La ilustración de la palabra es el relato de la obra: la digresión, el comentario y su intento de argumentación.

August 1, 2017 | Autor: J. de Nordenflycht | Categoría: Arquitectura, Historia y Teoria del Arte y la Arquitectura, Teoria de la Arquitectura
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Descripción

La ilustración de la palabra es el relato de la obra: la digresión, el comentario y su intento de argumentación.

Supongo que en algún lugar del perfecto triángulo equilátero configurado por las nociones de territorio-cultura-gastronomía-, que nos propone el autor de este libro, es que se invoca mi lectura cómplice. Especulando un poco lo de territorio sería porque el libro, cuyo personaje comienza a dibujarse desde Valparaíso, debería ser leído desde acá –ese allá, siempre nostálgico para quienes no tienen el temerario privilegio de vivir en el Puerto-. Lo de cultura, porque es un libro que tematiza su propia condición de tal, en un híbrido que merodea entre la novelita, la bitácora y el ensayo, en donde las heteróclitas temporalidades van configurando un gran mosaico de intensos fragmentos, cuyas toponimias reales son habitadas por nombres propios que retrucan su identidad en cacofónicas alteridades. Y lo de gastronomía, bueno, están a la vista las consecuencias del fatigoso empeño de la insatisfacción impenitente del que viaja para comer –por previsión- y come para volver –por nostalgia-. Cuando hace un par de años apareció la primera edición del libro que hoy tenemos ocasión de comentar, con un título tan largo y autoexplicativo como el que titula esta brevísima nota, escribimos una reseña que terminaba diciendo: “(…) uno podría advertir al lector que al interior de ambos libros no encontrará fotos, croquis o planos, como si no existiera sistema de representación arquitectónica capaz de resistirse a la palabra. Advertencia que suena a promesa: el relato vuelve a tener la palabra.” (NORDENFLYCHT, José de Post Patrimonio, RIL, Santiago, 2012, pág. 82.) Pues bien, llegó la hora de desdecirnos, ya que en esta segunda edición que apenas hemos hojeado, la tentación del “mono” fue mayor, por lo que la pregunta de entrada

sería

¿Porqué

un

relato

de

arquitectura

necesita

ceder

a

la

sobredeterminación de la imagen?

 

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Para ser francos lo sospechábamos desde el principio, por lo que es una pregunta retórica, ya que de hecho la primera edición tiene en su portada un dibujo de una mano dibujando, esa puesta en abismo tan querida para muchos arquitectos que actúan desde la convicción de que el dibujo existe antes que la palabra, o mejor: el texto es el dibujo devenido en palabra. Por cierto el protagonista de esta autoficción es un grafómano incontinente, lápiz de punta roma por delante va marcando muros que solo le van evidenciando la fugacidad de la obsolescencia, esa que mucho más allá de durabilidad del material, acelera la fricción temporal de memorias imposibles. No en vano es advertida la similitud de la firma y los edificios, cuando desliza esa observación el personaje a partir del autógrafo que le regala Frank Gehry en su querida Moleskine. De ese modo, y como dos caras de una misma moneda, una lectura es un recorrido, pues un espacio es un relato –y no lo digo en el ya vilipendiado sentido semiótico- sino que más bien desde el reconocimiento de que la arquitectura es una práctica que supone un grado de interpretabilidad persistente, cuya responsabilidad última está en el habitante. Ya sea el habitante de eso que llamamos pomposamente “obra de arquitectura” o ya sea el habitante del relato. Lo que suena igualmente pomposo, pero no por ello menos real, por que lo que hay detrás de todo ello es la voluntad autoral, y eso si que es serio. Arquitectos hay muchos, y muchos más anhelan serlo a juzgar por la sobre población estudiantil generada por una oferta tan simétricamente descontrolada como desacreditada. Ustedes dirán que tal vez eso sea harina de otro costal –o puro oportunismo coyuntural-, pero como de esos muchos arquitectos hemos conocido a la gran mayoría más por razones académicas que profesionales, cuando hemos visitado sus obras más bien nos referimos a las lecturas de las mismas que al recorrido activador de su habitar posible. De hecho al autor lo conocimos en un contexto así, como a medio camino entre el lugar –un lugar donde organiza su ficción de origen como es la Isla Grande  

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de Chiloé- y el territorio académico, uno que resistió más de lo sospechado denominado por su propia ficción como GruA. Arquitectos hay muchos, pero autores son pocos. Cuando recorremos impenitentemente las ciudades no es fácil reconocer esa autoralidad, que es como lo mismo que ocurre cuando recorremos con la vista largos anaqueles atiborrados de lomos de libros. ¿Qué anuncia un lomo? una promesa ¿Qué nos dice una fachada?, puras promesas. Por eso hay que entrar, leer el recorrido, tal vez su planimetría, en fin. La analogía puede ser más gruesa aún, ya que simplificando las cosas para hacer un libro y para hacer una casa hay que tener una idea, tener una buena excusa –en la jerga conocida como encargo- y una imagen deseada. Luego proceder a escribir y proyectar respectivamente –de muchas y variadas maneras- y finalmente producir a través de su impresión o construcción, respectivamente. De ese modo la arquitectura necesitaría más de partituras que de maquetas y sin dudar más planimetrías que renders en 3D, ya que las primeras habilitan esa interpretabilidad y las segundas la clausuran, cuestión a la que nos tiene mal acostumbrados un mundo en donde todo está dado, por eso que nuestro autor no le saca el poto a la jeringa como el declara en una difusa mezcla de cinismo y pudor, de otro modo no se entenderían los mejores pasajes de este libro, como el que dice desde una promiscua omnisciencia: “Proyectar en tercera persona partiendo de las historias de los demás, podía constitutir un modo real para descubrir, haciendo visible, un mundo hecho de silencios y de páginas arrancadas que resistían a explicarse.” (VIVALDI, Renato Apuntes, viajes y complicidades de un náufrago arquitecto en las Costas del Pacífico, Ediciones GrilloM, 2009, pág. 118.)

Salud por eso!

José de Nordenflycht Valparaíso 25.12.12

 

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