LA IGLESIA CATÓLICA Y LA MUERTE DE EVA PERÓN: ENTRE LA COOPERACIÓN INSTITUCIONAL Y LA RELIGIOSIDAD LOCAL (TUCUMÁN 1952)

September 2, 2017 | Autor: Lucia Santos Lepera | Categoría: Eva Perón, Peronismo, Religiosidad Popular
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Descripción



Este trabajo constituye una versión revisada y modificada del artículo "Las manifestaciones colectivas de duelo frente a la muerte de Eva Perón (Tucumán 1952)" publicado en el Boletín Americanista, Año LXII.1, nº 64 (Barcelona, 2012).

En su estudio, William Christian distingue dos tipos de catolicismo: el de la Iglesia universal basado en los sacramentos, la liturgia y el calendario romano (catolicismo ortodoxo), y otro local vinculado a "lugares, imágenes y reliquias de carácter propio, en santos patronos de la localidad, en ceremonias peculiares y en un singular calendario compuesto a partir de la propia historia sagrada del pueblo" (CHRISTIAN, 1991: 17). Como ha señalado William Taylor, lejos de presentarlos como dos compartimentos estancos y diferenciados, al proponer el concepto de "religión local" Christian cuestiona la rígida dicotomía entre una religión local y una universal como opuestas (TAYLOR, 1999: 74). El autor prefiere este concepto al de "religión popular" dada la cantidad de sentidos a los que este último es asociado. En general, el concepto de religión popular ha connotado sentidos peyorativos y ha sido asociado a lo incivilizado, lo superticioso y lo pagano (AMEIGEIRAS, 2008).
La Gaceta (en adelante LG), 27.07.1952. Para la reconstrucción de lo acontecido en los días que secundaron la muerte de Eva Perón seguimos las crónicas publicadas en La Gaceta, única fuente periodística que se conserva íntegra para el período bajo estudio. Este diario tuvo un rol opositor durante los primeros años de gobierno peronista que matizó hacia comienzos de la década del cincuenta.
Correspondencia Oficial, Joaquín Cucala, rector del Seminario de Tucumán, a Perón y Mons. Aramburu a Perón, 27.07.1952, Archivo del Arzobispado de Tucumán (AAT). Por su parte, la Junta Diocesana de Acción Católica resolvió oficiar una misa en la Catedral en sufragio del alma de Eva Perón. Actas de reunión de la Junta Diocesana, 6.08.1952, Archivo de la Acción Católica Tucumana (AACT).
LG, 8.09.1952
Resulta interesante destacar que numerosas asociaciones católicas mandaron a oficiar misas por el alma de Eva Perón. Entre ellas se destacaron los jóvenes de Acción Católica, quienes formaron una delegación que viajó a la Capital Federal y asistió al velatorio en la CGT. LG, 2.08.1952
Carpeta con Correspondencia Oficial, Informe elevado por Aramburu a Benítez de Aldama, subsecretario de Culto, 16.10.1952, AAT.
LG, 11.08.1952.
Según el estudio de Julie Taylor, a fines de agosto cuando la cobertura del duelo comenzó a disminuir en Democracia se produjo un cambio importante: los altares erigidos en memoria de Evita comenzaron a denominarse "altares cívicos". Según la autora habría sido una respuesta a la presión ejercida sobre el periodismo para que modificaran la imagen religiosa que transmitían (TAYLOR, 1981: 174). Por el contrario, el diario La Gaceta uso el término "altares cívicos" y "altares simbólicos" desde el principio.
La CGT y el PP formaron comisiones de homenaje que se encargaron de confeccionar las listas de quienes harían las guardias (entre 2 y 3 hs). La obligación de inscribirse en dichas listas no se hizo explícita en la prensa, aunque los miembros del sindicato de obreros del ingenio Ñuñorco hicieron saber a través del diario local que era obligatoria la concurrencia de sus afiliados a la custodia del retrato, así como la asistencia al novenario que, en memoria de Eva Perón, se rezó todos los días en la iglesia parroquial.
Fueron zonas circunscritas a las plazas principales de ciudades y pueblos, donde acudieron grupos de personas que se desplazaban en procesión desde poblaciones cercanas o apartadas. En ese sentido, uno de los acontecimientos más emotivos de las honras fúnebres fue la llegada de grupos de obreros del campamento Las Lenguas que, acompañados de sus esposas e hijos, recorrieron decenas de kilómetros para rendir homenaje a Eva Perón y concurrir al templo de la ciudad de Concepción para asistir a su funeral solemne. A ellos se sumaron grupos de hombres y mujeres de poblaciones alejadas, "venidas a pie y portando en alto retratos del Gral. Perón y Eva Perón". LG, 30.07.1952
LG, 31.07.1952. Eva Perón falleció a las 20.25 hs. del día 26 de julio de 1952. Por lo general, los homenajes eran organizados para culminar a esa hora.
La celebración de misas, incluidas las de cuerpo presente, ocupaban un lugar central entre el ceremonial regido por el ritual romano. El objetivo principal era conseguir que el alma del difunto se asegurase una estancia corta en el Purgatorio y suavizar los posibles castigos (BARRAL, 2007).
