La identidad de la comunidad local y las afiliaciones individuales en necrópolis de la Alta Edad Media (400-900 AD)

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Descripción

Identidad y etnicidad en Hispania Propuestas teóricas y cultura material en los siglos v-viii Juan Antonio Quirós Castillo Santiago Castellanos (dir.)

Con textos de Alfonso Vigil-Escalera Guirado, Carlos Tejerizo García, Idoia Grau Sologestoa, Begoña Hernández Beloqui, Francesc Burjachs, Francisco Javier Sanz García, Gregorio José Marcos Contreras, María José Iriarte Chiapusso, Miguel Ángel Martín Carbajo, Jesús Carlos Misiego Tejeda

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CIP. Biblioteca Universitaria Identidad y etnicidad en Hispania : propuestas teóricas y cultura material en los siglos V-VIII / Juan Antonio Quirós Castillo, Santiago Castellanos (dir.). – Bilbao : Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea, Argitalpen Zerbitzua = Servicio Editorial, D.L. 2015. – 395 p. il., gráf.; 30 cm. – (Documentos de Arqueología Medieval ; 8) Textos en español, inglés, portugués y francés. D.L.: BI-1393-2015. — ISBN: 978-84-9082-214-2 1. Etnicidad. 2. España – Historia – 0414-0711 (Período visigodo) Juan Antonio, dir. II. Castellanos, Santiago, dir.

3. Arqueología medieval – España.

I. Quirós Castillo,

904”653” 94(460)”04/07”

Documentos de Arqueología Medieval Esta colección de monografías tiene como fin editar estudios, actas de encuentros, tesis o memorias de excavación en el campo de la Arqueología y la Historia Postclásica siguiendo criterios de calidad. Todos los textos publicados han sido revisados por evaluadores externos siguiendo protocolos en uso en las revistas referenciadas. Se aceptan textos en distintos idiomas, y solamente se publicarán trabajos inéditos. El Comité Científico está formado por los siguientes investigadores:

The aim of this collection is to edit monographs, proceedings, dissertations and archaeological reports from Postclassical Archaeology and History, with quality criteria. Referees, following protocols in use in the quoted journals, will evaluate the texts; the internationalization of the research will prevail, with publication made in different languages. Only original texts will be accepted. The advisor board is made up of the following scholars:

Alberto García Porras (Universidad de Granada) Alejandro García Sanjuán (Universidad de Huelva) Alexandra Chavarria Arnau (Università degli Studi di Padova) Alfonso Vigil-Escalera Guirado (Universidad del País Vasco /Euskal Herriko Unibertsitatea) Andrew Reynolds (University College of London) Catarina Tente (Universidade Nova de Lisboa) Giovanna Bianchi (Università degli Studi di Siena) Helena Catarino (Universidade de Coimbra) Helena Kirchner Granell (Universitat Autonoma de Barcelona) Igor Santos Salazar (Università degli Studi di Trento) Iñaki Martín Viso (Universidad de Salamanca) Jorge Alejandro Eiroa Rodríguez (Universidad de Murcia) José Avelino Gutiérrez González (Universidad de Oviedo) Juan Antonio Quirós Castillo (Universidad del País Vasco /Euskal Herriko Unibertsitatea) Juan Carlos García Armenteros (Universidad de Jaén) Julio Escalona Monge (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid) Margarita Fernández Mier (Universidad de León) Olatz Villanueva Zubizarreta (Universidad de Valladolid) Santiago Castellanos (Universidad de León) Comité Editorial

Editorial board

Juan Antonio Quirós Castillo (director); Santiago Castellanos, Julio Escalona Monge, Margarita Fernández Mier, Iñaki Martín Viso Correspondencia: [email protected]

Este volumen ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación «Desigualdad en los paisajes medievales del norte peninsular» (HUM 2012-32514), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, la actividad del Grupo de Investigación en Patrimonio y Paisajes Culturales / Ondare eta Kultur Paisaietan Ikerketa Taldea (GIC10-134), financiado por el Gobierno Vasco, la Unidad de Formación e Investigación «Historia, Pensamiento y Cultura Material en Europa y el Mundo Atlántico» (UFI 2011/02) de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y la Unidad Asociada CSIC-UPV/EHU «Grupo de Estudios Rurales». Asimismo, forma parte de la actividad de los proyectos HAR2010-18991 y HAR2013-47889-C3-3-P. © Euskal Herriko Unibertsitateko Argitalpen Zerbitzua Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco ISBN: 978-84-9082-214-2 Lege gordailua / Depósito legal: BI - 1.393-2015 Motivo de la cubierta: Sepulcros del cementerio de época visigoda de Duratón (Segovia).

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Resumen, Laburpena, Abstract, Riassunto, Resumé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Listado de figuras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Listado de tablas y gráficos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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1. Identidades y etnicidad en la Península Ibérica en los siglos v-viii. Una introducción Juan Antonio Quirós Castillo (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea), Santiago Castellanos (Universidad de León) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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2. Los Bárbaros desde la perspectiva intelectual romana Clelia Martínez Maza (Universidad de Málaga). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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3. Los bárbaros y la península ibérica. El caso suevo en su contexto: a vueltas con la identidad Pablo C. Díaz (Universidad de Salamanca) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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4. El reino de Toledo y su supuesta «identidad goda» Rosario Valverde (Universidad de Salamanca) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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5. The Growth of Gothic Identity in Visigoth Spain: The Evidence of Textual Sources Erica Buchberger (College of Charleston). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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6. La moneda y la articulación política del regnum gothorum Iñaki Martín Viso (Universidad de Salamanca) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 7. Sepulturas e necrópoles alto-medievais na investigação arqueológica portuguesa: metodologias, problemáticas e perspetivas Catarina Tente (Universidade Nova de Lisboa), Antonio Faustino Carvalho (Universidade do Algarve) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 8. Arqueologia funerária alto medieval da Torre Velha (Castro de Avelãs, Bragança) Sofía Tereso, André Brito, Cláudia Umbelino, Miguel Cipriano, Clara André, Pedro C. Carvalho 145 9. Espaços funerários no sítio da Quinta de Crestelos: do Baixo-Império à Idade Media (Mogadouro, Portugal) Sergio Simões Pereira, José Carlos Sastre Blanco, Alexandrina Amorim, Ana Roiz, Israel Espí, Marco Liberato, Susana Cosme, Zélia Rodrigues, Enrique Paniagua Vara (ACE Baixo Sabor). . . 161 10. La articulación social de la Alta Edad Media asturiana Margarita Fernández Mier (Universidad de León). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181 11. Necrópolis y cuevas. Caracterización del registro funerario de los siglos vi-viii en Cantabria Enrique Gutiérrez Cuenca, José Ángel Hierro Gárate (Proyecto Mauranus) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201 12. Etnicidad, identidad y poder en la meseta norte durante la Alta Edad Media: reflexiones desde la Arqueología Carlos Tejerizo García (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea) . . . . . . . . . . 221

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13. El ocaso del paradigma visigodo Antonel Jepure (Syracyse University Madrid) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239 14. La identidad de la comunidad local y las afiliaciones individuales en necrópolis de la Alta Edad Media (400-900 AD) Alfonso Vigil-Escalera Guirado (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea). . . 249 15. Identidad y contexto en la necrópolis tardorromana de Mérida Francisco Javier Heras Mora (Junta de Extremadura), Ana Belén Olmedo Gragera . . . . . . . . . . . . 275 16. Elementos de armamento y mundo funerario en Hispania (siglos v-viii) Raúl Catalán Ramos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291 17. Gallo-romains, wisigoths, septimaniens? Les nécropoles en Septimanie du ve au viiie siècle et le paradigme ethniciste Claude Raynaud (CNRS, UMR 5140, Montpellier) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313 18. Necrópolis de época visigoda, ajuares funerarios y depósitos humanos anómalos de los s. v-viii en la Tarraconense oriental (Cataluña): ¿indicadores de «etnicidad» y/o nivel económico? e indicios arqueológicos de desigualdad y exclusión social Jordi Roig Buxó (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea). . . . . . . . . . . . . . . . . 333 Criterios de evaluación y normas de publicación de la serie «Documentos de Arqueología Medieval». . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 395 Títulos publicados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 399

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14 La identidad de la comunidad local y las afiliaciones individuales en necrópolis de la Alta Edad Media (400-900 AD) Alfonso Vigil-Escalera Guirado1 UPV/EHU

RESUMEN

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La revisión de varios contextos funerarios altomedievales permite plantear en este trabajo la no excepcionalidad de la inhumación de individuos con rituales propios de distintas confesiones religiosas en una misma necrópolis. A la hora de gestionar las posibles diferentes identidades en juego, la que define la pertenencia a la comunidad local parece tener en estos casos un mayor peso específico que la religiosa. El reconocimiento de este fenómeno pondría en entredicho la interpretación de algunos cementerios, advirtiéndonos sobre los riesgos de mecanizar la valoración de los registros arqueológicos de acuerdo a rutinas preconcebidas. PALABRAS CLAVE: Prácticas funerarias, identidad local, enterramientos en cámara lateral, ritual funerario judío e islámico, Gózquez, El Soto.

