 1996) o la caracterización petrográfica de los productos del alfar de Camposoto en Cádiz (Cau, 2007) son algunos ejemplos, sin ánimo de exhaustividad, de este creciente interés analítico por las producciones cerámicas fenicio-púnicas. El estudio petrográfico mediante lámina delgada presenta para materiales de granulometría media a muy gruesa la ventaja de permitir hasta cierto punto una comparación directa entre el material estudio y la geología regional. En este sentido, es posible, dependiendo de la mineralogía observada en las muestras, señalar la compatibilidad o incompatibilidad litológica entre los materiales estudiados y la geología de la zona. Si la mineralogía es muy distintiva, es posible además descartar ciertas áreas y proponer otras como posibles áreas fuente de donde se obtuvieron las materias primas utilizadas por los alfareros. De esta forma, el estudio petrográfico ha sido una de las técnicas analíticas más utilizadas en el estudio de proveniencia de cerámicas arqueológicas. Sin embargo, mientras que una incompatibilidad litológica entre el material cerámico y la geología regional de la zona de estudio significa que el material es foráneo, una compatibilidad geológica entre ambos no demuestra necesariamente el origen local. En estos casos, un estudio profundo de las materias primas locales o una comparación con materiales procedentes de centros productores conocidos sería necesario para corroborar el origen local. En este trabajo, se presentan brevemente los materiales y métodos, para pasar a continuación a la definición de los grupos petrográficos. En este caso, se ha utilizado el término fábrica que resulta común en petrología cerámica siguiendo la nomenclatura propuesta por Whitbread (1989, 1995). Tras la definición y descripción de los grupos, la discusión ofrece una primera aproximación a las posibles áreas de proveniencia del material analizado y, finalmente, se presentan algunas consideraciones generales sobre el estudio en su conjunto. En el apéndice 1 se describen de forma detallada las dos fábricas principales de cerámicas caracterizadas.

2. MATERIALES Y METODOS Fueron seleccionadas un total de 31 individuos cerámicos entre los que se incluyen cerámicas a torno y a mano (Tabla 1). Entre las cerámicas a torno de supuesto origen importado se encuentran 7 ejemplares de ánforas fenicio occidental del tipo T-10121, 2 platos con engobe rojo, 1 cuenco, 1 copa, 1 jarra globular y 1 pithos

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que se consideran desde un punto de vista arqueológico como posibles producciones fenicias occidentales. Asimismo, se incluyeron en el muestreo 2 fragmentos de ánforas griegas del tipo East Greek Black Painted. Por lo que se refiere al material modelado a mano y de presunta producción indígena, fueron muestreados un total de quince vasos. Las láminas delgadas fueron confeccionadas a partir de fragmentos de cerámica previamente impregnados en resina sintética para darles consistencia y pulidos en una de sus caras. Las muestras fueron adheridas a un portamuestras mediante Loctite UVA, que fragua en unos 30 segundos. Las muestras ya pegadas fueron cortadas con una sierra de baja velocidad Buehler ISOMET y los tacos resultantes desvastados mediante una desvastadora/cortadora Struers Discoplan TS, provista de un disco de diamante. Las láminas fueron ultimadas a mano mediante carburundum 1000 hasta alcanzar un espesor de 30 micrómetros en que el cuarzo presenta un color gris-blanco de primer orden. Las observaciones fueron realizadas mediante un microscopio Olympus BX-41 equipado con una cámara digital Olympus DP-70 en Barcelona y en un microscopio Leitz Ortholux II Pol-BK equipado con una cámara digital Jenoptic Progres C3 en Patras (Grecia), ambos provistos de objetivos de 4X, 10X, 20X y 40X, trabajando entre 40 y 400 aumentos.

3. LA CARACTERIZACIÓN PETROGRÁFICA Los 31 especímenes estudiados han sido adscritos principalmente a dos grupos de fábricas, una de granulometría gruesa y otra de granulometría muy gruesa, que corresponden a grades rasgos con el material a torno y el material modelado a mano. Hasta diez de los individuos estudiados han sido asignados a grupos menores o tratados como loners, debido a sus particularidades composicionales y/o texturales. Las características esenciales de estos grupos se describen brevemente a continuación. En el apéndice 1, se ha considerado conveniente incluir la descripción detallada de los dos grupos principales definidos utilizando como sistema de descripción la propuesta de Whitbread (1989, 1995), para descripciones de láminas delgadas cerámicas basada en la micromorfología de suelos (Bullock et al., 1995).