Los pedidos de misa de campaña eran elevados al obispado por los curas párrocos, que solicitaban el permiso de la autoridad máxima de la diócesis para oficiarlas. Se encuentran pedidos provenientes de diversas entidades políticas, gremiales, culturales, educativas, deportivas, etc. (por ejemplo de las distintas escuelas de la provincia, de unidades básicas, del Partido Peronista femenino y masculino, de los sindicatos de obreros azucareros, los ferroviarios, personal de correos, organismos de gobierno, etc.). Carpeta con correspondencia de parroquias, AAT.
Correspondencia oficial, Respuesta al ministro de gobierno Elizalde, 23.08.1952, AAT.
No obstante, el Ministro de Gobierno buscó la manera de oficiar la misa en la plaza principal y recurrió al Ejército que, a través del Capellán Militar Manuel Ballesteros, auspició el funeral solemne con el que se conmemoró el cumplimiento del mes de la muerte de Eva Perón.
Tradicionalmente los obispos procuraron controlar los rituales que se desarrollaron alrededor de la muerte. El inicio y el fin de la vida de una persona eran pasajes acompañados de una serie de ritos y gestos que a su vez encadenaban las prácticas y creencias propias de cada comunidad. (BARRAL, 2007: 175-195). En la diócesis tucumana, el ceremonial religioso que acompañaba a la muerte fue pautado por la normativa eclesiástica que reglamentó la forma de las exequias fúnebres, sus diferentes momentos y los aranceles que se cobraban. Segundo Sínodo Diocesano de Tucumán. Escuela tipográfica del Colegio Salesiano Tulio García Fernández, 1931, AAT.
Carpeta Parroquia de Concepción, carta del cura párroco Julio Ferreyra a Mons. Aramburu, 23.07.1952 y respuesta de Aramburu 24.7.1952, Archivo de la Diócesis de Concepción (ADC). Ya desde los meses previos a la muerte de Eva Perón, frente a los pedidos de misas para orar por su recuperación, Aramburu procuró que tales ceremonias fuesen oficiadas en el marco de las iglesias.
LG, 31.07.1952 y 9.08.1952
En especial, la prensa peronista hizo hincapié en la "intima devoción" de la que era objeto Eva Perón en los hogares de la nación argentina, (TAYLOR, 1981: 173). Democracia dedico páginas enteras de cada edición a las fotografías y textos sobre el tema de los altares levantados y las plegarias ofrecidas en honor de Eva Perón. La Gaceta también cubrió con detalle el fenómeno de los altares erigidos en plazas e instituciones y publicó numerosas fotografías.
Tales imágenes abrevaron en un cuento corto de Jorge Luis Borges, que expresó de forma elocuente esta idea tan extendida entre los sectores antiperonistas. (BORGES, 1960).
Se trató de un panfleto difundido por el Comité Nacional entre los comités provinciales para la campaña electoral a vicepresidente en 1954, Doc. s/n, Biblioteca nacional, Archivos y colecciones particulares, Sección Arturo Frondizi, Fondo Centro de Estudios Nacionales, Caja nº 1354.
En su estudio, Oscar Frigerio también abonó a la idea de competencia en el campo de la religión. El autor señaló la "apoteosis mística" que se generó alrededor de la muerte de Evita, destacando que fueron las manifestaciones religiosas populares, tales como el culto con altares en los hogares -que continuaron invocándola después de muerta-, que llevaron a la Iglesia a restar su apoyo inicial al gobierno, ya que "no podía menos que ver con espanto actitudes a las que caracterizaba de paganas". (FRIGERIO, 1990: 80).
Aunque de formas distintas, la hipótesis del peronismo como una religión política esta presente en los trabajos de Roberto BOSCA (1997), Susana BIANCHI (1994) y Loris ZANATTA (2009).
Susana Bianchi partió del supuesto de una noción de "competencia" entre la Iglesia y el Estado en el campo de la religión, manifestada "a partir de los avances de ciertas formas de religiosidad popular que competían exitosamente con el catolicismo". De acuerdo a ese esquema, tal disputa fue fuertemente estimulada en el contexto de la enfermedad y muerte de Eva Perón, que vino a acentuar la incorporación de una simbología religiosa favorecida desde el gobierno. (BIANCHI, 1994: 31).
"Una ola de religiosidad popular, con todos los problemas tradicionales de tal fenómeno, no es lo mismo que la instauración de un culto herético en el seno de un país de antigua cultura católica", (CAIMARI, 1995: 236).
