\"La identidad y la misión de los teólogos en el magisterio del Papa Francisco\"

May 18, 2017 | Autor: J. Espinosa Arce | Categoría: Teologia, Pope Francis, Papa Francisco
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Descripción

La identidad y la misión de los teólogos en el magisterio del Papa Francisco1 Juan Pablo Espinosa Arce2

Introducción La presente contribución tiene como objetivo indagar en algunas pistas que el Papa Francisco presenta para pensar cuál es la identidad y la misión de los teólogos. A juicio del Papa latinoamericano la teología no se reduce a una actividad hecha en los escritorios, sino que es una vivencia personal y eclesial realizada en la “frontera”, en “la calle”, en medio del pueblo. En sintonía con su eclesiología de la Iglesia en salida, creemos que la teología presente en la enseñanza de Francisco es una “teología en salida”. Los teólogos y teólogas han y hemos de construir una reflexión que una la Tradición de la Iglesia y las experiencias vitales propias y de los otros de manera de actualizar creativamente el Evangelio de Jesús. Para ello, revisaremos en primer lugar algunos antecedentes teológicos del Papa Francisco, sobre todo el entrecruces de teologías que fueron fraguando su personalidad eclesial. Jorge Mario Bergoglio – Francisco habla desde una situación, desde un determinado lugar geográfico, eclesial, cultural, personal, y dicho lugar está cimentado fundamentalmente por la teología latinoamericana y la teología argentina del pueblo, así como por teólogos como Henri de Lubac y Michel de Certeau. Esto fue comentado por el mismo Papa Francisco en la entrevista sostenida con el jesuita Antonio Spadaro (19-08-2013). Sostenemos que realizar esta breve arqueología teológica nos permitirá comprender el por qué de sus reflexiones sobre el quehacer teológico. Luego, proponer la relación de que a una Iglesia entendida “en salida” le corresponde una “teología en salida”. La teología que sale al encuentro de otros, que sabe escuchar la cultura, que sabe dar respuestas pública y socialmente válidas es una reflexión que se realiza teniendo en cuenta al Dios bíblico que se revela en la historia como un “Dios en salida”. Luego, proponer algunas características del teologado cristiano que se pueden desprender del magisterio de Francisco. Finalmente, ofrecer una breve conclusión.

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Escrito que corresponde al capítulo del mismo nombre que compone la obra colectiva: Francisco: Palabra profética y Misión. Homilías, Discursos y Testimonios (Copygraph, Santiago 2016), 175-187. 2 Chileno. Licenciado en Educación por la Universidad Católica del Maule con el título de Profesor de Religión y Filosofía. Candidato a Magíster en Teología Fundamental por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Email: [email protected]

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2. Antecedentes teológicos de Francisco: entrecruces de teologías Un primer y necesario paso que hemos de dar es realizar una arqueología teológica del Papa Francisco, es decir, indagar en cuáles han sido sus teologías inspiradoras, sus praxis pastorales y eclesiales, la espiritualidad que ha movido su vida personal, sacerdotal y ahora como Obispo de Roma. Francisco, como cualquier persona, habla situadamente. Hay un lugar vital desde el cual actúan, piensan, articulan el pensamiento, sienten, viven. Y, en vistas al propósito de nuestra contribución, es una situación teológica. Francisco es hijo de un entrecruces de teologías, de formas de pensar y de anunciar a Dios, de ser creyentes en comunión con la Iglesia. A propósito de esto, Walter Kasper (2015) en una obra que presenta a Francisco como el signo de la revolución de la ternura y el amor, habla de que en él acontece un “encuadramiento en la historia de la teología” (p.31), la cual aparece como la suma de su procedencia geográfica, cultural y teológica. Kasper recuerda que Francisco proviene de una gran ciudad latinoamericana (Buenos Aires), que está encarnado en la cultura de los pobladores, de los gauchos y del cruce con emigrantes europeos, sobre todo italianos. Que sabe y conoce de las periferias, de las “villas miseria” y de los sufrimientos, alegrías y esperanzas de los pobladores. Y, comenta Kasper (2015), “solo sobre este trasfondo puede entenderse la teología que ha dejado su impronta en el papa Francisco” (p.32). El principal maestro teológico de Bergoglio – Francisco fue el sacerdote argentino Lucio Gera (1914-2012), quien se conoce como el padre de la teología argentina, la llamada teología del pueblo. Virginia Azcuy (2015) considera que Gera “antes que el iniciador de una corriente o línea de teología latinoamericana, fue un teólogo pionero” (p.9). Gera, a lo largo de su quehacer teológico, tiene como eje transversal el contexto de pobreza y de opresión que aflige al continente latinoamericano. Con ello, la teología argentina del pueblo está emparentada con la reflexión operada por la teología de la liberación en América Latina. Pero, ¿qué es lo propio de la teología argentina del pueblo? Azcuy (2015) comenta que “la teología del pueblo nació en un contexto determinado, como teología situada que brota de una realidad histórica concreta, como reflexión que busca discernir los signos de Dios en los tiempos del país. En efecto, la experiencia histórica argentina y sus movimientos populares se encuentran en primer lugar entre los grandes cauces que inspiran el interés por el pueblo, su cultura y su religiosidad en esta teología” (p.13).

