La Huerta de Valencia. Incertidumbre para un paisaje cultural ancestral

June 25, 2017 | Autor: Emilio Iranzo-garcÍa | Categoría: Cultural Landscapes
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Descripción

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III.2A. LAS UNIDADES DE PAISAJE AGRARIO DE LA ESPAÑA MEDITERRÁNEA: HUERTAS Y CULTIVOS INTENSIVOS

1. La Huerta de Valencia. Incertidumbre para un paisaje cultural ancestral 2. El paisaje de la Huerta de Murcia. La pérdida de un paisaje rural periurbano de escaso valor económico, pero de alto valor patrimonial 3. Los paisajes rurales del Campo de Cartagena–Mar Menor. Del riego itinerante a la factoría bajo cubierta 4. Floricultura intensiva bajo plástico en el Baix Maresme (Cataluña). Un paisaje agrario puesto en cuestión por su dinamismo 5. La Huerta de Vilanova i la Geltrú

Localización de los cinco casos de huertas y cultivos intensivos estudiados. Obviamente, el ámbito se extiende por la franja costera, de mayor integral térmica, a pesar de lo cual, en todas aparecen los invernaderos como medio de potenciar el calor recibido.

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L’ Horta de Valencia. Incertidumbre para un paisaje cultural ancestral Categoría: Cultivos herbáceos mediterráneos. Clase: Horticultura al aire libre Unidad: L’Horta de València Emilio Iranzo García

Riego fluvial, por elevación, del riu Xúquer y otros riegos Espacios regados Figura 1. Localización de l’ Horta de Valencia. Fuente: ESTEPA

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Datos clave. El territorio comprendido por L’ Horta de Valencia se sitúa en torno a la ciudad de Valencia y municipios aledaños. La Huerta se ha conformado en la parte distal de un espacio sedimentario denominado Depresión Valenciana, ubicado entre el extremo sudoriental de los relieves ibéricos y el mar Mediterráneo. A grandes rasgos, limita al norte con la Marjal del Moro, al oeste con los piedemontes del Camp de Túria, Pla de Quart, Torrent y Picassent, al este con el Mar Mediterráneo y al sur con el arrozal y marjal que rodea a l’Albufera. Extensión y límites. Existe en la Comunidad Valenciana una comarcalización no oficial, en la que se definen tres comarcas denominadas l’Horta Nord, l’Horta Oest y l’Horta Sud. Éstas se extienden en torno a la ciudad de Valencia, articulando un espacio tradicionalmente agrícola, que se ha ido convirtiendo, desde mediados del siglo xx, en un complejo ámbito metropolitano de unas 62.600 ha, administrativamente formado por 44 municipios: Alaquàs, Albal, Albalat dels Sorells, Alboraia, Albuixech, Alcàsser, Aldaia, Alfafar, Alfara del Patriarca, Almàssera, Benetússer, Beniparrell, Bonrepòs i Mirambell, Burjassot, Catarroja, Emperador, Foios, Godella, Llocnou de la Corona, Massanassa, Manises, Massalfassar, Massamagrell, Meliana, Mislata, Moncada, Museros, Paiporta, Paterna, Picanya, Picassent, la Pobla de Farnals, Puçol, el Puig, Quart de Poblet, Rafelbunyol, Rocafort, Sedaví, Silla, Tavernes Blanques, Torrent, Valencia, Vinalesa y Xirivella. Es en este ámbito metropolitano donde se enmarca L’ Horta de Valencia. Sin embargo, aquello a lo que los geógrafos e historiadores denominan en sentido estricto la Huerta de Valencia o l’Horta, comprende un espacio mucho más reducido que las tres comarcas arriba citadas. La Huerta de Valencia histórica, que se define como el territorio agrícola en torno a la ciudad de Valencia, regado por las siete acequias del Turia que forman el Tribunal de las Aguas, más la Real Acequia de Moncada, Acequia Real del Júcar y algunos pozos históricos y fuentes, abarca una superficie de unas 13.000 ha. Principales ocupaciones agrarias. Los cultivos en la Huerta han ido variando a lo largo de la historia: cereales, olivos, vid, moreras, tubérculos, cítricos y, sobre todo, hortalizas, de donde le viene la denominación. Ello invita a pensar en un paisaje dinámico en función de las necesidades de abastecimiento, de la tradición cultural y más recientemente de los mercados. En la actualidad, la Huerta se caracteriza por el predominio de cultivos hortícolas, cítricos, plantas ornamentales y arroz. Síntesis descriptiva. La Huerta de Valencia es el espacio agrícola que, regado principalmente por las aguas del Turia, ha actuado como motor económico de la ciudad de Valencia y municipios colindantes, desde época medieval hasta el primer tercio del siglo xx. Se trata de un paisaje agrario basado en el hidraulismo que ha experimentado una evolución estructural, funcional y morfológica como consecuencia de los cambios económicos, políticos y sociales acontecidos a lo largo de la historia de la ciudad de Valencia. Pero lo que antaño fue un paisaje rural, un espacio abierto, exhaustivamente labrado, en donde se adivinaban agrupaciones de casas, alquerías y barracas conectadas entre sí por caminos y veredas, está viéndose gravemente comprometido y desdibujado como consecuencia del desarrollo urbano del área metropolitana de Valencia. Desde mediados del siglo xix la ciudad de Valencia empezó a expandirse a extramuros sobre la Huerta. Al principio de una manera lenta, manteniendo el equilibrio económico y social que siempre hubo entre la ciudad y su espacio agrario. Pero, a partir de las primeras décadas del siglo xx, su casco urbano ha ido creciendo, engullendo los asentamientos rurales más cercanos y conformando un sistema urbano de tipo metropolitano, en el que residen más de un millón y medio de personas, entre cuyos intersticios todavía funcionan células agrícolas de lo que fue antaño la gran huerta valenciana. La Huerta ha reducido su extensión y ha dejado de actuar como un espacio agrícola funcional. Su patrimonio histórico-cultural ha sufrido, y sigue experimentando, una acelerada degradación, mientras que la presión urbanística no parece detenerse. Por tanto, la situación actual de la Huerta de Valencia ha de considerarse como de gran complejidad, puesto que, a pesar de que la sociedad valenciana -algo más madura y consciente de la irremisible pérdida que puede suponer la urbanización total de la Huerta-, se ha dotado de instrumentos y herramientas para su gestión (Ley 4/2004 de Ordenación del Territorio y Protección del Paisaje y Plan de Acción Territorial de la Huerta de Valencia), su no implementación nos llena de incertidumbre y de temor a una reacción irremediablemente tardía.

Figura 1b. La Huerta de Valencia. Perspectiva aérea. (Foto: A. Humbert, 04/11/1998).

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1. CARACTERIZACIÓN DEL PAISAJE DE LA HUERTA DE VALENCIA

A. EL SOPORTE FÍSICO DE LA HUERTA La Huerta de Valencia es un paisaje cultural edificado sobre un terreno sedimentario de tipo aluvial. En su conformación han intervenido históricamente procesos ambientales y antrópicos. Entre los primeros, que propiciaron el desarrollo de una agricultura de regadío, conviene destacar la disponibilidad de elementos clave: • recursos hídricos, gracias a la presencia del río Turia y a la proximidad del nivel freático respecto a la superficie; • recursos geomorfológicos, una extensa superficie de terreno de escasa pendiente; • recursos climáticos, puesto que las temperaturas medias anuales permiten a los agricultores realizar varias cosechas al año; • y recursos edáficos, como resultado de los aportes sedimentarios del río Turia. La Huerta, la ciudad de Valencia y los pueblos próximos, ocupan una franja aluvial que se prolonga de NE a SO entre el Mar Mediterráneo y los piedemontes occidentales de los relieves ibéricos levantinos. Este espacio aluvial ha sido construido por las corrientes fluviales y la dinámica litoral; es decir por el río Turia, por los barrancos del Carraixet y del Poio y por el Mar Mediterráneo. El territorio de La Huerta es, por tanto, la parte distal de un ambiente deprimido y sedimentario, cerrado al mar por una restinga en una costa de tipo deltaica-albufereña, que las avenidas del río Turia se han encargado de bonificar. 1º. Las unidades de relieve: geología y geomorfología de La Huerta Estructuralmente La Huerta se asienta sobre un espacio subsidente recubierto por materiales neógenos (terciarios y cuaternarios) y queda enmarcada por una

Figura 2. Esquema geomorfológico de la llanura de Valencia. Fuente: Carmona y Ruiz, 2007.