1. INTRODUCCIÓN Las necrópolis madrileñas de Gózquez y El  Soto, excavadas entre 1997 y 2005, pertene-

cen a épocas distintas y muestran diferentes formas de ritual fúnebre, pero tienen en común el hecho de presentar inhumaciones en fosas con nicho lateral. Su registro arqueológico proporciona indicios acerca de la implantación en el interior de la península Ibérica de tradiciones funerarias importadas del Próximo Oriente. La afinidad de los rasgos arqueológicos de este tipo de fosas de inhumación no ha sido abordada aún por la historiografía con detalle, demostrando la incomunicación existente entre parcelas disciplinares contiguas en el seno del medievalismo. En este trabajo se llama la atención sobre los vínculos existentes entre la gestión de la identidad local y la de los individuos que la integran en el ámbito del cementerio comunitario. Los resultados del análisis revelan la compatibilidad entre distintas afiliaciones en la misma necrópolis y rebaten la imagen monolítica de un universo funerario medieval condicionado por la religión que con frecuencia ha sido asumida por la historiografía.

2. LA NECRÓPOLIS DE GÓZQUEZ 1

Trabajo realizado en el marco del Proyecto de investigación «Desigualdad en los paisajes medievales del norte peninsular: los marcadores arqueológicos», HUM2012-32514, la actividad del Grupo de Investigación en Patrimonio y Paisajes Culturales / Ondare eta Kultur Paisaietan Ikerketa Taldea (GIC10-134) financiado por el Gobierno Vasco, la Unidad de Formación e Investigación «Historia, Pensamiento y Cultura Material en Europa y el Mundo Atlántico» (UFI 2011/02) de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y la Unidad Asociada CSIC-UPV/EHU «Grupo de Estudios Rurales».

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La intervención arqueológica en el yacimiento de Gózquez (San Martín de la Vega, Madrid) se desarrolló entre 1997 y 2000, formando parte de las medidas de prevención, minimización y compensación del impacto producido por el desarrollo urbanístico del Parque Warner Madrid (fig. 14.1). Por primera vez en la región se documentaba un cementerio completo de época visi-

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Figura 14.1. Localización de los yacimientos peninsulares citados (listado en Tabla 14.1, al final del texto)

goda (siglos vi-viii d.C.) y el asentamiento que lo había generado (Vigil-Escalera, 2000a; Contreras, 2011; Vigil-Escalera, Strato, 2013, pp. 155-177). El análisis de la documentación permitió sistematizar los rasgos de algunas de las estructuras más características de la arquitectura doméstica de este periodo (Vigil-Escalera, 2000b). El de las cerámicas comunes (VigilEscalera, 2003, 2005) esclareció la secuencia de ocupación del sitio, abriendo el camino para hacer lo propio con otros yacimientos rurales altomedievales, tan parcos en relaciones estratigráficas verticales. Fueron reconocidos y delimitados distintos espacios domésticos y agrarios, observándose la relación existente entre ambos. Se poblaban finalmente estos territorios del interior peninsular, identificándose un alto

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número de comunidades campesinas insertas en una estructurada trama de granjas y aldeas (Quirós, Vigil-Escalera, 2006; Vigil-Escalera, 2007, 2009a, 2010). Sus lugares de habitación no eran ni mucho menos los campamentos inestables de «grupos ganaderos» que se movían con sus rebaños sin apenas dejar rastro, invisibles hasta que recibían sepultura. La investigación sobre el campesinado altomedieval lograba desbordar sus anteriores límites, marcados por las escasas y fragmentarias fuentes escritas, revelando la amplitud de lo que quedaba por explorar. El mapa arqueológico peninsular de este periodo, hasta entonces salpicado de puntos que representaban casi exclusivamente sepulturas e iglesias, se quedaba desfasado, haciéndose evidente la necesidad de proceder a una completa revisión del estudio de las renombradas necró-

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Figura 14.2. Planta de la aldea de época visigoda de Gózquez

polis visigodas a la luz de los nuevos datos (Quirós Castillo, 2011). El cementerio de Gózquez se localiza en el centro de la aldea, dividiendo el hábitat en dos barrios (fig. 14.2). Del oriental se excavó una extensión de casi tres hectáreas mientras que la superficie de otras cinco fue desbrozada y objeto de una cuidadosa limpieza a mano a fin de levantar una planimetría precisa. El asentamiento ofreció una secuencia de ocupación fechable entre el segundo cuarto del siglo  vi y mediados del viii d.C., establecida a partir del análisis de la cerámica común, la presencia esporádica de vajilla de importación y una serie de dataciones radiocarbónicas2 (Vigil-Escalera, 2000b). Las 247 sepulturas excavadas (Contreras, 2006, 2011; Contreras, Fernández Ugalde, 2006) suponen un porcentaje apreciable (64,5%) del total de las 383 identificadas. La prioridad de la intervención arqueológica fue documentar todas las existentes y excavar aquellas que resultarían afectadas por el proyecto constructivo. El estado de conservación de la necrópolis era inusualmente bueno. Es probable que el terreno nunca fuera puesto en cultivo, de modo que la cota a la que se documentaron muchas sepulturas debió ser casi la misma que tuvo en origen el cementerio. La principal pérdida de información afectaba a los túmulos de tierra o piedras que cu2 No se descarta que la ocupación del barrio occidental haya podido arrancar algo antes.

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brían y señalaban las distintas fosas3. La profundidad conservada de las tumbas de Gózquez es notable: las de adultos tienen una media de 90  cm, y las infantiles unos 40, aunque algunas llegan a superar el metro cuarenta. Por contra, el sustrato geológico de yesos y limos con alto contenido en sales es responsable de que los restos óseos de muchas inhumaciones se encuentren en un deplorable estado, aunque permitió la buena conservación de la madera de los ataúdes y de las cubiertas sepulcrales realizadas en ese mismo material. Los tipos de sepulturas más habituales en la necrópolis de Gózquez son la fosa simple y la fosa con sección en T, es decir, con prefosa y fosa central (fig. 14.8 y fig. 14.12-3). En todas las inhumaciones el difunto yace en posición de decúbito supino, con la cabeza al Oeste. Existe un amplio margen de variación en cuanto a la profundidad a la que se encuentra la cubierta del sepulcro, que puede ser de lajas de piedra, de tablas de madera o mixto. Restos de tablazón se conservaban en el banco de la prefosa en aceptable estado, junto con las huellas de encajes de travesaños para sostener el peso de la cubierta y de la tierra que rellena la prefosa. Se han registrado todas las variantes posibles entre la cista completa 3 Una estructura de interpretación incierta fechable en época bajomedieval provocó alteraciones superficiales en la zona central del cementerio, y el arreglo del trazado del «camino de Gózquez» puede haber supuesto la pérdida de algunas sepulturas en su extremo Norte.

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Figura 14.3. Necrópolis de Gózquez: ubicación de las tumbas con cámara lateral (diseño de M.I. García y el autor)

de lajas (solera, paredes y cubierta), la parcial y la fosa terrera simple. El uso de ataúdes es también frecuente, como revela la presencia de clavos de hierro. Su depósito dentro de la fosa suele prever la colocación de dos o tres piedras planas en el fondo, de modo que la caja no descanse di-

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rectamente sobre el suelo y permita la retirada de las sogas con las que se facilitaba su descenso. Las sepulturas de neonatos o infantiles suelen ser poco profundas, y predominan las cajas hechas con sendas tejas en horizontal enfrentadas por sus cantos laterales. Todo indica que una parte

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Figura 14.4. Planta y sección de la T.152 de Gózquez y broches de cinturón de las sepulturas T110 (1-2) y T152 (3)

mayoritaria de las sepulturas se concibió para que el difunto y su contenedor permanecieran en un espacio vacío. Sólo la parte superior de la tumba, por encima de la cubierta de la cámara, se rellenaba con tierra, mostrando probablemente un túmulo identificador en superficie. No se hallaron indicios acerca del empleo de estelas u otra clase de señales externas, pero la visibilidad de los sepulcros a lo largo del tiempo puede inferirse de la profusa reutilización de determinados sepulcros y de la ausencia de intersecciones entre fosas, aun cuando el desfase cronológico entre las primeras y las últimas sepulturas superase los dos siglos. La particularidad de un grupo de sepulturas sólo llegó a revelarse tras el vaciado de la fosa4, ya que en planta resultan indiferenciables del resto. El difunto no yacía en el fondo de la fosa, sino en una cámara excavada en uno de sus lados largos. Una de ellas, la sepultura T110, presentaba inhumaciones individuales en sendas cámaras abiertas a ambos lados. Esos nichos pueden estar sellados 4

Tumbas T57, T85, T91, T110, T116, T126, T152, T156, T180 y T216 (Contreras, 2011, p. 623). Subsisten dudas al respecto del formato de las fosas de T89 y T140. Presentaban un muro lateral sospechoso de ser el cierre de una cámara, aunque retiradas las piedras no se detectó nada detrás.

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por lajas de piedra, por un murete de mampostería, cerámica o adobe o tener un cierre de madera. Hasta la fecha constituyen los únicos casos conocidos con esta tipología en necrópolis hispanas de época visigoda. La decena de fosas que presenta estas peculiares características no aparece en la planta de la necrópolis formando un grupo compacto ni se aprecia un patrón espacial discernible al margen de que todas las identificadas se encuentran en la mitad meridional del conjunto (fig. 14.3). Merece señalarse que los individuos inhumados en la T110 lo fueron con sendos broches de cinturón de bronce de placa rígida, característicos del siglo vii d.C. El extremo distal de otro ejemplar similar fue recuperado en la T152 (fig. 14.4).