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Los elementos que asume la teología del pueblo como mediaciones para pensar la fe, son a diferencia de la teología de la liberación, los elementos que configuran la historia y la cultura del pueblo, el éthos que une a los habitantes de un país. Por ello, la teología del pueblo puede comprenderse como una teología contextual de la cultura propia de la nación argentina. En ella, el concepto de pueblo y cultura son elementos decisivos, y son asumidos contantemente por Francisco. Así por ejemplo en Evangelii Gaudium dedica un largo apartado a pensar cómo el anuncio del Evangelio lo debe realizar todo el Pueblo de Dios. Este pueblo “es para todos” (EG 112-114), tiene “muchos rostros” (EG 115-118), en él somos “todos discípulos misioneros” (EG 119-121) y este discipulado misionero posee a la piedad popular como “fuerza evangelizadora” (EG 122-126). Por ello, y como comenta Kasper (2015), lo que busca la teología argentina “más que adoctrinar al pueblo, lo que quiere es escuchar la sabiduría del pueblo” (p.34). A nuestro entender esto es clave para pensar el cómo de la teología que Francisco realiza y cuál es la teología que él invita a realizar: una teología de la escucha de la cultura, una reflexión de fe que, naciendo en una situación determinada, pueda provocar una síntesis de la fe, la vida y la cultura propia para desde dicha síntesis recrear vivamente el Evangelio. La teología no puede desconocer la sabiduría del pueblo, ya que terminaría afincándose en una reflexión de manuales y no en un pensamiento que se hace vida, espiritualidad y compromiso histórico. A propósito de ello, y con ocasión del Centenario de la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Argentina (UCA), Francisco (2015a) escribe una carta al Cardenal Mario Aurelio Poli, Gran Canciller de la (UCA) en la cual sostiene: “enseñar y estudiar teología significa vivir en una frontera, esa en la que el Evangelio encuentra las necesidades de las personas a las que se anuncia, de manera comprensible y significativa. Debemos guardamos de una teología que se agota en la disputa académica o que contempla la humanidad desde un castillo de cristal. Se aprende para vivir: teología y santidad son un binomio inseparable”. Cuando revisemos algunas pistas que Francisco aporta a la comprensión de lo que debe ser la teología y cuál ha de ser la vocación del teólogo, indagaremos de manera más específica qué significa hacer teología desde la frontera. Ahora sólo nos quedaremos con la idea de que la teología, tal como la comprende Francisco en sintonía con los planteamientos de la teología del pueblo y con la teología latinoamericana que lo ha inspirado, es una que se entiende como una experiencia de vida realizada en la frontera, en las periferias, en la calle y en medio del pueblo y su cultura. Hacer teología exige que el y la creyente que han acogido esta vocación y carisma puedan tener “un oído en el pueblo” (Cf. EG 154). Una teología auténticamente cristiana es aquella que es capaz de reconocer cómo Dios está actuando salvíficamente en medio de las culturas y de las dinámicas propias del pueblo.

