La idea de filosofía en las dos fases del pensamiento de Wittgenstein: ¿continuidad o discontinuidad?

September 18, 2017 | Autor: F. Rioseco Pinochet | Categoría: Philosophy, Philosophy Of Language, Analytic Philosophy
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Universidad de Valparaíso, [email protected]

LA IDEA DE FILOSOFÍA EN LAS DOS FASES DEL PENSAMIENTO DE
WITTGENSTEIN: ¿CONTINUIDAD O DISCONTINUIDAD?

Fernán Rioseco P.

Resumen: En torno a la polémica por la continuidad o la discontinuidad de la idea wittgensteiniana acerca de la filosofía en sus dos fases de pensamiento, el artículo se decanta por la tesis de la discontinuidad, en abierto contraste con la posición de Anthony Kenny (1982). El autor considera que para responder adecuadamente a la pregunta, es necesario elucidar previamente otra interrogante, de igual o mayor complejidad filosófica: el problema de las diferentes lecturas del Tractatus, en "clave metafísica" o "terapéutica". Dependiendo de la respuesta, argumenta que puede seguirse una u otra línea de interpretación. Lo anterior es sin perjuicio de la consideración de la filosofía por parte de Wittgenstein como una actividad anti-teorética de crítica del lenguaje. Finalmente, se indaga en la obra del autor vienés desde las Investigaciones Filosóficas hasta el Tractatus, con el propósito de rastrear cuánto queda de la teoría pictórica del significado en la obra seminal del Wittgenstein tardío.

Palabras clave: Wittgenstein, filosofía, Tractatus logico-philosophicus, Investigaciones Filosófícas


1. Introducción
La pregunta por la continuidad o la discontinuidad de la filosofía en las dos fases del pensamiento de Wittgenstein, supone de manera implícita el abordaje de una polémica previa: la de las diferentes lecturas críticas existentes acerca del Tractatus logico-philosophicus (T), puesto que esta obra corresponde al primer periodo del pensador vienés, y en ella presenta su conocida teoría pictórica del significado. De este modo, la pregunta por la continuidad implica no sólo un rastreo desde su primera etapa hasta las Investigaciones Filosóficas (IF), pasando por el denominado "periodo de transición", sino también abordar la polémica suscitada al respecto en la filosofía anglosajona. No obstante, dado que el análisis pormenorizado de las diferentes lecturas del Tractatus merecería un trabajo aparte, me limitaré a su consideración desde una perspectiva general para luego entrar de lleno en el pensamiento que Wittgenstein mantuvo acerca de la filosofía durante toda su vida, concebida como una actividad anti-teorética de crítica del lenguaje.



Disintiendo de la tesis de Anthony Kenny (1982), defenderé que no puede hablarse de grandes líneas de continuidad en el pensamiento de Wittgenstein en sus dos periodos, sino al precio de renunciar a la lectura metafísica del Tractatus. Para ello haré un análisis cronológico inverso: desde las Investigaciones Filosóficas hasta el Tractatus, con el objeto de mostrar que prácticamente nada queda de la teoría pictórica del significado en el trabajo del Wittgenstein tardío.

2. Las diferentes lecturas del Tractatus
Como sostiene Arango (2008), en los últimos años ha surgido una polémica en la filosofía anglosajona en torno a la correcta interpretación –en clave metafísica o terapéutica- del Tractatus de Wittgenstein. Durante mucho tiempo existió un cierto consenso en la línea interpretativa que, en palabras de Marie McGinn, corresponde a la "lectura metafísica" que ve en el Tractatus un genuino texto de metafísica (McGinn, 1999), cuyo propósito principal sería explicar cómo se relaciona el lenguaje con la realidad y representarla. La otra interpretación, que ha venido ganando adeptos en el último tiempo (cf. Proof, 2001, 2004: 122), corresponde a la "lectura terapéutica", que considera que "las primeras proposiciones del Tractatus son producto de una estrategia terapéutica que comienza intentando hacer afirmaciones metafísicas y termina descubriendo o mostrando la imposibilidad de tales afirmaciones, pues, estrictamente, carecen de sentido" (Arango, 2008: 4). La conocida metáfora de la escalera, contenida en la proposición 6.54 (y que Wittgenstein toma de Schopenhauer), es la que serviría de principal sustento a esta última interpretación.