3. LA NECRÓPOLIS DE EL SOTO El yacimiento denominado Encadenado/ El  Soto (Barajas, Madrid), a 28 km al Norte de Gózquez, entre el río Jarama y la nueva pista del aeropuerto de Barajas, proporcionó otra ocasión para documentar fosas de inhumación con cámara lateral en la región madrileña (Vigil-Escalera, 2009b; Vigil-Escalera, Strato, 2013,

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Figura 14.5. Vista desde el Este del conjunto de sitios de cronología emiral (fuente: Google Earth)

pp. 216-231). El soterramiento de una línea eléctrica y la ampliación de una explotación minera motivaron la realización de excavaciones arqueológicas de urgencia en el sitio a lo largo de varias campañas entre los años 2002 y 2005. A lo largo de las dos hectáreas exploradas se documentaron evidencias de ocupación de la prehistoria reciente y de las épocas tardorromana, altomedieval y bajomedieval. El yacimiento muestra un considerable arrasamiento horizontal por causa de las labores agrícolas y el arrastre fluvial. Se estima una pérdida de cota de suelo de entre 60 y 80 cm, mayor incluso en lo que atañe a las estructuras prehistóricas. Al otro lado del río se alza posiblemente desde el siglo  ix la fortaleza de Malsobaco, Paracuellos del Jarama (Priego, 1987), y a menos de 1600 metros al Norte y al Sur de El Soto se detectaron asentamientos altomedievales con evidencias funerarias fechables en época emiral (siglos viii-ix) en Las Charcas y La Huelga (fig. 14.5). La secuencia altomedieval comienza en el siglo  vi d.C. con un modesto establecimiento rural del que se conservan varias cabañas de suelo rehundido y abundantes silos, aunque no ha sido

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posible reconocer un cementerio asociado. La situación cambia entre los siglos vii y viii, cuando el espacio residencial se desplaza un centenar de metros al Sur y al lado del antiguo sector residencial/auxiliar se instalan dos sepulturas con orientación Norte-Sur (fig.  14.6, Grupo A). Algún tiempo después y casi encima de las anteriores se construyen otras tres orientadas Oeste-Este (fig. 14.6, Grupo B). El índice de reutilización de los sepulcros es elevado, ofreciendo un número mínimo de once individuos inhumados. Todos los cuerpos en posición primaria yacen en decúbito supino sobre el fondo de la fosa, y son identificables presumiblemente como de rito cristiano. El cambio en la orientación de las tumbas, el hecho de que una de las orientadas Oeste-Este corte a una dispuesta Norte-Sur y el índice de reutilización dan a entender que la actividad funeraria se dilató durante al menos dos o tres generaciones a pesar del corto número de sepulturas. Entre mediados del siglo  viii e inicios del ix se genera pocos metros al Este del núcleo original un espacio funerario formado por 26 inhumaciones de rito islámico, con los cuerpos colocados en

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Figura 14.6. Planta de la necrópolis de El Soto

decúbito lateral derecho y el rostro vuelto al Sur5 (fig. 14.6, Grupo C). Seis de ellas pertenecen a infantiles (fosa simple), tres presentan fosas centradas en el fondo de la prefosa (sección transversal en T) y dieciséis muestran cámara lateral en el lado Sur de la misma. Los sistemas reconocibles para el cierre de la cámara van de las lajas de piedra al adobe crudo y posiblemente la madera. Los resultados de once dataciones radiocarbónicas sobre material óseo (Vigil-Escalera, 2009b, Tabla 3) concuerdan con las fechas propuestas para la actividad del asentamiento excavado un centenar de metros al Sur, ocupado en5 La comunidad que generó tan corta cifra de inhumaciones (admitiendo que se han podido perder algunas de las infantiles, menos profundas que las de adultos) tuvo que ser de limitado tamaño si la actividad funeraria se desarrolló durante un periodo de dos a tres generaciones (50-100 años).

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tre los siglos viii y ix d.C.6. Los análisis de ADN mitocondrial e incluso ciertos indicios derivados del análisis antropológico avalan los posibles vínculos familiares entre individuos inhumados con arreglo a las distintas normas funerarias (Vigil-Escalera, 2009b, p. 99; Fernández et alii, 2009, p. 304). Todo indica que en el yacimiento se manifiesta la temprana conversión al Islam de una comunidad nativa, residente desde tiempo antes en ese mismo lugar. El uso de distintos tipos de fosa de inhumación para los individuos islamizados de El Soto no pudo haber sido casual. El sustrato geológico de la zona es un abanico fluvial lateral compuesto de bancos de arenas y limos arenosos intercala6

Señalan también que las dos sepulturas más meridionales del conjunto (Grupo D) pueden tener una fecha posterior al resto.

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Figura 14.7. Sepultura 30230 de El Soto, con amplia prefosa, cámara lateral y cierre de lajas de piedra (sección transversal restituida a la probable cota original)

dos con capas de gravas. Un terreno de sencilla excavabilidad pero tal vez el menos propicio para ejecutar fosas de paredes rectas y mucho menos de cámaras con un tramo abovedado (fig.  14.7). La elección de un tipo u otro debió estar plenamente justificada7. Las razones por las que una pequeña comunidad rural reprodujo esa variabilidad en su arquitectura funeraria, cuyas raíces se remontan a los primeros tiempos del Islam y a lugares situados a miles de kilómetros de distancia, como luego se verá, merece sin duda una reflexión en profundidad. Se desconoce casi todo lo relativo a las inhumaciones de rito islámico detectadas en el yacimiento de Las Charcas, menos de un kilómetro al Sur de El Soto (a las que se alude en Rodríguez, Domingo, 2007). En La Huelga, unos 1500 metros al Norte, se excavó otro pequeño núcleo funerario unifamiliar compuesto 7 «Mais comme la nature du sol contrarie parfois son aménagement, les juristes en vinrent à recommander le lahd dans les terres dures et le saqq dans les terres flasques qui s’éboulent et s’effritent» (Ragib 1992, p. 394). Los datos de El Soto parecen contradecir, pues, «la inexistencia de un rito perfectamente concreto (…) hasta los siglos ix o x» (Chávet et alii, 2009, p. 156).

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por ocho sepulturas de rito islámico, cuatro de adultos y cuatro infantiles. Se documentaron allí inhumaciones en fosa estrecha, con prefosa y fosa central y con prefosa y fosa estrecha lateral (Vigil-Escalera, 2004; Vigil-Escalera, Strato, 2013, pp. 232-243).

4. UNA ARQUITECTURA FUNERARIA PARTICULAR La investigación sobre los registros funerarios de los primeros siglos  altomedievales ha privilegiado tradicionalmente el análisis de los ajuares (p.e. Ripoll, 2001; Pinar, 2012). Más esporádicos han sido los intentos de establecer tipologías útiles para discriminar las diversas formas de proceder a la inhumación de los difuntos. Los análisis han recurrido a muy diversas combinaciones de variables en su intento de presentar un cuadro taxonómico coherente y exhaustivo (Cerrillo, 1989; Roig, Coll, 2012). Simplificando de forma drástica el elenco, puede afirmarse que la posición del cadáver, la forma en planta de la fosa y el tipo de materiales empleados en la tumba han sido los

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principales vectores considerados, junto con el tipo de contenedor y la forma original de oclusión de la sepultura. En fechas recientes se ha producido un gran avance en este campo a medida que han mejorado los métodos de excavación y registro8. La nada infrecuente documentación de restos antropológicos en contextos no funerarios (los muertos en silos, pozos, cabañas o fosas de función indeterminada) también ha recibido atención (Roig, Coll, 2011; Vigil-Escalera, 2013a). Se ha abierto con ellos un interesante debate acerca de lo que puede o no ser considerado una sepultura, sobre la condición social de los protagonistas de esta clase de depósitos y sobre el significado que adquiere el lugar, público o privado, de la inhumación a lo largo de este periodo. La forma de las fosas de inhumación y a la posición del cuerpo en diversas necrópolis y contextos serán examinadas a continuación. Una documentación precisa de esos dos rasgos depende en buena medida del estado de conservación del registro arqueológico, pero también de la minuciosidad del proceso de excavación y del análisis antropológico. Las investigaciones sobre el registro funerario han mantenido a veces una actitud displicente en lo tocante a la evaluación del estado de conservación de la sepultura, obviando la que debió ser su configuración original. No resulta extraño encontrar en la bibliografía minuciosos estudios sobre la variabilidad formal de las sepulturas a partir de registros fragmentarios o con notables sesgos debidos a su parcial conservación. No es mucho lo que puede decirse con seguridad sobre bastantes de estas cuestiones cuando la sepultura ha perdido más de la mitad de su profundidad original, cuando no es posible reconocer la eventual deformación del trazado de las paredes de la fosa por causas postdeposicionales o los desplazamientos eventualmente acaecidos de los restos óseos por muy diversas causas, tanto durante el desarrollo del sepelio como más frecuentemente tras el cierre del contexto y la descomposición del cadáver en un espacio vacío. Debe, por tanto, reclamarse un esfuerzo adicional y una atención especial destinados a evaluar críticamente la conservación del registro funerario y la incidencia de procesos postdeposicionales de igual forma que se ha he8 Algunos trabajos franceses dan buena muestra de ello (Blaizot, Savino, 2006; Carré, Henrion, 2012).