orla montañosa en la que predominan los materiales mesozoicos. La formación de una cuenca terciaria de tipo sedimentario se explica al alternarse fases compresivas y distensivas durante el Mioceno inferior y medio, que termina de configurarse tras la reactivación tectónica y desarrollo de fallas normales durante el Mioceno superior. Es en la parte distal de esta cuenca sedimentaria donde el río Turia, junto a otros colectores menores, como son el barranc de Carraixet al norte y el del Poio al sur, han conformado una llanura litoral de tipo aluvial sobre la que se extiende La Huerta de Valencia. En ella se pueden diferenciar hasta cuatro ambientes geomorfológicos: a) Los glacis y abanicos aluviales pleistocenos Constituyen unos espacios formados por arcillas rojas, nódulos y material detrítico que conforman el nexo de unión entre los ambientes estrictamente de llanura y los relieves montañosos que cierran la cuenca sedimentaria. Los glacis se disponen a modo de rampa, que arranca allí donde se produce el punto de ruptura de pendiente, entre las sierras y el espacio deprimido. Las pendientes de estos edificios sedimentarios se sitúan en torno al 1% o el 2%, encajándose en ellos algunos pequeños cauces. Los abanicos se forman al alcanzar los cursos de agua el llano, y son unos edificios sedimentarios de materiales arenosos, limosos y arcillosos, de tono rojizo, muy carbonatados, cuya pendiente es algo superior a la de los llanos de inundación. b) Los valles y terrazas fluviales El río Turia ha abierto un pequeño valle, antes de entrar en la llanura costera, generando terrazas aluviales, que se disponen en bandas alargadas y elevadas a ambas márgenes del cauce, especialmente entre las poblaciones de Manises y Mislata. c) Los llanos de inundación Los procesos de crecida y desbordamiento de los tres colectores fluviales que estructuran La Huerta (barranc de Carraixet, río Turia y barranc del Poio o de Torrent) han conformado el ambiente geomorfológico más reciente del espacio que ocupa La Huerta. Nos referimos a los llanos de inundación de dichos colectores, que durante la historia geológica reciente han ido superponiéndose a lo que fue una antigua marjal y albufera. Se trata de unos espacios de relieve casi llano (las pendientes se sitúan en torno al 0,2%), en los que se acumulan materiales holocenos (arenas y gravas). d) Litoral deltaico El contacto entre los llanos de inundación y la línea de costa tiene lugar mediante un cuarto ambiente

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geomorfológico de tipo fluviodeltaico. Se trata de una sucesión de espacios deltaicos, de tipo palustre, en donde se suceden estanques, lagunas de agua salobre, terrenos de humedal o marjal; espacios conformados por la acreción deltaica de los cursos de agua, especialmente el Turia, que, a lo largo de la historia de la ciudad de Valencia, han experimentado importantes transformaciones, primero por la actividad agrícola y por la ocupación urbana después. 2º. Aspectos climáticos, hidrológicos y biogeográficos de La Huerta de Valencia El clima de La Huerta de Valencia es del tipo templado mediterráneo (Csa) según la clasificación climática de Köppen. Aquí los inviernos son suaves, lo cual permite obtener tres cosechas anuales. La temperatura media anual se sitúa en torno a los 17,5 oC, siendo ésta de 10 oC los meses más fríos. Sin embargo, bajo este tipo de clima, la vegetación -y, por tanto, los cultivos- sufren estrés hídrico como consecuencia de las altas temperaturas (30 oC) y las escasas precipitaciones estivales. Las lluvias medias anuales fluctúan entre los 400 y 500 mm, observándose unos máximos otoñales muy marcados (Pérez, 1994). Pero si hay algo por lo que destaca el clima mediterráneo es por la irregularidad de las precipitaciones y por su carácter torrencial, aspecto que va a condicionar la hidrología y las actividades antrópicas. Cuando la situación atmosférica propicia la formación de depresiones en los niveles altos de la atmósfera (“gota fría”), y las temperaturas que ha alcanzado el Mar Mediterráneo tras el verano favorecen las bajas presiones, se producen sucesos extraordinarios de lluvias torrenciales, con temporal de Levante. Estos provocan intensas precipitaciones en pocas horas, que, cuando persisten varios días, propician el desbordamiento de los cauces. La red hidrográfica de La Huerta se organiza en torno a tres ejes fluviales principales: el barranc del Carraixet al norte, el río Turia en el centro y el barranc de Torrent al sur. Otros drenajes menores, como el barranc de la Calderona, la Rambleta o el barranc de Picassent, algunos de los cuales han quedado desdibujados por su ocupación agrícola y urbana, colaboran en la evacuación de las escorrentías y en la edificación del llano de inundación sobre el que se ha configurado La Huerta. Pero es el río Turia el curso fluvial más importante, ya que es el único que asegura a La Huerta caudales permanentes durante todo el año (470 hm3/año), mientras que los otros cauces sólo se activan durante episodios de lluvias torrenciales. El nivel freático de la llanura que sustenta a La Huerta está a pocos metros por debajo de la superficie. Ello

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explica la presencia de manantiales o ullals, también utilizados para el riego y abastecimiento, y la excavación de galerías drenantes y pozos para la captación de agua. Un ejemplo de ello era la fuente de Benimaclet, galería drenante con origen en la Plaza de la Iglesia, que aportaba agua freática a los cultivos de la partida del Cementerio. En las zonas más próximas al litoral, el afloramiento de las aguas freáticas configuraba toda una franja de marjales, que fueron drenados para su puesta en cultivo.

B. EL HIDRAULISMO Y LA CONFORMACIÓN DE LA HUERTA DE VALENCIA La Huerta de Valencia tiene su origen en el manejo de las aguas del Turia para el riego. Un riego histórico, base de la consolidación de un complejo sistema socioeconómico, cuya manifestación visual, o paisaje, se ha ido modificando con el paso de los siglos. El regadío es un desarrollo técnico que ha permitido la gestión de unas aguas escasas, al tiempo que necesarias, para la actividad agrícola. Pero no sólo eso; el diseño del complejo sistema de riego, con su orden y jerarquías, está en la base de la organización territorial de La Huerta. En este sentido, las acequias y brazales actúan como las arterias y los capilares de La Huerta, transportando el líquido elemento, y condicionando la estructura del parcelario, los cultivos y los asentamientos humanos. La Huerta de Valencia es, por tanto, un paisaje construido a partir de la gestión del agua del río Turia fundamentalmente, pero también del río Júcar, de manantiales y de aguas subterráneas. Sobre el origen de La Huerta y del regadío se ha escrito mucho (Butzer et al, 1985; Glick, 1988; Sanchis, 2007; Hermosilla, 2012), e incluso durante años ha sido motivo de debate. Algunos autores planteaban el origen romano de los sistemas de regadío. Otros defienden un origen medieval, ligado a la presencia musulmana en la Península Ibérica. Y otros señalan una construcción mixta entre ambas sociedades. La información de que se dispone sobre las estructuras agrarias en época romana es escasa. Los trabajos arqueológicos han identificado centuriaciones en torno a la ciudad de Valencia (Cano, 1974; Pingarrón, 1981; Villaescusa, 2007) y restos arqueológicos de patrimonio del agua (balsas, canales y acueductos). Sin embargo, a pesar de contar con evidencias del uso agrícola del agua por parte de la sociedad romana, hasta el momento la información invita a pensar que los sistemas de riego históricos de La Huerta no se ajustan al parcelario romano centuriado. Además, por el tipo de organización socioeconómica romana, basada en el control de la tierra por terratenientes, todo

parece apuntar a un uso del agua limitado frente a un modelo de agricultura extensiva basada en el vino y los cereales (Guinot, 2012). Dicho esto, gana peso la hipótesis de un origen medieval de La Huerta de Valencia, especialmente con la llegada de los musulmanes y su organización social de tipo tribal. Los musulmanes aportaron dos elementos trascendentales para la configuración de la huerta: vegetales desconocidos procedentes de Asia y conocimientos de hidráulica. Las hortalizas y frutales procedentes de áreas tropicales necesitaban un aporte de agua, que en época estival no recibían en las regiones del Mediterráneo. Por ello, los musulmanes desarrollaron sistemas de captación, transporte y distribución de las aguas desde ríos y manantiales próximos a los asentamientos, hacia los campos de cultivo circundantes. Un sistema de regadío es concebido como tal, en áreas de escasez hídrica, cuando un grupo humano o comunidad organiza la recuperación del agua para su uso agrícola. Para poder hablar de regadío, unas tierras deben recibir más agua de la que recibirían de forma natural, gracias al ingenio del hombre en el empleo de la técnica y los artefactos hidráulicos. Los espacios regados son el resultado de un diseño que exige comprender el territorio y los objetivos agrícolas del grupo o comunidad campesina que los construye. La transmisión de las técnicas de control y gestión de las aguas, junto a la ocupación del territorio, han configurado progresivamente el paisaje de La Huerta de Valencia. Existen tres factores técnicos que articulan el espacio hidráulico que da lugar a La Huerta: disponibilidad de agua gracias a los caudales del río Turia, la ubicación de las tierras de cultivo (llano aluvial) y el desnivel existente entre ambos. En este sentido, hay unas líneas de rigidez, que quedan definidas por las ocho acequias principales o madre, de las cuales se deriva toda la red de acequias y canales menores, que configuran el sistema de regadío. Por tanto, es la fuerza de la gravedad el concepto fundamental para el desarrollo del sistema de regadío. El sistema de regadío de La Huerta de Valencia, tal y como lo entendemos en la actualidad, se fundamenta en la red de canales, acequias y brazales con origen en el río Turia, que entre los siglos xi y xiii fueron tejiendo los musulmanes en época andalusí. Según la documentación escrita (Llibre del Repartiment) las ocho acequias mayores que articulan el espacio regado en torno a Valencia ya estaban construidas a la llegada de Jaume I en el año 1238. Nos referimos a las acequias de Rovella, de Favara, de Mislata, de Mestalla, de Quart-Benàger i Faitanar, de

Figura 3. Superficie regada por las acequias históricas de la Vega del Turia. Fuente: ESTEPA.