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Francisco, comenta Juan Carlos Scannone (2015), “no sólo se basa en muchos planteos en la teología del pueblo, sino que ahonda por su cuenta, avanzando sistemáticamente en algunos puntos clave” (p.44). Las claves que Francisco asume de la teología argentina del pueblo y que Scannone reconoce son: el pueblo como categoría fundamental la cual ha sido fundamental en la historia latinoamericana como fruto de la recepción de la sociología liberal y marxista; en segundo lugar la evangelización como inculturación, temática presente tanto en el Evangelii Nuntiandi de Pablo VI (1975) como en el Documento de Puebla (1979), la opción preferencial por los pobres y la piedad popular entendida como lugar teológico. Junto con la teología argentina del pueblo, un dato no menor es señalar que Francisco es el primer Papa que no participó del Concilio Vaticano II. En él acontece lo que se conoce como la recepción de la palabra del Concilio. Él es hijo de toda la renovación eclesial que se produjo gracias a este acontecimiento eclesial y creemos que la recepción es actualizada creativamente en su praxis pastoral, eclesial y en la forma de comprender la teología. Francisco, a propósito del Concilio, sostiene en Misericordiae Vultus que la Iglesia debe mantener vivo el espíritu de este evento ya que “con aquel se iniciaba un nuevo periodo de su historia. Los Padres reunidos en el Concilio habían percibido intensamente, como un verdadero soplo del Espíritu, la exigencia de hablar de Dios a los hombres de su tiempo en un modo más comprensible. Derrumbadas las murallas que por mucho tiempo habían recluido a la Iglesia en una ciudadela privilegiada, había llegado el tiempo de anunciar el Evangelio de un modo nuevo” (MV 4). Creemos que la mención de la exigencia de articular un nuevo lenguaje teológico, de provocar una renovación en el testimonio de la fe y de la Tradición de la Iglesia, constituye un desafío siempre nuevo para quienes hemos acogido la vocación teológica. Nuestra enseñanza que es la enseñanza del Evangelio transmitida por la Iglesia, debe provocar que nuestros nuevos interlocutores puedan reconocer en ella un motivo de esperanza, una fuente de alegría. Por ello, Francisco en su diálogo con el Comité de Coordinación del CELAM en Río de Janeiro comenta, a propósito del Concilio, que es necesario renovar la praxis eclesial asumiendo que en una misma comunidad cohabitan múltiples imaginarios colectivos que van conformando las ciudades. Es por esta pluralidad y por esta apertura verdaderamente universal provocada Concilio que no podemos mantenernos en el paradigma de la misma cultura de siempre. Si la cultura es plural hay que reconocer que dicha pluralidad constituye el espacio en el que Dios actúa y que por ende la pluralidad no es una amenaza para la teología, sino una oportunidad que se ha de aprovechar y discernir3. Por ello sostiene Francisco que “Dios está en todas partes: hay que saber A propósito del pluralismo, Jorge Mario Bergoglio escribe en 1984 el artículo “Sobre pluralismo teológico y eclesiología latinoamericana” aparecido originalmente en la Revista Stromata 40 (1984), y reeditado por la Revista Humanitas con el título “El pluralismo teológico” 79 (2015) 458-475. En este artículo Bergoglio reconoce cómo los múltiples métodos teológicos, que deben ser discernidos a la 3