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cho en lo referente a otras estructuras arqueológicas como puedan ser los silos subterráneos para el almacenamiento de cereal (Vigil-Escalera, 2013b). La caracterización tipológica de las fosas de inhumación, de acuerdo al análisis de los contextos funerarios altomedievales aquí tratados, debería prestar atención a parámetros muchas veces infravalorados. En términos estructurales, la mayoría de las fosas debería dividirse al menos en dos partes o unidades bien diferenciadas (fig.  14.8). En la parte inferior de la misma se ubica la cámara o nicho donde se efectúa la deposición del cuerpo, ya sea dentro de alguno de los tipos posibles de contenedor o envuelto en un sudario. Esa cámara prevé siempre alguna forma de sellado. Para ello se emplean distintos materiales: tablas de madera, piedra, adobe, ladrillos o cualquier otro elemento, protegiendo un espacio hueco en torno al cadáver. La parte superior de la fosa está destinada a acoger la tierra previamente excavada del hoyo. Podríamos referirnos a esta parte de la tumba como prefosa o «sobrecámara» (fig.  14.9). La única parte externa, aérea y visible una vez terminado el sepelio sería el túmulo de tierra y piedras. El túmulo sirve de señalización incluso si no existe otra clase de elemento identificador de la ubicación de la tumba, que puede ser un hito o estela o una simple alineación de piedras a lo largo del borde de la fosa9. Tanto las sepulturas presumiblemente cristianas como las islámicas o las judías en contextos de normalidad ritual (sin que medien circunstancias excepcionales en la ejecución del sepelio) prevén la deposición del difunto en un ambiente vacío y a una profundidad superior a los 60-80  cm. La tierra extraída de la fosa no es arrojada directamente sobre el cuerpo o el ataúd. La función aislante de la cámara sepulcral es innegable: su cometido es preservar ese espacio vacío alrededor del cuerpo o del ataúd. Incluso las piedras planas colocadas bajo el ataúd de muchas sepulturas de Gózquez pueden haber servido a ese propósito, al separar el contenedor de la tierra y elevarlo ligeramente sobre el suelo de la fosa. 9 La visibilidad del túmulo puede incluso ser deliberadamente limitada para reducir el impacto visual de la estructura si llegara a considerarse como un posible elemento de ostentación, de acuerdo a la tradición islámica (Ragib, 1992).

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Figura 14.8. Elementos constitutivos de la fosa: restitución hipotética de la sepultura T.109 de Gózquez (planta y sección longitudinal axial)

5. LAS TUMBAS DE NICHO LATERAL: ANTECEDENTES Las primeras interpretaciones ofrecidas para el anómalo tipo de sepulcros documentado en Gózquez fueron dubitativas. En 2006 se señalaron los paralelos de este tipo de tumbas que disponen la inhumación en un nicho lateral con las de alguna necrópolis de la península de Crimea (fig.  14.10) y con otra de Polonia (Contreras, Fernández Ugalde, 2006, p. 524, fig.  8; Contreras, 2006, p.  276). Esta posibilidad fue utilizada después al señalarse sus vínculos con elementos culturales alano-sármatas10. Diversos motivos abundan sin embargo en la improbabilidad de esa vía, comenFigura 14.9. Restitución hipotética de la sección transversal de la sepultura T.85 de Gózquez

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López Quiroga, 2011, p. 91.

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Figura 14.10. Sepulturas de inhumación de necrópolis con nichos laterales de Crimea (modificado a partir de KAZANSKI, MASTYKOVA, 2003, pp. 24-25)

zando por la propia fecha de las sepulturas de este tipo en Gózquez. No hay elementos que permitan remontar ninguna fosa con cámara lateral a las fases iniciales de uso de la necrópolis, y ni siquiera de una forma más genérica al siglo  vi d.C. Las sepulturas que incluyen esos específicos rasgos y pueden ser datadas con cierta precisión han de situarse al menos en el siglo  vii d.C. Ese pretendido parentesco requiere por otra parte salvar un continente completo sin evidencias arqueológicas afines o similares. Establecer cuál puede haber sido la vía de entrada de esa específica arquitectura funeraria al interior peninsular (y también en qué momento) requiere un previo conocimiento sobre el origen de ese tipo de sepulturas y su implantación posterior en Hispania o el occidente mediterráneo. Se expondrá, a continuación, el resultado de unas primeras pesquisas del que parece un itinerario más verosímil (aunque no exento de trances) en

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la resolución de la incógnita abierta a raíz de la aparición en Gózquez de este tipo de fosas. Suele admitirse que las fosas de inhumación individuales suponen una evolución desde el ritual colectivo al individual a partir de las cámaras hipogeicas familiares. En la zona del Próximo Oriente, las inhumaciones individuales en lóculo excavado en el lateral de la parte inferior de la fosa comienzan a registrarse entre judíos y nabateos en torno a los siglos i y ii d.C. (Hachlili, 2005). La orientación, tanto del eje largo de las fosas como de los nichos, es variable, y la posición habitual del cuerpo es decúbito supino. Se documenta su presencia en la necrópolis del renombrado sitio de Qumran, cerca del Mar Muerto, donde ese tipo de fosas ha sido objeto de un intenso debate. Salvando la incertidumbre que crea la presencia de sepulturas de cronología posterior (consideradas «beduinas»), fosas de estas caracte-

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Figura 14.11. Inhumación de la necrópolis oriental de Setif (Argelia), atribuida al siglo FÉVRIER, GUÉRY, 1980, fig. 5)

rísticas11 han sido documentadas en las necrópolis judías de Beth Zafafa o En el-Ghuewir12, pero también en la nabatea de Khirbet Qazone (Politis, 2006) o incluso en ambientes culturales meroíticos (El-Tayeb, Kolosowska, 2007). Algo más cerca de la península Ibérica se detecta la presencia de este tipo de sepulturas en la necrópolis oriental de la colonia romana de Setif (Argelia), donde reciben fechas desde finales del siglo i al ii d.C. (Février, Guéry, 1980). Un sondeo abierto en los cimientos de la fortificación 11 «The hewn shaft tombs recovered at Qumran, En elGhuweir and Beth Zafafa are a rectangular cavity with a pit at the bottom, often closed by mud bricks or flat stones» (Hachlili, 2005, p. 518). 12 En las que se admite la probable presencia de sepulturas posteriores, del periodo bizantino (Hachlili 2005, p. 4).

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d.C. (a partir de

tardía (siglo  iv d.C.) demostró que durante su construcción se habían cortado algunas tumbas13. Se registran inhumaciones en nicho lateral (tipo I-A) desde la fase a la que se atribuye una mayor antigüedad (fig. 14.11). Un total de diecisiete sepulturas se adscriben a esta tipología (un 4,7% del total). De ellas, 12 tenían el nicho cerrado con lajas de piedra y dos con placas de arcilla cruda. Siete de las inhumaciones son en decúbito supino, si bien las de algunos niños aparecen laterales, con las piernas flexionadas. La orientación habitual es con el cráneo al Este (desde NE a SSE) 13 Este hecho podría estar condicionando la lectura de la cronología que de la necrópolis ofrecen Février y Guéry en 1980. Sin embargo, es posible que la actividad funeraria haya continuado tras la construcción de la muralla al exterior de la misma.

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y en un solo caso con la cabeza al NO. Una de las sepulturas ofreció evidencias del uso de ataúd de madera y sólo cinco sepulturas carecían de ajuar, todas ellas de niños. Las fosas con lóculo lateral se relacionarían, según Février y Guéry, con formas tradicionales de inhumación de origen prerromano. Advierten además que esta forma de excavar las sepulturas se habría perpetuado al menos en la región de la Gran Cabilia hasta mediados del siglo xx (Février, Guéry, 1980, p. 121). Este tipo de fosa de inhumación aparece también en la primera fase de la necrópolis de la basílica extra muros de Histria (a orillas del Mar Negro, en Rumanía), fechada a lo largo del siglo  iv y durante la primera mitad del v d.C. (Rusu-Bolindet et alii, 2014, p. 204, Pl. VIII-IX). Cerrando provisionalmente estas breves notas acerca de los antecedentes en tierras lejanas de esta particular arquitectura funeraria, se verá a continuación en qué ámbitos se localizan estructuras de este mismo tipo en la geografía ibérica.

6. SEPULTURAS CON NICHO LATERAL EN EL ÁMBITO IBÉRICO Sepulturas en fosas con los específicos rasgos que se han señalado aparecen en la península Ibérica relacionadas tanto con comunidades hebreas como musulmanas. La falta de comunicación entre los distintos ámbitos disciplinares del medievalismo se manifiesta en este caso dando lugar a una llamativa ausencia de referencias cruzadas, al mutuo desconocimiento y al consiguiente desaprovechamiento de las posibilidades de estudio que sugieren los propios registros arqueológicos.

6.1. Contextos funerarios asociados a comunidades judías Las «tumbas de fosa y cámara lateral» (Maese, Casanovas, 2004) se conocen desde la primera intervención que se llevó a cabo en nuestro país en una necrópolis judía, la de Montjuïc, en Barcelona (Durán, Millás, 1947). Aparecerían luego también en la necrópolis homónima en Gerona (Riu Barrera, 1982, p. 192-193). En ambas han sido identificadas las secuencias de uso pleno y bajomedievales, aunque resulta difícil de determinar la existencia de posibles fases anteriores.