Tormos, de Rascanya y de Moncada. Pero la construcción de estas acequias no se efectuó al unísono, sino que se produjo una progresiva consolidación de la red de riego y del parcelario agrícola, que se prolongó siglos después (Glick, 1988). Efectivamente, La Huerta es un sistema territorial que se construye paulatinamente desde las acequias más próximas a la ciudad (acequia de Rovella) hasta las que riegan los espacios más alejados (acequia de Moncada). Los musulmanes construyeron hasta ocho acequias madre que sangraban al río Turia. Con la captación de las aguas del río se aseguraban el abastecimiento de agua a los cultivos en un área donde las precipitaciones son irregulares y escasas durante el verano. Ocho son, por tanto, los azudes (presas de derivación) que se construyeron sobre el cauce del Turia. Diez si contamos el azud de la acequia de l’Or, construido en el siglo xix, y el azud de la Cassola, construido ya en la segunda mitad del siglo xx y que sustituye a varios de los azudes históricos (Favara, Rascanya, Rovella y de l’Or), tras la construcción del nuevo cauce del río Turia, con el Plan Sur, en el año 1961. El azud más próximo a la ciudad era el de la acequia de Rovella, hoy sustituido por el de la Cassola, el cual se situaba a unos dos kilómetros y medio del casco antiguo

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Figura 4. Trazado de la acequia de Rascanya. Fuente: ESTEPA.

de la ciudad. Mientras que el más alejado es el de la acequia de Moncada, a unos 13 kilómetros de la ciudad. De los azudes parten las acequias de riego, cuatro por la margen derecha del río (acequia de Quart, acequia de Mislata, acequia de Favara y acequia de Rovella) y otras cuatro por la izquierda (acequia de Moncada, acequia de Tormos, acequia de Mestalla y acequia de Rascanya). El trazado de las acequias se abre en abanico desde el azud siguiendo la cota máxima; y de ella, mediante partidores o llengües (estructuras de derivación del agua) parten canales secundarios o brazales perpendiculares formando una estructura en forma de peine. La disposición del sistema de riego hace que las aguas sobrantes de las acequias que circulan a cotas más altas sean recogidas y aprovechadas por las acequias que circulan a cotas más bajas. De este modo, todo el sistema mantiene una intrincada y delicada unidad (Maass y Anderson, 2010). Pero, como decíamos arriba, La Huerta de Valencia ha incrementado su superficie con el paso de los siglos, y ya no es sólo el espacio regado por las ocho acequias históricas del Turia. También consideramos parte de La Huerta otras tierras adyacentes que toman el agua del río Júcar, de fuentes, de manantiales y de pozos. De ahí que, según Hermosilla (2007), el regadío

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de La Huerta queda zonificado, en función del origen del agua, en: • Riegos procedentes de los principales ejes fluviales. Del río Turia proceden las siete acequias del Tribunal de las Aguas, la acequia de Moncada y la acequia de l’Or (también denominada Canal de Riego del río Turia), que riegan la mayor parte de la superficie. Mientras que el extremo meridional (Albal) se riegan parcelas con el tramo más septentrional de la Acequia Real del Júcar. • Riegos tradicionales por elevación, cuyo origen lo hallamos a finales del siglo xix y principios del xx. Se tratan de espacios periféricos a La Huerta histórica, irrigados a partir de las aguas captadas mediante pozos, motores y norias. • Riegos de francos, marjales y extremales. Son espacios donde las aguas eran captadas de las sobrantes de los sistemas mayores. En un territorio de clima mediterráneo, donde se producen periodos de notable escasez hídrica, la gestión del agua de riego es un elemento imprescindible en la

comprensión del paisaje hidráulico que caracteriza a La Huerta. La organización del riego ha ido evolucionando a lo largo de la historia como consecuencia del incremento de la superficie regada y de los cambios sociopolíticos. Siguiendo las prácticas de riego de los musulmanes se constituyeron, inmediatamente tras la Reconquista, las denominadas comunidades de regantes. Los objetivos de éstas son el control del recurso, el incremento de ingresos, la justicia y la equidad en el reparto de los beneficios y la resolución de conflictos (Maass y Raymond, 2010). Las comunidades de regantes disponen de ordenanzas (normas y reglamentos propios) a través de las cuales se intentan resolver los problemas que surgen entre los distintos usuarios. Además, en La Huerta se configuró para las siete acequias de la Vega un comité y juzgado que se ha convertido en un símbolo de justicia popular y directa en cuestiones de riego, declarado por la UNESCO Patrimonio Inmaterial Mundial de la Humanidad. Nos referimos al Tribunal de las Aguas, institución que, además de impartir justicia, permite a los representantes de las siete acequias de la Vega tomar decisiones conjuntas y coordinarse con la otra gran acequia de La Huerta, la Real Acequia de Moncada, que no pertenece al Tribunal. El Tribunal de las Aguas se reúne en acto público todos los jueves no festivos, a mediodía, en la puerta gótica de la Catedral de Valencia.

Figura 5. Tribunal de las Aguas. Fuente: Fondo fotográfico de la Unidad de Investigación ESTEPA, 2007.

El agua del Turia se reparte en función de las necesidades de las principales acequias de La Huerta, teniendo éstas establecidos unos caudales fijos determinados que han de respetar. En La Huerta el agua está ligada a la tierra, por lo que no se puede vender o ceder a otras tierras (Maass y Raymond, 2010). En todo caso, las ampliaciones de algunas acequias como Moncada o Favara, y las tierras situadas fuera del sistema pueden regar, pero siempre con aguas sobrantes. Aunque en un primer momento se constituyeron ocho comunidades de regantes, siete correspondientes a las acequias de la Vega del Turia y una para la acequia de Moncada, en la actualidad existen 34 comunidades de regantes, entre las que se hallan

en el seno de La Huerta histórica y el resto de la comarca de L’Horta (Antequera, 2007).1

C. LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA HUERTA DE VALENCIA: AGRICULTURA, POBLAMIENTO Y SOCIEDAD RURAL

De acuerdo con el profesor Guinot (2012), a pesar del origen islámico medieval de La Huerta, ésta no se fragua exclusivamente bajo la dominación musulmana. Su paisaje es el resultado del devenir histórico, de las necesidades económicas de cada periodo, de los sistemas políticos y de los crecimientos demográficos y urbanísticos. La Huerta se reordena sucesivamente no sólo en periodo andalusí, sino también tras la Reconquista. Las acequias se prolongan más allá de sus perímetros iniciales, se abren nuevos brazales de riego y se ponen en cultivo tierras hasta el momento ocupadas por humedales, secanos o terrenos baldíos. Se consolida un agrosistema basado en la derivación de agua del río Turia, en la estructuración de un parcelario y en la proliferación primero y retracción después de alquerías (unidades de explotación y de habitación de tipo disperso). Anteriormente apuntábamos que, en torno a la Valencia romana, se colonizaron las tierras para el cultivo, pero todo apunta a que no se practicaba una agricultura intensiva de regadío. Las tres centuriaciones romanas -el ager que enmarcaba a la ciudad- eran tierras fundamentalmente de secano. Una extensión de tierras cultivadas tan grande (38.000 hectáreas) para una población no superior a 4.000 colonos invita a pensar que los romanos, aunque conocían el regadío, articularon un espacio agrícola extensivo en torno a la Vía Augusta. En este sentido, aunque no podemos hablar de La Huerta como una creación romana, sí que se pusieron las bases para la transformación de un espacio hasta el momento inculto y semipantanoso (Furió, 2012). La Huerta se inicia como tal bajo la dominación musulmana, existiendo dos hipótesis acerca de su estructuración. Una que defiende el desarrollo del espacio agrícola a partir del impulso de la propia ciudad de Valencia; y otra que explica la construcción de La Huerta a partir del encadenamiento de perímetros regados independientes, vinculados a un poblamiento disperso en alquerías, alrededor de una Valencia en crisis, tras la caída 1

En la Comunitat Valenciana no existe una comarcalización oficial y, por tanto, se manejan diferentes propuestas comarcales como son la de Mateu i Llopis, la de Beüt, la de Sanchis o la de Soler, entre otras. En ellas se delimita la comarca de L’Horta como el territorio formado por la ciudad de Valencia y los municipios adyacentes, cuyos límites en ocasiones superan el espacio agrícola regado por las ocho acequias del Turia, que conforma la huerta histórica.