A lo largo del período, emergieron sistemáticamente expresiones diversas de una religiosidad local que trascendieron a la institución eclesiástica y a la liturgia tradicional. Entre las más resonantes figuraron la devoción al "señor del milagro de los Luna" -una imagen que apareció en la propiedad de una familia que se arrogaron la organización del culto prescindiendo de los agentes eclesiásticos-, la aparición del "niño santo" de Trancas, cuyos seguidores le atribuían un poder "sanador", y el fenómeno de la "niña santa" de villa San Cayetano. Sobre la aparición del "niño santo" en Trancas LG, 31.03.1951; Sobre la devoción al Cristo "que llora" LG, 5.08.1948; Sobre los sucesos en Villa San Cayetano LG, 7.02.1955, 8.02.1955, 16.02.1955, 27.02.1955. En todos los casos, la jerarquía católica reprobaba estas manifestaciones. Frente al fenómeno de la niña santa, el obispo advirtió a sus seguidores que la Iglesia era la única institución con potestad de definir cuándo un hecho sobrenatural representaba un milagro (advertencia que, sin embargo, no alcanzó para mitigar la devoción de la población). "Comunicado del Obispo dirigido a los fieles", LG, 16.02.1955.
Cynthia Folquer ha analizado las prácticas en torno a la muerte como objeto de culto en el horizonte cultural del noroeste argentino. Entre ellas, se destaca la erección de altares domésticos en los que se reza por el alma del difunto (FOLQUER, 2012: 408-419) y (FOLQUER, 2012a). Asimismo, en su estudio, Ameigeiras explica que el "culto a los difuntos" tiene una profunda vigencia en el catolicismo popular y que se relaciona no sólo con el intento de "integrar" la muerte a la vida, o de sacralizarla como un tránsito, sino también "con la presencia de un cierto sentido trágico que lleva a considerar muy especialmente la existencia del dolor y de la muerte". El autor considera que una muestra de ello se encuentra en la vigencia, especialmente en el catolicismo popular de origen rural, de los responsos, de los llamados novenarios, los trisagios, el alumbrar las almas y los distintos tipos de velorios (AMEIGEIRAS, 2008: 35).
Sobre la negociación entre religión en cuanto práctica y religión en cuanto prescripción (CHRISTIAN, 1991).
Unos kilómetros hacia el norte de Trancas se conserva el "Pozo del Pescado", una fuente considerada milagrosa ya que fue allí donde Francisco Solano hizo brotar agua para saciar la sed de sus seguidores y de los primeros tranqueños. La fiesta que recuerda este milagro se celebra el domingo siguiente al de Pascua. El ejemplo de Trancas demuestra el modo en que se recurrió a creencias y prácticas religiosas locales para rendir homenaje y pedir por Eva Perón.
LG, 1.08.1952
LG, 8.08.1952
LG, 10.08.1952


LA IGLESIA CATÓLICA Y LA MUERTE DE EVA PERÓN: ENTRE LA COOPERACIÓN INSTITUCIONAL Y LA RELIGIOSIDAD LOCAL (TUCUMÁN 1952)

En Ana Cecilia Aguirre - Esteban Abalo (coordinadores), Representaciones sobre historia y religiosidad. Deshaciendo fronteras. Colección "Universidad" Nº 39, Rosario: Prohistoria Ediciones, 2014

El duelo por la muerte de Eva Perón el 26 de julio de 1952 adquirió dimensiones inéditas. Contempló un despliegue de homenajes fúnebres oficiales, en los que la Iglesia y el gobierno asumieron un rol protagónico, pero también funcionó como un disparador de prácticas de religiosidad desbordantes. La multiplicación de funerales, misas, novenarios y procesiones por Evita otorgó gran visibilidad a las figuras de los curas párrocos, quienes ocuparon un lugar central en las manifestaciones colectivas de duelo al ser los responsables principales del oficio de las misas y funerales y de guiar las procesiones llevando en alto el retrato de Eva Perón. Es decir, los curas párrocos tuvieron un rol destacado acompañando activamente los homenajes religiosos, en los cuales sus funciones fueron requeridas por las organizaciones sociales.
Como es sabido, la muerte de Eva Perón puso en movimiento una serie de prácticas religiosas que desbordaron los márgenes de la institución eclesiástica y que, desde la perspectiva de la jerarquía, excedieron a la "ortodoxia católica". Las peregrinaciones por el alma de la difunta y los altares domésticos erigidos en su nombre fueron muestras de las expresiones de una religiosidad no institucionalizada. En ese contexto, los curas párrocos desempeñaron un rol complejo a partir del cual debieron mediar entre las directivas obispales -interesadas en resguardar la "doctrina"- y las expresiones locales de duelo, que excedieron las formas de la liturgia fúnebre.
A diferencia de los trabajos historiográficos que interpretaron en las expresiones de religiosidad disparadas por la muerte de Eva Perón una competencia con el catolicismo institucional, cuya magnitud habría escandalizado a la jerarquía eclesiástica, nuestro abordaje de tales expresiones recupera los estudios que pusieron en tela de juicio las definiciones de religión derivadas de un discurso clerical o "civilizado". Es decir, se propone entender al catolicismo como un corpus flexible y socialmente articulado, en el que la "religiosidad local" se encuentra en perpetua tensión con el sistema eclesiástico pero a la vez es parte de su esencia.