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Ese tipo de fosa no tendría paralelos claros o conocidos, según Casanovas14, en los usos de otras comunidades, y «parece tratarse de una pervivencia […] arcaizante de la que es posible encontrar ejemplos en ambos extremos del mundo mediterráneo en fechas considerablemente remotas». En el caso de la necrópolis judía de Les Roquetes, en la localidad leridana de Tárrega, sus autores afirman que «a diferència de les necròpolis de Girona i de Barcelona, no es documenten enterraments amb cavitat lateral», aunque en una de las fotografías publicadas parece apreciarse precisamente ese tipo (Colet et alii, 2010, p. 246, fig. 3). Presentaban la misma tipología algunas de las sepulturas excavadas al lado del alfar de San Antón, en Lerma, de acuerdo a la puntual noticia ofrecida por F. Pérez Rodríguez-Aragón, quien recoge testimonios al respecto de que ése había sido el emplazamiento de la necrópolis judía de la localidad (Pérez Rodríguez-Aragón, Domínguez, 2005). Fosas de similares características se han documentado en la necrópolis de La Encarnación, a las afueras de Ávila15, también considerada judía (Cabrera et alii, 2013). Otro inequívoco testimonio de sepulturas con cámara lateral idénticas a las de Gózquez procede de la ladera del castillo de Palenzuela (Palencia), aunque permanece huérfano de adscripción cronocultural (De Castro, 1977, p. 134, Láms. IX-X). A principios del siglo xx fueron excavadas en las afueras de Xátiva (Valencia) más de medio centenar de sepulturas de inhumación de la necrópolis del Bernisa (Martínez Aloy, 1908). Sólo una proporcionó pistas para poder establecer la fecha de utilización del cementerio, en concreto dos anillos de plata. Uno de ellos presenta un anagrama interpretado como judío por Fita (1907, p. 509), aunque diversos autores han discutido luego esa posibilidad (Corell, 2006, p. 116). Paleográficamente podría datarse en el siglo  vii d.C. En una visita girada al yacimiento en 1993, González Villaescusa refiere que la tipología sepulcral allí presente «recuerda en gran medida las sepul14

El autor presentó una ponencia sobre este tipo de sepulcros en el Congreso de Arqueología Judía Medieval celebrado en Murcia (febrero, 2009), aunque el volumen aún no ha sido publicado. 15 También en la cuenca del Duero merecen ser destacadas las investigaciones llevadas a cabo en las necrópolis hebreas de Cuesta de los Hoyos, Segovia (Fernández Esteban, 2003; Marqués, 2012) y Valladolid (Moreda, Serrano, 2009).

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turas judías de época bajomedieval halladas en Montjuïc», «pues se excava una subfosa lateral cubierta por teja curva, placas de arcilla o piedra» (González Villaescusa, 2001, pp. 270-271). Un descubrimiento arqueológico reciente en Lucena, provincia de Córdoba, ha contribuido a relanzar el interés por este formato de fosa de inhumación. Es bien sabido que la localidad cobró fama por albergar entre los siglos  ix y xii a una mayoritaria e influyente comunidad judía. Los testimonios documentales más antiguos sobre su presencia se remontan a mediados del siglo  ix. Al-Idrisi, a mediados del siglo  xii, la señaló como «ciudad de los judíos», indicando que en el arrabal, fuera de las murallas, vivían los musulmanes. En el año 2007, con motivo de la construcción de la Ronda Sur de circunvalación, se produjo el descubrimiento y excavación de parte de una extensa necrópolis16 (Botella, Casanovas, 2009; Riquelme, Botella, 2011). Las sepulturas en fosa con cámara lateral aparecen aquí minuciosamente descritas en un conjunto amplio y coherente que proporciona fechas más antiguas que en los restantes yacimientos conocidos hasta ahora. Este tipo de tumbas conforma un tercio (107 unidades) del total de las excavadas (337, aunque se identificaron 346 en el ámbito de la intervención). Un total de 61 fosas simples (17.6%), 176 escalonadas17 (51.2%) y dos mixtas18 completan el repertorio (Botella, Casanovas, 2009, p. 6). No se especifica en qué lado de la fosa (Norte o Sur) aparece la cámara lateral, aunque en las láminas publicadas se aprecian las dos posibilidades, con un mayor número de casos en los que la cámara ocupa el lateral Sur. Dentro también del lote de las tumbas con cámara lateral se señala que aparecen dos casos de enterramientos secundarios, ambos individuales. Resulta difícil de determinar la representatividad del dato, ya que no pudieron documentarse restos óseos conservados en un total de 142 sepulturas. El mal estado de conservación del material óseo sólo permitió recuperar muestras antropológicas en un tercio de las sepulturas (117).

Inicialmente, el uso de tegulae tanto en cubiertas horizontales como en los cierres laterales de los nichos dio pie a pensar que la actividad inhumatoria se había desarrollado en fechas «tardoantiguas». Se planteó pues la posibilidad de datar la necrópolis con «una cronología amplia entre una fase tardoimperial y el inicio de la cultura andalusí» (Botella, Casanovas, 2009, p. 8). La interpretación del cementerio sufrió un vuelco por el hallazgo de una lápida funeraria con inscripción en caracteres hebreos19. Es posible fechar la lápida a partir de criterios epigráficos en los siglos  viii o ix, aunque apareció reutilizada como material constructivo en una sepultura posterior. Tiene estrechos paralelos con un cipo conservado en la iglesia de San Miguel de la ciudad de Córdoba, fechado en los siglos  ix o x. Otra inscripción cordobesa, la procedente de la necrópolis de El Zumbacón, tiene una estructura epigráfica más elaborada y compleja, y proporciona la fecha del año 846 (Larrea, Hiedra, 2009). La lectura de los resultados de tres dataciones radiocarbónicas sobre material óseo ha condicionado, sin embargo, una propuesta de datación tal vez demasiado restringida para el conjunto de la necrópolis. Las muestras fueron tomadas de distintos tipos de fosas «en el centro del yacimiento» (Botella, Casanovas, 2009, p. 9). Los resultados de las tres se ciñen, según Botella, al siglo  xi (T.11, UGRA663: 1050±60 BP; T.26, UGRA664: 1000±60 BP; y T.131, UGRA665: 1020±80 BP). La fecha finalmente propuesta por los autores para el periodo de uso de la necrópolis se mueve entre finales del x y el siglo xi (Botella, Casanovas, 2009, p. 15), considerando que los diferentes tipos de fosas coexistieron al mismo tiempo. La imprescindible calibración de las mediciones radiocarbónicas permite, no obstante, ampliar la horquilla ofrecida por esas tres sepulturas20 al lapso comprendido entre finales del siglo ix y finales del xii d.C. A tenor de lo anterior podría confirmarse que alguna de las comunidades hebreas más emblemáticas y mejor conocidas de la península Ibérica habría tenido este tipo de estructura funeraria

16 Pudo constatarse la continuidad del cementerio por al menos tres de los lados del sector abierto. 17 Este tipo se correspondería con el tipo denominado en Gózquez como «de fosa con sección en T», con prefosa y fosa central. 18 Se denominan de esta forma en el texto a las fosas con sección en T que además presentan cámara lateral.

19 Documentación fotográfica de la lápida en http://www. redjuderias.org/google/google_maps_print/cronologialucena-es.html (consultado por última vez el 24 de noviembre de 2014). 20 Se requiere además cierta cautela a la hora de extrapolar esos tres valores a un conjunto formado por más de 300 sepulturas.

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con cámara lateral como rasgo distintivo al menos desde el siglo ix en adelante.

6.2. Contextos funerarios islámicos En uno de los escasos trabajos dedicados a este tema, desde la perspectiva de las fuentes de la tradición y el derecho, refiere Yusuf Ragib que los primeros musulmanes conocían dos tipos de sepulturas diferenciadas por el emplazamiento de la fosa destinada al cadáver: el lahd, que es la cámara excavada bajo el flanco que mira a la qibla y el saqq o darih, donde la cámara se dispone en el centro de la fosa sepulcral (Ragib, 1992, p. 393). Los de Medina tenían por suyo el primero, y los de La Meca el segundo (fig. 14.12). A la muerte del Profeta, la forma que debía tener su sepultura suscitó la inquietud entre sus compañeros. Para zanjar la macabra diferencia, se mandó llamar a los dos sepultureros de Medina. Uno practicaba el segundo tipo de fosa (saqq) para los extranjeros y el otro hacía la primera (lahd) para los locales. Fue este quien antes llegó, lo que se entendió como una manifestación de la voluntad divina. Esa fue también la forma de la fosa de los primeros califas, compañeros y seguidores y quedó establecida como la costumbre entre sunnitas y chiítas. La tradición, pues, señala que este tipo de fosa con cámara lateral fue la empleada en la inhumación de las primeras comunidades islámicas en Arabia, en la tumba del propio Mahoma (632) o en la de los muertos de la batalla de Ohod (625). Esta particularidad del ritual funerario de los primeros siglos del Islam 21 fue reconocida en la península Ibérica en Baza, Granada (Salvatierra et alii, 1984) y más tarde también en la maqbara del Carmen, en Lorca (Sánchez, Chávet, 2007), la de l’Alfossar en Novelda, Alicante (López Seguí et alii, 2005) y en las de Marroquíes Bajos, Jaén (Serrano, Castillo, 2000). Una primera sistematización de las características de estas necrópolis les asignó de forma apriorística una cronología temprana (siglos  viii-ix), distinguiendo entre los ritos «tradicionistas» y los implantados a partir del califato bajo los aus21 También se registró su presencia en el Norte de Siria (Tell Jamîs, junto al Eufrates) aunque sin evidencias que proporcionen una datación contrastada (Matilla, 1996, p. 205).