2.1 La lectura en clave metafísica
Al interior de esta corriente, la posición predominante es la de sostener que existe una discontinuidad en la obra wittgensteiniana en lo que concierne a su idea de la filosofía. Para así concluir, estos intérpretes afirman que el Tractatus habría sido escrito dogmáticamente, adquiriendo Wittgenstein en esa época la genuina convicción de que había encontrado una solución definitiva a todos los problemas de la filosofía, como lo señala claramente en el prólogo: "La verdad de los pensamientos aquí comunicados me parece, en cambio, intocable y definitiva. Soy, pues, de la opinión de haber solucionado definitivamente, en lo esencial, los problemas" (T, Prólogo: 48). En cambio, en su retorno a Cambridge y a la filosofía luego de diez años de autoexilio, Wittgenstein comenzó a darse cuenta de que las tesis centrales del Tractatus no eran del todo correctas o, al menos, debían ser radicalmente reformuladas (las más fundamentales, relativas a la ontología del lenguaje y a la teoría pictórica del significado), mostrándose autocrítico con ellas en su obra posterior (Arango, 2008: 3). Al respecto es muy decidor lo que el propio Wittgenstein escribe en el prólogo de las IF:

"Hace cuatro años tuve ocasión de volver e leer mi primer libro (el Tractatus logico-philosophicus) y de explicar sus pensamientos. Entonces me pareció de repente que debía publicar juntos esos viejos pensamientos y los nuevos: que éstos solo podrían recibir su correcta iluminación con el contraste y el trasfondo de mi viejo modo de pensar".

Hasta aquí lo dicho parece apoyar la idea de una cierta continuidad en su pensamiento, pero a renglón seguido agrega:
"Pues, desde que hace dieciséis años comencé a ocuparme de nuevo de filosofía, hube de reconocer graves errores en lo que había suscrito en ese primer libro" (IF, Prólogo, p. 163).

El prólogo fue escrito en enero de 1945, de modo que el giro de su filosofía se habría producido, a lo menos, desde el año 1929 en adelante, según sus propio relato, lo que es consistente desde el punto de vista histórico con las deudas intelectuales que Wittgenstein declara mantener con el destacado matemático y filósofo inglés Frank Ramsey (prematuramente fallecido en 1930), y con el economista y profesor de Cambridge, Piero Sraffa.
Siempre dentro de la lectura en clave metafísica del Tractatus, la posición disidente corresponde a la del filósofo inglés Anthony Kenny, para quien "hay muchas conexiones entre la primera y la última obra, y muchos supuestos comunes a ambas" (Anthony Kenny, 1982: 193), de modo que, a su juicio, resulta errónea la aseveración de que Wittgenstein habría engendrado dos filosofías totalmente distintas y desconectadas, ya que es posible encontrar un supuesto patrón de continuidad a lo largo de su obra.