En este sentido, cabe destacar que más allá de los intentos de la jerarquía por canalizar institucionalmente las expresiones religiosas y capitalizar las manifestaciones de duelo -tentativas que generaron tensiones con los curas pero también con el gobierno- en el marco del duelo predominó la cooperación institucional entre el poder político y religioso. Los rituales fúnebres oficiales crearon un escenario propicio para el robustecimiento de los vínculos establecidos entre la Iglesia católica y el gobierno peronista, donde el despliegue de manifestaciones religiosas que congregaron a una multitud de fieles llevó a interpretar entre distintos sectores de la Iglesia un "resurgimiento" de la religiosidad del pueblo y de expresiones de "fervor católico".

Los curas párrocos y los homenajes fúnebres oficiales
El campo de colaboración que trazaron la Iglesia y el gobierno peronista fue el marco que encuadró los rituales fúnebres oficiales desarrollados por la muerte de Eva Perón el 26 de julio de 1952. Ante la noticia del deceso el gobernador de la provincia Luis Cruz solicitó la cooperación de las autoridades eclesiásticas para que garantizasen la apertura de todos los templos de la diócesis "a fin de que el pueblo pueda entregarse a rezar por el alma de Eva Perón". Estas declaraciones procuraron encauzar el desasosiego y la preocupación de la población en el contexto de incertidumbre reinante. Las autoridades de la diócesis adhirieron al duelo decretado en la provincia, acatando lo dispuesto en las resoluciones gubernamentales, y los mandatarios eclesiásticos enviaron a Perón telegramas de pésame y alabanza donde se referían a la primera dama como la "infatigable luchadora inquebrantable y fiel colaboradora", resaltando "sus ideales de justicia y redención social" y "su amor por la clase humilde y atribulada".
Apenas circuló la noticia del deceso por los medios gubernamentales el Poder Ejecutivo provincial publicó un decreto con las iniciativas que llevarían a cabo conjuntamente la Iglesia y el Gobierno. Se dispusieron dos actos religiosos: una Misa Pontifical de Réquiem en la Catedral, oficiada por Mons. Aramburu, y una misa en la iglesia de San Francisco, orden a la que pertenecía Evita como Hermana Terciara. Los considerandos del decreto señalaron que ambas entidades harían oficiar funciones religiosas en todos los templos de la ciudad. Durante los días de duelo se multiplicaron por doquier las misas en sufragio del alma de Eva Perón celebradas por el Vicario Capitular o los sacerdotes diocesanos, a las que asistieron las autoridades peronistas provinciales. El clima de fervor religioso representado en las imágenes de las multitudes que desbordaron los templos llevó a la prensa a hablar de "un inédito acercamiento del pueblo a la iglesia".
Las misas oficiadas por el descanso de Eva Perón, solicitadas por un amplio espectro de entidades peronistas, católicas y asociaciones en general, se volvieron la expresión por excelencia de adhesión al duelo. Los curas enfrentaron un aluvión de pedidos de oficio de misas y funerales solemnes. La cantidad de oficios religiosos que se efectuaron en sufragio del alma de la extinta hasta el 15 de septiembre expresa elocuentemente esta situación, al sumar 335 misas rezadas, 252 funerales solemnes y "los novenarios de oraciones que se hicieron en todas las iglesias parroquiales". En ese sentido, los sacerdotes tuvieron un rol central y actuaron en vinculación estrecha con las entidades y las autoridades peronistas locales.
Resulta difícil dimensionar las experiencias sin precedentes por las que transitaron los sacerdotes y, especialmente, los curas párrocos, al presidir misas y procesiones con antorchas, rezar responsos y dirigir oraciones fúnebres ante las multitudes agolpadas en los templos y en los altares levantados ex profeso. Los sacerdotes debieron garantizar la apertura de las iglesias, oficiar misas y contener ese "acercamiento inédito del pueblo a los templos" que describieron una y otra vez las crónicas periodísticas. Estas últimas también detallaron las oraciones de los curas que ensalzaban la figura de Eva, seguidas atentamente por la población que expresaba "fervor" y "emoción". Así ocurrió en el acto organizado el 10 de agosto por la CGT, el Poder Ejecutivo de la provincia y las ramas masculina y femenina del Partido Peronista con el fin de ofrecer el "último adiós a Eva Perón" en el que el sacerdote diocesano José Amado Dip dirigió la oración fúnebre. La crónica destacó que la oración del religioso constituyó el momento más emotivo de los homenajes cuando la multitud expresó su intensa congoja a través de llantos y desmayos, dando lugar a la intervención del personal de los puestos sanitarios.
En la mayoría de los casos los homenajes oficiales se llevaron a cabo alrededor de lo que la prensa denominó indistintamente altares cívicos o simbólicos, erigidos en las plazas principales de la ciudad y los pueblos del interior de la provincia, como también en dependencias gubernamentales, sindicatos, estaciones ferroviarias, unidades básicas y escuelas. Tales altares representaban el catafalco que resguardaba los restos de Evita, velados en el Ministerio de Trabajo y Previsión (Capital Federal). El altar cívico más importante de Tucumán fue erigido en las escalinatas de la Casa de Gobierno, frente a la plaza principal, a instancias de la CGT local: allí se llevaron a cabo los principales homenajes cívicos y religiosos. El altar consistía en una gigantesca cruz blanca donde la población se reunió para realizar ofrendas florales y colocar retratos de Eva Perón. Las "guardias de honor" a cargo de miembros del Partido Peronista y de los gremios obreros custodiaron este altar a lo largo del día siguiendo un cronograma pautado desde sus órganos directivos.