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descubrirlo para poder anunciarlo en el idioma de esa cultura; y cada realidad, cada idioma, tiene un ritmo diverso” (2014a). 3. A un “Dios en salida” una “Iglesia y una teología en salida” Una vez revisada de manera breve esta arqueología teológica que cimentó el terreno desde el cual habla Francisco, pasemos a revisar una idea que consideramos central, a saber, el que a un Dios que bíblicamente se ha revelado como “Dios en salida” le corresponde una Iglesia y una teología en salida. Para efectos de esta propuesta nos centraremos sólo en la “teología en salida”. Aunque Francisco no habla explícitamente una teología en salida, si reconocemos que el éxodo, el peregrinar, la extroversión que se propone como renovación eclesial debe poseer un necesario correlato en la misma inteligencia de la fe. Esto porque creemos en un Dios que históricamente se reveló como un Dios que camina por el Edén (Cf. Gn 3,8), que escucha el clamor de los esclavos en Egipto y baja a liberarlos (Cf. Ex 3,7), que se mueve por la montaña del Horeb para hablar con Elías (Cf. 1 Re 19, 11), que se mueve hacia Babilonia para estar con los desterrados en los tiempos de Ezequiel (Cf. Ez 1,1) y que al llegar la plenitud de los tiempos se encarna (Cf. Jn 1,14; Gal 4,4-5, Heb 1,1-2), realizándose la salida radical en la persona de Jesús de Nazaret. El mismo nazareno toma la barca como su medio de evangelización y en ella cruza el lago para anunciar el Evangelio a las culturas marginadas y camina por el país anunciando que el Reino de Dios ha llegado (Cf. Mc 4,35). El objeto de la teología es el Dios en salida y su revelación. Por ello es que creemos necesario lograr una articulación y una comprensión más profunda de la importancia de hablar de una teología en salida, de una teología extrovertida, de una reflexión creyente que no quede encorsetada en la sola academia sino que camine por los nuevos areópagos y pueda dialogar con las culturas. Por ello Francisco habla de la necesidad de no quedarnos encerrados en el “castillo de cristal” sino que nos invita a ser teólogos y teólogas en la frontera, en medio del pueblo y de sus culturas. Que tengamos la capacidad de escuchar luz de la Palabra de Dios y de la Tradición de la Iglesia, deben provocar un camino pedagógico de fe. En ella “hay una reserva, una renuncia, un dejar hacer al Dios que habla. A través de este “darcabida” a la pluralidad de la Palabra, el creyente comienza a vislumbrar el sentido de las palabras que Dios pronuncia” (p.461). Además comenta que el legítimo pluralismo y la necesaria unidad de la fe se juegan en la pertenencia a la Iglesia, que se viva en comunión con ella. Por ello, una teología que responda por la pluralidad de métodos y por la conciencia de la única fe debe considerar tres elementos: la referencia constante a la Sagrada Escritura como fundamento de toda teología (Cf. DV 22), en segundo lugar, el conocimiento de las grandes tradiciones cristianas y, en tercer lugar, la comprensión actual del hombre y del mundo. En vistas a ello se proyectará un sano “proceso de actualización y traducción de la fe” (p.466), el cual debe tener en cuenta las mediaciones históricas y de lograr un sano equilibrio entre la tradición de ayer y el hoy. Esto se genera solamente mediante el diálogo y el sentido de pertenencia a la comunidad creyente. Con ello, la teología adquiere un profundo sentido eclesial.

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las voces, los relatos, de mirar a los rostros a quienes conforman el pueblo, la comunidad humana. Esta dimensión auditiva es considerada por Francisco (2014b) como una de las “disposiciones espirituales” más importantes del teólogo. Y es a propósito de esto que en el mensaje a la Facultad de Teología de la UCA Francisco (2015a) sostiene que un teólogo formado en esa casa de estudios, y nosotros ampliamos a todo teólogo y teóloga cristiano, no debe ser “un teólogo «de museo», que acumula datos e información sobre la Revelación, pero sin saber muy bien qué hacer con ello. Y tampoco un «balconero» de la historia. El teólogo (…) ha de ser una persona capaz de construir en tomo a sí la humanidad, de transmitir la divina verdad cristiana en una dimensión verdaderamente humana, y no un intelectual sin talento, un eticista sin bondad o un burócrata de lo sagrado”. Una teología en salida supera la lógica del museo, la imagen de una teología que es mejor tenerla conservada en un lugar seguro sin “contaminarse” con otras formas de saber humano o social. La teología en salida no mira la historia desde el balcón, es decir, desconectado de la vida cotidiana del pueblo, de nuestro pueblo. Como teólogos hemos de poner los pies, el conocimiento teológico, la fe, la espiritualidad en sintonía con la calle, con nuestras dinámicas culturales, ciudadanas, políticas, sociales, educativas, ecológicas, sexuales, cotidianas. La verdad divina no se mantiene en el museo de nuestras seguridades, sino que ha de comunicarse generosa y extrovertidamente porque el centro de dicho mensaje, que es el mismo Dios, es un Dios que generosa y extrovertidamente se nos dio como Padre-Madre amoroso y misericordioso. Sólo de esta manera la teología estará provocando dinámicas de humanización, anunciando la justicia del Reino y la fraternidad como ley del mismo. El teólogo, los teólogos, han y hemos de lograr experiencias significativas en medio de nuestra gente. Sólo teniendo oído en el pueblo se podrá construir una inteligencia de la fe que sea auténticamente cristiana. 4. Algunas características del teologado cristiano: A partir de esto, y desde una lectura meditada de algunos textos de Francisco, pasemos a identificar cuatro características del teologado cristiano que se desprenden del magisterio del Obispo de Roma. Estas características no intentan ser exhaustivas, pueden haber muchas más, pero consideramos que son las que aparecen más frecuentemente en la enseñanza y en la teología de Francisco.