En abono de su tesis, Kenny argumenta que la teoría de la pintura habría sobrevivido al abandono de la metafísica del atomismo lógico, basándose en un fragmento de una carta de Wittgenstein a Waismann, de fecha 5 de enero de 1930, en la que declara: "Lo esencial en una proposición es que… es una pintura". Luego de analizar en detalle algunas secciones de la Gramática Filosófica (i.e. 163, 164 y 212), del Cuaderno Azul (37), y de las Investigaciones Filosóficas (I, 429), Kenny concluye que las novedosas nociones wittgensteinianas de "juegos de lenguaje" y "parecido de familia" requerían la modificación radical, pero no el abandono completo de la teoría pictórica del significado, sirviendo la nueva concepción de la teoría del significado como uso como un complemento, más que un rival de la primera (Kenny, 1982: 197-198). Finalmente, Kenny considera que el rasgo más sorprendente de la obra de Wittgenstein es la permanencia de su concepción general de la filosofía, manteniéndose ésta constante en seis puntos trascendentales: a) su carácter puramente descriptivo; b) la filosofía no es una ciencia natural; c) la filosofía no proporciona pinturas de la realidad (de hecho, al hacerlo, solo presenta ilustraciones equivocadas de giros gramaticales de habla); d) la filosofía se compone de lógica y metafísica; e) la filosofía es la doctrina de la forma lógica; y f) las proposiciones lógicas tienen un carácter único (Kenny, 1982: 201-202).
Esta interpretación es duramente criticada por Anthony Ellis (1978), para quien resulta sorpresiva la afirmación de Kenny de que la teoría pictórica de la proposición sobrevive en la Investigaciones Filosóficas. Según Ellis, Kenny cae en la tentación y en el error de citar fragmentos de obras separadas por diez o quince años de diferencia, desatendiendo al contexto en que éstas fueron concebidas. Ellis cita el parágrafo 65 de las IF como un claro contraejemplo de la tesis de Kenny, ya que allí Wittgenstein señala que "En vez de indicar algo que sea común a todo lo que llamamos lenguaje, digo que no hay nada en absoluto común a –sino que están emparentados entre sí de muchas maneras" (en cursivas en el original). Este parágrafo demostraría, según Ellis, que el Wittgenstein de las IF no era en absoluto un esencialista en relación al lenguaje; ergo, mal podría defender en esa obra una teoría pictórica del significado, marcadamente esencialista.



2.2. La lectura en clave terapéutica
La ventaja de esta lectura es que al concebir la obra desde un punto de vista estratégico, se sigue que el Tractatus no contiene ninguna tesis ni teoría (Diamond, 1988: 163; McGinn, 2011: 25, 30), sino que solo se presentan líneas de sinsentido al pretender decir lo que no se puede decir, debido a la incomprensión de la lógica de nuestro lenguaje. En otras palabras, la estrategia seguida por Wittgenstein en el Tractatus sería la de una "retórica autodestructiva", que luego de renunciar al sentido de las proposiciones metafísicas, se vuelve contra sí misma derribando sus cimentos, como lo demuestra la metáfora de la escalera de la proposición 6.54. Así concebido el Tractatus, es posible mantener sin problemas que esta obra no se diferencia mucho de los trabajos posteriores de Wittgenstein, y, por el contrario, pueden hallarse lazos de continuidad. De este modo, las ideas del Tractatus sólo serían un adelanto de lo que más tarde veremos en las Investigaciones y, especialmente, en Sobre la Certeza, obras con las cuales mantendría "una cercana coincidencia de método y espíritu" (Aragón, 2008: 6).
En efecto, si el Tractatus no contiene ninguna teoría, es obvio que podemos encontrar puntos de contacto con varios pasajes e ideas contenidos en la obra wittgensteiniana posterior. Así, en las secciones 109, 124, 126 y 128 de las IF, Wittgenstein se muestra extremadamente consciente de los alcances de su propia actividad como pensador: "Era cierto que nuestras consideraciones no debían ser consideraciones científicas… No debemos establecer teoría de ninguna clase. No debe haber nada hipotético en nuestras consideraciones. Debemos eliminar toda explicación…". Como señala Carla Cordua, en este sentido sólo los filósofos escépticos antiguos –quienes negaban que sus enseñanzas pudieran ser consideradas doctrinas como las de otros filósofos- pueden ser comparados con Wittgenstein (Cordua, 1997: 7).