Al levantar un altar se convertía al espacio físico en un lugar donde podía rendirse homenaje y elevar oraciones por Eva Perón. Junto a las iglesias, estos espacios se convirtieron en zonas de duelo, lugares destinados a las honras fúnebres a las que acudía gente de diversas procedencias. Fue en esos espacios donde los sacerdotes presidieron los homenajes a Eva Perón, integrando las dimensiones religiosa y cívica y poniendo en escena los cruces entre religión y política.
En este punto cabe detenerse a observar el formato que, en líneas generales, siguieron los actos en los pueblos y ciudades del interior de la provincia. En primer lugar se oficiaba un funeral solemne en la parroquia a la que pertenecía la entidad que impulsaba el homenaje. Seguidamente, desde el templo salía la procesión de antorchas hacia la plaza principal, donde se emplazaba el "altar cívico" para hacer las ofrendas florales correspondientes y dedicar oraciones al alma de Eva Perón. El ejemplo de la localidad de Aguilares, ubicada al sur de la provincia, fue representativo de este tipo de homenajes. Los obreros de la industria azucarera ofrecieron un solemne funeral en el templo local, el cual se vio "desbordado" por la concurrencia, para después llevar flores al retrato de Evita instalado en la plaza principal. Por la tarde, rezaron el novenario en la iglesia y salieron en procesión de antorchas alrededor de la plaza hasta el altar cívico, donde permanecieron en silencio hasta las 20.25 horas.
Cabe resaltar que los homenajes fueron presididos en la mayoría de los casos por los curas párrocos. Es decir, los sacerdotes oficiaron la misa, encabezaron la procesión con antorchas y dirigieron las oraciones frente al retrato de Evita en la plaza principal. Estas escenas se repitieron en los principales centros de población, tales como Monteros, Concepción, Acheral, Tafí Viejo, Bella Vista y Trancas.
Ahora bien, el lugar que ocuparon los sacerdotes en el marco del duelo por Eva Perón no estuvo exento de tensiones, surgidas fundamentalmente con la jerarquía eclesiástica a causa de los límites que esta última buscó imponer a la multiplicación de manifestaciones religiosas. Como ha sido señalado, el oficio de misas fue una de las formas más extendidas de expresar la adhesión al duelo decretado por el gobierno. En los días que siguieron a la muerte de Eva Perón los sacerdotes diocesanos celebraron una gran cantidad de misas a pedido de distintas instituciones y organizaciones de la sociedad. Las ceremonias religiosas no se desarrollaron solamente en el marco de un templo ya que también se realizaron misas de campaña, es decir, celebraciones llevadas a cabo en las plazas principales y en las sedes sindicales o partidarias. Tales oficios religiosos fueron ofrecidos cuando se estimó que la participación de la población superaría el espacio físico del templo. Sin embargo, como veremos a continuación, en el contexto descripto adquirieron un significado complementario al traducir pujas por las zonas de duelo.
Los pedidos de misas de campaña enviados al obispado por las autoridades civiles y las distintas organizaciones de la sociedad fueron innumerables. Tales solicitudes eran elevadas a los curas párrocos, quienes necesitaban la autorización del Vicario Capitular de la diócesis para poder celebrar ese tipo de misas. Frente a la cantidad de pedidos que llegaron en el transcurso del primer mes de la muerte de Eva Perón, Aramburu resolvió en principio no darles lugar, procurando que los oficios fúnebres se realizaran en el ámbito de un templo. La autoridad diocesana explicó los fundamentos de su decisión en una carta al Ministro de Gobierno, quien había requerido una misa de campaña en la plaza principal para conmemorar el mes de la muerte de Eva Perón: "estamos obligados a velar por la pureza y autenticidad de la disciplina eclesiástica y si en otras circunstancias se permitió la celebración de misas de campaña […] entendemos que hoy, dando cumplimento a las prescripciones del derecho y la liturgia, los oficios fúnebres deben realizarse en el ámbito de una Iglesia". A cambio, Aramburu le ofreció oficiar la misa en la iglesia Catedral.
Desde su rol de custodia de la doctrina, la jerarquía eclesiástica persiguió el objetivo de encauzar las manifestaciones religiosas de la población en la senda de la religiosidad institucional, procurando acotar los homenajes religiosos al espacio de los templos. Las iglesias eran los espacios donde se alojaba "lo sagrado" por excelencia al haber allí una autoridad clara -el cura- y pautas predeterminadas que regían las formas de la religión. Por el contrario, la "campaña" era el lugar de lo profano, un espacio más proclive a la multiplicación de las manifestaciones religiosas heterodoxas. Sin embargo, frente al caudal de pedidos de misa de campaña elevados por los curas párrocos Aramburu debió negociar, cediendo ante la insistencia de los sacerdotes, que buscaban evitar las eventuales complicaciones derivadas de una potencial negativa a tales solicitudes. De allí que Aramburu se mostrara flexible frente a los pedidos de misas de campaña, limitándose a sugerir que los oficios se llevaran a cabo dentro de las iglesias.