3.1. Las principales fábricas definidas Fábrica 1: Fábrica bimodal de granulometría gruesa con componentes metamórficos de grado bajo a medio (Fig. 1) Muestras: CEU 001, 002, 004, 008, 010, 013 Las muestras de esta fábrica muestran una clara tendencia bimodal en la distri-

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bución de las partículas no plásticas. La granulometría de la fracción fina se encuentra en la clase granulométrica de arena muy fina (very fine sand) (0.0625-0.125 mm), mientras que la fracción gruesa entre arena media y muy gruesa (medium sand and very coarse sand) (0.25–1.35 mm). La fracción fina está compuesta principalmente por fragmentos angulares de cuarzo monocristalino y de forma mucho menos abundante laminillas de moscovita. Se observa también calcita micrítica pero en cantidades menores y severamente descompuesta por el efecto de la temperatura de cocción, dando lugar a una porosidad característica. En la fracción gruesa, los fragmentos de origen metamórfico constituyen el material predominante. Entre éstos, se encuentran fragmentos de metapelitas como tipo predominante de fragmentos líticos, incluyendo esquistos hasta de grado metamórfico medio (zona de la estaurolita; es decir facies anfibolítica baja). Sólo en una muestra (CEU 002) se observa un fragmento de metapelita de grado de metamorfismo más elevado (zona de la sillimanita; es decir facies anfibolítica alta). Algunos granos de cuarzo redondeado pueden ser identificados ocasionalmente, si bien en el espécimen CEU 013 alcanzan un porcentaje alto constituyendo la partícula no plástica más representada. Los fragmentos de caliza micrítica con textura túrbida son muy comunes. Algunos fragmentos de arenisca pueden ser igualmente identificados, mientras que los fragmentos volcánicos (diabasa ofítica) se observan muy raramente (individuo CEU 008). Fábrica 2 Subgrupo (a): fábrica metamórfica de grado alto y de granulometría muy gruesa (Fig. 2) Muestras: CEU 016, 017, 018, 019, 020, 021, 022, 023, 024, 025, 026 Esta fábrica muestra el sorting más pobre (very poorly sorted) de todas las muestras objeto de estudio. Todos los especímenes muestran un núcleo de color negro y una parte exterior de color anarajando rojizo muy fina. El tamaño de las partículas no plásticas varía de arena muy fina a guijarros (300 – 4c00ºC). Más en concreto, los materiales de interés son arcillas cocidas (ladrillos, tejas, adobes, cerámicas) y sedimentos quemados in situ por la presencia de hogares, termas, tumbas de incineración y otras estructuras de combustión. El principio del arqueomagnetismo se basa, por un lado en las peculiaridades del CMT y por otro en las propiedades magnéticas de algunos minerales de hierro que se encuentran comúnmente en los materiales mencionados arriba. Comenzando por el CMT, los aspectos de interés desde una perspectiva arqueomagnética son los siguientes: Desde un punto de vista físico, el 90% del comportamiento del CMT puede modelarse asumiendo un modelo de campo dipolar y geocéntrico. En otras palabras, en primera aproximación, se puede asumir que el CMT en la superficie de la Tierra es el resultado de un dipolo magnético que atraviesa el centro de la Tierra, actualmente inclinado 11.5º respecto al eje de rotación del planeta. La diferencia entre los valores de orientación e intensidad del CMT observados en la superficie de la Tierra, y los valores teóricos obtenidos aplicando un modelo dipolar se cuantifica en un 10% que representa la componente de campo no-dipolar. Debido a factores que, en parte residen fuera de la Tierra (factores externos) y por otra parte en la dinámica del núcleo de la Tierra (factores internos) ambas componentes, dipolar y no-dipolar, experimentan en el tiempo variaciones de diferente tipo y periodicidad. Se considera que los factores externos producen variaciones de período menores de 10 años en la orientación y en la intensidad del CMT en la superficie terrestre, mientras que los debidos a factores internos generan variaciones de mayor periodicidad, comprendida entre 10 y 3000 años, y denominadas Variación Secular (SV). 515

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Cabe destacar que las variaciones del CMT debidas a causas internas se distribuyen de forma no-homogénea en la superficie terrestre y suelen considerarse uniformes en regiones de superficies menores a 106 Km2 (Tarling, 1983), es decir, aproximadamente, el doble de la España Peninsular. En la superficie terrestre el CMT se describe mediante un vector de intensidad F y orientación definida por dos ángulos correspondiente con la Declinación magnética (D) y la Inclinación magnética (l). El primero es el ángulo que forma la componente horizontal (H) del vector magnético (F) con el Norte geográfico y varía entre 0º y 360º. El segundo es el que forma el vector F con el plano horizontal, comprendido entre 0 y 90º para lugares situados en el Hemisferio Norte (fig. 1). Mientras que los cambios de corto periodo de F, D e I pueden detectarse en los observatorios magnéticos mediante aparatos de medición, veremos a continuación que los de larga periodicidad han quedado registrados en una Figura 1. Elementos del Campo Magnético terrestre D, I, H, F multitud de rocas y en diferentes materiales ar(descripción en el texto). queológicos. La clave de este fenómeno la llevan algunos óxidos de hierro contenidos en muy pequeña cantidad (
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