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4.1 El teólogo: creyente que dialoga con la cultura en la frontera El tema de las fronteras y de las periferias es un tópico recurrente en la reflexión de Francisco. Aparece con fuerza en Evangelii Gaudium cuando se señala el programa eclesiológico de la Iglesia en salida con las puertas abiertas (Cf. EG 46), de una Iglesia misionera, una comunidad hospital de campaña, casa de sanación en medio del pueblo y de los límites humanos, culturales, geográficos, existenciales. Así sostiene Francisco que “cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20). Y en EG 30 se recuerda que la Iglesia es el sujeto primario de la Evangelización (toda la Iglesia evangeliza y es evangelizada) y que la alegría de la comunidad creyente es anunciar el Evangelio “en los lugares más necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales”. Entonces ¿cómo hacer teología en la frontera? ¿Cómo el teólogo, miembro de la Iglesia en salida, es capaz de dialogar con los nuevos ámbitos socioculturales? El Papa Francisco (2015a) en su carta a la Facultad de Teología de la UCA, nos brinda pistas interesantes: “Enseñar y estudiar teología significa vivir en una frontera, esa en la que el Evangelio encuentra las necesidades de las personas a las que se anuncia, de manera comprensible y significativa”. Y en el discurso a los miembros de la Comisión Teológica Internacional el año 2013 comenta que “los teólogos son pioneros del diálogo de la iglesia con las culturas. Pero ser pioneros también es importante porque algunas veces se puede pensar que se quedan atrás, en el cuartel… No, ¡en la frontera!”(Francisco, 2013a). Francisco quiere una teología y a teólogos en la frontera, nos quiere teólogos en diálogo intercultural, que vivamos dinámicas de acogida, escucha y hospitalidad. A lo largo de la historia de la teología hemos visto cómo ella, para construir sus conceptos debió entrar en contacto con las culturas que la rodeaban. Si antes fue necesario el encuentro con la filosofía griega, hoy se hace urgente repensar cómo la multiculturalidad y la interculturalidad representa un reto para la teología. Es más, autoras como M. Eckholt (2014) sostienen que el cruce de fronteras y la cultura sus dinámicas de intercambio constituyen hoy un lugar teológico (cfr., pp.95-99). La teología ha saber encarnarse en los límites humanos, indagar qué está ocurriendo en los márgenes, en aquellos lugares en los cuales pareciera ser que no está pasando lo importante, pero que es justamente allí en donde también hacemos experiencia de Dios. Y gracias a dicha experiencia de Dios y de encuentro cara a cara con la realidad de los hermanos podemos construir una teología comprensible y significativa. En definitiva, con la encarnación de los teólogos en las fronteras, en medio de la interculturalidad, en los márgenes y periferias, en los lugares de síntesis vitales, sociales, políticas, educativas, estamos asumiendo la lógica de la Encarnación, por la cual Dios quiso moverse misionera y salvíficamente hacia estos espacios.