2.3 El Tractatus desde la óptica de las Investigaciones
En el parágrafo 48 de las IF, Wittgenstein nos pide que apliquemos el método del parágrafo 2 a la representación del Teeteto de Platón. El método del parágrafo 2 es el de la concepción agustiniana del "modo y manera en que funciona el lenguaje". La evocación al Teeteto es una sutil reminiscencia del parágrafo 46, en el que Wittgenstein identifica a los "protoelementos" platónicos con la noción de Russell de "individuo", y la suya propia de "objeto". Para Platón, los protoelementos no pueden ser explicados, sino solo nombrados debido a su simplicidad. Una idea similar se desarrolla en el Tractatus: "A los objetos solo puedo nombrarlos. Los signos hacen las veces de ellos. Solo puedo hablar de ellos, no puedo expresarlos. Una proposición solo puede decir cómo es una cosa, no lo que es" (T, 2.221). Es evidente que Wittgenstein está presentando acá su teoría pictórica del significado de una manera resumida, con el objeto de criticarla severamente debido a su mala comprensión (malentendido) del funcionamiento de nuestro lenguaje.
De acuerdo con Arango, uno de los principales malentendidos que Wittgenstein reprocha a la teoría pictórica del significado del Tractatus, es el de la sublimación de la lógica de nuestro lenguaje, y que consiste en la excesiva valoración de conceptos como simplicidad, objeto simple, correspondencia, análisis, significado, nombre, descripción y exactitud. Dado que la perspectiva del Wittgenstein de las IF es la pragmática, el autor vienés analiza cada uno de estos conceptos desde el pragmatismo, mostrando los errores y cómo es que el uso de esos conceptos, de ciertas maneras, conduce a determinados problemas, y cómo estos problemas pueden ser resueltos o, al menos aclarados (disueltos), desde la gramática (Arango, 2008, 14).
Pero donde mejor se advierte el antiesencialismo del Wittgenstein tardío versus la doctrina esencialista del Tractatus, es a propósito del clásico problema acerca de la "esencia del lenguaje". En las IF la pregunta por la supuesta esencia del lenguaje sería del siguiente tenor: ¿Qué tienen en común los juegos del lenguaje que nos permite llamarlos "juegos"? Y la respuesta del Wittgenstein pragmático es, desde luego, demoledora: "No hay nada en absoluto común a estos fenómenos" (IF, 65). Lo único que los juegos comparten entre sí es un cierto "parecido de familia" (IF, 67).
Estas y otras dificultades convencieron a Wittgenstein que "un estudio empírico del lenguaje mostraría pronto que no está construido sobre el simple y rígido armazón descrito en el Tractatus. Hay una enorme variedad de discursos, con diferentes funciones y diferentes medios de llevarlas a cabo. Desde este último punto de vista, el veredicto de Wittgenstein sobre el Tractatus fue que seleccionaba ilegítimamente una forma de lenguaje y la proyectaba luego sobre el mundo. Todo esto para decir que él pensaba que había andado equivocado pues había construido una teoría del lenguaje excesivamente simple y rígida, y luego, mirando a través de ella como a través de un par de anteojos, supuso que podía ver en la realidad sus bases autónomas. Pero ahora pensaba que esto era una ilusión…" (Magee y Pears, 1974: 142; citado por Arango, 2008: 19).

3. La filosofía como crítica del lenguaje
Más allá de la discontinuidad que, en nuestra opinión, se constata en la idea de la filosofía en sus dos periodos, concordamos con S. Cabanchik (2010) en que Wittgenstein, de principio a fin, concibió a la filosofía como una actividad de crítica del lenguaje. Además, Wittgenstein entendía a la filosofía como una actividad en el sentido socrático del término, y pese al giro pragmático de su pensamiento, no abandonó del todo las ideas del Tractatus relativas a la crítica del lenguaje, manteniendo que sus opiniones anteriores eran como un reloj que simplemente no funcionaba y que necesitaba ser reparado (Robinson, 2011: 23).

En la proposición 4.003 del Tractatus, Wittgenstein declara que "Toda filosofía es crítica del lenguaje. Pero no en el sentido de Mauthner". Y en las IF, desde los parágrafos 109 al 133, defiende la idea de que la filosofía es "una lucha contra el embrujo de nuestro entendimiento por medio de nuestro lenguaje" (109); su finalidad no es resolver, sino suprimir aquellos problemas filosóficos que se originan por medio del uso fallido del lenguaje (111); "la filosofía no puede en modo alguno interferir con el uso efectivo del lenguaje; puede a la postre solamente describirlo. Pues no puede tampoco fundamentarlo. Deja todo como está" (124). Y, en el parágrafo 255, aparece la idea de la filosofía como una terapia: "El filósofo trata una pregunta como una enfermedad".

Sin embargo, como lo señalan Lenk y Skarica (2005), es curioso que el mismo Wittgenstein no se atenga en absoluto a su programa ya que "de ninguna manera sólo describe o puede simplemente describir… y formula una teoría del lenguaje, que incluso muestra rasgos esencialistas. Esta discrepancia que se muestra entre programa y filosofar efectivo es responsable a la par de los citados malentendidos y clasificaciones antagónicas" (H. Lenk y M. Skarica, 2005: 15).