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picios de la doctrina malikí (Chávet et alii, 2009, pp. 156-157). El tipo de fosa con lahd aparece sin embargo en bastantes yacimientos donde este rasgo no ha sido identificado en primera instancia, aunque existen fundados indicios para presumir su presencia, incluso manejando tan solo la escasa información publicada. Así sucede en Pamplona, por ejemplo, donde se documentaron un total de 190 enterramientos de rito islámico. Las fosas se describen como estrechas, sin aludir a la presencia de nichos. Aunque predominan las sepulturas sin cubierta reconocible, en algunos casos se usaron para ello lajas de arenisca. La esporádica presencia de clavos, elemento extraño en las sepulturas de ritual coránico, se vincula a elementos de madera en el sistema de cierre o cubrición. En tres casos (sepulturas 47, 49 y 129) las fosas contaron, según los autores, «con cubierta a una vertiente, a partir de lastras hincadas formando un ángulo de entre 60º y 70º, protegiendo la zona dorsal del individuo inhumado» (Faro et alii, 2007, p. 109). Esa descripción deja abierta la posibilidad de entender que el ensanchamiento inferior cubierto con lajas de piedra corresponda realmente al lóculo lateral imperfectamente conservado. La datación de la necrópolis se apoya en las fuentes históricas sobre el dominio islámico de la ciudad y en una datación radiocarbónica22. La misma situación puede haberse dado con algunas sepulturas de la necrópolis de la Puerta de Toledo, en Zaragoza23 (Galve, Benavente, 1992), o en una de las documentadas en la Era del Lugar, Mojácar, Almería (Alcaraz, San Martín, 1992). En la también zaragozana necrópolis de Valdeherrera (Calatayud) se reconocen igualmente las sepulturas con nicho lateral lahd (Sáenz Preciado, Martín-Bueno, 2013). El extenso cementerio, del que se llevan excavadas 62 sepulturas, se fecha en torno a la segunda mitad del siglo  ix a partir de los resultados de dos dataciones radiocarbónicas (T46 1210±30 BP, BETA-329875, calibrada a 2 sigma en la horquilla 710-890 AD; T2124 1140±30 BP, BETA-329876, 22 Sepultura 32, 1330±40 BP (BETA-218654), calibrado a 2 sigma entre 650 y 770 d.C. 23 Se excavaron allí más de trescientas sepulturas, con tres niveles superpuestos, fechadas entre los siglos viii y xi d.C., aunque en condiciones metodológicas algo precarias. 24 En el texto se menciona la T21, aunque en la figura 14.13 se lee Tumba 31.

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calibrada a 2 sigma en 810-850 AD25). También en la provincia de Zaragoza, con fosas lahd y fechas dentro del rango de los siglos viii-ix, se encuentra la necrópolis de rito islámico de Tauste. Su cronología se establece de acuerdo a dataciones radiocarbónicas aún inéditas26. A menos de 80 kilómetros al Sureste de Gózquez se encuentra la denominada «necrópolis hispano-visigoda» de Segóbriga (Almagro, 1975). Son reconocibles en la documentación publicada varias sepulturas con lajas de piedra inclinadas que cierran un nicho lateral donde se inhuman individuos en decúbito lateral derecho. La filiación islámica resulta indiscutible27. Este tipo de sepultura con cámara lateral tiene una representación notable en la necrópolis sureste de Mérida (ochenta casos para un total de 200 sepulturas), donde ha recibido interpretaciones contrapuestas aunque coincidentes en su fecha (siglos viii-ix d.C.). Atendiendo a la posición del cuerpo (decúbito supino), su excavador las consideró inhumaciones cristianas de época andalusí (Delgado, 2006). Más recientemente han sido leídas como una versión transicional, imperfectamente ajustada al canon ritual, de una población recién islamizada (Alba, 2011), aunque los argumentos no parecen suficientes y contravienen lo observado en muchos otros sitios. Igual que se ha visto en El Soto, las necrópolis del sitio jienense de Marroquíes Bajos (Castillo et alii, 2011; Serrano, Castillo, 2000) ofrecen una variedad de ritos y tipologías, especialmente en las N2 y N4. Aparecen allí enterramientos de rito cristiano con feluses e inhumaciones en decúbito lateral que vienen a rellenar los posibles eslabones intermedios entre el tipo de tumba tradicional de la población nativa y los nuevos modelos propios de la normativa religiosa islámica. Los tipos de sepultura con amplia prefosa y fosa estrecha central o de cámara lateral son característicos de las primeras fases de uso, datadas en época emiral, mientras que a partir del siglo xi parece consolidarse la inhumación en fosa 25

En realidad, la horquilla a 2 sigma de esta muestra sería 775-980 d.C. (programa Calib700). Los resultados ofrecen un margen que por prudencia cabría situar entre los siglos viii y ix d.C. 26 http://arqueoguti.blogspot.com.es/search/label/ Tauste (último acceso 16 abril 2014). 27 En el texto no se menciona siquiera esa posibilidad, que sí fue advertida por L. Caballero en una reseña de la obra y más recientemente por E. Manzano (2006, p. 269).

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estrecha. Resulta muy reveladora, como veremos, la documentación de enterramientos de ritual islámico junto con otras de posible ritual cristiano en la N4 (Serrano, Castillo, 2000, p. 106). En su primera fase se documentan sólo sepulturas orientadas Oeste-Este con prefosa y fosa central de inhumación estrecha (Serrano, Castillo, 2000, p. 99), con paralelos en el Cabezo del Aljezar, Ricote (Murcia), donde se datan también en el siglo ix (Sánchez et alii, 1987). La fosa estrecha parece haber permanecido vacía y cubierta con tapa de madera, como indica la presencia de algún clavo y de muescas o encajes en el banco de la prefosa preparados para alojar traviesas de refuerzo del cierre. En el grupo de sepulturas atribuido a la segunda fase aparecen las fosas estrechas de inhumación desplazadas al lado Sureste o Sur de la prefosa o directamente convirtiéndose en una cámara lateral. El ritual funerario perdura sin cambios respecto a la fase precedente. La coexistencia de distintos rituales religiosos en la misma necrópolis se apunta igualmente en Tossal de Manises, con 108 individuos inhumados de acuerdo al ritual coránico y uno al cristiano (Olcina et alii, 2007, p. 214). La cronología propuesta para esta necrópolis concuerda con las ya vistas (época emiral), y de nuevo vuelve a citarse el tipo de fosa lahd. Un total de 48 sepulturas son de fosa estrecha simple, 20 cuentan con escalón lateral, y 18 de ellas presentan covacha lateral28. El escalón lateral se interpreta de acuerdo a motivos funcionales, como solución para apoyar las lajas de cubierta inclinadas de la cámara funeraria, citándose el paralelo de la maqbara de Bab Bayyana, en Almería (Alcaraz, 1990). En la necrópolis Norte del Tolmo de Minateda (Gutiérrez Lloret, 2007, p. 296) se documentan doce inhumaciones de rito islámico y cuatro de rito cristiano. En el sitio de Rinconada de Olivares, Jumilla (Murcia), los trabajos de delimitación de la necrópolis de rito islámico dieron como resultado la localización de cinco sepulturas de rito cristiano entre medias a las que se fecha en el siglo  vii d.C. Entre las primeras se citan prefosas con fosa estrecha central o lateral y cierres de adobe o lajas de piedra (Pozo, Hernández, 2000, p. 422). 28 Los conteos de los distintos tipos de sepulturas han de leerse sólo a título orientativo y pueden no ser muy precisos, dada la dificultad con que se documentaron las fosas a causa del arrasamiento superficial de la necrópolis.

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El establecimiento de la cronología de las sepulturas o del periodo de actividad de las necrópolis por medios independientes no es tan frecuente como sería deseable. La datación propuesta para la necrópolis de la iglesia de El Carmen en Lorca (entre los siglos viii y x) se deduce por ejemplo a partir de la orientación y la tipología de las fosas (Sánchez, Chávet, 2007). Las fechas propuestas para l’Alfossar de Novelda (entre mediados del siglo xii y la primera mitad del xiii) carecen de solidez, ya que se basan en los rasgos de la cerámica presente en el nivel superficial (López Seguí et alii, 2005, Láms. 4, 6, 7). El análisis de este conjunto de necrópolis de rito islámico cuyas fosas presentan nicho o cámara lateral revela que el fenómeno tiene una amplia difusión geográfica. No se trata de un endemismo circunscrito a una zona concreta y tampoco parece determinado por las cualidades de firmeza o excavabilidad del sustrato geológico, como se ha visto en El Soto. El significado de la forma en que se deposita al difunto dentro de la fosa tiene valor en el momento en el que se celebra la inhumación y para aquellos que participan en ese evento, independientemente de que el terreno sea más o menos apropiado para ello. El uso de estas necrópolis se ciñe a los dos primeros siglos  tras la conquista islámica de la península Ibérica, y no sería razonable identificar a todos sus protagonistas con inmigrantes extrapeninsulares. La evidencia disponible en El Soto sugiere de hecho que esas sepulturas corresponden a población nativa convertida al Islam. La variabilidad observada en la forma de las fosas deja abierta la posibilidad de que estén convergiendo al mismo tiempo distintas tradiciones funerarias de remoto origen incluso sobre una pequeña comunidad rural del interior peninsular.