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4.2 El teólogo es un discípulo misionero que “huele a calle y a pueblo” La Iglesia se comprende esencialmente como misionera – en salida – y ello marca también la vocación de los teólogos. Hacer teología en salida implica que el teólogo se comprenda como un discípulo misionero. Y el discipulado misionero tiene como referencia primera a Jesucristo, el Maestro. El discípulo es aquél y aquella creyente que es capaz de poner sus pasos en los pasos del Señor, de prestar oído a su palabra, que es oyente de la Palabra (Karl Rahner), que tiene la sensibilidad y la responsabilidad de asimilar el Evangelio en su vida, de vivir una teología como experiencia radical de encuentro con el Hijo de Dios. Con ello, la teología se relaciona íntimamente con las experiencias de vida con la biografía personal de quien hace teología. Como comenta Jared Wicks (1998), “la teología echa mano de la experiencia personal y debe desarrollar su potencial para contribuir al enriquecimiento de la vida personal” (p.147). La vocación del teólogo nace de una llamada que Dios realiza en su historia personal, y que lo invita a vivir la aventura del conocimiento, profundización y enseñanza de la fe desde el rigor metódico propio de la ciencia que aborda. Con ello, en la vida del teólogo va unida la experiencia de saberse llamado y la respuesta de fe y la ciencia, la fe y la razón. Y a la vez, la vocación teológica posee una dimensión eclesial: uno vive la teología en comunión con la Iglesia. La Iglesia es hacia quien el teólogo debe realizar su acción pastoral, y en ella vive su discipulado misionero, su carisma y su vocación. En palabras de De Certeau (2006) “la vida del pueblo es la mediación social del sentido. Su trabajo y sus ambiciones componen el lenguaje en función del cual se elaboran los discursos relativos a la vida, la muerte, las cuestiones esenciales de la existencia” (p.259). Con ello, el teólogo debe articular su experiencia personal de Dios con la dinámica propia de la comunidad humana a la cual pertenece y a la cual es enviado. Por ello, y en clave del magisterio de Francisco, el teólogo es un discípulo misionero que huele a calle y a pueblo. Francisco (2015b) articula la dimensión personal y eclesial del teólogo cuando comenta que “el teólogo es un creyente, es alguien que ha hecho experiencia de Jesucristo, y descubrió que sin Él ya no puede vivir (…) El teólogo es aquel que sabe que su vida está marcada por esa huella, esa marca, que ha dejado abierta su sed, su ansiedad, su curiosidad, su vivir”. Saberse llamado por Dios implica también una espiritualidad, un seguimiento específico de la persona de Jesús. Es Cristo quien se ha acercado a nosotros y en Él hemos reconocido al Señor de nuestra vida. Por ello es que esa vocación recibida es puesta al servicio de la inteligencia de la fe, de comunicar significativamente aquello que hemos conocido, y que como afirma la base apostólica, no hemos podido callar (Cf. Hech 4,20). Y Francisco (2015b) añade que “el teólogo es un hijo de su pueblo. No puede y no quiere desatenderse de los suyos. Conoce su gente, su lengua, sus raíces, su tradición. Es quien aprende a valorar lo recibido como signo de la presencia de Dios ya que sabe que la fe no le pertenece. La recibió gratuitamente de la Tradición de la Iglesia, gracias al testimonio, la catequesis y la generosidad de tantos”. Saberse herederos de una tradición, eclesial y 8