Para el Wittgenstein de las IF la función de la filosofía es terapéutica. Más ¿cómo ha de hacerse esa terapia? La respuesta se encuentra en el parágrafo 116: "Cuando los filósofos usan una palabra… siempre se ha de preguntar: ¿Se usa efectivamente esta palabra de este modo en el lenguaje que tiene su tierra natal? Nosotros reconducimos las palabras de su empleo metafísico a su empleo cotidiano" (en cursivas en el original).

Si bien la idea de Wittgenstein de concebir a la filosofía como una actividad consistente en la crítica del lenguaje, se mantuvo durante toda su vida, existen algunas sutiles diferencias de sentido entre uno y otro periodo. Así, mientras en el Tractatus el verdadero método de la filosofía sería no decir nada, sino aquello que se puede decir; esto es, las proposiciones de la ciencia natural (T, 6.53), en las IF "se resuelven problemas (se apartan dificultades), no un único problema. No hay un único método en filosofía, si bien hay realmente métodos, como diferentes terapias" (IF, 133; en cursivas en el original). Es decir, en el Tractatus hay un problema, un método, una finalidad y una estrategia; en las IF hay problemas filosóficos específicos, esto es, las distintas confusiones conceptuales expresadas por ellos, y cada uno requiere una serie de tratamientos específicos como ellos mismos (Cabanchik, 2010: 40).

3.1 La crítica del lenguaje en el Tractatus
En el T, Wittgenstein se propone esclarecer las condiciones de posibilidad de todo sentido posible, asumiendo que existe una esencia común a toda expresión significativa, al pensamiento por ella expresada y al ser o sustancia común a todas esas posibilidades de sentido (Cabanchik, 2010: 41). Para hacerlo, Wittgenstein recurre a la noción de forma lógica. En este contexto, la filosofía –como crítica del lenguaje- es una actividad de esclarecimiento de aquél, necesaria en tanto sirve a su análisis lógico, debido a que la forma lógica permanece oculta en el lenguaje natural. El joven Wittgenstein se muestra influenciado por la teoría de las descripciones de Russell, al menos en su aspecto lógico-semántico, no así en su variante epistemológica.
De este modo, la función de la filosofía en tanto crítica del lenguaje, consiste en disolver confusiones conceptuales originadas en la falta de comprensión del funcionamiento de la lógica y de nuestro lenguaje natural. Por supuesto, no existen genuinos problemas filosóficos, sino sólo problemas aparentes que tienen su raíz en la incomprensión del lenguaje y su forma lógica. Los enunciados de la filosofía no son proposiciones (en el sentido de enunciados significativos acerca del mundo con valor de verdad), y solo muestran algo del mundo, pero no nos dicen nada de él.

3.2 Los años de transición
Uno de los cambios más tempranos de este periodo de transición tiene lugar a partir del año 1929, en el marco de las conversaciones que Wittgenstein mantuvo con varios miembros del Círculo de Viena. En particular, Wittgenstein comenzó a tener serios problemas con las proposiciones elementales de grado, ya que advirtió que no podía sostenerse consistentemente la tesis del Tractatus de que todas las proposiciones (incluyendo las atómicas elementales) eran independientes entre sí, lo que derivó en el posterior abandono del atomismo lógico, fenómeno que Anthony Kenny denomina "desmantelamiento del atomismo lógico" (Kenny, 1982: 97 ss.).
Además, en esta época intermedia Wittgenstein cambia drásticamente su unidad de análisis mínimo del lenguaje, que en el Tractatus era la proposición, por la de "juegos de lenguaje" (Sprachspiel), que aparece empleada por primera vez en La Gramática Filosófica (sección 26, p. 62), aunque algunos afirman que ya lo había usado antes en una conversación con M. Schlick en 1930. Una de las razones que explican este giro pragmático fue la consideración de la teoría de los actos de habla de J. Austin, y su preclara distinción entre fuerza ilucocionaria y perlocucionaria. En efecto, cuando una madre interroga a su hijo pequeño en un acto de habla como "¿Hiciste las tareas"?, un análisis del lenguaje en términos proposicionales no da cuenta, por ejemplo, del tono claramente amenazador de la madre. Wittgenstein concluye que el análisis del lenguaje debe partir exactamente al revés: no por la proposición, sino a partir de su uso por los hablantes.
Esta idea de asociar las nociones de "juego" y "lenguaje" tendría su origen, según Kenny, en una conversación de Wittgenstein con Schlick, en junio de 1930, a propósito de una discusión sobre el formalismo en matemáticas. Allí Wittgenstein realizó una comparación entre el ajedrez y los sistemas axiomáticos de las matemáticas, analogía que luego replicaría en varias de sus conversaciones con Waismann (Kenny, 1982: 144-145).