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reconocimiento está exento de especiales dificultades en condiciones normales de conservación del registro, ya que los cuerpos deben yacer en decúbito supino. Sin embargo, en ausencia de alguna clase de elemento, epígrafe o material con una simbología específica, el carácter cristiano de una sepultura es habitualmente bastante más difícil de determinar. Tanto musulmanes como judíos han utilizado fosas de inhumación con cámara lateral al menos durante un tramo de la Alta Edad Media, y los segundos continuaron sin duda haciéndolo durante algunos siglos  más. Distinguir unas de otras no presenta en principio mayores problemas, dada la normativa disposición del cuerpo dentro del nicho, lateral en el ritual islámico, supino en el judío. Además, el lóculo debe estar excavado en el lado de la fosa que mira a la qibla de acuerdo a la tradición islámica, mientras que en el ritual judío cabe la posibilidad de que una misma fosa albergue una cámara a cada lado. Es bien conocido el problema del desplazamiento que, en condiciones de vacío, puede sufrir el cuerpo originalmente colocado de costado, al tratarse de una posición inestable. Mucho más difícil e improbable resulta la posibilidad del giro a posición lateral de un cadáver originalmente dispuesto de espaldas sobre el fondo de la fosa.

6.3. La discriminación del ritual funerario Desde un punto de vista arqueológico, no debiera entrañar excesivos problemas la correcta discriminación de las sepulturas de rito islámico, dada la posición del cuerpo en decúbito lateral derecho con el rostro hacia la qibla, con independencia del tipo de fosa empleado. Por otra parte, la utilización de cámaras excavadas en los laterales de la fosa parece ser un rasgo distintivo tradicional de algunas comunidades judías. Su

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Figura 14.12. Tipología sepulcral de acuerdo a la posición del cadáver y la forma de la fosa en sección transversal. Fosas características de inhumaciones con ritual judío (1), musulmán (2) y cristiano (3)

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Una determinación precisa de los principales rasgos de la arquitectura funeraria exige que se tenga en consideración el formato original de la sepultura y no solo el estado en el que finalmente se ha podido proceder a su documentación. Una evaluación adecuada del arrasamiento del nivel de frecuentación original del cementerio evitaría las especulaciones sobre la naturaleza de los posibles elementos de señalización en superficie y contribuiría a reducir muchas inexactitudes relacionadas con la profundidad original de las fosas. El registro arqueológico suele ser parcial (aunque muchas veces se olvide esta circunstancia) y poco de extraño debiera verse en la inadecuación entre las supuestas normas cuyo funcionamiento cotidiano apenas conocemos y los datos arqueológicos. En general, resulta urgente una adecuada planificación de la actividad arqueológica relativa a contextos funerarios, donde las prisas y la improvisación son aún más dañinas de lo habitual. Los registros arqueobiológicos están llamados a desempeñar un papel clave en la lectura arqueológica del pasado. La reconstrucción de patrones alimentarios o los de la movilidad de individuos y grupos son dos de los atractivos retos planteados por los análisis isotópicos. Aquellos días en los que se pensaba que una necrópolis sin ajuares personales apenas podía proporcionar datos de interés han terminado. Muchos de los paradigmas de entonces también necesitan una revisión en profundidad (Inskip, 2013). Los casos de cementerios comunitarios donde aparecen mezclados rituales con diferentes connotaciones religiosas no son excepcionales en el registro ibérico, como hemos tenido ocasión de comprobar. Si no se abandonan ciertos prejuicios, las sepulturas de rito islámico siempre recibirán fechas posteriores a las de rito cristiano cuando la necrópolis se encuentre en activo entre los siglos viii y x, aunque en realidad pueden haberse producido solapamientos e incluso coexistencia. Teniendo en cuenta lo anterior, no se debería adjudicar globalmente una adscripción religiosa concreta a ciertos cementerios altomedievales en los que puede sospecharse la existencia de inhumaciones realizadas de acuerdo a rituales característicos de distintas confesiones.

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7. CONCLUSIONES. IDENTIDADES Y AFILIACIONES SUPERPUESTAS EN UNA COMUNIDAD RURAL ALTOMEDIEVAL Existe constancia por las fuentes escritas acerca de la existencia de una numerosa comunidad judía en Toledo durante el periodo visigodo. Se sabe igualmente que no todos vivieron en la ciudad, y que antes de que se implantaran las brutales medidas legislativas antijudías (sobre todo en la segunda mitad del siglo  vii) algunos poseían viñedos, olivares y tierras de labor y otros las trabajaban, es posible que en el propio distrito rural toledano. Un canon conciliar de época del rey Ervigio (680-687) les prohibía hacerlo en domingo (González Salinero, 1998, p. 441). La hipótesis que aquí se plantea es que las sepulturas de nicho lateral de Gózquez pueden testimoniar la presencia de alguna unidad doméstica o un grupo de individuos cuyas tradiciones funerarias judías se expresan a través de una específica arquitectura funeraria, pero que las posibles diferencias identitarias existentes entre los miembros de la comunidad aldeana de Gózquez quedan subsumidas en la necrópolis colectiva, donde el rasgo que prevalece no es la religión ni el origen étnico de los residentes, sino la estricta pertenencia al grupo local, cuya base es esencialmente territorial29. Un detalle que no debe pasarse por alto a la hora de valorar los aspectos rituales implícitos en la particular arquitectura funeraria de ese grupo de sepulturas de Gózquez concierne a su relación con otros posibles elementos que apuntan a la definición identitaria de los fallecidos. En la sepultura T110, la que presenta dos cámaras laterales, ambos individuos (hombre y mujer) fueron inhumados vestidos y portan broches de cinturón de placa rígida en bronce. De las restantes sepulturas de este grupo (con nicho lateral simple) tres presentan reducciones (91, 116 y 216), dentro o fuera de la cámara. En una de ellas (152) apareció el extremo de un broche de cinturón de placa rígida calada, en otra (126) una cuenta de collar en ámbar, y en otra (91), la hoja de un cuchillo. En un reciente trabajo sobre los rituales funerarios en la Tarraco tardorromana se comenta 29 Sobre los problemas de identificación que generan los rasgos locales de las comunidades judías del Norte de África véase Stern, 2008, donde las categorías (religiosas o identitarias) quedan despojadas de su monolítica trascendencia.

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el hallazgo de una menorá incisa en la parte inferior de la losa de cubierta de una de las 400 tumbas excavadas de la necrópolis de Mas Rimbau, utilizada durante los siglos  iv, v, vi y vii (Ciurana, 2013, p.  182). Algunos han supuesto que podía tratarse de un cementerio judío (Menchon, 2010, p. 536), pero la autora considera que «no existeixen proves sòlides de la separació confesional dins dels cementiris» (Ciurana, 2013, p.  187), dado que el enterramiento no era visto durante este periodo como una práctica relacionada con la liturgia y el hecho religioso, tampoco para los cristianos. Cronológicamente la sepultura se adscribe al nivel más reciente de uso de la necrópolis del Francolí (segunda mitad del vi y primera del vii). Para Casanovas, «no es tracta d’un enterrament hebreu, ans de l’enterrament d’un jueu» (Casanovas, 2013, p. 16). Lo publicado hasta la fecha sobre la excavación de la necrópolis de Lucena podría sugerir que el espacio funerario de la comunidad de esa localidad cordobesa acogió a individuos pertenecientes a diversos credos religiosos. En una de las figuras del trabajo (Botella, Casanovas, 2009, Ilustración 2) se aprecia una inhumación en decúbito lateral, y en el texto se citan al menos otros dos casos (Botella, Casanovas, 2009, p.  7). Los argumentos por los que se considera unitaria y monoconfesional una necrópolis en la que solamente se tiene la certeza de que uno de los inhumados (o su familia) profesó la fe judía (un epígrafe así lo demuestra) y al menos dos se enterraron previsiblemente de acuerdo al ritual coránico no son fácilmente asumibles. Con independencia de su carácter mayoritario o minoritario, no puede descartarse que en la misma hayan sido inhumados individuos pertenecientes a las tres religiones del libro, e incluso paganos30. Resulta bastante probable que en las 107 fosas detectadas con cámara lateral se hayan inhumado individuos de religión judía, pero no es posible conocer si en las restantes se pudieron enterrar otros lucentinos, residentes cristianos o musulmanes de la localidad. Los individuos cuya actividad generó nuestro registro arqueológico formaron parte de 30 La colocación de tegulae de cierre en algunas cámaras con la fórmula D(iis) M(anibus) S(acrum) sugiere algún tipo de intencionalidad que los autores de la publicación consideran poco relevante (Riquelme, Botella, 2011, p. 266). No se procede del mismo modo al considerar el significado del epígrafe, que positivamente sabemos fuera de su posición original.