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del Imperio Romano y el reino visigodo. Lo que sí es cierto es que los musulmanes aprovecharon algunos canales de agua romanos, que nutrían a la ciudad y los reconvirtieron en acequias para regar huertos próximos al núcleo urbano. Acequias y huertos que, con el esplendor de la ciudad en el siglo xi, empezaron a ser ocupados y reconvertidos en espacio urbano y alcantarillado. Así, barrios o arrabales a extramuros, almunias y rahales se fueron consolidando sobre el espacio agrícola adyacente, lo que muestra la total interdependencia entre la ciudad de Valencia y La Huerta. Los asentamientos humanos han jugado un papel clave en la organización territorial de La Huerta. Los vínculos entre poblamiento y regadío se tornan aquí evidentes. La Huerta envuelve a la medina de Balansiya (Valencia), que está presente centralizando el poder económico, político y religioso. Pero la construcción de La Huerta no fue fruto exclusivamente de Valencia ciudad. La medina estaba acompañada por núcleos de poblamiento menores (alquerías), constituidos por familias musulmanas, que se asentaron tras la conquista. Estos asentamientos menores estaban estrechamente ligados al regadío. Quedaban asociados a una unidad hidráulica (gran acequia o manantial) y disponían de un espacio agrícola propio. Fueron estos asentamientos en torno a la ciudad los que colonizaron y reordenaron el territorio de La Huerta. Al irse consolidando en época musulmana y posteriormente cristiana, dieron lugar a la base del ordenamiento municipal actual (Sanchis, 2007).

La Reconquista cristiana introdujo cambios en la organización del espacio agrícola y de los asentamientos. Las tierras, así como torres, alquerías, rahales y molinos cambiaron de propietario. El espacio productivo que hasta el momento funcionaba como una unidad empezó a privatizarse y fragmentarse (Furió, 2012). La mayor parte de la población musulmana fue desplazada hacia tierras del interior. Numerosos asentamientos islámicos quedaron despoblados, como por ejemplo Andarella, Benitaha, Beniferri, Benimassot, N’Arrufat o Ravisancho, pues los nuevos pobladores cristianos prefirieron establecerse en núcleos de tipo concentrado. Por tanto, la población cristiana se asentó preferentemente en las alquerías más grandes, las cuales se convirtieron en llocs, mientras que las alquerías menores se convirtieron en fincas rústicas con una edificación aislada, en las que siguió habitando una población dedicada a trabajar para la nobleza y propietarios urbanos. Así pues, ya en los siglos xiv y xv La Huerta se estructura en dos anillos periurbanos. Un primer anillo, próximo a la ciudad, con abundante poblamiento disperso en alquerías (ahora ya casas de campo aisladas) y algunos núcleos concentrados como Benimaclet, Orriols, Marxalenes, Benicalap, Beniferri, Campanar, Soterna, Malilla o Ruzafa. Y un segundo anillo, sobre el que la ciudad ejercía una influencia menor, caracterizado por una menor presencia de asentamientos dispersos y un mayor número de núcleos concentrados (Almàssera,

Figura 6. Pedanía de Benifaraig y matriz agrícola. Fuente: Fondo fotográfico de ESTEPA, 2009.

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Meliana, Foios, Vinalesa, Massamagrell, Moncada, Benifaraig, Burjassot, Alfafar, Sedaví, Paiporta…), ligados a los principales caminos de acceso a la ciudad y a las principales unidades hidráulicas. Este esquema territorial se prolongó durante los siglos xvii, xviii y xix, consolidando la actual distribución municipal. La Huerta era el espacio de abastecimiento de los mercados de la ciudad y alquerías. Los cultivos fundamentales eran los cereales (trigo y cebada), necesarios para alimentar a una población creciente. También se cultivaban viña y arroz y, en menor proporción, las hortalizas. Asimismo formaban parte del paisaje de La Huerta los olivos, las higueras y los algarrobos; así como otros cultivos destinados a las manufacturas, como el cáñamo y el lino. Los cultivos, que también son pieza esencial en la configuración del paisaje de La Huerta, han ido cambiando atendiendo a las necesidades alimentarias, industriales y comerciales de cada momento. Así, ya en los siglos xvi y xvii, el abastecimiento de grano desde otros puntos del Reino de Valencia, y la importancia de la industria de la seda propiciaron un paisaje arbóreo de moreras; al mismo tiempo, se iban introduciendo también cultivos procedentes de América -como el maíz, las patatas o los tomates-, que se sumaban a las tradicionales hortalizas autóctonas. Durante los siglos xviii y xix, como consecuencia de un cambio de paradigma agrícola hacia una agricultura

Figura 7. Barracas valencianas en Benimaclet. Fuente: Foto del autor, 2013.

más intensiva y comercial, se produce una proliferación del poblamiento disperso (Algarra y Berrocal, 2003). El número de alquerías y de barracas aumentó notablemente, así como la población a extramuros de la ciudad. Pero cabe señalar que también se produce a mediados del siglo xviii un cambio en la propiedad de la tierra. Ésta empezaba a recaer en una burguesía incipiente, que compra las explotaciones a unos agricultores empobrecidos, que pasan de propietarios a arrendatarios. A pesar de ello, La Huerta experimenta un fenómeno de densificación del caserío, que no sólo está ligado a las mejoras agrícolas, sino también a los cambios sociales, políticos, económicos y urbanos acaecidos a mediados del siglo xviii y durante el siglo xix. Efectivamente, a lo largo del siglo xix las formas de propiedad de la tierra cambian y arranca una expansión urbana de la ciudad. La crisis jurídica -por pérdida de privilegios- y, como consecuencia, económica, que afecta a la nobleza, provoca la reducción de las grandes propiedades señoriales. Ello, junto a la desamortización de las tierras del clero, produce una fragmentación de la propiedad, que empieza a recaer en burgueses y campesinos propietarios. Pero, como apuntábamos anteriormente, se produce un incremento generalizado de arrendatarios y jornaleros, que pueblan La Huerta con sus alquerías y barracas, densificando el paisaje, dominado por unos cultivos cada vez más comerciales. Además, el crecimiento de la ciudad de Valencia -que empezaba a iniciar una expansión tentacular en torno a las principales vías de comunicación, especialmente tras el derribo de las murallas (Sánchis, 2007)- marca el punto de inflexión de un sistema rural que alcanza su punto álgido a finales del xix y principios del xx. A partir del siglo xx La Huerta de Valencia va a experimentar los cambios paisajísticos más relevantes: fragmentación del parcelario; cambios en los cultivos (invasión del naranjo); prolongación del regadío sobre los piedemontes próximos al llano, antaño dominados por los secanos; aumento, durante las primeras décadas, del número de alquerías; crecimiento de los núcleos de población sobre los campos de cultivo; proliferación de las infraestructuras viarias… (Guinot, 2007). Progresivamente, se va a ir produciendo una reducción del espacio regado por las acequias históricas de la Vega del Turia. La superficie cultivada en el corazón de La Huerta se constriñe, al tiempo que disminuyen, en términos generales, las hectáreas regadas (figura 8). El uso agrario cambia a urbano y las acequias y brazales son anulados o reconvertidos en desagües para aguas residuales. La urbanización de La Huerta responde a la metropolización de Valencia, proceso que se intensifica a mediados del siglo xx, como consecuencia de la industrialización de Valencia

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y del crecimiento demográfico que experimenta la ciudad y los municipios de La Huerta.

insertas en una extensa matriz agrícola, hoy son pequeñas teselas o bolsas de huerta las que tratan de sobrevivir en una creciente matriz urbana.

Cuadro 1. Evolución histórica de la superficie regada (ha) Sistema de riego Acequia de Quart-Benager-Faitanar Acequia de Rovella Acequia de Favara Acequia de Mislata Acequia de Tormos Acequia de Mestalla Acequia de Rascanya Acequia de Moncada TOTAL Fuente: Marco, 2012.