3.3 La crítica del lenguaje en las Investigaciones Filosóficas
Según Cabanchik, tanto en el Tractatus como en las Investigaciones, Wittgenstein mantuvo la tesis de que la distinción entre sentido y sinsentido es una condición del lenguaje que no puede ser derivada de ninguna instancia más profunda u originaria (Cabanchik, 2010: 51).
Una de las nociones centrales del Wittgenstein de este periodo es la de "juegos de lenguaje", que como vimos se gestó en la etapa de transición, y aparece por primera vez mencionada en las IF en el parágrafo 7. De acuerdo con Robinson, en las IF Wittgenstein abandona el esencialismo del Tractatus al sostener que el lenguaje se puede usar de diferentes maneras, y que cada una de esas maneras está inserta en un juego de lenguaje. "Las palabras y los enunciados son más bien ambiguos y dependen del contexto, comparten reglas de significado, diversas lógicas e interacciones sociales" (Robinson, 2011: 27).
Otra de las ideas importantes de este periodo es la noción de regla, y la relacionada sobre el seguimiento de reglas.
Wittgenstein nota que tanto los juegos como el lenguaje están guiados por reglas. Este es su impulso y su idea original. Se trata de actividades sociales guiadas por reglas. Son reglas constitutivas, sin las cuales el juego no es lo que es, ni los lenguajes serían lo que son. En el caso del ajedrez, por ejemplo, la suma de sus reglas determina el conjunto de las jugadas posibles, y algo similar opera entre el lenguaje y las reglas de la gramática, aun cuando debemos precisar que en las IF el concepto "gramática" se vuelve crepuscular, ya que Wittgenstein distingue entre "gramática superficial" y "gramática profunda" (parágrafo 664). A la primera pertenecen nuestras habituales reglas acerca de la correcta construcción de una oración, del orden de las palabras, de las formas lingüísticas, etc. Pero cuando Wittgenstein habla, como en el parágrafo 90, de que su examen (sus observaciones) es "de índole gramatical", le interesa negativamente la gramática superficial, ya que ella conduce a errores filosóficos, interesándose solo por la "gramática profunda" de una palabra u oración (Lenk y Skarica, 2005: 17).
Otro rasgo común entre juegos y lenguaje es que ambos se conectan con la vida práctica. Ambos poseen reglas: divertirse, aprender, enseñar, etc. (en el caso de los juegos); construir, vender, comprar, etc. (en el caso de los lenguajes). Ambos también representan "formas de vida". Los juegos para Wittgenstein proyectan formas de vida, y con mayor razón en el lenguaje. En el polémico parágrafo 23 de las IF señala: "La expresión "juego de lenguaje" debe poner de relieve aquí que hablar el lenguaje forma parte de una actividad o de una forma de vida" (en cursivas y entrecomillado en el original). La importancia de las formas de vida estriba en que sin ellas no es posible establecer lenguaje alguno.
Los juegos de lenguaje, esto es, las prácticas lingüísticas, constituyen al hablante como tal en el contexto de aprendizaje de un lenguaje, y regulan el comportamiento lingüístico de los hablantes en un lenguaje de acuerdo con pautas (reglas) que fija la gramática de cada práctica, de cada juego de lenguaje. Samuel Cabanchik llama a uno y otro contexto ontogénico y contexto normalizado, respectivamente. Un hablante del contexto normalizado podría no acatar e incluso transformar las reglas, pero no puede hacerlo en términos absolutos, pues más allá de cierto umbral debería perder la forma de vida que lo ha constituido como hablante de tal lenguaje, lo que excedería sus facultades (Cabanchik, 2010: 53).
En un contexto de juegos de lenguaje, formas de vida y reglas, el significado existe "porque hay normalización, y sólo hay normalización porque, al volvernos hablantes de un lenguaje, quedamos constreñidos a una práctica cuya forma de vida básica consiste en reconocer y aplicar reglas" (Cabanchik, 2010: 56).
En síntesis, el nuevo concepto de lenguaje en el Wittgenstein tardío es el de un conjunto de prácticas, siempre abierto a su extensión y modificación en su entretejido con las formas de vida dadas en las comunidades de lenguaje.