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esas grandes comunidades que son las tres religiones del Libro, pero al mismo tiempo pertenecieron también a un grupo definido localmente. La línea que separa lo habitual de lo extraordinario es hoy por hoy, en consecuencia, difícil de trazar. El panorama de la arqueología funeraria de los primeros siglos  altomedievales se revela mucho más complejo de lo hasta hace poco supuesto. Como se señala en un trabajo reciente, «the exact connections between early Islam and Judaism and Christianity are still debated» (Goodman et alii, 2007, p. xii, n. 7). En el yacimiento de Los Berrocales (Vicálvaro) tres necrópolis distintas podrían sucederse en el tiempo a partir del siglo v d.C., cambiando de ubicación a la vez que se producen variaciones significativas en el complejo de rutinas que conocemos como ritual (Vigil-Escalera, 2013a). El lugar de residencia de esa comunidad permaneció, sin embargo, durante varios siglos relativamente estable. Mientras tanto, un sitio rural cercano (Loranca, en Fuenlabrada, a 21 km de distancia) generó dos espacios funerarios segregados en uso a la vez durante al menos los siglos vi-vii d.C. Diversas evidencias arqueológicas sugieren, pues, que las sociedades del pasado pudieron ser bastante más heterogéneas de lo imaginado hasta ahora, incluso las rurales. También resulta necesario admitir que las prácticas funerarias estuvieron con frecuencia determinadas por el contexto local31. El caso de Gózquez contemplado en este trabajo ilumina el solapamiento de diferentes identidades, individuales y colectivas, al que se han referido diversos autores al definir el fenómeno de la identidad como una experiencia eminentemente situacional, dinámica y adaptable a circunstancias y contingencias (Barth, 1969; Hakenbeck, 2007). Quedan por resolver flecos importantes relativos a la aparición de esta clase de arquitectura funeraria en la península Ibérica, especialmente cuáles son sus más antiguas atestaciones arqueológicas, dónde se localizan y quienes las utilizaron. Las necrópolis de Gózquez y Lucena constituyen episodios difíciles de situar en una secuencia de la que desconocemos el punto de par31 «This diversity suggests that diasporic burial practices were often locally determined and commonly reflected the behaviors and attitudes of surrounding Jewish, pagan, and Christian populations as much as, if not more than, biblical or Levantine antecedents» (Stern, 2013, p. 270).

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tida. Existen interrogantes abiertos también por lo que se refiere a la presencia de distintos tipos de sepulturas en las más antiguas necrópolis de rito islámico en la península Ibérica y la generalizada homogeneización de la inhumación en fosa estrecha a partir del Califato (siglo x). Parece difícilmente discutible que la mayor parte de los individuos que se inhumaron de acuerdo al rito coránico en estas necrópolis (si no todos en muchas de ellas) debieron ser locales (Vigil-Escalera, 2009b). A partir de mediados del siglo viii y durante buena parte del ix, la conversión al Islam de una parte más o menos sustancial de la población rural pudo ser rápida, lo que implica la llegada de juristas, imanes y la implantación también rápida de estructuras de encuadramiento social ajenas al sistema local nativo. Los aspectos materiales de la adopción de esa nueva fe (lo que habitualmente se define como su islamización cultural32) fueron con probabilidad matizados por la idiosincrasia y las peculiares tradiciones de esos grupos. La conversión al Islam se manifiesta de forma muy evidente en el ritual funerario mediante la colocación del cuerpo en decúbito lateral derecho, con el rostro del difunto hacia la qibla, de una forma perfectamente distinguible del resto de las confesiones religiosas33. Los rasgos constructivos de las fosas de inhumación aparecen fijados normativamente desde un primer momento, aunque con una variabilidad difícil de explicar en una necrópolis rural de pequeño tamaño y no excesiva duración como El Soto. El debate sobre la forma de las fosas de inhumación es posible porque se dispone ahora de una aceptable documentación arqueológica sobre algunas necrópolis. El margen de avance de la investigación arqueológica sobre el universo funerario en general tiene un componente metodológico ineludible que comienza por el propio desarrollo de los trabajos de campo. Es absolutamente dependiente de la meticulosidad con la que se ejecuten esos trabajos y del adecuado reconocimiento de los procesos postdeposicionales que afectan al registro arqueológico. Si fallan los

32

Gutiérrez Lloret, 2007, 2012; Carvajal, 2013. Como se señala a veces, el principal cometido de los líderes religiosos en los inicios del Islam fue el establecimiento de límites entre la comunidad islámica y las de los cristianos o judíos (Safran, 2013, p. 9). «This separation was to be upheld in various spheres of social relations, as well as in rites and customs» (Kister, 1989, p. 134. 33

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primeros eslabones de esa cadena poco podrá hacerse luego para remediar la situación. Tanto el exceso de especialización como la rigidez de la compartimentación académica o disciplinar tradicional han supuesto, además, un obstáculo a la correcta identificación y a la resolución de los problemas34. A lo largo del texto se ha pasado revista a un puñado de necrópolis altomedievales, algunas de época visigoda y otras englobadas en el periodo islámico. Nos hemos referido a algunas que caen en el ámbito de los estudios clásicos o de la tardoantigüedad (la de Mas Rimbau en el suburbio tarraconense), pero también a otras pleno y bajomedievales. El reconocimiento de los vínculos existentes entre todas ellas, lo que comparten y lo que es específico de cada periodo y cada tradición, es sin duda parte de la solución a un problema que no es atribuible en exclusiva a ningún departamento académico en concreto. Los paradigmas en los que se ha insertado la mayor parte de la investigación contemporánea son construcciones del siglo  xix (Wickham, 2005, p. 1). La base empírica para estudiar el periodo altomedieval se ha expandido masivamente desde entonces gracias a la arqueología. Se necesita una urgente revisión de los modelos existentes, la reorientación de las líneas de interés y una aproximación explícitamente teorizada a todas estas nuevas cuestiones. Deben extremarse las precauciones en lo concerniente a la forma en que se manejan ciertas etiquetas, y repensar cómo describir y clasificar el registro funerario sin los sesgos habituales. El empleo de sintagmas como «necrópolis visigoda» o «judía» no sólo conlleva a menudo un error de valoración, sino que minusvalora la complejidad real del registro funerario de esta época y de las sociedades que lo generaron, contribuyendo a limitar de forma apriorística la potencialidad informativa del dato arqueológico. Queda mucha tarea para poder determinar en qué momento la segregación de las comunidades en función de sus creencias religiosas se generalizó en cada territorio, sobre todo en el ámbito rural.

34 «The deeper the ditch we dig, the less we are able to see what is happening in the larger field. Specialists in the New Testament are ignorant of later Christianity, while specialists in Islam are ignorant of Judaism, and so on. Second, we need to be conscious of what recent cultural critics have called “master narratives”, in particular their power to distort our picture of the past» (Gager, 2007, p. 366).

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N.º

Nombre

Localidad

Provincia

1

Gózquez

S. Martín de la Vega

Madrid

2

El Soto

Barajas, Madrid

Madrid

3

Malsobaco

Paracuellos del Jarama Madrid

4

Las Charcas

Barajas, Madrid

Madrid

5

La Huelga

Barajas, Madrid

Madrid

6

Carmona

Carmona

Sevilla

7

Montjuïc

Barcelona

Barcelona

8

Montjuïc

Gerona

Gerona

9

Les Roquetes

Tárrega

Lérida

10

San Antón

Lerma

Burgos

11

Ladera del Castillo

Palenzuela

Palencia

12

La Encarnación

Avila

Avila

13

Cuesta de los Hoyos

Segovia

Segovia

14

Valladolid

Valladolid

Valladolid

15

Lucena

Lucena

Córdoba

16

Córdoba

Córdoba

Córdoba

17

Toledo

Toledo

Toledo

18

Baza

Baza

Granada

19

El Carmen

Lorca

Murcia

20

L’Alfossar

Novelda

Alicante

21

Marroquíes Bajos

Jaén

Jaén

22

Pamplona

Pamplona

Navarra

23

Puerta de Toledo

Zaragoza

Zaragoza

24

Valdeherrera

Calatayud

Zaragoza

25

Era del Lugar

Mojácar

Almería

26

Bab Bayyana

Almería

Almería

27

Tauste

Tauste

Zaragoza

28

Cabejo del Aljezar

Ricote

Murcia

29

Tossal de Manisses

Alicante

Alicante

30

Tolmo de Minateda

Hellín

Albacete

31

Rinconada de Olivares Jumilla

Murcia

32

Mas Rimbau

Tarragona

Tarragona

33

Berrocales

Vicálvaro

Madrid

34

Loranca

Fuenlabrada

Madrid

35

Segóbriga

Saelices

Cuenca

36

Necrópolis SE Mérida Mérida

Badajoz

Tabla 14.1. Lista numerada de los sitios peninsulares citados

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269

El análisis de la evidencia arqueológica refuerza la idea de que durante el periodo altomedieval es la identidad territorial de la comunidad local la que tiende a imponerse sobre cualquier otra forma de adscripción, ya sea ésta étnica o confesional (religiosa). Ser enterrado en el cementerio tuvo tanta importancia para el individuo como para su linaje, y previsiblemente lo fue sobre todo para los descendientes del fallecido. Es allí donde se preserva una memoria social extremadamente relevante (Fentress, Wickham, 1992), donde queda probada para los tiempos venideros la pertenencia al grupo y probablemente también la condición de individuo libre, como parece avalar además la estricta regulación del derecho a ser inhumado en el cementerio comunitario (Vigil-Escalera, 2013a). Resulta necesario, a modo de conclusión, trascender la inercia que durante mucho tiempo ha llevado a la investigación histórica a trasplantar a este periodo valores y comportamientos propios de épocas posteriores, cuando no directamente de la nuestra.

AGRADECIMIENTOS Durante la elaboración del presente trabajo he recibido comentarios, información y consejo de parte de muchas personas. Quedo en deuda especialmente con P. Cressier, V. Salvatierra, E. Manzano, A. León, J.A. Quirós Castillo, M. Contreras, C. Tejerizo, R. Catalán, L. Hernández y J.L. Herce. Los errores y omisiones en el trabajo son exclusivamente mi responsabilidad.

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