1860 1.540 515 1.552 487 913 1.159 784 3.190 10.140

D. DINÁMICA PAISAJÍSTICA CIÓN” DE LA HUERTA

1944 1.637 665 3.248 857 1.000 1.020 784 7.000 16.211

ACTUAL: LA

2005 865 75 1.057 158 600 116 840 5.012 8.723

“URBANALIZA-

El paisaje de La Huerta de Valencia se ha ido configurando a lo largo de los últimos diez siglos. Lo que fue un espacio agrícola formado por los perímetros iniciales de las ocho acequias del Turia es, en la actualidad, un espacio metropolitano. Un paisaje periurbano en el que el espacio destinado al cultivo ha visto reducida su superficie. Si antaño teselas o bolsas urbanas, formadas por agrupaciones de alquerías y pueblos, quedaban

Figura 8. Evolución de la urbanización sobre el espacio agrícola de La Huerta. Fuente: ESTEPA.

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1º. La formación del área metropolitana de Valencia Hasta la primera mitad del siglo xx, La Huerta se encontraba rodeada por otros espacios agrícolas, tanto de secano como de regadío. Por el norte y por el oeste, ocupando los piedemontes situados por encima de la línea de rigidez marcada por las acequias mayores, empezó a extenderse el cultivo del naranjo. Un regadío intensivo a partir de la captación de aguas subterráneas, que compite tanto con los secanos (especialmente con el algarrobo, olivo y almendro) al oeste, como con los cultivos hortícolas de La Huerta al este. Habiendo desaparecido a lo largo del xix los cultivos de subsistencia (cereales) e industriales (cáñamo y morera), el crecimiento demográfico se tradujo en una agricultura hortícola primero, y en la expansión del naranjo después, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo xx. La industrialización y crecimiento demográfico de Valencia rompieron el equilibrio existente entre ciudad y Huerta. El efecto “llamada” de la industria incipiente atrajo población del interior valenciano y desde provincias próximas (Cuenca, Albacete, Teruel). La ciudad registró un crecimiento espectacular; pero no sólo ella, sino también los municipios aledaños, especialmente los de L’Horta Oest y los de L’Horta Sud, que iniciaban su despegue industrial. Fue en este sector sur donde, durante los años 1960 y 1970, se produjeron las transformaciones paisajísticas más importantes, especialmente con la derivación del cauce del río Turia y la construcción de infraestructuras diversas, como ampliación del puerto, autovías, ferrocarril, depuradoras, polígonos industriales. Con la llegada de la democracia, la planificación urbanística trató de “resolver” alguno de los problemas territoriales, ambientales y paisajísticos derivados del periodo desarrollista. Pero la realidad es que los municipios, que hasta el momento no habían tenido la potestad de regular el mercado del suelo, vieron en la planificación un instrumento oportuno para la dinamización económica municipal. El crecimiento económico de la década de 1990 derivó en una nueva corriente inmigratoria, ligada a un sector de la construcción en auge, que retroalimentaba el proceso (Sanchis, 2004). La consecuencia ha sido un nuevo crecimiento urbano e industrial sobre el espacio agrícola y una proliferación de las infraestructuras viarias, con la consecuente fragmentación de La Huerta, poniendo seriamente en peligro su pervivencia.

2º. La crisis del modelo de La Huerta Hoy La Huerta de Valencia se halla constreñida por un cinturón de infraestructuras de comunicación y está siendo fagocitada por un crecimiento urbano sin parangón en la historia de la ciudad. Este panorama de pérdida constante de superficie regada y de banalización paisajística invita a hablar de una crisis del paisaje de La Huerta (Hermosilla, 2012). Crisis motivada por varios factores; unos de tipo agrario, generalizados en toda la región mediterránea; otros de tipo socioeconómico, específicos del área metropolitana en que se ha convertido La Huerta de Valencia.

En este contexto, con la pasividad cuando no con la connivencia de muchas administraciones locales, beneficiadas económicamente por los cambios de uso del suelo, los campos de cultivo se abandonan, se convierten en solares; las alquerías próximas a los núcleos de población se derriban o, en el mejor de los casos, quedan emparedadas entre bloques de apartamentos; el histórico sistema de regadío se anula o queda soterrado, abocando sobre él de tanto en tanto aguas residuales; y la cultura, conocimientos y patrimonio ligado a las prácticas en La Huerta se desvanecen.

El mercado inmobiliario, hambriento de espacio sobre el que expandirse; la escasa rentabilidad de las explotaciones agrícolas, incapaces de aportar ingresos razonables a las familias que viven de ellas; la modernización del sistema de regadío, necesario pero con afecciones al patrimonio hidráulico; la progresiva desvinculación socioeconómica entre ciudadanos y Huerta, que diluye los sentimientos de pertenencia; y, finalmente, la dificultad de implementar políticas de ordenación territorial y paisajística por parte de las administraciones públicas son buenos ejemplos de la actual dinámica negativa de La Huerta de Valencia. Como consecuencia de la dinámica metropolitana, especialmente la de los últimos treinta años, el paisaje de La Huerta se está banalizando; o mejor dicho, se está urbanalizando. La ausencia de un modelo territorial racional y asumido como propio por los agentes territoriales del área metropolitana, junto con la falta de eficacia del planeamiento, ha provocado que La Huerta se perciba como una reserva de suelo susceptible de ser reclasificada. Los propietarios del suelo, agricultores desanimados por la falta de expectativas que ofrece el sector agrícola, ven en la urbanización de sus parcelas una salida rentable, gracias a las plusvalías generadas con las reclasificaciones urbanísticas. La situación ha sido propicia, hasta la llegada de la crisis urbanística de finales de la década del 2000, para la especulación inmobiliaria. El agricultor, agente principal que da sentido al paisaje de La Huerta, desea salir de ella, atormentado por los bajos precios del mercado agrícola y por la “competencia desleal” de otros productores no comunitarios. Mientras tanto, el ciudadano compra productos en los mercados, ajeno a su procedencia, haciéndose cada día más evidente esa fractura social entre Huerta y ciudad que arriba apuntábamos. Por su parte, la actuación descoordinada de las distintas administraciones públicas, como consecuencia de la ausencia de un modelo territorial pactado, provoca con la implantación de infraestructuras y equipamientos una fragmentación y constricción de la matriz agrícola, y una desestructuración social y paisajística.

Figuras 9 y 10. “Urbanalización” de la Huerta. Fuente: Elaboración propia, 2013.

E. LA ARQUITECTURA HUERTA

DEL PAISAJE: LOS VALORES DE

LA

El paisaje de La Huerta de Valencia es la respuesta sensorial e intelectual a todo un conjunto de procesos ambientales, económicos, sociales, históricos y, en definitiva, culturales. El paisaje de La Huerta es la manifestación territorial de la dialéctica entre la naturaleza y siglos de cultura. Dialéctica que hace mucho más complejo el geosistema de La Huerta. Los procesos ambientales y la dinámica socioeconómica metropolitana han incrementado el número de factores y de actores que esculpen el actual paisaje de

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La Huerta. Hoy, la multiplicidad de usos y actividades que compiten y conviven en el espacio de la huerta histórica -agricultura, industria, residencia, turismo, ocio…- explican el incremento de la complejidad de su estructura paisajística.

De manera sintética, podemos apuntar que los principales elementos que definen y articulan al actual paisaje de La Huerta de Valencia muestran la dialéctica entre los componentes de una huerta histórica y las nuevas trazas y usos que la alejan de su ancestral carácter rural. Éstos son:

1º. Los elementos estructurantes del paisaje de La Huerta de Valencia La Huerta de Valencia cuenta con tres grandes ambientes geográficos que la enmarcan y que nos ayudan a definir su estructura. Éstos son: el litoral mediterráneo, la ribera del Turia y la Albufera. Además, está la propia ciudad de Valencia, urbe de unos 800.000 habitantes, que se ha convertido en un polo económico importante del Arco Mediterráneo. La multiplicidad de ambientes y los nuevos usos existentes en el espacio que históricamente ocupó La Huerta, hace que su estructura sea compleja y sus componentes sean diversos.

• El parcelario agrícola y los cultivos regados por las acequias históricas, que envuelve a la ciudad de Valencia y municipios de la comarca.

Efectivamente, La Huerta actual ya no es ese escenario eminentemente rural de siglos anteriores. La Huerta de hoy es un espacio metropolitano en el que la matriz agrícola se difumina por el crecimiento urbano de Valencia y municipios aledaños. Lo que fueron células urbanas de límites precisos han roto la pared celular y se dispersan por esa matriz agrícola llegando a fusionarse entre sí, fragmentando el espacio agrícola cada vez más atomizado y estrangulado.