4.- Conclusiones
Llegados al epílogo de este trabajo, hemos intentado mostrar someramente que la posibilidad de concebir una continuidad en la idea de la filosofía por parte de Wittgenstein en sus dos periodos, pasa por abandonar la lectura en clave metafísica del Tractatus, para abordar la perspectiva terapéutica que ve en el Tractatus, el periodo de transición y en las Investigaciones, una clara línea de continuidad de pensamiento, como si se tratara de un campo de batalla en el que se despliega una misma estrategia desde diferentes puntos de vista, solo que con diferente armamento y distintas tácticas de combate. En esta última perspectiva, el Wittgenstein filósofo es reemplazado por el Wittgenstein estratega, idea esta última que encuadra mejor con su consideración de la filosofía como una actividad anti-teorética de crítica del lenguaje.
La posición de Kenny, dentro de la perspectiva metafísica sobre el Tractatus, no resulta convincente y ha sido eficazmente criticada por A. Ellis; incluso tal vez refutada. La lectura metafísica, en todo caso, se enfrenta al difícil escollo de explicar cómo es que los enunciados metafísicos del Tractatus son significativos y no meros sinsentidos, ya que no describen estados de cosas o funciones veritativas de proposiciones simples. Es posible que apelar a la distinción wittgensteiniana entre "decir" y "mostrar" sea un camino, pero su eficacia no está del todo clara. En palabras de Marie McGinn, es difícil ver cómo un enunciado sería capaz de mostrar la estructura del mundo y de nuestro lenguaje, en circunstancias que se trata de sinsentidos. Más natural parece concluir que de un sinsentido no se sigue nada; o se sigue otro sinsentido, algo así como "pensamientos indecibles" o "verdades indecibles" que están más allá de la lógica, es decir, más allá de los límites del lenguaje (McGinn, 1999: 492). Como sea, el debate sigue abierto, pero siempre podremos convenir que la actividad filosófica propiamente tal fue concebida por Wittgenstein, de principio a fin, como una actividad anti-teorética de crítica del lenguaje.

Bibliografía
- Arango, S. (2008), Revisión crítica del Tractatus desde las Investigaciones filosóficas, Universidad de Antioquia, Colombia.
- Cabanchik, S. (2010), Wittgenstein. Una introducción, Buenos Aires, Pensamientos Locales.
- Cordua, C. (1997) Wittgenstein. Reorientación de la filosofía, Dolmen Ediciones, Santiago, 1997.
- Kenny, A. (1982), Wittgenstein, Madrid, Alianza.
- Lenk, H. y Skarica M. (2005), Wittgenstein y el giro pragmático en filosofía, Córdoba (Argentina), Del Copista.
- McGinn, Marie, (1999), Between Metaphysics and Nonsense: Elucidation in Wittgenstein's Tractatus, en: The Philosophical Quarterly, 49 (197), 1999.
- Proops, I. (2001), The New Wittgenstein: A Critique, en: European Journal of Philosophy, 9 (3), 375-404.
- Proops, I. (2004), Wittgenstein on the Substance of the World, en: European Journal of Philosophy 12 1), 106-126.
- Robinson, J. (2011), Wittgenstein, Sobre el Lenguaje, ITAM, Estudios 102, vol. x, otoño 2012.
- Wittgenstein, L.
(2009) Tractatus logico philosophicus, Madrid, Gredos.
(2009) Investigaciones filosóficas, Madrid, Gredos.



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