Por ejemplo, ante el pedido del cura párroco de Concepción de oficiar una misa de campaña por la salud de Eva Perón en la plaza principal del pueblo, Aramburu concedió el permiso con la condición de que "los asistentes no quepan en la Iglesia" y solicitó al párroco que tratara en adelante "que concurran si pueden a la parroquia". Ciertamente, era muy difícil que la jerarquía eclesiástica pudiera sostener en la práctica la decisión de limitar las misas de campaña, sobre todo por tratarse de un contexto en el que muchas de las entidades que auspiciaron los oficios religiosos buscaron capitalizar las movilizaciones y las expresiones de pesar. A esto deben sumarse las amplias expectativas de los fieles que esperaban rendir fervorosamente sus homenajes en espacios no acotados a la iglesia. De este modo, si bien la jerarquía católica buscó a través de distintas estrategias encauzar por el camino de la institucionalidad a las manifestaciones de duelo, también se adaptó a un contexto de demandas políticas y religiosas.
Cabe señalar lo ocurrido en la localidad Santa Lucía, ubicada a la vera del ingenio homónimo, episodio que reflejó los problemas que acarreaba a los párrocos el hecho de no acceder a las demandas de las poblaciones locales, aunque estas trastocasen las formas de duelo propias de la liturgia católica. El sindicato que nucleaba a los obreros del ingenio decidió oficiar una misa en su sede social. No obstante, el cura párroco solicitó que la misma fuese llevada a cabo en el templo local, condición para que la autoridad religiosa avalase el homenaje. Dada esta situación, los obreros se trasladaron a la parroquia con la imagen de Evita y la colocaron en el catafalco, oponiéndose a las órdenes del cura que amenazó con cerrar la iglesia si no retiraban inmediatamente la foto de ese "lugar sagrado". Tras unos minutos de discusión los dirigentes sindicales optaron, finalmente, por retirar la imagen. Sin embargo, en repudio a la actitud del cura un grupo de obreros arrojó pedradas a la casa parroquial y acusó al párroco de "contrera", situación equivalente a la que sufría periódicamente el "único radical del pueblo" (MERCADO: 1997).
Como veremos a continuación, la muerte de Eva Perón coadyuvó a la multiplicación de expresiones religiosas populares vinculadas a los rituales fúnebres habituales en las poblaciones. Buena parte de esas prácticas, tales como la introducción de retratos de Evita en los templos, la centralidad de su imagen en los altares y catafalcos o la atribución a su figura de características sobrenaturales, no necesariamente se encontraban reñidas con la tradición católica.

Los curas párrocos y las expresiones de religiosidad local frente a la muerte de Eva Perón
El oficio de misas y funerales solemnes no fueron las únicas formas que adoptaron las poblaciones locales para exteriorizar su adhesión al duelo. Ciertamente, la muerte de Eva Perón activó un conjunto de experiencias religiosas que desbordaron los márgenes de la institución eclesiástica y que, desde la perspectiva de un sector de la jerarquía católica y del arco opositor al gobierno, fueron vinculadas a prácticas de religiosidad que lindaban con lo herético. Las manifestaciones religiosas que quedaron grabadas con mayor contundencia en la memoria colectiva fueron las peregrinaciones y los altares domésticos erigidos para rezar por Eva Perón. Durante los días de duelo se multiplicaron las peregrinaciones que, en homenaje a la difunta, partieron desde la provincia de Tucumán hacia el santuario de la Virgen del Valle (Catamarca) o de delegaciones de obreros que realizaron peregrinaciones a pie hasta la Capital Federal para asistir al sepelio y pedir por su alma. Paralelamente a tales demostraciones públicas, una expresión religiosa estrechamente asociada a la muerte de la primera dama fueron los altares domésticos, pequeños santuarios organizados alrededor de un retrato de Evita, compuestos generalmente por una cruz, velas y algunas ofrendas florales. Su propagación en los hogares peronistas de todo el país fue un fenómeno que la prensa escrita de la época cubrió con detalle.
La proliferación de los altares dedicados a Eva Perón coadyuvó a cimentar la noción de un "culto" a su persona y abonó a la construcción de los mitos alrededor de su figura. Se trató de expresiones que impactaron entre los contemporáneos y que aún persisten en el imaginario peronista y antiperonista. Desde el primero, la prensa partidaria y los discursos oficiales explotaron la idea de un culto a Eva Perón, aunque con un significado distinto al que le atribuyeron los opositores. Este se centró en la búsqueda de ensalzar la fidelidad de las masas peronistas que, de alguna manera, veneraban a "su heroína" (TAYLOR, 1981: 174-175). Por el contrario, desde las esferas antiperonistas se definió a la proliferación de altares como un fenómeno "pagano" centrado en una suerte de "culto idolátrico" instigado desde las esferas gubernamentales, aspecto que explotaron los partidos opositores que buscaban interpelar al electorado católico. Cabe traer a cuenta -aunque circuló posteriormente- un panfleto de la UCR difundido en Tucumán en el que se llamaba a los católicos a "reflexionar sobre la ola bárbara de paganismo desatada por el régimen" que agraviaba a Dios "con actitudes idolátricas". El mismo condensaba nociones arraigadas en el imaginario antiperonista, en el que la apelación a un vocablo como el de "barbarie" -palabra de una matriz liberal que portaba una larga tradición en la historia argentina- se entroncaba, en ese contexto, en el conflicto de clase que el peronismo activó. Se trataba de una mirada del mundo opositor cargada de sentidos y atravesada por una visión más institucionalizada de la religión, propia de sectores sociales medios y altos.
