La Iglesia que Jesús quería

June 20, 2017 | Autor: Otilio Herrera | Categoría: Theology, Biblical Studies, Teología, Iglesia, Eclesiología
Share Embed


Descripción

La Iglesia que Jesús quería Gerhard Lohfink Otilio Herrera Ruiz LOHFINK, Gerhard, La Iglesia que Jesús quería, dimensión comunitaria de la fe cristiana, trad. Victor Abelardo Martínez de Lapera, 2ª edición, Desclee de Brower, Bilbao, 1986, 200 pp. Gerhard Lohfink es un autor alemán, especialista en Nuevo Testamento y profesor de la universidad de Tubinga hasta 1986. Fue miembro de la “Ingrierte Gemeinde” de Munich; sus estudios han sido muy importantes en materia de Eclesiología. Sus estudios son importantes: son Die Sammlung lsraels. Eine untersuchung zur lukanischen Ekklesiologie (1975), el estudio La Iglesia que quería Jesús (1982), la síntesis Jesus und die Kirche, en el Handbuch der Fundamentaltheologie (1986), y el tratado posterior ¿Necesita Dios la Iglesia? Sobre la teología del pueblo de Dios (1998). En el libro que nos ocupa, el autor desarrolla un análisis de la visión de Jesús sobre el verdadero pueblo de Israel, que daría lugar a la Iglesia tal como la conocemos. En primer lugar, el autor afirma que “Jesús no podía fundar una Iglesia, pues ésta existía ya mucho antes de que Jesús apareciera en Palestina”. Entonces, la intención del libro es profundizar en cómo veía Jesús este “pueblo de Israel” y cómo esta visión pasó a los Doce, primeramente, y luego a la Iglesia hasta el s. III. Además, el libro responde a la marcada tendencia a pensar la relación trascendente del ser humano en clave individual e intimista que sobrevino después de la filosofía de autores como Kant. El autor afirma rotundamente que no puede darse una auténtica relación con Dios mientras no comprenda la dimensión comunitaria, pues no se trata de individuos aislados que “se convierten”, sino de una comunidad que está llamada a vivir según los valores del Reino. Para ello, el Lohfink plantea su libro en cuatro partes. Después de una introducción que trata sobre el problema del individualismo planteado por Harnack, la primera parte trata sobre la evidencia neotestamentaria sobre la relación Jesús-Israel. El autor analiza la acción de Jesús como dirigida a todo Israel, y no solamente a individuos congregados. Si la salvación que estaba anunciada ha llegado, es para el beneficio de todo el pueblo y así se manifiesta tanto en las curaciones, como en el Padrenuestro, y en última instancia en la muerte de Jesús.