• El poblamiento disperso y construcciones agrícolas, o, lo que es lo mismo, un tipo de poblamiento intercalar entre los núcleos urbanos, formado por alquerías, barracas, motores de elevación de agua con sus chimeneas, y molinos hidráulicos dispersos entre los campos de cultivo.

• La red de acequias y brazales que conducen y distribuyen el agua de riego hacia los campos de cultivo y hacia los núcleos de población (histórico abastecimiento y saneamiento). • La red de caminos rurales que permiten el desplazamiento de agricultores y ciudadanos entre el parcelario agrícola.

• El poblamiento concentrado, formado por asentamientos históricos fundamentalmente me-

Figura 11. Evolución de la urbanización sobre el espació agrícola de la Huerta. Fuente: ESTEPA

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Figura 13. Poblamiento disperso (alquerías) y nuevas vías de comunicación. Fuente: Elaboración propia.

• La ciudad de Valencia, de origen romano, cuyo crecimiento demográfico y por tanto urbano, ha marcado el devenir de todo un espacio geográfico circundante.

Figura 12. Azud de Mestalla, Séquia de Moncada y Séquia de la Huitena i el Quadrat. Fuente: Fondo fotográfico de ESTEPA, 2009.

dievales, amurallados en origen y que acompañaban a una ciudad (Valencia) de mayor entidad. • Las infraestructuras de transporte y comunicación, especialmente las líneas del ferrocarril y metro, así como las vías rápidas y desdoblamientos de carreteras históricas. • Los polígonos industriales y áreas comerciales, en torno a los núcleos urbanos y principales ejes viarios.

2º. Los valores de La Huerta de Valencia La Huerta de Valencia es un espacio geográfico cuyos elementos ambientales y patrimoniales, resultado de una larga historia natural y cultural, se manifiestan en un paisaje único, singular e identitario para los habitantes del área metropolitana de Valencia. Es La Huerta un territorio y un paisaje de elevados valores ambientales, culturales y patrimoniales. Un espacio vivido, agrícola y urbano al mismo tiempo, cargado de procesos y dinámicas territoriales que hacen compleja su gestión, pero que al mismo tiempo lo enriquecen. La Huerta de Valencia es en sí misma un valor, pues, como pone de manifiesto el “Informe Dobříš”, de la Agencia Europea de Medio Ambiente (1998), es la más importante de los seis últimos reductos de huertas metropolitanas que perduran en Europa, y un referente internacional entre los paisajes culturales. La Huerta cuenta con argumentos suficientes para ser uno de los valores de referencia de los valencianos, a los que les aporta espacios libres de edificación, conectividad

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ecológica, calidad atmosférica, productos alimenticios, espacio abierto para el ocio y un rico patrimonio histórico-cultural. Aunque al tratarse de un paisaje cultural se haga menor incidencia en los valores ambientales de La Huerta, no por ello son poco importantes. De hecho, son los que explican la construcción de La Huerta, habiendo permitido, gracias a la presencia de espacio llano, suelo fértil, clima templado y agua, la consolidación de un espacio económico-productivo esencial para la ciudad de Valencia. La Huerta ejerce una función medioambiental muy importante; el espacio libre de edificación, con suelos sin sellar por el asfalto y la presencia de la red de acequias actúan de mitigadores de las avenidas durante los episodios de lluvias torrenciales (Carmona y Ruiz, 2007). También permite la circulación de las brisas marinas y la regeneración del aire de la ciudad, fijando el CO2 gracias a la vegetación; y es, además de un espacio de producción de alimentos, una matriz abierta que actúa de infraestructura verde o conector ecológico, poniendo en contacto otros espacios naturales próximos, como es el cauce del río Turia o la Albufera de Valencia, y evitando los continuos urbanos (Muñoz, 2009). Pero, como comentábamos anteriormente, de entre los procesos históricos y los elementos culturales, los problemas y la dinámica socioeconómica, son los valores culturales -materiales e inmateriales- los que alcanzan un mayor protagonismo en La Huerta. Nos referimos al patrimonio hidráulico, que se materializa en una sucesión de artefactos, canales y acequias destinados a la conducción y gestión del agua para el riego. A partir de los azudes (assuts), las acequias (séquies), los partidores (llengües), canos, acueductos, etc., se ha ido articulando todo un espacio agrícola, al que se le asociaban caminos, casas de campo (alqueries i barraques), molinos y batanes. No podemos dejar de comentar la importancia que ha tenido en La Huerta el uso consuetudinario del agua, lo cual se manifiesta en un patrimonio inmaterial reconocido por la Unesco, como es el Tribunal de las Aguas. Finalmente, no podemos olvidar el valor económico de La Huerta de Valencia. Es en realidad la agricultura el basamento de este paisaje milenario y, sin embargo, a pesar de que sigue activo, ni la sociedad ni la propia administración competente le presta la atención pertinente (Mata, 2012). Lo que más llama la atención es la inopia pública y social ante la que nos hallamos, pues La Huerta posee argumentos suficientes para que se practique en ella una agricultura sostenible, eficiente y de productos de calidad, si bien es necesaria la complicidad entre todos los agentes territoriales que participan en este espacio económico y cultural -agricultores, ciudadanos y administraciones públicas-.

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F. REPRESENTACIONES CULTURALES Y PERCEPCIÓN DE LA HUERTA La Huerta de Valencia no es únicamente el espacio agrícola productivo que envuelve a la ciudad. Es mucho más que eso. La Huerta es un espacio geográfico, un sistema ecológico y un paisaje cultural, pero es sobre todo un espacio vivido. Vivido con la intensidad que los tiempos y acontecimientos obligan a vivir en cada momento. Unas veces vigorosamente vivido, comprendido, organizado, vigilado. Otras veces olvidado, menospreciado, incomprendido, irreversiblemente transformado. Percepciones diferentes, a veces encontradas, entre los distintos actores que interaccionan en este territorio; visiones que, en definitiva, han contribuido a la creación de un imaginario, más o menos colectivo, de lo que es La Huerta de Valencia. La singularidad de este espacio geográfico ya despertó el interés de los primeros geógrafos y naturalistas, así como del elenco de viajeros, escritores y artistas que han visitado la ciudad de Valencia. Sus obras y escritos nos confirman la fuerza evocadora de La Huerta, cuya capacidad para remover la curiosidad del foráneo y su representatividad han conseguido crear una imagen, un tanto mitificada, de un espacio seriamente amenazado por la ambición de los especuladores, el desánimo de los agricultores, la ineficacia de los políticos y la desidia de una ciudadanía que dice conocer y valorar La Huerta, pero que no se moviliza contundentemente ante las continuas agresiones que experimenta. 1º. La Huerta de Valencia en los escritos y en los lienzos Existe una imagen soñada de La Huerta de Valencia que ya no existe. Una imagen que nos queda en los documentos, en los libros, en los poemas y en los lienzos. Una imagen de luz, de agua, de colorido, de intensos aromas y de agradables sonidos, que la finisecular sociedad valenciana, cuasi-desligada de La Huerta en su cotidianeidad, ha relegado de su realidad. Sin embargo, el carácter valenciano ha sido universalmente transmitido a través de esta magnífica creación como es el paisaje de La Huerta. La Huerta ha sido estudiada con fines estratégicos por distintas culturas, pueblos y estados. Y su paisaje, acompañando a la ciudad de Valencia, ha sido fuente de inspiración intelectual y artística. Mucho y variado se ha escrito sobre Valencia y su huerta. Desde descripciones netamente asépticas a escritos cargados de sentimiento, seducidos por los fértiles campos, el discurrir ordenado de las aguas, la sencillez y empeño de las gentes, y por la monumentalidad de la ciudad de Valencia. Las contribuciones incluyen textos medievales (al-Idrisi, al-Rusafi, al-Zaqqaq, Yaqut al-Hamawí),