Aunque la historiografía sobre la Iglesia y el peronismo no ahondó en el análisis de este fenómeno, las referencias a esas expresiones populares las definieron como un reflejo de la retórica oficial del gobierno, cuyo objetivo habría sido santificar la figura de Eva Perón. De alguna manera, prevaleció la idea de que la "apoteosis mística" generada alrededor de su muerte contribuyó a socavar el apoyo inicial que la Iglesia prestó al gobierno o bien favoreció la acentuación de la "competencia" entre la Iglesia y el Estado en el campo de la religión. Es decir, las dos ideas fuerza que recorren dichas interpretaciones son que el florecimiento de un culto a Evita –instigado desde las esferas oficiales- confirmó la intencionalidad del peronismo de sacralizar sus manifestaciones y de transformarse en una religión política, lo que llevó a limitar la presencia eclesiástica en el ámbito público, y que la multiplicación de expresiones religiosas populares compitió con el catolicismo institucional.
Desde una perspectiva diferente, Lila Caimari propuso correr la mirada de las referencias oficiales a la santidad de Evita -"fruto del crescendo discursivo del período más que de convicciones religiosas en sentido estricto"-, e interpretar las manifestaciones de duelo en el marco de las expresiones fúnebres tradicionales, propias de un país con una cultura católica arraigada (CAIMARI: 1995: 235-236). Si bien la ola de religiosidad desencadenada por la muerte de Eva Perón presentó aristas "ambiguas" desde el punto de vista de la ortodoxia católica, no fueron más allá de los tradicionales problemas de forma e interpretación de la religiosidad popular. En la misma dirección que Taylor, Caimari sugirió vincular el fenómeno de los altares con las tradiciones propias de una religión popular en torno a la muerte, en la que los santuarios domésticos vehiculizaban el rezo "en memoria de" y no "a" los difuntos (CAIMARI, 1995 y TAYLOR, 1981: 174-175).
Teniendo en cuenta la propuesta de Caimari, consideramos que las manifestaciones de religiosidad popular que se activaron con la muerte de Eva Perón deben situarse en el marco de una sociedad profundamente atravesada por expresiones de religiosidad no institucionalizada. Como han dado cuenta otros estudios, las prácticas tradicionales de religiosidad en torno a la muerte, entre las que se contaban la erección de altares domésticos para orar por el alma del difunto, formaban parte del horizonte cultural del noroeste argentino. En ese sentido, las observaciones de Caimari abren la posibilidad de cambiar el foco de análisis y ampliar las preguntas con las que la historiografía abordó el tema de los homenajes fúnebres a Eva Perón. Cabe preguntarse por los vínculos entre la religiosidad local y las manifestaciones de duelo por la muerte de Evita. Es decir, por los modos a través de los cuales se integró su muerte en el universo religioso preexistente. Consideramos que detener el análisis en el rol de los curas párrocos, quienes avalaron y propiciaron las honras fúnebres -que a su vez dieron cuenta de las formas de la religiosidad local- puede ayudarnos a avanzar en la dirección propuesta.
Como ha sido señalado, la Iglesia católica acompañó a la población en la exteriorización del duelo y los actos de homenaje. Esta labor fue realizada fundamentalmente por los curas párrocos, quienes en su mayoría expresaron de forma contundente su adhesión al duelo presidiendo las actividades organizadas en las localidades del interior de la provincia. Ciertamente, los curas párrocos bendijeron los altares públicos y privados, oficiaron misas de campaña en plazas y sedes municipales, presidieron las procesiones con antorchas llevando en sus manos el retrato de Eva Perón y exaltaron su figura cuando se dirigieron a la población en las misas y homenajes. De ese modo, los curas párrocos tuvieron un rol central en la escenificación del duelo, donde se articularon las tradiciones de una religión prescrita y una religión observada, es decir, una religión en tanto práctica. Dicho de otro modo, los sacerdotes fueron un elemento aglutinante a partir del cual las honras fúnebres se expresaron mediante las formas de la religiosidad local.