La segunda parte trata de Jesús y sus discípulos, esto es, cómo se va desarrollando poco a poco una concepción nueva (también comunitaria) de una nueva familia donde los que viven según el Reino son los hermanos y hermanas de Jesús. El autor afirma que “ya no hay sitio para la soberanía patriarcal en la nueva familia de Jesús. Sólo caben la maternidad, la hermandad un la filiación ante Dios Padre”, por lo que podemos afirmar que esta nueva dimensión comunitaria va un paso más allá, pero siempre en línea con la tradición de la Alianza que establece Dios con un pueblo. La tercera parte se dedica a mirar la evidencia del NT sobre las primeras comunidades y cómo ellas hicieron posible esta dimensión tratada en el capítulo anterior. Cabe destacar que la presencia del Espíritu de Jesús es crucial para que esta dinámica pueda realizarse. El autor nos previene contra la ingenua interpretación de los textos que nos hablan sobre este primer grupo de comunidades. Sin embargo, atisba en ellos la intención y la tensión permanente por hacer realidad esta “Ley de Cristo”, en la que las barreras sociales son superadas, los orígenes de raza, lengua, pueblo y nación son puestos de lado en favor de una hermandad que se construye porque todos hemos sido hechos hijos de un mismo Padre. Así, el autor afirma desde el principio que estas comunidades, viviendo en la búsqueda de ese ideal, se erigieron en sociedades de contraste en medio del mundo pagano. Finalmente, la cuarta parte trata de cómo permaneció en la Iglesia Antigua la noción de comunidad y su importancia en la vivencia auténtica del cristianismo. La Iglesia se mira a sí misma como un pueblo santo, propiedad de Dios, que vive distinto porque el Espíritu habita en medio de él. Lohfink afirma que la santidad en la Biblia ha estado siempre ligada a la cuestión social, por lo que no podríamos hablar de una “salvación individualista” que está reservada a la intimidad del corazón de uno, sino a la oportunidad de construir una nueva comunidad que vibra en la misma sintonía que el Padre revelado por Jesús. En su conclusión, el autor muestra el papel de San Agustín en la conversión de esta idea hacia algo diametralmente opuesto. Después del giro constantiniano, nada fue igual. ¿Por qué? Porque Agustín “concibe y define la vivitas dei teniendo en cuenta exclusivamente su origen proctológico y su futuro escatológico. Parece, entonces, que es el obispo de Hipona quien comienza a dar un giro hacia la interioridad, resaltándola por encima de la dimensión social, en un movimiento que ha continuado hasta nuestros días. Por un lado, la noción de “sociedad de contraste” es muy interesante. No se trata de un rechazo al mundo, sino un modo de vida que por sí mismo se opone a la inercia que se

vive en cualquier lugar. Una comunidad que sabe que por sus propias fuerzas no puede mantenerse viviendo así, y por eso confía plenamente y se entrega a la voluntad del Padre, tratándose unos a otros como hermanos y hermanas de una nueva familia; una comunidad que está fascinada por este Amor y que busca vivirlo con radicalidad. ¿Es esta la Iglesia que Jesús quería? ¿Es nuestra Iglesia coherente con estas exigencias? ¿Sigue siendo hoy “sal y luz” o nos hemos confundido poco a poco hasta dar razón a quienes dicen que Jesús es un gran hombre, pero sus seguidores lo hemos estropeado todo? Por otro lado, sin embargo, la forma en que trata el tema del sacerdocio y la mujer me pareció un poco parco. Aducir que la llamada de los Doce es un acto simbólico que pedía sólo hombres para tener fuerza suficiente, pero que ello no quitó que Jesús tuviera mujeres a su lado, como discípulas –algo completamente inusual– deja en la ambigüedad el tema. ¿Pudo Jesús sugerir un cambio que llevara en última instancia a la equidad de oportunidad entre hombres y mujeres para el sacerdocio? Si los Doce fueron un símbolo para el Israel de la época de Jesús, ¿no deberíamos repensar ese mismo símbolo en nuestros tiempos? ¿No decimos en el fondo que hay una estratificación en el discipulado de Jesús cuando usamos a los Doce en los términos actuales? Son preguntas que el autor deja sin desarrollar tanto. Por último, la afirmación de que San Agustín cambió por completo la visión originaria de la Iglesia como un pueblo que está afianzado en la realidad, como fermento en la masa, cuya acción seduce y transforma la realidad de a poco, me pareció original y atrevida. Es una forma de entender a la Ciudad de Dios que no había pensado antes. Sin embargo, ¿no fueron más bien las mismas circunstancias históricas las que fueron llevando a esta pérdida de fuerza en la noción de Iglesia=Contraste? El mismo autor enraíza el problema al giro constantiniano, entonces, ¿qué más podríamos ver, además de la literatura agustiniana, en la historia de nuestra Iglesia que, poco a poco, se fue diluyendo en el mundo pagano? ¿En verdad se podría hablar de un dilución? Son preguntas que quedan para otra obra, ciertamente. Creo que el libro es muy recomendable. La visión del autor es crítica, pero está fundamentada en fuentes bíblicas. Al terminar, uno se pregunta necesariamente: ¿qué clase de Iglesia estamos construyendo hoy aquí?

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.