narraciones de autores del Siglo de Oro Valenciano y del Barroco (Eiximenis, Vives, Beuter, Escolano, Castillo Solorzano), descripciones de viajeros ilustrados (Richard Twiss, Henry Swinburne, John Talbot Dillon, Joseph Townsend), informes de intelectuales ilustrados encargados por la Administración (Antonio José Cavanilles, Pascual Madoz), narraciones de literatos, poetas, pensadores y académicos (Teodoro Llorente, Blasco Ibáñez, Pío Baroja, Azorín, Carles Salvador, Xavier Casp, Vicent Andrés Estellés…) y análisis científicos, humanísticos, arquitectónicos e ingenieriles (Jaubert de Passá, Rouland Courtot, Thomas Glick, Manuel Díaz, Francisco Galiana, Vicent Rosselló, J, Miquel del Rey, Joan Mateu, Juan Romero, Jorge Hermosilla…). También han contribuido a consolidar la imagen cultural de La Huerta los grabados y cartografías de viajeros y cartógrafos (Anton Van den Wyngaerde, Tomas Vicente Tosca, Antonio José Cavanilles…), los lienzos de pintores y las colecciones fotográficas de temas costumbristas, agrícolas y populares (Antonio Fillol, Rafael Montesinos, Ignasi Pinazo, Ramón Stolz, Ricardo Verde, José Benlliure, Joaquín Sorolla). Las referencias escritas sobre La Huerta son cuantiosas. Basten aquí unos ejemplos que reflejan el protagonismo de La Huerta en documentos y literatura: cuando todavía la ciudad se regía por el dictado de los ciclos agrícolas, las infraestructuras que articulaban La Huerta, también eran imprescindibles para la ciudad y retroalimentaban el espacio agrícola. Así, en el siglo xiii el geógrafo sirio Yaqut al-Hamawí, en su obra Kitab Mu’jam al-Buldan, efectúa el siguiente comentario sobre La Huerta: “…En Valencia los desagües de aguas residuales corren a la vista, sobre el suelo, y no se construyen para ellas conductos

subterráneos, pues los valencianos las estiman mucho por causas de sus huertos.” Llama la atención que en un siglo como el xvii, en el que surgen las academias, reuniones literarias filosóficas y científicas, en la Valencia barroca, Alonso Castillo Solorzano, partícipe de estas reuniones, aprovechó esta materia para novelar en el año 1629, una historia contextualizada en La Huerta de Valencia. De este modo, se habla de la Academia Ficticia de La Huerta de Valencia, una obra formada por cuatro novelas y una pieza de teatro en la que el hilo conductor son cinco sesiones de una academia, desarrolladas en diferentes espacios de La Huerta (Mas, 1994). Así, uno de los personajes de la obra propone: “Yo he considerado, con vuestro consentimiento, que estas vacaciones las tengamos muy alegres y recogidas con un gustoso entretenimiento: pues los cinco tenemos alquerías en La Huerta de Valencia, donde la granjería y curiosidad, aquélla acude a la cultura para las cosechas, y ésta a la compostura de los jardines, en ellas sea nuestro divertimento en esta forma: cada día le toque por suerte a uno de nosotros el tener en su heredad la fiesta, y ella ha de ser una Academia […] Algunos viajeros ilustrados europeos de mediados del siglo xviii describieron en sus obras La Huerta (Bas, 1996). Así Henry Swinburne comenta que “desde Sagunto a Valencia yace un perfecto jardín con tal frondosidad de arbolado que no se alcanza una vista muy amplia […] Todos los terrenos están divididos en pequeñas parcelas por acequias que fueron construidas por los moros que conocieron a la perfección el arte del riego […]. Por su parte, Joseph Townsend escribe “la situación de Valencia es deliciosa y el territorio que la rodea es un perfecto jardín regado por el Guadalaviar, en cuyas orillas se asienta la ciudad”.

Figura 14. Grabado de las acequias y poblamiento de la Huerta. Fuente: Cavanilles, 1795

Antonio José Cavanilles, en sus Observaciones sobre la Historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia, a finales del siglo xviii, señala la alta productividad de estas tierras, fruto de la buena red de acequias, de las condiciones climáticas y del enorme esfuerzo de los agricultores para llevar a buen puerto sus cultivos, con frases como:

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“Jamás descansa el suelo en estas huertas, sucediéndose las cosechas sin interrupción; por esto pues, y por ser suelo de suyo poco feraz, se ven los labradores en un continuo movimiento. No pone allí la noche término al trabajo; el riego se ha de dar cuando toca a cada campo, aunque sea a media noche; se ha de estar continuamente reparando las pérdidas que los campos padecen por los muchos frutos que producen; en fin se han de renovar las labores y faenas sin intermisión. Mas para todo hay brazos en la huerta; para todo hay fuerzas y medios poderosos”. Vicente Blasco Ibáñez se convirtió en uno de los autores literarios más prolíficos de la época en la descripción de los paisajes y costumbres valencianas. En el año 1898, en su obra La Barraca, describe el fluir del agua por las acequias y sobre los campos en el momento en que son regados: ”Había llegado San Juan, la mejor época del año; el tiempo de la recolección y la abundancia. El espacio vibraba de luz y de calor. Un sol africano lanzaba torrentes de oro sobre la tierra, resquebrajándola con sus ardorosas caricias. Sus flechas de oro deslizábanse por entre el follaje, toldo de verdura bajo el cual cobijaba la vega sus rumorosas acequias y sus húmedos surcos, como temerosa del calor que hacía germinar la vida por todas partes”. Teodoro Llorente, líder de la Renaixença Valenciana impulsora de la cultura autóctona, de la misma manera que Blasco Ibáñez habla de los cultivos de La Huerta: “La frondosidad lozana de estas arboledas alegra la vista y explaya el ánimo en todas las estaciones del año. Cuando brota el azahar en los días tibios y luminosos de Mayo, respírase en ellas un deleite embriagador, y cuando, al llegar el invierno, el oro y el carmín tiñen las naranjas de vivísimo matiz, parece que renazca en los huertos la fragancia de la primavera y el fuego del verano”. 2º. La percepción social de La Huerta La Huerta de Valencia, con su paisaje, sus alquerías y barracas, sus caminos y acequias, sus cultivos… es más que un sistema socioecológico. La Huerta se ha patrimonializado gracias a la labor de científicos, académicos e intelectuales, pero también, especialmente en las últimas dos décadas, a la implicación ciudadana en su defensa y reconocimiento. La sensibilidad de la población por el medio ambiente y por la cultura local, aspectos que en definitiva consolidan la calidad de vida, ha propiciado que La Huerta sea percibida como un

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referente simbólico; como un legado, fruto del trabajo de la naturaleza y de generaciones de valencianos, que es necesario preservar. Sin embargo, no se debe pasar por alto el desfase entre el paisaje actual de La Huerta de Valencia y la imagen cultural existente sobre ésta. La Huerta, mucho antes de las actuales concepciones paisajísticas, ya formaba parte de la imagen colectiva de la ciudad. Durante las dos últimas centurias se ha ido forjando un estereotipo paisajístico, un icono, que ha devenido en una seña de identidad para los valencianos (Díez y Sanchis, 2007). Pero La Huerta ha mudado su estructura y la realidad física actual, de espacio metropolitano, difiere del paisaje agrícola de regadío, que la convirtió en un icono. No obstante, esa poderosa imagen cultural de una Huerta mitificada aún persiste entre los ciudadanos, que se debaten entre mirar hacia otro lado ante el proceso urbanizador, los más, o reivindicar una Huerta como espacio abierto periurbano en el que convivan naturaleza, tradición, ocio y actividad económica. A mediados de los años 90, empezaron a ganar protagonismo las manifestaciones ciudadanas de desacuerdo con las políticas urbanísticas, que amenazaban espacios emblemáticos (el Río Turia, La Huerta…), barriadas y bienes patrimoniales de la ciudad de Valencia. Surgieron plataformas cívicas como la “Coordinadora per a la Defensa de L’Horta” o la “Plataforma per un Cinturó d’Horta”, recogiendo el testigo de los primeros movimientos ciudadanos de los años 80. También surgen las plataformas “Salvem” (Salvem el Botànic, Salvem el Pouet, Salvem la Punta, Salvem l’Horta de Benimaclet…), en las que un grupo de afectados, junto a grupos políticos de izquierda e intelectuales universitarios, trataban de oponerse a las acciones urbanísticas “oficiales” y suscitar la atención del resto de los ciudadanos sobre la voracidad inmobiliaria (Sorribes, 2001). El incremento de la voluntad popular por la preservación de La Huerta se materializó formalmente en el año 2001, en forma de iniciativa legislativa popular, cuyo objetivo fue presentar en las Corts Valencianes una propuesta de ley para la protección de La Huerta y una estrategia de ordenación y gestión de este singular territorio (Gómez, 2010). Diferentes agentes, asociaciones, organismos e instituciones participaron en el proceso, si bien es cierto que con distintas percepciones sobre la realidad de La Huerta. Sin embargo, esta iniciativa legislativa popular, a pesar de haber movilizado a un amplio espectro de ciudadanos, no fue considerada por la Mesa de les Corts y por tanto debatida en las Cortes Valencianas. Por el contrario, el Consell anunció la creación de

una figura jurídica para la protección de La Huerta, que a día de hoy no se ha materializado. Todo el proceso expuesto refleja una situación insatisfactoria de los ciudadanos ante un desarrollo urbanístico que atenta irremisiblemente contra un patrimonio cultural y paisajístico, el cual, al margen de la cuestión de la propiedad, que no es baladí, es sentido como propio. Pero como también se apuntaba, la percepción de los problemas de La Huerta y la implicación difiere en función de los actores. Mientras que los urbanitas no siempre muestran una actitud proactiva de defensa, conciben La Huerta como un espacio abierto o como un cinturón verde para favorecer los procesos ambientales y de ocio que, además, proporciona productos ecológicos a la ciudad, los agricultores presentan una actitud encontrada, entre el descontento con el modelo agrícola actual, la defensa de “su Huerta” y la reticencia a que se les limite la posibilidad de decidir sobre qué hacer en su propiedad. Finalmente no se debe olvidar a aquellos actores que ven en La Huerta una reserva de suelo urbanizable de la que servirse para especular, o para sanear las arcas municipales (Gómez, 2010). De acuerdo con Díez y Sanchis (2007), el futuro de La Huerta pasa por estrategias de gestión que articulen su sostenibilidad agrícola y social con la dinámica urbana del área metropolitana, pero también con estrategias que traten de reducir la brecha entre la imagen mental que se tiene de La uerta y la realidad actual, de manera que los ciudadanos conozcan mejor qué es hoy La Huerta de Valencia y se pueda trabajar de manera colectiva hacia el modelo de huerta que se desea.