A modo de ejemplo pueden mencionarse los homenajes religiosos que se realizaron en la Villa de Trancas (departamento homónimo) y en Monte Grande (departamento Famaillá). En estos casos se observó una de las maneras a través de las cuales la muerte de Eva Perón puso en movimiento una arraigada religiosidad local. Para expresar sus sentimientos de pesar, la población de Trancas y las zonas rurales aledañas transportaron la imagen de San Francisco Solano desde la villa hasta la "fuente milagrosa" que llevaba el nombre del santo patrono local, a 7 Km. de distancia. La peregrinación fue encabezada por el cura párroco, Juan Urbanc, junto a funcionarios provinciales y nacionales, dirigentes gremiales, unidades básicas, delegaciones escolares y obreros de colonias agrícolas vecinas. Durante todo el trayecto se pidió, a través de oraciones, por el alma de Eva Perón. En el caso de Monte Grande, la muerte de Eva Perón coincidió con las misiones que llevaban a cabo en la zona los sacerdotes Lorenzo Picón y Felipe Ganz. La culminación de las mismas consistió en la bendición de la cruz colocada en una loma del lugar, para lo cual organizaron una peregrinación de fieles. Por iniciativa de la población la columna portó un retrato de Evita y oró en sufragio de su alma durante los 6 Km. recorridos hasta el pie de la cruz, donde depositaron el cuadro. Finalmente, los sacerdotes bendijeron el retrato y rezaron por su eterno descanso. En el mismo sentido cabe destacar el homenaje religioso organizado en la ciudad de Tafí Viejo por la Sociedad de Ayuda Mutua y Beneficencia. Después de la misa oficiada en el templo de la Inmaculada Concepción, la procesión salió portando la imagen de la Virgen de las Mercedes, patrona de la institución, cuyo destino fue la sede social de la entidad organizadora. A su llegada, en el salón de actos colocaron la imagen de la Virgen al pie del altar levantado en homenaje a Eva Perón y elevaron rezos por su alma. Se dispuso que la Virgen "acompañaría" a Eva Perón durante los días de duelo.
En suma, los curas párrocos acompañaron los homenajes fúnebres en las distintas localidades, donde sus funciones fueron requeridas por las organizaciones sociales. Los párrocos participaron de las movilizaciones religiosas, oficiaron las misas y funerales solemnes y presidieron las procesiones con antorchas. En ese sentido, la coyuntura abierta por la muerte de Eva Perón representó en su máxima expresión la imbricación entre peronismo y catolicismo, escenario en que los curas fueron, en gran medida, los motores del despliegue de homenajes religiosos. Teniendo en cuenta su activa participación, cabe preguntarse hasta qué punto la Iglesia sufrió un desplazamiento del espacio público o vio amenazado su monopolio de la movilización religiosa masiva.

Conclusiones
La noticia del deceso de la primera dama impactó profundamente en las poblaciones azucareras de la provincia, donde el ascendiente de la figura de Evita había calado hondo. En sus visitas a Tucumán Eva Perón se había jactado del vínculo especial que la unía a los obreros azucareros tucumanos. La adhesión por parte de la población local se volvió explícita durante los días de duelo, donde la diversidad de los homenajes alcanzó dimensiones inéditas. Las manifestaciones de duelo comportaron un amplio espectro que fue desde rituales fúnebres oficiales hasta vastos homenajes religiosos más vinculados a prácticas vernáculas en torno a la muerte. De este modo, el deceso de Eva Perón puso en movimiento una serie de prácticas religiosas locales que desbordaron la iniciativa de la jerarquía.
En ese contexto, la presencia de los curas fue requerida por las organizaciones sociales para presidir los homenajes fúnebres en los pueblos de la provincia, en los que expresaron aspectos de una práctica devocional menos institucionalizada. Los curas diocesanos motorizaron los rituales fúnebres en las zonas de duelo –que trascendieron el espacio de los templos- y a través de su figura se propició la articulación de dos dimensiones, la del catolicismo institucional -referido a la liturgia fúnebre de la Iglesia- y las tradiciones religiosas locales en torno a la muerte. Tal mediación daba cuenta del rol bifronte de los curas, quienes hicieron las veces de representantes de la institución eclesiástica respondiendo a los ritos y a su doctrina, pero también se desempeñaron como pastores de la grey local atentos a sus demandas. A diferencia de interpretaciones precedentes que señalaron en la muerte de Eva Perón la proliferación de un culto popular a su persona que desafió las formas y compitió con el catolicismo institucional, consideramos que la religiosidad local puesta en movimiento en ese contexto no estuvo reñida con el catolicismo sino que, por el contrario, formaba parte de las prácticas que modelaban la piedad mortuoria de las poblaciones. Tal imbricación se vio expresada en los homenajes religiosos por la muerte de Eva Perón, los cuales dieron cuenta de una frondosa religiosidad local canalizada principalmente por la acción de los curas párrocos.

Bibliografia
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Fuentes editas
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Archivo del Arzobispado de Tucumán: Segundo Sínodo Diocesano de Tucumán. Escuela tipográfica del Colegio Salesiano Tulio García Fernández, 1931.

Fuentes inéditas
Archivo del Arzobispado de Tucumán: Carpeta con Correspondencia Oficial, Carpeta con correspondencia de las parroquias.
Archivo de la Diócesis de Concepción: Carpeta Parroquia de Concepción.
Archivo de la Acción Católica Tucumana: Libro de Actas de reunión de la Junta Diocesana.
Biblioteca Nacional: Archivo Arturo Frondizi (caja 1354)

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