popular. Los que hemos recibido la vocación a la teología hemos de reeducar continuamente nuestros vínculos de identidad y de pertenencia con la Iglesia y con nuestro pueblo, con nuestra cultura. Ese ese el suelo, la situación desde la cual hacemos teología. Hay una espiritualidad inherente en las dinámicas propias que van configurando nuestro ser persona. Las relaciones intersubjetivas e interculturales nos abren caminos nuevos que, gracias al discernimiento de la fe, podemos reconocerlas como signo de la presencia de Dios. Es por ello que Francisco sostiene que “también los buenos teólogos, como los buenos pastores, huelen a pueblo y a calle y, con su reflexión, derraman ungüento y vino en las heridas de los hombres” (2015a). El teólogo debe poseer en definitiva la espiritualidad del buen samaritano, del que acoge y que vive encarnado en el suelo y en la calle de su historia personal y social. El teologado cristiano tiene como clave de interpretación el olor a calle y a pueblo porque el mismo Dios encarnado en Jesucristo asumió el olor de la calle, del pueblo y de la historia de los hombres. La identidad eclesial, discipular y misionera del teólogo implica, en última instancia, reconocer la necesidad de realizar un trabajo teológico en vínculos íntimos con los otros, sobre todo reconociendo el valor eclesial del sensus fidei (Cf. LG 8 y 12), del sentido y del testimonio creyente que la totalidad del Pueblo de Dios da movido por la acción misteriosa del Espíritu. Esto, comenta Francisco (2013a) “se trata de una especie de instinto espiritual que permite sentir con la Iglesia y discernir lo que es conforme a la verdad apostólica y al Espíritu del Evangelio”. El sensus fidei evidentemente no puede confundirse con una especie de “opinión de la mayoría”, y por ello sostiene Francisco es importante pensar criterios para reconocer las expresiones auténticas de este instinto espiritual. Y un elemento no menor en la condición de discípulos misioneros, miembros de la comunidad creyente, es el lugar que la mujer asume en la reflexión teológica. En Evangelii Gaudium encontramos dos números claves para comprender cuál es la mirada del Obispo de Roma sobre el rol femenino en la Iglesia y en la teología. En el número 103, hablando en general dice: “todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”. Y más adelante, esta vez hablando del ministerio pastoral, catequético y teológico comenta Francisco: “reconozco con gusto cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales (…) y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica” (EG 103). El tema del lugar de las mujeres en la teología sigue siendo un desafío para la Iglesia. Las mujeres poseen una especial sensibilidad para acoger el mensaje del Evangelio y pensar el cómo de su transmisión. Dan mayor espacio a la escucha empática con distintos sectores sociales, mujeres, jóvenes, niños, migrantes, excluidos. A nuestros centros de estudios teológicos aún les falta incorporar más mujeres, tanto estudiantes como docentes. Se han dado pasos importantes pero aún este tema constituye una tarea pendiente. En palabras de Francisco (2014b): “en virtud de su genio femenino, las teólogas pueden mostrar, en beneficio de todos, ciertos aspectos inexplorados del insondable misterio de Cristo, «en el cual están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento» (Col 2, 3). Os 9

invito, pues, a sacar el mayor provecho de esta aportación específica de las mujeres a la inteligencia de la fe”. 4.3 El teólogo es un orante Este itinerario espiritual no puede comprenderse al margen de la acción de la gracia. Por ello, y en último término, el teólogo cristiano debe ser un creyente de oración. La teología es inseparable de la vida de oración. Así lo hizo notar la Congregación para la Doctrina de la Fe en la Instrucción Donum Veritatis sobre la vocación eclesial del teólogo cuando sostiene: “puesto que el objeto de la teología es la Verdad, el Dios vivo y su designio de salvación revelado en Jesucristo, el teólogo está llamado a intensificar su vida de fe y a unir siempre la investigación científica y la oración. Así estará más abierto al « sentido sobrenatural de la fe » del cual dependa y que se le manifestará como regla segura para guiar su reflexión y medir la seriedad de sus conclusiones” (Donum Veritatis 8). No se hace teología al margen de la vida de oración. Y así como se vive una teología con los pies en la calle, una inteligencia de la fe con olor a calle, también es necesario practicar una teología de rodillas. La expresión teología de rodillas está recogida del teólogo suizo Hans Urs Von Balthasar (2001) quien en su artículo Teología y santidad sostiene que los Padres de la Iglesia se caracterizaron por realizar una “teología orante, arrodillada: por ello fueron tan inmensos su provecho para la oración, su fecundidad para la oración, su poder engendrador de oración” (p.222). Francisco recuerda en varios momentos de su magisterio esta unión de teología y oración y también muestra su apropiación de la expresión teología de rodillas. Así por ejemplo y en su discurso a los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica del 2013 recuerda que una de las tareas del biblista es “acoger plenamente la riqueza inagotable de la Sagrada Escritura no solo a través de la investigación intelectual sino en la oración y en toda su vida de creyentes” (2013a). Con ocasión de la entrega del Premio Ratzinger – símil al Nobel de teología – del 2013 recuerda el fructífero legado teológico de Benedicto XVI recalcando que el Papa Emérito vivió e hizo una teología de rodillas y que esta no la guardó celosamente sino que la compartió con todos. Por ello es que se hace necesario que el teólogo “conjugue las exigencias de la razón con la búsqueda del rostro de Dios” (2013b). Y ese mismo año a la Comisión Teológica Internacional (2013a) expresó la necesidad de lograr una misión de teólogos apasionados por la vida, y recordó que esta vocación “puede convertirse en un verdadero camino de santidad, como testimonian numerosos padres y doctores de la Iglesia” (p.603).