2. OBJETIVOS DE CALIDAD Y MEDIDAS DE ACTUACIÓN PARA LA HUERTA DE VALENCIA Ante un panorama poco esperanzador es imprescindible, de manera inmediata, un pacto políticosocial por La Huerta de Valencia. Un pacto que se traduzca en una política territorial y paisajística coherente y asumida por todos los agentes ligados a La Huerta; y en una planificación que regule normativamente las actividades en este espacio, haciendo efectiva esa política territorial a la que antes se hacía mención. No es prudente esperar más. La intervención pública para su protección, conservación y gestión es urgente y fundamental. Con la adhesión en el año 2004 al Convenio Europeo del Paisaje, la Comunidad Valenciana fijó las bases de su Política de Paisaje. En ella se determinaron una normativa e instrumentos de referencia para la ordenación del paisaje a escala regional, supramunicipal y municipal. En

este sentido, además de una ley específica de ordenación del territorio y protección del paisaje (Lotpp, 2004), se ha propuesto, entre otros planes, un Plan de Acción Territorial de Protección de La Huerta Valenciana, en el que, como explica la Lotpp (2004): “se definirán las zonas merecedoras de protección y las medidas urbanísticas correspondientes, así como los programas de actuación pública necesarios para favorecer el sostenimiento de las actividades propias de La Huerta y la permanencia de la población con un nivel de vida adecuado”. La planificación territorial supramunicipal en La Huerta es una necesidad perentoria. Es necesario coordinar las políticas y los planeamientos municipales a través de un instrumento que vaya más allá de las voluntades de los ayuntamientos. Los Planes de Acción Territorial (Pat) complementan la planificación municipal; y, además de presentar el avance urbanizador, proponen medidas metropolitanas de depuración de aguas, control de vertidos, modernización de los sistemas de regadío e integración paisajística de las zonas industriales. De este modo se garantizaría la mejora del sistema territorial y la protección del medio ambiente, del patrimonio cultural y del paisaje.

A. EL PLAN DE ACCIÓN TERRITORIAL DE PROTECCIÓN DE LA HUERTA DE VALENCIA Y SUS ESTRATEGIAS La Ley de Ordenación del Territorio y Protección del Paisaje de la Comunidad Valenciana (2004), reconociendo el valor de La Huerta, establece la necesidad de su protección a través de un Plan de Acción Territorial (Pat). Para ello se ha preparado la versión preliminar del Plan de Acción Territorial de Protección de La Huerta de Valencia, que propone un modelo territorial integral, que posibilite tanto el desarrollo del área metropolitana de Valencia como la protección y promoción de los valores ambientales y culturales de La Huerta. El Pat de Protección de La Huerta precisa cómo ha de producirse el crecimiento urbanístico en el área metropolitana, haciendo de ésta un espacio de calidad para las actividades humanas productivas y de ocio (Muñoz, 2009). El Plan define una figura de protección. Sus determinaciones deberán ser cumplidas por todos los agentes territoriales, públicos y privados. Asimismo, se define una normativa de ordenación de aplicación directa, indirecta y orientativa, y en todo caso propone unos criterios a ser tenidos en cuenta tanto por la planificación urbana municipal como por la sectorial. El Pat propone proyectos y acciones dinamizadoras que se traducen en programas de lanzamiento de la agricultura local, de mejora del sistema de riego y de la calidad

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generación de valor añadido a la producción agrícola; c) integrar las infraestructuras y borde urbano en el paisaje; d) protección del patrimonio cultural y visual; y e) generar sinergias ciudad-Huerta mediante el uso público recreativo.

B. EL Pat DE PROTECCIÓN DE LA HUERTA DE VALENCIA: PROMESAS INCUMPLIDAS. LA INCERTIDUMBRE DE UN PAISAJE CULTURAL ANCESTRAL

Figura 15. Propuestas de ordenación del borde urbano del PAT de Protección de la Huerta. Fuente: PAT de Protección de la Huerta.

El Plan de Acción Territorial de Protección de La Huerta de Valencia debería haber sido aprobado por el Consell de la Generalitat Valenciana; pero a pesar del interés de este instrumento de ordenación paisajístico-territorial, la oposición de determinados agentes territoriales ha paralizado su aprobación e implementación. El rechazo por parte de algunos ayuntamientos a perder el control sobre la gestión del suelo complica la implementación del Pat de Protección de La Huerta de Valencia. Falta claramente voluntad política. Además, el Pat no establece unas medidas cautelares que impidan nuevas reclasificaciones de suelo de La Huerta y no se enfrenta abiertamente con las agresivas pretensiones de expansión urbanizadora de los Planes Generales Municipales (Burriel, 2009).

La Huerta ya no existe como un espacio rural en sentido estricto. Es un sistema agrícola que opera entre los intersticios de un Figura 16. Huertos urbanos en Benimaclet y Alboraia (agricultura recreativa). Fuente: área metropolitana. Su paisaje ha quedado Elaboración propia, 2013. fragmentado por las infraestructuras y las edificaciones, amenazado además por de las aguas, de salvaguarda del patrimonio cultural y nuevos proyectos urbanísticos, que afortunadamente paisajístico, y de esparcimiento o uso público. la actual crisis económica ha logrado frenar. Pero ¿hasta cuándo, si no tomamos las medidas políticas oportunas? En la versión preliminar del Pat se han identificado los Por su parte, los agricultores, que son realmente quienes paisajes de más riqueza ambiental, patrimonial, productiva consolidan el paisaje de La Huerta con su trabajo y visual de La Huerta. También se han detectado cuáles diario, trabajan explotaciones que ya no son rentables. son los principales conflictos y se han definido objetivos Una situación cada vez más asfixiante que reduce sus de calidad a alcanzar a través de cinco medidas: aspiraciones a la pronta recalificación de sus tierras. a) definir un modelo de protección de los paisajes de valor, basado en el sistema de espacios abiertos; b) definir una estrategia sostenible de gestión y financiación de la actividad agrícola, basada en la

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Las oportunidades de salvaguardar un paisaje cultural ancestral como es La Huerta son cada vez menores. Pero aún es posible reaccionar. Se ha de garantizar el futuro de los verdaderos protagonistas de La Huerta, los

agricultores; se ha de proyectar La Huerta en la mente de los ciudadanos, haciendo que ésta se perciba como un espacio abierto multifuncional, con un elevado valor económico, ambiental y patrimonial. Y se ha de exigir un compromiso político para desarrollar instrumentos y políticas supramunicipales que permitan la revitalización de La Huerta con criterios de sostenibilidad (Romero y Francés, 2012). La Huerta se desvanece ante nuestros ojos en un momento histórico de enorme incertidumbre económica y social. La globalización nos ha alejado de lo inmediato, de nuestro espacio vital más próximo, que ignoramos o desconocemos. En la Era de la Información, los valencianos están desinformados de cuál es su realidad más próxima, de cómo es el territorio en el que se asientan y de cómo el trabajo secular de miles de agricultores ha generado a lo largo de la historia un paisaje de vida; un paisaje del agua único y excepcional, pero que se esfuma a pasos agigantados. Existe una importante tarea a desempeñar, que pasa por concienciar a los ciudadanos de los valores diversos de La Huerta, desde los económicos a los culturales pasando por los ambientales. Valores que, en definitiva, repercuten positivamente en su calidad de vida. Eso es lo que se pretende con este Pat que no se consigue implementar. No parece inteligente sacrificar lo que antaño fue nuestra despensa, y que quizá en un futuro próximo urgiera volverse a utilizar.

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