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La teología debe hacerse oración, contemplación, camino de santidad animado por el Espíritu. Ella representa un camino arduo, arriesgado pero apasionante. Y es por ello, y es que para mantenerse fiel a estos propósitos se hace necesario volver la mirada constantemente sobre los ojos del Señor, teniendo los ojos fijos en Él. De Dios y de su amor brota generosa la vida y la gracia que ayuda a los creyentes a vivir la teología como expresión viva de la fe. Como teólogos hemos de dejarnos transformar día a día por Aquel de quien hablamos. Debemos escuchar su Palabra con la razón pero también en el corazón. Hemos de saber acoger y saborear la novedad eterna del Evangelio así como María que guardaba y meditaba la acción salvadora de Dios en su corazón.

5. Breve conclusión Este trabajo no pretendió ser un análisis total a la enseñanza del Papa Francisco sobre la misión y la identidad del teólogo cristiano. Asumimos el desafío de dejarnos interpelar por su Palabra y reconocer aquellas claves que a nuestro juicio representan una impronta característica del Obispo de Roma. Estimamos que los elementos reseñados a lo largo de esta contribución constituyen un pre-texto para que teólogos, teólogas, religiosos, sacerdotes, laicos, creyentes comunes, puedan seguir ahondando en torno a uno de los carismas específicos dentro de la Iglesia como es el ministerio teológico. La teología de la teología de Francisco es expresada en términos sencillos, es un mensaje que nos interpela a ser teólogos en salida, con sentido de calle y de pueblo, no encerrados en nuestros libros y elucubraciones científicas. Ser teólogo de la Iglesia en salida y hablar del Dios extrovertido y misericordioso implica finalmente un proceso constante de renovación pastoral, espiritual y personal, teniendo como horizonte al Padre Dios y a los hermanos, a los cuales hemos de escuchar de manera de hacer una teología significativa y que pueda ayudar a dar respuestas a sus preguntas. De esta manera estaremos siendo fieles al Evangelio de Jesús de Nazaret.

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Referencias bibliográficas Mensajes del Santo Padre Francisco (Bibliografía primaria) Papa Francisco (2013a), “Discurso a los miembros de la Comisión Teológica Internacional. Sala de los Papas, viernes 06 de Diciembre de 2013”, en Papa Francisco: Una Iglesia de todos. Mis reflexiones para un tiempo nuevo, (Espasa-Planeta: Argentina, 2014) 601-603 Papa Francisco (2013b), “Entrega del premio Ratzinger 2013. Sala Clementina sábado 26 de Octubre de 2013”, en Papa Francisco: Una Iglesia de todos. Mis reflexiones para un tiempo nuevo, (Espasa-Planeta: Argentina, 2014) 558-559 Papa Francisco (2014a), “Encuentro con el Comité de Coordinación del CELAM. Viaje apostólico a Río de Janeiro con ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud. Centro de Estudios de Sumaré, Río de Janeiro. Domingo, 28 de julio de 2013”, en Papa Francisco: Una Iglesia de todos. Mis reflexiones para un tiempo nuevo, (Espasa-Planeta: Argentina, 2014) 416-422, 418. Papa Francisco (2014b), Discurso a los miembros de la Comisión Teológica Internacional. Sala del Consistorio, (05-12-2014). Recuperada el 20 de Octubre de 2016 de https://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2014/december/documents/papafrancesco_20141205_commissione-teologica-internazionale.html Papa Francisco (2015a), Carta al Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica Argentina en el Centenario de la Facultad de Teología, (03-03-2015). Recuperada el 19 de Octubre de 2016 de https://w2.vatican.va/content/francesco/es/letters/2015/documents/papafrancesco_20150303_lettera-universita-cattolica-argentina.html Papa Francisco (2015b), Videomensaje del Santo Padre Francisco al Congreso Internacional de Teología organizado por la Pontificia Universidad Católica Argentina, (1-09-2015). Recuperado el 19 de Octubre de 2016 de https://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/pontmessages/2015/documents/papa-francesco_20150903_videomessaggio-teologia-buenosaires.html

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